Tercera parte
En lugar de alegraros por el descubrimiento de oro, deberíais llorar, pues hará que nuestra tierra se empape de sangre.
(General Joubert, bóer).
Los americanos luchan por un mundo libre, los ingleses principalmente por honor y gloria y medallas, los franceses y canadienses deciden demasiado tarde que tienen que participar. Los italianos tienen demasiado miedo de combatir, los rusos no tienen elección, los alemanes por la Patria. ¿Los bóers? Esos hijos de perra luchan por amor al arte.
(General Patton, estadounidense).
- EL GRAN TREK - LAS REPÚBLICAS BÓER - LA CASA ROTHSCHILD - LA MALDICIÓN —RHODES Y LA REVOLUCIÓN MINERAL - EL HOMBRE BLANCO PROFUNDIZA EN ÁFRICA - PRIMERA GUERRA BÓER (1880-1881)
Hemos visto cómo los europeos pretendían dominar África desde el mar y cómo los bóers, desde el momento en que rompieron con la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales y hasta con la Iglesia Reformada Neerlandesa, estaban empezando a dominar África desde dentro, proyectándose hacia el corazón del continente y convirtiéndose en un poder telúrico, tal y como había sucedido con las 13 colonias inglesas de Norteamérica al cruzar los Apalaches, o con los cosacos al alejarse de los estados europeos.
En el Siglo XIX se hizo claro por primera vez que la internacional marítima y comercial debía frenar a los colonos afrikáners antes de que este puñado de granjeros, pastores y cazadores constituyesen el primer estado-nación moderno propiamente africano, repitiendo la historia de los revolucionarios norteamericanos de 1776, sólo que esta vez en la bisagra marítima más crucial entre Occidente y Oriente…
EL GRAN TREK
Veo que cada hombre blanco es un enemigo del negro, y cada hombre negro un enemigo del blanco. No se quieren y nunca lo harán.
(Dingán, reyezuelo zulú, a Richard Hulley, febrero de 1838).
Sabemos que en el Siglo XVIII los trekboers se habían aventurado hacia el interior y que volvió a haber malestar cuando los ingleses se anexionaron la colonia holandesa de El Cabo como resultado de las guerras napoleónicas. Ahora toca una nueva y más definitiva migración de este castigado pueblo hacia el ignoto interior del continente africano —el mismo que los romanos consideraban una gran madre engendradora de monstruos.
Volvemos a situarnos en las granjas y ciudades interiores agrarias de la colonia de El Cabo. Durante la década de 1830, en las familias bóers se habla mucho de alejarse de los británicos y de los kaffires o cafres (negros bantúes, especialmente xhosa y zulúes) debido a las impopulares políticas de Londres y a las Guerras Xhosa (o Kaffir Wars) en las fronteras del Este, que según la mentalidad afrikáner, estallan una y otra vez porque los británicos son incapaces de mantener segregados a los blancos de los negros. Si bien el Este está ocupado por los ingleses y por los bantustanes (territorios bantúes más o menos independientes), las historias de cazadores, comerciantes, pastores y aventureros hablan de un país vacío, fértil y con buenos pastos al Norte. En secreto, las autoridades bóers mandan kommissie (comisiones) para explorar las tierras norteñas e informar sobre las posibilidades de emigrar allí. Una va a la actual Namibia y vuelve con un decepcionante informe sobre un país demasiado árido. La segunda da un informe muy favorable sobre Transorangia (al norte del río Orange) y la tercera uno igualmente bueno sobre Natal, que además tenía un excelente puerto natural. Los bóers no pierden más tiempo, venden sus granjas, escriben cartas a sus familias y, liderados por sus jefes, unos 12-15.000 hombres, mujeres y niños, conocidos por la posteridad como voortrekkers ("itinerantes de vanguardia", "aquellos que se mueven hacia adelante" o pioneros) emprenden la épica marcha.
Bandera de los voortrekkers. No muy distinta en su disposición a la bandera confederada sudista, la bandera de Escocia o la de los carlistas españoles. Los bóers también representaban un bastión de tradición ante el avance de la modernidad y una forma de economía productiva y autárquica, basada en la agricultura y la ganadería, opuesta a la nueva economía industrial, capitalista y comercial que se estaba fermentando en Europa Occidental.
La migración de los bóers hacia el interior del continente fue una iniciativa privada muy valiente que mostró hasta qué punto estos hombres y mujeres daban más importancia a la libertad que a la seguridad y la comodidad. Las tierras adonde se dirigían estaban totalmente inexploradas y sin cartografiar, a menudo carecían de salidas marítimas (con lo cual no podían depender del comercio internacional, viéndose forzados a vivir sobre el terreno y a ser autosuficientes) y se encontraban habitadas por tribus hostiles. Transorangia no era conocida salvo por miembros de las etnias locales gricuas y algunos pastores y cazadores bóers, mientras que la región del Transvaal (más al norte del río Vaal) era una incógnita total, sabiéndose sólo que era territorio de la tribu Matabele (también conocida como Ndebele), bajo un reyezuelo llamado Mzilikazi —lugarteniente renegado del famoso líder zulú Shaka. Esta migración masiva de los bóers en las décadas de 1830 y 1840 se conoce como Gran Trek, y en realidad fue toda una malla de rutas y migraciones que cruzó la cadena montañosa Drakensberg (comparable a los Pirineos, con varios picos de más de 3.000 metros) y cubrió desde la costa de Mozambique hasta Zimbabwe.
Los primeros grupos en partir son los mandados por Louis Tregardt y el cazador Hans van Rensburg, veterano de las Guerras Xhosa. Ambos grupos no tardarán en discutir (supuestamente porque Van Rensburg gastaba demasiada pólvora y munición para obtener marfil) y dividirse, en un alarde de autonomía e independencia típicamente sectario-calvinista. El grupo de Van Rensburg tiene por objetivo llegar a lo que hoy es Mozambique, pero es rodeado a orillas del río Limpopo por un grupo de cafres muy superior en número. Tras resistir los asaltos de la marea humana durante algún tiempo, el pequeño grupo se queda sin munición, tal y como había advertido Tregardt, y es totalmente masacrado. El otro grupo cruza el río Orange en 1835, con tan mala fortuna que para cuando llega al asentamiento portugués de Lourenço Marques (actual Maputo, capital mozambiqueña) en 1838, buena parte de su ganado ha caído por la mosca tse-tsé y la mitad de su gente ha muerto de malaria. A pesar de la hospitalidad de los portugueses, la mujer de Tregardt morirá de malaria en el fuerte, y él la seguirá seis meses después. Los sólo 26 supervivientes serán evacuados por mar a Port Natal.
Van Rensburg es masacrado con su grupo. 49 muertos.
Hendrik Potgieter, primo de Van Rensburg, abandona la Colonia del Cabo a finales de 1835 con 200 seguidores. Su objetivo es dirigirse a Lourenço Marques con fines comerciales, pero no llegan muy lejos, ya que son atacados por mil matabeles, y varios voortrekkers son asesinados. Quedó claro que los Matabele iban a ser un obstáculo importante en el camino de este grupo.
El 16 de Octubre de 1836, la partida de Potgieter recibe noticias de la aproximación de un ejército matabele. Tras haber intentado negociar sin éxito (son atacados), y ante la abrumadora superioridad numérica del enemigo, los bóers, saliendo de su laager de 50 carros, emprenden una táctica que rinde buenos resultados: cargan a caballo hasta justo una distancia mayor que el alcance de una azagaya (lanza arrojada), descargan una andanada de fusilería y, mientras se retiran a galope, van recargando el siguiente tiro, maniobra que precisa de mucha pericia a caballo y con las armas. Repiten esta táctica muchas veces con éxito. Sin embargo, la marea enemiga va cerrándose sobre el laager, hasta que lo rodea completamente. Las distancias se van acortando y se llega al cuerpo a cuerpo con el empleo de las armas blancas más usadas en el "salvaje sur": lanza, cuchillo y hacha —ni los zulúes usan arco y flecha, ni los bóers usan bayonetas. Por primera vez, un asalto matabele fracasa y se retira, pausa que es aprovechada por los bóers para sacar más pólvora y limpiar las armas. Un segundo asalto matabele es rechazado a duras penas y queda concluida la Batalla de Vegkop. 33 hombres y 7 niños han derrotado a una fuerza matabele muy superior, matando a quinientos y perdiendo sólo dos vidas, aunque los kaffires se han llevado todos los caballos y ganado. Tras la batalla, 1.137 lanzas son recogidas del interior del laager y los bóers juran recuperar sus pérdidas.
Las mujeres y niñas bóers no solían combatir, pero sí ayudaban a sus hombres a recargar los fusiles, permitiéndoles una mayor cadencia de fuego. Un grupo de bóers parapetados en un laager (círculo o barricada de carros) y con varios fusiles por hombre, podía ser una auténtica máquina de escupir fuego si organizaban bien las recargas.
Monumento a la Batalla de Vegkop.
Un comando de 107 voortrekkers liderados por Potgieter marcha después sobre Mosega, la "capital" matabele, y el 17 de enero de 1837, arrasan el poblado, incendiando los kraals (grupos amurallados de chozas), matando a todos sus habitantes —incluyendo mujeres y niños— e incautándose de un botín ganadero de 7 mil cabezas, sin perder los blancos un solo hombre. El kraal militar en Kapain todavía resiste con el reyezuelo Mzilikazi. En su camino, la partida de Potgieter encuentra los despojos del grupo masacrado y recibe noticias de una expedición de caza seriamente diezmada por otro ataque. Poco después, 340 bóers se lanzan contra el complejo militar matabele y, tras nueve días de encarnizados combates y persecuciones, expulsan a la tribu de Mzilikazi a lo que hoy es el sur de Zimbabwe.
Piet Retief, descendiente de hugonotes franceses, ha sido elegido gobernador y jefe militar de otro grupo de voortrekkers. Tras cruzar los Drakensberg, llega a la anhelada región de Natal en 1837, zona que muchos holandeses miraban con recelo al considerarla (con razón) la siguiente candidata a ser anexionada por la Corona inglesa —de hecho Potgieter se niega a asentarse allí. Además, la región no está vacía: se trata de los territorios del reyezuelo zulú Dingán, que ascendió al poder nueve años antes tras matar a su hermanastro (el célebre jefe zulú Shaka) y llevar a cabo una purga de elementos "shakistas", en un paranoico terror sociopolítico muy típico de las sociedades bantúes en general y la zulú en particular.
Mientras el grueso de la expedición bóer ―principalmente mujeres, niños y ancianos― acampa al lado del río Bloukrans (o Blaauekrans), Retief lidera un grupo de unos 70 hombres y muchachos, más 30 criados "coloreados", a Mgungundlovu, el kraal del reyezuelo, para negociar de forma pacífica la cesión de algunas de sus tierras a los voortrekkers. Dingán, sin embargo, acusa a los bóers de robarle 700 cabezas de ganado y 63 caballos, y se niega a entablar negociaciones hasta que los animales aparezcan. Después de semanas de búsqueda, los hombres de Retief encuentran las cabezas, que en realidad fueron robadas por otro reyezuelo local.
Así, el 5 de febrero de 1838, Dingane y Retief retoman las conversaciones y firman un tratado (Dingán con una X) que concede a los bóers tierras en Natal. Después, los zulúes hacen una demostración de danza guerrera para celebrar el evento. Las tribus bantúes, igual que la mayor parte de pueblos "primitivos" de la humanidad, tenían danzas tradicionales que servían para inyectar oxígeno e iones negativos en el metabolismo, acelerar el pulso, preparar al cuerpo para el combate y generar enormes cantidades de adrenalina, haciendo que el guerrero entrase en un estado de posesión-trance, en el cual su fuerza, su ira y su valor se incrementaban mientras que su miedo, su fatiga y su dolor disminuían (entre los vikingos, los bersekers tenían tradiciones comparables pero "a la europea"). En este estado, los movimientos de combate con armas —bien almacenados en la memoria neuromuscular del cuerpo tras repetitivos entrenamientos que los martilleaban en el sistema nervioso y en el subconsciente "automático"— se imponían sobre el torbellino de instintos, canalizando lo que de otra manera sería puro caos, para convertirlo en un ataque guerrero devastador.
Monumento a la matanza de Bloukraans.
Después, los zulúes piden a los blancos que hagan una demostración de destreza guerrera, quizás en parte para calibrar la amenaza que suponen: son zulúes, no tontos. Los bóers hacen demostraciones de tiro y equitación para deleite (y quizás alarma) de sus anfitriones, que nunca han visto algo parecido. A la mañana siguiente, mientras los hombres de Retief se preparan para partir hacia el campamento de sus familias, llega un mensajero zulú pidiendo que los blancos vuelvan a presentarse en el recinto del rey para brindar por su amistad y despedirse. Antes de entrar en el anillo interno del asentamiento, se pide a los bóers que dejen sus armas y sus caballos a la entrada como señal de buena fe. Acceden. Dentro del recinto, Dingán saluda a los blancos y se sienta con ellos. Los bóers beben confiadamente la leche y la cerveza de sorgo que les ofrecen, mientras dos mil zulúes totalmente armados inician la danza guerrera final. Mientras gritan y mueven sus armas rítmicamente, en cada ciclo dan tres pasos adelante y dos atrás, avanzando poco a poco. Cuando están prácticamente encima de los bóers, Dingán grita "Bulalani abathakathi" (matad a los brujos) y los zulúes atacan a sus huéspedes a traición.
Varios bóers sacan sus cuchillos de caza y, según la historia afrikáner, liquidan a varios zulúes antes de caer. Otros son estrangulados al momento con crudas cuerdas hechas con pieles de animales. Los demás son apresados y, junto con los cadáveres de sus compañeros, arrastrados a Hlomo Amabuta, una colina donde Dingán ha ejecutado a millares de enemigos políticos. Uno a uno, los desarmados bóers son asesinados a lanzazos y garrotazos. A algunos les parten la cabeza con rocas y otros son desollados y abandonados en el campo. Retief es mantenido con vida hasta el final para que presencie la muerte de todos sus hombres. Seguramente sea imposible imaginarnos lo que pasa por su cabeza cuando ve cómo su propio hijo adolescente es convertido, a garrotazos, en una masa sanguinolenta. Tras la ejecución de Retief, los brujos zulúes le abren en canal y le extirpan el corazón y el hígado. Envueltos en un paño, estos órganos son presentados a Dingán para convencerle de que el "gran mago blanco" está efectivamente muerto, y posteriormente se entierran en una zona estratégica donde supuestamente evitarán una futura invasión blanca. En círculos religiosos afrikáners, se rumoreará que los zulúes practicaron rituales de tipo satánico con las entrañas de Retief. Finalmente, los cadáveres de los bóers son empalados y abandonados para ser devorados por los buitres. No es de extrañar que, aun hoy, Piet Retief sea considerado el mártir por excelencia de la causa voortrekker y que el incidente haya contribuido tanto al racismo, la desconfianza y la cerrazón de los bóers. Esta matanza la conocemos sólo gracias a tres testimonios: el del reverendo Francis Owen, misionero inglés que tenía una "estación" en Mgungundlovu donde vivía con su familia y que apuntó los sucesos en su diario, el chaval de doce años William Hood, hijo de un comerciante británico que vivía con la familia de Owen, y Jane Williams, una chica galesa que trabajaba como sirvienta de la familia. Tanto Owen como Hood hablaban zulú y solían hacer de intérpretes [1].
Después de eso, los impis (batallones) zulúes marchan sobre los campamentos bóers a los pies de los montes Drakensberg y a orillas del Bloukraans. En la medianoche del 17 al 18 de febrero de 1838, mientras los blancos (principalmente mujeres, niños y ancianos) duermen, los zulúes caen sobre ellos en un frente de 9 km. Los campamentos están dispersos y, debido a la escasez de hombres jóvenes, mal defendidos. Muchos no han hecho caso de la advertencia de algunos líderes de formar laagers por la noche, y son presa fácil para los impis de Dingán. El pequeño campamento de la familia Liebenberg es tomado rápidamente y todos sus habitantes son asesinados mientras duermen. Las familias Bester, Moordspruit, De Beers, Botha, Smit y Breytenbach sufren la misma suerte. En el campamento de los Bezuidenhoot, el padre, Daniel Peter, se despierta por los ladridos de los perros y sale afuera esperando encontrarse con un leopardo merodeador, pero en su lugar se encuentra con una lluvia de lanzas. Su madre, mujer y hermanas son masacradas. Malherido, consigue escapar luchando a través de la marea zulú para avisar a los campamentos vecinos. Gracias a eso, muchos de ellos forman laagers inmediatamente y pueden repeler el ataque enemigo salvándose de la carnicería y abatiendo a muchos zulúes. A la mañana siguiente, el panorama que saluda a los supervivientes es dantesco. Hay vagones enteros que chorrean sangre y despojos humanos.
Además, los zulúes han saqueado los vagones y robado la friolera de 25.000 cabezas de ganado y 2.000 caballos, condenando a los bóers a la hambruna y a la inmovilidad estratégica. En adelante, el macabro y triste lugar será conocido como Weenen ("llorando").
Mapa del Groot Trek; este manojo de rutas constituye la columna vertebral geopolítica de Sudáfrica. La realidad del Gran Trek es algo más compleja, ya que los voortrekkers llegaron a Zimbabwe y Mozambique.
Las noticias sobre la matanza del grupo de Piet Retief (conocida como "Gran Asesinato" o "Masacre de Blaukrans") corren por los diversos grupos voortrekkers, muy entretejidos entre sí por alianzas matrimoniales, y en adelante marcarán a fuego la conciencia nacional de los bóers con una filosofía de atrincheramiento, bunker y supervivencia (el laager mentality), siendo pasadas como una tradición oral de generación en generación.
Sin duda es un punto de inflexión en la historia de los afrikáner, que pone en marcha un nuevo tren de acontecimientos y un nuevo guión a ser interpretado. En los momentos posteriores al trágico suceso, el Gran Trek entero titubea en su avance y empiezan a cundir desmoralizadores debates sobre la conveniencia de abandonar el proyecto y volver a la relativa seguridad de la tutela británica. Algunos bóers vuelven a cruzar los Drakensberg retrocediendo a sus antiguas tierras. El resto queda fortalecido en su determinación, gracias, entre otras cosas, a las palabras de ánimo pronunciadas por las mujeres ―especialmente por las viudas, que no están dispuestas a vivir de la caridad en El Cabo y que siguen acariciando el sueño de habitar un Estado propio e independiente: un Volkstaat que puedan llamar suyo.
Otro líder bóer, Gert Maritz, que ya había advertido a las familias sobre la posibilidad de ser atacadas, organiza los campamentos en tres laagers inexpugnables y manda mensajes para recibir refuerzos. Pronto se les suman varias familias más, lideradas por Piet Uys y Potgieter (ya cubierto de prestigio por su derrota de Mzilikazi). Ahora los voortrekkers de Natal cuentan con mil personas en total y puede pensarse en la aniquilación del ejército de Dingán —sin lo cual no creen poder sobrevivir en esas tierras—, en extraer venganza por los muertos inocentes y en recuperar sus cabezas de ganado, tan importantes para la supervivencia de su gente. Con eso en mente, en abril de 1838 se organiza un comando de 347 hombres y muchachos. Gert Maritz quiere evitar discusiones internas y, como los dos nuevos partidos se niegan a ponerse bajo las órdenes del otro jefe, ordena que el comando estará al mando de Uys y Potgieter por igual. Un mando poco firme y poco claro. La dividida unidad es guiada hacia Dingane por un zulú desertor en el que no confían plenamente, considerándole posible agente enemigo… y con razón: en Italeni, cerca de la "capital" de Dingán, el comando cae en una emboscada de siete mil zulúes y es masacrado. Piet Uys cae muerto y su hijo adolescente Dirkie es asesinado al intentar rescatarlo. Potgieter puede escapar maltrecho dejando atrás los vagones de Uys, en un episodio que lo hará ser criticado por su gente —injustamente— como cobarde.
Potgieter. Su prestigio entre las tribus africanas es tal que, cuando muera en 1852, varios jefes tribales, que lo tienen en muy alta estima, acudirán a ofrecer sus respetos. Por sus rasgos, probablemente tenía algo de sangre hotentote o bosquimana.
La moraleja de esta nueva derrota parecía ser "se necesita un mando unificado y un líder fuerte". Aquí los bóers debieron empezar a abandonar su fiera ansia de independencia y libertad a toda costa, para empezar a abrazar formas de obediencia y organización de tipo estatal y militar. El hombre que encarnó este deseo resultó ser Andries Pretorius, un granjero y líder voortrekker que infundió confianza en los agotados bóers y que fue escogido para liderar el comando de castigo contra el ejército de Dingán. El 16 de diciembre de 1838, tras haber prestado un voto religioso dirigido por el pastor Sarel Cilliers (que rompió con las autoridades religiosas de El Cabo para ayudar a su gente a tener su propia volkskerk o iglesia nacional), 470 bóers con 64 vagones logran la victoria contra un ejército de doce mil zulúes, causándoles tres mil bajas en la Batalla del Río Ensangrentado (Bloedrivier, o Blood River), así llamada porque el río Búfalo se tiñó de rojo. Después de recuperar el antiguo tratado de la cartera de cuero del pobre esqueleto de Retief, los bóers proclaman, con toda legalidad, su primer volkstaat: Natalia.
Andries Pretorius. La ciudad más importante de la nueva Sudáfrica afrikáner llevará su nombre.
LAS REPÚBLICAS BÓER
Tras haber conquistado enormes territorios sudafricanos, el puñado de colonos europeos llamados voortrekkers estableció varias repúblicas soberanas.
Los bóers tendieron a evitar zonas densamente pobladas por kaffires, bosquimanos y hotentotes, estableciéndose en lugares despoblados por la Mfecane ("aplastamiento", o "dispersión"), la limpieza étnica de tribus locales llevada a cabo por el rey Shaka durante la invasión zulú, que mató a 1-2 millones de aborígenes sudafricanos, especialmente de raza joisán, el primer tercio del Siglo XIX.
En un antiguo enclave costero portugués, nace la República de Natalia (1839), el primer volkstaat afrikáner, con capital en Pietermaritzburg, así llamada en homenaje a Piet Retief y Gert Maritz. Esta república, con un magnífico puerto natural (Port Natal, la actual Durban), incomodaba a los ingleses, obsesionados con no permitir que nadie les disputase la hegemonía en el Índico, de modo que en 1843, la jovencísima república fue fagocitada mezquinamente por Londres después de que los afrikáners se negasen a aceptar una guarnición británica en su puerto. Si los bóers pretendían enriquecerse en el interior, tendrán que utilizar un puerto inglés para dar salida a sus mercancías, lo cual colocará a su comercio bajo dominio británico de facto. El resto de salidas marítimas están bloqueadas por los territorios xhosa y zulúes, con lo que los ingleses se ufanan de haber completado el cerrojo litoral. En cuestión de décadas, Natalia recibirá una fuerte inmigración inglesa e hindú que la acabará convirtiendo en la región más británica de Sudáfrica. Lo que los bóers conquistan, los británicos se lo adjudican: un magnífico negocio para la Corona. Los hindúes llegarán en masa para trabajar en las plantaciones de caña de azúcar y alarmarán a las autoridades de Orange, que promoverán leyes para que no puedan entrar en su país. Estas leyes durarán hasta finales de los años 80 del Siglo XX. Hoy, la provincia de "KwaZulu-Natal" es la más hinduizada del país.
Los bóers sienten un asco instintivo a someterse a cualquier forma de imperialismo y de poder que no proceda de ellos mismos, sea romano, español, católico o británico. Así que de nuevo, los bóers preferirán la emigración y el futuro desconocido antes que vivir como súbditos del imperio conocido [2], de modo que se desplazarán al Norte, hacia territorios arrasados por la Mfecane zulú, cruzarán el río Vaal y se establecerán allí. En 1848, el Imperio Británico declaró territorio de la Corona todo lo que había entre los ríos Orange y Vaal, pero la fiera resistencia política bóer y el todavía escaso interés económico y estratégico de la región lo harán dar marcha atrás —ya habrá tiempo para anexiones más adelante. Al año siguiente, se establece la primera sinagoga en Ciudad del Cabo.
Más al Norte, los bóers fundarán en 1852 la República de Sudáfrica (más conocida como Transvaal o por sus siglas afrikáners ZAR), cuyo mismo nombre sugiere cierta pretensión de hegemonía regional. En 1854, otro movimiento bóer fundará al Sur, entre los ríos Vaal y Orange, el Estado Libre de Orange (o Transorangia), donde las tensiones entre británicos y bóers eran más fuertes. Las capitales, respectivamente Pretoria (en honor a Andries Pretorius) y Bloemfontein, serán las únicas ciudades de cierta entidad, el resto de los dominios bóer consistirán en fincas rurales, granjas enormes y espaciadas, vastos espacios vacíos, núcleos indígenas y muy baja densidad de población. En Pretoria, que acaparará el prestigio y la hegemonía política en el mundo afrikáner, gobernará un presidente junto con el Volksraad (Consejo del Pueblo, de 24 miembros) e incluso se constituirá una iglesia de Estado [3] escindida de las autoridades de la Iglesia Neerlandesa Reformada de Ciudad del Cabo.
Cámara parlamentaria en el Ou Raadsaal de Pretoria, ciudad que será embellecida con arquitectura holandesa y victoriana y varios monumentos glorificando el pasado bóer. Los hijos de las familias más poderosas de Pretoria serán mandados a estudiar a Holanda, dando origen a una nueva élite afrikáner bien formada.
Las minúsculas repúblicas de Goshen (nombre sacado del Antiguo Testamento) y Stellaland, que acabarán uniéndose, representaban el embrión de un nuevo expansionismo bóer hacia el Oeste en rivalidad con el Imperio Británico, y serán un factor desencadenante de las Guerras Bóer. La Nieuwe Republiek (Nueva República), con capital en Vryheid (libertad) será fundada mucho más adelante (1884) por mercenarios bóers y británicos, tras ayudar a una facción zulú a derrotar a otra; acabará siendo anexionada por la ZAR.
Todas estas repúblicas fueron reconocidas diplomáticamente por todas las potencias de la época, incluyendo el Imperio Británico, que probablemente veía con buenos ojos que otros mostrasen la iniciativa de organizar los territorios que él no podía, y que sus mercancías llenasen los puertos ingleses que, a fin de cuentas, monopolizaban todas las salidas marítimas que los bóers necesitaban para exportar, con lo cual en teoría estaba todo bajo control.
En todas estas repúblicas afrikáners estaba prohibida la esclavitud, pero a la vez sus constituciones establecían la segregación racial.
Panorama increíblemente balcanizado, en el que los británicos mantienen su colonia unida mientras todas las demás entidades políticas están divididas. Los países gricúas han sido colocados -seguramente por los mismos bóers-como muralla entre británicos y bóers y están dirigidos por etnias "coloreadas" (hoy los llamaríamos negros sin más) que han huído del militarismo zulú, emprendiendo su propia migración y agregándose a los bóers como aliados, cristianizándose y europeizando sus costumbres. Phillipolis será anexionada a Orange y los otros dos países gricúas no tardarán en pasar a la tutela británica. De todas las repúblicas bóer, la de Natalia es la única con salida al mar, cosa que incomoda a los británicos, que se la anexionarán en 1843. Las otras dos preocupaciones de Londres son que los bóers se proyecten aun más hacia el Norte y que enlacen con la actual Namibia en el Oeste. Tanto la república de Orange como la ZAR bloquean el avance del Imperio Británico hacia el actual Zimbabwe y el interior del continente africano. Para entonces no quedaba mucho de la antigua Kaffraria (zona xhosa) libre del dominio blanco.
Goshen, Stellaland, Nieuwe Republiek,Transvaal (ZAR), Orange, Natalia.
Las islas étnicas bantúes (bantustanes) del Sur, Basutolandia (actual Lesotho), Kaffraria, Zululandia y Swazilandia, se corresponden con territorios cafres que los británicos decidieron dejar intactos en un intento de favorecer la balcanización y evitar que los bóers obtuviesen más salidas marítimas que pudiesen adosar a las portuguesas de Mozambique en una única continuidad costera. También evitaban así que los bóers pudiesen aliarse con alguna potencia extranjera rival del Imperio Británico (notablemente Prusia o el Imperio Ruso) que les pudiese mantener abastecidos a través de sus puertos.
Siguieron décadas de calma y prosperidad, ocasionalmente rotas por nuevas guerras xhosa, pero el expansionismo de la colonia británica de El Cabo fue envolviendo lentamente a las repúblicas libres, incluso englobando los diversos bantustantes y núcleos gricúas y azuzándolos contra los bóers, siempre en busca de tener una frontera con ambas repúblicas para abalanzarse sobre ellas, y especialmente bloqueando su expansión hacia el Oeste y hacia el mar. La rivalidad entre la marítima y cosmopolita Ciudad del Cabo y la continental y provinciana Pretoria se irá haciendo cada vez más evidente.
Estas vastas regiones interiores eran un problema para Londres porque se trataba de pocos bóers (en 1877 sus números todavía rondaban los 100-150.000), pero muy organizados y cohesionados, sobre un territorio muy grande y rico. Ergo, esta minoría llegaría a acaparar las enormes riquezas de este territorio, acumulando gran patrimonio e influencia por persona, y podría estar algún día en condiciones de competir contra las mafias financieras de Londres, París, Frankfurt, Nueva York, Hong Kong, Singapur y Bombay. Además, las repúblicas bóer formaban un tapón geopolítico que separaba al Imperio Británico de las riquezas del interior de África y bloqueaba la continuidad territorial que Londres pretendía constituir desde El Cairo hasta El Cabo con la esperanza de tender una vía férrea y una línea de telégrafo. Esta ruta británica "vertical" debía frustrar cualquier intento rival por cruzar África por vía terrestre para unir el Atlántico con el Índico, haciendo que, para pasar del "Gran Mar Occidental" al "Gran Mar Oriental", el mundo dependiese exclusivamente de las dos bisagras británicas: Suez y El Cabo, sin posibilidad alguna de establecer un puente terrestre sobre África (por ejemplo, el Sahel). La colonia de El Cabo necesitaba de la red de comercio internacional para subsistir, mientras que las repúblicas bóer no sólo subsistían sobre el terreno, sino que producían excedentes, a pesar de carecer de salida marítima y verse forzadas a ser autárquicas. Londres siempre hubiera podido pagar por importar las riquezas del interior africano, pero le habría salido más caro y además, con ello contribuiría al fortalecimiento de un poder continental en África, que fácilmente se habría expandido por cuencas minerales y fluviales extremadamente ricas. Urgía bajar por el Nilo cuanto antes, llegar al Lago Victoria y seguir descendiendo, para bloquear desde el Norte la previsible expansión de la civilización afrikáner hacia Zimbabwe, Zambia, Congo y otros lugares de riquezas extraordinarias aun no descubiertas, pero previsibles.
Para confirmar este viejo temor británico, varios grupos de bóers, a las órdenes de Gert Alberts, lanzan una nueva iniciativa trekker, dispuesta a conquistar nuevas tierras. Esta vez la dirección será el Noroeste, hacia la fértil Humpata, en la meseta angoleña de Huíla, una zona por aquel entonces todavía no del todo controlada por Portugal. Algunos dicen que estos nuevos granjeros partieron por miedo a los británicos, otros que simplemente sentían el anhelo de "trekear" (trekgees), de ahí que a estas familias de la tercera oleada se les haya llamado Dorsland Trekkers (trekkers sedientos de tierra, o bien trekkers de las tierras sedientas, por los terrenos desérticos que les tocará atravesar).
La ruta de los dorsland trekkers, con las fronteras estatales modernas. Nunca llegarán a obtener una salida al Atlántico, como posiblemente preocupaba a los portugueses. Las relaciones de estos bóers con las autoridades coloniales portuguesas, si bien frías nunca llegarán a ser violentas.
El nuevo trek llevará a estos granjeros a atravesar el desierto del Kalahari en lo que hoy son Botswana y Namibia, el lago endorreico de Ngami, el río Cunene y finalmente la tierra deseada en Angola. Allí, se asentarán y formarán comunidades celosamente cerradas que se negarán a integrarse y que tomarán mal tanto que los portugueses prohíban utilizar el afrikaans en las escuelas como que intenten —sin éxito— convertirlos al catolicismo. Muchos grupos rechazarán de frente cualquier avance tecnológico, igual que los Amish de hoy en día, y acabarán empobrecidos, acercándose peligrosamente a la categoría de basura blanca, como muchos descendientes de holandeses en los pantanos del sur de Estados Unidos. Otros retrocederán a África Suroccidental (actual Namibia), una colonia alemana que tras la I Guerra Mundial pasará a ser de facto la quinta provincia sudafricana, administrándose como tal. Sin embargo, un siglo después del Dorsland Trek, los soldados de la South African Defence Force seguirán su estela y volverán a pisar esos mismos lugares de Angola en el transcurso de Operación Sabana, una contrainsurgencia extraordinariamente sanguinaria contra las guerrillas terroristas antiblancas apoyadas por Marruecos y los países comunistas. Los últimos bóers de Angola abandonarán el país cuando se independice en 1974, exactamente cien años tras el Dorsland Trek.
Monumento a los voortrekkers en Pretoria.
El caso es que los bóers estaban repitiendo en muchos sentidos la historia de los Estados Unidos, sólo que esta vez el "salvaje Oeste" era el "salvaje Norte", y Namibia, Angola y Rhodesia ocupaban el lugar de Kansas, Texas y Utah. También se puede trazar un paralelismo con los cosacos del Imperio Ruso en Siberia y Asia Central.
En el Siglo XVIII, el Imperio Británico había prohibido a los organismos gubernamentales de las Trece Colonias norteamericanas que expandiesen sus territorios más allá de los Montes Apalache, ya que consideraba que en tal caso, los colonos ingleses se convertirían en una potencia continental que se sustraería demasiado efectivamente al dominio fuertemente marítimo de Londres. Fue por esto que los indios lucharon del lado de los ingleses en la Guerra de Independencia americana: sabían que si ganaban los "continentales", sus tierras acabarían cayendo en manos de los colonos. Si en Norteamérica la frontera entre la telurocracia y la talasocracia se ubicaba en los Montes Apalaches y en Asia se ha ubicado tanto en Afganistán como en el Paralelo 38, en el Paralelo 17 y en la Gran Muralla, en Sudáfrica la frontera eran los Montes Drakensberg, los bantustanes cafres y el río Orange.
De momento las repúblicas voortrekkers viven de una economía de ganadería, agricultura, caza y recolección. Su estilo de vida no les rinde enormes beneficios económicos, pero es limpio, honrado, sano y sostenible. Sin embargo, a no mucho tardar, se añadirá la minería —y es ahí donde la tragedia sudafricana irá in crescendo…
El dinero es el dios de nuestro tiempo, y Rothschild es su profeta.
Sólo hay un poder en Europa, y ése es Rothschild.
Antes de ver con mayor profundidad hasta qué punto la familia Rothschild ha influido en Sudáfrica y ha extraído de ella las riquezas que ha utilizado para subvertir la "Cristiandad", la Civilización Occidental, el mundo blanco, la tradición europea o como se le quiera denominar, se hace necesario abrir un pequeño paréntesis que repase la historia de esta familia para que encaje mejor en los acontecimientos de más adelante. Para dejar claro hasta qué punto esto no es un asunto baladí, también nos permitimos recordarle al lector, en pocas líneas, cómo los lazos familiares, tribales y genéticos han condicionado la historia de la humanidad: los antiguos Estados solían llevar el nombre de las dinastías que los regían, y se identificaban ante todo con una familia, su patriarca jefe y los grupos a ellos leales por juramentos feudales o tribales. Varios apellidos desfilan en la historia: Aqueménidas, Agíadas, Flavios, Ptolomeos, Sasánidas, Selyúcidas, Merovingios, Omeyas, Abasidas, Trastámaras, Habsburgos, Borbones, Ming, Tudor, Windsor, Romanov… Otras familias, sin llegar a constituir dinastías, pisaron fuerte: Banu-Qasi, Medici, Borgia, Mendes, Mendoza, Guzmán, Fugger, Welser, Thurn und Taxis, Baring, Kleinwort…
Se consideraba que nada había más fuerte que los lazos tribales y genéticos para vertebrar estructuras jerárquicas como los Estados, los negocios o las alianzas estratégicas y, efectivamente, estas dinastías, en un mundo con menos medios de poder material que el actual, solían ser mucho más duraderas que el gobierno promedio de hoy en día. Esta situación sólo cambió con el advenimiento de los estados-nación, la separación de poderes y los sistemas parlamentarios, cosas todas que en realidad no significaron el fin del poder de las familias de élite, sino sólo que ciertas familias (notablemente las de la nobleza, la milicia, la religión y la propiedad de la tierra) dejaban de tener tanto poder para que lo tuvieran otras (las de la finanza, la gran empresa, el comercio, la prensa y el crimen organizado). Los Rothschild fueron una de estas dinastías que ocupó el vacío dejado por la caída de las familias europeas tradicionales.
Mayer Amschel Bauer (1744-1812), judío asquenací afincado en Frankfurt, fue llamado "padre fundador de las finanzas internacionales" por la revista "Forbes". La internacionalidad de las finanzas es en realidad un hecho mucho más antiguo, pero en adelante siempre estará conectado de una forma u otra con este poderoso clan, cuyos patriarcas han constituido un importantísimo poder fáctico y oficioso en el mundo. Descendientes de mercaderes y financieros judíos de Venecia, Mayer adoptó su nuevo apellido Rothschild ("escudo rojo" en alemán) por el emblema que pendía en la entrada de su edificio. Los banqueros habían ido desplazándose, junto con el plexo central de las actividades financieras en Europa, a lo largo de la Banana Azul y recorriendo Venecia, Génova, Florencia, Lombardía, Suiza, Alemania, Flandes, Holanda y finalmente Inglaterra. Al fundador de la dinastía Rothschild se le acredita el haber pronunciado una frase tan representativa como "Dadme el control del dinero de una nación y ya no me importará quién haga sus leyes". Mayer Amschel fue iniciado en prestidigitación financiera en la banca Oppenheimer de Hamburgo (los Oppenheimer también tendrán mucho que decir en la historia de Sudáfrica) y, como parte de una estrategia a muy largo plazo, dispersó hijos suyos en
- Nápoles: Calmann ("Carl") Mayer von Rothschild funda C M Rothschild & Figli, satélite de la rama de Frankfurt. Calmann hará negocios con el Vaticano y el mismísimo Papa Gregorio XVI le concederá la Orden de San Jorge. Según la "Enciclopedia Judaica", gracias a esta rama los Rothschild son "guardianes del tesoro papal". La rama de Nápoles fracasará por la progresiva pérdida de importancia estratégica de la ciudad como centro financiero y será cerrada en 1863, durante la unificación de Italia.
- Frankfurt: Amschel Mayer von Rothschild se quedará en la ciudad matriz, con la banca M A von Rothschild und Söhne. El banco está bien realcionado con los judíos ultraortodoxos de Europa del Este, que ven en Frankfurt una Meca de las finanzas, lo bastante cercana como para poder admirarla. En la misma Alemania, los judíos asquenacíes se encuentran tan implantados en los bajos fondos urbanos que el argot del mundo alemán del crimen está lleno de palabras de procedencia yiddish. Esta rama acabará estancándose cuando Frankfurt caiga bajo la órbita prusiana, y será liquidada en 1901 al no haber heredero varón. Algunos señalan al eje Frankfurt-París como el motor tras Adam Weishaupt, los iluminados de Baviera y los sectores más radicales de la revolución francesa, especialmente los enciclopedistas.
- Viena: Salomon Mayer von Rothschild, fundó la banca S M von Rothschild, al principio también satélite de Frankfurt. Principal prestamista del político austríaco Metternich y del sistema de la Restauración auspiciado por él, el no haber podido endeudar al Zar de Rusia será su espina clavada. Esta banca llegará a su fin cuando el III Reich se anexione Austria en 1938 y confisque todos sus activos, forzando a los Rothschild a emigrar apresuradamente.
(Nota del editor del blog: Este punto es rebatible, de hecho no existe evidencia alguna de que Hitler haya tenido intención de acabar con la banca alemana -judía para algunos- cuando Hitler asumió el poder gran parte de la banca ya se hallaba nacionalizada por leyes emitidas en la República de Weimar. Al contrario, existe evidencia suficiente de que fueron los banqueros internacionales -judíos incluidos- quienes si financiaron a Hitler y al nazismo para la toma del poder. Sobre economía nazi ver: El "Trono de Oro" y otros mitos de la economía nazi).
- Londres: Nathan Mayer Rothschild. Naturalizado ciudadano británico, en 1810 fundó un legendario banco en la City de Londres, N M Rothschild & Sons. Las muertes de Abraham Goldsmid y Sir Francis Baring lo dejarán como el banquero más importante de Inglaterra. Se le atribuye el haber declarado que "No me importa qué marioneta sea colocada sobre el trono de Inglaterra para gobernar el imperio donde nunca se pone el Sol. El hombre que controle el suministro de dinero de Gran Bretaña, controla el Imperio Británico, y yo controlo el suministro de dinero de Gran Bretaña". Sea esta frase cierta o no, el hecho de que se haya colocado en sus labios demuestra el tipo de fama que se estaba labrando esta familia. Rothschild se hizo dueño de la economía inglesa y del nuevo Bank of England después de un hábil golpe especulativo, ejecutado tras la Batalla de Waterloo en la Bolsa de Londres. Durante casi todo el Siglo XX, el banco N M Rothschild & Sons será el anfitrión de la fijación del precio del oro en la City, dos veces al día (una a las 10:30 y otra a las 15:30), en solemnes rituales donde, por tradición, siempre debe haber un Rothschild presente. El judío Benjamin Disraeli (Lord Beaconsfield), que será primer ministro del Reino Unido, caracteriza en su novela "Coningsby" a un personaje llamado "Sidonia" (supuestamente tapadera de Nathan o Lionel) en los siguientes términos: "el Señor y Maestro del mercado mundial del dinero y, claro, prácticamente Señor y Maestro de todo lo demás. Poseía literalmente las rentas del sur de Italia en prenda, y los monarcas y ministros de todos los países cortejaban su consejo y eran guiados por sus sugerencias". Añade que tenía gran inteligencia y que dominaba los principales idiomas europeos.
- París: Jacob ("James") de Rothschild. Fundará la poderosa banca De Rothschild Frères, cuyo primer ámbito de inversión será la red de ferrocarriles francesa, que pronto se unirá con la austríaca (financiada por la rama de Viena).
De estas ramas, las más poderosas llegarán a ser las de Londres y París, pero los hermanos, y después los primos, nunca perderán su solidaridad familiar, coordinando siempre sus acciones cuidadosamente, cubriendo toda Europa con su propio servicio de correos, palomas mensajeras y una tupida red de agentes y espías que formarán de facto un servicio de Inteligencia internacional de la casa Rothschild. Tampoco dejarán de prestar su apoyo a clanes financieros emergentes como los Warburg, los Oppenheimer, los Schiff, los Sassoon o los Morgan. Los vástagos de la casa de Rothschild se infiltrarán hábilmente en la alta sociedad de las naciones huéspedes, conseguirán la nacionalidad correspondiente, se verán honrados con títulos de nobleza, promoverán guerras para debilitar a las naciones europeas y se meterán en el bolsillo a reyes, políticos, gobiernos, ejércitos, palacios, mansiones, tierras, concesiones mineras y empresas mediante la creación de dinero de la nada y su préstamo a interés: la deuda y el arte de la usura como herramientas de poder. Siguiendo fielmente las directrices de su patriarca fundador, mantendrán una fuerte endogamia, casándose con primas o primas segundas. Aunque los métodos que emplean, basados en la intriga, la extorsión y la mentira, no destacan por su moralidad, también hay que decir, para ser justos, que la principal aliada de los Rothschild y de sus agentes es la mismísima debilidad humana. La ambición, el chauvinismo nacionalista miope, la codicia, el ansia de poder, la ignorancia, los vicios sexuales, el lujo… todas estas cosas serán explotadas con maestría por los Rothschild para manipular, espiar o chantajear a los grandes personajes de la historia europea, sembrando un caos en el medio del cual la única fuerza que sabía realmente a dónde se dirigía y qué tenía que hacer, era la banca rothschildiana.
El poder del Escudo Rojo sobre Londres. Fotograma del vídeo The American dream.
El secretario de Metternich (diplomático del Congreso de Viena fuertemente endeudado con la rama vienesa de la familia), consideraba que los Rothschild eran "la gente más rica de Europa". El mismísimo Lloyd George, que será primer ministro del Reino Unido, declarará en 1909 que Lord "Natty" Mayer Rothschild, entonces cabeza de la rama londinense, era "el hombre más poderoso de Gran Bretaña" (lo cual ya es decir) e incluso llegará tan lejos como para afirmar que "estamos teniendo demasiado Rothschild en este país", quejándose de que Inglaterra permite que su política sea dictada por los "grandes financieros". Será la última vez que una personalidad inglesa tan destacada ose señalar con el dedo a la familia inmencionable.
Aunque las ramas rothschildianas de Frankfurt, Viena y Nápoles fracasarán, las de Londres y París llegan con excelente salud hasta nuestros días. En 2003, con la retirada de Sir Evelyn Robert de Rothschild del banco londinense, ambas se unificaron como Group Rothschild, bajo la dirección de David René James de Rothschild. Resulta impresionante constatar cómo —a pesar de no haber hecho nada productivo en toda su existencia, simplemente especulando, conspirando y dedicándose a la usura, creando dinero de la nada y prestándolo a interés— esta familia ha llegado a acumular un poder tan irresistible.
Obviamente, en esta serie de artículos sobre Sudáfrica, la rama Rothschild que más nos interesará será la de Londres, férrea gobernadora de los asuntos comerciales del Imperio Británico... da una idea acerca del enorme poder que tenían los negocios judíos en Inglaterra, hasta el punto de que eran capaces de torcer leyes y tradiciones inglesas de siglos de antigüedad. Es extraordinario cómo, desde Cromwell, siglo tras siglo, el organismo nacional inglés había ido cediendo terreno hasta permitir que una estructura hostil y oriental se implantase en las esferas de poder de Inglaterra y las poseyese totalmente.
Jefes de la rama londinense de la casa Rothschild. Muchos de estos hombres han tenido importantes intereses en Sudáfrica, por ejemplo, Natty (el segundo Nathan) financió las operaciones mineras de Cecil Rhodes, Evelyn ha sido director del cartel diamantífero De Beers Consolidated Mines, y David ha pertenecido a su consejo administrativo.
Lord "Natty" Rothschild es precisamente el personaje clave de la incipiente trama comercial sudafricana, ya que aparte de ser amigo del masón Lord Randolph Churchill —padre del futuro primer ministro Winston Churchill—, será también el principal financiador del proyecto imperialista de Cecil Rhodes en África.
La irrupción de la casa de Rothschild en los círculos de poder de Europa Occidental coincide con las primeras insurgencias iluministas, que culminarán con la revolución francesa en 1789. En 1827, Sir Walter Scott publica los nueve volúmenes de su monumental "Vida de Napoleón Bonaparte"; en el segundo, el popular escritor escocés afirma que la revolución francesa fue ejecutada por los iluminados de Baviera y financiada por "los cambiadores de dinero de Europa". Sea como fuere, todas estas nuevas corrientes de pensamiento, subversiones anti-tradicionales, teorías de conspiraciones y luchas ideológicas hubieran sido impensables unas décadas antes de que los Rothschild consolidasen su garra financiera en los asuntos de palacio de las potencias europeas.
LA MALDICIÓN ―RHODES Y LA REVOLUCIÓN MINERAL
Las minas de oro fueron el comienzo de la caída… los campos de oro han sido una fuente de miseria para el Gobierno. Fue debido a los campos auríferos que el país fue llevado a la guerra.
(General Joubert, ante el Volksraad, 1882).
Teniendo los judíos un monopolio sobre el mercado internacional de diamantes desde la Edad Media, y estando Sudáfrica plagada de estas estrellas de la Tierra, estaba a punto de cocinarse una estrecha relación entre Sudáfrica y los judíos, relación que llegará intacta hasta la época del Apartheid en el Siglo XX.
Aunque esta serie de artículos trate sobre la historia sudafricana, se comprenderá que el oro y los diamantes están totalmente entretejidos con Sudáfrica y que además los beneficios obtenidos de estos productos han ejercido una influencia tremenda en el mundo entero.
La situación del comercio internacional de diamantes antes de la maldición sudafricana es la siguiente. El Imperio Británico controla totalmente las fuentes diamanteras (en India y Brasil), así como las principales rutas marítimas y zonas de tránsito (Adén en Yemen y El Cairo en Egipto), desde las cuales las piedras eran vendidas tradicionalmente por judíos de ciudadanía otomana a otros judíos de Venecia, Frankfurt y Lituania. La nueva hegemonía marítima y comercial británica hará que el principal centro de procesamiento de diamantes deje de ser Ámsterdam y pase a ser Londres, de modo que aquí prosperarán los nuevos mercaderes de gemas. Según los registros de la British East Asia Company, desde finales del Siglo XVIII prácticamente todo el comercio diamantero estaba en manos judías. Todavía no existen minas de diamantes: las piedras todavía no se extraen industrialmente de grandes depósitos, sino que se encuentran sueltas en lechos fluviales.
En el momento en que cae la maldición sobre Sudáfrica, el país está dividido entre posesiones del Imperio Británico en las costas, Estados afrikáners en el interior y diversos bantustantes racialmente africanos, llamados eufemísticamente "homelands", pero en realidad proto-reservas controladas, como las que se estaban formando en Norteamérica con los indios —si bien en Sudáfrica jamás habrá un genocidio ni remotamente comparable al que hubo en Norteamérica.
El año de arranque es 1867, cuando se encontró el llamado Diamante Eureka al lado del río Orange, cerca de Hopetown (territorio británico). En 1871, se encontró una pieza todavía más grande en la granja de los hermanos boérs De Beers, en Gricualandia Occidental. Este evento fue el pistoletazo de salida de la fiebre diamantífera de Kimberley, una verdadera estampida histérica de codiciosos, pseudo-yanquis, buscavidas, parásitos y buscafortunas que con el tiempo harán de Sudáfrica una California del Sur y convertirán el yacimiento en un enorme agujero (el Great Hole) del que se extraerán toneladas de diamantes. Por primera vez, se ha descubierto una mina de diamantes, donde las gemas pueden ser excavadas directamente de forma industrial, de enormes "tubos" minerales incrustados en la roca. A su lado, las anteriores fuentes de India y Brasil palidecen y pasan a un segundo plano. Se avecina una revolución económica internacional y todavía no se sabe para qué se emplearán los beneficios.
Ese mismo año, irrumpe un personaje que tendrá un peso decisivo en la modelación de Sudáfrica y en el poder económico del Imperio Británico: Cecil Rhodes. Ferviente imperialista y creyente casi mesiánico en la misión universal de la "raza anglosajona", considera que los norteamericanos, británicos y alemanes están destinados a dominar el globo en una alianza "anglo-teutónica".
Los ingleses en particular debían formar un imperio mercantil de emprendedores en el corazón de África para proporcionar salida a su exceso de población, según Rhodes, para evitar que algún día estalle una guerra civil en la metrópoli. Miembro de la logia masónica de la Universidad Apolo, nunca ha sido un masón muy convencido; probablemente aprecia las perspectivas de ascenso social y contactos influyentes que la logia le brinda, pero en su fuero interno siempre ambicionará formar su propia sociedad secreta, cosa que logrará con la ayuda de la casa Rothschild.
Paralelamente a los diamantes, otra vieja plaga mineral asolará Sudáfrica: la fiebre de oro de Witwatersrand (Transvaal), desatada en 1886, confirmará los viejos rumores locales sobre un "El Dorado africano" en la región, atrayendo a Sir Alfred Beit —un judío asquenací de Frankfurt, naturalizado británico y veterano de la diamantera Jules Porgès & Cie de Ámsterdam—, a los accionistas extranjeros que puede reunir y a una verdadera tropa de ingenieros estadounidenses. El oro de la zona constituirá la base de Johannesburgo, que en diez años superará a Ciudad del Cabo (doscientos años más antigua) como la ciudad más grande de Sudáfrica, siendo en la actualidad la principal área metropolitana del país con diferencia. Fue tan importante la influencia de Witwatersrand en la economía sudafricana y mundial, que el 40% del oro jamás extraído en el mundo procede de allí y la moneda sudafricana, el rand, le debe el mismo nombre. Witwatersrand, en fin, fue al oro lo que la española mina de Almadén —también controlada por la familia Rothschild— fue al mercurio. La fiebre aurífera cataliza una tremenda inmigración de uitlanders (forasteros, o extranjeros), que tendrá grandes efectos demográficos y políticos, como veremos después.
Trama minera sudafricana: Sir Alfred Beit, Sir Cecil Rhodes y Lord Natty Rothschild. Los masivos beneficios de los diamantes y el oro sudafricanos serán empleados en avanzar la agenda de gobierno mundial de las élites globalistas.
El oro, los diamantes, los inmigrantes y el capital de la City londinense alimentan el ascenso del nuevo Standard Bank y de una nueva casta capitalista en Sudáfrica: los randlords.
Son corrientes en esta élite los judíos asquenacíes de origen alemán que han conseguido fácilmente naturalizarse como ciudadanos británicos y hasta en muchos casos obtener títulos nobiliarios de la Corona. Famosos randlords sudafricanos judíos son Otto Beit, George Albu, Gustav Imroth, Solomon Barnato Joel, Barney Barnato, Carl Meyer, Samuel Marks, Jules Porgès, Woolf Joel y Lionel Phillips. Estos hombres suelen tener lazos internacionales golosos: el National Bank of Egypt, el Hong Kong-Shanghai Banking Corporation (el mítico banco HSBC), la bolsa de la City de Londres, el coleccionismo artístico de alto nivel, las industrias pulidoras, cortadoras y talladoras de diamantes de Amberes, la familia Sassoon (judíos bagdadíes que se han enriquecido con el tráfico de opio a China y con el comercio de algodón hindú, asociados con el Imperio Británico y la casa Rothschild), el mismo Cecil Rhodes y la alta sociedad británica en general. Algunos de estos hombres mueren asesinados o en circunstancias poco claras, en el medio de una delirante vorágine de operaciones comerciales y rivalidad empresarial, de la cual sólo saldrán victoriosas un puñado de firmas sin escrúpulos, dispuestas a triunfar en la guerra comercial a cualquier precio. Es la época de la competencia desaforada, los grandes trusts empresariales están de moda en EEUU y, si allá triunfará en el mundo petrolero la familia Rockefeller, en Sudáfrica el mundo aurífero y diamantífero se encuentra controlado por la familia Rothschild. Junto con judíos políticos como Saul Solomon (gran defensor de la igualdad racial), estos judíos económicos irán afianzando su dominio sobre los asuntos públicos y la sociedad sudafricanas.
El caso es que Cecil Rhodes, definitivamente "inspirado" por el dinero rothschildiano, acabará estableciendo la necesidad de
Establecer una sociedad secreta para poseer todo el continente de Sudamérica, la Tierra Santa, el Valle de Éufrates, las islas de Chipre y Candia [Creta], las islas del Pacífico todavía no poseídas por Gran Bretaña, el Archipiélago Malayo, el litoral de China y Japón y, finalmente, los Estados Unidos. Al final, Gran Bretaña debe establecer un poder tan abrumador que las guerras deberán cesar y el Milenio será realizado.
En teoría esta sociedad será la Society of the Elect (supuestamente con una jerarquía y organización copiada a los jesuitas), a su vez núcleo de los futuros grupos de la Round Table y del Royal Institute of International Affairs (o Chatham House, a su vez modelo del estadounidense CFR de Rockefeller), así como de las becas de la Rhodes Scholarship (controlada por la Sociedad Fabiana, un grupo en buena parte heredero de la British East India Company que fundará también la subversiva y elitista London School of Economics y la estadounidense Rand School of Social Science), pensadas para que jóvenes prometedores británicos, estadounidenses y alemanes pudieran colaborar y ser sujetos a adoctrinamiento globalista-elitista-izquierdista en la universidad de Oxford. La sociedad de Rhodes se formará con la colaboración del judío Lord Alfred Milner, Lord Arthur Balfour (involucrado posteriormente en la fundación del Estado de Israel), Lord Lionel Walter Rothschild y Lord Albert Grey: lo mejor de cada casa. Sin embargo, estamos adelantándonos demasiado, ya que todo esto sólo tomará forma a principios del Siglo XX.
Fuera cual fuera el signo de los grandiosos sueños de Rhodes (en "La decadencia de Occidente", Oswald Spengler lo considera una especie de César germánico) [4], no cabe duda de que fue manejado hábilmente por el clan Rothschild para avanzar la agenda globalista de la Alta Finanza, por el simple hecho de que Natty, Beit, Milner y los suyos no tenían los testículos, las ganas o el tiempo de hacer ellos mismos un duro trabajo de acción sobre el terreno, por lo cual el idealismo conquistador del muy joven Rhodes les viene como anillo al dedo. Que el ingenuo Rhodes hable todo lo que quiera sobre la misión universal de la raza blanca; ya se encargará el Escudo Rojo de apropiarse de su obra en cuanto cese la lluvia de lanzas, sangre, fuego, humo y plomo.
Bien pagado por la banca rothschildiana londinense y por el inevitable Alfred Beit, Rhodes va comprando las diversas iniciativas mineras locales sudafricanas, hasta establecer el cártel aurífero Consolidated Gold Fields en 1887 y el diamantífero De Beers Consolidated Mines en 1888. Ese mismo año, Rhodes concluye un tratado con Lobengula, un reyezuelo matabele del actual Zimbabwe, como resultado del cual quedará establecida la British South Africa Company (BSAC), presumiblemente a imagen y semejanza de la ya legendaria Compañía Británica de las Indias Orientales. La compañía pretende suplir con iniciativa privada la falta de iniciativa pública del gobierno británico en el interior de África, procediendo a organizar las tierras de Matabeleland y Mashonaland, que formarán lo que llegará a ser la colonia británica autogobernada de Rhodesia del Sur, hoy conocida como Zimbabwe. Ni que decir tiene que los beneficios de esta multinacional no se repartirán entre los ciudadanos británicos, sino entre los accionistas, pagando también un canon comercial a la Corona. Rhodes llegó a ganar 5 millones de dólares de la época anuales.
Los directores de la empresa De Beers Consolidated Mines en 1893.
En Londres habrá también acontecimientos paralelos. Cuando se descubren los enormes yacimientos diamanteros de Sudáfrica, se produce un gran pánico entre los emporios diamanteros londinenses. Temiendo que los diamantes sudafricanos puedan saturar la oferta en el mercado, las diez principales firmas diamanteras forman inmediatamente un sindicato (están de moda los trusts empresariales) para comprarle a Rhodes toda la producción y así establecer un monopolio y evitar que los precios empiecen a bajar. "Libre mercado"… sólo cuando les interesa. Muchos también adquirieron paquetes de acciones de la misma De Beers. Estas empresas fueron la Wernher, Beit & Company, Barnato Brothers, Mosenthal Sons & Company, A. Dunkelsbuhler, Joseph Brothers, I. Cohen & Company, Martin Lilienfeld & Company, F. F. Gervers, S. Neumann y la Feldheimer & Company. Todas ellas eran de propiedad judía (como se ve por los apellidos, judíos asquenacíes procedentes de Alemania) y todas ellas formaban una tupida red endogámica, tejida con alianzas matrimoniales. Uno de los jerifaltes, Dunkelsbuhler —que fue de los que llevó la iniciativa en los tratos con Rhodes—, había introducido en su compañía de Londres a un nuevo aprendiz, un judío de Friedberg (Alemania) de 16 años, llamado Ernest Oppenheimer. Los banqueros de la familia Oppenheimer ya habían acogido como aprendiz a Mayer Amschel Bauer/Rothschild en el Hamburgo del Siglo XVIII para enseñarle la magia negra de la especulación, y el joven Ernest no tardará, como veremos más adelante, en convertirse en la figura más poderosa de Sudáfrica.
EL HOMBRE BLANCO PROFUNDIZA EN ÁFRICA
El explorador escocés David Livingstone ya se había internado hacia el interior de África descubriendo en 1855 las cataratas del Zambezi (entre las actuales Zimbabwe y Zambia), a las que llamó Victoria, como su reina. El oficial del Ejército británico en India John H. Speke, llegó hasta las fuentes del Nilo en 1858, llamando al gran lago que encontró "Victoria", en un nuevo ataque de originalidad inglesa. Sin embargo, ninguna de las dos expediciones había tenido un propósito político claro. Cecil Rhodes, en cambio, rezuma propósitos políticos —y los medios para realizarlos—. Ya no se trata de cartografiar zonas, discutir sobre el origen de las cuencas fluviales o describir la topografía y las gentes de una zona: ahora se trata de conquistar tierras en África central y ponerlas a funcionar.
Nos quedamos antes en 1888, año en que Rhodes establece la empresa De Beers y firma con el reyezuelo Lobengula, de los Matabele (o Ndebele) un tratado que le permite entrar en sus tierras y empezar a hacer prospecciones mineras y otras maniobras estratégicas. Obviamente, Lobengula no sabe que no hay que firmar un papel sin haberlo leído, cosa harto complicada si uno no sabe leer [5]. Y le dará tiempo a lamentarlo, porque en 1890, Rhodes llegará a ser ni más ni menos que primer ministro de la colonia de El Cabo y fundará la BSAC. Los problemas en Basutolandia (actual Lesotho) habían sido zanjados, las Guerras Xhosa habían terminado en 1879 tras cien años de conflictos intermitentes y las tierras conquistadas han sido entregadas a granjeros blancos, la ZAR ha sido anexionada, las Guerras Zulúes marchaban esencialmente viento en popa, las costas africanas están casi totalmente ocupadas y sólo el norte interior ofrece ya una expansión libre de trabas. Por lo pronto, las iniciativas de la BSAC necesitan expansión territorial, y esa expansión se hará a costa de los zulúes y de lo que hoy son Zimbabwe (Rhodesia del Sur), Botswana (Bechuanaland), Zambia (Rhodesia del Norte) y Malawi (Nyasaland) [6]. Se espera poder someter todo aquel vasto dominio continental a la bota inglesa y conectar territorialmente Sudáfrica con Kenia y, algún día, Egipto, no sólo para controlar todas las bisagras en la ruta Occidente-Oriente, sino también para proteger la India británica, la Joya de la Corona.
Para lograrlo, Rhodes forma la Pioneer Column (columna pionera), que incluye un ejército privado en toda regla, con no más de 750 soldados mercenarios bien armados, que luego constituirán la British South Africa Police (BSAP). Ayudados por el famoso explorador y cazador inglés Frederick Selous (cuyo apellido le dará el nombre a una formidable fuerza de élite durante la guerra de contrainsurgencia que mantendrá, al siglo siguiente, el Estado no reconocido de Rhodesia contra guerrillas antiblancas), la columna pone rumbo hacia las tierras de los Mashona (o Shona). Construirán quinientos kilómetros de caminos y pistas a través de todo tipo de terreno y poco después de dos meses, la Union Jack ondeará sobre Fort Salisbury, que con el tiempo se convertirá en la pujante ciudad de Salisbury.
Rhodes fue capaz de anexionar para la BSAC (y, a la postre, para el Imperio Británico), todos los territorios interiores del sur de África que todavía no habían caído en manos de ninguna potencia colonial, un territorio de 1 millón de km cuadrados, vedado a cualquier acceso marítimo, entre el río Limpopo y el lago Tanganika. Con ello, los británicos evitan que el vacío de poder en estos territorios caigan en manos de los bóers, los portugueses, los belgas o los alemanes. Las principales tribus eran los Matabele (o Ndebele) y los Mashona (o Shona). Sólo la Conferencia de Berlín de 1894-1895 impedirá que Rhodes prosiga su marcha hacia el Norte. La BSAC gobernará estos territorios hasta 1923. Las posesiones alemanas en la actual Tanzania evitan que los británicos se comuniquen con sus posesiones en Uganda, Kenia y Egipto, cosa que Londres solucionará con la apropiación de las colonias alemanas tras la I Guerra Mundial.
Aunque la BSAC se hará con algunas minas, las nuevas conquistas no parecen tener unas reservas de oro demasiado importantes, de modo que Rhodes decide compensar esto con más conquistas territoriales, incautaciones de ganado, establecimiento de granjas y nuevas exploraciones y prospecciones. Los colonos que le acompañan terminarán siendo granjeros en vez de mineros. En 1893, el doctor Leander Jameson, lugarteniente de Rhodes, penetra en territorios de Lobengula.
Los Ndebele y Shona sólo volverán a rebelarse contra la BSAC en 1896, cuando parte de las tropas inglesas tengan que bajar a Sudáfrica a luchar contra los bóers. La rebelión será aplastada con métodos de contrainsurgencia y represiones sobre la población no-combatiente, y no faltará la intervención del general Badem-Powell, fundador de los Boy Scouts. Después de eso, Rhodes en persona entra, desarmado, en la fortaleza Matabele y consigue convencerles de que depongan las armas. Hará ejecutar a los jefes y meterá a los combatientes prisioneros en campos de concentración.
Poco después de haber "pacificado" sus nuevos dominios, Rhodes conquista Rhodesia del Norte (Zambia) y Nyasaland (Malawi). Todo este conjunto de vastos espacios, que constituyen un feudo privado de la BSAC, serán conocidos con la etiqueta general de "Zambesia", por el río cuya cuenca ocupa la mayor parte del territorio. En 1894, la región pasará a llamarse oficialmente Rhodesia, oficializando un nombre que de todas formas llevaba ya tres años usándose de forma informal y que revela el aura de carisma y la popularidad de que gozaba Rhodes entre los colonos blancos. Para 1899, se han concedido 6 millones de hectáreas (65 mil km cuadrados) de las mejores tierras a colonos blancos. No hay que perder de vista que, siendo todo esto muy injusto y muy lamentable para las tribus locales, esas mismas tribus no eran indígenas de la zona, sino que llegaron del Norte durante las migraciones bantúes, que arrasaron genocidamente con los verdaderos nativos (bosquimanos y hotentotes de raza predominantemente joisánida) en un alarde del derecho de fuerza y conquista, derecho que ahora simplemente invocaban hombres blancos a punta de bayoneta en vez de hombres negros a punta de lanza. Otra cosa que vale la pena recordar cuando se leen documentos de la época es que "colonialismo" significa auto-gobierno autónomo por parte de una colonia. El centralismo férreo en que la metrópoli gobierna a la colonia directamente se llama "imperialismo". Rhodesia llegará a ser colonialista, pues los granjeros colonos son demasiado sanos e independientes como para no autogobernarse.
Puente de las cataratas Victoria. El ferrocarril cruza el río Zambezi, que separa las actuales Zambia y Zimbabwe. Rhodes había querido que la vía se construyese de tal forma que al tren le llegase la nube de agua pulverizada.
Rhodes muere en El Cabo en 1902 tras haber pedido ser enterrado en los montes Matobo de Matabelelandia. A su funeral asistirán varios jefes matabele que le pedirán al pelotón de honor que no dispare salvas en homenaje al difunto para no turbar a los espíritus, a cambio hacen a Rhodes el saludo real (bayete). Es difícil no llegar a la conclusión que era muy respetado entre las tribus africanas, que ante todo, respetan lo que temen: la fuerza, la violencia y el poder aplastante. Rhodes dejará una universidad con su nombre, la sudafricana Rhodes University de Grahamstown, las becas de la Rhodes Scholarship. Otro legado que dejó Cecil fueron redes de inteligencia y sociedades secretas o semi-secretas, a cargo de Lord Milner y su camarilla, pero los bóers también son un hueso duro de roer y acabarán formando su propia sociedad secreta conspiradora. Si los boers eran algo así como los confederados de la Guerra Civil o los carlistas españoles, los broederbonders posteriores a la Segunda Guerra Bóer vendrán a ser algo así como el Ku Klux Klan en EEUU o en menor medida, como la Comunión Tradicionalista Carlista en España.
Obviamente, el legado más importante que dejó el hombre —organizar la explotación económica de África y una vasta fortuna― será recogido por la familia Rothschild, que administrará todo el patrimonio de Rhodes tras su muerte ya que el hombre no dejará hijos y por tanto no inició su propia dinastía capaz de hacerle sombra a las dinastías ya establecidas...
PRIMERA GUERRA BÓER (1880-1881)
Dame veinte divisiones de soldados americanos y abriré una brecha en Europa. Dame 15 de ingleses y avanzaré hasta los límites de Berlín. Dame dos divisiones de esos maravillosos combatientes bóers y extirparé a Alemania de la faz de la tierra.
(Mariscal de campo Montgomery,
II Guerra Mundial).
Tras el paréntesis que nos hemos permitido con la exploración de África central y la vida de Rhodes, retrocedemos de nuevo a los años 70 del Siglo XIX, donde el Imperio Británico está a punto de embarcarse en una de sus guerras de expolio, esta vez no contra tercermundistas subdesarrollados, sino contra Estados modernos y serios reconocidos internacionalmente. Los nobles propósitos humanitarios y morales del colonialismo británico habían quedado seriamente en entredicho ante la opinión mundial ya durante las Guerras del Opio, en las que los intereses que la familia de David Sasson (judíos de Baghdad) tenía en el tráfico de opio, llevaron al Imperio Británico a dos guerras contra China, tras las cuales varios puertos y ríos chinos se abrieron al comercio internacional (Tratado de Nanking) y los países europeos establecieron numerosos enclaves y zonas de libre comercio… uno de ellos era Hong Kong, cuyo comercio tanto lícito como ilícito pronto alumbró el poderoso banco HSBC.
A través de Persia, el mega-mafioso David Sassoon se estableció en Bombay (actual Mumbai) para monopolizar el tráfico de opio de India a China. También se hizo con el mercado del algodón, entrando comercialmente en la Guerra de Secesión estadounidense para reemplazar, en el mercado unionista, al algodón del bando confederado, que ahora será comprado por Londres. A pesar de no hablar inglés y tener lazos con la administración del Imperio Otomano, David Sassoon fue naturalizado ciudadano británico en 1853. su hijo Abdulá cambió su nombre a Albert y aceptó el título nobiliario de baronet. Su nieto, Sir Edward Sassoon, se casará con una Rothschild, uniendo ambas casas. Con esto, el Escudo Rojo podrá añadir el opio y el algodón a sus monopolios de crédito, oro, diamantes, cobre, mercurio, ferrocarriles y otros.
Familia Sassoon. Sudáfrica y Suez serán los puntos de ruptura de sus negocios, a caballo entre Norteamérica, Gran Bretaña, India y China.
Si la guerra contra China fue por opio, la guerra contra los bóers será por diamantes.
El sucio conflicto de China hizo que se le cayese la careta al imperialismo británico, pero Sudáfrica está a punto de lograr otro tanto, ya que en esta época, los amorales, cuando no inmorales, negocios de Londres tienden a ser frustrados, bloqueados o controlados por ese celoso pueblo calvinista con un exasperante sentido religioso de la virtud, la moralidad y la rectitud. Existía también una fuerza geopolítica inevitable que tendía a la creación de un Estado unificado en el sur de África, haciendo que Orange, la ZAR, Natal y El Cabo se acercasen tanto para bien como para mal.
En 1873, sólo dos años después de estallada la fiebre diamantera de Kimberley, el Imperio Británico se anexiona Gricualandia Occidental, el Estado donde se encuentra el yacimiento. La anexión se hizo de una manera muy turbia: Kimberley se encuentra entre los ríos Orange y Vaal, con lo cual pertenecía en teoría al Estado Libre de Orange. Sin embargo, el gobernador de la colonia británica de Natal intervino e, invocando entelequias jurídicas, el terreno fue adjudicado sin más a los gricuas (un pueblo "coloreado", es decir, mezclado), que naturalmente, lo primero que hicieron fue colocar su minúsculo y débil "estado" bajo la protección del Imperio Británico: ahora el yacimiento se encuentra justo a caballo entre Orange y la colonia de El Cabo. Kimberley experimenta un crecimiento espectacular, recibe inmigrantes de toda África (la De Beers necesitaba mano de obra barata para reducir costes con respecto a los "caros" blancos) y en 1882 se acabará convirtiendo en la primera ciudad del Hemisferio Sur que instala alumbrado eléctrico en las calles. También será la primera ciudad sudafricana en instalar un intercambio telefónico automático y en tener un mercado de valores bursátiles.
En 1877, el Imperio Británico decide anexionarse sin más la ZAR o República de Sudáfrica (Transvaal). En Pretoria, el presidente Paul Kruger (descendiente de Jacobus Kruger, mercenario alemán de Brandenburgo) se opone a la sanción, pero decide prudentemente que, antes de enfrentarse a los británicos, la república debe resolver sus tensiones internas, especialmente un nuevo conflicto con los zulúes de Cetshwayo. En 1878, Kruger viaja a Londres para entablar conversaciones, y a su vuelta se reúne en Pietermaritzburg con los representantes británicos, Sir Bartle Frere y el teniente general Thesiger. El gobernador de Natal, Sir Shepstone, se considera a sí mismo nuevo protector del Transvaal y por tanto responsable de sofocar a los zulúes, cuyo único defensor parece ser el obismo anglicano Colenso de Natal. Después de darle un ultimátum al reyezuelo zulú, Frere marcha sobre Zululand con 7.000 militares profesionales, un número similar de conscriptos africanos y mil voluntarios blancos. Pronto se ve que los británicos no tienen ni la tradición ni la experiencia de los bóers en lidiar con las tribus bantúes, y sufren un descalabro en Isandlwana. Poco después, los británicos consiguen prevalecer en Rorke's Drift y, el 4 de Julio de 1879, toman la capital zulú de Ulundi, acabando con Zululand como entidad "nacional" y poniéndole la guinda a la Guerra Anglo-Zulú. Después de eso, marchan contra la tribu Pedi (Transvaal) y la derrotan. Londres es ahora reina ―en teoría— de un nuevo dominio que abarca Natal, Zululand y el Transvaal.
Dabulamanzi (hermano de Cetshwayo) con otros seguidores del reyezuelo zulú, ya armados con fusiles modernos en 1879.
La figura rechoncha del presidente de la ZAR Paul Kruger (izquierda) oculta a un bóer de la vieja escuela, probablemente con algo de sangre joisán. Su sombrero de copa, medallas, mirada burlona, bastón, Biblia y pipa darán mucho juego a los caricaturistas europeos. No será el único líder que inste a su pueblo a resistir a los británicos: colaborarán el general Piet Joubert (arriba) y Marthinus W. Pretorius (abajo), hijo de Andries.
Ahora los bóers sólo se enfrentan a una amenaza: Londres. Todavía indignados por la anexión, y con el nacionalismo creciendo imparablemente, invocan los tratados de la Convención de Sand River y la Convención de Bloemfontein. Aunque el ambiente en la ZAR está tan cargado de tensiones y pasiones nacionalistas que el aire puede cortarse con cuchillo, la chispa que prende la mecha resulta ser otro Piet, esta vez apellidado Bezuidenhoot, que se niega a pagar un polémico impuesto al gobierno británico. Las autoridades se incautaron de su carro y pretendieron subastarlo, pero cientos de bóers armados interrumpieron la subasta y se apropiaron del carro. Acto seguido, abrieron fuego contra tropas británicas que fueron mandadas a reducirlos. Entonces es cuando Kruger proclama la independencia de la ZAR.
¿Está el gobierno de Kruger recibiendo asesoramiento diplomático por parte del Imperio Alemán o el Imperio Ruso? No se sabe, pero lo que sí es seguro es que el presidente Kruger demuestra ser un as de la diplomacia y de la Realpolitik bismarckiana cuando espera pacientemente a que el Imperio Británico haga su trabajo antes de rebelarse contra él.
Técnicamente, Kruger ha utilizado a los británicos descaradamente para librarse de los kaffires y para enardecer los ánimos de la población afrikáner con un mito de agravio nacional. Por decirlo de otra manera, ha demostrado ser más inglés que los mismos ingleses, algo que ya nunca le perdonarán.
Resultará de interés contrastar los estilos de combate de ambos ejércitos. Los británicos eran herederos de una forma anticuada de combatir, en la que las formaciones de orden cerrado y la sincronización eran esenciales. Desde filas más o menos prietas, soltaban andanadas de fusilería todos a la vez a una señal del mando, en postura de en pie o rodilla en tierra, levantando barreras de fuego y devastando las formaciones enemigas antes de que estas abriesen fuego a su vez. Todavía usaban la guerrera roja para disimular el color de la sangre, tal y como hicieron los espartanos en su día. Los highlanders escoceses hasta usaban el kilt (falda), y la banderas todavía se llevaban al combate. El cantoso casco blanco colonial tampoco ayudaba mucho al camuflaje, y la instrucción de tiro no se basaba tanto en la precisión como en la capacidad de disparar y recargar en sincronía con los camaradas, ya que no se necesitaba mucha puntería para hacer blanco sobre una masa compacta de soldados enemigos distinguidos por uniformes igualmente vistosos.
En la época de la Guerra Anglo-Zulú y la Primera Guerra Bóer, los británicos aun van de esta guisa. Durante estos conflictos, la fuerza de ocupación británica era de sólo 1.800 hombres, muchos de los cuales ya habían combatido en Afganistán.
El estilo de los bóers era completamente diferente y estaba destinado a transformar la forma de hacer la guerra. Para empezar, carecían de un ejército profesional como tal. Como sucedía en las antiguas sociedades germánicas, los hombres libres se agrupaban en milicias por su propia voluntad cuando había problemas y escogían kommandants, que los dividían en unidades llamadas comandos. Cada hombre traía sus propios caballos, armas, munición y "uniforme" —es decir, rudas ropas rústicas, de colores kaki o similares, que ayudaban a confundirse con el entorno. Como cazadores que eran, estaban más que acostumbrados a camuflarse en el terreno, no hacer ruido, no llamar la atención y abrir fuego con precisión y desde la postura de cuerpo a tierra, sabiendo que si fallaban, se quedaban sin comida, ya que ningún animal se queda a devolver el fuego o a recibir otro disparo. La mayoría de los bóers llevaban, como los británicos, fusiles de retrocarga (se cargaban desde atrás con cartuchos metálicos) que podían tener un alcance efectivo de más de 300 metros, distancia que obviamente los bóers sabían aprovechar mucho mejor que sus enemigos. Algunos bóers tenían fusiles repetidores como el Winchester (el familiar palanquero "mataindios" que conquistó el Oeste americano), que permitían una mayor cadencia de tiro. La profesionalidad de los bóers a caballo, como rastreadores y sobreviviendo sobre el terreno, también estaba fuera de toda duda. Eran un pueblo entero cuya población masculina, desde los chavales hasta los viejos, tenía un adiestramiento propio de unidades de operaciones especiales. Su única debilidad era que, al carecer de bayonetas, no podían aspirar a ser brillantes en el cuerpo a cuerpo con los británicos, cosa que evitaron en todo momento. En la guerra, su táctica consistirá en aprovechar su conocimiento del terreno y superior puntería para esconderse, disparar y escapar a galope. Probablemente la ZAR pudo levantar a 7 mil guerrilleros así.
La Primera Guerra Bóer fue probablemente el primer conflicto donde se vio claramente la necesidad de camuflarse adoptando uniformes de tonos más mate (como ya había hecho el bando confederado en la Guerra de Secesión norteamericana), usar todas las cubiertas y abrigos posibles y abrir las filas para dispersar los hombres y hacer menos rentables los ataques de fuego concentrado del enemigo. Un inglés vestido de rojo, con su casco blanco, marchando a plena luz del día en mitad de un valle o cerca de un bosque con las banderas desplegadas, tambores, cornetín, etc., era un regalo para un tirador de élite bóer agazapado en cuerpo a tierra a 200 metros tras una roca o árbol, con una cuesta arriba de por medio, con otros tres o cuatro camaradas y con los caballos cerca, esperando llevarlos lejos a galope tras haber disparado una andanada o dos.
Grabado de la Primera Guerra Bóer que resume el modus operandi de los comandos. Los británicos no estaban todavía adaptados a este tipo de combate, mucho más parecido a la guerra moderna.
Los ingleses todavía no tenían la entidad suficiente como para emprender una campaña de contrainsurgencia contra el pueblo bóer (ni siquiera había todavía una doctrina militar de contrainsurgencia moderna), ni tampoco el conocimiento para librar una guerra en ese terreno y contra esa clase de enemigo tan testarudo, flexible, profesional y escurridizo. Las tropas británicas que se muevan serán emboscadas, las que se queden en sus fuertes serán asediadas y las columnas de suministros logísticos no dejarán de ser hostigadas. Algunos historiadores culpan más al alto mando británico que a las tropas de a pie (que ya habían sostenido duras campañas en Afganistán), pero el hecho es que sufrirán derrotas humillantes, como la del monte de Majuba.
El final de la guerra será la primera vez desde la Guerra de Independencia norteamericana que los británicos se ven forzados a firmar un tratado de paz con condiciones tan desfavorables: la Convención de Pretoria de Marzo de 1881, donde la ZAR conseguía de nuevo el autogobierno con una especie de supervisión británica llamada suceranía o suzerainty, en la que los británicos controlarían la política exterior, los "asuntos africanos" y los "distritos nativos". La soberanía completa de la ZAR fue restaurada en 1884 con la Convención de Londres, aunque los británicos todavía conservarán su monopolio sobre las relaciones exteriores. Paul Kruger será reelegido de nuevo como presidente de la ZAR, venciendo al general Piet Joubert, y verá su prestigio enormemente aumentado, no sólo en casa, sino también en Europa.
Es sólo en 1886, con la fiebre de oro de Witwatersrand, que los ingleses volverán a intervenir en Sudáfrica, aumentando su presencia hasta que la escalada de tensiones e intromisiones haga que el rayo de la guerra vuelva a caer sobre Sudáfrica, esta vez de una forma mucho más rotunda...
SEGUNDA GUERRA BÓER (1899-1902)
Nota del editor del blog: La original versión termina en el párrafo anterior. Dada la abundante información que se puede encontrar en la web, colocamos una breve reseña tomada de la Wikipedia, no obstante, la misma Enciclopedia virtual tiene un artículo más desarrollado sobre el tema al que el lector puede recurrir: Guerras de los Bóeres .
La Segunda Guerra Bóer fue un conflicto entre el Reino Unido y los fundadores de las repúblicas independientes del Estado Libre de Orange y la República Sudafricana, en el nordeste de Sudáfrica.
La guerra duró desde el 11 de octubre de 1899 al 31 de mayo de 1902, inicia con el intento de la Corona británica de unir las dos repúblicas, ricas en yacimientos de diamantes, oro y hierro. Los bóers, quienes ocupaban la región desde 1830, lucharon por preservar su independencia. Los británicos ven en ese nacionalismo un peligro a la dominación del Reino Unido en el sur de África.
La guerra se puede dividir en tres fases principales.
1) Ofensiva de los bóeres (octubre a diciembre de 1899)
2) Ofensiva británica (enero a septiembre de 1900)
3) Guerra de guerrillas (septiembre de 1900 a mayo de 1902)
Al principio, la supremacía es de los bóeres, que comienzan la guerra, invaden la colonia del Cabo, además de sitiar ciudades importantes y anexionar territorios británicos. Luego se desarrolla la contraofensiva inglesa, la superioridad británica en hombres y armamentos derrotó a los bóeres que se ven obligados a llevar a cabo una guerra de guerrillas.
Las tropas inglesas devastaron y quemaron todo tipo de propiedades durante la guerra. Los bóeres capturados (hombres, mujeres y niños) fueron desplazados a campos de concentración, donde murieron cerca de 20.000 personas. Las noticias sobre el tratamiento inhumano dado por los británicos a los prisioneros intensificaron la imagen negativa de Reino Unido ante la comunidad internacional. Unos 116 572 hombres, mujeres y niños bóeres fueron desplazados a campos de concentración, más unos 120 000 africanos negros. Debido a las duras condiciones de los campos, aproximadamente el 25 % de los bóeres (27 927 bóeres, de los cuales 22 074 eran niños menores de 16 años) y el 12 % de los africanos presos murieron (14 155, aunque algunos lo elevan hasta los 20.000).
Con el Tratado de Vereeniging, firmada el 31 de mayo de 1902, se terminó con la existencia de las repúblicas de Transvaal y el Estado Libre de Orange como estados bóers e incorporadas al Imperio británico. En 1910, se unieron a las colonias del Cabo y Natal para constituir la Unión Sudafricana.
Nota de actualización:
La realidad en la Sudáfrica de hoy.
La historia se ha revertido, hoy el racismo lo impulsa el CNA (Consejo Nacional Africano) hacia la minoria blanca. Conforme una excelente artículo de RT hay dos formas de justificar el racismo del CNA:
1. Mbyiseni Ndlozi, popular político sudafricano –de origen zulú– no tiene complejos en decir, "tomar las tierras de los blancos está justificado porque no es realmente su tierra".
2- Los Bóer siguen siendo aquellos supremacistas blancos que no aceptan el fin del Apartheid.
Ambas afirmaciones, sin embargo, parten de premisas falsas, y solo un miserable podría encontrar acomodo en las mismas para justificar el odio hacia comunidades enteras por cuestiones de raza o etnia.
Afirma Alberto Rodríguez García en su artículo "Por qué Sudáfrica es uno de los países más xenófobos del mundo" que
"Culpar a los blancos o a los inmigrantes de los males por los que pasa un país en la ruina por representantes que no lo han sabido gestionar es muy cómodo. El problema surge cuando la población acepta el discurso, lo corea e incluso baila cuando el político de turno aparece cantando que hay que matar a los granjeros (bóers)".
NOTAS del artículo original
[1] Un intento serio de reconstruir los hechos históricos puede encontrarse aquí:
[2] Adentrarse en el interior continental es un buen modo de escapar al control de un imperio marítimo. En las operaciones de contrainsurgencia anteriores a la Guerra de Corea, EEUU hizo destruir aldeas del interior y trasladar a sus habitantes a las costas, donde podía controlarlos mejor. A las potencias marítimas siempre les interesa que la población e infraestructuras de un país se ubiquen cuanto más cerca del mar, mejor.
[3] La Iglesia Reformada Neerlandesa de El Cabo —que era vista por los bóers como una tapadera para los intentos del gobierno de la colonia por recuperar el control político— se negó a sancionar el Gran Trek, con lo cual los mismos bóers habían tenido que procurarse su sustento religioso con un puñado de pastores leales a la causa, dispuestos a fundar su propia iglesia. Por añadidura, en la misma Holanda, la iglesia estaba empezando a ser "corrompida" (según la opinión de los bóers) por la influencia de la Ilustración. Los bóers asociaban a la Ilustración con el Imperio Británico, que fue la potencia que la trajo a Sudáfrica, y la consideraron desde el principio como una revolución contra su forma de vida y su Dios.
[4] Dijo Rhodes: "Mi principal objetivo en la vida es ser útil a mi país. Si Dios tiene un Plan, hay que saber primero cuál es la raza que Dios ha escogido como Divino Instrumento para su Plan. Incuestionablemente, esa raza es la blanca. Dentro de la raza blanca, el hombre angloparlante, sea británico, americano, australiano o sudafricano, ha demostrado ser el mejor instrumento del Plan Divino para desarrollar la Justicia, la Libertad y la Paz en la más amplia extensión posible del planeta. Por eso, yo dedicaré el resto de mi vida a los propósitos de Dios y le ayudaré a lograr que el mundo sea inglés".
[5] El fragmento que le habría interesado a Lobengula leer rezaba algo así como que, para alcanzar sus objetivos, la BSAC quedaría autorizada a "emprender cualquier acción necesaria y a cualquier precio".
[6] Rhodes había pedido a la Corona que la carta de la BSAC incluyese también a Bechuanalandia, pero tres reyezuelos locales se anticiparon con gran acierto y fueron a Londres a pedir que el territorio fuese un protectorado británico. A Rhodes no le hizo falta mucha gracia que "these niggers" se le adelantasen, pero al menos así se había arrebatado la tierra (casi carente de valor estratégico por ser en buena medida desierto, únicamente la "carretera de los misionaros" le daba algún valor) a los posibles pretendientes: alemanes desde Namibia y bóers desde Orange. La British Colonial Office también administrará Nyasaland (Malawi), que será llamada África Central Británica y que, en un futuro, junto con las actuales Zambia y Zimbabwe, formará una federación semi-independiente.
[X] Más sobre el Gran Trek.