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25 febrero 2020

¡No me hable usted de la Guerra!




España y la Gran Guerra 
(1914-1918)

por Enric Ucelay-Da Cal 
RdL


Nota sobre el autor.

Un interesante ensayo que enfoca la posición española en la GRAN GUERRA (escrito en 2005). Enric Ucelay-Da Cal, es un historiador español (nacido en New York) cuya especialidad es la Historia Contemporánea, siendo hasta su jubilación (2018) catedrático emérito de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

El autor refiere en su estudio a dos conocidos libros: "Los Cañones de agosto: Treinta y un días de 1914 que cambiaron la faz del mundo" de Barbara Wertheim Tuchman, editado en castellano por Península, Barcelona (2004); y, la "Primera Guerra Mundial" de Hew Strachan, publicado por Crítica, Barcelona (2004).

Una nota de Wikipedia explica que el autor desde muchos años atrás trabaja con jóvenes y prometedores investigadores, así como con profesores de la talla de Francisco Veiga, el principal investigador español sobre la Europa del Este; Joan Maria Thomàs, especialista en la historia de la Falange Española; Xavier Casals, el mejor conocedor sobre el neonazismo en España; Ferran Gallego, historiador del nacionalismo en Bolivia y Alemania; Florentino Rodao, el mejor especialista español sobre relaciones hispano-japonesas en las décadas de 1930 y 1940; Xosé M. Núñez Seixas, especialista en nacionalismo español; David Martínez Fiol, que ha investigado la recepción entusiástica de la Primera Guerra Mundial en España; y Arnau González Vilalta, historiador especializado en diversos temas de Historia Contemporánea.

La investigación historiográfica de Enric Ucelay-Da Cal se ha centrado en la historia contemporánea de España y Cataluña, el nacionalismo español y catalán, abarca temas específicos como el papel del separatismo catalán (Estat Català) durante la Segunda República española y la Guerra Civil española; el análisis del concepto de «populismo» en España​ y sus conexiones con América Latina; las dinámicas regionales vinculadas a una historia «nacional» general, o la antropología de la religión como método para interpretar la Guerra Civil española.

Enric Ucelay-Da Cal ha publicado más de 350 artículos académicos en revistas especializadas y es autor de libros en español, catalán, inglés, francés e italiano, así como de diversas reseñas de obras especializadas. 

* El subtítulo, así como todo el material gráfico y las notas resaltadas en color son añadidos por el editor de este blog.


***

El estallido de la contienda europea en agosto de 1914 suscitó de inmediato el interés de la opinión pública en España, si bien con cierta reserva: el conflicto –se entendía de forma generalizada– era importante, pero también lo era que el país se mantuviera al margen. Ante el decantamiento de los simpatizantes por uno u otro de los dos bandos que dividieron «el mundo civilizado», hubo muchos que pusieron en su botonera un pin que rezaba: «¡No me hable usted de la Guerra!». Fueron tildados de «pancistas» por quienes se sentían literalmente comprometidos con uno u otro de los contendientes.

La guerra que estalló en agosto de 1914 era la primera contienda generalizada que se producía en el continente desde 1815, ya que incorporaba a un tiempo a todos los principales Estados: la totalidad de los conflictos bélicos a partir de la Paz de Viena habían sido bien pugnas entre un par de grandes potencias (más algunos Estados menores), bien enfrentamientos internos de facciones dentro de un Estado (aunque algún grande metiera sus narices), bien luchas en «ultramar», guerras llamadas «pequeñas» entre fuerzas de «blancos» y «atrasada» gente de «color». España luchó contra Napoleón (1808-1813), asistió de modo poco lucido al Congreso de Viena y, a partir de entonces, se mantuvo al margen de las rivalidades europeas de las grandes potencias y sus batallas, si bien se había pasado el siglo XIX en una situación bélica casi permanente entre las guerras civiles peninsulares y las insulares, en especial en Cuba, amén de sus reiterados escarceos en Marruecos. Así, trajo cola –y mucha– el hecho de que los españoles no se metieran en la lucha que inicialmente se dio en llamar la «Guerra Europea», pero que pronto se bautizaría, por sus dimensiones humanas, como la «Gran Guerra» y que a la larga quedaría inscrita en la memoria como la «Guerra Mundial» por sus vastas implicaciones geográficas. Al mantenerse al margen de las dos contiendas europeas, España se quedó fuera literalmente del sufrimiento compartido, las culpas comunes y los miedos a las segundas partes que han forjado, a golpes, la conciencia europea contemporánea. Su manera de aproximarse ha sido una proyección desde sus traumas particulares.


España permaneció neutral durante la IGM, igual que los Países Bajos, sin embargo la contienda repercutió en la vida social, política  y económica, un efecto que concuerdan muchos analistas es que España vivió aislada en Europa por largo tiempo. A ello se sumaba las recientes pérdidas de su imperio de Cuba, Guam, Filipinas y Puerto Rico, dejando de ser una potencia colonial e imperial. Declarada la guerra en Europa en 1914, España se declaró estrictamente neutral, España no estaba preparada para una nueva guerra y carecía de recursos materiales. A través del rey (Alfonso XIII) España asumió un rol arbitral y centro de información para soldados y civiles desaparecidos, organizando también la  repatriación de soldados heridos. No obstante, es conocido que el ejército español, la aristocracia y la iglesia apoyaban a los alemanes y éstos manejaban algunos intereses en tierras españolas; y, también hubo partidarios de los aliados que eran financiados con dinero británico. El estatus de neutralidad permitía a España suministrar productos a los dos bandos en contienda, en beneficio de pocos naturalmente. Hubo un periodo de descontento hacia las autoridades con protestas y motines ya que se notaba el deterioro económico que se agravó cuando los submarinos alemanes hundieron barcos de la flota mercante española en los puertos que abastecían a los aliados. Y para agravar las cosas apareció una epidemia mundial en 1918 que es conocida mundialmente como la "gripe española" sin que la enfermedad tuviera algo que ver con España, se dice que posiblemente provenía de los Estados Unidos. La denominaron "gripe española" debido a que la prensa de la España neutral fue la primera en informar de la aparición del virus que cobraría millones de víctimas. Se cree que el virus se transmitió masivamente al final de la guerra, en noviembre de 1918, con el retorno de las tropas y los masivos recibimientos (Nota del editor del blog).

A los millones de muertos en los campos de batalla se debió agregar los cincuenta millones de fallecidos debido a la epidemia de gripe de 1918.

En un principio, esta neutralidad española parecía ventajosa para toda la «opinión», que, como en otros países, implicados o no, dio por supuesto que, tras unos grandes embates en el otoño, la cuestión quedaría claramente resuelta y podría llegarse a alguna suerte de acuerdo diplomático. Del mismo modo que, en buena medida, los uniformes militares del verano de 1914 todavía conservaban mucho del colorido y la fantasía del apogeo militarista napoleónico de hacía un siglo, se esperaba una lucha entre ejércitos grandes de rápidos movimientos envolventes (como en las contiendas europeas que cerraron las revoluciones de 1849, o los enfrentamientos de 1859, 1864, 1866 y 1870).Todo debía durar unas semanas, a lo más quizás unos meses, con el clímax de unos combates sangrientos y un final concluyente. Pero el otoño se hizo invierno, y después llegó la primavera de 1915, y la guerra continuaba.

La contienda demostró tener una endemoniada capacidad para eludir todo control, salirse de los planes y de los planos de los gabinetes y los estados mayores, y extenderse. Austria-Hungría creyó poder subordinar a Serbia en lo que habría de ser la «Tercera Guerra Balcánica», pero entonces intervino Rusia, tradicional protector serbio. La amenaza rusa implicó a los alemanes y, por tanto, a los franceses y esto, a su vez, a los británicos. Todas las potencias de rango creyeron, por una razón estratégica u otra, que no tenían más remedio que implicarse o arriesgarse a unos costes políticos superiores. Y, en los países involucrados, estas razones resultaron convincentes para casi todos los políticos, incluidos los socialistas y sindicalistas, quedando al margen del consenso sólo unos pocos pacifistas religiosos y algunos revolucionarios muy aislados.

Pero tal y como había sucedido ya en la Guerra Civil norteamericana (1861-1865) y en la contienda ruso-japonesa (1904-1905), la fluidez de los transportes, con su capacidad de movilizar tropas, hubo de ceder ante la capacidad creciente de fuego que había aportado la nueva tecnología bélica desarrollada en las décadas anteriores. A finales de 1914, los frentes se estabilizaron y así se mantuvieron, a pesar de todos los esfuerzos de un «generalísimo» tras otro –en ambos bandos–, empeñados en gastar hombres, material y animales en un «ataque decisivo» que, de modo «definitivo», habría de romper la línea enemiga y recuperar la dinámica de la lucha. Mediante los bombardeos concentrados, se removió inútilmente el barro en los vastos lodozales en que pronto se convirtieron los campos y bosques accidentalmente divididos por trincheras. Allí –es una imagen del todo codificada– murieron miles de hombres en las ofensivas que fueron sucediéndose, y los frentes no cedían más que unos pocos metros.




En los dos bandos beligerantes se abrigaba la esperanza de que surgieran nuevos flancos externos por medio de la alianza oportuna: en noviembre de 1914 entró Turquía en la guerra del lado de los «Imperios Centrales», a lo que se respondió con un ataque en los Dardanelos, alargado sin éxito. En mayo de 1915 Italia se apuntó a las «potencias aliadas» y en octubre fuerzas aliadas desembarcaron en Grecia, estableciendo un gobierno simpatizante frente al constituido en Atenas. Como réplica, en noviembre de este mismo año, Bulgaria se adhirió a los «centrales». El año siguiente, en marzo, Portugal declaró la guerra a Alemania; en agosto, Rumanía apostó, desastrosamente, por los «aliados». Era una cadena de atracciones imparable: finalmente, en junio de 1917, Grecia se pasó oficialmente a los «aliados». Entre las «potencias menores», el argumento para participar era siempre el mismo: si no entramos ahora, teniendo en cuenta que «la Guerra va a decidirse» en pocas semanas, nuestras exigencias no habrán de verse atendidas en la conferencia de paz final. En la primavera de 1917, cuando también entró Estados Unidos en la lucha (en abril), literalmente toda la ribera de la cuenca mediterránea (incluyendo la del mar Negro) estaba inmersa en la guerra, ya que las colonias y protectorados franceses, británicos e italianos del norte de África se vieron involucrados en la contienda, mientras que otros países, como la recién inventada Albania, se vieron engullidos e invadidos, por más que pretendieran permanecer neutrales. Excepto España.

Aun así, en el marco político español, desde finales de 1914 empezaron a surgir voces que reclamaban tomar partido. Se trataba, por supuesto, de los extremos: la derecha de los legitimistas, los republicanos radicales, los ultracatalanistas, si bien, en una de sus muchas fintas, el conde de Romanones diera a entender que, posiblemente, la «intervención» no le vendría mal. 

Alfonso XIII, con habilidad, resolvió sus tensiones familiares (la reina era inglesa y la antigua regente, austríaca) dedicándose a labores en pro de los prisioneros de guerra, lo que redundó en favor de la Corona en el extranjero, una cuestión ampliamente estudiada desde entonces por los comentaristas españoles (¿por qué será?) (1).



Soldado británico en una trinchera llena de agua en Bélgica. El temido "pie de trinchera" mató alrededor de 75.000 soldados británicos.

Si la esencia de la modernidad era el acceso a la velocidad, la «Gran Guerra» significó un cambio profundo en la propaganda: la cámara de cine estaba físicamente en el campo de batalla, igual que la cámara fotográfica instantánea, lo cual significaba acción en directo (aunque con frecuencia estuviera trucada). Así, la nueva industria de la impresión y de los medios de comunicación se puso a servir el conflicto diariamente, semanalmente, en todo tipo de publicaciones –revistas ilustradas, fascículos–, además de los noticiarios cinematográficos. Esta intimidad visual, más la manipulación de las informaciones a que se dedicaron ambos bandos, ansiosos de convertir a los neutrales en activos partidarios de su causa, causó un profundo impacto en la conciencia española. La consecuencia directa fue que se dividió la «opinión política» entre «aliadófilos» (en verdad, más bien francófilos) y «germanófilos» (aunque Austria-Hungría era la potencia católica por excelencia). La destrucción en Bélgica y el norte de Francia escandalizó a las izquierdas, que apelaban, además, a la defensa de los «pequeños países» (Serbia, Bélgica) aplastados por el militarismo. El manifiesto de una multitud de científicos alemanes a favor de las acciones de sus combatientes fue utilizado como muestra de la desfachatez de «los hunos», como fueron apodados los germanos, ya que se les suponía la esencia de la barbarie. Por el contrario, a las derechas les repugnó el cinisimo con el que los «aliados» utilizaban los buenos sentimientos en defensa de sus intereses más bajos. Era, pues, lo que el muy partidista Unamuno llamó la lucha moral entre «los hunos y los otros». Y ahí se quedó España, sentimentalmente implicada, si bien de modo cruzado, con cierto sentido de su superioridad por saber quedarse al margen del «holocausto» (como se llamó pronto la carnicería), pero cobrando buenos dineros por todo lo que podían producir sus campos y sus fábricas. La «Guerra Mundial», pues, cuajó el discurso del excepcionalismo español, tan anunciado por los «noventayochistas», y que ha dominado la discusión sobre «el problema de España» desde entonces hasta la entrada en la Unión Europea en 1985.

La ironía fue que la «Guerra Mundial» formó el mito fundacional de la modernidad como ruptura, tal y como se entendería esta idea a lo largo del siglo XX: hasta los artistas vanguardistas han sido reinterpretados como profetas del significado de la contienda (2). Como ha observado el economista Peter Temin en un brillante ensayo acerca de la «crisis» financiera internacional de los años treinta, la contienda fue el punto de partida de las «catástrofes» que se sucedieron, la censura decisiva, el antes y después, la negación de las ingenuidades decimonónicas acerca del «progreso» y el humanismo, incluso en el ámbito productivo y financiero (3). Al quedarse fuera, España se estableció, en efecto, como un país diferente.  A pesar del «pistolerismo» de los años de posguerra, su «Belle Époque» duró hasta finales del primorriverismo. Vivió un «desastre» militar en Marruecos en 1921, su impacto bélico particular y castizo. Luego su hundió en la Guerra Civil de 1936-1939, que sirvió como la rasgadura equivalente a haber vivido la Primera Guerra Mundial, a la vez que excusa para no participar en la segunda contienda mundial, que comenzó en septiembre de 1939, cinco meses justos después de acabado oficialmente el conflicto español.

Uno de los resultados de esta perspectiva exclusiva, y aun torcida, es la falta de interés sostenido en la Primera Guerra Mundial, ya que los españoles sólo hiceron de mirones y pronto se cansaron del alud de papel cuché que se les vino encima. Pero a veces se producen eventos editoriales curiosos, como que, noventa y un años después del inicio de la Guerra, se hayan publicado dos libros destacados, muy contrapuestos, sobre los fatídicos eventos de aquel verano. Uno es una reedición (aunque pretenda ser una «primera edición») de un clásico de divulgación, que en su ya lejano día ganó el Premio Pulitzer; el otro es una obra de ensayo –también de divulgación, por tanto–, pero de un especialista académico en historia militar. Tenemos, pues, la confrontación entre la haute vulgarisation, tan despreciada por los profesores de estos lares (tanto que no reciben ni reconocimiento ministerial ni rédito «de investigación» por tales obras), y el duro criterio del profesionalismo más especializado y actual. Pero también tenemos un libro muy impactante de 1962 con otro que le contesta desde 2003, cuarenta años después.


Trinchera alemana en el frente occidental, el "hogar" de millones de soldados de los dos bandos.


Edición de 2014 del reconocido libro de Barbara Tuchman, "The Guns of August".

La «historiadora popular» Barbara Tuchman (1912-1989) publicó The Guns of August (en la edición inglesa titulado August 1914) en enero de 1962 entre grandes elogios: se asegura que el presidente Kennedy, que se las daba de historiador, pensaba que, gracias al retrato que Tuchman hizo de las ineludibles maniobras que dieron lugar a la «Gran Guerra», había podido evitarse su repetición en la «crisis de los misiles» con Cuba y la Unión Soviética en octubre de ese mismo año. No era el primer libro de Tuchman. Al contrario, ella –nacida y casada en el seno de la «burguesía» judía más «liberal», en su sentido estadounidense– había empezado en 1938 con una obrita publicada en Londres sobre la contienda española, The Lost British Policy: Britain and Spain since 1700, y, tras bastantes años dedicados con éxito al periodismo, en 1956 publicó una obra de cierta ambición, narrada de manera competente, titulada Bible and the Sword: England and Palestine from the Bronze Age to Balfour, y, en 1958, otro libro, The Zimmermann Telegram, sobre las causas de la entrada de los Estados Unidos en la Guerra Mundial a raíz de las intrigas de los alemanes en la revolución mexicana, suceso este último que Tuchman no entendió para nada (sin embargo, la obra fue publicada por Grijalbo en México en 1960) (4).

Aunque la idea de relatar de forma amena los eventos del inicio de la «Gran Guerra» estaba flotando en el aire al aproximarse el cincuentenario de 1914 (véase, por ejemplo, 1914, de James Cameron, publicado en 1959), la recepción de The Guns of August convirtió al libro en un auténtico best seller, tanto que los historiadores profesionales miraron la obra con ojos críticos (5). La tesis de Tuchman era a la vez determinista e individualista: consideraba que las reacciones de los principales actores históricos eran decisivas, con lo que la mecánica de relaciones establecida entre tratados, diplomáticos incompetentes, militares de visión corta, errores de percepción cruzados y demás reacciones establecieron una pauta colectiva imposible de corregir o frenar, que llevó no sólo al comienzo no deseado de la contienda sino, asimismo, al resultado final, tampoco previsto. La obra, en la misma traducción de Victor Scholz ahora presentada como si fuera original, fue ya ofrecida al público español en 1979 por Argos-Vergara. Península se ha limitado ahora a reeditarla en una edición actualizada con un prólogo de otro muy competente divulgador histórico, Robert K. Massie (6). Por cierto, que sería hora de poner coto a la tiranía de los diseñadores (en este caso, Carlos Cubiero, aunque la responsabilidad puede que no sea suya): la portada de esta nueva versión muestra una muy eficaz fotografía de una tanqueta Renault, con el evidente anacronismo de que los tanques no existían en 1914, pues todavía no se habían inventado, y ello implicaría que este libro sería "Los cañones de agosto... ¡de 1917!"




Espoleada tanto por las críticas académicas como por su su éxito de ventas, Tuchman se dedicó a preparar un vasto panorama histórico de los veinticinco años de vida de Europa anteriores a la decisiva fecha de 1914: tituló su libro The Proud Tower: a Portrait of the World Before the War, 1890-1914, un texto ingente –unas seiscientas páginas de letra diminuta en la edición de bolsillo que leí como estudiante– que partía de la figura del socialista Jean Jaurés (la «torre» en cuestión) para narrar el camino hacia el cambio con una calculada técnica impresionista (la edición de 1966 fue traducida inmediatamente como La torre de orgullo por Bruguera en 1967) (7). También The Proud Tower resultó un éxito de ventas, aunque sin la fuerza de The Guns of August, con su ritmo trepidante y su descripción de las altas esferas como si de una tragedia griega, con su moira, se tratara. En 1984, Tuchman insistió en la idea en su ensayo The March of Folly: From Troy to Vietnam, tras haberse atrevido antes, en 1978, con un retrato de la correlación entre los desastres humanos y naturales del Bajo Medievo europeo en A Distant Mirror: The Calamitous 14th Century, ya publicado en castellano por Argos-Vergara en 1979, Plaza y Janés en 1990 y reeditado por Península en 2000, libro este último ya auténticamente despedazado por la crítica profesional (8).

Debe entenderse que el tema de los «orígenes de la Primera Guerra Mundial» ha sido uno de los grandes caballos de batalla (otra vez, nunca mejor dicho) de la historiografía del siglo XX. La justificación de la entrada en la guerra argüida por las diversas cancillerías –en los llamados «Libros de arco iris», porque cada uno tenía un color diferente, el Libro blanco alemán, el Libro gris austro-húngaro, el Libro amarillo francés, y así sucesivamente– sirvió literalmente para reinventar, sobre bases supuestamente científicas, la moderna historia diplomática (9). Empezaron los bolcheviques, que, en cuanto pudieron tras su golpe de noviembre de 1917, para avergonzar a los «aliados», publicaron todo lo que encontraron acerca de los acuerdos secretos «imperialistas» entre las potencias que aseguraban combatir «para acabar con la guerra» y «defender los derechos de las pequeñas naciones» (10). Acabada la contienda, la nueva República alemana, castigada con la culpa –la famosa «cláusula de responsabilidad de guerra» del tratado de Versalles–, se lanzó a la publicación sistemática de sus archivos diplomáticos en la llamada Grosse Politik (11). Por supuesto, los británicos, los franceses y los italianos respondieron. Historiadores «progresistas», en especial los norteamericanos Sidney Fay (1876-1967) y Harry Elmer Barnes (1889-1968), se cebaron entonces en las muchas hipocresías destapadas, lo que convirtió la cuestión en tema obligado para cualquier historiador especializado en «relaciones internacionales», como el francés Jacques Droz (1909-1998) o el británico Alan John Percivale Taylor (1906-1990), este último con un enfoque muy semejante al de Tuchman, pero redactado con posterioridad (12).

A unos dos años del cincuentenario de 1914 y en un ambiente ideológico dominado por el hecho de la «Guerra Fría», Tuchman recogió una tesis que venía de la misma posguerra de 1919, que, por decirlo sucintamente, consideraba que la contienda había sido una imbecilidad, prolongada por dirigentes y jefes militares de un cretinismo criminal. Se trataba de un enfoque muy popular entre la opinión pública de izquierda del siglo XX, convencida de la estulticia de todo lo que tiene que ver con las armas, además, por supuesto, de la superioridad moral inherente a la ignorancia en tales temas condenables

La sensación causada por The Guns of August en 1962 dio sus frutos en otras direcciones muy diversas, desde la famosa novela Agosto, 1914 de Alexandr Solzhenitsyn, aparecida en castellano en 1972, que describe la dinámica rusa y su temprana derrota en lo que entonces era la Prusia Oriental, hasta las versiones del año triste y fatal mediante los testimonios de la gente «normal», según la pauta establecida por la nueva historia social y la «historia oral» de los años setenta y ochenta (1914. The Days of Hope, de Lyn MacDonald, por ejemplo) (13).

A toda esta sensiblería pretende poner fin Hew Strachan (muy coqueto o discreto, no da su fecha de nacimiento en lugar alguno, pero, por sus alusiones, debe de tener los mismos cincuenta y tantos que este reseñador). Strachan es, desde 2001, Chichele Professor of the History of War en el All Souls College de la Universidad de Oxford, y, desde 2004, director del Oxford Leverhulme Programme on the Changing Character of War. Oxford University Press le encargó que escribiera una historia del conflicto de 1914-1918 que «reemplazara» A History of the Great War de Charles Robert M. F. Cruttwell, el tratamiento estándar británico de 1934, reeditado en fechas tan recientes como 1991, una petición que Strachan ha resuelto hasta ahora sólo parcialmente, con el voluminoso primer volumen, To Arms (2001; unas mil doscientas páginas), de una trilogía anunciada, The First World War 14. La respuesta crítica a esta publicación lo convirtió en el especialista sobre el tema, en marcada competencia con el contestatario Niall Ferguson, cuya obra The Pity of War apareció en 1998, y a quien, dentro de las buenas formas inglesas, Strachan evidentísimamente detesta (15). El libro La PrimeraGuerra Mundial, publicado en España por Editorial Crítica, tiene su origen en una propuesta cuya idea original vino de Channel 4, un canal de televisión británico, que propuso una serie de diez programas –un planteamiento monumental en el mundo televisivo– acerca de la Primera Guerra Mundial, a raíz de la cual se editó un libro de síntesis, The First World War: a New Illustrated History, del cual se han editado diversas versiones (manejo la de Penguin, además de la versión española). El mismo Strachan lo explica en los agradecimientos de su edición inglesa, convertida en el prólogo de la versión española (el editor se podía haber esforzado en arañar un par de cuartillas del autor para presentar mejor su obra a un público hispano). Tan profesional es Strachan como historiador militar (con una larguísima bibliografía de libros monográficos y artículos en revistas especializadas) que su única obra vertida con anterioridad al castellano era su European Armies and the Conduct of War, reeditado once veces y publicado en 1985 por el Estado Mayor del Ejército español como Ejércitos europeos y conducción de la guerra (16).


En las fotografías, Arriba: Soldados británicos se preparan en Westminster en agosto de 1914; Abajo: Soldados alemanes movilizados en Berlín en 1914.

El primer planteamiento, casi militante, de Strachan es precisamente rechazar la visión tremendista y trágica de la «Guerra Mundial» que, desde su punto de vista, se extiende desde Tuchman hasta Ferguson. Como buen historiador militar profesional, Strachan es «clausewitziano», por decirlo de algún modo: entiende el fenómeno de la guerra como una compleja interacción entre política, diplomacia y tecnología, siendo este último punto el que suele distinguir al ensayista aficionado del académico especialista, al tiempo que evita caer en el detallismo erudito a veces descerebrado de los aficionados a las armas y las máquinas, que lo conocen todo sobre un armamento determinado, pero sin saber nada más

Así, para Strachan, la «Gran Guerra» no fue trascendente, sino sólo un conflicto con muchas implicaciones en una secuencia de conflictos. Aunque el fantasma que dominaba la explicación de Tuchman era el general Schlieffen y su plan para una invasión alemana de Francia, su protagonista era «el joven Moltke» (llamado así por ser el sobrino del triunfador de la guerra franco-prusiana de 1870-1871), quien se sintió atrapado por el proyecto de su antecesor. En cambio, Strachan se permite el lujo (también hace una historia de la guerra completa, no de su primer mes) de elegir como protagonista central a Erich von Falkenhayen, caudillo germano desde mediados de septiembre de 1914 hasta agosto de 1916, sucesor del desgraciado Helmuth von Moltke, y personaje a quien raras veces se le concede tal protagonismo. El objetivo de Strachan al hacerlo así es mostrar la racionalidad de los dirigentes en lid y, por supuesto, sus muchos errores, pero sin la inexorabilidad de la versión ya tradicional presentada por Tuchman.

Para concluir, si la obra de Tuchman se mantiene viva por la habilidad narrativa de su autora y por los prejuicios digamos «progresistas», la obra de Strachan puede criticarse por su inconsciente enfoque nacionalista, ya que entiende el conflicto de modo decidido como una básica contradicción anglo-germana, y a ello subordina todas las demás causas (que no –lo cual debe enfatizarse– las explicaciones, puesto que el libro es a la vez muy legible y está bien argumentado). 

Pero si el «clásico» antibelicista de Tuchman y la versión anglocéntrica y coherente de la «Gran Guerra» de Strachan tienen en común algún mensaje para los lectores españoles, es el de hacerles conscientes de la distancia que les separa de los hechos narrados en ambas obras, aún tan actuales en otros países. Que sobre un tema de tal importancia, a las nueve décadas de su inicio, sólo puedan reeditarse en España una vieja obra y un resumen para una serie televisiva, por muy buenas que sean ambas obras –cada una a su manera–, significa que aquí lo que triunfó fue el «¡No me hable usted de la Guerra!».

Enric Ucelay-Da Cal
1. Víctor Espinós Moltó, Alfonso XIII y la guerra:espejo de neutrales [1917], Madrid,Vasallo de Mumbert, 1977; Julián Cortés-Cavanillas, Alfonso XIII y la Guerra del 14, Madrid, Alce, 1976; Julio Montero Díaz, María Antonia Paz y José J. Sánchez Aranda,La imagen pública de lamonarquía:Alfonso XIII en la prensa escrita y cinematográfica, Barcelona,Ariel, 2001; Juan Pando, Un rey para la esperanza: la España humanitariade Alfonso XIII en la Gran Guerra, Madrid,Temas de Hoy, 2002.

2. Véase la crítica de Francis Haskell, History andIts Images: Art and the Interpretation of the Past, New Haven, Yale University Press, 1993, cap. 14, «Art as Prophecy».


3. Peter Temin,Lecciones de la Gran Depresión, trad. de Eva Rodríguez Halffter, Madrid, Alianza Editorial, 1995.


4. Barbara Wertheim Tuchman, The Lost British Policy. Britain and Spain since 1700, Londres, United Editorial, 1938; íd., Bible and Sword:England and Palestine from the Bronze Age to Balfour, Nueva York, New York University Press, 1956; íd., The Zimmermann Telegram, Nueva York,Viking Press, 1958 (El telegrama Zimmermann, trad. de Enrique Tremps, Barcelona,Argos-Vergara, 1979).


5. James Cameron, 1914, Nueva York, Rinehart & Co, 1959.


6. Barbara Wertheim Tuchman, Los cañones deagosto, trad. de Victor Scholz, Barcelona,ArgosVergara, 1979.


7. Barbara Wertheim Tuchman, The Proud Tower:a Portrait of the World before the War, 1890-1914, Nueva York / Londres, Macmillan / Hamish Hamilton, 1966 (La torre de orgullo, 1890-1914:una semblanza del mundo antes de la primera guerra mundial, trad. de Fernando Corripio, Barcelona, Bruguera, 1967)


8. Barbara Wertheim Tuchman, The March ofFolly: from Troy to Vietnam, Nueva York,Alfred A. Knopf, 1984; Id., A Distant Mirror.The Calamitous 14th Century, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1978 (Londres, Macmillan, 1979), Un espejo lejano: el calamitoso siglo XIV , trad. de Juan Antonio Gutiérrez-Larraya, Barcelona, Península, 2000. Por el contrario, fue bien recibido su estudio sobre los norteamericanos en la China durante la Segunda Guerra Mundial: Barbara Wertheim Tuchman, Stillwell andthe American experience in China, 1911-45, Nueva York, Macmillan, 1970. Debo indicar que Tuchman publicó más obras que las comentadas aquí.


9. Una excelente monografía sobre las múltiples censuras a las cuales fue sometida la documentación publicada y, por lo tanto, cuestión fundamental ante su fiabilidad es: Sacha Zala,Geschichte unter der Schere politischer Zensur.AmtlicheAktensammlungen im internationalen Vergleich, Múnich, Oldenbourg Verlag, 2001, y un resumen en inglés del trabajo de este historiador suizo: Sacha Zala, «Coloured Books. The Censorship of Diplomatic Documents», en Derek Jones (ed.), Censorship.A World Encyclopedia, Londres, Fitzroy Dearborn, 2001, vol. 1 (4 vols.), pp. 551-553.


10. Para la publicación bolchevique de la documentación diplomática zarista en la contemporánea versión castellana: [Seymour F. Cocks], Una parte de la verdad de la guerra. Los tratados secretos (1914-1917): Documentos publicados porTortsky en funciones de Comisario de Negocios extranjeros de la República Socialista de Rusia, y comentarios de la «UNION OF DEMOCRATIE[sic] CONTROL», de «THE HERALD» y del«COMITE POUR LES REPRISES DESRELATIONS INTERNATIONALES [sic]»,con un prólogo de Mariano García Cortés, Madrid, Tip.Torrent, 1919.


11. Deutschland:Auswärtiges Amt (Johannes Lepsius,Albrecht Mendelssohn Bartholdy y Friedrich Thimme, eds.), Die Grosse Politik der europäischen Kabinette, 1871-1914. Sammlung derdiplomatischen Akten des Auswärtigen Amtes, imAuftrage des Auswärtigen Amtes, Berlín, Deutsche Verlagsgesellschaft für Politik und Geschichte, 1922-1927, 40 vols.

12. Sidney Bradshaw Fay, The Origins of the WorldWar, Nueva York, Macmillan, 1928, 2 vols.; Harry Elmer Barnes, The Genesis of the WorldWar: an Introduction to the Problem of WarGuilt, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1926; Jacques Droz, Les Causes de la Première guerremondiale: essai d'historiographie, París, Éditions du Seuil, 1973; A. J. P. (Alan John Percivale) Taylor, War by Time-Table: How the First WorldWar Began, Londres, Macdonald & Co., 1969 (versión española:A. J. P.Taylor, La guerra planeada: así empezó la Primera Guerra Mundial, trad. de Sara Estrada, Barcelona, Nauta, 1970); A. J. P.Taylor, Illustrated History of theFirst World War, Nueva York, Putnam,1964; A. J. P. Taylor, How Wars Begin, Nueva York/Londres, Atheneum/Hamish Hamilton, 1979. 


13. Alexandr Solzhenitsyn, August 1914, trad. de Michael Glenny, Nueva York, Farrar, Straus and Giroux,1972; Agosto, 1914, trad. de José Laín Entralgo y Luis Abollado Vargas, Barcelona, Barral, 1972; Lyn MacDonald, 1914.The Days of Hope [1987], Londres, Penguin, 1989. 

14. Charles Robert M. F. Cruttwell, A History ofthe Great War, 1914-1918, Oxford, Clarendon Press, 1934; Charles Robert M. F. Cruttwell,AHistory of the Great War, 1914-1918, Chicago, Academy Chicago, 1991; Hew Strachan, TheFirst World War, vol. 1, To Arms. Oxford, Oxford University Press, 2001. 

15. Niall Ferguson, The Pity of War, Londres,Allen Lane, 1998; NuevaYork, Basic Books, 1999.

16. Hew Strachan,European Armies and the Conductof War, Londres, George Allen and Unwin, 1983; 11.ª ed., Routledge, 1993; Ejércitos europeos y conducción de la guerra, Madrid, Servicio de Publicaciones del EME, 1985. De entre las muchas obras recientes de Strachan, derivadas de To Arms, pueden destacarse: Financing the First World War, Oxford/Nueva York, Oxford University Press, 2004; The First World War inAfrica, Oxford/Nueva York, Oxford University Press, 2004. El libro más comparable al de Tuchman sería su:The Outbreak of the FirstWorld War, Oxford/Nueva York, Oxford University Press, 2004.

21 febrero 2020

ARGELIA: la historia no tan secreta del colonialismo francés (2)




Neocolonialismo francés, "Argelia Libre", los "años de sangre", la nueva dictadura, la amenaza islamista.


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Introducción por el redactor del blog.

Para quienes se interesan por la historia del colonialismo europeo en África, sin duda, Argelia tiene un significado especial. Durante el periodo de independencia, precisamente Argelia experimentó uno de los procesos más violentos en el continente, el grado de represión llegó a límites insospechados. Francia se negó a concederles independencia, los EEUU y la OTAN se alinearon con París, temían por el advenimiento de un régimen de corte comunista. Pero tras la proclamación de independencia en 1962, nada cambió, Francia siguió manejando los hilos del destino del país magrebí a través de los testaferros de la política, la clase militar y usando una de las armas favoritas de la OTAN, la violencia islamista.

Argelia se "liberó" en 1962, pero en la práctica nunca han experimentado una verdadera democracia, mucho menos libertad, otras fuerzas coaccionadas con la Metrópolis francesa formaron una nueva casta de poder, una dictadura (a veces civil,  a veces militar) que ha sembrado lo mismo de la etapa independentista, un "baño de sangre", pero esta vez con la irrupción en el escenario de grupos yihadistas.

Y eso sucedió no solo en Argelia, la mayor parte del Sahel (norte y centro de África) sigue siendo llamado la "Francáfrica", donde antes y ahora se mantiene -con las excepcionalidades de la época- el colonialismo imperial francés. Francia nunca ha dejado de manejar el destino de la región, es la "autoridad" a la que se consulta en caso de disputas en la zona. Aquí entra en juego un aliado valioso para los intereses de París, el yihadismo, el terrorismo islámico garantiza que Francia despliegue miles de efectivos militares en la región para "contener" a los radicales. Sensacionalistas notas de prensa, por ejemplo: "Francia arma un muro de contención al terrorismo islámico del norte de África" (Infobae, 9 feb. 2020) coadyuban al objetivo único: controlar económica, política y militarmente el Sahel por encontrarse bajo "amenaza del ISIS y otras fuerzas yihadistas". Como un acto de "bondad", el gobierno francés (Macron) "asume un incómodo liderazgo en sus ex colonias". El pretexto del gobierno galo es evitar la expansión del yihadismo en el Sahel; defender sus antiguas colonias de ultramar y la frontera sur de Europa; velar por su seguridad interna porque en el Sahel "está el origen de algunos de los terroristas que atentaron en Francia en los últimos años". Son más de cinco mil los militares desplegados en la zona, como centro de operaciones está Mali. Qué tan cierto son esas afirmaciones del estado francés que la prensa atlantista hace eco?. Lo comprenderemos a continuación. 

En una notable ENTREVISTA el historiador y periodista francés Lounis Aggoun (nacido en Argelia), autor del libro "La Colonie française en Algérie. 200 ans d’inavouable" (Argelia, colonia francesa. 200 años de algo inconfesable; editorial Demi Lune, 2010), denuncia "las nefastas implicaciones de personalidades mediáticas y políticas francesas en los asuntos argelinos, su apoyo a las facciones que boicotearon el proceso democrático en Argelia, con todas las violencias y sufrimientos que ha generado". Aggoun es coautor, junto a Jean-Baptiste Rivoire de Françalgérie, del libro "Crimes et mensonges d’États, La Découverte" (2004) que relata los pormenores de la guerra sucia en Argelia. 

Bien cabe recordar a nuestros lectores, las ponencias y entrevistas que publicamos en este blog sobre las investigaciones de Daniele Ganser, el paralelismo es el mismo; mejor dicho, la Guerra Secreta de Francia en Argelia era parte de la estrategia de la tensión, de la lucha de los ejércitos secretos de la OTAN contra un enemigo invisible -el comunismo-. Era la época de la "Guerra Fría" y la caza de brujas estaba en pleno auge.

Silvia Cattori, de quien también hemos publicado algunos de sus trabajos, entrevistó a Lounis Aggoun. He intentado realizar un compendio, preciso y sustancial de aquella larga entrevista realizada en 2010, ya que el material es amplio respecto a esa dura etapa histórica para lograr la independencia de Argelia y la posterior "guerra" contra el yihadismo.  

La entrevista original, conforme su formato, fue presentada en dos partes tituladas: "Argelia, los años de sangre y las complicidades de Francia"; y, "Argelia, los años de sangre y el papel de los agentes de influencia". Evidentemente el francés fue el idioma de las publicaciones, la entrevista fue traducida al castellano en octubre de 2010 por Beatriz Morales Bastos. También es necesario señalar que prestigiosas redes alternativas de noticias acogieron este esclarecedor documento: Rebelión, Red Voltaire, Global Research, Webislam, entre otras. 

Entonces, el lector se preguntará para qué reeditarla nuevamente? La respuesta es sencilla, ha transcurrido una década de la aparición del libro de Aggoun, sin que hayamos tenido la suerte de tenerla en castellano; y, sobre todo, porque Francia (y la UE) decidieron volver al ataque para "reconquistar" sus ex colonias africanas, tal como lo analizamos en "La Unión Europea, África y el neocolonialismo". 

En realidad,  la imposición colonial bajo la denominación común de "neocolonialismo" nunca ha dejado de estar vigente en África. El último proceso electoral en Argelia lo demuestra, Francia se inmiscuyó tratando de evitar que Abdel Mayid Tebbún sea electo presidente de Argelia en diciembre 2019 (tal como dejamos sentado en el artículo anterior). 

Respecto a la entrevista, tomamos las notas de presentación de Red Voltaire (2010) que resume esta entrevista: 

La independencia no permitió a Argelia salir de la violencia, lejos de eso. No se devolvió el poder al pueblo, sino que un grupo inicialmente elegido por Francia para proteger sus intereses lo acaparó. Para mantenerse, este grupo no dudó en manipular a unos islamistas y en sumir al país en un nuevo ciclo de violencia. En una documentada obra, «Argelia, colonia francesa. 200 años de algo inconfesable», Lounis Aggoun denuncia un sistema elaborado por unos argelinos con el apoyo de Francia y después de Estados Unidos en detrimento de todo un pueblo (Argelia, los años de sangre y las complicidades de Francia)

Los crímenes cometidos por el régimen militar que gobierna Argelia han sido tapados bajo la etiqueta de lucha contra el terrorismo, crímenes que han sido blanqueados o ignorados en la prensa internacional por los agentes de influencia. En el corazón de este dispositivo podemos distinguir quiénes son esos marionetistas (Jacques Attali, Bernard-Henry Lévy, etc.) y sus espadones mayordomos menos escrupulosos (Yasmina Khadra, Daniel Leconte, Xavier Raufer, Mohamed Sifaoui etc.). (Argelia, los años de sangre y el papel de los agentes de influencia)

T. Andino



Entrevista con Lounis Aggoun
por Silvia  Cattori

"Argelia, los años de sangre y las complicidades de Francia"

Lounis Aggoun y su libro

➤  Sivia Cattori: "Argelia, colonia francesa. 200 años de algo inconfesable" es impresionante. 600 páginas densas y cautivantes que se basan en una amplia documentación y que hablan con empatía de un pueblo maltratado, al que se ha puesto de rodilllas. Se comprende que es el relato de un hombre herido por el sufrimiento de su pueblo y decidido a enfrentarse a esta realidad brutal, a la realidad. ¿Es así como lo vive usted?

Lounis Aggoun: No quiero mezclar mis escritos con el desbordante raudal de contrasentidos y controversias en los que consisten las obras sobre Argelia. ¿Cómo no sentirse herido cuando se es testigo permanente del espectáculo de su pueblo martirizado? ¿Cómo no sentirse indignado después de ver al tirano investirse de virtud y presentarse como el garante de la libertad, de ver al violador, al ladrón, al canalla, en suma, todo lo que hace el Estado argelino, venir cotidianamente a asestarnos lecciones de moral? En el drama argelino no hay término medio. Por una parte está el territorio de los colonos (los nuevos, se entiende) y por otro el de los colonizados, que viven una realidad espantosa. ¿Podemos dedicarnos simplemente a nuestras obligaciones una vez que se ha tomado conciencia de esto? Por más que lo intento no lo logro.

➤ Silvia Cattori : Usted afirma en el libro que la historia reciente de Argelia, de sus relaciones con Francia, es muestra de una permanente mentira. Al querer preservar a cualquier precio sus intereses estratégicos en Argelia, ¿verdaderamente obró Francia de manera que después de 1962 Argelia no pudiera acceder a la plena posesión de su soberanía? ¿Para Francia, Argelia valía más que otras ex-colonias?

Lounis Aggoun : Las cosas no se presentan de una manera tan maniquea. Dicho esto, es conocida la obra falsamente liberadora del general de Gaulle en África. ¿Cómo creer que haya concebido en Argelia el proyecto contrario al que era el suyo en el resto del continente? Esto no quiere decir que les deseara el mal a los argelinos, lejos de eso. Pero entre su proyecto de una Argelia independiente pero en manos de un poder garante de los intereses franceses (sus propias palabras dan testimonio de ello) y la concretización de ello (una abominable dictadura que exacerbó todas las ignominias de la ex-colonia) hay un margen y un río de sangre. Los argelinos son responsables de los abusos del gobierno tras el alto el fuego del 19 de marzo de 1962 (sean cuales sean las influencias externas, que son reales). Pero la mentira original (que difunden los mismos que pretenden militar por la verdad y la historia) consiste, medio siglo después, en negar que en el punto de partida está la voluntad por parte del poder francés de infiltrarse en la administración argelina. Después es trivial afirmar que el aprendiz de brujo perdió el control de su diabólica criatura.

Los creadores de opinión podrán seguir pretendiendo (no me hago ilusiones) que Francia no tienen nada que ver en el desastre argelino tras la independencia y que quienes afirman lo contrario no son sino unos excitados inmaduros; los hechos son abrumadores y prevalecerá la demostración.

➤ Silvia Cattori : ¿ La afirmación de que la Independencia vino seguida «de una primera década de eliminación de las elites y de infiltración» deja en mal lugar la visión romántica que vigente durante las décadas de 1960 y 1970 de una Argelia socialista triunfante, admirable, completamente comprometida con los movimientos de liberación, dotada de brillantes diplomáticos, avalada por una destacable política exterior? ¿Era una visión completamente equivocada? ¿Puede explicitarlo?

Lounis Aggoun : En la escena internacional y la realidad que se imponía al pueblo argelino hay una diferencia como de la noche al día. Y como en toda ilusión, la desilusión es tanto más dolorosa cuanto más hermoso es el sueño. Por lo que se refiere a los brillantes diplomáticos (y no se trata de decir que no los hubo), sólo sirvieron de apoyo a unos políticos que estarían implicados en crímenes contra la humanidad si la justicia internacional pudiera estudiar la cuestión. Por lo demás, la respuesta a su pregunta es simple: se puede medir fácilmente la calidad de esta administración con el hecho de que uno de sus miembros más eminentes, Abdelaziz Buteflika, se convirtió en presidente en 1999, casi cuarenta años después de abonar el terreno para la dictadura argelina y que en este mismo momento prosigue su obra devastadora. Siempre hay que desconfiar de las historias románticas. La vocación de la elite es no sumirse en ellas. Ahora bien, observadores y comentaristas de todo tipo siguen propalando las sandeces que justifican el mantenimiento en el poder del que pretende ser la oposición.

➤ Silvia Cattori : Sin duda usted tiene razones que le permiten asociar a Ahmed Ben Bella con Boumédiène y Bouteflika. Ben Bella, invitado a la tribuna principal y muy aplaudido, como pude constatar en el Foro Social Europeo (FSE) en Florencia, Italia, en noviembre de 2002, sigue siendo muy apreciado. ¿Qué tiene en común con ellos?

Lounis Aggoun : Ben Bella es el hombre que confiscó a los argelinos la libertad. A ese título, asume la mayor responsabilidad en la desgracia de su pueblo. No recuerdo haber oído de su boca un inicio de autocrítica desde que fue destituido, al contrario, cada vez que interviene es para agobiar a los mejores cuadros políticos de la revolución y para justificar la suerte que les ha sido reservada (con frecuencia sus asesinatos). Son muchos en la esfera de influencia comunista quienes tras haber sido engañados apoyando a Stalin (antes de resituarse en la Resistencia) después de 1956 votaron a favor de otorgar poderes especiales al ejército (para actuar en Argelia, de la misma manera apoyarán otra guerra sucia en 1992 pretendiendo querer salvar a los argelinos de sí mismos y tomando el relevo de una política completamente genocida, llamada sin complejos "erradicación"), creyeron rehacerse una virginidad apoyando al poder totalitario que se instalaba en Argelia. Convirtieron este apoyo en la obra positiva de sus vidas. Por mucho que ahora se les ponga en evidencia, prefieren mirar a otra parte.

Su pregunta merece ser ampliada. Cuando se descubren los horrores del actual poder, en comparación los crímenes del anterior parecen veniales (los 200.000 muertos de la década de 1990 son un crimen de masas imborrable, pero las vías destructivas en funcionamiento en aquel momento tendrán a largo plazo las más graves consecuencias). A fin de cuentas, viendo la década de 1990, considerada en perspectiva la de 1980 con Chadli parece bastante suave. Y si se tienen en cuenta los horrores de la década de 1980 de Chadli, el reino de Bumedian parece ser muestra de la edad de oro de la independencia argelina. Por lo tanto, conociendo las abominaciones del régimen de Bumedian, la era de Ben Bella (en la que, sin embargo, se fundó la dictadura) parece ser muestra de una época de ensueño. Además de que el tiempo calma los horrores engendrados por los sucesivos poderes, esto traduce el inexorable descenso a los infiernos de los argelinos



Ex gobernantes argelinos, de izquierda a derecha: Ahmed Ben Bella, el primer presidente de la República Argelina Democrática y Popular tras su independencia en 1962 (al final del gobierno provisional de Ferhat Abbas), el 15 de septiembre de 1963 - depuesto por un golpe de estado el 19 de junio de 1965. Houari Boumédiène, su nombre real es Mohamed Ben Brahim Bou Kharouba, en castellano lo conocemos como Houari Boumedian. Presidente de Argelia entre 1965-1978. Chadli Bendjedid, Presidente entre el 9 de febrero de 1979 y el 11 de enero de 1992. Fue oficial del Ejército francés, desertó para unirse al FNL (Frente Nacional de Liberación), guerra de independencia. Fue Ministro de Defensa de Boumedian entre noviembre de 1978 a febrero de 1979, nombrado Presidente del país a la muerte de Houari Boumedian.


➤ Silvia Cattori : Todos los capítulos de su libro son apasionantes y merecen ser debatidos. En particular me gustaría hablar con usted de estos acontecimientos que usted describe con precisión y que desde 1988 preparan lo peor. Creo que pocas personas saben lo que ocurrió verdaderamente durante estos «años de sangre». Todo esto es extremadamente abrumador. ¿Hasta qué punto el rosto de Argelia ha quedado trastornado para siempre? ¿Cuando se podrá decir que todo esto pertenece al pasado?

Lounis Aggoun : Un pueblo enjaulado, eso es lo que son los argelinos hoy. Para escapar, hombres y mujeres liquidan todos sus bienes para poder comprar un hipotético pasaje a Europa en barcos destartalados que se hunden en alta mar o en barcos en los que corren el riesgo de ser arrojados por la borda por unas tripulaciones que no desean tener problemas con los servicios de inmigración de los países en los que atracan. Si el alma del pueblo argelino se desvive por escapar de la furia, el paisaje en el que evoluciona la población ha sido totalmente destruido.

Los argelinos deseaban la libertad, se les ha sumido en la dictadura. Quisieron imponer la democracia en 1988 y se les sumió en el horror. Hoy sólo conocen enemigos: quienes se pelean a las puertas de su casa para acaparar las riquezas (petróleo, gas, minerales …) que oculta su subsuelo. Hay también quienes venden armas al régimen que los asesina. Quienes querrían salvarles de su supuesta propensión a la barbarie y que experimentan con ellos el arsenal del terror. Quienes les acusan de todas las desgracias del mundo y que en nombre de ello se arrogan el derecho a machacarlos. No olvidemos a los medios de comunicación y a las elites occidentales que desinforman al respecto cuando hablan sobre ellos y que se volatilizan cuando se vuelve imperativo defenderles.

En diez años se descubrirá que las operaciones que se llevan a cabo hoy (por parte de un gobierno al que se recibe con gran pompa en los salones occidentales) son muestra de crímenes contra la humanidad. Y entonces se asistirá no a la condena de estos crímenes sino a la elaboración de nuevos crímenes aún más abominables que impedirán a la opinión pública occidental abordar en detalle los de hoy. Y, por consiguiente, hoy en día, naturalmente, para evitar que se traten los crímenes de la década de 1990, el poder está tratando de corromper a la población en lo que ésta tiene de más íntimo, sus engranajes sociales. Y en las columnas de los medios de comunicación franceses se retrata a este país que le estoy describiendo como El dorado económico, un ejemplo de democracia.

➤ Silvia Cattori : Hoy ha quedado claro que el Grupo Islámico Armado (GIA) era una emanación de los servicios de seguridad argelinos, una «organización tapadera». ¿Estaba claro para usted en la década de 1990?

Lounis Aggoun : Estaba claro para quienes habían escapado de las masacres desde el mismo momento en que enterraban a sus allegados. Pero, ¿qué vale la palabra de un torturado cuando nadie consiente en escucharlo, ni siquiera en entenderlo? Basta con no perder lo que es propio del ser humano, la facultad de razonar, para saber que si ciertos atentados eran, efectivamente, obra de islamistas radicales, los más emblemáticos, los que tuvieron mayor repercusión en Occidente, eran demasiado beneficiosos para el régimen y sólo para él como para no ser sospechosos: era esencial que no se hicieran preguntas sobre la identidad de quienes verdaderamente los habían ordenado. Pero, para qué sirve saber, para qué sirve incluso que todo el mundo lo sepa si las únicas palabras que se oyen en los medios de comunicación franceses hoy, diez o veinte años después de los hechos, repiten la misma cantinela falsa. Quienes hace quince años afirmaban ya que los emires más sanguinarios, por ejemplo, Djamel Zitouni y Ali Touchent, eran agentes del DRS (siglas en francés de Departamento de Información y de Seguridad) son algunos de los grandes responsables de los servicios de seguridad franceses. Es un secreto a voces. Esto no impide a los medios de comunicación hacer como si nadie lo supiera y soltar contrasentidos en todo el periódico.

➤ Silvia Cattori : Quienes están al corriente de estas prácticas secretas que son muestra de la «estrategia de la tensión» que utilizan los Estados a espaldas de sus ciudadanos saben o pueden comprender inmediatamente que todo lo que usted describe y que parece pertenecer a lo inimaginable, por desgracia es muy real, a saber, que un puñado de generales argelinos sumieron deliberadamente a su propio país en el caos con el objetivo de acusar al Frente Islámico de Salvación (FIS) y que la «guerra de erradicación» contra los islamistas tenía unos móviles ocultos. Pero, ¿cómo podría imaginar el gran público, que está desinformado e ignora todo de estas maquivélicas estrategias, que los culpables no son islamistas sino los generales que los manipulan? ¿Sabe el pueblo argelino lo que verdaderamente se trama?

Lounis Aggoun : En primer lugar, para que una gran mentira sea viable debe basarse en una parte de verdad. En Argelia siempre ha habido y hay islamistas radicales. Hay islamistas que desean sumir al país en el terror. Hay islamistas que desearían reeditar las «hazañas» de la generación de 1954 contra el colono interior. Pero, como en toda sociedad, son una ínfima minoría a la que los resortes democráticos existentes habrían podido confinar en esta dimensión marginal. El poder, cuyas detestables intenciones se han confirmado, planificó (se trata de una premeditación y no de algo descontrolado) injertarse en esta minoría, a la que hizo crecer con sus propios efectivos, para empujar a los islamistas no a la moderación sino al radicalismo. A título de ejemplo, el " majliss echoura " del FIS, su instancia dirigente, pasó a estar en un momento dado bajo el control absoluto del DRS; algunos de sus dirigentes son hoy ministros de Buteflika o diputados y ofrecen el país al saqueo internacional. De todos los dirigentes de primera fila sólo Ali Benhadj era sin lugar a dudas un hombre sincero.

¿Cómo escapar a esta desinformación? Los argelinos lo saben y no se dejan engañar. Evidentemente, no hablo de los argelinos que frecuentan los periodistas u hombres de negocios franceses en los bares de Alleti o Aurassi y para los que la vida es bella. Hablo de la Argelia profunda, de la Argelia de tercera fila. Por lo que se refiere a los europeos que desean librarse de la ceguera saben que hay que leer y escuchar. Yo añadiría que «los franceses de la Francia profunda» padecen hoy los mismos ataques por parte del Estado francés y son víctimas al mismo título que los argelinos. Por ello, decir la verdad, toda la verdad, cuando se la conoce y siempre que se presente la ocasión es una operación de higiene pública que supera el marco de Argelia. 

Pero hay que examinar su pregunta con más perspectiva. En una manipulación no haya que confundir manipulador y manipulado(s), lo mismo que hay que distinguir al desinformador de las personas a las que engaña. No hay que caer en este defecto argelino que consiste en acusar a la víctima de ser víctima. No creo que al pueblo le guste que le mientan. La mayoría de los «guardianes de las líneas editoriales» que me han llamado para escribir se han apresurado a ponerme salvaguardas. Me han reprochado decir demasiado, describir una verdad demasiado cruda. En definitiva, me piden maquillar la verdad para, según creen ellos, no asustar al lector. ¿Acaso ignoran que la menor brecha en una verdad la envenena y mata?


Logos de El Grupo Islámico Armado (GIA) y del Frente Islámico de Salvación (FIS). El GIA se formó tras el golpe militar de 1992 e internamiento de miles de funcionarios del FIS, luego que ganara las elecciones parlamentarias en diciembre de 1991. El GIA fue dirigido por diferentes emires que iban siendo arrestados o asesinados uno tras otro. El GIA perseguía desestabilizar al gobierno y su lema era: "sin acuerdo, sin tregua, sin diálogo". El grupo creó la inseguridad general mediante secuestros, asesinatos y bombas contra  fuerzas de seguridad y civiles. Hizo presencia fuera de Argelia (Francia, Bélgica, Gran Bretaña, Italia, Estados Unidos). El Frente Islámico de Salvación FIS fue un partido político islamista argelino, con dos líderes principales. Abbassi Madani y Ali Belhadj. En las elecciones de gobierno locales (1990) obtuvo más de la mitad de los votos válidos. Cuando parecía ser el ganador de las elecciones generales en enero de 1992, un golpe militar desmanteló al partido e internaba a miles de sus funcionarios en el Sahara. Algunos líderes del FIS querían establecer un Estado Islámico y eliminar la lengua y la cultura francesa. Por un lado, Madani condenaba la violencia "de donde sea que viniera", partidario de la democracia y respeto de las minorías. Belhadj, por su parte, expresaba: "No hay democracia en el Islam"  y "Si la gente vota en contra de la Ley de Dios ... esto no es otra cosa que blasfemia. El ulama ordenará la muerte de los delincuentes que han sustituido su autoridad por eso". Aclarando que en la actualidad Argelia cuenta con otras organizaciones yihadistas como el al "Qaeda en el Magreb Islámico" (AQMI)


➤ Silvia Cattori : Durante estos años de represión salvaje François Mitterrand estaba en el poder en Francia. No parece que usted haya apreciado las implicaciones de su gobierno en este asunto. ¿Favoreció este gobierno la política de estos generales argelinos que multiplicaban las operaciones sangrientas contra su pueblo? ¿Las consideró realmente "la muralla defensiva contra el islamismo radical del FIS"?

Lounis Aggoun : La coartada de la "muralla defensiva contra el terrorismo" es cómoda. Es una burda artimaña para enmascarar secuestros a gran escala. La responsabilidad de François Mitterrand es monumental. Lo he demostrado. Pero Mitterrand es un hombre y la política es obra colegiada. Presidió gobiernos de izquierda y de derecha: de todos los políticos que le han rodeado no son muchos los que pueden jactarse de haber mostrado un sentido del honor concerniente a las relaciones con Argelia. Si la responsabilidad es compartida, la de François Mitterrand rebasa todos los límites en el sentido de que él tenía el poder de actuar en un sentido noble y sistemáticamente actuó de forma detestable. 

Dicho esto, no hay que minimizar los peligros del islamismo radical. Y muchos de los ex-dirigentes del FIS (aquellos que aspiraban a devolver al pueblo argelino su dignidad) tienen una enorme responsabilidad por haber contribuido, por descuido, a sumir al país en el caos. Pero, veinte años después de los hechos se siguen parapetando en el silencio y se niegan a aportar el testimonio que podría ayudar a los observadores a comprender mejor la historia reciente de su país. En otras palabras, se niegan deliberadamente a ayudar a su pueblo a conocer la verdad que les permitiría librarse de los tiranos que padece. Ejemplo entre otros, es más que evidente que su jefe, Abassi Madani, trabajaba hombro con hombro con el DRS

 Silvia Cattori : El Eliseo no podía ignorar que los atentados que causaban miles de muertos estaban controlados por los servicios secretos argelinos. ¿Qué interés tenía Francia en acabar con el proceso de democratización en Argelia y en utilizar la instrumentalización de la amenaza islamista?

Lounis Aggoun : La respuesta a su pregunta daría para escribir un libro, es el que acabo de publicar. El interés de Francia y de François Mitterrand no es algo a lo que se pueda responder puntualmente por medio de una afirmación o una negación. Es cuestión de dinámicas, de engranajes, de realpolitik, de depredaciones económicas, de chantajes, de prejuicios, de un espíritu de revancha mal consumido, a veces de miedo, etc. Además, no hay que confundir el interés de Francia con el de sus gobernantes. Cada día que pasa se demuestra que son incluso antinómicos.

➤ Silvia Cattori : Por consiguiente, ¿las potencias occidentales permitieron a los generales argelinos abrir las puertas del infierno por no haber aceptado que prosiguiera el proceso democrático en Argelia y haber aprobado la irrupción por la fuerza del acceso al poder del Frente Islámico de Salvación (FIS)?

Lounis Aggoun : Una vez más, las dinámicas y los engranajes en funcionamiento se extienden durante años, durante décadas. Si se hubiera explicado a los dirigentes franceses que la interrupción de la democracia en Argelia en 1991 engendraría la década mórbida que se produjo después, sin lugar a dudas se lo habrían pensado dos veces. Pero el arte de un manipulador es hacer que las decisiones y los actos que pide ratificar o apoyar oculten las consecuencias que se desprenderían de ellos. Una vez que se revelan las consecuencias es demasiado tarde, hay que arreglárselas con la realidad y evitar que las cosas empeoren y, por consiguiente, apoyar a una dictadura a la que basta con presentar como una muralla defensiva contra lo peor.

Desde hace 20 años se pretende que la democracia en Argelia va a llevar a los islamistas al poder. Nada es más falso. Cuando su movilización era más fuerte, es decir, en el momento en que el régimen neutralizó a todas las fuerzas democráticas y ayudó al FIS a estructurarse, la popularidad que gozaban los islamistas no superaba el 30 %. En junio de 1991 unas elecciones legislativas deberían haber llevado al poder a una coalición democrática. Los generales argelinos simularon una guerra civil que duró una noche para acabar con el proceso democrático y eliminar al único gobierno que había actuado en interés del pueblo argelino, el gobierno Hamrouche. En cuanto se interrumpió el proceso democrático (con la aprobación del poder francés), el DRS designó un gobierno que tenía el objetivo de lanzar otro proceso electoral con el fin de que ganara el FIS y justificar el final de la democracia que no merecía el pueblo. Después de seis meses de una manipulación gigantesca el general Larbi Belkheir, artífice de esta operación, anuncia esta victoria cuidadosamente planificada de los islamistas. Sabemos lo que ocurrió después.

➤ Silvia Cattori : Después de la desaparición de Larbi Belkheir y Smaïn Lamari, ¿qué ocurrió con las relaciones entre el régimen de Buteflika y el Eliseo? ¿Y con las actas que se han atribuido a Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)? ¿Qué se oculta tras este nombre?

Lounis Aggoun : La respuesta a su pregunta se reduce a una frase: el AQMI y el DRS son una misma organización y todo lo demás es literatura. Los sinsabores de Francia con el poder argelino provienen de que sus agentes más fieles (Larbi Belkheir y Smaïn Lamari) murieran respectivamente en 2010 y en 2007. Por lo tanto, Francia se encuentra con un interlocutor que no tiene la misma disposición respecto a ella. El actual amo del régimen, Tufik Mediene, prefiere jugar otras bazas, estadounidense, china, etc. Esta guerra subterránea es lo que en el terreno se traduce en secuestros y en las continuas humillaciones infligidas por el AQMI (el DRS) a Francia. Lo peor es que ni los políticos ni los periodistas, que han practicado permanentemente la mentira, pueden explicar los verdaderos entresijos. Y lo que encontramos en todos los platós de televisión es a los expertos-impostores de siempre, manipuladores para los que la vida de los rehenes tiene un valor ínfimo.


ARRIBA: Logo del DRS (Département du Renseignement et de la Sécurité) Departamento de Inteligencia y Seguridad de Argelia. Su existencia data desde la lucha por la independencia. En 2016 fue disuelto por el presidente Abdelaziz Bouteflika y reemplazado por la Dirección de Servicios de Seguridad. Vendría a ser el equivalente francés de la Dirección General de la ‎Seguridad Externa (DGSE - Direction Générale de la Sécurité Extérieure; o de la Dirección General de Seguridad Interna (DGSI - Direction Générale de la Sécurité Intérieure). El AQMI o Al-Qaeda en el Magreb Islámico es una organización islamista de Argelia (filial de al -Qaeda ) su objetivo es luchar contra el gobierno argelino e instituir un estado islámico. Tuvo su origen como Grupo Salafista de Predicación y Combate (GSPC). Sus actividades se han expandido a países fronterizos con Argelia. ABAJOLarbi Belkheir, Mayor General del ejército y político argelino, colaborador del presidente Chadli Bendjedid del cual fue Jefe del Consejo Superior de Seguridad, Secretario General de la Presidencia y Jefe del Gabinete, entre octubre de 1991 a julio de 1992 fue Ministro del Interior. En 1992 ayudó a liderar el golpe militar que depuso a Chadli Bendjedid, iniciándose la Guerra Civil. En 1999, ayudó a Bouteflika a convertirse en presidente, en octubre de 2000 fue designado Jefe de Gabinete (murió el 28 de enero de 2010); Mayor General Smain Lamari, fue jefe del servicio de inteligencia argelino, del Departamento de Contraespionaje y Seguridad Interna. (Smain Lamari murió en 2007).  Los generales Mohamed Lamari, Khaled Nezzar, Larbi Belkheir, Smain Lamari y "Tufik" Mediene fueron los generales argelinos más influyentes en la política argelina, junto a otros militares han sido llamados la "Mafia de los generales argelinos". 

➤ Silvia Cattori : En muchas ocasiones usted vuelve sobre el papel de Jack Lang, Hubert Védrine, Jean-Louis Bianco, Jacques Attali. ¿Por qué son particularmente censurables estos personajes, tan presentes todavía hoy en los medios de comunicación?

Lounis Aggoun : Algunos de estos hombres son buenos consejeros del poder en la sombra en Argelia, en torno a Larbi Belkheir. Por lo tanto, en diferentes grados son los arquitectos de la obra de este hombre: la destrucción de Argelia y de que se haya devuelto a su pueblo a los tormentos de una colonización peor que la colonización y que no osa decir lo que es…


"Argelia, los años de sangre y el papel de los agentes de influencia".


Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), es un seudo grupo islámico controlado por el DRS argelino, es decir los servicios de inteligencia de Argelia y que sirve a justificar la guerra al terrorismo y conceder una razón de existir y ejercer plenos poderes al régimen militar argelino.
➤ Silvia Cattori : En 1999 los telespectadores francófonos pudieron ver horrorizados “Bentalha, autopsia de una masacre”; este reportaje mostraba que la noche del 22 al 23 de septiembre de 1997 el ejército argelino mató salvajemente a unos doscientos habitantes del pueblo. Leyendo su libro se comprende que estas revelaciones no lograran entonces desvelar los crímenes de Estado, sobre todo a causa de “la influencia de Bernard-Henri Lévy y de una banda de intelectuales negativos (André Glucksmann, Denis Jeambar, Daniel Leconte, etc.), bien secundados por políticos influyentes”, entre ellos Jack Lang y Hubert Védrine. ¿Puede explicitar cómo se manifestó esta “influencia”?

Lounis Aggoun : En primer lugar, hay que saludar a la redacción de France 2 que tuvo el valor de presentar este documento; en aquel momento estaban Paul Nahon y Bernard Benyamin. No se han atrevido a repetir la experiencia, sobre todo desde que se nombró directora a Arlette Chabot y desde que la cultura de la mentira alcanzó su apogeo.

Por lo que se refiere a Bernard-Henri Lévy (apodado BHL), es conocido su papel habitual en la galaxia mediática y la nefasta influencia que ejerció en 1998 publicando en Le Monde (tras una visita de dos días a Argelia con escolta militar) un texto en el que exoneraba a los generales argelinos de todos sus crímenes, excepto quizá, decía él, el de incompetencia. Bernard-Henri Lévy, este pensador mediocre al que se presenta en todas partes como un intelectual, este ensayista comprometido con los poderosos (en este caso con criminales de masas) logró ocultar un movimiento de opinión naciente en Francia, favorable al pueblo argelino.

Esto ocurría unos meses antes de la masacre de Bentalha en la que, recordémoslo, los militares a los que él exoneraba de toda responsabilidad habían planificado y ejecutado (dirigiendo unos escuadrones de la muerte formados por terroristas “islamistas” que estaban a sueldo de ellos) la masacre indecible de mil personas en unas horas de la noche, en un sector cuidadosamente balizado por el ejército, el cual por toda actuación se limitó a impedir a la población de los pueblos vecinos ayudar a quienes estaban asediados y a cerrar el paso a las víctimas para obligarlas a volver al escenario de la masacre.

El día en que los medios de comunicación admitan esta verdad, que sólo discuten estos “agentes” de la desinformación, aparecerá el verdadero rostro de Bernard-Henri Lévy: el de un cómplice de muchos crímenes de masas, de muchos crímenes contra la humanidad y el encubridor de muchos crímenes que se desprenden de ello. Mientras, se le considera el filósofo contemporáneo con más talento del mundo.

La verdad, las elucubraciones de Bernard-Henri Lévy sólo hacen ilusión en el microcosmos mediático-político francés que contra toda evidencia y de manera deliberada trata de imponer una visión binaria del mundo en la que hay por un lado los buenos demócratas, ellos, el Bien, y por otro los “islamoterroristas” y sus cómplices, es decir, todos aquellos que no toman lo que ellos profesan por dinero en efectivo, el Mal. Y si Bernard-Henri Lévy tiene esta influencia es porque puede contar con sólidos apoyos en los medios.


Bernard-Henri Lévy, magnate y neoconservador francés. Controla con una mano de hierro el contenido ideológico de una gran parte de los medios de comunicación y de la edición en Francia.

En Arte, una cadena de televisión en la que, sin embargo, no faltan expertos, periodistas e historiadores íntegros, Daniel Leconte hace estragos como un déspota y parece tener un poder exorbitante. También es copropietario (con Bernard-Henri Lévy) de una productora, Docs en stock, en la que hace películas muy discutibles desde el punto de vista de la deontología y el rigor. BHL y Daniel Leconte juegan sobre seguro, Arte organizó un programa Thema en el que BHL y Leconte escupieron su hiel en el plató a través de reportajes en los que la imparcialidad era el menor de sus defectos. A continuación el bombardeo mediático hizo su trabajo ya que el dogma que defendía esta maléfica cohorte era el siguiente: ¡los asesinos que actuaron en Argelia eran, de manera evidente, únicamente fanáticos islamistas como afirmaban los generales en el poder! Decretados así inocentes por esencia, los verdaderos criminales, esencialmente agentes del DRS, escuadrones de la muerte, ninjas y milicias, pudieron seguir su obra con total impunidad. Y si había que deplorar algunos deslices, según él eran perfectamente excusables porque tenían como misión pionera cerrar el paso a la “barbarie islamista” que amenazaba a Francia y Occidente.



Bernard- Henri Lévy y Daniel Leconte


Hacer pasar a los generales genocidas por salvadores del mundo, ésta fue la obra en Argelia de Bernard-Henri Lévy, este “Mickey Mouse” del pensamiento intelectual (la comparación es de Emir Kusturica, con ocasión del conflicto de los Balcanes en el que Tartarin-BHL había tenido compromisos similares). Es conocido su compromiso a favor de la política israelí contra el pueblo palestino, su ensañamiento con Irán, con la Venezuela de Chávez y no me detengo más en ello.

El efecto inmediato fue detener de golpe el naciente movimiento de opinión, lo cual no dejó de tener consecuencias para el pueblo argelino que continuó sufriendo asesinatos masivos sin que ninguna persona en el mundo pudiera protestar so pena de ser acusada de apoyar al fanatismo islámico. Concretamente el régimen, que estaba a punto de ser denunciado a escala mundial, salió de ello blanqueado, reforzado y legitimado para proseguir con su acción asesina.

Bernard-Henri Lévy y Daniel Leconte, como ángeles del terror, tienen una enorme responsabilidad en la muerte violenta de decenas de miles de inocentes masacrados después de su intervención, ya que el ejército gozaba de una impunidad adquirida gracias a esta carta blanca.

Si Argelia fuera hoy independiente, estaría capacitada para llevarlos ante los tribunales internacionales por complicidad en crímenes contra la humanidad. En vez de ello, Bernard-Henri Lévy sigue siendo el embajador de la postura francesa en el mundo y Daniel Leconte sigue arrojando en la televisión su veneno sobre los magrebíes y los inmigrantes musulmanes, ya que ve bárbaros en todos los banlieues desfavorecidos que rodean París.



Mohamed Sifaoui, periodista argelino neo-conservador.

➤ Silvia Cattori : ¡Es asombroso todo esto! La “banda” de personalidades a las que usted incrimina en su libro se amplia al hilo de las páginas: Jack Lang, Hubert Védrine, Jean-Louis Bianco, Jacques Attali, Jean-Louis Bruguière, Antoine Sfeir, Daniel Leconte, Franz-Olivier Giesbert, Guillaume Durand, Yves Calvi, Mohamed Sifaoui, Yasmina Khadra. ¿Qué tienen en común estas personas a las que usted agrupa? ¿Tienen la misma responsabiliad en la colaboración con “este simulacro de Estado” argelino, en el curso de estos “años de sangre” y de esta “guerra sucia” que ha causado más de 200.000 muertos? Según usted, ¿qué lugar ocupan precisamente Mohamed Sifaoui y Yasmina Khadra ?

Lounis Aggoun : Mohamed Sifaoui es un hombre dispuesto a “erradicar” a un pueblo si esto puede aportarle un minuto de “gloria” en la televisión. Es una bendición para un medio al que hacía falta un “moro de turno”. Tiene un perfil ideal para profesar el odio al musulmán, el odio al joven de la banlieue que, según la dialéctica de Sifaoui, sueña con aterrorizar a Francia; el odio de los argelinos, que desde su punto de vista son indignos de la democracia y lo único que saben hacer es elegir a terroristas para que los dirijan; el odio de los emigrantes que, según él, no pararán hasta que no hayan islamizado Francia. Si se comporta de este modo no es en absoluto por convicción sino porque en este momento lo que paga es la isalmofobia; profesaría el mismo odio al francés si estuviera en Argelia, el odio al Satán judeo-estadounidense si estuviera en Irán, odio que se preocupa de verter ante sus invitados elegidos, cuidadosamente seleccionados y tan encarnizados como él. Los medios franceses y hombres como Jean-François Kahn o Paul Amar promueven a un Mohamed Sifaoui que, si llegara al poder, los enviaría a la hoguera sin la menor duda.


Mohammed Moulessehoul (alias Yasmina Khadra), oficial argelino encargado de la represión contra los islamistas en la región de Orán (Oeste de Argelia). Se retira repentinamente del ejército argelino. escribe novelas y encarna una falsa oposición al régimen militar en el país.

El caso de Yasmina Khadra (pseudónimo de Mohammed Moulessehoul) pretende ser más sutil. Habiendo aniquilado a la oposición, los generales argelinos necesitaban a alguien que los encarnara en los medios franceses y de ahí la pseudo-retirada del ejército de este hombre para personificar una oposición en un universo en el que está prohibido cualquier desvío de la versión oficial. Un supuesto oponente, cuyo papel es subestimar la amenaza o negarla cuando existe, e inventarla cuando no existe. Un “intelectual” al que le sopla una brigada de redactores del DRS. 

Pero la ambición de Moulessehoul (Khadra) tropieza contra una realidad ineludible: no sabe expresarse, lo que obliga a restringir sus intervenciones en la televisión a las operaciones de promoción de “sus” obras donde un discurso pobre viene a contradecir sistemáticamente la supuesta erudición de los textos que firma. Sifaoui y Khadra son enemigos del pueblo argelino, enemigos de la democracia, aliados del terrorismo internacional, aliados de las estrategias de tensión, en resumen, todo lo que constituye un buen agente del DRS.

➤ Silvia Cattori : Un pasaje de su libro (página 535) también me parece que aclara las manipulaciones que ha rodeado la guerra contra el pueblo de Afganistán y siguen alimentando la propaganda contra Irán, propagada bajo mano por Israel: “Quienes han apoyado deliberadamente un programa que proclama abiertamente la erradicación de una parte de la población, aquéllos que han ofrecido su ayuda a una tiranía a punto de ser desenmascarada y han asegurado el relevo de su propaganda a un régimen mafioso no son simples espectadores sino cómplices. El periodista, el experto mediático y el político pueden bloquear esta máquina y, sin embargo, han contribuido a engrasar sus mecanismos. Se trata del estadio supremo de la complicidad. (…) Esta innoble tarea es la que en 1998 cumplieron fríamente Bernard-Henri Lévy y André Glucksmann, bien secundados por Daniel Leconte y algunos otros líderes de opinión. (…) No contentos con no hacer nada en beneficio de las víctimas, han militado activamente para impedir que se organice la movilización para frenar a los verdugos…”. Este pasaje produce inquietud acerca de las complicidades que contribuyen a asegurar una audiencia a estos personajes maquiavélicos. Con lo que se sabe hoy de su alineamiento con Israel y los neoconservadores ¡se deduce que no han llegado ahí por casualidad, por error! ¿Están vinculados a semejante aparato?

Lounis Aggoun : Me guardo de enunciar cosas sobre las que no sé nada y me esfuerzo por no escribir nada que no sea capaz de defender ante un tribunal. Me contento con dar por cierto lo que sé y esto es ya suficientemente abrumador para esta comunidad de parásitos. Sin embargo, las redes financieras, industriales, mediáticas, intelectuales, etc., están bien documentadas por muchas obras publicadas en los últimos años y los delitos que Bernard-Henri Lévy atribuye al pueblo argelino son lo suficientemente graves para que sea inútil añadir más. Cada una de sus intervenciones ha sido un atentado contra la simple razón, un atentado contra la humanidad.

 Silvia Cattori : “Resulta penoso escuchar a los medios tratar temas concernientes a los argelinos”, escribe usted al final del libro. ¿En qué son especialmente censurables las cadenas de televisión TF1 y France 2, que usted pide que no se vean? ¿Cree que su redacciones sabían que las masacres atribuidas al Frente Islámico de Salvación (FIS) o al Grupo Islámico Armado (GIA) formaban parte de una “estrategia de la tensión” mantenida por las grandes potencias, entre ellas Francia? ¿Siguen solicitando, para sofocar lo “inconfesable”, a Alain Bauer y Xavier Raufer, que según usted pertenecen a una “nueva clase de expertos, de agentes de influencia que han hecho carrera en los servicios”?

Lounis Aggoun : Cuando se ha comprendido que TF1 fabrica mentiras, que su telediario no hace información sino propaganda machacona hay que ser lógico con uno mismo y no contribuir a engordar las audiencias que legitiman sus agresiones a la verdad. Siendo así, TF1 es una empresa privada que no tiene vocación de informar sino de ayudar a su jefe a ganar contratos para llenar el mundo de hormigón y, a fin de cuentas, lo hace bien. El caso de France 2 es mucho más grave porque su ambición declarada es informar y porque tiene una misión de servicio público que le debería prohibir jugar con la verdad. Ahora bien, su redacción hace el tour de force de hacerlo peor que TF1


Christian de Bongain (alias Xavier Raufer), periodista y criminólogo francés. Ha trabajado y rendido servicio a diversas coberturas de la CIA, especialmente a la National Strategy Information Center de Bush padre.

➤ Silvia Cattori : ¿Nos llevó esta “segunda” guerra de Argelia al clima de desconfianza y de rechazo que hoy conocen los árabes musulmanes, sobre todo en Francia? ¿Y al hecho de que ahí donde se encuentren los argelinos tienen razones para estar inquientos? En resumen, ¿todo se desarrolló como querían los estrategas del Estado?

Lounis Aggoun : La estrategia del miedo no es nueva. Los generales argelinos querían conservar el poder, aún a riesgo de “eliminar a dos millones de argelinos”. Y se ha hecho.

➤ Silvia Cattori : En Argelia la verdad es peligrosa para aquellos dirigentes que no tienen la conciencia tranquila, pero, ¿es también el caso de Francia?

Lounis Aggoun : El hecho de que la verdad sea peligrosa no impide que los argelinos la reclamen, poniendo en peligro sus vidas. El valor de las familias de las víctimas del terrorismo y de sus comités de defensa es infinitamente más meritorio que todos los libros que se pueden publicar al abrigo de la represión inmediata. Los medios de comunicación franceses ocultan sistemáticamente los incesantes esfuerzos de los argelinos para recuperar un poco de dignidad y de soberanía de su propia tierra. Por desgracia, una gran parte del drama argelino se vive en Francia. Pero los medios franceses han llegado a tal grado de compromiso que practican la omerta en una medida aún más importante que en Argelia. 

➤ Silvia Cattori : Hay personas que tienen una exigencia de verdad, pero el gran público casi nunca tiene acceso a esas personas, no es a ellas a quienes se suele invitar a expresarse. Usted les hace honor en su libro. Pienso en este importante testimonio de la connivencia franco-argelina: Lucile Schmid. ¿Existe una autoridad que se le oponga?

Lounis Aggoun : Todo el mundo puede constatar a diario, hasta el punto de que resulta caricaturesco, que cada vez que alguien está dispuesto a denigrar al pueblo argelino y a elogiar los méritos del poder militar es acogido entre cumplidos en todos los platós de televisión. Por el contrario, cualquiera que adopte la defensa del pueblo y critique al régimen se le prohibe en seguida. Anne Dissez estaba presente en las oficinas del FIS en diciembre de 1991 y cuando se anunciaron los resultados de las elecciones fue testigo directa de cómo empalideció el entonces dirigente del FIS, Abdelkader Hachani (un intelectual, vinculado a la democracia y al interés de su país, y no menos islamista), que no deseaba en absoluto la victoria. Después el DRS asesinó a Hachani porque no cuadraba bien con la imagen del islamista degollador de bebés que querían presentar los generales... podría citarle una larga lista de periodistas capaces de hablar inteligentemente de Argelia y a los que no se puede acusar de ser fanáticos del Islam. 

La exterminación mediática de todos los intelectuales argelinos del paísaje audiovisual francés ha sustituido al genocidio físico. Para nadie es un secreto que el poder francés, los medios franceses, están bajo la influencia directa de los servicios secretos argelinos. De hecho, en el estado actual de cosas no hay nada que el poder argelino no pueda permitirse en Francia. Puede hacer estallar bombas, asesinar, sembrar el terror y los medios y politicos franceses vendrán en su ayuda para proclamar que está libre de toda sospecha. El poder que ejerce Argel sobre París es exorbitante. Los generales compraron a cualquiera que detentara un poder o una influencia en el año 2003, hermosamente bautizado “año de Argelia en Francia”; por su parte, se fue apartando gradualmente a los refractarios. Durante todo un año se dieron millones a todos aquellos que se declaraban dispuestos a promover al régimen, a “colaborar” con Argelia, como repetía entoces el representante de Bouteflika, Cheb Mami. El escándalo Khalifa y sus 7.000 millones de euros de fondos dilapidados (que no son sino la parte emergente de la espoliación) no es un asunto entre argelinos, es casi un asunto entre franceses; lo único que ha hecho Argelia, como siempre, es poner la pasta.

➤ Silvia Cattori : Me gustaría volver sobre las relaciones entre el régimen de Bouteflika y el Eliseo, y sobre las acciones que se atribuyen a al-Qaeda en el Magreb islámico (AQMI) evocadas durante la anterior entrevista. En efecto, la entrevista provocó muchos correos de los lectores que, para mi sorpresa, parecían convencidos de que los actos atribuidos por los diversos poderes al AQMI están manipulados por el Estado argelino con la complicidad, sobre todo, de los servicios de inteligencia franceses.

Lounis Aggoun : Se lo decía anteriormente, el AQMI, es el DRS. Dése usted cuenta de que en un momento en que el mundo occidental proclama unánimemente que el terrorismo es el azote promordial que hay que combatir, los interesados se conceden como condición previa a sus investigaciones el excluir de la lista de sospechosos al principal culpable. Por más que el DRS firmara sus actos terroristas, los jueces, los políticos y los medios franceses concernidos organizan unas mascaradas para disculparle y para tratar de identificar a un culpable por esencia imposible de confundir porque, por decreto, estaba libre de toda sospecha. Quedan los subalternos, quienes tienen los pies atrapados en la red, aceptan como los perfectos chivos expiatorios para eliminar el problema creándose buena conciencia, mientras que quienes han ordenado estos actos son recibidos fastuosamenbte en el Eliseo para organizar el saqueo de los recursos de Argelia.


Amari Saïfi (alias Abderazak el Para o Abou Haydara), llamado «el Bin Laden del Sahara», líder del GSPC. Este «terrorista islámico» es en realidad un antiguo comandante de la guardia del Ministerio de la Defensa de Argelia y un agente del Departamento de la Inteligencia y la Seguridad Estatal argelina (antigua Seguridad Militar).

AQMI tiene ante sí una buena época. Pero el nombre de esta organización es en sí mismo una obra maestra de la manipulación. En dos palabras, se les margina de la humanidad, sin otra justificación que la de ver estas palabras así unidas, el Islam y todos los pueblos del Magreb, uniéndolos a al-Qaeda y Osama Ben Laden. En una declaración se pretende que al-Qaeda apoya a la organización y la financian países y organizaciones muy ricos, y en la misma frase que necesita secuestrar a europeos para financiarse. En un momento se afirma que está sobreequipada (sin que nunca, nunca jamás, se pongan en peligro los intereses del régimen argelino contra el que se supone que lucha) y en el siguiente que es un ejército de mendigos. Se otorga a la organización el propósito de llevar a cabo una guerra total contra los invasores y los occidentales, y todo el mundo encuentra normal que nunca haya atentado contra sus intereses (y, sobre todo, contra los estadounidenses que pululan por la zona) cuando el desierto, en el que se supone que vive “como pez en el agua”, oculta miles de kilómetros de oleoductos que sería muy fácil hacer estallar.

Se afirma que la organización está decimada y sin transición que el medio millar de sus soldados controla un territorio tan grande como Europa del este, en un terreno que es de los más hostiles del planeta, donde, sin embargo, se concentran las fuerzas armadas de cuatro países que oficialmente las acosan con el apoyo de las fuerzas especiales de Francia, de la OTAN, de Estados Unidos, etc. Se proclama que estos terrorista pueden atacar donde quieran, cuando quieran y cada vez que atacan es con una finalidad turbia aunque tarde o temprano se descubre que sirve a objetivos puramente crapulosos que, en todo caso, en absoluto tienen nada que ver con ningún móvil religioso. Se pretende que estos hombres son irreductibles y regularmente se difunden sus avisos contra tal o cual país que no se conforma a sus exigencias, como por ejemplo, abrogar la ley sobre el burka en Francia. ¿Quiere esto decir que si Francia se plegara a esta exigencia el AQMI aceptaría dejarla saquear los recursos de los países del Sahel?


Combatientes de Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)


¿Cómo conciliar esto con el propósito incial de al-Qaeda, que es llevar a cabo una guerra total contra los occidentales? Nunca el AQMI (y antes de él el GSPC (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate) o siquiera el GIA) ha cometido en 20 años de existencia un acto que haya contribuido a debilitar al régimen y a servir al pueblo. Se puede probar fácilmente que cada una de sus acciones de envergadura ha ocurrido en un momento clave que ha tenido como consecuencia perjudicar al pueblo argelino y reforzar al régimen.

En las abundantes obras sobre el AQMI, ¿quién recuerda que Amara Saïfi, alias Abderazak El-Para, alias “el Bin Laden del Sahara”, vive apaciblemente en el Club de los Pinos de Argel tras haber sido presentado como la persona que llevó a la adhesión del GSPC a al-Qaeda? Todo esto podría ser alucinante, pero “expertos”, “especialistas”, “directores de institutos”, de “centros de investigación”, de “observatorios” se turnan en los platós de televisión para contarnos, sin reirse, una patraña que sólo se mantiene porque la dicen sin que nadie la contradiga, unos individuos que tiene dificultades para ocultar su afiliación a los servicios secretos. Por ello se impone la prohibición de cualquier palabra que se desmarque de la historia oficial.

La lucha antiterrorista a escala mundial es un fracaso evidente. No tiene como consecuencia difundir la democracia ahí donde no existe sino que la ha destruido ahí donde existía. Es exactamente el objetivo de los terroristas. La única respuesta concreta de los poderes occidentales consiste en proponer medidas de fichaje de la población, la multiplicación de los sistemas de vigilancia, de biometría y, por consiguiente, aniquilar todo lo que las democracias tienen de democrático. ¿Y con qué resultado “pragmático”?

A la larga la presencia de franceses en el Sahel corre el riesgo de ser indefendible. Sin embargo, si se aborda la cuestión desde el punto de vista puramente cínico del interés francés, el interés estratégico es vital. Roland Jacquard, Xavier Raufer, Antoine Sfeir, Louis Caprioli, Jean-Louis Bruguière, Mohamed Sifaoui, estos son los enemigos de Francia porque son los cómplices directos del terrorismo internacional ya que su discurso se articula para disculpar a los verdaderos responsables y echarles la culpa de todo a los subalternos.

Entonces, el AQMI es el DRS.  Quienes pretenden lo contrario son peligrosos falsificadores.  Desafío a cualquiera de todos aquellos que detentan estos poderes (medios, policía, justicia, política, investigación de todo tipo) a aportarme el menor elemento que no sea un chisme inverificable, supuestos atentados desbaratados, confidencias de agentes secretos que no aportan el menor esbozo de prueba.

Desafío a todos estos “expertos” juntos a presentar un solo elemento tangible de lo que ellos afirman sobre el AQMI, si no mensajes virturales enviados por terroristas virtuales que sostienen unas tesis grotescas, que se desarrollan según unos escenarios rocambolescos y se enuncian ante periodistas que parece tener por pliego de condiciones solo tragarse tanto más encantados la mentira cuanto mayores sea, no tienen ambición de acabar con el terrorismo, favorecen la diseminacióm y legitiman la instauración de la dictadura en las sociedades occidentales.

A finales de noviembre de 2010 Nicolas Sarkozy participa en una reunión de la Unión por el Mediterráneo. Cuando se vea en la televisión a los jefes de Estado así reunidos podemos estar seguros de tener ante nosotros a algunos de los claros responsables y organizadores del terrorismo internacional y a sus cómplices, así como a los encubridores de sus acciones. Así es como un puñado de depredadores ejercen su férula sobre la casi totalidad de la humanidad, atribuyéndole las fechorías de las que ellos son instigadores y luego imponiéndole aportar la prueba de su inocencia tras haberle quitado todos los medios que le permitían reunirla.

Es el momento de que esto acabe. Se puede hacer no permitiendo más que pase la mentira, poniendo ante la evidencia a los propagandistas, ahí donde se expresan, en un plató de la televisión o en un bar: ellos son los cómplices indiscutibles del terrorismo. Tendrían muchas dificultades para demostrarles a ustedes lo contrario a pesar de los poderes y de los infinitos medios de los que disponen. 

 Silvia Cattori : Los grandes medios ocultaron su anterior libro, que tuvo una amplia acogida. ¿Cree usted que éste tiene posibilidades de ser mejor acogido mediáticamente?

Lounis Aggoun : Cuando se pretende alinear la crónica insostenible de doscientos años de hechos incofesables no se puede esperar ver a los intermediarios de la mentira permanente promover una obra que describe su propio fracaso...   La “guerra sucia” empezó en 1999, salpicó incluso a Francia y continúa hoy a pesar de las apariencias es la consecuencia directa de esta obsesión argelina de François Mitterrand. 

Cuando se publicó Françalgérie, crimes et mensonges d’Etats, simplemente hemos demostrado por A+B que es patente la mano del DRS a propósito de varias cuestiones sobre las que circulan tesis mentirosas. Nunca se ha hecho el menor desmentido de ninguna de las acusaciones muy graves y con el nombre de los culpables que hay en el libro; la historia nos ha dado la razón sobre muchas cuestiones. Con todo, perdura la mentira y la verdad oficial que harán de los argelinos un pueblo de terroristas en potencia y de los generales asesinos los guardianes de la libertad, los parangones de la democracia.

En resumen, cuando la verdad histórica no es una mentira debe ser calibrada para ser “comercializable”. La historia se ha convertido en un fondo de comercio que gestionan con erudición sus propietarios “legítimos”. A cuenta gotas conceden una verdad molesta, a ese ritmo haría falta un siglo de éxitos de ventas para esperar ver emerger finalemente toda la verdad recontruida a base de retazos. Mientras tanto un pueblo se muere. Es consentir un sacrificio demasiado grande para no cometer un crimen de lesa-autoridad mediática.


Jacques Attali, francés, economista y escritor de ensayos políticos, nacido en la ciudad de Orán (Argelia). Fue escriba del ex presidente François Mitterrand, juega un rol central en las relaciones franco-argelinas y el desarrollo del poder militar.

 Silvia Cattori : En conclusión, ¿qué perspectivas tiene Argelia?

Lounis Aggoun : El problema de Argelia no se resolverá mientras Francia esté bajo influencia argelina y viceversa. El problema principal es de orden mediático, vinculado directamente a la información. No es casual que quien ayudó a Larbi Belkheir y a su gobierno negro a apropiarse de Argelia en la década de 1980, el arquitecto de la descomposición del país, quien concibió el liberalismo salvaje y bárbaro (la forma moderna de tiranía) que arruinó a Argelia sea la misma persona a la que Nicolas Sarkozy confia la tarea de hacer la lista de las “reformas” que hay que llevar a cabo en Francia, el arsenal de la expoliación del pueblo por parte de los poderosos: Jacques Attali, un hombre omnipresente en los medios franceses.

He respondido que hacía falta una revolución y que ésta consiste en no caer en la trampa de la violencia (de la que sólo se benefician los poderosos, los dictadores, las fuerzas ocultas, los aprendices de brujo, los traficantes de armas, los depredadores de toda calaña, los manipuladores, los garantes de la mentira oficial y los terroristas), sino simplemente en exigir la verdad. La revolución pude ser tan simple como una postal enviada asiduamente, una vez al mes (a coste de un sello y hasta que se restablezca la equidad) a la redacción de France 2, a David Pujadas, a Arlette Chabot, para recordarles su misión de informar; a un diputado, a un presidente, a todos aquellos que han traicionado para hacerles saber que no se les votará la próxima vez, ¡y mantener la promesa!


***

Silvia Cattori
Lounis Aggoun

Traducción del francés para Rebelión:
Beatriz Morales Bastos (15.11.2010)

Enlaces originales:
Rebelión

Parte de las fotografías y notas a pie de foto de la entrevista corresponde a Red Voltaire (2010); otras son adiciones del editor del blog.

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