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30 julio 2018

Apuntes sobre el sionismo (2)




Una retrospectiva histórica

por Tito Andino U.

A 70 años de la creación del Estado de Israel, el sionismo siempre será noticia de actualidad, poco convencionales son las acciones del gobierno de Israel y sus lobbies de apoyo internacional fomentando no solo el rechazo de un amplio segmento de la población alrededor del mundo, sino que coadyuva a la continua difusión de una mítica y antiquísima 'conspiración mundial judía'. 

Comencemos con una advertencia:

Personalmente no me siento cómodo tratando el tema, no por la complejidad en explicar los hechos, sino por el morbo que despierta. Publicar este artículo en momentos que se está cometiendo una nueva masacre contra los civiles palestinos es una especie de "suicidio internáutico" de mi parte. 

No estoy lo suficientemente "chiflado" para ir en contra de la opinión de millones de personas que, con toda razón, protestan contra las políticas de apartheid israelí y sus ínfulas guerreristas. Gran parte de la crítica es real y comprensible, rechazo el alevoso e intimidante accionar del gobierno de Israel en contra de la población palestina en los territorios ocupados, quienes -con todo derecho- seguirán negándose a someterse a una vida de humillaciones y restricciones en el inmenso campo de concentración que se ha convertido Gaza y las regiones administradas por la Autoridad Nacional Palestina. 

Ni moral ni legal, peor aún, bajo ninguna causa se puede justificar los crímenes contra la nación Palestina, los últimos hechos en protesta por el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén y la declaración oficial de estado-nación judío lo confirman, eso no tiene otra consecuencia que asesinatos, masacres deliberadas, limpieza étnica, genocidio en general. 

La coyuntura mundial actual, controlada por los Estados Unidos y sus aliados, impide que este tipo de actos sean sancionados por la comunidad internacional, mas, se seguirá exigiendo que los responsables respondan por sus acciones. 

Suele decirse que la primera experiencia marca el resto de la existencia, algo así me ocurrió cuando el primer libro que dí lectura correspondía a la autoría de un mexicano, refería que los nazis intentaron liberar al mundo de las garras de los odiosos enemigos de la humanidad: el 'judaísmo internacional'. Como latinoamericano, es evidente que esa literatura solo podía corresponder a escritores "revisionistas" muy comprometidos con ideologías extremistas y de moda hasta el presente, cuyos libelos los encontramos en el pan nuestro de cada día. Por fortuna, como dicen los especialistas, en mi caso, solo se trató de "cosas de la pubertad", sanada la "enfermedad" y a medida que la mente madura se logra encontrar el equilibrio emocional que marca la diferencia de elegir entre lo correcto y lo incorrecto, entre la verdad y la mentira, aunque no siempre esa verdad sea moralmente aceptable. 


Divagando en la problemática


La ilustración gráfica es elocuente, ha sido utilizada en diferentes medios para demostrar que bajo el poder político y financiero se puede hacer aparecer como víctima al del fusil y como 'terrorista' al pequeño del globo.

No hace falta recordar que nuestra historia (la universal) rebosa de mitos y leyendas populares, muchas son fervientes llamadas al patriotismo en tiempos difíciles de una nación o fábulas urbanas que van contándose de generación en generación, convirtiéndose en parte de una cultura popular de amplia divulgación. 

Eso en sí no tiene nada de extraño, ni de malo, salvo cuando se aprovecha y explota ruinmente con diversos propósitos políticos, el resultado será evidente, se transformará en una maliciosa "conspiración" en la psiquis colectiva, implicando un real peligro para el blanco de aquellas especulaciones

Por más que se demuestre con suficientes fuentes historiográficas la falsedad o utilización mal intencionada de un mito, es difícil y hasta imposible desmentirlo, inevitablemente cada cierto periodo histórico (largo, corto o hasta continuado) alguien volverá a reiterarlo. 

La compleja naturaleza humana tiende dar crédito a suposiciones cargadas con un matiz altamente sensacionalista, busca patrones de conducta coincidentes donde no los hay, evita la explicación lógica y lo hace porque es intrínseco a nuestra condición, inconscientemente nos internarnos en una "búsqueda mística de sentido" a nuestra vidas.

Este tipo de comportamiento, dentro de la psicología humana, es perceptible. Hay quienes sienten enorme satisfacción al descubrir "su verdad" en la lectura de determinada literatura catalogada como "teoría de la conspiración", y, ese término "despectivo" no se aplica por desprecio, sino por falta de credibilidad, de razonamiento lógico y cognoscitivo, ausente de conclusiones coherentes y de fuentes dignas de resaltar, no obstante que la moderna historiografía proporciona abundante material para una investigación seria. 

La historia como ciencia social no es inmune a este fenómeno por mucho que nos esforcemos en hacer prevalecer la verdad.

El periodista y escritor italiano Indro Montanelli, muy conocido en su tiempo, tuvo que lidiar una época difícil para su profesión, con ironía expresaba: "No permitas que la verdad te arruine una excelente noticia". Así, por ejemplo, los judíos y/o los sionistas están poco interesados en desmentir rumores, a tal punto que contribuyen a incrementar el mito, ese acto es consciente, una inacción deliberada ante una "excelente noticia" que mantiene abierta la posibilidad de sostener y denunciar a perpetuidad la persecución en su contra, lógicamente en su beneficio. 

Nunca faltarán quienes repitan falsas noticias e historias de una supuesta trama oculta, decenas de teorías que hoy denominamos conspiranoicas nacerán y aquellas viejas leyendas urbanas serán reeditadas con variantes gracias a los servicios inestimables del internet. 

Así será siempre. Muchísimos quedan fascinados con la teorías de la conspiración de la misma forma como a mi me encanta la ciencia ficción del cine. Reflexione el lector: 

Si el judaísmo y/o el sionismo son el enemigo de la humanidad, si están plenamente identificados (¿por quién?) como los causantes de los males de nuestra Tierra, ¿por qué nadie ha hecho algo para frenar la "conquista mundial" de un selectivo grupo de conspiradores?. Una pasividad internacional sería el supuesto indicio que ya nada se puede hacer, que "los sionistas controlan todo". Vamos a demostrar que esta teoría, de la 'conspiración mundial judía', ahora reciclada como 'conspiración mundial sionista' es otra de las tantas especulaciones de carácter conspiranoico y; por ello, nadie cuerdo hace nada, la hipótesis está errada. 

Es evidente que un análisis concienzudo y riguroso del tema es imposible por este medio, un solo artículo, dos, tres o más, no serán suficientes, esto da para varios voluminosos tomos. Así que iremos aportando datos resumidos pero precisos. Este blog quiere evitar dar una falsa imagen con publicaciones que aparenten dedicatoria especial, no las hay. Este sitio no es anti nada, se centra en un estricto carácter histórico-sociológico, intenta contribuir en el esclarecimiento de las causas geopolíticas que motivan los conflictos internacionales. 

Sobre el presente ensayo, algunas lecturas relacionadas están recomendadas en las notas a píe de página. Con el apoyo de eminencias en la materia, nos adentraremos con más detalles en el verdadero origen y función del sionismo, diferentes o análogos estudios complementarán la investigación.

Cuestiones elementales



Los verdaderos historiadores recurren a las fuentes historiográficas para demostrar que la fundación del estado de Israel es un proyecto colonialista de las potencias cristianas de Occidente. Demostrado está que el sionismo es uno más de los varios instrumentos con que se valieron los Imperios para seguir imponiendo sus reglas político-económicas.

El objetivo de los titiriteros del sionismo es mantener su modelo económico capitalista, dominación y control geopolítico. Como sabemos, la era del imperialismo colonial terminó, aunque no del todo... actualmente lo conocemos como Globalización (colonialismo económico). Este modelo, ayer como hoy, necesita y se nutre de conflictos armados para aferrarse en el poder y suele utilizar el fervor religioso como instrumento; a manera de ejemplo es una especie depredadora que va eliminando la competencia por el control de los recursos. 

La muestra más palpable es la utilidad para el Pentágono de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF por sus siglas en inglés), los Estados Unidos anualmente invierten miles de millones de dólares para mantener esa poderosa fuerza armada y en el resguardo de sus arsenales almacenados en Israel en las instalaciones 51, 53, 55 y 56. Como bien señala el internacionalista Thierry Meyssan, "Israel es el arsenal del Pentágono en el Medio Oriente", por lo mismo las IDF son la fuerza regional de los Estados Unidos, cualquier intento de atacar militarmente a Israel debe considerarse como un ataque directo a EEUU.

De una vez por todas:
- El sionismo no es ninguna conspiración mundial judía creada por un grupo de psicópatas para apoderarse del mundo. 
- El movimiento sionista nació en Europa y continúa siendo eurocentrista, constituye parte del engranaje de la política imperial británica, luego adoptada por los Estados Unidos de América y sus aliados europeos. 
- El término “sionismo” probablemente fue referido alrededor de 1891 (se dice por Nathan Birnbaum, un judío austriaco) hace referencia a Sion (Monte Sion) en Jerusalem.
- El movimiento político sionista es una doctrina nacionalista surgido a fines del siglo XIX (1896) dentro del seno de comunidades judías europeas, sus promotores son conocidos como “sionistas”.
- Se identificaron con la idealización del retorno y dirigencia del territorio de Palestina.
- Supuestamente, rescatando a los judíos del antisemitismo lograrían que "la masa hambrienta y abigarrada de judíos podría salir de la pobreza". 
 - Aquellas aspiraciones, en realidad, fueron muy anteriores al aparecimiento del "sionismo", entre otros factores por la violencia antisemita que se desataba periódicamente contra los judíos en Europa Central y del Este (pogroms). 
- Su objetivo primordial se consiguió -retornar a la 'Tierra Prometida' (Israel o Sión)- tras haber sido desterrados de ésta. 
- El método utilizado: La compra de tierras a los árabes, la colonización, la conquista territorial de los dominios de Palestina y la obtención de una ciudadanía en 1948 al lograr que el declarado Estado de Israel reciba reconocimiento internacional.

Otros datos históricos de interés



El sionismo de Herzl -fue desde el inicio patrocinado por el Imperio británico- fusionó la exaltación cultural-religiosa-histórica del judaísmo tradicional y un moderno nacionalismo que aglutinaba  pensamientos políticos de cualquier tendencia y fe. 

Pese a lo que dice Theodor Herzl en el "Estado Judío", el sionismo no impuso las reglas a Inglaterra. Los sionistas fueron, son y serán una herramienta de la política colonial imperial que le brindó y sigue dándole protección. 

Para algunos historiadores, Theodor Herzl no fue judío (pero eso no viene al caso). Lo importante es que Herzl -una vez más debemos insistir- siempre representó los intereses británicos, alineado con la política eurocentrista vigente en su época, es decir, imperialista y capitalista. En ese sentido, Herzl ofreció el naciente movimiento político sionista como contención, en el Próximo Oriente, del emergente mundo árabe, a cambio de obtener una patria para los judíos. 

"Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie. Como estado neutral mantendríamos relaciones con toda Europa que, a su vez, tendría que garantizar nuestra existencia" T. Herzl, 'El Estado Judío'. 

Las circunstancias históricas jugaron en favor de los británicos, Palestina era en ese tiempo parte del Imperio Otomano, su enemigo. El sionismo hizo lo mismo que el wahabismo (cuna del actual reino de los Saud), ofrecieron su gente para trabajar como quinta columnistas dentro del Imperio Otomano esperando ser reconocidos como estado (los sionistas) y monarquía (los saudíes). La Reina de los Mares urgía controlar aquella zona que le estaba vedada para un rápido desplazamiento hacia las Indias Coloniales. 

No debemos quedarnos con la impresión que esa fue una "brillante" idea surgida del naciente círculo sionista de Herzl, aquella estrategia ya era manejada por Su Majestad desde hace casi un siglo atrás, por algo el Imperio británico ha mantenido su poder: Arrebatar Palestina a los Otomanos significaba no solo poder geopolítico y económico, asentando una base (incluso si hoy se llama Israel) desde la cual operaría la defensa de sus intereses, atacando y defendiéndose de sus enemigos.  

La supuesta guerra entre judíos y musulmanes no es otra cosa que una guerra política que conserva ese viejo esquema colonialista europeo. Nos hemos olvidado o no queremos reconocer que Israel es otro estado colonial. En la actualidad el conflicto árabe-israelí va desapareciendo por los pactos entre Israel y países árabes (Egipto, Jordania), así como alianzas secretas de Israel con las monarquías del Golfo con quienes mantiene excelentes relaciones comerciales y de otra índole. En este sentido, no existe ninguna guerra religiosa que abarque las tres religiones monoteistas (islámica, judía y cristiana). El conflicto radica en las pretensiones políticas y soberanas tanto de Israel como de la nación Palestina. Además, como vemos, a los árabes les ha dejado de importarles o ignoran los crímenes israelíes y del imperialismo en el mundo, salvo por naciones como Siria, Líbano, Irán, Yemen 


El verdadero origen del sionismo.
Una breve revisión de los antecedentes


     Primer Congreso Sionista, Basilea - Suiza, 1897

En adelante el texto corresponde a la autoría del intelectual francés Thierry Meyssan, son extractos de un excelente artículo titulado "Quién es el enemigo?" (2014). Para quienes desean conocer la verdad -y no las clásicas teorías conspiranoicas sobre el sionismo- es el momento oportuno. 

A mediados del siglo XVII, los calvinistas británicos se reagruparon alrededor de Oliver Cromwell y cuestionaron la fe y la jerarquía del régimen imperante en Gran Bretaña. Después de derrocar la monarquía anglicana, el «Lord protector» pretendió permitir al pueblo inglés alcanzar el estado de pureza moral necesario para atravesar una tribulación de siete años, acoger el regreso de Cristo y vivir apaciblemente con él durante 1.000 años,  el «Millenium». Para ello, según su interpretación de la Biblia, había que dispersar a los judíos por todo el mundo, reagruparlos después en Palestina y reconstruir allí el templo de Salomón. Bajo esa perspectiva, Oliver Cromwell instauró un régimen puritano, anuló en 1656 la medida que prohibía a los judíos instalarse en Inglaterra y anunció que su país se comprometía a crear en Palestina el Estado de Israel (1).

Al ser derrocada la secta de Cromwell, al final de la «Primera Guerra Civil Inglesa», y resultar muertos o exiliados sus partidarios, se restableció la monarquía anglicana y esta abandonó el sionismo –o sea, el proyecto de creación de un Estado para los judíos. Pero resurgió en el siglo XVIII, con la «Segunda Guerra Civil Inglesa» –así se denomina en los manuales de Historia de la enseñanza secundaria del Reino Unido– que el resto del mundo conoce como la «Guerra de Independencia de los Estados Unidos» (1775-83). Contrariamente a lo que todo el mundo cree, esa guerra no se basó en los ideales de la Ilustración, que más tarde animaron la Revolución Francesa, sino que fue financiada por el rey de Francia y se libró por motivos religiosos y al grito de «¡Nuestro Rey es Jesús!».

George Washington, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin, por sólo mencionarlos a ellos, se presentaron como los sucesores de los partidarios exiliados de Oliver Cromwell. Lógicamente, Estados Unidos retomó el proyecto sionista.

En 1868, la reina Victoria designó como primer ministro de Inglaterra al judío Benjamin Disraeli, quien propuso conceder algo de democracia a los descendientes de los partidarios de Cromwell para poder apoyarse sobre todo en el pueblo y extender por el mundo el poder de la Corona. Propuso una alianza con la diáspora judía como medio de aplicar una política imperialista cuya vanguardia sería precisamente esa diáspora. En 1878, el propio Disraeli incluyó «la restauración de Israel» en el orden del día del Congreso de Berlín sobre la nueva repartición del mundo.

Fue sobre esa base sionista que el Reino Unido restableció relaciones con sus ex colonias de América, ya convertidas en Estados Unidos, al término de la «Tercera Guerra Civil Inglesa», denominada en Estados Unidos como «American Civil War» y en Europa continental como la «Guerra de Secesión» (1861-1865), en la que salieron vencedores los WASP (White Anglo-Saxon Puritans) sucesores de los partidarios de Cromwell (2). También en este caso es de manera totalmente errónea que se presenta esa guerra como una lucha contra la esclavitud sin tener en cuenta que cinco Estados del norte todavía seguían practicando esa forma de explotación.

O sea, casi hasta el final del siglo XIX, el sionismo es un proyecto exclusivamente puritano y anglosajón al que se suma sólo una élite judía. Pero es firmemente condenado por los rabinos, quienes interpretan la Torah como una alegoría y no como un plan político.

Entre las consecuencias actuales de esos hechos históricos está el que haya que reconocer que el sionismo, además de plantear como objetivo la creación de un Estado para los judíos, también sirvió de base a la fundación de Estados Unidos. A partir de esa conclusión, la cuestión de saber si las decisiones políticas de ese conjunto se toman en Washington o en Tel Aviv deja de tener relevancia. La misma ideología controla el poder en ambos países. Por otro lado, al ser el sionismo el elemento que permitió la reconciliación entre Londres y Washington cuestionarlo es atacar la base misma de esa alianza, la más poderosa del mundo.


La adhesión de los judíos al sionismo anglosajón

Precursores del sionismo, de izquierda a derecha: Oliver Cromwell (británico); Benjamín Disraeli (judío inglés); y, el reverendo  William E. Blackstone (cristiano estadounidense).


En la historia oficial actual generalmente se pasa por alto el periodo del siglo XVII al siglo XIX y se presenta a Theodor Herzl como el fundador del sionismo. Sin embargo, según las publicaciones internas de la Organización Sionista Mundial, eso también es falso.

El verdadero fundador del sionismo contemporáneo no es un judío sino un cristiano dispensionalista. El reverendo William E. Blackstone era un predicador estadounidense que consideraba que los verdaderos cristianos no tendrían que sufrir las duras pruebas del fin de los tiempos. Predicaba que los verdaderos cristianos serían sustraídos a la batalla final y enviados al cielo (el llamado «arrebatamiento de la Iglesia», en inglés «the rapture»). Para el reverendo Blackstone, los judíos librarían esa batalla, de la que saldrían además convertidos a la fe del Cristo victorioso.

Es la teología del reverendo Blackstone lo que sirvió de base al inquebrantable apoyo de Washington a la creación de Israel. Y eso sucedió muchos antes de la creación del AIPAC y de que ese grupo de presión proisraelí tomara el control del Congreso de Estados Unidos. En realidad, el poder de ese grupo de presión no reside tanto en su dinero y su capacidad para financiar campañas electorales como en esa ideología, que aún sigue vigente en Estados Unidos (3).

Por muy estúpida que pueda parecer, la teología del «arrebatamiento» es hoy en día muy poderosa en Estados Unidos. Incluso se ha convertido en un fenómeno de librería y ha llegado a las pantallas cinematográficas (Ver el film Left Behind, con Nicolas Cage).

Theodor Herzl y Cecil Rhodes, dos famosos políticos al servicio de su Majestad Británica


Theodor Herzl era un admirador del comerciante de diamantes Cecil Rhodes, el teórico del imperialismo británico y fundador de Sudáfrica, de Rhodesia (a la que incluso dio su nombre) y de Zambia (ex Rhodesia del Norte). Herzl no era israelita y ni siquiera le había hecho la circuncisión a su hijo. Ateo, como muchos burgueses europeos de su época, Herzl recomendó al principio la asimilación de los judíos, estimando incluso que debían convertirse al cristianismo. Sin embargo, retomando la teoría de Disraeli, Herzl concluyó que la mejor solución era hacerlos participar en el colonialismo británico creando un Estado judío, en la actual Uganda o en Argentina, así que siguió el ejemplo de Cecil Rhodes con la compra de tierras y con la creación de la Agencia Judía.

Blackstone logró convencer a Herzl de que debía vincular las preocupaciones de los dispensionalistas con las de los colonialistas. Para eso bastaba con estipular que la creación de Israel debía ser en Palestina y justificarla con referencias bíblicas. Gracias a esa idea bastante simple Blackstone y Herzl lograron que la mayoría de los judíos se sumara a su proyecto. Hoy en día Herzl está enterrado en Israel –en la cima del Monte Herzl– y el Estado israelí puso en su ataúd la Biblia anotada que Blackstone le había regalado.

El objetivo del sionismo nunca fue «salvar al pueblo judío dándole una patria» sino hacer triunfar el imperialismo anglosajón asociando los judíos a esa empresa. 

Además, no sólo el sionismo no es un producto de la cultura judía sino que la mayoría de los sionistas nunca fueron judíos, mientras que la mayoría de los judíos sionistas no son israelitas (4). Las referencias bíblicas, omnipresentes en el discurso oficial israelí, sólo reflejan el pensamiento del sector creyente del país y su principal función no es otra que convencer a la población estadounidense.

Fue durante ese periodo cuando se inventó el mito del pueblo judío. Hasta aquel momento los judíos se habían considerado como personas pertenecientes a una religión y reconocían que sus correligionarios europeos no eran descendientes de los judíos de Palestina sino de otras poblaciones que se habían convertido a esa religión durante el transcurso de la Historia (5).

Blackstone y Herzl fabricaron artificialmente la idea según la cual todos los judíos del mundo serían descendientes de los antiguos judíos de Palestina. A partir de ese momento el término «judío» comienza a aplicarse no sólo a la religión israelita sino que pasa a designar también una etnia. Basándose en una lectura literal de la Biblia, todos los judíos pasan así a ser beneficiarios de una promesa divina sobre la tierra palestina.


El Pacto Anglosajón para la creación de Israel en Palestina

De izquierda a derecha: el presidente estadounidense Woodrow Wilson; el primer ministro británico David Lloyd George; y,  Lord Arthur James Balfour.

La decisión de crear un Estado judío en Palestina fue tomada conjuntamente por los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos. La negoció el primer juez judío de la Corte Suprema estadounidense, Louis Brandela, bajo los auspicios del reverendo Blackstone, y fue aprobada tanto por el presidente estadounidense Woodrow Wilson como por el primer ministro británico David Lloyd George después de los acuerdos franco-británicos Sykes-Picot, en los que Francia y Gran Bretaña se repartían el «Medio Oriente». Este acuerdo sólo se hizo público de forma paulatina.

Al futuro secretario de Estado británico para las Colonias Leo Amery se le confió la tarea de instruir a los veteranos del «Cuerpo de Muleros de Sión» para crear, con los agentes británicos Ze’ev Jabotinsky y Chaim Weizmann, la «Legión Judía» en el seno del ejército británico.

El 2 de noviembre de 1917, el ministro británico de Relaciones Exteriores, Lord Balfour, envió a Lord Walter Rotschild una carta abierta en la que se comprometía a crear un «hogar nacional judío» en Palestina. El presidente estadounidense Woodrow Wilson incluyó la creación de Israel entre sus objetivos de guerra oficialmente reconocidos (es el n° 12 de los 14 puntos presentados al Congreso de Estados Unidos el 8 de enero de 1918) (6).

Todo ello demuestra que la decisión de crear el Estado de Israel no tiene nada que ver con la masacre contra los judíos desatada veinte años después en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial.

El 3 de enero de 1919, durante la Conferencia de Paz de París, el emir Faisal –hijo del sharif de la Meca y futuro rey del Irak británico– firmó con la Organización Sionista Mundial un acuerdo donde se comprometía a respaldar la decisión anglosajona.

Así que la creación del Estado de Israel, concretada en contra de la población de Palestina, también contó con la complicidad de las monarquías árabes. En aquella época, el sharif de la Meca Husein ben Ali no interpretaba el Corán como lo hace el Hamas, no pensaba que «una tierra musulmana no puede ser gobernada por no musulmanes».

La creación jurídica del Estado de Israel

     Declaración del Estado de Israel (1948)


En mayo de 1942, las organizaciones sionistas realizaron su congreso en el hotel Biltmore de Nueva York. Los participantes decidieron convertir el «hogar nacional judío» de Palestina en el «Commonwealth judío» (referencia al Commonwealth brevemente instaurado por Cromwell en lugar de la monarquía británica) y autorizar la inmigración masiva de los judíos hacia Palestina. En un documento secreto se fijaron tres objetivos muy precisos: 

- 1. El Estado judío abarcaría la totalidad de Palestina y probablemente la Transjordania; 
-  2. el desplazamiento de la población árabe a Irak y, 
- 3. el control por parte de los judíos de todos los sectores de desarrollo y control de la economía en todo el Medio Oriente.

En aquel momento, casi todos los participantes en el congreso de Nueva York ignoraban que la "solución final de la cuestión judía" (die Endlösung der Judenfrage) acaba de entrar en aplicación secretamente en Europa.

En definitiva, cuando los británicos ya no hallaban qué hacer para complacer simultáneamente a los judíos y los árabes, la ONU –que sólo contaba entonces con 46 Estados miembros– propuso un plan de partición de Palestina a partir de las indicaciones que le habían proporcionado… los británicos. Debía crearse un Estado binacional conformado por un Estado judío, un Estado árabe y una zona «bajo régimen internacional especial» para administrar los lugares sagrados (Jerusalén y Belén). El proyecto fue adoptado mediante la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU (7).

Sin esperar por la continuación de las negociaciones, el presidente de la Agencia Judía, David Ben Gurión, proclama unilateralmente el Estado de Israel, inmediatamente reconocido por Estados Unidos. Los árabes que vivían en territorio israelí se vieron sometidos a un régimen de ley marcial, se limitaron sus desplazamientos y sus pasaportes fueron confiscados. Los países árabes que acababan de alcanzar la independencia decidieron intervenir pero, al no disponer de ejércitos ya conformados, fueron rápidamente derrotados. Durante aquella guerra, Israel procedió a una limpieza étnica y obligó a no menos de 700 000 árabes a huir de sus hogares. (Nota del editor del blog: Las guerras de Israel desde su creación como estado está ampliamente documentado. Solo recordemos algunos detalles de interés).

La Resolución 181 de la ONU  implica el regreso de los 700 000 árabes expulsados de sus tierras, la creación de un Estado árabe y la internacionalización de Jerusalén

La Resolución 194 reafirma los principios ya enunciados en la Resolución 181 y proclama el derecho inalienable de los palestinos a regresar a su tierra y a ser indemnizados por los perjuicios sufridos (8).

Israel fue admitido como miembro de la ONU al comprometerse respetar y aplicar las resoluciones de la ONU. Un hecho curioso es que se demostró la responsabilidad de Israel en el asesinato del conde Folke Bernadotte, enviado especial de la ONU, el 17 de septiembre de 1948, por orden del futuro primer ministro de Israel, Yitzhak Shamir. Las autoridades israelíes habían arrestado, juzgado y condenado a los asesinos de Bernadotte, pero al admitirse a Israel como Estado miembro de la ONU (11 mayo 1949), los asesinos fueron amnistiados y el individuo que había disparado sobre el conde se convirtió en guardaespaldas personal del primer ministro israelí David Ben Gurión.

Desde su admisión en la ONU, Israel ha violado constantemente las sucesivas resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad sobre la cuestión israelo-palestina. Sus vínculos orgánicos con dos de los miembros del Consejo de Seguridad con derecho de veto han mantenido a Israel fuera del alcance del derecho internacional. Israel se ha convertido así en un Estado offshore gracias al cual Estados Unidos y el Reino Unido pueden darse el lujo de fingir ser Estados que respetan el derecho internacional, cuando en realidad lo violan a través de ese seudo Estado.

Creer que la cuestión de Israel es un problema exclusivo del Medio Oriente es un error total y absoluto. Hoy en día, Israel opera militarmente en todo el mundo, como agente del imperialismo anglosajón. En Latinoamérica, en África, en Asia.

Por otro lado, Israel controla numerosas instituciones mediáticas y financieras, como la Reserva Federal estadounidense (N. del E.: lo que ha hecho impulsar la teoría de la conspiración mundial judía).


Continuaremos en la siguiente entrega.
Enlace directo a la Tercera parte

NOTAS

(1) Sobre la historia del sionismo, el lector puede remitirse al capítulo «Israel y los anglosajones» de mi libro L’Effroyable imposture 2, Manipulations et désinformations, Edition Alphée, 2007. Los lectores encontrarán numerosas referencias bibliográficas en ese texto.
(2) The Cousins’ Wars: Religion, Politics, Civil Warfare and the Triumph of Anglo-America, por Kevin Phillips, Basic Books (1999).
(3) Ver principalmente American Theocracy (2006) de Kevin Phillips, excepcional historiador que fue consejero de Richard Nixon.
(4) Es importante recordar en este punto que el término «israelita» designa fundamentalmente a los hebreos seguidores de la ley de Moisés mientras que el término «israelí» es simplemente el gentilicio utilizado para designar a los ciudadanos de Israel. Nota de la «Red Voltaire».
(5) El lector interesado podrá consultar una interesante síntesis de los trabajos históricos sobre ese tema titulada Comment le peuple juif fut inventé (en español, “Cómo se inventó el pueblo judío”), por Shlomo Sand, Fayard, 2008.
(6) La formulación del punto 12 es particularmente oscura. Durante la conferencia de paz de París, en 1919, el emir Faisal invocó ese punto para reclamar el derecho de los pueblos que habían vivido bajo el yugo otomano a disponer de sí mismos. Y le respondieron que podía escoger entre una Siria bajo uno o varios mandatos. Para sorpresa de la delegación estadounidense, la delegación sionista argumentó por su parte que en el punto 12 el presidente Wilson se había comprometido a respaldar el Commonwealth judío. En definitiva, Wilson confirmó por escrito que había que interpretar el punto 12 como un compromiso de Washington a favor de la creación de la creación de Israel y de la restauración de Armenia. Ver «Les quatorze points du président Wilson», Réseau Voltaire, 8 de enero de 1918.
(7) «Résolution 181 de l’Assemblée générale de l’Onu», Réseau Voltaire, 29 de noviembre de 1947.
(8) «Résolution 194 de l’Assemblée générale de l’ONU», Réseau Voltaire, 11 de diciembre de 1948.

Fuentes de consulta:

26 julio 2018

Apuntes sobre el sionismo (1)





El nuevo estado-nación judío


Prólogo del redactor del blog

Durante 70 años Israel ha sobrevivido y gozado de apoyo de algunos sectores, sobre todo por su supuesto carácter laico, otrora buscaba una solución nacional y no religiosa. El sionismo nunca se erigió como movimiento religioso, sigue siendo radicalmente nacionalista con diferentes pensamientos ideológicos que intentan consolidar su proyecto de estado. Por ejemplo, Ben Gurión era un socialista convencido, hoy tenemos a extremistas de derecha como Avigdor Liebermann o el mismo Benjamín Netanyahu. 

La historia nos demuestra que muchos sionistas desde su fundación no fueron judíos. Israel no fue un estado judío, a pesar que la declaración de independencia de 1948 así lo expresaba retóricamente. Ahora, las cosas han cambiado. 

El primer ministro Netanyahu, tras largos años de presión en el Parlamento (Knesset) ha conseguido que el 19 de julio del 2018 se apruebe ese viejo proyecto de ley constitucional que define a Israel como “Estado-nación judío”. 

No vayamos a creer que en Israel la gente está feliz, ni siquiera los judíos, eso se refleja en la reñida disputa parlamentaria, una escasa mayoría determinó el establecimiento de tan polémica ley (62 votos a favor, 55 en contra y dos abstenciones); sectores judíos opuestos a este cambio constitucional han hecho notar su disgusto, además, los árabes-israelíes constituyen algo más del 20% de la población del país. 

Qué implica esto?. Algo lamentable, el único país en el mundo que otorga la nacionalidad por su pertenencia a una religión se llama Israel. 

La reforma a la Constitución de Israel reconoce el derecho de autodeterminación solamente a los judíos. 

 “Israel es el estado-nación del pueblo judío en el que se da cuenta de su derecho natural, cultural, histórico y religioso a la autodeterminación”. 

Al establecer la ley constitucional que solo los judíos pueden establecer la autodeterminación en Israel obliga imponer el hebreo como única lengua oficial; dado que no pueden hacer otra cosa, "permiten" que el árabe conserve un “estatus especial” en cuestiones de administración estatal. En ese mismo sentido, las festividades religiosas judías adquieren carácter oficial, así como el calendario hebraico

Natanyahu y sus partidarios tuvieron que ceder otras ambiciones como aquel artículo que señalaba que el gobierno de Israel puede “autorizar a una comunidad de personas de la misma fe y nacionalidad a mantener el carácter exclusivo de esta comunidad”. Lo reemplazaron con una nueva cláusula que se refiere a “asentamientos judíos” en Israel en general, nos informa la prensa libanesa antisionista. Es decir, se confirma la autorización para la expansión de asentamientos judíos en Cisjordania al establecerse el carácter de “interés nacional” y porque es necesario “desarrollar las colonias actuales”.

A un experto investigador no se le puede escapar algunos detalles precisos sobre tal declaración que convierten a Israel en un estado segregacionista, renaciendo, con carácter legal, las semillas del apartheid (que ya operaba), lo único que conseguirá es que el radicalismo conduzca a las ya conocidas "limpiezas étnicas".

1) El judaísmo es una religión, no es una raza, ni un pueblo, ni una ideología. Llama la atención que los ultraortodoxos religiosos, la extrema derecha política y los colonos extremistas, es decir, el radicalismo y fundamentalismo judío defiendan esos falsos postulados imitando al nazismo. Son estos sectores los que abogaron por el cambio en la Constitución, siempre han luchado por cortar los derechos de las minorías, relegarlos y convertirlos, por ley, en ciudadanos de segunda clase (en la práctica ya lo eran). Sin embargo, es imposible que conviertan en apátridas a miles de habitantes árabes y cristianos que conviven y nacen en el territorio de Israel. 
2) Es absolutamente errado calificar de "pueblo judío" a los practicantes de la religión judía, aún en Israel se comete tan garrafal falla semántica y esto no es más porque estamos acostumbrados a confundir la etnicidad con la religión. Los judíos no son un pueblo, de la misma forma que los musulmanes o los cristianos de ninguna forma conforman un pueblo, sería como decir el "pueblo cristiano", el "pueblo musulmán" y hasta para los no creyentes, jamás podríamos utilizar una acepción como el "pueblo ateo".
3) La nueva Ley rige no solo para el área territorial establecida en 1948 por las Naciones Unidas sino que se hace extensivo a los territorios ocupados (Jerusalén Este y Cisjordania). Y eso guarda relación con el apoyo de los Estados Unidos para la declaración de Jerusalén como la capital eterna de Israel y la imperiosa necesidad de "convencer" -por cualquier método- a los palestinos para que acepten el "acuerdo del siglo".

Por otro lado, existen casos polémicos en el mundo sobre nacionalidad-religión, como el caso de la República de Turquía, país que obliga por ley estipular en el pasaporte de sus ciudadanos su confesión religiosa, ni siquiera un gobierno teocrático como el que rige la República Islámica de Irán llega a tal medida discriminatoria; otro caso a observar son los estados absolutistas, de corte medieval como las monarquías wahabíes del Golfo, en que el mero hecho de no pertenecer a su confesión islámica (pero si a otra corriente islámica) es causa de discriminación y relegación a ciudadanos de segunda clase.  

Desde el punto de vista legal e histórico Israel tiene derecho a existir pero no a costa del sacrificio de los árabes israelíes que mantienen inalterables iguales derechos. Es cierto que esas dos comunidades mantienen una identidad distinta por la religión, no obstante conservan rasgos primigenios raciales, al menos los judíos autóctonos de la región, son de origen semita igual que los árabes, mientras la emigración judía europea a Palestina es distinta en su componencia racial y cultural. 

Ya en 1979, en Irán el ayatola Khomeini explicaba que "Israel no era más que una marioneta en manos de los imperialistas y que el único verdadero enemigo era la alianza entre Estados Unidos y el Reino Unido". Desde ese año los Estados Unidos y sus aliados dividieron a los musulmanes entre "buenos" y "malos". Los primeros eran las obedientes monarquías wahabíes y los estados sunníes complacientes con sus directrices; y, los "malos" serían en adelante los chiíes y las naciones que conforman el "Eje de la Resistencia" anti colonial y antiimperialista (Irán, Siria, Líbano, Palestina, Yemen). 

Para terminar esta introducción, el medio libanés 'Al Manar' señala que: 
"Fundado sobre el exterminio de cientos de miles de árabes, musulmanes y cristianos, y sobre la apropiación y el despojo de los bienes de aquellas personas, Israel acaba de quitarse la careta y mostrar su verdadero rostro racista. Pocos analistas israelíes podrán a partir de ahora mantener su propaganda de que Israel es la “única democracia” en Oriente Medio. La reacción de los auténticos propietarios de los territorios ocupados, es decir los palestinos -llamados también árabes israelíes en lo que se refiere a aquellos que viven en los territorios ocupados en 1948 y que ostentan la nacionalidad israelí- no se ha hecho esperar".

Demos paso a un excelente análisis de Pablo Jofré Leal sobre este reciente y polémico tema.

                                                                           
                                                              Tito Andino U.


*****

De Nuremberg a Tel Aviv: 
Israel consolida su régimen nacionalsionista



por Pablo Jofré Leal


El parlamento del régimen de Israel ha aprobado un controvertido proyecto de ley, con el que declara los territorios palestinos ocupados como ‘estado judío’.

En una decisión política, donde  se saca la careta y que confirma el carácter racista del régimen israelí, el gobierno presidido por Benjamín Netanyahu consolida una entidad supremacista bajo la preeminencia de lo judío, con la aprobación de una ley que define al régimen como un “Estado judío”. Es el racismo y la discriminación institucionalizada.

El parlamento del régimen israelí aprobó el pasado jueves 19 de julio con 62 votos a favor, 55 en contra y dos abstenciones la llamada “Ley de Estado-Nación” que considera parte del ficticio “Estado Judío” los territorios palestinos ocupados de la Ribera Occidental, al mismo tiempo que declara la ciudad de Al Quds – Jerusalén – como capital del régimen de Tel Aviv. Al mismo tiempo que consolida la política de construcción y ampliación de los asentamientos con colonos judíos sionistas, que han invadido el West Bank.


El Sionismo sin Careta

La pretensión sionista de avanzar hacia la consolidación de un régimen racista, al estilo de la Sudáfrica del Apartheid y del régimen nacionalsocialista entre los años 1933 y 1945 en Alemania, no es un tema nuevo. 

Ya en una  sesión del Consejo de Ministros del gabinete de Benjamín Netanyahu, en noviembre del año 2014, el premier sionista declaró que se avanzaría por aprobar una norma, que debía consagrar el carácter judío de Israel. Esto, pasando por encima de cualquier consideración de lo que se conoce como democracia y barriendo de una plumada aquel mito, repetido hasta el hartazgo, por la hasbara sionista, respecto a que Israel representa “la mayor democracia de Oriente Medio”

Efectivamente, en aquella fecha, Netanyahu afirmó que “entregaré al Ejecutivo la Ley del Estado-Nación y los principios que creo deberían guiar su legislación. El Estado de Israel es el Estado-Nación para el pueblo judío. Tiene los mismos derechos individuales para cada ciudadano e insistimos en esto. Pero, sólo el pueblo judío tiene derechos nacionales: una bandera, un himno, el derecho de todo judío de emigrar al país y otros símbolos nacionales. Lo mencionado está sólo garantizado a nuestro pueblo, en su único “Estado”

Una intríngulis verbal de lo cual sólo es rescatable la revelación que la mascarada de pseudo democracia israelí, ha sido sólo un cuento para incautos y militantes sionistas.

Hoy, ese ideal racista planteado por Netanyahu y que cuenta con el aval de los más abyecto de la ultraderecha de Israel, de los grupos que representan a colonos extremistas y aquellos grupos ultraortodoxos, se ha concretado, develando así la verdadera cara del sionismo y echando tierra en esa mito de considerar a la entidad sionista como “la mayor democracia de Oriente Medio”. Una falacia difundida urbi et orbe por los medios de información manejados por el sionismo y que han dedicado las últimas décadas a tratar de limpiar la cara criminal de uno de los regímenes más brutales que haya conocido la humanidad.


De Nuremberg a Tel Aviv


Resulta sintomático que estas leyes israelíes tienen su símil en leyes racistas que el régimen nacionalsocialista alemán aplicó décadas atrás, contra personas que profesaban la fe judía. Y utilizó el concepto de sintomático, pues resulta abrumador constar que aquellos que se supone sufrieron la segregación, la discriminación, la violación de sus derechos humanos, repiten a la vuelta de la historia la misma conducta criminal, en este caso contra el pueblo palestino.

Lo reseñado resulta doblemente perturbador, en primer lugar porque el sionismo ha recibido jugosos réditos – tal como lo describe magistralmente el intelectual judío Norman Finkelstein en su Libro “La Industria del Holocausto”- justamente apelando a los crímenes cometidos contra el pueblo judío, cuya base legal se encontraba en las leyes racistas de Nüremberg y posteriormente en los asesinatos masivos cometidos en campos de concentración que el régimen nacionalsocialista instaló, no sólo en territorio alemán, sino también en aquellos sometidos a la ocupación militar y con miles de colonos germanos.

Y, por otra parte, esa historia, ampliamente difundida y asimilada como incuestionable por el mundo occidental respecto al crónico victimismo judío, tiene hoy, precisamente, como victimarios a aquellos que en su momento fueron sacrificados en el altar de un régimen totalitario. ¿Cómo es posible pasar, al cabo de muy poco tiempo, de los años de la segunda guerra mundial, hasta el año de conformación de la entidad sionista en 1948, a transformarse en un régimen criminal, racista, que usa métodos similares al nacionalsocialismo, pero ahora contra millones de hombres y mujeres palestinos?

En Alemania de la década del 30 del siglo XX, en el mitin partidista anual celebrado en Nuremberg el 15 de septiembre del año 1935, los nazis dieron a conocer una serie de leyes que institucionalizaron las teorías raciales que sustentaban la ideología del nacionalsocialismo. Producto de esas leyes, se le negaba a una serie de residentes en Alemania la ciudadanía de ese país– entre ellos y mayoritariamente a alemanes que profesaban la religión judía- y se les prohibía, por ejemplo, casarse o tener relaciones sexuales con personas de “sangre alemana o afín”.

Misma prohibición que se amplió a negros y gitanos. Además de ese marco legal más amplio, las leyes de Nuremberg establecieron una serie de ordenanzas de carácter secundario, que inhabilitaron a los judíos a votar, privándolos de la mayor parte de sus derechos políticos.

Las leyes les negaban a los judíos la ciudadanía alemana y les prohibían casarse o tener relaciones sexuales con personas, tal como fue señalado en el párrafo anterior respecto al punto de "sangre alemana o afín". Había ordenanzas secundarias a las leyes, que inhabilitaban a los alemanes de religión judía para votar y los privaban de la mayor parte de los derechos políticos. En el plano económico estos alemanes, sindicados como “no puros” ajenos a la raza superior aria, eran privados también de sus derechos, sus propiedades eran confiscadas y se comenzó un proceso de “arianización” de todo lo que fuera propiedad de alemanes, sindicados como judíos.

83 años han transcurrido desde las leyes de Nuremberg, que consagraron el carácter racista del régimen nacionalsocialista y que en este año 2018 vuelven al escenario internacional bajo el ropaje vestido por un régimen colonialista, que consagra bajo su supuesta “superioridad racial”, una ley que avanza en el sueño sionista de exterminar a todo aquel que no sea “puro” en un símil de la observancia de kashrut que sus seguidores definen como un sello de la identidad judía, incluso más que cualquier otra Mitzvá –mandamiento- acentuando ese mito que el judaísmo es mucho más que una “religión”.

Abrazos, aplausos y acalorados debates en el parlamento israelí, 19 de julio 2018

Así se le ha dado rango de ley a una definición de Estado-Nación judío, para así darle consistencia a ese discurso espurio enarbolado respecto a que la ideología sionista representa a un Movimiento de Liberación Nacional. Una ley que prioriza los denominados valores judíos sobre cualquier valor democrático en los territorios ocupados desde el año 1948 y aquellos que se usurpan desde la guerra de junio del año 1967 y donde además se declara a contrapelo de todo el derecho internacional a Al Quds como la capital de Israel.

Se crea así una entidad exclusiva para los judíos, permitiendo comunidades sólo para aquellos que profesen la fe judía, estableciendo el hebreo como el idioma oficial de Israel y relegando el árabe de un idioma oficial a uno con “estatus especial”.

Para el dirigente Fawzi Barhum, portavoz del Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina – HAMAS – “todas estas leyes y resoluciones son infundadas y no se cumplirán ni cambiarán nada sobre el terreno. El pueblo palestino seguirá siendo el soberano de esta tierra”. 

Por su parte el gobierno turco, a través del portavoz de gobierno, Ibrahim Kalin condenó como “racista -la ley aprobada por el régimen ocupante israelí– ya que pretende borrar legalmente al pueblo palestino de su tierra natal, estableciendo un Estado de Apartheid. Llamamos a la comunidad internacional a responder esta injusticia”. Las palabras del funcionario de gobierno turco se ampliaron en forma más condenatoria, con la declaración de la cancillería de su país afirmando que “la ley aprobada por Israel pisotea los principios del derecho universal e ignora los derechos de los ciudadanos palestinos”.

El hecho que la ley presente el derecho a la autodeterminación, como un derecho que sólo se aplica a los judíos es el producto de una mentalidad trasnochada y discriminatoria” concluyó la Cancillería turca a través de un comunicado. Turquía hace referencia así al hecho que dentro de Israel –en los territorios de la Palestina Histórica ocupada desde el año 1948– los árabes constituyen el 20% de la población y en su enorme mayoría son descendientes de aquellos palestinos que permanecieron en sus tierras, expoliadas por Israel, tras la Nakba. * (ver a pie de página la nota del editor del blog)

En el caso de la Unión Europea (UE), en declaraciones tibias, como suele ser la norma cuando se trata del régimen israelí, que cuenta con claras influencias en los gobiernos de Londres y París a través del lobby sionista en esos países, expresó a través del portavoz de Exteriores de la Comisión Europea, Maja Kocijancic, su preocupación por la aprobación de esta ley israelí supremacista. “Desde que comenzó el proceso ya hemos expresado nuestras preocupaciones recalcando el respeto por Israel como Estado democrático”.

La Unión Europea continuará en contacto con las autoridades del país, para comunicarles su mensaje respecto a que la democracia y la igualdad, incluidos los derechos de las minorías, son derechos clave que definen nuestras sociedades y creemos que Israel también debe respetarlos. Nuestra postura es muy clara y considera que se debe hacer todo lo posible, para evitar los obstáculos que impidan alcanzar la solución de los “dos estados” admitiendo que la ley racista hace más difícil esa realidad.

Una crítica de un diplomático europeo, más acorde con la realidad, fue la que emitió el Embajador de la UE ante Israel, Emanuele Giaufret, quien en conversaciones llevadas a cabo con diputados del partido gobernante israelí, Likud repudió la iniciativa de la Ley del gobierno de Netanyahu de conformar un “Estado” de mayoría judía en la Palestina ocupada. Giafreut  señaló, según dieron a conocer medios de información israelí  que “la Ley impulsada por Netanyahu huele a racismo ya que discrimina a grupos, especialmente a los árabes”. Ante las palabras de Giafreut, el gobierno sionista convocó al alto diplomático europeo, para expresarle su queja ante las opiniones vertidas.



La ley racista del Estado-Nación aprobada el jueves 19 de julio por el régimen sionista encabezado por Benjamín Netanyahu concreta las aspiraciones y sueños sionista en materia de consideraciones respecto a los mitos de “pueblo elegido” como también el de ocupar una “tierra prometida”. Recordemos, que desde el momento mismo que el proceso de colonización sionista del territorio palestino comenzó a ejecutarse a partir de fines del Siglo XIX, se comienza a configurar un nuevo escenario geopolítico, que más temprano que tarde entraría en conflicto, inevitablemente, con los pueblos de la región.

Esto, porque la ideología del sionismo, el modo de producción y de vida traído por los colonos sionistas desde Europa –amparados en un marco ficticio de supuesta religiosidad– tenía la misión de servir de punta de los apetitos imperiales de occidente y sobre todo al estar dotados de una visión de futuro exclusiva y excluyente procedieron a una colonización llevada a sangre y fuego.

Esto, mediante la expulsión de la población nativa, lo que generaría lógicos conflictos considerando que la población colona, a partir de sus premisas ideológicas y teñidas del mito religioso comenzaron un lento pero sostenido proceso de segregación, expolio, usurpación y robo de las tierras palestinas.

Se une a lo anterior el trabajo de usurpar sus riquezas culturales, violar los derechos de esa población nativa que termina, finalmente con la división de Palestina y la satisfacción momentánea de los apetitos sionistas el año 1948. Y digo satisfacción momentánea pues el hambre de crímenes, la colonización y el racismo seguirían en forma contumaz, agregando la segregación racial, la construcción de asentamientos en tierras tras la línea verde establecida tras la guerra del año 1967, la construcción de un muro de apartheid, demolición de viviendas, destrucción de cultivos, la prohibición del retorno de los refugiados.

Una política similar a la ejecutada por los racistas sudafricanos contra la población negra. Israel muestra así, con la ley aprobada el día 19 de julio del año 2018 su rostro criminal que termina de desenmascarar los verdaderos propósitos del régimen sionista: crear una entidad únicamente judía, donde ningún otro ser humano tenga derechos ni posibilidades de vivir como un ser humano.

Es el sueño racista hecho realidad, son las leyes de Tel Aviv como paráfrasis de aquellas del nacionalsocialismo en Nuremberg. Una ley racista que consolida esa idea de considerarse una raza superior tal como lo sostuvo el fallecido terrorista y ex Primer Ministro israelí Menachem Begin ante el Parlamento israelí –Knesset– citado por Amnón Kapeliouk en “Begin y las Bestias”, New Statesman, el 25 de junio de 1982. “Nuestra raza es la raza maestra. Nosotros somos dioses sobre este planeta. Somos tan diferentes de las razas inferiores como ellos lo son de los insectos. De hecho, comparados con nuestra raza, las otras son bestias, ganado como mucho. Las demás razas son consideradas como excremento humano. Nuestro reino terrenal será gobernado con vara de hierro por nuestro líder. Las masas lamerán nuestros pies y nos servirán como nuestros esclavos”. 

A confesión de parte relevo de pruebas.

Pablo Jofré Leal

Pablo Jofré Leal, periodista y escritor chileno. Analista internacional, Master en Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en temas principalmente de Latinoamérica, Oriente Medio y el Magreb. Es colaborador de varias cadenas de noticias internacionales. Creador de página WEB de análisis internacional ANÁLISIS GLOCAL www.analisisglocal.cl


Enlace directo a la segunda parte


NOTAS:

* Del editor del blog: 
Para hacer un poco de justicia, Turquía no es que sea el paladín de la defensa de los derechos humanos, ni ejemplo de democracia y respeto a la autodeterminación. Erdogan luchó por largo tiempo para convocar un referéndum que impuso SU proyecto de nueva Constitución. Ese proyecto está inspirado –según sus propias palabras– en la Constitución del III Reich alemán. Hoy, sus deseos se han cumplido: Ha privado a los parlamentarios de la inmunidad en sus funciones; ha ordenado concentrar, deportar y eliminar a los kurdos del territorio turco;  ha incidido en la emigración judía fuera de Turquía; utiliza a las minorías turcas en el exterior para encender la hoguera; ha purgado y colocado a las fuerzas del orden público a su servicio; ha suprimido la resistencia de la clase intelectual; discrimina y persigue a las minorías; como nación Turquía lleva consigo el peso del espectro del genocidio armenio, etc.

LECTURAS RECOMENDADAS:

18 julio 2018

Las elites nacionalsocialistas y los asesinos de despacho





Una escalofriante realidad, los asesinos de despacho nazis sobrevivieron en su gran mayoría a la guerra, algunos comparecieron a juicio por ser autores de la normativa que permitió los crímenes contra la humanidad; otros, amparados bajo el manto de la impunidad e inmunidad de pertenecer al selecto círculo de los grandes banqueros e industriales, con fuerte influencia política, y como excepción, comparecieron ante un tribunal por ser autores, cómplices y encubridores de genocidio y del saqueo de Europa.

Hoy conoceremos la historia de dos hombres -Werner Best y Albert Speer- un par de ejemplos de los cientos de casos de verdaderos criminales de despacho que sobrevivieron a la Alemania nazi y tuvieron un futuro próspero, muchísimos ni siquiera comparecieron ante un Tribunal para ser juzgados por crímenes de guerra y contra la humanidad (salvo excepciones como el mismo Speer).


    Werner Best y Albert Speer


por Bernd Martin
RdL (Revista de Libros)


En su acusación de 1972, la fiscalía de Berlín describió a Werner Best –en su día el tercer hombre después de Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich dentro del aparato de terror nacionalsocialista– como «por sus características y posición uno de los nacionalsocialistas más importantes y ejemplo de asesino de despacho». Un veredicto tan inequívoco y oficial no existe sobre Speer, el arquitecto estrella y eficaz ministro de armamento y producción de guerra de Hitler. Ambos, casi de la misma edad, pasaron por geniales organizadores en el Tercer Reich, cada uno en su campo y a su modo. Además, siendo ambos de los pocos supervivientes de las elites dirigentes nacionalsocialistas, consiguieron introducir su destacada posición en la discusión histórica general sobre el Tercer Reich después de 1945.

Si Best, el mayor de los dos (nacido en 1903, se había extendido en numerosos escritos antes y después de 1933 sobre el carácter del Estado autoritario del Führer y el cometido de la policía en el Estado nacional, mostrándose por tanto como teórico nacionalsocialista, Speer, el más joven (nacido en 1905), estaba libre de tal falta. Entregado por completo al delirio y las tentaciones de la técnica y lo fáctico, Speer no había encontrado tiempo para teorizar, y sólo en la prisión de Spandau comenzó a escribir y justificar su actividad. A pesar de ello, había sido un asesino de despacho jurídicamente perseguible, toda vez que dirigió a 70.000 colaboradores en el momento cumbre de su poder, siendo incluso más influyente y responsable de más víctimas que el jurista administrativo Werner Best, menos afamado y fuera de las candilejas políticas.

El año pasado (1996) aparecieron en Alemania tres libros de historia contemporánea que han provocado de nuevo acaloradas discusiones sobre los responsables de la muerte de millones de judíos europeos. Después de cincuenta años aún no ha concluido la búsqueda de los asesinos, y ahora la segunda generación aborda los crímenes de sus abuelos, sacando a la luz diferentes grados de implicación individual o del pueblo alemán en su conjunto, lo cual, en muchos aspectos, se parece a una dolorosa revaluación del genocidio. Daniel Goldhagen y su polémica obra Hitler's willingexecutioners. Ordinary germans and the Holocaust (Hitler y sus verdugos voluntarios. Los alemanes normales y el Holocausto) pertenecen a esta segunda generación. Ya veinte años antes, su padre, Erich Goldhagen, había definido el antisemitismo de las clases dirigentes nacionalsocialistas como un sucedáneo religioso que prometía la redención. El hijo sólo tuvo que dar el paso hacia la culpabilización colectiva de todos los alemanes –aunque desde entonces haya corregido parcialmente su juicio y admitido ciertos sesgos, sobre todo en la utilización de las citas. Pero la culpabilización colectiva, ya incluida en abril de 1945 en las directivas de la ocupación americana, y que deriva en su origen de una representación puritana de la culpabilidad, no ha contribuido sustancialmente al esclarecimiento de los hechos, ni al final de la guerra ni cincuenta años más tarde. Puesto que, si todos eran culpables, en el fondo no lo era nadie, sino que todos resultaron –y eso es lo que, de hecho, creyó la mayoría de los alemanes en la posguerra– más o menos víctimas de una catástrofe o de un seductor demoníaco, Adolf Hitler.

Frente a esto, la discusión sobre la responsabilidad de las elites funcionales de primera línea (como Speer y Best, pero también los «Gauleiter», como Arthur Greiser en el Wartheland), y de segunda línea (como los ejecutores, los comandantes de los campos de concentración, sus verdugos y los «hombres normales» en los batallones de policía y las Unidades de Acción [«Einsatzgruppen»]) lleva a resultados muchísimo más específicos. Entre las muchas publicaciones orientadas hacia esos responsables, los estudios biográficos que presentan Ulrich Herbert sobre Best y Gitta Sereny sobre Speer han encontrado la mayor resonancia, aunque sea en círculos distintos.




Los historiadores académicos celebraron el libro de Ulrich Herbert, profesor de historia de la Universidad de Freiburg, como el comienzo de una nueva época en la investigación del nacionalsocialismo. Por el contrario, el enfoque psicologizante de la publicista británica de origen judío-magiar Gitta Sereny no siempre ha encontrado aprobación académica, aunque sí un considerable eco entre los lectores «normales» pero interesados en la historia contemporánea. Aunque sólo sea por sus distintos destinatarios, no puede compararse el estudio científico de Herbert con el ensayo de Sereny, basado en pesquisas periodísticas. Con todo, a la postre ambos descubren a su respectivo asesino de despacho como tal.

Siendo Speer y Best supervivientes del más alto rango de la dirección nacionalsocialista –el primero del aparato gubernamental y el segundo de los servicios de seguridad–, los dos se salvaron de ser ahorcados, a diferencia de la mayoría de los principales criminales de guerra juzgados en Nuremberg y de los otros mil aproximadamente que fueron ejecutados por las fuerzas aliadas. Ambos sobrevivieron gracias a la favorable coincidencia entre ciertas casualidades externas y su propio proceder táctico. Best, por ser entregado por Dinamarca donde había gobernado moderadamente durante dos años y medio como Reichsprotektor, se salvó de la horca –en la que indudablemente habría terminado como responsable de la planificación de la invasión salvaje de Polonia por las unidades del servicio de seguridad en septiembre de 1939. Speer presumiblemente salvó su vida gracias a una confesión de culpabilidad parcial que, a los ojos de los jueces de Nuremberg, lo hizo aparecer como un acusado especial, hipotéticamente arrepentido y dispuesto a declarar. Si la acusación hubiese podido demostrar en 1946 lo que Speer mismo –según Sereny– confesó sólo cuatro años antes de su muerte (1981), a saber, que consintió el asesinato de los judíos, con mucha probabilidad habría terminado ahorcado. En lugar de eso, Speer cumplió una condena de veinte años por su participación en la utilización de trabajadores forzados. Por eso mismo fue condenado a muerte el «Gauleiter» Sauckel, responsable de reclutar los esclavos extranjeros y subordinado de Speer. Por otro lado, Best inicialmente fue condenado a muerte por los daneses, después indultado y condenado a cadena perpetua y, finalmente, tras seis años de prisión, gracias a la intervención del Gobierno alemán se benefició de una amnistía del rey danés en 1951. Todos los intentos de procesar a Best por su participación en el asesinato de 8.723 judíos, religiosos e intelectuales polacos, fracasaron finalmente por la benevolencia de la justicia, que no quiso incomodar al senil acusado en nombre del pueblo alemán.




El trato que recibió el presunto asesino Best por parte del público alemán fue triplemente escandaloso: en el sentido jurídico, en el social y, específicamente, en el histórico. No sólo no fue procesado, sino que tampoco sufrió rechazo social alguno y trabajó con éxito como asesor jurídico en el potentísimo grupo industrial Stinnes. Además transmitió su punto de vista sobre «un Tercer Reich con especial consideración hacia una política de ocupación limpia» a historiadores de primera fila que lo siguieron con gusto. Sólo el voluminoso estudio de Herbert ha terminado, aunque con bastante retraso, con el mito de las irreprochables actividades del alto funcionario, fiel a sus deberes y a las leyes. También en el caso de Speer, quien en sus Erinnerungen (Memorias) de 1969 se había creado el mito del buen amigo de Hitler que estaba en la inopia, no fue hasta principios de los años ochental y, por tanto, después de su muerte y antes de la publicación del libro de Sereny, cuando se destruyó definitivamente su mito. Los historiadores, tanto alemanes como extranjeros, habían peregrinado masivamente a la casa burguesa de Speer en Heidelberg para disfrutar de la apreciada atención del último testigo vivo del nacionalsocialismo, aceptando de buena fe todas las leyendas que ponía en circulación, como por ejemplo su desconocimiento de la persecución y exterminio de los judíos. La sociedad alemana de aquellos años parecía tener una asombrosa afición por aquellos personajes supervivientes del Tercer Reich, símbolos de la superación de la derrota y de todas las agresiones sufridas a partir de 1945. Desde el punto de vista de la generación socializada por el nacionalsocialismo, «no todo fue malo entonces». Sobre todo Speer, con sus magníficas construcciones y la organización de la economía de guerra, sustentaba estas opiniones.

Tanto Best como Speer provenían de familias burguesas y, nacidos en 1903 y 1905 respectivamente, pertenecían a la llamada «generación de jóvenes de la guerra» a los que no había sido concedida la «revelación» de la experiencia bélica. Best, por su lado, compensó esta deshonra y su experiencia de la ocupación de las fuerzas francesas cuando era estudiante de derecho a base de radicalismo nacional, declarándose seguidor del «realismo heroico»2 tras su encuentro con Ernst Jünger. Frialdad, dureza y realismo eran los lemas de los alemanes en su lucha nacional contra la amenaza interna y externa del liberalismo; el pueblo mismo se convirtió en una comunidad de sangre y cultura, recibiendo así un valor absoluto. Este conglomerado ideológico de la «revolución conservadora», ampliamente aceptado por los intelectuales de la república de Weimar y, sobre todo, por los estudiantes, fue consecuentemente perfeccionado por Best en el sentido de una ley vital (Lebensgesetz) racista. Como vanguardia intelectual del exterminio, tuvo la oportunidad en la central de la Gestapo en Berlín en 1935 de justificar la ética pervertida de las SS y de los grupos de seguridad, que mantenía la pureza al precio de obligar a proceder de la manera más terrible. El discurso de Posen de Himmler en octubre de 1943, en el que justificó el exterminio del pueblo judío como un acto puro en el sentido de una elevada necesidad nacional, no fue sino el resultado de los adoctrinamientos teóricos provenientes de Best y su actividad práctica dentro de las SS. Best, desde dentro de la Gestapo de 1935 a 1940 en Berlín, formó el núcleo de personas destinadas a las acciones de exterminio en el Este. Dos tercios de los hombres dirigentes de la Gestapo y de las SS tenían en 1939, como Best, menos de 36 años y habían estudiado Derecho, al igual que él.

  

Tanto, Werner Best como Albert Speer comparecieron ante el Tribunal de Nuremberg, el primero, en 1946, como testigo y; el segundo, en 1945 ,en calidad de acusado.

La formación de esta elite académica de verdugos fue la contribución más importante de Best al genocidio de los «subhombres» (Untermenschen) judíos y eslavos que se inició en septiembre de 1939 en el Este. 

Esta elite de las SS provenía de aquella sociedad alemana, destruida por los tratados de Versalles, la república de Weimar, y la revolución nacional hasta tal extremo, que no sólo siguió a los asesinos voluntariamente, sino que asumió su ideología de exterminio. En Rusia, la Wehrmacht, desde su conciencia militar, luchó «limpiamente», aun cuando ciertas unidades fueron destinadas a la liquidación de los presuntos partisanos judío-bolcheviques y de sus escondites, los pueblos donde vivía la población civil inocente.

En mayo de 1940, el ideólogo de las acciones de la policía nacional tuvo que abandonar la Oficina Central de Seguridad del Reich, a instancias de su superior Heydrich, para quien Best era demasiado independiente y exitoso. Éste, lejos de enrolarse en las unidades de seguridad (SD) del Este, siguió una formación intensiva de dos meses en el ejército. Como jefe del departamento de administración del estado mayor del comandante militar en Francia, el joven soldado Best reanudó rápidamente sus antiguas tareas burocráticas. Impulsó la vigilancia administrativa y obligó así a las autoridades francesas a colaborar con el victorioso ejército alemán. Esta colaboración fue aprovechada por Best de modo muy eficaz en lo tocante a la deportación de los judíos franceses. En lugar de seguir las órdenes de Berlín, que pedían el fusilamiento de los rehenes en cuanto se produjeran atentados contra el ejército, los judíos, culpables siempre de todo lo que ocurriera, fueron deportados al Este. Con su frío realismo y aparente deferencia, Best evitó que en Francia se produjeran «condiciones polacas», política que prosiguió como Reichsprotektor en Dinamarca desde noviembre de 1942.


Werner Best en uniforme diplomático al ser designado Ministro Plenipotenciario del Reich en la Dinamarca ocupada, en la foto junto a Erik Scavenius, primer ministro danés (1942-1943)


¿Por qué esa política dúctil e impulsada con tanto éxito por Best de que los sometidos colaboraran con el pueblo alemán conductor no fue adoptada por las SS y la dirección nacionalsocialista en el Este? Tampoco Herbert resuelve esta contradicción de la política de dominación alemana. La disposición a colaborar con los alemanes, celebrados como liberadores, era en efecto mucho mayor en la Unión Soviética que en el Norte o en el Oeste de Europa. Aparentemente fueron los prejuicios racistas de Hitler contra los eslavos y la imagen del «subhombre», compartida por la Wehrmacht, lo que impidió la colaboración en el Este. Best, por tanto, difícilmente pudo ser el «ideador de la política de exterminio» como lo estiliza Herbert, sino antes bien un pragmático del poder. Sus ámbitos de acción le fueron dictados por Hitler, y no a la inversa. Apenas pudo Best sugerir ideas a su Führer –al que admiraba mucho, pero desde una distancia realista– ni verlas sancionadas por él. Ni siquiera un analista brillante como Herbert se libra del todo de la tentación de sobrestimar a su «héroe».

Al contrario que Best, Speer no basó su relación con el nacionalsocialismo en una afinidad ideológica, sino únicamente en la singular amistad viril que le unió a Hitler, de arquitecto a arquitecto por así decir. «Si Hitler hubiera tenido amigos, yo habría sido uno de los más íntimos», así describió Speer su relación con Hitler más tarde en Spandau. El colapso psíquico de Speer en enero de 1944, ocurrido tras una disputa, como nunca la había experimentado, con Hitler, su visita de despedida en el bunker pocos días antes del suicidio de éste y, finalmente, su llanto convulsivo al conocer la muerte del Führer, subrayan esta relación personal y emocional que en muchos aspectos correspondía más a la de un padre y un hijo que a la del dictador y su ministro. En su «lucha con la verdad», representada con gran éxito de público tras su excarcelación, Speer se centraba en Hitler como la figura del padre supremo (Übervater) y en su propio deslumbramiento 3. Aunque fuese sólo en razón de las innumerables preguntas que se le hicieron, a Speer le preocuparon el destino del pueblo judío y su propia indiferencia de aquellos tiempos, pero no tanto como hubiera deseado su biógrafa Sereny, ni tanto como ella sugiere en su obra.


    Albert Speer en su uniforme de Ministro del Reich junto a Hitler en 1944.


Al igual que Best, Speer poseía una personalidad tremendamente insensible, acomplejada y vanidosa. El tímido y egocéntrico Speer, impasible y arrogante en su trato con los subordinados, se autorrealizó como el arquitecto más famoso y superministro, en el marco de una dependencia homoerótica en relación a su Führer. Con esta mezcla de vanidad, autosobreestima y ambición, poco le importaba la humanidad, tanto le daba el pueblo judío como su propia familia. Abrumado por el trabajo, Speer desconocía a sus propios cinco hijos, mientras vivió fue incapaz de desarrollar una relación emocional con ellos. A su esposa jamás, ni siquiera durante su encarcelamiento, llegó a aceptarla de igual a igual como cabeza de familia temporal, sino que la trató como una especie de jefa de negociado. Por otro lado, los judíos le eran bienvenidos como mano de obra en su megalomanía constructora. Durante los trabajos para la construcción de la metrópolis Germania, su comentario lapidario fue: «Ya en tiempos de su cautiverio egipcio los judíos pintaban ladrillos», por lo que también podían hacerlo en el campo de concentración de Oranienburg. Obstinado en afirmarse como hombre poderoso, intangible y de acción, subordinando a todos y cada uno, desde sus rivales, sus amigos más íntimos y su familia hasta los trabajadores forzados y los judíos, perdió la visión global de su colosal imperio, no siendo consciente de las consecuencias de semejante actuación. Exceptuando a Hitler, todo el mundo le era indiferente. Sólo ante él quería y tenía que validarse, de tal manera que llegó a autoconvencerse de que sería su sucesor natural.

Ambos libros, cada uno a su manera, son seguramente obras maestras. Herbert convence por su rara síntesis de historia política y social con esbozos biográficos. Werner Best es mostrado como un producto de su tiempo, comparándolo con su entorno temporal desde los inicios de la república de Weimar hasta los tiempos de la República Federal de Alemania. Herbert realmente escribe la historia de los alemanes de este siglo, tomando como ejemplo la persona de Werner Best para mostrar el camino errado del pueblo alemán. Qué grado de representatividad real y qué grado de poder poseía Best son preguntas ante las que se dividen las opiniones en las numerosas recensiones de esta obra, que rápidamente se ha convertido en bestseller en Alemania.

El libro de Gitta Sereny sobre Speer, aun más voluminoso que el de Herbert sobre Best, cubre sobre todo los doce años de actividad oficial de Speer en el Tercer Reich. A ratos se lee como un comentario crítico y complementario a las Erinnerungen de Speer. El período de los juicios de Nuremberg, el encarcelamiento en Spandau y la libertad, recuperada a partir de 1966, se tratan como un anexo a la etapa de sus cargos oficiales. La autora basa sus afirmaciones en un gran número de conversaciones personales con el mismo Speer, su mujer, sus hijos y amigos de la familia. El producto final de esta historia oral no contiene apenas errores históricos, presumiblemente en razón de las sólidas investigaciones de la propia autora. Sin embargo, al centrarse en preguntas muy simples sobre el conocimiento, la culpabilidad y el arrepentimiento de Speer, deja de lado parte de la compleja realidad del Tercer Reich, haciendo próximas, sin embargo, al público en general las acciones e implicaciones del personaje. Speer ocupa sin duda el centro de la obra de Sereny, mientras que Herbert simplemente deja pasar la sombra de Best por la historia de Alemania.

¿Es la elite intelectual la autora y responsable, al fin descubierta, del terror y genocidio nacionalsocialista? Ciertamente no. La traición de los intelectuales, su función de vanguardia en el establecimiento de regímenes fascista-autoritarios se pueden encontrar tanto en la Italia y el Japón de aquellos años como en la Alemania de Hitler. 

La novedad de estos libros consiste en revelar el alto grado de corresponsabilidad en las funciones del régimen de individuos hasta ahora subestimados como Speer y Best. Sin embargo, todo intento centrado en un grupo de culpables induce a error y a sobrestimar a los individuos. Los intelectuales responsables representaban la elite del pueblo. Sus acciones sólo podían desarrollarse con el consentimiento tácito de este pueblo. Tal vez no exista la culpa colectiva de los alemanes, pero sí una responsabilidad colectiva de todos los alemanes, tanto de aquella generación como de la actual, en el capítulo más siniestro de su propia historia. La mayoría de los alemanes fueron ejecutores voluntarios de las fantasmagorías de Hitler, pero ello no los hace responsables directos del asesinato del pueblo judío.


Bernd Martin
Traducción de Uta Beeg


APÉNDICE:

Nota final del editor del blog

Karl Rudolf Werner Best (1903 - 1989) Doctor en Derecho, político del NSDAP, Obergruppenfuhrer SS, Jefe de Personal de la Oficina Central de Seguridad del Reich (Oficina AMT I), Director adjunto de la Gestapo. Miembro fundador de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA), se le atribuye la concepción y la formación inicial de los llamados Einsatzgruppen.​ Desde 1934 hasta 1940 Adjunto de Reinhard Heydrich en el SD (Servicio de Seguridad de las SS). Como Oficial de alto rango fue nombrado Adjunto Judicial del Gobierno Militar Alemán en la Francia ocupada (Militärbefehlshaber in Frankreich) entre 1940 y 1942. Designado Plenipotenciario del Reich (Reichsbevollmächtigter) para la Dinamarca ocupada en 1943 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Werner Best fue arrestado el 21 de mayo de 1945 en Dinamarca a la espera de juicio, transferido en calidad de testigo a los procesos de Nüremberg, en 1946 un tribunal danés le condenó en primera instancia a muerte, la revisión del juicio lo sentenció a 12 años de prisión por su responsabilidad como Comisario del Reich en Dinamarca; sin embargo, la fecha mágica (1951) marcó su libertad, siendo expulsado a la Alemania Occidental. En 1972, Polonia solicitó la extradición de Best para que respondiese por sus acciones en territorio polaco en 1940, solicitud denegada por el gobierno alemán...por razones de salud (?)... murió en 1989.




Albert Speer (Berthold Konrad Hermann Albert Speer) 1905 - 1981. Arquitecto alemán y Ministro de Armamento y Producción de Guerra del Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Speer mantuvo durante el conflicto una elevada producción de material bélico no obstante los devastadores bombardeos aliados sobre Alemania. Fue procesado en Núremberg donde interpretó el papel de "nazi bueno" (por supuesto mintiendo descaradamente), su convincente actuación en juicio evitó la ejecución en la horca, sentenciado a veinte  años de prisión basados por la utilización de trabajadores forzados en la producción de guerra (otras influyentes amistades, tanto alemanes como foráneas, mediaron e intercedieron en su caso ante el fiscal americano Robert H. Jackson). Contrario a sus aspiraciones debió cumplir toda su condena en la prisión de Spandau. Tras su liberación (1966) publicó dos libros autobiográficos: Memorias: Hitler y el Tercer Reich vistos desde dentro y Diario de Spandau. Su papel de "nazi bueno" fue desenmascarado demasiado tarde, Speer estaba tan lleno de sangre como sus otros colegas ajusticiados. El "mito" de Speer se desmoronó con investigaciones entre las que destacan 'Albert Speer: His battle with truth' de Gitta Sereny; 'The Wages of Destruction' de Adam Tooze  y 'Das Ende einesMythos. Speers wahre Rolle im Dritten Reich' de Matthias Schmidt. Esos autores resaltan que el compromiso ideológico de Speer con la causa nazi era mucho más que las negaciones, lamentos y 'arrepentimientos' afirmados por Speer en juicio y la posguerra. Speer conoció profundamente los pormenores del holocausto y del inhumano uso de esclavos para la producción de guerra. Como cualquier desalmado de su calaña, resultó ser un vulgar ladrón de arte expoliado a las víctimas del régimen nazi, una de sus últimas acciones antes de morir fue la venta anónima en subasta de cuadros robados durante la guerra, algo que le permitió embolsarse un millón de marcos alemanes de la época (1981).

Notas

Los asesinos de despacho
Sobre Speer: Un genio de la adaptación
El destino de la Alemania vencida fue manipulada por los anglo-sajones
SINARQUISMO: Una visión para principiantes (I)
Las Raíces Nazis de la "UE de Bruselas"
El juicio que obligó a Alemania a enfrentar los horrores de Auschwitz


1. M. Schmidt: Albert Speer. Das Ende einesMythos. Speers wahre Rolle im Dritten Reich (El fin de un mito. El verdadero papel de Speer en el Tercer Reich), Bern-München, 1982.
2. Contribución de Best a la recopilación de Ernst Jünger, Krieg und Krieger (Guerra y guerreros), publicada en 1930.
3. A. Mitscherlich: «Hitler blieb ihm ein Rätsel. Die Selbstblendung Albert Speers», en Adalbert Reif (ed.): Albert Speer. Kontroversen um ein deutsches Phänomen (Albert Speer).

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