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26 septiembre 2025

El cómo Occidente ha planeado destruir Rusia desde hace siglos (4)




por Tito Andino 
Selección y resumen de artículos de este blog


Historia y no propaganda

IV

La caída del imperio de los soviets 

Destruyendo Rusia desde 1990

Ya hemos repasado que la ilusión de querer aplastar al gigante ruso es una historia de larga data con historias y discursos retóricos que se agudizaron en los tiempos de la Unión Soviética calificada de el "Imperio del Mal", de la que Ucrania y otros miembros del Pacto de Varsovia en Europa del Este y otras repúblicas del Asia Central se liberaron para unirse al Libre Mercado Mundial alrededor de 1990.

La verdad es que Rusia ha constituido y, seguramente seguirá siendo, por siempre, un baluarte contra la expansión del imperialismo occidental, cuya última intentona “pacífica” es conocida como globalización económica, en la que quieren imponer sus propias directrices para el comercio mundial bajo el tutelaje de EEUU/Unión Europea. Nuevamente se intenta derrotar a Rusia a través de la coacción y chantaje económico, aspiran un cambio en el control del poder en Moscú (como en la época de Yeltsin) para que el mundo sea absolutamente una colonia mercantil en la cual Estados Unidos y sus socios de la Unión Europea impongan las reglas de juego.

Vivimos en un mundo basado en “reglas” dictadas por las élites globalizadoras cuya letra pequeña es aterradora, si no estás de acuerdo con las "reglas" del concepto unipolar te harás merecedor de una buena dosis de “democracia” made in USA/OTAN. Algunas naciones víctimas ya han percibido lo que es recibir la pax americana.

Los mayores obstáculos en la globalización del globo constituyen Rusia y China, siendo incuestionable que desde hace mucho tiempo sigue pretendiéndose obstaculizar e impedir el libre desarrollo de esas naciones, hacerlos retroceder en sus avances, devolverlos a tiempos medievales o lo que llamamos en la actualidad naciones tercermundistas, incapaces de oponerse a los dictados de los EEUU/UE/OTAN.

Por ejemplo, las guerras del Medio Oriente nunca fueron conflictos para destruir a naciones rebeldes como Siria, Líbano, Yemen, Irak o Irán, ellas solo constituyen un obstáculo para un objetivo más grande: RUSIA, el gigante euroasiático, ha sido siempre el objetivo final (China se ha sumado a ese objetivo).

Los medios occidentales hablan de ‘agresión’ rusa, del retorno del ‘expansionismo’ y el ‘peligro’ que representan los rusos para Europa y el mundo (así como China represente el "peligro amarillo"). La pregunta del millón es, ¿por qué los Estados Unidos y la OTAN se empeñan, no hoy, sino desde hace décadas, en rodear a Rusia con bases militares por todos lados de sus fronteras?; ¿por qué la OTAN y sus aliados regionales en el Medio Oriente (Israel y las Monarquías del Golfo) desataron su proyecto yihadista en el Cáucaso? La respuesta salta a la vista, destruir a Rusia y sus áreas de influencia. Es evidente que el terrorismo islamista tendrá que volver ha ser utilizado contra de Rusia.

Hace casi una década presentamos el artículo “RUSIA, el caos poscomunista” en el que preguntamos si ¿alguien recuerda cómo destruyeron la Unión Soviética? Como complemento tenemos la sangría económica que representó mantener la disuasión nuclear ante Occidente y que llevó a una virtual bancarrota del sistema soviético.

Resumiendo.


Gorbachov fue el último dirigente de la Unión Soviética hasta su caída en 1991 (Reuters)


Recordemos que Estados Unidos y sus aliados manejaron y manipularon los mercados financieros, abarataron el precio del petróleo, con la complicidad de las monarquías del Golfo, forzaron a la intervención militar en Afganistán para combatir a sus agentes (Bin Laden y compañía), entre otras causas.

Naturalmente, no debemos dejar de mencionar que el sistema totalitario comunista resultó un rotundo fracaso social, demostró a lo largo de los años su incapacidad de satisfacer las necesidades internas de la población (y no nos referimos solamente a lo material, sino también a otro tipo de valores).

Ahora, viviendo en la segunda década del siglo XXI, esas viejas tácticas aplicadas a la extinta URSS siguen repitiéndose en contra de la Federación de Rusia, desatando la guerra de Ucrania y la imposición de sanciones económicas en un intento de aislarla del resto del mundo, está vez fracasó. Solo Europa sigue añorando esa vieja y caduca idea de dominación imperial para destruir y conquistar Rusia mediante una guerra de desgaste total (utilizando a Ucrania y probablemente a otros pequeños estados de la región).

Queriendo imitar el colapso soviético de la década de 1990, ahora, desde 2022, se pretende –entre otros medios- doblegar a Rusia destruyendo el precio del petróleo, se ha intentado inundar los mercados con hidrocarburos por todos lados y abaratar los precios, pero no ha dado el efecto deseado porque muchos se han negado. Sin embargo, la economía rusa entró en una nueva recesión en 2008 tras la caída del rublo en el mercado internacional (más no en los parámetros que se preveía). Todo eso a expensas de destruir, no solamente la economía rusa, sino provocando una recesión global (a través de la crisis inmobiliaria). El bloqueo comercial y draconianas sanciones financieras fueron modalidades utilizadas contra la URSS y hoy, aprovechándose de la situación en Ucrania se aplica a Rusia, incluso a título personal.

Al dominar los medios de comunicación global, EEUU/UE han logrado aplicar el poderoso recurso propagandístico para demostrar la “amenaza rusa”. Nos citan como ejemplos más recientes la intervención rusa en la guerra siria, cuando los acontecimientos se forjaron con la descarada injerencia de las potencias coloniales europeas y sus aliados del Medio Oriente incitando la invasión yihadista de Siria. Rusia no tuvo otra opción, proteger sus flancos, y Siria constituye un flanco. Rusia apoyó directamente a las fuerzas sirias del ahora derrocado gobierno de Bashar al-Assad. En otras circunstancias y con otros actores, lo lógico hubiese sido que el mundo occidental intervenga a través de la clásica “Guerra Humanitaria”, o “intervención en defensa de los derechos humanos”, o el legendario “deber de proteger” y otra terminología elegante que inventan para justificar sus guerras de agresión, Rusia estuvo de por medio, por lo que no pudieron llevar la "democracia" en forma directa a Siria.

La consecuencia de la movilización militar rusa en Siria y hoy en Ucrania, sirve para que, a su vez, Occidente “justifique” el desplazamiento de tropas y bases militares, el pretexto es denunciar el intervencionismo ruso. Además, no olvidemos, es quizá la mejor manera de golpear la economía rusa. Lo hemos repetido infinidad de veces, una guerra convencional no solo se gana con soldados, ni en el campo de batalla, sino con la capacidad económica para resistir una tarea de tal magnitud. Por ello, ante los fracasos de la alianza atlántica, se intentará apoyar a la “causa” con la reactivación de la amenaza yihadista dentro de las repúblicas del Cáucaso de la Federación de Rusia.

A ciencia cierta, no sabemos la capacidad a largo plazo de resistencia de la economía rusa con este tipo de embestidas, resultando evidente que la Unión Europa no quiere terminar la guerra de Ucrania, siguen contemplando nuevos tipos de sanciones, no van a detenerse en aplicarlas (aunque sean los principales afectados); posibles nuevos teatros de operaciones se perfilan peligrosamente, usando a naciones tan precarias como Moldavia o Georgia, o a la misma Polonia, o a los países bálticos. Nunca dan la cara directamente. Hasta el momento, los hechos demuestran que Putin hizo bien en prevenir esas contingencias respaldando su sistema financiero. Si algo sucediere en un futuro a Rusia no será nada parecido al rotundo golpe que se le dio a la URSS. Rusia viene asegurándose con la acumulación de grandes reservas de oro y otros metales valiosos.

Es cierto que luego de la caída del telón de acero en 1989, todo el mundo tenía el convencimiento que la sociedad civil se había impuesto con su racionalidad, aplicando el derecho natural y el sentimiento del estado-nación contra la forzada aplicación del autoritarismo comunista representado por la URSS (porque lo hubo). Pero, solo fue ilusión, no fue más que el inicio de una nueva confrontación por el control supremacista del mundo.




Rusia, tras la caída del totalitarismo soviético, estuvo en un K.O. técnico, caos, hambre, pobreza. Sin embargo, detrás de esta calamidad estaban:

"Las instituciones económicas más poderosas, trabajando de la mano con elementos criminales, la mafia, respetables organizaciones filantrópicas, comités de expertos de prestigio internacional, organizaciones no gubernamentales, servicios de inteligencia y las principales entidades bancarias occidentales, iniciaron la empresa de destruir Rusia deliberada y meticulosamente. Los recursos rusos son sinónimo de supervivencia, por lo que desestabilizar Rusia se ha convertido en la clave de la supervivencia futura”, escribió, con todo argumento, el investigador Daniel Estulin, en su obra ‘Los Señores de las Sombras’.

La URSS colapsó en diciembre de 1991, inmediatamente hubo un brote de nuevos “amigos” de Rusia, Estados Unidos a la cabeza, emprendiendo la tarea de apoyar al extinto sistema para llevarle a una transición democrática rumbo al capitalismo. Rusia, en un lapso un poco mayor a una década, dejó de ser un rival o una amenaza a los intereses estadounidenses, no tenía medios para oponerse a Estados Unidos que logró el control del petróleo y gas del Asia Central.


El inicio del mayor robo a los recursos de una nación

Entonces, se inició quizá el mayor saqueo de los recursos de una nación, casi olvidado en la actualidad o muy poco divulgado por los medios occidentales, Putin y quienes dirigen la Federación de Rusia no lo olvidaron. La extinta URSS manejaba, sin duda, la mayor riqueza mineral del mundo, petróleo, níquel, platino, oro y otros minerales valiosos, incluso su material bélico.

El juego con la manipulación del mercado fue tremendo, se realizaron operaciones colosales de subasta de rublos por cientos de miles de millones a cargo del crimen organizado, dinero que salió de Rusia. Todo iba a ser desmantelado en una operación combinada, pero clandestina, codo a codo entre los servicios de inteligencia occidentales, especuladores financieros e importantes bancos, la Mafia de Estados Unidos y la italiana (Cosa Nostra), más el aporte de los criminales rusos surgidos con el fin de la URSS, es decir, la mafia rusa “Vorovskoi Mir” (Mundo de Ladrones) en alianza con viejos oficiales del KGB, ex veteranos de Afganistán y oficiales del ejército retirados. Según Estulin, estos grupos combinados crearon alianzas de conveniencia para impulsar la malversación económica a niveles increíbles, de esa forma (y de otras) apoyaron el desplome de la URSS y la insolvencia de Rusia.

Del libro ‘Gangster’s Paradise’, del británico D. Gayatt, tomamos algo importante: “…poco a poco se hizo evidente que las enormes cantidades de rublos exportados no eran simple papel de colores. Sin perder tiempo, la mafia, ahora rica en rublos, se dispuso a saquear los abundantes tesoros naturales de Rusia. Platino, piedras preciosas, petróleo, madera, materias primas estratégicas, cobalto, cobre, bronce, titanio y todo tipo de valiosa maquinaria, fueron a parar a subastas fraudulentas. Casi sin valor en el mercado internacional, fueron repatriados a través de unos 260 bancos controlados por la mafia que surgieron por doquier en el país”.

No debemos olvidar algo, el Partido Comunista estaba metido también en el rollo, al igual que los grupos descritos arriba, el Partido encargó al KGB actuar en igual sentido: robo masivo de propiedades y recursos naturales del Estado, inundar el mercado extranjero de rublos, vender ilegalmente materias primas y blanquear las ganancias en Occidente. Daniel Estulin es categórico cuando señaló: “Sobre esta base, a todos los niveles de la jerarquía del partido, se produjo una creación masiva de bancos del partido, empresas conjuntas y sociedades anónimas en 1990 y 1991”. Sin duda, el Comité Central del Partido dispuso la ocultación de sus propiedades en la naciente economía de mercado rusa. El presidente Yeltsin se negó a tomar medidas.

El objetivo secreto de todo esto (claro que esta parte lo desconocían todos los grupos criminales y políticos rusos en ese entonces) era permitir que los gánsteres financieros norteamericanos y otros socios se apoderen y controlen las reservas de gas y petróleo de Asia Central, básicamente Azerbaiyán. Con la inexistente resistencia a las operaciones militares del US Army, Rusia fue expulsada de su área natural de influencia a fin de garantizar el suministro de petróleo y gas natural a Occidente.

De una manera brillante, silenciosa, se destruyó la base económica de Rusia, a decir de expertos, se pretendía regresar a Rusia a los tiempos de un país tercermundista. Según el propio Yeltsin, Rusia se convirtió en una “superpotencia del crimen, en una mafiocracia” (la Rusia de Yeltsin, por supuesto).

El siguiente paso, con la connivencia de Yeltsin, fue crear reformas democráticas y un ligero impulso económico, pero evitando que Rusia resurja como competencia a nivel mundial contra los Estados Unidos. Se permitió que los estadounidenses empiecen a desarmar los proyectos nucleares rusos in situ. La “tarea” del FMI y la era Clinton fue la de “apoyar’ a la nueva economía de la democrática Rusia de Yeltsin.


Los nuevos amigos de Rusia, según Boris Yeltsin, en la década de 1990


Yeltsin hizo lo habitual en estos casos, aceptar préstamos internacionales (la imposición de ‘ayudas’) a cambio de emitir obligaciones (deuda). Si no pagas pierdes la garantía subsidiaria (que garantiza el préstamo). Las garantías rusas, no está demás decirlo, eran las acciones de las principales industrias estatales. En otras palabras: Préstamos por acciones. Así, si el gobierno ruso no podía rembolsar los préstamos, los bancos tenían derecho a subastar acciones en áreas energéticas, recursos naturales, industrias, etc.

La destrucción de Rusia en la década de 1990 nos recuerda hasta que punto se puede derrotar a un poderoso enemigo dotado de armas nucleares sin disparar ni un solo tiro. Se hizo a través de una combinación de presión militar y económica, Organizaciones No Gubernamentales (ONG), guerra de información psicológica e individuos de la quinta columna, y ejecutores a través de aliados dentro del mismo seno del gobierno ruso. En esa década, Estados Unidos gozó de la supremacía mundial, controló los mercados rusos, Rusia en ese lapso dejó de funcionar como un estado, se vio en graves aprietos para alimentar a su población y su capacidad militar disuasiva se vino a pique...

Entonces, surgió Putin. Los problemas llegaron, no para los rusos ni para Rusia, sino para los Estados Unidos, para los buitres financieros, para los nuevos oligarcas rusos y para la mafia ruso-israelí.


La asunción al poder de Putin transformó todos los planes, tanto de los Estados Unidos como de las potencias coloniales europeas. No fueron los únicos desilusionados, los nuevos oligarcas rusos, sedientos por continuar el saqueo de los recursos públicos y naturales de la nación en complicidad con la mafia rusa, organizaciones internacionales y firmas fachada, también se sintieron afligidas con la llegada de Putin al poder.

"Hay una serie de individuos, organismo y países que se beneficiarían enormemente de la salida de Putin: las grandes empresas petroleras occidentales a las que ha impedido el acceso ilimitado a las reservas energéticas rusas; antiguos oligarcas, ya fallecidos, exiliados o encarcelados, como Berezovski, Khodorkovsky y Leonid Nevzlin, que saquearon la economía rusa y escondieron en el extranjero los miles de millones robados; los "guerreros de la libertad" chechenos..." y un largo etc. (D. Estulin)

En la Rusia posterior a 1991, la quinta columna se tornó en Oligarquía. Una Nueva Rusia de superclase capitalista creó sus propias fuerzas de financiación de manera privada de una forma que no tiene comparación en ninguna otra parte del mundo. Con dinero, compraron los servicios y la lealtad de los más altos niveles de la burocracia de la ex URSS.


La fiesta continua con el gobierno de Yeltsin se terminó cuando V. Putin asumió el mando de Rusia


Muy pocos recuerdan al señor Mijail Khodorkovsky y la “hazaña” que casi le lleva a ser presidente de Rusia, valiéndose de los miles de millones de dólares de su ex empresa petrolera ‘Yukos’, naturalmente bajo el auspicio del mundo libre “comercial” de Occidente. Él fue la pieza clave de un premeditado golpe de estado respaldado por Estados Unidos con el objetivo de hacerse con la presidencia de Rusia en 2004.

Khodorkovsky iba a utilizar su enorme riqueza para comprar suficientes escaños en las elecciones a la Duma y así poder cambiar las leyes de Rusia respecto a la propiedad de terrenos petrolíferos y gasoductos para su transporte. Planeaba desafiar directamente a Putin y convertirse en presidente. Debería de haber sabido que el nuevo FSB (Servicio Federal de Seguridad, principal sucesor del KGB de la era soviética) nunca dejaría pasar este tipo de traición. Khodorkovsky estaba dispuesto a una guerra nuclear interna, si era el caso para cumplir su objetivo. Un golpe de estado sin precedentes estuvo organizado por quinta columnistas y subversivos clandestinos dentro de la propia Rusia. (Este es un tema muy amplio que podemos abordarlo en otro momento).

Daniel Estulin detalla una lista de compañías privadas mercenarias, tanto del ámbito de la Inteligencia como militar, que formaba parte de esta conspiración: “Diligence LLC, KBR, y New Bridge Strategies para la CIA y la DIA, “Erinys International” y “Meteoric Tactical International”, Aegis Defence Services para el MI6 y el Servicio de Inteligencia de Defensa (Reino Unido). Desde Arabia Saudita, también el Servicio General de Inteligencia, representada por el príncipe Rasheed, Presidente de Far West, un pariente del príncipe Turki al Faisal, y la familia de Adnan Khashoggi. El Estado Mayor turco y los Lobos Grises están representados por la Oficina de inteligencia de Estambul, o el Servicio de Información del Ministerio de Defensa de la República Chechena de Ichkeria, bajo el mando del Brigada General Saidov Ruslan y Nukhaev Khozh, buscados por la Fiscalía General de Rusia por el asesinato de Anna Politkovskaya y Paul Khlebnkov de la revista Forbes. La inteligencia militar de Ucrania (GUR) está representada por los generales Vladimir Filin y Alexei Likhvintsev. La KGB de Bielorrusia, por el general Valery Lunev y el vice-presidente, Viktor Sheiman. La inteligencia militar Lituana por Audrius Butkevicius y Rolandas Paksas”. (Los nombres corresponden a los responsables del sabotaje que dirigían las operaciones en 2010).

De igual forma enumera a los principales socios de Occidente y Oriente Medio y conexiones con el Lejano Oeste Americano, etc. (Nota: Puede dar lectura al artículo completo: Caos poscomunista 2). Ya en la década de 1940, la OSS (precursor de la CIA), evaluando al continente europeo, señalaba a un cártel anglo-sajón y franco-alemán de financieros y empresarios internacionales, que se erigiría en una poderosa facción de financiación y control del eje nazi-fascista, y que estaría dirigiendo los gobiernos europeos a través de agentes con poca o ninguna lealtad a sus naciones.


La guerra secreta contra la Rusia de Putin

Tomó forma durante el periodo 2003 - 2004. Después de Irak, vino el asunto Yukos y la expulsión de Voloshin y Kasianov de los círculos de poder ruso. Estados Unidos se embarcó de nuevo en la carrera de una Guerra Fría para derrotar de una vez por todas a Rusia, esta vez Rusia debía quedar como un socio menor de los Estados Unidos con las materias primas del país incluidas en un paquete de acuerdo global, a cambio de la “estabilización” del país.

El método empleado en la Rusia de Yeltsin en la década de 1990 se hizo a base de acuerdos entre las élites de Estados Unidos, “La Familia” y empleados de Yeltsin y sus compinches en el ejército ruso, pero eso sería un auténtico fracaso con Putin en la sede presidencial.

Es incuestionable que el actual presidente ruso, que puso en su sitio a los oligarcas rusos y a los políticos afines a Yeltsin, mantuvo en sus inicios una discreta política de contención, tolerando la imparable expansión de los Estados Unidos y de la OTAN en las ex repúblicas soviéticas. Luego, con el paso del tiempo, sus progresivas acciones para defender los intereses rusos han sido calificadas de exageradas e intolerables por las potencias occidentales, por tanto, Putin es una amenaza a los objetivos económicos de Occidente.

El último intento para desalojar a Putin y cambiar la base de poder al control de los políticos occidentales siguiendo el “patrón Yeltsin” se llevó a cabo en el verano de 2003, se pedía la retirada gradual de las tropas rusas de Tayikistán, vinieron golpes militares “naranjas” en Georgia, Adjaria, Ucrania, Abjasia y Kirguistán.

Actos terroristas también fueron el denominador común: Beslán, la guerra de guerrillas, el caso de Igor Sechin, no olvidemos las guerras de Chechenia (sobre Chechenia en la próxima entrega). Sin embargo, Estados Unidos y Gran Bretaña cayeron en cuenta de que ni sus espantosas operaciones terroristas, ni revoluciones naranjas, ni las guerrillas en el Cáucaso del Norte desalojarían a Putin. Era necesario encontrar una nueva dirección y herramientas a aplicar con el fin de subyugar a Rusia. Se planeó eliminar a Putin (Caso Igor Sechin. ex agente de la KGB, un amigo y conservador consejero de Putin. Ver: Caos Poscomunista)


         kremlin.ru


Se utilizó, entre otros medios al ex presidente ucraniano Viktor Yushchenko, quien firmó un “Acuerdo de Asociación Estratégica” con Bush, una colaboración entre los servicios secretos ucranianos y americanos contra los intereses de la Federación de Rusia, tanto en el interior como en el extranjero. Al parecer se pretendía llevar a cabo una conspiración conservadora transatlántica que buscaba “sacar a la luz los trapos sucios de Putin y de las personas cercanas a su esfera de influencia”. ¿Por qué? ¿Tenían en mente chantajear a los dirigentes rusos para la rendición de Rusia y la entrega de sus riquezas naturales a las élites occidentales en el poder?

Al final, Putin fue capaz de derrotar estos planes jugando el viejo juego del “policía bueno” (Dimitri Medvedev, presidente ruso en 2008) frente al “policía malo” (Sergei Ivanov). Poco después, Sechin fue degradado a un puesto de vice-primer ministro que puso fin a los planes de guerra en el Lejano Oeste para derrocar a Putin a través de Sechin.

Casi de inmediato vino la tarea asignada al régimen “naranja” de Saakashvili en Georgia para la guerra secreta contra Rusia. Georgia, mejor dicho, su gobierno, debería provocar una crisis militar con Rusia que convencería a la “vieja Europa” de la inevitable nueva Guerra Fría con Rusia, alinearla con Estados Unidos y eliminar cualquier objeción en una rápida integración de Georgia y Ucrania en la OTAN. Por “mera coincidencia”, representantes del centro clandestino Banderovite en la Dirección General de Inteligencia Militar del Ministerio de Defensa de Ucrania participaron en la conspiración georgiana. Aquel plan fracasó estrepitosamente. (Sobre la guerra en Georgia ver la próxima entrega)

“Operación Campo Despejado”, la invasión de Osetia estaba servida. Querían que los rusos entraran a Georgia. El objetivo estratégico era provocar y mantener a Rusia en una guerra prolongada, agotadora y sangrienta como fuera posible, con grandes pérdidas de vida entre la población civil y un caos que se extendiera por todo el Cáucaso y más allá, en el interior de Rusia. Pero el ejército georgiano apenas resistió cinco días. (Daniel Estulin).

Y, en otra “curiosidad” de la geopolítica mundial, igual escenario fue diseñándose para Ucrania con las mismas pretensiones: guerra prolongada, sangrienta y de desgaste, quería (aún lo desean) ver a Rusia en “acción” bombardeando y asesinando a la población civil ucraniana para pedir la intervención de la comunidad internacional (OTAN), nada de eso ha sido posible.

Para cerrar este capítulo, el investigador Daniel Estulin se pregunta:

“¿Qué tienen en común los neoconservadores pro israelíes y los islamistas radicales?” El mismo nos da la respuesta: ”El odio a Putin y al nacionalismo ruso. A Putin lo detestan las élites occidentales no porque aspire a ser un dictador, sino porque las desafía. Putin acabó con el poder de los oligarcas rusos y con la corrupción y el robo descarado que estaban acabando con el país”.

Brzezinski, en su gran juego de tablero del ajedrez mundial, expresaba que una Rusia independiente es un estorbo para los planes de los Estados Unidos en la hegemonía global, que en su doctrina señala que todo lo que se cruza en sus caminos debe ser eliminado y la Rusia de Putin se atraviesa en esos caminos. Por una década Yeltsin complació esa tesis, mantuvo a Rusia sumida en el caos. Sin embargo, la Rusia de Putin se erigió como la mayor amenaza al futuro de las ambiciones geoestratégicas estadounidenses, se ha opuesto a ese mundo unipolar.


Continuaremos….

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Nota Referencial: Este artículo tiene como base principal el libro de Daniel Estulin, "Los Señores de las Sombras", (2007), editorial Del Bronce, Madrid. El libro de D. Estulin ha sido analizado en diferentes artículos de este blog, de donde obtenemos la información. Las ilustraciones de este post son responsabilidad del editor del blog.

14 agosto 2025

La Federación Socialista de Estados Indochinos que nunca fue





“La Federación Socialista de Estados Indochinos nunca vio la luz. Muchos se oponían a ella: Pol Pot, Pekín, Washington, la ONU y Sihanouk, que se dejó manipular por China y Estados Unidos al dar un barniz de legalidad internacional a la guerra sucia de 1979”.

Primera Parte

La Unión Indochina o Indochina francesa llegó a ser un gran territorio colonial francés en la región asiática de Indochina y el norte de la península de Leizhou. Oficialmente constituía la Unión Indochina (Union indochinoise, en francés) desde 1887. Desde 1941 se la conoció como Federación Indochina (Fédération indochinoise, en francés), fue parte constitutiva del Imperio colonial francés formada desde 1887. 

Indochina o península de Indochina es la parte continental del Sudeste Asiático también considera a Birmania y Tailandia y otras regiones como parte de la península, pero en un sentido más estricto, solo se denomina Indochina a los territorios que fueron colonias francesas.  

Por lo mismo, la Indochina francesa estaba integrada por tres regiones vietnamitas (Cochinchina, Tonkín y Annam), Camboya y Laos. Para 1902 la capital colonial establecida en Saigón (Cochinchina) se trasladó a Hanói (en Tonkín) y en 1939 a Da Lat (Annam). En 1945 la capital volvió a establecerse en Hanói. Los grupos étnicos vietnamitas, laosiana y jemer eran la mayoría de las poblaciones de sus respectivas colonias.


Izquierda, Mapa administrativo de la Indochina francesa desde 1900 (anexión de la concesión china de Kouang-Tchéou-Wan) hasta 1946 (retrocesión del mismo territorio). Derecha, Mapa de Indochina que muestra los avances y anexiones francesas (en morado). Fuente: Wiki


La Francia de Vichy, nominalmente un satélite de la Alemania Nazi, administró la Federación Indochina, pero durante la guerra, en septiembre de 1940, los japoneses demandaron bajo presión el acceso militar a Tonkín para acceder a China (segunda guerra sino-japonesa), la región quedó bajo ocupación nipona hasta 1945.

Sin embargo, desde 1941 una guerrilla comunista conocida como el Viet Minh, bajo liderazgo de Ho Chí Minh, inició la rebelión tanto contra el poder colonial francés y la ocupación japonesa. Tras el fin de la guerra mundial el caos reinante en la región desató la Guerra de Indochina (1946-1954), en la práctica la Federación Indochina dejó de existir.

El estado de Vietnam, dirigido por el ex emperador vietnamita Bảo Đại, obtuvo su independencia en 1949, el Reino de Luang Prabang y Camboya obtuvieron mayor autonomía. El Reino de Laos y el Reino de Camboya pidieron su independencia en 1953.

La Conferencia de Ginebra (20 julio 1954) significó el final del poder colonial francés en la península de Indochina y también el principio del fin de su imperio colonial, los franceses evacuaron Vietnam y la Indochina francesa o Federación Indochina llegó a su fin en 1954. El Viet Minh consolidó su poder sobre Vietnam del Norte y Bảo Đại ejercía el gobierno en Vietnam del Sur. Laos y Camboya también se independizaron en 1954, pero ambas fueron arrastradas a la guerra de Vietnam debido a la intervención militar de los Estados Unidos.

Hubo quienes anhelaron una entidad política que denominaron Federación Socialista de Estados Indochinos, imaginándose la creación de esa federación socialista que agruparía a los países de la Indochina, básicamente Vietnam, Laos y Camboya, basados en un concepto de unidad y escenarios históricos compartidos, pero la cruda realidad era distinta tras la segunda guerra mundial y las rivalidades étnicas. La descolonización los llevó por caminos distintos: Vietnam se dividiría en dos (Norte y Sur) y la reunificación en 1975 bajo un régimen comunista produjo más de un millón de muertos. Laos también adoptó un régimen socialista, mientras que Camboya experimentó períodos de guerra civil, transición hacia la democracia y un régimen de terror con los Jemer Rojos (VER: Camboya, el Jemer Rojo y el extremismo comunista)

En ciertas historias alternativas suele describirse a la Federación Socialista de Estados Indochinos como consecuencia de la victoria del Viet Minh en la guerra de Indochina, con Ho Chí Minh como líder y Norodom Sihanouk como primer ministro, representando la unión de los tres países bajo un sistema socialista.


Mapa ficticio alternativo de 1975 (realizado en Inkscape). Unión de Indochina alternativa (todavía bajo influencia francesa)


La Federación Socialista de Estados Indochinos por los avatares del destino y la historia bien pudo surgir en un momento histórico específico (descolonización y auge de los gobiernos comunistas), Una Indochina unida bajo un sistema socialista quedó resonando en aquellos tiempos como un sueño que no fue.

Sin lugar a dudas, el hecho más trascendental de esta conflictiva región desde la posguerra mundial fue la GUERRA de VIETNAM que derivo conflictos en toda la Indochina.

Revisemos un interesante análisis, 50 años después de la victoria vietnamita sobre la primera potencia mundial (Estados Unidos), ponencia de Pierre Rousset, presentada en abril del 2025.


Segunda Parte

Hace 50 años, una victoria histórica, pero a qué precio...
Pierre Rousset


HANOI Portal, Vietnam celebró el 50 aniversario de la liberación de Saigón y la reunificación vietnamita


La independencia de Vietnam se proclamó por primera vez en agosto de 1945, y se ha celebrado su 80 aniversario. De Gaulle decidió lo contrario y envió un cuerpo expedicionario para reconquistar su colonia perdida. Indochina tuvo que sufrir dos devastadoras guerras imperiales sucesivas, la francesa y luego la estadounidense. Washington movilizó todos los medios a su alcance para aplastar la revolución vietnamita, convencido de que saldría victorioso, y fue derrotado. La imagen pasó a la historia: el personal de la embajada estadounidense en Saigón evacuado en helicópteros el 30 de abril de 1975.

Evacuados civiles abordan un helicóptero de la Marina de EE. UU. dentro del complejo de la Embajada de EE. UU. para ser transportados en helicóptero a la Séptima Flota de EE. UU. antes de que las tropas comunistas estén a punto de ingresar a Saigón entre el 29 y 30 de abril de 1975. Imágenes © de Nik Wheeler / Corbis



Cuando se firmaron los acuerdos de Ginebra en 1954 con el Gobierno francés de Pierre Mendès-France, el Vietminh se encontraba en una posición estratégica ventajosa, ya que las fuerzas francesas habían sido derrotadas de forma decisiva. Sin embargo, estos acuerdos de armisticio le fueron particularmente desfavorables. Fueron los hermanos mayores rusos y chinos quienes le impusieron el abandono de gran parte de sus exigencias. Tuvo que retirar sus tropas a una zona de reagrupamiento temporal en el norte del país, mientras que el régimen de Saigón era libre de redesplegar su ejército en el sur.

Se iban a celebrar elecciones en todo el territorio, que habrían supuesto el triunfo del Gobierno de Ho Chi Minh. Por supuesto, no se celebraron. Estados Unidos y el régimen de Saigón ni siquiera habían firmado los acuerdos, quedando ostensiblemente con las manos libres. A sus ojos, la división del país debía ser permanente, e incluso permitir una contraofensiva militar para derrocar a la República Democrática de Vietnam (RDVN). El Gobierno de Mendès-France pasó el relevo a Washington con pleno conocimiento de causa.

Esos acuerdos de Ginebra son uno de los ejemplos clásicos de armisticio que desemboca en una división territorial permanente cargada de tensiones purulentas (véase el caso de la península coreana, convertida en un punto caliente nuclear) o en una nueva guerra, aún peor que la anterior (en el caso concreto de Vietnam).

En lo inmediato, el régimen de Saigón aprovechó la retirada de las fuerzas armadas revolucionarias para lanzar una campaña de eliminación de los cuadros del movimiento de liberación en el sur y atacar su base popular, especialmente entre el campesinado y las tribus montañesas de los Altos Plateados.


Izquierda: 30 de abril de 1975, Saigón, Vietnam del Sur. Tropas norvietnamitas entran en Saigón con rifles de madera, banderas rojas y un retrato de Ho Chi Minh. Imagen de © Jacques Pavlovsky/Sygma/CORBIS.  Derecha: La caída de Saigón. Toma del palacio presidencial. Oficial norvietnamita sosteniendo una bandera del GRP el 30 de abril de 1975. FDM-363-8. (Foto de Françoise De Mulder / Roger Viollet / Getty Images)



Detener la dinámica revolucionaria en el sudeste asiático

Los retos iban más allá de la península indochina. Washington quería frenar la dinámica revolucionaria en el sudeste asiático. Apuntaba al oeste, hacia China, que ya se había visto amenazada por el este durante la guerra de Corea (1950-1953), y buscaba consolidar la supremacía mundial del imperialismo estadounidense. La segunda guerra de Vietnam debía ejemplificar la omnipotencia estadounidense. El enfrentamiento en Vietnam se convirtió así en el punto nodal de la situación mundial, donde se entrelazaban las relaciones de fuerza entre la revolución y la contrarrevolución, por un lado, y entre los bloques occidental (Estados Unidos, Europa Occidental, Japón...) y oriental (China-URSS), por otro.

Aunque contaba con una base social asegurada, en particular por los católicos procedentes del norte, el régimen (corrupto y dictatorial) de Saigón decepcionó las expectativas de Washington, que tuvo que involucrarse cada vez más en el conflicto, hasta llegar a librar una guerra total, en todos los frentes, de una magnitud sin precedentes: envío de cientos de miles de soldados (los GIs, hasta 550 000 hombres sobre el terreno), bombardeos intensivos de la República Democrática de Vietnam, contrarreforma agraria en el sur, vertidos masivos de defoliantes (el tóxico agente naranja) en las zonas boscosas, desarrollo de tecnologías militares para localizar a los combatientes escondidos en túneles o detectar los movimientos nocturnos de las tropas...

Durante la Segunda Guerra de Indochina, todo el poder económico y tecnológico de Estados Unidos se movilizó y se vertió sobre Vietnam, un país del tercer mundo de tamaño medio. Sin embargo, Moscú y Pekín sabían que estaban en el punto de mira de Estados Unidos, por lo que recibieron una importante ayuda militar a través de la frontera china, incluso durante la Revolución Cultural. Esta ayuda, por importante que fuera, seguía siendo cualitativamente moderada. No se suministraron las armas más sofisticadas, que habrían permitido, en particular, asegurar el espacio aéreo del norte de Vietnam. Los hermanos mayores no querían una derrota de la RDVN, que les habría amenazado, pero ¿querían la victoria o la creían posible?


30 de abril de 1975, Saigón, Vietnam del Sur. Tanques y tropas norvietnamitas entran y toman posesión del complejo del palacio presidencial en Saigón. Imágenes © de Françoise de Mulder/CORBIS; de © Jacques Pavlovsky/Sygma/CORBIS; de Roger Viollet vía Getty Images; y,  de Jean-Claude LABBE/Gamma-Rapho vía Getty Images, respectivamente.



De la ofensiva del Tet en 1968 a la caída de Saigón

El conflicto adquirió una dimensión internacional importante, tanto en el llamado Tercer Mundo como en las fortalezas imperialistas. Para las revoluciones rusa y china, la solidaridad se convirtió en algo totalmente actual tras la victoria. Para la revolución vietnamita (o argelina), constituyó un elemento clave de una estrategia en constante adaptación, que acabó conduciendo a la victoria.

La dirección vietnamita comprendió la importancia de este nuevo terreno de acción y el movimiento de liberación nacional se implicó mucho en él, tanto en el plano diplomático como en el de la solidaridad militante. Con gran habilidad; recurriendo a todo el espectro político solidario. Esta fue una de las características de su estrategia global.

Desde cualquier región del mundo, la solidaridad tenía su importancia, pero, evidentemente, en esta partitura, al movimiento contra la guerra de Estados Unidos le correspondía un papel especial.

Algunos concluyeron que fue el movimiento contra la guerra el que derrotó a Washington, en defensa de tesis pacifistas sobre la inutilidad de la lucha armada. Un anacronismo engañoso. Durante mucho tiempo, la burguesía estadounidense apoyó el esfuerzo bélico, al igual que la mayoría de los científicos, investigadores e ingenieros llamados a proporcionar al ejército las tecnologías que necesitaba. Las fábricas de armamento funcionaban a pleno rendimiento. Es cierto que la resistencia a la guerra se reforzó considerablemente durante la segunda mitad de los años sesenta, especialmente entre la juventud. Sin embargo, para que la contestación cambiara decisivamente de dimensión, fue necesario que las pérdidas militares fueran demasiado elevadas, que el coste económico del conflicto se hiciera demasiado grande, que la legitimidad del imperialismo estadounidense en el mundo se viera demasiado afectada, que se reforzaran los movimientos de antiguos combatientes y que estallara la crisis política en 1972 con el escándalo del Watergate, que obligó a Richard Nixon a dimitir.

Para forzar unas negociaciones que abrieran una ventana política favorable a la victoria, tras la ofensiva del Têt en 1968 (derrota militar, victoria política y diplomática), el movimiento de liberación vietnamita impuso una negociación cara a cara: la RDVN (República Democrática de Vietnam) y el GRP (Gobierno Revolucionario Provisional) en el sur, por un lado, y los Estados Unidos y el régimen de Saigón, por otro, excluyendo esta vez la presencia de las grandes potencias amigas (Moscú, Pekín). Las negociaciones de París se iniciaron y se estancaron. Sin embargo, deseoso de retirarse progresivamente para responder a la crisis interna, Washington inició la política de vietnamización, retirando gradualmente sus fuerzas armadas mientras intentaba consolidar el régimen de Saigón. La firma, a duras penas, de los acuerdos de París, el 27 de enero de 1973, sancionó la retirada de los soldados estadounidenses. Dos años más tarde, en 1975, se lanzó la ofensiva final y el ejército de Saigón se derrumbó. La guerra terminó por fin, casi sin combates. Como una constatación.


Mientras Saigón cae ante el gobierno comunista de Vietnam del Norte, el embajador de Estados Unidos en Vietnam, Graham Martin, habla con la prensa el 29 de abril de 1975 después de una evacuación. (Foto de Dirck Halstead / Enlace). Derecha: La caída de Saigón. Soldado survietnamita. 30 de abril de 1975. (Foto de Françoise De Mulder / Roger Viollet / Getty Images)



Tres décadas de guerra

Una victoria histórica de enorme alcance, pero por la que el pueblo vietnamita y las fuerzas de liberación pagaron un precio terriblemente alto. Tres décadas de guerra agotaron a la sociedad, aplastaron el pluralismo político, diezmaron a los cuadros establecidos en el sur y marcaron profundamente a las organizaciones que sobrevivieron a la prueba (empezando por el PCV). Vietnam se liberó, la revolución triunfó, pero bajo un régimen autoritario. Al no haber recibido el apoyo suficiente en el momento oportuno en 1945, 1954, 1968... Soldado de primera línea, el pueblo vietnamita libró una batalla de la que se beneficiaron enormemente las luchas populares en todo el mundo, las de mi generación. El precio pagado fue muy alto. Merece que se le siga apoyando hoy en día, incluso cuando es reprimido por su propio Gobierno.

Severamente derrotado, Washington no ha dejado de vengarse. Impuso el aislamiento de Vietnam durante una década, esta vez con el apoyo de China. En el momento de la gran escisión entre la URSS y China, Moscú se convirtió en el enemigo principal a los ojos de Pekín. Aunque la ayuda chino-soviética (interesada) había sido de gran importancia para el esfuerzo bélico vietnamita, la independencia de Hanoi no era muy apreciada por el régimen de Pekín. En un nuevo contexto geopolítico, Vietnam se acercó a Rusia, antes de convertirse en víctima directa de los cambios en las alianzas internacionales, cuando Estados Unidos y China apoyaron conjuntamente a los Jemeres Rojos (¡!) en una nueva guerra de Indochina, en 1979. La realpolitik alcanzó entonces uno de sus puntos álgidos.


Arriba: Desesperados survietnamitas intentan convencer a los marines estadounidenses que custodian la embajada estadounidense de que los dejen entrar en el complejo, con la esperanza de ser evacuados en helicóptero antes de la llegada de las tropas norvietnamitas. A la mayoría de ellos se les negó la entrada y los cientos de refugiados que ya estaban dentro de los terrenos de la embajada fueron abandonados (Imagen de © Nik Wheeler/Corbis) - Ciudadanos survietnamitas desesperados intentan escalar los muros de la embajada estadounidense en un vano intento de huir de Saigón. El 30 de abril de 1975, Saigón cayó en manos de los comunistas y la guerra de Vietnam terminó oficialmente. Imagen de © Nik Wheeler/Corbis. Abajo: Refugiados survietnamitas desesperados se aferran a los vehículos a lo largo de la autopista 1 mientras huyen de las tropas norvietnamitas que avanzan para capturar Saigón (Imagen de © Nik Wheeler / Corbis) - Refugiados survietnamitas en botes se acercan a un barco de guerra estadounidense para buscar refugio en abril de 1975 en el Mar de China Meridional, cerca de Saigón. (Foto de Dirck Halstead / Getty Images)


Camboya sumida en el caos

La ruta Ho Chi Minh, que permitía hacer llegar armas a los combatientes del sur, pasaba en parte por Laos y el este de Camboya, que, bajo la égida del príncipe Norodom Sihanouk, no había participado de forma significativa en la primera guerra de Indochina. Aunque afirmaba su neutralidad, el príncipe toleraba la presencia vietnamita.

Al bombardear masivamente Camboya y apoyar el sangriento golpe de Estado de Lon Nol (1969-1970), Estados Unidos precipitó a la guerra y al caos a un reino que no estaba preparado ni social ni políticamente para una guerra popular, pero creó un vacío del que se beneficiaron los Jemeres Rojos. El 30 de abril de 1975, estos conquistaron la capital. A continuación, vaciaron por completo la ciudad de su población, en previsión de los bombardeos estadounidenses, según afirmaban entonces. Sin embargo, enviaron al exilio interno a personas hospitalizadas que no podían sobrevivir a esta prueba. La realidad no tardó en aparecer. Los deportados fueron dispersados por todo el país, sin esperanza de regresar. Phnom Penh se convirtió en una ciudad jemer roja donde operaba un centro de tortura cuidadosamente administrado, en el que se archivaba cada interrogatorio.

¿Qué estaba pasando? Fue entonces cuando nos dimos cuenta de lo poco que sabíamos sobre este movimiento heterogéneo. Una facción de los Jemeres Rojos había colaborado durante la guerra con los vietnamitas, a ambos lados de la frontera. Fue víctima de purgas secretas que permitieron a la facción de Pol Pot afianzar su poder. Se trataba de una corriente violentamente etnonacionalista, racista y, en particular, antivietnamita. ¿Su base social? Las tribus montañesas del norte (la guardia pretoriana de Pol Pot) y... el ejército, del que tomó el control. Los Jemeres Rojos fueron calificados de comunistas radicales (?) y maoístas, pero hicieron todo lo contrario. De vuelta a los centros urbanos, el PCC se apresuró a reconstituir una base obrera (creando un estatus especial para las y los trabajadores de las empresas estatales). Llevó a cabo una verdadera reforma agraria y tomó medidas emblemáticas para las mujeres del pueblo. Todo ello, por supuesto, consolidando su monopolio del poder y su control político sobre la sociedad.

La revolución camboyana no habría sido, evidentemente, una copia de sus homólogas china o vietnamita. Pero, ¿de qué revolución estamos hablando? ¿Campesina, cuando los Jemeres Rojos sometían al campesinado a trabajos forzados? ¿Obrera, sin ninguna implantación, ni siquiera semiproletaria? ¿Burguesa, cuando abolieron la moneda? ¿Y cómo definir ese Estado? Por defecto, en muchos círculos de izquierda se le calificó de Estado obrero. Por mi parte, en 1985, propuse la fórmula de un aborto espontáneo de un Estado obrero en gestación. Un debate muy enrevesado, por decirlo suavemente.

Y, por otra parte, ¿de qué Estado estamos hablando? ¿En qué medida existe? En el mejor de los casos, era embrionario. Sobre todo, carecía de una base social sobre la que podría construirse. El ejército de campesinos se separó del campesinado. Ante un caso tan límite, es mejor no precipitarse a esgrimir conceptos. La historia desigual y combinada de la Segunda Guerra de Indochina provocó en Camboya el surgimiento de una situación crónicamente inestable en la que un ejército sometió a la población a un régimen de explotación para restaurar la antigua grandeza del reino, incluso a costa de excavar una inmensa red de canales... sin ingenieros que lo planificaran (los intelectuales eran especialmente perseguidos por el nuevo poder, encabezado por un puñado de intelectuales).

El orden del Jemer Rojo se derrumbó con la intervención militar vietnamita de diciembre de 1978 a enero de 1979. Una de las razones que llevaron a Hanoi a actuar fue el destino reservado a la población vietnamita de Camboya, amenazada de genocidio, al igual que otras minorías. Sin embargo, la mayoría de la población vivió esta intervención como una liberación. Toda la gente deportada comenzó a regresar a sus hogares de forma espontánea. Vietnam retiró sus tropas (las últimas abandonaron el país en 1989), tras instalar un Gobierno amigo (pero no clientelar, como demostró el curso de la historia).

El poder del Jemer Rojo era irremediablemente inestable. ¿Podría haberse consolidado en el oeste y haber ganado contenido social con la ayuda del ejército, los traficantes y las bandas tailandesas? En tal hipótesis, se habría convertido en burgués. Política de ficción.

La perspectiva que habría dado una oportunidad progresista a una revolución camboyana habría sido inscribirla en una solidaridad indochina, con Laos y Vietnam. Probablemente, una parte del movimiento Jemer Rojo era favorable a ello. El riesgo de verse dominado por Hanoi era real, pero nada podía ser tan terrible como lo que ocurrió -cientos de miles de víctimas- y que provocó un profundo trauma histórico cuya huella aún marca, de forma insidiosa, la Camboya actual.

La Federación Socialista de Estados Indochinos nunca vio la luz. Muchos se oponían a ella: Pol Pot, Pekín, Washington, la ONU y Sihanouk, que se dejó manipular por China y Estados Unidos al dar un barniz de legalidad internacional a la guerra sucia de 1979.


30 de abril de 1975, Saigón, Vietnam del Sur. Un hombre vietnamita reza frente a un retrato de Ho Chi Minh después de la caída de Saigón. Imagen de © Jacques Pavlovsky/Sygma/CORBIS



La guerra chino-vietnamita

Los jemeres rojos polpotistas reivindicaban derechos históricos sobre el delta del Mekong y habían multiplicado las incursiones sangrientas en territorio vietnamita, antes de que Hanoi decidiera la invasión de 1978.

En respuesta al derrocamiento del régimen jemer rojo por Hanoi, China decidió llevar a cabo una expedición punitiva en febrero-marzo de 1979. Duró un mes. La frontera, de 750 kilómetros de longitud, es en su mayor parte montañosa. El ejército chino lanzó un ataque frontal para tomar los pasos, con el apoyo de fuego de artillería y tanques. Consiguió penetrar en territorio vietnamita, pero la operación terminó en un doble fracaso.

En primer lugar, un fracaso militar. La desorganización del ejército chino y sus fallos (en materia de inteligencia o coordinación del mando) sorprendieron. Contaba con que gran parte de las fuerzas regulares vietnamitas se encontraban en Camboya, pero las milicias locales se mostraron capaces de contrarrestar la ofensiva lanzada por Pekín. La puesta de manifiesto de estas negligencias desencadenó una crisis en la dirección del PCCh. La profunda modernización de sus concepciones y de su aparato militar seguía pendiente.

También fue un fracaso estratégico. Hanoi no retiró tropas de Camboya para reforzar sus defensas en Vietnam del Norte. No hubo tregua para los protegidos jemeres rojos de Pekín.


La crisis chino-soviético

La crisis chino-jemer-vietnamita representa uno de los puntos álgidos del conflicto chino-soviético, sancionando también un espectacular cambio de alianzas internacionales.

Las relaciones entre Pekín y Moscú siempre estuvieron cargadas de sospechas y tensiones. La revolución china se impuso (al igual que en Vietnam) en contra del reparto de zonas de influencia negociado entre Estados Unidos y la URSS al final de la Segunda Guerra Mundial. Stalin había instado a Mao a no derrocar el régimen de Chiang Kai-shek. Quería preservar su control absoluto sobre el movimiento comunista internacional. Por último, y esto era un tema especialmente controvertido, se negaba a que China accediera a la arma nuclear.

China pagó las consecuencias de la política de coexistencia pacífica preconizada por Nikita Jrushchov, que apoyó a la India durante el conflicto chino-indio de 1962 en la cordillera del Himalaya. Puso fin brutalmente a la asistencia técnica que prestaba a la economía china. El acercamiento entre Moscú y Washington se produjo claramente a expensas de China. La ruptura se consumó definitivamente en 1969, con las guerras fronterizas entre China y la Unión Soviética.

La escisión del llamado campo socialista dio la mano a Washington, libre para jugar unos contra otros. En 1971, Henry Kissinger viajó en secreto a China para preparar la visita de Richard Nixon a Pekín en 1972, quien, a continuación, volvería a visitar Moscú.

Las consecuencias nefastas del conflicto interburócratico chino-soviético se dejaron sentir en todo el mundo. Sin embargo, la victoria vietnamita de 1975 abrió una ventana de oportunidad, ya que Washington ya no estaba en condiciones de intervenir militarmente de forma masiva en el extranjero. La crisis chino-indochina de 1978-1979 anunció, por su parte, el cambio de época de los años ochenta, que vio a mi generación militante derrotada en los tres sectores de la revolución mundial (Tercer Mundo, países del Este, países imperialistas).




Guerra y revolución (breves notas complementarias)

Al término de la segunda guerra mundial, el ocupante japonés destruyó la administración francesa, antes de ser derrotado en el teatro de operaciones del Pacífico. El Vietminh aprovechó este breve momento favorable, que había anticipado, para declarar la independencia. Actuó con gran rapidez y mantuvo la iniciativa política, pero en una situación frágil. Sus capacidades militares eran débiles y su autoridad estaba cuestionada, sobre todo por sectas religiosas y movimientos nacionalistas anticomunistas.


Revolución social y reforma agraria

Con el acuerdo de la China de Chiang Kai-shek, el cuerpo expedicionario francés bombardeó el puerto de Haiphong, en el norte de Vietnam, en 1946. Así comenzó la primera guerra de Vietnam. Las ofertas de negociación de Ho Chi Minh fueron rechazadas. Como atestigua un discurso de Vo Nguyen Giap a su regreso de París, la dirección del Partido Comunista Vietnamita había tenido en cuenta esta posibilidad.

Dado la relación de fuerzas militares, esta guerra tomó la forma de una guerra revolucionaria prolongada. En este contexto, se movilizó al campesinado. El patriotismo no era suficiente. El llamamiento a la reforma agraria resulta indispensable. A partir de entonces, la liberación nacional y la revolución social se entrelazan. Esta fue la base que permitió inscribir la resistencia en el largo plazo.

Existen modelos estratégicos. Sin embargo, una estrategia debe tener en cuenta la evolución de la situación, las reacciones de la fuerza enemiga, el resultado de las fases anteriores de la lucha... En realidad, una estrategia concreta evoluciona y a menudo combina elementos que pertenecen a modelos diferentes. Los vietnamitas no dejaron de adaptar su estrategia.

Una estrategia combina formas de lucha de naturaleza diferente. La adaptabilidad estratégica también consiste en saber detener la lucha armada cuando ya no responde a una necesidad.


Una decisión difícil

Después de 1954, la reanudación de la resistencia armada contra el régimen de Saigón se hizo esperar. Esta decisión, aplicada progresivamente en la segunda mitad de la década de 1950, de reanudar la lucha armada no debió de ser fácil de tomar, sabiendo que esta vez sería Estados Unidos quien entraría en liza. Pero, ¿qué alternativa había? Aceptar, como mínimo, la división del país ad vitam æternam (para siempre o por la eternidad), como en Corea. Abandonar sin apoyo a las redes militantes y las bases sociales del movimiento de liberación en el sur, frente a una dictadura sin escrúpulos. Dejar la iniciativa a Washington, si decidía atacar la República Democrática de Vietnam.


La perspectiva de la emancipación social y democrática

Cuando sectores sociales significativos entran en resistencia armada, es porque la violencia de los poderes establecidos era insoportable. La guerra popular abre (potencialmente) una dinámica de emancipación social, que sin embargo corre el riesgo de agotarse cuando se prolonga. En Asia, donde los conflictos nunca han cesado, la cuestión que se plantea no es solo histórica. Por lo tanto, es necesario dar respuestas concretas a un doble problema: ¿cómo evitar que los grupos armados degeneren? (lo cual ocurre) ¿Cómo defender concretamente la libertad democrática de decisión y los derechos de las comunidades populares o montañesas que los combatientes deben proteger? Contamos con una rica experiencia en la materia, especialmente con nuestros compañeros de Mindanao, al sur del archipiélago filipino.

En Birmania, cuando la junta militar tomó el poder hace cuatro años, se puede decir que (casi) todo el país entró en desobediencia civil no violenta. La junta podría haber sido derrocada si la comunidad internacional le hubiera prestado su apoyo a tiempo. Una vez más, no fue así. Y la represión acabó obligando a la resistencia de la llanura central a unirse a la lucha armada liderada, en particular, por las minorías étnicas. Una vez más, no se trató de una elección a priori, sino de una obligación.


"Bienvenida a ciudad Ho Chin Mihn al Ejército de Liberación", pintura del coronel Le Huy Toan. Las fuerzas combinadas del Ejército del Pueblo y del Frente de Liberación Nacional -FNL- de Vietnam liberan Saigón el 30 de abril de 1975, Día de la Reunificación Nacional.

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Fuentes: 

Artículos sobre Vietnam:

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