Breve prefacio del redactor del
blog:
Con anterioridad en diferentes ponencias nos hemos referido ya sobre el
papel que juega el reino wahabí de los Saud en la desestabilización del Medio
Oriente y la importancia vital de esta petro, retrógrada y extremista
monarquía para los intereses norteamericanos.
Para los Estados Unidos, Israel, la Unión Europea y la OTAN no es sola una
fuente de suministro energético, su situación estratégica en el mapa
geopolítico lo convierte –necesariamente- en un “aliado”.
Poco les interesa a las afamadas democracias occidentales lo que el reino
propiedad de los Saud hagan en materia de derechos humanos – eso existe solo
para sus “enemigos”-, es decir, los “defensores de la democracia en el mundo”
se desagarran las vestiduras y derraman torrentes de tintas atacando de todas
las formas posibles a quienes debemos entender son los “malos”, los enemigos de
Estados Unidos, Israel y la OTAN, que no son otros que aquellos
“recalcitrantes” países árabes que se niegan someterse a los dictados
político-económicos, no del pueblo de los Estados Unidos y de Europa sino de
gobiernos que trabajan para intereses del capital financiero en su vano intento
por globalizar la economía mundial bajo su exclusivo control.
La Arabia de los Saud constituye, por tanto, el “prototipo” de lo que debe
ser la “democracia” para los Estados Unidos y sus aliados europeos y
regionales. Los Saud y su reino son el ejemplo a “imitar” por el mundo árabe si
no desean que las fuerzas del ARMY USA implante, a punto de matanza y
destrucción, la “democracia” en las “tiránicas” Libia, Siria, Irak, Irán,
Líbano, Yemen, etc.
Los
ricos y el poder. En las fotos de arriba, Abdalá bin Abdelaziz, el reciente desaparecido monarca wahabí condecorando al Premio Nobel de la Paz 2009, Barack
Obama. Abajo: Donald Trump junto a Hussain Sajwani, de los Emiratos Árabes
Unidos, considerado uno de los hombres más ricos del mundo, tiene una semejanza con Trump, se convirtió en multimillonario por medio de los negocios
inmobiliarios y la construcción, según la historia oficial.
Parece ser que la nueva doctrina de los gobernantes y un amplio sector político de los Estados Unidos (no del pueblo estadounidense) es que todos los musulmanes son sospechosos de “terrorismo”, por tanto enemigos de los EEUU, a menos que seas un millonario wahabí, claro está. Y, el ejemplo más claro de lo que es la “democracia” y la “lucha antiterrorista” se encarna en la monarquía wahabí, “paladín” mundial de los “derechos humanos” y de la representación “democrática”, fiel clon de sus aliados de la OTAN y de Israel, impone la “democracia” de los bombardeos indiscriminados contra la indefensa población yemení y apoya material, económica y humanamente a la destrucción de las naciones sirias e iraquí. Fruto de ese arduo trabajo de los Saud, su reino ha sido premiado con un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Es lo que debemos seguir esperando de un organismo internacional que hace mucho se ha prostituido al poder y el dinero.
Guadi Calvo, experto internacionalista y periodista nos complementa en el
siguiente reportaje una descripción realista del rol de los Saud y su reino en
la desvastadora campaña contra las naciones que conforman el Eje de la
Resistencia.
No sin antes recomendar el repaso de la historia de los Saud y su reino en
un reportaje ya presentado en este blog.
Como siempre, buena lectura
T. Andino
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Arabia Saudita, como principal potencia de las monarquías del golfo, ha arrastrado a sus vecinos Qatar, Emiratos Árabes y Kuwait fundamentalmente, a acompañar y financiar el terrorismo wahabita encarnado en organizaciones como al-Qaeda, Daesh y el Talibán afgano y pakistaní, aunque en otros tiempos a pedido del Pentágono no se ha privado de financiar grupos que nada tienen que ver con el integrismo musulmán como los Contras nicaragüenses o las organizaciones neo fascista italiana Ordine Nuovo, responsable del atentado contra la Estación de Bologna en 1985 que dejó 85 muertos.
Desde la guerra contra los soviéticos en Afganistán, la tiranía de los
Saud, ha ido incrementando sus “donaciones” a cuanta organización terrorista
que se denomine wahabita, desde Filipinas a Nigeria, pasando por el Cáucaso,
Siria, Irak, Afganistán, Somalia, Libia y Mali.
Riad, fundamentalmente, ha regado de mezquita y madrassas (escuelas
coránicas) donde se captan y radicalizan a los jóvenes asistentes a lo largo de
toda Europa, África, obviamente el mundo árabe y el sudeste asiático, donde se
les inoculan las atrabiliarias lecturas del Corán, de Muhammad Ibn Abd al-Wahab
(1703-1792), quien llamaba a la instauración de un islam de los Salaf
(predecesores) de allí el termino salafismo. Más tarde sus teorías fueron
“actualizadas” en 1928 por el fundador de los Hermanos Musulmanes Hasan
al-Banna, hombre del Foreign Office y le continuó Sayyed Qutb, ahorcado en 1964
por el fallido atentando contra el líder egipcio Gamal Abdel Nasser.
La financiación del terrorismo por parte de las monarquías del golfo, son y
fueron toleradas por Washington, para quienes estos grupos no dejan de operar
como mano de obra, evitando así utilizar tropa norteamericana como ya ha
sucedido en Libia y Siria y en los últimos tiempos en Irak, también.
La alianza entre el Departamento de Estado y estas dinastías wahabitas, han
dado como principal resultado la subsistencia del Estado de Israel, ¿alguien
conoce alguna acción de al-Qaeda o el Daesh contra intereses judíos en algún
lugar del mundo?
La existencia de estas monarquías absolutistas, que someten a sus pueblos a
sistemas medievales de vida, donde una policía religiosa o Comité para la
Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, llamada mutawa’a, controla el
orden moral en las calles, pudiendo detener y castigar a quien falte las
estrictas normas impuestas, y donde todavía siguen siendo publicas los
ahorcamientos y decapitaciones, no parece ofender los principios de las
potencias occidentales como lo han hecho el presidente sirio Bashar al-Assad,
el líder libio Muhammad Gadaffi, o el “régimen” de los ayatolás iraníes que han
llevado a sus pueblos a niveles de vida similares a países europeos.
El libre tránsito de estas monarquías por el siglo XXI, lo toleran Europa y
Estados Unidos, por su petróleo barato y porque se han convertido en los
mejores clientes globales de la producción armamentística.
Las monarquías del Golfo incrementaron en un 154% la compra de armamento en
estos últimos cinco años, según el Instituto de Investigación para la Paz
Internacional de Estocolmo (SIPRI). Arabia Saudí, Qatar y Kuwait triplicaron
sus compras de material militar, al tiempo que el pequeño Omán lo elevó su
gasto ocho veces.
Según la misma fuente el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) Bahréin
Kuwait Omán, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes, realizan el 16,5% de las
compras de armamento a nivel global, a pesar de que representan en total menos
del 0,7% mundial.
El complejo militar industrial norteamericano se ha beneficiado con el 57%
de esas compras. El incremento de esas compras se produjo fundamentalmente tras las
crecientes olas de protestas en 2011 conocidas como la Primavera Árabes, que
precipitó las crisis en Libia, en Siria, profundizó la guerra civil en Irak, y
la guerra en Yemen, donde los combatientes huthíes y los grandes sectores de
pobres chiíes y suníes, han derrotado el gobierno de Mansur Hadi.
Entre 2007 y 2011, Arabia Saudita ocupaba el undécimo lugar entre los
importadores mundiales de armas para llegar en los últimos cinco años al
segundo lugar con un incremento de 212%.
El Reino Saudita carcomido por el temor a la República Islámica de Irán, ha
iniciado desde hace una década la
renovación de todo su equipamiento militar lo que ha disparado contratos
millonarios con los grandes centros industriales, casualmente occidentales y
casualmente miembros del más exclusivo de los clubes del mundo, el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, con asiento permanente y poder de veto: Estados
Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China. Los tres primeros junto a Ucrania,
Alemania, España, India e Israel, son los grandes proveedores de armas no solo
de Arabia Saudita, sino del resto de las monarquías del golfo.
Emiratos Árabes Unidos (EAU), que fue el tercer importador mundial, es un
factor primordial a la hora de disciplinar a enemigos y amigos, colaborador
fundamental de Riad en la guerra contra Yemen, ha realizado incursiones aéreas
en Libia, en agosto de 2014, contra posiciones fundamentalistas, que se negaban
a aceptar las imposiciones de Occidente. Por su parte Kuwait, incrementó la
compra de armamento en un 175%.
Tanto la familia Saud, como el emir Jalifa bin Zayed Al Nahayan, cabeza de
EAU. Anunciaron su disposición a continuar con el ritmo de sus importaciones de
armamento.
El emirato de Qatar, dueño de la tercera reserva mundial de gas natural,
quizás el país del golfo más involucrado financieramente en la guerra de Siria,
sufrió una crisis económica, debido a sus aportes a los terroristas, que obligó
a un enroque entre el emir Jalifa al-Thani, con su hijo el jeque Tamim, en
julio de 2013.
El sultanato de Omán, según el SIPRI, junto a Corea del Norte y Eritrea,
son las naciones que no informan el porcentaje de su PIB, que invierten en
defensa.
A excepción de Bahréin, el país más pequeño de CCG, que por otra parte
acoge la base de la V flota Norteamérica, el resto de sus socios se ubican
entre los 30 países compradores de armas desde 2011 a 2016.
Las compras de las monarquías del golfo, se focalizaron en aviones de
combate, helicópteros, sistema de defensas y comunicaciones, además de armamento
para la seguridad interna.
En al-Udeid, al suroeste de Doha (Qatar), se ubica la central
norteamericana de monitoreo para las operaciones contra el Daesh, en Irak y
Siria, con una dotación de cerca de 10 mil efectivos norteamericanos.
Guerra en el sur
Los ataques de Arabia Saudita, con aviones F 19 y los Commons Marcus
Thunderbolt israelíes, y según algunas fuentes piloteados también por oficiales
judíos, contra Yemen, iniciadas en marzo de 2015 para reinstaurar al presidente
yemení Mansur Hadi, han disparado una crisis humanitaria de consecuencias
desconocidas.
Los ataques de Riad han producido, más de 12 mil bajas en la población
civil, casi 4 millones de refugiados, y habiendo destruido todo tipo de
infraestructura, deja como resultado que el 82% de los 26.5 millones de
yemeníes necesite ayuda humanitaria; 14.4 millones no alcanzan a cubrir sus
necesidades alimenticias básicas y Cerca de 20 millones sin agua potable y 14.1
millones no disponen de asistencia sanitaria, cerca de 600 centros de salud han
sido clausurados por los daños, además de la falta de insumos médicos y falta
de personal.
A pesar de tanto esfuerzo la embestida del Rey Salman ha podido detener
apenas la resistencia huthi, pero si posibilitó el avance de escuadrones de
al-Qaeda y DAESH, en los sectores aparentemente “liberados” de la insurgencia
huthi.
Los Al Saud, empantanados en Yemen, pretenden escapar de la situación antes
que la guerra comience a incendiar sus propios territorios ya que la minoría
chií, cerca de 2, del total de 28 millones de habitantes del reino, se ubican
en las regiones del sur, donde también se encuentran los grandes yacimientos
petroleros, comienzan a movilizarse a favor de sus hermanos yemeníes.
Sin duda el rojo petróleo del golfo, no solo puede ahogar a sus pueblos
sino a las corruptas monarquías que los dominan.
Guadi Calvo
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ARTICULO ORIGINAL de Guadi Calvo, escritor y periodista argentino. Analista Internacional
especializado en África, Medio Oriente y Asia Central
Publicado originalmente en Al mayadeen TV (LIBANO)