Karl Wolff en sus años de poder y gloria, en el norte de Italia, finales de 1944. La fotografía fue tomada por Walter Frentz
Parte I
Karl Wolff, su vida y obra en resumen
por Tito Andino
Wolff estuvo implicado en muchos actos emanados de la oficina de Himmler, es perturbador para muchas víctimas e historiadores encontrarse con el hecho de que Wolff evadió los procesos penales de Nuremberg, pero compareció como testigo de la acusación en el juicio. Todos los investigadores coinciden que la "salvación" llegó por su participación directa en la "Operación Sunrise", es decir, aquellas conversaciones secretas con los estadounidenses en marzo de 1945, en Suiza, que culminó con la capitulación del 29 de abril de 1945 de los ejércitos alemanes combinados en el suroeste de Europa ante las fuerzas aliadas dirigidas por el mariscal de campo británico Alexander. El acuerdo también incluía neutralizar las guerrillas antifascistas italianas (generalmente comunistas) para lo cual era valioso el conocimiento de las fuerzas policiales del nazismo: Gestapo y SD (Servicio de Seguridad).
El ex Obergruppenführer de las SS, Karl Wolff comparece ante el tribunal que lo juzgó por crímenes de guerra. Munich, 1964
A pesar de que Wolff se libró de una segura condena a muerte en los principales procesos por crímenes de guerra y contra la humanidad entablados por las fuerzas de ocupación Aliadas en Nuremberg, no pudo impedir ser detenido y quedar bajo custodia británica en 1945. Fue procesado por un Tribunal alemán y condenado en noviembre de 1948 a cinco años de prisión por pertenencia a una organización criminal -las SS-, su sentencia fue reducida a cuatro años y quedó en libertad. Wolff fue nuevamente detenido en 1962, esta vez acusado de complicidad en la deportación de decenas de miles de judíos de Varsovia hacia Treblinka (verano 1942), fue sentenciado a 15 años de reclusión en 1964, cumplió una parte de la pena, para 1969 quedó en libertad aduciéndose causas médicas y libre completamente en 1971. En esos procesos quedó claro que Wolff era "los ojos y los oídos de Himmler" en la sede de Hitler, conoció todos los eventos importantes y/o tuvo acceso a información relevante como las acciones y operaciones de las SS en diferentes frentes. Como era de esperarse negó conocer cualquier actividad relacionada con el holocausto, aduciendo no ser más que un burócrata, uno más de los recordados criminales nazis de cuello blanco (VER: "Las elites nacionalsocialistas y los asesinos de despacho").
Karl Wolff durante el proceso judicial alemán que lo juzgó por crímenes de guerra. Munich, 1964.
Pese a su negativa, la evidencia dice todo lo contrario: Wolff estuvo involucrado en el holocausto:
- 8 septiembre 1939, Wolff ordenó (carta oficial) a la Gestapo en Frankfurt el "arresto inmediato de todos los judíos varones de nacionalidad polaca y sus familiares y la confiscación de cualquier riqueza".
- 27 abril 1941, Karl Wolff en compañía del jefe máximo de las SS y otros altos mandos de esa organización estuvieron en una inspección de la infraestructura del campo de concentración de Mauthausen (Austria)
- 1942, Wolff supervisa los transportes de deportación durante la "Grossaktion Warschau", el exterminio masivo de judíos del gueto de Varsovia.
- Agosto 1941, Wolff está presente, junto a Himmler en una masacre de judíos en Minsk, organizado por Arthur Nebe, jefe del Einsatzgruppe B (escuadrones móviles de exterminio). Aquel episodio condujo a la orden de Himmler de que debía encontrarse métodos alternativos de asesinato.
Karl Wolff, atrás de Heinrich Himmler, durante la inspección al campo de concentración de Mauthausen (Austria), abril 1941 (foto colorizada).
- Karl Wolff mantuvo disputas por el poder, tras el asesinato de Reinhard Heydrich (junio 1942), con el sucesor de Heydrich en la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich), el SS Ernst Kaltenbrunner y con el SS Walter Schellenberg del servicio de inteligencia extranjera.
- Por diversas razones (incluidas las médicas) Wolff cayó en desgracia ante Himmler, al ser despedido del cargo de Jefe de Personal de las SS fue relevado como oficial de enlace ante Hitler en abril de 1943, siendo destinado, en septiembre de 1943, a Italia como Jefe de las SS y de la Policía.
- Julio 1944, Wolff es nombrado Plenipotenciario General de la Wehrmacht, haciéndose cargo de la lucha antipartisana en la Italia ocupada. Es decir, Wolff comandaba no solo las SS sino que podía disponer del ejército regular en el Norte de Italia (República Social Italiana RSI, también conocida como la República de Saló, estado títere fascista a órdenes de Alemania). Para 1945, Wolff seguía actuando como comandante militar en Italia.
- Es evidente su participación en crímenes de guerra en Italia (las pruebas documentales desaparecieron en su gran mayoría, investigadores estadounidenses poseían material incriminatorio en 1945); Wolff no solo que conoció, aprobó las represalias y ejecuciones de la "masacre de las fosas Ardiatinas" (24 marzo 1944).
Karl Wolff, Himmler y otros en el campo de concentración de Mauthausen, abril 1941 (Bundesarchiv Bild)
Con la Operación Sunrise, Karl Wolff asume también el rol de "nazi bueno" y entabla conversaciones secretas en Suiza con la Oficina de Servicios Estratégicos de EE.UU, (actual CIA), bajo mando de Allen W. Dulles para rendir a las fuerzas alemanas en Italia y otros zonas circundantes. Las negociaciones terminaron con la rendición alemana del 29 de abril 1945, Hitler seguía vivo y la batalla de Berlín continuaba.
Las siguientes líneas corresponden a Nicholas Reynolds, redactor de la reconocida revista World War II (en inglés, edición diciembre 2021) y reproducido por el sitio web Historynet, un análisis crítico sobre las razones que motivaron al nazi Karl Wolff a negociar con los Aliados la rendición de las tropas alemanes en Italia... los últimos días de la guerra.
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Parte II
KARL WOLFF:
¿PACIFICADOR, ASESINO EN MASA O AMBOS?
Obersalzberg, mayo 1939, al que solo acudía el círculo íntimo de Hitler. (Captura de pantalla de un film de Eva Braun) Heinrich Himmler escucha las explicaciones de Reinhard Heydrich junto a Karl Wolff y Hermann Esser.
Por Nicholas Reynolds
historynet.com
Edición original, World War II Magazine:
KARL WOLFF: PEACEMAKER, MASS MURDERER, OR BOTH?
El general de las SS estaba dispuesto a poner fin a la guerra en Europa. Pero, ¿alguna vez comprendió y reconoció realmente su complicidad en el Tercer Reich?
Durante la Segunda Guerra Mundial, el contacto directo entre los líderes nazis y aliados era cada vez más raro. Dos excepciones particularmente dramáticas ocurrieron justo antes de los puntos de inflexión en la guerra, ambas destinadas a negociar un acuerdo de paz. Rudolf Hess hizo el contacto más conocido, un año y medio después de iniciado las hostilidades (Nadie apreció el gesto sincero pero delirante de Hess). El segundo, acercándose al final de la guerra y mucho menos recordado, fue trabajo de un general de las SS llamado Karl Wolff, quien invocó a Hess y dejó una serie de preguntas preocupantes y aún sin resolver a su paso. (NdelE: Sobre Hess, repase el siguiente enlace: El paracaidista Rudolf Hess llegó a Inglaterra hace 80 años)
El poder de Karl Wolff dentro de las SS solo puede ser apreciado en estas fotografías junto a Heinrich Himmler, Reinhard Heydrich y otros líderes nazis
El turno de Wolff en el establecimiento de la paz llegó en las últimas semanas de la guerra. Desde finales de 1943 había sido el comandante superior de las SS en Italia, esencialmente el principal ejecutor del Reich en ese teatro. Sus títulos eran temibles: SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Líder Supremo de las SS y la Policía, y Plenipotenciario de las Fuerzas Armadas Alemanas. No tenía tanto poder militar como su homólogo de la Wehrmacht, que comandaba más de tres cuartos de millón de soldados, marineros y aviadores, pero encarnaba el poder político nazi.
Karl Wolff, SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Jefe Supremo de las SS y la Policía en Italia (fotografías de 1937 y 1944, respectivamente. El 9 de diciembre de 1944 recibió la "Deutsches Kreuz" en oro).
Wolff tenía una variedad de fuerzas bajo su mando. Para luchar contra los partisanos detrás de las líneas del frente, confió en unos 160.000 soldados, incluidos "voluntarios" extranjeros. Esta guerra irregular no fue tan brutal como la del Frente Oriental. Wolff también comandó a unos 65.000 alemanes que formaban parte del aparato policial que buscaba y arrestaba a los enemigos del Reich, además de dirigir prisiones y un puñado de campos de trabajo y concentración.
Para febrero de 1945, los aliados habían empujado a la Wehrmacht hacia el sur de Bolonia, en el norte de Italia. En otros lugares, el panorama era mucho peor para los alemanes. Su última gran ofensiva, la Batalla de las Ardenas, había fracasado, deteniéndose muy por debajo de sus objetivos y agotando seriamente las pocas reservas restantes de Hitler. Las fuerzas aliadas avanzaban ahora implacablemente desde el oeste, en su camino para romper el Rin a principios de marzo. En el este, los rusos tenían dos enormes dagas apuntando al corazón del Reich, una desde el otro lado del río Oder, a solo 50 millas de Berlín.
22 abril de 1944, estación de tren de Salzburgo, Hitler se reúne con el Duce Benito Mussolini y otros oficiales del Eje. Se observa a un emocionado Karl Wolff saludando a Hitler. Fotografías de Walter Frentz.
Wolff tenía cierta experiencia como joven oficial del ejército durante la Primera Guerra Mundial, pero no era un soldado profesional. Aún así, comprendió que era solo cuestión de tiempo antes de que los Aliados ganaran. Una mayor resistencia no serviría para nada, lo que resultaría en la pérdida innecesaria de vidas y propiedades. En sus palabras, estaba listo ya a mediados de 1944 "para hacer lo que estuviera en su poder" para poner fin a la guerra "en caso de que se presentara una oportunidad honorable". Cuando vio esa oportunidad, decidió actuar: a finales de febrero de 1945, Wolff aprobó una propuesta de dos oficiales bajo su mando, el coronel Eugen Dollmann y el capitán Guido Zimmer, quienes vestían el uniforme negro de las SS pero tenían una debilidad por Italia y su cultura. Dirigidos a la inteligencia militar suiza a través de intermediarios, pidieron a los suizos, quienes, siendo neutrales, poder hablar con ambas partes, extendiendo las sensaciones de paz a los aliados occidentales en su nombre.
Los suizos sabían a quién recurrir: Allen W. Dulles, jefe de la base de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) en la capital suiza, Berna. El ex diplomático de 52 años era un abogado de Wall Street con licencia prolongada de uno de los grandes bufetes de abogados, Sullivan & Cromwell, donde su hermano mayor, John Foster, era socio principal. Dulles encontraba el trabajo de inteligencia mucho más interesante que la práctica lucrativa pero sombría del derecho corporativo; realmente disfrutó de la emoción de operar a las puertas de Hitler rodeado de territorio enemigo durante gran parte de la guerra. Además, era bueno en su trabajo.
París, 23 junio 1940. El primero a la izquierda es Karl Wolff, junto al arquitecto Hermann Giesler, Albert Speer, Adolf Hitler y Arno Breker.
Dulles reaccionó a la iniciativa de Wolff enviando intermediarios para reunirse con Zimmer y Dollmann en suelo suizo, donde las dos partes sondearon las posiciones de la otra. Para demostrar que Wolff hablaba en serio, Dulles exigió que liberara a un miembro de alto rango de la resistencia italiana llamado Ferruccio Parri, uno de los prisioneros más prominentes de Wolff y una moneda de cambio de alto valor. Dulles se sorprendió por el cambio rápido e incondicional: para el 8 de marzo, Parri y otro ex prisionero aparecieron en la frontera suiza, seguidos por el propio Wolff. Quería ver a Dulles.
A través de un intermediario suizo Wolff envió lo que equivalía a sus credenciales de pacificación. En la parte superior estaba su tarjeta de visita, muy parecida a una tarjeta de presentación de hoy, con su título oficial. Se adjuntaba una larga lista de nombres de referencias, incluidos Hess y el Papa Pío XII, marcados con notas cortas. Wolff incluyó a Hess presumiblemente porque los aliados podían preguntarle sobre Wolff; los dos hombres se conocían de Berlín cuando Wolff había sido miembro del círculo íntimo de Hitler. Y Wolff, aunque no católico, había tenido una audiencia con el Papa en mayo de 1944 para discutir las perspectivas de paz. Wolff señaló que a petición del Papa, había liberado a un prisionero italiano, y que el Papa "está listo para interceder, si lo desea, en cualquier momento". Complementando las referencias había cartas que registraban casos de clemencia de Wolff y su papel en la protección del arte de valor incalculable. Afirmó que cientos de pinturas italianas irremplazables de la mundialmente famosa Galería de los Uffizi en Florencia habían sido trasladadas a un lugar seguro bajo sus órdenes.
Los estadounidenses no estaban del todo seguros de qué hacer con Wolff. Los archivos de la OSS en Washington contenían poco más que un párrafo o dos de información sobre él. El asistente de Dulles, el germano-estadounidense Gero von Schulze-Gaevernitz, había oído hablar de Wolff. Los dos incluso tenían algunos conocidos mutuos, y Gaevernitz sabía que Wolff había intercedido en nombre de un filósofo católico que la Gestapo había amenazado en 1939.
Dulles decidió ver por sí mismo cómo era Wolff, y acordó reunirse con él poco después de que se presentara ese 8 de marzo, en un apartamento que Dulles tenía en Zurich para lo que llamó "reuniones de la naturaleza más delicada". Estaba ubicado al final de una calle tranquila y daba al lago de Zúrich. Dulles preparó el escenario para la reunión nocturna, como los funcionarios estadounidenses se sentían incómodos estrechando la mano de los nazis, Dulles solo asintió en saludo cuando Wolff llegó, pero le ofreció a su invitado, que parecía incómodo, un vaso de whisky. Señaló que Wolff era "un hombre guapo y muy consciente de ello": nórdico, bien construido, con cabello rubio oscuro canoso, rasgos agradables y, especialmente para un nazi, buenos modales. Tenía ojos azules y hablaba alto alemán sin acento regional, a diferencia de Hitler, que nunca se despojó del twang bávaro que había aprendido cuando era niño y no se preocupaba demasiado por sus modales.
Wolff se relajó lo suficiente como para decirle a Dulles lo que podía y no podía hacer. Alemania había perdido la guerra, y el único curso de acción sensato era rendirse. Quería lo mejor para su país, y estaba dispuesto a actuar por su cuenta para rendir las fuerzas bajo su mando. Pero el resultado sería mucho mejor si él, Wolff, pudiera persuadir al comandante de la Wehrmacht en Italia, el mariscal de campo Albert Kesselring, para que también rindiera los cientos de miles de tropas bajo su mando. Wolff tenía una buena relación con Kesselring y, mientras nadie revelara sus planes a Hitler, podría tener éxito. Wolff no pidió ningún tipo de tratamiento especial para sí mismo.
Dulles informó sus impresiones favorables a Washington, especialmente que Wolff representaba un "elemento más moderado en las Waffen SS, con una mezcla de romanticismo", una aparente referencia a la tierra teutónica de nunca jamás en la que Wolff creía. Aquí era donde los hombres eran arios cultos como él, las mujeres fértiles como sus dos esposas, los niños con nombres populares como sus hijos Widukind y Thorisman. El general de 44 años era, resumió Dulles, "probablemente la personalidad más dinámica del norte de Italia y más poderosa después de Kesselring". Dulles estaba ansioso por continuar, al igual que el director de la OSS, William J. Donovan. Otros en Washington eran cautelosamente optimistas, siempre y cuando Wolff entendiera que los únicos términos posibles eran la rendición incondicional.
Himmler, Ribbentrop y Karl Wolff, 21 junio 1940. Francia - Compiégne, durante las negociaciones del armisticio francés
La idea básica, una rendición local en el norte de Italia, era sencilla. Pero el diablo estaba en los detalles, y había una complicación tras otra. Wolff había discutido repetidamente el asunto con el polifacético Kesselring, un general de la Luftwaffe al mando de las fuerzas aéreas y las tropas terrestres en Italia. Pero justo cuando Kesselring parecía estar a punto de ceder a los argumentos de Wolff, Hitler transfirió a Kesselring a otro comando. Wolff tuvo que trabajar en su sucesor, el general Heinrich von Vietinghoff, un oficial del ejército más tradicional que se sentía incómodo con la idea.
El comando del Cuartel General de las Fuerzas Aliadas (AFHQ), quería formar sus propias impresiones de Wolff, y envió a dos de sus oficiales de más alto rango: el mayor general británico Terence Airey, responsable de inteligencia, y el mayor general estadounidense Lyman Lemnitzer, el jefe asistente de personal en el AFHQ. Se reunieron con Wolff en Suiza el 19 de marzo.
Insistimos que Karl Wolff no era un General SS cualquiera, siempre -a lo largo de su carrera como nazi- acompañó a Hitler y Himmler. En estas fotos, además se observa a Wolff junto a Martin Bormann, Reinhard Heydrich y el Mariscal del Reich, Hermann Goering.
De alguna manera, Hitler y Himmler se enteraron de las actividades de Wolff, sin conocer todo su alcance, y lo convocaron a Berlín para no una, sino dos rondas de consultas. Wolff sobrevivió a los espeluznantes viajes gracias a su buena relación con Hitler y su rápido ingenio. Tomó una precaución de Dulles, que ofrece una pista de lo que esperaba, aunque no se le pidió explícitamente. Preparando una nota para ser entregada al estadounidense en caso de que Hitler o Himmler ordenaran su arresto, o si moría por cualquier otra razón, pidió que "el Sr. Dulles ... rehabilitar mi nombre, dando a conocer mis verdaderas y humanas intenciones; para dar a conocer que no actué por egoísmo..., sino únicamente por la convicción y la esperanza de salvar, en la medida de lo posible, al pueblo alemán". También pidió, "si esto es posible", que Dulles proteja a sus dos familias, es decir, su primera y segunda esposas y sus hijos.
Churchill y el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt fueron informados sobre la Operación Sunrise, ya que Dulles había etiquetado las negociaciones de rendición. Churchill prestó más atención al asunto que Roosevelt, que estaba gravemente enfermo en ese momento. Cuando Churchill insistió en que los soviéticos fueran informados, Stalin explotó en rabia paranoica, acusando a los británicos y estadounidenses de maniobrar a sus espaldas. La muerte de Roosevelt el 12 de abril fue otra complicación importante, una que llevó a Wolff a escribir a mano una carta de condolencia a Dulles, la única de un oficial general de las SS a un alto funcionario estadounidense. La prosa era rígida, pero el mensaje era reflexivo: "... el fallecimiento del presidente con el que estabas tan cerca debe haber sido doloroso para ti en igual medida como hombre y miembro del gobierno". (Dulles no era realmente cercano a Roosevelt, pero era conocido en Suiza como su representante personal).
Heinrich Himmler arriba para visitar la división de voluntarios Prinz Eugen. Se puede ver a Karl Wolff bajando del avión, la foto data con probabilidad de1942 en Yugoslavia.
Para el 20 de abril, casualmente el cumpleaños de Hitler, había tantas complicaciones que los jefes de personal británicos y estadounidenses ordenaron a Dulles que rompiera el vínculo con Wolff y dejara que sus ejércitos continuaran con la guerra. Estaban cansados de esperar a que los alemanes en Italia se pusieran de acuerdo entre ellos, y no querían más discusiones con Stalin. También sabían que su posición militar en Italia se fortalecía día a día.
A pesar de los obstáculos, Wolff mantuvo el rumbo, continuó trabajando en Vietinghoff. Cuando Vietinghoff finalmente -y a regañadientes- aceptó la rendición, Wolff renovó su oferta a los Aliados. Unos días más tarde, los partisanos italianos rodearon a Wolff y algunos de sus hombres en una villa en el norte de Italia. Los partisanos parecían decididos a capturarlo o matarlo, lo que habría puesto fin a la Operación Sunrise. Se produjo un tenso enfrentamiento. Dulles envió a un equipo de rescate multinacional (dos automóviles llenos de funcionarios suizos, hombres de la OSS e incluso dos guardias fronterizos de las SS) que atravesaron el cordón circundante y liberaron al general de las SS. Cuando Wolff se encontró con el hombre de Dulles, Gaevernitz, en un cruce fronterizo, Wolff le agradeció fervientemente e insistió en estrecharle la mano. Un informe muestra a Wolff procediendo a abrazar a Gaevernitz, lo que, de ser cierto, habría sido otro evento único.
Karl Wolff, Reinhard Heydrich, Adelchi Serena, Heinrich Himmler, Emilio De Bono, Rodolfo Graziani y Hans Georg von Mackensen en el funeral de Arturo Bocchini, un jefe de la policía italiana y de la OVRA, la policía secreta fascista. Roma, 21 noviembre 1940.
Dado que los alemanes habían acordado entre ellos proceder con la rendición regional, Washington y Londres, a instancias de Dulles y la AFHQ, retiraron su oposición a aceptar la oferta de Wolff. Dos plenipotenciarios, uno por Wolff y las SS, uno para Vietinghoff y la Wehrmacht, se dirigieron a la sede de la AFHQ en Caserta, Italia, para firmar un instrumento de rendición el 29 de abril. Fue el día antes de la muerte de Hitler por suicidio en su búnker en Berlín, que las tropas soviéticas estaban a punto de invadir.
El instrumento preveía que el alto el fuego se produjera el 2 de mayo, que resultó ser varios días antes de la rendición general el 8 de mayo. Esto significó que la capitulación en Italia no fue tan trascendental como podría haber sido un mes o dos antes, pero evitó seis días de derramamiento de sangre y expuso el flanco sur de Alemania, acelerando el colapso final. También permitió a los aliados occidentales ocupar la ciudad de Trieste, adelantándose a las fuerzas comunistas del mariscal Tito de Yugoslavia que avanzaba desde el sureste para expandir su esfera de control. No menos importante, la rendición salvó las grandes pinturas de los Uffizi y otras obras de arte, escondidas en las montañas de Italia por orden de Wolff, de ser destruidas o enviadas a Alemania.
Hitler recibe de Heinrich Himmler una pintura de su héroe, Federico el Grande, por su 50 cumpleaños. Como no, la mano derecha de Himmler, Karl Wolff, está presente.
Durante y después de la rendición, Wolff permaneció en su cuartel general en un espléndido palacio renacentista en la ciudad de Bolzano, en el norte de Italia. La Wehrmacht se instaló cerca en un complejo menos grande pero más seguro de cuevas construidas en la ladera de una montaña. Al igual que Vietinghoff, Wolff permaneció al mando de sus fuerzas mientras se implementaba la rendición, un fenómeno no raro ya que las transferencias de poder a una escala tan vasta no podían ocurrir de la noche a la mañana. Durante este período, que duró unos 10 días, el ambiente para Wolff fue como el de unas merecidas vacaciones después del estrés extremo de los últimos meses. La lucha había cesado, Hitler y Himmler ya no podían amenazar a nadie, y Wolff pudo enviar a buscar a su familia. El clima primaveral en las montañas era glorioso, y las amplias reservas de comida y vino hacían que la vida se llevara bien. Gaevernitz incluso pasó el 9 de mayo y aparece en una foto que parece representar una reunión relajada de felices amigos.
Gero von Schulze-Gaevernitz (de civil), el general Heinrich von Vietinghoff y Karl Wolff.
Un cambio radical se produjo el 13 de mayo, el cumpleaños número 45 de Wolff. Los oficiales de las SS se pusieron sus uniformes de gala (Wolff favoreció una elegante túnica blanquecina que parecía mucho menos amenazante que el atuendo negro estándar de las SS) y abrieron muchas botellas de champán para ellos y el personal de Vietinghoff. Entonces, inesperadamente, camiones del Ejército de los Estados Unidos retumbaron hasta el palacio. Los parlamentarios con cascos blancos arrestaron a Wolff y su séquito, parte de una redada rutinaria de alemanes uniformados. Incluso llevaron a la esposa de Wolff y a sus hijos a un campamento rudimentario, lo que afligió mucho a Wolff. Llegaría a verlo como la primera de muchas veces que los estadounidenses lo decepcionaron.
Wolff ahora iniciaba un período único de confinamiento. Tras la muerte de Himmler por suicidio el 23 de mayo, Wolff se convirtió en uno de los miembros sobrevivientes más antiguos de las SS. Pero también había organizado la rendición en Italia, y estaba en términos amistosos con estadounidenses como Gaevernitz y, en una medida más limitada, Dulles. Nadie estaba seguro de qué hacer con él. ¿Debería ser juzgado como criminal de guerra o servir como testigo? Wolff estaba dispuesto a hacer cualquiera de las dos cosas. Se puso a disposición para interrogatorios interminables, y más tarde afirmó que quería "reivindicar la parte decente de las SS", lo que significa que quería contrarrestar el argumento de que las SS eran una organización criminal, una proposición cada vez más insostenible a medida que aumentaba la evidencia condenatoria.
Los estadounidenses decidieron que era mentalmente inestable y optaron por una tercera alternativa, encerrándolo en dos hospitales psiquiátricos en Alemania durante unos meses en 1946. Llegó la noticia de que Wolff creía que los demonios judíos lo perseguían; sin embargo, en ausencia de archivos médicos, todas las afirmaciones de inestabilidad mental son difíciles de justificar. Wolff explicó más tarde que los estadounidenses interpretaron su oferta de defender a las SS como "manía suicida" e insinuaron que solo querían que estuviera fuera de circulación durante unos meses.
Cuando salió del confinamiento, supuestamente sano en mente y cuerpo, Wolff todavía no encajaba en ninguna categoría y comenzó a ser tratado más como un prisionero de guerra. Los estadounidenses lo trasladaron a la custodia británica y, en 1949, pasó por la "desnazificación" en la zona de ocupación británica. Con la intención de purgar a Alemania de la influencia nazi, la desnazificación fue un proceso cuasi judicial instituido por los Aliados, pero dirigido principalmente por laicos alemanes que reunieron pruebas y presidieron audiencias.
Los cargos contra Wolff se referían más a su condición de oficial superior de las SS que a cualquier crimen de guerra específico o a los crímenes de lesa humanidad asociados con las SS; todavía había pocas pruebas en su contra.
Sin embargo, hubo una gran cantidad de testimonios atenuantes. Los generales Lemnitzer y Airey presentaron declaraciones juradas describiendo el papel de Wolff en la Operación Sunrise, al igual que Allen Dulles. La declaración jurada de una página de Dulles afirmó los hechos, concluyendo de manera legal que "la acción del general Wolff ... contribuyó materialmente a provocar el fin de la guerra en Italia..." Gaevernitz apareció en persona y lo defendió con entusiasmo. El juez presidente quedó favorablemente impresionado, acreditando a Wolff con el tiempo cumplido y declarando que saldría de la sala del tribunal con su honor "limpio y sin mancha", lo que hizo, radiante, casi tan elegante en un traje civil bronceado como lo había estado en un uniforme nazi.
Wolff pasó los siguientes 13 años como un hombre libre en Alemania Occidental, volviendo a la publicidad y convirtiéndose en un ejecutivo próspero. En 1961, el juicio de Adolf Eichmann, el oficial de las SS que organizó gran parte del Holocausto, generó un renovado interés en los crímenes de guerra nazis y llevó a las autoridades alemanas a echar otro vistazo al caso de Wolff. Documentos individuales ya habían salido a la superficie del mar de registros nazis capturados que mostraban que había sabido de crímenes específicos y habían instado a los funcionarios ferroviarios alemanes a poner a disposición vagones para el transporte de unos 300.000 judíos polacos a Belzec y Treblinka, dos de los principales campos de exterminio.
Juzgado por un tribunal alemán en 1964 por su papel en el Holocausto, el anciano Obergruppenführer no tuvo fin de explicaciones y excusas, la principal de ellas fue que no estaba al tanto del Holocausto hasta marzo de 1945. Dada su posición al lado de Himmler, esta afirmación tensó, y aún tensa, la credulidad, a pesar de la insistencia de Wolff de que era posible ser un oficial decente de las SS. Erich von dem Bach-Zelewski, ex camarada de las SS de Wolff y amigo que supervisó los asesinatos en masa en el Este durante la guerra, testificó que era muy poco probable que Wolff no supiera de la asesina "solución final", especialmente después de que Wolff lo visitara en 1942 en un hospital de las SS donde von dem Bach se estaba recuperando de una crisis nerviosa que su médico de las SS atribuyó a su papel en "los fusilamientos de judíos", así como sus otras experiencias difíciles en el Este".
Esta vez Wolff no encantó al juez, que lo sentenció a 15 años de prisión. Aunque no reconoció su culpabilidad, fue un prisionero modelo y disfrutó de privilegios que el Tercer Reich rara vez otorgó a sus detenidos: permisos para visitar a la familia y licencia por enfermedad indefinida después de sufrir un ataque al corazón en 1971.
¿Dónde, entonces, debería la historia colocar a Wolff? ¿Era como el delirante Rudolf Hess? Mantenido aislado durante la guerra en Inglaterra, pero procesado en Nuremberg después de la guerra como miembro de la élite nazi, Hess reclamó amnesia y se enfurruñaba en el banquillo de los acusados. Declarado culpable de crímenes contra la paz y conspiración, dos de los cargos más generales impuestos, pasó el resto de su vida en la prisión de Spandau de Berlín. ¿O era Wolff más como un calculador Himmler, que cometió una serie de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad? O, finalmente, ¿era Wolff principalmente un patriota alemán conservador que se unió a un líder carismático que engañó a sus seguidores y llevó al país a una guerra ruinosa?
Wolff sigue siendo difícil de categorizar. Pero podemos reducir considerablemente el rango. La propia narrativa de Wolff, la del patriota conservador, es fácil de rechazar. El programa nazi no fue, de principio a fin, un fenómeno conservador sino radical, con su racismo exagerado y su impulso expansionista. Wolff nunca afirmó haber ignorado el antisemitismo de los nazis. Puede que no haya propuesto o planeado el Holocausto. Pero, dada su posición en las SS, el instrumento más celoso de las políticas de Hitler, al menos fue cómplice. Además, no se quejó de las guerras de agresión de Hitler, especialmente contra el bolchevismo, sino del hecho de que Hitler las perdió. Por otro lado, fue para su crédito que actuó por su cuenta para preservar la vida y la propiedad cuando se dio cuenta de que la guerra estaba perdida.
En total, entonces, Wolff se parece más a Hess. Si bien el ajuste no es perfecto, ambos eran verdaderos creyentes nazis que querían hacer la paz con Occidente, especialmente con Gran Bretaña y los Estados Unidos. La diferencia era que Wolff era mejor en eso y, como un buen ejecutivo de publicidad, mucho mejor en la promoción de su imagen.
En la fotografía destacan Kurt Daluege, Karl Wolff, Heinrich Himmler, Erhard Milch y Reinhard Heydrich, enero de 1933
Un giro en la historia se produjo después de que la hija de Wolff, Helga, se convirtiera al Islam en 1961 y cambiara su nombre a Fátima. Explicó que estaba buscando una manera de aceptar la tensa historia de su familia, y se convirtió en una de las principales figuras públicas islámicas de Alemania. En forma impresa, en persona y en el aire, compartió su nueva visión del mundo con los buenos modales que había aprendido de su padre. En 1984, Wolff supuestamente siguió su ejemplo y profesó la fe musulmana. Cuando murió unas semanas más tarde a los 84 años, Fátima recitó oraciones musulmanas junto a la tumba. Pero quedan preguntas sin respuesta: ¿Finalmente entendió y reconoció su papel en el Tercer Reich? ¿Estaba él, como Fátima, tratando de ir más allá de su pasado? El pedazo de roca tosca sobre su tumba no es ni cristiano ni musulmán, y nos dice poco. La simple placa con su nombre y fechas de nacimiento y muerte le da el título de "General, Retirado", como si Wolff quisiera ser recordado como un oficial que sirvió a su país en lugar de la máquina de matar nazi a la que realmente sirvió.
Una fotografía anterior a la guerra publicada en la revista Life (durante maniobras bélicas, alrededor de 1936-1938). Joachim v. Ribbentrop, Karl Wolff y el diplomático Walther Hewel.
ANEXO PDF en inglés
British War office Intelligence file on Karl Wolff: interrogation reports etc.
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