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20 diciembre 2021

La hora de los "electrónicos". La tortura en la segunda guerra mundial



 

El advenimiento de los "técnicos"


Primero vinieron... 


Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,

guardé silencio,

ya que no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

ya que no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

ya que no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,

no protesté,

ya que no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,

no había nadie más que pudiera protestar.


Esta es una de las muchas versiones poéticas creadas del texto de un discurso del pastor luterano alemán Martin Niemöller. El discurso estaba dirigido para la Iglesia Confesante de Fráncfort, el 6 de enero de 1946 (La Iglesia Confesante o Iglesia de la Confesión -Bekennende Kirche- fue un movimiento del cristianismo protestante fundado en Alemania en 1934 para oponerse al intento nazi de controlar las iglesias). Niemöller, en 1976, preguntado en una entrevista sobre los orígenes del poema expresó:  "No había acta ni copia de lo que dije, y es posible que lo formulase de manera diferente. Pero la idea era de todos modos: los comunistas, dejamos que eso sucediese tranquilamente; y los sindicatos, también dejamos que sucediese; e incluso dejamos que le sucediese a los socialdemócratas. Todo eso no era asunto nuestro. La Iglesia no se preocupaba por la política en absoluto en ese momento, y tampoco debía tener nada que ver con ellos...".

(Datos interpuestos por el editor del blog)

 

*****

La hora de los "electrónicos"




Antonio Frescaroli

Viene de la II Parte


Con los alemanes, la muerte y la tortura habían dado un decisivo paso adelante. Ambas habían dejado el estadio artesano para convertirse en un hecho exquisitamente técnico. La primera, la muerte, llegaba con el  monóxido de carbono, es decir, con la química; la segunda, la tortura pasaba a través de los tormentos de la duda, es decir, a través de la psicología.


En la Argelia de los años terribles de la insurrección y de la represión, muerte y tortura darán otro paso adelante. Se hacen "eléctricas". El torturador SS era un químico o psicólogo. El inquisidor paracaidista será un "electrotécnico".

El electrodo hace su aparición en las cárceles de Argel, de Orán. Representaba el último hallazgo científico aplicado a la extracción de una confesión de la verdad... Los siglos no han pasado en vano, la ciencia y la técnica han entrado en las cárceles. Lo que no cambia es la ferocidad...

Una de las preocupaciones del torturador moderno es que el interrogado sufra perfecta lucidez, una vez que se haya asegurado de esto, podrá continuar... No hay que decir que entre un "tratamiento" y otro hay intervalos más o menos largos, en el curso de los cuales el paciente es abofeteado, lanzado al alto como un saco de patatas, encarnecido, humillado. "Ahora verás como te decides hablar". Se pasa al "tratamiento" especial, al de las grandes ocasiones si el prisionero es un pez gordo, sabe mucho; es absolutamente necesario que hable...

Escenas semejantes eran frecuentes en la Argelia de los años 50. Para precisar, debemos decir que no era la primera vez que la tortura se expresaba en francés. Diez años antes, durante la ocupación alemana, la tortura habla hablado, más bien gritando, en francés: un francés con acento parisiense.


Carteles de propaganda de diversas milicias colaboracionistas de Vicky


Nos referimos a los torturadores de la Milicia de Vichy que operaron de 1942 a 1944 en París y la Francia ocupada. Por otra parte, y siguiendo dentro del tema, fue precisamente en París donde nació y se difundió, bajo la égida de la  Gestapo,  el uso de la tortura eléctrica

Esta forma de suplicio tenía su centro, su sede: 44, rue Le Pelletier, quinto piso, "Bureau 51". Parece que una segunda sede fue instalada en Tolosa por el inspector de policía Marty (condenado a muerte en 1948), el cual había tenido la ingeniosidad de recurrir a un eufemismo: no decía nunca "tortura eléctrica", sino "Radio Londres". "Radio Londres", si queremos llamarla así, es sin duda la última nacida de la imaginación torturadora del hombre, tiene pocos años de vida; y sin embargo cuenta ya con su literatura, y quien quiera orientarse, documentarse e incluso tener una cultura  acerca del tema, no tiene más que comenzar a hojear las páginas del libro de Elías Revel, "6ª Colonne".


Propaganda del gobierno de Vichy respaldando la política alemana contra los judíos 

Al hablar de la tortura eléctrica, hemos retrocedido unos años. Hemos caído en uno de los períodos más oscuros y más dramáticos de la reciente historia de Francia: en la Francia de la Resistencia y de la ocupación alemana. Detengámonos un momento. Es una parada que vale la pena hacer. En la Francia ocupada por los alemanes y gobernada por los polizontes del gobierno de Vichy, la tortura eléctrica no era el único instrumento para la búsqueda de la verdad.

En su desenfrenada y fanática persecución de la verdad los milicianos habían constituido una especie de ministerio que muchas veces -hay que decirlo- actuaba sin que lo supieran los mismos alemanes y el gobierno de Vichy. Se trataba de un conjunto de oficinas que, por una especie de comprensible pudor, se había querido llamar las "Oficinas para la extracción de confesiones y de informaciones" (Bureaux d´extraction d´aveux et de renseignements). Las confesiones y las informaciones eran extraídas con medios muchas veces medievales, por no decir rudimentarios, como por ejemplo la aplicación de fuego en los pies. Parece que alguien protestó contra este sistema: "Es cosa de Carlomagno", dijo, "No sabemos que de Carlomagno a esta parte el fuego queme menos", fue la respuesta. Así empezaron a aparecer los braseros. 


El cartel dice: "Des libérateurs? ¡La libération par l'armée du crime!" (¿Libertadores? ¡Liberación por el ejército del crimen!). El Affiche Rouge (cartel rojo) es un conocido cartel de propaganda, distribuido por el gobierno francés colaboracionista de Vichy y las autoridades alemanas de ocupación. El cartel apareció en la primavera de 1944 en París, estaba destinado a desacreditar como terroristas a los 23 combatientes inmigrantes franceses de la Resistencia, miembros del Grupo Manouchian que serían capturados, torturados y ejecutados. Junto con estos carteles, los alemanes repartieron volantes que decían que la Resistencia estaba encabezada por extranjeros, judíos, desempleados y criminales; la campaña caracterizó a la Resistencia como una "conspiración de extranjeros contra la vida francesa y la soberanía de Francia" (citas tomadas de Wikipedia: Affiche Rouge)


No todos los medios de "extracción" que se usaban en estos "gabinetes de investigación" eran medievales. Había algunos de claro sabor modernista, el "Tercer Grado" (flagelación), por ejemplo, que entre otras cosas era de irrefutable origen americano, en vigor desde hacía años en diversas prisiones de los  Estados de la Confederación Norteamericana, en edición debidamente revisada y corregida a los funcionarios de policía para hacer "hablar" a los resistentes.

El "Tercer Grado" americano  una decena de años después será exhumado y aplicado en edición típicamente europea, más exactamente parisiense, por un especialista de la tortura. Hablamos del belga Delfanne, alias Masuy, que el Tribunal del Sena juzgará y condenará a muerte en 1947 por delitos y atrocidades cometidos contra los miembros de la Resistencia.


Georges Delfanne, alias Christian Masuy (1913 - 1947) colaborador y espía belga durante la ocupación alemana. Antes de la guerra, Delfanne era un militante rexista de extrema derecha y se ganó la confianza de Léon Degrelle (general de las Waffen SS). Reclutado por los servicios de inteligencia alemanes (Abwehr).  Espió al ejército belga antes de la invasión alemana. En 1940 fue enviado a Francia, bajo la ocupación se convirtió en auxiliar de la Gestapo, presentándose a veces como "jefe de contra-espionaje" en su sector. Organizó la infiltración de las redes de la Resistencia francesa, arrestó a más de 800 trabajadores de la Resistencia, algunos de los cuales interrogó y torturó. Al final de la guerra, huyó a España, pero fue perseguido por los estadounidenses, juzgado en Francia, condenado a muerte y fusilado el 1 de octubre de 1947.

Masuy no representa en absoluto el tipo de torturador sádico que se complace con los gritos de su víctima, que hace daño por hacerlo. Masuy no odia a su víctima. En cierto modo, la respeta, incluso se podría decir que la admira. Hay episodios desconcertantes que arrojan una luz siniestra sobre este extraño tipo de torturador frio y de buenas maneras. Se sabe, por ejemplo, que estrechaba calurosamente la mano de su víctima, después de haberla sometido a tortura, no desdeñando invitarla a beber una copa juntos.

Un día le tocó pasar una velada en compañía de un prisionero "resistente". Cuando terminó la velada, Masuy le comunicó que debía prepararse: "Lo lamento, señor: además, usted ya sabe lo que le espera después del postre". Le esperaba el suplicio de la bañera. Era su suplicio preferido. A Masuy no le habían gustado nunca aquellos desordenados "passages à tabac", en uso desde hacía tiempo en las prisiones de la Tercera República, que consideraba manifestaciones bestiales e ilógicas. 

"Un prisionero, cualquiera que sea el delito que se le impute, es sagrado". ¿Por qué pegarle hasta la sangre? Lo que cuenta es la verdad. Para conseguirla, decía Masuy, no hay ninguna necesidad de bestialidades, de hacer que le estallen a uno las venas del cuello, ofreciendo a la víctima misma un espectáculo tan indecoroso que debería dar vergüenza.

El "suplicio de la bañera" no era tampoco de su invención. Mansuy se contentaba con ser solamente un teórico, más bien el teórico. Su procedimiento tenía el rigor científico de los grandes experimentos de laboratorio. Desde el punto de vista mecánico la operación era de una simplicidad extremada: el paciente era bien atado y luego sumergido en una bañera de agua helada. A los primeros síntomas de asfixia, era inmediatamente sacado. Se le hacía recobrar la respiración; luego, de nuevo, otra inmersión, luego otra más.

En un momento determinado, Masuy -que gustaba de seguir personalmente todas las fases del suplicio- indicaba que el "tratamiento" debía considerarse terminado. Sacaban cuidadosamente al paciente, lo friccionaban, lo calentaban y le invitaban a beber un vasito de coñac para "entonarse". Seguía una especie de "recepción" oficial, en el curso de la cual la víctima era felicitada por su valor. "Hombres como usted merecen toda mi estimación", decía Masuy. "Amigo mío, ha demostrado tener coraje". Pausa. Luego: "Lamentablemente vuestro valor ha sido inútil... porque ha habido otro que ya ha hablado". La astucia psicológica era muy sutil, casi todos caían. Muchas de las confesiones las obtuvo, no en la bañera, entre un síntoma y otro de asfixia; sino sentados junto a una mesa, una vez terminado el "tratamiento", ante una botella de coñac. La trampa no solo era sutil sino también cínica, y suponía una especie de inteligencia.

En este punto preciso, quizá por primera vez en la historia de los sufrimientos humanos, la tortura acude a la filosofía. Con Masuy, aparece, siniestra y paradójica, una nueva disciplina: la filosofía al servicio de la tortura. Era, en el fondo, la filosofía del contra-espionaje. 

He aquí las nuevas ideas esenciales de la nueva "doctrina", como Masuy mismo, en el curso del proceso que había de condenarlo a la pena capital, expuso ante los jueces y los abogados asombrados. Dijo más o menos estas palabras: "Señores, tratemos de no ser hipócritas y, al menos por una vez, de llamar a las cosas por su verdadero nombre. La guerra es un acto de violencia que no conoce límites. No soy yo quien lo dice, sino el gran Clausewitz. ustedes saben bien lo que es el espionaje; es un modo desleal de llevar la guerra. Todo está permitido en el espionaje. Me parece que no hay necesidad de discutirlo. Un espía que tuviera escrúpulos, ¿qué clase de espía sería? El Intelligence Service ha sido lo que ha sido y ha hecho lo que ha hecho, y yo soy el primero en reconocer sus méritos y su superioridad, porque ha tenido verdaderos espías, decididos a todo y dispuestos a todo, tanto a pasar sobre cadáveres como sobre principios morales.

"Decidme ahora: ¿Por qué lo que está tácitamente permitido en el espionaje no ha de estar permitido al contra-espionaje? ¿Cuál es la misión del contra-espionaje? El mismo nombre lo dice: destruir el espionaje. ¿Y cómo  sino sirviéndose de los mismos medios? Bien, señores, yo no hecho otra cosa que contra-espionaje. He ejercido mi oficio. Lo he hecho sin odio y sin resentimiento. Yo mismo he  sido torturado por un servicio secreto aliado. Es natural que no sienta ningún cariño por mis verdugos. También ellos han desempeñado simplemente su oficio. Han cumplido su deber. Todo consiste en ejercer ese oficio y en cumplir ese deber sin rencor. La lucha por la posesión de una información es como una pelea sobre el ring. Se pega hasta la sangre y, terminado el combate, se da la mano".

El, Masuy, había realizado su combate. La lucha había terminado, y salía vencido. Todo terminaba aquí. Tal vez esperaba que alguien viniera a estrecharle la mano. Las cosas fueron de otro modo. Le condenaron a muerte.


***

FIN

Fuente:

"Historia de la Tortura a través de los siglos". Antonio Frescaroli, editorial De Vecchi S.A., Barcelona,1972

16 diciembre 2021

La hora de los "psicólogos". La tortura en la segunda guerra mundial




Viene de la Parte I


El advenimiento de los "técnicos"

La hora de los "psicólogos"


Antonio Frescaroli


La dignidad había sido arañada, humillada, ofendida, herida mil veces. En la cámara de gas, lo que entraba de la dignidad eran los últimos jirones que los condenados conservaban unidos a sus pobres harapos de  carne antes de ir a entregar el alma a Dios. En el libro Treblinka, aterrador documento-investigación de los campos de exterminio, el autor cuenta cómo se hacia la selección de los hombres que debían sobrevivir unas semanas, quizás unos meses, para ser dedicados a los trabajos de recuperación y transporte de los cadáveres: una obra de arte de tortura física y psicológica. Estos infelices "aspirantes" a unos días más de vida tenían que superar cuatro pruebas, que bien se podrían llamar tests de supervivencia. Revivamos estas aterradoras secuencias.


Treblinka fue parte clave de la "Operación Reinhard", nombre  clave de los nazis para la Solución Final diseñada para librar Europa de judíos. la imagen de la izquierda muestra la deportación a Treblinka desde el ghetto de Siedlce, Polonia, en 1942. A la derecha, un grupo de judíos polacos del ghetto de Varsovia siendo interrogados por oficiales nazis antes de partir hacia el campo de exterminio de Treblinka, en 1943.


Estación de Treblinka

Llega un tren -el tren de la muerte-. 

Primera selección -brutal y sumaria- por parte de los sargentos de las SS: mujeres, viejos, niños y enfermos por una parte. Es la columna de la muerte. Irá directamente a la "cámara" para morir en seguida. Todos los hombres útiles por la otra. Las dos columnas entran en el campo. Para la primera no hay problemas. El largo calvario de torturas de todo tipo irá a concluir bajo las macabras chimeneas.

A la segunda le espera la "prueba psicotécnica". el que quiera vivir todavía un poco debe someterse a ella. De una columna de mil, dos mil o tres mil hombres (esto dependía del número que había llegado), se trataba de elegir doscientos "trabajadores", ni uno más. Primera prueba, primer test, y por tanto primera selección. "Los que ejerzan profesiones artesanas que den un paso adelante". No todos, pero una gran parte de un paso adelante: es un paso que puede valer la vida. Pocos permanecen inmóviles en su puesto. los "muertos vivos"; que no les importa ya ni la vida ni la muerte, se han hecho indiferentes a los sobresaltos de la esperanza y a los terribles vacíos de la angustia. Para éstos, no hay necesidad de decirlo, es el final. Media hora después entrarán en la cámara de gas.

Para los retorcidos especialistas de las SS, los que han dado un paso adelante han demostrado  una cosa, la voluntad de vivir. Hay que elegir entre éstos, porque, obviamente, no es suficiente probar que se quiere vivir, hay que demostrar también que sabe vivir. Lo que se requería en el segundo test era, pues, un cierto sentido de picardía.

"Los que sepan hablar alemán que den un paso adelante". Los ingenuos se movían, los astutos permanecían donde estaban, no muerden el anzuelo. La pregunta es equivocada: todos los judíos pueden pretender efectivamente que conocen el alemán a través de la lengua yiddish, que tiene muchos puntos de contacto con la lengua de Goethe. Pero la lengua yiddish no es el alemán; no había que mentir.

Había, por el contrario, que intuir, comprender al vuelo el engaño. Así está claro que para aquellos que habían  dado el paso fatal no había nada que hacer. Su suerte estaba decidida. Pero la suerte no ha sido decidida aún para los listos, porque han sabido decir no, y han permanecido en su lugar.

Tercer test de selección. La columna ha sido pavorosamente reducida. Los "candidatos" a la vida son sin embargo demasiados aún; como hemos dicho, solo se necesitan doscientos. Después de haber demostrado saber vivir, hay que hacer ver a los "examinadores" que, para vivir, se poseen también medios físicos.

"Judíos", les dice el oficial de la voz estridente, "ahora les van a pegar, os golpearán hasta verter sangre. Atended bien; los que caigan serán eliminados en el mismo lugar, los otros sobrevivirán. Si alguno de vosotros quiere renunciar a la prueba, es libre de hacerlo".

Salir de la fila, renunciar a la prueba, significa, estaba claro, la cámara de gas en aquel mismo día. Nadie se mueve. Se inicia este tercer "test" de resistencia física  al dolor y a los golpes de todo género. Todo se concluye en el espacio de diez minutos. Quien cae al suelo ha expirado ya por su cuenta. la guardia ucraniana no tiene necesidad de terminar con ninguno. Pero un cierto número permanece en pie. Estamos cerca de los doscientos requeridos.

Cuarta y última prueba -la más aniquiladora-. Los supervivientes son divididos en dos grupos: el primero tiene que transportar los cadáveres de la cámara de gas a las fosas; el segundo debe ocuparse de la operación de revisar los cadáveres. Es una prueba práctica: éste será el trabajo a que serán dedicados los que salgan victoriosos. Olvidábamos un detalle: todo debía hacerse corriendo, sin parar, hasta entrada la noche. Cámaras y hornos funcionaban a pleno ritmo. Dispuestos. Vamos.

La feroz guardia se colocaba a los lados de los "examinados": no dejan respirar, como si condujeran ganado, están prontos a golpear a cuantos dan signos de cansancio. Golpear quiere decir "señalar", igual que a las bestias; y los "señalados", los "marcados" en la cara o en los brazos serán después reunidos y enviados a la cámara de gas. Los otros... los otros serán los doscientos requeridos. Pero son doscientos cuerpos que han perdido ya el alma, y con el alma, los últimos restos de la dignidad humana.




"Teníamos un solo camino para escapar de nuestros verdugos", dijo un día un viejo judío que, en un campo de la muerte, esperaba desde hacía tiempo su fin: "quitarnos nosotros mismos la vida". "¿Para qué sirve?" le respondieron: "La muerte es fatalmente igual a sí misma, venga de un trozo de cuerda que nos pongamos nosotros mismo al cuello, o de una bala de  plomo que nos introduzcan en el cerebro". "Sí, la muerte es siempre la muerte", agregó el viejo, "pero la nuestra, la que nosotros elegimos, salva al menos nuestra dignidad".

Así, siguiendo esta lógica desesperada, comenzaron los suicidios. Para los "técnicos" de la eliminación organizada, esto constituía un escándalo. "La muerte por suicidio es una muerte polémica", sentenció el jefe de los "técnicos"; "y la polémica, señores, no hace falta recordarles que está contra nosotros".

Había que hacer desaparecer, destruir en los prisioneros estos arrebatos polémicos, que eran en el fondo auténticos desafíos contra los amos. ¿Cómo? La indicación provino de un oficial, un licenciado en filosofía que se había interesado durante bastante tiempo por la psiquiatría antes de descubrir su vocación de torturador  en las SS. "Hay que actuar en los centros nerviosos del alma", dijo, "debilitando la voluntad del recluso". Hacer de un hombre un cadáver biológicamente viviente


Nace la técnica del terrorismo psicológico a través de la tortura de la duda y de los quebraderos de cabeza.


La verdad es que esta forma de tortura psicológica había sido ya experimentada con éxito...


Los "psicólogos" de Vilna


Ghetto de Vilna - Lituania, 1941


No es que antes de la llegada de los alemanes los judíos tuvieran una vida fácil en los países de la Europa centro-oriental. Amontonados en comunidad, en el ghetto, vivían rodeados de la hostilidad general de los blancos "arios".

Arios y judíos tenían un punto de encuentro en la trágica cita de los pogroms. Los pogroms eran explosiones de cólera "aria" en relación con los intrusos "semitas". Solían durar varios días. Luego, la carga de odio se agotaba, y todo volvía a estar como antes. La conclusión era siempre la misma: los cuerpos de varias decenas de judíos que yacían sin vida sobre el pavimento.

Cuando en la primavera de 1941, llegaron los alemanes las cosas parecieron cambiar. A diferencia de los polacos, de los checos, de los lituanos, de los estonios, de los ucranianos, los alemanes no odiaban a los judíos. Para los funcionarios de la Gestapo los pogroms eran unas manifestaciones infantiles y pasionales. Había que desembarazarse de los judíos sin odio, solo con técnica.

Comenzaron instituyendo cursos especiales para pogromistas, lo que equivale a decir: ¿cómo matar en frío, científicamente? Muy sencillo: arrojando las almas de aquellos desgraciados en la tortura de la duda. El 15 de julio tuvo lugar el primer pogrom con técnica. Las SS entraron en el ghetto, incendiaron la sinagoga, reunieron a un cierto número de judíos, elegidos según un cierto criterio, y les hicieron bailar durante horas hasta que estuvieron agotados. Luego se los llevaron: destino ignorado.

Los que quedaron comenzaron a ser devorados por la duda. ¿Por qué han sido elegidos ésos y no otros? ¿Dónde los habrán llevado? ¿Qué hay que hacer para no ser elegido? Los supervivientes lanzaron un suspiro. "Todo parece haber terminado", dijeron, "volvamos a nuestra vida". Retornaron a sus ocupaciones habituales.

Pero el 17 de julio, de pronto e inesperadamente, otro pogrom técnico. "¿Cómo es posible?", pensaron los optimistas: "¿Tal vez hemos cometido alguna infracción a las prohibiciones? ¿Quizá hemos hecho algo que no debíamos hacer?" "¿Pero el qué?" Esta era la duda. "¿Qué es lo que debemos hacer o qué es lo que no debemos hacer para sobrevivir?".

Para los funcionarios de la "muerte técnica", se trataba de vaciar psicológicamente a los condenados, de hacer de ellos cadáveres ambulantes, indiferentes a la revuelta y a la muerte. En ese momento comenzaron los quebraderos de cabeza obsesivos. Se sabe que  gran parte de los judíos del ghetto trabajaba en empresas alemanas. A los trabajadores se les entregaron certificados de empleo, que servían de salvoconducto. Y surgió la idea genial. Se instituyeron dos tipos de certificados: unos con foto y otros sin ella. A los interesados les tocaba decidir.

Era un rompecabezas que robaba la paz y perturbaba las noches y los días. ¿Es mejor un certificado con foto o sin ella? Discusiones interminables dentro del ghetto. Luego, un buen día, la solución: redada de todos los judíos desprovistos de foto, formados en columna y enviados a destino ignorado. Entonces apareció claro que la garantía estaba solamente en el certificado con foto. Y todos a proveerse de ella.

Entonces, los mandos alemanes deciden suprimir todos los certificados con foto y sustituirlos por otros de color blanco provistos del sello de la oficina de trabajo de Ponar. Hay que detenerse un instante sobre este trágico nombre. Ponar -todos los judíos lo sabían- quería decir la muerte. Muchos de ellos habían sido enviados a Ponar: ninguno había vuelto jamás. Ponar era el tiro en la nuca.


Ponar (Ponary) - Lituania, 1941, judíos cavando una fosa común como parte del trabajo forzado.

Pocos, como puede comprenderse, se pusieron al día con la sustitución; pocos adquirieron el certificado blanco de Ponar, porque pocos querían apostar con la muerte. Esos pocos se salvaron. Unos días después, una redada arrambló todos los obreros que carecían del certificado blanco. ¿Y los demás?

Los que milagrosamente habían escapado a la deportación al campo de la muerte, a Ponar, se apresuraron a proporcionarse el certificado. Entonces, los certificados blancos fueron divididos en dos categorías: los que tenían la mención "obrero calificado", y los que no tenían ninguna mención. ¿Qué significaba esta otra subdivisión? ¿Qué nueva trampa escondía? Los infelices se reunían durante la noche en las bodegas para discutir la cosa. ¿Qué hacemos? Los más maliciosos razonaban más o menos así: "No hay duda de que se trata de otra trampa. Los alemanes esperan que todos se proporcionen el certificado con mención, porque creen que los judíos somos muy astutos y que con esta historia del obrero calificado esperan escapar de la redada. Tengamos cuidado, amigos".


Anuncio del Comisionado regional de Vilna para prevenir acciones hostiles de judíos contra las tropas de ocupación alemanas, adoptándose contramedidas estrictas. Las represalias golpearán a todos los judíos. El anuncio advierte que todos los judíos no pueden salir de sus habitaciones entre las 3 p.m. y las 10 a.m. excepto los que tienen permiso para desplazarse. Las órdenes sirven para la seguridad de la población y proteger su vida, concluye el comunicado.


Otros, en cambio, más ingenuos, razonaban de este otro modo: "Los alemanes tienen necesidad de obreros especializados. Matarán a todos, pero se verán obligados a dejar con vida a los que ellos consideran indispensables". ¿Quién tenía razón? La respuesta que dieron los mandos alemanes fue diabólica. "Desde el momento en que muchos, aun siendo obreros calificados, no se habían hecho registrar por sus empresarios, mientras otros, que no lo eran, se habían hecho registrar con el fin de evitar la deportación, el mando alemán hace saber que la mala fe de los judíos lo ha irritado, y que, en consecuencia, a partir de hoy, todos los certificados son abolidos". Una redada tuvo lugar en el ghetto. Centenares y  centenares de personas fueron detenidas y enviadas a morir a Ponar. La población del ghetto estaba ya diezmada.

Continuaron los tremendos quebraderos de cabeza. Se volvió a comenzar con los certificados, primero con los colores: rojo y verde; amarillo y negro; luego con las series: inferiores o superiores a 10.000. Antes de ser enviados a morir a la cámara de gas, los judíos debían ser crucificados y martirizados hasta el fondo. Pero en frío, sin la cólera de los pogrom. Antes de la llegada de los alemanes, continuaban siendo martirizados, los judíos habían sido torturados con odio, sin método. Ahora, con la llegada de los alemanes, continuaban siendo martirizados, pero sin odio y con método

Las víctimas no eran enfrentadas con hombres. Las víctimas estaban frente a máquinas. Una cosa había de común entre las víctimas y los opresores: ambos eran prisioneros de la máquina. Un botón había sido apretado en Berlín, y todo estaba ya decidido, por los ejecutores y para los condenados. La única diferencia radicaba en que los verdugos tenían el deber de dar muerte y las víctimas tenían el deber de recibirla.


Continuar la lectura: 

La hora de los electrónicos

Fuente:

"Historia de la Tortura a través de los siglos". Antonio Frescaroli, editorial De Vecchi S.A., Barcelona,1972

13 diciembre 2021

Tortura y psicología en la segunda guerra mundial



Nota de introducción por el editor del blog

El siguiente ensayo es una transcripción del imprescindible libro "Historia de la Tortura a través de los siglos", de Antonio Frescaroli, Editorial De Vecchi S.A., Barcelona, 1972 (la obra se puede encontrar en búsqueda de libros de segunda mano en la web). Se ha tomado el capítulo final del libro, que titula " El advenimiento de los `técnicos´ ", para explicar la metodología de la tortura psicológica en el conflicto que sumió a Europa en una era de oscurantismo y horror.

Por supuesto, es imposible abordar esta etapa histórica de forma completa, de allí la exigencia de recurrir al estudio de Frescaroli y la imperiosa necesidad de segmentarla en varias entradas (para comodidad en la lectura y comprensión de la temática). Del mencionado libro se toma únicamente la descripción de la mentalidad "técnica" de los funcionarios nazis y la aplicación del "arma" psicológica para destrozar la moral y la condición humana de la víctima, obviado entrar en detalles descriptivos de los tormentos


Portada del libro libro "Historia de la Tortura a través de los siglos", de Antonio Frescaroli, Editorial De Vecchi S.A., Barcelona,1972

Muchos "críticos" protestarán que nos cegamos solo con la versión de los ganadores de la contienda. Pero, ¿existe otro acto de maldad planificada expresamente que rivalice con los crímenes del nazismo? Hace algunos años explicaba que el pretender justificar el genocidio perpetrado por los nazis porque los aliados cometieron crímenes de guerra es, no solo falta de decencia, constituye un insulto al sentido común, no puede equipararse ni por el número de víctimas, bajo ningún concepto subjetivo ni legal. La explicación es lógica, explicaba:


El programa nazi de exterminio es resultado de una trama intencional, premeditada y planificada durante la guerra, y ejecutada a conciencia por la jefatura del gobierno nazi, conociendo el propósito y las consecuencias de esos actos y, finalmente, pretendiendo ocultar los hechos a la opinión pública alemana y mundial.


Esa intencionalidad dolosa no es susceptible de comparación con las acciones militares que terminaron en diferentes episodios de excesos y abusos, sin eufemismos, en crímenes de guerra de los aliados, los “crímenes de los buenos” como dice en sus libros Joaquín Bochaca para intentar “equilibrar” la balanza con las atrocidades nazis.  

Debió ser causa de risa para los europeos que vivieron la barbarie que charlatanes extremistas españoles y latinoamericanos pretendan reescribir la historia de Europa. El neo-nazismo intenta, en idioma castellano, "enseñar" la "verdadera" historia, es decir, la versión nazi de la segunda guerra mundial. 

Aún hoy se burlan de las víctimas, cuando jamás en su vida han investigado o visto un documento original en uno de los idiomas de quienes participaron en el conflicto. Hasta uno que otro mozuelo adicto a la propaganda nazi de internet exige que le proporcionen "sólo un nombre, uno sólo, de un judío muerto en un campo de concentración"... ¿Se puede entablar un diálogo con fanáticos de esas dimensiones de ignorancia y altanería?

Ahora, ¿quién será el primero en lanzar la piedra?

Una necesaria nota aclaratoria más. 

Frescaroli en su libro utiliza constantemente el término "hebreo(s)" para referirse a aquellas personas encuadradas en la problemática judía en Europa. Pensamos que su uso no es el correcto, por esa razón hemos cambiado "hebreo" por "judío". Esta confusión viene dándose a través de los siglos, solemos confundir el significado de tres apelativos vinculados: hebreos, israelitas y judíos. Un detalle importante a tener en cuenta es que cada término se relaciona con una etapa histórica. (Resumimos esta explicación de una fuente: "Enlace Judío") 

Los hebreos fueron un grupo heterogéneo que se extendió por todo el Medio Oriente, desde las zonas occidentales del actual Irán hasta Egipto, y su presencia en la zona está documentada desde el siglo XXIII AC hasta el siglo XIII DC. La Biblia no entra en detalles sobre lo que fueron los hebreos, menciona que Abraham fue uno de ellos, pero sin ofrecer datos suficientes para saber qué tipo de sociedad fueron. Sin embargo, la arqueología se ha encargado de proporcionar una gran cantidad de datos que permiten reconstruir sus características principales. La etapa de los hebreos dio paso a la de Israel.

¿Cuál es la diferencia, entonces, entre hebreos e israelitas? Los hebreos fueron un grupo enorme distribuido en muchos reinos que, entre los siglos XVI y X AC se vieron obligados a adaptarse a las nuevas realidades o desaparecer. La mayoría despareció, pero el grupo hebreo establecido en Canaán pudo dar el paso necesario para convertirse en un reino formal llamado Israel. Podríamos decir que los israelitas son la continuidad directa de los hebreos; desde otro punto de vista, Israel fue la nación de origen hebreo que logró consolidarse y sobrevivir a los cambios sociales y políticos provocados por el colapso hitita y egipcio, y la invasión de los Pueblos del Mar.

Por ello, cuando los babilonios conquistaron el reino de Judá, la identidad israelita ya estaba prácticamente consolidada. Los persas –amos y señores de la zona desde el año 539 AC– permitieron la reconstrucción del antiguo reino israelita del sur, que a partir de ese momento pasó a ser llamado Judea. Por ello, sus habitantes comenzaron a ser llamados “judíos”.

Y aquí hay que aclarar: “judío” no significa “de la tribu de Judá”. El término hebreo para referirse a un integrante de esa tribu específica es Ben Yehudá (benei Yehudá, en plural), y “judío” se dice yehudí. La I al final evidencia que se trata de un toponímico (un apelativo derivado de un lugar), no un patronímico (apelativo derivado del nombre de una persona). Por lo tanto, “judío” significa “originario de Judea”.

¿Cuál es la diferencia entre israelita y judío? La época. “Israelita” es el modo de llamar a un pueblo entre los siglos X y VI AC, y “judío” es el modo de llamarle a ese mismo pueblo a partir del siglo VI AC y hasta la fecha.

Entremos a repasar el libro de Frescaroli.


Introducción: 

Sobre la Tortura

  



Entre 1945 y 1948, la Europa "liberada" hizo justicia. Centenares de torturadores, de sádicos y especialistas del suplicio fueron buscados, reunidos, llevados con su vergüenza ante un tribunal y enviados después ante un pelotón de ejecución. Aquella fue la época de la gran hecatombe de los torturadores. Era el final de los verdugos.


Pero no era el final de la tortura. Estaba escrito que esta "diosa del espasmo" tenía que sobrevivir a sus siniestros sacerdotes. En las últimas décadas de historia hemos visto aflorar, en todos los paralelos, la antigua manía de hacer gritar al prójimo por sistemas diversos. La tortura, ella de nuevo, siempre ella y siempre igual a sí misma: en su ferocidad como en su refinamiento, sobre todo, en su tremendo absurdo.

Todo puede ser confiado a la historia de mañana o de pasado mañana, menos esas explosiones de bestialidad colectiva que ofenden la dignidad humana de los contendientes. La historia de la colonización tiene sus páginas escalofriantes. Pero también la descolonización tiene las suyas, y son páginas que hacen helar la sangre. Auténticos genocidios han tenido lugar en estos últimos años en el más crucificado de los continentes, en África.

Salvaje o refinada, colérica o fría, rudimentaria o técnica, individual o de masa, la tortura vive, continúa viviendo. Aparecida con el hombre, parece destinada a desaparecer con el hombre. Mientras exista un hombre todavía sensible al dolor, la tortura tendrá una razón para no abdicar. No hay duda de que cuanto el hombre anestesia más sus partes y se hace insensible al dolor, más refinada tiende a ser la tortura.

Todos somos iguales ante la muerte, pero no todos somos iguales ante el dolor. La apatía tradicional de los asiáticos y de los orientales en general ante el sufrimiento físico y su consiguiente resistencia al dolor, explican en cierto sentido, el carácter de la tortura asiática, la cual, para hacerse sentir, debe ser necesariamente refinada. El antiguo verdugo chino debía ser más que un asalariado. Debía ser, en su género, un verdadero artista. Lo hemos visto en el "Jardín de los Suplicios".

Los cosacos heridos durante la campaña de Napoleón no necesitaban anestesia para ser operados. Sufrían de pie el apuntamiento de los brazos, sin lanzar un gemido, sin dar una muestra de debilidad. La sensibilidad física varía, pues, de país a país. Y, como puede comprenderse, variando la sensibilidad, variará la tortura. No solo eso: la sensibilidad varía también con los siglos. La sensibilidad física de los hombres de hoy no es igual que la de los hombres de ayer.

Hoy, especialmente en nuestro mundo civilizado, el hombre siente más el dolor porque ha perdido la costumbre de soportarlo. La humilde aspirina ha determinado, en el curso del último siglo, una profunda transformación en nuestro sistema nervioso. Es cierto que estamos más protegidos contra el dolor. pero hemos quedado más expuestos, completamente indefensos, a las manos del verdugo, el cual -no lo olvidemos- está siempre en acecho dispuesto a sacar los instrumentos de su siniestro oficio.

Desde 1945 Europa espera su Valle de los Caídos. La matanza ha sido grande, única en la historia  por las proporciones y por la técnica con que fue llevada a cabo. Inmenso debería ser por tanto el Valle que habría de recordarla a quienes vivimos todavía y quedar como memoria para los que nos sucedan.

Se dirá que ese colosal panteón existe ya en el corazón de cada europeo. Se dirá además que una obra de esta clase sería imposible de construir. ¿Cómo recuperar los restos de millones de seres humanos hechos desaparecer del número de vivos? ¿A quién pedir las cenizas? Habría que dirigirse a esos ríos del Norte, de aguas melancólicas e impetuosas.


El advenimiento de los "técnicos"

La hora de los "químicos"


Una tarjeta utilizada por los nazis para justificar la obligación para que los judíos lleven la estrella de David, que se traduce como "Quien lleve este símbolo es un enemigo de nuestro pueblo".


Entre 1941 y 1945, millones de judíos y otros prisioneros fueron introducidos y amontonados en grandes y lúgubres cámaras. Allí esperaban unos minutos. En la cámara de gas morían miles. Sus cuerpos fueron quemados y sus cenizas arrojadas al río. La idea del exterminio "automático" de masas por medio de gas tiene al mismo tiempo algo de trágico y paradójico. 

Se sabe que este tipo de muerte se estableció, al menos en la intención de los políticos que la idearon y de los técnicos que la realizaron, con el fin de hacer pasar al interesado al más allá sin que tuviera que atravesar por la inútil antecámara de tortura. Por eso la muerte del gas nació con el nombre de "muerte piadosa". Era necesario que los dos protagonistas, el que daba la muerte y el que la recibía, no sufrieran demasiado.

El problema de la eliminación física de millares de personas apareció con todas sus complicaciones el día que los nazis se encontraron entre las manos millones de judíos para "despachar". ¿Cómo hacerlo? Los técnicos de la Gestapo abrieron los libros de historia y examinaron las grandes matanzas que habían sido registrados. Comenzaron por la historia antigua. Los asirio-babilonios, los medos, los persas, los romanos habían sido formidables carniceros, pero sus métodos resultaban ahora rudimentarios, indignos de unos tiempos que, después de todo, eran los de la ciencia.

Pasaron al examen de la historia más reciente: el exterminio de los indios por mano de los europeos y el exterminio de los indios por manos de los norteamericanos. No decían nada: unos y otros se habían quedado en la horca y en el fusilamiento.

Detuvieron al fin su atención sobre los grandes castigos escogidos por la cólera revolucionaria: pero tampoco aquí hallaron nada de extraordinario. Los chinos con sus decapitaciones y los rusos con sus fusilamientos, podían considerarse todavía en estado artesano. Lo que había que hacer, lo que se quería imponer, era un aire industrial al "negocio", un ritmo en cadena, anónimo, mecánico. No era fácil, porque entre otras cosas, no faltaban los partidarios de los sistemas tradicionales, para quienes la muerte por medio del plomo de un arma de fuego seguía siendo el único modelo a que atenerse.

Los tradicionalistas se dividían en dos "escuelas": los "clásicos" y los "modernos". Los "clásicos" se pronunciaban por el pelotón de ejecución reglamentario, a diez o doce pasos de la víctima, un oficial en cabeza, golpe de gracia al final. Los "modernos" estaban de parte del disparo en la nuca. Era una solución práctica, decían, y adecuada a los tiempos. "Mirad a los rusos".

Fue descartada la primera forma -el fusilamiento reglamentario- porque exigía un gasto de fuerzas y de tiempo incompatible con el estado de guerra, la penuria de hombres y la economía de las municiones. Y fue descartada también la segunda solución -la del "disparo en la nuca"-, porque además de los muchos inconvenientes de orden práctico ("¿cómo podrían eliminarse millones de judíos de uno en uno?"), se presentaba otro que podríamos llamar psicológico. Cada disparo en la nuca representaba a todos los efectos una operación, y cada operación de ese género escondía para el ejecutor la insidia de una neurosis; "tanto da entonces servirse del pelotón de ejecución", concluyeron. No estaban equivocados.

En la ejecución de una sentencia por medio del pelotón, el acto de matar está despersonalizado. Los hombres disparan, matan entre todos, ninguno puede decir que ha disparado el tiro decisivo: uno siempre se puede salvar, ante la propia conciencia, por las escapatorias de la duda. Y luego: en una ejecución encuadrada todo llega por órdenes, la víctima está allí, en la soledad de su terror, no es siquiera un hombre, es la silueta de un hombre.

Pero en el tiro en la nuca, no. Aquí el acto está personalizado al máximo. El que mata está obligado a ver a su víctima, a mirarla a los ojos y a asistir a su drama. Se puede decir: "Mata, hermano, mata sin piedad, porque aquel a quien das muerte ni es tu semejante; porque aquel a quien matas es un gusano, una víbora". 

Se puede preparar la psicología del asesino; la muerte de los demás no se deja mirar sin dejar huella en los pliegues del alma.


Dos carteles de propaganda. A la izquierda promocionado el film "El judío eterno"; a la derecha, cartel en polaco: "Los judíos son piojos; causan tifus". 

Había, pues, que encontrar una solución nueva que resolviese el problema de una muerte "nueva", técnica, anónima y ¿por qué no? económica. No se olvide que el Reich estaba empeñado en una guerra "planetaria", solo contra todo el mundo; nadie podía prever cómo iba a terminar. Existía además el problema de las municiones. Se decidió servirse de los viejos y tradicionales sistemas (ahorcar, fusilar, etc.) para las operaciones de administración ordinaria. Para la "solución del problema judío" los técnicos se pusieron a trabajar.

El mérito de la investigación corresponde, como es sabido, a un oscuro investigador de las SS, un tal Becker. Basta un camión, en el que por medio de un ligero "acondicionamiento" se hacen penetrar los gases quemados del tubo de escape a la caja del furgón. Una cámara de gas, y todo está dicho. Se realizaron los primeros intentos, en los que hubo escenas desgarradoras. Se tomaron unos camiones adecuadamente  preparados.

El conductor tenía una misión muy concreta: mantener una cierta proporción en la marcha; los gases quemados habían de penetrar en el furgón lentamente, de modo que los "pasajeros" no se dieran cuenta y pudieran así morir "dulcemente".

Porque esto de la muerte "dulce", de la muerte "agradable", de la muerte "piadosa" era la idea fija de Himmler. !Nada de muerte "dulce", nada de muerte "piadosa"! En la realidad, las cosas eran de modo muy distinto.

El conductor era invenciblemente inducido a apretar el pedal del acelerador. Los gases hacían irrupción en el furgón, los condenados lo notaban inmediatamente, e inmediatamente comprendían; y era la tragedia, la muerte convulsa, horrible, escalofriante de quien siente que se ahoga y conserva clara la noción de lo que está ocurriendo.

Los camiones de la muerte probaron y volvieron a probar sus trágicos recorridos. No había nada que hacer. Finalmente, la idea genial apareció, se diría que casi sola. Era muy sencillo: en lugar de ser el camión el que iba a los judíos, eran los judíos quienes debían ir al camión. En otras palabras: ¿por qué no crear cámaras fijas? La cámara de gas había nacido. Los investigadores se pusieron en contacto con las autoridades de Berlín, que fueron informados de los nuevos planes. Berlín respondió: "!Adelante!".

Se procedió con una ejecución en masa. Perfecto. Pero quedaba por resolver un problema: el de los cadáveres. ¿Cómo deshacerse de los cuerpos? Nuevas discusiones. ¿Enterrarlos? Demasiado complicado: cien, doscientos, mil, está bien. ¿Pero millones? Junto a la idea de la cámara de gas, nace, como inevitable complemento, la del horno crematorio. No deben quedar huellas. "Comprendan", dijo un técnico, "que las generaciones que nos sigan podrían interpretarnos mal y juzgarnos".

Las generaciones no han interpretado mal. Han comprendido y juzgado.

Sobre la inconmensurable tragedia de las interminables columnas de judíos llevadas a las cámaras de gas de los campos de concentración existe toda una literatura, Las primeras ejecuciones fueron desgarradoras, porque además eran imperfectas desde el punto de vista técnico. Las últimas... las últimas fueron monstruosas. ¿Cómo murieron millones de judíos? Nadie lo  sabe, porque ninguno ha vuelto de las cámaras de gas para contarnos aquellos terribles instantes.

Tratemos de imaginar a seiscientas, setecientas  o mil personas en una estancia. Se les dice: "Desnudaos que os vais a duchar". Se desnudan. Y esperan. Luego, la tragedia. Una tragedia que dura diez, veinte minutos. Cuando todo ha terminado y los kommandos entran para remover  los cuerpos, el espectáculo es para helar la sangre. Muchos han muerto de pie, pues no se les ha concedido el mínimo espacio para caer. Se reconocen los grupos familiares: a racimos, desesperadamente agarrados unos a otros. ¿Qué se dirían antes de morir?. Los niños yacen casi siempre en el suelo, pisoteados: son las víctimas de esta agonía colectiva. Los cadáveres son azulados, están húmedos de sudor y orina, las piernas llenas de excremento y de sangre. En los últimos espasmos, se han arañado... en la carne y en la dignidad.


Continúe la lectura:

La hora de los "psicólogos"

Fuente:

"Historia de la Tortura a través de los siglos". Antonio Frescaroli, editorial De Vecchi S.A., Barcelona,1972

20 noviembre 2021

Archivos JFK: El encubrimiento del asesinato del presidente



 Finian Cunningham

Strategic Culture Foundation

JFK Files: Cover-Up Continues of President’s Assassination                                (Todas las fotografías son interpuestas por el editor del blog) 

Viene de la PRIMERA PARTE

 

El asesinato del presidente John F. Kennedy hace 58 años ha sido descrito como el "crimen del siglo". Si los medios de comunicación estadounidenses y occidentales no pueden discutir este importante evento abierta y honestamente, y mucho menos investigarlo, entonces ¿qué dice eso sobre su credibilidad?


Tal negación sistemática de la realidad por parte de los medios de comunicación inflige un daño irreparable a su credibilidad. ¿Cómo pueden ser tomados en serio en cualquier otro asunto, ya sean afirmaciones de "intromisión rusa" o sobre la guerra en Siria, o las afirmaciones que justifican la agresión de Washington hacia Irán y Corea del Norte?

La asombrosa negación mediática sobre el asesinato de JFK es un síntoma del totalitarismo tácito que pasa por "democracia occidental".


Dallas Times Herald. Los Kennedy giran hacia Main Street en el centro de Dallas en dirección a Dealey Plaza. El hombre en la parte trasera de la limusina es el agente del Servicio Secreto Clint Hill.


La publicación (octubre 2017) de documentos secretos del gobierno sobre el asesinato del presidente Kennedy fue anunciada como un día de revelación y ajuste de cuentas. Más cerca de la verdad es que el impactante asesinato de Kennedy continúa siendo encubierto por el estado profundo de los Estados Unidos.


La premisa de "revelación y ajuste de cuentas" es absurdamente falsa e ingenua. La idea de que las autoridades estadounidenses "finalmente aclararían" lo que sucedió ese día en Dallas no solo es defectuosa. También crea la ilusión de que la controversia finalmente se ha resuelto, lo que supuestamente confirma la versión oficial de que Kennedy fue asesinado por un descontento solitario, Lee Harvey Oswald.

CNN informó la publicación de documentos oficiales de esta manera (NdelE"Trump releases some, but not all, JFK assassination records, 27 octubre 2017): "Más de 50 años después de que el presidente John F. Kennedy fuera asesinado, los estadounidenses finalmente pueden obtener la contabilidad completa del gobierno de los Estados Unidos ... para sofocar las teorías de conspiración que durante mucho tiempo se han arremolinado en torno al asesinato".

El New York Times escribió (NdelEThe J.F.K. Files: Decades of Doubts and Conspiracy Theories, 25 octubre 2017): "El último tesoro de registros gubernamentales sellados que se publicarán" pondrá fin al "abuelo de todas las teorías de conspiración".

La evidencia y la verdad sobre el asesinato de Kennedy en Dealey Plaza, Dallas, el 22 de noviembre de 1963, ya está ahí fuera en el testimonio de docenas de testigos oculares que observaron el asesinato o que estuvieron presentes en las secuelas. La suposición de que la liberación de archivos secretos podría arrojar alguna luz está fuera de lugar. Pero la representación mediática de un "tesoro final" de documentos apuntala convenientemente la versión oficial de que cualquier otra explicación de lo que realmente sucedió es la de una "conspiración de manivela".

CNN y el New York Times, al igual que el resto de los principales medios de comunicación en los Estados Unidos, afirman que la publicación de documentos desclasificados confirma la narrativa oficial de que JFK fue asesinado a tiros por Lee Harvey Oswald disparando un rifle de francotirador desde el sexto piso del Depósito de la Librería de Texas sobre la caravana del presidente. Esa fue la conclusión original de la Comisión Warren, dirigida por el gobierno, que publicó su informe sobre el asesinato en 1964. Durante más de 50 años, los medios de comunicación estadounidenses han mantenido inquebrantablemente esa versión de los hechos, a pesar de la abundante evidencia de lo contrario.


Lo que los medios de comunicación han ignorado estudiosamente durante todos estos años es la evidencia y el testimonio de docenas de testigos que fueron excluidos de las audiencias de la Comisión Warren, o sus testimonios fueron distorsionados por los investigadores del FBI. Muchos de ellos murieron misteriosamente.

Uno de los mejores compendios sobre el asesinato de Kennedy es 'JFK and the Unspeakable' de James Douglass (2008). Otros títulos esenciales para los detalles sobre el asesinato, detalles que los principales medios de comunicación ignoran en gran medida, incluyen 'Crossfire' de Jim Marrs y 'Brothers' de David Talbot.

Entre los muchos testigos cruciales registrados a lo largo de los años, aquí abajo hay unos pocos seleccionados. Sus testimonios muestran que el asesinato de Kennedy fue el "crimen del siglo" mucho más oscuro de lo que los principales medios de comunicación jamás explorarían.


Disparo desde el frente, no desde la espalda


Viernes 22 de noviembre de 1963, poco después de las 12h30, se ha disparado el tercer tiro mortal.


El doctor Charles Crenshaw dirigió al personal médico del Hospital Dallas Parkland, donde el herido de muerte JFK fue trasladado minutos después de recibir un disparo. Crenshaw y casi otros 20 miembros del personal médico atendieron las heridas del presidente tratando de reanimarlo. Todos estos médicos testificaron que la herida fatal de Kennedy en la cabeza fue por un disparo de arma de fuego en la parte delantera del cráneo que resultó en un agujero de salida masivo en la parte posterior de su cabeza. Ese solo detalle contradice la afirmación oficial de que Oswald supuestamente disparó a JFK desde la retaguardia, como sostiene la Comisión Warren.

El disparo fatal debe haber venido del frente, lo que el famoso video amateur grabado por el transeúnte Abraham Zapruder cerca del Grassy Knoll también pretende mostrar. (En particular, un panel del Congreso, el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos, concluyó en 1979 después de un nuevo examen de la evidencia de que había más de un tirador en Dealey Plaza. Pero este hallazgo nunca ha sido explorado a fondo por los medios de comunicación. ¿Por qué no?)

De importancia crítica, el Dr. Crenshaw y sus colegas médicos fueron presionados inmediatamente por el FBI y otras autoridades para suprimir sus observaciones iniciales. Fueron intimidados tácitamente para cambiar sus relatos para decir lo contrario: que la herida en la cabeza del presidente fue causada por un disparo desde la retaguardia. Crenshaw no fue invitado a testificar ante la Comisión Warren durante sus audiencias de un año. Dice que durante años después, él y el personal de Parkland se sintieron sutilmente intimidados para guardar silencio sobre su testimonio de los últimos momentos de Kennedy. Sin embargo, tres décadas más tarde, en 1992, el Dr. Crenshaw publicó ‘JFK and the Conspiracy of Silence’ (JFK y la conspiración del silencio). Irónicamente, se convirtió en un éxito de ventas en la lista de libros del New York Times, a pesar de una gran campaña mediática para desacreditar la experiencia médica de Crenshaw.

El capitán de corbeta William Bruce Pitzer estaba a cargo del Departamento Audiovisual del Hospital Naval Bethesda en Washington DC, donde los restos de Kennedy fueron trasladados horas después del tiroteo. Ahí fue donde se llevó a cabo la autopsia oficial, extrañamente, bajo la atenta mirada de altos mandos militares. Pitzer se encargó de filmar los restos del presidente. Como más tarde le confió a un colega, quien corroboró las imágenes de la película, la cabeza de JFK tenía una herida de salida masiva en la parte posterior del cráneo, tal como los médicos de Dallas habían mantenido inicialmente. Dos años más tarde, Pitzer fue encontrado misteriosamente muerto en su estudio con un revólver cerca. Le habían disparado en la cabeza. Se dijo oficialmente que su muerte fue un suicidio, lo que su viuda refutó. La película de los restos del presidente, que Pitzer había estado almacenando cuidadosamente, fue retirada de su estudio por una persona desconocida.

La afirmación de que Kennedy recibió un disparo desde el frente no es una teoría. La dirección del fuego fue presenciada por varias personas que estaban cerca de Grassy Knoll, el área de la cerca de empalizada a la que se acercaba la limusina de JFK mientras se alejaba del Texas Book Store Depository, más arriba en Elm Street. Si Oswald fue el tirador del depósito, como dice la narrativa oficial, entonces, ¿cómo podría Kennedy haber recibido un disparo mortal desde el frente?


Hombres del Servicio Secreto en Grassy Knoll


La cerca de madera en el Grassy Knoll, lugar desde el cual otro asesino disparó contra el Presidente, conforme algunas hipótesis.

Ed Hoffman, un joven sordomudo, estaba observando la caravana que se acercaba desde el paso elevado con vistas al nudo. Hoffman dice que vio una bocanada de humo que emanaba de donde un hombre armado estaba parado contra la cerca de la empalizada justo cuando se acercaba el automóvil del presidente. El tirador luego se movió rápidamente a las líneas de ferrocarril detrás del nudo donde arrojó su rifle a otro hombre vestido con monos de trabajo. El segundo hombre desmontó el rifle en un giro, lo metió en una bolsa de retención y procedió a caminar por la vía del tren lejos del nudo. El tirador luego caminó rápidamente de regreso a la cerca de la empalizada. Varios oficiales de policía en servicio ese día, que inmediatamente corrieron hacia el nudo al escuchar los disparos, informaron que fueron confrontados por hombres que pretendían ser agentes del servicio secreto. El testimonio de Ed Hoffman fue ignorado por los investigadores del FBI cuando se presentó voluntariamente. Pero su relato fue verificado por un operador ferroviario llamado Lee Bowers, quien también observó el tiroteo desde el Grassy Knoll desde el punto de vista de una torre de control en la que estaba trabajando. Bowers testificó su observación al respetado investigador y autor de JFK Mark Lane. Cuatro meses después, en 1966, Bowers murió en un accidente automovilístico. Este destino de muerte prematura ha conocido a varias otras personas que hablaron sobre las circunstancias del tiroteo que no encajaban con la narrativa de la Comisión Warren.

Otro testigo en el Grassy Knoll fue un joven soldado fuera de servicio, Gordon Arnold. Años más tarde, después de reunir el coraje, testificó que sintió la descarga de dos tiros disparados desde muy cerca mientras tomaba fotos de la caravana que pasaba. Gordon dijo que se agachó para cubrirse, y antes de que se diera cuenta, dos hombres se posaron sobre él, uno sosteniendo un rifle y vestido con un uniforme de policía, que le exigió que vaciara la cámara de su película. Arnold guardó silencio sobre su historia durante años por temor a su vida.


Jack Ruby no fue un asesino al azar de Oswald


Jack Leon Ruby, nombre real Jacob Leon Rubenstein, su ficha policial tras asesinar a Oswald, a la derecha, Ruby en 1966 durante una audiencia judicial.
 

Muchos investigadores independientes serios han cuestionado el informe de la Comisión Warren por estar plagado de anomalías, aparte de su exclusión de testigos clave. Uno de los defectos evidentes en los hallazgos de Warren es que Lee Harvey Oswald supuestamente actuó solo, y que no tenía conexión con Jack Ruby, el dueño de un club nocturno conectado a la mafia que mató a tiros a Oswald mientras estaba bajo custodia en la estación de policía de Dallas, dos días después de que Kennedy fuera asesinado.

Rose Cheramie trabajó en el club Ruby's Dallas. Antes de su muerte en un extraño accidente de tráfico en 1965, Cheramie afirmó que Ruby y Oswald se conocían desde hace años. Ella dijo que Oswald a menudo llamaba al club donde se sentaba en la mesa de Ruby.

Julia Ann Mercer estaba atrapada en el tráfico en Dealey Plaza la mañana del asesinato, a las 11 de la mañana, una hora y media antes de que llegara la caravana del presidente. Ella notó que un hombre salía de una camioneta estacionada debajo del Grassy Knoll y que este hombre llevaba lo que parecía ser un rifle oculto mientras avanzaba hacia el área de la cerca de la empalizada. Por curiosidad, Mercer rodó su automóvil junto al vehículo estacionado y miró al conductor directamente a la cara. Era Jack Ruby. Ella no conocía a Ruby en ese momento. Solo unos días después, cuando su infame tiroteo de Oswald en la estación de policía llegó a los titulares internacionales, Mercer reconoció la cara de Ruby. Su testimonio fue distorsionado por los investigadores del FBI. Fue solo cuando Mercer habló más tarde con varios investigadores independientes que su identificación crucial de Ruby en la escena salió a la luz, aunque no en una luz de los medios de comunicación.

Otros testigos corroboran aún más la verdadera conspiración que se encuentra detrás del asesinato de JFK. La palabra "conspiración" no se usa aquí en el sentido peyorativo para degradar. Transmite el significado literal de una trama organizada.

¿Cuál era esa trama? Como James Douglass y otros han reunido de manera convincente, después de su elección en 1960 JFK fue visto cada vez más por el estado profundo de los Estados Unidos como un "presidente deshonesto". Se oponía firmemente a la carrera armamentista desplegada contra la Unión Soviética y quería perseguir el desarme nuclear serio y radical con el líder ruso Nikita Khrushchev. La crisis de los misiles cubanos de 1962 había sacudido a JFK sobre los peligros de una guerra mundial nuclear. Kennedy también quería normalizar las relaciones con Fidel Castro de Cuba después de la desastrosa invasión de Bahía de Cochinos liderada por la CIA en 1961, por la cual el presidente prometió que "rompería la agencia en mil pedazos". Despidió al director de la CIA, Allen Dulles, por el fiasco. Irónicamente, Dulles más tarde sería nombrado miembro de la Comisión Warren de siete miembros, supuestamente encargada de descubrir la verdad detrás del asesinato de Kennedy.

Además, JFK había llegado a la conclusión de que la inminente guerra de Vietnam sería un desastre. En el verano de 1963 estaba preparando órdenes para la retirada militar estadounidense. Ese movimiento era una amenaza formidable para las enormes ganancias anticipadas para el complejo industrial militar si la guerra se intensificaba, lo que hizo después de la muerte de Kennedy.

En el apogeo de la Guerra Fría, Kennedy fue visto como poco más que un traidor por los aparatos militar-seguridad y como un obstáculo para los intereses económicos creados del complejo militar-industrial del Pentágono. En resumen, tuvo que ser eliminado por la "acción ejecutiva".


La CIA tenía el motivo para despedir a Kennedy. También tenía los medios. Los asesinos a sueldo de la CIA a menudo provenían de las filas del hampa criminal, la mafia y los exiliados cubanos de extrema derecha que vivían en Miami. Este acuerdo ofrece una "negación plausible".


Domingo 24 de noviembre de 1963, Jack Ruby dispara a Oswald en el Departamento de Policía de Dallas.

Jack Ruby, que durante mucho tiempo había sido un mafioso, un pistolero de la CIA y un solucionador fue reclutado en la planificación de meses del complot para emboscar al presidente. (NdelE: el texto original en inglés utiliza la palabra fixer, que en el contexto de la investigación significa "alguien que tiene la habilidad de organizar las cosas que suceden, a veces de una manera deshonesta / experto en el manejo de situaciones difíciles". (Definición de fixer del Cambridge Businnes English Dictionary).


Oswald, el agente de la CIA que se convirtió en chivo expiatorio

Entonces, ¿cuál fue la conexión de Oswald? El ex marine estadounidense de 23 años había sido reclutado a fines de la década de 1950 por la CIA cuando fue enviado a una base de aviones espía U2 en Japón. Llegó a dominar el ruso y luego "desertó" a la Unión Soviética. Parece que la KGB no tomó en serio a Oswald como un posible agente confiable. Luego regresó a los Estados Unidos en 1962, aparentemente por su propia voluntad. Significativamente, para un ciudadano estadounidense que había renunciado a su país y desertado a la Unión Soviética, Oswald y su esposa rusa no fueron sometidos a ninguna recriminación a su regreso a los Estados Unidos. De hecho, parece que se les dio un generoso patrocinio para encontrar alojamiento, trabajo y conexiones.

Oswald, quien se vio inmerso en actividades políticas cubanas a favor y en contra de Castro en los Estados Unidos, se vio envuelto en el complot para asesinar a Kennedy. No está claro cuánto sabía Oswald de la participación de la CIA o de los verdaderos objetivos de la agencia. Pero la evidencia sugiere que también estaba trabajando como informante para el FBI para alertarlos del complot para matar al presidente. Oswald estaba fuera de su realidad. Probablemente no se dio cuenta que era un peón, de lo poco que era en una trama nefasta mucho más grande.


Lee Harvey Oswald, fichado por la policía de Dallas el 23 de noviembre de 1963

Su estrecha participación con los conspiradores como un bit-player (NdelEuna persona con un papel muy pequeño en algo) explica cómo era un asociado de Jack Ruby. Cuáles son las verdaderas intenciones de Oswald no están claras. Trágicamente, puede haber tenido una creencia fuera de lugar de que su papel como informante del FBI estaba tratando de salvar al presidente.

Al final, trágicamente, Oswald se convirtió en el chivo expiatorio del asesinato. La afirmación de que disparó un rifle desde el Depósito de Libros Escolares de Texas con tres disparos en cuestión de segundos y golpeó al presidente dos veces, como sostiene la Comisión Warren, desafía la credibilidad. Además, según el informe de Warren, una de esas balas supuestamente salió del cuello de Kennedy y luego golpeó al gobernador John Connally que viajaba frente a la limusina. El Dr. Crenshaw y los otros médicos del Hospital Parkland dijeron inicialmente que la herida en el cuello de Kennedy (además de la lesión fatal en la cabeza) era una herida de entrada, otro indicador de que los disparos en realidad se dispararon desde el frente, no desde la espalda como sostiene la Comisión Warren. Eso no quiere decir que no se hicieran disparos de fuego desde el depósito. Los testigos dicen que escucharon disparos y vieron a un hombre armado en la ventana superior. Pero eso habla más del elaborado complot de la CIA para incriminar a Oswald, quien en semanas recientes antes de la visita de Kennedy a Dallas se empleó en el depósito.

Menos de una hora después de que el presidente fuera baleado, Oswald entró apresuradamente en una sala de cine. El testigo Jack Davis dijo que notó a Oswald actuando de manera extraña, sentado al lado de individuos, luego levantándose inquietamente y sentándose de nuevo junto a otro espectador, ¡esto en un teatro casi vacío! "Era obvio que estaba buscando a alguien", recordó Davis. Es razonable especular que Oswald estaba buscando un contacto del FBI con quien se le instruyó que se conectara en un falso arreglo. Oswald nunca conoció a su "contacto". Los conspiradores lo dejaban afuera para colgarlo y secarlo.

Otro cliente del cine, George Applin, contó cómo cuando los agentes de policía arrestaron a Oswald, Applin amablemente aconsejó a otro hombre sentado que se moviera a la parte trasera de la sala de cine, lejos del problema. El hombre miró con indiferencia a Applin, ignoró su consejo, se quedó sentado en su asiento y luego procedió a observar atentamente el arresto de Oswald. Días después, Applin reconoció que el rostro de Jack Ruby era el del hombre de la sala de cine. Evidentemente, Ruby esperaba que los oficiales de policía dispararan a Oswald en el acto en su arresto, especialmente porque su colega el oficial JD Tippit acababa de ser asesinado a tiros minutos antes, supuestamente por Oswald huyendo del asesinato del presidente. Resultó que los oficiales que lo arrestaron no mataron a Oswald en el cine, y le tocaría a Ruby hacer un seguimiento dos días después en la estación de policía de Dallas.

Hay muchos otros testigos clave de los eventos que rodearon el asesinato de JFK, registrados en los libros de referencia citados anteriormente, entre otras fuentes. Todos estos testigos fueron ignorados por los principales medios de comunicación, o excluidos y distorsionados por la Comisión Warren, o fueron intimidados de hablar públicamente.


Organización estatal de asesinatos


Plano de la Plaza Dealey y la ruta de la comitiva presidencial. 

Otra historia crucial es la del sargento de la Fuerza Aérea Robert Vinson. El viernes del asesinato, por pura casualidad, tomó un viaje no programado a bordo de un avión de carga militar C-54 sin distintivo, regresando de Washington DC a su casa cerca de Colorado Springs. Durante el vuelo en el que fue el único pasajero, los pilotos anunciaron la muerte del presidente. El avión luego viró hacia otro destino tácito. Cuando aterrizó en una franja áspera, el sargento Vinson reconoció el horizonte de la ciudad como Dallas. Era media tarde. Durante la breve parada, los motores del avión no se apagaron. Dos hombres abordaron. El avión luego despega, aterrizando finalmente en la base aérea de Roswell, Nuevo México. Fue solo cuando Vinson finalmente llegó a casa el domingo, viendo las noticias de última hora en la televisión con su esposa, que reconoció la cara del hombre acusado de ser el asesino del presidente, Lee Harvey Oswald. Era la misma apariencia facial que uno de los dos hombres que abordaron en Dallas.

La experiencia de Vinson confirma lo que muchos otros testigos han sostenido. Que en el complot para matar a JFK e incriminar a Oswald, había un doble de Oswald, un impostor cuya tarea era incriminar al chivo expiatorio. El doble fue utilizado para establecer un rastro de evidencia que pretendía incriminar a Oswald como un descontento cubano o soviético. Esto explicaría los extraños encuentros en las embajadas cubana y soviética en la Ciudad de México solo unas semanas antes del asesinato de Dallas. Durante esos encuentros, el impostor Oswald proclamó dramáticamente su lealtad comunista. Significativamente, los registros soviéticos muestran que la persona que dice ser Oswald hablaba muy mal ruso, mientras que se sabe que el verdadero Oswald hablaba con fluidez el idioma.

Durante años, el sargento Vinson fue sutilmente intimidado por la CIA para guardar silencio sobre su vuelo accidental a bordo del avión de carga sin distintivos. Sin embargo, Vinson se presentó años más tarde para contarles a los investigadores sus ideas sobre el complot para matar a Kennedy. También testificó que el avión en el que viajaba no estaba completamente sin marcar. En la sección de cola, el avión llevaba la insignia de la CIA.

Pero quizás el testigo clave absoluto en todo esto fue el propio Lee Harvey Oswald. Sus últimas palabras gritadas en desafío en la estación de policía de Dallas fueron: "¡Solo soy un patsy!" (chivo expiatorio).

Convenientemente, Oswald fue silenciado por la mafia, Jack Ruby, conectado a la CIA, antes de que pudiera contar su versión de la historia en un tribunal de justicia. Oswald, sin duda, podría haber levantado una tapa muy inquietante sobre quién realmente estaba orquestando el asesinato del presidente.


Dos fotografías del depósito de libros de Dealey mostrando el sexto piso. La foto de la derecha, supuestamente, fue tomada segundos después de los disparos donde se puede ver una persona arriba a la derecha del edificio (Haga click sobre la imagen para mayor resolución)


Cambio de régimen al estilo estadounidense

La historia del asesinato de JFK es una de asesinato patrocinado por el estado llevado a cabo por la estructura de poder del estado profundo en los Estados Unidos. Fue un golpe de Estado contra un presidente elegido por el pueblo, a quien el Estado Profundo veía como un enemigo de sus objetivos para la guerra y las intrigas extranjeras.

Fue un golpe impactante y brutal contra la democracia, un "cambio de régimen", entregado no en algún país lejano, sino en casa en los Estados Unidos.

Tal fue la elaborada conspiración para asesinar al presidente, que involucró a asesinos a sueldo y servicios secretos, así como la complicidad de las fuerzas policiales, el FBI, el ejército, el poder judicial y los medios corporativos, que los conspiradores detrás del asesinato de JFK tuvieron que posicionarse en el nivel más alto del gobierno de los Estados Unidos: el estado profundo.

58 años después del asesinato de Kennedy por el aparato estatal de Estados Unidos, el encubrimiento continúa en forma de una publicación inútil de "documentos secretos". Y, adecuadamente, los principales medios de comunicación declaran que esta "revelación" es la solución final del asunto, que pone fin a las "teorías de conspiración". La complicidad de los medios de comunicación puede deberse simplemente a una incapacidad o renuencia a cuestionar la narrativa oficial. Esto es lo que queremos decir con "totalitarismo tácito": una voluntad de creer en el pensamiento adoctrinado, como la falsa conclusión de la Comisión Warren.

No es de extrañar que el público estadounidense, que las encuestas han demostrado consistentemente que no cree en la narrativa oficial de la Comisión Warren, y que de hecho cree en cambio que JFK fue asesinado en un complot nefasto, no es de extrañar que el público tenga una creciente desconfianza y desprecio por los medios corporativos por ser deshonestos y poco confiables.

Los mismos medios de comunicación han estado tratando de calumniar a Rusia por interferir en la democracia estadounidense. Los mismos medios de comunicación también han tratado de ocultar el terrorismo patrocinado por el estado estadounidense en Siria para derrocar al gobierno allí, tal como lo hizo cuando derrocó al gobierno en Libia en 2011 y mató al líder del país, Muammar Gaddafi. Y muchas otras operaciones ilegales de cambio de régimen llevadas a cabo por Estados Unidos y sus aliados occidentales, presentadas como nobles esfuerzos para "defender la democracia", "luchar contra el terrorismo" o "proteger los derechos humanos".

En una era en la que tales medios de comunicación de masas impulsados comercialmente pontifican sobre las "noticias falsas" perpetradas por otros, es aún más irritante que la acusación provenga de los mismos medios que se especializan en masivas y falsas noticias y narrativas.


El asesinato estatal de JFK en Estados Unidos en 1963 y el encubrimiento de décadas es quizás la mayor condena del fraude que son los medios de comunicación estadounidenses. El día en que el presidente fue asesinado fue también el día en que las pretensiones estadounidenses de democracia recibieron un golpe mortal.

 


Finian Cunningham


Nota final del editor del blog


JFK REVISADO

Tras el polémico JFK  (película de 1991) de Oliver Stone, atacado duramente por el establishment y la "prensa libre", el versado director presenta un nuevo documental "JFK Revisited: Through the Looking Glass" (JFK revisado: a través del espejo) (2021), transmitido por Showtime, en que vuelve a repasar el caso de magnicidio brindando una teoría coherente contraria a la línea oficial del asesinato y, sobre todo, confronta la  obstrucción  de  quienes se aferran en la historia 'oficial' de la "Comisión Warren" como una verdad incuestionable

Es predecible que el establishment ignorará JFK Revisited, pero quien desee entender como opera el gobierno de los Estados Unidos y lo dispuesto que está hacer para conservar su control del poder, debería verlo. La película original dura cuatro horas, que en versión completa aparecería en 2022 (el documental se presenta en dos horas). JFK Revisited inicia con el discurso de Kennedy en la American University (Washington DC), junio de 1963, exponiendo su visión pacífica de la nueva política exterior de Estados Unidos, la lucha entre Kennedy y el establishment político (el discurso está disponible en YouTube). La comunidad de inteligencia y el Pentágono tenían ya en acción una agenda diferente y nefasta... La CIA se adelantó y lo eliminó en Dealey Plaza, el 22 de noviembre de 1963, es una de las conclusiones del nuevo documental.

Es gratificante recordar que una consecuencia favorable del film JFK de Stone (1991) fue la aprobación en 1992 de "The President John F. Kennedy Assassination Records Collection Act" (Ley de Recopilación de Registros del Asesinato del Presidente John F. Kennedy) y la creación y financiamiento de "The Assassination Records Review Board" (Junta de Revisión de Registros de Asesinatos).

El documental complementa las investigaciones de James W. Douglass "JFK and the Unspeakable" (JFK y lo indecible); "Case Closed" (Caso Cerrado) de Gerald Posner; "Crossfire" (Fuego Cruzado) de Jim Marrs; "Brothers: The Hidden History of the Kennedy Years" (Hermanos: La historia oculta de los años de Kennedy) de David Talbot; "Last Word: My Indictment of the CIA in the Murder of JFK" (Última palabra: mi acusación contra la CIA por el asesinato de JFK) de Mark Lane.


       JFK Revisited - Trailer

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