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25 octubre 2016

"LEY DE GODWIN" y la "REDUCTIO AD HITLERUM". ¿Qué diablos es eso?






Primera Parte


por Tito Andino U.

Según el Diccionario Oxford de inglés, la "Ley de Godwin" es "la teoría de que a medida que una discusión online avanza, se vuelve inevitable que algo o alguien eventualmente sea comparado con Adolfo Hitler o los nazis, sin importar cuál sea el tema". Un interesante artículo de la BBC afirma que las comparaciones recurrentes se presentan cuando una discusión desciende a un nivel básico argumentativo, "la comparación inevitablemente aparece".

La ley, formulada por el abogado y autor estadounidense Mike Godwin en 1990, comenzó a ser citada por numerosos internautas en referencia a los dichos de Sean Spicer –Secretario de Prensa de la Casa Blanca- ("ni Hitler usó armas químicas", comparándolo con el presidente sirio y el supuesto uso de armas químicas. Recordemos al señor Spicer que meses antes, su actual jefe, el presidente de los EEUU, fue nivelado con el líder nazi por sus políticas).

Godwin recordó que: "Es extremadamente raro que la improvisada comparación con Hitler o los nazis resulte bien". Se usa esas comparaciones, muchas veces fuera de contexto. Se recurre a este episodio de la historia porque pretende (de mala forma) darnos una comparación subjetiva e interesada entre el bien y el mal; lo que termina volviendo trivial un hecho histórico tan grave como el holocausto.

Por otro lado, algunos discuten sobre la ideología del sitio web español “Libertad Digital” como derechista y con vínculos con partidos políticos españoles de esa tendencia (la verdad que con su sección de historia no parece tal), debo expresar que no me preocupa ni me interesan las inclinaciones políticas de los escritores cuando éstos cumplen su función de narrar e informar de manera documentada, reflexiva y sin vicios de parcialidad un hecho de la historia. Lo mío es un simple interés en el contenido histórico de un reportaje y prestar cuidado a las fuentes historiográficas de las que se valen los redactores para presentar sus artículos de investigación.

No puedo, por tanto, dejar de apreciar las ponencias de Fernando Navarro García, colaborador de ‘Libertad Digital’, y su valioso aporte al esclarecimiento de temas controversiales de esa etapa de la historia que conocemos como el ‘Tercer Reich’ y la guerra mundial que provocó las ínfulas guerreras de Adolf Hitler.

La utilidad de los ensayos históricos de Fernando Navarro García se basan esencialmente en eso, historia, con una metodología apegada a la rigurosidad del suceso descrito, nos plantea sus reflexiones sin otro miramiento que el de carácter informativo y educativo, fruto de sus indagaciones.

De igual manera, así como admiro su trabajo –sin interesarme sus inclinaciones políticas (que sin duda las tiene)-, también suelo leer mucho de los escritores que se los considera de izquierda y, por supuesto, citarlos y publicarlos. Yo mismo, sin haber militado nunca en movimiento político alguno, me considero un hombre más de 'izquierda', preocupado por la calamitosa realidad social que atraviesa la humanidad, producto del desenfrenado y codicioso impulso de riqueza material de una élite privilegiada.

No obstante, los historiadores e investigadores honestos, sobre todo, dejan de lado sus preferencias políticas para centrarse, con estricto apego a la evidencia y al método científico, en cuestiones de pura historia. Tal es el caso de Fernando Navarro García. Pueden, incluso, sus detractores especular que nunca ha escrito sobre los Aliados en la IIGM (es decir, defectos políticos, errores, ideología, etc.), lo cual no le priva del mérito de ser un excelente analista sobre temas relacionados con el nazismo, sus ponencias las comparte con sus lectores en diferentes ensayos publicados en diferentes medios.

De mi lado, en el futuro publicaré algunos excelentes artículos de Fernando García Navarro sobre las ideologías extremistas antagónicas en la segunda guerra mundial: nacionalsocialismo y comunismo, el totalitarismo en general, con una excepcional síntesis que evita, en lo particular, dedicar el preciado tiempo en otras consultas. Existen otros estudios sobre el tema con un contenido más académico, a la vez, son lecturas de mayor complejidad y comprensión para un lector no ilustrado en la temática. El trabajo de Fernando Navarro García brinda al lector el entendimiento inmediato y total en pocas páginas sobre las doctrinas intolerantes de derecha y de izquierda en la gran contienda bélica mundial.

A propósito de nazis y comunistas, hace unos días había colgado unas publicaciones de la prensa rusa en una apreciada comunidad de historia de la IIGM, allí se hacía referencia a la desclasificación de archivos y la decisión conjunta de rusos y alemanes de esclarecer una cuestión que sigue perturbando a miles de descendientes de los prisioneros de guerra, ¿qué pasó con ellos?, ¿se podrá saber cuál fue su destino final? Una tarea casi imposible, puesto que la mayoría de prisioneros de guerra eran solamente números –en los dos bandos-. Al menos van destapándose los baúles que guardan los expedientes que han sobrevivido; son los archivos de la época soviética los que más se han salvado de la destrucción, en contraparte, los archivos alemanes –en los últimos meses de la guerra- fueron destruidos sistemáticamente, por fortuna para el mundo académico, también muchos de los archivos nazis han sobrevivido y están saliendo a luz, poco a poco.

El nazismo y el comunismo pueden haber desaparecido del espectro político mundial, la Alemania nazi y la Rusia soviética ya no están aquí, por ello no hay que extrañarse que hoy, ajenos a las ideologías en que vivieron sus ascendientes, alemanes y rusos (ni nazis ni comunistas) se sienten a la mesa y zanjen de una vez por todas, esa herida latente, sobre los millares de prisioneros de guerra y el destino que corrieron. Una reconfortable señal y una nueva fuente inagotable de documentación para el auténtico historiador.     

¿Qué quién inició la guerra?, salvo para algunos extremistas pseudo nazis y “revisionistas”, con sus característicos exabruptos histéricos y nada históricos, alegarán que Polonia, los judíos, los extraterrestres, etc.

Y, también se preguntan algunos pseudo historiadores, ¿por qué la actual Alemania tiene que pagar indemnizaciones a los prisioneros de guerra soviéticos sobrevivientes?. La respuesta debemos encontrarla en la capitulación incondicional alemana y en los Convenios en que reconoce su responsabilidad al desatar la guerra y violar múltiples tratados de paz, asumiendo un compromiso moral y jurídico de indemnizar por los estragos causados en la contienda, además de otro tipo de reparaciones y compensaciones a las víctimas. ¿Qué los soviéticos también cometieron crímenes de guerra?, por supuesto, ¿quién lo duda?. La diferencia es que los Aliados (soviéticos y occidentales) triunfaron y llevaron al banquillo a los nazis; a nadie debería quedarle resquicio de duda, si los nazis triunfaban los colgados hubiesen sido Stalin, Churchill y, sin duda, una impresionante e interminable lista de la intelectualidad europea, por ser suaves, sin tomar en cuenta la terrible limpieza étnica que ya se había desatado con el transcurso de la guerra. 

Dicen muchos escépticos defensores de los nazis que la "historia la escriben los vencedores". Si claro, y también los perdedores, los neutrales, los asesinos y sus víctimas. Pero, sobre todo, las nuevas generaciones de posguerra, estudiosos con una increíble fuente historiográfica que harán desmayar a un “revisionista”. 

Sigo sin entender por qué insisten en decir que la historia la escriben los vencedores, si desde el fin de la guerra misma y, en la actualidad, vía internet podemos encontrar miles de libros, memorias y otras remembranzas de los vencidos con la exaltación de su causa, ideología, triunfos y fracasos, en muchos países el "revisionismo" domina el mercado del libro referente a la IIGM.

La historia también la escriben los vencidos nazis y sus propagandistas del presente, caso contrario, no sería posible ni explicable encontrarnos día a día, con voluminosas ediciones de las obras de Hitler, de Goebbels y otros jerarcas nazis, de sus ministros, generales y soldados, de sus aliados extranjeros y, en fin, de sus actuales defensores a ultranza.

¿Qué tiene que ver estos últimos párrafos con el ensayo de Fernando Navarro García?. Simple, él nos recuerda las múltiples similitudes entre nazismo y comunismo, dos ideologías antagónicas y totalitarias caracterizadas por su intrínseca maldad, alertándonos ante el despertar de tendencias políticas que utilizan esos mismos métodos y cuyos simpatizantes aun se empeñan en aplicarlas en el futuro.

Por último, la colosal batalla entre estas ideologías también abarcó el área religiosa, invito a revisar un excelente estudio al respecto, aquí, en este blog: La Alemania nazi y la Rusia soviética: Sustitutivos de la fe

Como siempre, buena lectura.


*****


La "Reductio ad hitlerum" y la caja de herramientas totalitaria.


Por: Fernando Navarro García





Fue Leo Strauss quien en 1951 acuñó el neolatinajo "Reductio ad Hitlerum" como aquella argucia discursiva mediante la cual se podía descalificar cualquier opinión afirmando que "Hitler también la apoyaba". Es, obviamente, un golpe bajo y en muchas ocasiones una injusticia. De este modo, y dado que no soy fumador y me intereso por el arte, podría ser calificado de nazi pues Hitler tampoco fumaba y pintaba unas acuarelas razonablemente buenas ¿Absurdo, verdad?

Es cierto que durante los últimos años se ha abusado mucho de esa estratagema –no por simplona menos eficaz- de la "Reductio ad Hitlerum", ya que nadie en su sano juicio desea ser encuadrado en la "lógica" de tan nefasto personaje. Cualquier ideología, postura, pensamiento o actividad que sea parcialmente asimilable al nazismo parte con una enorme desventaja en cualquier debate sometido a escrutinio público. Quizás por eso hoy en día, y ante la falta de argumentos rigurosos como mal endémico de una cierta modernidad, todo aquello que nos desagrada o colisiona con nuestros intereses o anhelos es tildado de "nazi" o "fascista" (sin considerar las enormes diferencias cuanti cualitativas que existen entre ambas ideologías, tan bien analizadas por Stanley Payne en su clásico El Fascismo); cualquier matanza o crimen es ascendido a la categoría de Holocausto o genocidio y toda violencia es terrorismo (hay quien postula llamar a la violencia de género como "terrorismo de género").

Ese abuso enfático de tales "reducciones" al nazismo o al Holocausto ha ido vaciando de contenido el verdadero horror que suponen esas palabras. Las ha devaluado.

El nazismo (y también el comunismo) -como cualquier totalitarismo- intentó acabar con las libertades y la vida de cualquiera que se saliera del asfixiante corsé de su cosmovisión de odio y de paraísos imaginarios. El nazismo (y también el comunismo) aplastó con igual eficacia al intelectual desafecto, al general insumiso, al gitano, al judío, al médico humanitario, al homosexual, al católico practicante, al objetor de conciencia, al Testigo de Jehovah y hasta al SS o el comisario político asqueado de su trabajo.

Y para imponer su ideología y aplastar con esa eficacia tan mortal e inusitada, el totalitarismo nazi y también el soviético, como demostró Nolte, emplearon unos instrumentos de contundencia probada y que están a disposición de cualquiera en la "caja de herramientas" del totalitarismo, cuyos útiles principales son los siguientes:

1. Agitación y propaganda (en la URSS agitprop), mediante la calculada manipulación de las masas. Tomar la calle como prueba fehaciente de que cualquier idea del Partido es la encarnación y la voluntad abrumadora del "Pueblo", sin pararse a pensar que siempre existirán excedentes de "Pueblo" suficientes para llenar cualquier calle. Las mismas calles de Berlín que en 1940 se llenaban de miles de enfervorizados nazis, en 1950 se llenaban de millares de enfervorizados camaradas comunistas.

2. Una tupida red de comisarios, agentes secretos, organizaciones juveniles, sindicatos, paramilitares y de "sociedades amigas de..." encargadas de monitorizar cada centímetro de la vida pública y privada. La cultura como cota principal a conquistar (Gramsci), para que después la ideología totalitaria vaya permeando lenta e inadvertidamente en todos los resquicios de la sociedad. Una ingeniería social que a largo plazo considerara altamente edificante que un hijo delate a sus padres y lo ensalzará en los documentales mientras afirma, orgulloso, que había denunciado a su familia por ser "enemigos" (del Pueblo, del Reich,...)

3. Terrorismo paraestatal (antes de la toma del poder) y de Estado (una vez usurpado el poder) como fórmula rápida y sencilla de eliminar toda oposición y disidencia y de neutralizar todo atisbo de reacción. El miedo neutraliza y acalla la voz del ciudadano normal.

4. Leyes excluyentes cínicamente camufladas como "protectoras" frente al agresor exterior o interior. El "victimismo" como justificación de deudas históricas, la compensación por afrentas ancestrales nunca prescritas y el agravio como negocio muy lucrativo.

5. Perversión del lenguaje, un factor esencial de todo totalitarismo, como demostró magistralmente el filólogo judío Klemperer. Asesinar pasa a ser "ejecutar" o "erradicar los fundamentos biológicos", un judío se deshumaniza y pasa a ser un "infrahumano", la eutanasia es "muerte por compasión", el ataque violento a la libertad y los sentimientos religiosos son en realidad una manifestación de la "libertad de expresión"

6. Demagogia en su sentido más estricto de "halagar los oídos del pueblo" y vertebración de un discurso simple y primario (asimilable por el ortegiano "hombre-masa") basado en la raza, la sangre, el suelo (nazismo), el credo (islamismo), la clase (comunismo) y el rentable "victimismo".

7. Invención de un pasado dorado, con héroes nacionales y un enemigo terrible y poderoso causante siempre del infortunio presente. La invención -incluso forzando al máximo los hechos históricos - es esencial para aglutinar al pueblo – a "la gente" - y predisponerlo a ser la indispensable comparsa del agitprop. Nada une más que un enemigo poderoso y abstracto. Si no existe el totalitarismo no tardará en inventarlo. Desgraciado el país, la raza o el credo que haya sido identificado como "enemigo" (¿les suena "la casta"?) pues todo lo que haga u omita tendrá siempre un perverso objetivo. ¿Me perdonas la deuda? ¡Quieres humillarme!; ¿No me la perdonas? ¡Tratas de asfixiarme!

8. Control de todo el aparato estatal especialmente de las escuelas (la mente de los niños es maleable y son las futuras bases del agitprop), las organizaciones sociales y religiosas (los nazis llegaron a crear una "Iglesia del III Reich"), las publicaciones (alineamiento editorial de la numerosísima prensa, bajo la inspiración del Ministro de Propaganda o, recurriendo a Orwell, del "Ministro de la Verdad") y de los medios de comunicación de masas (radio, prensa y cine)

9. Distorsión perversa de la realidad, dando la vuelta a la tortilla y presentando el crimen y la ilegalidad más brutal como actos inevitables de "legítima defensa". El terrorista Otegi como epítome de tal aberración, al ser calificado como "un hombre de paz". Pegar un tiro en la nuca a un aristócrata polaco no era un crimen; sino una "ejecución" de un terrorista con la que se habría salvado la vida de miles de inocentes y puros alemanes o de abnegados proletarios soviéticos.

10. Apariencia de legalidad. Cuando la guerrilla y el terrorismo callejero no funcionan y no permiten la toma violenta del poder (como si lograron los Soviets en Rusia en 1917) el totalitarismo en fase germinal simula respetar las reglas del juego democrático para destruirlo desde dentro y con sus propias armas.

Hay más herramientas en esta caja inmunda, por supuesto, pero creo que estas son las indispensables. Y también creo que quien maneje esa "caja de herramientas" no es trigo limpio.

¿Alguien se imagina una causa legítima, democrática o humanística recurriendo a estas terribles tretas? Resulta difícil visualizar a Martin Luther King, a la madre Teresa o a Erasmo de Rotterdam sirviéndose de ellas. Ni siquiera Maquiavelo se habría atrevido a llegar tan lejos y en todo caso Maquiavelo habría tenido la justificación histórica de escribir a inicios del siglo XVI en una Italia destrozada por guerras internas y externas.

De nazis y comunistas

Si analizamos estas diez "herramientas" nazis, es fácil encontrar numerosas concomitancias entre todas las ideologías totalitarias, fundamentalistas y excluyentes (y yo creo que los nacionalismos son excluyentes) y es desde ese prisma -y solo desde ese- desde el que resulta legítimo recordar que tales instrumentos también fueron aviesamente empleados por los nazis y por los comunistas.

Con ello no quiere afirmarse -relajémonos quienes no queremos olvidar el Holocausto- que el nacionalismo vasco o catalán y que partidos populistas como Podemos sean exactamente iguales que el nazismo. No; lo que se dice es que recurren a las mismas herramientas que emplearon los dos grandes totalitarismos del siglo pasado para tomar y mantenerse en el poder y solamente por eso ya debiéramos estar alerta.

Calificar de tácticas nazis a las que ha empleado el terrorismo de ETA y su franquicia Bildu y otros partidos afines como Podemos (estrategia de legalidad) no supone identificarlos con el nazismo ni por supuesto menospreciar a sus víctimas sino asociar sus métodos sin hacerlo con sus fines, que son obviamente distintos aunque también execrables.

El nazismo asesinó sistemáticamente por una idea disparatada de pureza racial y para ello recurrió a las diez herramientas que antes expuse. ETA asesinó -y seguirá haciéndolo cuando la estrategia de legalidad no le funcione- por una idea de independencia y de retorno a una edad dorada que solo existió en la imaginación de sus sicarios y trovadores. Y para alcanzar ese paraíso borroso de humo, odio y sangre, el nacionalismo forjado en el terrorismo y todos aquellos partidos que los comprenden, justifican y apoyan no han dudado en emplear la mayoría de instrumentos tan queridos para el totalitarismo. No son nazis, por supuesto, pero trabajan con la misma "caja de herramientas".

10 abril 2016

La Rusia soviética como sustitutivo de la fe


     Imagen de Alexander Nikolayev. AFP/Getty



RESUMEN DE LA OBRA ORIGINAL:   EL LEGADO MESIÁNICO

AUTORES: MICHAEL BAIGENT, RICHARD LEIGH y HENRY LINCOLN

ACLARACIÓN: La totalidad de las fotos han sido agregadas al presente documento por el redactor del blog (Detectives de Guerra), por tanto, no corresponden a las fotografías constantes en el texto original.


En el estado de incertidumbre y desesperanza es más susceptible despertar el impulso religioso. Es en un vacío semejante donde con mayor eficacia puede introducirse la religión, que brinda un sentido y una coherencia nuevos. El período inmediatamente posterior a la primera guerra mundial pedía a gritos gente que lo interpretase. La humanidad experimentaba el vivo deseo de saber «para qué había sido todo», «qué había significado». Pero la religión organizada no hizo ningún intento serio de afrontar el problema ni de responder a las necesidades de la época. Sencillamente, hizo como si nada hubiera pasado e intentó seguir siendo lo que era desde hacía siglos: una institución cultural, política y social en lugar de un intérprete que confiriese un nuevo sentido. A causa de ello, en el decenio de 1920, la religión organizada se encontró desacreditada en su mayor parte, se encontró con que la consideraban incapaz de llenar el vacío que se había producido en la sociedad occidental.
Y es comprensible que la sociedad, al ver que la religión organizada no podía ofrecer ninguna solución a la crisis de sentido, se volviese hacia otra parte. El resultado de ello fue la aparición de dos principios nuevos que empezaron a suplantar a la religión como institución capaz de abarcarlo todo. De hecho, estos dos principios se convertirían en las religiones -o, cuando menos, las religiones sucedáneas- del decenio de 1930.


Parte I


La religión de Lenin y Stalin


La primera de las nuevas religiones fue el socialismo, especialmente en su variante marxista-leninista, cuyos ejemplos eran la Unión Soviética de entonces y el Partido Comunista. El pensamiento marxista existía desde hacía unos tres cuartos de siglo, y el socialismo desde hacía más tiempo. Pero, bajo los embriagadores efectos de la Revolución rusa, la doctrina adquirió la categoría de credo y, en Occidente, proporcionó a los intelectuales y los idealistas la causa que necesitaban. En su nombre muchos de ellos murieron en España. En Inglaterra, muchos de ellos se dedicaron a espiar.

La doctrina marxista-leninista repudia oficialmente toda religión. A pesar de ello, hay paralelos formales y funcionales entre el marxismo-leninismo y la religión organizada, paralelos que se reconocen de forma general y que son demasiado obvios para que sea necesario comentarlos aquí. Al mismo tiempo, en general no se conoce hasta qué punto la doctrina soviética se propuso, a modo de norma de actuación calculada, no solo asumir la forma y la función de una religión, sino convertirse de hecho en una religión

Después de todo, Lenin era un manipulador sumamente astuto y penetrante que comprendía las necesidades de la psique. Se percató de la necesidad de adaptar su sistema al impulso religioso del hombre, por muy cínico que él mismo fuese al respecto.

En este sentido, al igual que en otros muchos, puede argüirse que el pensamiento de Lenin le debe más a Bakunin que a Marx. En su organización, en sus técnicas de reclutamiento, en sus medios de recabar la lealtad de sus seguidores, en su impulso mesiánico, la estructura del partido revolucionario de Lenin se deriva directamente de Bakunin, como el propio Lenin reconoce en sus notas. 


Mikhail Alexandrovich Bakunin


Pero Bakunin tenía la revolución por algo más que un fenómeno social y político. Era esencialmente cósmica, teológica, de carácter religioso. Tras pasar más de veinte años progresando con esfuerzo en las filas de la francmasonería, Bakunin había adquirido un marco filosófico metafísico para sus ideas sociales y políticas.

Bakunin se autoproclamaba satanista. Según un comentarista, veía en Satanás al «jefe espiritual de los revolucionarios, al verdadero autor de la liberación humana»(1). Satanás no era solo el rebelde supremo, sino también el supremo luchador por la libertad contra el tiránico Dios del judaísmo y del cristianismo. Las instituciones Iglesia y estado eran instrumentos del opresivo Dios judeocristiano y, según Bakunin, oponerse a ellas era una obligación moral y teológica. Aunque Lenin nunca se permitió explícitamente esta clase de concepciones cosmológicas, no hay duda de que reconocía la utilidad de las mismas. Bakunin y Lenin «eran ambos zelotes apocalípticos, mientras que sus rivales marxistas..., eran -en comparación- fariseos» (2). 

Por consiguiente, en manos de Lenin, el bolchevismo procuró convertirse en algo que fuese mucho más que un partido o un movimiento político. Pretendió convertirse nada menos que en una religión secular y, como tal, atender a la necesidad de sentido. Para alcanzar este objetivo, no titubeó en dotarse de todos los avíos de una fe religiosa.

Stalin, quizá con un cinismo todavía mayor, se esmeró en conservar estos avíos. Stalin había estudiado en un seminario teológico de Tiflis. También se sabe que durante un tiempo -en 1899 o 1900- vivió con la familia de uno de los «magos» y maestros espirituales o gurús más influyentes del siglo XX: G. I. Gurdjieff (3). 

De fuentes como éstas, Stalin aprendió, no solo a reconocer el impulso religioso, sino también a activarlo y manipularlo. En consecuencia, no ha de sorprendernos demasiado verle inventar lo que, de modo inconfundible, equivale a rituales religiosos. El siguiente texto litúrgico, con sus estribillos de estilo responsorio, es algo más que una simple parodia de un rito religioso. Está destinado a ser un rito religioso por derecho propio:

Al separarse de nosotros, el Camarada Lenin nos ordenó que mantuviéramos alta y pura la gran vocación de Miembros del Partido. - TE JURAMOS, CAMARADA LENIN, QUE CUMPLIREMOS HONORABLEMENTE ÉSTE TU MANDAMIENTO. Al separarse de nosotros, el Camarada Lenin nos ordenó velar por la unidad del Partido... - TE JURAMOS, CAMARADA LENIN, QUE CUMPLIREMOS HONORABLEMENTE ÉSTE TU MANDAMIENTO. Al separarse de nosotros, el Camarada Lenin nos ordenó guardar y reforzar la dictadura del Proletariado... - TE JURAMOS, CAMARADA LENIN, QUE CUMPLIREMOS HONORABLEMENTE ÉSTE TU MANDAMIENTO ... (4)



Foto actual del mausoleo de Lenin, en la Plaza Roja



Stalin procuró, sistemáticamente, sacar la mayor significación religiosa posible de la muerte de Lenin. De acuerdo con ello, el cadáver de Lenin fue expuesto en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos. Cuatro días permaneció expuesto allí, mientras decenas de millares de personas hacían largas filas, soportando temperaturas por debajo de los cero grados, para tener la oportunidad de pasar por delante del ataúd. Otros líderes bolcheviques quedaron asombrados ante esta demostración de emoción religiosa no disimulada.





En el segundo Congreso de los Soviets se decidió elevar a Lenin a una categoría que estaba cerca de la divinidad. Se decretó que el aniversario de su muerte fuese día de luto nacional. Se le erigieron estatuas en todas las ciudades importantes de la Unión Soviética. Su cadáver fue embalsamado y colocado en una estructura de piedra de diseño específicamente religioso que hacía pensar en las pirámides escalonadas de las antiguas Asiria y Babilonia. Incluso hoy día, el cadáver de Lenin (o una convincente efigie de cera del mismo) se halla expuesto en la Plaza Roja, que viene a ser el equivalente moderno de los centros de peregrinación de la Edad Media. La veneración que recibe el cadáver es comparable con la que se tributa a las reliquias cristianas, y la tumba de Lenin podríamos compararla con la de Santiago de Compostela. Todo esto contrasta de forma notoria con un sistema de creencias racionalista y totalmente secular que se declara, no solo ateo, sino hostil a todas las formas de la religión..., y al «culto de la personalidad».




Llamativa estructura piramidal que nos recuerda los templos antiguos. Construida para conservar el cuerpo de Lenin. El diseño en forma de pirámide escalonada sigue siendo un rasgo importante y evoca deliberadamente la arquitectura religiosa del mundo antiguo.



La mística que llevaba aparejada la pertenencia al Partido Comunista, sobre todo durante el decenio de 1930, era también fundamentalmente religiosa o, en todo caso, un sucedáneo de la religión. 

La admisión en el partido era tan portentosa, tan llena de ritual, tan repleta de resonancia evocadora, como la iniciación en alguna de las antiguas escuelas mistéricas o en la francmasonería. Sobre todo en los niños, el impulso religioso a menudo era activado de forma deliberada y luego encauzado sistemáticamente hacia los intereses del partido. 

Así, la admisión en los «pioneros» a la edad de nueve años era el gran acontecimiento en la vida de un niño, un rito de paso en toda la regla, análogo, pongamos por caso, a la primera comunión. La admisión poseía una vitalidad y una significación intensificada que la primera comunión no tenía desde hacía ya tiempo. Además de hacer varios votos y promesas de índole casi litúrgica, el nuevo «pionero» recibía, a guisa de talismán sagrado, un pañuelo rojo. Este pedacito de tela, le decían, era su más preciosa posesión. Se le ordenaba guardarlo, venerarlo, protegerlo del contacto de cualquier mano que no fuese una de las suyas. Se le decía que el pañuelo encarnaba la sangre de los mártires revolucionarios. Afirmar que en un retazo de tela hay sangre, de un modo simbólico y latente, viene a ser lo mismo que decir que hay sangre latente, de modo más o menos simbólico, en el vino. La premisa es esencialmente religiosa. El pañuelo rojo del joven «pionero» tenía por objeto cumplir una función muy parecida a la de un crucifijo, un rosario o cualquier otro talismán religioso de la misma clase.

En su intento de consolidar su posición, tanto dentro de la Unión Soviética como en otras partes, el Partido Comunista del decenio de 1930 elevó la doctrina marxista-leninista a la categoría de religión. Aunque decía haber abolido la religión, de hecho lo único que hizo fue tratar de sustituir una religión por otra. 

Y, sin embargo, toda religión tiene que apelar a algo más que a la inteligencia a secas, así como recibir respuesta de ese algo. Utilizando una expresión tópica, diremos que ha de ganarse tanto los corazones como los cerebros, ha de satisfacer profundas necesidades emotivas al mismo tiempo que demuestra poseer un sentimiento humanístico y lógico. Debe afrontar la dimensión irracional del hombre y proporcionar respuestas a interrogantes surgidos de esa dimensión humana; y debe, como mínimo, reconocer y, si es posible, dar cabida a sentimientos tales como el anhelo de amor, el miedo a la muerte, la angustia de la soledad.

Hay una distinción importantísima entre, por un lado, una religión y, por otro, una filosofía o una ideología. A pesar de sus aspiraciones, la doctrina marxista-leninista en realidad nunca ha sido más que una filosofía o una ideología. Por su abstracción, por su esterilidad emotiva, no ha sabido hacer justicia a las necesidades internas del hombre, ni ha reconocido la validez de esas necesidades ni las ha atendido. En esta medida, la doctrina marxista-leninista ha sido ingenua desde el punto de vista psicológico. Dio por sentado, de forma bastante simplista, que las necesidades internas podían satisfacerse llenando el estómago y proporcionando un credo dotado de lógica. En consecuencia, ofreció pan y una teoría sobre la producción, el valor económico y la distribución de ese pan. También ofreció Historia, con mayúscula, como elevado absoluto por derecho propio. Y ofreció el concepto de Pueblo.

Una vez más, sin embargo, hay que decir que el hombre no vive solo de pan, ni de teorías relativas al pan. Los principios tales como la alienación en el trabajo, la relación entre el trabajo y el capital, la dialéctica, incluso la lucha de clases y la distribución desigual de la riqueza, no provocan ninguna respuesta visceral. 

Esos principios no ofrecen ninguna satisfacción a ciertas formas de hambre propias del hombre, unas formas menos tangibles, menos definidas, pero no por ello menos omnipresentes y obsesivas; su hambre de «tranquilidad de ánimo», de realización emotiva y espiritual, de comprensión de su lugar en el cosmos, de respuestas a interrogantes que están fuera de alcance de la sociología y de las ciencias económicas, del materialismo en general. Al mismo tiempo, el concepto de la Historia como absoluto no alcanza a abarcar el anhelo y el sentido humano de lo sagrado o lo divino.

Al abordar el problema del sentido, la doctrina marxista-leninista no hizo más que ofrecer soluciones provisionales. Propósito y dirección fueron establecidos solo para un lugar dado y en un momento determinado, sujetos a permutaciones y cambios. Pero el impulso religioso busca algo más duradero. La necesidad de sentido es más aguda en relación con misterios tales como el tiempo, la muerte, la soledad, el amor y la conciencia, que cuando tiene que ver con problemas sociales o económicos. Y son precisamente estos misterios -y el misterio es el verdadero terreno de la religión- los que la religión sucedánea del marxismo leninismo más señaladamente no ha sabido afrontar o siquiera reconocer. En esta medida, ha demostrado de modo creciente que es incapaz de satisfacer las necesidades internas de la humanidad.

Así pues, no es extraño que la religión organizada persista tenazmente dentro del imperio soviético, a pesar de la desaprobación oficial, de la persecución y de ambiciosos programas de «adoctrinamiento» que tienen por finalidad neutralizarla. En países tales como Polonia y Checoslovaquia, la Iglesia plantea un desafío cada vez mayor al régimen, precisamente porque atiende a necesidades más hondas que las que el régimen está dispuesto a reconocer. Y dentro de la propia Unión Soviética, el Politburó no solo se ve acosado por un cristianismo tozudamente inextinguible, sino que, además, tiene que hacer frente a un notable resurgimiento del islamismo.

Sea o no la religión «el opio del pueblo», lo cierto es que la adicción no puede curarse por el simple procedimiento de sofocar la fuente de abastecimiento y dejar que la sociedad luche, sin que nadie la ayude, con los tremendos efectos de la abstinencia.

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CONTINUARÁ... 
En la parte II, nos enfocaremos en La Alemania Nazi como sustitutivo de la fe

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NOTAS:

OBRA ORIGINAL: EL LEGADO MESIÁNICO
AUTORES: MICHAEL BAIGENT, RICHARD LEIGH y HENRY LINCOLN
Publicado originalmente en el Reino Unido por Jonathan Cape Ltd., en 1986. “The Messianic Legacy”. 2005, Ediciones Martínez Roca, S.A. Madrid – España.    

TRANSCRIPCIÓN del capítulo:

CAPÍTULO 12: Sustitutivos de la fe: la Rusia soviética y la Alemania nazi.

NOTAS a pie de página:

1. Mendel, Michael Bakunin, p. 372.
2. Ibíd., p. 430.
3. Webb, The harmonious circle, p. 45. Esto ocurrió en algún momento entre 1894 y 1899. La hija de Stalin huyó a los EE.UU., donde ingresó en un grupo de Gurdjieff (Webb, p. 425).
4. Payne, The life and death of Lenin, pp. 609-610.

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