Libor Hajsky—Imágenes CTKAP
Introducción por el editor del blog
Medio siglo después de la invasión soviética de Checoslovaquia, cuyo propósito era restaurar la supremacía del estado, consiguió dividir el espíritu de la nación a un tremendo costo político y social, el sueño de los reformistas quedó sepultado, más adelante veremos el rol desempeñado por Aleksander Dubček en la crisis checoeslovaca.
Objetividad ante todo. Sin apasionamientos políticos, la Primavera de Praga fue un proceso distinto, se constituyó como movimiento de reforma comandado por los propios líderes nacionales y respaldado por trabajadores y estudiantes, en esencia no pretendía derrocar al régimen, sino transformar el sistema nacional de gobierno comunista.
Debemos enfatizar que tras el final del conflicto en Europa (1945) los países del Este europeo, liberados del yugo nazi, terminaron en la esfera del totalitarismo soviético (las secuelas del estalinismo no fueron fáciles de eliminar). Es de importancia recordar que ese fue el acuerdo entre los Aliados en la segunda guerra mundial, Europa iba a ser dividida en dos zonas de influencia.
No es verdad que Estados Unidos y la OTAN se vieron sorprendidos por la entrada de las tropas del "Pacto de Varsovia" en territorio checoeslovaco (20 divisiones, alrededor de 250.000 soldados ocuparon Checoslovaquia), las agencias de inteligencia occidentales sabían sobre la movilización de tropas en las fronteras. No podían hacer nada, cumplieron sus compromisos y tratados con los soviéticos, cada cual a su zona de influencia.
Tan cierto es que en el transcurso de la Primavera de Praga (días previos a la entrada de tropas del Pacto de Varsovia) el líder soviético Brézhnev comunicó a Johnson, presidente EEUU, sobre su intención de entrar en Praga con tropas. El gesto de Johnson es inequívoco, su nación reconocía las zonas de influencia y Checoslovaquia era jurisdicción soviética.
Ciudades como Berlín, Bucarest, Budapest, Praga, Sofía, Varsovia y hasta Viena, quedaron bajo la esfera soviética. Durante el estalinismo, en 1953 en la Alemania Oriental y en 1956 en Hungría, hubieron levantamientos que se reprimieron con violencia.
Es lógico que desde el Kremlin se apreciara el movimiento reformista checoeslovaco, apoyado por el pueblo, como un mal ejemplo que pudiera imitarse en otras naciones del Pacto de Varsovia. La apertura -mejor dicho, la desestalinización del sistema- abrió la posibilidad de criticar y eso sucedió en Praga a través de los medios de comunicación.
Decenas de miles de civiles, tanto jóvenes como mayores, se reunieron a protestar en las plazas de Praga, Bratislava y otras ciudades. Hubo violencia, por supuesto, el acto más notorio se produjo en la estación de radio de Praga, la fuente de mayor desafío al sistema siguió transmitiendo a pesar de la presencia de las tropas, los manifestantes bloquearon con autobuses incendiados los accesos al edificio de la radio. En la embestida de los tanques contra las improvisadas fortificaciones, varios se prendieron fuego, las fuerzas militares dispararon contra civiles reunidos en la protesta.
Se estima que entre 80 y algo más de cien personas murieron durante la ocupación. Las consecuencias posteriores si que fueron más graves, cientos de arrestados y miles de personas enviadas a “reeducarse” bajo el programa de “normalización”. "La esperanza fue reemplazada por miedo y desafío con resignación abatida", se informaba en un reportaje del New York Times.
La tensa calma pareció romperse cuando el 16 de enero de 1969 un estudiante universitario de Praga, Jan Palach, en la Plaza Wenceslao se prendió fuego como forma de protesta, momento captado en película, días después falleció y miles de personas marcharon en su funeral. Pero la Primavera de Praga ya había culminado.
Sin embargo, tras la caída del "Telón de Acero" y el fin de la "Guerra Fría", Europa volvió a dividirse aun más -política y socialmente-, Checoslovaquia es un ejemplo, volvió a aflorar el peligro del falso nacionalismo. Un Babel sostenido por un inmenso manto burocrático -Unión Europea- y la OTAN, cuestionada alianza militar que se va ampliando hacia el Este de Europa es el resultado. Lo peor, aceptémoslo o no, es que la imperial Europa está relegada y controlada por una fuerza mayor externa, los Estados Unidos de América.
Bien, una apreciación real sobre los acontecimientos de agosto de 1968 en Praga se puede visualizar en el siguiente ensayo que corresponde a una publicación del sitio web griego "ξεκινημα" (Primeros Pasos), el texto traducido corresponde a su versión en inglés. Casi todo el material gráfico, muy conocido mundialmente fue captado por el fotógrafo profesional Josef Koudelka, nacido en Moravia (hoy República Checa), aquellas fotografías se sacaron clandestinamente de Praga en esos tiempos de convulsión, publicándose anónimamente. Lo que más destaca es la actitud de la gente de Praga ante las tropas y el grito recurrente de la muchedumbre desarmada: “Iván, vete a casa”.
Tito Andino
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ξεκινημα
Título de la versión inglesa:
The Prague Spring – when workers stood up against Stalinism
El 21 de agosto de 1968, la Primavera de Praga fue aplastada bajo las huellas de los tanques soviéticos que entraron en Praga con la "tarea" de salvar al país de las fuerzas reaccionarias de derecha y los fascistas -según el bando soviético-, que aprovecharon la crisis política y económica en Checoslovaquia, estaban tratando de instigar una contrarrevolución capitalista. Pero, los soldados que entraron en Praga se enfrentaron a barricadas con miles de trabajadores y estudiantes detrás de ellos, luchando por la libertad.
Checoslovaquia, como parte del Bloque del Este, era el terreno en el que la burocracia estalinista había falsificado casi todos los principios socialistas. Si alguien echa un vistazo a los primeros programas del Partido Bolchevique, escritos principalmente por Lenin, puede ver que la mayoría de sus puntos básicos están en desacuerdo con la realidad en Checoslovaquia.
Uno de los puntos más cruciales del programa bolchevique era la celebración de elecciones libres y democráticas, en las que los representantes de los trabajadores y del pueblo (sujetos a revocación en cualquier momento) tuvieran derecho a participar. En Checoslovaquia no se celebraron elecciones y cualquier partido que no fuera el Partido Comunista fue declarado ilegal.
Los diversos líderes y cuadros del partido vivían en el lujo, mientras que la mayoría de la gente a menudo se veía privada incluso de los bienes más básicos. No hubo rotación en las tareas administrativas. En cambio, la burocracia era un círculo cerrado con posiciones permanentes y establecidas. Por otro lado, según el enfoque bolchevique, la estructura permanente del ejército debería haber sido abolida y una milicia obrera establecida bajo el control democrático de las masas. En contraste, en Checoslovaquia, un ejército profesional continuó existiendo, la policía se fortaleció y los servicios secretos crecieron a enormes proporciones, convirtiendo al país en un estado policial.
Los principales sectores de la economía fueron nacionalizados, pero la gente no participó en su planificación y control. No había desempleo, y la educación y la atención médica eran gratuitas, pero el nivel de vida era mucho más bajo que en Occidente. En promedio, los trabajadores recibieron salarios varias veces más bajos que los trabajadores en los países occidentales.
Las cosas se exacerbaron aún más cuando la burocracia, con su planificación esencialmente dictatorial de la producción y su corrupción, pronto llevó a la economía al estancamiento. Las tasas de crecimiento comenzaron a caer constantemente, llegando a cero en 1963. En 1967 el número de desempleados era de 300.000 y alrededor de 400.000 personas que no podían encontrar trabajo en su propio país se vieron obligadas a emigrar a países occidentales.
Reacciones iniciales
En 1967, la Asociación de Escritores Checos dio el primer paso decisivo y se levantó contra la censura y las restricciones intelectuales impuestas por la burocracia, exigiendo que se publicaran obras que habían sido declaradas prohibidas por el Partido Comunista de Checoslovaquia (PCCh).
Fue en esta atmósfera que se desarrolló el potencial para la crítica pública, y a finales de 1967 la opinión pública se había vuelto cada vez más crítica con el régimen.
El periódico comunista Literární noviny ofreció una importante plataforma para la crítica pública. Por esta razón, comenzó a enfrentar sanciones crecientes del Comité Central. El editor en jefe fue reemplazado, pero su sucesor no pudo controlar la situación. En un congreso de la Unión de Escritores de Checoslovaquia en junio de 1967, tres editores, representantes de la Literární noviny, criticaron por primera vez directamente a la dirección del Partido.
El presidente de Checoslovaquia y secretario general del Partido Comunista, Antonín Novotny, reaccionó con una declaración pública que retrató el congreso como parte de una campaña orquestada por Occidente.
El PCCh ordenó el reemplazo de los editores del periódico y prohibió a varios delegados, incluidos Pavel Kohout y Vaclav Havel, algunas de las figuras clave de la Unión de Escritores Checoslovacos, presentarse a las elecciones de la Unión. Los tres editores fueron expulsados del partido, mientras que otros recibieron una estricta censura. Estos movimientos, sin embargo, revelaron las dificultades de Novotny para hacer cumplir la línea del partido, y las sanciones provocaron una amplia ola de reacciones de periodistas, artistas y escritores.
Los estudiantes toman la iniciativa
Manifestante de Praga frente a las tropa de la invasión soviética de Checoslovaquia 1968 (Josef Koudelka, Magnum Fotos)
Unos meses más tarde, los estudiantes siguieron su ejemplo y comenzaron a protestar, exigiendo mejores condiciones de vida en las residencias estudiantiles. La batalla de los estudiantes contra la burocracia estatal rápidamente tomó la forma de un movimiento y entró en la escena política central.
Los estudiantes corearon "Queremos luz", un eslogan que tenía un doble significado. Por un lado, la razón era práctica ya que no había electricidad en sus aulas y, por otro lado, porque exigían libertad de conocimiento e información.
En una manifestación de estudiantes politécnicos en la ciudad de Strahov, el 31 de octubre de 1967, la represión policial fue brutal. Bajo las órdenes de Antonin Novotny, los manifestantes fueron dispersados violentamente. Después de la manifestación y la represión hubo concentraciones que terminaron exigiendo derechos fundamentales garantizados por una constitución democrática, como el derecho de reunión, la libertad de prensa y la libertad de movimiento en el país.
Praga, 21 de agosto
Los estudiantes exigieron que los medios publicaran sus resoluciones, mientras que el gobierno respondió con innumerables redadas policiales en dormitorios y amenazas de expulsar a los líderes del movimiento de la universidad.
En un corto período de tiempo, el gobierno declaró el estado de emergencia. La policía, el ejército y todos los mecanismos estatales se pusieron a disposición del partido.
Intentos de conectarse con la clase obrera
A principios de 1968, la forma que el movimiento estudiantil había actuado hasta ese momento comenzó a cambiar. Hasta entonces, los estudiantes se habían estado reuniendo espontáneamente después de cada manifestación. Estas estructuras se transformaron en órganos permanentes encargados de organizar las movilizaciones y planificar los próximos pasos. Por primera vez, los estudiantes de Praga intentaron vincular sus luchas con la clase obrera.
Después del 14 de marzo, el movimiento se distanció completamente de las estructuras burocráticas del ala juvenil del PC checoslovaco y dirigió una carta abierta a todos los trabajadores. También formó delegaciones y grupos de propaganda que visitaron las fábricas para llamar a los trabajadores a unirse a la lucha.
La situación económica en la que se encontraban los trabajadores y la restricción de sus derechos democráticos, que formaban parte de su vida cotidiana, no les dejaban espacio para mantenerse fuera de la batalla.
Toda Checoslovaquia estaba sumida en crisis.
Temblores dentro del Partido Comunista
A principios de 1968, en el llamado "Pleno de enero" del Comité Central del Partido Comunista, las tensiones crónicas entre sus miembros salieron a la superficie y llevaron a la creación de dos polos. Por un lado estaban los "conservadores" que estaban a favor de una represión inmediata de la rebelión y por el otro los "progresistas" que creían que la única manera de superar la crisis y calmar al pueblo era instituir algunas reformas.
La batalla fue finalmente ganada por los llamados "progresistas", lo que llevó, el 5 de enero, al reemplazo del Secretario General Novotny por Aleksander Dubček, un graduado nacido en Eslovaquia, de la escuela del partido de Moscú, que fue nombrado Primer Secretario.
El cambio en el liderazgo también marcó un cambio en el curso del partido gobernante en Checoslovaquia. Al principio, Dubček intentó priorizar una agenda de reformas. En febrero de 1968, Dubček levantó la censura de la prensa. Inmediatamente hubo una verdadera explosión de información que apareció en los medios de comunicación.
El 5 de abril de 1968, la base programática para las reformas se presentó con un "programa de acción", que establecía como objetivos la reestructuración de la economía, el establecimiento de la libertad de opinión e información, el replanteamiento del pasado estalinista y la redefinición del papel del PC en la sociedad.
"El socialismo no puede significar solo la liberación de los trabajadores de la dominación de la explotación de las relaciones de clase, sino que debe hacer más provisiones para una vida más plena de la personalidad que cualquier democracia burguesa".
Esta política oficial del partido fue reemplazada en muchos aspectos por un diálogo público sobre las reformas necesarias. Los sentimientos antisoviéticos se expresaron a través de la prensa y comenzaron a formarse iniciativas políticas. El intento del partido de "liderar" las reformas ya no tenía sentido. El "programa de acción" fue aceptado por la gente sin mucho entusiasmo como algo que ahora se daba por sentado.
Las masas checoslovacas no tenían la intención de detenerse en estas reformas suaves. En cambio, llevaron sus demandas un paso más allá y crearon "consejos obreros" independientes con el objetivo de tomar la gestión de la economía y las fábricas en sus propias manos.
Estos consejos representarían el mayor peligro para los líderes soviéticos. Por eso, después de que las tropas invadieran Praga, los consejos serían lo primero que intentarían desmantelar. Pero su abolición no quedaría sin respuesta.
Reacciones en Occidente y la Unión Soviética
Mientras todos estos acontecimientos tenían lugar en Checoslovaquia, los políticos e intelectuales de Occidente propagaban que los checoslovacos se habían levantado contra el comunismo exigiendo un retorno al capitalismo y a la economía de mercado.
Por otro lado, la burocracia de la URSS, bajo el liderazgo de Brezhnev, había dado luz verde inicialmente a la sustitución de Novotny por Dubček, en un movimiento para controlar la situación. Pero cuando quedó claro que los acontecimientos se estaban yendo de las manos, reaccionaron.
El PC de la Unión Soviética estaba preocupado de que la insurrección se extendiera a otros países en su zona de influencia. Y, de hecho, el peligro de que otros países del "Bloque del Este" siguieran el ejemplo de Checoslovaquia era real. Esto significaría prácticamente el fin de su influencia en varios países y su papel como "superpotencia" de la época.
Calculando estos riesgos, convocaron a Dubček a Čierna nad Tisou, una ciudad en la frontera eslovaca con la URSS. Los burócratas soviéticos lo presionaron para que congelara cualquier medida de reforma que hubiera prometido. Pero la situación se había vuelto tan aguda que tal movimiento por sí solo ya no podía ser efectivo y se tomó la decisión de invadir el país.
La invasión de Praga
Ya en marzo de 1968, representantes del gobierno checoslovaco se habían reunido en Dresde con representantes de la Unión Soviética, Bulgaria, Hungría, Polonia y Alemania Oriental, los cinco países que iban a llevar a cabo la invasión, conocidos como los "Cinco de Varsovia". Las reuniones posteriores se celebraron sin la participación de Checoslovaquia.
La presión soviética sobre el gobierno checoslovaco para congelar las reformas se intensificó y pronto se agregó la amenaza de intervención militar.
Tres días antes de la invasión, Brézhnev informó al presidente Johnson sobre sus planes de invadir Praga. El presidente estadounidense respondió que Estados Unidos reconocía la jurisdicción de Moscú en su zona de influencia en los países del Bloque del Este, que incluía a Checoslovaquia. Los líderes soviéticos procedieron con la invasión sabiendo que no encontrarían resistencia por parte de Occidente.
El 21 de agosto de 1968, comenzó el avance de las tropas de la Unión Soviética, Polonia, Hungría y Bulgaria en Checoslovaquia. Los aviones militares soviéticos comenzaron a aterrizar en el aeropuerto de Praga cada minuto, y 200.000 soldados y más de 2.000 tanques invadieron Checoslovaquia.
En pocas horas todos los puntos estratégicos del país fueron ocupados por las tropas soviéticas. En las batallas que siguieron, aproximadamente 100 checoslovacos y 50 soldados del Pacto de Varsovia murieron.
El PC checoslovaco decidió no oponer resistencia. El presidente Svoboda pidió moderación en su mensaje de radio. Mientras tanto, Dubček y otros miembros del gobierno fueron arrestados y llevados a Moscú.
La prensa publicó una solicitud sin firmar de los principales funcionarios del partido y del gobierno de Checoslovaquia para "asistencia inmediata, incluida la asistencia con las fuerzas armadas" para hacer frente al "peligro inmediato de la contrarrevolución". Aunque luego fue negado por la dirección oficial del partido checoslovaco en el 14º congreso del partido (celebrado unos días después de la invasión), a principios de la década de 1990 el gobierno ruso le dio al presidente checo Havel una copia de la carta.
Reacciones en Checoslovaquia y la "normalización" de la situación
El estado de ánimo de la opinión pública era muy desfavorable en los primeros días después de la ocupación. Aunque no se organizó ninguna resistencia armada, el pueblo trató de eludir la ocupación del país a través de la desobediencia civil y varias otras acciones. Hubieron muchos que comenzaron a plantar señales de tráfico en la dirección equivocada para engañar a los soldados rusos que no conocían el área. El papel de la radio de Checoslovaquia también fue importante ya que se estableció una estación de radiodifusión móvil para informar a la población.
El 23 de agosto, el presidente Svoboda fue invitado a Moscú para conversaciones oficiales. El 26 de agosto, finalmente se firmó el Protocolo de Moscú. La parte checoslovaca se comprometió a declarar inválido el 14º Congreso del PCCh, restablecer la censura, eliminar a muchos defensores de las reformas de los cargos del partido y del estado y no sancionar a los partidarios prosoviéticos de la invasión. Pero el protocolo no estableció ningún calendario para la retirada de las tropas extranjeras de la ciudad.
Posteriormente, casi todas las medidas de reforma fueron congeladas. Después de unas semanas, las últimas dudas de que la Primavera de Praga había terminado el 21 de agosto se disiparon. Dubček fue finalmente destituido del cargo de Primer Secretario del Partido y su lugar fue ocupado por Huzak. Después de asumir el cargo, Huzak comenzó las purgas dentro del partido eliminando a casi medio millón de miembros.
Esta situación dio lugar a decenas de miles de personas que abandonaron el país, principalmente trabajadores calificados, pero también escritores, maestros y directores. 96.000 personas huyeron solo a Austria. Sin embargo, las manifestaciones continuaron, tanto por estudiantes como por intelectuales checoslovacos.
El 16 de enero de 1969, el joven estudiante Jan Palach se prendió fuego en la Plaza de Wenceslao en protesta por la invasión y la situación en el país.
Un hito histórico
Después de la derrota del levantamiento y la "normalización" de la situación, los políticos e intelectuales en Occidente "explicaron" que la victoria de los checoslovacos era imposible, pero identificaron el problema en el hecho de que el socialismo democrático y humano que reclamaban no era más que una utopía.
En realidad, sin embargo, las visiones y orientaciones de los insurgentes estaban lejos de ser poco realistas. Los trabajadores y jóvenes revolucionarios habían dejado claro que daban por sentados los beneficios básicos de una economía nacionalizada. Luchaban por una forma verdaderamente democrática de administrar esta propiedad común del pueblo. No estaban dispuestos a aceptar el reemplazo de los capitalistas por burócratas designados del partido que solo se preocupaban por sus privilegios sin ser controlados o responsables ante nadie.
La Primavera de Praga fue un hito importante en la historia de la lucha contra el estalinismo, dejando valiosas lecciones para el presente.