La Guerra prolongada de Estados Unidos en contra la humanidad.
Autor:
Profesor Michel Chossudovsky
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© Prof Michel Chossudovsky, Global Research, 2015
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Este texto es la traducción del primer capitulo del libro de Michel
Chossudovsky, “La Globalización de la Guerra, La Guerra prolongada de Estados
Unidos en Contra la Humanidad”. Titulo
en ingles: The Globalization of War, America’s Long War against Humanity,
Global Research, Montreal, 2015 .
Este texto constituye el documento de apoyo a la presentación de Michel
Chossudovsky a la II Conferencia de Estudios Estratégicos, intitulado: “Cuba y la Política Exterior de los Estado
Unidos”, II Conferencia de Estudios Estratégicos,Transición
geopolítica del poder global: entre la cooperación y el conflicto. Centro de
investigación de Política Internacional (CIPI), La Habana, Cuba, 14-16 de Octubre de 2015
La publicación del libro de Michel Chossudovsky en español esta prevista
para enero 2016.
NOTA: Las fotografías que constan en este documento no corresponden a la
obra original, son añadidas por el redactor del blog. (Nota actualizada 01-12-2019. El libro ya no reclama copyright, se puede descargar online libremente)
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Estados Unidos y sus aliados en la OTAN se han
embarcado en una aventura, una “guerra prolongada” que amenaza el futuro de la
humanidad. Esta “guerra sin fronteras” está íntimamente relacionada con el
proceso mundial de reestructuración económica, la que ha conducido al colapso
de economías nacionales y al empobrecimiento de amplios sectores de la
población mundial. El Departamento de Defensa de EE.UU. otorga muchos miles de
millones de dólares a los fabricantes de armas en concepto de contratos para la
adquisición de sistemas de armas avanzadas. A su vez, “la batalla por el petróleo” en Oriente Medio y Asia Central
conviene directamente a los intereses de las grandes empresas petrolíferas
angloestadounidense. Estados Unidos y sus aliados hacen “resonar los tambores
de la guerra” en los momentos álgidos de una depresión económica global.
El desplazamiento militar de las fuerzas de
EE.UU. y la OTAN aunado a la “guerra no convencional” – la cual abarca
operaciones de inteligencia encubierta, sanciones económicas y la imposición
del “cambio de régimen” – ocurren de forma simultánea en varias regiones del
mundo.
Es
crucial para la comprensión de cómo se libra una guerra, entender la campaña
mediática que le otorga legitimidad a los ojos de la opinión pública. Las operaciones
militares se disfrazan con un mandato humanitario llamado la “Responsabilidad
de Proteger” (R2P). Así es que se retrata a las víctimas como las causantes de
las guerras de EE.UU. Los civiles en Yugoslavia, Palestina, Ucrania, Libia,
Siria e Irak son los responsables de sus propias muertes.
Mientras tanto, el Comandante en Jefe de la fuerza militar más grande del planeta es
presentado como un pacificador mundial. La entrega del Premio Nobel de la Paz
al Presidente Barack Obama en 2009 se ha vuelto parte integral de la maquinaria
propagandística del Pentágono. Da un rostro humano a los invasores y sirve
para satanizar a quienes se oponen a las invasiones militares estadounidenses.
El Comité Nobel dice que el Presidente Obama le
ha dado al mundo “la esperanza de un futuro mejor”. El premio se le otorgó por
sus extraordinarios esfuerzos por fortalecer la diplomacia internacional y la
cooperación entre los pueblos. El Comité concede una importancia especial a la
visión de Obama y su trabajo en pro de un mundo sin armas nucleares. (Nota
del editor del blog: Sobre la manipulación de la concesión de los Premios
Nobel de la Paz ver mi artículo: EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ: MANIPULACION SECRETA PARA LA GUERRA)
Su diplomacia se fundamenta en el concepto de que
aquellos que son llamados a liderar el mundo deben hacerlo basándose en valores
y actitudes que son compartidas por la mayoría de la población mundial.
Las realidades se plantean al revés. “Guerra es
paz” dijo George Orwell. Los medios hacen coro y argumentan que las contiendas
armadas son una empresa humanitaria. El Washington Post escribe que “Las
guerras nos hacen más seguros y más ricos”.
La Gran
Mentira se vuelve La Verdad. Por otra parte, defender la Verdad – por medio de una
cuidadosa documentación y análisis investigativo de los horrores de las
operaciones militares lideradas por EE.UU. – no se toma en serio y se
descalifica como “teoría de conspiración”.
Mientras Washington lleva a cabo su “guerra
global contra el terrorismo” (GGCT), aquellos que se oponen enérgicamente a la
agresión de Estados Unidos son calificados como terroristas. A la guerra se le llama paz, una “empresa
humanitaria” digna de encomio. El disenso pacífico se considera una herejía.
El desarrollo de los acontecimientos en curso hoy
día en Ucrania y Oriente Medio es síntoma de que la humanidad se encuentra en
una peligrosa encrucijada. En ningún otro momento desde la crisis de los
misiles en Cuba ha estado el mundo más cerca de lo impensable: el escenario de
la Tercera Guerra Mundial, un conflicto global militar con uso de armas
nucleares.
La maquinaria asesina está desplegada en todo el
mundo en el marco de una estructura de comando de combate unificado, y los entes
gubernamentales, los medios corporativos y los mandarines e
intelectuales del Nuevo Orden Mundial
que conforman los grupos de expertos en Washington e institutos de estudios
estratégicos la defienden rutinariamente como un incuestionable instrumento de
paz y prosperidad global.
Una
cultura de asesinatos y violencia se ha incrustado en la conciencia humana.
La contienda armada es ampliamente aceptada como
parte de un proceso social: se debe “defender” y proteger la Patria.
Las democracias occidentales consideran que la
“violencia legitimada” y los asesinatos extrajudiciales dirigidos contra
“terroristas” son instrumentos necesarios de la seguridad nacional.
La
“guerra humanitaria” goza del apoyo de la así llamada comunidad
internacional. No se juzgan como actos criminales. Sus principales arquitectos
son recompensados por su contribución a la paz mundial.
El gobierno de Estados Unidos proclama las armas
nucleares son instrumentos de paz. El uso preventivo de armas nucleares es
categorizado como un acto de “autodefensa” que contribuye a un elusivo concepto
de “seguridad global” (véase el capítulo II).
El así llamado “escudo de defensa antimisiles” o
“Guerra de las Galaxias” es una iniciativa basada en el desencadenamiento de un
primer ataque nuclear, y ha sido desarrollado en diferentes partes del mundo.
El escudo antimisil va dirigido principalmente contra Rusia, China, Irán y Corea
del Norte.
Mientras tanto, en el contexto de los
acontecimientos en curso en Siria y Ucrania, ha colapsado la diplomacia
internacional. En Kiev se ha instalado un régimen neonazi con el apoyo directo
de occidente, pero es la Federación Rusa que se encuentra bajo amenaza por la
acción militar desplegada por EE.UU. y
la OTAN en su frontera occidental (véase el capítulo IX).
¿Una
nueva Guerra Fría?
La renovada confrontación entre este y oeste ha
sido denominada “Nueva Guerra Fría”, etiqueta equivocada en parte porque ya no
se cuenta con ninguna de las salvaguardas de la Guerra Fría. Rusia ha sido
excluida del Grupo de los Ocho (G-8), que ha vuelto a ser un grupo de siete
naciones. La diplomacia ha dejado de funcionar. No hay un diálogo este-oeste al
estilo de la Guerra Fría entre superpotencias que si bien competían, también se
esforzaban por evitar una confrontación militar. Por su parte, el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas se ha convertido en un portavoz de facto del
Departamento de Estado de EE.UU.
Además, las armas nucleares ya no son vistas como
“armas de último recurso”, como en la
doctrina de Destrucción Mutua Asegurada que prevaleció durante la Guerra Fría.
Más bien el Pentágono las exalta por como “inocuas para la población circundante
debido a que la explosión es subterránea”. En
2002, el Senado de EE.UU. dio luz verde para el uso de armas nucleares en un
escenario de guerra convencional. Ahora las bombas nucleares forman parte
de la “caja de herramientas militares” que se pueden utilizar a la par de las
armas convencionales.
La
amenaza mundial del “terrorismo islámico” ha reemplazado la “amenaza comunista”
del periodo de la Guerra Fría. Aunque Rusia y China son ahora economías capitalistas
de “libre mercado”, todavía se contempla la posibilidad de un ataque nuclear
preventivo contra ambos países.
Hoy ya
no se piensa que China y Rusia sean “una amenaza para el capitalismo”. Todo lo
contrario. Lo que está en juego es más bien la rivalidad económica y financiera
entre potencias capitalistas. La alianza chino-rusa en la Organización de Cooperación
de Shanghái (OCS) constituye un “bloque capitalista competitivo” que socava la
hegemonía económica de EE.UU.
En Asia, EE.UU. ha contribuido con su “giro hacia
Asia” a que sus aliados de Asia-Pacífico, incluidos Japón, Australia, Corea del
Sur, las Filipinas y Vietnam, amenacen a China y la aíslen como parte del
proceso de “cercamiento militar”, que tomó impulso a finales de la década de
los noventa.
Mientras tanto, la propaganda guerrerista se ha
vuelto cada vez más generalizada. La
contienda armada se vende como un proceso de consolidación de la paz.
Cuando la guerra se vuelve paz, el mundo está
patas arriba y ya no es posible conceptualizarla. Surge un sistema social
inquisitorial (véase el capítulo X). El consenso es que se debe librar la
guerra. La gente ya no puede pensar por sí misma. Acepta lo que dice la
autoridad y la sabiduría del orden social establecido.
La comprensión de eventos sociales y políticos
fundamentales es reemplazada por un mundo de pura fantasía, en el que acechan
“los malhechores”. El objetivo de la narrativa de “guerra global contra el
terrorismo” – cuidadosamente promovida por el gobierno de Estados Unidos – ha
sido incitar al público para que apoye una campaña mundial contra la herejía.
Guerra
mundial
El diseño global militar del Pentágono es uno de
conquista mundial. El despliegue militar de las fuerzas de EE.UU.–OTAN ocurre
simultáneamente en diferentes regiones del mundo.
El concepto de una “guerra prolongada” ha
caracterizado la doctrina militar estadounidense desde finales de la Segunda
Guerra Mundial. La militarización global forma parte de una agenda económica
global.
Se instrumenta la militarización mundial por
medio de la estructura de Comando Unificado de las fuerzas armadas de EE.UU.:
todo el planeta ha sido dividido geográficamente en Comandos Combatientes
controlados por el Pentágono. La sede del Mando Estratégico de EE.UU (U.S.
STRATCOM) en Omaha, Nebraska tiene un papel central en la coordinación de
operaciones militares.
En el
proceso de cercar y confrontar a Rusia y China, se han construido nuevas bases militares, con vistas a
establecer esferas de influencia de EE.UU. en todas las regiones del mundo. Se ha fortalecido a
los seis mandos geográficos, incluyendo la creación del Mando África de EE.UU.
(AFRICOM) en 2008.
Según lo pregonado por el Pentágono, AFRICOM se
ha vuelto un “comando combatiente de pleno espectro”, responsable de las
operaciones de “defensa” y “seguridad nacional” de EE.UU. “por medio de un
compromiso centrado en nuestros objetivos de seguridad compartidos y sostenido
con el apoyo de los socios”. El área de jurisdicción de AFRICOM abarca “todo el
continente africano, sus naciones insulares y aguas circundantes”.
Esta militarización
de África por parte de EE.UU. sirve de sostén para la conquista económica del
continente, el saqueo de sus recursos naturales, la adquisición de sus extensas
reservas de petróleo y gas, y así por el estilo.
AFRICOM
es un instrumento de un proyecto neocolonial liderado por EE.UU. en alianza con
el Reino Unido, que consiste en la expansión del área de influencia angloestadounidense
las antiguas colonias francófonas de África Central, Occidental y
Septentrional, en gran medida a expensas
de Francia.
EE.UU. tiene bases militares y/o instalaciones en
más de 150 países, con 160,000 personas en servicio activo. Se planifica la
construcción de nuevas bases militares en América Latina, incluso en Colombia,
en una zona adyacente con Venezuela.
La ayuda militar a Israel ha aumentado y la
administración Obama ha expresado su inquebrantable apoyo a este país y sus
fuerzas armadas, las que están programadas para desempeñar un papel primordial
en las intervenciones militares lideradas por EE.UU.-OTAN en Oriente Medio. La
agenda oculta es la eliminación total de Palestina y el establecimiento del
“Gran Israel”.
“Guerra
sin fronteras”
El
Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC, 2000), formulado inicialmente por
los neoconservadores, se basaba en “librar una guerra sin fronteras”. El PNAC
es un centro de estudios vinculado a los estamentos de defensa e inteligencia,
el Partido Republicano y el poderoso Consejo de Relaciones Exteriores (CFR),
que desempeña un papel importante tras bambalinas en la formulación de la
política exterior de EE.UU.
En septiembre de 2000, pocos meses antes de la
llegada de George W. Bush a la Casa Blanca, el PNAC publicó un plan de acción
para la dominación global titulado “La
reconstrucción de las defensas de Estados Unidos”.
Los objetivos
declarados del PNAC son los siguientes:
- Defender la patria estadounidense
- Luchar y ganar decisivamente al mismo tiempo en
múltiples y grandes escenarios de guerra;
- Realizar sus obligaciones “policíacas”
asociadas con la formación del entorno de seguridad en áreas críticas; y
- Transformar a las fuerzas armadas de EE.UU.
para que aprovechen al máximo la “revolución en asuntos militares”.
El antiguo secretario adjunto de Defensa Paul
Wolfowitz, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el vicepresidente Dick
Cheney (administración de G.W. Bush) habían encargado el plan al PNAC ya desde
antes de las elecciones presidenciales del año 2000.
El PNAC diseña un hoja de ruta para la conquista
militar. Hace un llamado a “la imposición directa de bases militares
estadounidenses de avanzada” en toda Asia Central y Oriente Medio, “con vistas a garantizar la dominación
económica del mundo, al mismo tiempo que se ahoga a cualquier posible rival”
o se torpedea toda alternativa viable a la versión estadounidense de lo que
debe ser una “economía de libre mercado”.
A diferencia de los escenarios de guerra, las así
llamadas “funciones policíacas” llevan
implícita una manera de patrullaje militar global por medio del uso de
varios instrumentos de intervención militar, como bombardeos punitivos, el
envío de las fuerzas especiales de EE.UU. y otras medidas similares. Estas
funciones policíacas globales también incluyen operaciones encubiertas y
“cambios de régimen”, los cuales se realizan de acuerdo con un “mandato
humanitario”.
Las acciones militares se pueden ejecutar de
forma simultánea en diferentes partes del mundo (según lo describe el PNAC),
así como de manera consecutiva.
Esta agenda militar, emprendida bajo la bandera
de la “responsabilidad de proteger”,
prevalece en gran medida también en el gobierno presidido por Obama. La propaganda mediática ha sido
determinante para sostener la ficción de que existe tal cosa como una “guerra
humanitaria”.
Nuevos
sistemas de armamento
La “revolución en asuntos militares” a la que
hace referencia el PNAC se puede traducir como “desarrollo de nuevos sistemas
de armamento”, y consiste en la Iniciativa
de Defensa Estratégica, la instalación concurrente de armamento en el
espacio y una nueva generación de armas nucleares.
La Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida
popularmente como “Guerra de las
Galaxias” incluye no solo el controvertido “escudo antimisiles” sino
también una amplia gama de armas ofensivas guiadas por láser con capacidad de
atacar cualquier parte del mundo.
Asimismo, abarca instrumentos de guerra meteorológica y climática,
desarrollados por el Programa de Investigación de Alta Frecuencia Activa
Auroral (HAARP). Este último es ya plenamente operativo y tiene la capacidad
para desencadenar inundaciones, sequías, huracanes y terremotos. Desde una
perspectiva militar, HAARP es un arma de destrucción masiva. Constituye un arma
de conquista con potencial para desestabilizar selectivamente los sistemas
agrícolas y ecológicos de regiones enteras.
Asimismo está contemplado el Programa FALCON, otra creación del Pentágono. Fue formulado durante
la administración de George W. Bush Jr. y es el sistema de armamento más
reciente del Nuevo Orden Mundial. Su objetivo es la dominación económica y política del planeta. Desde Estados Unidos
continental puede alcanzar cualquier parte del mundo. Se describe como un arma
de “alcance global” para “reaccionar de manera rápida y decisiva ante acciones
desestabilizadoras o amenazantes por parte de países hostiles y organizaciones
terroristas”.
Este sistema de misiles de crucero hipersónico,
desarrollado por la empresa Northrop
Grumman, “permitiría que EE.UU. condujera misiones de ataques de urgencia
efectivos a escala global, sin depender de bases militares en el extranjero”.
A través de FALCON, EE.UU. podría atacar en apoyo
a fuerzas de combate en un escenario de guerra convencional o por medio de bombardeos punitivos dirigidos en contra de
países que no obedecen los dictados económicos y políticos de EE.UU.
La hoja
de ruta militar en Oriente Medio
Según el antiguo comandante de la OTAN, el
general Wesley Clark, la hoja de ruta del Pentágono consiste en una secuencia
de países. En Winning Modern Wars (Para Ganar Guerras Modernas), el general
Clark declara lo siguiente:
“Cuando caminaba por el Pentágono en noviembre de
2001, uno de los altos oficiales del personal militar se detuvo para charlar.
Me contó que todavía estábamos encarrilados para atacar Irak. Pero había más.
Esta invasión ahora se discutía como parte de una campaña de cinco años
duración que contemplaba un total de siete países, empezando por Irak para
continuar en Siria, Líbano, Libia, Irán, Somalia y Sudán”.
Siria e
Irán
La agresión actual contra Palestina, Siria e Irak
es el trampolín para una intervención en Irán, que podría conducir a un proceso
de escalamiento militar. Rusia y China, que son aliados tanto de Siria como de
Irán, también son blanco de EE.UU.-OTAN. En Irak, bajo la bandera de una
“guerra civil”, se libra una intervención encubierta que en su esencia
contribuye a la destrucción de todo un país, sus instituciones y su economía.
Esta operación encubierta forma parte de una agenda de inteligencia y es un
proceso guiado que consiste en transformar Irak en un territorio abierto.
No obstante, se ha hecho creer a la opinión
pública que está en juego una confrontación entre los chiítas y los sunitas. La
ocupación militar estadounidense de Irak ha sido reemplazada por formas no
convencionales de hacer la guerra. Las realidades se vuelven borrosas. Una
amarga ironía es que el país agresor es presentado al mundo como el que viene
al rescate de un “Irak soberano”.
El
resquebrajamiento de Irak y Siria por divisiones sectarias es una vieja
política de Estados Unidos y sus aliados. La partición propuesta tanto de Irak como
de Siria tiene como modelo general lo que ocurrió con la Federación de
Yugoslavia, que fue desmembrada en siete “Estados independientes” (Serbia,
Croacia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia, Eslovenia, Montenegro y Kosovo).
La
geopolítica del petróleo
La geopolítica del petróleo y de los oleoductos
es crucial para la conducción de las operaciones militares de EE.UU.-OTAN. La
región de Oriente Medio-Asia Central en su conjunto concentra más de un sesenta
por ciento de las reservas petrolíferas del mundo.
El
escenario de guerra en Oriente Medio
Actualmente hay cinco escenarios de guerra en la
región de Oriente Medio – Asia Central: Afganistán-Pakistán; Irak; Palestina,
Libia y Siria. Un proceso de escalada militar podría conllevar a la fusión de
estos escenarios de guerra actualmente separados, lo cual desembocaría en una
conflagración más amplia que abarcaría toda la región, desde el norte de África
y el Mediterráneo hasta Afganistán, Pakistán y la frontera occidental de China.
El legado
de la Segunda Guerra Mundial. Traspaso entre poderes imperialistas en pugna
Lo que eufemísticamente se llama la “era de
postguerra” ha sido en realidad un periodo de enfrentamiento y militarización
continuos. Es importante tenerlo en cuenta para entender las guerras
contemporáneas lideradas por Estados Unidos.
Estados
Unidos salió ileso de la Segunda Guerra Mundial. La mayor parte de las batallas
fueron libradas por sus aliados, una estrategia que ha utilizado desde entonces
en los conflictos subsiguientes de postguerrra.
Además, un análisis
cuidadoso de la Segunda Guerra Mundial plantea que los intereses corporativos
de Estados Unidos, entre ellos la Standard Oil de Rockefeller, dieron su apoyo
tanto a los aliados de Estados Unidos como a sus enemigos, incluyendo la
Alemania nazi, aun mucho después de la entrada de EE.UU. al conflicto en
diciembre de 1941. El objetivo estratégico era debilitar a ambos lados para así
desestabilizar a las potencias imperialistas.
Al emerger de la Segunda Guerra Mundial como la
nación menos afectada, EE.UU. pudo determinar el perfil político y económico de
la Europa occidental de postguerra. Sus tropas se encuentran estacionadas en
varios países europeos hasta el día de hoy. Tanto sus adversarios en el
conflicto bélico (Alemania, Japón e Italia) como sus aliados (Francia, el Reino
Unido, Bélgica, Holanda) se han debilitado. Con la excepción del Reino Unido,
que forma parte del eje angloestadounidense, estos países son potencias
colonialistas en declive, desplazados por la hegemonía estadounidense. Los
territorios que fueron sus colonias antes de la Segunda Guerra abarcan
Indonesia, el Congo, Indochina y Ruanda, entre otros, y han sido integrados a
lo largo de un periodo de medio siglo a la esfera de influencia dominante de Estados
Unidos.
En África, continúa el proceso de desplazamiento
de la esfera de influencia de Francia. En la actualidad Estados Unidos ha
tomado el control de las antiguas colonias francesas y belgas en África central
y occidental. Asimismo, Washington ejerce un papel decisivo en el Magreb (véase
el capítulo VIII).
“Colonialismo
interno” en la Unión Europea
Asimismo, ha empezado a surgir una forma compleja
de “colonialismo interno” en la Unión Europea (UE). Junto con sus socios
europeos, las instituciones financieras y conglomerados de negocios de EE.UU.
son los que prevalecen al establecer la agenda monetaria, comercial y de
inversión.
La política se encuentra subordinada a los
intereses financieros dominantes. Lo que ocurre en términos de negociaciones comerciales
secretas (bajo la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión y
el Acuerdo Integral de Economía y Comercio) es un proceso de integración
económico y político entre la UE y América del Norte (Estados Unidos y Canadá).
Estos acuerdos, junto con la Asociación Transpacífica (ATP), constituyen las
piedras angulares de un proceso de dominación económica global.
Mientras tanto, las elecciones presidenciales y
parlamentarias en la UE, incluyendo las de Alemania, Italia y Francia (por
ejemplo, los casos de Sarkozy y Hollande), son cada vez más objeto de
interferencia política encubierta de EE.UU. (según el modelo las “revoluciones
de colores”). O sea que Estados Unidos propicia también cambios de régimen en
países de la Unión Europea.
La cuestión fundamental, por lo tanto es ¿hasta
qué punto los líderes europeos son sus apoderados o representantes políticos?
Las
guerras auspiciadas por EE.UU. y las operaciones de inteligencia militar
Todo el período de 1945 hasta el presente ha sido
caracterizado por una sucesión de guerras auspiciadas por Estados Unidos e
intervenciones militares y de inteligencia en las principales regiones del
mundo.
No se trata de operaciones militares
fragmentarias y pertinentes a países o regiones específicas. Existe más bien una hoja de ruta militar
que describe una secuencia de operaciones militares. En lugar de escenarios de
guerra establecidos, se han desplegado formas no convencionales de
intervención, por ejemplo ataques terroristas auspiciados por el Estado.
La guerra prolongada que libra Estados Unidos se
fundamenta en un plan cohesivo y coordinado de conquista militar mundial que conviene a los intereses dominantes
financieros y corporativos. La estructura de las alianzas, entre ellas la
OTAN, es crucial para su éxito.
La Unión Europea desempeña un papel central en
esta agenda militar. Los Estados miembro de la UE son aliados del eje
angloestadounidense, pero al mismo tiempo ocurre un proceso de
reestructuración, según el cual países que antes eran soberanos se encuentran
cada vez más sujetos a la jurisdicción de poderosas instituciones financieras.
La imposición de las drásticas reformas
económicas del FMI a varios países europeos es un síntoma de la interferencia
de Estados Unidos en sus asuntos internos. Lo que está ocurriendo es un cambio
profundo en las estructuras políticas y económicas de la UE, según el cual los
Estados miembro son reclasificados de facto por el FMI y tratados como un país
endeudado del Tercer Mundo.
Acción
militar en apoyo a la guerra económica
Estados Unidos ha intervenido militarmente en las
principales regiones del mundo, pero el objetivo de su política externa es que
las operaciones militares las lleven a cabo los aliados, o en su defecto, que
pueda recurrir a formas no convencionales de intervención.
Esta agenda tiene dos pilares:
El poderío militar de EE.UU. combinado con el de
la “OTAN global”, que incluye a Israel (miembro de facto de la Alianza
Atlántica), representa una fuerza formidable en términos de sistemas de armas
avanzadas. Estados Unidos ha establecido
bases militares en todas las regiones importantes del mundo, con una estructura
de mando geográfico. En tiempos recientes se ha añadido el Mando África de
EE.UU. (AFRICOM).
La acción bélica sirve de apoyo a poderosos
intereses económicos y financieros. La estrategia de “guerra económica”
contemplada en la agenda neoliberal es ejecutada en estrecha coordinación con
la planificación militar.
El
propósito de las contiendas armadas no es la conquista per se. EE.UU. perdió la
guerra de Vietnam, pero se logró la meta fundamental que era destruir Vietnam
como país soberano. Hoy día Vietnam y Camboya forman parte de una nueva
frontera empobrecida de la economía global basada en mano de obra barata.
Además, los países que lucharon por su soberanía
y contra el imperialismo de EE.UU. en Asia (Vietnam, Camboya, Corea del Sur,
Indonesia y las Filipinas) han sido integrados en acuerdos bilaterales de
cooperación militar con el Pentágono. EE.UU.
utiliza esta estructura de alianzas impuesta a los países derrotados para
fomentar el conflicto con China.
El proyecto imperial se fundamenta en la conquista económica, lo cual implica
la confiscación y apropiación de la
riqueza y los recursos de países soberanos. Sucesivas operaciones militares
en Oriente Medio han tenido por objeto confiscar las reservas de petróleo y
gas.
Los países son destruidos, a menudo transformados
en territorios, y se pierde todo vestigio de soberanía. Las instituciones
nacionales colapsan y la economía nacional es destruida por medio de la
imposición de reformas de “libre mercado” bajo la tutela del FMI, campea el
desempleo, se desmantelan los servicios sociales, los salarios colapsan y la
gente es empobrecida.
En estos países, las élites capitalistas
gobernantes son subordinadas a las de EE.UU. y sus aliados. Los activos y
recursos naturales del país se transfieren a manos de inversores extranjeros
por medio de programas de privatización impuestos por las fuerzas invasoras en
coordinación del FMI y del Banco Mundial.
La
historia de las armas nucleares: el legado de Hiroshima y Nagasaki
Al inicio, la doctrina sobre armas nucleares
durante el periodo del Proyecto
Manhattan no se basaba en las ideas nacidas de la Guerra Fría, como
“disuasión” o “destrucción mutua asegurada”. Además, la doctrina nuclear de EE.UU. después de la Guerra Fría se fundamenta
en la noción que las armas nucleares se pueden utilizar en escenarios de guerra
convencionales y que estas armas son “inofensivas para civiles”.
El objetivo estratégico de usar tanto ataques
convencionales como nucleares ha sido desencadenar “eventos causantes de bajas
masivas”, o sea, decenas de miles de muertes.
Esta estrategia se puso en práctica por primera
vez hacia finales de la Segunda Guerra Mundial en Japón y Alemania, y su
propósito era aterrorizar toda una nación, como medio para la conquista
militar.
En Japón, el principal objetivo no eran blancos
militares: la noción de “daño colateral” fue utilizada como una justificación
para el asesinato masivo de civiles, con el pretexto oficial de que Hiroshima
era una “base militar” y que los civiles no eran los blancos.
Para citar al presidente Harry Truman:
Hemos descubierto la más terrible bomba en la
historia del mundo… Esta bomba se utilizará contra Japón… La emplearemos de tal
manera que militares, soldados y marinos sean los blancos y no mujeres y niños.
Aunque los japoneses sean salvajes, crueles, desapiadados y fanáticos, nosotros
como líderes de un mundo en pro del bienestar común no podemos bombardear ni la
vieja ni la nueva capital… El blanco será netamente militar…
Parece ser lo más terrible que se haya
descubierto jamás, pero puede que sea lo más útil.
El mundo notará que la primera bomba atómica fue
lanzada contra una base militar en Hiroshima. Se hizo así porque en este primer
ataque quisimos evitar, hasta donde fuera posible, matar a civiles.
[Nota: La primera bomba cayó sobre Hiroshima el
día 6 de agosto de 1945 y la segunda sobre Nagasaki tres días más tarde, el 9
de agosto, el mismo día en que Truman brindó su alocución radial a la nación.]
Harry
Truman
Nadie en las altas esferas del gobierno y fuerzas
armadas de EE.UU. creía que Hiroshima fuera una base militar. Truman se
engañaba a sí mismo y mentía al público estadounidense.
Hasta hoy se sigue justificando el uso de armas
nucleares contra Japón en 1945 como un costo necesario para poner fin a la
Segunda Guerra Mundial. Según esta tesis, al fin y al cabo “se salvaron vidas”.
Ya desde antes de Hiroshima, EE.UU. venia
bombardeando Japón sin cesar, con un alto costo en vidas civiles. Hacia el
final de la guerra en Europa, las fuerzas aliadas bombardearon también
extensamente varias ciudades alemanas, donde utilizaron dispositivos
incendiarios que desataron una tormenta de fuego y destruyeron su centro histórico. No cabe duda
que los objetivos eran civiles y no instalaciones militares.
La era
después de la Guerra Fría: guerra nuclear preventiva
El arsenal estadounidense ha aumentado
considerablemente. En la era después de la Guerra Fría, ArmsControl.org (abril
de 2013) confirma que Estados Unidos posee 5,113 ojivas nucleares, entre armas
tácticas, estratégicas y no desplegadas.11
Según la declaración oficial (2013) del nuevo
START, de las más de 5,113 armas nucleares EE.UU. tiene desplegadas 1,654
ojivas nucleares estratégicas en 792 ICBMs, SLBMs y bombarderos
estratégicos…
Además, según la Federación de Científicos
Americanos (FAS), EE.UU. posee 500 ojivas nucleares tácticas, muchas de las
cuales se encuentran desplegadas en países no nucleares como Alemania, Italia,
Turquía, Bélgica y Holanda.
En el Análisis de Postura Nuclear (NPR),
presentado al Senado de Estados Unidos por la administración Bush a inicios del
año 2002, se establecieron unos así llamados “planes de contingencia” para un
“primer ataque ofensivo” con armas nucleares, no solo contra el “eje del mal” (Iraq, Irán, Libia, Siria
y Corea del Norte), sino también
contra Rusia y China. En el gobierno de Obama, la doctrina nuclear de
EE.UU. también abarca la posibilidad de un “primer ataque” con armas nucleares
contra Estados no nucleares.
La
historia de crímenes de guerra de EE.UU.
Vietnam, rociada con agente naranja
La idea de “eventos causantes de bajas masivas”
persiste hasta el día de hoy en las estrategias militares estadounidenses.
Invariablemente, como en el caso de Siria, se culpa a las víctimas por las
bajas civiles causadas por los agresores.
El periodo que va desde la guerra de Corea
(1950-1953) hasta el presente se caracteriza por una sucesión de escenarios de
guerra auspiciados por EE.UU. (Corea, Vietnam, Camboya, Afganistán, Yugoslavia
e Irak) y diferentes versiones de intervención militar, incluyendo conflictos
de baja intensidad o “guerras civiles” en Angola, Mozambique, Nicaragua, el
Congo, Somalia, Etiopía, Ruanda, Sudan); golpes de Estado, escuadrones de la
muerte y masacres (Chile, Argentina, Honduras, Guatemala, El Salvador, Irán,
Indonesia, Tailandia y Filipinas); guerras encubiertas en apoyo de los
“luchadores por la libertad” conocidos más adelante como Al Qaeda (ocupación soviética de Afganistán) y el uso
posterior de soldados de esta agrupación
en Siria; e intervenciones militares “humanitarias” en Libia en 2011
(bombardeo aéreo combinado con apoyo a rebeldes de Al Qaeda).
El
objetivo no era tanto ganar estas guerras sino en esencia desestabilizar estos
países como Estados nación e imponer un gobierno que actúe como agente de los
intereses de Occidente.
Un conteo de estas diferentes operaciones
militares revela que desde agosto de 1945 Estados Unidos ha atacado, directa o
indirectamente, a 44 países en diferentes regiones del mundo en vías de
desarrollo, en algunos casos varias veces…
El objetivo declarado de estas intervenciones
militares ha sido efectuar un “cambio de régimen”. Invariablemente se ha citado
los “derechos humanos” y la “democracia” como fachadas para justificar lo que
eran a todas luces actos unilaterales e ilegales. 12
Todo el
“periodo de postguerra” se caracteriza por extensos crímenes de guerra que han
provocado la muerte de millones de personas. Lo que vemos aquí es una
agenda de política externa criminal por parte de Estados Unidos. Estos crímenes no son exclusivos de uno o
más jefes de Estado. Más bien forman parte de todo un sistema estatal, sus
diferentes instituciones civiles y militares, así como de los poderosos
intereses corporativos que están detrás de la formulación de la política
externa de Washington, las instituciones de investigación y los entes
acreedores que financian la maquinaria militar.
Lo que diferencia a los gobiernos de Bush y Obama
con relación al historial de crímenes y atrocidades cometidos por Estados
Unidos es que los campos de
concentración, los asesinatos selectivos y las cámaras de tortura son ahora
reconocidos abiertamente como formas legítimas de intervención que sostienen la
“guerra global contra el terrorismo” y sirven como herramientas para promover
la democracia occidental.
Los crímenes auspiciados por EE.UU. no se limitan
a los muertos o las bajas en las guerras y la destrucción de la infraestructura
de la nación, sino que los países quedan
destruidos, colapsados y empobrecidos. Y como ya dijimos más arriba, los
activos y recursos naturales del país se transfieren a manos de inversores
extranjeros por medio de programas de privatización impuestos por las fuerzas
invasoras.
La destrucción del internacionalismo: la
Doctrina Truman
Terminada la Segunda Guerra Mundial, la administración Truman formuló el
objetivo del dominio militar global, en apoyo a un proyecto imperial a
finales de la década de los cuarenta, al inicio de la Guerra Fría. Este objetivo fue reafirmado en 1990
por el Presidente George Herbert Walker Bush en un discurso histórico ante una
sesión conjunta del Congreso y Senado de EE.UU., en el que proclamó el Nuevo
Orden Mundial luego de la caída del Muro de Berlín y la desintegración del
bloque soviético.
Los fundamentos ideológicos de esta agenda se
encuentran en lo que se conoce como la “Doctrina Truman”, formulada por primera
vez en 1946 por el asesor de política exterior George F. Kennan en un informe
del Departamento de Estado.
Lo que nos llama la atención al leer este
documento es la continuidad que hubo en la política externa de EE.UU., desde la
estrategia de “contención” durante
la Guerra Fría hasta la guerra “preventiva”
y la “guerra contra el terrorismo”
en la actualidad. En el fondo, el texto de Kennan dice en términos corteses que
EE.UU. debe buscar el dominio
económico y estratégico por medios militares:
“Además, contamos con alrededor del 50% de la
riqueza mundial, pero solo con el 6.3% de su población. Esta disparidad es
particularmente grande entre nosotros y los pueblos de Asia. En esta
situación no podemos dejar de ser objeto
de envidia y resentimiento. Nuestra tarea real en la época venidera es la de
crear un plan de relaciones que nos permita mantener esta posición de
disparidad sin menoscabo de nuestra seguridad nacional. Para hacerlo tendremos
que dejar a un lado el sentimentalismo y las quimeras; y nuestra atención
tendrá que estar concentrada en nuestros objetivos nacionales inmediatos en
todas partes. No debemos engañarnos con la idea de que hoy en día podemos
permitirnos el lujo del altruismo y ser los benefactores del mundo.
… Ante esta situación, nos favorece prescindir de inmediato de varios conceptos
que han apuntalado nuestra manera de pensar con relación al Oriente Lejano.
Debemos abandonar la aspiración de “caer
bien” o ser reconocidos como el repositorio del más alto altruismo
internacional. Debemos dejar de ponernos en la posición de guardián de nuestros
hermanos y dejar de ofrecer consejos
morales e ideológicos. Debemos dejar
de hablar de objetivos vagos e irreales– sobre todo respecto al Lejano
Oriente –tales como los derechos
humanos, el crecimiento de los niveles de vida y la democratización. No
está muy lejos el día en que tendremos que manejar
conceptos del poder puro. Para entonces cuanto menos estemos atados por consignas idealistas, mejor.13
La desintegración planificada del sistema de las
Naciones Unidas (ONU) como un organismo internacional independiente e
influyente ha estado en el tablero de la política externa de Estados Unidos
desde su fundación en 1945. Su desaparición
planificada formó parte integral de la Doctrina Truman, según se definió
en 1948. Desde el primer momento, Washington ha procurado por un lado controlar
la ONU para sacarle provecho y, por el otro,
busca debilitarla y finalmente destruirla.
En las palabras de George Kennan:
Ocasionalmente, [las Naciones Unidas] ha tenido
un propósito útil. Pero, en general, ha creado más problemas de los que ha
resuelto y ha dado lugar a la dispersión de nuestros esfuerzos diplomáticos. Y
en el empeño por obtener la mayoría de votos en las Naciones Unidas para lograr
nuestros principales propósitos políticos, jugamos con un arma peligrosa que
algún día puede volverse contra nosotros. Esta es una situación que amerita un
estudio muy cuidadoso y de previsión de nuestra parte.14
Aunque comprometido oficialmente con la
“comunidad internacional”, Washington habla de boquilla sobre las Naciones
Unidas. Hoy, la ONU es en muchos
sentidos un apéndice del Departamento de Estado de EE.UU. En lugar de
socavar la ONU como institución, como lo propusiera George Kennan a finales de
la década de los cuarenta, EE.UU. y sus aliados ejercen el control de la
Secretaría y los organismos más importantes de la ONU.
Desde la primera Guerra del Golfo, la ONU ha servido principalmente para
autorizar las actuaciones de Estados Unidos de manera rutinaria y sin mayores
cuestionamientos. Ha cerrado los ojos ante los crímenes de guerra de
Estados Unidos y ha puesto en marcha las
así llamadas operaciones de mantenimiento de la paz en nombre de los invasores
angloestadounidenses, en violación de la Carta de la ONU. Tras el “despido” de
facto del secretario general de la ONU Boutros Boutros Ghali, los secretarios
generales que le sucedieron, tanto Kofi Annan como Ban Ki-moon, se convirtieron en herramientas de la política
exterior de EE.UU., tomando sus órdenes
directamente de Washington.
Demás está decir que los sucesivos gobiernos
demócratas y republicanos, desde Harry Truman hasta George W. Bush y Barack
Obama, han estado involucrados en este proyecto hegemónico de dominación que el
Pentágono ha denominado “guerra
prolongada”.
Los escritos de Kennan apuntan a la importancia
de construir una alianza dominante angloestadounidense basada en “buenas
relaciones entre nuestro país y el imperio británico”. En el mundo de hoy, esta
alianza caracteriza en gran medida el eje militar que existe entre Washington y
Londres, que desempeña un papel dominante en la OTAN, en detrimento de los
aliados europeos del primero. Kennan también señaló la importancia de incluir a
Canadá en la alianza angloestadounidense, una política que en efecto ha sido
mayormente ejecutada (por medio del
CAFTA y la integración de las estructuras de mando militar). El papel de Canadá
fue concebido como el de un intermediario entre EE.UU. y Gran Bretaña, y como
medio para que Estados Unidos influyera en las colonias británicas, que más
tarde llegarían a formar la Mancomunidad.
“La
Europa federada”
En la Doctrina Truman ya se avizoraba un proyecto
de unión europea con una “Alemania debilitada”. George F. Kennan concibió la formación de una “Europa
federada” que estaría basada en el fortalecimiento de la alianza dominante
angloestadounidense entre Gran Bretaña y Estados Unidos, el debilitamiento de
Alemania como un poder europeo y la exclusión de Rusia.
A la luz de los acontecimientos recientes en
Ucrania y Europa del Este, es pertinente señalar que en el informe del
Departamento del Estado, citado más arriba, Kennan apunta explícitamente a una “política de contención de Alemania, dentro
de Europa occidental”. Lo que sugieren las observaciones de Kennan es que EE.UU. debe apoyar un proyecto europeo,
pero solamente en la medida en que favorezca a los intereses hegemónicos de
EE.UU.
En este sentido, vale la pena recordar que la
alianza francoalemana fue la que, por lo general, prevaleció antes de la
arremetida angloestadounidense contra Irak en 2003, a la que tanto Francia como
Alemania se opusieron.
La invasión de Irak marcó un punto de inflexión.
La elección de líderes políticos pro-EE.UU. (el presidente Sarkozy en Francia y
la canciller Angela Merkel en Alemania) conllevó a un debilitamiento de la
soberanía nacional y, por ende, al declive de la alianza francoalemana.
Hoy día
tanto el presidente francés como la canciller alemana reciben sus órdenes desde
Washington.
Lo que es más, en el contexto actual, EE.UU. está
empeñado en evitar que Alemania y Francia desarrollen relaciones políticas y
económicas con Rusia, algo que a los ojos de Washington socavaría sus
ambiciones hegemónicas sobre la Unión Europea.
La
construcción de una esfera de influencia de EE.UU. en el Este y Sudeste de Asia
Como ya hemos visto, la Doctrina Truman fue la
culminación de una estrategia militar desarrollada después de la Segunda Guerra
Mundial por EE.UU., pero que tuvo su génesis con el bombardeo nuclear de
Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 y la rendición de Japón.
En Asia del Este, esta consistió en la ocupación
de Japón después de la guerra, así como la toma de posesión del imperio
colonial japonés, incluyendo Corea del Sur (Corea había sido anexada a Japón
bajo el Tratado de Anexión Japón-Corea de 1910).
Tras la derrota de Japón imperial en la Segunda
Guerra Mundial, se estableció una zona de influencia de EE.UU. en el este y sudeste de Asia, específicamente en los territorios de la
antigua “Esfera de Coprosperidad de la
Gran Asia Oriental” del Japón imperial.
Asimismo, la hegemonía de Estados Unidos en Asia
se basó en gran medida en la creación de una esfera de influencia en los países
bajo la jurisdicción colonial de Japón, Francia y los Países Bajos.
La esfera de influencia en Asia y EE.UU., que fue
construida a lo largo de un período de más de 20 años, abarcó Filipinas (un
territorio de EE.UU. que fue ocupado por Japón durante la Segunda Guerra
Mundial), Corea del Sur (anexado a Japón en 1910 y un Estado cliente después de
la Segunda Guerra), Tailandia (un protectorado japonés durante la Segunda
Guerra), Indonesia (una colonia holandesa ocupada por Japón durante la Guerra y
que se vendría a convertir en un Estado cliente de facto de EE.UU. tras el
golpe militar que instaló a la dictadura de Suharto en el poder en 1965).
Esta esfera de influencia de EE.UU. en Asia
también extendió su control a las antiguas posesiones coloniales de Francia en
Indochina, incluyendo Vietnam, Laos y Camboya, que habían sido ocupadas
militarmente por Japón durante la Segunda Guerra Mundial.
El “giro hacia Asia” de Obama, que amenaza
abiertamente a China, es el desenlace de este proceso histórico.
La
guerra de Corea y la Doctrina Truman
La Guerra de Corea (1950-1953) fue la primera
gran operación militar llevada a cabo por
EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial, y empezó casi al inicio de
lo que eufemísticamente se llamó la “Guerra
Fría”. En muchos aspectos, era una continuación de la Segunda Guerra
Mundial, cuando las tierras de Corea
bajo ocupación colonial japonesa fueron, de un día para otro, entregadas a un
nuevo poder colonial en la región, Estados Unidos de América. La entrega de
Corea de Sur a EE.UU. tuvo lugar el día 8 de septiembre de 1945, tan solo tres
semanas después de la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945.
En la
Conferencia de Potsdam, celebrada en julio y agosto de 1945, Estados Unidos y
la Unión Soviética acordaron dividir Corea a lo largo del paralelo 38. No hubo ninguna
“liberación” cuando entraron las tropas estadounidenses. Más bien fue todo lo
contrario.
El 8 de septiembre de 1945 se instaló un gobierno
militar de Estados Unidos en Corea del Sur. Es más, oficiales japoneses en este
país colaboraron con Gobierno Militar del Ejército de Estados Unidos (USAMG)
(1945-1948), bajo el mando del General John Hodge, para garantizar la
transición. Los administradores coloniales de Japón en Seúl, así como los
oficiales de la policía coreana trabajaron de la mano con sus nuevos amos
coloniales.
Desde el comienzo, el gobierno militar de EE.UU.
se rehusó a reconocer al gobierno provisional de la República Popular de Corea
(RPK) (en Corea del Sur), el cual estaba comprometido con unas profundas
reformas sociales, como la distribución de la tierra, leyes para proteger a los
derechos de trabajadores, leyes para establecer un salario mínimo y la
reunificación de las dos Coreas.
El RPK era un gobierno no alineado, con un
mandato anticolonial que postulaba “el establecimiento de relaciones estrechas
con EE.UU., la URSS, Inglaterra y China, y oposición a cualquier influencia
extranjera que interfiriese en los asuntos internos del Estado”.15
El RPK fue abolido por decreto militar en
septiembre de 1945 por el USAMG, No hubo
democracia, ni liberación, ni independencia.
Mientras que Japón fue tratado como un imperio
derrotado, Corea del Sur fue identificado como un territorio colonial para ser
administrado bajo el régimen militar de EE.UU. y las fuerzas de ocupación
estadounidenses. El nuevo Jefe de Estado, Syngman Rhee, fue nombrado al dedazo por Estados Unidos y llegó a Seúl
en el avión personal del general Douglas MacArthur en octubre de 1945.
Crímenes
de guerra contra el pueblo coreano
Los crímenes de guerra cometidos por EE.UU.
contra el pueblo coreano en el transcurso de la guerra de Corea y posteriormente,
no tienen parangón en la historia moderna.
Además, es importante entender que estos crímenes
contra la humanidad auspiciados por Estados Unidos y acaecidos en los años
cincuenta han contribuido, con el pasar de los años, a establecer “un patrón de matanzas” y violaciones de los derechos
humanos en diferentes partes del mundo.
La guerra de Corea se caracterizó también por la práctica de asesinatos selectivos de
disidentes políticos, algo que luego fue implementado por la CIA en muchos
otros países, entre ellos Indonesia, Vietnam, Argentina, Guatemala, El
Salvador, Afganistán e Irak.
Estos asesinatos selectivos fueron perpetrados
invariablemente por instrucciones de la CIA y llevados a cabo por agentes de
los gobiernos o dictaduras militares clientes de EE.UU. En tiempos recientes,
asesinatos selectivos de civiles han sido “legalizados” por el Congreso y son
ahora el “la nueva norma”.
Según el libro escrito por I. F. Stone titulado
“La historia secreta de la guerra en Corea”, publicado por vez primera en 1952
(durante el auge de la guerra), EE.UU. buscó de manera deliberada un pretexto,
un acto de engaño que incitara a Corea del Norte a cruzar el paralelo 38, lo
cual conllevó a una guerra total.
El libro de I. F. Stone plantea interrogantes
sobre el origen de la guerra en Corea, y argumenta que en su afán por atizar la
guerra, el gobierno de Estados Unidos había manipulado a las Naciones Unidas.
Asimismo, puso en evidencia que las fuerzas armadas de EE.UU. y la oligarquía
de Corea de Sur retrasaron el fin de la guerra más de lo necesario al sabotear
deliberadamente las conversaciones de paz”.
En la versión de Stone, el General Douglas MacArthur “hizo todo lo posible para evitar la paz”.
Las
guerras de agresión de EE.UU. son libradas bajo el manto de la “autodefensa” y
ataques preventivos. Sesenta años más tarde, haciéndose eco de la
declaración histórica de I.F. Stone con referencia al general MacArthur, el
presidente Barack Obama y su secretario de Defensa Chuck Hagel también están
“haciendo todo lo posible para evitar la paz”.
Este
patrón de provocar al enemigo para que “tire el primer tiro” es una práctica
bien establecida en la doctrina militar de EE.UU. La idea es crear un
“pretexto para la guerra” que le brinda al agresor la justificación para intervenir
con el argumento de que actúa en “defensa propia”. Este fue el caso cuando los
japoneses atacaron Pearl Harbor en Hawái en 1941, inducidos por trampas y
engaños. Los funcionarios de Estados Unidos sabían con anticipación que habría
un ataque, pero lejos de buscar cómo evitarlo, permitieron que tuviera lugar
para así justificar la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial.
El incidente en el Golfo de Tonkín en agosto de
1964 fue el pretexto que buscaba EE.UU. para atacar Vietnam del Norte, luego de
que el Congreso adoptara la Resolución del Golfo de Tonkín, que autorizaba al
presidente Lyndon B. Johnson a ir a la guerra contra los comunistas de Vietnam
del Norte.
El análisis de I. F. Stone refuta “la versión
oficial” de que la guerra de Corea ocurrió a raíz de una agresión no provocada
por parte de los coreanos del norte el día 25 de junio de 1950, realizado por
instigación de la Unión Soviética con el fin de expandir su esfera de
influencia a toda la península, y que la agresión tomó completamente por
sorpresa a los coreanos del sur, Estados
Unidos y las Naciones Unidas. ¿Pero fue realmente una “sorpresa”? ¿Podría un
ataque con 70,000 hombres y, al menos, 70 tanques avanzando simultáneamente en
cuatro puntos diferentes haber sido una sorpresa?
Stone recopila informes de la época encontrados
en fuentes sudcoreanas, estadounidenses y de las Naciones Unidas que documentan
lo que se sabía antes del 25 de junio. Se ha informado que el titular de la CIA
en aquél entonces, el contraalmirante Roscoe H. Hillenloetter dijo de manera
oficial que “la inteligencia
estadounidense sabía que existían condiciones en Corea que podrían significar
una invasión en esta semana o la otra” (p.2). Stone escribe que “el principal comentarista
militar de Estados Unidos, Hanson Baldwin del New York Times, un periodista de
confianza del Pentágono, reportó que [los documentos militares de EE.UU.]
mostraban ‘desde los primeros días de junio un aumento sustancial del Ejército
Popular de Corea” a lo largo del paralelo 38’.16 (p. 4)
¿Cómo y por qué el Presidente Truman decidió tan
rápidamente el 27 de junio que el ejército de EE.UU. intervendría en la guerra
en Corea del Sur? Stone sostiene que algunos en el gobierno y las fuerzas
armadas de EE.UU. consideraban que una guerra en Corea y la resultante
inestabilidad en Asia Oriental favorecían los intereses de Estados Unidos.17
Según el editor de la revista semanal francesa Le
Nouvel Observateur Claude Bourdet:
Si la
tesis de Stone está en lo correcto, estamos en presencia del mayor engaño jamás
perpetrado a lo largo de la historia militar mundial… no [sería] cuestión de un
fraude inofensivo sino de una terrible maniobra en la que se utiliza
conscientemente la mentira para obstaculizar la paz, en un momento cuando ésta
es una posibilidad.18
En las palabras de los reputados autores
estadounidenses Leo Huberman y Paul Sweezy:
Hemos llegado a la conclusión de que el
presidente Syngman Rhee [de Corea del Sur] ha provocado deliberadamente a los
norcoreanos, precisamente para que tomaran represalias y cruzaran el paralelo
en masa. Y los norcoreanos cayeron fácil
en la trampa.19
El día 25 de junio de 1950, luego de la adopción
de la Resolución 82 del Consejo de Seguridad de la ONU, el general Douglas
MacArthur, quien encabezara el gobierno militar de EE.UU. en el Japón ocupado,
fue nombrado comandante en jefe del así llamado Mando de las Naciones Unidas
(UNCOM). De acuerdo con Bruce Cumings, la guerra coreana “tenía una fuerte
similitud con la guerra aérea librada contra el Japón Imperial durante la
Segunda Guerra Mundial, y muchas veces fue dirigida por los mismos líderes
militares estadounidenses”, incluyendo a los generales Douglas MacArthur y
Curtis LeMay.
Si bien no se utilizaron armas nucleares en la
guerra de Corea, lo que prevaleció fue la estrategia de “asesinatos masivos de civiles”, que ya se había formulado y
probado durante la Segunda Guerra Mundial. La política de causar masivamente
bajas de civiles inocentes fue ejecutada por medio de ataques aéreos y
bombardeos masivos de ciudades alemanas por fuerzas estadounidenses y
británicas durante las últimas semanas de la guerra. La ironía es que los
blancos militares fueron más bien resguardados.
Esta
doctrina no oficial de matar a civiles so pretexto de atacar objetivos militares
caracterizó en gran medida las acciones militares de EEUU en el transcurso de
la guerra de Corea y en lo que vino después. Como escribió Bruce Cumings
en su libro Korea: Forgotten Nuclear Threats (Corea: amenazas nucleares
olvidadas):
El día 12 de agosto de 1959, la Fuerza Aérea de
Estados Unidos dejó caer 625 toneladas de bombas sobre Corea del Norte; dos
semanas después el tonelaje diario aumentó a unas 800 toneladas. Los
bombarderos de Estados Unidos lanzaron más napalm y bombas sobre Corea del Norte
que en toda la campaña del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.20
Los territorios al norte del paralelo 38 fueron
objeto de bombardeos de saturación que provocaron la destrucción de 78 ciudades
y miles de pueblos:
Lo indeleble en la guerra de Corea de 1950-1953
fue la extraordinaria capacidad destructora de las campañas aéreas de Estados
Unidos contra Corea del Norte, desde un uso extenso y continuo de bombas
incendiarias (principalmente con Napalm), hasta amenazas de utilizar armas
nucleares y químicas, y la destrucción de enormes represas en Corea del Norte
durante las últimas etapas de la guerra…
Como resultado, prácticamente todo edificio de
cierto tamaño en Corea del Norte fue destruido.21
El general de división William F. Dean dio a conocer
que “la mayoría de las ciudades y pueblos de Corea del Norte que vio [durante
su estadía] no eran más que escombros o terrenos baldíos cubiertos de nieve”.
El general Curtis LeMay, quien coordinó los
ataques aéreos en contra de Corea del Norte reconoció sin el más mínimo empacho
que:
“Durante un período de tres años más o menos
matamos – ¿qué? – como el veinte por ciento de la población. … Quemamos todos
las pueblos de Corea del Norte y de Corea del Sur también”.22
Según Brian Willson:
Ahora se cree que la población al norte del
paralelo 38 que les fue impuesto perdió casi un tercio de su población de 8 a 9
millones de personas durante los 37 meses de guerra “caliente” entre 1950 y
1953, quizá un porcentaje sin precedentes de
mortalidad sufrida por una nación debido a la agresividad de otra”.23
Corea del Norte ha sido amenazada por Estados
Unidos con un ataque nuclear durante más de 60 años.
De la
Doctrina Truman hasta Clinton, Bush y Obama
Ha habido una continuidad a lo largo de la era
posterior a la guerra, desde Corea y Vietnam hasta el presente.
La
agenda neoconservadora bajo la administración Bush debe ser vista como la
culminación de un marco bipartidista de política exterior de “posguerra”, que
proporcionó la base para la planificación de las guerras y atrocidades
contemporáneas, incluyendo la construcción de cámaras de tortura, campamentos
de concentración y el uso extenso de armas prohibidas contra civiles.
Bajo Obama, esta agenda se ha convertido cada vez
más cohesionada, con la legalización de ejecuciones extrajudiciales de
ciudadanos estadounidenses bajo la legislación antiterrorista, el uso extenso
de ataques con aviones no tripulados (drones) contra civiles, y masacres ordenadas por la alianza Estados
Unidos-OTAN-Israel dirigidos contra civiles sirios e iraquíes.
Desde Corea, Vietnam y Afganistán hasta los
golpes militares apoyados por la CIA en América Latina y el Sudeste de Asia, el
objetivo ha sido siempre el de asegurar la hegemonía militar de EE.UU. y la
dominación económica global, como se formuló inicialmente bajo la Doctrina
Truman.
A pesar de las profundas diferencias políticas
entre ellos, los sucesivos gobiernos de
demócratas y republicanos, desde Harry Truman a Obama, han llevado a
cabo esta agenda militar global.
Todo este “período de posguerra” se caracteriza
por crímenes de guerra que provocaron la
muerte de más de veinte millones de personas. Esta cifra no incluye a los que
murieron como consecuencia de la pobreza, el hambre y las enfermedades.
La
naturaleza criminal de la política exterior de Estados Unidos
Aquí estamos tratando nada menos que con la
agenda criminal de política exterior de EE.UU. La propaganda mediática ha
servido para ofuscar las cosas. El intervencionismo de EE.UU. es
invariablemente defendido como una labor humanitaria. Mientras tanto, la así
llamada “izquierda progresista” y los “activistas antiguerra” reciben el apoyo
de fundaciones corporativas y también argumentan motivos humanitarias en apoyo
a esta política (véase el capítulo XI).
Su naturaleza criminal no atañe solo a uno o
varios jefes de Estado. Forma parte intrínseca de todo el sistema estatal, sus
distintas instituciones civiles y militares, así como los poderosos intereses
corporativos detrás de la formulación de la política exterior de EE.UU., los
institutos de investigación en Washington y las instituciones acreedoras que
financian la maquinaria militar.
Los
crímenes de guerra son el resultado de la naturaleza criminal del Estado de
EE.UU. y su aparato de política exterior. No se trata solo de criminales de guerra individuales, sino de todo un
proceso que involucra a tomadores de decisiones que actúan a distintos niveles,
con el mandato de llevar a cabo crímenes de guerra, según pautas y
procedimientos establecidos.
Lo que distingue a las administraciones de Bush y
Obama con relación al registro histórico de los crímenes y atrocidades
perpetrados por EE.UU., es que los campos de concentración, los asesinatos
selectivos y las cámaras de tortura son ahora consideradas abiertamente como formas legítimas de intervención que
apoyan la “guerra global contra el terrorismo” y promueven la difusión de la
democracia occidental.
EE.UU.
apoyó la “guerra sucia” en América Latina
El Secretario de Estado Henry Kissinger desempeñó
un papel importante tras bambalinas en el golpe militar en Argentina, así como
en la formulación de la Operación Cóndor, que consistió en una campaña llevada
a cabo con la colaboración de los gobiernos militares en los diferentes países
de América Latina durante la década de los años setenta y ochenta para
perseguir, torturar y asesinar a decenas de miles de opositores a estos
regímenes.
El lugarteniente de Kissinger en América Latina,
William Rogers, le dijo dos días después del golpe que:
En Argentina debemos esperar dentro de poco
cierta represión y probablemente una buena cantidad de sangre.24
Las
guerras del siglo 21: de la Guerra Fría a la “guerra global contra el
terrorismo”
El presunto autor intelectual de los ataques
terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva
York y el Pentágono en Washington fue Osama bin Laden, de origen saudita, quien
irónicamente fue reclutado por la CIA durante la guerra afgano-soviética “para luchar contra los invasores
soviéticos”.
Desde el comienzo de la guerra en Afganistán a
principios de la década de 1980, el aparato de inteligencia de EE.UU. ha
apoyado la formación de “brigadas islámicas”.
La
teoría de la guerra justa
La
teoría de la “guerra justa” (jus ad bellum) tiene una larga tradición. Ha
sido utilizada a lo largo de la historia para mantener el orden social
dominante y justificar sus guerras. Asimismo, ha servido para camuflar la
naturaleza de la política exterior de EE.UU., al mismo tiempo que brinda un
“rostro humano” al país invasor.
En el caso de Afganistán, los ataques del 9 de
septiembre tuvieron un papel importantísimo al ser utilizados para justificar
la invasión. Las guerras lideradas por la OTAN en Yugoslavia, Afganistán y
Libia son presentadas como “guerras justas” libradas por motivos humanitarios
según la Doctrina de Responsabilidad de Proteger (R2P) adoptada por la Alianza
Atlántica.
Los
ataques del 11 de septiembre de 2001 y la invasión de Afganistán
Los ataques del 11-S ofrecieron una justificación
para hacer una guerra sin fronteras. La agenda de Washington consiste en
extender las fronteras del American Empire con el fin de facilitar el control
corporativo absoluto de EE.UU. y al mismo tiempo instalar las instituciones del
Estado de Seguridad Nacional en el país.
Los ataques de 11-S 2001 también han desempeñado
un papel crucial en la formulación de la doctrina militar de EE.UU.,
específicamente para sustentar la leyenda de que Al Qaeda es un enemigo del
mundo occidental, cuando en realidad es un constructo de los servicios de
inteligencia de EE.UU. que se utiliza no sólo como pretexto para hacer la
guerra por motivos humanitarias sino también como un instrumento de guerra no
convencional.
El 12 de septiembre de 2001, la OTAN invocó por
primera vez en su historia el artículo 5 del Tratado de Washington, su cláusula
de defensa colectiva, y declaró que los ataques del 11-S al WTC y el Pentágono
constituían “un ataque a todos los miembros de la OTAN”.
Sin una pisca de evidencia y antes siquiera de
que se llevara a cabo una investigación al respecto, Afganistán fue declarado
como el “Estado patrocinador” de los ataques. La invasión de Afganistán a
inicios de octubre de 2001 fue presentada como una operación contraterrorista
dirigida contra los autores de los ataques y sus patrocinadores estatales.
Los sindicatos, organizaciones no gubernamentales
(ONG) y muchos intelectuales progresistas apoyaron la invasión encabezada por
EE.UU. y la OTAN. Los eventos del 11-S fueron de fundamental importancia para
lograr el apoyo de varios sectores de la sociedad estadounidense, incluyendo a
opositores y críticos de la política exterior del gobierno de Bush.
La
guerra en contra de Afganistán ya estaba planificada mucho antes del 11-S. Las preparaciones ya
estaban en un avanzado estado de disposición. En menos de 24 horas después de
los ataques, se dio luz verde para que Estados Unidos y la OTAN atacaran
Afganistán.
Los
informes de prensa jamás revelaron un hecho que es conocido y reconocido por
los analistas militares: es imposible, en cualquier circunstancia, planificar y
poner en práctica un elaborado escenario de guerra en apenas cuatro o cinco
semanas.
El argumento jurídico utilizado por Washington y
la OTAN para invadir Afganistán a principios de octubre de 2001 fue que los ataques
del 11-S constituyeron un “ataque armado” no declarado “desde el exterior” por
una potencia extranjera no nombrada y que, en consecuencia, eran aplicables
“las leyes de la guerra”, que permiten a una
nación bajo ataque contraatacar en nombre de la “defensa propia”.
La
“guerra global contra el terrorismo” fue lanzada oficialmente por el gobierno
de Bush el mismo 11 de septiembre de 2001. A la mañana siguiente, el
Consejo del Atlántico Norte de la OTAN en Bruselas adoptó el siguiente acuerdo:
“Si se determina que el ataque del 11 de
septiembre 2001 en contra de Estados Unidos fue dirigido desde el extranjero
[Afganistán] en contra de la región del Atlántico Norte, será considerado como
una acción contemplada en el artículo 5 del Tratado de Washington”.25
Afganistán
fue invadido el 7 de octubre de 2001, de acuerdo con la doctrina de seguridad
colectiva de la OTAN: un ataque a uno de los miembros de la Alianza Atlántica
es considerado un ataque a todos sus miembros. Esta premisa supone que en este
caso EE.UU. había sido atacado por Afganistán el 11 de septiembre de 2001, una
propuesta absurda.
Es decir que para defender la patria se requiere
de una guerra preventiva dirigida contra los “terroristas islámicos”. Las
realidades se invierten: Estados Unidos y el mundo occidental son los que están
bajo ataque.
A raíz
de los ataques del 11-S, la creación de este “enemigo exterior” sirvió para
ocultar los verdaderos objetivos económicos y estratégicos detrás de las
guerras encabezadas por Estados Unidos en Medio Oriente y Asia Central, que
abarcan países donde se concentra más del sesenta por ciento de las reservas de
petróleo y gas.
Librada por supuestos motivos de defensa propia,
la guerra preventiva se presenta al mundo
como una “guerra justa” con un mandato humanitario.
La
propaganda pretende borrar la historia de Al Qaeda, una creación de la CIA,
ahogar la verdad y “matar la evidencia” de cómo este “enemigo exterior” fue
primero inventado y luego transformado en el “enemigo número uno”.
Lo que los medios nunca mencionan es que los
terroristas son en esencia asesinos a sueldo
que actúan con el apoyo de EE.UU., la OTAN e Israel.
Guerra
no convencional: el uso de los rebeldes de Al Qaeda como soldados de infantería
de la alianza militar occidental.
Al-Zawahiri y Bin Laden in 2001
La estrategia de utilizar los rebeldes de Al
Qaeda como soldados de infantería de las fuerzas armadas de Occidente es de
crucial importancia. Ha caracterizado las intervenciones de Estados Unidos y de
la OTAN en Yugoslavia, Afganistán, Libia y Siria. Actualmente forma parte de
una agenda encubierta para desestabilizar Irak al apoyar al Estado Islámico en
Irak y al-Sham (EIIS).
El
Estado islámico
Mientras Washington
acusa a varios países de “albergar a terroristas”, Estados Unidos es el
principal “patrocinador estatal del terrorismo”: el Estado Islámico de Irak
y al-Sham (EIIS) – que opera tanto en Siria como en Irak – recibe de manera
encubierta el apoyo y financiamiento de EE.UU., y entre sus aliados se cuentan
Turquía, Arabia Saudita y Qatar. Además, el proyecto de EIIS de establecer un
califato sunita coincide con la agenda de larga data que ha tenido EE.UU. de
repartir Irak y Siria en diferentes territorios separados: un Califato Islámico
Sunita, una República Árabe Chiíta, una República de Kurdistán, entre otros.
Brigadas terroristas de Al Qaeda patrocinadas por
EE.UU. (y apoyadas de manera encubierta por la inteligencia occidental) también
se han desplegado en Malí, Níger, Nigeria, la República Centroafricana, Somalia
y Yemen.
El
objetivo es crear tantas divisiones sectarias y étnicas como sea posible, con miras a
desestabilizar o fracturar países soberanos, según el modelo exitoso utilizado
en la antigua Yugoslavia.
El plan
de ataque global de EE.UU.: el papel del Comando Estratégico (U.S.STRATCOM)
La guerra global moderna requiere una estructura
de mando centralizada y unificada.
Las operaciones militares globales después del
11-S son coordinadas desde la sede del Comando Estratégico de EE.UU.
(U.S.STRATCOM), ubicada en la base aérea de Offutt en el estado de Nebraska, en
colaboración con los comandos combatientes unificados (COCOM), así como con las
unidades de mando de la coalición estacionadas en Israel, Turquía, el Golfo
Pérsico y la base militar en la isla de Diego García en el Océano Índico.
La planificación y toma de decisiones militares a
nivel de país por los aliados individuales de EE.UU.-OTAN, así como las
“naciones socias” están plenamente integradas a un diseño militar global que
abarca también la militarización del espacio.
Bajo su nuevo mandato, U.S. STRATCOM tiene la
responsabilidad de “supervisar un plan de ataque global” que consiste en armas
convencionales y nucleares. En la jerga militar, está programado para
desempeñar el papel de integrador global encargado de las misiones de
operaciones espaciales; operaciones de información; defensa integral
antimisiles; comando y control global; inteligencia, vigilancia y
reconocimiento; ataque global; y disuasión estratégica… 26
Las responsabilidades de U.S. STRATCOM abarcan
“liderar, planificar y ejecutar operaciones de disuasión estratégica” a escala
global, “la sincronización de planes de combate regionales”, “la sincronización
de planes de combate regionales” y así por el estilo. U.S.STRATCOM es la agencia líder para la
coordinación de la guerra moderna.27
Por otra parte, U.S. STRATCOM se encuentra en
coordinación permanente con la sede regional del sistema de mando de combate
unificado, el que consiste en seis “áreas de responsabilidad”. Los mandos
regionales están encabezados por generales de cuatro estrellas que tienen el
mandato de poner en práctica los planes de guerra de EE.UU. dentro de su área
geográfica de responsabilidad. El Mando Europeo de EE.UU. (U.S. EUCOM) es
responsable de operaciones militares en Europa, Rusia y Turquía. El Mando
Central (US CENTCOM) coordina las operaciones militares en el Oriente Medio y
Asia Central. La jurisdicción del Mando Pacífico de EE.UU. incluye Asia del
Sur, el Sudeste de Asia, China, Japón, Corea y Australia.
El
escenario de guerra contemporáneo: ¿hacia una Tercera Guerra Mundial?
En 2005, al inicio del despliegue y escalada
militar dirigido contra Irán, U.S. STRATCOM fue identificado como “el mando
combatiente para la integración y sincronización de todos los esfuerzos
realizados el Departamento de Defensa para combatir las armas de destrucción
masiva” (véase el capítulo 3).28 El papel central de U.S. STRATCOM es aplicable
a Irán y el Oriente Medio amplio, así como a China, Rusia y Corea del Norte.
De forma simultánea con el despliegue de sus
fuerzas en Oriente Medio, dirigido contra Siria e Irán, EE.UU.-OTAN han
aumentado su arsenal y presencia en Polonia y la frontera occidental de Rusia
(Kaliningrado). El despliegue de fuerzas de EE.UU. en Polonia empezó en julio
de 2010 (a 40 millas de la frontera), con vistas a capacitar a las fuerzas
polacas en el uso de misiles estadounidenses Patriot.28En agosto de 2014, el
Pentágono anunció el despliegue de tropas estadounidenses y las fuerzas de la
Guardia Nacional en Ucrania. Asimismo, EE.UU.-OTAN planean despliegues
adicionales de fuerzas terrestres en Polonia, Letonia, Estonia, Lituania,
Georgia y Azerbaiyán, en la frontera sur de Rusia.
Estos despliegues militares, que ya estaban
previstos desde el borrador del texto de la
Ley de Prevención contra la Agresión Rusa (RAPA) (S.2277 – Congreso 113
(2013-2014)) también forman parte de la estrategia “defensiva” de la OTAN en el
caso de una “invasión rusa”.
El despliegue en la frontera sur de Rusia deberá
ser coordinada por medio de un acuerdo entre tres países firmado en agosto de
2014 por Turquía, Georgia y Azerbaiyán:
Luego de la reunión trilateral de los ministros
de defensa de Turquía, Georgia y Azerbaiyán, Tiflis anunció que los tres países
están interesados en trabajar en un plan para fortalecer sus capacidades
defensivas.
“Los representantes de los gobiernos de estos
tres países han empezado a pensar en un plan para fortalecer sus capacidades
defensivas”, dijo [el Ministro de Defensa de Georgia Irakli] Alasania, y añadió
que conviene a los intereses de Europa y de la OTAN, “puesto que esta ruta de
tránsito [Baku-Tiflis-Kars] es utilizada para transportar los cargamentos de la
alianza a Afganistán”.
Alasania también hizo notar que estas acciones no
van dirigidas en contra de nadie.29
Rusia y
el “giro hacia Asia” de Obama
Desde una perspectiva militar el “giro hacia
Asia” consiste en expandir los despliegues militares de EE.UU. en
Asia-Pacífico, así como aprovechar la participación de los aliados de Washington
en la región, como son Japón, Corea de Sur y Australia. La preparación militar
para el giro hacia Asia supone una amenaza para China, Rusia y Corea del Norte.
Los primeros han firmado acuerdos bilaterales de
cooperación militar con Washington. Como aliados de Estados Unidos forman parte
de los planes de guerra del Pentágono
que van dirigidos contra Rusia, China y Corea del Norte.
Además, Japón y Corea del Sur forman parte del
gran proyecto militar estadounidense de estacionar sistemas de misiles y tropas
de despliegue rápido a escala global, como se avizoró durante el gobierno de
Reagan.30
En agosto de 2014, EE.UU. y Australia firmaron un
acuerdo militar, luego del despliegue de tropas estadounidenses en Australia.
Este acuerdo forma parte del giro hacia Asia de Obama.
La
estrategia del Pentágono de cercar militarmente a China y Rusia requiere tanto
la toma de decisiones militares centralizada (Pentágono, U.S. STRATCOM) como la
coordinación con la OTAN y los varios mandos regionales de EE.UU.
La Federación Rusa es el país más grande del
mundo, con fronteras marítimas en los océanos Pacífico y Ártico. Los planes de
guerra de EE.UU. referentes a Rusia son coordinados desde la Sede del Mando
Estratégico (U.S. STRATCOM) en Omaha, Nebraska, el cual a su vez se coordina
con el Mando Europeo de EE.UU. (U.S. EUCOM), así como con los otros cinco
mandos de combate geográficamente distribuidos por todo el planeta.
Aunque formalmente Rusia se encuentra dentro de
la “jurisdicción” del Mando Europeo, en caso de guerra participarían los tres
mandos de combate regionales (Europa, del Pacífico y del Norte). En la
práctica, el Comando Norte de Estados
Unidos (U.S. NORTHCOM) es una extensión del Mando Norteamericano de Defensa
Aeroespacial (NORAD). A su vez, las diferentes estructuras se encuentran en
coordinación permanente con la sede de la OTAN en Bruselas.
Los
peligros de una Tercera Guerra Mundial
Si bien esta renovada confrontación este-oeste ha
sido etiquetada de manera equivocada como una “nueva Guerra Fría”, no se cuenta
con ninguna de las salvaguardas que existían durante la Guerra Fría.
La diplomacia internacional ha colapsado. Rusia
ha sido excluida del Grupo de 8 Naciones (G-8), que ha vuelto a ser el G-7. No
hay un diálogo este-oeste como sí lo hubo durante la Guerra Fría entre las
superpotencias rivales y que tenía como objetivo evitar la confrontación
bélica. A esto se suma que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se ha
vuelto un portavoz de facto del Departamento de Estado de EE.UU.
No obstante, EE.UU.-OTAN
no podrán ganar una guerra convencional contra Rusia, lo cual encierra el
peligro de que una confrontación militar pudiera desembocar en una guerra
nuclear.
Sin embargo, en la época después de la Guerra
Fría, las armas nucleares ya no son consideradas un “arma de último recurso”,
como sucedió con la doctrina de “Destrucción Mutua Asegurada”. Por el
contrario, las armas nucleares son ahora proclamadas por el Pentágono como
“inocuas para las poblaciones civiles circundantes, debido a que la explosión
es subterránea”. En 2002, el Senado de EE.UU. dio luz verde al uso de armas
nucleares en un escenario de guerra convencional. Las bombas nucleares son hoy
día parte de la “caja de herramientas militares” utilizadas a la par de armas
convencionales.
El mundo
está al revés cuando se llama paz a la guerra. Es irónico que Washington
defienda ahora las armas nucleares como “instrumentos de paz”.
El público desconoce en gran medida las graves
implicaciones que tienen estos planes de guerra. Además, la tecnología militar
del siglo veintiuno combina un despliegue de armas sofisticadas cuyo poder
destructivo supera con mucho los holocaustos nucleares de Hiroshima y Nagasaki.
No olvidemos que Estados Unidos es el único país del mundo que ha utilizado
armas nucleares contra poblaciones civiles.
El peligro de que estalle una Tercera Guerra
Mundial no es noticia de primera plana. Los grandes medios de comunicación han
excluido un análisis a fondo y siguen obviando el debate sobre las
implicaciones que acarrean estos planes de guerra.
Notas
The original source of this
article is Global Research
Copyright © Prof Michel
Chossudovsky, Global Research, 2015