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09 septiembre 2019

Sudáfrica: Lágrimas de los dioses, o diamantes malditos (3)




Tercera parte 

En lugar de alegraros por el descubrimiento de oro, deberíais llorar, pues hará que nuestra tierra se empape de sangre.
(General Joubert, bóer).


Los americanos luchan por un mundo libre, los ingleses principalmente por honor y gloria y medallas, los franceses y canadienses deciden demasiado tarde que tienen que participar. Los italianos tienen demasiado miedo de combatir, los rusos no tienen elección, los alemanes por la Patria. ¿Los bóers? Esos hijos de perra luchan por amor al arte.
(General Patton, estadounidense).



- EL GRAN TREK -  LAS REPÚBLICAS BÓER - LA CASA ROTHSCHILD - LA MALDICIÓN —RHODES Y LA REVOLUCIÓN MINERAL - EL HOMBRE BLANCO PROFUNDIZA EN ÁFRICA - PRIMERA GUERRA BÓER (1880-1881)

Hemos visto cómo los europeos pretendían dominar África desde el mar y cómo los bóers, desde el momento en que rompieron con la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y hasta con la Iglesia Reformada Neerlandesa, estaban empezando a dominar África desde dentro, proyectándose hacia el corazón del continente y convirtiéndose en un poder telúrico, tal y como había sucedido con las 13 colonias inglesas de Norteamérica al cruzar los Apalaches, o con los cosacos al alejarse de los estados europeos. 

En el Siglo XIX se hizo claro por primera vez que la internacional marítima y comercial debía frenar a los colonos afrikáners antes de que este puñado de granjeros, pastores y cazadores constituyesen el primer estado-nación moderno propiamente africano, repitiendo la historia de los revolucionarios norteamericanos de 1776, sólo que esta vez en la bisagra marítima más crucial entre Occidente y Oriente…


EL GRAN TREK

Veo que cada hombre blanco es un enemigo del negro, y cada hombre negro un enemigo del blanco. No se quieren y nunca lo harán.
(Dingán, reyezuelo zulú, a Richard Hulley, febrero de 1838). 


Sabemos que en el Siglo XVIII los trekboers se habían aventurado hacia el interior y que volvió a haber malestar cuando los ingleses se anexionaron la colonia holandesa de El Cabo como resultado de las guerras napoleónicas. Ahora toca una nueva y más definitiva migración de este castigado pueblo hacia el ignoto interior del continente africano —el mismo que los romanos consideraban una gran madre engendradora de monstruos.

Volvemos a situarnos en las granjas y ciudades interiores agrarias de la colonia de El Cabo. Durante la década de 1830, en las familias bóers se habla mucho de alejarse de los británicos y de los kaffires o cafres (negros bantúes, especialmente xhosa y zulúes) debido a las impopulares políticas de Londres y a las Guerras Xhosa (o Kaffir Wars) en las fronteras del Este, que según la mentalidad afrikáner, estallan una y otra vez porque los británicos son incapaces de mantener segregados a los blancos de los negros. Si bien el Este está ocupado por los ingleses y por los bantustanes (territorios bantúes más o menos independientes), las historias de cazadores, comerciantes, pastores y aventureros hablan de un país vacío, fértil y con buenos pastos al Norte. En secreto, las autoridades bóers mandan kommissie (comisiones) para explorar las tierras norteñas e informar sobre las posibilidades de emigrar allí. Una va a la actual Namibia y vuelve con un decepcionante informe sobre un país demasiado árido. La segunda da un informe muy favorable sobre Transorangia (al norte del río Orange) y la tercera uno igualmente bueno sobre Natal, que además tenía un excelente puerto natural. Los bóers no pierden más tiempo, venden sus granjas, escriben cartas a sus familias y, liderados por sus jefes, unos 12-15.000 hombres, mujeres y niños, conocidos por la posteridad como voortrekkers ("itinerantes de vanguardia", "aquellos que se mueven hacia adelante" o pioneros) emprenden la épica marcha.


Bandera de los voortrekkers. No muy distinta en su disposición a la bandera confederada sudista, la bandera de Escocia o la de los carlistas españoles. Los bóers también representaban un bastión de tradición ante el avance de la modernidad y una forma de economía productiva y autárquica, basada en la agricultura y la ganadería, opuesta a la nueva economía industrial, capitalista y comercial que se estaba fermentando en Europa Occidental.

La migración de los bóers hacia el interior del continente fue una iniciativa privada muy valiente que mostró hasta qué punto estos hombres y mujeres daban más importancia a la libertad que a la seguridad y la comodidad. Las tierras adonde se dirigían estaban totalmente inexploradas y sin cartografiar, a menudo carecían de salidas marítimas (con lo cual no podían depender del comercio internacional, viéndose forzados a vivir sobre el terreno y a ser autosuficientes) y se encontraban habitadas por tribus hostiles. Transorangia no era conocida salvo por miembros de las etnias locales gricuas y algunos pastores y cazadores bóers, mientras que la región del Transvaal (más al norte del río Vaal) era una incógnita total, sabiéndose sólo que era territorio de la tribu Matabele (también conocida como Ndebele), bajo un reyezuelo llamado Mzilikazi —lugarteniente renegado del famoso líder zulú Shaka. Esta migración masiva de los bóers en las décadas de 1830 y 1840 se conoce como Gran Trek, y en realidad fue toda una malla de rutas y migraciones que cruzó la cadena montañosa Drakensberg (comparable a los Pirineos, con varios picos de más de 3.000 metros) y cubrió desde la costa de Mozambique hasta Zimbabwe.

Los primeros grupos en partir son los mandados por Louis Tregardt y el cazador Hans van Rensburg, veterano de las Guerras Xhosa. Ambos grupos no tardarán en discutir (supuestamente porque Van Rensburg gastaba demasiada pólvora y munición para obtener marfil) y dividirse, en un alarde de autonomía e independencia típicamente sectario-calvinista. El grupo de Van Rensburg tiene por objetivo llegar a lo que hoy es Mozambique, pero es rodeado a orillas del río Limpopo por un grupo de cafres muy superior en número. Tras resistir los asaltos de la marea humana durante algún tiempo, el pequeño grupo se queda sin munición, tal y como había advertido Tregardt, y es totalmente masacrado. El otro grupo cruza el río Orange en 1835, con tan mala fortuna que para cuando llega al asentamiento portugués de Lourenço Marques (actual Maputo, capital mozambiqueña) en 1838, buena parte de su ganado ha caído por la mosca tse-tsé y la mitad de su gente ha muerto de malaria. A pesar de la hospitalidad de los portugueses, la mujer de Tregardt morirá de malaria en el fuerte, y él la seguirá seis meses después. Los sólo 26 supervivientes serán evacuados por mar a Port Natal.


Van Rensburg es masacrado con su grupo. 49 muertos.


Hendrik Potgieter, primo de Van Rensburg, abandona la Colonia del Cabo a finales de 1835 con 200 seguidores. Su objetivo es dirigirse a Lourenço Marques con fines comerciales, pero no llegan muy lejos, ya que son atacados por mil matabeles, y varios voortrekkers son asesinados. Quedó claro que los Matabele iban a ser un obstáculo importante en el camino de este grupo.

El 16 de Octubre de 1836, la partida de Potgieter recibe noticias de la aproximación de un ejército matabele. Tras haber intentado negociar sin éxito (son atacados), y ante la abrumadora superioridad numérica del enemigo, los bóers, saliendo de su laager de 50 carros, emprenden una táctica que rinde buenos resultados: cargan a caballo hasta justo una distancia mayor que el alcance de una azagaya (lanza arrojada), descargan una andanada de fusilería y, mientras se retiran a galope, van recargando el siguiente tiro, maniobra que precisa de mucha pericia a caballo y con las armas. Repiten esta táctica muchas veces con éxito. Sin embargo, la marea enemiga va cerrándose sobre el laager, hasta que lo rodea completamente. Las distancias se van acortando y se llega al cuerpo a cuerpo con el empleo de las armas blancas más usadas en el "salvaje sur": lanza, cuchillo y hacha —ni los zulúes usan arco y flecha, ni los bóers usan bayonetas. Por primera vez, un asalto matabele fracasa y se retira, pausa que es aprovechada por los bóers para sacar más pólvora y limpiar las armas. Un segundo asalto matabele es rechazado a duras penas y queda concluida la Batalla de Vegkop. 33 hombres y 7 niños han derrotado a una fuerza matabele muy superior, matando a quinientos y perdiendo sólo dos vidas, aunque los kaffires se han llevado todos los caballos y ganado. Tras la batalla, 1.137 lanzas son recogidas del interior del laager y los bóers juran recuperar sus pérdidas.


Las mujeres y niñas bóers no solían combatir, pero sí ayudaban a sus hombres a recargar los fusiles, permitiéndoles una mayor cadencia de fuego. Un grupo de bóers parapetados en un laager (círculo o barricada de carros) y con varios fusiles por hombre, podía ser una auténtica máquina de escupir fuego si organizaban bien las recargas.


Monumento a la Batalla de Vegkop.


Un comando de 107 voortrekkers liderados por Potgieter marcha después sobre Mosega, la "capital" matabele, y el 17 de enero de 1837, arrasan el poblado, incendiando los kraals (grupos amurallados de chozas), matando a todos sus habitantes —incluyendo mujeres y niños— e incautándose de un botín ganadero de 7 mil cabezas, sin perder los blancos un solo hombre. El kraal militar en Kapain todavía resiste con el reyezuelo Mzilikazi. En su camino, la partida de Potgieter encuentra los despojos del grupo masacrado y recibe noticias de una expedición de caza seriamente diezmada por otro ataque. Poco después, 340 bóers se lanzan contra el complejo militar matabele y, tras nueve días de encarnizados combates y persecuciones, expulsan a la tribu de Mzilikazi a lo que hoy es el sur de Zimbabwe. 

Piet Retief, descendiente de hugonotes franceses, ha sido elegido gobernador y jefe militar de otro grupo de voortrekkers. Tras cruzar los Drakensberg, llega a la anhelada región de Natal en 1837, zona que muchos holandeses miraban con recelo al considerarla (con razón) la siguiente candidata a ser anexionada por la Corona inglesa —de hecho Potgieter se niega a asentarse allí. Además, la región no está vacía: se trata de los territorios del reyezuelo zulú Dingán, que ascendió al poder nueve años antes tras matar a su hermanastro (el célebre jefe zulú Shaka) y llevar a cabo una purga de elementos "shakistas", en un paranoico terror sociopolítico muy típico de las sociedades bantúes en general y la zulú en particular.

Mientras el grueso de la expedición bóer ―principalmente mujeres, niños y ancianos― acampa al lado del río Bloukrans (o Blaauekrans), Retief lidera un grupo de unos 70 hombres y muchachos, más 30 criados "coloreados", a Mgungundlovu, el kraal del reyezuelo, para negociar de forma pacífica la cesión de algunas de sus tierras a los voortrekkers. Dingán, sin embargo, acusa a los bóers de robarle 700 cabezas de ganado y 63 caballos, y se niega a entablar negociaciones hasta que los animales aparezcan. Después de semanas de búsqueda, los hombres de Retief encuentran las cabezas, que en realidad fueron robadas por otro reyezuelo local.

Así, el 5 de febrero de 1838, Dingane y Retief retoman las conversaciones y firman un tratado (Dingán con una X) que concede a los bóers tierras en Natal. Después, los zulúes hacen una demostración de danza guerrera para celebrar el evento. Las tribus bantúes, igual que la mayor parte de pueblos "primitivos" de la humanidad, tenían danzas tradicionales que servían para inyectar oxígeno e iones negativos en el metabolismo, acelerar el pulso, preparar al cuerpo para el combate y generar enormes cantidades de adrenalina, haciendo que el guerrero entrase en un estado de posesión-trance, en el cual su fuerza, su ira y su valor se incrementaban mientras que su miedo, su fatiga y su dolor disminuían (entre los vikingos, los bersekers tenían tradiciones comparables pero "a la europea"). En este estado, los movimientos de combate con armas —bien almacenados en la memoria neuromuscular del cuerpo tras repetitivos entrenamientos que los martilleaban en el sistema nervioso y en el subconsciente "automático"— se imponían sobre el torbellino de instintos, canalizando lo que de otra manera sería puro caos, para convertirlo en un ataque guerrero devastador.


Monumento a la matanza de Bloukraans.


Después, los zulúes piden a los blancos que hagan una demostración de destreza guerrera, quizás en parte para calibrar la amenaza que suponen: son zulúes, no tontos. Los bóers hacen demostraciones de tiro y equitación para deleite (y quizás alarma) de sus anfitriones, que nunca han visto algo parecido. A la mañana siguiente, mientras los hombres de Retief se preparan para partir hacia el campamento de sus familias, llega un mensajero zulú pidiendo que los blancos vuelvan a presentarse en el recinto del rey para brindar por su amistad y despedirse. Antes de entrar en el anillo interno del asentamiento, se pide a los bóers que dejen sus armas y sus caballos a la entrada como señal de buena fe. Acceden. Dentro del recinto, Dingán saluda a los blancos y se sienta con ellos. Los bóers beben confiadamente la leche y la cerveza de sorgo que les ofrecen, mientras dos mil zulúes totalmente armados inician la danza guerrera final. Mientras gritan y mueven sus armas rítmicamente, en cada ciclo dan tres pasos adelante y dos atrás, avanzando poco a poco. Cuando están prácticamente encima de los bóers, Dingán grita "Bulalani abathakathi" (matad a los brujos) y los zulúes atacan a sus huéspedes a traición.

Varios bóers sacan sus cuchillos de caza y, según la historia afrikáner, liquidan a varios zulúes antes de caer. Otros son estrangulados al momento con crudas cuerdas hechas con pieles de animales. Los demás son apresados y, junto con los cadáveres de sus compañeros, arrastrados a Hlomo Amabuta, una colina donde Dingán ha ejecutado a millares de enemigos políticos. Uno a uno, los desarmados bóers son asesinados a lanzazos y garrotazos. A algunos les parten la cabeza con rocas y otros son desollados y abandonados en el campo. Retief es mantenido con vida hasta el final para que presencie la muerte de todos sus hombres. Seguramente sea imposible imaginarnos lo que pasa por su cabeza cuando ve cómo su propio hijo adolescente es convertido, a garrotazos, en una masa sanguinolenta. Tras la ejecución de Retief, los brujos zulúes le abren en canal y le extirpan el corazón y el hígado. Envueltos en un paño, estos órganos son presentados a Dingán para convencerle de que el "gran mago blanco" está efectivamente muerto, y posteriormente se entierran en una zona estratégica donde supuestamente evitarán una futura invasión blanca. En círculos religiosos afrikáners, se rumoreará que los zulúes practicaron rituales de tipo satánico con las entrañas de Retief. Finalmente, los cadáveres de los bóers son empalados y abandonados para ser devorados por los buitres. No es de extrañar que, aun hoy, Piet Retief sea considerado el mártir por excelencia de la causa voortrekker y que el incidente haya contribuido tanto al racismo, la desconfianza y la cerrazón de los bóers. Esta matanza la conocemos sólo gracias a tres testimonios: el del reverendo Francis Owen, misionero inglés que tenía una "estación" en Mgungundlovu donde vivía con su familia y que apuntó los sucesos en su diario, el chaval de doce años William Hood, hijo de un comerciante británico que vivía con la familia de Owen, y Jane Williams, una chica galesa que trabajaba como sirvienta de la familia. Tanto Owen como Hood hablaban zulú y solían hacer de intérpretes [1].




Después de eso, los impis (batallones) zulúes marchan sobre los campamentos bóers a los pies de los montes Drakensberg y a orillas del Bloukraans. En la medianoche del 17 al 18 de febrero de 1838, mientras los blancos (principalmente mujeres, niños y ancianos) duermen, los zulúes caen sobre ellos en un frente de 9 km. Los campamentos están dispersos y, debido a la escasez de hombres jóvenes, mal defendidos. Muchos no han hecho caso de la advertencia de algunos líderes de formar laagers por la noche, y son presa fácil para los impis de Dingán. El pequeño campamento de la familia Liebenberg es tomado rápidamente y todos sus habitantes son asesinados mientras duermen. Las familias Bester, Moordspruit, De Beers, Botha, Smit y Breytenbach sufren la misma suerte. En el campamento de los Bezuidenhoot, el padre, Daniel Peter, se despierta por los ladridos de los perros y sale afuera esperando encontrarse con un leopardo merodeador, pero en su lugar se encuentra con una lluvia de lanzas. Su madre, mujer y hermanas son masacradas. Malherido, consigue escapar luchando a través de la marea zulú para avisar a los campamentos vecinos. Gracias a eso, muchos de ellos forman laagers inmediatamente y pueden repeler el ataque enemigo salvándose de la carnicería y abatiendo a muchos zulúes. A la mañana siguiente, el panorama que saluda a los supervivientes es dantesco. Hay vagones enteros que chorrean sangre y despojos humanos.



Además, los zulúes han saqueado los vagones y robado la friolera de 25.000 cabezas de ganado y 2.000 caballos, condenando a los bóers a la hambruna y a la inmovilidad estratégica. En adelante, el macabro y triste lugar será conocido como Weenen ("llorando").


Mapa del Groot Trek; este manojo de rutas constituye la columna vertebral geopolítica de Sudáfrica. La realidad del Gran Trek es algo más compleja, ya que los voortrekkers llegaron a Zimbabwe y Mozambique.

Las noticias sobre la matanza del grupo de Piet Retief (conocida como "Gran Asesinato" o "Masacre de Blaukrans") corren por los diversos grupos voortrekkers, muy entretejidos entre sí por alianzas matrimoniales, y en adelante marcarán a fuego la conciencia nacional de los bóers con una filosofía de atrincheramiento, bunker y supervivencia (el laager mentality), siendo pasadas como una tradición oral de generación en generación

Sin duda es un punto de inflexión en la historia de los afrikáner, que pone en marcha un nuevo tren de acontecimientos y un nuevo guión a ser interpretado. En los momentos posteriores al trágico suceso, el Gran Trek entero titubea en su avance y empiezan a cundir desmoralizadores debates sobre la conveniencia de abandonar el proyecto y volver a la relativa seguridad de la tutela británica. Algunos bóers vuelven a cruzar los Drakensberg retrocediendo a sus antiguas tierras. El resto queda fortalecido en su determinación, gracias, entre otras cosas, a las palabras de ánimo pronunciadas por las mujeres ―especialmente por las viudas, que no están dispuestas a vivir de la caridad en El Cabo y que siguen acariciando el sueño de habitar un Estado propio e independiente: un Volkstaat que puedan llamar suyo.

Otro líder bóer, Gert Maritz, que ya había advertido a las familias sobre la posibilidad de ser atacadas, organiza los campamentos en tres laagers inexpugnables y manda mensajes para recibir refuerzos. Pronto se les suman varias familias más, lideradas por Piet Uys y Potgieter (ya cubierto de prestigio por su derrota de Mzilikazi). Ahora los voortrekkers de Natal cuentan con mil personas en total y puede pensarse en la aniquilación del ejército de Dingánsin lo cual no creen poder sobrevivir en esas tierras—, en extraer venganza por los muertos inocentes y en recuperar sus cabezas de ganado, tan importantes para la supervivencia de su gente. Con eso en mente, en abril de 1838 se organiza un comando de 347 hombres y muchachos. Gert Maritz quiere evitar discusiones internas y, como los dos nuevos partidos se niegan a ponerse bajo las órdenes del otro jefe, ordena que el comando estará al mando de Uys y Potgieter por igual. Un mando poco firme y poco claro. La dividida unidad es guiada hacia Dingane por un zulú desertor en el que no confían plenamente, considerándole posible agente enemigo… y con razón: en Italeni, cerca de la "capital" de Dingán, el comando cae en una emboscada de siete mil zulúes y es masacrado. Piet Uys cae muerto y su hijo adolescente Dirkie es asesinado al intentar rescatarlo. Potgieter puede escapar maltrecho dejando atrás los vagones de Uys, en un episodio que lo hará ser criticado por su gente —injustamente— como cobarde.


Potgieter. Su prestigio entre las tribus africanas es tal que, cuando muera en 1852, varios jefes tribales, que lo tienen en muy alta estima, acudirán a ofrecer sus respetos. Por sus rasgos, probablemente tenía algo de sangre hotentote o bosquimana.

La moraleja de esta nueva derrota parecía ser "se necesita un mando unificado y un líder fuerte". Aquí los bóers debieron empezar a abandonar su fiera ansia de independencia y libertad a toda costa, para empezar a abrazar formas de obediencia y organización de tipo estatal y militar. El hombre que encarnó este deseo resultó ser Andries Pretorius, un granjero y líder voortrekker que infundió confianza en los agotados bóers y que fue escogido para liderar el comando de castigo contra el ejército de Dingán. El 16 de diciembre de 1838, tras haber prestado un voto religioso dirigido por el pastor Sarel Cilliers (que rompió con las autoridades religiosas de El Cabo para ayudar a su gente a tener su propia volkskerk o iglesia nacional), 470 bóers con 64 vagones logran la victoria contra un ejército de doce mil zulúes, causándoles tres mil bajas en la Batalla del Río Ensangrentado (Bloedrivier, o Blood River), así llamada porque el río Búfalo se tiñó de rojo. Después de recuperar el antiguo tratado de la cartera de cuero del pobre esqueleto de Retief, los bóers proclaman, con toda legalidad, su primer volkstaat: Natalia.


Andries Pretorius. La ciudad más importante de la nueva Sudáfrica afrikáner llevará su nombre.


LAS REPÚBLICAS BÓER

Tras haber conquistado enormes territorios sudafricanos, el puñado de colonos europeos llamados voortrekkers estableció varias repúblicas soberanas. 

Los bóers tendieron a evitar zonas densamente pobladas por kaffires, bosquimanos y hotentotes, estableciéndose en lugares despoblados por la Mfecane ("aplastamiento", o "dispersión"), la limpieza étnica de tribus locales llevada a cabo por el rey Shaka durante la invasión zulú, que mató a 1-2 millones de aborígenes sudafricanos, especialmente de raza joisán, el primer tercio del Siglo XIX. 

En un antiguo enclave costero portugués, nace la República de Natalia (1839), el primer volkstaat afrikáner, con capital en Pietermaritzburg, así llamada en homenaje a Piet Retief y Gert Maritz. Esta república, con un magnífico puerto natural (Port Natal, la actual Durban), incomodaba a los ingleses, obsesionados con no permitir que nadie les disputase la hegemonía en el Índico, de modo que en 1843, la jovencísima república fue fagocitada mezquinamente por Londres después de que los afrikáners se negasen a aceptar una guarnición británica en su puerto. Si los bóers pretendían enriquecerse en el interior, tendrán que utilizar un puerto inglés para dar salida a sus mercancías, lo cual colocará a su comercio bajo dominio británico de facto. El resto de salidas marítimas están bloqueadas por los territorios xhosa y zulúes, con lo que los ingleses se ufanan de haber completado el cerrojo litoral. En cuestión de décadas, Natalia recibirá una fuerte inmigración inglesa e hindú que la acabará convirtiendo en la región más británica de Sudáfrica. Lo que los bóers conquistan, los británicos se lo adjudican: un magnífico negocio para la Corona. Los hindúes llegarán en masa para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y alarmarán a las autoridades de Orange, que promoverán leyes para que no puedan entrar en su país. Estas leyes durarán hasta finales de los años 80 del Siglo XX. Hoy, la provincia de "KwaZulu-Natal" es la más hinduizada del país.




Los bóers sienten un asco instintivo a someterse a cualquier forma de imperialismo y de poder que no proceda de ellos mismos, sea romano, español, católico o británico. Así que de nuevo, los bóers preferirán la emigración y el futuro desconocido antes que vivir como súbditos del imperio conocido [2], de modo que se desplazarán al Norte, hacia territorios arrasados por la Mfecane zulú, cruzarán el río Vaal y se establecerán allí. En 1848, el Imperio Británico declaró territorio de la Corona todo lo que había entre los ríos Orange y Vaal, pero la fiera resistencia política bóer y el todavía escaso interés económico y estratégico de la región lo harán dar marcha atrás —ya habrá tiempo para anexiones más adelante. Al año siguiente, se establece la primera sinagoga en Ciudad del Cabo.

Más al Norte, los bóers fundarán en 1852 la República de Sudáfrica (más conocida como Transvaal o por sus siglas afrikáners ZAR), cuyo mismo nombre sugiere cierta pretensión de hegemonía regional. En 1854, otro movimiento bóer fundará al Sur, entre los ríos Vaal y Orange, el Estado Libre de Orange (o Transorangia), donde las tensiones entre británicos y bóers eran más fuertes. Las capitales, respectivamente Pretoria (en honor a Andries Pretorius) y Bloemfontein, serán las únicas ciudades de cierta entidad, el resto de los dominios bóer consistirán en fincas rurales, granjas enormes y espaciadas, vastos espacios vacíos, núcleos indígenas y muy baja densidad de población. En Pretoria, que acaparará el prestigio y la hegemonía política en el mundo afrikáner, gobernará un presidente junto con el Volksraad (Consejo del Pueblo, de 24 miembros) e incluso se constituirá una iglesia de Estado [3] escindida de las autoridades de la Iglesia Neerlandesa Reformada de Ciudad del Cabo.


Cámara parlamentaria en el Ou Raadsaal de Pretoria, ciudad que será embellecida con arquitectura holandesa y victoriana y varios monumentos glorificando el pasado bóer. Los hijos de las familias más poderosas de Pretoria serán mandados a estudiar a Holanda, dando origen a una nueva élite afrikáner bien formada.

Las minúsculas repúblicas de Goshen (nombre sacado del Antiguo Testamento) y Stellaland, que acabarán uniéndose, representaban el embrión de un nuevo expansionismo bóer hacia el Oeste en rivalidad con el Imperio Británico, y serán un factor desencadenante de las Guerras Bóer. La Nieuwe Republiek (Nueva República), con capital en Vryheid (libertad) será fundada mucho más adelante (1884) por mercenarios bóers y británicos, tras ayudar a una facción zulú a derrotar a otra; acabará siendo anexionada por la ZAR.


Todas estas repúblicas fueron reconocidas diplomáticamente por todas las potencias de la época, incluyendo el Imperio Británico, que probablemente veía con buenos ojos que otros mostrasen la iniciativa de organizar los territorios que él no podía, y que sus mercancías llenasen los puertos ingleses que, a fin de cuentas, monopolizaban todas las salidas marítimas que los bóers necesitaban para exportar, con lo cual en teoría estaba todo bajo control. 

En todas estas repúblicas afrikáners estaba prohibida la esclavitud, pero a la vez sus constituciones establecían la segregación racial.


Panorama increíblemente balcanizado, en el que los británicos mantienen su colonia unida mientras todas las demás entidades políticas están divididas. Los países gricúas han sido colocados -seguramente por los mismos bóers-como muralla entre británicos y bóers y están dirigidos por etnias "coloreadas" (hoy los llamaríamos negros sin más) que han huído del militarismo zulú, emprendiendo su propia migración y agregándose a los bóers como aliados, cristianizándose y europeizando sus costumbres. Phillipolis será anexionada a Orange y los otros dos países gricúas no tardarán en pasar a la tutela británica. De todas las repúblicas bóer, la de Natalia es la única con salida al mar, cosa que incomoda a los británicos, que se la anexionarán en 1843. Las otras dos preocupaciones de Londres son que los bóers se proyecten aun más hacia el Norte y que enlacen con la actual Namibia en el Oeste. Tanto la república de Orange como la ZAR bloquean el avance del Imperio Británico hacia el actual Zimbabwe y el interior del continente africano. Para entonces no quedaba mucho de la antigua Kaffraria (zona xhosa) libre del dominio blanco.


Goshen, Stellaland, Nieuwe Republiek,Transvaal (ZAR), Orange, Natalia.


Las islas étnicas bantúes (bantustanes) del Sur, Basutolandia (actual Lesotho), Kaffraria, Zululandia y Swazilandia, se corresponden con territorios cafres que los británicos decidieron dejar intactos en un intento de favorecer la balcanización y evitar que los bóers obtuviesen más salidas marítimas que pudiesen adosar a las portuguesas de Mozambique en una única continuidad costera. También evitaban así que los bóers pudiesen aliarse con alguna potencia extranjera rival del Imperio Británico (notablemente Prusia o el Imperio Ruso) que les pudiese mantener abastecidos a través de sus puertos.

Siguieron décadas de calma y prosperidad, ocasionalmente rotas por nuevas guerras xhosa, pero el expansionismo de la colonia británica de El Cabo fue envolviendo lentamente a las repúblicas libres, incluso englobando los diversos bantustantes y núcleos gricúas y azuzándolos contra los bóers, siempre en busca de tener una frontera con ambas repúblicas para abalanzarse sobre ellas, y especialmente bloqueando su expansión hacia el Oeste y hacia el mar. La rivalidad entre la marítima y cosmopolita Ciudad del Cabo y la continental y provinciana Pretoria se irá haciendo cada vez más evidente.

Estas vastas regiones interiores eran un problema para Londres porque se trataba de pocos bóers (en 1877 sus números todavía rondaban los 100-150.000), pero muy organizados y cohesionados, sobre un territorio muy grande y rico. Ergo, esta minoría llegaría a acaparar las enormes riquezas de este territorio, acumulando gran patrimonio e influencia por persona, y podría estar algún día en condiciones de competir contra las mafias financieras de Londres, París, Frankfurt, Nueva York, Hong Kong, Singapur y Bombay. Además, las repúblicas bóer formaban un tapón geopolítico que separaba al Imperio Británico de las riquezas del interior de África y bloqueaba la continuidad territorial que Londres pretendía constituir desde El Cairo hasta El Cabo con la esperanza de tender una vía férrea y una línea de telégrafo. Esta ruta británica "vertical" debía frustrar cualquier intento rival por cruzar África por vía terrestre para unir el Atlántico con el Índico, haciendo que, para pasar del "Gran Mar Occidental" al "Gran Mar Oriental", el mundo dependiese exclusivamente de las dos bisagras británicas: Suez y El Cabo, sin posibilidad alguna de establecer un puente terrestre sobre África (por ejemplo, el Sahel). La colonia de El Cabo necesitaba de la red de comercio internacional para subsistir, mientras que las repúblicas bóer no sólo subsistían sobre el terreno, sino que producían excedentes, a pesar de carecer de salida marítima y verse forzadas a ser autárquicas. Londres siempre hubiera podido pagar por importar las riquezas del interior africano, pero le habría salido más caro y además, con ello contribuiría al fortalecimiento de un poder continental en África, que fácilmente se habría expandido por cuencas minerales y fluviales extremadamente ricas. Urgía bajar por el Nilo cuanto antes, llegar al Lago Victoria y seguir descendiendo, para bloquear desde el Norte la previsible expansión de la civilización afrikáner hacia Zimbabwe, Zambia, Congo y otros lugares de riquezas extraordinarias aun no descubiertas, pero previsibles.

Para confirmar este viejo temor británico, varios grupos de bóers, a las órdenes de Gert Alberts, lanzan una nueva iniciativa trekker, dispuesta a conquistar nuevas tierras. Esta vez la dirección será el Noroeste, hacia la fértil Humpata, en la meseta angoleña de Huíla, una zona por aquel entonces todavía no del todo controlada por Portugal. Algunos dicen que estos nuevos granjeros partieron por miedo a los británicos, otros que simplemente sentían el anhelo de "trekear" (trekgees), de ahí que a estas familias de la tercera oleada se les haya llamado Dorsland Trekkers (trekkers sedientos de tierra, o bien trekkers de las tierras sedientas, por los terrenos desérticos que les tocará atravesar).


La ruta de los dorsland trekkers, con las fronteras estatales modernas. Nunca llegarán a obtener una salida al Atlántico, como posiblemente preocupaba a los portugueses. Las relaciones de estos bóers con las autoridades coloniales portuguesas, si bien frías nunca llegarán a ser violentas.


El nuevo trek llevará a estos granjeros a atravesar el desierto del Kalahari en lo que hoy son Botswana y Namibia, el lago endorreico de Ngami, el río Cunene y finalmente la tierra deseada en Angola. Allí, se asentarán y formarán comunidades celosamente cerradas que se negarán a integrarse y que tomarán mal tanto que los portugueses prohíban utilizar el afrikaans en las escuelas como que intenten —sin éxito— convertirlos al catolicismo. Muchos grupos rechazarán de frente cualquier avance tecnológico, igual que los Amish de hoy en día, y acabarán empobrecidos, acercándose peligrosamente a la categoría de basura blanca, como muchos descendientes de holandeses en los pantanos del sur de Estados Unidos. Otros retrocederán a África Suroccidental (actual Namibia), una colonia alemana que tras la I Guerra Mundial pasará a ser de facto la quinta provincia sudafricana, administrándose como tal. Sin embargo, un siglo después del Dorsland Trek, los soldados de la South African Defence Force seguirán su estela y volverán a pisar esos mismos lugares de Angola en el transcurso de Operación Sabana, una contrainsurgencia extraordinariamente sanguinaria contra las guerrillas terroristas antiblancas apoyadas por Marruecos y los países comunistas. Los últimos bóers de Angola abandonarán el país cuando se independice en 1974, exactamente cien años tras el Dorsland Trek.



Monumento a los voortrekkers en Pretoria.

El caso es que los bóers estaban repitiendo en muchos sentidos la historia de los Estados Unidos, sólo que esta vez el "salvaje Oeste" era el "salvaje Norte", y Namibia, Angola y Rhodesia ocupaban el lugar de Kansas, Texas y Utah. También se puede trazar un paralelismo con los cosacos del Imperio Ruso en Siberia y Asia Central. 

En el Siglo XVIII, el Imperio Británico había prohibido a los organismos gubernamentales de las Trece Colonias norteamericanas que expandiesen sus territorios más allá de los Montes Apalache, ya que consideraba que en tal caso, los colonos ingleses se convertirían en una potencia continental que se sustraería demasiado efectivamente al dominio fuertemente marítimo de Londres. Fue por esto que los indios lucharon del lado de los ingleses en la Guerra de Independencia americana: sabían que si ganaban los "continentales", sus tierras acabarían cayendo en manos de los colonos. Si en Norteamérica la frontera entre la telurocracia y la talasocracia se ubicaba en los Montes Apalaches y en Asia se ha ubicado tanto en Afganistán como en el Paralelo 38, en el Paralelo 17 y en la Gran Muralla, en Sudáfrica la frontera eran los Montes Drakensberg, los bantustanes cafres y el río Orange.

De momento las repúblicas voortrekkers viven de una economía de ganadería, agricultura, caza y recolección. Su estilo de vida no les rinde enormes beneficios económicos, pero es limpio, honrado, sano y sostenible. Sin embargo, a no mucho tardar, se añadirá la minería —y es ahí donde la tragedia sudafricana irá in crescendo



LA CASA ROTHSCHILD

El dinero es el dios de nuestro tiempo, y Rothschild es su profeta.
(Heinrich Heine).

Sólo hay un poder en Europa, y ése es Rothschild.
(Werner Sombart).


Antes de ver con mayor profundidad hasta qué punto la familia Rothschild ha influido en Sudáfrica y ha extraído de ella las riquezas que ha utilizado para subvertir la "Cristiandad", la Civilización Occidental, el mundo blanco, la tradición europea o como se le quiera denominar, se hace necesario abrir un pequeño paréntesis que repase la historia de esta familia para que encaje mejor en los acontecimientos de más adelante. Para dejar claro hasta qué punto esto no es un asunto baladí, también nos permitimos recordarle al lector, en pocas líneas, cómo los lazos familiares, tribales y genéticos han condicionado la historia de la humanidad: los antiguos Estados solían llevar el nombre de las dinastías que los regían, y se identificaban ante todo con una familia, su patriarca jefe y los grupos a ellos leales por juramentos feudales o tribales. Varios apellidos desfilan en la historia: Aqueménidas, Agíadas, Flavios, Ptolomeos, Sasánidas, Selyúcidas, Merovingios, Omeyas, Abasidas, Trastámaras, Habsburgos, Borbones, Ming, Tudor, Windsor, Romanov… Otras familias, sin llegar a constituir dinastías, pisaron fuerte: Banu-Qasi, Medici, Borgia, Mendes, Mendoza, Guzmán, Fugger, Welser, Thurn und Taxis, Baring, Kleinwort…

Se consideraba que nada había más fuerte que los lazos tribales y genéticos para vertebrar estructuras jerárquicas como los Estados, los negocios o las alianzas estratégicas y, efectivamente, estas dinastías, en un mundo con menos medios de poder material que el actual, solían ser mucho más duraderas que el gobierno promedio de hoy en día. Esta situación sólo cambió con el advenimiento de los estados-nación, la separación de poderes y los sistemas parlamentarios, cosas todas que en realidad no significaron el fin del poder de las familias de élite, sino sólo que ciertas familias (notablemente las de la nobleza, la milicia, la religión y la propiedad de la tierra) dejaban de tener tanto poder para que lo tuvieran otras (las de la finanza, la gran empresa, el comercio, la prensa y el crimen organizado). Los Rothschild fueron una de estas dinastías que ocupó el vacío dejado por la caída de las familias europeas tradicionales.

Mayer Amschel Bauer (1744-1812), judío asquenací afincado en Frankfurt, fue llamado "padre fundador de las finanzas internacionales" por la revista "Forbes". La internacionalidad de las finanzas es en realidad un hecho mucho más antiguo, pero en adelante siempre estará conectado de una forma u otra con este poderoso clan, cuyos patriarcas han constituido un importantísimo poder fáctico y oficioso en el mundo. Descendientes de mercaderes y financieros judíos de Venecia, Mayer adoptó su nuevo apellido Rothschild ("escudo rojo" en alemán) por el emblema que pendía en la entrada de su edificio. Los banqueros habían ido desplazándose, junto con el plexo central de las actividades financieras en Europa, a lo largo de la Banana Azul y recorriendo Venecia, Génova, Florencia, Lombardía, Suiza, Alemania, Flandes, Holanda y finalmente Inglaterra. Al fundador de la dinastía Rothschild se le acredita el haber pronunciado una frase tan representativa como "Dadme el control del dinero de una nación y ya no me importará quién haga sus leyes". Mayer Amschel fue iniciado en prestidigitación financiera en la banca Oppenheimer de Hamburgo (los Oppenheimer también tendrán mucho que decir en la historia de Sudáfrica) y, como parte de una estrategia a muy largo plazo, dispersó hijos suyos en

- Nápoles: Calmann ("Carl") Mayer von Rothschild funda C M Rothschild & Figli, satélite de la rama de Frankfurt. Calmann hará negocios con el Vaticano y el mismísimo Papa Gregorio XVI le concederá la Orden de San Jorge. Según la "Enciclopedia Judaica", gracias a esta rama los Rothschild son "guardianes del tesoro papal". La rama de Nápoles fracasará por la progresiva pérdida de importancia estratégica de la ciudad como centro financiero y será cerrada en 1863, durante la unificación de Italia.

- Frankfurt: Amschel Mayer von Rothschild se quedará en la ciudad matriz, con la banca M A von Rothschild und Söhne. El banco está bien realcionado con los judíos ultraortodoxos de Europa del Este, que ven en Frankfurt una Meca de las finanzas, lo bastante cercana como para poder admirarla. En la misma Alemania, los judíos asquenacíes se encuentran tan implantados en los bajos fondos urbanos que el argot del mundo alemán del crimen está lleno de palabras de procedencia yiddish. Esta rama acabará estancándose cuando Frankfurt caiga bajo la órbita prusiana, y será liquidada en 1901 al no haber heredero varón. Algunos señalan al eje Frankfurt-París como el motor tras Adam Weishaupt, los iluminados de Baviera y los sectores más radicales de la revolución francesa, especialmente los enciclopedistas.

- Viena: Salomon Mayer von Rothschild, fundó la banca S M von Rothschild, al principio también satélite de Frankfurt. Principal prestamista del político austríaco Metternich y del sistema de la Restauración auspiciado por él, el no haber podido endeudar al Zar de Rusia será su espina clavada. Esta banca llegará a su fin cuando el III Reich se anexione Austria en 1938 y confisque todos sus activos, forzando a los Rothschild a emigrar apresuradamente.


(Nota del editor del blog: Este punto es rebatible, de hecho no existe evidencia alguna de que Hitler haya tenido intención de acabar con la banca alemana -judía para algunos- cuando Hitler asumió el poder gran parte de la banca ya se hallaba nacionalizada por leyes emitidas en la República de Weimar. Al contrario, existe evidencia suficiente de que fueron los banqueros internacionales -judíos incluidos- quienes si financiaron a Hitler y al nazismo para la toma del poder. Sobre economía nazi ver: El "Trono de Oro" y otros mitos de la economía nazi).

- Londres: Nathan Mayer Rothschild. Naturalizado ciudadano británico, en 1810 fundó un legendario banco en la City de Londres, N M Rothschild & Sons. Las muertes de Abraham Goldsmid y Sir Francis Baring lo dejarán como el banquero más importante de Inglaterra. Se le atribuye el haber declarado que "No me importa qué marioneta sea colocada sobre el trono de Inglaterra para gobernar el imperio donde nunca se pone el Sol. El hombre que controle el suministro de dinero de Gran Bretaña, controla el Imperio Británico, y yo controlo el suministro de dinero de Gran Bretaña". Sea esta frase cierta o no, el hecho de que se haya colocado en sus labios demuestra el tipo de fama que se estaba labrando esta familia. Rothschild se hizo dueño de la economía inglesa y del nuevo Bank of England después de un hábil golpe especulativo, ejecutado tras la Batalla de Waterloo en la Bolsa de Londres. Durante casi todo el Siglo XX, el banco N M Rothschild & Sons será el anfitrión de la fijación del precio del oro en la City, dos veces al día (una a las 10:30 y otra a las 15:30), en solemnes rituales donde, por tradición, siempre debe haber un Rothschild presente. El judío Benjamin Disraeli (Lord Beaconsfield), que será primer ministro del Reino Unido, caracteriza en su novela "Coningsby" a un personaje llamado "Sidonia" (supuestamente tapadera de Nathan o Lionel) en los siguientes términos: "el Señor y Maestro del mercado mundial del dinero y, claro, prácticamente Señor y Maestro de todo lo demás. Poseía literalmente las rentas del sur de Italia en prenda, y los monarcas y ministros de todos los países cortejaban su consejo y eran guiados por sus sugerencias". Añade que tenía gran inteligencia y que dominaba los principales idiomas europeos.

- París: Jacob ("James") de Rothschild. Fundará la poderosa banca De Rothschild Frères, cuyo primer ámbito de inversión será la red de ferrocarriles francesa, que pronto se unirá con la austríaca (financiada por la rama de Viena).

De estas ramas, las más poderosas llegarán a ser las de Londres y París, pero los hermanos, y después los primos, nunca perderán su solidaridad familiar, coordinando siempre sus acciones cuidadosamente, cubriendo toda Europa con su propio servicio de correos, palomas mensajeras y una tupida red de agentes y espías que formarán de facto un servicio de Inteligencia internacional de la casa Rothschild. Tampoco dejarán de prestar su apoyo a clanes financieros emergentes como los Warburg, los Oppenheimer, los Schiff, los Sassoon o los Morgan. Los vástagos de la casa de Rothschild se infiltrarán hábilmente en la alta sociedad de las naciones huéspedes, conseguirán la nacionalidad correspondiente, se verán honrados con títulos de nobleza, promoverán guerras para debilitar a las naciones europeas y se meterán en el bolsillo a reyes, políticos, gobiernos, ejércitos, palacios, mansiones, tierras, concesiones mineras y empresas mediante la creación de dinero de la nada y su préstamo a interés: la deuda y el arte de la usura como herramientas de poder. Siguiendo fielmente las directrices de su patriarca fundador, mantendrán una fuerte endogamia, casándose con primas o primas segundas. Aunque los métodos que emplean, basados en la intriga, la extorsión y la mentira, no destacan por su moralidad, también hay que decir, para ser justos, que la principal aliada de los Rothschild y de sus agentes es la mismísima debilidad humana. La ambición, el chauvinismo nacionalista miope, la codicia, el ansia de poder, la ignorancia, los vicios sexuales, el lujo… todas estas cosas serán explotadas con maestría por los Rothschild para manipular, espiar o chantajear a los grandes personajes de la historia europea, sembrando un caos en el medio del cual la única fuerza que sabía realmente a dónde se dirigía y qué tenía que hacer, era la banca rothschildiana.


El poder del Escudo Rojo sobre Londres. Fotograma del vídeo The American dream.


El secretario de Metternich (diplomático del Congreso de Viena fuertemente endeudado con la rama vienesa de la familia), consideraba que los Rothschild eran "la gente más rica de Europa". El mismísimo Lloyd George, que será primer ministro del Reino Unido, declarará en 1909 que Lord "Natty" Mayer Rothschild, entonces cabeza de la rama londinense, era "el hombre más poderoso de Gran Bretaña" (lo cual ya es decir) e incluso llegará tan lejos como para afirmar que "estamos teniendo demasiado Rothschild en este país", quejándose de que Inglaterra permite que su política sea dictada por los "grandes financieros". Será la última vez que una personalidad inglesa tan destacada ose señalar con el dedo a la familia inmencionable.

Aunque las ramas rothschildianas de Frankfurt, Viena y Nápoles fracasarán, las de Londres y París llegan con excelente salud hasta nuestros días. En 2003, con la retirada de Sir Evelyn Robert de Rothschild del banco londinense, ambas se unificaron como Group Rothschild, bajo la dirección de David René James de Rothschild. Resulta impresionante constatar cómo —a pesar de no haber hecho nada productivo en toda su existencia, simplemente especulando, conspirando y dedicándose a la usura, creando dinero de la nada y prestándolo a interés— esta familia ha llegado a acumular un poder tan irresistible.

Obviamente, en esta serie de artículos sobre Sudáfrica, la rama Rothschild que más nos interesará será la de Londres, férrea gobernadora de los asuntos comerciales del Imperio Británico...  da una idea acerca del enorme poder que tenían los negocios judíos en Inglaterra, hasta el punto de que eran capaces de torcer leyes y tradiciones inglesas de siglos de antigüedad. Es extraordinario cómo, desde Cromwell, siglo tras siglo, el organismo nacional inglés había ido cediendo terreno hasta permitir que una estructura hostil y oriental se implantase en las esferas de poder de Inglaterra y las poseyese totalmente.



Jefes de la rama londinense de la casa Rothschild. Muchos de estos hombres han tenido importantes intereses en Sudáfrica, por ejemplo, Natty (el segundo Nathan) financió las operaciones mineras de Cecil Rhodes, Evelyn ha sido director del cartel diamantífero De Beers Consolidated Mines, y David ha pertenecido a su consejo administrativo.


Lord "Natty" Rothschild es precisamente el personaje clave de la incipiente trama comercial sudafricana, ya que aparte de ser amigo del masón Lord Randolph Churchill —padre del futuro primer ministro Winston Churchill—, será también el principal financiador del proyecto imperialista de Cecil Rhodes en África.

La irrupción de la casa de Rothschild en los círculos de poder de Europa Occidental coincide con las primeras insurgencias iluministas, que culminarán con la revolución francesa en 1789. En 1827, Sir Walter Scott publica los nueve volúmenes de su monumental "Vida de Napoleón Bonaparte"; en el segundo, el popular escritor escocés afirma que la revolución francesa fue ejecutada por los iluminados de Baviera y financiada por "los cambiadores de dinero de Europa". Sea como fuere, todas estas nuevas corrientes de pensamiento, subversiones anti-tradicionales, teorías de conspiraciones y luchas ideológicas hubieran sido impensables unas décadas antes de que los Rothschild consolidasen su garra financiera en los asuntos de palacio de las potencias europeas.


LA MALDICIÓN ―RHODES Y LA REVOLUCIÓN MINERAL

Las minas de oro fueron el comienzo de la caída… los campos de oro han sido una fuente de miseria para el Gobierno. Fue debido a los campos auríferos que el país fue llevado a la guerra.
(General Joubert, ante el Volksraad, 1882).

Teniendo los judíos un monopolio sobre el mercado internacional de diamantes desde la Edad Media, y estando Sudáfrica plagada de estas estrellas de la Tierra, estaba a punto de cocinarse una estrecha relación entre Sudáfrica y los judíos, relación que llegará intacta hasta la época del Apartheid en el Siglo XX. 

Aunque esta serie de artículos trate sobre la historia sudafricana, se comprenderá que el oro y los diamantes están totalmente entretejidos con Sudáfrica y que además los beneficios obtenidos de estos productos han ejercido una influencia tremenda en el mundo entero. 

La situación del comercio internacional de diamantes antes de la maldición sudafricana es la siguiente. El Imperio Británico controla totalmente las fuentes diamanteras (en India y Brasil), así como las principales rutas marítimas y zonas de tránsito (Adén en Yemen y El Cairo en Egipto), desde las cuales las piedras eran vendidas tradicionalmente por judíos de ciudadanía otomana a otros judíos de Venecia, Frankfurt y Lituania. La nueva hegemonía marítima y comercial británica hará que el principal centro de procesamiento de diamantes deje de ser Ámsterdam y pase a ser Londres, de modo que aquí prosperarán los nuevos mercaderes de gemas. Según los registros de la British East Asia Company, desde finales del Siglo XVIII prácticamente todo el comercio diamantero estaba en manos judías. Todavía no existen minas de diamantes: las piedras todavía no se extraen industrialmente de grandes depósitos, sino que se encuentran sueltas en lechos fluviales.



En el momento en que cae la maldición sobre Sudáfrica, el país está dividido entre posesiones del Imperio Británico en las costas, Estados afrikáners en el interior y diversos bantustantes racialmente africanos, llamados eufemísticamente "homelands", pero en realidad proto-reservas controladas, como las que se estaban formando en Norteamérica con los indios —si bien en Sudáfrica jamás habrá un genocidio ni remotamente comparable al que hubo en Norteamérica.

El año de arranque es 1867, cuando se encontró el llamado Diamante Eureka al lado del río Orange, cerca de Hopetown (territorio británico). En 1871, se encontró una pieza todavía más grande en la granja de los hermanos boérs De Beers, en Gricualandia Occidental. Este evento fue el pistoletazo de salida de la fiebre diamantífera de Kimberley, una verdadera estampida histérica de codiciosos, pseudo-yanquis, buscavidas, parásitos y buscafortunas que con el tiempo harán de Sudáfrica una California del Sur y convertirán el yacimiento en un enorme agujero (el Great Hole) del que se extraerán toneladas de diamantes. Por primera vez, se ha descubierto una mina de diamantes, donde las gemas pueden ser excavadas directamente de forma industrial, de enormes "tubos" minerales incrustados en la roca. A su lado, las anteriores fuentes de India y Brasil palidecen y pasan a un segundo plano. Se avecina una revolución económica internacional y todavía no se sabe para qué se emplearán los beneficios.

Ese mismo año, irrumpe un personaje que tendrá un peso decisivo en la modelación de Sudáfrica y en el poder económico del Imperio Británico: Cecil Rhodes. Ferviente imperialista y creyente casi mesiánico en la misión universal de la "raza anglosajona", considera que los norteamericanos, británicos y alemanes están destinados a dominar el globo en una alianza "anglo-teutónica".

Los ingleses en particular debían formar un imperio mercantil de emprendedores en el corazón de África para proporcionar salida a su exceso de población, según Rhodes, para evitar que algún día estalle una guerra civil en la metrópoli. Miembro de la logia masónica de la Universidad Apolo, nunca ha sido un masón muy convencido; probablemente aprecia las perspectivas de ascenso social y contactos influyentes que la logia le brinda, pero en su fuero interno siempre ambicionará formar su propia sociedad secreta, cosa que logrará con la ayuda de la casa Rothschild.

Paralelamente a los diamantes, otra vieja plaga mineral asolará Sudáfrica: la fiebre de oro de Witwatersrand (Transvaal), desatada en 1886, confirmará los viejos rumores locales sobre un "El Dorado africano" en la región, atrayendo a Sir Alfred Beit —un judío asquenací de Frankfurt, naturalizado británico y veterano de la  diamantera Jules Porgès & Cie de Ámsterdam—, a los accionistas extranjeros que puede reunir y a una verdadera tropa de ingenieros estadounidenses. El oro de la zona constituirá la base de Johannesburgo, que en diez años superará a Ciudad del Cabo (doscientos años más antigua) como la ciudad más grande de Sudáfrica, siendo en la actualidad la principal área metropolitana del país con diferencia. Fue tan importante la influencia de Witwatersrand en la economía sudafricana y mundial, que el 40% del oro jamás extraído en el mundo procede de allí y la moneda sudafricana, el rand, le debe el mismo nombre. Witwatersrand, en fin, fue al oro lo que la española mina de Almadén —también controlada por la familia Rothschild— fue al mercurio. La fiebre aurífera cataliza una tremenda inmigración de uitlanders (forasteros, o extranjeros), que tendrá grandes efectos demográficos y políticos, como veremos después.


Trama minera sudafricana: Sir Alfred Beit, Sir Cecil Rhodes y Lord Natty Rothschild. Los masivos beneficios de los diamantes y el oro sudafricanos serán empleados en avanzar la agenda de gobierno mundial de las élites globalistas.

El oro, los diamantes, los inmigrantes y el capital de la City londinense alimentan el ascenso del nuevo Standard Bank y de una nueva casta capitalista en Sudáfrica: los randlords. 

Son corrientes en esta élite los judíos asquenacíes de origen alemán que han conseguido fácilmente naturalizarse como ciudadanos británicos y hasta en muchos casos obtener títulos nobiliarios de la Corona. Famosos randlords sudafricanos judíos son Otto Beit, George Albu, Gustav Imroth, Solomon Barnato Joel, Barney Barnato, Carl Meyer, Samuel Marks, Jules Porgès, Woolf Joel y Lionel Phillips. Estos hombres suelen tener lazos internacionales golosos: el National Bank of Egypt, el Hong Kong-Shanghai Banking Corporation (el mítico banco HSBC), la bolsa de la City de Londres, el coleccionismo artístico de alto nivel, las industrias pulidoras, cortadoras y talladoras de diamantes de Amberes, la familia Sassoon (judíos bagdadíes que se han enriquecido con el tráfico de opio a China y con el comercio de algodón hindú, asociados con el Imperio Británico y la casa Rothschild), el mismo Cecil Rhodes y la alta sociedad británica en general. Algunos de estos hombres mueren asesinados o en circunstancias poco claras, en el medio de una delirante vorágine de operaciones comerciales y rivalidad empresarial, de la cual sólo saldrán victoriosas un puñado de firmas sin escrúpulos, dispuestas a triunfar en la guerra comercial a cualquier precio. Es la época de la competencia desaforada, los grandes trusts empresariales están de moda en EEUU y, si allá triunfará en el mundo petrolero la familia Rockefeller, en Sudáfrica el mundo aurífero y diamantífero se encuentra controlado por la familia Rothschild. Junto con judíos políticos como Saul Solomon (gran defensor de la igualdad racial), estos judíos económicos irán afianzando su dominio sobre los asuntos públicos y la sociedad sudafricanas.

El caso es que Cecil Rhodes, definitivamente "inspirado" por el dinero rothschildiano, acabará estableciendo la necesidad de

Establecer una sociedad secreta para poseer todo el continente de Sudamérica, la Tierra Santa, el Valle de Éufrates, las islas de Chipre y Candia [Creta], las islas del Pacífico todavía no poseídas por Gran Bretaña, el Archipiélago Malayo, el litoral de China y Japón y, finalmente, los Estados Unidos. Al final, Gran Bretaña debe establecer un poder tan abrumador que las guerras deberán cesar y el Milenio será realizado.

En teoría esta sociedad será la Society of the Elect (supuestamente con una jerarquía y organización copiada a los jesuitas), a su vez núcleo de los futuros grupos de la Round Table y del Royal Institute of International Affairs (o Chatham House, a su vez modelo del estadounidense CFR de Rockefeller), así como de las becas de la Rhodes Scholarship (controlada por la Sociedad Fabiana, un grupo en buena parte heredero de la British East India Company que fundará también la subversiva y elitista London School of Economics y la estadounidense Rand School of Social Science), pensadas para que jóvenes prometedores británicos, estadounidenses y alemanes pudieran colaborar y ser sujetos a adoctrinamiento globalista-elitista-izquierdista en la universidad de Oxford. La sociedad de Rhodes se formará con la colaboración del judío Lord Alfred Milner, Lord Arthur Balfour (involucrado posteriormente en la fundación del Estado de Israel), Lord Lionel Walter Rothschild y Lord Albert Grey: lo mejor de cada casa. Sin embargo, estamos adelantándonos demasiado, ya que todo esto sólo tomará forma a principios del Siglo XX. 

Fuera cual fuera el signo de los grandiosos sueños de Rhodes (en "La decadencia de Occidente", Oswald Spengler lo considera una especie de César germánico) [4], no cabe duda de que fue manejado hábilmente por el clan Rothschild para avanzar la agenda globalista de la Alta Finanza, por el simple hecho de que Natty, Beit, Milner y los suyos no tenían los testículos, las ganas o el tiempo de hacer ellos mismos un duro trabajo de acción sobre el terreno, por lo cual el idealismo conquistador del muy joven Rhodes les viene como anillo al dedo. Que el ingenuo Rhodes hable todo lo que quiera sobre la misión universal de la raza blanca; ya se encargará el Escudo Rojo de apropiarse de su obra en cuanto cese la lluvia de lanzas, sangre, fuego, humo y plomo.

Bien pagado por la banca rothschildiana londinense y por el inevitable Alfred Beit, Rhodes va comprando las diversas iniciativas mineras locales sudafricanas, hasta establecer el cártel aurífero Consolidated Gold Fields en 1887 y el diamantífero De Beers Consolidated Mines en 1888. Ese mismo año, Rhodes concluye un tratado con Lobengula, un reyezuelo matabele del actual Zimbabwe, como resultado del cual quedará establecida la British South Africa Company (BSAC), presumiblemente a imagen y semejanza de la ya legendaria Compañía Británica de las Indias Orientales. La compañía pretende suplir con iniciativa privada la falta de iniciativa pública del gobierno británico en el interior de África, procediendo a organizar las tierras de Matabeleland y Mashonaland, que formarán lo que llegará a ser la colonia británica autogobernada de Rhodesia del Sur, hoy conocida como Zimbabwe. Ni que decir tiene que los beneficios de esta multinacional no se repartirán entre los ciudadanos británicos, sino entre los accionistas, pagando también un canon comercial a la Corona. Rhodes llegó a ganar 5 millones de dólares de la época anuales. 


Los directores de la empresa De Beers Consolidated Mines en 1893.


En Londres habrá también acontecimientos paralelos. Cuando se descubren los enormes yacimientos diamanteros de Sudáfrica, se produce un gran pánico entre los emporios diamanteros londinenses. Temiendo que los diamantes sudafricanos puedan saturar la oferta en el mercado, las diez principales firmas diamanteras forman inmediatamente un sindicato (están de moda los trusts empresariales) para comprarle a Rhodes toda la producción y así establecer un monopolio y evitar que los precios empiecen a bajar. "Libre mercado"… sólo cuando les interesa. Muchos también adquirieron paquetes de acciones de la misma De Beers. Estas empresas fueron la Wernher, Beit & Company, Barnato Brothers, Mosenthal Sons & Company, A. Dunkelsbuhler, Joseph Brothers, I. Cohen & Company, Martin Lilienfeld & Company, F. F. Gervers, S. Neumann y la Feldheimer & Company. Todas ellas eran de propiedad judía (como se ve por los apellidos, judíos asquenacíes procedentes de Alemania) y todas ellas formaban una tupida red endogámica, tejida con alianzas matrimoniales. Uno de los jerifaltes, Dunkelsbuhler —que fue de los que llevó la iniciativa en los tratos con Rhodes—, había introducido en su compañía de Londres a un nuevo aprendiz, un judío de Friedberg (Alemania) de 16 años, llamado Ernest Oppenheimer. Los banqueros de la familia Oppenheimer ya habían acogido como aprendiz a Mayer Amschel Bauer/Rothschild en el Hamburgo del Siglo XVIII para enseñarle la magia negra de la especulación, y el joven Ernest no tardará, como veremos más adelante, en convertirse en la figura más poderosa de Sudáfrica. 

EL HOMBRE BLANCO PROFUNDIZA EN ÁFRICA

El explorador escocés David Livingstone ya se había internado hacia el interior de África descubriendo en 1855 las cataratas del Zambezi (entre las actuales Zimbabwe y Zambia), a las que llamó Victoria, como su reina. El oficial del Ejército británico en India John H. Speke, llegó hasta las fuentes del Nilo en 1858, llamando al gran lago que encontró "Victoria", en un nuevo ataque de originalidad inglesa. Sin embargo, ninguna de las dos expediciones había tenido un propósito político claro. Cecil Rhodes, en cambio, rezuma propósitos políticos —y los medios para realizarlos—. Ya no se trata de cartografiar zonas, discutir sobre el origen de las cuencas fluviales o describir la topografía y las gentes de una zona: ahora se trata de conquistar tierras en África central y ponerlas a funcionar.

Nos quedamos antes en 1888, año en que Rhodes establece la empresa De Beers y firma con el reyezuelo Lobengula, de los Matabele (o Ndebele) un tratado que le permite entrar en sus tierras y empezar a hacer prospecciones mineras y otras maniobras estratégicas. Obviamente, Lobengula no sabe que no hay que firmar un papel sin haberlo leído, cosa harto complicada si uno no sabe leer [5]. Y le dará tiempo a lamentarlo, porque en 1890, Rhodes llegará a ser ni más ni menos que primer ministro de la colonia de El Cabo y fundará la BSAC. Los problemas en Basutolandia (actual Lesotho) habían sido zanjados, las Guerras Xhosa habían terminado en 1879 tras cien años de conflictos intermitentes y las tierras conquistadas han sido entregadas a granjeros blancos, la ZAR ha sido anexionada, las Guerras Zulúes marchaban esencialmente viento en popa, las costas africanas están casi totalmente ocupadas y sólo el norte interior ofrece ya una expansión libre de trabas. Por lo pronto, las iniciativas de la BSAC necesitan expansión territorial, y esa expansión se hará a costa de los zulúes y de lo que hoy son Zimbabwe (Rhodesia del Sur), Botswana (Bechuanaland), Zambia (Rhodesia del Norte) y Malawi (Nyasaland) [6]. Se espera poder someter todo aquel vasto dominio continental a la bota inglesa y conectar territorialmente Sudáfrica con Kenia y, algún día, Egipto, no sólo para controlar todas las bisagras en la ruta Occidente-Oriente, sino también para proteger la India británica, la Joya de la Corona.

Para lograrlo, Rhodes forma la Pioneer Column (columna pionera), que incluye un ejército privado en toda regla, con no más de 750 soldados mercenarios bien armados, que luego constituirán la British South Africa Police (BSAP). Ayudados por el famoso explorador y cazador inglés Frederick Selous (cuyo apellido le dará el nombre a una formidable fuerza de élite durante la guerra de contrainsurgencia que mantendrá, al siglo siguiente, el Estado no reconocido de Rhodesia contra guerrillas antiblancas), la columna pone rumbo hacia las tierras de los Mashona (o Shona). Construirán quinientos kilómetros de caminos y pistas a través de todo tipo de terreno y poco después de dos meses, la Union Jack ondeará sobre Fort Salisbury, que con el tiempo se convertirá en la pujante ciudad de Salisbury.


Rhodes fue capaz de anexionar para la BSAC (y, a la postre, para el Imperio Británico), todos los territorios interiores del sur de África que todavía no habían caído en manos de ninguna potencia colonial, un territorio de 1 millón de km cuadrados, vedado a cualquier acceso marítimo, entre el río Limpopo y el lago Tanganika. Con ello, los británicos evitan que el vacío de poder en estos territorios caigan en manos de los bóers, los portugueses, los belgas o los alemanes. Las principales tribus eran los Matabele (o Ndebele) y los Mashona (o Shona). Sólo la Conferencia de Berlín de 1894-1895 impedirá que Rhodes prosiga su marcha hacia el Norte. La BSAC gobernará estos territorios hasta 1923. Las posesiones alemanas en la actual Tanzania evitan que los británicos se comuniquen con sus posesiones en Uganda, Kenia y Egipto, cosa que Londres solucionará con la apropiación de las colonias alemanas tras la I Guerra Mundial.

Aunque la BSAC se hará con algunas minas, las nuevas conquistas no parecen tener unas reservas de oro demasiado importantes, de modo que Rhodes decide compensar esto con más conquistas territoriales, incautaciones de ganado, establecimiento de granjas y nuevas exploraciones y prospecciones. Los colonos que le acompañan terminarán siendo granjeros en vez de mineros. En 1893, el doctor Leander Jameson, lugarteniente de Rhodes, penetra en territorios de Lobengula. 

Los Ndebele y Shona sólo volverán a rebelarse contra la BSAC en 1896, cuando parte de las tropas inglesas tengan que bajar a Sudáfrica a luchar contra los bóers. La rebelión será aplastada con métodos de contrainsurgencia y represiones sobre la población no-combatiente, y no faltará la intervención del general Badem-Powell, fundador de los Boy Scouts. Después de eso, Rhodes en persona entra, desarmado, en la fortaleza Matabele y consigue convencerles de que depongan las armas. Hará ejecutar a los jefes y meterá a los combatientes prisioneros en campos de concentración.

Poco después de haber "pacificado" sus nuevos dominios, Rhodes conquista Rhodesia del Norte (Zambia) y Nyasaland (Malawi). Todo este conjunto de vastos espacios, que constituyen un feudo privado de la BSAC, serán conocidos con la etiqueta general de "Zambesia", por el río cuya cuenca ocupa la mayor parte del territorio. En 1894, la región pasará a llamarse oficialmente Rhodesia, oficializando un nombre que de todas formas llevaba ya tres años usándose de forma informal y que revela el aura de carisma y la popularidad de que gozaba Rhodes entre los colonos blancos. Para 1899, se han concedido 6 millones de hectáreas (65 mil km cuadrados) de las mejores tierras a colonos blancos. No hay que perder de vista que, siendo todo esto muy injusto y muy lamentable para las tribus locales, esas mismas tribus no eran indígenas de la zona, sino que llegaron del Norte durante las migraciones bantúes, que arrasaron genocidamente con los verdaderos nativos (bosquimanos y hotentotes de raza predominantemente joisánida) en un alarde del derecho de fuerza y conquista, derecho que ahora simplemente invocaban hombres blancos a punta de bayoneta en vez de hombres negros a punta de lanza. Otra cosa que vale la pena recordar cuando se leen documentos de la época es que "colonialismo" significa auto-gobierno autónomo por parte de una colonia. El centralismo férreo en que la metrópoli gobierna a la colonia directamente se llama "imperialismo". Rhodesia llegará a ser colonialista, pues los granjeros colonos son demasiado sanos e independientes como para no autogobernarse.


Puente de las cataratas Victoria. El ferrocarril cruza el río Zambezi, que separa las actuales Zambia y Zimbabwe. Rhodes había querido que la vía se construyese de tal forma que al tren le llegase la nube de agua pulverizada.

Rhodes muere en El Cabo en 1902 tras haber pedido ser enterrado en los montes Matobo de Matabelelandia. A su funeral asistirán varios jefes matabele que le pedirán al pelotón de honor que no dispare salvas en homenaje al difunto para no turbar a los espíritus, a cambio hacen a Rhodes el saludo real (bayete). Es difícil no llegar a la conclusión que era muy respetado entre las tribus africanas, que ante todo, respetan lo que temen: la fuerza, la violencia y el poder aplastante. Rhodes dejará una universidad con su nombre, la sudafricana Rhodes University de Grahamstownlas becas de la Rhodes Scholarship.  Otro legado que dejó Cecil fueron redes de inteligencia y sociedades secretas o semi-secretas, a cargo de Lord Milner y su camarilla, pero los bóers también son un hueso duro de roer y acabarán formando su propia sociedad secreta conspiradora. Si los boers eran algo así como los confederados de la Guerra Civil o los carlistas españoles, los broederbonders posteriores a la Segunda Guerra Bóer vendrán a ser algo así como el Ku Klux Klan en EEUU o en menor medida, como la Comunión Tradicionalista Carlista en España.

Obviamente, el legado más importante que dejó el hombre —organizar la explotación económica de África y una vasta fortuna― será recogido por la familia Rothschild, que administrará todo el patrimonio de Rhodes tras su muerte ya que el hombre no dejará hijos y por tanto no inició su propia dinastía capaz de hacerle sombra a las dinastías ya establecidas...


PRIMERA GUERRA BÓER (1880-1881)

Dame veinte divisiones de soldados americanos y abriré una brecha en Europa. Dame 15 de ingleses y avanzaré hasta los límites de Berlín. Dame dos divisiones de esos maravillosos combatientes bóers y extirparé a Alemania de la faz de la tierra.

(Mariscal de campo Montgomery, 
II Guerra Mundial).


Tras el paréntesis que nos hemos permitido con la exploración de África central y la vida de Rhodes, retrocedemos de nuevo a los años 70 del Siglo XIX, donde el Imperio Británico está a punto de embarcarse en una de sus guerras de expolio, esta vez no contra tercermundistas subdesarrollados, sino contra Estados modernos y serios reconocidos internacionalmente. Los nobles propósitos humanitarios y morales del colonialismo británico habían quedado seriamente en entredicho ante la opinión mundial ya durante las Guerras del Opio, en las que los intereses que la familia de David Sasson (judíos de Baghdad) tenía en el tráfico de opio, llevaron al Imperio Británico a dos guerras contra China, tras las cuales varios puertos y ríos chinos se abrieron al comercio internacional (Tratado de Nanking) y los países europeos establecieron numerosos enclaves y zonas de libre comercio… uno de ellos era Hong Kong, cuyo comercio tanto lícito como ilícito pronto alumbró el poderoso banco HSBC.

A través de Persia, el mega-mafioso David Sassoon se estableció en Bombay (actual Mumbai) para monopolizar el tráfico de opio de India a China. También se hizo con el mercado del algodón, entrando comercialmente en la Guerra de Secesión estadounidense para reemplazar, en el mercado unionista, al algodón del bando confederado, que ahora será comprado por Londres. A pesar de no hablar inglés y tener lazos con la administración del Imperio Otomano, David Sassoon fue naturalizado ciudadano británico en 1853. su hijo Abdulá cambió su nombre a Albert y aceptó el título nobiliario de baronet. Su nieto, Sir Edward Sassoon, se casará con una Rothschild, uniendo ambas casas. Con esto, el Escudo Rojo podrá añadir el opio y el algodón a sus monopolios de crédito, oro, diamantes, cobre, mercurio, ferrocarriles y otros.


Familia Sassoon. Sudáfrica y Suez serán los puntos de ruptura de sus negocios, a caballo entre Norteamérica, Gran Bretaña, India y China.

Si la guerra contra China fue por opio, la guerra contra los bóers será por diamantes. 

El sucio conflicto de China hizo que se le cayese la careta al imperialismo británico, pero Sudáfrica está a punto de lograr otro tanto, ya que en esta época, los amorales, cuando no inmorales, negocios de Londres tienden a ser frustrados, bloqueados o controlados por ese celoso pueblo calvinista con un exasperante sentido religioso de la virtud, la moralidad y la rectitud. Existía también una fuerza geopolítica inevitable que tendía a la creación de un Estado unificado en el sur de África, haciendo que Orange, la ZAR, Natal y El Cabo se acercasen tanto para bien como para mal.

En 1873, sólo dos años después de estallada la fiebre diamantera de Kimberley, el Imperio Británico se anexiona Gricualandia Occidental, el Estado donde se encuentra el yacimiento. La anexión se hizo de una manera muy turbia: Kimberley se encuentra entre los ríos Orange y Vaal, con lo cual pertenecía en teoría al Estado Libre de Orange. Sin embargo, el gobernador de la colonia británica de Natal intervino e, invocando entelequias jurídicas, el terreno fue adjudicado sin más a los gricuas (un pueblo "coloreado", es decir, mezclado), que naturalmente, lo primero que hicieron fue colocar su minúsculo y débil "estado" bajo la protección del Imperio Británico: ahora el yacimiento se encuentra justo a caballo entre Orange y la colonia de El Cabo. Kimberley experimenta un crecimiento espectacular, recibe inmigrantes de toda África (la De Beers necesitaba mano de obra barata para reducir costes con respecto a los "caros" blancos) y en 1882 se acabará convirtiendo en la primera ciudad del Hemisferio Sur que instala alumbrado eléctrico en las calles. También será la primera ciudad sudafricana en instalar un intercambio telefónico automático y en tener un mercado de valores bursátiles.

En 1877, el Imperio Británico decide anexionarse sin más la ZAR o República de Sudáfrica (Transvaal). En Pretoria, el presidente Paul Kruger (descendiente de Jacobus Kruger, mercenario alemán de Brandenburgo) se opone a la sanción, pero decide prudentemente que, antes de enfrentarse a los británicos, la república debe resolver sus tensiones internas, especialmente un nuevo conflicto con los zulúes de Cetshwayo. En 1878, Kruger viaja a Londres para entablar conversaciones, y a su vuelta se reúne en Pietermaritzburg con los representantes británicos, Sir Bartle Frere y el teniente general Thesiger. El gobernador de Natal, Sir Shepstone, se considera a sí mismo nuevo protector del Transvaal y por tanto responsable de sofocar a los zulúes, cuyo único defensor parece ser el obismo anglicano Colenso de Natal. Después de darle un ultimátum al reyezuelo zulú, Frere marcha sobre Zululand con 7.000 militares profesionales, un número similar de conscriptos africanos y mil voluntarios blancos. Pronto se ve que los británicos no tienen ni la tradición ni la experiencia de los bóers en lidiar con las tribus bantúes, y sufren un descalabro en Isandlwana. Poco después, los británicos consiguen prevalecer en Rorke's Drift y, el 4 de Julio de 1879, toman la capital zulú de Ulundi, acabando con Zululand como entidad "nacional" y poniéndole la guinda a la Guerra Anglo-Zulú. Después de eso, marchan contra la tribu Pedi (Transvaal) y la derrotan. Londres es ahora reina ―en teoría— de un nuevo dominio que abarca Natal, Zululand y el Transvaal.


Dabulamanzi (hermano de Cetshwayo) con otros seguidores del reyezuelo zulú, ya armados con fusiles modernos en 1879.


La figura rechoncha del presidente de la ZAR Paul Kruger (izquierda) oculta a un bóer de la vieja escuela, probablemente con algo de sangre joisán. Su sombrero de copa, medallas, mirada burlona, bastón, Biblia y pipa darán mucho juego a los caricaturistas europeos. No será el único líder que inste a su pueblo a resistir a los británicos: colaborarán el general Piet Joubert (arriba) y Marthinus W. Pretorius (abajo), hijo de Andries.

Ahora los bóers sólo se enfrentan a una amenaza: Londres. Todavía indignados por la anexión, y con el nacionalismo creciendo imparablemente, invocan los tratados de la Convención de Sand River y la Convención de Bloemfontein. Aunque el ambiente en la ZAR está tan cargado de tensiones y pasiones nacionalistas que el aire puede cortarse con cuchillo, la chispa que prende la mecha resulta ser otro Piet, esta vez apellidado Bezuidenhoot, que se niega a pagar un polémico impuesto al gobierno británico. Las autoridades se incautaron de su carro y pretendieron subastarlo, pero cientos de bóers armados interrumpieron la subasta y se apropiaron del carro. Acto seguido, abrieron fuego contra tropas británicas que fueron mandadas a reducirlos. Entonces es cuando Kruger proclama la independencia de la ZAR.

¿Está el gobierno de Kruger recibiendo asesoramiento diplomático por parte del Imperio Alemán o el Imperio Ruso? No se sabe, pero lo que sí es seguro es que el presidente Kruger demuestra ser un as de la diplomacia y de la Realpolitik bismarckiana cuando espera pacientemente a que el Imperio Británico haga su trabajo antes de rebelarse contra él.

Técnicamente, Kruger ha utilizado a los británicos descaradamente para librarse de los kaffires y para enardecer los ánimos de la población afrikáner con un mito de agravio nacional. Por decirlo de otra manera, ha demostrado ser más inglés que los mismos ingleses, algo que ya nunca le perdonarán.

Resultará de interés contrastar los estilos de combate de ambos ejércitos. Los británicos eran herederos de una forma anticuada de combatir, en la que las formaciones de orden cerrado y la sincronización eran esenciales. Desde filas más o menos prietas, soltaban andanadas de fusilería todos a la vez a una señal del mando, en postura de en pie o rodilla en tierra, levantando barreras de fuego y devastando las formaciones enemigas antes de que estas abriesen fuego a su vez. Todavía usaban la guerrera roja para disimular el color de la sangre, tal y como hicieron los espartanos en su día. Los highlanders escoceses hasta usaban el kilt (falda), y la banderas todavía se llevaban al combate. El cantoso casco blanco colonial tampoco ayudaba mucho al camuflaje, y la instrucción de tiro no se basaba tanto en la precisión como en la capacidad de disparar y recargar en sincronía con los camaradas, ya que no se necesitaba mucha puntería para hacer blanco sobre una masa compacta de soldados enemigos distinguidos por uniformes igualmente vistosos.


En la época de la Guerra Anglo-Zulú y la Primera Guerra Bóer, los británicos aun van de esta guisa. Durante estos conflictos, la fuerza de ocupación británica era de sólo 1.800 hombres, muchos de los cuales ya habían combatido en Afganistán.

El estilo de los bóers era completamente diferente y estaba destinado a transformar la forma de hacer la guerra. Para empezar, carecían de un ejército profesional como tal. Como sucedía en las antiguas sociedades germánicas, los hombres libres se agrupaban en milicias por su propia voluntad cuando había problemas y escogían kommandants, que los dividían en unidades llamadas comandos. Cada hombre traía sus propios caballos, armas, munición y "uniforme" —es decir, rudas ropas rústicas, de colores kaki o similares, que ayudaban a confundirse con el entorno. Como cazadores que eran, estaban más que acostumbrados a camuflarse en el terreno, no hacer ruido, no llamar la atención y abrir fuego con precisión y desde la postura de cuerpo a tierra, sabiendo que si fallaban, se quedaban sin comida, ya que ningún animal se queda a devolver el fuego o a recibir otro disparo. La mayoría de los bóers llevaban, como los británicos, fusiles de retrocarga (se cargaban desde atrás con cartuchos metálicos) que podían tener un alcance efectivo de más de 300 metros, distancia que obviamente los bóers sabían aprovechar mucho mejor que sus enemigos. Algunos bóers tenían fusiles repetidores como el Winchester (el familiar palanquero "mataindios" que conquistó el Oeste americano), que permitían una mayor cadencia de tiro. La profesionalidad de los bóers a caballo, como rastreadores y sobreviviendo sobre el terreno, también estaba fuera de toda duda. Eran un pueblo entero cuya población masculina, desde los chavales hasta los viejos, tenía un adiestramiento propio de unidades de operaciones especiales. Su única debilidad era que, al carecer de bayonetas, no podían aspirar a ser brillantes en el cuerpo a cuerpo con los británicos, cosa que evitaron en todo momento. En la guerra, su táctica consistirá en aprovechar su conocimiento del terreno y superior puntería para esconderse, disparar y escapar a galope. Probablemente la ZAR pudo levantar a 7 mil guerrilleros así. 

La Primera Guerra Bóer fue probablemente el primer conflicto donde se vio claramente la necesidad de camuflarse adoptando uniformes de tonos más mate (como ya había hecho el bando confederado en la Guerra de Secesión norteamericana), usar todas las cubiertas y abrigos posibles y abrir las filas para dispersar los hombres y hacer menos rentables los ataques de fuego concentrado del enemigo. Un inglés vestido de rojo, con su casco blanco, marchando a plena luz del día en mitad de un valle o cerca de un bosque con las banderas desplegadas, tambores, cornetín, etc., era un regalo para un tirador de élite bóer agazapado en cuerpo a tierra a 200 metros tras una roca o árbol, con una cuesta arriba de por medio, con otros tres o cuatro camaradas y con los caballos cerca, esperando llevarlos lejos a galope tras haber disparado una andanada o dos.


Grabado de la Primera Guerra Bóer que resume el modus operandi de los comandos. Los británicos no estaban todavía adaptados a este tipo de combate, mucho más parecido a la guerra moderna.

Los ingleses todavía no tenían la entidad suficiente como para emprender una campaña de contrainsurgencia contra el pueblo bóer (ni siquiera había todavía una doctrina militar de contrainsurgencia moderna), ni tampoco el conocimiento para librar una guerra en ese terreno y contra esa clase de enemigo tan testarudo, flexible, profesional y escurridizo. Las tropas británicas que se muevan serán emboscadas, las que se queden en sus fuertes serán asediadas y las columnas de suministros logísticos no dejarán de ser hostigadas. Algunos historiadores culpan más al alto mando británico que a las tropas de a pie (que ya habían sostenido duras campañas en Afganistán), pero el hecho es que sufrirán derrotas humillantes, como la del monte de Majuba. 

El final de la guerra será la primera vez desde la Guerra de Independencia norteamericana que los británicos se ven forzados a firmar un tratado de paz con condiciones tan desfavorables: la Convención de Pretoria de Marzo de 1881, donde la ZAR conseguía de nuevo el autogobierno con una especie de supervisión británica llamada suceranía o suzerainty, en la que los británicos controlarían la política exterior, los "asuntos africanos" y los "distritos nativos". La soberanía completa de la ZAR fue restaurada en 1884 con la Convención de Londres, aunque los británicos todavía conservarán su monopolio sobre las relaciones exteriores. Paul Kruger será reelegido de nuevo como presidente de la ZAR, venciendo al general Piet Joubert, y verá su prestigio enormemente aumentado, no sólo en casa, sino también en Europa.

Es sólo en 1886, con la fiebre de oro de Witwatersrand, que los ingleses volverán a intervenir en Sudáfrica, aumentando su presencia hasta que la escalada de tensiones e intromisiones haga que el rayo de la guerra vuelva a caer sobre Sudáfrica, esta vez de una forma mucho más rotunda...




SEGUNDA GUERRA BÓER (1899-1902) 
Nota del editor del blog: La original versión termina en el párrafo anterior. Dada la abundante información que se puede encontrar en la web, colocamos una breve reseña tomada de la Wikipedia, no obstante, la misma Enciclopedia virtual tiene un artículo más desarrollado sobre el tema al que el lector puede recurrir: Guerras de los Bóeres .


La Segunda Guerra Bóer fue un conflicto entre el Reino Unido y los fundadores de las repúblicas independientes del Estado Libre de Orange y la República Sudafricana, en el nordeste de Sudáfrica.

La guerra duró desde el 11 de octubre de 1899 al 31 de mayo de 1902, inicia con el intento de la Corona británica de unir las dos repúblicas, ricas en yacimientos de diamantes, oro y hierro. Los bóers, quienes ocupaban la región desde 1830, lucharon por preservar su independencia. Los británicos ven en ese nacionalismo un peligro a la dominación del Reino Unido en el sur de África.

La guerra se puede dividir en tres fases principales. 

1) Ofensiva de los bóeres (octubre a diciembre de 1899)
2) Ofensiva británica (enero a septiembre de 1900)
3) Guerra de guerrillas (septiembre de 1900 a mayo de 1902)

Al principio, la supremacía es de los bóeres, que comienzan la guerra, invaden la colonia del Cabo, además de sitiar ciudades importantes y anexionar territorios británicos. Luego se desarrolla la contraofensiva inglesa, la superioridad británica en hombres y armamentos derrotó a los bóeres que se ven obligados a llevar a cabo una guerra de guerrillas.

Las tropas inglesas devastaron y quemaron todo tipo de propiedades durante la guerra. Los bóeres capturados (hombres, mujeres y niños) fueron desplazados a campos de concentración, donde murieron cerca de 20.000 personas. Las noticias sobre el tratamiento inhumano dado por los británicos a los prisioneros intensificaron la imagen negativa de Reino Unido ante la comunidad internacional. Unos 116 572 hombres, mujeres y niños bóeres fueron desplazados a campos de concentración, más unos 120 000 africanos negros. Debido a las duras condiciones de los campos, aproximadamente el 25 % de los bóeres (27 927 bóeres, de los cuales 22 074 eran niños menores de 16 años) y el 12 % de los africanos presos murieron (14 155, aunque algunos lo elevan hasta los 20.000).

Con el Tratado de Vereeniging, firmada el 31 de mayo de 1902, se terminó con la existencia de las repúblicas de Transvaal y el Estado Libre de Orange como estados bóers e incorporadas al Imperio británico. En 1910, se unieron a las colonias del Cabo y Natal para constituir la Unión Sudafricana.



Nota de actualización: 
La realidad en la Sudáfrica de hoy.


La historia se ha revertido, hoy el racismo lo impulsa el CNA (Consejo Nacional Africano) hacia la minoria blanca. Conforme una excelente artículo de RT hay dos formas de justificar el racismo del CNA:

1. Mbyiseni Ndlozi, popular político sudafricano –de origen zulú– no tiene complejos en decir, "tomar las tierras de los blancos está justificado porque no es realmente su tierra".
2- Los Bóer siguen siendo aquellos supremacistas blancos que no aceptan el fin del Apartheid.
Ambas afirmaciones, sin embargo, parten de premisas falsas, y solo un miserable podría encontrar acomodo en las mismas para justificar el odio hacia comunidades enteras por cuestiones de raza o etnia.
Afirma Alberto Rodríguez García en su artículo "Por qué Sudáfrica es uno de los países más xenófobos del mundo" que 

"Culpar a los blancos o a los inmigrantes de los males por los que pasa un país en la ruina por representantes que no lo han sabido gestionar es muy cómodo. El problema surge cuando la población acepta el discurso, lo corea e incluso baila cuando el político de turno aparece cantando que hay que matar a los granjeros (bóers)". 




NOTAS del artículo original



[1] Un intento serio de reconstruir los hechos históricos puede encontrarse aquí:


[2] Adentrarse en el interior continental es un buen modo de escapar al control de un imperio marítimo. En las operaciones de contrainsurgencia anteriores a la Guerra de Corea, EEUU hizo destruir aldeas del interior y trasladar a sus habitantes a las costas, donde podía controlarlos mejor. A las potencias marítimas siempre les interesa que la población e infraestructuras de un país se ubiquen cuanto más cerca del mar, mejor.

[3] La Iglesia Reformada Neerlandesa de El Cabo —que era vista por los bóers como una tapadera para los intentos del gobierno de la colonia por recuperar el control político— se negó a sancionar el Gran Trek, con lo cual los mismos bóers habían tenido que procurarse su sustento religioso con un puñado de pastores leales a la causa, dispuestos a fundar su propia iglesia. Por añadidura, en la misma Holanda, la iglesia estaba empezando a ser "corrompida" (según la opinión de los bóers) por la influencia de la Ilustración. Los bóers asociaban a la Ilustración con el Imperio Británico, que fue la potencia que la trajo a Sudáfrica, y la consideraron desde el principio como una revolución contra su forma de vida y su Dios.

[4] Dijo Rhodes: "Mi principal objetivo en la vida es ser útil a mi país. Si Dios tiene un Plan, hay que saber primero cuál es la raza que Dios ha escogido como Divino Instrumento para su Plan. Incuestionablemente, esa raza es la blanca. Dentro de la raza blanca, el hombre angloparlante, sea británico, americano, australiano o sudafricano, ha demostrado ser el mejor instrumento del Plan Divino para desarrollar la Justicia, la Libertad y la Paz en la más amplia extensión posible del planeta. Por eso, yo dedicaré el resto de mi vida a los propósitos de Dios y le ayudaré a lograr que el mundo sea inglés".


[5] El fragmento que le habría interesado a Lobengula leer rezaba algo así como que, para alcanzar sus objetivos, la BSAC quedaría autorizada a "emprender cualquier acción necesaria y a cualquier precio".

[6] Rhodes había pedido a la Corona que la carta de la BSAC incluyese también a Bechuanalandia, pero tres reyezuelos locales se anticiparon con gran acierto y fueron a Londres a pedir que el territorio fuese un protectorado británico. A Rhodes no le hizo falta mucha gracia que "these niggers" se le adelantasen, pero al menos así se había arrebatado la tierra (casi carente de valor estratégico por ser en buena medida desierto, únicamente la "carretera de los misionaros" le daba algún valor) a los posibles pretendientes: alemanes desde Namibia y bóers desde Orange. La British Colonial Office también administrará Nyasaland (Malawi), que será llamada África Central Británica y que, en un futuro, junto con las actuales Zambia y Zimbabwe, formará una federación semi-independiente.

[X] Más sobre el Gran Trek.

05 septiembre 2019

Sudáfrica: Lágrimas de los dioses, o diamantes malditos (2)



Flota holandesa del siglo XVII




Segunda parte

- SUDÁFRICA ENTRA EN LA HISTORIA 
- BREVE SEMBLANZA DEL BOERVOLK

A partir de la unificación de Portugal con España en 1580, Holanda comenzó a atacar también las posesiones portuguesas, infiltrándose poco a poco hacia el Índico y adueñándose de los secretos portugueses de navegación. 

Mientras Portugal dominaba el estrecho de Malaca (actual Singapur), los holandeses pusieron su esfuerzo en dominar el de Sunda (actual Yakarta). En 1602, aquellos sectores del comercio holandés que deseaban llegar a las Islas de las Especias se organizaron entorno a la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC por sus siglas originales), imitando a la British East India Company, dos años más antigua pero todavía mucho más cutre en comparación. Buena parte del capital de la Compañía procedía de mercaderes de diamantes judíos. 


El Gobierno holandés dotó a la VOC de poderes extraordinarios: poseer ejércitos, construir fortalezas y firmar tratados con gobiernos extranjeros. En los sultanatos y espacios vírgenes del Sudeste asiático, la corporación empleó brutales tácticas de terrorismo para imponer su poder, hasta el punto de que a menudo los indígenas preferían matar ellos mismos a sus líderes para salvarse de la ira de los holandeses. 

Bajo el liderazgo de hombres como Jan Pieterszoon Coen, los soldados de la VOC se embarcaron en orgías de destrucción y violencia, sabiendo que la desestabilización y la inseguridad crearían una escasez de recursos, lo que a su vez mantendría altos los precios de las mercancías. 


El poderío marítimo de Holanda no estaba tan unido al Estado como a la iniciativa empresarial privada, representada por la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC), multinacional talasocrática que mantuvo un collar de perlas que llegaba hasta el Extremo Oriente. Desde Galle (Ceylán, actualmente Sri Lanka) y Batavia (la actual capital de Indonesia), los comerciantes holandeses manejaban un comercio que llegaba al Oeste a los estrechos de Mandeb y Hormuz, y al Este hasta China, Formosa (Taiwán), Japón y las codiciadas Islas de las Especias (las actuales Molucas). Para llegar a Occidente, todas estas mercancías se veían antes canalizadas, como en un embudo, hacia el Cabo de Buena Esperanza. Entre 1602 y 1796, se calcula que la VOC mandó a un millón de europeos a trabajar en el comercio asiático en 4.785 naves y transportando 2,5 millones de toneladas de mercancías, monopolizando casi totalmente el lucrativo comercio de las especias. En comparación, el resto de Europa combinado mandó solo 882.412 personas entre 1500 y 1795. La Compañía Británica de las Indias Orientales, la "pobre" competidora de la holandesa, transportó un quinto del tonelaje sobre 2.690 barcos. La VOC fue manejada con puño de hierro por un consejo de diecisiete hombres de Ámsterdam.

En 1649 hubo una revolución en Inglaterra que sentaría las bases para el futuro imperio de la City de Londres, mal llamado Imperio Británico. El militar y fundamentalista puritano Oliver Cromwell, al frente de una extraña coalición que incluía al Parlamento inglés, a una facción militar, a diversas sectas protestantes, a la burguesía comercial urbana y a un grupo de diez mil matones en Londres, dio un golpe de Estado, decapitó al rey (algo insólito en la Europa del Antiguo Régimen, donde el rey era visto como una figura folklórica, paternal y protectora), se impuso como dictador y proclamó la República de Inglaterra, Irlanda y Escocia, a la que llamó la Commonwealth. Cromwell, que creía firmemente estar guiado por Dios, estuvo financiado por poderosos judíos de Ámsterdam, descendientes de sefarditas expulsados de España y Portugal: el rabino cabalista Manoel Dias Soeiro (mejor conocido por su nombre hebreo Menasseh ben Israel), Antonio Ferdández Carvajal (Moses Carvajal), Abraham Coen Gonsales y otros. Estos círculos financieros de Ámsterdam consiguieron que Cromwell permitiese a los judíos, expulsados en 1290, volver a Inglaterra. Parece claro que el objetivo de la camarilla judía de Ámsterdam era tomar el control del Gobierno y de la economía de Inglaterra, en la que veían un vasto manpower y potencial comercial. Aquí es donde se debería buscar el motivo del crecimiento de Inglaterra a costa de la decadencia de Holanda: en las camarillas financieras que decidieron retirar su capital de Ámsterdam y utilizarlo para apostar por Londres. Muchos de estos judíos fueron responsables de la Leyenda Negra española e incluso inventarían que las perdidas diez tribus de Israel se hallaban en los Andes, con la esperanza de que Inglaterra u Holanda intervendrían para desestabilizar al Imperio Español y obtener una cabeza de puente en el litoral pacífico de América, preferiblemente en Chile o Ecuador. Los judíos de Ámsterdam, esta vez encabezados por Solomon Medina (el primer judío de la historia ordenado caballero en Inglaterra), volverían a colocar a un agente suyo en Londres en 1689: Guillermo III de Orange.


Para establecer el imperio financiero de las autoridades judías en Inglaterra, era necesario derribar antes las tradiciones del Antiguo Régimen mediante una violenta revolución cultural, que tuvo lugar en 1649, recién terminada la Guerra de los Treinta Años. El dictador Oliver Cromwell (izquierda), financiado por Menasseh ben Israel (derecha), era un fundamentalista puritano ―es decir, calvinista de la rama inglesa― que destruyó gran cantidad de patrimonio artístico ("idolatría"), arremetió contra las tradiciones folklóricas del pueblo (paganismo, brujería), persiguió sin piedad a los católicos y llevó el terrorismo de Estado a Irlanda, de donde mandó a muchos habitantes como esclavos a las colonias penales de Barbados y Bermuda. Irlanda le debe a Cromwell la pérdida de un tercio de su población. En contraste, los judíos fueron bien tratados bajo su gobierno y se les permitió reasentarse en Inglaterra. El mandato de Cromwell marca la definitiva ruptura de Inglaterra para con el viejo orden, convirtiéndose en un pragmático y desalmado imperio comercial, ya libre de la influencia geobloqueante que sobre ella ejercía la católica Irlanda. La "vieja Inglaterra" folklórica, rural, de herencia céltica, romana, anglosajona, vikinga, normanda y netamente europea, quedó tocada de muerte. Sobre sus ruinas se alzó la Inglaterra talasocrática, comercial, industrial, burguesa, financiera, atlantista, urbana, conspiradora e imperialista, cuyos tentáculos no tardarían en extenderse por el mundo entero… incluyendo Sudáfrica.

Nota del editor del blog: Una aclaración respecto a las explicaciones de "Europa Soberana" sobre Oliver Cromwell y los judíos.
El sionismo no es un fruto del judaísmo, por mucho tiempo se opuso a esa ideología. El sionismo es un proyecto imperialista nacido de la ideología puritana británica. Cromwell derrocó la monarquía inglesa y proclamó la República (siglo XVII), puso los cimientos para una sociedad igualitaria pretendiendo extender el poderío de su país. Necesitaba a alguien que asumiera ese rol fuera de su patria, aceptando ser la vanguardia del imperialismo británico, para ello quería entablar una alianza con la diáspora judía, permitiendo el retorno de los judíos a Inglaterra (expulsados hacía 400 años); además, anunciaba su intención de crear un Estado judío: Israel. Pero Cromwell murió sin haber logrado que los judíos se unieran a su proyecto, cosa que se efectivizó con el nombramiento de Benjamin Disraeli como primer ministro de la reina Victoria (Conferencia de Berlín 1884). El impulsor del imperialismo británico, Cecil Rhodes, fundador de la De Beers Mining Company (monopolio mundial del comercio de diamantes) y de Rhodesia, encontró en Theodor Herzl el hombre que necesitaba para la efectivización del proyecto imperialista británico de crear un estado judío, por sentado que ello era un secreto en esos tiempos. El mundo debía seguir bajo dominio de la "raza superior" germánica, que no era solo de los alemanes, si no, también británicos, irlandeses, estadounidenses, canadienses, australianos, neozelandeses; y, por supuesto, los sudafricanos. Esta raza tenía que extender su imperio conquistando nuevas tierras con ayuda de los judíos. Theodor Herzl convenció a la diáspora para unirse al proyecto e "invirtió la opinión de su comunidad mediante la manipulación de sus mitos bíblicos. El Estado judío no estaría en una tierra virgen, en Uganda o en Argentina, sino en Palestina y con Jerusalén como capital. De manera que el actual Estado de Israel es al mismo tiempo hijo del imperialismo y del judaísmo". Desde 1948 Israel se acerca a Sudáfrica y Rhodesia que se identifican con el colonialismo de Rhodes. No tiene importancia que los afrikaneers sean partidarios de los nazis. Importa la misma visión del mundo que los sionistas. En 1953 la Asamblea General de la ONU condenó "la alianza entre el racismo sudafricano y el sionismo". Con la llegada de Mandela "fue posible liberarse de ese tipo de ideología y alcanzar la paz civil. Israel es hoy en día el único heredero mundial del imperialismo según la versión de Cecil Rhodes".

En 1652, el holandés Jan van Riebeeck, oficial de la VOC, estableció en el Cabo de Buena Esperanza una terminal de reabastecimiento para barcos comerciales, azotados por la enfermedad y la muerte. Con el tiempo, esta humilde estación llegará a ser Ciudad del Cabo, un núcleo vertebrador comparable a lo que fue Río de Janeiro para Brasil. Van Riebeeck conocía tanto Japón (más exactamente, la isla artificial de Deshima) como Vietnam y organizó hábilmente la incipiente colonia, que en adelante sería administrada, no por la República Neerlandesa, sino directamente por la Compañía, en un modelo político parecido al de algunas colonias inglesas en Norteamérica. La VOC introdujo esclavos de Madagascar y Malasia, construyó una fortaleza, un taller de reparación de barcos y un hospital, y para obtener víveres recurrió a los indígenas hotentotes. A pesar de que la VOC no tenía intenciones de colonizar la zona, en 1657 aceptó a regañadientes el asentamiento de un grupo reducido tras tener problemas a la hora de obtener grano de la población hotentote local. En 1665, la comunidad holandesa (también había alemanes y suecos) todavía era muy reducida: había sólo 82 hombres y 8 mujeres. Parece claro que hubo también judíos en la apartada colonia, ya que poco antes de su constitución, Holanda había recibido una oleada de refugiados judíos que huían de los pogromos acaecidos durante la rebelión de Chmielnicki (o Khmelnytsky), una insurgencia cosaca en la actual Polonia. Muchos de estos judíos llegaron desesperados y aceptaron convertirse al protestantismo para poder conseguir un empleo con la VOC. Sabemos que en 1669 había judíos bautizados en la colonia de El Cabo, como Samuel Jacobson, un pastor, o David Heilbrom, establecido en la estratégica isla de Robben al norte de la colonia. Como los estatutos de la VOC no dejaban que los judíos fuesen empleados de la misma (aunque sí accionistas o directores), estos individuos serán criptojudíos hasta que la llegada de los ingleses en 1805, con sus políticas igualitaristas y su libertad de religión, les permita salir a la luz.


Kasteel de Goede Hoop, la ciudadela de El Cabo, fue construida en el Siglo XVII para asegurar el flujo del comercio holandés entre el Atlántico y el Índico.

Con el paso de los años, el emporio comercial de la Colonia del Cabo creció y necesitó un espacio vital agrario y ganadero para poder subsistir. Con ese objetivo, se liberó de sus contratos a varios trabajadores de la VOC para que pudieran establecer granjas, arraigarse a la tierra y ponerla a producir comida. El objetivo: que la colonia fuese autosuficiente. Estos "burghers (ciudadanos) libres" serían conocidos como bóers ("granjeros" en holandés), comenzaron a ascender por el río Liesbeek y finalmente continuaron alejándose de la costa. Estaban destinados a romper con sus orígenes marítimos y comerciales y abrazar el modo de vida continental y productivo, produciendo una importantísima ruptura en la colonia que señala la clave de la geopolítica: el enfrentamiento entre potencias telurocráticas y potencias talasocráticas.

Para la década de 1670, la VOC empleaba a los hotentotes como mano de obra y fuente de información sobre el terreno, en ocasiones llegando a mezclarse racialmente con ellos. A cambio de grandes cantidades de brandy y tabaco, los hotentotes proporcionarían ganado a los colonos y les enseñarían a moverse y sobrevivir en el nuevo entorno africano, al que los europeos no estaban acostumbrados. Con el tiempo, algunos colonos se adentrarían hacia el interior del territorio, pasando a ser pastores itinerantes (trekboeren) o agricultores y artesanos de frontera (grensboeren). Estos granjeros no podían ya contar con la protección de los soldados de la VOC, por lo que se armaron y en adelante se ocuparon de su propia seguridad, sentando las bases para una sociedad altamente móvil y telúrica (continental). En los primeros comienzos de los bóers, había pocas mujeres blancas y muchos de ellos tomaron esposas hotentotes o esclavas malayas o de Madagascar, engendrando a la casta kleurlinge (coloureds en inglés, o "coloreados"), que en el futuro Apartheid tendrían su propio estatus social. Más despectivamente, a estos mezclados se les llamaría basters: bastardos. Los colonos holandeses, al parecer, no tenían el sentido de la exclusividad racial tan desarrollado como los colonos ingleses de Norteamérica, o bien el clima más suave de Sudáfrica producía una relajación de la conciencia étnica tradicional.


Primera expansión de los holandeses en El Cabo, Siglo XVII.


En 1679, un nuevo gobernante, el comandante Simon van der Stel (que tenía un cuarto de sangre hindú procedente de Goa), incrementó la colonización holandesa, estableciendo nuevos asentamientos, como Stellenbosch, un poblado 50 km al este de Ciudad del Cabo donde la colonia abandonaba definitivamente su carácter comercial, marítimo y esclavista por un estilo continental, autosuficiente, agro-pastoral y productivo. El comandante estimuló la inmigración de Europa, especialmente holandesa, para poblar estos nuevos proyectos.  

En 1688 llegaron más protestantes a la colonia, esta vez hugonotes (rama francesa del calvinismo) que habían huido a raíz de la revocación del Edicto de Nantes por Luis XIV y que pretendían empezar desde cero en una nueva tierra prometida. Las autoridades de la VOC, temiendo que los hugonotes pudiesen actuar como quinta columna de Francia en un futuro, llevaron al cabo una política de asimilación, convirtiendo el holandés en el idioma oficial en iglesias y escuelas y dotando a la población blanca de cierta homogeneidad cultural. Estos franceses serían posteriormente los artífices de los célebres vinos sudafricanos.

Con el tiempo también llegarían escandinavos, irlandeses, escoceses, flamencos, valones, alemanes y frisios. Los mercenarios contratados por la VOC habían sido en un principio alemanes protestantes del Norte, incluyendo veteranos de la Guerra de los Treinta Años, que se agregaron con los demás al leve sustrato portugués presente en la zona desde el Siglo XV. En este conglomerado de europeos étnicos, se acabaría imponiendo el idioma holandés, que acabará adquiriendo sus propias peculiaridades y se denominará afrikaans. Aquellos que lo hablaban y lo consideraban su herencia serán conocidos como afrikáner.

Paralelamente, a principios del Siglo XVIII, los judíos controlaban aproximadamente el 80% de los diamantes de la VOC (en comparación con el 8% del resto de commodities). En 1725, justo cuando el suministro de diamantes de India parecía comenzar a agotarse, se descubrieron nuevos yacimientos en la colonia portuguesa de Brasil, y los holandeses de la WIC (la contrapartida occidental de la VOC) maniobraron para meter ficha en ellos, pero para mediados de siglo, los ingleses se habían hecho con el comercio y el centro diamantero mundial pasó a ser Londres. Amberes retuvo su estatus como factoría de control, tallado, pulido y distribución a todas las cortes europeas, que comenzaron a acoger a un nuevo personaje: el "judío de la corte", encargado, entre otras cosas, de evaluar la calidad de los diamantes. Las familias de "judíos de la corte" abundarían en Europa (familia Isaac en Suecia, familia Oppenheim en Austria, familia Lippold en Hamburgo). 


(Nota del editor del blog: En este particular caso, se aprecia la inclinación ideológica del autor y su intento (y de muchos otros) de culpar a los judíos de todos los males. "Los judíos de la Corte" son de vieja data, vienen de la Edad Media y no furon exclusividad del negocio de los diamantes. Esto tiene una explicación.
En Apuntes sobre el sionismo, se describe dónde y cuándo surgió el mito que los judíos dominan el mundo a través del 'trono de oro". De hecho es una creación de la España Católica, sin intervención de judíos. Recordemos a Adam Smith: “La Riqueza de las Naciones” (1776) cuando el imperio español basaba su riqueza y prosperidad en los caudales de oro y plata explotados en América. Por ello Smith declaró que la verdadera riqueza de las naciones se basaba en el trabajo de la gente.
Hernán Cortés no era ningún judío. Tampoco lo eran sus soldados y los reyes que enviaron esas hordas de bandidos tampoco eran judíos, presumían ser muy “católicos”. El Imperio Español se convirtió en el imperio más poderoso de su época, no por el trabajo de su gente sino por las enormes cantidades de oro y plata extraidas de América. Ahí está el origen que la riqueza de una nación se basa exclusivamente en sus posesiones de oro/plata. Lo de ahora, solo en la teoría, es consecuencia directa del "revisionismo" histórico ordenado por el dictador español Francisco Franco bajo cuya férrea mano la prioridad consistió en exculpar a los Reyes Católicos de todos sus crímenes justificándoles absolutamente todo.
Debemos señalar a los califas musulmanes y a los reyes cristianos, tanto de oriente como de occidente, como responsables del surgimiento de una importante banca judía en el corazón del mundo islámico y de la cristiandad. La iglesia católica y los alfaquíes prohibían la usura (en su real concepto), que era útil a sus intereses de Estado. Entonces, ¿por qué no recurrir al judío que ya tenía una “licencia de Dios” al respecto? En el mundo islámico, delegar las prácticas usurarias a los judíos fue habitual durante siglos, con el agravante hipócrita de que uno no se “mancha las manos con la usura”. Precisamente por estas actitudes hipócritas, muchos judíos fueron prácticamente obligados a fungir como prestamistas o como contabilizadores de préstamos al no permitírseles laborar en oficios y profesiones desligados de actividad bancaria alguna, a los judíos se les tenía prohibido la práctica de numerosos oficios, eran considerados ciudadanos de segunda. Y, debemos acotar que, por esas mismas razones hipócritas, los judíos servían en las Cortes de los Monarcas Cristianos en la Edad Media, los conocidos Hofjuden, “Judíos de la Corte”, bajo protección de las familias reales y aristocráticas, eran quienes administraban las finanzas de los reinos y de la clase pudiente, en vista que el préstamo de dinero estaba prohibido por la iglesia y los judíos gozaban de esa "licencia celestial". (Deuteronomio, 23:20).
Hoy en día la usura no solo es permitida sino practicada por la Iglesia Católica (el costo que se ha tenido que pagar por esto ha sido una secuela de muy terrenales escándalos financieros como el del Banco Ambrosiano). La historia de la banca es amplia, y no perderemos tiempo aquí en detalles que se pueden encontrar en muchas referencias. El primer banco moderno fue fundado en Génova, Italia, con el Renacimiento italiano en marcha, en el año 1406, y su nombre era 'Banco di San Giorgio', a este primer banco no puede atribuírsele una patente de exclusividad judía, ya que en su funcionamiento colaboraron prominentes familias genovesas no-judías, incluyendo la casa de los Grimaldi (actuales soberanos del principado de Mónaco, no-judíos). Alguien recuerda o, al menos ha escuchado, alguna vez en su vida, sobre la Nobleza Negra Veneciana y su poderosa influencia aun en el presente?.
En la actualidad se emplea los poderes del Estado para alcanzar objetivos geopolíticos, desarrollándose una red secreta de intereses financieros privados vinculados entre sí y unidos por la vieja oligarquía aristocrática de la Europa Occidental. En muchos sentidos sigue el modelo de la Compañía anglo-holandesa de las Indias Orientales del siglo XVII, tiene tantos nombres como los que describe el autor del artículo. El corazón es el centro financiero del viejo Imperio Británico, la City de Londres. Por ejemplo, Soros o los Rothschild son de aquellos que en la Edad Media se les denominaría "Hofjuden", “judíos de la Corte”, que gozan de la protección de las familias reales y aristocráticas y, aunque muchos se resisten a aceptarlo, 
dependen de (y hasta son criados) de la familia real británica. Solos no podrían dominar a la "raza blanca" dominante. 



En 1707 el censo de El Cabo arrojaba el número de 1.779 burghers. En 1750, ya ascendían a 5.500. Según Sudáfrica se iba llenando de holandeses a lo largo del Siglo XVIII, también comenzaron a llegar las señales de la nueva ideología iluminista-liberal: para 1772 ya se había establecido en El Cabo la primera logia masónica. Entretanto, el empuje de los bóers hacia el interior se había expandido enormemente. Primeramente se habían dirigido hacia el Norte, hasta que la tierra se tornó árida y desértica. Después la expansión siguió a través del Gran Karoo (zona semi-desértica) hacia el Este. Cien años tras el establecimiento del primer asentamiento holandés, los bóers ya comenzaban a aventurarse en expediciones dispersas más allá del río Orange, a unos 800 km de El Cabo. Entonces el empuje se detuvo: al Norte, había desierto, en el centro los bosquimanos comenzaban a oponer resistencia y en el Sureste encontraron un nuevo enemigo con una mentalidad mucho más guerrera que los pueblos khoisán: los xhosa, una etnia de origen bantú. El Gran Río Fish se convirtió en la frontera entre el mundo bóer y el mundo xhosa, aunque debido a su escaso caudal en Invierno, eran frecuentes las razzias en ambas direcciones, especialmente para robar ganado. Los bóers se vieron lo bastante libres como para establecer un par de repúblicas: Swellendam y Graaff Reinet.


A partir de 1779, los colonos europeos comenzarían a entrar en conflicto al Este con los xhosa, una etnia bantú. De 1779 a 1879, se lucharán numerosas guerras, conocidas como las Guerras Xhosa, las Guerras Kaffir o las Guerras de la Frontera del Cabo. Para finales del Siglo XVIII, los bóers, un pueblo insignificantemente pequeño, habían ocupado un territorio más grande que Francia. Desde El Cabo había miedo a perder el control de estos colonos y la VOC intentó implantar magistrados en las dos repúblicas, pero causaron una revuelta bóer y la Compañía tuvo que desistir.

En 1795 la colonia ya tenía más de 15.000 bóers y su estado era preocupante, ya que la VOC estaba casi en la bancarrota debido a sus numerosas deudas, y los xhosa eran difíciles de contener en el Este. Ese mismo año, la colonia fue ocupada por los casacas rojas de la Corona inglesa para evitar que la Francia revolucionaria, que había ocupado Holanda, se apropiase de la estratégica colonia. El tiempo daría la razón a los ingleses, ya que Napoleón se interesaría demasiado por Egipto, y la vertical de Suez-Cabo siempre fue de gran interés para Inglaterra, que emergería de las Guerras Napoleónicas como la principal influencia en ambos extremos del continente africano y la potencia marítima hegemónica del mundo. El fin más que obvio de Londres era controlar todas las bisagras entre el "Océano Occidental" y el "Océano Oriental", recreando la antigua división marítima vigente antes del descubrimiento del Cabo. Y es que los ingleses tenían miedo de que Francia o alguna otra potencia rival, pudiese rodear por mar el continente africano para causarles problemas en la Joya de la Corona: India, donde la presencia francesa, holandesa y portuguesa no era despreciable.


Desde la llegada holandesa hasta el dominio inglés. Inmigración europea, tráfico de esclavos, migraciones internas de tribus nativas y guerras xhosa. Fuente del mapa: Nieves López Izquierdo, Mapping the World, 2010. cartografareilpresente.org

La ocupación británica no fue aceptada de buen grado por las repúblicas bóers independientes, que se alzaron en armas contra los ingleses ―sin éxito, debido a la falta de una logística organizada y a la presión de los bantúes. Sin embargo, aquí reverdeció el antagonismo entre los bóers continentales-autosuficientes del interior y las autoridades imperialistas marítimas-comerciales de la costa. Esta distinción entre potencias continentales (telurocracias) y potencias marítimas (talasocracias) es la clave de la geopolítica, pues ambos modelos de poder territorial y organización de los espacios y de las sociedades son como los polos negativo y positivo de un circuito eléctrico: los extremos que proporcionan la tensión necesaria para el desarrollo del "Gran Juego" estratégico. Las telurocracias "productivas" tienden a conceder importancia a la relación entre el hombre y la tierra (la teoría alemana del Blut und Boden), mientras que la talasocracias "especulativas" tienden a conceder importancia al dinero y a las mercancías. Aunque los bóers descendían de grandes navegantes, se habían convertido definitivamente al estilo de vida continental. Este antagonismo entre bóers del interior e ingleses de la costa acabará dando lugar a dos terribles conflictos armados el siglo siguiente.

Entretanto, el año 1800, había ya 40.000 colonos europeos, de los cuales una minoría eran bóers. En la Convención de Londres de 1814, Holanda cedería formalmente la Colonia del Cabo (Cape Colony) a Inglaterra. La derrota de Napoleón había cambiado muchas cosas: Gran Bretaña quedaba consagrada como reina indiscutible de los mares y su único verdadero rival, el Imperio Español, sería desmantelado en cuestión de décadas por las intrigas inglesas, que tenían en la Masonería una fabulosa herramienta de subversión. Holanda se había convertido en un satélite inglés y la finanza internacional había sido tomada por la familia Rothschild en una audaz maniobra especulativa tras la Batalla de Waterloo (nota del editor: Sobre se punto de la batalla de Waterloo es un viejo mito que persiste en la actualidad)

Nathan Rothschild se había hecho dueño de la economía británica, poseía lazos privilegiados con familiares suyos en Frankfurt, Viena, Nápoles y París, numerosos agentes en otros países (incluyendo en España) y no tardaría en extender su poder también por Sudáfrica.


Nathan M. Rothschild. Tras haberse adueñado de la economía británica en 1815, los Rothschild de Londres llegarán a ser la más importante dinastía financiera del mundo. Sus descendientes tendrán mucho que decir sobre Sudáfrica, como veremos.

En 1815, la población bóer llegaba ya a 27.000 y empezaron a sucederse acontecimientos que incrementaron el malestar de los bóers. Para empezar, los funcionarios británicos eran celosos propagadores de la Ilustración que parecían ver a los hotentotes como el arquetipo del "buen salvaje" de Rousseau, y comenzaron a importar docenas de misioneros anglicanos cada año, dedicados a evangelizar y educar a los indígenas para integrarlos en la sociedad europea y equipararlos a los afrikáner al más puro estilo progre. Desde el principio se hizo claro que estos misioneros habían llegado a Sudáfrica cumpliendo una agenda impuesta desde arriba. En todas las disputas judiciales que tenían lugar entre el amo bóer y el sirviente hotentote, las autoridades británicas se ponían invariablemente del lado del sirviente, con los misioneros (quienes, igual que los masones, tenían al rey de Inglaterra como máxima autoridad) apoyando enérgicamente a los hotentotes. Más aun, cuando un bóer era llamado a juicio para responder ante una alegación de abuso por parte de su criado, significaba que debía abandonar a su familia durante semanas enteras, dejándola indefensa y a merced de ataques. Asimismo, el Imperio Británico, sabiendo que no podía confiar en los afrikáner, comenzó a reclutar hotentotes para imponer sus leyes en la colonia.

Uno de los resultados de esta política fue la matanza de Slagtersnek ese mismo año, cuando una patrulla de soldados coloreados (pandoere) mandados por un teniente blanco, asesinó a Frederik Bezuidenhout, un grenboere (bóer agricultor) que vivía en la frontera más alejada, dura y aislada de la colonia. Johannes, el hermano del asesinado, juró liberar al país de los tiranos, y junto con sesenta hombres más, se alzó en armas contra las autoridades en un intento de vengar la muerte de Frederick. La insurrección acabó rodeada por las autoridades imperiales, Johannes murió en una escaramuza y cinco de sus compañeros fueron condenados a muerte. Otros 34 insurgentes, entre los cuales había veteranos de las Guerras Xhosa, serían castigados de otros modos, incluyendo obligados a presenciar la ejecución de sus compañeros. La pena debía ser llevada al cabo en el mismo lugar donde los granjeros habían pactado la rebelión, pero en el momento de ser ahorcados, cuatro de las sogas se rompieron. En vez de conmutarles la pena, como era lo normal en esos casos, se volvió a ahorcarlos, esta vez con éxito. Los bóers de la frontera interpretaron la rotura de las sogas como una protesta de Dios ante las ejecuciones, y en adelante celebrarían el 9 de Mayo, aniversario del acontecimiento.


Monumento a la matanza de Slagtersnek.


El Imperio Británico, inmerso en una nueva oleada de liberalismo, siguió apretándoles las tuercas a los bóers. Una nueva oleada migratoria reflejaría el nuevo estado de cosas en 1820, con la llegada a Port Elisabeth de cinco mil colonos ingleses, incluyendo judíos. La intención de las autoridades era mandar a estos uitlanders (foráneos, extranjeros) hacia el Este del país, hacia lo que hoy es Mozambique, para que contuvieran la agresiva expansión de los pueblos bantúes. Así se fundó Albany, un islote de habla inglesa en un mar de habla afrikaans. En 1822 el inglés fue declarado único idioma válido para el gobierno y los tribunales, y seis años después se prohibió el holandés en las iglesias y la administración. Además, por primera vez, se declaró la libertad de culto y los judíos pudieron "salir del armario" practicando su religión en público y rompiendo aun más la homogeneidad cultural. Los bóers también veían que la protección de los soldados británicos no era suficiente para contener los ataques y robos de ganado por parte de los xhosa en torno al río Kei, y que tendrían que poder ocuparse ellos mismos de su propia seguridad.

Londres comenzó a introducir derechos para la población indígena y en 1833 colmó la paciencia del resto de europeos étnicos cuando abolió la esclavitud -la logia de Ciudad del Cabo no perdía tiempo- Todos los esclavos debían ser emancipados; el Imperio Británico pagaba una indemnización a los amos, pero era muy reducida y, para más INRI, había que viajar a Londres para cobrarla. Muchos esclavos libertos no tenían otro modo de ganarse la vida y recurrieron al hurto. A esto se añadieron varios conflictos fronterizos con los xhosa en el Este en 1834 y el aumento del precio de la tierra, así como una sequía. Incluso la mismísima Iglesia Holandesa Reformada empezó a ser vista como un intento de retomar el control por parte de la antigua oligarquía comercial de El Cabo, y empezaron a surgir nuevas opciones religiosas, como los doppers, un pequeño y estricto grupo de puritanos caracterizados por su austeridad en la vestimenta, en el habla y en el culto religioso y que, aunque pocos en número, tenían una gran cultura y llegarían a ejercer una influencia desproporcionada en tiempos futuros. Hay que dejar claro que Londres no prohibía la esclavitud por humanitarismo, sino por pragmatismo: su industria crecientemente compleja precisaba de mercados extranjeros con mayor poder adquisitivo y le interesaba que los negros fuesen capaces de ganar un salario, consumir, pedir un crédito y endeudarse.

En general, los bóers veían la Ilustración como una "revolución" contra su Dios y su forma de vida. Muchos afrikáner, especialmente los bóers, habían desarrollado una cultura aristocrática, dominante y cuasi-feudal, consideraban que la equiparación de kaffires y blancos violaba la ley de Dios y decidieron huir de las imposiciones de Londres igual que sus antepasados habían huido de las imposiciones del Vaticano siglos atrás. El calvinismo tenía esa vena de independencia, libertad, rebelión e identidad de grupo, según la cual, si no te gusta la república que te gobierna, te marchas con tu gente y fundas tu propia república. En 1835, los bóers fueron consecuentes con sus ideas y comenzarían a emigrar, posiblemente lamentando dejar en manos de los ingleses una vasta tierra que habían conquistado ellos. La historia de esta gran emigración (el "Gran Trek") la veremos en la tercera parte de este artículo.


BREVE SEMBLANZA DEL BOERVOLK
Sin presión, no hay diamantes.
(Thomas Carlyle).

Nota del editor del blog: En este punto, el autor de "Europa Soberana" hace uso de otro estudio, no sin antes dejar sentado su siempre admiración por la superioridad racial blanca, expresa que hay que prestar atención al tipo humano que protagoniza la historia, rechaza la "historiografía moderna, fuertemente influenciada por la historiografía marxista, ya que esta última no cree que la voluntad humana sea el motor de la Historia si no una conjugación azarosa de procesos materiales, especialmente económicos". Basado en el trabajo de Thomas Carly plantea el carácter y el perfil psicológico del gran protagonista de esta era: el granjero afrikáner, a su decir, el diamante más valioso de Sudáfrica. Naturalmente no desaprovecha para elogiar a un grupo étnico que pretende mantenerse puro racialmente. Hay partes del texto que nos recuerda a la propaganda nazi para exaltar las "virtudes" de la "raza aria" y pretende justificar el moderno apartheid (olvidándose que no fueron solo los bóers holandeses si no que los ingleses consolidaron el sistema). De todas formas conservamos el texto (Los símbolos de interrogación (?) son míos, y se intercalan donde la explicación se aleja del real contexto histórico haciendo uso de la típica propaganda supremacista).

La palabra boer es la versión holandesa del bauer (campesino) alemán. El bóer era, ante todo, un tipo duro. Sus antepasados ya llevaban dos siglos viéndoselas con las tribus africanas cuando los Estados europeos comenzaron a abrirse paso en el continente en el Siglo XIX. De estirpe principalmente germánica y céltica, sano, bien alimentado, acostumbrado a vivir en la intemperie, gran cazador, excelente carnicero y con un enorme conocimiento del terreno, sus habilidades de rastreo, orientación y supervivencia en muchos casos las había aprendido de las tribus bosquimanas indígenas, del mismo modo que los colonos norteamericanos las aprenderían de los indios nativos. Debido a su dieta principalmente cárnica, los bóers eran descritos (por ejemplo, por los ingleses) como un pueblo de gente a menudo alta y grande. Utilizaban sombreros de ala ancha para protegerse del Sol y de la lluvia, usaban cráneos de buey como banquetas y en poco más de un par de generaciones, sus antepasados se habían hecho resistentes a las enfermedades africanas. El bóer formaba parte de una vanguardia de colonización y civilización en un continente salvaje y primario, una tierra donde aun se mataba con la lanza, la flecha y el cuchillo, donde ni las mujeres ni los niños podían esperar piedad y donde la diplomacia y la intriga estaban fuera de lugar, muy lejos de la civilizada Europa. El bóer era también desde el principio un gran jinete, un buen tirador y un excelente combatiente (especialmente guerrillero), y a los 13 ó 14 años ya se le consideraba lo bastante hombre como para irse de "comando" con sus padres y hermanos mayores.




Las mujeres bóer eran de armas tomar en un sentido totalmente literal, ya que agarraron el fusil y el cuchillo no pocas veces. Sabían dónde encontrar agua, cómo preparar un animal para ser cocinado, conocían las plantas comestibles de su entorno y desde pequeñas se ocupaban de cuidar a sus hermanos menores. En muchos momentos de desesperación y flaqueza, fueron ellas las que animaron a sus hombres a seguir adelante. Industriosas y sufridas, estas mujeres preferían ser madres a amantes, trabajadoras activas antes que mantenidas pasivas, respetadas antes que deseadas. A los veintipocos años ya formaban su propia familia y a lo largo de sus vidas lloraron amargamente la muerte de muchos padres, hermanos, hijos y esposos asesinados por las tribus bantúes. En más de una ocasión, tuvieron que presenciar la tortura, violación y muerte de sus hijos e hijas a manos de los bantúes antes de sufrir ellas la misma suerte. La suya era una vida de tragedias, sueños quemados y corazones rotos, pero de la unión de estos hombres tan machos y estas mujeres tan hembras nació un pueblo fuerte y curtido, con una voluntad férrea de sobrevivir: la humanidad indoeuropea en su máxima expresión (?).

También deberíamos dar gran importancia al imaginario colectivo del tipo humano protagonista de la historia, en este caso, a la "ideología bóer", ya que al siglo siguiente esta ideología cristalizará en sociedades secretas afrikáner y en el sistema de castas del Apartheid. El bóer era esencialmente un WASP, es decir, blanco, anglosajón (la antigua invasión anglosajona de Gran Bretaña partió de costas holandesas entre otras) y protestante, y esto define en buena medida su mentalidad. Profundamente religioso, el bóer se identificaba con el Antiguo Testamento leído en clave germánica (?); ésa era su mitología: la historia de un pueblo itinerante y pastoral, en busca de una tierra prometida en la que asentarse, negándose a dejarse dominar o asimilar por los pueblos que lo rodeaban, combatiendo a docenas de tribus hostiles, escapando de los imperios opresores y siguiendo el mandato de un Dios al que rezaban y cantaban con devoción ―aunque, como buen protestante, el bóer nunca destacó en arte material, sino que sublimaba su espiritualidad en la música, la oratoria y el trabajo, sabiendo que nada le sería dado gratis y que todo lo que quería lo alcanzaría sólo mediante el esfuerzo. Los bóers no se identificaban con el trasfondo, mucho más pacífico y universalista, del Nuevo Testamento, sino que consideraban que estaban repitiendo la historia del Éxodo; sus enfrentamientos con las tribus indígenas llevaron a algunos a pensar que ellos eran el nuevo "pueblo elegido" y que el hombre blanco era la creación más elevada de Dios, hecha "a imagen y semejanza" del Señor.

A pesar de su fama tosca, rural y simplona, la realidad es que, gracias a la Biblia, los bóers tenían un altísimo índice de alfabetización para la época, su constitución física era mucho más sólida que la del campesino europeo promedio y, como los puritanos en Estados Unidos, estaban familiarizados también con los autores de la antigüedad europea clásica. Aborrecían cualquier forma de gobierno (oficiales de la VOC, autoridades imperiales británicas… incluso la mismísima Iglesia Reformada Neerlandesa) que no emanase de ellos mismos, ya que se veían como un pueblo dominante, despreciaban toda burocracia y su pensamiento político puede ser descrito como verdaderamente democrático y libertario, con una intensa pasión por la independencia, la familia, la autosuficiencia y la soberanía individual. En muchos sentidos, su ideología se aproximaba bastante al anarquismo.

En la sociedad protestante ―especialmente la rígida y militante sociedad calvinista― no existía una figura comparable al católico hidalgo "pobre pero con honra", ni tampoco instituciones de caridad comparables a las del mundo católico, donde se velaba por proteger o subvencionar anti-eugenésicamente a personas que a menudo eran incapaces de condición, con el objetivo de mantener bolsas sociales adictas, estómagos agradecidos, ingenieros sociales y redes de Inteligencia a pie de calle. ¿Cómo iba un hombre a ser amado de Dios si era incapaz de prosperar por sus propios medios, si no era capaz de trabajar en equipo o si era indeseable para sus semejantes? Esta mentalidad protestante tendió a engendrar sub-castas de "basura blanca", individuos que quedaron fuera del orden colectivo, que carecían de la más elemental cultura y que involucionaron a lo largo de generaciones de endogamia. Sin embargo, el resto del cuerpo social estaba libre de controles oficiales, tenía una extraordinaria autosuficiencia económica y una sólida cohesión tribal.

En el Antiguo Régimen, las sociedades católicas eran mucho más liberales socialmente que las protestantes: las fiestas abundaban, el vino corría y el carnaval, heredero de las saturnales y bacanales romanas, permitía la manifestación controlada del caos orgiástico-dionisiaco acumulado a lo largo del año ―que si había algún desliz, una oportuna confesión podía ponerle remedio. En el mismísimo Vaticano, por lo demás, se esculpieron dioses y diosas paganos en diversos grados de desnudez y, para mantener la "paz con Dios", se instauraron órdenes religiosas de frailes y monjas, que encerrados en sus monasterios y conventos, realizaban todos los sacrificios religiosos necesarios para redimir al resto de la sociedad de sus pecados.

La sociedad calvinista, en cambio, había abolido el mundo monacal y del alto clero, pero a cambio impuso una estricta militancia religiosa a todos sus miembros. Todo el mundo debía conocer la Biblia bien, eso de esculpir dioses paganos no estaba en concordancia con la palabra de su Dios, confesarse no valía para borrar una falta, no existía el colorido aire festivo del mundo católico y el carácter social era más bien tirando hacia lo apolíneo y sobrio. En vez de cultivar minorías altamente ascéticas e iluminadas, los calvinistas querían que toda la sociedad adoptase cierto grado de ascetismo para poder hablar con Dios "de tú a tú", sin intermediarios. A diferencia del mundo católico ―que era un orden jerárquico por castas, debido a una gran diversidad étnica y social―, los calvinistas procedían de zonas étnicamente bastante homogéneas y no veían la necesidad de una jerarquía por castas más allá del simple reconocimiento social y la lealtad entre hombres libres.  


Hasta hoy, los bóers han conservado los rasgos idiosincrásicos de un pueblo que se niega a ser exterminado.


En cuanto al modo de vida de este esqueje del árbol europeo, era muy similar al de las primeras sociedades indoeuropeas de la estepa eurasiática, desplazándose en caravanas compuestas de vagones de madera tirados por bueyes y alimentándose de la ganadería, la caza, la pesca y la recolección. Siendo una tribu nómada, la agricultura, propia de sociedades sedentarias, no se encontraba en la base de su sustento, y por tanto su dieta carecía de cereales, azúcares refinados y similares. Una familia bóer típica poseía varias cabezas de ganado, un carro cubierto, una tienda de campaña y varias armas de fuego. Las mujeres iban dentro de los vagones, los niños o criados los conducían y los hombres iban montados a caballo alrededor de la caravana, explorando en busca de amenazas o lugares idóneos para pasar la noche. Este régimen de marcha les permitía hacer 8-15 km en un día. En situaciones de peligro, formaban con los carros un laager (círculo fortificado); los hombres se colocaban en el exterior a modo de barricada, y las mujeres, ancianos y niños en el interior protegido. Estos fortines improvisados podían levantarse con gran rapidez y constituyeron verdaderos castillos móviles. En ocasiones, mandaban hombres a Ciudad del Cabo para comprar pólvora, pieles, marfil, cera de abejas, café, herramientas agrarias o para organizar matrimonios. Perfectamente comparables a los vaqueros norteamericanos, los conquistadores españoles, los gauchos sudamericanos, los bandeirantes portugueses o a los cosacos rusos, los bóers, a diferencia de los cowboys, no han tenido ninguna publicidad, y a diferencia de los cosacos, ya no se encuentran apoyados por ningún Estado. A pesar de ser claves en la apertura, conquista y pacificación de vastos espacios africanos, el mismo Imperio Británico les acabará dando la espalda, abandonándoles a su suerte y apropiándose de sus conquistas.

Estos vanguardistas, equivalentes a los pioneros puritanos en Estados Unidos, son conocidos como voortrekkers, y sentaron las bases de un sentimiento popular que en el Siglo XX acabaría absorbiendo incluso a los "holandeses del Cabo": la identidad del boervolk o pueblo bóer. En la psique colectiva de este pueblo acabaría formándose toda una mitología en la que tenían enorme importancia los traumatizantes encuentros con los indígenas a la hora de justificar el posterior Apartheid ―algo muy similar a lo que pasó tras la invasión indo-aria de India con la implantación del sistema de castas 3300 años antes.

Todavía en pleno Siglo XXI, los afrikáner de origen bóer se encuentran entre los mercenarios más cotizados por las compañías militares privadas, especialmente en África, donde su actuación (por ejemplo, en el Congo) decidió el auge y la caída de regímenes políticos enteros a lo largo de toda la Guerra Fría.

Casco militar holandés, Siglo XVII.


Continuaremos...

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