Polémicas, divagaciones y análisis historiográfico del artículo de Ron Unz
del original en inglés: "Why Everything You Know About World War II Is Wrong"
Mike Whitney Interview with Ron Unz (junio de 2023)
Ron Unz y Mike Whitney
Tito Andino (editor del blog para el prólogo, comentarios y notas explicativas interpuestas).
Este artículo es un importante reportaje en formato entrevista al cuestionado editor RON UNZ, con ocho preguntas vitales sobre la segunda guerra mundial. Inicialmente se había pensado editarlo como un solo trabajo, pero ha sido necesario separarlos porque la planificada introducción y los comentarios explicativos se convirtieron en una larga argumentación de los interesantes puntos de vista plasmados en la entrevista a Unz, que es igualmente larga, corriendo el riesgo de cansar al lector y perdiéndose el interés por continuar la lectura.
Así que hemos decidido presentar la entrevista a Unz, con ocho preguntas trascendentales, divididas en dos entradas. Guárdelo y retome su lectura con tiempo y calma. Es probable que haya lectores que no conozcan a Ron Unz y sus razonamientos sobre la segunda guerra mundial, así que iniciamos con una reseña sobre el autor.
Ronald Keeva Unz, mejor conocido como Ron Unz, estadounidense, proviene de una familia ucraniana emigrante de ascendencia judía. Empresario tecnológico, activista político, escritor; editor de The American Conservative (2007 - 2013) y actual editor y redactor jefe de The Unz Review (desde 2013), este sitio web -a decir de Unz- presenta "perspectivas controvertidas en gran medida excluidas de los principales medios de comunicación estadounidenses". Ha compilado el Archivo Unz (UNZ.org), un proyecto de archivo en la Web que incluye colecciones en línea para búsqueda de publicaciones de periódicas, libros y videos de más de cien medios.
Un personaje como Unz y su página web son frecuentemente criticados por la Liga Antidifamación -ADL- que le acusa de publicar contenido racista y antisemita afirmando que es un "medio para que ciertos escritores ataquen a Israel y a los judíos"; dice que Unz "ha abrazado el antisemitismo extremo", que niega el Holocausto y que respalda la afirmación de que "los judíos consumen la sangre de los no judíos"; también acusa a la Fundación Unz de donaciones a personas y organizaciones que expresan opiniones antisemitas o antiisraelíes. El Southern Poverty Law Center y otras organizaciones afirman que The Unz Review es una publicación nacionalista y supremacista blanca. Associated Press lo describe como "una mezcolanza de puntos de vista de sectores de la izquierda y la derecha"; el New York Times lo califica de "extrema derecha".
En agosto de 2018, Unz se valió de argumentos de negación del genocidio y escribió: "Creo que es mucho más probable que la narrativa estándar del Holocausto sea al menos sustancialmente falsa, y muy posiblemente, casi en su totalidad". En fin, polémico de principio a fin, Unz no deja de ser un referente para el análisis de controvertidos temas, como en el caso, sobre la segunda guerra mundial que postearemos luego de estas líneas.
Aclaración: El editor de este blog no siempre comparte las opiniones de Ron Unz, pero las acepta para el debate civilizado. En otras entradas que han sido reproducidas en este blog se ha señalado como Notas del Editor algunas inconsistencias o se ha agregado comentarios explicativos basados en la historiografía. Pero, en el contexto general, los ensayos de Ron Unz son plenamente válidos, sobresaliendo algunas puntualizaciones personales del autor. Unz, es recomendable, sus lecturas polémicas, antes que "escandalosas", incentivan a la verdadera investigación que dista de esa lejana historia comercial que nos venden los medios tradicionales de desinformación. Por lo mismo, será grato reproducir la siguiente entrevista sobre la segunda guerra mundial.
Repito, mucha reflexión y -sobre todo- no lo acepte a ciegas, investíguelo si su tiempo lo permite, sobremanera los temas políticos sobre las raíces de la primera y segunda guerra mundial. En cuanto al genocidio -no concordamos plenamente con las dudas (no negación) de Unz-. Quiero comprender que Unz y otros -con sobradas razones- ponen en entredicho la compatibilidad técnica de que se haya podido gasear a millones de seres humanos en un período relativamente corto. Sin embargo, esas aparentes leyendas surgieron de propias fuentes nazis que querían complacer con cifras (adulteradas?) a los mandos superiores que exigían celeridad en el programa genocida. Si debemos condenar el hecho de que se niegue el genocidio aduciendo que no fueron seis, ni cinco, sino -digamos- tres millones de víctimas! Una estupidez total, un falta de conciencia! Un crimen es un crimen, un genocidio lo es desde el momento en que se intenta deliberadamente acabar con una comunidad, la cifra de víctimas no es el factor decisivo para calificar un acto como genocida.
Algo en que Ron Unz acierta es en confirmar la cínica y reprobable conducta de las potencias occidentales en cuanto a la "verdad" histórica. Por ejemplo, en sus diversos ensayos -al igual que otros serios investigadores- demuestran el papel de villano de la Gran Bretaña en el desencadenamiento de la primera y segunda guerra mundial con las actitudes de Winston Churchill y otros políticos de la época. No es que Alemania haya sido la "buena", sino que sus ofrecimientos de "paz" fueron rechazados porque contradecían la prevalencia y hegemonía británica como primera potencia mundial, papel que querían asumir los alemanes, al menos en Europa. El rol británico y de Estados Unidos ha venido siendo el de agentes provocadores de la guerra en aras de sus necesidades geopolíticas.
L.P. Koch, notable analista alemán sobre filosofía "en un mundo enloquecido", expresa que "Nunca se obtendrá la imagen completa de una sola fuente o perspectiva, y cuanto más enturbia la emoción un tema determinado, menos personas en una caja estarán dispuestas o serán capaces de pensar fuera de ella. La clave es no saltar simplemente de una caja a otra. Esa, amigos míos, es la clave: no debéis saltar de una caja a otra. Correrías el riesgo de convertirte en un verdadero converso, que como sabemos son siempre los más fanáticos, y quedarte atrapado en una obsesión con una "escuela de pensamiento" en particular. Todos conocemos a gente así, y no es bonito... No tienen ninguna comprensión de cómo funciona el estudio de la historia, ni siquiera de las cuestiones filosóficas más superficiales en torno a todo esto..."
Dice Koch que si bien los hechos históricos existen, estos pueden estar sujeto a algo parecido a un debate científico. "Pero todo lo demás, como conectar esas cosas, contar una historia sobre lo que sucedió, las motivaciones de los diferentes actores, fuentes y testigos, mucho menos los juicios morales, no pueden decidirse por "hechos". Dependen de que la mente mire estas cosas, de que la mente comprenda".
"Teniendo en cuenta este panorama, es obvio que alguien que tiene un gran dominio de las fuentes y que tiene grandes habilidades de debate puede presentar un caso completamente convincente para casi cualquier narración histórica. Sin embargo, no significa que sea una buena toma, que ayude a la comprensión o que nos haga pensar de manera veraz y profunda sobre los eventos. De nuevo, todo depende del nivel en el que se encuentre alguien".
L.P. Koch, en su más reciente ensayo, "The Churchill Meltdown and Its Lessons" (septiembre 2024), concluye: "Cualquiera que haya estudiado la Segunda Guerra Mundial sabrá que la historia es extremadamente compleja y que apenas hay respuestas fáciles. Pero como suele suceder con la historia y los acontecimientos actuales, está el análisis histórico profundo, que proviene de diferentes escuelas de pensamiento, y luego están los mitos para el consumo público, reimpresos en libros de texto, libros escolares y periódicos. El mito es lo que todo el mundo tiene en mente cuando piensa en el evento. Algunos de estos mitos históricos son pilares de la mente colectiva, del espacio de pensamiento en el que operamos en un momento dado. La historia de la Segunda Guerra Mundial es claramente un mito fundamental".
T. Andino
Por qué todo lo que sabes sobre la Segunda Guerra Mundial es erróneo
Why Everything You Know About World War II Is Wrong
Mike Whitney Interview with Ron Unz / © Unz
(ENTREVISTA)
"Gran parte de la legitimidad política actual del gobierno estadounidense y de sus diversos estados vasallos europeos se basa en una historia narrativa particular de la Segunda Guerra Mundial, y cuestionar esa versión podría tener consecuencias políticas nefastas". (Ron Unz)
Pregunta 1: Hitler
Empecemos por Hitler. En Occidente se acepta universalmente que:
1. Hitler inició la Segunda Guerra Mundial
2. La invasión de Polonia por parte de Hitler fue el primer paso de una campaña más amplia destinada a la dominación mundial.
¿Es esta interpretación de la Segunda Guerra Mundial verdadera o falsa? Y, si es falsa, entonces, en su opinión, ¿qué estaba tratando de lograr Hitler en Polonia y se podría haber evitado la Segunda Guerra Mundial?
Ron Unz — Hasta hace unos doce años, mis opiniones sobre los acontecimientos históricos siempre habían sido bastante convencionales, formadas a partir de las clases que había tomado en la universidad y la narrativa uniforme de los medios de comunicación que había absorbido a lo largo de las décadas. Esto incluía mi comprensión de la Segunda Guerra Mundial, el mayor conflicto militar en la historia humana, cuyo resultado había dado forma a nuestro mundo moderno.
Pero en los años posteriores a los ataques del 11 de septiembre y la guerra de Irak, me volví cada vez más desconfiado de la honestidad de nuestros medios de comunicación dominantes y comencé a reconocer que los libros de historia a menudo representan simplemente una versión congelada de esas distorsiones mediáticas del pasado. El crecimiento de Internet ha desatado una gran cantidad de ideas poco ortodoxas de todos los sabores posibles y desde 2000 he estado trabajando en un proyecto para digitalizar los archivos de nuestras principales publicaciones de los últimos 150 años, lo que me dio un acceso conveniente a información que no está fácilmente disponible para nadie más. Así como escribí más tarde:
Aparte de la evidencia de nuestros propios sentidos, casi todo lo que sabemos sobre el pasado o las noticias de hoy proviene de trozos de tinta sobre papel o píxeles de colores en una pantalla, y afortunadamente, durante la última década o dos, el crecimiento de Internet ha ampliado enormemente la gama de información disponible para nosotros en esta última categoría. Incluso si la abrumadora mayoría de las afirmaciones poco ortodoxas proporcionadas por esas fuentes no tradicionales basadas en la web son incorrectas, al menos ahora existe la posibilidad de extraer pepitas vitales de verdad de enormes montañas de falsedad. Sin duda, los acontecimientos de los últimos doce años me han obligado a recalibrar por completo mi propio aparato de detección de la realidad.
Como consecuencia de todos estos acontecimientos, hace una década publiqué mi artículo original en American Pravda, que contenía ese pasaje. En ese artículo subrayé que lo que nuestros libros de historia y los medios de comunicación nos cuentan sobre el mundo y su pasado puede ser a menudo tan deshonesto y distorsionado.
Al principio, me había centrado en los acontecimientos históricos más recientes, pero pronto empecé a leer e investigar mucho sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial también, y poco a poco me di cuenta de que una gran parte de todo lo que siempre había aceptado sobre esa guerra era completamente incorrecto.
Tal vez no debería haberme sorprendido demasiado al descubrirlo. Después de todo, si nuestros medios podían mentir tan descaradamente sobre los acontecimientos del aquí y ahora, ¿por qué deberíamos confiar en ellos sobre asuntos que habían sucedido hace mucho tiempo y muy lejos?
Finalmente, llegué a la conclusión de que la verdadera historia de la Segunda Guerra Mundial no solo era muy diferente de lo que la mayoría de nosotros siempre habíamos creído, sino que estaba en gran medida invertida. Nuestros libros de historia convencionales habían estado contando la historia al revés y al revés.
Con respecto a Hitler y el estallido de la guerra, creo que un excelente punto de partida sería Origins of the Second World War, una obra clásica publicada en 1961 por el reconocido historiador de Oxford A.J.P. Taylor. Como describí sus conclusiones en 2019:
La última exigencia de Hitler, que el 95% de la Danzig alemana fuera devuelta a Alemania tal como deseaban sus habitantes, era absolutamente razonable, y sólo un terrible error diplomático de los británicos había llevado a los polacos a rechazar la petición, provocando así la guerra. La afirmación generalizada posterior de que Hitler pretendía conquistar el mundo era totalmente absurda, y el líder alemán había hecho todo lo posible por evitar la guerra con Gran Bretaña o Francia. De hecho, en general era bastante amistoso con los polacos y había esperado alistar a Polonia como aliado alemán contra la amenaza de la Unión Soviética de Stalin.
El reciente aniversario del estallido del conflicto que se cobró decenas de millones de vidas provocó, como es natural, numerosos artículos históricos, y el debate resultante me llevó a desempolvar mi antiguo ejemplar del breve volumen de Taylor, que releí por primera vez en casi cuarenta años. Lo encontré tan magistral y persuasivo como en mis días de dormitorio universitario, y las brillantes reseñas de la portada sugerían parte de la aclamación inmediata que había recibido la obra. El Washington Post elogió al autor como "el historiador vivo más destacado de Gran Bretaña", World Politics lo calificó de "poderosamente argumentado, brillantemente escrito y siempre persuasivo", The New Statesman, la principal revista izquierdista británica, lo describió como "una obra maestra: lúcida, compasiva, bellamente escrita", y el augusto Times Literary Supplement lo calificó de "simple, devastador, superlativamente legible y profundamente perturbador". Como best-seller internacional, sin duda se sitúa como la obra más famosa de Taylor, y puedo entender fácilmente por qué seguía en la lista de lecturas obligatorias de mi universidad casi dos décadas después de su publicación original.
Sin embargo, al volver a leer el estudio pionero de Taylor, hice un descubrimiento notable. A pesar de todas las ventas internacionales y el elogio de la crítica, las conclusiones del libro pronto despertaron una enorme hostilidad en ciertos sectores. Las conferencias de Taylor en Oxford habían sido enormemente populares durante un cuarto de siglo, pero como resultado directo de la controversia, "el historiador vivo más destacado de Gran Bretaña" fue expulsado sumariamente de la facultad poco tiempo después. Al comienzo de su primer capítulo, Taylor había señalado lo extraño que le parecía que más de veinte años después del inicio de la guerra más catastrófica del mundo no se hubiera producido una historia seria que analizara cuidadosamente el estallido. Tal vez la represalia con la que se encontró lo llevó a comprender mejor parte de ese rompecabezas.
Muchos otros académicos y periodistas destacados, tanto contemporáneos como más recientes, han llegado a conclusiones muy similares, pero con demasiada frecuencia sufrieron severas represalias por sus honestas valoraciones históricas. Durante décadas, William Henry Chamberlin había sido uno de los periodistas de política exterior más respetados de Estados Unidos, pero después de publicar America's Second Crusade en 1950, desapareció de la mayoría de las publicaciones convencionales. David Irving es posiblemente el historiador británico de mayor éxito internacional de los últimos 100 años, con sus libros fundamentales sobre la Segunda Guerra Mundial que recibieron enormes elogios de la crítica y se vendieron por miles; pero se vio obligado a declararse en bancarrota personal y evitó por poco pasar el resto de su vida en una prisión austríaca.
A finales de la década de 1930, Hitler había resucitado a Alemania, que se había vuelto próspera bajo su gobierno, y también había logrado reunificarla con varias poblaciones alemanas separadas. Como resultado, fue ampliamente reconocido como uno de los líderes más exitosos y populares del mundo , y esperaba resolver finalmente la disputa fronteriza polaca, ofreciendo concesiones mucho más generosas que las que cualquiera de sus predecesores de Weimar elegidos democráticamente había considerado. Pero la dictadura de Polonia, en cambio, pasó meses rechazando sus intentos de negociación y también comenzó a maltratar brutalmente a su minoría alemana, lo que finalmente obligó a Hitler a declarar la guerra. Y como comenté en 2019, provocar esa guerra puede haber sido el objetivo deliberado de ciertas figuras poderosas.
Tal vez la más obvia de ellas sea la de los verdaderos orígenes de la guerra, que asoló gran parte de Europa, mató a unos cincuenta o sesenta millones de personas y dio origen a la posterior era de la Guerra Fría, en la que los regímenes comunistas controlaron la mitad de todo el continente euroasiático. Taylor, Irving y muchos otros han desacreditado por completo la ridícula mitología de que la causa residía en el loco deseo de Hitler de conquistar el mundo, pero si el dictador alemán claramente tuvo sólo una responsabilidad menor, ¿hubo realmente un verdadero culpable? ¿O esta guerra mundial masivamente destructiva se produjo de una manera algo similar a su predecesora, que nuestras historias convencionales tratan en su mayor parte como debida a una colección de errores, malentendidos y escaladas irreflexivas?
Durante la década de 1930, John T. Flynn fue uno de los periodistas progresistas más influyentes de Estados Unidos y, aunque había comenzado como un firme partidario de Roosevelt y su New Deal, gradualmente se convirtió en un crítico agudo, llegando a la conclusión de que los diversos planes gubernamentales de FDR no habían logrado revivir la economía estadounidense. En 1937, un nuevo colapso económico hizo que el desempleo volviera a los mismos niveles que tenía cuando el presidente había asumido el cargo, lo que confirmó el duro veredicto de Flynn. Y, como escribí el año pasado:
De hecho, Flynn alega que a fines de 1937, FDR había adoptado una política exterior agresiva destinada a involucrar al país en una gran guerra extranjera, principalmente porque creía que esa era la única salida de su desesperada situación económica y política, una estratagema no desconocida entre los líderes nacionales a lo largo de la historia. En su columna del 5 de enero de 1938 en New Republic, alertó a sus incrédulos lectores sobre la inminente perspectiva de una gran acumulación militar naval y una guerra en el horizonte después de que un importante asesor de Roosevelt se jactara en privado ante él de que un gran brote de "keynesianismo militar" y una gran guerra curarían los aparentemente insuperables problemas económicos del país. En ese momento, la guerra con Japón, posiblemente por intereses latinoamericanos, parecía el objetivo previsto, pero los acontecimientos que se desarrollaban en Europa pronto convencieron a FDR de que fomentar una guerra general contra Alemania era el mejor curso de acción. Las memorias y otros documentos históricos obtenidos por investigadores posteriores parecen apoyar en general las acusaciones de Flynn al indicar que Roosevelt ordenó a sus diplomáticos que ejercieran una enorme presión sobre los gobiernos británico y polaco para evitar cualquier acuerdo negociado con Alemania, lo que llevó al estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939.
El último punto es importante ya que las opiniones confidenciales de las personas más cercanas a los acontecimientos históricos importantes deben tener un peso probatorio considerable. En un artículo reciente, John Wear reunió las numerosas evaluaciones contemporáneas que implican a FDR como una figura central en la orquestación de la guerra mundial por su constante presión sobre el liderazgo político británico, una política que incluso él mismo admitió en privado que podría significar su destitución si se revelara. Entre otros testimonios, tenemos las declaraciones de los embajadores polaco y británico en Washington y el embajador estadounidense en Londres, que también transmitieron la opinión concurrente del propio Primer Ministro Chamberlain. De hecho, la captura y publicación por parte de Alemania de documentos diplomáticos secretos polacos en 1939 ya había revelado gran parte de esta información, y William Henry Chamberlin confirmó su autenticidad en su libro de 1950. Pero como los medios de comunicación dominantes nunca informaron de nada de esta información, estos hechos siguen siendo poco conocidos incluso hoy en día.
Analicé estos acontecimientos históricos en profundidad en mi artículo de 2019: American Pravda: "Entendiendo la Segunda Guerra Mundial" (Ron Unz - The Unz Review - 23 de septiembre de 2019)
- Recordemos algo fundamental para iniciar. Respecto a la Gran Guerra, en honor a la verdad histórica, el Imperio Alemán también se preparó para el conflicto. Desde los tiempos de Bismark la Realpolitik germana solo conducía por una vía: Expansión territorial mediante la guerra. Los rancios militares como Hindenburg y Ludendorff fueron en realidad "los señores de la guerra" germanos, el Kaiser Guillermo II era, para ellos, era una mera figura decorativa que adornaba el protocolo de la diplomacia internacional. Los alemanes diseñaron su estrategia expansionista, planificaron la guerra para la victoria, su gran anhelo no era las tierras occidentales de los imperios francés y británico (salvo las colonias en ultramar), la Realpolitik alemana veía su futuro en la conquista del Este europeo -curiosamente Hitler, 20 años después no renunció a esa misma expectativa-. Es lógico que los mayores imperios coloniales del mundo: el británico y francés no iban a consentir que el Imperio Alemán se inmiscuya en sus zonas de influencia y colonias. (VER: Las políticas expansionistas de la dictadura de Ludendorff en Europa y Colonialismo alemán en Europa central y oriental durante la IGM).- Hitler quería la guerra. En resumen. Hitler convocó en secreto a los mandos militares el 30 de mayo de 1938, comunicándoles su "irrevocable decisión de acabar con Checoslovaquia en breve plazo". Ese plazo terminaba a fines de septiembre, la directiva establecida en el plan "Grün" debía cumplirse; el general Beck, luego de protestar contra esos preparativos, política militar agresiva, inmoral e imprudente, advirtió que se conducía a la catástrofe, calculaba que llevaría a una guerra con Gran Bretaña, Francia o la Unión Soviética. Beck dimitió el 18 de agosto de 1938 y dijo: "un ataque a Checoslovaquia nos conduciría muy probablemente a una segunda guerra mundial". El 15 de septiembre el primer ministro británico Neville Chamberlain arribó al "nido del águila" en Berchtesgaden para mediar con Hitler por la crisis checa, el Führer se negó a ceder en sus pretensiones. Un entrometido Mussolini alteró los planes de Hitler, la invasión fue paralizada a última hora al convocar el Duce a la ´Conferencia de Munich´ (29-30 septiembre 1938), sin consultar con un rabioso Hitler que solo deseaba la guerra. Hitler no se "apaciguó", a los pocos meses (marzo 1939) Alemania invadía el resto de Checoeslovaquia e iniciaba la crisis polaca. (VER: ¿Y si Hitler hubiese sido asesinado en 1938?)- Hitler y los nazis jugaron con Polonia. Alemania ya se había anexado Austria, había invadido Checoslovaquia e intervenido junto a Italia en la guerra civil española, era el turno de Polonia, Danzig sería el pretexto de Hitler para su anhelada guerra. -Polonia era un objetivo secundario, el objetivo principal era la URSS-. La historia, no miente. Polonia firmó en enero de 1934 un `Pacto de no Agresión´ con la Alemania nazi por 10 años. En 1935, Hermann Goering visitó Varsovia y propuso al gobierno cuasi fascista de Polonia aliarse para la futura expansión hacia el Este, se les prometió una buena parte de la entonces Ucrania soviética y otros territorios como trofeo de guerra. El gobierno militar de Polonia aceptó la "iniciativa alemana", creyeron en los nazis y se sumaron a la campaña de chantajes territoriales de Hitler. En realidad la segunda guerra mundial comenzó en octubre de 1938 por Alemania, con el apoyo de Polonia y Hungría atacaron, invadieron y aniquilaron la república soberana de Checoslovaquia. (VER: La Segunda Guerra Mundial comenzó en octubre de 1938)- El final de la "Pax" Hitleriana. 1 de septiembre de 1939, la pacifista Alemania nazi invade Polonia, el jefe nazi seguía convencido que Gran Bretaña y Francia no le declararían la guerra, que incumplirían su compromiso con la "insignificante" Polonia, confiaba en la política de hechos consumados y que los Imperios Occidentales apoyarían, de todas formas (como lo habían hecho), su sueño político: "espacio vital en el Este", guerra y destrucción de la URSS (mismo sueño británico - estadounidense).- Datos esclarecedores sobre la cuestión polaca. 23 de mayo de 1939, Hitler fue muy claro, Danzig solo es el medio para atacar Polonia, las provocaciones eran constantes (introducía armas y hombres en la ciudad libre) y Polonia reaccionaba fuertemente, no se dejó intimidar. Alemania estaba decidida a atacar Polonia, la fecha de la invasión (26 de agosto) ya estaba fijada desde los primeros días de julio de 1939. Lo que se intentó hasta el 1 de septiembre fue brindar a Chamberlain un motivo para que abandone a su protegida Polonia, sin que sea mal visto por el resto de las naciones. Según Hitler, Gran Bretaña debía aceptar las nuevas condiciones que Polonia las rechazará. Existen razones para confirmar que hubo esa posibilidad. El historiador alemán Wulf C. Schwarzwaller dice que, si Hitler jugaba limpio, ya que "únicamente" exige la devolución de Danzig y que el futuro del corredor se resuelva en un referéndum y que Polonia podía conservar el puerto, Chamberlain hubiese jugado en favor de Alemania. Era evidente que tanto Chamberlain como Lord Halifax habían decidido reconocer la reivindicación alemana sobre Danzig, incluso el embajador británico Henderson logró que Hitler le ratificara que con la reintegración de Danzig al Reich no tendría ninguna nueva exigencia sobre Polonia, otra razón para obstaculizar el acuerdo de seguridad colectiva que venían negociado desde hace un buen tiempo Moscú, Londres y París. La realidad absoluta era que las proposiciones alemanas no pasaron de ser una ingeniosa táctica. Alemania tenía ya decidida la invasión de Polonia (26 de agosto), aplazada para el 1 de septiembre. (VER: Hitler vs. Roosevelt: Sobre la guerra y la paz, 1938-1939)
Pregunta 2: El "Blitz" de Londres
Alemania lanzó el bombardeo aéreo sobre Inglaterra para aterrorizar al pueblo británico y someterlo. ¿Está de acuerdo con esto o hubo otros factores involucrados que se han omitido en los libros de texto de historia occidental? (Como el bombardeo de Berlín por parte de Churchill)
Ron Unz — Una vez más, este relato estándar de la Segunda Guerra Mundial es en gran medida lo opuesto a la verdad. En esa época, el bombardeo aéreo de centros urbanos muy por detrás de las líneas militares era ilegal y se consideraba un crimen de guerra, y Hitler no tenía absolutamente ninguna intención de atacar las ciudades británicas de esa manera.
De hecho, el líder alemán siempre había tenido opiniones favorables hacia Gran Bretaña y también creía que la preservación del Imperio Británico era de interés estratégico para Alemania, ya que su colapso crearía un vacío geopolítico que podría ser llenado por una potencia rival.
Después de que Alemania atacara Polonia, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra. El ejército polaco fue derrotado en apenas unas semanas, y Hitler ofreció retirar sus fuerzas de los territorios polacos que habían ocupado y hacer la paz, pero las dos potencias occidentales prometieron continuar la guerra hasta que Alemania fuera aplastada. No hubo muchos combates hasta la primavera de 1940, cuando los alemanes finalmente atacaron y derrotaron al enorme ejército francés, tomaron París y sacaron a Francia de la guerra.
Las fuerzas británicas fueron evacuadas en Dunkerque y hay muchas pruebas de que Hitler les permitió escapar deliberadamente como un gesto para salvar las apariencias en lugar de ordenar su captura. Después de su victoria en Francia, ofreció condiciones extremadamente generosas al gobierno británico, sin hacer ninguna exigencia y, en cambio, proponiendo una alianza alemana, que incluía apoyo militar para proteger la seguridad de su imperio mundial. Hitler, naturalmente, creía que aceptarían una oferta tan atractiva y pondrían fin a la guerra, que él suponía que estaba esencialmente terminada.
Varios de los principales líderes británicos parecían ansiosos por hacer la paz en los generosos términos de Hitler y, según las pruebas encontradas por el reconocido historiador británico David Irving, el propio Primer Ministro Winston Churchill parecía dispuesto a hacerlo antes de cambiar de opinión y dar marcha atrás. Churchill había pasado décadas tratando de convertirse en Primer Ministro e Irving argumenta plausiblemente que se dio cuenta de que perder una guerra desastrosa a las pocas semanas de haber alcanzado finalmente ese puesto lo habría convertido en un hazmerreír en los libros de historia. Pero dada la derrota militar de Gran Bretaña en el continente y los términos muy generosos que Hitler estaba ofreciendo, Churchill se enfrentó a un enorme problema para persuadir a su país de continuar una guerra que se consideraba ampliamente perdida. Por lo tanto, comenzó a ordenar una serie de bombardeos contra la capital alemana, un crimen de guerra ilegal, con la esperanza de provocar una respuesta alemana. Esto llevó a Hitler a advertir repetidamente que si continuaban bombardeando sus ciudades, se vería obligado a tomar represalias de la misma manera, y finalmente lo hizo. Como el público británico no sabía que su propio gobierno había iniciado la campaña de bombardeos urbanos, consideró que esos ataques aéreos alemanes de represalia eran crímenes de guerra monstruosos y no provocados, y tal como Churchill había esperado, se comprometió plenamente a continuar la guerra contra Alemania.
Irving y otros explican todos estos hechos importantes en sus libros, y una fascinante conferencia de Irving que resume su información todavía está disponible en Bitchute después de haber sido eliminada de YouTube.
David Irving - "La guerra de Churchill" (1987)
Irving es una fuente crucial de mucha información importante sobre la guerra y en 2018 expliqué por qué los resultados de una demanda de alto perfil contra Deborah Lipstadt habían demostrado que su investigación histórica era extremadamente confiable:
Estos entusiastas activistas étnicos iniciaron una campaña coordinada para presionar a los prestigiosos editores de Irving para que abandonaran la publicación de sus libros, al tiempo que interrumpían sus frecuentes giras internacionales de conferencias e incluso presionaban a los países para que le prohibieran la entrada. Mantuvieron una campaña de difamación mediática, ennegreciendo continuamente su nombre y sus habilidades de investigación, llegando incluso a denunciarlo como "nazi" y "amante de Hitler", tal como se había hecho de manera similar en el caso del profesor Wilson.
Esa batalla legal fue sin duda una batalla de David contra Goliat, en la que ricos productores de cine y ejecutivos corporativos judíos aportaron una enorme suma de 13 millones de dólares al bando de Lipstadt, lo que le permitió financiar un verdadero ejército de 40 investigadores y expertos legales, capitaneados por uno de los abogados judíos de divorcios más exitosos de Gran Bretaña. En cambio, Irving, al ser un historiador pobre, se vio obligado a defenderse sin el beneficio de un abogado.
En la vida real, a diferencia de las fábulas, los Goliats de este mundo casi siempre triunfan, y este caso no fue una excepción, ya que Irving se vio obligado a declararse en bancarrota personal, lo que le valió la pérdida de su hermosa casa en el centro de Londres. Pero, vista desde una perspectiva histórica más amplia, creo que la victoria de sus torturadores fue notablemente pírrica.
Aunque el objetivo de su odio desatado era la supuesta "negación del Holocausto" de Irving, por lo que sé, ese tema en particular estuvo casi totalmente ausente de todas las docenas de libros de Irving, y exactamente ese mismo silencio fue lo que provocó su indignación salpicada de saliva. Por lo tanto, a falta de un objetivo tan claro, su cuerpo de investigadores y verificadores de datos, generosamente financiado, pasó un año o más aparentemente realizando una revisión línea por línea y nota a pie de página de todo lo que Irving había publicado, tratando de localizar cada error histórico que pudiera posiblemente arrojarlo en una mala luz profesional. Con dinero y mano de obra casi ilimitados, incluso utilizaron el proceso de descubrimiento legal para citar y leer las miles de páginas de sus diarios personales encuadernados y correspondencia, con la esperanza de encontrar así alguna evidencia de sus "pensamientos perversos". Denial, una película de Hollywood de 2016 coescrita por Lipstadt, puede proporcionar un esquema razonable de la secuencia de eventos vistos desde su perspectiva.
Sin embargo, a pesar de esos enormes recursos financieros y humanos, aparentemente no obtuvieron nada, al menos si se le puede dar crédito al triunfalista libro de Lipstadt de 2005, History on Trial. A lo largo de cuatro décadas de investigación y escritura, que habían producido numerosas afirmaciones históricas controvertidas de la naturaleza más asombrosa, solo lograron encontrar un par de docenas de supuestos errores de hecho o interpretación bastante menores, la mayoría de ellos ambiguos o discutidos. Y lo peor que descubrieron después de leer cada página de los muchos metros lineales de los diarios personales de Irving fue que una vez había compuesto una cancioncilla corta "racialmente insensible" para su hija pequeña, un elemento trivial que naturalmente luego proclamaron como prueba de que era un "racista". Por lo tanto, aparentemente admitieron que el enorme corpus de textos históricos de Irving era quizás 99,9% exacto.
Creo que este silencio del "perro que no ladraba" resuena con un volumen atronador. No conozco a ningún otro académico en toda la historia del mundo que haya tenido que soportar durante décadas de trabajo un escrutinio hostil tan minucioso y exhaustivo. Y como Irving aparentemente pasó esa prueba con tan buenos resultados, creo que podemos considerar casi todas las sorprendentes afirmaciones de todos sus libros (tal como se resumen en sus videos) como absolutamente exactas. (La notable historiografía de David Irving, Ron Unz - The Unz Review - 4 de junio de 2018)
Nota del editor del blog
En este punto hay que señalar que el contexto general está explicado coherentemente. Hitler planteó la posibilidad de un pacto entre Alemania y la Gran Bretaña, la primera se expandiría por Europa -Europa Oriental para precisar- (reivindicando algunas posesiones coloniales en África), la segunda conservaría el título de "Reina de los Mares", es decir, su imperio de ultra mar intocado. ¿Qué tan factible política, económica y geoestratégicamente era esto? ¿Había una remota posibilidad de que un giro de esa magnitud se hiciera realidad? Recordemos que hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial Gran Bretaña y Francia eran las mayores potencias coloniales del mundo. ¿Interesaría la propuesta a los británicos?, al momento que Hitler hizo el ademán de "tender la mano" a sus "primos" de la isla ya había aplastado militarmente a Francia.
El gran objetivo de Hitler y de los círculos de poder del mundo anglosajón que auspiciaron al jefe nazi no era una nueva guerra fratricida en el corazón de Europa, había surgido una gran amenaza en el Este, la Unión Soviética, las élites occidentales temían a los cambios y principios revolucionarios muy de moda en la Europa de aquellos años. Surgió un "voluntario" dispuesto a destruir esa aberración: La Alemania nazi y la doctrina del Lebensraum -espacio vital-, es decir expansión germana mediante la guerra hacia el Este europeo. Eso es todo, Hitler lo tenía planeado desde 1925 (Mein Kampf) y ni siquiera era un plan original del nazi, era un guion modificado del plan del Imperio Alemán para conquistar Europa del Este en la Primera Guerra Mundial. En julio de 1940 Hitler aseguró a Gran Bretaña que no deseaba la destrucción del Imperio Británico, esperaba obtener un armisticio con la garantía británica de no intervención en el conflicto europeo que le permitiría dirigir todo su poder militar contra la Unión Soviética. Para no extendernos, muy recomendable es repasar el artículo "Gran Bretaña: el amor desventurado de Adolf Hitler".
La polémica será por siempre. El Imperio Alemán (Deutsches Reich) dirigido por Hitler terminó haciendo la guerra a sus rivales imperiales de Europa (Gran Bretaña y Francia) pese al sueño del dictador de llegar a esos acuerdos con sus "primos" arios de la isla británica, tenía sus partidarios en la cúspide del poder, inclusive en parte de la realeza, sus detractores ingleses prevalecieron contra los "apaciguadores".
David Irving no es historiador de carrera, lo que no le quita méritos a sus interesantes investigaciones e hipótesis. Irving admite implícitamente que es pro nazi, así queda reflejado en su página/blog de noticias (Boletín Informativo de David Irving Action Report On-line), anunciando que el mundo debería agradecer a Hitler por protegernos de los judíos. Ha señalado que se vio obligado a pasar tiempo con neonazis debido a una conspiración repugnante en su contra. A Irving se le cuestiona su afinidad con miembros de la extrema derecha como David Duke, el supremacista de la raza blanca, respetado y admirado en los círculos del Ku Klux Klan. Los extraños encuentros de Duke con Irving también han sido documentados desde 1994. Irving se encargó de editar el manuscrito de Duke, "Mi despertar" e intentó sin éxito ponerle en contacto con un agente literario de Nueva York.
En la "Librería Europa", propiedad de Pedro Varela -conocido agitador de la extrema derecha europea, fundador del grupo neonazi CEDADE (Círculo español de amigos de Europa)-, condenado a prisión por apología del genocidio, se organizó conferencias en 2007 a las que acudieron David Duke y David Irving. Entre las polémicas del escritor británico está el sostener que en el Holocausto "murieron entre dos y tres millones de judíos", exime a Hitler de toda responsabilidad bajo el argumento de que "no se ha encontrado ninguna prueba documental que indique que Hitler sabía lo que pasaba en los campos de concentración". Pedro Varela a través de Ediciones Ojeda (propiedad de Varela) publicaba en los últimos años las teorías de Irving.
Pregunta 3: La purga de los intelectuales pacifistas
En la década de 1940, hubo una purga de intelectuales y expertos pacifistas similar a la purga de críticos de la política estadounidense en las redes sociales en la actualidad. ¿Puede explicar brevemente qué sucedió, quiénes fueron los afectados y si la primera enmienda debería aplicarse en tiempos de crisis nacional?
Ron Unz — Alrededor de 2000, comencé un proyecto para digitalizar los archivos de muchas de nuestras principales publicaciones de los últimos 150 años y me sorprendió descubrir que algunas de nuestras figuras más influyentes de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial habían "desaparecido" tan completamente que nunca había oído hablar de ellas. Esto jugó un papel importante en mis crecientes sospechas de que la narrativa estándar que siempre había aceptado era falsa, y más tarde describí la situación utilizando la analogía de las notorias mentiras históricas de la antigua Unión Soviética:
A veces me imaginaba un poco como un joven investigador soviético serio de los años setenta que empezó a hurgar en los mohosos archivos de los olvidados archivos del Kremlin y realizó algunos descubrimientos asombrosos. Trotsky aparentemente no era el famoso espía y traidor nazi retratado en todos los libros de texto, sino que había sido la mano derecha del santo Lenin en persona durante los gloriosos días de la gran revolución bolchevique, y durante algunos años después había permanecido en los rangos más altos de la élite del Partido. ¿Y quiénes eran esas otras figuras -Zinoviev, Kámenev, Bujarin, Ríkov-que también pasaron esos primeros años en lo más alto de la jerarquía comunista? En los cursos de historia, apenas se los había mencionado, como agentes capitalistas menores que fueron desenmascarados rápidamente y pagaron su traición con sus vidas. ¿Cómo pudo el gran Lenin, padre de la Revolución, haber sido tan idiota como para rodearse casi exclusivamente de traidores y espías?
Pero a diferencia de sus análogos estalinistas de un par de años antes, las víctimas estadounidenses que desaparecieron alrededor de 1940 no fueron fusiladas ni sometidas al Gulag, sino simplemente excluidas de los medios de comunicación dominantes que definen nuestra realidad, siendo así borradas de nuestra memoria para que las generaciones futuras olvidaran gradualmente que alguna vez habían vivido.
Un ejemplo destacado de este tipo de norteamericano “desaparecido” fue el periodista John T. Flynn, probablemente casi desconocido hoy en día, pero cuya estatura había sido enorme en el pasado. Como escribí el año pasado: Así que imaginen mi sorpresa al descubrir que a lo largo de la década de 1930 había sido una de las voces liberales más influyentes de la sociedad estadounidense, un escritor sobre economía y política cuyo estatus puede haberse aproximado al de Paul Krugman, aunque con un fuerte matiz de denuncia. Su columna semanal en The New Republic le permitió servir como guía para las élites progresistas de Estados Unidos, mientras que sus apariciones regulares en Colliers, un semanario ilustrado de circulación masiva que llega a muchos millones de estadounidenses, le proporcionaron una plataforma comparable a la de una gran personalidad de la televisión en cadena en el apogeo posterior de la televisión abierta.
Hasta cierto punto, la prominencia de Flynn puede cuantificarse objetivamente. Hace unos años, mencioné su nombre a una liberal muy leída y comprometida nacida en la década de 1930, y, como era de esperar, ella no dijo nada, pero se preguntó si no podría haber sido un poco como Walter Lippmann, el muy famoso columnista de esa época. Cuando lo comprobé, vi que, entre los cientos de publicaciones periódicas de mi sistema de archivo, había solo 23 artículos de Lippmann de la década de 1930, pero 489 de Flynn.
Un paralelo estadounidense aún más fuerte con Taylor era el del historiador Harry Elmer Barnes, una figura casi desconocida para mí, pero en su época un académico de gran influencia y estatura:
Imaginen mi sorpresa al descubrir más tarde que Barnes había sido, en realidad, uno de los primeros escritores que más había frecuentado. Barnes fue uno de los principales colaboradores de Foreign Affairs, y desde su fundación en 1922 fue el principal crítico de libros de esa venerable publicación, mientras que su estatura como uno de los principales académicos liberales de Estados Unidos quedó demostrada por sus numerosas apariciones en The Nation y The New Republic a lo largo de esa década. De hecho, se le atribuye haber desempeñado un papel central en la "revisión" de la historia de la Primera Guerra Mundial para eliminar la imagen caricaturesca de la indescriptible maldad alemana que quedó como legado de la propaganda deshonesta en tiempos de guerra producida por los gobiernos británico y estadounidense opuestos. Y su estatura profesional quedó demostrada por sus treinta y cinco o más libros, muchos de ellos influyentes volúmenes académicos, junto con sus numerosos artículos en The American Historical Review, Political Science Quarterly y otras revistas importantes.
Hace unos años, por casualidad, mencioné a Barnes a un eminente académico estadounidense cuyo enfoque general en la ciencia política y la política exterior era bastante similar, y sin embargo el nombre no significaba nada. A finales de la década de 1930, Barnes se había convertido en un destacado crítico de la propuesta de participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, y como consecuencia de ello fue "desaparecido" permanentemente, excluido de todos los medios de comunicación tradicionales, mientras que una importante cadena de periódicos fue fuertemente presionada para terminar abruptamente su columna nacional sindicada de larga duración en mayo de 1940.
Muchos de los amigos y aliados de Barnes cayeron en la misma purga ideológica, que describió en sus propios escritos y que continuó después del final de la guerra:
Más de una docena de años después de su desaparición de nuestros medios nacionales, Barnes logró publicar Guerra perpetua por una paz perpetua, una larga colección de ensayos de académicos y otros expertos que analizan las circunstancias que rodearon la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, y que una pequeña imprenta de Idaho la produjera y distribuyera. Su propia contribución fue un ensayo de 30.000 palabras titulado "El revisionismo y el apagón histórico" y analizaba los tremendos obstáculos a los que se enfrentaron los pensadores disidentes de ese período.
El libro en sí estaba dedicado a la memoria de su amigo, el historiador Charles A. Beard. Desde los primeros años del siglo XX, Beard había sido considerado una figura intelectual de la mayor estatura e influencia, cofundador de The New School en Nueva York y presidente de la Asociación Histórica Estadounidense y de la Asociación Estadounidense de Ciencias Políticas. Como partidario destacado de las políticas económicas del New Deal, fue abrumadoramente elogiado por sus opiniones.
Sin embargo, una vez que se volvió contra la belicosa política exterior de Roosevelt, los editores le cerraron las puertas, y sólo su amistad personal con el director de la editorial de la Universidad de Yale permitió que su volumen crítico de 1948, President Roosevelt and the Coming of the War, 1941, apareciera impreso. La reputación estelar de Beard parece haber comenzado a declinar rápidamente a partir de ese momento, de modo que en 1968 el historiador Richard Hofstadter pudo escribir: "Hoy la reputación de Beard se yergue como una ruina imponente en el paisaje de la historiografía estadounidense. Lo que una vez fue la casa más grandiosa de la provincia es ahora una supervivencia devastada". De hecho, la "interpretación económica de la historia" de Beard, que una vez fue dominante, hoy en día casi podría descartarse como una promoción de "peligrosas teorías conspirativas", y sospecho que pocos no historiadores han oído hablar de él.
Otro importante colaborador del volumen de Barnes fue William Henry Chamberlin, que durante décadas había sido considerado uno de los periodistas de política exterior más importantes de Estados Unidos, con más de 15 libros en su haber, la mayoría de ellos con críticas amplias y favorables. Sin embargo, America's Second Crusade, su análisis crítico de 1950 de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, no logró encontrar un editor convencional, y cuando apareció fue ampliamente ignorado por los críticos. Antes de su publicación, su firma había aparecido regularmente en nuestras revistas nacionales más influyentes, como The Atlantic Monthly y Harpers. Pero después, sus escritos se limitaron casi por completo a boletines y periódicos de pequeña circulación, atractivos para audiencias conservadoras o libertarias estrechas.
En estos días de Internet, cualquiera puede crear fácilmente un sitio web para publicar sus opiniones, poniéndolas así inmediatamente a disposición de todo el mundo. Los medios sociales como Facebook y Twitter pueden llevar material interesante o controvertido a la atención de millones de personas con sólo un par de clics del ratón, evitando por completo la necesidad del apoyo de intermediarios del establishment. Es fácil para nosotros olvidar cuán extremadamente difícil era la difusión de ideas disidentes en los días de la imprenta, el papel y la tinta, y reconocer que un individuo expulsado de su medio habitual podía necesitar muchos años para recuperar un punto de apoyo significativo para la distribución de su obra.
Había escrito esas últimas palabras en junio de 2018 e irónicamente, las purgas radicales de las redes sociales y las prohibiciones ocultas pronto envolvieron a muchos disidentes actuales, reduciendo en gran medida su capacidad de distribuir sus ideas (American Pravda: Our Great Purge of the 1940s, Ron Unz - The Unz Review - June 11, 2018)
Nota del editor del blog
Gran punto de Ron Unz. La propaganda y desinformación son armas de guerra para cualquier contendiente. Debemos tener presente que en el ocaso de la guerra el gobierno nazi intentó ocultar y destruir de forma total cualquier reseña que comprometiera a Alemania y a ellos mismos como sujetos jurídicos en cuestiones como la "diplomacia" (chantajes y amenazas a otras naciones), la eutanasia, el genocidio, etc. No tuvieron reservas en destruir edificios y/o quemar una inmensa cantidad de documentación. A pesar de ello, una gran montaña de documentos oficiales sobrevivieron y sirvieron de base como evidencia de la responsabilidad personal de los jerarcas nazis y subordinados sometidos a procesos penales. "Los Aliados, recién victoriosos, no podrían en ningún caso haber falsificado tantísimos documentos en un periodo de tiempo tan breve". "¿Por qué los nazis que dijeron que sus firmas en documentos incriminatorios eran falsificaciones no afirmaron que los propios documentos eran también falsificaciones?
Sigue siendo tema de debate el por qué se envió al ostracismo a periodistas, historiadores y críticos estadounidenses en la inmediatamente posguerra. Hay una razón muy importante (sin duda hay otras), las grandes corporaciones que auspiciaron el ascenso del nazismo y fascismo en Europa querían ocultar su complicidad con la Alemania nazi aún en tiempos de guerra y silenciar a la disidencia era lo más lógico.
La América corporativa también sirvió como arsenal del nazismo. En los Estados Unidos, la segunda guerra mundial suele ser conocida generalmente como "la guerra buena"; es en el ámbito de la economía política donde se puede comprender por qué razón las empresas estadounidenses, con sucursales en Alemania, abrazaron a Hitler de manera provechosa y no fueron las únicas que obtuvieron ganancias extraordinarias de la campaña de rearme de Hitler.
Referencias al respecto abundan. Citemos algunos trabajos aquí publicados: Profits über Alles! Corporaciones Americanas y Hitler; Fascismo y el Führer™, Marcas de Corporativismo; Analizando "Wall Street y el ascenso de Hitler".
Pregunta 4: Alemania de posguerra
La mayoría de los estadounidenses creen que el pueblo alemán fue tratado con humanidad tras el fin de las hostilidades y que el Plan Marshall ayudó a reconstruir Europa. ¿Es esa una descripción exacta de lo que realmente ocurrió? (Freda Utley)
Ron Unz — Aunque hoy ya no se la recuerda, Freda Utley fue una periodista de mediados de siglo que tuvo cierta relevancia. Nacida en Inglaterra, se casó con un comunista judío y se mudó a la Rusia soviética, para luego huir a Estados Unidos después de que su marido muriera en una de las purgas de Stalin. Aunque no simpatizaba con los nazis derrotados, compartía plenamente la opinión del profesor John Beaty (ex miembro de la Inteligencia Militar durante la guerra) sobre la monstruosa perversión de la justicia en Núremberg y su relato de primera mano de los meses que pasó en la Alemania ocupada es revelador en su descripción del horrible sufrimiento impuesto a la población civil postrada incluso años después del fin de la guerra.
En 1948 pasó varios meses viajando por la Alemania ocupada y al año siguiente publicó sus experiencias en The High Cost of Vengeance, que me resultaron reveladoras. A diferencia de la gran mayoría de los periodistas estadounidenses, que generalmente hacían visitas breves y muy vigiladas, Utley hablaba alemán y conocía bastante bien el país, pues lo había visitado con frecuencia durante la era de Weimar. Mientras que el análisis de Grenfell era muy comedido y casi académico en su tono, su propia escritura era considerablemente más estridente y emotiva, lo que no sorprende teniendo en cuenta su encuentro directo con un tema extremadamente angustioso. Su testimonio como testigo presencial parecía bastante creíble y la información fáctica que proporcionó, respaldada por numerosas entrevistas y observaciones anecdóticas, fue apasionante.
Más de tres años después del final de las hostilidades, Utley se encontró con una tierra que todavía estaba casi totalmente en ruinas, con grandes porciones de la población obligadas a buscar refugio en sótanos dañados o compartir pequeñas habitaciones en edificios derruidos. La población se consideraba "sin derechos", a menudo sujeta a un trato arbitrario por parte de las tropas de ocupación u otros elementos privilegiados, que se encontraban completamente fuera de la jurisdicción legal de la policía local regular. A los alemanes se los expulsaba regularmente de sus hogares, que se utilizaban para alojar a las tropas estadounidenses o a otras personas que gozaban de su favor, una situación que había sido señalada con cierta indignación en los diarios publicados póstumamente por el general George Patton. Incluso en ese momento, un soldado extranjero todavía podía arrebatarle a los civiles alemanes cualquier cosa que quisiera, con consecuencias potencialmente peligrosas si protestaban por el robo. Utley cita de manera reveladora a un ex soldado alemán que había cumplido funciones de ocupación en Francia y señaló que él y sus camaradas habían actuado bajo la más estricta disciplina y nunca habrían imaginado comportarse con los civiles franceses de la manera en que las tropas aliadas actuales trataban a los alemanes.
Algunas de las afirmaciones citadas por Utley son bastante sorprendentes, pero parecen estar sólidamente basadas en fuentes confiables y plenamente confirmadas en otros lugares. Durante los tres primeros años de paz, la ración diaria de alimentos asignada a toda la población civil alemana fue de aproximadamente 1.550 calorías, aproximadamente la misma que se proporcionaba a los reclusos de los campos de concentración alemanes durante la guerra que acababa de terminar, y en ocasiones era mucho menor. Durante el difícil invierno de 1946-47, toda la población de la cuenca del Ruhr, el corazón industrial de Alemania, sólo había recibido raciones de hambre de 700 a 800 calorías por día, y en ocasiones se alcanzaron niveles aún más bajos.
Influenciada por la propaganda oficial hostil, la actitud generalizada del personal aliado hacia los alemanes comunes era sin duda tan mala como cualquier otra que enfrentaran los nativos que vivían bajo un régimen colonial europeo. Una y otra vez, Utley señala los notables paralelismos con el trato y la actitud que había visto anteriormente que los occidentales adoptaban hacia los chinos nativos durante la mayor parte de la década de 1930, o que los británicos habían expresado hacia sus súbditos coloniales indios. Los niños alemanes pequeños, descalzos, indigentes y hambrientos, recuperaban ansiosamente pelotas en los clubes deportivos estadounidenses por una miseria. Hoy en día, a veces se discute si las ciudades estadounidenses durante finales del siglo XIX realmente tenían carteles que decían "No se admiten irlandeses", pero Utley ciertamente vio carteles que decían "No se admiten perros ni alemanes" fuera de numerosos establecimientos frecuentados por el personal aliado. A las familias a veces se les daba tan solo diez minutos para abandonar las casas en las que habían residido durante un siglo o más, y luego se las obligaba a marchar a pie, a veces durante cientos de millas, hacia una tierra lejana que nunca habían visto, con sus únicas posesiones siendo lo que podían llevar en sus propias manos. En algunos casos, los hombres que sobrevivieron fueron separados y enviados a campos de trabajo esclavo, lo que produjo un éxodo compuesto únicamente por mujeres, niños y ancianos. Se calcula que al menos un par de millones de personas perecieron en el camino, por hambre, enfermedad o exposición. Hoy en día leemos interminables discusiones dolorosas sobre el famoso "Sendero de las Lágrimas" que sufrieron los Cherokees en el pasado lejano de principios del siglo XIX, pero este evento bastante similar del siglo XX fue casi mil veces más grande en tamaño. A pesar de esta enorme discrepancia en magnitud y una distancia mucho mayor en el tiempo, supongo que el primer evento puede generar mil veces más conciencia pública entre los estadounidenses comunes. Si es así, esto demostraría que el control abrumador de los medios puede alterar fácilmente la realidad percibida en un factor de un millón o más. El movimiento de población ciertamente parece haber representado la mayor limpieza étnica en la historia del mundo, y si Alemania hubiera hecho algo remotamente similar durante sus años de victorias y conquistas europeas, las escenas visualmente impactantes de una inundación tan enorme de refugiados desesperados y que caminaban con dificultad seguramente se habrían convertido en el centro de atención de numerosas películas sobre la Segunda Guerra Mundial de los últimos setenta años. Pero como nunca ocurrió nada parecido, los guionistas de Hollywood perdieron una tremenda oportunidad.
Basándome en mis libros de texto de historia habituales, siempre había creído que existía una diferencia total entre el comportamiento de las tropas alemanas que ocuparon Francia entre 1940 y 1944 y el de las tropas aliadas que ocuparon Alemania a partir de 1945 en adelante en relación con los civiles locales. Después de leer los relatos detallados de Utley y otras fuentes contemporáneas, creo que mi opinión era absolutamente correcta, pero con la dirección invertida.
Utley creía que parte de la razón de esta situación absolutamente desastrosa era la política deliberada del gobierno estadounidense. Aunque el Plan Morgenthau -que pretendía eliminar aproximadamente a la mitad de la población alemana- había sido abandonado oficialmente y reemplazado por el Plan Marshall, que promovía la revitalización alemana, descubrió que muchos aspectos del primero todavía seguían vigentes en la práctica. Incluso en 1948, se seguía desmantelando y enviando a otros países enormes porciones de la base industrial alemana, mientras se mantenían en vigor restricciones muy estrictas a la producción y las exportaciones alemanas. De hecho, el nivel de pobreza, miseria y opresión que vio por todas partes parecía casi deliberadamente calculado para poner a los alemanes comunes en contra de Estados Unidos y sus aliados occidentales, tal vez abriendo la puerta a simpatías comunistas. Tales sospechas se refuerzan, sin duda, cuando consideramos que este sistema había sido ideado por Harry Dexter White, del que más tarde se reveló que era un agente soviético.
Fue especialmente mordaz con respecto a la perversión total de cualquier noción básica de justicia humana durante el Tribunal de Nuremberg y otros varios juicios por crímenes de guerra, un tema al que dedicó dos capítulos completos. Estos procedimientos judiciales exhibieron el peor tipo de doble rasero legal, con jueces aliados importantes declarando explícitamente que sus propios países no estaban en absoluto obligados por las mismas convenciones legales internacionales que afirmaban estar aplicando contra los acusados alemanes. Aún más chocantes fueron algunas de las medidas utilizadas, con juristas y periodistas estadounidenses indignados revelando que se emplearon regularmente torturas horribles, amenazas, chantajes y otros medios completamente ilegítimos para obtener confesiones o denuncias de otros, una situación que sugería firmemente que un número muy considerable de los condenados y ahorcados eran completamente inocentes.
Su libro también dio cobertura sustancial a las expulsiones organizadas de alemanes étnicos de Silesia, los Sudetenland, Prusia Oriental y varias otras partes de Europa Central y Oriental donde habían vivido pacíficamente durante muchos siglos; el número total de esos expulsados se estima generalmente entre 13 y 15 millones. (El alto costo de la venganza, Freda Utley, 1949)
La descripción extremadamente sombría de Utley está fuertemente corroborada por numerosas otras fuentes. En 1946, Victor Gollanz, un destacado editor británico de origen judío socialista, realizó una visita prolongada a Alemania y publicó In Darkest Germany al año siguiente, relatando su enorme horror ante las condiciones que descubrió allí. Sus afirmaciones sobre la espantosa desnutrición, enfermedad y miseria total fueron respaldadas por más de cien fotografías escalofriantes, y la introducción a la edición estadounidense fue escrita por el presidente de la Universidad de Chicago, Robert M. Hutchins, uno de nuestros intelectuales públicos más reputados de esa época. Pero su delgado volumen parece haber atraído relativamente poca atención en los principales medios de comunicación estadounidenses, aunque su libro algo similar Our Threatened Values, publicado el año anterior y basado en información de fuentes oficiales había recibido un poco más. Gruesome Harvest de Ralph Franklin Keeling, también publicado en 1947, reúne de manera útil una gran cantidad de declaraciones e informes oficiales de los principales medios de comunicación, que generalmente respaldan exactamente esta misma imagen de los primeros años de Alemania bajo la ocupación aliada. Durante los años 1970 y 1980, Alfred M. de Zayas, licenciado en Derecho por la Universidad de Harvard y doctor en Historia, y con una larga e ilustre carrera como destacado abogado internacional de derechos humanos afiliado durante mucho tiempo a las Naciones Unidas, se ocupó de este inquietante tema. Sus libros, como Nemesis at Potsdam, A Terrible Revenge y The Wehrmacht War Crimes Bureau, 1939-1945, se centraron especialmente en la limpieza étnica masiva de las minorías alemanas y se basaron en grandes cantidades de investigación de archivo. Recibieron considerables elogios académicos y atención en las principales revistas académicas y vendieron cientos de miles de copias en Alemania y otras partes de Europa, pero apenas parecen haber penetrado en la conciencia de Estados Unidos o del resto del mundo angloparlante. A fines de los años 1980, este candente debate histórico tomó un giro nuevo y notable. Mientras visitaba Francia en 1986 para preparar un libro no relacionado, un escritor canadiense llamado James Bacque se topó con pistas que sugerían que uno de los secretos más terribles de la Alemania de posguerra había permanecido completamente oculto durante mucho tiempo, y pronto se embarcó en una extensa investigación sobre el tema, publicando finalmente Other Losses en 1989. Basándose en evidencia muy considerable, incluidos registros gubernamentales, entrevistas personales y testimonios de testigos presenciales grabados, argumentó que después del final de la guerra, los estadounidenses habían hecho morir de hambre a un millón de prisioneros de guerra alemanes, aparentemente como un acto deliberado de política, un crimen de guerra que seguramente estaría entre los mayores de la historia.
El análisis que Bacque hace de las nuevas pruebas de los archivos del Kremlin constituye una parte relativamente pequeña de su secuela de 1997, Crímenes y misericordias, que se centró en un análisis aún más explosivo y que también se convirtió en un éxito de ventas internacional.
Como se ha descrito anteriormente, los observadores de primera mano de la Alemania de posguerra en 1947 y 1948, como Gollanz y Utley, habían informado directamente sobre las horribles condiciones que descubrieron y afirmaron que durante años las raciones oficiales de alimentos para toda la población habían sido comparables a las de los reclusos de los campos de concentración nazis y, a veces, mucho más bajas, lo que llevó a la desnutrición y las enfermedades generalizadas que presenciaron a su alrededor. También señalaron la destrucción de la mayor parte del parque de viviendas de Alemania antes de la guerra y el grave hacinamiento producido por la afluencia de tantos millones de lamentables refugiados de etnia alemana expulsados de otras partes de Europa central y oriental. Pero estos visitantes no tenían acceso a estadísticas de población fiables y sólo podían especular sobre la enorme cifra de muertes humanas que el hambre y la enfermedad ya habían causado, y que seguramente continuarían si no se cambiaban las políticas rápidamente.
Los años de investigación de archivos de Bacque intentan responder a esta pregunta, y la conclusión a la que llega no es ciertamente agradable. Tanto el gobierno militar aliado como las autoridades civiles alemanas posteriores parecen haber hecho un esfuerzo concertado para ocultar u oscurecer la verdadera escala de la calamidad que se abatió sobre los civiles alemanes durante los años 1945-1950, y las estadísticas oficiales de mortalidad que se encuentran en los informes del gobierno son simplemente demasiado fantásticas para ser correctas, aunque se convirtieron en la base de las historias posteriores de ese período. Bacque señala que estas cifras sugieren que la tasa de mortalidad durante las terribles condiciones de 1947, recordada durante mucho tiempo como el "año del hambre" (Hungerjahr ) y vívidamente descrita en el relato de Gollancz, fue en realidad inferior a la de la próspera Alemania de finales de los años 1960. Además, los informes privados de funcionarios estadounidenses, las tasas de mortalidad de localidades individuales y otras pruebas sólidas demuestran que estas cifras agregadas, aceptadas durante mucho tiempo, eran esencialmente ficticias.
En cambio, Bacque intenta proporcionar estimaciones más realistas basadas en un examen de los totales de población de los diversos censos alemanes junto con la afluencia registrada de la enorme cantidad de refugiados alemanes. Aplicando este análisis simple, presenta un argumento razonablemente sólido de que el exceso de muertes alemanas durante ese período ascendió a al menos unos 10 millones, y posiblemente muchos millones más. Además, proporciona pruebas sustanciales de que la hambruna fue deliberada o al menos enormemente empeorada por la resistencia del gobierno estadounidense a los esfuerzos de ayuda alimentaria en el extranjero. Tal vez estas cifras no deberían sorprendernos tanto, dado que el Plan Morgenthau oficial había previsto la eliminación de unos 20 millones de alemanes y, como demuestra Bacque, los principales líderes estadounidenses aceptaron discretamente continuar con esa política en la práctica, aunque renunciaron a ella en teoría.
Suponiendo que estas cifras sean remotamente correctas, las implicaciones son bastante notables. El costo de la catástrofe humana experimentada en Alemania de posguerra sin duda se ubicaría entre los mayores de la historia moderna en tiempos de paz, superando con creces las muertes ocurridas durante la hambruna ucraniana de principios de los años 30 y posiblemente incluso acercándose a las pérdidas totalmente involuntarias durante el Gran Salto Adelante de Mao de 1959-61. Además, las pérdidas alemanas de posguerra superarían ampliamente a cualquiera de estos otros desafortunados eventos en términos porcentuales y esto seguiría siendo cierto incluso si las estimaciones de Bacque se redujeran considerablemente. Sin embargo, dudo que incluso una pequeña fracción del uno por ciento de los estadounidenses sean conscientes hoy de esta enorme calamidad humana. Es de suponer que los recuerdos son mucho más fuertes en la propia Alemania, pero dada la creciente represión legal contra las opiniones discordantes en ese desafortunado país, sospecho que cualquiera que discuta el tema con demasiada energía se arriesga a ser encarcelado de inmediato.
Esta ignorancia histórica ha sido fomentada en gran medida por nuestros gobiernos, a menudo utilizando medios deshonestos o incluso nefastos. Al igual que en la antigua y decadente URSS, gran parte de la legitimidad política actual del gobierno estadounidense y sus diversos estados vasallos europeos se basa en una historia narrativa particular de la Segunda Guerra Mundial, y cuestionar esa versión podría tener consecuencias políticas nefastas. Bacque relata de manera creíble algunos de los aparentes esfuerzos por disuadir a cualquier periódico o revista importante de publicar artículos que discutieran los sorprendentes hallazgos de su primer libro, imponiendo así un "apagón informativo" destinado a minimizar absolutamente cualquier cobertura mediática. Estas medidas parecen haber sido bastante efectivas, ya que hasta hace ocho o nueve años no estoy seguro de haber oído nunca una palabra sobre estas ideas impactantes, y ciertamente nunca las he visto discutidas seriamente en ninguno de los numerosos periódicos o revistas que he leído atentamente durante las últimas tres décadas.
Al evaluar los factores políticos que aparentemente produjeron una cifra de muertes tan enorme y aparentemente deliberada entre los civiles alemanes mucho después de que terminaran los combates, conviene señalar algo importante: los historiadores que tratan de demostrar la tremenda maldad de Hitler o de sugerir que conocía diversos crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial se ven obligados a examinar decenas de miles de sus palabras impresas en busca de una frase sugerente aquí y allá, y luego interpretar esas vagas alusiones como declaraciones absolutamente concluyentes. Aquellos que no consiguen ajustar las palabras, como el famoso historiador británico David Irving, a veces verán su carrera destruida como consecuencia de ello.
Pero ya en 1940, un judío norteamericano llamado Theodore Kaufman se enfureció tanto por lo que consideraba un maltrato de Hitler a los judíos alemanes que publicó un breve libro titulado evocativamente ¡Alemania debe perecer!, en el que proponía explícitamente el exterminio total del pueblo alemán. Y ese libro aparentemente recibió un debate favorable, aunque tal vez no del todo serio, en muchos de nuestros medios de comunicación más prestigiosos, incluidos el New York Times, el Washington Post y la revista Time. Si tales sentimientos se expresaban libremente en ciertos sectores incluso antes de la entrada real de Estados Unidos en el conflicto militar, entonces tal vez las políticas ocultas durante mucho tiempo que Bacque parece haber descubierto no deberían resultarnos tan chocantes. (American Pravda: La Francia y la Alemania de la posguerra, Ron Unz - The Unz Review - 9 de julio de 2018)
Este punto de Ron Unz está genuinamente bien concebido. No hay datos por contrastar; sin embargo, cabe revisar los privilegios de ciertos alemanes en la inmediata posguerra. Como siempre, la guerra trajo muerte, hambre y destrucción de la propiedad, los simples ciudadanos alemanes pagaron las consecuencias del nazismo. ¿Y dónde encajan los grandes industriales, los banqueros y la nobleza aristocrática que cobijó al nazismo? Y, ¿qué tenemos que decir sobre los planes de Churchill que disponía de millares de soldados alemanes para su proyecto "Operación Impensable" y que no estaban en cautiverio?. Una de cal y otra de arena es lo que sufrieron los civiles y prisioneros de guerra alemanes.Datos precisos. Los asesinos de despacho nazis sobrevivieron en su gran mayoría a la guerra, solo algunos de ellos comparecieron a juicio por crímenes contra la humanidad; otros grandes banqueros e industriales, con fuerte influencia política, y como excepción, comparecieron ante un tribunal, pero fueron liberados tras su "desnazificación" y una corta estancia en una cómoda celda. La mayoría ni siquiera compareció ante un Tribunal para ser juzgados por sus actividades criminales, eran banqueros, industriales, aristócratas, políticos y militares que en la posguerra llegaron a ostentar cargos ejecutivos dentro de la RFA y Austria. 1951 fue el año clave en que todos los criminales de despacho encarcelados empezaron a recobrar su libertad, "nazis arrepentidos" que jamás demostraron su "arrepentimiento".¿Por qué los liberaron? La posguerra exigía muchos retos y se necesitaba gente capacitada para la dirigencia de la industria en Alemania, ¿dónde podía encontrarse ese tipo de gente "virtuosa"? La respuesta era obvia, en las cárceles!. Desde 1951, el "perdón" a los asesinos de despacho nazis provino de manos del Alto Comisionado de los Estados Unidos para Alemania, John McCloy, quien impulsó una particular 'Justicia Aliada', él creó una figura jurídica denominada 'Comité de Clemencia sobre los Criminales de Guerra Nazis', gracias a él se concedieron indultos a militares, industriales y banqueros nazis encarcelados y al ser rehabilitados se les restituyó sus bienes. McCloy simpatizaba con los nazis desde el cargo de Subsecretario de Guerra de EEUU, fue consejero legal de varias corporaciones alemanas durante el nazismo (antes de la guerra), trabajó para IG Farben. McCloy dijo al FBI que él está “personalmente familiarizado con muchos de los funcionarios del gobierno nazi, incluyendo Goering, con quien tiene una amistad personal más estrecha”. El "buen" McCloy despachó desde las oficinas centrales de su antiguo cliente, IG Farben (cuando sus directores, entre ellos miembros de las SS, eran juzgados por crímenes de guerra).Hermann Josef Abs, es un ejemplo a citar. Abs fue el más grande banquero alemán de posguerra, ex miembro de la Junta Asesora del Reichsbank de los nazis, tras la guerra, como muchos otros hombres de cuello y corbata, fue internado por un breve periodo, luego sería pieza clave en los esfuerzos de los Aliados para reconstruir la economía de Alemania Occidental. Abs fue asesor de Konrad Adenauer, primer canciller de posguerra, y organizó la agencia que puso en marcha la ayuda del 'Plan Marshall'. A Abs se debe la siguiente cita: "La continuidad económica de Alemania y del resto de países de la Europa de la posguerra es sorprendente. Algunas de los principales protagonistas de este milagro económico que derivó en la construcción de la Unión Europea eran antiguos miembros del partido nazi".En 1951 se creó la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), se pasó al "Tratado de Roma" (1957), de allí surgiría la "Comunidad Económica Europea"... y la Unión Europea. Una nueva visión de Europa fue impulsada por el conglomerado industrial cuya prerrogativa era "la época de los políticos ha demostrado su fracaso, es tiempo de dar pasó a los industriales". Podríamos seguir ad infinitum con ejemplos. Recomendado las siguientes lecturas: John McCoy el libertador de los asesinos de despacho nazis; Criminales de guerra y nazis en la República Federal de Alemania.
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