Introducción por el editor del blog
Recuerde que la serie de artículos referentes al mundo distópico de Aldous Huxley son, de cierta forma, una preparación mental a los postulados del transhumanismo del siglo XXI que, por supuesto, tuvo su origen en la anterior centuria (ver enlace al final).
Existen muchos estudios críticos sobre el TRANSHUMANISMO que pueden citarse como referencias. Pensé en hacer un artículo sobre el tema; sin embargo, una ponencia destaca -en mi percepción- como suficientemente esclarecedora, siendo la mejor opción transcribirla, con ciertos comentarios y notas aclaratorias como prólogo.
Como cualquier postulado que se plantea en aras del "bienestar" de la vida humana tenemos dos o más caras de la misma moneda. El transhumanismo viene imponiéndose disimuladamente en todas las esferas de la sociedad occidental (por el momento) mediante la propaganda masiva en los medios de "información" (¿o serán de desinformación?) y, por sentado, tiene sus partidarios en la sociedad.
¿Qué plantea el transhumanismo?
Las elites que desarrollan el futuro mediante el transhumanismo creen y quieren la evolución de la especie humana haciendo uso de todos los medios tecnológicos existentes y los que están en fase de desarrollo. Sin embargo, sigue siendo una corriente de pensamiento elitista, nunca se ha planteado a los miles de millones de seres humanos el derecho a pronunciarse. "El transhumanismo es el intento de transformar sustancialmente a los seres humanos mediante la aplicación directa de la tecnología", señala Antonio Diéguez en su libro "Transhumanismo".
Lo que nos dibuja la propaganda de las gigantescas corporaciones (desde donde se propaga) a través de las cadenas de información (¿o desinformación?) y de la clase política asociada es el clásico spot comercial, con velados mensajes. Quieren convencernos (evitando una dura oposición) que "el transhumanismo es una fascinante corriente del pensamiento que busca la mejora y trascendencia de las capacidades humanas a través de la tecnología y la ciencia", desafiando la visión que la humanidad tiene acerca del futuro. Es "una invitación a cuestionar las concepciones tradicionales sobre la naturaleza humana y lleva a explorar nuevas posibilidades para mejorar las capacidades físicas, mentales y emocionales".
El catedrático transhumanista, Antonio Diéguez, señala que "Gracias a la biología sintética, en suma, no solo se espera la creación de nuevos organismos o de organismos rediseñados que utilizaremos para la mejor satisfacción de necesidades básicas, como la obtención de alimento y de energía, sino lo que el transhumanismo más anhela: la manipulación de nuestro acervo genético para eliminar enfermedades y deficiencias, pero sobre todo para mejorar las cualidades que han caracterizado a nuestra especie para añadir otras nuevas que puedan ser deseadas. La medicina de mejoramiento, y especialmente la mejora genética, promete ser en el futuro la forma central de la medicina". ¿Eugenesia?...
Como planteaba Huxley en la novela (ficción) "Un mundo feliz", en el futuro los humanos superarán las limitaciones biológicas alcanzando el estado de "bienestar" y "evolución". Y, ¿cuál es ese prodigioso método en busca de la "perfección"? El uso ético y responsable de la tecnología en el que la humanidad y las máquinas se fusionarán de manera inverosímil. Es cierto que las leyes del cosmos señalan la inevitabilidad del fin de nuestro planeta en cientos o miles de años (nadie puede saberlo en la actualidad) y, que uno de los fines del transhumanismo es perpetuar la especie humana o los rezagos que quede de ella cuando llegue el momento de perderse en los confines del universo en búsqueda de un nuevo "hogar".
Pero, en nuestra línea de tiempo, futurista solamente a unas cuantas generaciones, los propagandistas del transhumanismo jamás mencionarán que son esas mismas corporaciones que hoy dominan la economía global, que imponen un orden mundial basado en reglas (las suyas), que fomentan las guerras y la industria armamentística, que piensan que su desarrollo y bienestar se consigue subyugando y destruyendo naciones contrarias a sus postulados, etc., son las mismas que impulsan e invierten en el futurista transhumanismo.
Siempre he pensado que la verdadera inmortalidad es nuestra herencia genética, heredada de nuestros padres retrocediendo a la más remota medianoche de los tiempos. Más, la propaganda consumista del transhumanismo, muy bonita, despierta pasiones en mentes débiles, hasta es deseada! Nos inundan con algunas célebres frases, por ejemplo, Marvin Minsky decía: "Algún día seremos capaces de alcanzar la inmortalidad. Haremos copias de nuestros cerebros. Puede que los creemos en un laboratorio o que, simplemente, descarguemos su contenido en un ordenador. ¿Heredarán los robots la Tierra? Sí, pero serán nuestros hijos".
O quizás frases "filosóficas" como: "Si pudiéramos transformarnos en algo mejor que los humanos, ¿por qué iba a ser bueno permanecer siendo humanos?" (Antonio Diéguez); o esta de Mark O’Connell: "No hay nada más humano que el deseo de no ser humano".
Bien, pasemos al contraataque. Silvia Guerini en "Del cuerpo 'neutro' al cyborg posthumano: una crítica a la ideología de género" (2023) expresa que: "Se está llevando a cabo una demolición total de las formas anteriores de existencia: cómo se llega al mundo, el sexo biológico, la educación, las relaciones, la familia, incluso la dieta que está a punto de convertirse en sintética".
En "Ganancias repugnantes: los alimentos envenenados y la riqueza tóxica del sistema alimentario mundial" (Sickening Profits: The Global Food System’s Poisoned Food and Toxic Wealth), un libro electrónico de Global Research, escrito por Colin Todhunter, se establece que, entre otras corporaciones, la Fundación Bill y Melinda Gates, instituciones financieras como BlackRock y Vanguard, se han unido a tradicionales empresas agroindustriales como: Corteva, Bayer, Cargill y Syngenta, acelerando el control (un cambio) y consolidación de toda la cadena agroalimentaria mundial, tecnología agrícola basada en semillas genéticamente modificadas, productos creados en laboratorio semejantes a los alimentos, agricultura de "precisión", agricultura sin agricultores, dirigida desde monopolios de comercio electrónico mediante sistemas y algoritmos de inteligencia artificial. Para su respaldo, gigantes conglomerados como: Amazon, Microsoft, Facebook, Google, se unen a ese intento por imponer un modelo de alimentación y agricultura global. Estas y otras entidades buscan que las mega corporaciones agroalimentarias a través de la compra de grandes extensiones de tierras agrícolas, impulsen alimentos biosintéticos (falsos) y tecnologías de ingeniería genética; en general, facilitarán y financiarán el plan, señala Colin Todhunter (que también escribió recientemente el artículo: "Del agrarismo al transhumanismo: la larga marcha hacia la distopía", octubre 2024)
Nada de esto sucederá de la noche a la mañana, aquellos que están promoviendo este nuevo mundo feliz pasarán las próximas décadas tratando de imponer su visión. Pero, como decía Erich Fromm: "El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots".
¿Cuál es el supuesto objetivo del transhumanismo?
Lo podemos intuir en las líneas anteriores. No obstante, "los intereses multimillonarios detrás de esto intentan presentar su tecno-solucionismo como una especie de esfuerzo humanitario: salvar el planeta con "soluciones amigables con el clima", "ayudar a los agricultores" o "alimentar al mundo". Pero de lo que realmente se trata es de reempaquetar y maquillar de verde las estrategias desposesivas del imperialismo. Las élites, a través de su complejo militar-digital-financiero (Pentágono/Silicon Valley/Grandes Finanzas) quieren usar sus tecnologías para remodelar el mundo y redefinir lo que significa ser humano. Consideran a los seres humanos, sus culturas y sus prácticas, como la naturaleza misma, como un problema y deficientes... Las culturas deben ser erradicadas, la humanidad debe estar completamente urbanizada, subordinada y desconectada del mundo natural". Lo que significa ser humano será transformado radicalmente. Será solo una anécdota decadente el recordar la relación del humano con la agricultura y la alimentación, su conexión con la tierra, la naturaleza y la comunidad que definieron por milenios lo que significa ser humano, razona Todhunter. "En la distopía fría, centralizada y tecnocrática que se planea, la conexión espiritual de la humanidad con el campo, la alimentación y la producción agraria va a ser arrojada al basurero de la historia".
Silvia Guerini señala que el pasado es algo que debe borrarse "para la transición hacia una nueva humanidad desarraigada, sin pasado, sin memoria... una nueva humanidad deshumanizada en su esencia, totalmente en manos de los manipuladores de la realidad y de la verdad". Esa es parte de una agenda más amplia del transhumanismo que también implica un mundo sin madres, tal como leímos en "Un mundo feliz" de Huxley.
"La biotecnología, la eugenesia y la ingeniería genética, los cultivos transgénicos, los impulsores genéticos y la edición genética son ahora una realidad, pero el objetivo final es unir la inteligencia artificial, la bionanotecnología y la ingeniería genética para producir el transhumano de un solo mundo".
En el informe "Future of Food", Sainsburys, gigante supermercado inglés, celebra un futuro de microchips y cordones neuronales que tengan "el potencial de ver todos nuestros datos genéticos, de salud, registrados, almacenados y analizados por algoritmos que podrían determinar exactamente qué alimentos -entregados por drones- necesitaremos para mantenernos. Todo esto se vende como 'optimización personal'.
¿Cómo oponerse a estas políticas "humanitarias"?
Silvia Guerini es contundente en expresar que intereses poderosos utilizan demagógicamente el arco iris, la izquierda transgénica y las organizaciones LGBTQ+ para promover esa agenda de identidad sintética y nuevos derechos. Todo esto va más lejos, se trata de un ataque a la vida, a la naturaleza, a "lo que nace, en contraposición a lo artificial" porque, de lo que se trata, es cortar todos los lazos con el mundo real y natural.
"Todavía hay tiempo para educar, organizarse, resistir y agitar contra esta arrogancia, sobre todo desafiando a los gigantes industriales de la alimentación y al sistema que los sustenta y abogando y creando movimientos alimentarios de base y economías locales que fortalezcan la soberanía alimentaria" (Colin Todhunter).
Profundicemos el tema con un ensayo que debe ser compartido, publicado en junio del 2023 por la website PANDA (Science Sense Society), desarrollado por la investigadora Danica Thiessen. La base de datos y bibliografía consultada por la autora es extensa y puede ser revisada en el original en inglés (enlace al final del reportaje). El siguiente artículo es un documento de trabajo abierto a consultas y correcciones (panda@pandata.org)
Tito Andino
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El transhumanismo y la filosofía de las élites
por Danica Thiessen
En 2004, cuando Foreign Policy le pidió al eminente erudito Francis Fukuyama que escribiera un artículo que respondiera a la pregunta "¿Cuál es la idea más peligrosa del mundo?", respondió con un artículo titulado "Transhumanismo".
Fukuyama argumentó que el proyecto transhumanista utilizará la biotecnología para modificar la vida hasta que los humanos pierdan algo de su "esencia" o naturaleza fundamental. Hacerlo alterará la base misma de la ley natural sobre la que, según él, se fundan nuestras democracias liberales. Para Fukuyama, estas pérdidas yacen sin reconocer bajo una montaña de promesas para un futuro tecnocientífico de superación personal imaginativa.
En la actualidad, la Cuarta Revolución Industrial, en la que el transhumanismo desempeña un papel rector central, está dando forma a las políticas de las empresas globales y a la gobernanza política. Las tecnologías convergentes de esta revolución son la nanotecnología, la biotecnología, la tecnología de la información, las ciencias cognitivas (NBIC) y la inteligencia artificial.
La clase política y la élite de las nuevas tecnologías nos dicen habitualmente que "ha llegado la era de la IA". Al mismo tiempo, los humanos modernos también se han vuelto cada vez más dependientes de las tecnologías avanzadas y los sistemas complejos que lo permiten. Estos cambios han presentado nuevos desafíos a viejas preguntas, a saber: ¿qué significa ser humano? ¿Y qué futuro queremos para nosotros mismos?
Desde la exageración de la superinteligencia hasta la nanobiología auto-ensamblada, el mundo puede parecer cada vez más de ciencia ficción. La sociedad tecnológica contemporánea es "cada vez más difícil de comprender", está llena de "disrupciones... que se mueven cada vez más rápido", y nos enfrenta a "situaciones que parecen escandalosamente más allá del alcance de nuestra comprensión".
Este artículo tiene como objetivo profundizar nuestro compromiso crítico con una ideología que está emergiendo en sectores influyentes de la sociedad. Con este objetivo en mente, expondré tres argumentos esenciales:
1. El transhumanismo es un movimiento basado en un sistema de creencias tecnocientífico que se esfuerza por la mejora tecnológica de la biología y, en este sentido, promueve conscientemente la ingeniería biosocial.
2. Las tecnologías del transhumanismo tienen el potencial de aportar enormes beneficios financieros y políticos a las empresas y los gobiernos que no están incentivados para buscar o abordar sus peligros potenciales.
3. El descontento hacia el transhumanismo es diverso y proviene principalmente de la amenaza a los valores tradicionales, las formas de vida basadas en la naturaleza, la libertad, la igualdad y la pérdida de autonomía corporal ante la voluntad de quienes operan estos poderosos sistemas.
Gran parte de la erudición actual sobre el transhumanismo se centra en la contribución intelectual del movimiento, con un trabajo mínimo que evalúe los impactos sociopolíticos. Este descuido es preocupante ya que, dentro de la realidad del capitalismo global, el transhumanismo puede estar motivado principalmente por fuerzas económicas y políticas como por ideología. Además, tal vez solo una minoría de seres humanos pueda acceder a ciertas tecnologías NBIC o utilizarlas con fines de lucro. Por supuesto, las ramificaciones socioeconómicas pueden ser cultural y políticamente disruptivas de maneras imprevistas. Es esta relación exagerada -del transhumanismo, la economía global, la ciencia rentable, la naturaleza humana y los sistemas de creencias tradicionales- la que exige un examen crítico más profundo.
Schwab y otras élites comprenden las implicaciones sociales y políticas de su ideología tecnológica y las reglas de la economía de mercado en la que "el ganador se lo lleva todo" que seguirá consolidando las ganancias de las tecnologías disruptivas.
Transhumanismo: una breve historia
El transhumanismo es un movimiento predominantemente angloamericano que ha florecido desde la década de 1980 en "círculos estadounidenses de aficionados a la ciencia ficción" y con "expertos en informática y tecno-geeks". Hoy en día, el Silicon Valley de California, con su cultura de optimismo tecnológico y emprendimiento imaginativo, es el centro del pensamiento transhumanista y la innovación. Aunque los estudiosos han señalado que no existe una definición única de transhumanismo, la esencia de la ideología transhumanista es utilizar la ciencia y la tecnología para rediseñar y remodelar la condición humana alejándola de la aleatoriedad, la imperfección y la decadencia, acercándola al orden, la perfectibilidad y el control.
Esta ideología surgió a principios del siglo XX en Gran Bretaña. Existe una clara continuidad de ideas entre los actuales defensores del transhumanismo y los que escribían antes de la Segunda Guerra Mundial sobre el potencial de la ciencia para dar forma a la trayectoria de la naturaleza, al tiempo que fomenta la cooperación y la gobernanza internacionales. Entre ellos se encontraban científicos y pensadores británicos como Julian Huxley (al que se le atribuye el primer uso de la palabra transhumanismo en la década de 1950), su hermano Aldous y su abuelo Thomas Huxley, así como sus colegas J.B.S. Haldane, H.G. Wells, J.D. Bernal y Bertrand Russell.
Estos influyentes pensadores e internacionalistas escribieron y trabajaron en la promoción de perspectivas políticas y científicas que formarían la base de un siglo de pensamiento científico transhumanista. Los temas que exploraron siguen atrayendo a los transhumanistas hoy en día: el condicionamiento conductual, el control genético, el aumento tecnológico, los alimentos y úteros artificiales, los viajes espaciales, la extensión de la vida y el control total de enfermedades. Estos y otros temas giran en torno a la afirmación de que la naturaleza, incluida la naturaleza humana, funciona de manera óptima bajo un ajuste y una gestión científicos.
Los primeros transhumanistas (o proto-transhumanistas) veían el avance tecnocientífico como una cura para la naturaleza humana "primitiva" (ira, violencia, exceso de fertilidad), las limitaciones físicas (enfermedad y posiblemente la muerte), la ignorancia política y los conflictos internacionales. Fue el ideal de la Ilustración de dominio sobre la naturaleza, incluidas las poblaciones humanas, lo que Aldous Huxley demostró tan acertadamente en su novela distópica, "Un mundo feliz". La novela de Huxley, escrita en 1931, ilustra una distopía científica en la que los objetivos transhumanistas (ingeniería genética, intervenciones antienvejecimiento, biotecnología y medicamentos de mejora) se utilizan para gestionar la sociedad implícitamente a través del placer en lugar de explícitamente a través de la fuerza.
Las representaciones de Huxley se basaron menos en sus habilidades proféticas y más en su conocimiento íntimo de las posibilidades de la ingeniería social, tal como la discutieron y promovieron las mentes científicas con las que se mezcló. Su ensayo posterior, Sobrepoblación, conjetura que las proyecciones de su novela estaban "haciéndose realidad mucho antes de lo que se esperaba" (Huxley, 1960).
En particular, el hermano de Aldous, Julian Huxley, también escribió sobre los males de la superpoblación global al tiempo que promovía el control genético ('mejora') de las poblaciones a través de la eugenesia. Su ensayo de 1957, "Transhumanismo", afirmaba que el hombre era el "director gerente" de la "evolución en esta tierra".
Estuvo muy involucrado con la Sociedad Eugenésica de Gran Bretaña durante más de tres décadas, sirviendo como vicepresidente y luego presidente, además de apoyar "campañas para la esterilización voluntaria... y por las medidas eugenésicas negativas contra las personas que portan el estigma científico de 'defecto mental' ". Julian Huxley fue el primer director general de la UNESCO y fundador del Fondo Mundial para la Naturaleza. En este cargo, promovió la ideología de un estado de bienestar internacional y científicamente fundado para promover su objetivo de liberar "el concepto de Dios de la personalidad" porque "las religiones, como todas las actividades humanas, son siempre una obra inacabada". La obra y los escritos de Julian Huxley vislumbraron un proyecto internacional de ingeniería social basado en una gestión científica racional que prometía elevar a la humanidad hacia la paz global.
Transhumanismo filosófico y espiritual: hacia una utopía tecnológica
El transhumanismo tiene una amplia variedad de interpretaciones, de manera similar a cómo se expresa una religión principal con una divergencia de compromiso, creencias y motivaciones. De hecho, muchos estudiosos consideran que el transhumanismo es una religión novedosa y emergente con importantes paralelismos con la escatología cristiana. La gran mayoría de los transhumanistas no aceptan un "Dios" monoteísta o las restricciones morales de las religiones tradicionales, sino que dotan a la "tecnología de un significado religioso", lo que lleva a los estudiosos a definirla como "una fe secularista".
Si bien no todos los transhumanistas comparten puntos de vista tecno-espirituales, los transhumanistas esencialmente ven la tecnología como la redención de la biología falible. Para algunos, estas perspectivas se inspiraron en la obra filosófica de Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) quien fue un paleontólogo y jesuita que creía que se tejería una "red mundial entre todos los hombres de la tierra" y que se formaría una "entidad similar a Dios" a partir de una futura "mente consciente, colectiva y omnisciente: el Punto Omega". El concepto de "trascendencia" tecnológica ha seguido siendo central para el transhumanismo en las conversaciones sobre la red mundial, el Internet de los cuerpos, la inteligencia artificial y la "Singularidad", que es la creencia de que la inteligencia humano-máquina crecerá exponencialmente y alcanzará un punto en el que la humanidad será empujada a una era posthumana. La creencia de que los humanos (o más bien los posthumanos) pueden llegar a ser inmortales y "divinos" en una futura era dominada por las máquinas, con viajes astrales y comunicación telepática digital, es la razón por la que, en su forma filosófica, muchos estudiosos entienden el transhumanismo como un movimiento religioso tecnomaterialista.
En un intento por consolidar un movimiento tan complejo, el filósofo transhumanista Nick Bostrom -actual director del Instituto del Futuro de la Humanidad en la Universidad de Oxford, y el académico más legítimo del transhumanismo- cofundó la Asociación Transhumanista Mundial en 1998. A partir de este trabajo, se redactó la Declaración Transhumanista. Consiste en afirmaciones audaces como: La humanidad cambiará radicalmente por la tecnología en el futuro. Prevemos la factibilidad de rediseñar la condición humana. La Declaración concluye con: El transhumanismo aboga por el bienestar de toda la sensibilidad, ya sea en intelectos artificiales, humanos, posthumanos o mamíferos no humanos. La Declaración deja claro que el transhumanismo es un proyecto de ingeniería social sin precedentes que promueve la conveniencia de utilizar "la tecnología para ampliar los límites de lo que significa ser humano y trascender nuestra condición biológica", tal como lo describe Mark O'Connell, autor de To Be a Machine.
Dos filósofos transhumanistas estadounidenses que han trabajado, desde la década de 1980, para difundir ideas transhumanistas, son Max More y Natasha Vita-More. Son empresarios de la industria criónica, que congela cadáveres humanos (llamados «pacientes») con el objetivo de un futuro renacimiento. Vita-More, en una entrevista reciente, enfatizó que la esencia del transhumanismo es "una transición de ser humano-animal a ser más mecanizado utilizando diferentes dispositivos y tecnologías para mejorar a los humanos en lo que sienten que son". Esta promesa muy californiana de convertirte en "lo que quieras ser" podría resultar en una versión más mecanizada o aumentada de ti. Ya vemos el surgimiento de esta nueva fraseología de "conviértete en quien quieras" en la aceptación popular de los productos químicos de mejora, la biotecnología y los videojuegos. Un panteón de nuevas tecnologías está en el horizonte: exoesqueletos, realidad virtual, robótica, productos farmacéuticos que cambian el cuerpo, nanotecnología a control remoto, alimentos artificiales, implantes cerebrales y órganos sintéticos. La adopción de estas tecnologías es parte de lo que Max More describe como convertirse en el Superhumano, también conocido como el Posthumano: si eres Transhumano, eres esencialmente un humano de transición.
En "El superhombre en lo transhumano", More atribuye actitudes en el transhumanismo a la filosofía de Nietzsche, argumentando que lo sobrehumano es el concepto "dador de significado" destinado a "reemplazar la visión del mundo básicamente cristiano" de la época de Nietzsche (y, en menor medida, de nuestros tiempos). More sostiene que la actual "relevancia de lo posthumano" es que, en última instancia, da sentido a las personas con mentalidad científica". En este influyente artículo, More pide al lector que "tome en serio la determinación de Nietzche de emprender 'una revalorización de todos los valores' ".
Dado que una actualización sobrehumana moderna dependerá de que la edición genética humana y otras aplicaciones biotecnológicas (como Neuralink de Elon Musk) estén disponibles legalmente, el llamado de More a "reevaluar los valores" es comprensible. Las cuestiones planteadas en ambos lados del debate académico se refieren a qué valores y rasgos se elegirían genéticamente, y hasta qué punto el mejoramiento humano será voluntario.
Mientras que los eugenistas angloamericanos anteriores argumentaban a favor de la eliminación de los genes antisociales mediante la esterilización, algunos defensores transhumanistas modernos han argumentado que la biomejora moral, a través de la edición selectiva de genes, debería ser obligatoria. Muchos transhumanistas notables argumentan a favor de la biomejora procreativa de la descendencia por parte de los padres. Los defensores del transhumanismo Ingmar Persson y Julian Savulescu creen que la mejora moral debería ser obligatoria como "la educación y la fluoración del agua", ya que "aquellos que deberían tomarlas son menos propensos a estar inclinados". El transhumanista Niel Levy argumenta que "la mejora cognitiva podría ser necesaria", al igual que las vacunas actualmente. La académica Susan Levin escribe que permitir que una visión transhumanista tecnocientífica dé forma a la "forma que adopta la sociedad" puede prestarse a "requisitos sociopolíticos que chocaría con... democracia liberal". También argumenta que cuando los transhumanistas utilizan "analogías y razonamientos de salud pública" para "justificar una mejora vigorosa", están poniendo en serio duda su compromiso con la autonomía. De esta manera, los mandatos coercitivos de vacunación utilizados durante la pandemia de Covid-19 pueden interpretarse como una señal de alerta temprana sobre cómo es probable que las futuras biomejoras vayan acompañadas de contundentes argumentos moralistas y utilitarios.
Ingmar Person, Julian Savulescu y Niel Levy son destacados especialistas en ética de la Universidad de Oxford; los tres abogan por la mejora genética obligatoria a pesar del rastro de trauma del siglo XX forjado por grandiosos proyectos de ingeniería social y eugenésica. ¿Sugiere esto que un marco moral basado en argumentos utilitaristas y metafísica defectuosa permanece fundamentalmente sin cambios en la gobernanza de la salud pública desde el siglo pasado?
En su reciente libro "God and Gaia: Science, Religion and Ethics on a Living Planet", el académico Michael Northcott argumenta que una creciente "agenda post-humana" se ha vuelto central para las políticas en torno a la salud pública, conocida como "bioseguridad", que tiene muy poco que ver con la auténtica "salud humana o salud del medio ambiente". Las consecuencias de esta ideología se hicieron evidentes durante la reciente obligatoriedad de las vacunas experimentales que alteran los genes, y podrían representar lo que Northcott denomina "automatismo". Es entonces cuando culturalmente estamos obligados a "utilizar las nuevas tecnologías sin importar las posibles consecuencias" debido a una ética utilitarista del "objetivo gerencial de la eficiencia". Subestimar el sufrimiento causado por las medidas de salud pública de talla única es una erudición inadecuada, sin embargo, a pesar de esto, solo una minoría de académicos ha cuestionado abiertamente el uso de la terapia genética coercitiva durante la pandemia de Covid-19.
Un choque entre los derechos individuales y un movimiento que tiene como objetivo "rediseñar la condición humana" parece inevitable. En palabras del erudito transhumanista Nick Bostrom, "la naturaleza humana es un trabajo en progreso, un comienzo a medias que podemos aprender a remodelar de maneras deseables". Como dijo el cofundador de la Asociación Transhumanista Mundial, David Pearce:
"... Si queremos vivir en el paraíso, tendremos que ingeniárnoslo nosotros mismos. Si queremos la vida eterna, entonces tendremos que reescribir nuestro código plagado de errores y convertirnos en dioses... Sólo las soluciones de alta tecnología pueden erradicar el sufrimiento del mundo de los vivos".
Es la naturaleza humana la que a menudo entra en conflicto directo con los grandes proyectos de ingeniería social. Entender el transhumanismo como un proyecto de ingeniería biosocial de una escala sin precedentes es una perspectiva útil en el sentido de que centra los conflictos potenciales como basados en valores e ideológicos más que como resultado directo de avances científicos específicos. Además, el término "ingeniería social" es en sí mismo inadecuado, en el sentido de que una utopía que pretende eliminar gradualmente al Homo sapiens, al tiempo que da paso al nuevo y mejorado posthumano, no tiene precedentes históricos, y es posiblemente una forma enérgica de nihilismo o una expresión de "perderse a sí mismo" en una intoxicación con el poder de la máquina, inspirada en lo que los estudiosos identifican como "fetichismo de la máquina". Sin embargo, la sorprendente voluntad de martirizar el propio yo físico para alcanzar el paraíso siempre ha sido particular de nuestra especie.
Transhumanismo corporativo: la búsqueda de la riqueza y el poder
En congruencia con el trabajo académico disponible, me he centrado en las ideas de los transhumanistas filosóficos y académicos, pero el transhumanismo es una ideología que va mucho más allá del discurso. Aunque poco discutido en la literatura académica, el movimiento es promovido por transhumanistas corporativos y políticos, y científicos transhumanistas. La inversión masiva de las empresas y los Estados en tecnologías NBIC se basa en científicos especializados que trabajan en el ejército, las universidades de élite y los laboratorios corporativos para ampliar las fronteras de la realidad con la robótica, la inteligencia artificial y la biotecnología.
Estos científicos están diseñando tecnologías con tal potencial que los actores más poderosos del mundo, como el Partido Comunista Chino y el Departamento de Defensa de los Estados Unidos (DOD), están profundamente involucrados. En enero de 2023, el estimado químico de la Universidad de Harvard, Charles Leiber, fue juzgado por mentir al Departamento de Defensa sobre su participación en la Universidad Tecnológica de Wuhan por su trabajo en "nanomateriales revolucionarios". En sus laboratorios de Harvard, Leiber y sus asistentes han creado cables a nanoescala que pueden registrar las señales eléctricas de las neuronas. Los implantes cerebrales de nanocables fueron diseñados por Leiber para "espiar y estimular las neuronas individuales". En una época en la que la neurotecnología y las interfaces mente-máquina están cambiando la naturaleza de la guerra, el controvertido potencial de poder de la tecnociencia transhumanista se hace evidente rápidamente.
La visión transhumanista del futuro no debe verse fuera de la "carrera armamentista tecnológica" o de una mentalidad competitiva y utilitaria que informa los negocios, la guerra y nuestra estima cultural de la investigación científica. Esto sugiere que una mayor investigación que comprenda a los transhumanistas corporativos y políticos es fundamental para analizar cómo este grupo está activamente involucrado en la determinación del futuro de la humanidad. Los líderes políticos con un agudo sentido del poder entienden que la inteligencia y la mejora de las máquinas pueden determinar los ganadores y perdedores del mundo.
Como dice Vladimir Putin: "La Inteligencia Artificial es el futuro, no solo para Rusia, sino para toda la humanidad. Viene con oportunidades colosales, pero también con amenazas que son difíciles de predecir. Quien se convierta en el líder en esta esfera se convertirá en el gobernante del mundo".
La fascinación de la élite por las tecnologías transhumanistas se refiere al poder potencial inherente a la tecnología en sí misma, y a quién la crea y controla. El influyente historiador y orador, Yuval Noah Harari, expresó esta opinión en su presentación en la Cumbre de Davos de 2021, donde dijo que la tecnología "podría permitir a las élites humanas hacer algo aún más radical que simplemente construir dictaduras digitales. Al hackear organismos, las élites pueden obtener el poder de rediseñar el futuro de la vida misma. Porque una vez que hackeas algo, por lo general puedes hacer geoingeniería".
Harari es un orador frecuente en el Foro Económico Mundial (WEF) y eventos asociados. El WEF es reconocido actualmente como uno de los "estudios de caso más significativos de la autoridad privada con impacto global". Criticado como un "club de élite transnacional, con alta visibilidad mediática" y un "poder de fijación de agendas" neoliberal, el WEF puede entenderse como un "instrumento de dominación geopolítica global". Como mínimo, es un foro en el que se alienta a los jefes de Estado, directores ejecutivos de empresas multimillonarias y académicos que promueven inteligentemente valores estratégicos a colaborar y dar forma al futuro global. En el WEF y otras plataformas de colaboración de medios, Harari argumenta elocuentemente para que la humanidad "salga de los reinos orgánicos al reino inorgánico" con la creación de un nuevo tipo de humano máquina mucho más sofisticado que nosotros que nuestra forma actual será más drásticamente diferente de ella de lo que los "neandertales" o los "chimpancés" son de nosotros hoy. Tal vez esta visión histórica sea recibida con beneplácito en el WEF porque afirma audazmente una distopía futura para aquellos que eligen ignorar esta revolución de alta tecnología. Puede actuar como una advertencia motivacional para "aculturarse" o "desaparecer".
El académico Kasper Schiølin (2020) cree que el establecimiento de la agenda del WEF se logra a través del marketing político y corporativo estratégico y el discurso del "esencialismo del futuro", donde la "fabricación de poder" y de un destino global inevitable se ve reforzada por "imaginarios sociotécnicos" y "epochalismo". El esencialismo del futuro es la construcción de narrativas que utilizan "el análisis histórico... estimaciones especulativas... y estadísticas duras" para difundir una idea de un "sistema fijo y guionizado... futuro" que puede ser "deseable si se aprovecha" pero también "peligroso si la humanidad falla" en aceptar la visión. "Epocholismo" es un intento de capturar "El Espíritu de la Época" y promover un sentimiento de que los tiempos actuales son de una importancia histórica insuperable. Estas estrategias, argumenta de manera convincente Schiølin, son la forma en que el "WEF produce un universo moral-político en torno a la Cuarta Revolución Industrial (4RI)". ¿Es posible que estas técnicas puedan crear una narrativa de urgencia, significado y oportunidad global que pueda persuadirnos a nosotros (o a nuestros líderes) a participar en un futuro transnacional y transhumanista?
Klaus Schwab es el fundador del WEF y el responsable de conceptualizar e impulsar esta revolución, que se anunció en su libro de 2016 "La cuarta revolución industrial". Schwab describe la 4RI como un reajuste social (llamado el 'Gran Reinicio') habilitado por "una serie de nuevas tecnologías que están fusionando los mundos físico, digital y biológico, impactando en todas las disciplinas, economías e industrias, e incluso desafiando las ideas sobre lo que significa ser humano". Los análisis de la 4RI concluyen que se supone que el ritmo del cambio tecnológico se "acelerará" y será "exponencial", abarcando el Internet de las Cosas (IoT), la IA, la automatización, la ingeniería genética de los seres humanos y la biología natural, la nanomedicina, las ciudades inteligentes (donde los sensores están integrados en todo el entorno), un ejército habilitado para la ciencia ficción y los algoritmos con agencia política.
El politólogo Klaus-Gerd Giesen argumenta de manera convincente que el transhumanismo es la "ideología dominante" de la 4RI, que se ha convertido en una "gran narrativa" para los políticos al tiempo que "promueve los intereses de los gigantes tecnológicos multinacionales". Giesen ve esta revolución como una "ruptura significativa en la evolución del capitalismo", así como en la tradición del humanismo, argumentando que el "maquinismo transhumanista" es "fundamentalmente antihumano, sobre todo porque la máquina es, por definición, inhumana". Con las redes 5G globales, el Internet de las Cosas y de los Cuerpos, y la convergencia de las tecnologías NBIC, el "cuerpo como mercado", o lo que Céline Lafontaine define como el corps-marché, se completa. La gran masa de consumo aumentará exponencialmente con productos "inteligentes" comercializables: "tecnología portátil, vehículos autónomos, biochips, biosensores" y otros materiales nuevos. Se trata de un futuro centrado en lo material, en el que las actualizaciones de los consumidores están integradas en el sistema, por lo que no es de extrañar que monopolios corporativos como Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft, los "nuevos reyes industriales", estén promoviendo activamente esta revolución.
¿Es posible que el florecimiento humano sea alentado por la antigua lucha con las limitaciones de nuestra propia naturaleza animal, en lugar de conformarnos a las construcciones de la tecnología compleja? Con el transhumanismo, ¿quién tiene el control y quién se beneficia?
En su libro, "Falter: Has the Human Game Started to Play Itself Out?", el ecologista Bill McKibben escribe que "los magnates de Silicon Valley son posiblemente las personas más poderosas de la tierra". Los visionarios transhumanistas de la costa oeste norteamericana son una comunidad vanguardista de tecnólogos, empresarios e inventores ultra ricos que son idolatrados por los medios de comunicación y que colaboran ampliamente con el Estado de los EE.UU. para avanzar en sus objetivos. Eric Schmidt ilustra la colaboración común entre los órganos de defensa del Estado estadounidense, la academia y las grandes corporaciones tecnológicas. Con un patrimonio neto de 23.000 millones de dólares, Schmidt fue presidente ejecutivo de Google y ahora es el actual presidente de la Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial (NSCAI) del Departamento de Defensa de Estados Unidos, donde aconsejó al presidente Biden que rechazara la prohibición de las armas autónomas impulsadas por IA. Schmidt cree que la inteligencia artificial "gobernará la sociedad" y será "perfectamente racional", superando e inutilizando la intuición y el conocimiento humanos. Al igual que la mayoría de los multimillonarios tecnológicos, Schmidt ha creado una organización benéfica privada, Schmidt Futures, y hasta ahora ha donado mil millones de dólares para sus objetivos educativos de IA. Si bien admite que no diseñó a Google para regular la "desinformación" de manera más efectiva, la censura está aumentando con las capacidades aceleradas de la IA (que trabaja con humanos) para moderar y eliminar contenido en Internet.
Muchas de nuestras tecnologías más influyentes provienen de programas de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de EEUU (DARPA). DARPA financia la investigación de la tecnología del "cielo azul" y se le atribuye la invención de Internet, el GPS, la realidad virtual y los drones. La agencia ahora está decidida a avanzar en el aumento humano tanto dentro como fuera del campo de batalla, con el objetivo de dominar las interfaces neuronales cerebro-computadora.
Arati Prabhakar es la exdirectora de DARPA y asesora científica principal del presidente Biden. Prabhakar, al igual que la anterior jefa de DARPA, Regina Dugan, se mueve entre trabajar con empresas de tecnología en Silicon Valley y el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Como la mayoría, está entusiasmada con un futuro transhumanista de aumento, y aboga por esto como una cuestión de seguridad nacional. Y, sin embargo, también admite que esto "traerá sorpresas que quizás no nos gusten.
Durante generaciones hemos pensado en tecnologías que cambian nuestras herramientas, pero se trata de tecnología que nos cambia a nosotros". Ya tenemos amplia evidencia de que nuestras tecnologías actuales, particularmente los dispositivos inalámbricos y los productos químicos, están cambiando físicamente nuestra biología humana (y planetaria), pero los objetivos de DARPA y el Departamento de Defensa son más ambiciosos y giran en torno al dominio completo de la evolución (incluido el genoma humano) y los sistemas naturales (incluida la población humana) utilizando la tecnología. Esto se ejemplifica en la reciente y de gran alcance Orden Ejecutiva de los Estados Unidos para el Avance de la Biotecnología, que establece que "necesitamos desarrollar tecnologías de ingeniería genética" para "escribir circuitos para células y, como era de esperar, programar la biología de la misma manera en que escribimos software y programamos computadoras". La orden establece que esto es para "ayudarnos a lograr nuestros objetivos sociales". Estos objetivos sociales son fundamentales para lo que la Casa Blanca identifica como la "bioeconomía", en la que "las herramientas informáticas y la inteligencia artificial" nos ayudarán a "desbloquear el poder de los datos biológicos", aumentar la producción y reducir los "obstáculos para la comercialización".
En marzo de 2022, en la Cumbre Mundial de Gobiernos, Elon Musk, que se identifica como transhumanista y la persona más rica del mundo, habló sin rodeos desde el podio. Anunció que ve el próximo apocalipsis de la IA como un evento de extinción humana. ¿Cuál es la solución? "Todos debemos convertirnos en cyborgs si queremos sobrevivir al inevitable levantamiento de los robots".
Esto puede ser marketing, ya que Neuralink de Musk está a punto de iniciar ensayos en humanos de chips implantables para el cerebro". Musk predice que una cognición humana radicalmente mejorada debería contrarrestar los peligros que plantean las máquinas superinteligentes. Si el hombre más rico de la tierra profetizó un evento de exterminio masivo de IA y un inevitable futuro posthumano desde la plataforma de la Cumbre Mundial de Gobiernos, ¿deberíamos descartarlo como otra estrategia comercial tecnológica?
En su análisis de la 4RI, Birgit Mahnkopf escribe que un "sistema de tecnologías físicas a digitales incorporadas en máquinas y equipos... permitiría la detección, el seguimiento y el control de toda la economía". Esto ocurre en un contexto de creciente desigualdad global y centralización de la riqueza. Se estima que ocho hombres poseen hasta la mitad de la riqueza monetaria de los otros ocho mil millones de seres humanos (The New York Times, 2017). Schwab y otras élites comprenden las implicaciones sociales y políticas de su ideología tecnológica y las reglas de la economía de mercado en la que "el ganador se lo lleva todo" que seguirá consolidando las ganancias de las tecnologías disruptivas. Los sistemas de renta básica universal y crédito social (con una economía basada en recursos y monedas digitales de bancos centrales, o CBDC) se presentan como soluciones para gestionar la resistencia popular y el malestar social.
El WEF representa la fusión de objetivos transhumanistas dentro de la gobernanza global. Como señala Schwab, la organización ha sido muy eficaz a la hora de "penetrar en los gabinetes" de los gobiernos nacionales. Como observa astutamente el académico de Harvard Kasper Schiølin, la "4RI se justifica como los reyes y emperadores justificaron una vez su autoridad como divina y natural en tiempos inciertos". Por lo tanto, puede ser que los problemas potenciales de las ideologías transhumanistas provengan, no tanto de la perspectiva de una toma de control de la IA, sino del uso de la cultura y las tecnologías del transhumanismo por parte de las élites. Puede ser que estos riesgos abrumen a las democracias liberales mucho antes de que lo haga la IA sensible.
Los descontentos
Pocos intelectuales notan la oposición al transhumanismo mejor que los propios transhumanistas. Nick Bostrom escribe que la resistencia proviene de:
"Antiguas nociones de tabú; el concepto griego de arrogancia; la visión romántica de la naturaleza; ciertas interpretaciones religiosas del concepto de dignidad humana y de un orden natural dado por Dios; el análisis de Karl Marx sobre la tecnología bajo el capitalismo; la crítica de varios filósofos continentales a la tecnología, la tecnocracia y la mentalidad racionalista que acompaña a la tecnociencia moderna; enemigos del complejo industrial militar y de las corporaciones multinacionales; y los que se oponen a la carrera de ratas consumista".
El resumen de Bostrom es un panorama de la expresión humana, la literatura, miles de años de cultura, religión, filosofía y construcción de significado humano. La literatura moderna sobre filosofía, cultura y tecnología, desde Jacques Ellul, Jerry Mander, Neil Postman y Wendell Berry hasta Jürgan Habermas y Martin Heidegger, ofrece críticas conmovedoras que son relevantes para oponerse a las visiones transhumanistas del futuro, y nos recuerdan el valor de la comunidad, la sabiduría encarnada y las tradiciones, y los efectos de los sistemas tecnológicos. La diferencia en los estilos de escritura es notable: mientras que la escritura pro-transhumanista tiende a ser utilitaria y tiene un tono de autoridad científica, los "bioconservadores" a menudo usan narrativas, símbolos y un estilo de escritura considerado tradicionalmente hermoso en la cultura humana.
Lo que llama la atención es que la oposición al transhumanismo es amplia, mal definida y diversa. Nick Bostrom señala que "los conservadores de derecha, los ecologistas de izquierda y los antiglobalistas" están luchando contra los objetivos transhumanistas centrales.
En primer lugar, están los oponentes intelectuales y académicos bien publicados que se involucran en un fuerte debate académico con el transhumanismo sobre temas como la biotecnología, las amenazas a la democracia liberal y el materialismo científico, y los costos ambientales y sociales del transhumanismo. También son notables los bioéticos, George Annas, Lori Andrews y Rosario Isasi, que han aconsejado hacer de "la modificación genética heredable en humanos un 'crimen contra la humanidad' ". Estos eruditos temen el potencial posthumano para la desigualdad y la guerra, advirtiendo que "la nueva especie, o 'posthumano', probablemente verá a los viejos humanos 'normales' como inferiores, incluso salvajes, y aptos para la esclavitud o la matanza... es el potencial predecible para el genocidio". El factor común entre estos académicos es que creen que la ingeniería biológica (de los humanos) sería perjudicial para los valores, los derechos y la igualdad, y amenazaría la democracia liberal misma. Estos hombres han sido etiquetados como bioconservadores o, más despectivamente, neoluditas, por rechazar la legitimidad de un futuro posthumano.
El segundo grupo que está emergiendo como anti-transhumanista son los ecologistas, los inconformistas, los primitivistas y los anarquistas comprometidos con la Naturaleza Salvaje con fuertes sentimientos antiindustriales. En América del Norte, esto incluye elementos del Movimiento Verde Profundo, representado por varios escritores, artistas, activistas, ecologistas, agricultores orgánicos, herbolarios y curanderos, habitantes de los bosques y cazadores/recolectores, espiritistas y varias personas alternativas, fuera de la red o nómadas, que se niegan a vivir dentro de un sistema mecanizado e industrial y pueden intentar sabotearlo intencionalmente. Como grupo ecléctico, tienen una influencia significativa sobre áreas geográficas específicas, tienden a identificarse con los valores indígenas locales tradicionales y resienten profundamente la cultura consumista occidental, la guerra, las corporaciones globales, la contaminación y la infraestructura industrial. En particular, algunas ecofeministas han escrito que la biotecnología es una peligrosa "extensión de la explotación patriarcal tradicional de las mujeres" al promover la remodelación de los cuerpos humanos naturales.
El tercer grupo que ha desarrollado rápidamente una oposición cada vez mayor al transhumanismo son los grupos religiosos. Además de las comunidades menonitas y amish, que mantienen estilos de vida del "viejo mundo" en secciones significativas de los Estados Unidos, hay un creciente sentimiento anti-transhumanista y un creciente fervor religioso entre algunos cristianos evangélicos en toda América del Norte. El New York Times informó sobre la creciente politización de las congregaciones evangélicas, con desafiantes canciones unificadoras que repetían "No cumpliremos" en el coro. El lenguaje que utilizan estos grupos para describir el transhumanismo es a menudo simbólico, arquetípico y apocalíptico, y se entiende como una batalla épica entre la luz y la oscuridad. Por ejemplo, el orador y escritor Thomas Horn ha estado predicando sobre los peligros del transhumanismo a las congregaciones cristianas durante más de una década. Sus libros tienen títulos como Pandemonium's Engine: How the End of the Church Age, the Rise of the Transhumanism, and the Coming of the Übermensch (Overman) Herald Imminent and Final Assault From Satans on the Creation of God. Las sospechas de "tecnología satánica" y los sentimientos antitranshumanistas pueden haber sido parte de la razón por la que los cristianos evangélicos eran el grupo demográfico con menos probabilidades de cooperar con los mandatos de vacunación contra el Covid en los Estados Unidos.
La trágica situación en Ucrania sugiere que las guerras impulsadas por la ideología pueden aumentar con la creciente animosidad entre las visiones del mundo religiosas y transhumanistas, o que esto puede utilizarse en la propaganda de guerra. La Iglesia Ortodoxa Rusa, con más de cien millones de miembros, considera la invasión de Ucrania como una batalla de luz y oscuridad, en la que la "Santa Rusia" lucha contra una alianza impía de la OTAN. El patriarca de la Iglesia, Kirill de Moscú, ha adoptado una posición firme contra la biotecnología -incluida la "terapia génica", la "clonación" y la "extensión artificial de la vida"- y considera que la Iglesia ortodoxa rusa defiende a la familia tradicional contra el liberalismo de Occidente. Dirigiéndose a los líderes de Rusia en el reciente 24º Consejo Popular Ruso Mundial, el creyente ortodoxo y filósofo Alexander Dugin proclamó: "esta guerra no es sólo una guerra de ejércitos, de hombres... es una guerra del Cielo contra el Infierno... el Arcángel Miguel contra el diablo... El enemigo vino a nosotros... frente al transhumanismo LGBT, esa civilización abiertamente satánica y antihumana con la que estamos en guerra hoy". Puede ser que un número influyente de rusos religiosos crean que no están luchando contra Ucrania en absoluto, sino más bien rescatándola del dominio satánico del Occidente transhumanista.
El cuarto grupo principal que está exhibiendo abrumadores sentimientos anti-establishment hacia lo que se percibe como las "élites" y su "agenda transhumanista" son las clases trabajadoras política y económicamente marginadas y los agricultores desplazados. Conocidos en los círculos académicos como "populistas", este grupo ha mostrado recientemente un importante enfado por los "confinamientos" prolongados; perder la libertad de viajar y de acceder a una atención médica decente (en los EEUU); y experimentar el desempleo y la pobreza. Su comportamiento físicamente incumplidor, visto en manifestaciones masivas, especialmente en toda Europa y con los camioneros canadienses, ha sido respondido con violencia discursiva y física por parte de líderes políticos y corporaciones mediáticas cada vez más irritados. Estos "populistas" a menudo rechazan el transhumanismo como una ideología elitista que temen que conduzca a una mayor pérdida de autonomía corporal, una mayor vigilancia, desempoderamiento político y una reducción del empleo digno a los robots y la automatización. Estos temores no son del todo infundados, ya que, según el FEM, se propone que la 4RI conduzca a pérdidas significativas de puestos de trabajo en todo el mundo, tal vez hasta el 70%. Steven Bannon, el "populista" instrumental de la fuerza electoral de Trump en 2016, utiliza las polémicas religiosas para reunir resistencia contra lo que él ve como una creciente agenda globalista transhumana. Su popular programa, War Room, presenta programas como Descent into Hell: Transhumansim and the New Human Race. No se puede subestimar la indignación de este grupo hacia las transformaciones de la 4RI y el transhumanismo: dentro de los EE. UU., muchas familias de la clase trabajadora, aunque no todas, también tienen valores de propiedad igualitaria de armas, y su discurso exuda una voluntad de participar en una confrontación violenta por las amenazas a la autonomía corporal.
El anti-transhumanista/anti-tecnólogo más infame de los Estados Unidos provino, no de los círculos religiosos, sino del movimiento ecologista radical y de la academia. Theodore Kazcynski, genio matemático y profesor de la Universidad de California en Berkeley, llevó a cabo una campaña terrorista contra la tecnología que duró 17 años, matando a tres personas e hiriendo a 23. Chantajeó al FBI para que publicara su tesis de 35.000 palabras titulada La sociedad industrial y su futuro en el Washington Post y el New York Times, lo que llevó a su captura. Desde que pasó 25 años en confinamiento solitario, ha publicado volúmenes sobre cómo llevar a cabo una revolución contra la élite científica. En un volumen, The Anti-Tech Revolution: Why and How, escribe:
"Los propios técnicos insisten en que las máquinas pronto superarán la inteligencia humana y que la selección natural favorecerá los sistemas que las eliminen (a los humanos), si no abruptamente, sí en una serie de etapas para que se elimine el riesgo de rebelión".
Kazcynski reaccionó con terrorismo a lo que consideraba una amenaza existencial que representaba la tecnología para los humanos y su mayor amor, la naturaleza salvaje. Su miedo era la pérdida de la libertad y de la naturaleza humana masculina, así como la transformación de la sociedad en un Mundo Feliz controlado, algo que consideraba inevitable sin una revolución. De hecho, se puede argumentar que Estados Unidos ya era demasiado similar al Mundo Feliz para Kazcynski, ya que describe la "lucha contra la sociedad industrial" como "estructuralmente similar a escapar de un campo de concentración".
Bill Joy, fundador de Sun Technologies, escribió un influyente ensayo en los albores del siglo XXI. "Por qué el futuro no nos necesita, abogando por la renuncia al desarrollo de la IA, la nanotecnología y la genética debido a los riesgos" (2000). Curiosamente, Joy argumenta a favor de la legitimidad de la lógica de Kazcynski sobre las amenazas de las tecnologías avanzadas, a pesar de que Kazcynski había "herido gravemente" a uno de sus amigos, un informático, con una bomba. Las partes de los escritos de Kazcynski que cambiaron los puntos de vista de Joy incluyeron las siguientes:
"La raza humana podría permitirse fácilmente caer en una posición de tal dependencia de las máquinas que no tendría más remedio que aceptar todas las decisiones de las máquinas. A medida que la sociedad y los problemas a los que se enfrenta se vuelven cada vez más complejos y las máquinas se vuelven cada vez más inteligentes, las personas dejarán que las máquinas tomen más de sus decisiones por ellos. Con el tiempo, se puede llegar a una etapa en la que las decisiones necesarias para mantener el sistema en funcionamiento serán tan complejas que los seres humanos serán incapaces de tomarlas de manera inteligente. En esa etapa, las máquinas tendrán efectivamente el control. La gente no podrá simplemente apagar las máquinas, porque dependerán tanto de ellas que apagarlas equivaldría a un suicidio".
Este escenario no es demasiado difícil de imaginar, ya que se está convirtiendo rápidamente en nuestra situación moderna. Existe un consenso implícito y explícito en gran parte del pensamiento transhumanista y anti-transhumanista, de Musk, Kazcynski, Joy y muchos otros, de que este fenómeno está conduciendo, y continuará, a este fin lógico. El otro escenario que Bill Joy citó en su ensayo, de nuevo de Kazcynski, fue:
"Por otro lado, es posible que se mantenga el control humano sobre las máquinas. En ese caso, el hombre promedio puede tener control sobre ciertas máquinas privadas de su propiedad. Pero el control de los grandes sistemas de máquinas estará en manos de una pequeña élite, tal como lo está hoy, pero con dos diferencias. Debido a la mejora de las técnicas, la élite tendrá un mayor control sobre las masas; Y como el trabajo humano ya no será necesario, las masas serán "superfluas", una carga inútil para el sistema. Si la élite es despiadada, es posible que simplemente decidan exterminar a la masa de la humanidad. O, si son humanos, pueden usar la propaganda u otras técnicas psicológicas o biológicas para reducir la tasa de natalidad hasta que la masa de la humanidad se extinga, dejando el mundo a las élites".
Curiosamente, los escenarios no parecen mutuamente excluyentes, al menos por un tiempo.
El académico Ole Martin Moen ha señalado similitudes entre Kazycinski, Nick Bostrom y Julian Savulescu en sus proyecciones de una crisis futura. Al igual que Kazcinski, Bostrom ha argumentado que las tecnologías transhumanistas exponen a la humanidad a un riesgo significativo de erradicación. Savulescu, también al igual que Kazcyinski, argumenta en "Unfit for the Future: The need for moralupgrade" (No apto para el futuro: La necesidad de mejora moral), que la naturaleza humana evolucionada combinada con tecnologías transhumanistas conducirá a consecuencias catastróficas. Kazcinski, que creía que estos resultados eran lógicos, reaccionó con violencia porque su ética más elevada era la de la libertad auténtica e incontrolada. Su vida es una advertencia de que algunas naturalezas humanas pueden ser totalmente incompatibles con un futuro tecnocientífico. De hecho, la visión transhumanista de la extinción humana y de un futuro "posthumano" puede promover la ansiedad y la violencia en algunos seres humanos.
Conclusión
Martin Heidegger ha advertido que aquellos que buscan utilizar la influencia de la tecnología sin darse cuenta del inmenso poder que la tecnología tiene sobre ellos, están atrapados en convertirse en extensiones de las máquinas en lugar de actores libres. Están "enmarcados como hombres con dispositivos computacionales avanzados para ver toda la realidad como información computacional". Durante miles de años, la existencia humana y la creación de significado se han acumulado desde "el nacimiento y la muerte, el diluvio y el fuego, el sueño y la vigilia, los movimientos de los vientos, los ciclos de las estrellas, el brote y la caída de las hojas, el flujo y reflujo de las mareas", y parece apropiado preguntarse si nuestros tejidos y 'naturalezas' humanos altamente evolucionados se ven fortalecidos o socavados por la tecnología avanzada. ¿Es posible que el florecimiento humano sea alentado por la antigua lucha con las limitaciones de nuestra propia naturaleza animal, en lugar de conformarse a las construcciones de la tecnología compleja? Con el transhumanismo, ¿quién tiene el control y quién se beneficia?
Puede ser justo decir que el transhumanismo es un proyecto de ingeniería biosocial que, en última instancia, concentra el poder en las máquinas y en los seres humanos que se comportan con características similares a las de las máquinas.
Grandes sectores de la población de la Tierra, como varios grupos religiosos, la clase trabajadora, los pueblos indígenas y otros seres humanos basados en la naturaleza, pueden resentir los anuncios antidemocráticos de foros como el WEF de que, con la 4RI, la industrialización se está acelerando hacia la ingeniería genética, la automatización robótica y la vida virtual. Además, podemos correr el riesgo de promover una crisis existencial y reacciones extremas en aquellos a quienes no les gusta que les digan que el futuro pertenece a los posthumanos en lugar de a ellos mismos y a su descendencia. Es un futuro disputado y que no está escrito en absoluto.
Una lectura recomendada después de esta publicación, de Off-Guardian.org: Transhumanism, the Death of God, and Eternal War
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