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12 febrero 2020

La interpretación de la Shoah





por Thierry Meyssan 


Breve nota del editor del blog 

Fines de enero fue muy agitado en cuanto a la memoria histórica conmemorativa de la liberación del principal campo de concentración de la Alemania nazi fuera de sus fronteras (Auschwitz - Polonia). Hemos esperado un razonable tiempo para presentar esta publicación, debido a que los medios de comunicación de todo tipo se hallaban cubriendo los actos. 

No cabe duda que en muchos aspectos y dadas las recientes declaraciones oficiales de la Unión Europea, este tipo de conmemoraciones vienen cubiertas con un matiz de corte político que intentan reinterpretar la historia con fines nada nobles y minimizando el recuerdo de las víctimas, a las que, sin embargo, no se cansan de homenajear en diversos actos públicos.

El presente ensayo del internacionalista francés Thierry Meyssan abarca cuestiones tanto del pasado como del presente en el complejo mundo de la política internacional. Solo acotar que esa memoria atávica, primitiva, del ser humano nos recuerda que los humanos preferimos la violencia, la muerte, la guerra sobre otras cosas como forma de demostrar nuestra superioridad ante otro semejante. Esa es una de las reflexiones que obtenemos analizando los anales de la historia. 

Quisiera explicar más detalles de ese trágico episodio, pero dado el contenido de la siguiente investigación no es conveniente, por el momento... La siguente no es una historia de guerra, ni de genocidios, es el análisis de los antecedentes de un crimen que no es solo fruto de la mentalidad nazi, es parte de la "cultura" colonialista de los imperios europeos y sus "instintos" de superioridad, en fin, es algo que ha existido a lo largo de la historia.


***

El «deber de memoria» u «obligación de recordar»


Los seres humanos siempre prefieren hacer todo lo posible por olvidar tanto las desgracias que ‎los hicieron sufrir como las desgracias que ellos mismos provocaron. Esa es la lógica que siguen ‎los romaníes, cuyas familias fueron masacradas junto a las familias judías, y les va mucho mejor.
Por supuesto, para los descendientes es importante rendir homenaje a la memoria de sus ‎familiares muertos. Pero no será eso lo que logre evitar nuevos genocidios. Esto último ‎no tiene nada que ver con la identidad ni con la condición de las víctimas, ni con ‎las de los verdugos. Sólo se trata de la condición humana y ninguno de nosotros está al abrigo ‎de convertirse en monstruo. La civilización nunca es innata.             
 T. Meyssan


Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los nazis perpetraron masacres contra los ‎judíos de Europa y los romaníes. La interpretación de uno de esos genocidios se basa ‎en un desconocimiento de la condición humana y agitan una cantidad de pasiones que, ‎lejos de evitar nuevos genocidios, más bien los propicia.‎


Está conmemorándose el 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de ‎Auschwitz, donde perecieron más de un millón de prisioneros. Hoy se ha convertido a Auschwitz en el ‎símbolo de los campos de exterminio, de los crímenes perpetrados por los nazis y de la Shoah. 
Algunos negacionistas han tratado de rehabilitar la Alemania nazi poniendo en duda su intención ‎de proceder al exterminio de poblaciones, cuestionando que haya asesinado realmente millones ‎de personas y que haya asesinado prisioneros en cámaras de gas. Esa abyecta polémica ha ‎relegado a un segundo plano la cuestión de la comprensión de los hechos. Desde el juicio de ‎Adolf Eichmann, en 1962, la interpretación prevaleciente es la que adoptó la Agencia Judía ‎en aquella época: a partir de la conferencia de Wansee, el antisemitismo nazi se tradujo en un ‎plan de exterminiola Shoah– contra las poblaciones judías de Europa, lo cual marca un punto de ‎ruptura en la Historia. Los judíos, eternos perseguidos, sólo estarán definitivamente protegidos en ‎el Estado de Israel. ‎

Pero, como demostraré aquí, esa interpretación contemporánea ignora toda una serie de hechos ‎relacionados con la cuestión. ‎


En 1994, unas 800.000 personas fueran masacradas a machetazos en Ruanda, en sólo varias semanas.‎ 


La larga historia de los genocidios
Durante los cuatro siglos de colonización del mundo por parte de los europeos occidentales, ‎numerosos Estados supuestamente civilizados perpetraron genocidios.
 ‎
Por ejemplo, cuando el presidente del consejo de ministros del Reino de Italia, Benito Mussolini, ‎proclamó el Segundo Imperio Colonial Italiano, decidió fundar una colonia italiana en Etiopía. ‎Ante la resistencia de los etíopes, Mussolini concibió un plan de «limpieza étnica» que abarcaría ‎toda una región de Etiopía cuya población sería exterminada para sustituirla por colonos italianos. ‎En el marco de ese plan, Mussolini hizo que el virrey Rodolfo Graziani utilizara aviones para regar ‎gas mostaza sobre las aldeas etíopes rebeldes.‎

El uso extensivo de las masacres no es una exclusividad de los europeos occidentales ni de la ‎ideología colonial. Bajo el Imperio Otomano, el sultán Abdul Hamid II organizó la masacre ‎contra los no musulmanes (desde 1894 hasta 1896). El sultán Abdul Hamid II fue derrocado ‎en 1909 por los «Jóvenes Turcos», movimiento militar que reactivó la masacre contra las ‎poblaciones no musulmanas, principalmente en 1915 y 1916. Ambos regímenes compartían la ‎misma ideología –el panislamismo–, según la cual la identidad turca es exclusivamente ‎musulmana. Los armenios fueron los más afectados pero todas las confesiones no musulmanas ‎fueron perseguidas por ambos regímenes. Aquellas masacres no fueron perpetradas en los ‎territorios conquistados por el Imperio Otomano sino en los territorios que hoy forman parte de ‎Turquía [1].‎

Así que existen al menos 2 motivos diferentes para tales masacres:‎ 

- un objetivo militar: la eliminación de poblaciones que oponen resistencia;‎ 
- un objetivo ideológico: la eliminación de poblaciones consideradas extranjeras. 

La política nazi perseguía ambos objetivos pero el exterminio de los judíos en Europa en particular, solo respondía ‎a un objetivo ideológico.‎

Los genocidios tampoco son una exclusividad de los más fuertes contra los más débiles, como ‎queda demostrado por el genocidio perpetrado en Rwanda por los hutus contra la etnia tutsi. ‎Ambos pueblos eran numéricamente similares y la masacre no fue perpetrada por milicias sino ‎principalmente por la población hutu y con machetes. ‎

Estas masacres de masas constituyen «crímenes contra la humanidad». Fue única y ‎exclusivamente bajo esa denominación que el Tribunal Internacional de Nuremberg juzgó a los ‎responsables del genocidio perpetrado contra los judíos de Europa. La noción de «genocidio» ‎fue incorporada al derecho tiempo después de los juicios de Nuremberg. ‎

Bajo la influencia de Raphael Lemkin, se consideró después el genocidio como un crimen aparte ‎entre los crímenes contra la humanidad. Pero también se introdujo una noción de culpabilidad ‎colectiva, lo cual contradice el principio básico de la responsabilidad personal y es contrario al ‎objetivo que se busca. La evolución del concepto ha llevado a que el derecho estadounidense ‎considere hoy que el asesinato de al menos dos personas, motivado sólo por lo que son esas personas ‎y no por sus actos, es suficiente para ser clasificado como «genocidio». 

Estados Unidos se planteó la cuestión racial antes que Alemania. Pero, ‎en vez de asesinar a las poblaciones que consideraban “razas inferiores”, los estadounidenses ‎se pronunciaron por su esterilización obligatoria.‎ 
¿Por qué los nazis trataron de exterminar a los judíos?
El programa nazi preveía reconstituir el imperio alemán cuyo surgimiento quedó bloqueado ‎al final de la Primera Guerra Mundial por el Tratado de Versalles. Pero en vez construir el imperio ‎alemán conquistando África, Asia o Latinoamérica, territorios ya distribuidos entre el Reino Unido ‎y Francia, Alemania se planteó la conquista del este de Europa
Los nazis, herederos de Goethe y de Beethoven, se creían humanistas de nacimiento. Conforme a ‎la ideología colonialista europea, justificaban su voluntad de conquista afirmando que ‎los pueblos que pretendían dominar eran culturalmente inferiores. Adolf Hitler así lo explica en ‎‎Mein Kampf. En ese libro, Hitler nunca habla de «subhumanos» (untermenschen). ‎Esa expresión sólo apareció más tarde, a raíz del «consenso científico» de la época: ‎los medios científicos occidentales estaban convencidos de que las conquistas coloniales ‎demostraban la existencia de una jerarquía entre las razas y que los europeos occidentales ‎estaban en lo más alto de esa jerarquía, así que buscaban cómo distinguir esas razas entre sí ‎mediante una serie de características [2]. ‎La ciencia actual ha demostrado lo absurdo de esa noción, que sin embargo persiste en ‎numerosos países, como en Estados Unidos, donde las estadísticas oficiales siguen clasificando a ‎las personas según ese concepto imaginario [3].‎

Para los nazis, los primeros «subhumanos» eran, por consiguiente, los eslavos, cuyos territorios ‎pretendían conquistar, y su primer blanco fueron los eslavos. Sin embargo, como el canciller ‎Hitler justificaba su voluntad de conquista de un espacio vital (lebensraum) afirmando la ‎superioridad de su «raza» –concepto ampliamente compartido en aquella época por los pueblos ‎occidentales– agregó a su lista los romaníes (o sea la población denominada indistintamente ‎como pueblo gitano, cíngaros o roms) y los judíos simplemente por tratarse de pueblos nómadas o de ‎pueblos sin tierra. Por supuesto, esta condena de los judíos como raza se basaba en el ‎antisemitismo europeo, que el propio Hitler alimentó, pero no fue por antisemitismo que ‎los judíos fueron clasificados como «subhumanos». De hecho, aunque no existe una cultura ‎europea antiromaní, ese pueblo también fue clasificado como «subhumano». ‎

La noción misma de antisemitismo no tiene mucho que ver con los judíos. Los semitas son ‎árabes, algunos de ellos de confesión judía. Por otro lado, gran parte de los judíos de Europa ‎no son originarios de Palestina sino descendientes de poblaciones del Cáucaso convertidas en el ‎siglo X [4].‎

Inicialmente algunos nazis no eran tan hostiles a los judíos alemanes como hoy se cree [5].‎ 

- Antes y después del ascenso de los nazis al poder –pero ya bajo la autoridad de Josef Goebbels–‎‎, Leopold von Mildenstein organizó viajes de oficiales nazis a Palestina, entonces bajo mandato ‎británico. El partido nazi (NSDAP) consideraba inaceptable que los judíos no tuviesen su propio ‎Estado y, por consiguiente, apoyaba la noción del hogar nacional judío en Palestina

- Cuando Alemania ya había adoptado leyes contra los judíos, el partido nazi negoció con la ‎Agencia Judía, en 1933, los Acuerdos de Haavara que autorizaban a los judíos a instalarse ‎en Palestina [6].‎ 

- Las cosas evolucionaron en una mala dirección. En 1938, o sea antes de la guerra, el ministro ‎francés de Exteriores, Georges Bonnet, propuso a la Alemania nazi trasladar los judíos franceses ‎y alemanes a la colonia francesa de Madagascar. Polonia –como acaba de recordarlo ‎el presidente ruso Vladimir Putin– se unió entonces a Francia y Alemania para crear una comisión ‎encargada de preparar la aplicación de ese plan, que nunca llegó a concretarse [7]. ‎

No fue hasta finales de 1941, después de haber agotado todas las opciones y cuando la invasión ‎iniciada contra la URSS comenzó a convertirse para ellos en una pesadilla, que los nazis optaron ‎por la «solución final»: el asesinato en masa.

Rudolf Höss ante el tribunal de Nuremberg. ‎ 

El caso de Rudolf Höss
Antes de la Primera Guerra Mundial, Alemania disponía de un imperio, como las demás grandes ‎potencias europeas. Como militar alemán, Franz Xaver Höss fue enviado al Sudoeste Africano –la ‎actual Namibia–, donde participó en el primer genocidio del siglo XX: la masacre contra las etnias ‎herero y nama. ‎

Su hijo, Rudolf Höss, se enroló desde muy joven en el ejército imperial, durante la Primera Guerra ‎Mundial, y formó parte de los refuerzos alemanes enviados al Imperio Otomano. En sus ‎memorias, Rudolf Höss dice haber luchado contra los británicos en Palestina [8]. En realidad, ‎Rudolf Höss estuvo en la Turquía actual y participó en la masacre desatada por el movimiento ‎militar de los Jóvenes Turcos contra las poblaciones no musulmanas.
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Veinte años después, Rudolf Höss, se enroló en las SS y fue nombrado, en 1940, director del ‎complejo de Auschwitz. Al principio, Auschwitz era un campo de concentración concebido según ‎el modelo de los que habían creado los británicos durante la Guerra de los Boers, en África ‎del Sur. A finales de 1941, se agregó un campo de exterminio (Auschwitz-Birkenau) y, ‎a mediados de 1942, un campo de trabajos forzados (Auschwitz-Monowitz), donde el banquero ‎estadounidense Prescott Bush –padre y abuelo de los dos presidentes Bush– invirtió capitales que ‎le reportaron jugosas ganancias [9].‎

Rudolf Höss afirmó haber sido siempre un hombre normal. Aunque parezca increíble, este individuo ‎no veía como anormal el asesinato masivo de armenios y judíos… en definitiva su padre había ‎asesinado en masa africanos hereros y namas. ‎

El profesor austriaco Konrad Lorenz, fundador de la etología y ‎premio Nobel, era un nazi convencido. Militó en pro de que los homosexuales fuesen ‎marginados de la sociedad, como en los casos donde la medicina impone la amputación de una ‎parte del cuerpo para salvar al paciente. ‎ 

El «exterminio» de los homosexuales



Siguiendo el consenso científico de su época, los nazis trataron de preservar la «raza» ‎germánica prohibiendo los matrimonios interraciales. Eso no era nada nuevo, en Alemania ya ‎se hacía desde 1905, o sea antes de la Primera Guerra Mundial, y también se había hecho en ‎muchos otros países occidentales. ‎

Pero no se trataba sólo de impedir el nacimiento de mestizos, también se buscaba preservar el ‎patrimonio genético de la raza. El Instituto Káiser Guillermo (equivalente alemán del actual CNRS ‎francés (Centro Nacional de la Investigación Científica, siglas en francés) afirmó que si ‎un hombre penetraba a otro hombre podía transmitirle elementos de su patrimonio genético, ‎lo cual significaba que los «homosexuales pasivos» constituían un riesgo. Es por eso que ‎los nazis penalizaron la homosexualidad entre hombres, a pesar de que inicialmente esta ‎había sido públicamente dominante entre los miembros del partido nazi. ‎

Los homosexuales sorprendidos in fraganti eran “invitados” a aceptar la castración o ‎encarcelados como antisociales. Numerosos médicos, como Sigmund Freud, distribuyeron entonces certificados médicos que presentaban la homosexualidad como una enfermedad y ‎afirmaban que el “paciente” en cuestión estaba siguiendo una terapia, con lo cual salvaban ‎al paciente de la castración y de la cárcel. Ciertos grupos citan hoy aquellos certificados falsos ‎para afirmar que el fundador del psicoanálisis condenaba la homosexualidad o la consideraba una ‎patología. ‎

Después de haber asistido en Ámsterdam a la inauguración de un monumento dedicado a los ‎homosexuales deportados –que al parecer fueron unos 5.000 en todo el Reich–, yo mismo ‎fundé una asociación para que se reconociera ese crimen en Francia. Así organicé varias ‎ceremonias con asociaciones de deportados. Conocí entonces a un testigo, Pierre Seel, que ‎contó con lujo de detalles como fue deportado al campo de concentración de Struthof debido a su ‎condición de homosexual y logré que se modificaran por decreto las condiciones para el ‎reconocimiento de la categoría de deportado para que Pierre Seel fuera reconocido como tal. ‎Pero, durante la elaboración de su expediente, se comprobó que aquel testigo mentía y que había ‎sido deportado como alsaciano desertor [10]. Pedí ‎entonces a un amigo, el senador Henri Caillavet, presidente de la Comisión Nacional de ‎Informática y Libertades (CNIL), que investigara sobre la deportación de homosexuales franceses. ‎Al cabo de un año de investigación, el senador Caillavet comprobó que la policía francesa ‎nunca abrió un fichero dedicado a los homosexuales y que nunca hubo deportaciones de ‎homosexuales en Francia, ni tampoco en la Alsacia anexada por el Reich. A pesar de ‎lo anterior, la versión de Pierre Seel fue popularizada y en la ciudad de Toulouse existe incluso una ‎calle que lleva su nombre. ‎

Esta historia me enseñó mucho sobre las exageraciones que los grupos humanos pueden llegar a ‎orquestar para atribuirse la aureola de mártires. Se extendió así la creencia de que el Reich quiso ‎exterminar a los homosexuales masculinos y las lesbianas, lo cual es absolutamente falso. Nunca ‎hubo represión del lesbianismo y los nazis sólo reprimieron la homosexualidad entre los hombres ‎e incluso únicamente entre las poblaciones llamadas «arias». Sólo 48 hombres fueron ‎identificados como homosexuales en Auschwitz. Habían sido deportados a ese campo de ‎concentración y, los que sobrevivieron, fueron liberados en 1942 y obligados a servir como ‎‎«arios» en la «guerra total» contra los Aliados. ‎

¿Tenemos que recordar aquí que las cuestiones de los judíos, los romaníes o los homosexuales ‎no tuvieron absolutamente nada que ver con el inicio de la Segunda Guerra Mundial?
Otto Buchinger, pionero de la ecología. 


Régimen de alimentación
Sigue pareciendo difícil entender por qué los nazis alimentaban, aunque ciertamente muy mal, a los prisioneros ‎que querían eliminar. En realidad alimentaban sólo a los que querían explotar como fuerza de ‎trabajo. Con ellos utilizaban la extraña sopa del doctor Otto Buchinger.‎

Este gran médico era un militante de la Lebensreform, del regreso a la naturaleza. Otto ‎Buchinger teorizó sobre el papel reparador del ayuno y descubrió que se puede trabajar duro y ‎casi sin comer si uno bebe una sopa muy clara. El cuerpo pierde volumen rápidamente pero ‎produce una gran energía. Los trabajos del doctor Otto Buchinger aún se aplican en las clínicas ‎que sus descendientes poseen en Alemania y España, donde los miembros de las dinastías ‎reinantes en las monarquías árabes ‎del Golfo suelen internarse para bajar de peso. Los nazis, que ‎también eran fervientes partidarios del regreso a la naturaleza –el propio Hitler era vegetariano y ‎prohibía que se fumara en su entorno– utilizaron la sopa del doctor Otto Buchinger para hacer ‎trabajar a sus prisioneros, sabiendo que al final ese régimen de alimentación acabaría ‎matándolos.

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El ritual judío del holocausto.‎ 

Solución final, Holocausto y Shoah
Los historiadores designan la liquidación de los judíos de Europa como la «solución final». Pero ‎también se conoce como el «Holocausto» o la «Shoah», dos términos que designan ‎interpretaciones particulares de ese hecho. ‎

El término “holocausto” es utilizado por los cristianos evangélicos estadounidenses y hace ‎referencia a un ritual judío donde se sacrifica una décima parte de los animales y sus cuerpos son quemados. Según su teología, Dios dispuso el exterminio de los judíos de Europa antes de que ‎el Mesías regresara a la Tierra. Así que no es un término muy respetuoso para las víctimas. ‎En todo caso, cuando conocieron la existencia de los campos de exterminio, algunos oficiales ‎evangélicos estadounidenses aconsejaron a su estado mayor no intervenir para ‎no interferir en lo que veían como el «plan de Dios». Dado el hecho que los nazis ‎se esforzaban por matar lejos de la mirada pública, bombardear las vías férreas habría bastado ‎para detener instantáneamente el genocidio, no sólo de los judíos sino también de los romaníes. ‎

La palabra Shoah es un vocablo hebreo que significa “catástrofe” y que hace referencia al ‎silencio de Dios durante la tragedia. Por analogía, los palestinos designan su propia expulsión de ‎la tierra palestina, en 1948, como la Nakba, vocablo que también significa “catástrofe” pero ‎en árabe. ‎

Sabiendo todo lo anterior, no parece que el genocidio contra los judíos sea diferente a ‎los demás, ni que constituya un punto de ruptura en la Historia o que sea resultado sólo del ‎antisemitismo. Y mucho menos que el Estado de Israel ofrezca a los judíos la protección a la que ‎tendrían derecho. Si así fuese, no habría en Israel 50.000 sobrevivientes de los campos de ‎exterminio que viven hoy por debajo del límite de pobreza. 

En 2016, Rusia realiza un concierto en el gran anfiteatro antiguo de la ‎ciudad siria de Palmira, utilizado por los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh) para asesinar ‎públicamente “enemigos de Dios”. Ese concierto marca el regreso de la civilización. 


Ni buenos ni malos, tan solo hombres
La puesta en práctica de la «solución final» fue planificada por los nazis y parcialmente llevada ‎a cabo por alemanes. Pero la gran mayoría del personal de los campos de exterminio venía de las ‎repúblicas bálticas.‎

Si se considera que de todos los implicados ninguno hizo nada por detener el crimen, es ‎cuando menos injustificado atribuir la responsabilidad únicamente a Alemania. Lo cierto es que la época ‎pensaba como los nazis, aunque sólo ellos fueron hasta las últimas consecuencias de lo que ‎pensaban. ‎

La evaluación de una ideología debe tener en cuenta sus premisas y admitir que todos podemos ‎acabar tomando una dirección equivocada
Por ejemplo, el Estado de Israel se creó en nombre de la ideología sionista británica [11]. ‎Se trataba de crear una colonia que contribuyera a la expansión del Imperio británico. Israel fue ‎proclamado por David Ben-Gurion, que no era judío en el sentido religioso del término sino ateo, ‎aunque hacia el final de su vida recobró la fe y se hizo… budista. El Estado de Israel concede la ‎nacionalidad israelí según criterios que nada tienen que ver con la religión judía, de manera que ‎esos criterios incluyen numerosas personas rechazadas por los rabinos. Israel no optó por la ‎eliminación de las poblaciones autóctonas y prefirió expulsarlas de los territorios donde vivían. ‎Poco a poco ha ido ocupando nuevos territorios, tragándose casi por completo los territorios de ‎los árabes palestinos. Sin embargo, como algunos palestinos obtuvieron la nacionalidad israelí ‎en 1948 y hoy representan una quinta parte de la población de Israel.

El primer ministro ‎Benyamin Netanyahu –miembro del Likud– impuso la proclamación de Israel como «Estado ‎judío», oficializando así una jerarquización entre los ciudadanos israelíes e imponiendo al Estado ‎una lógica de selectividad entre sus ciudadanos. A pesar de las apariencias, es exactamente ‎la misma lógica que condujo el primer ministro laborista Yitzhak Rabin a plantearse la «solución ‎de los dos Estados»: el objetivo es separar las «razas». Todavía es posible dar marcha atrás. 

Ceremonia de conmemoración del 75º aniversario de la liberación de los ‎prisioneros de Auschwitz.‎ 


[1] «La Turquía de hoy continúa el genocidio armenio», por ‎Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de abril de 2015.
[2] The Nazi Connection: Eugenics, American Racism, and ‎German National Socialism, Stefan Kuhl, Oxford University Press, 2002; War Against the Weak: ‎Eugenics and America’s Campaign to Create a Master Race, Edwin Black, Dialog Press, 2012.
[3] Hitler’s American Model: The United States and the ‎Making of Nazi Race Law, James Q. Whitman, Princeton University Press, 2017.
[4] The Invention of the Land of Israel: From Holy Land to Homeland, Slomo Sand, Verso, ‎‎2012. Existe una edición en francés titulada Comment la terre d’Israël fut inventée: De la ‎Terre sainte à la mère patrie, [En español: “Como se inventó la tierra de Israel: de la ‎Tierra Santa a la madre patria”], Flammarion, 2014.
[5] The ‎Origins of the Final Solution: The Evolution of Nazi Jewish Policy, September 1939-March 1942, ‎Christopher R. Browning, University of Nebraska Press, 2004.
[6] The Transfer Agreement: The Dramatic Story of the Pact Between the Third Reich ‎and Jewish Palestine, Edwin Black, Dialog Press, 2009.
[7] «Rusia recuerda que Polonia y ‎el III Reich habían planificado ‎la deportación de los judíos desde 1938‎», Red Voltaire, 25 de diciembre de 2019.
[8] Death Dealer: The ‎Memoirs of the SS Kommandant at Auschwitz, Rudolf Hoss, Prometheus, 2012.
[9] «Los Bush y Auschwitz, una larga historia», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, ‎1º‎ de junio de 2003.
[10] La región geográfica denominada Alsacia, en el este ‎de Francia, es de cultura inicialmente germánica y, en diferentes momentos de la historia, estuvo ‎sucesivamente bajo control alemán o francés. Durante la Segunda Guerra Mundial, Alsacia, para ‎entonces parte de Francia, fue anexada nuevamente por el Reich y los jóvenes alsacianos fueron ‎incorporados al ejército alemán o considerados desertores. Nota de la Red Voltaire.
[11] «¿Quién es el enemigo?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de agosto de 2014.

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28 enero 2020

Dresde. Diversas posiciones de una misma tragedia humana.






Parte I

Introducción, cifras y fuentes

Por Tito Andino U. 

Recordamos 75 años de la tragedia ocasionada por las fuerzas Aliadas en la ciudad alemana de Dresde que precedería en los siguientes meses a la capitulación incondicional de Alemania y el fin de la guerra en Europa. Dado el tiempo transcurrido y ante la existencia de decenas de artículos y libros que difieren y polemizan sobre los hechos, es imprescindible revaluar los datos que ha acumulado la historiografía a lo largo de estas décadas. 

Entre el 13 y 15 de febrero de 1945, escuadrones Aliados pertenecientes a la Real Fuerza Aérea británica (RAF) y las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos (USAAF) bombardearon Dresde, una brutal incursión que sembró de terror y muerte a la capital de Sajonia. En total fueron cuatro raids consecutivos, participaron más de mil bombarderos pesados que arrojaron sobre la ciudad un aproximado de cuatro mil toneladas de bombas combinadas entre artilugios incendiarios y explosivos.

La polémica acción de guerra sigue siendo discutida en el presente. Por obvias razones, incluida la ideológica, nos encontramos con debates exclusivamente sobre el número de víctimas, son muy pocos quienes se preguntan sobre el por qué de ese arrasador ataque. La cifra de personas fallecidas varía conforme apreciaciones políticas no siempre ajustadas a la verdad histórica, eso significa que, según la fuente de su consulta, los números se alterarán drásticamente.

Hay un antecedente discutible, algunos historiadores han planteado la hipótesis que si la Conferencia de Yalta marcó el destino de Dresde? Al no existir evidencias rotundas, diremos que la Conferencia de Yalta (4-11 febrero 1945) culminó a escasos par de días de los atroces bombardeos, es verdad que en la Conferencia los Aliados occidentales (Estados Unidos y Gran Bretaña) escucharon peticiones soviéticas para realizar raids aéreos en el este de Alemania (aunque no se menciona ninguna ciudad en las actas de la Conferencia). Es poco probable que los Aliados occidentales hayan podido montar un operativo de esa magnitud tan solo dos días después de culminada la reunión de los "Tres Grandes"; y, sobre todo, es dudoso que se haya aceptado la petición soviética si más cuestionamientos debido a la ya marcada rivalidad entre los Aliados (solo la lucha contra el nazismo los mantenía unidos); aún más, según el libro del historiador Frederick Taylor, los soviéticos “claramente preferían mantener a la RAF y la USAAF lejos del territorio que pronto ocuparían". Así que, siendo objetivos, la destrucción de Dresde por pedido soviético debe descartarse.



Conferencia de Yalta, Crimea (4-11 febrero 1945) Churchill, Roosevelt y Stalin posando para las cámaras en el Palacio de Livadia.


Estratégicamente en el campo militar se argumentó atacar una de las pocas ciudades que no habían sido afectadas durante los años de guerra, Dresde, por la existencia de nudos de comunicaciones, zonas industriales y centros operativos de la retaguardia del Frente Oriental, podría facilitar la movilización de las reservas de la Wehrmacht o su reubicación; también cabe plantear la posibilidad (mínima) que el Ejército Rojo sea sometido a contraataques que frenaran su rápida arremetida contra territorio alemán. Antony Beevor en "La Segunda Guerra Mundial" cree que el objetivo principal era causar una avalancha de refugiados que estorbase los movimientos de las tropas alemanas al frente ruso.  Según Tami Biddle en "Rhetoric and Reality in Air Warfare", el 1 de febrero de 1945 se decidió llevar a cabo la "Operación Trueno", Berlín, Leipzig y Dresde eran fijadas como objetivos prioritarios (es decir, antes de la Conferencia de Yalta). También Biddle plantea que se trataba de demostrar el poderío aéreo occidental ante una débil fuerza aérea de sus aliados soviéticos. Por su parte, Ian Kershaw aprecia las condiciones metereológicas favorables, la casi nula defensa antiaérea, la cantidad de refugiados dentro de una urbe que sobrepasaba los 600.000 habitantes, como aspectos decisivos para el ataque. 


Sin embargo de esas alegaciones que tienen cierto fundamento histórico y de evidente carácter militar, los raids aéreos no cumplieron una misión táctica, procediendo a devastar la antigua ciudad sajona.

En ese sentido, es imposible confirmar, salvo un cálculo aproximado, el real número de víctimas que van desde la muy conservadora cifra de 25.000 hasta llegar a los cientos de miles de fallecidos. En todo caso, no es dable hacer odiosas comparaciones de esa acción militar -evidentemente desproporcionada- con otros duros bombardeos. No se hace justicia histórica con tratar de comparar Dresde con los ataques aéreos contra ciudades como Tokio o Hamburgo, con decenas de miles de víctimas; o, comparar con el número de bajas fatales conjuntas de Hiroshima y Nagasaki que combinadas dejarían un menor número de muertes en relación con el raid sobre Dresde (según la fuente que usted consulta).

Estamos interesados en buscar las razones políticas de la orden de arrasar Dresde. El más reciente trabajo investigativo ha sido presentado escasos días atrás, el libro "Dresde 1945 Fuego y oscuridad" (Taurus, 2020) del conocido historiador británico Sinclair McKay, es una narrativa de corte testimonial que reconstruye el horror vivido, incluso enfoca el miedo propio de los tripulantes de los bombarderos (se estima en 50.000 pilotos y tripulantes muertos en la guerra). En general, la obra no recoge mayores aportaciones a lo conocido y para nuestro cometido. También el señor McKay acoge la cifra aproximada de 25.000 víctimas en Dresde. Los detalles a destacar, en una reciente entrevista promocional del libro, confirma la atrocidad del bombardeo de Dresde, pero el autor deja sentado sus dudas de calificar la acción como crimen de guerra. McKay sustenta esta tesis al considerar que, de ser el caso, todos los bombardeos sobre ciudades alemanas serían crímenes de guerra. Cita algunas frases no tan sinceras de Churchill: "La cuestión moral, efectivamente, es el núcleo del bombardeo de Dresde. Ya en 1943, Churchill tenía serias dudas sobre la moralidad del bombardeo de ciudades y acusó al Mando de Bombardeo de la RAF de "actos de terror". Hace una relación con otros casos como Guernica, "Dresde es parte de ese patrón terrible que culmina en Hiroshima y Nagasaki". Plantea que sin ese bombardeo la guerra pudo haberse alargado, Dresde generó "efectos militares inmediatos: obstaculizó los movimientos del Ejército alemán, ayudando al Ejército Rojo y además el shock que provocó en la población civil alemana les devolvió a la cruda realidad de que Hitler no iba a darle la vuelta a la guerra con sus armas maravillosas, que el régimen nazi estaba acabado". Es decir, concuerda con otros autores que, uno de los objetivos era sembrar el derrotismo entre la población alemana.




Existen presunciones que los Aliados pudieron haber previsto ocasionar -cuantitativamente- un número de bajas de gran magnitud (o genocidio, si alguien quiere usar el término), comparables, de cierto modo, a los crímenes del nazismo, con la diferencia que éstos últimos lo hacían conscientemente bajo un programa oficial y sistemático de asesinato de las "razas inferiores"; esto no desliga a los Aliados de su responsabilidad por haber perpetrado un abominable crimen

A la fecha (y esta es una apreciación personal, basada en toda la información recopilada) la historiografía existente nos acerca a una cantidad (aproximada) a las 40.000 víctimas mortales, acogiéndonos a la duda razonable, hemos sumado desaparecidos y refugiados que no se hallaban registrados. Exigir una cifra exacta de fallecidos es imposible por diversos factores. (Al respecto es meritoria la entrada de la Wikipedia: Bombardeo de Dresde, basada en fuentes historiográficas y los más recientes estudios que incluyen datos y análisis científicos para determinar una cifra incluso inferior a la señalada en este párrafo).

De la entrevista a McKay (nota de prensa del Diario español ´El País´, 23 enero 2020) hay una  frase clave respecto al número de víctimas "se hizo un recuento muy pormenorizado y no pueden haber sido muchos más (25.000), pese a Goebbels y David Irving". Esto en alusión a los discursos del ministro nazi de propaganda y del libro del inglés David Irving "The destruction of Dresden". Recomendable, en nuestros días, es revisar más fuentes alemanes y menos "revisionistas investigativos" castellanos. 

Solo como ejemplo, la entrada en alemán sobre los bombardeos de Dresde (Wikipedia) es la mejor descripción sobre la estratégica ciudad desde el punto de vista militar. El nodo ferroviario de Dresde era el tercer punto de transbordo ferroviario más grande del Reich, las líneas conectaban con Berlín, Praga, Breslau, Varsovia, entre otras. Para febrero de 1945, la ciudad era ya la última guarnición militar intacta detrás del Frente Oriental. Las empresas industriales no habían sufrido daños en la región y convertidas en gran medida para el sustento de la economía de guerra, había industria del acero, química, ingeniería y otras de tecnología. 

Volvamos a las estadísticas. Para ser más verídicos, las primeras estimaciones fueron proporcionadas por fuentes alemanas de la época, los propios nazis dieron el primer dato, algo más de 18.ooo víctimas mortales y decenas de miles de heridos y danmificados. Luego, dándole un matiz político, la información fue directamente divulgada por el Ministerio de Propaganda del Dr. Goebbels, con números nunca menores a los 100.000 y con cifras muy variables (al alza hasta el medio millón o más de víctimas). Por obvias razones, la información "oficial" de los órganos del estado nazi eran la única fuente de noticias, las que eran citadas por medios internacionales, mismas que perdurarían incluso en la inmediata posguerra. Aquí cabe señalar que las notas de prensa divulgadas por una parte interesada en el conflicto no son fuentes de la historia, una noticia bien puede usársela como referencia, pero no como un hecho incuestionable. La historia sería diametralmente diferente si la escribiéramos basados en los artículos de los periódicos. Un hecho es noticia inmediata, pero no suple las causas que originan ese acto. Los artículos de prensa cuya fuente provenía de datos proporcionados por el Ministerio de Propaganda nazi era el resultado de la alteración cuantitativa de los reales informes documentados emitidos por los cuerpos de socorro, conforme posteriores investigaciones que incluyeron análisis científicos

No intento desatar otra polémica por la cuantificación de víctimas. El morbo de medir la tragedia en el número de fallecidos no hace justicia a lo que debería ser primordial para la historia, el por qué de ese crimen de guerra. Es el mismo morbo deleznable del "revisionismo" de negar el holocausto al no existir cifras verificables del crimen, aun a sabiendas de la expresa destrucción de archivos y evidencias materiales. 

Es innegable que el tema se encuentra politizado en la actualidad, los defensores de la extrema derecha y grupos neo nazis han venido efectuando una larga campaña (de muchos años) para usar las imágenes de las víctimas como mártires y equilibrar la balanza con los crímenes del nazismo. Triste, los civiles siempre serán las víctimas, sean de cualquier bando y en cualquier guerra. 

Sí, Dresde es un crimen, un crimen de guerra atroz, al que, aunque queramos, no podemos calificar de genocidio al no constituirse todos los elementos esenciales para tipificar jurídicamente con esa figura delictiva. Es un crimen porque no guarda proporcionalidad entre los objetivos militares que establecen las costumbres y las leyes de la guerra y las acciones efectuadas por los acusados contra la población civil sometida a bombardeo


Arrasar una ciudad sin otro objetivo que enviar mensajes de tinte político a un aliado y potencial rival -como es la hipótesis central de esta ponencia- sobrepasa cualquier estrategia de carácter militar, constituyéndose en un detestable acto de barbarie humana. 

Por supuesto, el lector es libre de repasar la obra que le interese o guste, sea por afinidad ideológica, política o predilección por un autor determinado. Sin embargo, un verdadero historiador debe valerse no solo de las fuentes documentales primarias, debe acoger las recientes investigaciones científicas, disponibles para cualquier consulta. 



Portadas en inglés (1964, primera edición) y en castellano del libro de David Irving. 

Debe estar ya claro cual es el origen de las desproporcionadas cifras de víctimas civiles en Dresde. Esas "estadísticas" en la posguerra fueron utilizadas con un propósito concreto y tienen un nombre: DAVID IRVING, "The Destruction of Dresden" (1963), el libro fue un betseller en la década de 1960 bajo el debate de la moralidad de los bombardeos contra la población civil. Irving escribió para la revista "Neue Illustrierte" una serie de 37 artículos referentes a los bombardeos estratégicos, bajo el título "Wie Deutschlands Städte starben" (Cómo murieron las ciudades de Alemania), base de su popular libro. La obra era muy conocida y sometida al análisis de expertos. Irving cambió muchos datos en diferentes ediciones. En la primera edición, estimaba que murieron más de 135.000 personas, afirmando que la "documentación sugiere muy fuertemente que la cifra fue ciertamente entre un mínimo de 100.000 y un máximo de 250.000"; en las siguientes décadas y posteriores ediciones del libro se van ajustando las cifras, por ejemplo, la edición de 1971 estima en más de 100.000 los muertos; la edición de 1995 habla de una cifra entre los 50.000 y 100.000... 

Estos detalles los encontramos descritos en la investigación del catedrático e historiador Richard J. Evans: "David Irving, Hitler and Holocaust Denial" (David Irving, Hitler y la negación del Holocausto). Hace mucho que los libros de Irving dejaron de ser fuentes fiables dado su radical posicionamiento y uso fraudulento de documentos, comprobado en juicio (Irving v. Penguin Books Ltd. y Deborah Lipstadt). Irving demando a la Dra. Lipstadt y a su editor (Penguin Books Ltd.) por difamación arguyendo que su reputación como historiador había sido difamada. El fallo judicial fue favorable a los demandados (año 2000). Irving no pudo demostrar que era historiador titulado (eso no significa que haya que obtener ese título académico para ser un buen investigador, ahí tenemos el caso de excelentes publicaciones de investigación realizadas por periodistas que han sido un aporte trascendental para la historia), la sentencia determinó que Irving deliberadamente tergiversó y manipuló evidencia histórica por sus inclinaciones ideológicas, describiendo al escritor inglés como un extremista que promueve el neonazismo. 

También circula las populares ediciones de Kurt Vonnegut, quien usó el libro de Irving para escribir una novela (Matadero Cinco) y sumarse a la cifra de los 135.000 fallecidos. Esta cifra (135.000) fue pronunciada en 1965 por el General de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, Ira Clarence Eaker, es decir luego de la aparición del libro de Irving.




En fin, en ese sentido, en la actualidad unos de los libros más consultados sobre la temática son: "Dresden: Tuesday 13 February 1945", Londres (2004) de Frederick Taylor; y, "Dresden im Luftkrieg: Vorgeschichte - Zerstörung - Folgen" (1994) del periodista alemán Götz Bergander. Sobre el primero se comentará en la tercera parte de este ensayo, tema que fue redactado por el conocido historiador belga, Dr. Jacques Pauwels. Previamente revisaremos otro punto de vista divergente. 


Parte II

"A US War Story. Dresden Germany". 
(Una historia de guerra de los Estados Unidos) 



por Larry Romanoff

Un breve e interesante artículo escrito por Larry Romanoff publicado en Global Research, el 1 de noviembre de 2019 (única versión en inglés, vale la pena transcribirlo integramente) ya que es el contraste entre unas y otras publicaciones. No obstante, debemos aclarar que las duras líneas de Romanoff contra los Aliados Occidentales en la segunda guerra mundial no sirve para justificar los crímenes nazis. Es válido, también, señalar que hay algunas puntualizaciones, las clásicas cifras de víctimas, que sobrepasan cualquier cálculo razonable y que Romanoff no enuncia sus fuentes.
La acusación de Romanoff tiene un mérito, sirve para desenmascarar en el presente la doctrina geopolítica de los EEUU/OTAN en contra de su Aliado en la segunda guerra mundial, la extinta URSS; que nos conduce al origen de la "Guerra Fría", las constantes crisis entre superpotencias y en el presente a las críticas de una nueva corriente "revisionista" del mundo occidental (distinta al "revisionismo" neo nazi) que intenta endosar la responsabilidad del origen de la guerra mundial a los soviéticos en contubernio con el nazismo. Es decir, intromisión político-ideológica en asuntos que corresponden a la ciencia de la historia.
Repasemos el artículo de Larry Romanoff.

Los occidentales saben que los estadounidenses bombardearon la ciudad de Dresde en Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial, pero la mayor parte de la verdad fue suprimida tan pronto como sucedió. Dresde fue el centro cultural del este de Alemania, una ciudad llena de museos y edificios históricos, y los historiadores coincidieron unánimemente en que Dresde no tenía valor militar. La poca industria solo producía cigarrillos y porcelana (Nota del editor del blog: No es verdad que los historiadores coincidan unánimemente negando que Dresde tenía valor militar estratégico e industrial).

Ni Churchill ni Roosevelt estaban interesados ​​en poner fin a la guerra o atacar instalaciones militares que todavía existían a cien kilómetros fuera de Dresde. En ese momento, el ejército ruso avanzaba, y hay algo de cierto en la historia de que los estadounidenses querían mostrarles a los rusos el increíble poder de una fuerza militar verdaderamente avanzada, para evitar que Rusia albergue ambiciones sobre Europa. Parece que tanto el primer ministro británico Winston Churchill como el presidente estadounidense Roosevelt querían lo que llamaron "una carta de triunfo", un devastador "trueno de aniquilación angloamericana" con el que "impresionar" a Stalin. Pero esto podría haberse logrado de muchas otras maneras y lugares. Dresde no fue seleccionada por este motivo. Hubo otras dos motivaciones principales que pronto serán evidentes.

El bombardeo con fuego de Dresde es uno de los muchos eventos históricos que han sido fuertemente desinfectados por los vencedores, con reclamos de víctimas por los llamados historiadores que van desde 25.000 o 30.000 cuando el recuento probable fue al menos 30 veces ese número. La mayoría de las versiones limpias de este holocausto tienden a ignorar virtualmente o subestimar deliberadamente la gran corriente de refugiados que había estado llegando a Dresde durante semanas; las estimaciones más precisas que he visto varían desde 500.000, esto además de la población regular. Tanto Churchill como Roosevelt eran plenamente conscientes de esta enorme e indefensa horda y, en su búsqueda de su "trueno de cartas de triunfo", fueron citados como buscando activamente "sugerencias sobre cómo incendiar a 600.000 refugiados". Internet sobre este tema está muy desinfectado.

Un punto importante que los historiadores han elegido pasar por alto es que los estadounidenses y los británicos bombardearon no solo a Dresde, sino también a cientos de ciudades más pequeñas que la rodean, muchas de las cuales fueron totalmente destruidas y que nunca fueron reconstruidas. La razón fue genocida, una pequeña parte de la intención general de destruir totalmente a Alemania. Con la destrucción total de estas ciudades más pequeñas, la población estaba siendo conducida, conducida como animales, a ciudades más grandes como Dresde, donde podrían ser aniquiladas en un solo ataque masivo. Los bombardeos iniciales rodearon áreas como Dresde, expulsando a la gente de sus pueblos y llevándola a los centros más grandes donde podrían encontrar comida y refugio y tal vez atención médica. A menudo, los Aliados bombardearon las carreteras y ferrocarriles circundantes para evitar la fuga de refugiados en esas direcciones, incansablemente llevándolos a los mataderos. El plan era exterminar a la mayor cantidad posible de alemanes. En la fecha del bombardeo, la ciudad estaba llena de cientos de miles de refugiados que huían de otras áreas bajo ataque.

Otro elemento que los historiadores se niegan a enfrentar es que Dresde fue seleccionada específicamente para el exterminio, no a pesar de su valor cultural, sino por su participación en el corazón del patrimonio cultural alemán, dejando una herida que nunca podría sanar, por la permanente destrucción de porciones irremplazables del alma alemana, para abrir una herida en la psique alemana que nunca sanaría.

En sucesivas oleadas de ataques con bombas incendiarias, los estadounidenses convirtieron a toda la ciudad en una masiva tormenta de fuego, matando quizás a un millón de civiles. Con la gran cantidad de refugiados, nunca se conocerán los totales reales, pero fue una de las peores masacres de un solo evento de todos los tiempos. El escritor Kurt Vonnegut escribió más tarde:

“Ustedes quemaron el lugar, lo convirtieron en una sola columna de llamas. Más personas murieron allí en la tormenta de fuego, en esa gran llama, que las que murieron en Hiroshima y Nagasaki combinadas ”.



Esa noche de 1945 fue "una orgía de genocidio y barbarie contra una ciudad alemana indefensa, uno de los mayores centros culturales del norte de Europa". Se lanzaron más de 700.000 bombas de fósforo sobre 1.2 millones de personas. Una bomba por cada 2 personas. La temperatura en el centro de la ciudad alcanzó 1800 ° C, derritiendo las superficies de las calles e incinerando instantáneamente a más de 500.000 mujeres, niños y ancianos

(Nota del editor del blog: No conocemos las fuentes de Romanoff en cuanto a las estadísticas, pero a la luz de la investigación científica son improbables, por no decir descartadas. Estudios científicos han venido realizándose en la ciudad de Dresde desde 2005, no solo con documentos y testimonios, también con el análisis y procedimientos arqueológicos iniciados en 1993 en la Altstadt (punto central de la tormenta de fuego). "Aproximadamente el 20 % de los sótanos de la zona mostraban restos de piedra caliza al rojo vivo. También se encontraron objetos de cristal y metal deformados por el fuego y restos mortales.​ La comisión desechó la posibilidad de que hubiese víctimas que se volatilizasen sin dejar rastro" El jefe de la Comisión aseguró que "incluso en condiciones "ideales" en un crematorio, los cadáveres dejan restos" y que, según los estudios realizados por la Escuela de Minas de Freiberg sobre las muestras de ladrillo de la Altstadt, en febrero de 1945 no se alcanzó en ningún momento la temperatura suficiente para hacer desaparecer un cuerpo humano. Todos los datos disponibles fueron almacenados informáticamente, comprobados e interrelacionados. Los investigadores presentaron sus primeros resultados en 2008 y concluyeron su trabajo en marzo de 2010". La comisión determinó, según las pruebas existentes, que el número de víctimas mortales del bombardeo fue de un mínimo de 18.000 y un máximo de 25.000 personas (El Informe de la "Historikerkommission", puede ser consultada en alemán en la Página del Ayuntamiento de Dresde. Desde esa página se puede descargar el informe publicado el 17 de marzo de 2010, es decir, las conclusiones de la comisión, mapas de la ciudad y más material investigativo.  Historikerkommission).

Los masivos bombarderos aliados atacaron Dresde repetidamente y, después de completar su tercera oleada, los EEUU.  enviaron un avión de combate Mustang P-51 que destruyó todo lo que se movía. Volaron a lo largo del río Elba, donde los barcos estaban cargados de refugiados que aún llegaban y mataron a casi todos. Destruyeron columnas de ambulancias y vehículos de rescate que intentaban evacuar a los sobrevivientes, atacaron hospitales y pacientes indefensos fueron ametrallados. Ellos ametrallaron a todos los animales en el zoológico de Dresde. 


Dresde realmente fue una orgía de muerte y destrucción, pero era más. Fue una celebración del mal. Esto no era parte de una guerra; mataban por matar, y por el disfrute de ello. Después de la guerra, Churchill fue nombrado caballero por su éxito mientras los estadounidenses celebraban su supremacía en la pacificación civil.

* Hasta aquí el relato de Larry Romanoff. Ahora demos paso a un grandioso historiador, el Dr. Jacques R. Pauwels, de quien ya hemos publicado otras exitosas publicaciones. Comparte la posición de Romanoff en cuanto a los crímenes de guerra de los Aliados, pero niega la magnitud de la cifra de víctimas. 


Parte III

El mito de la guerra buena: EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial
Hace 75 años, 13-14 de febrero de 1945: Por qué se destruyó Dresde?

Por: Dr. Jacques R. Pauwels


La noche del 13 al 14 de febrero de 1945 la antigua y hermosa capital de Sajonia, Dresde, fue atacada tres veces, dos por la RAF (las Fuerzas Aéreas Británicas) y una por la USAAF, Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, en una operación en la que participaron más de 1.000 bombarderos. Las consecuencias fueron catastróficas ya que el centro histórico de la ciudad quedó incinerado y perdieron la vida entre 25.000 y 40.000 personas. Dresde no era un centro industrial o militar importante y, por lo tanto, no era un objetivo que mereciera el considerable e inusual esfuerzo conjunto estadounidense y británico que supuso el ataque. La ciudad tampoco fue bombardeada como represalia por anteriores bombardeos alemanes de ciudades como Rotterdam y Coventry. En venganza por la destrucción de estas ciudades, bombardeadas despiadadamente por la Luftwaffe en 1940, Berlín, Hamburgo, Colonia y otras muchas ciudades alemanas grandes y pequeñas ya habían pagado un alto precio en 1942, 1943 y 1944. Además, a principios de 1945 los comandantes aliados sabían perfectamente que ni siquiera el bombardeo aéreo más feroz lograría “aterrorizar a los alemanes hasta rendirse”, por lo tanto no es realista pensar que quienes planearon la operación tuvieran esta motivación. 


El bombardeo de Dresde parece, pues, que fue una masacre sin sentido y aparece como una tarea más terrible incluso que la devastación atómica de Hiroshima y Nagasaki que, por lo menos, se suponía habían llevado a la capitulación de Japón.

Sin embargo, en los últimos tiempos el bombardeo de países y ciudades se ha convertido en un acontecimiento casi cotidiano, no sólo justificado por nuestros dirigentes políticos sino también presentado por nuestros medios de comunicación como una empresa militar eficaz y un medio perfectamente legitimado de lograr objetivos que supuestamente merecen la pena. En este contexto, incluso el terrible ataque a Dresde ha sido rehabilitado por un historiador británico, Frederick Taylor, que argumenta que quienes planearon el ataque no tenían intención de provocar a la ciudad sajona esa descomunal destrucción, sino que ésta fue el resultado imprevisto de una combinación de desafortunadas circunstancias, incluyendo unas condiciones climatológicas perfectas y un sistema de defensas aéreas alemanas completamente inadecuado. Sin embargo, la afirmación de Taylor la contradice un hecho, que él mismo cita en su libro, en concreto que aproximadamente 40 bombarderos “pesados” estadounidenses se desviaron de su ruta de vuelo y acabaron arrojando sus bombas en Praga en vez de en Dresde. Si todo hubiera ocurrido como se había planeado, la destrucción de Dresde seguramente habría sido aún mayor de lo que fue. Por consiguiente, es obvio que se había buscado un grado de destrucción excepcionalmente grande. Más grave es la insistencia de Taylor en que Dresde constituía un objetivo legítimo ya que no sólo era un importante centro militar sino también un punto de cruce de primera categoría del tráfico por ferrocarril así como una importante ciudad industrial en la que gran cantidad de fábricas y talleres producían todo tipo de equipamiento fundamental desde el punto de vista militar. No obstante, una serie de hechos indican que estos objetivos “legítimos” apenas tuvieron peso en los cálculos de quienes planificaron el ataque. En primer lugar, no se atacó la única instalación militar verdaderamente importante, el aeródromo de la Luftwaffe situado a pocos kilómetros al norte de la ciudad. En segundo lugar, los aviones británicos que señalaban los objetivos a los bombarderos no marcaron como objetivo la supuesta crucialmente importante estación de tren. En vez de ello se ordenó a las tripulaciones que arrojaran sus bombas dentro de la ciudad, situada al norte de la estación. A consecuencia de ello, aunque los estadounidenses bombardearon la estación y gran cantidad de personas murió allí, sus instalaciones sufrieron relativamente pocos daños estructurales, tan pocos que, de hecho, a los pocos días de la operación otra vez pudieron circular trenes que transportaban tropas. En tercer lugar, la gran mayoría de las industrias militarmente importantes de Dresde no estaba situadas en el centro de la ciudad sino a las afueras, donde no se arrojaron bombas, al menos deliberadamente.



Una de las ediciones en castellano del libro del Dr. Jacques R. Pauwels "El Mito de la guerra buena. EEUU en la Segunda Guerra Mundial" (2002)


No se puede negar que Dresde, como cualquier otra ciudad alemana importante, contenía instalaciones militarmente importantes y que al menos algunas de estas instalaciones estaban situadas en el centro de la ciudad y, por lo tanto, fueron destruidas en el ataque, pero esto no lleva lógicamente a la conclusión de que el ataque se planeó con este propósito. También se destruyeron hospitales e iglesias, y murieron muchos prisioneros de guerra aliados que estaba casualmente en la ciudad, pero nadie argumenta que el ataque se hiciera para provocar eso. Del mismo modo, muchos judíos y miembros de la resistencia a los nazis de Alemania que esperaba ser deportados y/o exterminados pudieron escapar de la prisión durante el caos ocasionado por el bombardeo pero nadie afirma que éste fuera el objetivo del ataque. 


Por tanto, no hay razón lógica para concluir que la destrucción de una cantidad desconocida de instalaciones militares de mayor o menor importancia fuera la razón del ataque. La destrucción de la industria de Dresde, como la liberación de unos cuantos judíos, sólo fue una consecuencia secundaria de la operación que no se había planeado.

Con frecuencia se sugiere, Taylor también, que el objetivo del bombardeo de la capital sajona era facilitar el avance del Ejército Rojo. Supuestamente los propios soviéticos habían pedido a sus socios occidentales durante la Conferencia de Yalta, celebrada del 4 al 11 de febrero de 1945, que debilitaran la resistencia alemana en el frente oriental por medio de ataques aéreos. Sin embargo, no existe prueba alguna que confirme esta afirmación. La posibilidad de ataques aéreos anglo-estadounidenses sobre objetivos del este de Alemania sí se discutió en Yalta, pero durante estas conversaciones los soviéticos expresaron su preocupación de que sus propias líneas fueran atacadas por los bombarderos, por lo que pidieron que la RAF y la USAAF no operaran demasiado al este (el temor de los soviéticos a padecer el llamado “fuego amigo” no era infundado, como quedó demostrado durante el propio ataque a Dresde cuando una cantidad considerable de aviones bombardeó por error Praga, situada igual de lejos de Dresde de lo que estaban las líneas del Ejército Rojo). Fue en este contexto en el que un general soviético llamado Antonov expresó un interés general en “ataques aéreos que impidieran los movimientos del enemigo”, pero esto no se puede interpretar como una petición de imponer a la capital sajona (a la que, por cierto, no mencionó en absoluto) ni a cualquier otra ciudad alemana el tipo de tratamiento que recibió Dresde el 13-14 de febrero. 


Ni en Yalta ni en ninguna otra ocasión los soviéticos pidieron a sus aliados occidentales el tipo de ayuda aérea que supuestamente se materializara en forma de la devastación de Dresde. Es más, nunca dieron su aprobación al plan de bombardear Dresde, como a menudo se ha afirmado. En cualquier caso, aun cuando los soviéticos hubieran pedido esa ayuda desde el aire, es extremadamente poco probable que los aliados hubieran respondido lanzando inmediatamente la potente flota de bombarderos que de hecho atacó Dresde.

Para entender por qué esto es así tenemos que examinar de cerca las relaciones entre los aliados a principios de 1945. Desde mediados a finales de enero los estadounidenses seguían envueltos en las convulsiones finales de la “Batalla del Saliente” (Batalla de las Ardenas), una inesperada contraofensiva alemana en el frente occidental que les había causado grandes dificultades. Los estadounidenses, británicos y canadienses todavía no habían cruzado el Rin, ni siquiera habían alcanzado las riberas occidentales de este río, y todavía les separaban de Berlín más de 500 kilómetros. Mientras tanto, en el frente oriental el Ejército Rojo había lanzado una importante ofensiva el 12 de enero y avanzaba rápidamente a 100 kilómetros de la capital alemana. La resultante probabilidad de que los soviéticos no sólo tomaran Berlín sino que penetraran profundamente en la mitad occidental de Alemania antes de que acabara la guerra perturbaba enormemente a muchos dirigentes militares y políticos estadounidenses y británicos. 


¿Es realista creer que en esas circunstancias Washington y Londres estuviera deseosos de posibilitar a los soviéticos hacer progresos aún mayores? Aunque Stalin hubiera pedido ayuda anglo-estadounidense, Churchill y Roosevelt le habrían proporcionado alguna ayuda simbólica, pero nunca habrían lanzado la operación masiva y sin precedentes combinada de la RAF y la USAAF que resultó ser el bombardeo de Dresde.

Es más, atacar Dresde significaba enviar cientos de grandes bombarderos a más de 2.000 kilómetros a través del espacio aéreo enemigo, acercarse tanto a las líneas del Ejército Rojo que podían correr el riesgo de arrojar por error sus bombas sobre los soviéticos o de ser disparados por la artillería antiaérea soviética. ¿Se podía esperar que Churchill o Roosevelt invirtieran semejante cantidad de recursos humanos y materiales, y corrieran semejantes riesgos en una operación que haría más fácil al Ejército Rojo tomar Berlín y posiblemente llegar al Rin antes de lo que lo hicieron? Tajantemente no. Los dirigentes políticos y militares estadounidenses y británicos sin lugar a dudas opinaban que el Ejército Rojo ya estaba avanzando bastante deprisa.



El valor histórico de la obra del Dr. Jacques R. Pauwels es de tal importancia que se halla traducida a varios idiomas. Las gráficas son un ejemplo de las ediciones: francesa, inglesa, neerlandesa y alemana (en su orden).


Hacia finales de enero de 1945 Roosevelt y Churchill se prepararon para viajar a Yalta para celebrar una reunión con Stalin. Habían solicitado esta reunión porque querían establecer acuerdos vinculantes sobre la Alemania de posguerra antes de que acabaran las hostilidades. Si estos acuerdos no existían, las realidades militares sobre el terreno determinarían quién iba a controlar qué partes de Alemania y parecía que para cuando los nazis capitularan finalmente, los soviéticos iba a controlar la mayor parte de Alemania, con lo que podrían determinar unilateralmente el futuro político, social y económico del país. 

Los propios Washington y Londres habían creado un fatídico precedente de este tipo de plan de acción unilateral cuando liberaron Italia en 1943 y negaron categóricamente a la Unión Soviética toda participación en la reconstrucción de ese país; lo mismo hicieron en Francia y Bélgica. Stalin, que había seguido el ejemplo de sus aliados cuando liberó países en el este de Europa, obviamente no necesitaba o quería este acuerdo vinculante respecto a Alemania y, por lo tanto, esa reunión. Aceptó la propuesta, pero insistió en que el encuentro tuviera lugar en territorio soviético, en el balneario crimeo de Yalta. 

Contrariamente a las creencia convencionales sobre la Conferencia, Stalin demostraría ser de lo más complaciente y acceder a la fórmula propuesta por los británicos y estadounidenses, que era extremadamente ventajosa para ellos, es decir, la división de la Alemania de posguerra en zonas ocupadas, de las que sólo aproximadamente una tercera parte del territorio alemán (lo que luego serían “Alemania del este”) se asignaba a los soviéticos. Roosevelt y Churchill no podían haber previsto este afortunado resultado de la Conferencia de Yalta, de la que volvieron “con un ánimo exultante”. Durante las semanas anteriores a la conferencia esperaban que el dirigente soviético fuera un interlocutor exigente y difícil, animado por los recientes éxitos del Ejército Rojo y por el hecho de gozar de una especie de ventaja en el juego. Había que encontrar una manera de hacerle volver a poner los pies en la tierra, de condicionarle para que hiciera concesiones a pesar de ser el favorito provisional del dios de la guerra.


Dresde, tras los terribles bombardeos de febrero de 1945.


Era de una importancia crucial dejar claro a Stalin que no se debía subestimar el poder militar de los aliados occidentales a pesar de los recientes reveses en las Ardenas belgas. Había que reconocer que el Ejército Rojo disponía de enormes masas de soldados de infantería, de excelentes tanques y de una artillería formidable, pero los aliados occidentales tenían en sus manos una baza militar que los soviéticos eran incapaces de igualar. Esta baza era su fuerza aérea, que contaba con la más impresionante colección de bombarderos que jamás había visto el mundo. Esta arma hacía posible que estadounidenses y británicos lanzaran los más devastadores ataques aéreos sobre objetivos que estaban muy lejos de sus propias líneas. ¿No resultaría más fácil negociar con Stalin en Yalta si se pudiera conseguir que fuera consciente de esto?

Fue Churchill quien decidió que la destrucción total de la ciudad alemana en las narices de los soviéticos, por así decirlo, enviaría el mensaje deseado al Kremlin. 

Durante cierto tiempo la RAF y la USAAF habían sido capaces de infligir golpes devastadores a cualquier ciudad alemana y se habían preparado meticulosamente planes detallados para esta operación conocida como “Operación Trueno”. Sin embargo, durante el verano de 1944, cuando el rápido avance desde Normandia hizo probable que la guerra se ganara antes de fin de año y ya se empezaba a pensar en la reconstrucción de posguerra, una operación al estilo de la Operación Trueno se había empezado a ver como un medio de intimidar a los soviéticos. En agosto de 1944 un memorandum de la RAF señalaba que “la devastación total del centro de una vasta ciudad [alemana] […] convencería a los aliados rusos […] de la eficacia de la potencia aérea anglo-estadounidense”.


Destrucción y muerte. Una inmensa pila de cuerpos esperando la cremación tras los atroces bombardeos de febrero de 1945. La mayoría de los cuerpos fueron agrupados de esta manera para ser incinerados en el lugar, a menudo sin haber sido identificados, para evitar epidemias.


A principios de 1945 ya no se consideraba necesaria la Operación Trueno para derrotar a Alemania. Pero hacia finales de enero de 1945, mientras se preparaba para viajar a Yalta, Churchill vio de pronto un gran interés en este proyecto, insistió en que se debía llevar a cabo inmediatamente y ordenó específicamente al jefe del Comando de Bombarderos de la RAF, Arthur Harris, que borrara del mapa una ciudad en el este de Alemania. El 25 de enero el primer ministro británico indicó dónde quería que “se acribillara” a los alemanes, a saber, en algún lado “en su retirada (en dirección oeste) desde Breslau (ahora Wroclaw, en Polonia)”. En términos de centros urbanos esto equivalía a deletrear D-R-E-S-D-E. El hecho de que el propio Churhill estuviera detrás de la decisión de bombardear una ciudad del este de Alemania también se daba a entender en la autobiografía de Arthur Harris, quien escribió que “en aquel momento gente mucho más importante que yo mismo consideraba que el ataque a Dresde era una necesidad militar”. Es obvio que sólo personalidades del calibre de Churchill eran capaces de imponer su voluntad al zar de los bombardeos estratégicos. Como ha escrito el historiador militar británico Alexander McKee, Churchill “trató de escribir (una) lección en el cielo nocturno (de Dresde)” para los soviéticos. Sin embargo, puesto que la USAAF acabó implicándose también en el bombardeo de Dresde, podemos asumir que Churchill actuó con el conocimiento y aprobación de Roosevelt. Los socios de Churchill en lo más alto de la jerarquía tanto militar como política de Estados Unidos, incluyendo al general Marshall, compartían su punto de vista; como escribe McKee, 


estaban demasiado fascinados por la idea de “intimidar a los comunistas (soviéticos) aterrorizando a los nazis”. 

La participación estadounidense en el ataque a Dresde no era verdaderamente necesaria porque sin lugar a dudas la RAF era capaz de borrar del mapa Dresde actuando en solitario. Pero el efecto de “exageración” resultante de una redundante contribución estadounidense era perfectamente funcional para el propósito de demostrar a los soviéticos lo letal que era el poderío aéreo anglo-estadounidense. También es probable que Churchill no quisiera que fuera exclusivamente británica la responsabilidad de lo que él sabía iba a ser una masacre terrible; era un crimen para el que necesitaba un socio.

Una operación al estilo de la Operación Trueno dañaría, por supuesto, cualquier instalación militar e industrial, así como la infraestructura de comunicaciones que hubiera en la ciudad que era su objetivo y, por consiguiente, supondría otro golpe para el ya tambaleante enemigo alemán. Pero cuando finalmente se lanzó esta operación con Dresde como objetivo, se hizo mucho menos para acelerar la derrota del enemigo alemán que para intimidar a los soviéticos. Utilizando la terminología de la escuela de sociología estadounidense del “análisis funcional”, golpear a los alemanes lo más duramente posible era la “función manifiesta” de la operación, mientras que intimidar a los soviéticos era su mucho más importante función “latente” u “oculta”. La destrucción masiva infligida a Dresde se planeó (en otras palabras, era “funcional”) no para infligir un golpe devastador al enemigo alemán, sino para demostrar al aliado soviético que los anglo-estadounidenses tenían un arma que el Ejército Rojo no podría igualar, sin importar lo poderoso que éste fuera y el éxito que éste tuviera contra los alemanes, y que tenían un arma contra la que los soviéticos no tenían defensas adecuadas.

Sin lugar a dudas, muchos generales y oficiales de alto rango estadounidenses y británicos eran conscientes de la función latente de la destrucción de Dresde y aprobaron esta empresa; también los comandantes locales de la RAF y la USAAF, así como los “maestros bombarderos” eran conscientes (después de la guerra dos de ellos afirmaron recordar que se les había dicho claramente que la intención de este ataque era “impresionar a los soviéticos con el poder destructor de nuestro Comando Bombardero”). 

Pero los soviéticos, que hasta el momento habían hecho la mayor contribución a la guerra contra la Alemania nazi y que por ello habían sufrido no sólo las mayores pérdidas sino que también habían tenido los éxitos más espectaculares, por ejemplo, en Stalingrado, gozaban de muchas simpatías entre el personal militar de baja graduación estadounidense y británico, incluyendo las tripulaciones de los bombarderos. Estas personas seguramente habrían desaprobado un plan para intimidar a los soviéticos y con toda seguridad un plan (la destrucción de una ciudad alemana desde el aire) que ellos tendrían que llevar a cabo. Por lo tanto, fue necesario camuflar el objetivo de la operación tras unas razones oficiales. En otras palabras, como no se podía decir la atroz función latente de la operación, había que inventarse una función manifiesta que se pudiera decir.


Quizá ésta es la fotografía más icónica de la destrucción de Dresde en febrero de 1945. Es una vista desde el ayuntamiento de la ciudad contemplando la ciudad en ruinas. La escultura en particular se denomina "Bondad", obra del escultor alemán August Schreitmüller. "Allegorie der Güte" en alemán (L´Allégorie de la bonté, en francés o "Alegoría de la bondad", en castellano). Esculturas realizadas entre 1907/1910. Son un conjunto de dieciséis esculturas de virtudes trabajadas en piedra arenisca, obra de diferentes artistas. August Schreitmüller (sabiduría, coraje, lealtad, fe y bondad); Peter Pöppelmann, Bruno Fischer y Arthur Selbmann (sacrificio, fuerza, persistencia, piedad, misericordia, La esperanza, el amor, la prudencia, la vigilancia, la verdad y la justicia). Simbolizan las 16 virtudes. Algunas fueron destruidas o dañadas en el bombardeo. (Nota introducida por el editor del blog).


Y así se instruyó a los comandantes regionales y los maestros bombarderos para formular otros objetivos, que se esperaba fueran creíbles, por el bien de sus tripulaciones. En vista de ello podemos entender por qué las instrucciones dadas a las tripulaciones respecto a los objetivos eran diferentes de una unidad a otra y por qué a menudo fueron descabelladas e incluso contradictorias. La mayoría de los comandantes hicieron hincapié en los objetivos militares y citaron “blancos militares” indefinidos, hipotéticas “fábricas vitales de munición” y “depósitos de armas y suministros”, el supuesto papel de Dresde como “ciudad fortificada” e incluso la existencia en la ciudad de algún “cuartel general del ejército alemán”. Con frecuencia se hicieron también vagas alusiones a “importantes instalaciones militares” y a “depósitos de vagones y máquinas de tren” . Para explicar a las tripulaciones por qué se atacaba el centro de la ciudad y no los barrios periféricos industriales, algunos comandantes hablaron de la existencia en el centro de “cuarteles generales de la Gestapo” y de “una gigantesca fábrica de gas”. Algunos oradores o bien fueron incapaces de inventarse esos objetivos imaginarios o bien por alguna razón no deseaban hacerlo y dijeron escuetamente a sus hombres que se iban a arrojar las bombas en el “centro construido de la ciudad de Dresde” o, simplemente, “en Dresde". Destruir el centro de una ciudad alemana con la esperanza de provocar tanto daño como fuera posible a las instalaciones militares e industriales, y a las infraestructuras de comunicaciones resultó ser la esencia de la estrategia aliada, o al menos británica, de “bombardear una zona”. Las tripulaciones de los bombarderos habían aprendido a aceptar este desagradable hecho de la vida, o más bien de la muerte, pero en el caso de Dresde muchos de ellos se sintieron incómodos. Cuestionaron las instrucciones respecto a los objetivos y tuvieron la impresión de que este ataque implicaba algo inusual y sospechoso, y de que sin lugar a dudas no era un asunto “de rutina”, tal como Taylor lo presenta en su libro. Por ejemplo, el radio-operador de un B-17 declaró en una comunicación confidencial que “ésta era la única vez” que “a [él] (y a otros) les parecía que la misión era inusual”. La angustia que experimentaron las tripulaciones quedó también ilustrada por el hecho de que en muchos casos unas órdenes del comandante no provocaron los tradicionales vítores de las tripulaciones sino que se recibieron con un silencio gélido.

Directa o indirectamente, con intención o sin ella, las instrucciones y órdenes dirigidas a las tripulaciones a veces revelaban la verdadera función del ataque. Por ejemplo, una directriz de la RAF a las tripulaciones de varios grupos de bombarderos emitida el día del ataque, el 13 de febrero de 1945, afirmaba de forma inequívoca que la intención era “enseñar a los rusos, cuando lleguen a la ciudad, lo que es capaz de hacer nuestro Comandante de Bombarderos”. En esas circunstancias apenas es sorprendente que muchos miembros de las tripulaciones entendieran claramente que tenían que borrar Dresde del mapa para asustar a los soviéticos. Un miembro canadiense de la tripulación de un bombardero declararía después de la guerra a un historiador oral que estaba convencido de que el objetivo de bombardear Dresde había sido dejar claro a los soviéticos “que tenían que portarse bien, si no les íbamos a enseñar lo que también podíamos hacer a las ciudades rusas”.

Las noticias de la destrucción particularmente espantosa de Dresde también causaron un gran malestar entre civiles británicos y estadounidenses, que compartían la simpatía de los soldados por los aliados soviéticos y que tras conocer las noticias del ataque sintieron igualmente que esta operación rezumaba algo inusual y sospechoso. Las autoridades trataron de eliminar la inquietud del público explicando la operación como un esfuerzo para facilitar el avance del Ejército Rojo. En una conferencia de prensa de la RAF en el París liberado el 16 de febrero de 1945 se les dijo a los periodistas que la destrucción de este “centro de comunicaciones” situado cerca del “frente ruso” se había inspirado en el deseo de hacer posible que los rusos “continuaran su lucha con éxito”. Que esto era meramente una excusa inventada por lo que ahora se llama “vendedores de humo” (c) lo reveló el propio portavoz militar que reconoció sin convicción que él “creía” que la intención “probablemente” había sido ayudar a los soviéticos.

La hipótesis de que el ataque a Dresde fuera intimidar a los soviéticos explica no sólo la magnitud de la operación sino también la elección del objetivo. Para quienes planearon la Operación Trueno Berlín siempre se presentaba como el objetivo perfecto. Sin embargo, a principios de 1945 la capital alemana ya había sido bombardeada varias veces. 

¿Se podía esperar que otro bombardeo aéreo, sin importar lo devastador que fuera, tuviera el efecto deseado sobre los soviéticos cuando luchara para abrirse camino hacia la capital alemana? La destrucción creada en 24 horas seguramente sería mucho más espectacular si el objetivo fuera una ciudad bastante grande, compacta y “virginal”, esto es, todavía no bombardeada. Dresde, afortunada por no haber sido bombardeada hasta entonces, era ahora lo suficientemente desafortunada para reunir todos esos criterios




Además, los comandantes británicos y estadounidenses esperaban que los soviéticos llegaran a la capital sajona en unos pocos días, por lo que podrían ver enseguida con sus propios ojos lo que la RAF y la USAAF podían lograr en una sola operación. Aunque el Ejército Rojo entró en Dresde mucho después de lo que los británicos y estadounidenses esperaban, es decir, el 8 de mayo de 1945, la destrucción de la capital capital sajona tuvo el efecto deseado. Las líneas soviéticas estaban situadas sólo a unos doscientos kilómetros de la ciudad de modo que los hombres del Ejército Rojo pudieron admirar el resplandor del infierno de Dresde en el horizonte nocturno. Supuestamente la tormenta de fuego era visible a una distancia de 300 kilómetros.

Si intimidar a los soviéticos se considera la función “latente”, en otras palabras, la función real de la destrucción de Dresde, entonces tiene sentido no sólo la magnitud de la operación sino también el momento en que se hizo. Al menos según algunos historiadores, se suponía que el ataque iba a tener lugar el 4 de febrero de 1945, pero debido a las inclemencias del tiempo se tuvo que posponer a la noche del 13 al 14 de febrero. La Conferencia de Yalta empezó el 4 de febrero. Si los fuegos artificiales de Dresde hubieran tenido lugar ese día, podría haber dado qué pensar a Stalin en ese momento critico. 

El dirigente soviético, que volaba alto tras los recientes éxitos del Ejército Rojo, habría sido llevado a poner los pies en la tierra con esta proeza de las fuerzas aliadas y, por consiguiente, se habría vuelto un interlocutor menos confiado y más condescendiente en la mesa de la conferencia. Esta expectativa quedó reflejada claramente en un comentario hecho por un general estadounidense, David M. Schlatter, una semana después de que empezara la Conferencia de Yalta: “Creo que nuestras fuerzas aéreas son una fuerte baza con la que nos acercaremos a la mesa del tratado para la posguerra y que esta operación (el planeado bombardeo de Dresde y/o Berlín) se sumará poderosamente a su fuerza o, más bien, ayudará a que los rusos conozcan su fuerzas”.

El plan de bombardear Dresde no se canceló sino que meramente se pospuso. El tipo de demostración de potencia militar que se suponía que era mantuvo su utilidad psicológica incluso después de terminada la Conferencia de Crimea. Se seguía esperando que los soviéticos entraran pronto en Dresde y así pudieran ver de primera mano la horrible destrucción que las fueras aéreas anglo-estadounidenses eran capaces de causar a una ciudad completamente arrasada en una sola noche. Después, cuando los bastante vagos acuerdos alcanzados en Yalta se tuvieran que poner en práctica, los “chicos del Kremlin” seguramente recordarían lo que habían visto en Dresde, sacarían útiles conclusiones de sus observaciones y se comportarían como Washington y Londres esperaban que hicieran

Cuando hacia el final de las hostilidades las tropas estadounidenses tuvieron la oportunidad de llegar a Dresde antes que los soviéticos, Churchill vetó lo siguiente: incluso a esas alturas, cuando Churchill estaba muy deseoso de que los anglo-estadounidenses ocuparan la mayor cantidad de territorio alemán posible, todavía insistió en que se debía permitir a los soviéticos ocupar Dresde, sin duda para que pudieran beneficiarse del efecto demostrativo del bombardeo.

Dresde fue arrasado para intimidar a los soviéticos con una demostración del inmenso poder destructivo que permitió a los bombarderos de la RAF y de la USAAF sembrar muerte y destrucción a cientos de kilómetros de sus bases y el trasfondo era claro: este poder destructivo se podría dirigir a la propia Unión Soviética. Esta interpretación explica las muchas particularidades del bombardeo de Dresde, como la magnitud de la operación, la inusual participación en una sola operación tanto de la RAF como de la USAAF, la elección de un objetivo “virginal”, la (buscada) enormidad de la destrucción, el momento del ataque y el hecho de que no se tocaran lo que supuestamente era crucialmente importante, la estación central y los barrios periféricos con sus fábricas ni tampoco el campo de aviación Luftwaffe. 


El bombardeo de Dresde tenía poco o nada que ver con la guerra contra la Alemania nazi: fue un mensaje anglo-estadounidense a Stalin, un mensaje que costó la vida de miles de personas. Más tarde ese mismo año siguieron dos mensajes codificados de manera similar aunque no muy sutiles que supusieron más víctimas, pero esta vez el objetivo fueron ciudades japonesas, y la idea era llamar la atención de Stalin sobre la letalidad de la terrible nueva arma estadounidense, la bomba atómica.

A. C. Grayling, por ejemplo, escribe en su último libro sobre el bombardeo aliado que “se ha reconocido que uno de los principales objetivos de los ataques con bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki era demostrar a los rusos la superioridad armamentística que habían alcanzado los estadounidenses (…). En el caso de Dresde algo similar es desgraciadamente cierto”.


Dresde tenía poco o nada que ver con la guerra contra la Alemania nazi; tenía mucho que ver, si no todo, con un nuevo conflicto en el que el enemigo iba a ser la Unión Soviética. Había nacido la Guerra Fría en el espeluznante calor del infierno de Dresde, Hiroshima y Nagasaki.

Jacques R. Pauwels.





APÉNDICE: INFOGRAFÍA


Fuente: Dresde. El bombardeo más controvertido de la Segunda Guerra Mundial. Frederick Tylor. Infografía: Ángel de Marcos López  











Mapa 1 Marcación de los objetivos y dirección del ataque.
Mapa 2 Destrucción en Dresde y alrededores. Rodeado en color rojo: zonas de incendios. Rosa degradado: zonas urbanizadas. Marrón: objetivos militares (1: Aeropuerto de Klotzsche; 2: Campamento militar de Albertstadt; 3: Estación Bahnhof-Neustadt y Marienbrücke; 4: Estación de mercancías de Friedrichstadt, talleres de la Reichsbahn en la Altstadt y Hauptbahnhof; 5: Industria de Reick y Niedersedlitz). Fuente de los mapas: Wikipedia en alemán y castellano.


Sobre los textos originales:

A US War Story, Dresden, Germany

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

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