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12 febrero 2020

La interpretación de la Shoah





por Thierry Meyssan 


Breve nota del editor del blog 

Fines de enero fue muy agitado en cuanto a la memoria histórica conmemorativa de la liberación del principal campo de concentración de la Alemania nazi fuera de sus fronteras (Auschwitz - Polonia). Hemos esperado un razonable tiempo para presentar esta publicación, debido a que los medios de comunicación de todo tipo se hallaban cubriendo los actos. 

No cabe duda que en muchos aspectos y dadas las recientes declaraciones oficiales de la Unión Europea, este tipo de conmemoraciones vienen cubiertas con un matiz de corte político que intentan reinterpretar la historia con fines nada nobles y minimizando el recuerdo de las víctimas, a las que, sin embargo, no se cansan de homenajear en diversos actos públicos.

El presente ensayo del internacionalista francés Thierry Meyssan abarca cuestiones tanto del pasado como del presente en el complejo mundo de la política internacional. Solo acotar que esa memoria atávica, primitiva, del ser humano nos recuerda que los humanos preferimos la violencia, la muerte, la guerra sobre otras cosas como forma de demostrar nuestra superioridad ante otro semejante. Esa es una de las reflexiones que obtenemos analizando los anales de la historia. 

Quisiera explicar más detalles de ese trágico episodio, pero dado el contenido de la siguiente investigación no es conveniente, por el momento... La siguente no es una historia de guerra, ni de genocidios, es el análisis de los antecedentes de un crimen que no es solo fruto de la mentalidad nazi, es parte de la "cultura" colonialista de los imperios europeos y sus "instintos" de superioridad, en fin, es algo que ha existido a lo largo de la historia.


***

El «deber de memoria» u «obligación de recordar»


Los seres humanos siempre prefieren hacer todo lo posible por olvidar tanto las desgracias que ‎los hicieron sufrir como las desgracias que ellos mismos provocaron. Esa es la lógica que siguen ‎los romaníes, cuyas familias fueron masacradas junto a las familias judías, y les va mucho mejor.
Por supuesto, para los descendientes es importante rendir homenaje a la memoria de sus ‎familiares muertos. Pero no será eso lo que logre evitar nuevos genocidios. Esto último ‎no tiene nada que ver con la identidad ni con la condición de las víctimas, ni con ‎las de los verdugos. Sólo se trata de la condición humana y ninguno de nosotros está al abrigo ‎de convertirse en monstruo. La civilización nunca es innata.             
 T. Meyssan


Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los nazis perpetraron masacres contra los ‎judíos de Europa y los romaníes. La interpretación de uno de esos genocidios se basa ‎en un desconocimiento de la condición humana y agitan una cantidad de pasiones que, ‎lejos de evitar nuevos genocidios, más bien los propicia.‎


Está conmemorándose el 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de ‎Auschwitz, donde perecieron más de un millón de prisioneros. Hoy se ha convertido a Auschwitz en el ‎símbolo de los campos de exterminio, de los crímenes perpetrados por los nazis y de la Shoah. 
Algunos negacionistas han tratado de rehabilitar la Alemania nazi poniendo en duda su intención ‎de proceder al exterminio de poblaciones, cuestionando que haya asesinado realmente millones ‎de personas y que haya asesinado prisioneros en cámaras de gas. Esa abyecta polémica ha ‎relegado a un segundo plano la cuestión de la comprensión de los hechos. Desde el juicio de ‎Adolf Eichmann, en 1962, la interpretación prevaleciente es la que adoptó la Agencia Judía ‎en aquella época: a partir de la conferencia de Wansee, el antisemitismo nazi se tradujo en un ‎plan de exterminiola Shoah– contra las poblaciones judías de Europa, lo cual marca un punto de ‎ruptura en la Historia. Los judíos, eternos perseguidos, sólo estarán definitivamente protegidos en ‎el Estado de Israel. ‎

Pero, como demostraré aquí, esa interpretación contemporánea ignora toda una serie de hechos ‎relacionados con la cuestión. ‎


En 1994, unas 800.000 personas fueran masacradas a machetazos en Ruanda, en sólo varias semanas.‎ 


La larga historia de los genocidios
Durante los cuatro siglos de colonización del mundo por parte de los europeos occidentales, ‎numerosos Estados supuestamente civilizados perpetraron genocidios.
 ‎
Por ejemplo, cuando el presidente del consejo de ministros del Reino de Italia, Benito Mussolini, ‎proclamó el Segundo Imperio Colonial Italiano, decidió fundar una colonia italiana en Etiopía. ‎Ante la resistencia de los etíopes, Mussolini concibió un plan de «limpieza étnica» que abarcaría ‎toda una región de Etiopía cuya población sería exterminada para sustituirla por colonos italianos. ‎En el marco de ese plan, Mussolini hizo que el virrey Rodolfo Graziani utilizara aviones para regar ‎gas mostaza sobre las aldeas etíopes rebeldes.‎

El uso extensivo de las masacres no es una exclusividad de los europeos occidentales ni de la ‎ideología colonial. Bajo el Imperio Otomano, el sultán Abdul Hamid II organizó la masacre ‎contra los no musulmanes (desde 1894 hasta 1896). El sultán Abdul Hamid II fue derrocado ‎en 1909 por los «Jóvenes Turcos», movimiento militar que reactivó la masacre contra las ‎poblaciones no musulmanas, principalmente en 1915 y 1916. Ambos regímenes compartían la ‎misma ideología –el panislamismo–, según la cual la identidad turca es exclusivamente ‎musulmana. Los armenios fueron los más afectados pero todas las confesiones no musulmanas ‎fueron perseguidas por ambos regímenes. Aquellas masacres no fueron perpetradas en los ‎territorios conquistados por el Imperio Otomano sino en los territorios que hoy forman parte de ‎Turquía [1].‎

Así que existen al menos 2 motivos diferentes para tales masacres:‎ 

- un objetivo militar: la eliminación de poblaciones que oponen resistencia;‎ 
- un objetivo ideológico: la eliminación de poblaciones consideradas extranjeras. 

La política nazi perseguía ambos objetivos pero el exterminio de los judíos en Europa en particular, solo respondía ‎a un objetivo ideológico.‎

Los genocidios tampoco son una exclusividad de los más fuertes contra los más débiles, como ‎queda demostrado por el genocidio perpetrado en Rwanda por los hutus contra la etnia tutsi. ‎Ambos pueblos eran numéricamente similares y la masacre no fue perpetrada por milicias sino ‎principalmente por la población hutu y con machetes. ‎

Estas masacres de masas constituyen «crímenes contra la humanidad». Fue única y ‎exclusivamente bajo esa denominación que el Tribunal Internacional de Nuremberg juzgó a los ‎responsables del genocidio perpetrado contra los judíos de Europa. La noción de «genocidio» ‎fue incorporada al derecho tiempo después de los juicios de Nuremberg. ‎

Bajo la influencia de Raphael Lemkin, se consideró después el genocidio como un crimen aparte ‎entre los crímenes contra la humanidad. Pero también se introdujo una noción de culpabilidad ‎colectiva, lo cual contradice el principio básico de la responsabilidad personal y es contrario al ‎objetivo que se busca. La evolución del concepto ha llevado a que el derecho estadounidense ‎considere hoy que el asesinato de al menos dos personas, motivado sólo por lo que son esas personas ‎y no por sus actos, es suficiente para ser clasificado como «genocidio». 

Estados Unidos se planteó la cuestión racial antes que Alemania. Pero, ‎en vez de asesinar a las poblaciones que consideraban “razas inferiores”, los estadounidenses ‎se pronunciaron por su esterilización obligatoria.‎ 
¿Por qué los nazis trataron de exterminar a los judíos?
El programa nazi preveía reconstituir el imperio alemán cuyo surgimiento quedó bloqueado ‎al final de la Primera Guerra Mundial por el Tratado de Versalles. Pero en vez construir el imperio ‎alemán conquistando África, Asia o Latinoamérica, territorios ya distribuidos entre el Reino Unido ‎y Francia, Alemania se planteó la conquista del este de Europa
Los nazis, herederos de Goethe y de Beethoven, se creían humanistas de nacimiento. Conforme a ‎la ideología colonialista europea, justificaban su voluntad de conquista afirmando que ‎los pueblos que pretendían dominar eran culturalmente inferiores. Adolf Hitler así lo explica en ‎‎Mein Kampf. En ese libro, Hitler nunca habla de «subhumanos» (untermenschen). ‎Esa expresión sólo apareció más tarde, a raíz del «consenso científico» de la época: ‎los medios científicos occidentales estaban convencidos de que las conquistas coloniales ‎demostraban la existencia de una jerarquía entre las razas y que los europeos occidentales ‎estaban en lo más alto de esa jerarquía, así que buscaban cómo distinguir esas razas entre sí ‎mediante una serie de características [2]. ‎La ciencia actual ha demostrado lo absurdo de esa noción, que sin embargo persiste en ‎numerosos países, como en Estados Unidos, donde las estadísticas oficiales siguen clasificando a ‎las personas según ese concepto imaginario [3].‎

Para los nazis, los primeros «subhumanos» eran, por consiguiente, los eslavos, cuyos territorios ‎pretendían conquistar, y su primer blanco fueron los eslavos. Sin embargo, como el canciller ‎Hitler justificaba su voluntad de conquista de un espacio vital (lebensraum) afirmando la ‎superioridad de su «raza» –concepto ampliamente compartido en aquella época por los pueblos ‎occidentales– agregó a su lista los romaníes (o sea la población denominada indistintamente ‎como pueblo gitano, cíngaros o roms) y los judíos simplemente por tratarse de pueblos nómadas o de ‎pueblos sin tierra. Por supuesto, esta condena de los judíos como raza se basaba en el ‎antisemitismo europeo, que el propio Hitler alimentó, pero no fue por antisemitismo que ‎los judíos fueron clasificados como «subhumanos». De hecho, aunque no existe una cultura ‎europea antiromaní, ese pueblo también fue clasificado como «subhumano». ‎

La noción misma de antisemitismo no tiene mucho que ver con los judíos. Los semitas son ‎árabes, algunos de ellos de confesión judía. Por otro lado, gran parte de los judíos de Europa ‎no son originarios de Palestina sino descendientes de poblaciones del Cáucaso convertidas en el ‎siglo X [4].‎

Inicialmente algunos nazis no eran tan hostiles a los judíos alemanes como hoy se cree [5].‎ 

- Antes y después del ascenso de los nazis al poder –pero ya bajo la autoridad de Josef Goebbels–‎‎, Leopold von Mildenstein organizó viajes de oficiales nazis a Palestina, entonces bajo mandato ‎británico. El partido nazi (NSDAP) consideraba inaceptable que los judíos no tuviesen su propio ‎Estado y, por consiguiente, apoyaba la noción del hogar nacional judío en Palestina

- Cuando Alemania ya había adoptado leyes contra los judíos, el partido nazi negoció con la ‎Agencia Judía, en 1933, los Acuerdos de Haavara que autorizaban a los judíos a instalarse ‎en Palestina [6].‎ 

- Las cosas evolucionaron en una mala dirección. En 1938, o sea antes de la guerra, el ministro ‎francés de Exteriores, Georges Bonnet, propuso a la Alemania nazi trasladar los judíos franceses ‎y alemanes a la colonia francesa de Madagascar. Polonia –como acaba de recordarlo ‎el presidente ruso Vladimir Putin– se unió entonces a Francia y Alemania para crear una comisión ‎encargada de preparar la aplicación de ese plan, que nunca llegó a concretarse [7]. ‎

No fue hasta finales de 1941, después de haber agotado todas las opciones y cuando la invasión ‎iniciada contra la URSS comenzó a convertirse para ellos en una pesadilla, que los nazis optaron ‎por la «solución final»: el asesinato en masa.

Rudolf Höss ante el tribunal de Nuremberg. ‎ 

El caso de Rudolf Höss
Antes de la Primera Guerra Mundial, Alemania disponía de un imperio, como las demás grandes ‎potencias europeas. Como militar alemán, Franz Xaver Höss fue enviado al Sudoeste Africano –la ‎actual Namibia–, donde participó en el primer genocidio del siglo XX: la masacre contra las etnias ‎herero y nama. ‎

Su hijo, Rudolf Höss, se enroló desde muy joven en el ejército imperial, durante la Primera Guerra ‎Mundial, y formó parte de los refuerzos alemanes enviados al Imperio Otomano. En sus ‎memorias, Rudolf Höss dice haber luchado contra los británicos en Palestina [8]. En realidad, ‎Rudolf Höss estuvo en la Turquía actual y participó en la masacre desatada por el movimiento ‎militar de los Jóvenes Turcos contra las poblaciones no musulmanas.
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Veinte años después, Rudolf Höss, se enroló en las SS y fue nombrado, en 1940, director del ‎complejo de Auschwitz. Al principio, Auschwitz era un campo de concentración concebido según ‎el modelo de los que habían creado los británicos durante la Guerra de los Boers, en África ‎del Sur. A finales de 1941, se agregó un campo de exterminio (Auschwitz-Birkenau) y, ‎a mediados de 1942, un campo de trabajos forzados (Auschwitz-Monowitz), donde el banquero ‎estadounidense Prescott Bush –padre y abuelo de los dos presidentes Bush– invirtió capitales que ‎le reportaron jugosas ganancias [9].‎

Rudolf Höss afirmó haber sido siempre un hombre normal. Aunque parezca increíble, este individuo ‎no veía como anormal el asesinato masivo de armenios y judíos… en definitiva su padre había ‎asesinado en masa africanos hereros y namas. ‎

El profesor austriaco Konrad Lorenz, fundador de la etología y ‎premio Nobel, era un nazi convencido. Militó en pro de que los homosexuales fuesen ‎marginados de la sociedad, como en los casos donde la medicina impone la amputación de una ‎parte del cuerpo para salvar al paciente. ‎ 

El «exterminio» de los homosexuales



Siguiendo el consenso científico de su época, los nazis trataron de preservar la «raza» ‎germánica prohibiendo los matrimonios interraciales. Eso no era nada nuevo, en Alemania ya ‎se hacía desde 1905, o sea antes de la Primera Guerra Mundial, y también se había hecho en ‎muchos otros países occidentales. ‎

Pero no se trataba sólo de impedir el nacimiento de mestizos, también se buscaba preservar el ‎patrimonio genético de la raza. El Instituto Káiser Guillermo (equivalente alemán del actual CNRS ‎francés (Centro Nacional de la Investigación Científica, siglas en francés) afirmó que si ‎un hombre penetraba a otro hombre podía transmitirle elementos de su patrimonio genético, ‎lo cual significaba que los «homosexuales pasivos» constituían un riesgo. Es por eso que ‎los nazis penalizaron la homosexualidad entre hombres, a pesar de que inicialmente esta ‎había sido públicamente dominante entre los miembros del partido nazi. ‎

Los homosexuales sorprendidos in fraganti eran “invitados” a aceptar la castración o ‎encarcelados como antisociales. Numerosos médicos, como Sigmund Freud, distribuyeron entonces certificados médicos que presentaban la homosexualidad como una enfermedad y ‎afirmaban que el “paciente” en cuestión estaba siguiendo una terapia, con lo cual salvaban ‎al paciente de la castración y de la cárcel. Ciertos grupos citan hoy aquellos certificados falsos ‎para afirmar que el fundador del psicoanálisis condenaba la homosexualidad o la consideraba una ‎patología. ‎

Después de haber asistido en Ámsterdam a la inauguración de un monumento dedicado a los ‎homosexuales deportados –que al parecer fueron unos 5.000 en todo el Reich–, yo mismo ‎fundé una asociación para que se reconociera ese crimen en Francia. Así organicé varias ‎ceremonias con asociaciones de deportados. Conocí entonces a un testigo, Pierre Seel, que ‎contó con lujo de detalles como fue deportado al campo de concentración de Struthof debido a su ‎condición de homosexual y logré que se modificaran por decreto las condiciones para el ‎reconocimiento de la categoría de deportado para que Pierre Seel fuera reconocido como tal. ‎Pero, durante la elaboración de su expediente, se comprobó que aquel testigo mentía y que había ‎sido deportado como alsaciano desertor [10]. Pedí ‎entonces a un amigo, el senador Henri Caillavet, presidente de la Comisión Nacional de ‎Informática y Libertades (CNIL), que investigara sobre la deportación de homosexuales franceses. ‎Al cabo de un año de investigación, el senador Caillavet comprobó que la policía francesa ‎nunca abrió un fichero dedicado a los homosexuales y que nunca hubo deportaciones de ‎homosexuales en Francia, ni tampoco en la Alsacia anexada por el Reich. A pesar de ‎lo anterior, la versión de Pierre Seel fue popularizada y en la ciudad de Toulouse existe incluso una ‎calle que lleva su nombre. ‎

Esta historia me enseñó mucho sobre las exageraciones que los grupos humanos pueden llegar a ‎orquestar para atribuirse la aureola de mártires. Se extendió así la creencia de que el Reich quiso ‎exterminar a los homosexuales masculinos y las lesbianas, lo cual es absolutamente falso. Nunca ‎hubo represión del lesbianismo y los nazis sólo reprimieron la homosexualidad entre los hombres ‎e incluso únicamente entre las poblaciones llamadas «arias». Sólo 48 hombres fueron ‎identificados como homosexuales en Auschwitz. Habían sido deportados a ese campo de ‎concentración y, los que sobrevivieron, fueron liberados en 1942 y obligados a servir como ‎‎«arios» en la «guerra total» contra los Aliados. ‎

¿Tenemos que recordar aquí que las cuestiones de los judíos, los romaníes o los homosexuales ‎no tuvieron absolutamente nada que ver con el inicio de la Segunda Guerra Mundial?
Otto Buchinger, pionero de la ecología. 


Régimen de alimentación
Sigue pareciendo difícil entender por qué los nazis alimentaban, aunque ciertamente muy mal, a los prisioneros ‎que querían eliminar. En realidad alimentaban sólo a los que querían explotar como fuerza de ‎trabajo. Con ellos utilizaban la extraña sopa del doctor Otto Buchinger.‎

Este gran médico era un militante de la Lebensreform, del regreso a la naturaleza. Otto ‎Buchinger teorizó sobre el papel reparador del ayuno y descubrió que se puede trabajar duro y ‎casi sin comer si uno bebe una sopa muy clara. El cuerpo pierde volumen rápidamente pero ‎produce una gran energía. Los trabajos del doctor Otto Buchinger aún se aplican en las clínicas ‎que sus descendientes poseen en Alemania y España, donde los miembros de las dinastías ‎reinantes en las monarquías árabes ‎del Golfo suelen internarse para bajar de peso. Los nazis, que ‎también eran fervientes partidarios del regreso a la naturaleza –el propio Hitler era vegetariano y ‎prohibía que se fumara en su entorno– utilizaron la sopa del doctor Otto Buchinger para hacer ‎trabajar a sus prisioneros, sabiendo que al final ese régimen de alimentación acabaría ‎matándolos.

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El ritual judío del holocausto.‎ 

Solución final, Holocausto y Shoah
Los historiadores designan la liquidación de los judíos de Europa como la «solución final». Pero ‎también se conoce como el «Holocausto» o la «Shoah», dos términos que designan ‎interpretaciones particulares de ese hecho. ‎

El término “holocausto” es utilizado por los cristianos evangélicos estadounidenses y hace ‎referencia a un ritual judío donde se sacrifica una décima parte de los animales y sus cuerpos son quemados. Según su teología, Dios dispuso el exterminio de los judíos de Europa antes de que ‎el Mesías regresara a la Tierra. Así que no es un término muy respetuoso para las víctimas. ‎En todo caso, cuando conocieron la existencia de los campos de exterminio, algunos oficiales ‎evangélicos estadounidenses aconsejaron a su estado mayor no intervenir para ‎no interferir en lo que veían como el «plan de Dios». Dado el hecho que los nazis ‎se esforzaban por matar lejos de la mirada pública, bombardear las vías férreas habría bastado ‎para detener instantáneamente el genocidio, no sólo de los judíos sino también de los romaníes. ‎

La palabra Shoah es un vocablo hebreo que significa “catástrofe” y que hace referencia al ‎silencio de Dios durante la tragedia. Por analogía, los palestinos designan su propia expulsión de ‎la tierra palestina, en 1948, como la Nakba, vocablo que también significa “catástrofe” pero ‎en árabe. ‎

Sabiendo todo lo anterior, no parece que el genocidio contra los judíos sea diferente a ‎los demás, ni que constituya un punto de ruptura en la Historia o que sea resultado sólo del ‎antisemitismo. Y mucho menos que el Estado de Israel ofrezca a los judíos la protección a la que ‎tendrían derecho. Si así fuese, no habría en Israel 50.000 sobrevivientes de los campos de ‎exterminio que viven hoy por debajo del límite de pobreza. 

En 2016, Rusia realiza un concierto en el gran anfiteatro antiguo de la ‎ciudad siria de Palmira, utilizado por los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh) para asesinar ‎públicamente “enemigos de Dios”. Ese concierto marca el regreso de la civilización. 


Ni buenos ni malos, tan solo hombres
La puesta en práctica de la «solución final» fue planificada por los nazis y parcialmente llevada ‎a cabo por alemanes. Pero la gran mayoría del personal de los campos de exterminio venía de las ‎repúblicas bálticas.‎

Si se considera que de todos los implicados ninguno hizo nada por detener el crimen, es ‎cuando menos injustificado atribuir la responsabilidad únicamente a Alemania. Lo cierto es que la época ‎pensaba como los nazis, aunque sólo ellos fueron hasta las últimas consecuencias de lo que ‎pensaban. ‎

La evaluación de una ideología debe tener en cuenta sus premisas y admitir que todos podemos ‎acabar tomando una dirección equivocada
Por ejemplo, el Estado de Israel se creó en nombre de la ideología sionista británica [11]. ‎Se trataba de crear una colonia que contribuyera a la expansión del Imperio británico. Israel fue ‎proclamado por David Ben-Gurion, que no era judío en el sentido religioso del término sino ateo, ‎aunque hacia el final de su vida recobró la fe y se hizo… budista. El Estado de Israel concede la ‎nacionalidad israelí según criterios que nada tienen que ver con la religión judía, de manera que ‎esos criterios incluyen numerosas personas rechazadas por los rabinos. Israel no optó por la ‎eliminación de las poblaciones autóctonas y prefirió expulsarlas de los territorios donde vivían. ‎Poco a poco ha ido ocupando nuevos territorios, tragándose casi por completo los territorios de ‎los árabes palestinos. Sin embargo, como algunos palestinos obtuvieron la nacionalidad israelí ‎en 1948 y hoy representan una quinta parte de la población de Israel.

El primer ministro ‎Benyamin Netanyahu –miembro del Likud– impuso la proclamación de Israel como «Estado ‎judío», oficializando así una jerarquización entre los ciudadanos israelíes e imponiendo al Estado ‎una lógica de selectividad entre sus ciudadanos. A pesar de las apariencias, es exactamente ‎la misma lógica que condujo el primer ministro laborista Yitzhak Rabin a plantearse la «solución ‎de los dos Estados»: el objetivo es separar las «razas». Todavía es posible dar marcha atrás. 

Ceremonia de conmemoración del 75º aniversario de la liberación de los ‎prisioneros de Auschwitz.‎ 


[1] «La Turquía de hoy continúa el genocidio armenio», por ‎Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de abril de 2015.
[2] The Nazi Connection: Eugenics, American Racism, and ‎German National Socialism, Stefan Kuhl, Oxford University Press, 2002; War Against the Weak: ‎Eugenics and America’s Campaign to Create a Master Race, Edwin Black, Dialog Press, 2012.
[3] Hitler’s American Model: The United States and the ‎Making of Nazi Race Law, James Q. Whitman, Princeton University Press, 2017.
[4] The Invention of the Land of Israel: From Holy Land to Homeland, Slomo Sand, Verso, ‎‎2012. Existe una edición en francés titulada Comment la terre d’Israël fut inventée: De la ‎Terre sainte à la mère patrie, [En español: “Como se inventó la tierra de Israel: de la ‎Tierra Santa a la madre patria”], Flammarion, 2014.
[5] The ‎Origins of the Final Solution: The Evolution of Nazi Jewish Policy, September 1939-March 1942, ‎Christopher R. Browning, University of Nebraska Press, 2004.
[6] The Transfer Agreement: The Dramatic Story of the Pact Between the Third Reich ‎and Jewish Palestine, Edwin Black, Dialog Press, 2009.
[7] «Rusia recuerda que Polonia y ‎el III Reich habían planificado ‎la deportación de los judíos desde 1938‎», Red Voltaire, 25 de diciembre de 2019.
[8] Death Dealer: The ‎Memoirs of the SS Kommandant at Auschwitz, Rudolf Hoss, Prometheus, 2012.
[9] «Los Bush y Auschwitz, una larga historia», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, ‎1º‎ de junio de 2003.
[10] La región geográfica denominada Alsacia, en el este ‎de Francia, es de cultura inicialmente germánica y, en diferentes momentos de la historia, estuvo ‎sucesivamente bajo control alemán o francés. Durante la Segunda Guerra Mundial, Alsacia, para ‎entonces parte de Francia, fue anexada nuevamente por el Reich y los jóvenes alsacianos fueron ‎incorporados al ejército alemán o considerados desertores. Nota de la Red Voltaire.
[11] «¿Quién es el enemigo?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de agosto de 2014.

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23 enero 2020

Estados Unidos vs Irán. Diplomacia secreta en medio de rumores mediáticos





Nota previa del editor del blog


Midiendo fuerzas o llegando a consensos? 

Sin la menor duda, en materia de asuntos internacionales referentes a las crisis frecuentes en Próximo Oriente, el laborioso esfuerzo del investigador francés Thierry Meyssan brinda cordura ante los cientos, miles de agoreros del desastre mundial, sus análisis reflejan las verdaderas y secretas relaciones diplomáticas dentro de la geopolítica ya que ninguna superpotencia anhela desatar una guerra por la que se verían obligados a utilizar misiles balísticos o artilugios tácticos nucleares.

Una vez "agotadas" las noticias de los medios de desinformación masiva, con escandalosos titulares a nivel internacional, ofertando un conflicto nuclear que podría desatar el apocalipsis en la Tierra. Show ‎mediático, nada más, noticias que venden muy bien; entre bastidores, los gobiernos y diplomáticos estadounidenses e iraníes elaboraron y llegaron a un consenso para una salida "digna" y "victoriosa" para las partes tras el asesinato del general iraní Suleimani, Por lo dicho, es momento del análisis serio de la situación.

Estamos ante una posibilidad real de llegar a una  descalada de la crisis, no es nada fácil, pero la sola disposición al dialogo (secreto), al estilo de las conversaciones que llevaron a la firma del Acuerdo Nuclear en 2015, podría  llevar a una retirada estratégica y coordinada de éstos dos antagonistas en el Próximo Oriente. Por sentado que esta iniciativa es de conocimiento y satisfacción para los miembros de la OTAN - Unión Europea. Nadie quiere verse envuelto en un conflicto nuclear, ni siquiera la pequeña y belicosa nación de Israel que siembra tormentas con la irrupción sorpresiva de sus raids aéreos sobre posiciones claves de Irán en Siria, poniendo en apuros a las superpotencias. 
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Thierry Meyssan es preciso, maneja siempre un punto de vista objetivo, respaldado por fuentes de alto nivel que cabildean el acontecer de la diplomacia y el poder, por supuesto, con la documentación oportuna; por ejemplo, desmiente rotundamente que la orden de Donald Trump de asesinar al general iraní Qassem Suleimani en territorio iraquí  hubiese estado a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial, posición  propagandística muy adecuada a los intereses de los opositores del partido Demócrata en los Estados Unidos, aportando una "nueva prueba" a la moción de destitución del presidente Trump en el Congreso (impeachment). Sobra decir que el juicio político contra Trump es de mayor relevancia mundial que el asesinato del militar iraní. 

Hay otro hecho que pasa desapercibido, algo que ya no podemos imputar a Trump, Estados Unidos, OTAN, UE, etc. Conforme nuestra fuente, Irán ha dado un paso atrás en cuanto al respeto al Derecho Internacional, y no se trata de un acto al que se ve obligado por las injerencias foráneas, ni por las mutuas acusaciones y forcejeos entre EEUU-Irán. Hay quienes perciben un profundo cambio en la conducta iraní frente a las normas internacionales; en ese sentido, Meyssan afirma que Irán "ha pasado a ignorarlo, ‎uniéndose así a Estados Unidos e Israel, que nunca lo admitieron" (al Derecho Internacional).

Lo mejor será leer las reflexiones de Thierry Meyssan. El siguiente contenido fue presentado recientemente en dos ponencias separadas, dadas las referencias y la obvia relación son presentadas en una sola exposición. Los títulos corresponden a las publicaciones originales.

...Por cierto, la trágica muerte del general Sulemaini nos debería hacer recordar la muerte de otro héroe de guerra, el general druso sirio, Mayor General Issam Zahreddine (ver notas a pie de página)


Los entretelones de las relaciones entre ‎Estados Unidos e Irán

Al referirse a la crisis de los rehenes, que enfrentó al presidente James Carter a Irán en 1979, el ‎presidente Donald Trump despertó el orgullo de Estados Unidos. Pero esa afirmación es sólo una ‎presentación tendenciosa del periodista Walter Cronkite. Al mencionar aquella crisis, Trump enviaba ‎un mensaje al Irán que supo negociar un “happy end” con el presidente Reagan. ‎ 
Dos países divididos
Entender las relaciones entre Estados Unidos e Irán se hace especialmente difícil, sobre todo por ‎tratarse de dos países profundamente divididos:
‎ 
Aunque Donald Trump es el presidente de Estados Unidos, todos los expertos son capaces de ver ‎que está tratando de gobernar a pesar de la oposición de casi toda la administración federal, la cual ‎no aplica sus instrucciones y participa activamente en el proceso parlamentario iniciado para sacarlo ‎de la Casa Blanca. 

No se trata de una división política entre republicanos y demócratas ya que el presidente Trump ‎no es un republicano propiamente dicho, aunque obtuvo la investidura del Partido Republicano. ‎Se trata más bien de una diferencia heredada de las tres guerras civiles anglosajonas –la guerra civil ‎británica, la guerra de independencia estadounidense y la Guerra de Secesión. Se enfrentan así la ‎cultura de los rednecks, herederos de la conquista del Far West (el Lejano Oeste) y la cultura de los ‎puritanos, herederos de los «Padres peregrinos» que llegaron a América a bordo del buque ‎‎Mayflower.‎

- En Irán existen dos poderes que compiten entre sí: el gobierno del jeque-presidente Hassan Rohani y ‎la estructura de poder que depende del Guía de la Revolución, el ayatola Alí Khamenei. Digan lo que ‎digan los medios occidentales, en Irán no hay un grupo que esté paralizando el país. La causa de la ‎parálisis es la lucha a muerte entre esos dos grupos. 

- El presidente Rohani representa los intereses de la burguesía de Teherán y de Ispahán –‎comerciantes interesados en el intercambio internacional y duramente golpeados por las sanciones ‎estadounidenses. El jeque Rohani es un viejo amigo del Estado Profundo estadounidense: fue ‎el primer contacto iraní de la administración Reagan y de Israel en el momento del caso Irán-Contras, ‎en 1985. Fue a través de Rohani que el ayatola Hashemi Rafsanyani se puso en contacto con los ‎hombres del coronel estadounidense Oliver North, lo cual permitió a Rafsanyani dedicarse a la compra ‎de armas, hacerse con el mando de los ejércitos iraníes y convertirse de paso en el hombre más rico ‎de Irán, para llegar después a ser presidente de la República Islámica. Más tarde, durante las ‎negociaciones secretas irano-estadounidenses en Omán, en 2013, el jeque Rohani fue seleccionado ‎por la administración Obama y por Alí Akbar Velayati para acabar con el nacionalismo laico del entonces ‎presidente Mahmud Ahmadineyad y restablecer las relaciones entre Estados Unidos e Irán



Jeque Hassan Rohani, Presidente de la República Islámica de Irán desde 2013.


- Por el contrario, la función del Guía de la Revolución fue creada por el imam Ruholla Khomeini ‎según el modelo del sabio de la República de Platón –modelo que nada tiene que ver con la religión ‎musulmana. El ayatola Khamenei supuestamente debe velar por que las decisiones políticas no violen ‎los preceptos del islam ni los principios de la Revolución antimperialista iraní de 1978. De él ‎dependen los Guardianes de la Revolución, el cuerpo armado al que pertenecía el general Qassem ‎Suleimani. El Guía de la Revolución dispone de un presupuesto extremadamente variable, determinado ‎por las fluctuaciones imprevistas de los ingresos provenientes del petróleo. Por consiguiente, la ‎estructura de poder más afectada por las sanciones estadounidenses no es la administración del presidente Rohani sino la que depende del Guía de la Revolución. Durante los últimos años, el ayatola ‎Alí Khamenei ha tratado de imponerse como referencia en el seno del islam en general, invitando a ‎todos los jefes políticos y religiosos del mundo musulmán a viajar a Teherán, incluso a sus más feroces ‎adversarios. ‎



Alí Hoseiní Jamenei, actualmente Líder Supremo de Irán y máximo dirigente de la clase dirigente clerical islámica de Irán. Fue presidente de Irán entre 1981 y 1989, y Líder Supremo desde su designación para suceder al ayatolá Jomeini (junio de 1989)

Tanto en Estados Unidos como en Irán, la mayoría de las decisiones adoptadas por uno de los poderes ‎anteriormente descritos encuentra de inmediato la oposición de su adversario interno. ‎

Otro elemento que dificulta la comprensión de lo que sucede tiene que ver con las mentiras que ‎se han acumulado entre ambas potencias durante todos estos años, mentiras que a menudo siguen ‎muy presentes. Sólo citaremos aquí las que se han mencionado en los últimos días:

Aunque se sigue hablando de la famosa «crisis de los rehenes» de 1979, lo cierto es que el ‎personal diplomático estadounidense detenido entonces en Irán fue sorprendido en flagrante delito de ‎espionaje. La embajada de Estados Unidos en Irán era el cuartel general de la CIA para todo el ‎Medio Oriente. No fueron los iraníes sino Estados Unidos quien violó las normas y obligaciones del ‎estatuto diplomático. Dos marines miembros del personal a cargo de la custodia de la embajada ‎denunciaron las actividades que realizaba la CIA en aquella sede diplomática, el equipamiento de ‎espionaje que allí existía todavía está expuesto al público hoy en día en los locales que ocupaba la ‎embajada de Estados Unidos en Teherán y los documentos ultrasecretos descubiertos allí fueron ‎publicados en más de 80 volúmenes

La República Islámica nunca ha reconocido el Estado de Israel, pero tampoco se ha planteado nunca la ‎liquidación de la populación judía sino que se pronuncia por el principio de «un hombre, un voto», ‎señalando que ese principio también se aplica a todos los palestinos que hayan emigrado y adquirido ‎otra nacionalidad. En 2019, la República Islámica presentó al Consejo de Seguridad de la ONU un ‎proyecto de referéndum de autodeterminación aplicable en la Palestina geográfica, que abarca todo ‎Israel y la Palestina política. 

Aunque los medios tratan de hacernos creer lo contrario, Irán e Israel no son enemigos ‎irreconciliables ya que están explotando juntos el oleoducto Eilat-Ascalón, cuya propiedad comparten‎. 

Las potencias occidentales siguen fingiendo creer lo contrario, pero saben perfectamente que Irán ‎renunció a toda investigación sobre las armas nucleares en 1988, cuando el imam Khomeini declaró ‎las armas de destrucción masiva incompatibles con el islam. Los documentos robados por Israel y ‎revelados con bombo y platillo por el premier israelí Benyamin Netanyahu en 2018 demuestran que ‎las investigaciones posteriores a la decisión del imam Khomeini sólo tenían que ver con un generador ‎de onda de choque, elemento que puede formar parte de la fabricación de un detonador para bombas ‎atómicas. O sea, ‎no era una pieza “nuclear” sino un componente mecánico que puede tener múltiples usos. ‎


Para las potencias occidentales, al ordenar el asesinato del general Qassem ‎Suleimani, el presidente Trump, agregó otro nombre a la lista de terroristas eliminados. Pero, ‎desde la perspectiva del Medio Oriente, Trump cambió de bando: después de haber luchado ‎contra el Emirato Islámico (Daesh) y de haber abatido al “califa” al-Baghdadi, el presidente ‎estadounidense asesinó al principal enemigo de Daesh, que era el general Suleimani. ‎ 
El asesinato del héroe
General Qassem Suleimani, jefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC), unidad más conocida como los Guardianes de la Revolución.


Habiendo establecido lo anterior, pasemos ahora al asesinato del general iraní Qassem Suleimani y a la ‎crisis provocada por ese hecho.
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El general Suleimani era un soldado excepcional. Luchó en la guerra iniciada por Irak contra Irán, ‎guerra que duró ocho largos años (de 1980 a 1988). Bajo su mando, la fuerza Al-Quds (el nombre ‎árabe y persa de Jerusalén) de los Guardianes de la Revolución aportaron su ayuda a todas las ‎poblaciones víctimas del imperialismo en el Medio Oriente. Durante la agresión israelí de 2006 contra ‎el Líbano, el general Suleimani estuvo en Beirut, dirigiendo la resistencia junto al general sirio Hassan ‎Turkmani y el jefe del Hezbollah, Hassan Nasrallah. Qassem Suleimani entendía la diferencia entre ‎‎Estados Unidos y el imperialismo y a menudo negoció con Washington, proponiéndole incluso ‎alianzas temporales –por ejemplo, en 2001, se alió con la administración de George W. Bush en la ‎lucha contra los talibanes afganos. Sin embargo, desde mayo de 2018, el general Suleimani recibió ‎orden de limitarse a la lucha junto a las comunidades chiitas. Violando el alto al fuego en vigor desde la ‎guerra israelo-siria de 1973, el general iraní lanzó algunos ataques contra Israel desde suelo sirio, ‎poniendo al gobierno de Siria en una situación embarazosa. ‎

El presidente estadounidense Donald Trump había comprendido ciertamente el papel militar que ‎desempeñaba el general Suleimani bajo las órdenes del ayatola Khamenei, pero no entendía que ‎Suleimani se había convertido en un héroe del mundo musulmán, en un verdadero icono, admirado ‎por demás en las academias militares del mundo entero. Al dar luz verde al asesinato del general ‎Suleimani, el presidente Trump actuó en contra de su propia reputación en el Medio Oriente. 


Desde ‎su llegada a la Casa Blanca, Trump había luchado constantemente contra el apoyo estadounidense a ‎al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh), pero al autorizar el asesinato de Suleimani se convirtió en ‎responsable de la muerte del hombre que encarnó esa lucha con su presencia física en numerosos ‎teatros de operaciones. 

Ni siquiera vale la pena recalcar aquí la naturaleza absolutamente ilegal del ‎asesinato, que además confirmó nuevamente el modus operandi habitual de Estados Unidos desde ‎su surgimiento como país.‎

El asesinato de Qassem Suleimani tiene lugar después de la decisión de Washington de clasificar a los ‎Guardianes de la Revolución iraní como «organización terrorista». Los iraníes comparten la fuerte ‎convicción de que constituyen un pueblo, una civilización. La muerte del general Suleimani ‎en realidad unificó temporalmente a los dos poderes políticos iraníes alrededor de un mismo ‎sentimiento. Millones de iraníes salieron a las calles durante los funerales de Suleimani. ‎



Sólo cuando se hizo evidente que la muerte de Suleimani no iba a desencadenar la Tercera Guerra ‎Mundial, Israel se dio el lujo de aclarar –a través de la CBS– que había confirmado al Pentágono la ‎localización del general iraní y admitió –a través del New York Times que fue informado previamente ‎de que Suleimani iba a ser asesinado. Se trata de informaciones actualmente inverificables. ‎
No habrá conflagración
Todos los medios de difusión occidentales hablaron de los planes iraníes de respuesta, establecidos ‎desde hace años. Pero el Guía Khamenei y el presidente Rohani no reflexionaron en función de esos ‎planes. Los iraníes no son niños que se pelean en un patio de escuela. Los iraníes son una Nación. ‎Ambos responsables iraníes actuaron siguiendo el interés superior de la Nación, como ellos ‎lo conciben. 

A pesar de las declaraciones estruendosas llamando a la venganza, no habrá una ‎venganza iraní de tal magnitud, como no hubo una venganza del Hezbollah después del asesinato ‎ilegal de Imad Moughniyah, perpetrado en 2008, en Damasco.
Para el presidente Rohani, independientemente de la muerte del general Suleimani, es indispensable ‎reanudar el contacto con Washington. Rohani ha considerado hasta ahora que la administración ‎Obama, la que lo puso en la presidencia, siguiendo su interlocutor y que Donald Trump sólo era una ‎especie de accidente llamado a ser destituido rápidamente mediante el Rusiagate o con el flamante ‎‎Ucraniagate. Por esa razón, Rohani ha rechazado hasta ahora los numerosos llamados de Trump a la ‎negociación. Pero Trump sigue en la Casa Blanca y es muy probable que se mantenga allí durante los ‎próximos años. Mientras tanto, la economía iraní se derrumba, gravemente afectada por las sanciones ‎ilegales de Estados Unidos. La reacción internacional de empatía ante el ilegal asesinato del general ‎Suleimani permite actualmente a Rohani abrir la negociación con Washington desde una posición de ‎superioridad moral
Para el ayatola Khamenei, Estados Unidos es el país que ha saqueado Irán durante todo un siglo y ‎Donald Trump no es un hombre de palabra. No porque Trump no haya respetado sus propias ‎promesas sino porque rompió las de su predecesor. El acuerdo 5+1 (JCPOA) había sido aprobado por ‎el Consejo de Seguridad de la ONU. Irán lo consideraba inviolable. Pero Trump decidió simplemente ‎desecharlo, lo cual tenía derecho a hacer. Pero Irán y Estados Unidos habían firmado también un pacto secreto que establecía una nueva distribución de influencias en el Medio Oriente. Trump ‎también anuló ese otro pacto. Ese es el que ahora pretende renegociar de formar bilateral.
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A raíz del asesinato del general Suleimani, Irán anunció rápidamente que no seguiría respetando ‎el acuerdo 5+1 y los diputados chiitas iraquíes exigieron la retirada de las tropas estadounidenses de ‎su país. Los medios de prensa occidentales entendieron esos gestos como muestras de agravación del conflicto, pero ‎en realidad eran ofertas de paz. 

El acuerdo 5+1 dejó de existir cuando Estados Unidos lo abandonó ‎e Irán así lo reconoce ahora, después de haber tratado inútilmente de salvarlo. La retirada de las ‎tropas estadounidenses, no sólo de Irak sino de todo el Medio Oriente, es un compromiso que Trump ‎había contraído durante su campaña electoral, compromiso que no había logrado concretar debido a ‎la oposición de su propia administración. En otras palabras… Irán se pone del lado de Trump.
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Las manifestaciones contra Irán que se registraban en Líbano y en Irak cesaron como por arte ‎de magia.
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El poderoso lobby petrolero estadounidense aportó su respaldo al presidente Trump al cuestionar la ‎‎«doctrina Carter». En 1980, el entonces presidente James Carter había planteado que el petróleo del ‎Golfo era indispensable para la economía de Estados Unidos. Su sucesor creó el CentCom y ‎el Pentágono garantizó el acceso de las compañías estadounidenses al petróleo del Golfo Pérsico. ‎Pero, Estados Unidos ha alcanzado la independencia en el sector energético. Ya no necesita ‎ese petróleo. Por consiguiente, tampoco necesita seguir desplegando sus tropas en esa región. Para ‎Estados Unidos, el objetivo del juego ya no es el de antes. Ya no se trata de apoderarse del petróleo ‎arabo-persa sino de controlar los intercambios petroleros a nivel mundial
Los dirigentes políticos no han sabido adaptarse al desarrollo de los medios de comunicación. ‎Hablan demasiado y demasiado pronto. Adoptan posturas y luego no saben cómo echarse atrás. ‎Después de haber lanzado increíbles llamados de venganza, los Guardianes de la Revolución tenían ‎que hacer algo. Y optaron por bombardear dos bases militares estadounidenses en Irak, sin causar ‎víctimas. Exactamente de la misma manera que Estados Unidos, el Reino Unido y Francia cuando ‎dijeron haber “castigado” a Siria, supuestamente por haber utilizado armas químicas. Esas ‎tres potencias occidentales acabaron bombardeando una base militar vacía –aunque el bombardeo ‎provocó en los alrededores de la base un incendio que dejó algunas víctimas. 
El Estado Profundo estadounidense, después de haber aconsejado mal a Trump, se las arregló para ‎que‎, en la televisión iraní,‎ una voz desconocida exhortara a asesinar al presidente estadounidense, prometiendo además una ‎recompensa en millones de dólares. En adelante, si Trump muere asesinado no habrá que ‎investigar, automáticamente Irán será declarado culpable. Pero vale la pena recordar que cuando ‎el imam Khomeini emitió su fatwa contra la vida de Salman Rushdie, no prometió ninguna ‎recompensa. La promesa de recompensa en dinero corresponde más bien a las costumbres del ‎‎Far West. ‎

En plena crisis, la defensa antiaérea iraní derribó por error un avión de pasajeros ucraniano que ‎despegaba de Teherán. Así que el embajador del Reino Unido organizó en Teherán una pequeña ‎manifestación donde se exigió la renuncia del ayatola Khamenei. Estos hechos trastocan el juego, ‎privando a Irán de la ventajosa posición de víctima que mantenía desde el asesinato del general ‎Suleimani. ‎

Es evidente que Estados Unidos no cederá nada sin obtener algo a cambio. La retirada de ‎sus tropas se concretará sólo en coordinación con una retirada militar iraní. El general Qassem ‎Suleimani era precisamente el símbolo del despliegue militar iraní. Lo que hoy se negocia es la retirada ‎de ambas partes. 

Ya estamos asistiendo a una retirada estadounidense de Siria e Irak hacia Kuwait. ‎La historia de la carta enviada y luego anulada donde el general William Sheely III anunciaba la ‎retirada estadounidense de Irak demuestra que esas negociaciones están en marcha. 
Los principios de la paz no serán fijados desde ahora, y la llegada de esa paz no será inmediata

Durante el periodo de duelo por la muerte del general Suleimani, Irán no podrá admitir públicamente ‎haber llegado a un acuerdo con Estados UnidosUn acuerdo sólo será válido si cuenta con la aprobación de Irak, Líbano, Siria, Turquía y, ‎por supuesto, de Rusia. A pesar de sus maniobras, el Reino Unido no podrá hacerlo fracasar y ‎tendrá que aceptar que salga a la luz en una conferencia regional. ‎

Qassem Suleimani estaría seguramente orgulloso de su vida si su  muerte permitiera el regreso de ‎la paz en la región.


Deriva iraní hacia el comportamiento de ‎Estados Unidos e Israel‎

Las intervenciones de Irán en la ONU solían captar la atención del mundo entero. Irán enarbolaba el ‎estandarte de los pueblos ante el imperialismo. Hoy nada queda de aquel legado.‎ En la foto, el 23 de septiembre de 2010, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, cuestiona la versión oficial ‎de los atentados del 11 de septiembre de 2001 desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU. ‎ 

Los 195 Estados miembros de la ONU dicen querer resolver sus conflictos sin recurrir a la guerra ‎sino al Derecho. Desde su creación, en la Conferencia de La Haya de 1899, ese Derecho se basa ‎en una idea de muy fácil comprensión: al igual que las personas –incluyendo a los dirigentes ‎políticos–, que aceptan someterse al Derecho Nacional para evitar la guerra civil,‎ los Estados ‎pueden evitar la guerra sometiéndose voluntariamente al Derecho Internacional. ‎

Al hablar aquí de “Derecho Internacional”, no me refiero a lo que, desde la realización de los ‎juicios de Nuremberg hasta la creación de la Corte Penal Internacional (CPI), legaliza que ‎los vencedores juzguen a los vencidos. A lo que me refiero es a los procedimientos que rigen ‎las relaciones entre los Estados. ‎

Tres miembros de la ONU muestran actualmente que no entienden el Derecho Internacional, ‎mientras que otros han dejado de utilizarlo como referencia y, después de haber tergiversado la ‎noción de «Derechos Humanos», prefieren ‎un «multilateralismo basado en reglas».‎
Tres Estados fuera del Derecho
El primero de esos tres países es Estados Unidos, que, desde su creación misma –hace 2 siglos– ‎dice ser una nación «que no se parece a ninguna otra». Según su mito nacional, Estados Unidos sirvió de refugio a la secta ‎puritana de los «Padres Peregrinos», quienes llegaron a América en el barco «Mayflower», y hoy ‎es refugio de todas las personas perseguidas por razones de índole religiosa o política. En nombre ‎de ese mito nacional, Estados Unidos se permite juzgar con extrema severidad los ‎comportamientos de otras países o gobiernos, pero disculpa a priori los comportamientos ‎reprobables de los estadounidenses; y rechaza toda jurisdicción internacional que se interese en ‎los asuntos internos estadounidenses. Fue por eso que ‎Estados Unidos se negó a ser miembro de la Sociedad de Naciones, mientras empujaba a los ‎demás países a incorporarse a ella. Estados Unidos aceptó los principios del Derecho ‎Internacional durante la guerra fría –desde la creación de la ONU hasta la desaparición de ‎la URSS– pero volvió a su comportamiento anterior en cuanto tuvo oportunidad de hacerlo.

‎En 1999, Estados Unidos atacó ilegalmente la República Federal de Yugoslavia, arrastrando sus ‎vasallos de la OTAN a participar en esa agresión. Posteriormente, recurriendo a pretextos falsos, ‎Estados Unidos emprendió guerras contra Afganistán, contra Irak y contra Libia. Las agresiones ‎que Estados Unidos cometió contra los iraníes, el 3 de enero de 2020, son igualmente ilegales.‎

Israel es el segundo país que viola sistemáticamente el Derecho Internacional, desde su ‎proclamación unilateral –el 14 de mayo de 1948–, en violación del proceso que las Naciones ‎Unidas habían aprobado para la Palestina geográfica. Hace 70 años que Tel Aviv viola ‎sistemáticamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y, cuando se plantea la ‎adopción de sanciones, Israel cuenta con la protección de Estados Unidos para garantizarle ‎impunidad. Israel se considera eternamente amenazado y sólo puede sobrevivir a través de ‎la guerra, posición cultural que quizás termine cuando los ciudadanos que se definen como ‎judíos (partidarios del Likud) sean menos numerosos que los que se definen simplemente como ‎israelíes (seguidores de la coalición Azul y Blanco).

En cuanto a Irán, desde siempre Teherán ejecutó líderes opositores en el extranjero, en el mundo ‎entero, pero nunca ciudadanos de otros países. Por ejemplo, el shah Mohamed Reza Pahlevi ‎ordenó el asesinato del filósofo Alí Shariati, perpetrado en Londres, en 1977. Después de 1978, ‎el gobierno islámico eliminó varios líderes contrarrevolucionarios en Europa. Nadie ‎reclamó nunca oficialmente la autoría de aquellas muertes. Durante la guerra de Irak ‎contra Irán, la República Islámica organizó la realización de acciones contra los intereses de ‎sus enemigos en el exterior: por ejemplo, el atentado contra las fuerzas estadounidenses y ‎francesas de la ONU en Beirut, en 1983. Pero la ejecución misma del atentado estuvo a cargo de ‎intermediarios libaneses –que participaron después en la fundación del Hezbollah– y la acción ‎estuvo dirigida contra las actividades ilegales de aquella fuerza –la reunión ‎secreta regional de la CIA. ‎Pero esta vez, Irán lanzó oficialmente varios misiles, desde su territorio, contra fuerzas ‎estadounidenses estacionadas en Irak, violando así la soberanía de Bagdad.‎

Estados Unidos se ve a sí mismo como la nación de los perseguidos y cree que, debido a ese ‎estatus, no tiene que aceptar consejos de los demás… los perseguidores. Israel dice ser el ‎refugio de un pueblo amenazado y que, por esa razón, no tiene que aceptar consejos de quienes ‎alguna vez ignoraron a ese pueblo o, peor aún, lo hicieron víctima de la violencia. ¿Cuál sería ‎entonces la “justificación” de Irán?
La evolución de Irán



Fotografías del General Qassem Suleimani con personalidades chiíes. Arriba: Con el ayatolá Jamenei; en el medio, junto al popular clérigo iraquí Moqtada al-Sadr; abajo, el líder de la revolución islámica ayatolá Jamenei, el jeque Hassan Nasrallha, líder del Hezbolá libanés.

‎Esa evolución no tiene otra explicación que un cambio profundo del Poder. Todo comenzó a ‎salirse de control a finales del año 2013 y, desde 2017, se han visto manifestaciones no sólo en ‎Teherán e Ispahán sino en todo el país. Poco a poco, las instituciones se han transformado. ‎El sistema judicial, antes independiente del poder ejecutivo y del legislativo, se ha convertido en ‎un órgano de represión política, llegando incluso a condenar a ‎‎15 años de cárcel –en un juicio a puertas cerradas y bajo cargos secretos– al ex vicepresidente ‎nacionalista Hamid Baghaie. El Consejo de los ‎Guardianes, encargado –durante la Revolución– de excluir de las elecciones a los agentes de las ‎potencias extranjeras, se ha convertido en un órgano de censura de la oposición que ha llegado a ‎calificar a los miembros del equipo del ex presidente Mahmud Ahmadineyad como «malos ‎musulmanes». En el islam, la función de los clérigos es la de impartir el derecho, pero en este ‎caso estamos como una clase clerical, que viola todos los principios jurídicos, que vuelve a tomar el ‎control del poder. ‎

Lo hemos repetido constantemente desde hace seis años: esto no tiene nada que ver con la ‎oposición entre prooccidentales y la facción adversa, tampoco es una cuestión de creencias. Es el regreso del problema secular de los iraníes: la ciega veneración hacia la función clerical, ‎sin importar cuál sea la confesión dominante. Y no habrá solución posible sin una separación ‎constitucional entre el poder civil y el poder religioso. Es un problema que se ha planteado en ‎todas las épocas, bajo todo tipo de religiones dominantes, bajo todo tipo de regímenes. ‎

Vuelvo a repetir que este problema no tiene nada que ver con la Revolución de 1978. ‎Contrariamente a la idea preconcebida en Occidente, aquella Revolución no se hizo con la clase ‎clerical sino en contra de esa clase. El ayatola Khomeini había sufrido el rechazo de la clase ‎clerical, que sólo se puso de su lado después de haber comprobado la victoria de Khomeini. ‎La aparente intransigencia que caracterizó entonces la actitud de la clase clerical fue sólo la vía que ‎esa clase encontró para tratar de hacer olvidar sus anteriores excesos. Si usamos como referencia los ‎documentos oficiales estadounidenses ya desclasificados, ‎veremos que el consejero estadounidense de seguridad nacional de aquella época, Zbigniew ‎Brzezinski, veía en la clase clerical iraní un aliado de Estados Unidos ante el shah Mohamed ‎Reza Pahlevi, quien se había vuelto demasiado “goloso”. Brzezinski organizó el regreso del imam ‎Khomeini creyendo –erróneamente– que Khomeini era como los demás clérigos y sólo se dio ‎cuenta del error que había cometido cuando conoció el contenido del discurso antimperialista que ‎Khomeini pronunció en el cementerio de Behesht-e Zahra.‎

Numerosos actores del Medio Oriente, comenzando por el Hezbollah libanés y la República Árabe ‎Siria, han entendido la evolución que ha tenido lugar en Irán. Debido a ello, tanto el Hezbollah ‎como Siria se han distanciado de la política interior iraní. En plena guerra, Teherán tardó más de ‎un año en nombrar un embajador a Damasco. Pero las potencias occidentales han sido ‎incapaces de percibir el cambio porque están atrapadas en su propia propaganda contra la ‎Revolución iraní de 1978. Así que interpretan los movimientos actuales en Irán en función de ‎sus propios intentos –innumerables– de derrocar el “régimen”, en vez de observar los ‎comportamientos de los iraníes. ‎
Las explicaciones de Estados Unidos y de Irán ante el Consejo de Seguridad
Como sucede en cada caso de intervención militar en el exterior, después intercambiar andanadas ‎de misiles, Estados Unidos e Irán dijeron ante el Consejo de Seguridad de la ONU haber ‎actuado respetando la Carta de las Naciones Unidas. 
La carta de la embajadora estadounidense Kelly Craft anunciando el asesinato del general Qassem ‎Suleiman, el 2 de enero de 2020, sólo puede catalogarse como surrealista. La embajadora estadounidense no menciona el intento simultaneo de asesinato contra ‎el segundo del general Suleimani, Abdul Reza Shahlai, quien se encontraba en Yemen.‎ 

Asombrosamente, la carta de Estados Unidos al Consejo de Seguridad contiene una serie de ‎acusaciones contra varios aliados de Irán… pero no contiene ninguna acusación contra el ‎general asesinado. Esa carta no menciona las acusaciones del presidente Trump sobre hipotéticos ataques ‎inminentes –supuestamente preparados por el general Suleimani– contra cuatro embajadas estadounidenses. ‎Por cierto, esas acusaciones de Trump fueron desmentidas implícitamente por… su secretario ‎de Defensa, Mark Esper.‎ La única acusación contra Irán mismo es sobre el ataque iraní de respuesta del 7 de enero. ‎

La carta del embajador iraní Majid Takht Ravanchi es tan inconsistente como la de la embajadora ‎estadounidense.‎ Proclama la legalidad de una respuesta militar iraní, pero no de la del 7 de enero. Nada autoriza ‎a Irán a realizar un ataque contra el territorio iraquí sin autorización del gobierno de Irak. ‎Por su parte, Irak protestó inmediatamente contra los actos de Estados Unidos y de Irán. ‎
El interés del Derecho Internacional
Muchos creen que no hay por qué respetar el Derecho si los demás lo violan. Quienes así ‎piensan no ven el Derecho como una protección sino como un obstáculo. ‎

En su obra Leviatán, el filósofo Thomas Hobbes, quien vivió la Revolución Inglesa (de 1642 ‎a 1651), mostraba que los individuos deben hacer todo lo posible por protegerse del caos. ‎Quienes lucharon contra los ejércitos yihadistas saben cuánta razón tenía Thomas Hobbes. ‎Los demás, cuyo confort nunca fue perturbado, simplemente lo ignoran. Thomas Hobbes ‎pensaba incluso que un Estado autoritario es preferible a los horrores del caos. Hobbes aceptaba ‎así las derivas del Estado, comparándolo con Leviatán, monstruo que cierra el acceso al infierno. ‎

En todo caso, el Derecho Internacional nada tiene de monstruoso. No está en contradicción con ‎la conciencia. Apartarse del Derecho es una amenaza para la paz y, por consiguiente, una grave ‎amenaza para la vida de todos nosotros.

Thierry Meyssan 

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