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13 abril 2020

Planes nazis en la ficción y la realidad (4)


    Arte de André Ducci

La "bomba atómica" de Hitler que nunca existió

por Tito Andino U.


Al llegar al ocaso de la guerra, Hitler prometió la victoria a su pueblo para mantenerlo con espíritu combativo en una lucha ya pérdida y eso solo pudo ser posible con la masiva difusión de la propaganda del régimen. El rumor, mejor dicho, la falsa promesa eran las "armas maravillosas" (o milagrosas) -Wunderwaffen en alemán-, también abreviadas como WuWa, que supuestamente cambiarían el curso de la contienda. Una de esas armas letales no podía ser otra que la bomba atómica. La verdad es que nunca se fabricó. 

Nada de eso sucedió, lo único notable fueron las armas de venganza V-1 y V-2, así como el aparecimiento del primer caza a reacción Me-262, nuevos modelos de armas tácticas como los panzer y hasta nuevos diseños de submarinos. Lo demás no pasó de simples proyectos sobre el papel. No obstante, los estadounidenses y soviéticos sí  tenían como prioridad capturar las mentes que diseñaban esos artilugios.

Los servicios de inteligencia aliados no se dejaron impresionar con la propaganda alemana, su preocupación mayor no se fijaba tanto en las supuestas "armas maravillosas", si no en el cómo hacerse con los técnicos y científicos. Conocían el estudio alemán de la energía atómica y estaban prevenidos sobre una presunta fabricación de un prototipo de bomba atómica.

Se sospechó que la Alemania nazi había iniciado un programa nuclear, las presunciones conducían en ese sentido, los alemanes habían paralizado las exportaciones de uranio de las minas checoeslovacas e incrementado la producción de agua pesada en la Noruega ocupada. En 1943, un grupo especial, parte del Proyecto Manhattan, recibió la orden en clave "ALSOS", para buscar pruebas en el mismo escenario de guerra europeo, capturar las investigaciones alemanas sobre energía nuclear y continuarlas bajo dirección estadounidense.


16 de julio 1945, la prueba Trinity


Los Estados Unidos querían conservar el monopolio de la investigación nuclear, la Operación ALSOS inició ante la posibilidad que los nazis obtengan la bomba atómica que podría definir el rumbo definitivo de la guerra, también debía evitar que esos estudios sean arrebatados por los soviéticos. El General Leslie R. Groves, era el jefe de la operación, Samuel Goudsmit fue el  responsable técnico y el coronel Boris Pash, el jefe militar. Su primera misión fue un éxito. 


Telemark - Noruega, bajo ataque


El 28 de febrero de 1943 se saboteó la fábrica de agua pesada en Telemark - Noruega, en poder de los nazis. Allí quedó definitivamente sellado el avance de la investigación alemana. El siguiente paso era obtener información sobre cuan avanzada estaba la investigación alemana en materia nuclear.

Se procedió a la búsqueda de todos los recursos dispersos en Alemania, la misión se cumplió, pero, los resultados fueron pobres, no por falta de hallazgos sino por el hecho de que la investigación alemana sobre armas nucleares era aun incipiente. 

Es cierto que se localizó un inservible reactor experimental, algunos recipientes de agua pesada, cientos de pequeños cubos de uranio para la experimentación. Unas buenas fotografías y una buena dosis de sensacionalismo sirvieron para todo tipo de especulaciones que fueron sobreexplotadas por escritores (no historiadores) en la posguerra, algunos abiertamente neonazis con el objetivo de engrandecer la "ciencia nazi".

Todos los historiadores y científicos nucleares concuerdan que el proyecto de bomba atómica alemana fue un fracaso, pero existían reservas de uranio para la investigación nuclear. Se sabe que ya en 1938 Otto Hahn y Fritz Strassmann realizaron trabajos en laboratorio de fisión nuclear con uranio, despertando el interés de los nazis. El proyecto nunca pudo corregir sus fallos experimentales en el cálculo de la masa crítica de uranio, así como el defecto del único reactor nuclear construido en Alemania que no proporcionó cruciales datos para desarrollar un arma atómica.


En las fotografías superiores se observa el famoso reactor alemán para investigación nuclear (experimental, es decir, era inservible para producir una bomba atómica) en la ciudad de Haigerloch, estado de Baden-Wurtenberg, formaba parte del famoso Instituto de física Kaiser Wilhelm como parte del Proyecto Uranio. A decir de los científicos de la época y actuales, el reactor alemán no tenía como objetivo directo construir una bomba atómica, fue construido para el estudio de la fisión. Se instaló en una bodega de cerveza bajo la iglesia del castillo en Haigerloch. Un comando estadounidense capturó la planta del reactor el 24 de abril de 1945, el reactor fue desmantelado pero no se llegó a demoler las instalaciones. En la actualidad es un centro turístico, el "Museo de la Bodega Atómica", que contiene una réplica del reactor. En la foto inferior observamos a militares estadounidenses, miembros del comando especial ALSOS luego de localizar gran parte de los cubos de uranio experimentales que al parecer Heisenberg los ocultó en las cercanías de Haigerloch.


Entrada al Museo del Castillo de Haigerloch, lugar elegido para la investigación nuclear alemana.

La existencia del arma nuclear nazi es un mito, pero no lo era el estudio teórico e investigación; ni tampoco fue un mito la captura de técnicos y científicos que estudiaban su potencial.

Las cabezas visibles del Programa de Energía Nuclear Alemán, conocido como Proyecto Uranio, incluye a conocidos científicos como: Werner Karl Heisenberg, (creador del principio de incertidumbre); Otto Hahn (fisión nuclear); Kurt Diebner, Walther Gerlach, Max von Laue, Paul Harteck, Carl Friedrich von Weizsäcker, Karl Wirtz, Erich Bagge, Horst Korsching, Walther Bothe, Hans Geiger. 


Quizá los más conocidos integrantes del proyecto Uranio. Las fotografías están en el mismo orden de la lista de arriba.

La Batalla de Berlín  tuvo sus secretos, y uno de ellos fue el apremio soviético por requisar las reservas de uranio que se conservaba en el Instituto de Física Kaiser Wilhelm en Berlín-Dahlem (en el presente se denomina Instituto de Física Max-Planck), los científicos que laboraban allí también eran un apetecido botín para la NKVD. Al capturar el Centro científico, las tropas soviéticas al mando del general Khrulev se hicieron cargo del uranio y laboratorios de investigación. Se dice que el botín reportado fue de 250 kilos de uranio natural, tres toneladas de óxido de uranio y 20 litros de agua pesada. Entre los pocos científicos que fueron retenidos por los soviets se encontraban Peter Thiessen y Ludwig Bewilogua, los demás ya habían abandonado Berlín hace un buen tiempo.



El Instituto de Física Kaiser Wilhelm (arriba), construido en Berlín con fondos de la Fundación filantrópica Rockefeller de América / Archivos de la Sociedad Max Planck, Berlín-Dahlem

Por su lado, la operación ALSOS se saldó con la detención de diez científicos para evitar su captura por la parte soviética. Gouldsmit, director científico de ALSOS, físico de origen holandés, conocía muy bien a sus colegas alemanes, fue muy preciso al afirmar que "una de las causas del fracaso del proyecto atómico alemán fue el propio carácter totalitario de su gobierno". (Myths Around the German Atomic Bomb, Samuel Gouldsmit, 1947). 


En las fotografías de arriba, de izquierda a derecha: Responsables de la Operación ALSOS, General Leslie Groves, Coronel Boris Pash y el científico, Samuel Gouldsmit. Abajo: en el mismo orden, responsables (en diferentes etapas del Centro de Investigación del Ejército de Peenemünde (Heeresversuchsanstalt Peenemünde -HVP-) Wernher von Braun, General Walter Dornberger y el SS Hans Kammler.


Una de esas causas del fracaso alemán suena ridícula, pero verdadera. Nadie puede desconocer que los nazis eran anti-intelectuales, quemaron los libros, rechazaron la física teórica calificándola de ciencia "judeo-marxista", intentaron reemplazar la ciencia con principios "mágicos". La pseudo ciencia nazi priorizó temas como la teoría del "hielo eterno" (de Hans Horbinger); la teoría de la "tierra cóncava" (de Peter Bender) y otras aventuras "místicas".

Conforme lo aseveró el general alemán Walter Dornberger, director de pruebas en Peenemünde, los científicos alemanes fueron forzados a retrasar la investigación de la V-2 debido a las creencias ocultistas de los jerarcas nazis, los ensayos no podían ejecutarse sin aprobación de los "teóricos" de la cosmogonía horbigeriana que antes necesitaban "saber" como reaccionaria el cielo con los cohetes en la estratosfera, temían que eso podría ocasionar algún desastre sobre la Tierra

Los nazis rechazaron las teorías físicas de Einstein, Fermi, Teller y muchos otros que emigraron a los Estados Unidos, allí radica el poder atómico estadounidense. El "culto" nazi saboteó la investigación científica y proyectos que podrían haber cambiado el curso de la historia. 

La Alemania nazi derrochó más dinero en la Ahnenerbe, que los EEUU en fabricar la primera bomba atómica


Fantaseando con la bomba nuclear nazi




Decenas de historias sobre el desarrollo del arma nuclear alemana son solo fantásticos relatos de escritores de posguerra plasmados en libros nada serios y hasta en la clásica historia alternativa; por sentado, se basaban en reales investigaciones de los ingenieros y científicos alemanes de la era nazi. Cómo llegaron a obtener esa información? Fueron los propios estadounidenses quienes públicamente expusieron la investigación atómica alemana. 

Podemos divagar largamente con los mitos nazis de la bomba atómica, hay mucha tinta regada por todos lados, la mayoría de las "fuentes" que se encuentran en internet menosprecian el valor o, peor aún, desconocen el uso de la historiografía. 

Revisemos algunos relatos de fantasía muy populares y fáciles de encontrar en páginas web "especializadas"


Modernas recreaciones artísticas de las armas maravillosas nazis

Algunos dicen que los planes nazis para el uso de la energía nuclear fueron manejados, supuestamente, de forma "independiente" (es decir, "habían" varios planes). Defensores del nazismo ("pacifistas neonazis") afirman que ese trabajo solo se encaminaba al estudio de la física teórica, para nada relacionada con un programa militar, a lo mucho, señalan, serviría para fabricar reactores para submarinos

Otro caso presume que el programa del físico alemán von Ardenne (hablaremos de él en siguientes artículos), contaba con participación militar, en  laboratorios subterráneos de Berlín, buscando la separación del uranio 235 enriquecido con la técnica de centrifugación del uranio. Pero eso solo fue posible desarrollar en la posguerra por el mismo von Ardenne, bajo custodia soviética. Los norteamericanos del "Proyecto Manhattan" usaron costosos y diferentes sistemas. También se dice que el General SS Kammler compartía trabajo con la Luftwaffe en un programa nuclear independiente y que luego se fusionaría con uno de los otros programas secretos.



Sencillos instrumentos del aparato experimental de Fisión Nuclear de Otto Hahn en 1938, ubicado en el Instituto Kaiser Wilhelm de química, hoy se exhiben en el Deutsches Museum Munich

Se llegó a afirmar (siempre a través de populares escritores de posguerra) que la SS intentaba, en 1943, montar en Hungría las bombas atómicas de toda futura investigación sin participación de la Wehrmacht. Y claro, la clásica leyenda que el SS Hans Kammler desapareció después de la guerra, para luego aparecer, ya sea en los Estados Unidos o según la "CIA" en Rusia, en cualquier "caso" dedicado al programa nuclear.  

Otra fantástica historia muy bien lograda (seguramente elaborada para servir a algún guión de película en Hollywood) relata que previa la batalla de Kursk, los alemanes habrían ensayado una bomba de formidable potencia y pequeño tamaño. Una combinación de material fusionable de uranio y explosivo convencional. Esa "historia" pretende vender el hecho que los alemanes, a mediados de 1943, ya habían probado con eficacia el uso de material atómico como bomba de uso militar. Y aún hay más, para que el relato sea más creíble se decoró la falsa historia con otro timo, los alemanes habían comunicado por teletipo diplomático a todas sus embajadas en Europa... Deberíamos preguntarnos, para qué divulgar tan alto secreto?.

Un hecho que si es cierto, pero que no formaba parte de los supuestos planes para invadir América fue el arribo en submarino de un comando de saboteadores alemanes a New York con la intención de atentar contra las infraestructuras básicas (Operación Pastorius, junio 1942), que culminó en un fiasco por la traición de uno de sus integrantes.  



Dos fantásticas animaciones sobre el bombardero atómico nazi a la ciudad de New York. En primer plano un bombardero Horten, el Ho 229 (ala voladora sobre NY); y, abajo: explosión nuclear en la urbe neoyorquina.

De lo anterior nace otra leyanda, en ese 1943 los nazis planificaron un ataque aéreo contra New York, a través del OKL (Alto Mando de la Luftwaffe) al mando de Hermann Goering. Para hacer más creíble la fantasía, la "bomba" nazi coincidió con la cantidad de kilotones de la bomba que se usaría sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Para buen entendedor, y conforme los rumores de siempre, la bomba atómica usada contra los japoneses era una bomba capturada a los nazis!

A más del género fantasioso, al estilo artístico del dieselpunk, con bonitos y entretenidos relatos de la bomba atómica nazi, tenemos un interesante libro "Waffen und Geheimwaffen des deutschen Heeres. 1933-1945" de Fritz Hahn (2003); en la parte práctica incorpora más de 350  fotografías y documentos, dibujos, bocetos y esquemas de construcción de armamento. Sin embargo en la pág. 168, Tomo II (el libro también se encuentra disponible en un solo volumen), reproduce un documento alterado, se trata de un supuesto plano de 1944 que relaciona un proyecto del cohete A-9/A-10 con carga explosiva convencional de 1 y 2 toneladas, capaz de bombardear New York por medio de aviones especiales, que aún no se habían inventado. Se describe detalles técnicos del arma, las secuelas de un ataque, daños, víctimas, onda expansiva, etc. Afirma el autor que "los parámetros de este artefacto se parecen a los de la bomba de Hiroshima de modo asombroso", incluso más alto.  



Roller coaster Designed to bomb U.S.A. literalmente "roller coaster" se traduce como "Montaña Rusa", es decir, el A-9 / A-10 se concibió (en el papel) como un arma que sube y baja a través de la estratósfera y ionosfera hasta impactar en el objetivo, en nuestro caso, sobre New York (gráfica de "Popular Science", octubre 1947).


En la Segunda entrega de esta serie de artículos, ya publicamos esta gráfica explicativa del A9 / A10 de la revista "Popular Science" (octubre de 1947), de como supuestamente funcionaría el arma para bombardear Estados Unidos (es muy diferente a lo que relata el libro en mención). La revista lo describía como misiles robot alemanes en bombarderos tripulados. Supuestamente, estos aparatos habrían de arrojar bombas a través del Atlántico si la invasión de Europa se hubiera retrasado tan solo seis meses (pero ese tipo de avión no existía). También se ha dicho que el "bombardeo con cohetes de Nueva York estaba programado para principios de 1946". Aquello era imposible (cabe la hipótesis que un cohete de esas características haya sido ensayado como prototipo en alguna prueba, no existe constancia documental, lo más seguro es que estamos ante otro "invento nazi" bosquejado solo en el papel). 


Arriba, esquema e ilustración del proyecto de bombardero alemán Silbervogel; abajo, una gráfica ilustrada de otro diseño futurista, el bombardero Arado 555, también capaz de llegar a New York.

Un diseño exótico de bombardero (solo en la mesa de dibujo) fue el Silbervogel ("Silver Bird"), bombardero suborbital propulsado por cohetes, el sueño de  Eugen Sänger. Se habría disparado a la estratosfera y podría cruzar el Atlántico a 5.000 kilómetros por hora y capaz de lanzar sus bombas sobre América, finalmente aterrizaría en Japón. Otro diseño (en el papel) fue el Arado 555 que tendría gran autonomía y que podría llegar a New York.



Los bombarderos pesados alemanes de arriba para abajo: Me 264 "Amerika Bomber"; Ju 390 "Amerika" (los dos prototipos); y, el He 177 que en la práctica fue el único bombardero operacional de largo alcance utilizado por la Lutfwaffe en la IIGM, se construyeron cerca de 1200 ejemplares. Naturalmente, los alemanes poseían otro tipo de bombarderos pesados pero ninguno de largo alcance como el He 177

En el mundo real, los nazis apenas intentaron obtener un bombardero de largo alcance para la Luftwaffe que pudiera ser capaz de atacar a los Estados Unidos continentales, el Me 264, conocido como "Amerika Bomber", un bombardero al estilo de las fortalezas volantes americanas. También Junker diseño otro prototipo, el Ju 390 "Amerika". También se dedicó esfuerzos para el estudio del bombardero He 277 (una versión más moderna del operativo y convencional bombardero pesado He 177), con un sistema de bombardeo a gran altura y alcance de 6.500 kilómetros, más que suficiente para llegar a New York y capaz de transportar cinco toneladas en bombas (nunca fue construido, ningún prototipo de fuselaje se completó). 

Ese tipo de aviones, dadas sus características podría inducir a pensar que se construirían para que el programa nuclear sea funcional.  Hasta se discute si un prototipo de los mencionados realizó un viaje de prueba a tan solo 20 kilómetros de la costa estadounidense en 1944. 



Recreación de un modelo a escala del Boeing B17G Flying Fortress, que vende la empresa Airfix. Este clásico bombardero pesado de la USSAF en su versión definitiva incorporó una serie de mejoras de los modelos anteriores.

La Fuerza Aérea de los Estados Unidos poseía miles y diversas variantes de super fortalezas volantes -bombarderos pesados- (Flying Fortressy), los nazis apenas poseían algunos modelos de esos aviones y prototipos para experimentar. 

Como hemos resaltado, las historias "oficiales" relatadas por "historiadores" y "académicos" con una vasta "historiografía" de respaldo, sobreabundan en internet. Veamos un resumen de otras fantasías populares sobre la "Uraniumbombe" alemana (bomba de uranio) que se repite cientos de veces.

- Iniciemos con un par de autores serios, Geoffrey Michael Brooks y Rainer Karlsch afirman en Hitler's Terror Weapons (2002) y Hitler's Bomb (2005), respectivamente, que un equipo dirigido por Kurt Diebner lograron detonar un dispositivo nuclear cerca de Ohrdruf en Turingia en marzo de 1945 (nada de ello ha sido demostrado). Brooks especula que la Ofensiva de las Ardenas fue impulsada por la necesidad de Alemania de conservar los sitios de lanzamiento de cohetes V-2 en los Países Bajos que apuntaban a Londres. La idea era equipar los cohetes con bombas de uranio e intentar forzar a los británicos a salir de la guerra en el último momento.



En la vida real. Cerca de la ciudad de Ohrdruf se encuentra Jonastal (Valle de Jonás / Jonas Valley), Distrito de Gotha, Turingia. Este lugar fue un campo de prisioneros de guerra, subsidiario al campo de concentración de Buchenwald, estuvo dirigido por el SS Hans Kammler, allí miles de prisioneros cavaron 25 túneles en la montaña bajo estricto secreto, las obras nunca finalizaron y fue abandonado antes del final de la guerra, no sin antes haber sido asesinados los prisioneros que allí laboraban. Las posibilidades son varias para la construcción de esos túneles: puestos de mando y comunicaciones, otra fábrica para la producción de la V2 y otras armas, bunkers militares... El sitio cayó en poder de fuerzas estadounidenses el 4 de abril de 1945, siendo el primer campo liberado por el US Army, después los soviéticos lo utilizaron como campo de entrenamiento militar y las fuerzas armadas alemanas lo utilizan hoy con igual propósito. Los rumores señalaban la existencia de testigos y que en ese lugar se hicieron pruebas de armas atómicas el 4 marzo de 1945. Se dice que alguien observó "una luz brillante, tan brillante como cientos de rayos, roja por dentro y amarilla por fuera" y que una poderosa tormenta cruzó las montañas. Un parecido estruendo se habría escuchado el 12 de marzo (según un único testigo:  Cläre Werner). De allí surge la especulación que consta en varios libros, es decir, el equipo del científico Kurt Diebner probó algún tipo de dispositivo nuclear. Sin embargo jamás se encontró evidencia alguna que dejaría rastros incluso en la actualidad. A pesar de ser un sitio restringido (por ser área de entrenamiento militar, el sitio suele  ser visitado por exploradores y buscadores de tesoros). Lo que si existe es monumentos en Jonastal y sus alrededores dedicados a las víctimas del cercano campamento de Ohrdruf.

- El supuesto test atómico en la Isla de Rügen (cerca de Peenemünde), del 12 de octubre de 1944, el periodista italiano Luigi Romersa, el mismo del reportaje de la liberación de Mussolini en el Gran Sasso, afirmó que el Duce le encargó verificar el avance alemán de las "armas maravillosas". Según él, visitó en Turingia las instalaciones secretas para el lanzamiento del V-2, lo más "sorprendente", fue "testigo" de una prueba de la bomba atómica alemana totalmente operativa; "testificó" ese hecho en varias revistas europeas en la posguerra, afirmando que se tomaron fotografías (no hay constancia de ninguna). Sin duda, las palabras de aliento de Hitler y las mentiras de Romersa fueron suficientes para que opere un cambio radical en la lamentable situación personal del Duce que hizo el rídiculo público al hablar sobre la bomba (atómica) lista para el uso, de la que los alemanes disponían tres (según Mussolini). 



Descartado el relato de Romersa al no existir evidencia de nada, diremos que la isla báltica de Rugen tenía su valor estratégico militar. Sí existe constancia de una extraña expedición a Rugen autorizada por las máximas instancias. Bajo el más estricto sigilo un grupo de científicos especialistas en radar, al mando del Dr. Heinz Fisher, conocido por sus trabajos sobre los rayos infrarrojos, desembarcaron en Rugen provistos de modernos aparatos de radar. Los aparatos se apuntaron al cielo, en un ángulo de cuarenta y nueve grados por varios días, pero nada hay que detectar en la dirección elegida, podría tratarse de un ensayo. Entonces al equipo de científicos se les da una explicación: "El Führer tiene buenas razones para creer que la Tierra no es convexa, sino cóncava. No habitamos en el exterior del Globo, sino en su interior, como en una esfera. El objeto de la expedición es demostrar científicamente esta verdad. Gracias a la reflexión de las ondas del radar, que se propagan en línea recta, se obtendrán imágenes de puntos extraordinariamente alejados en el interior de la esfera. El segundo objeto de la expedición es obtener, por reflexión, imágenes de la flota inglesa anclada en Scapaflow...". Martin Gardner relata esta loca aventura de la isla de Rugen en su obra In the Name of Science. El propio doctor Fisher aludiría a ella, después de la guerra. El profesor Gerard S. Kuiper, del Observatorio del Monte Palomar, escribió en 1946 una serie de artículos de aquella expedición para "Popular Astronomy": "La marina y aviación alemanas, creían en la teoría de la Tierra cóncava, les resultaría particularmente útil para señalar la posición de la flota inglesa, y que la curvatura cóncava de la Tierra permitiría observaciones a gran distancia por medio de los rayos infrarrojos, menos curvados que los rayos visibles". El ingeniero Willy Ley (amigo de Wernher von Braun) registra los mismos hechos en su estudio de mayo de 1947: "Seudociencias en el país nazi". (Estos hechos los trancribimos integramente en Pseudo ciencia en el país nazi) 

- Otra descabellada "historia" afirma que la explosión de Tunguska (Siberia) fue producto de un ataque atómica alemán, el 23 de febrero de 1945, Stalin lo ocultó... y se dijo que eso sucedió en 1908, siendo una falsificación de los servicios secretos de Stalin... Según un aficionadillo de la historia, "bombardear una remota y deshabitada región de Siberia ofrecía varias ventajas, seguramente inexplicables para cualquiera que no estuviese familiarizado con la psicología del jefe del Reich".  Conforme éste y otros genios de la "historia", parece que Hitler tuvo la brillante idea de bombardear una zona inhóspita de Siberia para evitar el odio y las represalias de las tropas soviéticas ya presentes en Alemania. "Tunguska, advertía a Stalin y sus Aliados de la existencia del arma atómica"... Es decir, el pobre Führer quería "persuadir a los anglo-americanos de que era mejor firmar un acuerdo, o de lo contrario podía bombardear New York, Washington". Según quien escribió este disparate, Hitler estaba convencido que los rusos advertirían a los americanos de la explosión de Tunguska ya que eran susceptibles de un ataque atómico nazi. "En la mente de Hitler, Tunguska era por tanto el sitio ideal para dejar caer la primera bomba atómica operativa de la historia, una bomba idéntica a la de Hiroshima".




Tunguska

Pues nada... guión para una serie de televisión al estilo de "The Man in the High Castle". En todo caso, al no "pararle bolas" (hacer caso) los Aliados a Hitler con su "demostración" atómica en Tunguska, a Hitler no le dejaban otra opción que realizar un ataque directo contra New York u otra ciudad de la costa este americana

Como vemos, la "magnificencia" del führer nazi era tal que lo único que quería era forzar una alianza con occidente... o sí no... Fantasías como estas abundan... los ejemplos bastan.


Nota: El tema sobre los científicos alemanes y la investigación nuclear será retomado cuando abordemos el tema de la Operación Paperclip (en siguientes entregas).

VER: Artículos relacionados de esta serie:


Planes nazis en la ficción y la realidad.

09 agosto 2019

¿Fueron los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad?


                
                                              
No hay manera honorable de matar, 
no hay manera gentil de destruir, no hay nada bueno en la guerra, excepto que acaba.
                                                          Abraham Lincoln


I parte


por Tito Andino U.


Reflexiones jurídicas sobre los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad.

Una necesaria introducción por el editor del blog

Comencemos por algo elemental. Toda guerra en sí misma es un crimen, no importa el argumento en que se base para declararla. Lo que hace el Derecho Internacional Humanitario (DHI) o Derecho Internacional en tiempos de guerra es regular normas que limiten los efectos de los conflictos armados tanto para los civiles así como para los combatientes, básicamente.  

Los "Convenios de Ginebra" datan ya de 1864 (suscrito por 16 países) y eso no significa que antes no los hubiera, en siglos pasados también se aplicaban normas para la guerra (no escritas), basadas en costumbres y tradiciones. Desde 1864 el derecho humanitario sigue planteándose nuevos retos debido al avance del tiempo y el desarrollo de nuevos métodos modernos de guerra. No existe un solo Convenio de Ginebra, son cuatro en la actualidad, específicos; así como también se ha venido desarrollando y ampliando desde 1899 los "Convenios de La Haya", cuyo objetivo básico es reglamentar la conducción de la guerra, todo ello como respuesta a las macabras experiencias de la segunda guerra mundial.

Sin duda los juristas especializados en la materia pueden dilucidar un tema que viene causando polémica y mucho disgusto entre apasionados lectores e historiadores: Los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad. No dedicaré esta introducción a cuestiones políticas, mucho menos ideológicas, enfoquémonos a breves rasgos en aspectos de puro derecho. 

La guerra es un tiempo de desesperación que saca lo peor y lo mejor del ser humano, la guerra es la negación del derecho, por tanto un crimen. 

La tropa armada, instada por sus líderes -como lo demuestra la milenaria historia de los conflictos armados- creía tener derecho y plena impunidad para matar, robar, hacerse con un botín de guerra, etc. Apenas desde hace un siglo y medio los estados se plantearon limitar los efectos de la guerra bajo consideraciones humanitarias, las Convenciones de Ginebra y de La Haya fueron  aceptadas como norma de los estados, asumiendo una responsabilidad legal, obligaciones y derechos a respetar en caso de conflicto y en el desarrollo de las hostilidades. Es cierto que nadie las ha cumplido a cabalidad, al menos se intenta proteger y desligar a la población civil de la lucha, cuidar de los heridos, respetar los derechos de los prisioneros, etc. Hablamos de normas básicas ante momentos excepcionales en que el Derecho deja de tener efectos por la misma acción de la guerra


Primer Convenio de Ginebra. 1864

Los crímenes de guerra stricto sensu se hallaban tipificadas en las convenciones sobre la guerra antes de la segunda guerra mundial, establecían el castigo a los infractores de la ley penal nacional y de las normas sobre la guerra. Como salvedad, esas infracciones generalmente eran juzgadas por las naciones a las que pertenecía el infractor, el reo respondía jurídicamente ante el ofendido en casos excepcionales como la extradición, por la gravedad de un acto. 

Al existir previamente un marco jurídico mucho antes de los controvertidos procesos internacionales de la segunda guerra mundial, que tipificaron nuevas definiciones, según la gravedad del delito, que ya existían bajo la denominación genérica de "crímenes de guerra", se lo hizo dada la magnitud de los hechos, era necesario contar con figuras propias, por ejemplo, los crímenes contra la humanidad, que abarca categorías como el genocidio (que llegaría a tener su propia convención internacional para reprimir el delito de genocidio). 

Más claro, a modo de ejemplo: No podía negarse el derecho a juzgar a los criminales nazis porque la categoría de "Crímenes contra la Humanidad" recién se tipificó en los Estatutos del Tribunal Penal Internacional de Nuremberg, puesto que, los delitos que conforman esa categoría: asesinatos, exterminación, sometimiento a esclavitud, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil antes o durante la guerra, o persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos, se encontraban tipificados como crímenes de guerra, crímenes de gravedad en las legislaciones nacionales y en los Convenios de Ginebra y de La Haya

Es verdad que el genocidio, como definición jurídica, es posterior a la segunda guerra mundial, no obstante, constaba inmerso bajo otras denominaciones, siempre fue un crimen de guerra stricto sensu. A nadie con más de dos centímetros de pelo en la frente le podría pasar por alto que los asesinatos en masa, los desplazamientos forzosos, etc., cometidos en la primera guerra mundial, tenían su tipificación penal. Muchos casos no pudieron ser juzgados, como el genocidio turco contra los armenios, cuestiones de honor, política nacional e internacional lo impedían en detrimento del ofendido. O, como en el caso del Imperio Alemán que sometió bajo la jurisdicción germana a sus nacionales a procesos por crímenes de guerra, a instancias de las potencias vencedoras (Tratado de Versalles), al ser responsables de una guerra de agresión. El Juicio de Leipzig, con la notoria ausencia del Kaiser Guillermo II -reclamado en extradición- y de otros líderes nacionales en el banquillo de los acusados fue una farsa, dictándose blandas sentencias y absoluciones, un saludo a la bandera. 

El Proceso del Tribunal Penal Internacional de Nuremberg se estableció para juzgar exclusivamente a las máximas instancias de autoridad del gobierno del Reich nazi; el resto, es decir, la mayoría absoluta de casos fueron juzgados por las autoridades de Control Aliado y luego por tribunales constituidos por jueces alemanes y bajo jurisdicción alemana, o en los países en que fueron capturados los infractores.


De todas formas, la polémica sobre los procesos internacionales después de la segunda guerra mundial es válida, pero se ha desviado a cuestiones ideológicas hasta llegar a la apología del nazismo, una doctrina eminentemente criminal. Es un tema que se discute no solo en Europa y los Estados Unidos. 

Hoy el debate se centra en los crímenes de guerra Aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Quién ha negado la existencia de los crímenes de guerra Aliados en la IIGM? Por sentado que se cometieron, lamento decir que aprecio en mucha gente la falta de comprensión de lo que significa un crimen de guerra stricto sensu y un acto considerado como crimen contra la humanidad. (por razones de espacio y por no ser esta la base de la presente ponencia no lo abordaré a profundidad, dejando sentado algunas puntualizaciones aclaratorias).

Un sector afecto al nazismo intenta justificar el genocidio (crimen contra la humanidad) perpetrado por los nazis porque otros cometieron crímenes de guerra (stricto sensu). Eso no solo es falta de decencia, es un insulto al sentido común. Los Aliados cometieron crímenes de guerra, si, al igual que las potencias del Eje. Los ejemplos están a la vista de todos (no se esconden): el bombardeo indiscriminado sobre las ciudades de Dresde y Hamburgo o ciudades japonesas, los crímenes soviéticos contra los prisioneros y civiles alemanes (en venganza por los mismos actos alemanes contra millones de prisioneros y civiles), hasta el uso innecesario de la bomba atómica que fue más un mensaje político dirigido a la URSS que una operación táctica y que algunos reputados historiadores y juristas califican de crimen de guerra e incluso de crimen contra la humanidad. 

Lo cierto es que los brutales raids aéreos aliados que ocasionaron más víctimas mortales que los ataques de las potencias del eje siguen sometidos a los mismos cuestionamientos hoy en día con las bombardeos estadounidenses sobre Corea, Vietnam, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, aunque no suelen apreciarse en ese sentido (crímenes de guerra), como si se hace en el caso de los sistemáticos crímenes nazis, el caso Aliado suele justificarse (justificar no significa siempre estar apegado a Derecho) como acciones de guerra concretas lejos de obedecer a un puntual programa de exterminio. 

Puntualizemos que los desproporcionados bombardeos estadounidenses a poblaciones civiles a lo largo de sus modernas guerras no han conseguido el objetivo militar que persiguen esas acciones -doblegar a los gobiernos y a la población-, causando el efecto contrario. (El análisis histórico nos permite señalar que la estrategia de guerra de los Estados Unidos prioriza el bombardeo masivo para persuadir al enemigo de turno a rendirse). Esto, si lo enmarcamos en Derecho -basados en la legislación internacional- constituye un crimen de guerra a todas luces. 

Volvamos a lo principal, en Derecho, los casos de crímenes de guerra enunciados no pueden ser equiparados con los crímenes contra la humanidad perpetrados por los nazis, ni siquiera por el número de víctimas, bajo ningún concepto subjetivo ni legal. La explicación es lógica: 

La Alemania nazi elaboró un programa de exterminio, resultado de una trama intencional, premeditada y planificada durante la guerra y ejecutada a conciencia por la jefatura del gobierno nazi, conociendo el propósito y las consecuencias de esos actos y, finalmente, pretendiendo ocultar los hechos a la opinión pública alemana y mundial.

Lo he explicado en otros artículos. Esa intencionalidad dolosa no es susceptible de comparación con acciones militares que terminaron en diferentes episodios de excesos y abusos, sin eufemismos, en crímenes de guerra de los aliados, los “crímenes de los buenos” como dice Joaquín Bochaca para pretender “equilibrar” la balanza con las atrocidades nazis.  

Existe un concepto dentro del Derecho Internacional muy válido y vigente mucho antes de la segunda guerra mundial: el estado de necesidad militar, es decir, las razones que motivan concretas acciones bélicas contra un punto determinado que puede ser considerado como zona civil. Los bombardeos atómicos son cuestionados e incluso calificados como crimen de guerra o crimen contra la humanidad debido a su innecesario uso ante un Japón que estaba plantando las condiciones para una rendición. 

Otro ejemplo, un acto trágico que, no solo constituye crimen de guerra sino un genocidio consciente fue la matanza de Katyn, perpetrada por tropas soviéticas, decidida por las máximas jerarquías del poder. Más de veinte mil personas, no solo oficiales del ejército polaco, sino de la élite polaca: políticos, intelectuales, artistas, fueron fusilados metódicamente y enterrados en fosas comunes. Los nazis hicieron por separado su parte de la "tarea", el objetivo era desaparecer a la clase pensante de Polonia, el objetivo de los entonces socios nazi/comunistas fue suprimir para siempre Polonia como nación. 

Respecto al uso de la bomba atómica.



Hoy seguimos discutiendo la naturaleza jurídica de las órdenes emanadas para tales acciones. ¿Podemos considerarlas como crimen de guerra y de lesa humanidad? Muchos científicos, juristas, militares e intelectuales estadounidenses y del mundo se pronuncian en tal sentido porque la bomba no se construyó para adelantarse a la supuesta bomba atómica nazi, ni las bombas fueron lanzadas para conseguir el rápido fin de la guerra y salvar vidas, como tampoco fueron arrojadas contra objetivos militares si no civiles. Las bombas atómicas son radiactivas, no se hizo saber el verdadero efecto contra la población por lo que los japoneses de la época estuvieron expuestos de forma inmediata a las secuelas posteriores al no ser conscientes de las consecuencias fruto de la contaminación.

Ya revisamos en la entrega anterior la teoría del mal menor de Truman, su argumento:"regresar a los chicos a casa lo más pronto posible" o que habría costado cientos de miles de vidas aliadas una potencial invasión al Japón, o que no se habría rendido sin el lanzamiento de la bomba atómica. Argumentos rebatidos y rechazados por falsos. Se aduce -tema discutible- que la población estadounidense no hubiese aceptado que a mediados de 1945, terminada ya la guerra en Europa, se mandará a luchar a las tropas en una eventual invasión al Japón, entonces, interviene también el aspecto psicológico y las consecuencias políticas de tal acto. 

Para Winston Churchill su posición era -naturalmente- de apoyo moral al ataque nuclear e intentó justificarlo haciendo un paralelismo de que hubiese sucedido exactamente lo mismo si los nazis o los japoneses hubieran obtenido la bomba. "La hubieran utilizado contra nosotros para nuestra destrucción completa con suma prontitud... Las generaciones futuras juzgarán estas decisiones", señaló en un discurso ante la Cámara de los Comunes en agosto de 1945.

Dada la política de bombardeos aliados contra Alemania y Japón, no cabe duda que en el efecto contrario -triunfo de las potencias del Eje- los procesados como criminales de guerra hubiesen sido los Aliados. En ese sentido, moral y éticamente, los postulados sobre el uso del arma atómica se construyen en base a la victoria aliada.

Leó Szilárd, uno de los padres de la bomba atómica se planteó otra suposición: 


"Imagina que Alemania hubiera desarrollado dos bombas antes de que nosotros las hubiéramos tenido. Y supón que Alemania hubiera lanzado una bomba, digamos, en Rochester y otra en Buffalo, y luego al haberse quedado sin bombas hubiera perdido la guerra. ¿Puede alguien dudar que hubiéramos entonces definido el lanzamiento de bombas atómicas sobre ciudades como un crimen de guerra, y que hubiéramos sentenciado a los alemanes culpables de este crimen a la muerte en Nuremberg?".

Un análisis más moderno lo presentó The Washington Post, citando al historiador Barton Bernstein cuando afirmó que el Comité de Guerra preveía (junio 1945) que una invasión al Japón produciría unas 193.000 bajas entre los aliados, se estimaba en 40.000 las posibles muertes. Obviamente las cifras de Truman (500.000) eran grotescas, sensacionalistas, única forma de justificar el uso del arma atómica. No olvidarse que Japón ya había expresado ciertas condiciones para rendirse, por lo cual tampoco es cierto que los japoneses se planteaban luchar a muerte hasta el último centímetro en defensa de su nación. A pesar de estas reflexiones otros historiadores creen que una guerra en territorio japonés hubiese sido terrible. El historiador Richard B. Frank señalaba que Japón tenía diseñada la "Operación Decisiva" para luchar hasta el final, pero tanto el mando político como militar nipón ya no lo creían viable, razón por la que enviaron señales de rendición.

Otros historiadores estadounidenses califican el bombardeo atómico sobre Japón como "crimen de guerra" (Gabriel Jackson en Civilización y barbarie en la Europa del siglo XX). Otros defienden que se debió haber seleccionado un lugar menos poblado como demostración del poder de la bomba, se cita, por ejemplo la bahía de Tokio que ya había sido antes castigada severamente con bombarderos convencionales. Geoffrey Shepherd razonaba que "de este modo, los Estados Unidos podrían haber cuidadosamente maximizado el enfoque de la amenaza, al tiempo que minimizando el daño a Tokio".

El debate se mantendrá más por cuestiones morales que de derecho puesto que, históricamente ya está establecido que el uso del arma atómica no fue para poner fin a la guerra, es decir por un estado de necesidad militar, lo fue para impedir que la URSS se consolide en el Lejano Oriente y Europa. 

Tampoco los nazis fueron los únicos en mantener una política oficial de exterminio de las minorías o expulsión sistemática de la población de las regiones conquistadas, también el Imperio del Japón lo hizo -como política de Estado-. Se estima que entre 1937 y 1945, el ejército japonés ejecutó más de 10 millones de personas, la mayoría chinos (unos seis millones, la mayoría civiles durante la ocupación en que se utilizaron armas químicas en diversas ocasiones), luego coreanos, filipinos, indonesios e indochinos, entre otros, cifra en que debe incluirse prisioneros de guerra occidentales. Otras fuentes elevan considerablemente las cifras responsabilizando al ejército imperial japonés. 

La guerra es un crimen, por lo que es necesario que algunos reflexionen que no es bueno hablar más de los verdugos que de las víctimas. Por sentado que a lo largo de la historia los vencedores juzgan a los perdedores -el hecho que los Aliados procesaran a los alemanes y japoneses es relativo, lo mismo pudo suceder si el Eje triunfaba-. 

En la actualidad, con una superpotencia prevaleciente -Estados Unidos- se ha constituido la "mayor fuerza de justicia" mediante sus fuerzas militares que no permite que otros países intenten imponer ciertas reglas, defendiendo sus intereses a toda costa, así lo dijo Donald Trump en un discurso del 9 de diciembre del 2017. 

Esa es la historia del mundo a lo largo de su existencia, la guerra hace prevalecer el poder de uno sobre el otro.

Desde mi punto de vista, no debería haber más debate sobre si el ataque atómico al Japón fue un crimen de guerra o de lesa humanidad, porque lo fue (dentro de las dos categorías) y lo confirmamos revisando las reglas del Derecho Humanitario. Solo con recordar las palabras de Dwight Eisenhower sería suficiente: "Los japoneses estaban dispuestos a rendirse y no era necesario atacarlos con esa cosa horrible"


*****

II Parte



Por Rossen Vassilev Jr.
13 de julio de 2019

¿Fue el presidente Harry Truman “un asesino”, tal como lo calificó una vez la reconocida filósofa analítica británica Gertrude Elizabeth Anscombe? En efecto, ¿fueron los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki un crimen de guerra y un crimen contra la humanidad, como ella y otros eminentes académicos han afirmado públicamente? La distinguida profesora de filosofía y ética en Oxford y Cambridge, la doctora Anscombe, una de las filósofas más dotadas del siglo XX, reconocida como la mejor filósofa de la historia, calificó abiertamente al presidente Truman de “criminal de guerra” por su decisión de arrasar con bombas atómicas las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 (Rachels & Rachels, 127). 

Las dos razones más citadas de la controvertida decisión del presidente Truman fueron la de acortar la guerra y la de salvar la vida de “entre 250.000 y 500.000” soldados estadounidenses que probablemente habrían muerto en combate si el ejército estadounidense hubiera tenido que invadir las islas del Japón imperial. Se afirma que Truman dijo: “No podía soportar esa idea y ello llevó a la decisión de utilizar la bomba atómica” (Dallek, 26).

Pero la doctora Gertrude Anscombe, que junto con su marido, el doctor Peter Geach, profesor de lógica filosófica y ética, fueron los principales defensores en el siglo XX de la doctrina de que las normas morales son absolutas, no creyeron este argumento moralmente cruel: “Pero, ¿qué haría usted si tuviera que elegir entre hervir a un bebé o permitir que un desastre terrible ocurriera a mil personas (o a un millón, si mil no es suficiente)? El que los hombres elijan matar inocentes como medio de obtener sus fines siempre es un asesinato” (Rachels & Rachels 128-129).

En 1956 la profesora Anscombe y otros destacados académicos de la Universidad de Oxford protestaron abiertamente contra la decisión de los administradores de la universidad de conceder a Truman un título honorario para agradecer la ayuda estadounidense durante la guerra. Incluso escribió un panfleto en el que explicaba que el expresidente estadounidense era un “asesino” y un “criminal de guerra” (Rachels & Rachels 128).

Para muchas personas contemporáneas de Elizabeth Anscombe los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki violaron normas ético filosóficas como “la vida humana es sagrada” y “matar es un crimen”, además de “está mal utilizar a las personas como medio para lograr los fines de otras personas”. 



Herbert Hoover

El expresidente Herbert Hoover fue otra de los primeros críticos que afirmó abiertamente que “me repugna el uso de la bomba atómica con su asesinato indiscriminado de mujeres y niños” (Alperovitz, The Decision, 635).

Incluso el propio Jefe de Estado Mayor del presidente Truman, el Almirante William D. Leahy, que fue laureado con cinco medallas (el oficial militar estadounidense de mayor rango durante la guerra), declaró abiertamente que desaprobaba enérgicamente los bombardeos atómicos: 

En mi opinión el uso de esta bárbara arma en Hiroshima y Nagasaki no prestó ninguna ayuda material en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban derrotados y estaban dispuestos a rendirse debido a la eficacia del bloqueo marítimo y al éxito de los bombardeos con armas convencionales. […] Me parece que al ser los primeros en utilizarla adoptamos unos principios éticos comunes a los bárbaros de la Edad Media. […] No se me enseñó a hacer la guerra de esta manera y no se pueden ganar las guerras destruyendo a mujeres y niños” (Claypool, 86-87).

Por otra parte, las personas que defienden al presidente Truman parecen utilizar el casi utilitario “argumento del beneficio” para justificar el brutal uso de un arma devastadora de destrucción masiva que mató a cientos de miles de personas civiles inocentes en ambas ciudades japonesas a pesar de que, contrariamente a lo afirmado en muchas declaraciones públicas de Truman en aquel momento, no hubiera tropas militares ni armamento pesado ni siquiera industrias importantes relacionadas con la guerra en ninguna de las dos ciudades. Debido a que el ejército japonés había reclutado a prácticamente toda la población adulta masculina tanto de Hiroshima como de Nagasaki, la mayoría de las víctimas de la muerte abrasadora caída del cielo fueron mujeres, niños y hombres ancianos. La excusa que el propio Truman dio muchas veces fue que “arrojar las bombas detuvo la guerra, salvó millones de vidas” (Alperovitz, Atomic Diplomacy. 10). Incluso se jactó de “haber dormido como un bebé” la noche después de firmar la orden final de utilizar las bombas atómicas contra Japón (Rachels & Rachels, 127). Pero lo que Truman decía para justificarse está lejos de ser la verdad y mucho menos toda la verdad.

Desatar un Frankenstein nuclear


Albert Einstein junto a Leo Szilard.

A instancias de un colega físico nuclear, el exiliado húngaro antinazi Leo Szilard, Albert Einstein escribió una carta al presidente Franklin D. Roosevelt (FDR) el 2 de agosto de 1939 para recomendarle que el gobierno estadounidense empezara a trabajar en la elaboración de un poderoso dispositivo atómico que fuera un elemento de disuasión defensivo ante la posible adquisición y uso de armamento nuclear por parte de la Alemania nazi (Ham, 103-104). Pero para cuando finalmente despegó el top secret Proyecto Manhattan a principios de 1942, obviamente el ejército estadounidense tenía otros planes mucho más ofensivos respecto a los futuros objetivos de las bombas atómicas estadounidenses. Mientras que los bombardeos convencionales diarios (en los que se incluía el uso de napalm y otras bombas incendiarias) habían reducido a escombros al menos otras 67 ciudades japonesas, incluida la capital, Tokio, reservaron deliberadamente Hiroshima y Nagasaki con el único propósito de probar la capacidad destructora del nuevo dispositivo atómico (Claypool 11).

Una razón todavía más importante para utilizar la bomba era asustar a Stalin, que había pasado rápidamente de ser “el viejo tío Joe” durante la presidencia de FDR a convertirse en “la Amenaza Roja” a ojos de Truman y sus principales asesores. El presidente Truman había abandonado rápidamente la política de cooperación con Moscú de FDR para sustituirla por una nueva política de confrontación hostil con Stalin en la que el recién adquirido monopolio estadounidense del armamento nuclear se iba a explotar como herramienta agresiva de la diplomacia antisoviética de Washington (lo que Truman denominó “diplomacia atómica”). Dos meses antes de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki ese mismo Leo Szilard se había reunido en privado con el secretario de Estado de Truman, James F. Byrnes, y había tratado infructuosamente de persuadirle de que el arma nuclear no se debía utilizar para destruir objetivos civiles indefensos, como las ciudades japonesas. 

Según el doctor Szilard, 


el señor Byrnes no argumentó que fuera necesario utilizar la bomba contra las ciudades de Japón para ganar la guerra […] , el señor Byrnes consideraba que el hecho de que nosotros tuviéramos y utilizáramos la bomba haría a Rusia más manejable en Europa” (Alperovitz. Atomic Diplomacy 1, 290).

De hecho, el gobierno Truman había pospuesto la reunión en Potsdam de los Tres Grandes [la Unión Soviética, Estados Unidos y Reino Unido] hasta el 17 de julio de 1945, el día siguiente de la prueba Trinity, con éxito, de la primera bomba atómica en el campo de pruebas de Alamogordo, Nuevo México, con el fin de proporcionar a Truman una fuerza diplomática extra en las negociaciones con Stalin (Alperovitz, Atomic Diplomacy 6). En palabras del propio Truman, la bomba atómica “iba a poner firmes a los rusos” y “a nosotros en posición de dictar nuestros propios términos al final de la guerra” (Alperovitz, Atomic Diplomacy 54, 63).


Reunión de los "Tres Grandes" en Potsdam (antes que Churchill pierda las elecciones en casa).

En aquel momento al gobierno Truman ya no le interesaba que el Ejército Rojo liberara el norte de China (Manchuria) de la ocupación militar japonesa (tal como habían acordado FDR, Churchill, y Stalin en la Conferencia de Yalta celebrada en febrero de 1945) y mucho menos que invadiera o capturara el propio Japón imperial. Todo lo contrario. Deplorando públicamente los “motivos político diplomáticos más que militares” que hay detrás de la decisión de Truman de atacar Japón con armas nucleares, Albert Einstein se quejó de que “una gran mayoría de los científicos se oponían al empleo repentino de la bomba atómica. Sospecho que el asunto se precipitó debido al deseo de acabar la guerra en el Pacífico de cualquier modo que no fuera la participación de Rusia” (Alperovitz, The Decision, 444). Winston Churchill dijo en privado a su ministro de Exteriores, Anthony Eden, en la Conferencia de Potsdam: “Está muy claro que en estos momentos Estados Unidos no quiere que Rusia participe en la guerra contra Japón” (Claypool, 78).

Ni siquiera la desesperada oferta de último minuto de Tokio (hecha durante y después de la Conferencia de Potsdam) de rendirse a los Aliados si estos prometían no perseguir al emperador de Japón que era como un dios o quitarlo de su puesto pudo impedir esta mortífera decisión, aun cuando Truman “había expresado su voluntad de mantener al emperador en el trono” (Dallek, 25).

Por consiguiente, salvar las vidas de los soldados estadounidenses no fue precisamente uno de los argumentos más convincentes de Truman. A principios de 1945 FDR y el general Dwight Eisenhower, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa, habían decidido dejar la captura de Berlín a las tropas del mariscal soviético Georgi Zhukov, que estaban endurecidas en el combate, para evitar que hubiera muchas bajas estadounidenses. Después de declarar oficialmente la guerra a Tokio el 8 de agosto de 1945 y tras haber destruido a las fuerzas militares en Manchuria el Ejército Rojo de Stalin se preparó para invadir y ocupar las islas que conformaban Japón, lo que sin lugar a dudas habría salvado las vidas de miles de soldados estadounidenses por quienes Truman parecía tan preocupado. Pero después de la rendición incondicional de la Alemania nazi en mayo de 1945, Truman había llegado a compartir el famoso comentario revisionista de Churchill de que “hemos matado al cerdo equivocado.

Tampoco está claro si Tokio acabó rindiéndose el 14 de agosto debido a los dos ataques nucleares estadounidense perpetrados el 6 y 9 de agosto respectivamente (después de los cuales prácticamente ya no quedaba ninguna ciudad japonesa más por destruir ni ninguna bomba atómica estadounidense más por arrojar) o debido a la amenaza de una invasión y ocupación soviéticas después de que Moscú entrara en guerra contra el Imperio de Japón. Unos días antes de la declaración soviética de guerra el embajador japonés en Moscú había enviado un cable al ministro de Exteriores Shigenori Togo en Tokio diciéndole que la entrada de Moscú en la guerra supondría un desastre total para Japón: 


Si Rusia […] decidiera de pronto aprovecharse de nuestra debilidad e intervenir en contra de nosotros con la fuerza de las armas, estaríamos en una situación totalmente desesperada. Está claro como el día que el Ejército Imperial en Manchukuo [Manchuria] sería completamente incapaz de oponerse al Ejército Rojo que acaba de obtener una gran victoria y es superior a nosotros en todos los aspectos” (Barnes).

Usar o no usar el arma nuclear




Más tarde se citaron las palabras de Eisenhower en las que afirmaba que estaba convencido de que no hubiera sido necesario utilizar la bomba para obligar a Japón a rendirse: “En aquel momento Japón estaba buscando alguna manera de rendirse con una pérdida mínima de ‘prestigio’ […] no era necesario atacarlos con esa cosa tan atroz” (Alperovitz, Atomic Diplomacy 14).

Eisenhower repitió en privado sus objeciones a su superior directo, el Secretario de la Guerra de Truman, Henry L. Stimson


Yo había sido consciente de un sentimiento de depresión, de modo que le expresé mis fuertes recelos, en primer lugar debido a que yo creía que Japón ya estaba derrotado y que arrojar la bomba era completamente innecesario, y segundo porque me parecía que nuestro país debía evitar escandalizar a la opinión pública mundial al utilizar esa bomba, cuyo uso, en mi opinión, ya no era obligatorio para salvar vidas estadounidenses” (Alperovitz, Atomic Diplomacy 14).

El almirante William F. Halsey, comandante de la Tercera Flota estadounidense (que llevó a cabo la mayor parte de las operaciones navales contra los japoneses en el Pacífico durante toda la guerra), coincidía en que “no había una necesidad militar” de utilizar la nueva arma, que se utilizó solo porque el gobierno Truman tenía un “juguete y quería probarlo. […] La primera bomba atómica fue un experimento innecesario. […] Fue un error arrojarla” (Alperovitz The Decision 445). 

En efecto, en aquel momento era bastante “seguro” que un Japón totalmente devastado, que estaba al borde de un colapso interno, se habría rendido en unas semanas, si no días, sin los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki o incluso sin la declaración soviética de guerra a Tokio. Como concluyó la investigación oficial U.S. Strategic Bombing Survey [Estudio sobre el Bombardeo Estratégico Estadounidense] elaborado al final de la guerra, “seguramente antes del 31 de diciembre de 1945 y con toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945 Japón se habría rendido incluso si no se hubieran arrojado las bombas atómicas, incluso si Rusia no hubiera entrado en guerra e incluso si no se hubiera planeado o contemplado una invasión” (Alperovitz, Atomic Diplomacy 10-11).

El General de División Curtis E. Lemay, comandante del 21 Comando de Bombarderos de Estados Unidos, que había dirigido la campaña de bombardeos masivos convencionales contra Japón durante la guerra y arrojado las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, declaró públicamente: 


Me parecía que no había necesidad de utilizarlas [las armas atómicas]. Estábamos haciendo el trabajo con [bombas] incendiarias. Estábamos haciendo mucho daño a Japón. […] Seguimos adelante y arrojamos las bombas porque el presidente Truman me dijo que lo hiciera. […] Es muy probable que todo lo que hizo la bomba atómica fue ahorrar unos pocos días” (Alperovitz, The Decision, 340).

Puede que el bombardeo diario de ciudades alemanas y japonesas durante la guerra, incluidos los bombardeos de Hamburgo, Dresde y Tokio, que casi habían acabado con sus poblaciones civiles, hicieran que fuera un poco más aceptable moralmente para Truman la fatídica decisión de arrojar sobre Japón las dos bombas atómicas llamadas “Little Boy” y “Fat Man”. El objetivo declarado de esos despiadados ataques aéreos que abrasaron las ciudades era destruir la moral y la voluntad de luchar de las poblaciones alemana y japonesa, y de ese modo acortar la guerra. Pero muchos años después de la guerra el doctor Howard Zinn (que había sido copiloto y bombardero de un B-17 que había volado en docenas de misiones de bombardeo contra la Alemania nazi) reflexionó con tristeza: “Nadie parecía ser consciente de la ironía de que una de las razones de la indignación general contra las potencias fascistas era su historial de bombardeos indiscriminados contra poblaciones civiles” (Zinn, 37). Pero, de hecho, el Secretario de la Guerra, Henry Stimson, el almirante William Leahy y el general Douglas MacArthur no estaban menos afectados por lo que consideraban la barbarie de la campaña aérea “terrorista” y Stimson temía en privado que Estados Unidos “se labrara la reputación de cometer más atrocidades que Hitler” (Ham 63).

Era evidente que Japón estaba derrotado y estaba dispuesto a rendirse antes de que se utilizara la bomba, cuyo principal objetivo, si no el único, era intimidar a la Unión Soviética. Pero había varias alternativas viables, algunas de las cuales se discutieron antes de los bombardeos atómicos. El Subsecretario de Marina, Ralph Bard, estaba convencido de que “la guerra japonesa se había ganado verdaderamente” y estaba tan preocupado por la posibilidad de usar bombas atómicas contra personas civiles indefensas que consiguió una reunión con el presidente en la que, sin éxito, insistió con vehemencia “en que se advirtiera a los japoneses acerca de la naturaleza del nuevo armamento” (Alperovitz Atomic Diplomacy 19). El almirante Lewis L. Strauss, asesor especial del Secretario de Marina, que había sustituido a Bard después de que este dimitiera indignado, también creía que “la guerra estaba casi terminada. Los japoneses estaban prácticamente dispuestos a capitular”. Esa es la razón por la que el almirante Strauss insistía en que había que hacer una demostración de la bomba de modo que no matara a gran cantidad de personas civiles y propuso que “[…] un lugar adecuado para llevar a cabo esta demostración sería un gran bosque de árboles no lejos de Tokio” (Alperovitz Atomic Diplomacy 19). 

El general George C. Marshall, Jefe del Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos, también se oponía a que se utilizara la bomba en zonas civiles y argumentaba que, en vez de ello, 


“[…] esas armas se podrían utilizar contra objetivos estrictamente militares como una grandes instalaciones navales y después, en caso de que no se obtuviera un resultado completo, […] deberíamos escoger varias zonas industriales y se avisaría a la gente que las evacuara diciendo a los japoneses que teníamos la intención de destruir esos centros. […] Se debería hacer todo lo posible para que nuestras advertencias sean claras. […] Con estos métodos de advertencia debemos compensar el oprobio que podría producirse a consecuencia de un empleo poco meditado de esa fuerza” (Alperovitz, Atomic Diplomacy, 20).

El general Marshall también insistió en que en vez de sorprender a los rusos con el primer uso de la bomba atómica se debería invitar a Moscú a enviar observadores a la prueba nuclear en Alamogordo. Así mismo, muchos científicos que trabajaban en el Proyecto Manhattan insistieron en que se organizara primero una demostración, incluida una posible explosión nuclear en un mar cerca de la costa de Japón para poder dejar claro a los japoneses el poder destructivo de la bomba antes de emplearla contra ellos. Pero tal como ocurrió con las opiniones disidentes dentro del ejército estadounidense, el gobierno Truman tampoco tuvo en cuenta seriamente la oposición de los científicos nucleares (Alperovitz Atomic Diplomacy 20-21).

Conclusión

A consecuencia de la inmoral decisión de Truman de utilizar bombas nucleares contra los “japos” (una palabra peyorativa para designar a los japoneses utilizada comúnmente en público en Estados Unidos durante la guerra, incluido el propio presidente Truman), mucho más de 200.000 personas civiles murieron abrasadas instantáneamente y otras miles murieron después a consecuencia de las radiaciones. J. Robert Oppenheimer, el científico que dirigía el Proyecto Manhattan y “padre” de la bomba atómica estadounidense, declaró que la decisión de Truman fue “un error extremadamente grave” porque ahora “tenemos las manos manchadas de sangre” (Claypool 17). Howard Zinn estaba de acuerdo con esta opinión del doctor Oppenheimer y señaló que “gran parte del argumento para defender los bombardeos atómicos se basa en una actitud de represalia, como si los niños de Hiroshima hubieran bombardeado Pearl Harbor. […] ¿Merecían morir niños estadounidenses debido a la masacre de niños vietnamitas que cometieron los estadounidenses en My Lai?” (Zinn 59).

El controvertido general Curtis Lemay, que se había opuesto a ambas explosiones nucleares, confesó más tarde al ex Secretario de Defensa Robert McNamara (que había trabajado para Lemay durante la guerra ayudando a seleccionar objetivos japoneses para los bombardeos): 


Si hubiéramos perdido la guerra todos habríamos sido procesados como criminales de guerra” (Schanberg). 

Debido al uso injustificable e innecesario de esas armas de destrucción masiva tan inhumanas e indiscriminadas que se arrojaron sobre Hiroshima y Nagasaki, la profesora Elizabeth Anscombe calificó al presidente Truman de asesino y de criminal de guerra. Hasta el día de su muerte la doctora Anscombe creyó que se debería haber llevado a juicio a Truman por haber cometido uno de los peores crímenes de guerra y contra la humanidad de la Segunda Guerra Mundial.

Rossen Vassilev Jr.
Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos



Artículo relacionado:

¿Por qué la Segunda Guerra Mundial terminó con hongos nucleares? 

En inglés:

The Real Reason America Used Nuclear Weapons Against Japan. It Was Not To End the War Or Save Lives. (La razón real por la que América utilizó las armas nucleares contra Japón. No era para terminar la guerra o salvar vidas).

World War II: US Military Destroyed 66 Japanese Cities Before Planning to Wipe Out the Same Number of Soviet Cities (Segunda Guerra Mundial: el ejército estadounidense destruyó 66 ciudades japonesas antes de planear acabar con el mismo número de ciudades soviéticas)

En castellano:  

Día Internacional de los Crímenes Estadounidenses contra la Humanidad

¿Fue la bomba atómica de Hiroshima un crimen necesario? 70 años de debate


Fuentes del presente artículo:

Alperovitz, Gar, Atomic Diplomacy: Hisroshima and Potsdam. The Use of the Atomic Bomb and the American Confrontation with Soviet Power, London and Boulder, CO, Pluto Press. 1994.

The Decision to Use the Atomic Bomb, New York, Vintage Books, 1996.

Barnes, Michael, “The Decision to Use the Atomic Bomb: Arguments Against”, Web, 14 de abril de 2019.

Claypool, Jane, Hisroshima and Nagasaki, New York and London, Franklin Watts, 1984.

Dallek, Robert, Harry S. Truman, New York, Times Books, 2008.

Ham, Paul, Hiroshima Nagasaki: The Real Story of the Atomic Bombings and Their Aftermath, New York, St. Martin’s Press, 2011.

Rachels, James, y Stuart Rachels, The Elements of Moral Philosophy (octava edición), McGraw-Hill Education, 2015.

Schanberg, Sydney, “Soul on Ice”, The American Prospect, 27 de octubre de 2003, consultado el 14 de abril de 2019.

Zinn, Howard, The Bomb, San Francisco, CA, City Lights Books, 2010. [Traducción al castellano, La bomba, Hondarribia, Hiru, 2014].

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