Preámbulo del redactor del blog
Hace algunas semanas presentamos una ponencia de Pedro García Hernández de ‘Prensa
Latina’, sus investigaciones sobre la histórica Palmira no han pasado
desapercibidas. Palmira no solo recrea la antigua “Ruta de la Seda” simbolizada en un ambiente histórico de grandes
dimensiones, de arte milenario, de comercio
y convivencia de diferentes civilizaciones. La región desértica de Palmira, en
la provincia de Homs representa en la actualidad la supervivencia económica del
estado sirio.
Hemos referido ya –en anteriores entradas- que Palmira de forma reiterada no
ha sido atacada con el único objetivo de saquear sus restos arqueológicos por
manos obscuras a través de intermediarios –el yihadismo- éstos últimos, han
dedicado tiempo en Irak y Siria a tareas “arqueológicas”, olvidándose de su
“yihad”, se han convertido en marchantes de obras de arte a nivel internacional
y el comercio clandestino de piezas antiguas en los mercados negros de Medio
Oriente y Europa que representan inmensas sumas de dinero (sin mencionar el
tráfico de drogas). Por supuesto que otros “rebeldes moderados” en su total
fanatismo e ignorancia también han profanado y destruido parte de esas
civilizaciones del pasado.
Crónicas muy antiguas nos relatan la relevancia y estrategia de la vieja y
desértica Palmira (Tadmor/Tadmir en árabe, significa "ciudad de los
árboles de dátil") como paso obligado para recorrer la “Ruta de la Seda”. Desde
tiempos remotos Palmira constituye no solo una ciudad de tránsito, de comercio,
cultura y reposo, también fue un Imperio de corta duración (ver historia de la
reina Zenobia).
Antiguo Templo de Baal, destruido por los yihadistas.
Es raro encontrar una investigación que mencione que uno de los objetivos
de la guerra contra Siria, así como el conflicto en Irak, que incluye
territorios que reivindican los kurdos, se debe al impulso de China y de otras
naciones (Rusia, Irán) por renacer la legendaria “Ruta de la Seda”,
garantizando vías terrestres fiables desde China y Rusia hacia Europa y la
India en detrimento de las rutas marítimas celosamente acaparadas por el Imperio
británico –la reina de los mares- y su heredero los Estados Unidos de América.
Está evidenciado que en el pasado la “Ruta de la Seda” fue primordial para controlar vastos territorios y lógicamente
ejercer la actividad comercial. Evitar
que esas antiguas rutas se reactiven es clave para mantener el dominio del
comercio mundial anglosajón, es decir, la dominación económica imperial
contemporánea, conocida como ‘globalización’. De hecho, los grandes proyectos
de las “autopistas” energéticas –controlados por las superpotencias
occidentales- recrean la “Ruta de la
Seda” e impiden, mediante la guerra orquestada, que otras naciones intenten por
sus medios hacer lo mismo, es el juego estratégico del poder y riqueza en el
tablero geopolítico.
Como hemos visto, Palmira fue un punto clave de la antigua “Ruta de la
Seda”, de allí su relevancia histórica reflejada en sus ruinas que son de interés
del mundo académico y, claro, también una importante y obligada parada en el incesante
turismo internacional, siendo elevada a “Patrimonio de la Humanidad” en 1980.
Lastimosamente, la Comunidad Internacional, sobre todo las grandes potencias
occidentales no hicieron absolutamente nada por preservarla y protegerla de las
garras de la intolerancia, salvo los llamados de ayuda de la UNESCO que alertó
en varias ocasiones sobre los riesgos de la guerra.
Palmira ha caído dos veces en manos de las huestes que dicen llevar la
yihad –patrocinados desde Occidente y por la petro monarquías absolutistas de
Medio Oriente-. En dos ocasiones los extremistas fanatizados han sacrificado
miles de hombres para controlar esa zona. En dos ocasiones grandes operaciones
militares del ejército sirio, con apoyo ruso y de sus aliados regionales han
efectuado complejas operaciones bélicas para reconquistar no solo la vieja
ciudadela histórica sino amplias zonas del desierto colindante. No solo es por
la defensa del legado cultural y la preservación del arte ancestral que respiramos
con alivio que aquellas reliquias sean nuevamente resguardados como patrimonio
de la humanidad.
Hay otro trasfondo en todo esto. Primero, pregúntense por qué ese interés
en un lugar histórico sin mayor valor estratégico en el campo militar?; y,
segundo, cómo se hizo posible aquellos movimientos perfectamente coordinados del
Estado Islámico (Daesh) para apoderarse de esa zona?.
Recordemos nuestro comentario sentado en un anterior artículo:
La respuesta la tiene el Mando Norteamericano en su “apoyo” para la
liberación de Mosul (Irak). Desde antes de diciembre del 2016 anunciaron la
apertura de un corredor libre para que los yihadistas “abandonen” voluntariamente Mosul (la condición era que
debían dirigirse a la frontera siria, es decir la provincia de Homs y muy cerca
Palmira). Dando órdenes al ejército de Irak, el Army US paralizó las operaciones de las
fuerzas iraquíes sobre Mosul (período entre el 2 y 11 de diciembre del 2016).
Agradeciendo esa “cortesía” el Estado Islámico movilizó largas columnas de
tropas y blindados a plena vista de los FDS kurdos (Fuerzas Democráticas
Sirias) y de los “turistas” militares estadounidenses. Esa inmensa caravana de
tropas, blindados y material bélico de
los yihadistas en un lapso corto, sin obstáculo alguno llegó a Raqqa y se
unieron a otras unidades del EI que de inmediato se abalanzaron sobre Palmira.
Miles de yihadistas con apoyo blindado, artillería móvil y otro material
logístico volvieron a capturar la ciudad milenaria.
La conspiración es evidente. La segunda toma de Palmira fue otra prueba de
la doble moral estadounidense/OTAN, el Mando Norteamericano pudo –porque tiene
todos los recursos - alertar a los
sirios o rusos (concentrados en esos días en la batalla de liberación de Alepo);
o, en su defecto, tenían los medios para arremeter contra las visibles columnas
yihadistas. Nadie movió un dedo. Como irónicamente había expresado en esa
anterior ocasión, lo único que justifica esa inacción es que las tropas y los
comandantes hayan tomado anticipadamente unas inmerecidas vacaciones de navidad
y año nuevo.
Pedro García Hernández de ‘Prensa Latina’ desde Damasco nos ofrecía un tema
relacionado con nuestros artículos referentes a una deliberada destrucción y
robo de la historia de las civilizaciones siria e iraquí. El mismo Pedro García
nos trae hoy un nuevo reportaje sobre Palmira, esta vez no abordaremos la
historia, ni la cultura, ni el arte antiguo, ni la ‘Ruta de la Seda’, esta
corta crónica se enfocará en un vital tema sobre la zona geográfica que
comprende Palmira en el desierto de Homs y la provincia de Deir Ezzor.
Hablamos de la supervivencia de la economía siria a través de sus recursos
energéticos. Privar del gas y petróleo a
Siria constituye parte de la guerra secreta contra el país Levantino, de
allí que el yihadismo sea utilizado una y otra vez en una zona aparentemente sin
valor militar. Siria sufre carencia de combustible debido a los reiterados
sabotajes y asaltos a sus refinerías, la población civil debe resignarse desde años
a las privaciones y racionamiento del suministro eléctrico y gas de uso doméstico.
En muchas ocasiones las guerras no se ganan en el campo de la batalla sino en
la resistencia económica de un pueblo.
Tito Andino
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Soldados sirios sobre los restos de
las ruinas de Palmira
Los objetivos de la lucha por Palmira entre el Estado Islámico, Daesh por su acrónimo en árabe, y el Ejército sirio y sus aliados van más allá de una confrontación militar porque significa la sostenibilidad nacional ante una guerra impuesta.
Palmira, cuya ciudadela antigua es Patrimonio de la Humanidad desde 1980,
se ubica en medio del vasto desierto sirio fronterizo con Iraq, y a su alrededor
geográfico se concentra casi el 45 por ciento de las reservas de gas de esta
nación del Levante.
Más de 40 yacimientos están situados en el área noreste de la región,
perteneciente a la provincia de Homs y cuya producción en condiciones normales
llegaría a nueve millones de metros cúbicos diariamente.
La zona es también punto de tránsito por donde pasan los gaseoductos que
transportan gas desde importantes yacimientos en las vecinas provincias de
Hasaka y Deir Ezzor, al noreste y el este de Siria.
Los datos señalan que es además, el centro de la extracción o transferencia
de casi toda la producción del país, donde se encuentran las más importantes
plantas de procesamiento y de energía suministradoras de electricidad y gas
para uso doméstico e industrial a las áreas donde vive la mayor parte de la
población.
Maher, Shaer y Hayyan están entre los principales puntos geográficos en ese
sentido, con pozos y plantas fundamentales con ese fin y fueron los principales
objetivos en los ataques del Daesh desde los primeros instantes de la guerra
terrorista.
Abu Bakr Al Bagdadi, el escurridizo y máximo cabecilla de ese grupo, lo
expresó públicamente y en nombre de Alá pidió ‘consolidar’ el dominio sobre ese
vasto territorio para sustentar- como lo lograron hasta no hace mucho- una
fuente de financiamiento que les llegó a proporcionar miles de millones de
dólares.
La realidad demuestra con creces que la base confesional, la denominada
división entre extremistas religiosos y otras creencias más tolerantes, queda
en un segundo plano y a pesar de todo el esfuerzo mediático sin precedentes que
lanzó el mundo occidental en ese sentido contra Siria.
En medio de una brutal agresión externa que alentó hasta límites incalculables
las disensiones internas, el Estado sirio comprendió y racionalizó prioridades
y mantuvo la disputa en los terrenos de combate y aplicó estrictas medidas en
los controles de combustibles y sus derivados y la generación de electricidad.
Desde el 2012, todo esa desértica región fue y sigue siendo escenario de
duros combates y el dominio alterno de las fuerzas leales a Damasco y los
extremistas armados y que obligó a la aplicación de nuevas tácticas y
estrategias.
A partir de septiembre del 2015, todo empezó a cambiar tras la solicitud
legal e institucional del gobierno de Bashar al Assad de apoyo aéreo de Rusia,
dirigido esencialmente y sin cortapisas, contra el Daesh y su prepotencia
política más que confesional.
Con rapidez y eficiencia, en medio de una realidad geográfica bien difícil
desde el punto de vista militar, el apoyo aéreo ruso significó la garantía para
el avance de las tropas terrestres del Ejército sirio y el sensible corte a las
líneas de suministros del Daesh.
La primera liberación de Palmira en marzo del 2016 por el Ejército sirio y
la posterior contraofensiva del Daesh que volvió a ocuparla a fines de ese año,
permitió una evaluación de errores de apreciación tácticas y estratégicas,
asimilarlos con rapidez y revertir la situación.
Soldados sirios en la ciudad de
Palmira reconquistada.
Entre diciembre de 2016 y el actual mes de marzo, la coordinación operativa junto a la asesoría rusa e iraní permitió a las fuerzas sirias reconquistar Palmira, con apoyo básicamente y como tropa de choque y avanzada por la Quinta Legión, los combatientes de Hezbolá y los afganos fatimís.
La actual situación permite equilibrar los flancos de defensa en el
desierto y la región oriental de la provincia de Homs, mejorar la protección y
retoma de los campos de petróleo y gas, tal como se logró en el de Hayyan.
Por primera vez en la vasta extensión desértica hacia Palmira se emplearon
equipos militares de avanzada como los TOS 1 A, Buratino y los helicópteros de
ataques MI 28 y Ka 52, además de fuerzas especiales artilleras y de pequeñas
unidades del Ejército sirio.
Los resultados de tales acciones están demostrados en la destrucción de 19
tanques, 37 blindados de combate, 98 camionetas con armas pesadas y más de 100
vehículos de otro tipo del Daesh y el establecimiento de una zona segura de
operaciones a más de 20 kilómetros al este y sur de Palmira.
Todo ello en aproximadamente dos meses de operaciones, a lo que se suma la
aniquilación de más de dos mil puntos de concentración de los terroristas y la
recuperación de cerca de mil 700 kilómetros cuadrados de territorio.
Palmira, junto a sus milenarios valores históricos y arqueológicos, es hoy
el símbolo de la resistencia y firmeza de un país del Medio Oriente como nunca
antes, en defensa de la sobrevivencia de su soberanía e independencia.
Pedro García
Hernández
Texto original:
Prensa Latina