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21 enero 2024

Israel-Sudáfrica y el legado del Apartheid: Bombas nucleares

 



por Tito Andino U.

Recopilación de diversas fuentes 


Tras el deceso de Nelson Mandela, ni los propios africanos "derramaron" tantas lágrimas como ciertos personajes de la política Occidental que deseaban ocultar un pasado reciente en que calificaban a los independentistas antiapartheid sudafricanos de "terribles terroristas". Por todo el mundo se escuchó de la prensa y políticos su pesar por el fallecimiento de Mandela. Como dicen algunos, "un ruidoso duelo es una forma de tratar de compensar hoy la práctica de la ideología colonial que tanto han defendido y los crímenes a los que dio lugar". (Thierry Meyssan)

Recordatorio de que no se puede justificar en la historia de Sudáfricabajo ningún concepto, el apartheid del hombre blanco contra las mayorías nativas; no puede ponerse como excusa, ni priorizar la colonización de los bóers aduciendo que aquel era un territorio hostil por naturaleza poblado por tribus "salvajes". La Sudáfrica del presente no oculta el pasado reciente del régimen del apartheid, al fin y al cabo es el legado que dejaron los bóers. Hay un trasfondo más lejano, no solo fue el fruto de los colonos que tomaron posesión de esas tierras, fue la consecuencia de un metódico esfuerzo colonial europeo que intentó convertir a la Sudáfrica del apartheid del siglo XX en una potencia nuclear comandada por Israel.

Resultó incomprensible que en medio de aquella ola de homenajes nadie mencionara el hecho que aún subsiste en nuestros días un Estado racista, históricamente basado -al igual que la Sudáfrica del apartheid- en la visión del mundo de Cecil Rhodes.

Hace alrededor de medio siglo Sudáfrica e Israel eran dos regímenes coloniales que compartían lo que se denomina APARTHEID. Los primeros lograron superar esa oprobiosa etapa, los segundos lo reviven constantemente, la colonización de territorios palestinos continúa, así como la segregación racial y la discriminación son latentes. El genocidio del pueblo palestino tiene "justificación": la guerra contra el "terror", una ya caduca doctrina que pese a su ambigüedad sigue utilizándose en la política exterior de los Estados Unidos y asociados.

Entre los años 70 y 90 del siglo XX Pretoria y Tel Aviv mantuvieron relaciones estratégicas, manejaron proyectos políticos coloniales, compartieron información y material para el desarrollo armamentístico.


Hoy, el régimen del apartheid israelí reniega de Sudáfrica, su ex socio que abolió esas viejas políticas del apartheid y alejó del poder a los supremacistas blancos, ex socios de Israel


Nelson Mandela

 

De ironía histórica se ha calificado el hecho de que Sudáfrica, víctima del apartheid, que un día recibía el apoyo sionista al colonialismo blanco, hoy lidere las denuncias contra Israel en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por actos genocidas. El Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela, principal bastión en la lucha anticolonial, estableció su apoyo incondicional a la lucha por la liberación palestina. Mandela señaló: “Nuestra libertad está incompleta sin la libertad de los palestinos”.

Ahora, ante la Corte Internacional de Justicia, Israel recusó a Sudáfrica de “distorsionar” la guerra en Gaza, dice que los argumentos de Sudáfrica “apenas se distinguen de la retórica de Hamás” y que la imposición de medidas cautelares para detener sus ofensivas solo beneficia a los terroristas. Además Israel dedicó tiempo para atacar el "pasado genocida" de Turquía que apoya la denuncia de Sudáfrica.




El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu critica a Sudáfrica, expresa que la lucha contra el genocidio es de Israel contra Hamás (refiriéndose a los actos de octubre del 2023). El Ministro de Exteriores israelí, Israel Katz, acusa a Sudáfrica, en especial al equipo legal en la Corte de “simpatizar con Hamás”. Entre otros políticos, Avigdor Lieberman, líder de un partido ultranacionalista israelí amenazó a Sudáfrica por apoyar a Palestina, etc.

En el exterior, Alemania dijo que intervendrá en La Haya en favor del derecho de Israel a defenderse y hasta para proporcionarle armas para su defensa. Gran Bretaña ofrece su solidaridad a Israel enviando buques y aviones espía con el objetivo de "proporcionar apoyo táctico a Israel" y declara que la demanda de Sudáfrica es totalmente injustificada y errónea, "el gobierno británico apoya el claro derecho de Israel a defenderse". El primer ministro, Rishi Sunak, visitó Israel y expresó su apoyo al asedio y al bombardeo de Gaza. Por su lado, Estados Unidos acusó a Sudáfrica de entregar armas a Rusia durante la guerra en Ucrania... en fin. 

 

II

Historia

Dos regímenes del apartheid: Israel  y Sudáfrica tras la bomba nuclear

 

Reunión del 11 de abril de 1975 en la residencia del primer ministro de Israel en Jerusalén. Desde la izquierda: Eschel Roodie, director sudafricano de Propaganda; Yitzhak Rabin, primer ministro de Israel; Henrik van den Bergh, director de los servicios secretos sudafricanos, y Shimon Peres, ministro de Defensa de Israel.


Recordemos que Sudáfrica ocupó Namibia (ex colonia alemana conocida como África del Sudoeste Alemana) donde tuvo lugar el primer genocidio del siglo XX. Alemania perdió la Gran Guerra y sus colonias, la Sociedad de Naciones mediante mandato dispuso que Namibia sea administrada temporalmente por Sudáfrica. Posteriormente la ONU y la Corte Internacional de Justicia se pronunciaron por la continua e ilegal ocupación sudafricana. 

El apartheid no se impuso solo en Sudáfrica también la llevaron a Namibia, la segregación racial operaba a toda máquina. Lo que es más grave, Sudáfrica se aprovechó de la posición geográfica de Namibia para atacar otros países, Angola es el más claro ejemplo. En 1975 de la ocupada Namibia partieron las tropas y tanques del apartheid que ingresaron en Angola, el gobierno angoleño solicitó ayuda a las tropas cubanas y material de guerra soviético, desatándose grandes batallas estratégicas que desgastó e inmovilizó a las tropas del apartheid hasta que plantearon la negociación que pondría fin a la aventura imperialista y racista de Sudáfrica en el continente. Pasaron muchos años de guerra y de presión internacional para que el régimen del apartheid conviniera abandonar Angola y Namibia. En 1989 se dio la transición a  la independencia de Namibia.

Tras bastidores ya se susurraba un gran problema, lo recuerda un tal Fidel Castro Ruz:

 

"Los racistas sudafricanos poseían, según nuestros cálculos, entre 10 y 12 armas nucleares. Habían realizado pruebas incluso en los mares o en las áreas congeladas del Sur. El presidente Ronald Reagan lo había autorizado, y entre los equipos entregados por Israel estaba el dispositivo necesario para hacer estallar la carga nuclear. Nuestra respuesta fue organizar el personal en grupos de combate de no más de mil hombres, que debían marchar de noche en una amplia extensión de terreno y dotados de carros de combate antiaéreo. Las armas nucleares de Sudáfrica, según informes fidedignos, no podían ser cargadas por aviones Mirage, necesitaban bombarderos pesados tipo Canberra. Pero en cualquier caso la defensa antiaérea de nuestras fuerzas disponía de numerosos tipos de cohetes que podían golpear y destruir objetivos aéreos incluso a decenas de kilómetros de nuestras tropas".



La foto corresponde al armazón básico de la bomba atómica diseñada por Sudáfrica. Antes de cancelar el proyecto en 1989, se estaba armando la séptima. Las seis bombas eran aún aparatosas y "primitivas" de fisión de uranio por disparo ("tipo Hiroshima", con menos de la mitad de potencia que Hiroshima: unos seis kilotones). Las pesadas carcasas eran de las bombas de aviación que podría haber sido suficiente para llegar a sus blancos, les fue imposible diseñar un misil. Además, Sudáfrica carecía de bombarderos capaces de cargarlas a ninguna distancia razonable, solo habrían podido ser lanzadas desde aviones de transporte, un blanco "fácil" ante una decente defensa aérea. (Quora)

La carrera nuclear de Sudáfrica data de 1969, en las instalaciones de Pelindaba y Valindaba. El proyecto -por supuesto- era secreto (luego se adujo que conllevaba fines pacíficos) y solamente fue conocido tras la denuncia de varios países alertando que Sudáfrica estaba enriqueciendo uranio mediante el desarrollo del proceso Helikon de separación y enriquecimiento del uranio hacia uranio-235 de grado militar. 

Nota: Un primer reactor de investigación SAFARI-1 fue entregado por EEUU, construido e inaugurado en 1965. Desde entonces funciona con una potencia de hasta 20 MW. El uranio enriquecido para su uso en el reactor fue suministrado inicialmente por Estados Unidos y ha estado sujeto a salvaguardias de la OIEA (Wiki).


La central nuclear de Pelindaba, foto del 2006

Sudáfrica podía obtener fácilmente grandes cantidades de uranio namibio por el saqueo y explotación de esa colonia, en aquellos tiempos África del Sudoeste.

En el presente hay pocas dudas de que la tecnología para las bombas no proviniera de Israel. Los dos países mantenían en secreto el intercambio de "tecnología, tritio y misiles balísticos israelíes a cambio de uranio namibio para el reactor del Néguev". Sin embargo, conforme las fuentes, Israel se negó a compartir el plutonio resultante.

 

El Incidente Vela

Un extraño suceso sería conocido como el "Incidente Vela" o "Flash del Atlántico Sur".

Fecha: 22 de septiembre de 1979. 

Ubicación: Sur de Sudáfrica (47º S, 40º E), aguas territoriales de Sudáfrica que coincide con las Islas del Príncipe Eduardo, entre el Atlántico Sur y el Océano Índico. 

Responsable: Sin confirmación -nadie lo ha admitido oficialmente-, se trató de una prueba nuclear de Sudáfrica o Israel, o conjunta entre Sudáfrica e Israel.

Ese día los sensores ópticos del Satélite Vela 6911, del Proyecto Vela de los Estados Unidos, detectaron dos destellos en la atmósfera en forma de relámpagos de luz con una potencia estimada entre 2 o 3 kilotones, que pudo tratarse de una prueba nuclear. Luego se adujo que los detectores del pulso electromagnético no pudieron comprobar de modo fehaciente si se trataba de una explosión nuclear; no obstante, los científicos responsables del Proyecto Vela aseguraron que el satélite funcionaba correctamente y era fiable porque había detectado otros 41 ensayos nucleares anteriores. Incluso en agosto de 1977 un satélite soviético detectó una zona de pruebas en el desierto de Kalahari e informaron a los Estados Unidos.


Proyección de la Tierra donde se muestra el punto de donde provinieron las radiaciones de la explosión. (Wiki)

Encubrimiento y negación 

Un primer informe de 1979 del gobierno de los Estados Unidos aseguraba que se había tratado de una explosión nuclear, atribuyéndole la responsabilidad a Sudáfrica. El presidente Carter creó una comisión de expertos para evaluar los datos suministrados por el satélite. Esta vez se afirmó que no se había tratado de una explosión atómica al no haberse encontrado radiación cerca a la zona del destello, no se estableció la naturaleza del fenómeno. No había presencia de subproductos nucleares en el aire, aseguraba la Fuerza Aérea de Estados Unidos. 

Contradictoriamente documentos desclasificados se oponían a la versión del informe elaborado por la comisión de investigación designada por Carter. Desde 1980 aparecieron varios informes que asumieron como verídica la hipótesis de la explosión de un artefacto nuclear sudafricano. Instancias como la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), el Laboratorio de Investigación Naval de EEUU (NRL), el informe desclasificado del National Security Council (NSC), de 22 octubre 1979), los informes de la CIA, apuntan con toda seguridad que el destello fue el resultado de una detonación nuclear. El radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico) reveló fenómenos inusuales en la ionosfera. El estado federal de la Australia Occidental, registró índices anormales de radioactividad en la zona​. 

El gobierno estadounidense hizo caso omiso de las pruebas iniciales y emprendió una campaña de negación, la Casa Blanca evitó hablar de un ensayo nuclear para impedir sanciones contra Israel por violar el "Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares" TPPEN, del 5 de agosto de 1963. 

El Gobierno de Sudáfrica estaba sometido a un embargo de armas por las Naciones Unidas,​ lo que explicaría el silencio de presuntos socios en esta prueba nuclear. En esos días Israel y el Gobierno sudafricano mantenían férreos vínculos, las grandes reservas de uranio garantizaba la colaboración mutua en materia de tecnología militar a lo largo de esos años.  

Durante décadas no existe una versión oficial, la información se mantuvo clasificada hasta 2016 en que la página web del Centro de Investigación de Seguridad Nacional de la Universidad de Georgetown en Washington (Georgetown University National Security Research Center) mostró el archivo en que la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) conocía que el régimen de Tel Aviv realizó con la ayuda del gobierno del apartheid un ensayo nuclear en las aguas del sur del océano Atlántico en 1979, concretamente sobre una plataforma oceánica al norte de la Antártida. Otro documento de la CIA de 1990 reconocía que Sudáfrica producía armas nucleares.

El 20 de abril de 1997, el diario israelí Haaretz citó al viceministro de Relaciones Exteriores de Sudáfrica, Aziz Pahad, quien confirmó que el "doble flash" del otro lado del Océano Índico fue causado por una prueba nuclear sudafricana. Haaretz citó informes anteriores según los cuales Israel había comprado 550 toneladas de uranio de Sudáfrica para su propia planta nuclear de Dimona y sus armas nucleares. A cambio, Israel, presuntamente, hizo entrega a Sudáfrica de información y materiales radioactivos para el diseño e incremento de la potencia de sus ojivas nucleares.

Bajo presión internacional para que Sudáfrica abandone su programa nuclear, que ya no podía seguir ocultando, el régimen del apartheid anunciaba en 1990, mandato de  Frederik de Klerk, que su país había fabricado su bomba atómica y admitió la posesión de seis armas nucleares.

En 1993, de Klerk comunicaba la decisión de su país de desmantelar sus seis armas nucleares y una séptima en etapa de armado. Ese proceso tuvo lugar antes de la transición al gobierno del Congreso Nacional Africano. No hubo ninguna mención del "Incidente Vela" o de la cooperación israelí en el programa nuclear de Sudáfrica. El régimen del apartheid nunca brindó una versión oficial mucho menos Israel pese a las denuncias de la comunidad internacional. 

En 1995 la IAEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) expresó su satisfacción al declarar que Sudáfrica había desmantelado y eliminado oficialmente su programa nuclear. Es evidente que esto se consiguió también gracias a la figura cautiva del símbolo sudafricano Nelson Mandela, un hombre íntegro, revolucionario, que había soportado casi tres décadas de confinamiento solitario.


El apartheid no terminó con la declaración de su fin y la apertura libre a elecciones. En agosto del 2012 se volvió a ver aquellos rezagos con la masacre de los mineros de Marikana en Sudáfrica, que laboraban para la empresa inglesa Lonmin y que se habían declarado en huelga, la policía intervino matando a 34 trabajadores e hiriendo a más de setenta y arrestando a más de dos centenares de mineros. Los detenidos fueron torturados; existe evidencia de que diecisiete mineros fueron asesinatos fuera de la mina al estar detenidos tras los alambres de espino. Los forenses determinaron que la mayoría fue perseguida y ejecutada a sangre fría.


Una forma de apartheid económico y político subsiste, no solo en Sudáfrica o en el continente africano, el problema es global, es resultado de la explotación impuesta a los pueblos del Tercer Mundo.


Los supremacistas del apartheid también recibieron con agrado a las grandes potencias occidentales y convirtieron a la nación y a la población negra en "conejillos de indias". Supremacistas blancos, originarios del régimen del apartheid sudafricano en la hoy inexistente República de Rodhesia (en honor a Cecil Rhodes) usaron armas químicas y biológicas contra tropas de Mozambique en 1977. Glenn Cross en "Guerra Sucia: Rhodesia y la guerra química - biológica 1975-1980", argumenta que en su intento de defender al gobierno blanco, los agentes de los colonos blancos de Rhodesia mataron de mil a dos mil quinientas personas con armas químicas y biológicas. El gobierno de Zimbabwe incluye otros dos mil en Mozambique, en el libro "The Fallen Heroes of Zimbabwe" (publicado en 1983). Recordemos que Rhodesia se transformó en Zimbabwe (en el sur) y en la actual Zambia (en el norte).

El caso del doctor Wouter Basson y el programa secreto de investigación biológica y química llamado "Project Coast" lo comprueban, tal como lo reproducimos en este enlace: El Legado del Apartheid: Armas químicas


Otros datos sobre la reunión de 1975



El libro "The Unspoken Alliance: Israel's secrety alliance with apartheid South Africa" (La alianza secreta de Israel con el apartheid en Sudáfrica) de Sasha Polakow-Suranksy (periodista y autor estadounidense, editor adjunto de Foreign Policy, ex editor de opinión del New York Times y ex editor senior de Foreign Affairs), afirma que entre las personas que asistieron a una reunión del 31 de marzo de 1975 estaba el jefe del Estado mayor surafricano, el teniente general R.F. Armstrong quien elaboró un memorándum señalando los beneficios que supondría la obtención de misiles Jericó armados con cabezas nucleares. El 4 de junio, Peres y Botha mantuvieron una reunión en Zúrich en la que se trató del proyecto Jericó, rebautizado Chalet. Las actas secretas de esa segunda reunión señalan que "el ministro Botha expresó su interés en un número limitado de unidades de Chalet siempre y cuando estuviese disponible la carga correcta". "El ministro Peres explicó que la carga correcta estaba disponible en tres tamaños. El ministro Botha expresó su gratitud y dijo que pediría consejo".

El ministro sudafricano de defensa, Pieter Willem Botha, solicitó las bombas y su homólogo israelí Simon Peres (y futuro presidente de Israel) se las ofreció "en tres tamaños". La expresión "tres tamaños" se refiere supuestamente a los tres tipos de armas: convencionales, químicas y nucleares. Finalmente el acuerdo no llegó a firmarse en parte por el costo que suponía. Además, habría necesitado la aprobación final del primer ministro israelí, lo que no era del todo seguro.



Según The Guardianlas autoridades israelíes trataron de impedir que el Gobierno sudafricano post-apartheid desclasificara estos documentos y mostró fotografías de los documentos sobre esas reuniones. 

Conclusión

Queda en evidencia que Israel ofreció vender cabezas nucleares al régimen segregacionista sudafricano en 1975. Los documentos secretos (de Sudáfrica) constituyen prueba irrefutable de que el Estado de Israel estaba ya dotado de armas atómicas, pese a su política de "ambigüedad" (ni lo niega ni lo confirma).

En 1986, el técnico nuclear israelí Mordejái Vanunu (de él salió la hipótesis de que "Israel posee entre 200 y 300 bombas atómicas") reveló que Israel desarrolló desde 1958 un programa nuclear en Dimona, en el desierto de Néguev, en estrecha colaboración con Sudáfrica (suministro de uranio).

Israel no entregó armas nucleares a Sudáfrica, pero si ayudó para que el régimen del apartheid sudafricano desarrolle su propio diseño, que bien pudo haber sido el ensayo descrito en el "Incidente Vela", prueba en la que pudo o no haber participado personal israelí. 

La tesis de experimentos nucleares de Sudáfrica se refuerza por el inusual nivel de seguridad asumido por su fuerza naval una semana antes a la probable explosión (Incidente Vela) y que, en el momento de la detección satelital de los destellos, varios buques de la marina sudafricana se encontraban en las proximidades.​ 

La Sudáfrica del apartheid decidió desmantelar sus bombas nucleares antes que un nuevo gobierno de la era post-apartheid asumiera el poder e Israel intentó impedir que el gobierno sudafricano post-apartheid desclasificara estos documentos.


23 diciembre 2023

Hitler, el definitivo test de Rorschach



 

por L. P. KOCH

LucTalks (web alemana)

Título original en inglés: Hitler, the Ultimate Rorschach Test. The rise of Nazism and how to study history


Nota previa del editor del blog

El test de Rorschach Inkblot es un tests  psicológico proyectivo muy utilizado en todas partes como medio para examinar las características de personalidad y el funcionamiento emocional del examinado, sus parámetros psicométricos siguen siendo un instrumento clínico con valor diagnóstico. La prueba se emplea generalmente para detectar patrones de pensamiento subyacentes y diferenciar disposiciones psicóticas de no psicóticas en el pensamiento de una persona. El Rorschach también se utiliza en casos forenses y de custodia, así como para medir el grado general de adaptación de una persona a la sociedad. Según sus defensores las diez láminas utilizadas son una forma completa que detecta un amplio rango de condiciones mentales y problemas latentes que otras pruebas y exámenes no podrían revelar. 

La principal crítica de los detractores de este método de evaluación psicológica es la falta de rigor científico de las pruebas que pretenden sostener su validez y confiabilidad, una pseudociencia que debió abandonarse hace años. Los detractores critican además que, al carecer el estímulo de una estructura y significados determinados, el universo de respuestas posibles es muy amplio y la interpretación de ellas puede verse influenciada también por las impresiones subjetivas y los prejuicios del propio psicólogo, dado que, además, la interpretación de cada elemento dibujado debe ser contextual (no puede realizarse por partes, sino teniendo en cuenta el conjunto).

Los críticos del test, tanto dentro como fuera de la comunidad de psicólogos, psiquiatras y expertos en salud mental, afirman que su práctica es inaceptable por la falta de consenso científico y la actitud cada vez más crítica de la población frente a los exámenes psicológicos en general. Esto marca en la opinión pública una tendencia escéptica frente al Test de Rorschach para entregar resultados válidos y confiables.

Sin embargo, hasta hoy -a pesar de décadas de discusión y falta de consenso en el ámbito académico- el test sigue siendo aceptado en los tribunales de justicia, suele utilizarse en muchas partes para seleccionar personal. (Citas resumidas de Wikipedia)


*****



Ensayos sobre filosofía en un mundo enloquecido

El ascenso del nazismo y cómo estudiar la historia

No podemos evitar ver la historia a través del lente de nuestras creencias más profundas.

En ninguna parte esto es más evidente que en cómo la gente ve a Hitler y el Tercer Reich: abofeteamos a nuestros antecedentes en una era hipercompleja que permite un número casi infinito de ángulos, y como por arte de magia, todo se ordena en un pequeña narrativa ordenada.

Y así, los izquierdistas afirmarán que Hitler era simplemente un conservador con esteroides, y verán, ahí es adonde conduce inevitablemente el conservadurismo.

Los marxistas argumentarán que los nazis fueron en realidad sólo la reacción del capital a la revolución proletaria, por lo que de otro modo sería inevitable, posponiendo así la utopía comunista mediante la colusión entre industriales, junkers y banqueros occidentales.

Los conservadores argumentan que el nazismo era simplemente comunismo, porque, no sé si hay una "S" en "NSDAP".

Los revisionistas le dan un giro adicional a esto al afirmar que el verdadero malo de toda esta historia no fue Hitler, sino Stalin: fue él quien inició la Segunda Guerra Mundial obligando a Hitler a actuar.

Los cristianos señalan que Hitler era anticristiano, tenía un montón de creencias paganas locas (o, alternativamente, que abrazaba el cientificismo), que el famoso Concordato entre el Vaticano y los nazis trataba simplemente de proteger al clero de la persecución, lo que de todos modos ocurrió a torrentes.

Los ateos dicen que especialmente los protestantes, pero también un número no pequeño de católicos (el propio Hitler era uno de ellos), abrazaron incondicionalmente a Hitler, y que deberíamos ver el nazismo como una consecuencia de la mentalidad autoritaria cristiana.

Los psicoanalistas pintan a Hitler como el arquetípico del Tipo del Complejo de Edipo: debido a que era cercano a su madre y pudo haber sido golpeado por su padre varias veces, prendió fuego salvajemente a Europa (naturalmente).

Los apologistas nazis se quejan de las leyes que prohíben la negación del holocausto (lo cual es bastante justo) y luego defienden un régimen en el que a nadie se le permitía decir nada que no estuviera sancionado por los poderes fácticos y, en realidad, los judíos tienen la culpa de todo el caos, a pesar de que fue bueno, o algo así.

Los pensadores sistémicos negarán la agenda de Hitler y culparán de todo a las infames luchas internas entre los peces gordos nazis o a las leyes económicas o a los conflictos tribales impulsados por la evolución o lo que sea, mientras que otros ven en Hitler una figura todopoderosa que lo hizo todo por sí mismo por pura voluntad fanática, eximiendo convenientemente de cualquier culpa tanto a los alemanes como a las potencias extranjeras.

Otros más intentan culpar a los alemanes (entre ellos muchos alemanes masoquistas) pintando a Hitler como la consecuencia natural de la irracionalidad y el autoritarismo teutónicos.

Y así sucesivamente.




¿Hay alguna manera de salir? ¿Puede haber algo así como una verdadera narrativa histórica?

Bueno, al menos podemos acercarnos a uno. Pero para eso necesitamos desesperadamente trabajar contra nuestra tendencia a optar por la historia más conveniente: conveniente, es decir, para nuestras propias nociones preexistentes e intereses argumentativos.

Es importante destacar que lo que vemos en la historia depende de nuestro propio desarrollo personal, experiencia y sabiduría. ¿Podemos imaginarnos vivir una determinada situación histórica? ¿Podemos sentir la atracción de la narrativa dominante en ese momento y evaluar honestamente nuestra reacción ante ella? ¿Podemos comprender visceralmente las diferentes fuerzas en juego tanto durante el período en cuestión como en nuestro tiempo presente? ¿Entendemos la psicopatología y su relación con los seres humanos sanos, como resultado de la lectura y la experiencia de la vida real, y podemos aplicarla a varios factores influyentes y a la población en general en el pasado?

Para dar un ejemplo: aquellos que vivieron la locura del Covid, al ver a través de toda la propaganda y los sofismas, podrán reconocer algunos de los mismos patrones y sensaciones que muchas personas sintieron durante el nazismo. Cuando todo empezó, mi esposa y yo releímos la autobiografía de Sebastian Haffner, Desafiando a Hitler, en la que relata la toma del poder nazi desde la perspectiva de la vida cotidiana de un alemán común y corriente. No hace falta decir que los paralelismos son inquietantes. Haber vivido el Covid y darte cuenta de que el comienzo de la era nazi fue similar en ciertos aspectos no solo agudizará tu visión del pasado y del presente, sino que también te hará inmune contra ciertos apologistas nazis: si no te gustara lo del Covid, habrías odiado la vida bajo Hitler. También te hará más inmune contra patrones similares que se desarrollan hoy en día.

Pero en lugar de convertir esta idea en otra narrativa simplista, deberíamos estar abiertos también a otros ángulos. Rara vez son mutuamente excluyentes.

Por ejemplo: partiendo nuevamente de nuestra propia experiencia en el presente, sabemos cómo el Imperio anglosajón nos ha mentido y hecho propaganda en innumerables guerras, desde Kosovo hasta Irak, desde Libia hasta Ucrania. ¿Qué debería decirnos eso sobre la historia aceptada de la Primera y la Segunda Guerra Mundial? ¿Debemos asumir que Gran Bretaña y Estados Unidos habían sido niños del coro antes de, digamos, de 1960, y de repente se convirtieron en mentirosos imperialistas de la noche a la mañana? ¿Qué hacer con la versión aliada de los acontecimientos desde esa perspectiva?

“¡Pero eso significaría que aquí realmente no hay buenos ni malos!” No, a veces los hay. Sin embargo, en general la historia es complicada. Incluso para hablar de los buenos y los malos, necesitamos, nuevamente, comprender visceralmente hoy lo que significan el bien y el mal en diferentes contextos, es decir, todo el enigma de la moralidad. Necesitamos comprender las formas de engaño y propaganda empleadas por varios actores, los diferentes niveles de ignorancia, fanatismo ideológico, debilidades humanas, la vida del alma y mucho más. 

Otro ejemplo de cómo nuestra lectura de la historia depende de nuestros antecedentes es la suposición materialista de que no existen “fuerzas superiores” buenas o malas, por así decirlo, es decir: influencias a las que podemos estar sujetos si nos abrimos, conscientemente o no, a determinadas energías. Para decirlo de manera menos esotérica: tendemos a ver la historia como una cadena de causa y efecto, en contraposición a algo que se mueve a lo largo de diferentes líneas teleológicas, expresando ciertas formas que podemos aprovechar, o como dijo Oswald Spengler: destinos.

Echemos un vistazo rápido a lo que producen estos dos ángulos, sólo para demostrar la idea.

El papel de los anglos

A principios del siglo XX, Gran Bretaña era el actor más poderoso: el imperio dominante, gobernante del mar, el centro de poder mundial. Es bastante extraño, entonces, que casi nadie le pregunte sobre su papel en los acontecimientos que marcaron el inicio del nuevo orden mundial: la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial.

Algunos historiadores lo saben mejor, sin duda, pero la versión caricaturesca de la historia que a todos nos enseñan dice más o menos así: después de que Napoleón hizo sus cosas malas sin ningún motivo excepto ser malvado, ahora fueron los malvados alemanes quienes al azar comenzaron la Primera Guerra Mundial (porque son estúpidos y malvados), con las otras naciones “caminando sonámbulas” al azar. El Káiser tiene la culpa porque construyó una flota y, por lo tanto, compitió ingenuamente con Gran Bretaña, aunque a nadie parece ocurrírsele que esto implica que Inglaterra sea realmente culpable de la guerra, pero no importa.

Por suerte para nosotros, como sucede tan a menudo en la versión anglosajona de la historia mundial, Gran Bretaña y Estados Unidos salvaron el día. Luego Alemania se sumió en el caos, completamente ajena a cualquier política anglosajona, por supuesto (por favor, no miren a los bancos centrales, a la City y a Wall Street, algo que ningún historiador debería hacer jamás), y Hitler apareció de la nada, cosa que, por supuesto, nadie podría haber sabido y mucho menos detenido, especialmente el Imperio, que finalmente no tuvo más remedio que salvar el día de nuevo.

Se podría preguntar razonablemente cómo es posible que el imperio más poderoso del mundo no tuviera nada que ver con nada. Sería un poco como mirar la guerra de Ucrania y afirmar que Estados Unidos no tuvo nada que ver con ella: era simplemente Putin haciendo el mal sin ninguna razón excepto ser malvado, y el Imperio anglosajón simplemente intervino cuando una pobre nación invadida clamó por ayuda. (Espera un minuto…)

Pero, dado lo que sabemos hoy sobre cómo el mundo anglosajón hace negocios, ¿debemos creer que desde 1914 hasta 1945 no hubo inteligencia? ¿Sin intromisión? ¿No hay operaciones abiertas y encubiertas que salvaguarden los intereses de la élite del imperio? ¿Sin chanchullos financieros, especulaciones, cambios de régimen, chivos expiatorios, manipulación de la opinión pública en el país y en el extranjero, y todo lo demás? ¡Por supuesto que no! La culpa es directamente del Kaiser y de los reaccionarios de Weimar, tal vez algunos comunistas, con un poco de sobra para los codiciosos franceses. Es curioso cómo funciona eso.

Consideremos la famosa teoría del Heartland de Halford Mackinder, que desarrolló a principios del siglo XX y que articuló los claves intereses geopolíticos anglosajones.
 
Lo esencial es que el mayor peligro para la supremacía anglosajona reside en el “corazón” (Europa del Este y Rusia), que tiene el potencial de dominar el mundo si se desarrolla tecnológicamente y en términos de organización:

Mackinder describió las siguientes formas en las que el Heartland podría convertirse en un trampolín para la dominación global en el siglo XX

- Invasión exitosa de Rusia por parte de una nación de Europa occidental (muy probablemente Alemania). Mackinder creía que la introducción del ferrocarril había eliminado la invulnerabilidad del Heartland a la invasión terrestre. A medida que Eurasia comenzó a estar cubierta por una extensa red de ferrocarriles, existía una excelente posibilidad de que una poderosa nación continental pudiera extender su control político sobre la puerta de entrada de Europa del Este a la masa continental euroasiática. En palabras de Mackinder, "Quien gobierna Europa del Este manda en el Heartland".

- Una alianza ruso-alemana. Antes de 1917, ambos países estaban gobernados por autócratas (el zar y el káiser), y ambos podrían haberse sentido atraídos por una alianza contra las potencias democráticas de Europa occidental (Estados Unidos era aislacionista con respecto a los asuntos europeos, hasta que participó en la Primera Guerra Mundial en 1917). Alemania habría aportado a tal alianza su formidable ejército y su gran y creciente poder marítimo.
 
- Conquista de Rusia por un imperio chino-japonés (ver más abajo)

En otras palabras, el imperio anglo estaba (y está) desesperado por sofocar el desarrollo de Rusia, y especialmente cualquier unión de fuerzas entre éste y Alemania; esta última se había convertido, a los ojos de los británicos, en una amenaza a la supremacía anglo por derecho propio. gracias a su poder industrial y científico.


El mapa geopolítico de Mackinder.


Ahora bien, da la casualidad de que la Primera Guerra Mundial provocó precisamente lo que la Doctrina del Heartland dictaba que sería el resultado perfecto para Gran Bretaña: Alemania en ruinas, el Káiser desaparecido, Rusia primero desgarrada por la guerra civil y luego por la locura bolchevique. Cualquier acercamiento entre Alemania y Rusia estaba fuera de discusión: la única posibilidad habría sido una coalición entre los “blancos” monárquicos y antibolcheviques de Rusia y los reaccionarios generales prusianos alemanes, o alternativamente, tal vez, entre los bolcheviques y una Alemania comunista. No hace falta decir que ambas opciones no se materializaron, y sería una descarada teoría de conspiración sugerir que podría haber fuerzas en juego que intentaron asegurarse de ello.

Todo el mundo odiaba la República de Weimar y había muchas opciones sobre la mesa: una dictadura militar, una restauración o una monarquía constitucional, varios movimientos nacionalistas, un régimen comunista (tanto alineado como no alineado con los bolcheviques)... Y, sin embargo, fue Hitler quien ganó: un anglófilo explícito que veía en Gran Bretaña a su aliado natural, como lo describió en Mein Kampf. También era ferozmente anticomunista y, por tanto, antirruso, además de considerar a los eslavos una raza inferior. Esta visión de las cosas no fue en modo alguno la única en los círculos nacionalistas alemanes: incluso algunos miembros del movimiento nazi, como los hermanos Strasser, se inclinaban más hacia la izquierda y podrían haber optado por una política más prorrusa. De hecho, muchos conservadores nacionalistas eran muy hostiles hacia Gran Bretaña y lamentaban la “americanización” de Alemania. La mayoría tampoco tenía mucha paciencia con las teorías raciales de Hitler; incluso Göring pensaba que la “manía racial” era una obsesión privada de Hitler, Himmler y Rosenberg.

Por desgracia, fue Hitler, quien fue a invadir Rusia, y tras la segunda guerra mundial, Alemania fue completamente derrotada, espiritualmente aplastada e integrada en el imperio anglosajón con prácticamente cero posibilidades de volver a tomar alguna decisión geopolítica independiente. Europa estaba claramente dividida a lo largo de las líneas divisorias de Mackinder a través de la Cortina de Hierro: una integración con Rusia absolutamente imposible, con tropas aliadas (y más tarde armas nucleares estadounidenses) estacionadas en medio de todo.


Cuando miramos las fuentes desde ese ángulo: ¿qué arroja? Resulta que es un gran negocio. En su libro, "El conjuro de Hitler: cómo Gran Bretaña y Estados Unidos formaron el Tercer Reich" (Conjuring Hitler: How Britain and America Made the Third Reich), Guido Giacomo Preparata presenta un caso grave de como Gran Bretaña y Estados Unidos manipularon, traicionaron y presionaron a las potencias continentales para lograr sus objetivos. Desde el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, cuando las alianzas producirían exactamente los resultados deseados, la entrada de Gran Bretaña en la guerra que la convirtió en una guerra mundial en primer lugar, hasta las acciones financieras y económicas encubiertas que arruinaron a Alemania, la apuntalaron en los años dorados de Weimar, luego lo arruinó de nuevo justo antes de Hitler, y luego la apuntalaron de nuevo -en las coyunturas adecuadas para que el hitlerismo pudiera surgir-, su historia es bastante sorprendente y está bien documentada.
 
Ahora, ¿creo que esto es todo lo que hay que hacer? ¿O que Gran Bretaña realmente planeó todo el asunto de principio a fin, en una especie de gran plan para aplastar a Alemania? Absolutamente no. Porque no es así como funciona la historia: la versión de los acontecimientos de Preparata se parece demasiado a otra pequeña narración ordenada, y algunas de sus afirmaciones son realmente inverosímiles. Pero aún así, sería tonto no dar por sentado que facciones fuertes en Gran Bretaña y Estados Unidos, como potencias mundiales dominantes, no persiguieron sus intereses con celo maquiavélico, y que gran parte de la historia moralista que nos han contado está incompleta en el mejor de los casos, un completo disparate en el peor.

Por ejemplo, tiene mucho sentido, desde esta perspectiva, que el apoyo de Gran Bretaña a los blancos rusos (que lucharon contra los bolcheviques) fuera sólo un espectáculo, y que socavara encubiertamente el esfuerzo. ¿Por qué no habría de ser así, si era preferible una Rusia destruida y dirigida por fanáticos asesinos? ¿Y por qué ciertas facciones en Gran Bretaña, analizando las diferentes opciones en Weimar, no apoyarían encubiertamente al hitlerismo en lugar de las fuerzas hostiles hacia Inglaterra? ¿Y no es cierto que fuerzas poderosas, incluido Churchill, se aseguraron de que Inglaterra entrara en la Primera Guerra Mundial al sembrar el miedo sobre una amenaza exagerada de construcción de flotas alemanas? convirtiéndolo innecesariamente en un baño de sangre que se prolongó durante años, planeó Versalles utilizando engaños e intrigas, y luego lo hizo de nuevo cuando entró en la Segunda Guerra Mundial, prometiendo seguridad a Polonia de la nada sin exigir nada a cambio, incluso cuando llevó a Hitler a creer que se mantendría neutral?

De hecho, si nos olvidamos por un momento de todas las cortinas de humo propagandísticas, entre los intereses geopolíticos anglosajones y el Complejo Financiero Industrial Militar engordando con la guerra, prestando y vendiendo a todos los bandos, la historia de principios del siglo XX empieza a tener mucho más sentido.

Pero repito, no creo en grandes conspiraciones directas que abarquen muchas décadas, y mucho menos en que sea posible implementar un plan tan grandioso. Siempre encontrarás diferentes facciones enfrentándose entre sí, acontecimientos imprevistos que arruinan las cosas, meras reacciones de un momento a otro, errores, etc. No es que las cábalas secretas de hombres poderosos no sean reales; sabemos que lo son. Es que su poder, conocimiento y competencia son limitados, a pesar de su grandiosidad y postura. Afirmar que pudieron planificar los acontecimientos de la primera mitad del siglo con el nivel extremo de detalle que se requeriría para que no se descarrilara por completo muchas veces sería absurdo. Al menos no podían hacerlo solos.

Lo que nos lleva a otro ángulo olvidado desde el que mirar la historia.

Las Fuerzas Oscuras y sus Agentes

A pesar de lo que acabo de decir sobre las grandes conspiraciones, cuando se estudia la historia de cerca, a veces uno tiene la extraña sensación de que los resultados que produjeron no son del todo aleatorios. Napoleón podría haber derrotado a Gran Bretaña si unas cuantas cosas hubieran sido ligeramente diferentes, con todo lo que esto habría implicado, y sin embargo, nos parece que de alguna manera esto no estaba destinado a ser así, que este no era su destino ni el nuestro.
 
Lo mismo ocurrió con el nazismo: casi se podría argumentar por qué debe haber habido algún tipo de intención vaga detrás de todo esto. El ascenso (y el reinado) de Hitler podrían haber sido detenidos mil veces por las circunstancias si ciertos acontecimientos se hubieran desarrollado de manera ligeramente diferente. Y, sin embargo, todos los parámetros parecen haber sido fijados de algún modo para “producir el nazismo”. Como han señalado varios biógrafos de Hitler: a lo largo de su carrera, Hitler parece haber sido seguido por un extraño tipo de suerte que le impidió hundirse en varios momentos.

Es como si una especie de Telos gestara e impusiera sutilmente una cierta forma a las épocas históricas, una cierta Gestalt. Como un cristal que crece de cierta manera, con cierta variabilidad pero con una estructura general distinta; como una planta que produce una determinada flor: no de manera determinista, porque la flor puede florecer de muchas maneras diferentes, pero tampoco libremente: el tipo de flor no se puede cambiar.

Este tipo de comprensión teleológica de la historia no está tan lejos como los modernos tendemos a creer. El historiador alemán Rolf Peter Sieferle lo expresó así, reflexionando sobre la relación entre ideas que emergen en la historia y que presagian su implementación en un momento (mucho) posterior:

"Si se desarrolla un nuevo patrón en un campo simbólico, este patrón (que todavía está bastante lejos de la dominancia) puede representarse tempranamente en órganos individuales del campo correspondiente. La visión intelectual sería entonces una cristalización prematura de un proceso subterráneo más integral; quizás también un vehículo para su realización. Sin embargo, el concepto de causalidad sería engañoso; Sería simplemente una cuestión de diferentes intensidades en la expansión de un nuevo campo simbólico, que puede surgir ya bastante temprano aquí y allá".

Y, por supuesto, Oswald Spengler afirmó que las naciones y los pueblos juegan sus destinos en lugar de dejarse llevar por la causalidad; la causalidad es un concepto problemático de todos modos cuando se trata de la historia, como todo el mundo entiende (o debería entender).

Pero ¿cómo funciona esto? ¿Cómo un telos del futuro produce una cierta Gestalt en la historia?

Nota del editor del blog sobre los conceptos telos y gestalt: 
TELOS: El telos (palabra griega: ‘fin’, ‘objetivo’ o ‘propósito’ o 'meta') es el fin o propósito, en un sentido bastante restringido utilizado por filósofos como Aristóteles. Es aquello en virtud de lo cual se hace algo. Es la raíz de la palabra "teleología", un término que significa el estudio o doctrina de la finalidad o intencionalidad o el estudio de los objetos por sus objetivos, propósitos o intenciones. La teleología es un concepto central en la biología para Aristóteles y en su teoría de la causación. Para Aristóteles, todo tiene un propósito o fin último. Si queremos entender lo que es algo, debe ser entendido en términos de ese fin último. El telos sería el objetivo perseguido por todas las personas, animales o plantas. El telos de una bellota sería ser roble. Así todas las cosas, incluidas las hechas por los seres humanos tienen un telos. Aristóteles piensa que el telos del ser humano es encontrar la felicidad y que puede alcanzarse de formas diferentes, aunque para vivir feliz se requiere vivir una vida de virtud, pues si no fuese así, no viviría realmente una vida de felicidad, no importa lo que pudiese pensar. Sería como un roble enfermo que no pudiese crecer y dar frutos. Solo se puede ser virtuoso si se dan las condiciones adecuadas. Si una bellota para cumplir su telos debe tener suficiente luz y caer en el suelo adecuado para poder fructificar, el ser humano solo podrá cumplir su telos cuando se encuentre en una comunidad política bien construida, con una educación y unas leyes adecuadas. (cita de Wikipedia: Telos)
GESTALT, la Gestalt se basa en la incidencia y la totalidad de la estructura, y las estructuras y las partes están interrelacionadas dinámicamente de manera que el todo no puede ser inferido de las partes consideradas separadamente. La Terapia Gestalt está enfocada principalmente en lo que se está pensando y sintiendo ahora, no que pudo ser o cómo debería haber sido. Consiste en hacer que el paciente viva y sienta la realidad, dándole un mayor protagonismo a “como”, “por qué” y “para qué” .


Es difícil saberlo, pero parte de la respuesta parece ser sencilla: a través de los seres humanos. Como insinuó Sieferle, a veces somos capaces de aprovechar el Urgrund, algo conectado con el futuro, lo que Ernst Jünger llamó las “corrientes subterráneas” que fluyen a través de las civilizaciones y de las que puede surgir su belleza única. Pero no hay un solo futuro posible, o, así como los reinos superiores no se tratan solo de verdad, belleza y amor. Como si hubiera fealdad, caos, entropía, maldad, mentiras y crueldad ególatra aquí en la tierra, más arriba (o más allá) en el mundo invisible.

Así como los verdaderos artistas aprovechan ese reino para canalizar su musa, como Steven Pressfield describe tan vívidamente en su War of Art, la gente común puede obtener apoyo e inspiración desde allí, siempre que tenga intenciones puras y sepan escuchar en lugar de exigir. Sin embargo, las personas también pueden abrirse a energías manipuladoras y así convertirse en parte activa de una Gestalt menos que deseable que está llegando a buen término en la historia.

Nuestro hombre Adolf “Addi” Hiedler podría haber sido uno de ellos. (Sí, el apellido original era Hiedler (pronunciado “Heedlaer”). No suena igual, ¿verdad? Una extraña peculiaridad histórica y quizás una primera pista. Hitler, en cierto sentido, aprovechó el proceso subterráneo, instanciando una cierta forma que estaba destinada a ser por cualquier razón. 

Esto encaja con el hecho de que Max Planck se dio cuenta, después de conocer a Hitler por primera vez, de que estaba “poseído” e “impulsado” en lugar de tener el control.

¿Cómo llegó a ser “poseído” y “impulsado”? Hitler no era tan tonto como algunos afirman; sus profesores de escuela realmente pensaban que era lo suficientemente inteligente, si no exactamente sobresaliente. Pero era un soñador y extremadamente perezoso desde una edad temprana; incluso en el apogeo de su poder, desperdiciaba la mayor parte de su día, que comenzaba tarde a las 11, con charlas triviales y viendo películas. Parecería que ser un soñador perezoso puede volverte susceptible a influencias nefastas. 

Consideremos este episodio de la vida del joven Hitler. Durante su estancia en Linz. 

"Después de una representación de la ópera Rienzi de Wagner, Hitler cayó en una especie de trance. Convenció a (su amigo) Gustl para que lo acompañara a caminar hasta una colina que dominaba Linz y le dijo con voz ronca y excitada que recibiría una misión de su pueblo para conducirlo a la libertad. Treinta y tres años después le confirmó a Kubizek: "Todo empezó a esa hora". Más tarde abriría el Reichspartei en Nuremberg con la obertura de esa misma ópera de Wagner.

Poco después de este “trance”, viviendo en Viena en 1908, rompió el contacto con su familia y su mejor amigo Gustl. Después de eso, “se volvió duro”, como escribió más tarde, y desarrolló algunas de sus ideas centrales. Se retiró cada vez más, y “su propensión a no mostrar su verdadero rostro y ocultar sus verdaderas intenciones se convirtió en una segunda naturaleza para él”.

¿Aprovechó el “campo simbólico” de Sieferle, del cual obtuvo su “misión”? ¿Convocó a Mephisto? A lo largo de su carrera, hay más pistas: después de que Hitler salió de prisión en la década de 1920, Goebbels habló en su diario de que Hitler estaba impulsado por una especie de “fiebre”, un “demonio”. Incluso a principios de la década de 1920, identificaba completamente el destino de Alemania con el suyo propio, y estaba convencido de que la Providencia le había salvado la vida en el transcurso de la guerra o en el golpe de estado de la cervecería. Durante el siguiente juicio, oscilaba entre lo sentimental y lo brutal. Períodos de depresión, intercalados con rabia.

En general, la imagen que veo surgir aquí es la del arquetipo de Saruman o Anakin Skywalker (excepto que no era tan brillante como ellos). Hitler no nació como un maníaco malvado; más bien, con el tiempo se dejó consumir por la oscuridad, a cambio de la visión engañosa y el poder para salvar a Alemania, en el que podría haber creído sinceramente. Lo que me viene a la mente es el momento en "El señor de los anillos" donde Saruman completa su transformación y declara: "Tenemos trabajo que hacer". Hitler también estaba fanáticamente impulsado a completar su trabajo pase lo que pase, y a principios de la década de 1930 insinuó que si su movimiento fracasaba, se volaría los sesos.




Otra cosa que concuerda con el arquetipo de Saruman es que Hitler afirmó haber aprendido mucho de Lenin y Trotsky, de los masones, de los Protocolos de los Sabios de Sión, y que entendía que “uno debe vencer al enemigo con sus propias armas". Sin embargo, como sabemos por el arco argumental de Saruman, si intentas luchar contra el mal con el poder supremo, es decir, con sus propias armas y métodos, eres consumido por él: te conviertes en él. Te conviertes en un embaucador de sus esquemas.
 
Hitler podría haber sido el último incauto.

Así como Saruman ganó poder a través de su pacto con la oscuridad, aparentemente también lo hizo Hitler. Una pista son las cualidades hipnóticas de Hitler como orador, sobre las cuales muchos testigos han comentado. Si hemos de creer a Albert Speer (más tarde arquitecto de Hitler), él también quedó instantáneamente cautivado por Hitler cuando lo escuchó por primera vez, a pesar de que Speer provenía de un entorno granburgués no necesariamente predispuesto al nazismo. (Su padre era fanático de Kalergi). Varias personas han comentado que sus ojos y su voz, en particular, tenían un efecto magnético en ellos.

Es revelador que Otto Strasser, el campeón izquierdista del NSDAP y viejo camarada de Hitler que fue exiliado cuando dejó de ser útil, dijera lo siguiente sobre Hitler:

"Un sonámbulo, verdaderamente un médium... Surge de la penumbra, entre el día y la noche... Cuando intenta sustentar sus discursos con teorías eruditas extraídas de obras ajenas a medias comprendidas de otros, apenas se eleva por encima de una patética mediocridad. Pero cuando se deshace de todas las muletas, cuando se lanza hacia adelante y pronuncia lo que su espíritu le impulsa a decir, inmediatamente se transforma en uno de los más grandes oradores del siglo".

Pero así como el bastón de Saruman se rompió al final, y con él sus poderes mágicos, los poderes de Hitler se desvanecieron. Hoy en día, al ver sus discursos, muchos no pueden evitar preguntarse cómo es posible que la gente se haya dejado cautivar tanto por él: el hechizo se ha roto.

Ahora bien, Hitler no fue el único incauto en todo esto. Muchos de los que buscan el poder como un fin en sí mismo, o sobreestiman sus capacidades y discernimiento, son absorbidos por la oscuridad, y voluntaria o no, consciente o no, pasan a formar parte de complots mefistofélicos, de pactos fáusticos, de las partes oscuras del Campo Simbólico de Sieferle. Esto no es algo que podamos probar; nuestro caso se basa en pistas sutiles, dispersas en las fuentes. Pero podrían ser fuerzas como ésta, personas que caen bajo el hechizo de cierto telos productor de la Gestalt, las que explican parte de la aparente no aleatoriedad, el ajuste fino, la pura “suerte” en la forma en que cómo ciertos eventos (y no-eventos) parecen conspirar para generar ciertos resultados.

¿Es así como deberíamos mirar la historia exclusivamente? Obviamente no. Cualquier esperanza de comprender mejor lo que sucedió en el pasado depende de que demos todo lo que tenemos: usando todos los ángulos sensatos, destilando una variedad de narrativas, usándolas como piezas de un rompecabezas, dejándolas reposar por un tiempo, pensando e investigando: enjuagando y repitiendo. 

Lo más importante es que nunca me canso de repetir que nuestra visión de la historia depende de nuestra propia estructura interna, de nuestro propio desarrollo y experiencia. No es un asunto árido y abstracto; la historia está profundamente conectada con nuestras mentes y es inteligible sólo desde la perspectiva de un ser humano que conoce visceralmente los patrones que definen la condición humana y que luego puede discernir. Esto también funciona en la otra dirección: cuanto más aprendemos sobre la historia, mejor se vuelve nuestra mente: una mente que sólo puede entenderse en la historia, como parte de la historia, como la historia misma. RG Collingwood se había dado cuenta de esto y los invito a leer su trabajo.
 
Y así, la verdad nos hará libres, sobre todo, quizás, la verdad histórica: si ganamos la madurez para abordarla desde múltiples ángulos a la vez, superándonos a nosotros mismos.


17 diciembre 2023

Historias perdidas de la Gran Guerra


Imagen retocada de un film de 1928, un soldado francés cae muerto en febrero 1916


¿Y si la paz hubiese llegado en 1916?

Nota previa del editor del blog.

Con cierta periodicidad suelen aparecer reveladores libros sobre la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, lamentablemente muy pocos llegan traducidos a la lengua de Cervantes, por ello cuando se publican excelentes críticas o artículos sobre estas obras solemos reproducirlas traducidas, en la medida que se juzgue pueda tener interés para nuestros lectores. El siguiente no es el primer artículo bajo esta modalidad que colgamos en el blog. Una selección de medios alternativos como es The Unz Review, dirigida por Ron Unz nos trae un ensayo digno de compartir: "Historias perdidas de la Gran Guerra".

Antes de revisar el trabajo de Unz, muchos investigadores e historiadores continúan el empeño por descifrar el ¿por qué la Gran Guerra se mantuvo activa durante cuatro sangrientos años?, o si ¿pudo haber terminado antes? o, ¿si las propuestas de paz hechas por Alemania y EEUU a fines de 1916 hubieran tenido éxito? La Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia) rechazaron las ofertas, se tuvo que esperar al 11 de noviembre de 1918 para conmemorarlo como el día en que terminó la Gran Guerra.

... No podemos especular con la historia, pero siempre un historiador tomará estas hipotéticas situaciones para llegar a sus conclusiones investigativas. En un excelente artículo conmemorativo del centenario del armisticio de 1918, "Por qué la Primera Guerra Mundial duró tanto" se aprecia un concienzudo análisis enfocado en una temática no tratada a profundidad, el  "Honor" y la "Racionalidad", desde el punto de vista sociológico. Los autores se valen de los puntos de vista de los contendientes que creen estar en el derecho de exigir "restaurar el honor mancillado, o el transgresor se disculpa o la víctima castiga. Cuanto más tiempo el transgresor se niegue a disculparse y se resista al castigo, más se atrincherará la víctima y tal vez incluso se arriesgue a morir por el honor". 

A juzgar por ese estudio, la psicología de las masas opera irremediablemente en cualquier bando y en cualquier tiempo y se preguntan si ¿fue el honor (como quiera que lo interpreten las partes) lo que impidió la paz en 1916?...

Sin duda un tema que debe profundizarse desde la ciencia y que no abordaremos aquí. Demos paso a la ponencia principal. 

T. Andino


Foto archivo, noviembre 2018. La ex primer ministra británica Theresa May y el presidente francés Emmanuel Macron, visitan el Memorial Thiepval (norte de Francia) en una  ceremonia conmemorativa del centenario del armisticio de 1918. El monumento recuerda a más de 72.000 hombres de las fuerzas británicas y sudafricanas que murieron en la Ofensiva del Somme de 1916. (Eliot Blondet/Pool photo vía AP)


Historias perdidas de la Gran Guerra

Ron Unz

The Unz Review (2018) / Selección de Medios Alternativos


El Día de los Veteranos llegó a principios de este mes (noviembre 2018), un día festivo que bajo el nombre de Día del Armisticio había celebrado originalmente el final de la Primera Guerra Mundial, entonces conocida como la Gran Guerra para aquellos que vivían durante esa época, hace más de un siglo.

Friends of the Palo Alto Library organiza una venta mensual local de libros, ahora reabierta después de casi dos años de cierres por el Covid, al que generalmente asisto, a menudo comprando artículos que me han llamado la atención. Hace unas semanas recogí una copia del ampliamente elogiado volumen de 2011 de Adam Hochschild To End All Wars, su relato del movimiento británico contra la guerra durante la Primera Guerra Mundial, que había visto muy favorablemente revisado en el Times y en otros lugares cuando se lanzó originalmente. Mi propio conocimiento de esa época era relativamente escaso, así que pasé un par de días leyendo el texto.


To End All Wars: A Story of Loyalty and Rebellion, 1914-1918 (Para poner fin a todas las guerras: una historia de lealtad y rebelión, 1914-1918), 2012. Adam Hochschild (Autor)


Hochschild parece un buen escritor e investigador, ciertamente ganándose la brillante propaganda de destacados académicos que estudian su libro que relata una historia muy interesante de los hombres y mujeres que organizaron y dirigieron el poderoso pero fuertemente reprimido movimiento contra la guerra de Gran Bretaña mientras se oponía a la continua masacre en las trincheras. Muchos de estos individuos sufrieron duros encarcelamientos por su disidencia, entre ellos Keir Hardie, el fundador de lo que se convirtió en el Partido Laborista y Bertrand Russell, el brillante filósofo, matemático y futuro Premio Nobel. 

(Nota del editor del blog sobre Bertrand RussellRussell que fuere un pacifista fue a prisión durante la Primera Guerra Mundial por oponerse al conflicto. Sin embargo, durante la guerra contra la Alemania nazi apreció la guerra como un necesario "menor de dos males", tras la contienda dio la bienvenida a la hegemonía global estadounidense en contra de la hegemonía soviética o de ningún liderazgo mundial, incluso si llegara a costa del uso de sus armas nucleares (Russell, Bertrand. "Arma atómica y prevención de la guerra". Boletín de los científicos atómicos, 1 de octubre de 1946, pag. 20); también criticó el totalitarismo estalinista y condenó la participación de EEUU en la guerra de Vietnam, para finalmente volver a ser un abierto defensor del desarme nuclear). 


El apoyo a la guerra dividió al movimiento sufragista militante por la mitad, y las familias políticas importantes también estaban a menudo profundamente divididas, con la querida hermana mayor del propio comandante en jefe militar de Gran Bretaña en Francia convirtiéndose en una prominente activista por la paz. Apenas unos años antes, E.D. Morel, el principal periodista de investigación del país, había sido celebrado como un héroe internacional por exponer los horrores del Congo belga, pero ahora estaba encarcelado por sus escritos contra la guerra, con un trato tan brutal que le rompió permanentemente la salud y murió a la edad de 51 años, pocos años después de que terminara la guerra.

Tal como esperaba, descubrí una gran cantidad de información sobre un período que solo yo conocía en esquema, y no vi ninguna razón para dudar de su exactitud, incluidas las breves pero sorprendentes referencias a crímenes de guerra alemanes supuestamente generalizados en la Bélgica ocupada. Estaba muy contento de llenar estos grandes vacíos en mi conocimiento existente.

Pero cerca del final de la discusión de Hochschild del año 1916, enfatizó que, a diferencia de Gran Bretaña, no había absolutamente ningún movimiento correspondiente contra la guerra en la mayoría de los demás países, incluida Alemania. Como dijo en la p. 217:

"Ambas partes estaban comprometidas a luchar hasta el final, y ahora, dos años después de la guerra, si alguien en una posición prominente en cualquiera de los lados abogaba por las conversaciones de paz, se consideraba cercano a la traición".

 

Cartel de propaganda inglés de 1915. Entra en tu lugar. (Ilustración añadida por el editor de este blog)

Al leer esto, hice una doble toma y casi cuestioné mi cordura. Seguramente, Hochschild debe ser consciente de que exactamente en ese momento, el gobierno de Alemania había propuesto públicamente conversaciones internacionales de paz sin condiciones previas destinadas a poner fin a la guerra, sugiriendo que se detuviera la masacre masiva e inútil, tal vez en gran medida sobre una base de status quo ante. (en la misma condición que antes)

Los alemanes habían conseguido recientemente varias victorias enormes, infligiendo enormes pérdidas a los Aliados en la Batalla del Somme y también sacando completamente a Rumania de la guerra. Así que aprovechando su éxito militar, enfatizaron que buscaban la paz sobre la base de su fuerza y no de cualquier debilidad. Desafortunadamente, los Aliados rechazaron rotundamente esta obertura de paz, declarando que la oferta demostraba que Alemania estaba cerca de la derrota, por lo que estaban decididos a resistir hasta la victoria completa con importantes ganancias territoriales.

Como resultado, muchos millones adicionales murieron innecesariamente en los próximos dos años, mientras que solo un par de meses después, a principios de 1917, el gobierno zarista de Rusia colapsó, lo que finalmente llevó a la toma del poder por los bolcheviques, un punto de inflexión con consecuencias fatídicas a largo plazo.


Postal de propaganda alemana. « – ¡ Mon Dieu ! ¿A dónde se lleva la Torre Eiffel? – ¿ Dónde ? ¡ La voy a plantar en la Puerta de Brandeburgo ! » (Ilustración añadida por el editor de este blog) 


No recuerdo haber visto nunca ninguna discusión sobre esa propuesta de paz alemana rechazada en el tratamiento superficial de la Primera Guerra Mundial proporcionado por mis libros de texto básicos de la escuela secundaria o la universidad, por lo que originalmente no había oído hablar de ella. Pero alrededor del año 2000, había comenzado un proyecto de software destinado a digitalizar los archivos casi completos de muchas de las revistas de opinión más influyentes de Estados Unidos del pasado, y en el camino me sorprendió notar todos esos titulares de finales de 1916 que describían la oferta de paz, luego eché un vistazo a algunos de los artículos y descubrí la importante historia que anteriormente me había perdido. Por ejemplo, el artículo principal del 23 de diciembre de 1916 en el influyente Literary Digest de Estados Unidos llevaba el titular "Las propuestas de paz de Alemania" y durante varias semanas alrededor de esa fecha muchas otras historias en ese periódico, así como en The Nation, The New Republic y varias otras publicaciones habían cubierto el mismo tema.

Pero aunque mis libros de texto introductorios no habían mencionado esos hechos, Hochschild era un autor e historiador galardonado, alguien que obviamente había dedicado años de investigación diligente a su libro sobre los movimientos de paz de la Primera Guerra Mundial. Me resultó difícil creer que no estuviera al tanto de esos eventos cruciales, y supuse que los discutiría en el próximo capítulo, pero terminé todo su libro de 450 páginas sin ver absolutamente ninguna mención en ninguna parte.

En ese momento, decidí confirmar mis recuerdos haciendo algunas búsquedas casuales en Google sobre el tema, y encontré sorprendentemente poco en Internet. Luego consulté la entrada de Wikipedia sobre la Primera Guerra Mundial, que tenía casi 40.000 palabras, incluidas casi 500 referencias, pero solo presentaba una sola oración sobre la propuesta de paz alemana que podría haber puesto fin a la lucha y, por lo tanto, haber salvado muchos millones de vidas. Afortunadamente, esa breve mención se vinculó a un breve artículo del Washington Post de 2018 de un par de historiadores profesionales, cuyo relato coincidía plenamente con mi propia comprensión de los hechos. La Gran Guerra terminó el 11 de noviembre de 1918, y su pieza había aparecido exactamente cien años después. Así que aparentemente se había requerido el centenario de la conclusión de esa guerra para incitar a nuestros principales medios de comunicación a finalmente proporcionar alguna cobertura de esa historia casi olvidada.

 

Tropas alemanas en una trinchera. (Ilustración añadida por el editor de este blog)   

Si una paz negociada hubiera puesto fin a la masacre en tiempos de guerra después de solo un par de años, el impacto en la historia del mundo obviamente habría sido enorme, y no simplemente porque se hubieran evitado más de la mitad de los muchos millones de muertes en tiempos de guerra. Todos los países europeos habían marchado originalmente a la batalla a principios de agosto de 1914 confiados en que el conflicto sería corto, probablemente terminando en victoria para un lado u otro "antes de que cayeran las hojas". En cambio, los cambios acumulados en la tecnología militar y la fuerza equilibrada de las dos alianzas rivales pronto produjeron un estancamiento de la guerra de trincheras, especialmente en Occidente, con millones de personas muriendo mientras que casi no se ganó ni perdió terreno. Si la lucha se hubiera detenido en 1916 sin una victoria de ninguna de las partes, tales grandes pérdidas en un conflicto totalmente inútil seguramente habrían aleccionado al liderazgo político de la posguerra de todos los principales estados europeos, desalentando en gran medida la política arriesgada que originalmente había llevado a la calamidad, y mucho menos permitiendo que se repitiera. Muchos han señalado a 1914 como el punto culminante optimista de la civilización occidental, y con el impacto aleccionador de dos años desastrosos de guerra y millones de muertes innecesarias, ese pico podría haberse mantenido indefinidamente.

En cambio, las consecuencias de la guerra continua fueron completamente desastrosas para toda Europa y gran parte del mundo. Muchos millones más murieron, y las difíciles condiciones de guerra probablemente fomentaron la propagación de la mortal epidemia de la gripe española de 1918, que luego se extendió por todo el mundo, cobrando hasta 50 millones de vidas. Las derrotas paralizantes de Rusia en 1917 llevaron a los bolcheviques al poder, lo que llevó a una larga guerra civil que mató a muchos millones más, seguida de tres generaciones de conflicto global sobre el comunismo soviético, que ciertamente representó decenas de millones de muertes civiles adicionales. Los términos extremadamente punitivos que el Tratado de Versalles impuso a la derrotada Alemania Imperial en 1919 finalmente llevaron al colapso de la República de Weimar y a una segunda ronda mucho peor de guerra global que involucró tanto a la Alemania nazi como a la Rusia soviética, una catástrofe que arrasó gran parte de Europa y se cobró varias veces más víctimas que la Gran Guerra misma.

Aunque los aliados en ese momento habían denunciado amargamente lo que a veces llamaban la peligrosa "ofensiva de paz alemana" de finales de 1916, me parecía obvio que el mundo habría sido un lugar mucho mejor si no hubiera sido rechazadoSolo por curiosidad, consulté a un buen número de personas conocedoras y bien leídas, preguntando qué sabían de la fallida propuesta de paz alemana de 1916 y sus respuestas fueron bastante interesantes. Un erudito de la corriente principal que había escrito varios libros sobre temas de la Primera Guerra Mundial estaba un poco sorprendido por la falta de conciencia de Hochschild, pero señaló que las modas académicas desde la década de 1960 habían cambiado en una dirección marcadamente hostil a la Alemania imperial, y como resultado la cobertura de aquellos elementos del registro histórico que sugieren lo contrario se había minimizado en gran medida durante el último medio siglo o más.

Mientras tanto, casi todos los individuos laicos con los que contacté nunca habían oído hablar del esfuerzo de paz de 1916 y se sorprendieron en su mayoría por la historia, la única excepción notable fue Kevin Barrett, cuyo programa de podcast Truth Jihad de larga duración había presentado varios invitados conspirativos a lo largo de los años que lo habían discutido, a veces con respecto a tramas históricas más amplias y menos plausibles.

La medida en que los hechos aparentemente innegables de la propuesta de paz de 1916 han desaparecido de la discusión pública es realmente bastante notable, y gradualmente descubrí que Hochschild estaba lejos de ser el único en no proporcionar ningún indicio de la historia.


The Pity Of War: Explaining World War I (La pena de la guerra: explicando la Primera Guerra Mundial) Paperback, marzo de 2000, por Niall Ferguson)

Consideremos al destacado historiador británico Niall Ferguson de las universidades de Harvard y Stanford, que se había hecho famoso con su publicación de The Pity of War en 1999, un reanálisis muy heterodoxo de la Primera Guerra Mundial que llegó a numerosas conclusiones controvertidas. Entre otras posiciones, Ferguson argumentó audazmente que los británicos deberían haberse mantenido al margen del conflicto, lo que habría resultado en una victoria alemana rápida y arrolladora, lo que hubiese llevado a Alemania a establecer la hegemonía política y económica sobre Europa continental. Pero esto simplemente habría resultado en la creación de la UE tres generaciones antes y evitado las muchas decenas de millones de muertes innecesarias en las dos guerras mundiales, por no hablar de las consecuencias globales de la Revolución Bolchevique.

Aunque Ferguson fue deliberadamente provocativo en su relato, no recordé haber visto ninguna mención específica de la propuesta de paz de 1916 cuando leí el libro hace unos años, y reexaminarlo ahora confirmó mi recuerdo, a pesar de que su Introducción contiene casi una página de escenarios "¿Qué pasaría si?", y discutió numerosas "realidades alternativas" más adelante en su texto. De hecho, solo un par de años antes había editado Historia virtual, una colección de más de una docena de largos ensayos de académicos profesionales que examinaban las consecuencias de que la historia tomara un giro diferente en numerosas coyunturas clave, incluida una victoria alemana en la Primera Guerra Mundial, pero una vez más carecía totalmente de cualquier sugerencia de una posible paz negociada en 1916.

Un volumen aún más largo de un tipo muy similar, apropiadamente titulado What If? apareció en 2001, editado por el historiador Robert Cowley y fue igual de silencioso. El libro tiene más de 800 páginas, de las cuales más de 90 están dedicadas a siete escenarios alternativos diferentes que involucran la Primera Guerra Mundial, pero la posibilidad de una paz en 1916 apareció en ninguna parte, a pesar de ser seguramente uno de los "Qué pasaría si" más obvios e importantes.

Las historias completas de la corriente principal también parecían bastante silenciosas. En 1970, el renombrado historiador británico A.J.P. Taylor publicó English History, 1914-45, que tiene casi 900 páginas, de las cuales casi una cuarta parte están dedicadas a la Primera Guerra Mundial; pero no dio ninguna pista de la propuesta de paz alemana de 1916, con la posibilidad misma de que los alemanes aceptaran una paz de compromiso razonable en ese momento que se descartó en solo unas pocas oraciones y una nota al pie. El volumen de John Keegan de 1999 La Primera Guerra Mundial tiene 475 páginas y también parece carecer de cualquier mención. Si bien apenas he realizado una revisión exhaustiva de todos los textos históricos estándar, creo que estos dos ejemplos parecen bastante típicos, probablemente explicando así la completa falta de conciencia de Hochschild, con Ferguson y otros autores distinguidos que probablemente tengan lagunas similares en su conocimiento.


La Revolución Rusa, marzo de 2021, Sean McMeekin (Autor)


El tema tampoco parecía surgir en estudios más especializados, incluso cuando podría haber jugado un papel importante. Hace un par de años leí la historia de Sean McMeekin de 2017 La revolución rusa, una reconstrucción sobresaliente y meticulosa de las circunstancias complejas y contingentes que llevaron a la caída del régimen zarista en 1917 y al posterior triunfo de los bolcheviques de Lenin.

El prólogo está dedicado al asesinato de Grigory Rasputin, el curandero campesino que ejerció una influencia tan enorme sobre el zar y su familia que, aunque no ocupó un cargo oficial, probablemente se clasificó durante muchos años como la tercera figura más poderosa del Imperio ruso. Además, su muerte en diciembre de 1916 a manos de un grupo conspirativo que incluía a altos miembros de la élite rusa parece haber sido un factor importante en la desestabilización del régimen, lo que llevó a su colapso en la Revolución de Febrero solo un par de meses después.

Rasputín había tenido durante mucho tiempo serias dudas sobre la continuación de la costosa guerra contra Alemania, y este fue un motivo crucial detrás de su asesinato; de hecho, los temores de la deserción de su enorme aliado ruso llevaron a los miembros de la inteligencia británica a ayudar en el esfuerzo. Aunque los complots contra la vida de Rasputín habían estado circulando durante meses, finalmente fue derribado el 20 de diciembre, exactamente cuando la muy pública "ofensiva de paz" de Alemania estaba ganando considerable atención internacional; y, aunque el autor no conecta directamente los dos desarrollos, el momento difícilmente parece haber sido pura coincidencia. Así que los movimientos desesperados de los aliados para bloquear cualquier apoyo al plan de paz alemán propuesto en realidad pueden haber ayudado a desencadenar la Revolución Rusa.


Retrato colorizado de Rasputin (imagen añadida por el editor de este blog)

Obviamente, un final temprano de la Gran Guerra habría sido un evento de tremenda importancia y los esfuerzos alemanes de 1916 para asegurar la paz ciertamente fueron tratados como tales en los informes de noticias de la época. Pero Alemania finalmente perdió la guerra y la narrativa oficial resultante culpó de la catástrofe de Europa al implacable militarismo alemán, por lo que la propuesta de paz alemana se convirtió en un elemento discordante, planteando preguntas preocupantes sobre la historia general. Como consecuencia, esos hechos finalmente fueron arrojados por el agujero de la memoria durante la mayor parte de los siguientes cien años, y si no hubiera echado un vistazo a esos titulares originales de 1916, ciertamente nunca los habría descubierto.

(Nota del editor del Blog: He venido insistiendo en algunas publicaciones sobre la Gran Guerra que, en honor a la verdad histórica, el Imperio Alemán también se preparó para el conflicto. Desde los tiempos de Bismark la Realpolitik germana solo conducía por una vía: Expansión territorial mediante la guerra. Los rancios militares como Hindenburg y Ludendorff fueron en realidad "los señores de la guerra" germanos, el Kaiser Guillermo II era, para ellos, una mera figura decorativa que adornaba el protocolo de la diplomacia internacional. Los alemanes diseñaron su estrategia expansionista, planificaron la guerra para la victoria, su gran anhelo no era las tierras occidentales de los imperios francés y británico (salvo las colonias en ultramar), la Realpolitik alemana veía su futuro en la conquista del Este europeo (curiosamente Hitler, 20 años después no renunció a esa misma expectativa). Es lógico que los mayores imperios coloniales del mundo: el británico y francés no iban a consentir que el Imperio Alemán se inmiscuya en sus zonas de influencia y colonias. VER: Las políticas expansionistas de la dictadura de Ludendorff en Europa y Colonialismo alemán en Europa central y oriental durante la IGM).


De hecho, una vez que mencioné casualmente esta interesante historia en mi sitio web, uno o dos de los otros comentaristas desafiaron duramente mis afirmaciones, regurgitando la narrativa ortodoxa de que los alemanes se habían opuesto a cualquier paz negociada razonable, sin explicar por qué todos los medios contemporáneos habían dicho exactamente lo contrario. Según estos críticos, el poderoso establecimiento militar de Alemania ciertamente habría vetado tales propuestas, y decidí ver si podía encontrar algo más fuerte para apoyar mi posición que simplemente un artículo de opinión del centenario de mil palabras en el Post escrito por un par de académicos oscuros y jóvenes.


The Road Less Traveled: The Secret Battle to End the Great War, 1916-1917. (El camino menos transitado: la batalla secreta para poner fin a la Gran Guerra, 1916-1917), marzo de 2021, de Philip D. Zelikow


Para mi considerable sorpresa, descubrí que el año pasado se había publicado un libro completo sobre las posibilidades perdidas de paz en 1916, aparentemente la primera y única obra en inglés dedicada a ese tema importante. Además, el autor de The Road Less Traveled fue Philip Zelikow, mejor conocido por haber servido como director ejecutivo de la Comisión 9/11, y por lo tanto alguien completamente de la buena gracia del establecimiento de la corriente principal. Cerca del final de su introducción, explicó que había estado trabajando en el proyecto de vez en cuando durante más de una docena de años.

Aunque el texto principal tenía menos de 300 páginas, su relato de los acontecimientos parecía minucioso y persuasivo en su cobertura, basándose en gran medida en registros de archivo y diarios privados para establecer firmemente la misma historia notable que yo había vislumbrado originalmente en esas viejas publicaciones. Su exhaustiva investigación había descubierto una gran cantidad de material adicional, reuniendo un relato radicalmente diferente de lo que se había presentado en muchas décadas de tratamientos altamente engañosos. Y a pesar de tal "revisionismo" aparentemente controvertido, su trabajo recibió el respaldo entusiasta de destacados académicos y críticas favorables en publicaciones tan influyentes como Foreign Affairs, National Interest y Foreign Policy, aunque como nunca llamó la atención de mis periódicos, no lo sabía.

La historia que cuenta Zelikow es realmente fascinante, especialmente porque había permanecido casi completamente oculta a la conciencia pública durante más de un siglo.

Aunque elementos influyentes, incluido su asesor político más cercano, habían querido que Estados Unidos entrara en la guerra en el lado aliado, el presidente Woodrow Wilson había estado esperando todo el tiempo que pudiera mediar para poner fin al conflicto, al igual que su predecesor Theodore Roosevelt lo había hecho en la guerra ruso-japonesa, con el éxito de este último coronado al ganar el Premio Nobel de la Paz de 1906.

Durante los dos primeros años de la lucha, ninguna de las partes había respondido favorablemente a sus partidarios de la paz, pero en agosto de 1916 las circunstancias habían cambiado, y aunque el liderazgo británico en conflicto finalmente decidió continuar probando suerte en el campo de batalla, el gobierno alemán igualmente conflictivo aceptó en secreto la oferta de Wilson de presidir como mediador en una conferencia de paz. Dadas las terribles bajas que ambas partes ya habían sufrido, se creía ampliamente que una vez que comenzaran las negociaciones públicas de paz, había pocas posibilidades de que la lucha se reanudara alguna vez. Y con Wilson, la mayor parte del liderazgo alemán y gran parte del gabinete británico listo para la paz, las perspectivas ciertamente parecían excelentes, especialmente porque los Aliados dependían en gran medida de los suministros y la financiación estadounidenses para sobrevivir.

Pero aunque todas las piezas parecían listas para encajar, las oportunidades se perdieron repetidamente durante los más de cinco meses que siguieron. Un factor importante fue la extrema dificultad de las comunicaciones, ya que los británicos habían cortado el cable telegráfico transatlántico de Alemania al comienzo de la guerra, lo que significa que las comunicaciones alemanas con Wilson o su propio embajador tuvieron que tomar una ruta tortuosa a través de varios países neutrales y América Latina, llegando finalmente a DC en forma codificada días o incluso semanas después.

Otro factor crucial fue que Wilson carecía de personal fuerte que pudiera traducir sus ideas generales en propuestas políticas serias. A diferencia de los principales países europeos, Estados Unidos en ese entonces tenía poca infraestructura burocrática, con Wilson escribiendo principalmente sus propios discursos y considerando a su nuevo Secretario de Estado, un abogado que no tenía experiencia diplomática, como simplemente un empleado inteligente. En cambio, su único asesor cercano fue el coronel Edward House, un rico diletante tejano que a menudo tenía puntos de vista excéntricos, y favorecía tan fuertemente a los británicos que a veces parecía sabotear deliberadamente el esfuerzo de paz. Como académico de toda la vida, el propio Wilson solo había pasado dos años como gobernador de Nueva Jersey antes de llegar inesperadamente a la Casa Blanca en 1913, y por lo tanto tenía poca experiencia directa en política o diplomacia internacional.

Entonces, aunque el gobierno alemán respondió favorablemente a su oferta de una conferencia de paz en agosto de 1916, Wilson no comprendió la urgencia de su solicitud y decidió no tomar medidas hasta después de las elecciones de noviembre. Mientras tanto, dentro de Alemania, los defensores militares de una campaña de submarinos sin restricciones contra los barcos estadounidenses que transportaban suministros aliados estaban presionando muy duro por su estrategia alternativa, que seguramente conduciría a una ruptura en las relaciones estadounidenses.


Fotografía de archivo añadida por el editor del blog. Buques de guerra aliados en el mar, sobrevuelo de un hidroavión, 1915. Biblioteca Nacional de Francia (foto colorizada)


Después de que los británicos sufrieran enormes bajas en su ataque al Somme, incluida la pérdida de casi 20.000 muertos en el primer día de lucha, su propio partido de paz se fortaleció y el gobierno se dispuso a considerar la oferta de Wilson. Un hijo del primer ministro H.H. Asquith había muerto en la batalla y otro había sido herido, mientras que la oferta alemana de restaurar la Bélgica ocupada satisfacía la condición británica más importante.

Pero luego, a fines de septiembre, el ministro de Guerra David Lloyd George, que había sido uno de los principales defensores de la opción de paz estadounidense, cambió repentinamente de bando y declaró que Gran Bretaña nunca aceptaría una paz de compromiso y, en cambio, estaría dispuesta a luchar durante veinte años si fuera necesario para lograr una victoria militar total. Zelikow argumenta plausiblemente que Lloyd George creía que podía usar su cambio en la paz para obtener el apoyo de los británicos de línea dura como el poderoso grupo de periódicos de Lord Northcliffe para reemplazar a Asquith como Primer Ministro, y de hecho eso fue exactamente lo que sucedió en un par de meses, con los defensores de la paz siendo expulsados del gobierno.

A pesar de las posiciones cambiantes de los británicos, Wilson regresó a sus esfuerzos de paz después de su reelección el 7 de noviembre, solo para encontrar una fuerte oposición de House, su asesor clave. Aunque Gran Bretaña ya estaba encerrada en una lucha desesperada con Alemania y totalmente dependiente de los suministros estadounidenses, House de alguna manera se convenció de que si Estados Unidos presionaba demasiado por la paz, los británicos declararían la guerra contra nuestro propio país. Por increíble que nos parezca, House argumentó repetidamente a Wilson y a otros que un ejército británico podría barrer desde Canadá, mientras que la Royal Navy desembarcaría cientos de miles de tropas de su aliado japonés en nuestras costas, buscando juntos conquistar los Estados Unidos. Aunque estas extrañas preocupaciones fueron rechazadas, ayudaron a los funcionarios abrumadoramente pro-británicos del Departamento de Estado a retrasar los planes de Wilson para lanzar su propuesta de paz.

Alrededor de este mismo tiempo, el embajador alemán comenzó a suplicar a la Administración Wilson que actuara de inmediato para que no se perdiera la oportunidad de paz, y Zelikow tituló este capítulo "¡La paz está en el piso esperando ser recogida!", que era una de las frases apasionadas que el enviado había usado. Mientras tanto, el liderazgo militar de línea dura de Alemania estaba aumentando constantemente la presión sobre su gobierno para que abandonara sus esfuerzos de paz y, en cambio, volviera a la guerra submarina sin restricciones que, según ellos, podría ganar rápidamente la guerra.

Cada vez más desesperados por los interminables retrasos del presidente, Alemania y sus aliados finalmente emitieron su propio llamado incondicional para conversaciones de paz el 12 de diciembre, con la esperanza de que ese paso finalmente impulsara a Wilson a actuar invitando a los participantes a una conferencia de paz en La Haya y ofreciéndose como mediador. El anuncio alemán capturó la atención del mundo y obligó a Wilson a responder para no ser eclipsado, y una semana después finalmente hizo circular su propia nota de paz, pero como explica Zelikow, constituyó un "fallo", ya que carecía de detalles y mucho menos una invitación para que las partes en conflicto asistieran a una conferencia de paz real. Así que los aliados rechazaron firmemente la oferta alemana como un "truco" y pudieron ignorar la declaración de Wilson, ya que les exigía no hacer nada. Durante las siguientes semanas, la oportunidad de paz se desvaneció, y a fines de enero los alemanes anunciaron que volverían a la guerra submarina desenfrenada, lo que llevó a Wilson a romper relaciones y avanzar hacia la guerra con Alemania.


Frente Occidental. La Tierra de Nadie, desde una trinchera. (foto archivo, añadida por el editor del blog) 

Aunque elementos influyentes dentro del gobierno estadounidense habían buscado este resultado desde el principio, Zelikow argumenta persuasivamente que los errores y malentendidos de Wilson y los demás que también buscaban una paz negociada fueron probablemente más responsables de este resultado que los esfuerzos de los individuos que realmente lo pretendían. Su duro veredicto histórico sobre el primero no parece injusto:

En el fracaso de hacer la paz en el momento más oportuno, nadie falló, y le falló al mundo, más que el presidente Wilson. El suyo fue el fracaso diplomático más importante en la historia de los Estados Unidos.


Por lo tanto, uno de los puntos de inflexión más importantes del siglo XX probablemente llegó a fines de 1916 con el trágico colapso de un esfuerzo de paz que inicialmente parecía tan probable que tuviera éxito, y la apasionante narrativa de Zelikow cuenta la historia de cómo y por qué esa oportunidad se escapó. Con todo derecho, la Paz Perdida de 1916 debería haberse convertido en el tema de innumerables novelas, obras de teatro y películas, pero en cambio sigue siendo casi totalmente desconocida hoy en día, incluso entre los más educados.

Mi propio encuentro con parte de la historia perdida de la Primera Guerra Mundial se produjo cuando noté los titulares y leí los artículos que se habían publicado en nuestras publicaciones principales mientras la historia aún se estaba desarrollando. Una vez que se han finalizado los eventos importantes y se han determinado oficialmente los héroes y villanos, existe una tendencia natural a reinterpretar el pasado a la luz de lo que finalmente sucedió, estableciendo así una narrativa simple que sigue líneas rectas. Dicho de otra manera, los ganadores escriben la mayoría de las historias.

Por esa razón exacta, creo que uno de los libros menos conocidos pero más absolutamente valiosos sobre la Gran Guerra se completó a mediados de marzo de 1917, pocas semanas antes de que nuestra propia participación distorsionara inevitablemente todo análisis posterior. El autor era Lothrop Stoddard, quien había obtenido su doctorado en historia en Harvard y entonces apenas comenzaba una carrera que pronto lo establecería como uno de los intelectuales públicos más influyentes de Estados Unidos. Su libro fue Present-Day Europe, un estudio escrupulosamente imparcial de la política en tiempos de guerra y la historia reciente de cada nación individual.


Present-day Europe: Its National States Of Mind (Europa actual: sus estados mentales nacionales). Septiembre 2015, Lothrop Stoddard (Autor)


La obra no es demasiado larga, tiene menos de 75.000 palabras, y se puede leer fácilmente en solo uno o dos días, pero proporciona una enorme riqueza de información detallada y contemporánea, gran parte de la cual parece haber quedado en el piso de la historiografía posterior, escrita después de que la narrativa oficial ya se había endurecido. Además, como explicó en su Prefacio, Stoddard siguió un requisito rígido de citar solo a los nativos de cada país en su propio capítulo, ingleses en Inglaterra, alemanes en Alemania, etc., proporcionando así una presentación invaluable de los sentimientos de élite y populares de cada nación, algo muy útil para aquellos de nosotros que buscamos reconstruir la situación más de un siglo después.

El libro de Stoddard había ido a la imprenta pocas semanas después del rechazo final de la oferta de paz alemana, y apenas dejó que un proyecto diplomático fallido bien conocido por todos sus lectores dominara su narrativa. Pero aunque el autor no estaba al tanto de la extensa historia de fondo, dio a los esfuerzos de paz un tratamiento razonable en los capítulos sobre Gran Bretaña y Alemania, agregando detalles interesantes omitidos tanto por Zelikow como por Hochschild. Por ejemplo, ya en junio de 1916, varias figuras políticas británicas prominentes de opiniones muy convencionales habían pedido públicamente negociaciones de paz, incluso en las páginas de The Economist, y su declaración había sido respaldada enfáticamente por el editor de esa influyente publicación. Pero esta rebelión ideológica de alto perfil en los medios de comunicación de élite fue rápidamente aplastada, con el editor perdiendo su trabajo como consecuencia. Stoddard explicó más tarde que el rechazo aliado intransigente de todas las ofertas de paz alemanas había "estimulado a todo el pueblo alemán a la ira desesperada".

Un ejemplo perfecto del tremendo valor del material de Stoddard viene en su discusión de los objetivos de guerra, que obviamente proporcionó el contexto necesario para las diferentes reacciones nacionales a las primeras negociaciones de paz, y hubo un marcado contraste entre los de los dos campos opuestos. Los objetivos de los alemanes eran relativamente suaves, con casi ninguna demanda de anexiones de nuevos territorios. Por el contrario, los franceses estaban absolutamente comprometidos con la destrucción total de Alemania como su objetivo principal, con esos sentimientos casi universalmente sostenidos en todos los partidos políticos. Consideraban que la Alemania unificada creada en 1870 era simplemente un rival europeo demasiado poderoso, que por lo tanto tenía que ser fragmentado de nuevo en múltiples estados débiles. Y Francia no solo reabsorbería las provincias perdidas de Alsacia-Lorena, sino que también anexaría gran parte de Renania, territorio que había sido alemán durante mil años. Los británicos no eran tan extremos, pero la mayoría de su clase de liderazgo político creía firmemente que Alemania necesitaba ser totalmente paralizada como competidor económico y militar.

En el Este, el objetivo principal de la guerra del Imperio ruso era la anexión de Constantinopla, la capital y la metrópoli más grande del aliado del Imperio Otomano de Alemania, lo que daría a Rusia el control estratégico del estrecho del Bósforo. Aunque Serbia ya había sido derrotada y ocupada para esta fecha, elementos del gobierno serbio habían provocado originalmente la guerra organizando el asesinato de Franz Ferdinand, el futuro gobernante austrohúngaro, con su objetivo más amplio de la destrucción total de ese estado multiétnico, varias de cuyas piezas principales se convertirían en parte de una Gran Serbia.

Así que en gran medida, Alemania y sus aliados eran en realidad las "potencias del status quo", razonablemente satisfechas con la disposición existente de las fronteras, una situación totalmente diferente de la de sus oponentes aliados. Cuando una de las partes en un conflicto está decidida a desmembrar y destruir a la otra, es difícil organizar una paz temprana. Además, la alianza alemana se enfrentó a una coalición opuesta que era muy superior en mano de obra, fuerza económica y recursos militares potenciales, por lo que estaba luchando lo que razonablemente consideraba una guerra puramente defensiva. Esta clara situación en ese momento es exactamente contraria a lo que se ha implicado o incluso declarado explícitamente en nuestros libros de texto básicos de Historia durante los últimos cien años.

Obviamente, la imagen completa no era del todo unilateral, y un factor importante detrás del estallido de la guerra habían sido las preocupaciones alemanas sobre el rápido crecimiento de la población y el poder militar de su enorme vecino ruso al este. De hecho, aunque el poderoso bloque político socialdemócrata en el parlamento alemán era fuertemente antimilitarista, sus miembros también eran intensamente hostiles al régimen zarista, al que sus influyentes elementos judíos demonizaron como ferozmente antisemita, por lo que la amenaza rusa fue un factor importante detrás de la unidad política interna casi total una vez que estalló la guerra. Mientras tanto, elementos importantes del establecimiento militar alemán habían favorecido durante mucho tiempo librar una guerra preventiva destinada a romper el poder ruso antes de que se volviera demasiado abrumadora.

Las principales victorias alemanas durante los primeros años de lucha habían llevado a la ocupación de un considerable territorio ruso, y Jozef Pilsudski, la figura polaca de George Washington, había organizado un ejército de 20.000 polacos que lucharon codo con codo con los alemanes. Como consecuencia, los alemanes decidieron resucitar una Polonia independiente como un estado cliente alemán más de un siglo después de que hubiera desaparecido del mapa, un cambio geográfico que debilitaría enormemente a Rusia al tiempo que proporcionaría un amortiguador contra la futura expansión de esta última hacia el oeste.


Ilustración de 1914 (Archivo, añadido por el editor del blog)

Aunque de importancia relativamente menor, una de las secciones más impresionantes de Stoddard es su discusión de los Balcanes, hogar de varios estados amargamente pendencieros, cuyas historias nunca antes había visto tratadas, y mucho menos analizadas con tan inteligente detalle. Todos estos países habían librado guerras entre sí en 1912 y luego nuevamente en 1913, y dados los eventos desencadenantes de 1914 en Sarajevo, la Gran Guerra que siguió casi podría considerarse simplemente como una tercera ronda consecutiva de combates en los Balcanes que inesperadamente trajo al resto de Europa.

Como señala el autor, antes de la conquista otomana y la larga ocupación, cada uno de los diferentes pueblos balcánicos había gobernado en un momento u otro un imperio regional más grande propio, que naturalmente trataron de resucitar después de que el poder otomano retrocediera. Pero todos esos imperios balcánicos anteriores se habían superpuesto en territorio, lo que llevó a reclamos amargos y conflictivos, y a las repetidas rondas de nuevos combates entre Bulgaria, Rumania, Serbia y Grecia, todos los cuales también codiciaban partes de los vecinos imperios austrohúngaro y otomano, contribuyendo así a la severa inestabilidad. Totalmente contrariamente a mis suposiciones, Stoddard explicó que estos países individuales en realidad tenían perfiles políticos y sociales muy diversos, con las características de Bulgaria siendo completamente diferentes de las de la vecina Rumania, por ejemplo, aunque siempre habían sido agrupadas en mi mente.

Aunque el libro de Stoddard se centró en la dinámica interna de los principales participantes europeos sin abordar directamente las causas exactas del conflicto, su material generalmente apoyaba la impresión que siempre había tenido de mis libros de texto de que dos alianzas fuertemente armadas y hostiles se habían metido en una gran guerra, ninguna de ellas esperaba o pretendía lo que finalmente ocurrió. Así como la detallada erudición de Zelikow indicaba que Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña habían descartado juntos la posibilidad de paz en 1916, las grandes potencias europeas habían comenzado el conflicto un par de años antes de la misma manera.

Dos importantes volúmenes históricos centrados exactamente en ese último tema habían aparecido hace aproximadamente una década, justo antes del centenario, y reforzaron fuertemente esa misma conclusión con una erudición exhaustiva. The Sleepwalkers de Christopher Clark y July 1914: Countdown to War de Sean McMeekin, recibieron juntos un tratamiento de primera plana muy largo y favorable en el NYT Book Review por Harold Evans, ex editor del Times de Londres. Había leído el primero de estos libros hace un par de años y el segundo hace muy poco, y los encontré excelentes, ya que contaron una historia muy similar en sus 1.100 páginas combinadas.


The Sleepwalkers: How Europe Went to War in 1914 (Los sonámbulos: cómo Europa fue a la guerra en 1914), 2014, de Christopher Clark (Autor); y, July 1914 (Julio de 1914), abril de 2014, por Sean McMeekin (Autor)


La narrativa muy detallada de McMeekin de las circunstancias exactas y el proceso de toma de decisiones durante julio de 1914 enfatiza en gran medida el papel extremadamente importante de los factores contingentes inesperados que podrían haber desviado tan fácilmente la historia de su pista. Por ejemplo, justo antes del asesinato en Sarajevo, Gran Bretaña parecía estar al borde de una violenta guerra civil por la autonomía irlandesa, un conflicto tan amargo que pasaron semanas antes de que el gabinete considerara la situación en desarrollo en los Balcanes, por lo que si esos últimos eventos hubieran ocurrido solo un par de meses después, la participación militar británica podría haber sido imposible. Del mismo modo, con su firme posición inicial contra cualquier ataque contra Serbia, el poderoso Primer Ministro húngaro impidió el tipo de ataque de represalia inmediata que probablemente habría evitado traer a otros países, a diferencia del eventual ataque que se produjo más de un mes después del asesinato; así que la decidida política de paz de un destacado estadista europeo en realidad ayudó a desencadenar la guerra más amplia. En todos estos países, obviamente había facciones poderosas que habían pasado años presionando por la guerra, pero había otras facciones poderosas que sentían lo contrario, y las circunstancias del brote dependían en gran medida de las decisiones particulares tomadas.

Una vez que comenzó el enorme conflicto, asignar la medida exacta de culpa por la calamidad se convirtió en un objetivo estratégico durante los años siguientes, especialmente por parte de los Aliados, con Clark incluso señalando que tanto los franceses como los rusos crearon documentos fraudulentos que luego insertaron en sus propios archivos diplomáticos. La disputa académica sobre la relativa culpa de guerra ha continuado sin cesar durante más de un siglo, y aunque ninguno de estos libros resuelve el asunto, creo que proporcionan una base fáctica muy sólida, explicando exactamente quién hizo qué y cuándo, lo que nos permite a cada uno de nosotros asignar la cantidad adecuada de culpa a esas acciones particulares.

Un tipo muy diferente de libro sobre el mismo tema publicado casi simultáneamente fue Hidden History (Historia oculta) por los historiadores británicos aficionados Gerry Docherty y Jim Macgregor. Aunque totalmente ignorado por los principales medios de comunicación, su relato extremadamente conspirativo del liderazgo político de Gran Bretaña antes del estallido de la guerra se ha vuelto muy popular en muchos círculos alternativos, y finalmente decidí leerlo hace un par de años. Desafortunadamente, estaba lejos de impresionarme por su análisis, y aunque describieron útilmente algunas de las maquinaciones de la facción política británica más agresiva, creo que le otorgaron mucho más poder del que probablemente poseía. Escribí mi propia evaluación en un comentario después de haber leído solo uno o dos capítulos, pero una vez que terminé el resto del libro, mi veredicto negativo no cambió:


Hidden History: The Secret Origins of the First World War. (Historia Oculta. Los Orígenes Secretos de la Primera Guerra Mundial)  Hardcover – Septiembre 2014, por Gerry Docherty y Jim MacGregor.


Bueno, he visto a numerosos comentaristas dar un respaldo entusiasta del libro de Docherty / Macgregor durante el último año o más, así que como lo tenía sentado, finalmente decidí echar un vistazo. Hasta ahora, realmente no he estado muy impresionado. Tan cerca como puedo decir, su hipótesis "revolucionaria" es que cerca del final del siglo XIX un pequeño grupo de individuos cerca de la cima de Gran Bretaña formó una "sociedad secreta" con el objetivo central de mejorar en gran medida el poder y la riqueza del Imperio Británico, a veces utilizando medios despiadados o deshonestos, y dominar permanentemente el mundo.

¿Es eso realmente tan notable? ¿Supongamos que la "sociedad secreta" nunca se hubiera formado? ¿No asumiríamos naturalmente que los líderes normales y corrientes de Gran Bretaña estarían haciendo todo lo posible para mejorar el poder y la riqueza del Imperio Británico? ¿No sería mucho más impactante si no lo fueran?

¿Debería alguien escribir un libro: "Los altos ejecutivos de Google están tratando secretamente de expandir la riqueza y el poder de Google y ganar dominio sobre todo Internet". O "Los altos ejecutivos de Goldman Sachs están tratando secretamente de expandir la riqueza y el poder de Goldman y dominar permanentemente Wall Street".

Ni Docherty ni Macgregor parecen historiadores profesionales, y ciertamente tienen razón al intentar refutar la "leyenda de la villanía alemana", pero creo que muchos historiadores profesionales ya lo han hecho.

Hace décadas, mis textos ordinarios de la escuela secundaria enfatizaron que uno de los principales factores detrás de la Primera Guerra Mundial eran los temores de Gran Bretaña de una Alemania en ascenso. Y también es cierto que otro factor importante fueron los temores de Alemania de una Rusia en ascenso. Los historiadores han discutido sin cesar sobre la ponderación relativa de todos estos factores diferentes, pero todos son ciertamente conscientes de ellos.

(Nota del editor del blog: Un artículo anterior sobre la temática de la Gran Guerra tiene precisamente como argumento el libro Hidden History de los británicos Gerry Docherty y Jim Macgregor. La descripción general del libro realizada por Antony C. Black es muy interesante: 

"De los muchos mitos que empañan la mente política moderna, ninguno es tan corruptor de la comprensión o tan incongruente con los hechos históricos como la noción de que los ricos y los poderosos no conspiran. Lo hacen. Conspiran continua, habitual, efectiva y diabólicamente en una escala que mendiga la imaginación. Negar este hecho de conspiración es negar tanto la abrumadora evidencia empírica como la razón elemental.

Sin embargo, para el observador astuto del "Gran Juego" de la política, es una fuente interminable de asombro tropezar con ejemplos cada vez más asombrosos de las monstruosas maquinaciones de las que son capaces las élites ricas y poderosas. De hecho, es precisamente aquí donde los autores Docherty y Macgregor entran en la refriega y amenazan con dejarnos sin aliento por completo.

Por lo tanto, la historia oficial y canonizada de los orígenes de la Primera Guerra Mundial, según nos dicen, es una mentira larga y sin paliativos de principio a fin. Aún más al punto conspirativo es la tesis de los autores de que, y parafraseando a un Churchill posterior que ocupa un lugar destacado en esta historia anterior, nunca fueron tantos asesinados, tan innecesariamente, por las ambiciones y el beneficio de tan pocos... (Leer el artículo completo AQUÍ )


En agudo contraste, un libro diferente publicado poco más de un siglo antes podría verse hoy como un producto de la franja conspirativa, pero ciertamente no fue visto de esa manera en ese momento, dado que el autor era ampliamente considerado como uno de los principales intelectuales públicos de Estados Unidos y el trabajo fue discutido favorablemente en el influyente Literary Digest. David Starr Jordan fue el presidente fundador de la Universidad de Stanford, un científico biológico de formación que había publicado al menos noventa y tantos libros, en su mayoría de naturaleza científica, pero que también incluían trabajos de política pública más amplia.


Unseen Empire: A Study of the Plight of Nations That Not Pay Their Debts (Imperio invisible: un estudio de la difícil situación de las naciones que no pagan sus deudas), septiembre de 2015. David Starr Jordan, autor.


Unseen Empire, que apareció en 1912, cayó en esa última categoría y argumentó que aunque los Estados Unidos y las principales potencias europeas seguían siendo nominalmente soberanos, su gasto militar pesado e improductivo los había atado gradualmente a apretadas bobinas de deuda, lo que llevó a la mayoría de ellos a convertirse silenciosamente en vasallos políticos de una red de poderosos financieros, el "imperio invisible" del título. Así que en lugar de reyes, parlamentos o kaisers, los verdaderos gobernantes de Europa eran un conjunto de dinastías bancarias interconectadas y casadas, casi todas judías: los Sterns y Cassels de Gran Bretaña, los Foulds y Pereires de Francia, los Bleichroders de Alemania, los Gunzburgs de Rusia, los Hirsches de Austria, los Goldschmids de Portugal, los Camondos de Turquía, los Sassoons de Oriente, y sobre todo ellos, los Rothschild de Londres y París.

Aunque en el mundo de hoy, tal descripción puede parecer una locura o al menos incendiaria, Jordan la presentó con bastante naturalidad sin rencor, y de hecho esa afirmación en particular ni siquiera constituyó el tema principal de su análisis. El presidente de la Universidad de Stanford consideraba firmemente que la guerra moderna era desastrosa para una sociedad, pero también argumentó que las guerras se habían vuelto tan ruinosamente caras que no podían durar mucho tiempo. Además, dado que los verdaderos propietarios financieros de Europa creían que era malo para los negocios, no se permitiría que estallaran guerras importantes.

Obviamente, las predicciones de Jordan explotaron solo un par de años después, pero los eventos posteriores proporcionaron algunas pistas de que su análisis no estaba del todo equivocado. Por ejemplo, según el relato de Stoddard, gran parte de la élite judía rica de Gran Bretaña, que a menudo tenía raíces alemanas como los Rothschild, era ampliamente considerada como en el campo de la paz, tanto que en 1916 las publicaciones de línea dura denunciaban regularmente a los financieros judíos alemanes del país como socavando la continua resolución militar de Brtain. Del mismo modo, Zelikow informa que Paul Warburg, el vicepresidente judío-alemán de la Reserva Federal de Estados Unidos, fue un entusiasta partidario de los esfuerzos de Wilson para presionar a Gran Bretaña para que hiciera la paz, incluido el desaliento a los bancos estadounidenses a fines de 1916 de hacer los préstamos adicionales que Gran Bretaña requería para comprar suministros. En comunicaciones privadas, el jefe fuertemente pro-británico del imperio bancario JP Morgan denunció esa decisión y abogó por un ataque público contra la influencia germano-judía que creía que estaba detrás de esta política de paz. Del mismo modo, muchos de los ricos intereses judíos en Alemania estaban generalmente en el campo de la paz. Así que el principal error de Jordan fue probablemente sobreestimar el poder político de los intereses financieros dominantes de Europa.

Esta extensa discusión sobre la Gran Guerra surgió después de leer el libro de Hochschild sobre el movimiento británico contra la guerra, y decidí hacerlo porque me había impresionado mucho su anterior y galardonado bestseller King Leopold's Ghost, que había leído a principios de este año. Ese último trabajo relató la vívida historia del Congo belga y el horrible maltrato de sus habitantes, que puede haber cobrado la vida de hasta diez millones de africanos, con Hochschild también contando la historia de la cruzada moral internacional liderada por los británicos contra esos crímenes, organizada en privado por E.D. Morel, un periodista, y Roger Casement, un funcionario público. Su victoria final se produjo justo un año antes de que estallara la guerra, y los dos últimos capítulos de Hochschild constituyen un epílogo extendido, que incluye una descripción de los tristes destinos de guerra sufridos por su par de campeones.


King Leopold's Ghost: A Story of Greed, Terror, and Heroism in Colonial Africa (El fantasma del rey Leopoldo: una historia de codicia, terror y heroísmo en el África colonial), octubre de 1999. Adam Hochschild, autor.


En el momento del asesinato de Sarajevo, tanto Morel como Casement eran héroes internacionales imponentes, y este último incluso había sido nombrado caballero por sus logros humanitarios. Pero ambos se oponían firmemente a la guerra y generalmente simpatizaban con la posición de Alemania, y su posición pública se derrumbó rápidamente, simplemente una de las muchas ironías que Hochschild describe.

Uno de los peores horrores que los belgas coloniales han infligido a los congoleños es cortar las manos de los africanos que no cumplen con sus cuotas de trabajo o desobedecen de otra manera, y las fotografías de las víctimas de atrocidades han provocado indignación en todo el mundo. Pero en agosto de 1914, el ejército alemán invadió Bélgica, y los belgas se transformaron repentinamente de monstruos a mártires, y los propagandistas británicos pronto afirmaron falsamente que los alemanes estaban cortando las manos de los belgas desobedientes. Durante muchos años, la historia de los millones de africanos que murieron en los horrores del Congo belga había sido el principal problema humanitario del mundo, pero Hochschild argumenta plausiblemente que la repentina elevación de la propaganda en tiempos de guerra de los belgas a un estatus de víctima global sin igual probablemente explica por qué esa historia anterior se desvaneció tan rápidamente de la conciencia pública hasta que finalmente se revivió medio siglo después.

El propio Casement era irlandés y sus esfuerzos por liberar a los congoleños le habían traído honores públicos y aclamación; pero cuando comenzó a buscar ayuda alemana para liberar a su propio país del dominio británico, fue ahorcado por traición, convirtiéndose en el primer titular de un título de caballero británico en sufrir ese destino en cientos de años. Morel también cayó en desgracia por sus escritos contra la guerra, y después de enviar una copia de uno de sus panfletos a su amigo pacifista, Romain Rolland, un premio Nobel francés de literatura que vivía en Suiza, recibió seis meses de brutal encarcelamiento, lo que le rompió permanentemente la salud.

Sin embargo, una vez que terminó la guerra, los sentimientos británicos cambiaron, y el recién surgido Partido Laborista consideró a Morel un héroe agraviado y lo nominó como candidato al Parlamento. Como joven ministro del gabinete, Winston Churchill había desempeñado un papel crucial en llevar a Gran Bretaña a la guerra mundial, y en un notable giro simbólico, Morel ahora lo derrotó para la reelección en 1922, tomando su asiento en la Cámara de los Comunes. Morel fue uno de los principales portavoces laboristas en asuntos exteriores y, según Hochschild, se esperaba que fuera nombrado Ministro de Relaciones Exteriores en el nuevo gobierno laborista de Ramsay MacDonald de 1922, pero MacDonald decidió mantener la cartera en sus propias manos, tal vez porque temía que Morel pudiera eclipsarlo como rival político. Sin embargo, el cuento de hadas político de Morel tuvo un final menos que feliz, ya que aunque fue fácilmente reelegido en 1924, su duro encarcelamiento en tiempos de guerra había destruido su salud y murió más tarde ese año a la edad inmadura de 51 años.


Edmund Dene Morel en 1922

Nunca antes había oído hablar de Morel y encontré su historia fascinante, pero cuando consulté su página de Wikipedia descubrí que gran parte de la larga entrada se centraba en aspectos del activismo de posguerra de Morel que el libro había evitado mencionar, presumiblemente por razones ideológicas. En sus capítulos del epílogo, Hochschild había denunciado con razón la hipocresía de las principales potencias europeas, que estaban dispuestas a condenar el trato brutal de los africanos bajo el dominio colonial belga mientras ignoraban el hecho de que a menudo se comportaban de manera similar en sus propias colonias africanas. Pero debe haber encontrado la extrema falta de hipocresía de Morel preocupante por otras razones, por lo que el último gran proyecto de la carrera de ese notable hombre fue excluido de su hagiografía.

Morel culpó fuertemente a Francia y a la Rusia zarista por la guerra y condenó regularmente los términos extremadamente punitivos del Tratado de Versalles de las páginas de la revista británica Foreign Affairs, una influyente publicación laborista que dirigió, por ejemplo, denunciando la mutilación de Hungría, que había perdido dos tercios de su territorio.

Pero según Wikipedia, su proyecto más importante de posguerra fue lanzar la campaña internacional "Vergüenza Negra", denunciando las horribles atrocidades cometidas por las tropas coloniales africanas de Francia contra los indefensos civiles alemanes de la Renania ocupada, incluidas las violaciones y asesinatos generalizados. Las entradas de Wikipedia suelen estar muy desinfectadas, por lo que vale la pena citar extensamente partes de esta entrada tan sorprendente:

En un artículo de primera plana en The Daily Herald, el 9 de abril de 1920, por Morel sobre la ocupación francesa de Renania, el titular decía: "Frankfurt se vuelve rojo con sangre Las tropas de sangre francesas usan ametralladoras contra civiles". Al día siguiente, el mismo periódico publicó otro artículo de portada de Morel, cuyo título era "Azote negro en Europa Horror sexual suelto por Francia en el Rin. Desaparición de jóvenes alemanas". En el, Morel escribió que Francia está "empujando a sus salvajes negros al corazón de Alemania" y que los "salvajes africanos primitivos, los portadores de la sífilis, se han convertido en un horror y un terror" para los habitantes de Renania. En su artículo, Morel afirmó que los soldados senegaleses que servían en el ejército francés eran "bárbaros africanos primitivos" que "llenaban sus mochilas con globos oculares, orejas y cabezas del enemigo". Morel declaró en su artículo:

"Allí (Renania) ellos (los soldados senegaleses) se han convertido en un terror y un horror inimaginable para el campo, violando niñas y mujeres; por razones fisiológicas bien conocidas, la violación de una mujer blanca por un negro casi siempre va acompañada de lesiones graves y no pocas veces tiene resultados fatales; difundir la sífilis, asesinar a civiles inofensivos, a menudo fuera de control; la terrible encarnación bárbara de una política bárbara, encarnada en un llamado tratado de paz que hace retroceder el reloj 2.000 años".

Morel escribió que los "salvajes negros" tienen impulsos sexuales incontrolados que "deben ser satisfechos con los cuerpos de las mujeres blancas". (las cursivas figuran en el original).

La frase que Morel acuñó para describir el supuesto terror de las tropas senegalesas en Renania fue el "Horror negro en el Rin", que se hizo internacionalmente famoso, y la campaña contra el "horror negro" tomó gran parte de su tiempo durante los últimos cuatro años de su vida. Morel predijo que el "horror negro" causaría otra guerra mundial, escribiendo que el niño alemán promedio estaba pensando: "Chicos, estos hombres violaron a sus madres y hermanas" (énfasis en el original). Morel usó el "horror negro" como una forma de atacar a Francia, que según él había causado un "horror sexual en el Rin" y cuyo "reino de terror" era un "mal gigante" que debería inspirar "vergüenza en los cuatro rincones del mundo" y, en última instancia, debería "una revisión del Tratado de Versalles y el alivio para Alemania".

El artículo de Wikipedia, algo censurador, condena a Morel por su flagrante racismo y cita a un sociólogo alemán que argumenta que esos mismos sentimientos también habían gobernado su activismo anterior en el Congo Belga. Pero esta nueva campaña de Renania pronto fue seguida por su ascenso dentro del Partido Laborista británico y su triunfo electoral sobre Churchill, por lo que tanto los socialistas británicos como los votantes británicos aparentemente dieron un veredicto diferente. Además, Adolf Hitler pronto aludió a algunas de las acusaciones de Morel en las páginas de Mein Kampf, aunque de una manera mucho menos espeluznante, y esos breves y suaves pasajes a menudo se han citado como prueba del profundo racismo del dictador alemán.

Hochschild es un liberal racial comprometido, cuyo apoyo de toda la vida a los negros en el sur de Estados Unidos y bajo el apartheid dominó su carrera temprana, y esto explica fácilmente por qué elevó a Morel a una estatura heroica por su campaña internacional para poner fin a las atrocidades europeas contra los africanos en el Congo belga. Pero también explica bien por qué excluyó cualquier mención de la cruzada humanitaria final de su ejemplo moral, esta vez centrada en las atrocidades africanas contra los europeos, que fue contemporánea con proyectos políticos similares del KKK en Estados Unidos e incluso puede haber jugado un papel importante en la inspiración de Adolf Hitler.


RON UNZ

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