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16 febrero 2020

¿Por qué la "Conferencia de Yalta" es tan importante en la historia?




Breve repaso por el editor del blog.

Hace 75 años, en febrero de 1945 (del 4 al 11) tuvo lugar la trascendental "Conferencia de Yalta" en Crimea (URSS) que moldeó el mapa político de Europa durante la ´Guerra Fría´ y cuyas secuelas siguen vigentes en el continente europeo y el Lejano Oriente. Stalin, Churchill y Roosvelt forjaron en Yalta sus zonas de influencia, otros lo califican de el nuevo orden mundial de posguerra; o, los nuevos límites territoriales. Los "Tres Grandes" ya venían negociando el asunto, el caso se trató en la "Conferencia de Teherán" (noviembre 1943) y culminaría en la "Conferencia de Potsdam" (julio/agosto 1945). 

Sin discusiones los tres Aliados tenían sus propios intereses. Reino Unido había trazado el mapa tras la primera guerra mundial (Acuerdo Sykes-Picot) y repartido con Francia las zonas de influencia en Medio Oriente (causa de los presentes conflictos en esa región). Para la URSS, Yalta significaba poner fin a los imperios europeos, dando lugar a las naciones estado y logrando definir sus límites fronterizos. El nuevo rol de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros estados europeos occidentales significó la consolidación del predominio de la industria en reemplazo de la clase política en el gobierno.

Otros países se beneficiaron territorialmente de YaltaPolonia es un caso, tuvo que aceptar ceder territorios al este pero se benefició enormemente con la desarticulación político-territorial del estado federado de Prusia (Alemania), ampliando sus fronteras marítimas. Yugoslavia fue otra beneficiaria de la Conferencia de Yalta, unificando las repúblicas eslavas del sur en un solo estado federado. La cumbre abordó el difícil problema territorial del Lejano Oriente ante la inmimente derrota del Japón. Mongolia obtuvo el estatus de Estado independiente. Se discutió la recuperación de antiguos territorios que Japón debía ceder a la URSS, por el cual Stalin debía entrar en guerra contra los nipones tras la capitulación de la Alemania nazi, pero las rivalidades entre los Aliados occidentales-URSS y el uso del arma atómica detuvieron la intervención soviética a gran escala. Se acordó, por ejemplo, el retorno de las islas Kuriles a jurisdicción soviética ya que formaba parte de Rusia hasta inicios del siglo XX. El enclave soberano soviético (hoy de Rusia) en la región de Kaliningrado (entre Polonia y Lituania) es fuente de amargas discusiones en el presente, la región de Kaliningrado formó parte de Prusia Oriental, tras los Acuerdos de los Aliados en Yalta se integró a Polonia y a las repúblicas soviéticas.

Además:

- La Conferencia de Yalta declara una coordinación política entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido en cuanto a la Alemania de posguerra.

- Las Fuerzas Armadas Aliadas ocuparán Alemania y se instalará zonas de influencia en el país (se invita a Francia a participar).

- Se crea el Consejo Aliado de Control con sede en Berlín para administrar los territorios de Alemania y Austria, dirigido por los comandantes en jefe de las tres potencias para el control de la economía y política del estado. 

- Determinó la ilegalización del nazismo, el juzgamiento de los criminales nazis y el fin del militarismo alemán mediante el desarme. 

- Acordó una política de compensaciones, obligando a Alemania a reparar los daños ocasionados "en la medida máxima posible", preferentemente con la entrega de suministros naturales.

- Emitió la "Declaración sobre la Europa Liberada", que aspiraba coordinación para resolver cuestiones políticas y económicas de Europa.

- Instituyó la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con un Consejo de Seguridad como órgano permanente.

- Suscribió acuerdos para regular el caso de los prisioneros de guerra y de civiles extranjeros en Alemania para su repatriación.

- Creó un órgano permanente de consultas entre los ministros de Asuntos Exteriores de las tres potencias. Etc.

Sin embargo, la historia nos demostró que algunos de esos acuerdos concertados entre los Aliados en la Conferencia de Yalta y profundizados en la Conferencia de Potsdam (1945) no llegaron a cristalizarse debido a la naciente 'Guerra Fría'.

Revisemos un capítulo del fabuloso libro del destacado historiador y politólogo belga, Dr. Jacques R. Pauwels (Capítulo 12): "El mito de la guerra buena: Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial", edición revisada, marzo de 2015. 


La Conferencia de Yalta



Dr. Jacques R. Pauwels


Los acontecimientos de los años 1943 y 1944 en países como Italia, Grecia y Francia (liberados por los estadounidenses, británicos y canadienses) habían demostrado con toda claridad que fueron los libertadores los que determinaron cómo los fascistas locales serían castigados o perdonados, cómo se restablecería la democracia, cuánto aporte se permitiría a los movimientos de resistencia antifascistas y a la población local en general en la reconstrucción de su propio país, y si se introducirían o no reformas políticas, sociales y económicas.

La conducta sutil de los aliados occidentales (neutralizando a la resistencia comunista y de otra resistencia de izquierda y no consultando con el aliado soviético) implícitamente dio a Stalin carta blanca para proceder de manera similar en países liberados por el Ejército Rojo.

Sin embargo, esta simetría estaba lejos de ser perfecta. Primero, hasta el verano de 1944, los soviéticos continuaron luchando casi exclusivamente en su propio país. Fue solo en el otoño de ese mismo año que liberaron países vecinos como Rumania y Bulgaria, estados que difícilmente podrían rivalizar con Italia y Francia. En segundo lugar, la fórmula de la esfera de influencia acordada entre Stalin y Churchill proporcionó a los aliados occidentales un porcentaje pequeño pero posiblemente importante de aportes en algunos países de Europa del Este, que los soviéticos no disfrutaron en ninguna parte de Europa occidental.

Después de Market Garden, se hizo evidente que la guerra en Europa estaba lejos de terminar. Una parte considerable del continente aún esperaba la liberación, y la propia Alemania nazi aún no había sido conquistada. Mientras tanto, era evidente que Polonia sería liberada en su totalidad por los soviéticos, una perspectiva que alarmó a muchos polacos, en particular al conservador y fuertemente antisoviético gobierno polaco en el exilio en Londres. Este gobierno, por cierto, no estaba formado por demócratas devotos, como se da por sentado con demasiada frecuencia, sino que representaba al régimen autocrático polaco del período anterior a la guerra, un régimen que se había confabulado con el propio Hitler y que con motivo del Pacto de Munich había seguido su ejemplo al embolsarse un pedazo de Checoslovaquia.

El avance de los británicos-estadounidenses en dirección a la capital alemana se verificó por primera vez en los Países Bajos en el momento de Market Garden y se vio fuertemente obstaculizado nuevamente entre diciembre de 1944 y enero de 1945 por la inesperada contraofensiva del mariscal de campo von Rundstedt en las Ardenas. El último episodio estaba destinado a entrar en la conciencia colectiva estadounidense, así como en los libros de historia estadounidenses como un choque gigantesco y heroico, la Batalla de las Ardenas, y se celebró a su debido tiempo en una producción homónima de Hollywood. En realidad, sin embargo, la confrontación en las Ardenas representó un serio revés para los estadounidenses. La contraofensiva de Von Rundstedt finalmente terminó en fracaso, pero inicialmente la presión alemana fue considerable. Los estadounidenses lucharon heroicamente en muchas ocasiones, por ejemplo en Bastogne.

En respuesta a una solicitud estadounidense urgente, el Ejército Rojo desató una gran ofensiva en Polonia el 12 de enero de 1945, una semana antes de lo planeado originalmente. Forzada a enfrentar una nueva amenaza en el este, la Wehrmacht tuvo que desviar recursos de su proyecto en las Ardenas, aliviando así la presión sobre los estadounidenses. Pero en el frente oriental, los alemanes no pudieron detener la apisonadora soviética, que avanzó tan rápido que en unas pocas semanas llegó a las orillas del Oder. A principios de febrero, los soviéticos llegaron a Frankfurt-on-the-Oder, una ciudad situada a menos de cien kilómetros de la capital alemana. Los estadounidenses tenían motivos para estar agradecidos por el favor militar prestado por Moscú, pero estaban lejos de estar contentos de que en la carrera no declarada entre aliados a Berlín, los soviéticos habían tomado una gran ventaja sobre sus socios occidentales.

Ya después del fracaso de Market Garden, se hizo evidente para los líderes estadounidenses y británicos que perderían la carrera hacia Berlín y que el Ejército Rojo eventualmente controlaría la mayor parte del territorio alemán, de modo que de acuerdo con los precedentes establecidos por los libertadores. En Italia y en otros lugares, los soviéticos podrían imponer su voluntad a la Alemania de la posguerra

Esto produjo mucho pesimismo, y los agoreros como el general MacArthur, quien opinó en noviembre de 1944 que toda Europa inevitablemente caería bajo la hegemonía soviética, sin duda ganó credibilidad adicional en el momento del revés sufrido en la Batalla de las Ardenas. Era cierto que si los desarrollos militares solo permitieran determinar las cosas, el resultado final sería muy desfavorable para los aliados occidentales. 


Sin embargo, el resultado final podría ser diferente si se pudiera convencer a los soviéticos de acuerdos que serían vinculantes independientemente de los desarrollos militares. 

Precisamente esto es lo que los británicos y los estadounidenses esperaban lograr en una serie de reuniones con representantes soviéticos en Londres en el otoño de 1944. Propusieron dividir a Alemania en tres zonas de ocupación más o menos iguales, independientemente de la posición del ejército de cada aliado al final de las hostilidades. (Una cuarta zona de ocupación se asignaría a los franceses mucho más tarde). Este acuerdo era claramente en interés de los "anglosajones", pero Stalin aceptó la propuesta occidental. Fue un gran éxito para los británico-estadounidenses, que deben haber aturdido a los pesimistas como MacArthur, escribe el historiador estadounidense Gabriel Kolko.

Una ventaja adicional inesperada para los aliados occidentales resultó ser el hecho de que los soviéticos también acordaron que la capital, Berlín, como Alemania en su conjunto, se dividiría en tres zonas de ocupación, aunque era obvio que el Ejército Rojo tomaría la ciudad y que Berlín estaría situada en lo profundo de la zona de ocupación asignada a la URSS. Que un "Berlín occidental" podría existir más tarde en el corazón de Alemania Oriental se debió a la actitud complaciente mostrada por Stalin en el otoño de 1944 y nuevamente durante el invierno de 1944-45. Acuerdos de Londres sobre las futuras zonas de ocupación en Alemania y los acuerdos alcanzados por los Tres Grandes (Roosevelt, Churchill y Stalin) en la Conferencia de Yalta entre el 4 y el 11 de febrero de 1945.

A menudo se ha dicho que en el complejo de Yalta (Crimea), el astuto Stalin logró engañar a sus colegas occidentales y, sobre todo, al presidente Roosevelt, que ya estaba muy enfermo en ese momento. Nada mas lejos de la verdad. En primer lugar, fueron los británicos y los estadounidenses quienes no tenían nada que perder, y mucho que ganar, de tal reunión. Lo contrario se aplica a los soviéticos, quienes posiblemente podrían haber estado mejor sin esta conferencia

De hecho, el espectacular avance del Ejército Rojo en lo profundo del corazón de Alemania puso cada vez más triunfos en las manos de Stalin. En la víspera de la conferencia, el general Zhukov se paró a orillas del río Oder, a tiro de piedra de Berlín.



Monumento conmemorativo a la Conferencia de Yalta, erigido en el lugar de la celebración de las conversaciones de los Aliados. Palacio Livadia (Yalta - Crimea - Rusia).


Es por eso que Washington y Londres, y no Moscú, insistieron en una reunión de los líderes aliados. Precisamente porque estaban tan desesperados por encontrarse con Stalin para llegar a acuerdos vinculantes, Roosevelt y Churchill también demostraron estar dispuestos a aceptar su condición previa para una conferencia, a saber, que se celebrara en la URSS. Los líderes estadounidenses y británicos tuvieron que emprender un viaje inconvenientemente largo, permitiendo a los soviéticos una especie de "ventaja de juego en casa" durante el tira y afloja que la conferencia prometió ser. Pero estas fueron imperfecciones menores en comparación con las ventajas que una conferencia podría traer y en comparación con las enormes desventajas que seguramente se asociarán con la ocupación anticipada de la mayor parte de Alemania por el Ejército Rojo. Stalin no había necesitado ni deseado una reunión de los Tres Grandes en esta etapa de la guerra. 

Los acuerdos que eventualmente resultaron de la Conferencia de Yalta fueron de hecho favorables para los Aliados occidentales. El secretario de estado de Roosevelt, Edward Stettinius, quien estuvo presente en el complejo de Crimea, escribió más tarde que en esta conferencia "la Unión Soviética hizo más concesiones al (oeste) de las que se hicieron a la Unión Soviética". Y la historiadora estadounidense Carolyn Woods Eisenberg enfatiza en un libro relativamente reciente que la delegación de los Estados Unidos dejó Yalta "con un espíritu exultante", convencido de que gracias a la razonabilidad de los soviéticos, no solo los estadounidenses sino la humanidad en su conjunto habían "ganado la primera gran victoria de la paz". Con respecto a Alemania, los Tres Grandes confirmaron oficialmente los Acuerdos de Londres en Yalta. Como se mencionó, la división de Alemania en zonas de ocupación fue ventajosa para los estadounidenses y los británicos.

A los británicos y estadounidenses se les asignó la parte occidental más grande y rica de Alemania; habrá que decir más sobre esto más adelante. También se acordó en principio en la península de Crimea que, después de la guerra, Alemania tendría que hacer pagos de reparación, como había sido el caso después de la Primera Guerra Mundial. Tanto Roosevelt como Churchill consideraron justificado y razonable que la mitad de estos pagos, luego estimados aproximadamente en 20 mil millones de dólares, irían a la Unión Soviética, donde los vándalos nazis se habían comportado de una manera particularmente bárbara y destructora. (La cantidad de 10 mil millones de dólares asignados a la URSS ha sido considerada por algunos como demasiado alta. En realidad fue "muy moderada", como lo expresó el historiador alemán Wilfried Loth. Algunos años después de la Conferencia de Yalta, en 1947, el daño de guerra total sufrido por la Unión Soviética se calculó de manera conservadora en no menos de 128 mil millones de dólares). Para Stalin, el tema de los pagos de reparación era de vital importancia. Es muy probable que se revelara tan complaciente con sus socios occidentales con respecto a la división de Alemania en zonas de ocupación porque ansiaba su cooperación en materia de reparaciones.

Por el contrario, para obtener la ratificación del líder soviético de la división de Alemania en zonas de ocupación y su aceptación de otros acuerdos que fueron ventajosos para ellos, los estadounidenses y los británicos también se complacieron con Stalin en algunos aspectos. A cambio del renovado compromiso de Stalin de declarar finalmente la guerra a Japón, por ejemplo, Roosevelt ofreció el consentimiento estadounidense a la recuperación soviética de los territorios del Lejano Oriente que la Rusia zarista había perdido como resultado de la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-05. No se tomaron decisiones definitivas para el futuro de Alemania en Yalta, aunque particularmente los estadounidenses, y en cierta medida también los soviéticos, mostraron cierto interés en el momento en el plan ampliamente publicitado por el secretario del tesoro estadounidense, Henry Morgenthau. Según los informes, Morgenthau propuso resolver el "problema alemán" simplemente desmantelando la industria del país, transformando así Alemania en un estado agrario atrasado, pobre y por lo tanto inofensivo. En realidad, este plan no equivalía a mucho más que una serie de propuestas bastante vagas e incoherentes, mucho menos draconiana de lo que afirmaban sus oponentes y a muchos alemanes todavía les gusta creer. Lo que no se realizó adecuadamente en ese momento, ni en Washington ni en Moscú, fue que no solo se podían plantear objeciones morales importantes sino también prácticas contra el Plan Morgenthau. Por ejemplo, el plan difícilmente podría conciliarse con la expectativa de que Alemania pagaría enormes reparaciones; esto presuponía una cierta medida de riqueza, y para tal riqueza no había lugar en el escenario para Morgenthau. "La inferencia lógica del Plan Morgenthau, escribe categóricamente el historiador alemán Jörg Fisch, era que no podía haber ninguna cuestión de pagos de reparación". Además, como señala la historiadora estadounidense Carolyn Woods Eisenberg, los planes de Morgenthau para una "pastoralización de Alemania estaban totalmente fuera de sintonía con los más importantes pensamientos políticos de los Estados Unidos, que tenían buenas razones para favorecer la opción alternativa, la reconstrucción económica de Alemania". Ciertos políticos estadounidenses temían que el Plan llevara a Alemania a los brazos de la anarquía, el caos y posiblemente el bolchevismo. Los empresarios se dieron cuenta de que uno no podría hacer negocios rentables con una Alemania pobre. Y los estadounidenses influyentes se preocuparon por las posibles implicaciones extremadamente negativas del Plan Morgenthau con respecto al destino de Opel y otras filiales alemanas de las corporaciones estadounidenses. No fue una coincidencia que, precisamente, los representantes de empresas con grandes inversiones en Alemania, como Alfred P. Sloan, el influyente presidente de la junta directiva de GM, la empresa matriz de Opel, se opusieran categóricamente al Plan Morgenthau. (El embajador soviético en los EE. UU., Andrei Gromyko, no estaba lejos de la realidad cuando comentó que la oposición contra el Plan Morgenthau estaba encabezada por los "círculos imperialistas" de Estados Unidos). El Plan desaparecería gradual y silenciosamente de la escena durante la meses que siguieron a la Conferencia de Yalta. Morgenthau, un buen amigo de Roosevelt, sería despedido de su alto cargo en el gobierno el 5 de julio de 1945 por el nuevo presidente, Truman. 


Desde la perspectiva de los aliados occidentales, los acuerdos a veces vagamente formulados en Yalta con respecto a Alemania eran importantes y ventajosos. Además, Stalin estaba preparado para discutir el futuro de los países de Europa del Este liberados por el Ejército Rojo, como Polonia, a pesar de que los Tres Grandes nunca habían discutido el destino de la posguerra en países de Europa occidental como Francia, Italia y Bélgica


Palacio de Livadia, Yalta - Crimea (URSS, actual Rusia) lugar de la celebración de la Conferencia de Yalta, 4-11 febrero 1945.



Stalin no se hizo ilusiones con respecto a Europa occidental, y no quería poner en peligro la relación con sus aliados británicos y estadounidenses por el bien de los países que estaban muy lejos de las fronteras de la Unión Soviética, la "patria socialista" cuya supervivencia y seguridad lo habían obsesionado desde el comienzo de su carrera. Con respecto a Europa del Este en general, sin embargo, y con Polonia en particular, la situación era muy diferente. La Unión Soviética estaba muy interesada en la composición de la posguerra de los países vecinos cuyos gobiernos anteriormente habían sido hostiles y, a veces, totalmente hostiles a la URSS, y cuyos territorios marcaron el tradicional camino de invasión a Moscú. En cuanto a la reorganización de la posguerra de Polonia y otros países de Europa del Este, Stalin tenía buenas razones para la presencia del Ejército Rojo en estos países, medio efectivo de la Unión Soviética para exigir, al menos, el mismo tipo de aporte que los estadounidenses y británicos se habían permitido en Europa occidental. Stalin no había desafiado el modus operandi de los aliados occidentales en Europa occidental; puede suponerse que sintió que ahora le tocaba a sus socios occidentales darle una mano libre en Europa del Este. 

A pesar de esto, sin embargo, en Yalta, Stalin estaba preparado para discutir el destino de Polonia y el resto de Europa del Este, a pesar de que el tema de Europa occidental permaneció sin mencionarse. Las demandas soviéticas reales resultaron ser mínimas y lejos de ser irrazonables, como Churchill y Roosevelt apenas podían negar: la llamada Línea Curzon debería formar la frontera entre Polonia y la Unión Soviética (por lo que Polonia recibiría una compensación en el forma de territorio alemán al este de una línea formada por los ríos Oder y Neisse) y ningún régimen antisoviético sería tolerado en Polonia y otros estados vecinos. A cambio de su acuerdo con estas demandas, los estadounidenses y los británicos recibieron de Stalin lo que querían en los países liberados de Europa del Este, a saber, no habría cambios sociales y económicos según las líneas comunistas, elecciones libres y aportes continuos para ellos mismos, junto con la URSS, por supuesto, en los asuntos futuros de estos países. Este tipo de fórmula estaba lejos de ser realista, sus variaciones debían implementarse con éxito después de la guerra en Finlandia y Austria. 


Los Acuerdos de Yalta, entonces, no otorgaron a la Unión Soviética el monopolio de influencia en Europa del Este, es decir, el tipo de influencia exclusiva que los estadounidenses y los británicos ya disfrutaban, con la aprobación silenciosa de Stalin, en Europa Occidental, a pesar de que asignaron "influencia y control" en Europa del Este a la URSS, sus variaciones debían implementarse con éxito después de la guerra en Finlandia y Austria. 

Los acuerdos de Yalta representaron así un éxito considerable para los aliados occidentales. A menudo se ha dicho de Churchill que tenía serias dudas sobre las "concesiones" que Roosevelt presuntamente había hecho en el complejo de Crimea. En realidad, estaba totalmente eufórico cuando terminó la conferencia, y con buena razón, ya que a los británicos y estadounidenses les había ido mucho mejor en Yalta de lo que se habrían atrevido a esperar cuando comenzó. Por lo tanto, la afirmación de que en el complejo de Crimea el astuto Stalin obtuvo todo tipo de concesiones de sus colegas occidentales es totalmente falsa. Es cierto que después los Acuerdos de Yalta no se implementaron adecuadamente, por ejemplo, respecto a Polonia y el resto de Europa del Este. Esto tuvo mucho que ver con la reacción de Stalin a la "diplomacia atómica" estadounidense del verano de 1945, que se analizará más adelante, pero también con la actitud antisoviética irreconciliable y totalmente irrealista del gobierno polaco en el exilio en Londres. Los polacos de Londres ni siquiera querían reconocer la Línea Curzon como la futura frontera oriental de su país, que Roosevelt y Churchill habían reconocido como justa e inevitable, y que había sido oficialmente aceptada en Yalta. Debido a la intratabilidad de los polacos de Londres, Stalin jugó cada vez más la carta de un gobierno polaco comunista y pro-soviético en el exilio, los "polacos de Lublin", y esto eventualmente llevaría a la instalación de un régimen exclusivamente comunista en Varsovia. Los estadounidenses, como los británicos, se quejarían en voz alta de esto.



Stalin era realista. Con motivo de los Acuerdos de Londres y la Conferencia de Yalta, demostró ser complaciente frente a Churchill y Roosevelt no porque quisiera serlo, sino porque calculó correctamente que difícilmente podría permitirse no serlo. 

La URSS había sufrido gravemente la guerra, apenas había escapado de la destrucción total y aún no había terminado. La situación militar de los soviéticos a principios de 1945 fue excelente, por supuesto, pero aún podían ocurrir todo tipo de cosas desagradables. A medida que se acercaba el final del Tercer Reich, por ejemplo, la máquina de propaganda de Goebbels persiguió agresivamente un último escenario de rescate para el estado nazi, a saber, el proyecto de un armisticio separado entre Alemania y los aliados occidentales, seguido de una cruzada común contra la Unión Soviética y el bolchevismo. 

Este plan no era tan ingenuo y poco realista como se podría suponer, porque Goebbels sabía muy bien que líderes de los círculos Británicos y prácticamente de todas partes del mundo occidental habían considerado el bolchevismo como el enemigo "natural", y simultáneamente vieron a la Alemania nazi como la punta de lanza en la próxima cruzada antisoviética. El ministro de propaganda nazi también era muy consciente de que durante la guerra, algunos líderes occidentales encontraron a los soviéticos un aliado útil, pero continuaron despreciando al estado comunista y estaban decididos a eliminarlo tarde o temprano.

En cuanto a la URSS, todo esto significó que después de años de esfuerzos sobrehumanos y enormes pérdidas, cuando la victoria parecía tentadoramente cercana, el orden del día seguía siendo la supervivencia: la supervivencia del país y la supervivencia del socialismo que siempre había sido la gran obsesión de Stalin. El líder soviético estaba preocupado por el escenario de Goebbels, y no sin razón. En el campo de los aliados occidentales, una serie de personalidades destacadas, generales y estadistas, encontraron este escenario bastante atractivo. Después de la guerra, algunos de ellos expresarían abiertamente su pesar por el hecho de que los ejércitos estadounidense y británico no habían seguido marchando hacia el este en 1945, preferiblemente hasta Moscú. Churchill mismo coqueteó con la idea de este tipo de iniciativa, que se conocía como la "alternativa alemana" o la "opción alemana". 

Stalin no albergaba ilusiones con respecto a los verdaderos sentimientos occidentales por la Unión Soviética. Sus diplomáticos y espías lo mantuvieron bien informado sobre opiniones y acontecimientos en Londres, Washington y otros lugares. Para el líder soviético, que recordaba el precedente histórico de la intervención aliada en la Guerra Civil Rusa, la posibilidad de una reversión de alianzas, una empresa combinada germano-occidental contra la Unión Soviética, fue una verdadera pesadilla. Trató de exorcizarlo al no dar a Churchill y Roosevelt la menor excusa para emprender algo contra la URSS. Por lo tanto, es posible entender por qué se abstuvo de criticar su conducta en Europa occidental y en Grecia, y por qué se reveló tan complaciente en Yalta




Dr. Jacques R. Pauwels

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12 febrero 2020

La interpretación de la Shoah





por Thierry Meyssan 


Breve nota del editor del blog 

Fines de enero fue muy agitado en cuanto a la memoria histórica conmemorativa de la liberación del principal campo de concentración de la Alemania nazi fuera de sus fronteras (Auschwitz - Polonia). Hemos esperado un razonable tiempo para presentar esta publicación, debido a que los medios de comunicación de todo tipo se hallaban cubriendo los actos. 

No cabe duda que en muchos aspectos y dadas las recientes declaraciones oficiales de la Unión Europea, este tipo de conmemoraciones vienen cubiertas con un matiz de corte político que intentan reinterpretar la historia con fines nada nobles y minimizando el recuerdo de las víctimas, a las que, sin embargo, no se cansan de homenajear en diversos actos públicos.

El presente ensayo del internacionalista francés Thierry Meyssan abarca cuestiones tanto del pasado como del presente en el complejo mundo de la política internacional. Solo acotar que esa memoria atávica, primitiva, del ser humano nos recuerda que los humanos preferimos la violencia, la muerte, la guerra sobre otras cosas como forma de demostrar nuestra superioridad ante otro semejante. Esa es una de las reflexiones que obtenemos analizando los anales de la historia. 

Quisiera explicar más detalles de ese trágico episodio, pero dado el contenido de la siguiente investigación no es conveniente, por el momento... La siguente no es una historia de guerra, ni de genocidios, es el análisis de los antecedentes de un crimen que no es solo fruto de la mentalidad nazi, es parte de la "cultura" colonialista de los imperios europeos y sus "instintos" de superioridad, en fin, es algo que ha existido a lo largo de la historia.


***

El «deber de memoria» u «obligación de recordar»


Los seres humanos siempre prefieren hacer todo lo posible por olvidar tanto las desgracias que ‎los hicieron sufrir como las desgracias que ellos mismos provocaron. Esa es la lógica que siguen ‎los romaníes, cuyas familias fueron masacradas junto a las familias judías, y les va mucho mejor.
Por supuesto, para los descendientes es importante rendir homenaje a la memoria de sus ‎familiares muertos. Pero no será eso lo que logre evitar nuevos genocidios. Esto último ‎no tiene nada que ver con la identidad ni con la condición de las víctimas, ni con ‎las de los verdugos. Sólo se trata de la condición humana y ninguno de nosotros está al abrigo ‎de convertirse en monstruo. La civilización nunca es innata.             
 T. Meyssan


Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los nazis perpetraron masacres contra los ‎judíos de Europa y los romaníes. La interpretación de uno de esos genocidios se basa ‎en un desconocimiento de la condición humana y agitan una cantidad de pasiones que, ‎lejos de evitar nuevos genocidios, más bien los propicia.‎


Está conmemorándose el 75º aniversario de la liberación del campo de concentración de ‎Auschwitz, donde perecieron más de un millón de prisioneros. Hoy se ha convertido a Auschwitz en el ‎símbolo de los campos de exterminio, de los crímenes perpetrados por los nazis y de la Shoah. 
Algunos negacionistas han tratado de rehabilitar la Alemania nazi poniendo en duda su intención ‎de proceder al exterminio de poblaciones, cuestionando que haya asesinado realmente millones ‎de personas y que haya asesinado prisioneros en cámaras de gas. Esa abyecta polémica ha ‎relegado a un segundo plano la cuestión de la comprensión de los hechos. Desde el juicio de ‎Adolf Eichmann, en 1962, la interpretación prevaleciente es la que adoptó la Agencia Judía ‎en aquella época: a partir de la conferencia de Wansee, el antisemitismo nazi se tradujo en un ‎plan de exterminiola Shoah– contra las poblaciones judías de Europa, lo cual marca un punto de ‎ruptura en la Historia. Los judíos, eternos perseguidos, sólo estarán definitivamente protegidos en ‎el Estado de Israel. ‎

Pero, como demostraré aquí, esa interpretación contemporánea ignora toda una serie de hechos ‎relacionados con la cuestión. ‎


En 1994, unas 800.000 personas fueran masacradas a machetazos en Ruanda, en sólo varias semanas.‎ 


La larga historia de los genocidios
Durante los cuatro siglos de colonización del mundo por parte de los europeos occidentales, ‎numerosos Estados supuestamente civilizados perpetraron genocidios.
 ‎
Por ejemplo, cuando el presidente del consejo de ministros del Reino de Italia, Benito Mussolini, ‎proclamó el Segundo Imperio Colonial Italiano, decidió fundar una colonia italiana en Etiopía. ‎Ante la resistencia de los etíopes, Mussolini concibió un plan de «limpieza étnica» que abarcaría ‎toda una región de Etiopía cuya población sería exterminada para sustituirla por colonos italianos. ‎En el marco de ese plan, Mussolini hizo que el virrey Rodolfo Graziani utilizara aviones para regar ‎gas mostaza sobre las aldeas etíopes rebeldes.‎

El uso extensivo de las masacres no es una exclusividad de los europeos occidentales ni de la ‎ideología colonial. Bajo el Imperio Otomano, el sultán Abdul Hamid II organizó la masacre ‎contra los no musulmanes (desde 1894 hasta 1896). El sultán Abdul Hamid II fue derrocado ‎en 1909 por los «Jóvenes Turcos», movimiento militar que reactivó la masacre contra las ‎poblaciones no musulmanas, principalmente en 1915 y 1916. Ambos regímenes compartían la ‎misma ideología –el panislamismo–, según la cual la identidad turca es exclusivamente ‎musulmana. Los armenios fueron los más afectados pero todas las confesiones no musulmanas ‎fueron perseguidas por ambos regímenes. Aquellas masacres no fueron perpetradas en los ‎territorios conquistados por el Imperio Otomano sino en los territorios que hoy forman parte de ‎Turquía [1].‎

Así que existen al menos 2 motivos diferentes para tales masacres:‎ 

- un objetivo militar: la eliminación de poblaciones que oponen resistencia;‎ 
- un objetivo ideológico: la eliminación de poblaciones consideradas extranjeras. 

La política nazi perseguía ambos objetivos pero el exterminio de los judíos en Europa en particular, solo respondía ‎a un objetivo ideológico.‎

Los genocidios tampoco son una exclusividad de los más fuertes contra los más débiles, como ‎queda demostrado por el genocidio perpetrado en Rwanda por los hutus contra la etnia tutsi. ‎Ambos pueblos eran numéricamente similares y la masacre no fue perpetrada por milicias sino ‎principalmente por la población hutu y con machetes. ‎

Estas masacres de masas constituyen «crímenes contra la humanidad». Fue única y ‎exclusivamente bajo esa denominación que el Tribunal Internacional de Nuremberg juzgó a los ‎responsables del genocidio perpetrado contra los judíos de Europa. La noción de «genocidio» ‎fue incorporada al derecho tiempo después de los juicios de Nuremberg. ‎

Bajo la influencia de Raphael Lemkin, se consideró después el genocidio como un crimen aparte ‎entre los crímenes contra la humanidad. Pero también se introdujo una noción de culpabilidad ‎colectiva, lo cual contradice el principio básico de la responsabilidad personal y es contrario al ‎objetivo que se busca. La evolución del concepto ha llevado a que el derecho estadounidense ‎considere hoy que el asesinato de al menos dos personas, motivado sólo por lo que son esas personas ‎y no por sus actos, es suficiente para ser clasificado como «genocidio». 

Estados Unidos se planteó la cuestión racial antes que Alemania. Pero, ‎en vez de asesinar a las poblaciones que consideraban “razas inferiores”, los estadounidenses ‎se pronunciaron por su esterilización obligatoria.‎ 
¿Por qué los nazis trataron de exterminar a los judíos?
El programa nazi preveía reconstituir el imperio alemán cuyo surgimiento quedó bloqueado ‎al final de la Primera Guerra Mundial por el Tratado de Versalles. Pero en vez construir el imperio ‎alemán conquistando África, Asia o Latinoamérica, territorios ya distribuidos entre el Reino Unido ‎y Francia, Alemania se planteó la conquista del este de Europa
Los nazis, herederos de Goethe y de Beethoven, se creían humanistas de nacimiento. Conforme a ‎la ideología colonialista europea, justificaban su voluntad de conquista afirmando que ‎los pueblos que pretendían dominar eran culturalmente inferiores. Adolf Hitler así lo explica en ‎‎Mein Kampf. En ese libro, Hitler nunca habla de «subhumanos» (untermenschen). ‎Esa expresión sólo apareció más tarde, a raíz del «consenso científico» de la época: ‎los medios científicos occidentales estaban convencidos de que las conquistas coloniales ‎demostraban la existencia de una jerarquía entre las razas y que los europeos occidentales ‎estaban en lo más alto de esa jerarquía, así que buscaban cómo distinguir esas razas entre sí ‎mediante una serie de características [2]. ‎La ciencia actual ha demostrado lo absurdo de esa noción, que sin embargo persiste en ‎numerosos países, como en Estados Unidos, donde las estadísticas oficiales siguen clasificando a ‎las personas según ese concepto imaginario [3].‎

Para los nazis, los primeros «subhumanos» eran, por consiguiente, los eslavos, cuyos territorios ‎pretendían conquistar, y su primer blanco fueron los eslavos. Sin embargo, como el canciller ‎Hitler justificaba su voluntad de conquista de un espacio vital (lebensraum) afirmando la ‎superioridad de su «raza» –concepto ampliamente compartido en aquella época por los pueblos ‎occidentales– agregó a su lista los romaníes (o sea la población denominada indistintamente ‎como pueblo gitano, cíngaros o roms) y los judíos simplemente por tratarse de pueblos nómadas o de ‎pueblos sin tierra. Por supuesto, esta condena de los judíos como raza se basaba en el ‎antisemitismo europeo, que el propio Hitler alimentó, pero no fue por antisemitismo que ‎los judíos fueron clasificados como «subhumanos». De hecho, aunque no existe una cultura ‎europea antiromaní, ese pueblo también fue clasificado como «subhumano». ‎

La noción misma de antisemitismo no tiene mucho que ver con los judíos. Los semitas son ‎árabes, algunos de ellos de confesión judía. Por otro lado, gran parte de los judíos de Europa ‎no son originarios de Palestina sino descendientes de poblaciones del Cáucaso convertidas en el ‎siglo X [4].‎

Inicialmente algunos nazis no eran tan hostiles a los judíos alemanes como hoy se cree [5].‎ 

- Antes y después del ascenso de los nazis al poder –pero ya bajo la autoridad de Josef Goebbels–‎‎, Leopold von Mildenstein organizó viajes de oficiales nazis a Palestina, entonces bajo mandato ‎británico. El partido nazi (NSDAP) consideraba inaceptable que los judíos no tuviesen su propio ‎Estado y, por consiguiente, apoyaba la noción del hogar nacional judío en Palestina

- Cuando Alemania ya había adoptado leyes contra los judíos, el partido nazi negoció con la ‎Agencia Judía, en 1933, los Acuerdos de Haavara que autorizaban a los judíos a instalarse ‎en Palestina [6].‎ 

- Las cosas evolucionaron en una mala dirección. En 1938, o sea antes de la guerra, el ministro ‎francés de Exteriores, Georges Bonnet, propuso a la Alemania nazi trasladar los judíos franceses ‎y alemanes a la colonia francesa de Madagascar. Polonia –como acaba de recordarlo ‎el presidente ruso Vladimir Putin– se unió entonces a Francia y Alemania para crear una comisión ‎encargada de preparar la aplicación de ese plan, que nunca llegó a concretarse [7]. ‎

No fue hasta finales de 1941, después de haber agotado todas las opciones y cuando la invasión ‎iniciada contra la URSS comenzó a convertirse para ellos en una pesadilla, que los nazis optaron ‎por la «solución final»: el asesinato en masa.

Rudolf Höss ante el tribunal de Nuremberg. ‎ 

El caso de Rudolf Höss
Antes de la Primera Guerra Mundial, Alemania disponía de un imperio, como las demás grandes ‎potencias europeas. Como militar alemán, Franz Xaver Höss fue enviado al Sudoeste Africano –la ‎actual Namibia–, donde participó en el primer genocidio del siglo XX: la masacre contra las etnias ‎herero y nama. ‎

Su hijo, Rudolf Höss, se enroló desde muy joven en el ejército imperial, durante la Primera Guerra ‎Mundial, y formó parte de los refuerzos alemanes enviados al Imperio Otomano. En sus ‎memorias, Rudolf Höss dice haber luchado contra los británicos en Palestina [8]. En realidad, ‎Rudolf Höss estuvo en la Turquía actual y participó en la masacre desatada por el movimiento ‎militar de los Jóvenes Turcos contra las poblaciones no musulmanas.
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Veinte años después, Rudolf Höss, se enroló en las SS y fue nombrado, en 1940, director del ‎complejo de Auschwitz. Al principio, Auschwitz era un campo de concentración concebido según ‎el modelo de los que habían creado los británicos durante la Guerra de los Boers, en África ‎del Sur. A finales de 1941, se agregó un campo de exterminio (Auschwitz-Birkenau) y, ‎a mediados de 1942, un campo de trabajos forzados (Auschwitz-Monowitz), donde el banquero ‎estadounidense Prescott Bush –padre y abuelo de los dos presidentes Bush– invirtió capitales que ‎le reportaron jugosas ganancias [9].‎

Rudolf Höss afirmó haber sido siempre un hombre normal. Aunque parezca increíble, este individuo ‎no veía como anormal el asesinato masivo de armenios y judíos… en definitiva su padre había ‎asesinado en masa africanos hereros y namas. ‎

El profesor austriaco Konrad Lorenz, fundador de la etología y ‎premio Nobel, era un nazi convencido. Militó en pro de que los homosexuales fuesen ‎marginados de la sociedad, como en los casos donde la medicina impone la amputación de una ‎parte del cuerpo para salvar al paciente. ‎ 

El «exterminio» de los homosexuales



Siguiendo el consenso científico de su época, los nazis trataron de preservar la «raza» ‎germánica prohibiendo los matrimonios interraciales. Eso no era nada nuevo, en Alemania ya ‎se hacía desde 1905, o sea antes de la Primera Guerra Mundial, y también se había hecho en ‎muchos otros países occidentales. ‎

Pero no se trataba sólo de impedir el nacimiento de mestizos, también se buscaba preservar el ‎patrimonio genético de la raza. El Instituto Káiser Guillermo (equivalente alemán del actual CNRS ‎francés (Centro Nacional de la Investigación Científica, siglas en francés) afirmó que si ‎un hombre penetraba a otro hombre podía transmitirle elementos de su patrimonio genético, ‎lo cual significaba que los «homosexuales pasivos» constituían un riesgo. Es por eso que ‎los nazis penalizaron la homosexualidad entre hombres, a pesar de que inicialmente esta ‎había sido públicamente dominante entre los miembros del partido nazi. ‎

Los homosexuales sorprendidos in fraganti eran “invitados” a aceptar la castración o ‎encarcelados como antisociales. Numerosos médicos, como Sigmund Freud, distribuyeron entonces certificados médicos que presentaban la homosexualidad como una enfermedad y ‎afirmaban que el “paciente” en cuestión estaba siguiendo una terapia, con lo cual salvaban ‎al paciente de la castración y de la cárcel. Ciertos grupos citan hoy aquellos certificados falsos ‎para afirmar que el fundador del psicoanálisis condenaba la homosexualidad o la consideraba una ‎patología. ‎

Después de haber asistido en Ámsterdam a la inauguración de un monumento dedicado a los ‎homosexuales deportados –que al parecer fueron unos 5.000 en todo el Reich–, yo mismo ‎fundé una asociación para que se reconociera ese crimen en Francia. Así organicé varias ‎ceremonias con asociaciones de deportados. Conocí entonces a un testigo, Pierre Seel, que ‎contó con lujo de detalles como fue deportado al campo de concentración de Struthof debido a su ‎condición de homosexual y logré que se modificaran por decreto las condiciones para el ‎reconocimiento de la categoría de deportado para que Pierre Seel fuera reconocido como tal. ‎Pero, durante la elaboración de su expediente, se comprobó que aquel testigo mentía y que había ‎sido deportado como alsaciano desertor [10]. Pedí ‎entonces a un amigo, el senador Henri Caillavet, presidente de la Comisión Nacional de ‎Informática y Libertades (CNIL), que investigara sobre la deportación de homosexuales franceses. ‎Al cabo de un año de investigación, el senador Caillavet comprobó que la policía francesa ‎nunca abrió un fichero dedicado a los homosexuales y que nunca hubo deportaciones de ‎homosexuales en Francia, ni tampoco en la Alsacia anexada por el Reich. A pesar de ‎lo anterior, la versión de Pierre Seel fue popularizada y en la ciudad de Toulouse existe incluso una ‎calle que lleva su nombre. ‎

Esta historia me enseñó mucho sobre las exageraciones que los grupos humanos pueden llegar a ‎orquestar para atribuirse la aureola de mártires. Se extendió así la creencia de que el Reich quiso ‎exterminar a los homosexuales masculinos y las lesbianas, lo cual es absolutamente falso. Nunca ‎hubo represión del lesbianismo y los nazis sólo reprimieron la homosexualidad entre los hombres ‎e incluso únicamente entre las poblaciones llamadas «arias». Sólo 48 hombres fueron ‎identificados como homosexuales en Auschwitz. Habían sido deportados a ese campo de ‎concentración y, los que sobrevivieron, fueron liberados en 1942 y obligados a servir como ‎‎«arios» en la «guerra total» contra los Aliados. ‎

¿Tenemos que recordar aquí que las cuestiones de los judíos, los romaníes o los homosexuales ‎no tuvieron absolutamente nada que ver con el inicio de la Segunda Guerra Mundial?
Otto Buchinger, pionero de la ecología. 


Régimen de alimentación
Sigue pareciendo difícil entender por qué los nazis alimentaban, aunque ciertamente muy mal, a los prisioneros ‎que querían eliminar. En realidad alimentaban sólo a los que querían explotar como fuerza de ‎trabajo. Con ellos utilizaban la extraña sopa del doctor Otto Buchinger.‎

Este gran médico era un militante de la Lebensreform, del regreso a la naturaleza. Otto ‎Buchinger teorizó sobre el papel reparador del ayuno y descubrió que se puede trabajar duro y ‎casi sin comer si uno bebe una sopa muy clara. El cuerpo pierde volumen rápidamente pero ‎produce una gran energía. Los trabajos del doctor Otto Buchinger aún se aplican en las clínicas ‎que sus descendientes poseen en Alemania y España, donde los miembros de las dinastías ‎reinantes en las monarquías árabes ‎del Golfo suelen internarse para bajar de peso. Los nazis, que ‎también eran fervientes partidarios del regreso a la naturaleza –el propio Hitler era vegetariano y ‎prohibía que se fumara en su entorno– utilizaron la sopa del doctor Otto Buchinger para hacer ‎trabajar a sus prisioneros, sabiendo que al final ese régimen de alimentación acabaría ‎matándolos.

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El ritual judío del holocausto.‎ 

Solución final, Holocausto y Shoah
Los historiadores designan la liquidación de los judíos de Europa como la «solución final». Pero ‎también se conoce como el «Holocausto» o la «Shoah», dos términos que designan ‎interpretaciones particulares de ese hecho. ‎

El término “holocausto” es utilizado por los cristianos evangélicos estadounidenses y hace ‎referencia a un ritual judío donde se sacrifica una décima parte de los animales y sus cuerpos son quemados. Según su teología, Dios dispuso el exterminio de los judíos de Europa antes de que ‎el Mesías regresara a la Tierra. Así que no es un término muy respetuoso para las víctimas. ‎En todo caso, cuando conocieron la existencia de los campos de exterminio, algunos oficiales ‎evangélicos estadounidenses aconsejaron a su estado mayor no intervenir para ‎no interferir en lo que veían como el «plan de Dios». Dado el hecho que los nazis ‎se esforzaban por matar lejos de la mirada pública, bombardear las vías férreas habría bastado ‎para detener instantáneamente el genocidio, no sólo de los judíos sino también de los romaníes. ‎

La palabra Shoah es un vocablo hebreo que significa “catástrofe” y que hace referencia al ‎silencio de Dios durante la tragedia. Por analogía, los palestinos designan su propia expulsión de ‎la tierra palestina, en 1948, como la Nakba, vocablo que también significa “catástrofe” pero ‎en árabe. ‎

Sabiendo todo lo anterior, no parece que el genocidio contra los judíos sea diferente a ‎los demás, ni que constituya un punto de ruptura en la Historia o que sea resultado sólo del ‎antisemitismo. Y mucho menos que el Estado de Israel ofrezca a los judíos la protección a la que ‎tendrían derecho. Si así fuese, no habría en Israel 50.000 sobrevivientes de los campos de ‎exterminio que viven hoy por debajo del límite de pobreza. 

En 2016, Rusia realiza un concierto en el gran anfiteatro antiguo de la ‎ciudad siria de Palmira, utilizado por los yihadistas del Emirato Islámico (Daesh) para asesinar ‎públicamente “enemigos de Dios”. Ese concierto marca el regreso de la civilización. 


Ni buenos ni malos, tan solo hombres
La puesta en práctica de la «solución final» fue planificada por los nazis y parcialmente llevada ‎a cabo por alemanes. Pero la gran mayoría del personal de los campos de exterminio venía de las ‎repúblicas bálticas.‎

Si se considera que de todos los implicados ninguno hizo nada por detener el crimen, es ‎cuando menos injustificado atribuir la responsabilidad únicamente a Alemania. Lo cierto es que la época ‎pensaba como los nazis, aunque sólo ellos fueron hasta las últimas consecuencias de lo que ‎pensaban. ‎

La evaluación de una ideología debe tener en cuenta sus premisas y admitir que todos podemos ‎acabar tomando una dirección equivocada
Por ejemplo, el Estado de Israel se creó en nombre de la ideología sionista británica [11]. ‎Se trataba de crear una colonia que contribuyera a la expansión del Imperio británico. Israel fue ‎proclamado por David Ben-Gurion, que no era judío en el sentido religioso del término sino ateo, ‎aunque hacia el final de su vida recobró la fe y se hizo… budista. El Estado de Israel concede la ‎nacionalidad israelí según criterios que nada tienen que ver con la religión judía, de manera que ‎esos criterios incluyen numerosas personas rechazadas por los rabinos. Israel no optó por la ‎eliminación de las poblaciones autóctonas y prefirió expulsarlas de los territorios donde vivían. ‎Poco a poco ha ido ocupando nuevos territorios, tragándose casi por completo los territorios de ‎los árabes palestinos. Sin embargo, como algunos palestinos obtuvieron la nacionalidad israelí ‎en 1948 y hoy representan una quinta parte de la población de Israel.

El primer ministro ‎Benyamin Netanyahu –miembro del Likud– impuso la proclamación de Israel como «Estado ‎judío», oficializando así una jerarquización entre los ciudadanos israelíes e imponiendo al Estado ‎una lógica de selectividad entre sus ciudadanos. A pesar de las apariencias, es exactamente ‎la misma lógica que condujo el primer ministro laborista Yitzhak Rabin a plantearse la «solución ‎de los dos Estados»: el objetivo es separar las «razas». Todavía es posible dar marcha atrás. 

Ceremonia de conmemoración del 75º aniversario de la liberación de los ‎prisioneros de Auschwitz.‎ 


[1] «La Turquía de hoy continúa el genocidio armenio», por ‎Thierry Meyssan, Red Voltaire, 30 de abril de 2015.
[2] The Nazi Connection: Eugenics, American Racism, and ‎German National Socialism, Stefan Kuhl, Oxford University Press, 2002; War Against the Weak: ‎Eugenics and America’s Campaign to Create a Master Race, Edwin Black, Dialog Press, 2012.
[3] Hitler’s American Model: The United States and the ‎Making of Nazi Race Law, James Q. Whitman, Princeton University Press, 2017.
[4] The Invention of the Land of Israel: From Holy Land to Homeland, Slomo Sand, Verso, ‎‎2012. Existe una edición en francés titulada Comment la terre d’Israël fut inventée: De la ‎Terre sainte à la mère patrie, [En español: “Como se inventó la tierra de Israel: de la ‎Tierra Santa a la madre patria”], Flammarion, 2014.
[5] The ‎Origins of the Final Solution: The Evolution of Nazi Jewish Policy, September 1939-March 1942, ‎Christopher R. Browning, University of Nebraska Press, 2004.
[6] The Transfer Agreement: The Dramatic Story of the Pact Between the Third Reich ‎and Jewish Palestine, Edwin Black, Dialog Press, 2009.
[7] «Rusia recuerda que Polonia y ‎el III Reich habían planificado ‎la deportación de los judíos desde 1938‎», Red Voltaire, 25 de diciembre de 2019.
[8] Death Dealer: The ‎Memoirs of the SS Kommandant at Auschwitz, Rudolf Hoss, Prometheus, 2012.
[9] «Los Bush y Auschwitz, una larga historia», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, ‎1º‎ de junio de 2003.
[10] La región geográfica denominada Alsacia, en el este ‎de Francia, es de cultura inicialmente germánica y, en diferentes momentos de la historia, estuvo ‎sucesivamente bajo control alemán o francés. Durante la Segunda Guerra Mundial, Alsacia, para ‎entonces parte de Francia, fue anexada nuevamente por el Reich y los jóvenes alsacianos fueron ‎incorporados al ejército alemán o considerados desertores. Nota de la Red Voltaire.
[11] «¿Quién es el enemigo?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 4 de agosto de 2014.

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