Temas de análisis e investigación para descubrir los verdaderos motivos que se ocultan entre bastidores y que desembocan en conflictos bélicos. "Detectives de guerra" desenrolla la trama urgida por políticos y fuerzas obscuras que controlan el Poder en el mundo.
"El reparto del mundo y el miedo al movimiento social"
ENTREVISTA al historiador Jacques R.
Pauwels por Han Soete y Nick Dobbelaere para Solidaire.org
¿Fueron el atentado contra el archiduque de Austria o nobles motivaciones de paz, de democracia y de libertad las causas de la Primera Guerra Mundial? No, responde el escritor e historiador Jacques Pauwels. Las grandes potencias mundiales deseaban esta guerra desde hacía mucho tiempo para apropiarse de las colonias y para acabar de una vez por todas con las ideas revolucionarias que cada vez avanzaban más en toda Europa.
"En general se suele explicar la
Gran Guerra como un trueno en medio de un cielo azul. Se supone que nadie lo ha
visto venir ni nadie lo ha deseado. [...] En realidad, hacía veinte años que se
acumulaban las nubes de la guerra. Era necesaria una guerra. Y las elites
políticas de Europa la deseaban ya que consideraban que una guerra iba a suponer
cosas fantásticas para ellas [...]."
Hace años que Jacques Pauwels está totalmente enfrascado en la historia de
las revoluciones y de las guerras. Ya ha publicado varias obras al respecto. La
editorial EPO acaba de publicar, en neerlandés, su obra ‘De Groote Klassenoorlog. 1914-1918’ («1914-1918, la Gran Guerra de
las clases»), una obra imprescindible sobre la Primer Guerra Mundial. Considera
que hubo dos causas principales para esta
guerra, por una parte el imperialismo y, por otra, el miedo a la revolución.
«Las grandes potencias industriales, los grandes bancos y las grandes empresas querían nuevas colonias (o semicolonias sobre las que ejercerían un control indirecto) debido a sus materias primas, su mano de obra barata y sus posibilidades de inversión. Es indudable que una de las principales razones de la guerra reside en ello».
Veamos la explicación.
- Volvamos
a principios del siglo XX. ¿Acaso no se había repartido ya el mundo?
Jacques R. Pauwels: No del todo. China, por ejemplo, un inmenso país débil
con un enorme mercado de salidas, seguía estando totalmente abierto. Además, no todos los países estaban satisfechos con su parte. En el
aspecto de las colonias Alemania era el pariente pobre. Pensaba poder
fagocitar Bélgica. Además, Gran Bretaña estaba dispuesta a firmar un acuerdo al
respecto. No había que llegar necesariamente a una guerra. La competencia entre los países imperialistas también se podía resolver
por medio de acuerdos mutuos. Entre la elite inglesa había un grupo
bastante importante que hubiera preferido colaborar con Alemania en vez de con
Francia. Estas personas estaban dispuestas a ceder el Congo belga a Alemania
para satisfacer a este país. Por lo tanto, es normal Bélgica se implicara en esta guerra puesto que
Bélgica también era un país imperialista.
- Usted
también habla de imperialismo social…
Jacques R. Pauwels: En efecto. Adquiriendo las colonias los países se
podían desembarazar de sus ciudadanos «molestos»: las clases inferiores, que
para la elite estaban superpobladas.
Se podían desembarazar de las personas demasiado pobres
enviándolas a las colonias. El imperialismo era, por lo tanto, una manera de
resolver los problemas sociales. Los
pobres podían hacer carrera en las colonias. De este modo se convertían en
patriotas en vez de seguir siendo unos pelmas. Dejándoles intervenir de manera
agresiva en las colonias ya no planteaban el menor problema en la metrópoli. Por ejemplo, había muchos hijos de agricultores sin trabajo debido a que la
agricultura se estaba volviendo demasiado productiva. Se podía enviar a estos
chavales al Congo como misioneros. Se envió allí a una veintena de misioneros
de cada poblacho agrícola flamenco, se les puso un uniforme y a partir de
entonces pudieron jugar a ser patrones en el país de los negros.
- Usted
afirma que el reto eran las colonias. En ese caso, ¿por qué no llevaron a cabo
la lucha en las colonias?
Jacques R. Pauwels: Todo esto acabó en una guerra mundial porque se trataba de posesiones imperialistas, pero esta guerra se desarrolló en Europa porque los países imperialistas estaban principalmente en Europa, con dos excepciones: Estados Unidos y Japón, que se pudieron permitir no intervenir directamente. Otros países, como Italia y Bulgaria, esperaron un poco pero finalmente entraron en guerra cuando comprendieron que había algo que ganar en la aventura.
Mapa de las posesiones coloniales al
principio de la guerra • Las causas de la Primera Guerra Mundial fueron el
reparto de los nuevos mercados que ofrecía China, el reparto del petróleo de
Mesopotamia, la lucha entre las grandes potencias imperialistas por las
colonias.
- ¿No hubiera sido mejor permanecer neutrales en el caso de
los países que no estaban concernidos directamente?
Jacques R. Pauwels: Confinarse en la neutralidad tampoco dejaba de ser
peligroso. ¿Por qué entró en guerra Estados Unidos? No para salvar la
democracia o algo por el estilo, eso es una tontería. Al ser un país
imperialista, estaba al acecho de una ocasión para extenderse y China se
encontraba en la lista de sus pretensiones. No es que quisieran conquistar
China, sino que querían penetrar en ella en el plan económico: ahí había mercado para sus productos, posibilidades
de inversión, contratos interesantes en la construcción del ferrocarril, etc. Pero otros países también miraban de reojo a China, como Japón, por
ejemplo. Alemania y Francia ya tenían concesiones ahí, unas minicolonias.
Japón, el gran competidor de Estados Unidos, declaró la guerra a Alemania con
un pretexto y lo que hizo inmediatamente fue conquistar en China este trozo que
era de Alemania. Esto no le gustó a los estadounidenses. Estados Unidos
tenía que intervenir, de lo contrario se iba a encontrar con las manos vacías
al final de la guerra.
Era como una lotería, quien no
jugaba no podía ganar. En
febrero de 1917, en Francia, el presidente del Consejo (jefe del gobierno de
entonces, NDLR) había declarado que solo los países implicados en la guerra
tendrían algo que decir en el reparto del mundo posterior a la guerra. En mi
opinión, hay una relación entre esta declaración y el hecho de que en abril de
ese mismo año Estados Unidos declarara la guerra a Alemania. Los ganadores de la guerra tenían la
intención de recompensarse a sí mismos, los perdedores iban a perder, pero los
neutrales no recibirían nada e incluso lo contrario, ya que quienes
permanecieran neutrales podían ser sancionados porque no estaban en el campo de
los vencedores.
- ¿Cómo
es eso?
Jacques R. Pauwels: Tomemos el ejemplo de Portugal. En 1916 también los
portugueses declararon la guerra a Alemania, no porque creyeran tener que estar
ahí cuando se repartieran los premios, sino porque consideraron que iba a tener
que pagar el precio de su neutralidad si no entraban en guerra. Sabían que ya antes
de la guerra los británicos habían propuesto a Alemania las colonias
portuguesas. Por consiguiente, los portugueses se dijeron que iban a perder sus
colonias si permanecían neutrales. Así pues, los portugueses tenían mucho
miedo de perderlo todo si permanecían neutrales. Y, ¿qué hizo Portugal? Declaró
la guerra a Alemania, para gran desilusión de los británicos. ¿Tenía Portugal algo contra Alemania? No,
nada en absoluto, pero por esas razones imperialistas no se podía permitir
confinarse en su neutralidad.
- Siempre se ha dicho que los británicos entraron en guerra
porque los alemanes habían violado la soberanía belga, pero sin duda esa no fue
la verdadera razón.
Jacques R. Pauwels: No, simplemente necesitaban una excusa, ya que de todos
modos Gran Bretaña deseaba la guerra con Alemania. Ya había llegado en secreto
a un acuerdo con Francia que obligaba al ejército británico a acudir en ayuda
de los franceses.
¿Por qué llegaron los británicos a este acuerdo con los
franceses? Porque querían la guerra con Alemania y sabían que Alemania siempre
había sido enemigo de Francia. Los británicos y los franceses nunca habían sido
amigos, pero se convirtieron en amigos porque tenían un enemigo común.
- ¿Por
qué quería Gran Bretaña la guerra con Alemania?
Jacques R. Pauwels: La potencia política y económica de Gran Bretaña se
basaba en el control de los siete mares: Britannia rules the waves, “Gran
Bretaña gobierna los mares” . La flota británica tenía que seguir siendo tan
importante como el conjunto de las demás para poder dominar a cualquiera.
Pero a finales del Siglo XIX y principios del XX los alemanes también
empezaron a construir barcos. Se trataba de barcos modernos que no
navegaban gracias al carbón, sino al
petróleo. Gran Bretaña tenía carbón,
pero carecía de petróleo, por lo tanto tenía que comprar el petróleo a Estados
Unidos, a la Standard Oil. Pero como era una gran potencia, a Gran Bretaña no
le gustaba depender de Estados Unidos, ya que eran grandes rivales, incluso
enemigos.
Gran Bretaña quería una fuente independiente de petróleo, así que se puso a buscar. Primero por Persia, el actual, Irán, donde los
británicos habían llegado a un acuerdo con los rusos para repartirse el
petróleo. Inmediatamente después se descubrió gran cantidad de petróleo en Mesopotamia, el actual Iraq, que
formaba parte del Imperio Otomano, en aquel momento “el hombre enfermo de
Europa”*. Ya antes de la guerra los británicos habían arramblado con una parte
de este país y lo habían denominado Kuwait. Los británicos instalaron ahí, en
el trono, a un emir, que era su amigo. No un demócrata, sino alguien bien
dispuesto a hacer el juego.
Un poco después también se encontró petróleo en la ciudad de Mosul y Mesopotamia se convirtió claramente en el objeto del deseo de los británicos. Pero pertenecía a los otomanos y Mosul se encontraba más lejos, en el interior, y era difícil apropiarse de ella. Pero, ¿qué descubrieron entonces los británicos? Que el Imperio Otomano y Alemania tenían un proyecto común de construcción de un ferrocarril que uniera Bagdad y Berlín. Los alemanes tenían intención de llevar este petróleo de Mesopotamia a su propia marina de guerra. Y los británicos debían impedirlo costara lo que costara. ¿Cómo? Por medio de la guerra. Cuando estalló la guerra, el ejército anglo-indio, que ya se encontraba en los alrededores, desembarcó inmediatamente en Mesopotamia.
El ejército británico en Europa era demasiado débil para
luchar contra el ejército alemán. Por lo tanto, necesitaba aliados. Francia y
Rusia, que también eran enemigos de Alemania, tenían ejércitos enormes. Y así
fue como se llegó a un acuerdo militar con Francia.
- ¿Quiere
usted decir que en realidad no faltaba más que una ocasión de entrar en guerra
con Alemania?
Jacques R. Pauwels: ¡ Exacto! Y a los británicos les sirvió que Alemania invadiera Bélgica. Pretendieron que la violación de la neutralidad de Bélgica era un gran problema. Sin embargo, cuando los japoneses atacaron la concesión alemana en China, los británicos acudieron a ayudar a los japoneses sin preguntar, además, a China si podían atravesar el país. Aquello también era una violación. Los propios británicos lo habían hecho en China lo que los alemanes hicieron en Bélgica. La idea de que los británicos entraron en guerra para proteger a Bélgica era una enorme ficción, era una excusa.
- En su libro demuestra que además del reparto del mundo, había una segunda razón para la guerra: era una ocasión de frenar el movimiento social.
Jacques R. Pauwels: En efecto. El imperialismo es un sistema que
funciona a beneficio de los grandes actores del sistema capitalista: los bancos y las grandes empresas, que
necesitan materias primas y que en el plano internacional están activos en el
sector minero, en la construcción de ferrocarriles, etc. Estas personas tenían
problemas con sus trabajadores. Estos trabajadores empezaron a reclamar mejores condiciones de trabajo,
crearon sindicatos, tenían sus propios partidos querían salarios más altos, más
democracia, derecho a voto, etc. Para los capitalistas este movimiento social
era una espina en el pie. Además, los partidos socialistas cada vez obtenían
más votos. «¿Cuándo parará esto?», pensaba la elite, que a todas luces tenía
miedo de una revolución. Pero aunque esto no acabara en una revolución, aunque los socialistas
simplemente tuvieran que ganar las elecciones (y estaban cerca de ello), la elite temía que todo cambiara. Había
que poner fin a todo eso, hacer retroceder esta democratización. ¿Qué se podía hacer en contra de esto? En primer lugar, se deportó a las
colonias a los elementos más molestos. Este imperialismo social resolvió ya una
parte del problema. El británico Cecil Rhodes afirmó que el imperialismo era
necesario para evitar una guerra civil. Pero no se podía deportar a todo el mundo. Hacia la década de 1900 cundía
entre la elite un «miedo a la masa», la masa peligrosa que conocía un ascenso
irresistible. La guerra era una solución
para encauzar este problema. La elite quería volver a los tiempos de los
señores que mandaban y de los esclavos que obedecían incondicionalmente. El objetivo era aniquilar las ideas
revolucionarias, la vuelta atrás. Es precisamente el tipo de situación que se
tiene en el ejército: nada de discusiones, nada de democracia y un bonito
uniforme para todo el mundo. Se quería militarizar a la sociedad. Por
consiguiente, se necesitaba una guerra y cuanto antes mejor.
- ¿Había
prisa?
Jacques R. Pauwels: En aquel momento todas las partes pensaban que no
podían perder. Los franceses, los británicos y los rusos tenían una alianza, la
Triple Entente. Creían que juntos eran invencibles. Los alemanes tenían
Austria-Hungría de su parte, sus generales geniales y una industria enorme
detrás que podía fabricar los mejores cañones. Además, si esperaban demasiado pudiera ser que los socialistas ganaran las
elecciones y entonces la elite temía la revolución. Los británicos y los
franceses, por ejemplo, no podían esperar demasiado tiempo, porque temían que
estallara la revolución en Rusia. En ese caso, habrían perdido a este aliado y
sin lugar a dudas ya no podrían resultar victoriosos.
En un momento dado ya no se pudo esperar más. El atentado en Sarajevo no fue la razón de la guerra
sino el pretexto para lanzarse por fin a ella, de la misma manera que la
violación de la neutralidad belga no había sido una razón para emprender la
guerra contra Alemania. Necesitaban un pretexto.
- La
guerra tenía unas causas geoestratégicas y servía a unos intereses nacionales.
Pero, es cruel enviar a la muerte a millones de personas por esas razones, ¿no?
Jacques R. Pauwels: Sí, es cínico y particularmente cruel. Pero a principios
del siglo XIX lo que prevalecía era el pensamiento social darwiniano. La
elite consideraba que se encontraba en lo más alto de la escala social y que
estaba compuesta por los mejores. Racionalizaban toda esta violencia y todos estos
muertos: había demasiadas personas y una guerra llegaba en el momento oportuno
para hacer un poco de limpieza, para aligerar un poco las clases inferiores
Es un error pensar que estos generales fueran unos
sádicos. Eran personas muy normales que aplicaban lo que entonces era una idea
común, es decir, que había una jerarquía entre las personas y que ellos estaban
en lo más alto y quienes estaban en lo más bajo eran molestos y peligrosos,
además de demasiado numerosos. La elite consideraba que tenía derecho a
controlar a los demás. ¡Eso también valía para la elite belga! Porque no
hay que olvidar que lo que los belgas hicieron en el Congo es mucho más grave
que lo que los alemanes hicieron en Bélgica. Pero la Bélgica mártir es un
hermoso tema para nuestros manuales de historia… Cuando se ven las cosas desde este punto de vista se comprende por qué estos generales enviaban a cientos de miles de hombres a la muerte. No porque fueran crueles, sino porque estaban convencidos de hacer lo correcto.
- El escritor francés Anatole France dijo entonces: «Creemos morir por la patria, pero morimos por las industrias».
Jacques R. Pauwels: Se convenció a la gente que era noble morir por la
patria: lo decía el cura y lo decía el burgomaestre, y la gente se lo tragaba.
- El cura
y el burgomaestre no eran los únicos en decirlo. Los partidos socialistas
también lo dijeron justo antes de la guerra.
Jacques R. Pauwels: En efecto, esa es la razón por la que tantos hombres
partieron a la guerra con tanto entusiasmo, porque los socialistas también lo
decían, salvo en algunos países como Italia. De hecho, esta es la razón por la
que los italianos fueron menos entusiastas de la guerra.
- ¿Por
qué cambiaron de opinión los socialistas?
Jacques R. Pauwels: Hasta 1914 la mayoría de los socialistas todavía eran
revolucionarios en teoría, pero ya no en la práctica. Habían trabajado en el
seno del sistema por unas mejoras y unas reformas: tenían un poco más de
democracia, se había ampliado el derecho a voto, la semana laboral era más
corta, etc. Progresivamente los socialistas consideraron que las cosas empezaba
a ir mejor. Con los beneficios del colonialismo (hacer trabajar a los
negros) se podía pagar un poco mejor a los trabajadores de aquí. Por lo tanto,
muchos socialistas lo consideraban una ventaja. Así fue como nació lo que Lenin
denomina la aristocracia obrera. Para los simples trabajadores las cosas iban
mejor. «¿Sigue siendo necesario hacer la revolución?», pensaban muchos
socialistas. «Las cosas van bastante bien así, ¿no?». Los dirigentes socialistas se volvieron cada vez más burgueses, formaban
parte del sistema. El 21 de julio, [fiesta nacional belga] podían ir a
estrechar manos a palacio... Pero, ¡cuidado, no todos eran así! En Alemania había socialdemócratas que
seguían siendo furibundamente hostiles a la guerra, lo mismo que Lenin en
Rusia. Pero la mayoría se había aburguesado bastante. El sociólogo alemán
Robert Michels ha estudiado el SPD alemán a partir de principios del siglo XIX.
Su conclusión es que en el seno del partido obrero alemán se había desarrollado
una jerarquía burguesa. Al largo plazo la dirección del partido tendría
demasiado que perder con una revolución. No querían perder las cosas buenas que
habían obtenido. Finalmente se pusieron de parte de la guerra. Justo antes de la guerra los socialistas alemanes se habían reunido con el
socialista francés Jean Jaurès**, entre otras personas, para pronunciarse en
contra de la guerra, pero al día siguiente, finalmente aprobaron los créditos
de guerra.
- En las
conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial no se menciona lo que usted afirma
del imperialismo y del temor a la revolución, por no decir que no se menciona
en absoluto. ¿No es extraño?
Jacques R. Pauwels: ¡Pues sí! ¿Por qué no me han llamado todavía los
periódicos De Standaard y De Morgen para hacer una entrevista?
Tienen otras cosas que contar a la gente, a saber, que fue una guerra por la
libertad, el derecho y la democracia. ¿Quién querría escuchar hoy que los
estadounidenses entraron en guerra por objetivos imperialistas? ¿Quién no
preferiría con mucho saber que fue para defender la democracia? Eso es lo que
se dice todavía hoy. Mi relato no pega en el marco actual. Mi mirada sobre la historia va
contracorriente. Sin embargo, las personas que leen mi libro consideran que es
una manera de comprender la historia. Si uno examina la historia de esta
manera, se empieza a plantear preguntas sobre las guerras de hoy, a decirse que
nuestros dirigentes nos suelen contar mentiras e incluso que dicen lo contrario
de lo que piensan. Se llama contrarrevolución a la revolución, defensa al
ataque. Vivimos tiempos orwellianos. Para comprender la Primera Guerra Mundial hay que comprender el siglo XIX.
La Primera Guerra Mundial es hija del siglo XIX. El siglo XIX es hijo de la
Revolución Francesa y la Primera Guerra Mundial es la madre del siglo XX. Y esta guerra mundial desencadenó una revolución que a su vez
desencadenó una revolución mundial porque explicó cómo a través de la
Revolución Rusa la guerra también tuvo influencia en China, en India y más
lejos. Últimamente he estado en el extremo sur de Chile, en Patagonia. En 1918
estallaron allí huelgas y revueltas, una minirrevolución que a todas luces
estaba inspirada en la Revolución Bolchevique. Se aplastó aquella revolución,
pero se hicieron concesiones para reducir su influencia. Chile fue el primer
país con un Estado de bienestar y la razón fue esa, pero este tipo de cosas no
se leen en ninguna parte. Aquí, con ocasión de las conmemoraciones solo se nos habla de Westhoek, del
Yser y de Ypres , y después también un poco de lo que pasó al otro lado de la
frontera, en Verdun y en la Somme. Y, sin embargo, ¡fue una guerra mundial!
EL AUTOR Jacques R. Pauwels. Escritor nacido en
Bélgica, reside en Canadá desde 1969. Es autor de “El mito de la guerra buena: EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial” y ésta, su nueva obra “1914-1918
La Gran Guerra de las Clases”
Enfocar analítica y objetivamente la cuestión israelí en la problemática
del Medio Oriente es sumamente complejo. Quien se entregue a este cometido no
debe caer en la tentación de encaminar sus hipótesis a un personal punto de
vista, ese es el primer error de muchos investigadores y de demasiados
pseudo-historiadores. Algo que debe practicar un verdadero analista de la
compleja ecuación geográfica y política de esa región es basarse en un simple
principio o fuente: la historiografía.
Hablar de Israel y su historia es algo que no vamos a realizar, por lógicas
razones, el tema da no solo para un libro sino para una gran enciclopedia, que
de paso está ya muy bien ilustrada. Aquí nos vamos a enfocar en un tema
polémico, candente, causa de mucha irritación y odio –muchas veces infundado-,
que ha originado una infinidad de “teorías de la conspiración” que motivan el resurgir de agrupaciones
extremistas a lo largo de la vieja Europa. Y, lo peor de todo, la aparición
gratuita de miles de neonazis de internet seducidos por una rabiosa propaganda
antisemita sin fundamento alguno, divulgaciones, por cierto, orquestadas desde
la misma Alemania nazi y que es el legado de Goebbels y su camarilla para sus
actuales y delirantes partidarios.
Sin duda, imperiosamente debo desviarme del tema principal de esta
ponencia, que básicamente es descubrir o recordar al lector cual es el
verdadero rol de Israel en su agresiva política contra toda nación que
considera su enemiga. El estado de Israel –me referiré siempre de esa forma- y no
con términos, aunque válidos, no siempre utilizados de manera adecuada en el
contexto de una deliberación, es decir, en mi personal punto de vista, decir
estado sionista, entidad o ente sionista –reitero, no obstante que es una forma
admitida de identificar a un estado (como decir en Latinoamérica gringos a los
estadounidenses), se ha prestado siempre a un despropósito que queremos evitar,
difundir la xenofobia.
Hay un afamado investigador estadounidense, politólogo y crítico de origen
judío a quien me gusta siempre citar en esas acaloradas discusiones con
enfermizos antijudíos que se disfrazan de “solo antisionistas” (elegante forma
de ocultar su odio irascible e infundado).
El Dr. Norman Finkelstein, es un notable académico, experto en ciencia
política, su vasto conocimiento en temas relacionados con Israel, el sionismo y
el judaísmo en general; y, sobre todo, con el conflicto palestino- israelí. Demuestra que el haber nacido dentro de una fe no es sinónimo de “maldad”, como predicaron los nazis y han adoptado los modernos neo-nazis. Finkelstein ha sido duramente criticado por el segmento más conservador del
judaísmo e incluso privado de su catedra universitaria por denunciar
públicamente las prácticas crueles del gobierno israelí en contra de los palestinos
y árabes que habitan Israel y los territorios ocupados.
A parte de sus innumerables artículos, existe un libro del Dr. Finkelstein
que debería ser leído para profundizar el conocimiento: “La
industria del Holocausto", texto que
denuncia no solo el tratamiento de Israel contra los Palestinos, sino la
utilización política del genocidio en beneficio de su causa. En resumen, el Dr. Finkelstein es contundente al afirmar que lo que haya podido sufrir el pueblo judío en el holocausto no justifica, en lo más mínimo, la política represiva del estado de Israel hacia el pueblo palestino. Justamente, es ese desacierto autoritario israelí en los territorios ocupados lo que da argumentos a los “negacionistas”. El profesor resalta que el holocausto es explotado para fines políticos pro-israelíes y la financiación de políticos en menoscabo de una realidad social, los verdaderos sobrevivientes.
Veamos el siguiente e interesante video, un segmento de una Conferencia en la Universidad de Waterloo (Canadá) en 2010, el Dr. Norman Finkelstein,
responde a una joven judía. Una de las conclusiones del video es la demostración de cómo unas declaraciones pueden ser sacadas totalmente de contexto, tomando solo datos parciales.
Dr.Norman Finkelstein rechaza las lágrimas de cocodrilo
Bien, dejemos a un lado al destacado Dr. Finkelstein. Viene a la mente el
recordado George Orwell, un cabal crítico de los totalitarismos, a quien
deberíamos leer con más frecuencia, él solía expresar que "Toda
la propaganda de guerra, todos los gritos y mentiras y odio, provienen
invariablemente de gente que no está peleando”.
En nuestros días, lamentablemente, se detecta un gran número de exaltados
partidarios del nazismo que intentan imponer –incluso de forma agresiva- la
versión nazi de la historia, en desmedro del sufrimiento de millones de
víctimas. Dar un punto de vista desde la posición del nazismo en si no es
cuestionable, pero se rechaza o, lo mejor, es ser indiferente ante tanta
ignorancia de la historia “divulgada” por pseudo-historiadores apologistas de
la supremacía nazi. Los neo-nazis (en especial en Latinoamérica) deberían
empezar sus grotescos aprendizajes de “historia” de la segunda guerra mundial
con un simple ejercicio mental: de verdad piensan que el judaísmo es una raza?,
tal como vociferan los “revisionistas”.
He dicho en varias ocasiones (que comparto con muchos investigadores) que
una cosa es plantear la doctrina nazi como debate, como tema de nuestra
historia contemporánea y, otra muy diferente, hacer un ensalzamiento sectario
de los crímenes perpetrados por esa fanática ideología. Una cosa es negar los
hechos históricos por puro odio xenófobo y otra es hacer un estudio exhaustivo
de la historia.
Los neonazis de internet constituyen ahora una molestia real, la cantidad
de "intelectuales" y “críticos” que copian y pegan links de páginas
de fanáticos que exaltan el crimen y el extremismo es un verdadero dolor de
cabeza, éstos falsos “historiadores” en su vida han visitado una biblioteca o,
peor aún, han leído un libro de investigación (salvo alguna que otra versión neo-nazi escaneada y colgada en
internet –y ni siquiera dedican una lectura completa-).
Amable lector, no se necesita ser judío, sionista o pro-sionista para
rechazar el nazismo, como tampoco tenemos que ser, obligadamente, neonazis para
combatir la doctrina sionista; solo hace falta sentido común y leer (mucho -en
calidad y no cantidad-); y, sobre todo, dejar de mirar videos de YouTube
creados por chavales de 18 años (o menos).
También es aconsejable poner en cuarentena las versiones literarias de
Bochaca, Borrego y otras en lengua castellana, que no son otra cosa que la
versión nazi de la historia. Esos personajes desde su juventud mantienen
compromisos políticos e ideológicos con un programa que los ata
irreversiblemente (falangismo y sinarquismo -la quinta columna nazi en México-, respectivamente). Bochaca y
Borrego NUNCA HAN EDUCADO, pero si ADOCTRINADO a más de una generación de
jóvenes en una ideología falsa y criminal. ¿Quién ha dicho que estos señores
(por solo dar los dos ejemplos) no hicieron un daño terrible a la juventud de
Hispanoamérica?. ¿Quién dijo que el crimen no paga?
Inclusive podríamos aceptar leer a ciertos “revisionistas”, siempre que
respetaran la dignidad de las personas, de las víctimas, de sus creencias, de
la cultura en general; sin distorsionar la historiografía, sin sesgar de forma
arbitraria un documento alterando su contenido o tomando solamente una parte
conveniente de una investigación, tal como lo hacen los señores nombrados.
En una frase: Los nazis, a quienes idolatran los pseudo-revisionistas
enunciados y los negacionistas en general, fueron IMPERIALISTAS, su Tercer
Reich, es decir, su TERCER IMPERIO se concibió con una única meta, erigirse
mediante la guerra y solo por la guerra en el amo de Europa; a ello debemos
sumar la política real y sistemática de eliminación física de las "razas
inferiores", aquí debemos incluir no solo a los judíos, sino gitanos,
eslavos y otros untermensch (sub-hombres/sub-humanos). Aquellos pueblos que se
librarían de esa limpieza, se convertirían en sus sirvientes previa eliminación
de la clase pensante de una nación.
Estudiar, investigar la historia requiere un monumental esfuerzo psíquico
que consume un valioso tiempo de nuestras vidas. Con sacrificio y dedicación
profunda los historiadores y académicos nos presentan sus años de investigación
manifestados en sus libros. Eso es hacer historia. Histeria es lo que reflejan
los “negacionistas” y sus amargados, xenófobos e ignorantes partidarios.
Con esta explicación de mi punto de vista sobre los denominados
“antisionistas” del presente y su intrínseca relación con corrientes neonazis
(en su mayoría) pasaremos revista a la intolerable política del estado de
Israel.
Vamos a tratar a continuación un caso singular. Los victimarios de hoy -descendientes de
las víctimas de ayer (judíos europeos)- amparados en el derecho a no olvidar a
sus antepasados asesinados, se dedican a cometer parecidos atropellos ante una
población palestina indefensa. Es que los palestinos no tienen derecho a oponer resistencia ante la injusticia e ilegalidad?. El derecho a defenderse
no está reflejado solo en la ley, es un derecho natural, intrínseco del ser
humano.
Demos paso a un valioso análisis que refleja la política actual del estado
de Israel y sus repercusiones en el mundo y en el Derecho Internacional.
Las siguiente líneas corresponden a Carlos
Aznárez, un especialista en política internacional y director del periódico
“Resumen Latinoamericano”. A continuación, sus reflexiones sobre el tema.
Tito Andino U.
*****
¿Qué se puede hacer con Israel?(1)
La actitud del gobierno sionista israelí supera todos los límites de un
comportamiento impune. No sólo no ha respetado ni cumplido ninguna de las
resoluciones de la ONU a lo largo de los años, sino que ahora se atreve, con
total impudicia, a levantar la apuesta y amenazar y sancionar a cada uno de los
países que votaron en su contra al referirse a seguir construyendo más
viviendas para los colonos en tierra palestina ocupada.
Con un Netanyahu indignado e histérico porque su amanuense Barack Obama le
pasó factura por el maltrato recibido en marzo de 2015, cuando el jefe sionista
visitó y habló en el Parlamento estadounidense, el escenario de la prepotencia
israelí se ha convertido en un compendio de amenazas a diestra y siniestra. A
pesar de que el propio Obama fue uno de los grandes aliados de Israel en todos
los aspectos, y sobre todo en el militar. Sólo basta recordar su comportamiento
de adhesión indisimulada cuando miles de toneladas de bombas israelíes caían
sobre Gaza o cuando usó el poder del veto en el Consejo de Seguridad para no
condenar asentamientos ilegales en dos ocasiones distintas.
Muchos habrán de preguntarse: ¿qué se puede hacer con un gobierno como
el de la ultraderecha israelí que anuncia suspensión de relaciones con varios
países europeos porque no quisieron convalidar (como hasta el presente) el
hecho de seguir inundando de agresivos colonos el territorio custodiado por su
ejércitos de ocupación? ¿Qué se puede hacer con quienes buscan la guerra de
expansión, planteando el etnocidio, y lo hace con la desfachatez de considerar
enemigos a la casi totalidad del Consejo de Seguridad, que frente a su
impostura nunca procede de la misma manera que lo haría si el gobierno
amonestado (solo verbalmente) no fuera el sionista.
Haciendo memoria se verá que toda la
oleada de dictámenes de la ONU comenzó
con la resolución 194 del 11 de diciembre de 1948 cuando la Asamblea
decidió, a consecuencia de la expulsión forzada de centenares de miles de
árabes provocada por la invasión israelí "que
hay lugar para permitir a los refugiados que lo deseen, regresar a sus hogares
lo más pronto posible y vivir en paz con sus vecinos, y que se deben pagar
indemnizaciones a título de compensación por los bienes de aquellos que decidan
no regresar a sus hogares y por todos los bienes que hayan sido perdidos o
dañado, en virtud de los principios del derecho internacional o en equidad,
esta pérdida o este daño debe ser reparado por los gobiernos o autoridades
responsables”. La entidad sionista no solo desatendió esta recomendación
sino que continuó expulsando, masacrando y tratando de humillar aún más al
pueblo palestino. Eran los tiempos de la Nakba
o Catástrofe, como se la conoció a nivel mundial y que dejó las marcas en la
piel de hombres, mujeres, niños y niñas palestinas que sufrieron el inicio de
un gigantesco genocidio.
Luego, el 22 de noviembre de 1967,
llegó otra resolución adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad, seis
meses después de la Guerra de los Seis Días. La medida exigía "la instauración de una paz justa y
perdurable en Oriente Medio”, que pasaba por “la retirada del ejército israelí de territorios ocupados durante el
conflicto” y el “respeto y
reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial y la independencia
política de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el
interior de fronteras reconocidas y seguras, al abrigo de amenazas y actos de
fuerza”. Esta resolución, permanece
en todas las negociaciones posteriores, sentando bases para una paz que jamás
llegó en el Oriente Medio: la evacuación de Israel de los territorios ocupados
y el reconocimiento por los Estados árabes del derecho de Israel a la paz
dentro de unas fronteras estables.
Con su habitual recurso de la
victimización Israel no cumplió ninguno de estos puntos, y además, optó por
generar lazos de cooptación y complicidad con algunos gobiernos árabes cuyos mandatarios, lejos de apoyar las justas demandas
del pueblo palestino (como lo exigían sus propios pueblos) se convirtieron en
verdugos y colaboraron con el gobierno sionista comercial y hasta militarmente.
Desde ya que a cada recomendación de la ONU le sucedía otra y otra, que en
sus textos eran contundentes, pero que en la práctica, al no ser ninguna de
ellas vinculante, quedaban convertidas en papel mojado.
Pero en ese camino de por lo menos dejar
en claro ante el mundo que Israel se burla de todo y de todos, vale la pena
destacar la Resolución 3379, dictada en
1975, cuando la Asamblea de la ONU adoptó, por impulso de los países
árabes, y con el apoyo del bloque soviético y de los No alineados, una contundente declaración que asociaba al
sionismo con el racismo y con el apartheid sudafricano en particular(“la paz y la cooperación internacionales
exigen el logro de la liberación nacional y la independencia, la eliminación
del colonialismo y del neocolonialismo, de la ocupación extranjera, del sionismo,
del apartheid y de la discriminación racial en todas sus formas, así como el
reconocimiento de la dignidad de los pueblos y su derecho a la libre
determinación”), llamando a su eliminación, entendiéndola como una forma de
discriminación racial. (72 votos a favor, 35 en contra y 32 abstenciones).
Chaim Herzog
Como Netanyahu en el presente, el entonces embajador israelí y futuro
Presidente de Israel, Chaim Herzog, montó en cólera y con total desparpajo
rompió el documento en pedazos delante de la Asamblea. En 1991 Israel puso la
anulación de la resolución 3379 como condición para su participación en la
Conferencia de Madrid, lo que llevó a que fuera derogada al aprobarse la
resolución 4686 (111 a favor, 25 en contra y 11 abstenciones) del 16 de
diciembre de 1991, una de las más cortas de la historia de la Asamblea General
de las Naciones Unidas. De rodillas, incluso algunos delegados posando con sus
colegas israelíes, fue el final de algo que había comenzado con cierta muestra
de dignidad.
Luego, para mayor escarnio, vinieron otras tantas resoluciones no
cumplidas, como la 3236 de noviembre de 1974 que reafirmaba el “derecho inalienable de los palestinos a
regresar a sus hogares y recuperar sus bienes desde donde quiera que se
encuentren desplazados y desarraigados y pide su retorno” y “el derecho de la autodeterminación del
pueblo palestino”. O la 1322, del 7 de octubre de 2000, aprobada por 14
votos a favor y 1 abstención (Estados Unidos), “condenando los actos de violencia, particularmente el recurso al uso
excesivo de la fuerza contra los palestinos, que han provocado heridos y la
pérdida de vidas humanas”.
Así están las cosas en el damero internacional. Al parecer Israel no entiende razones diplomáticas ni tibios regaños de
quienes generalmente son sus aliados. Por eso los amenaza e insulta, pero
también por eso mismo desea apurar el tiempo para que asuma el gobierno Donald
Trump, quien ya ha confesado su lealtad incondicional al guerrerismo sionista.
A los palestinos, frente a este panorama, no les quedará otra que seguir apretando los puños y resistir por
todas las vías posibles, confiados que lo que no hagan por ellos mismos nadie
en ese contorno de gobiernos agresivos, cómplices o eunucos, habrá de hacerlo.
Donald Trump ya ha confesado su
lealtad incondicional al guerrerismo sionista
Hasta aquí el brillante análisis
de Carlos Aznárez. Se puede profundizar
más en el tema, pero ese no es el cometido de este artículo. La intención es
dar una guía básica de entendimiento para el lector no versado en el tema y
sobre todo para que se entienda lo que constituye el sionismo político.
*****
Para ello, invocamos la presencia de
un joven y brillante investigador, ya muy conocido en diferentes medios por sus
artículos y entrevistas sobre temáticas internacionales. Koldo Salazar López, periodista de investigación español, a él
corresponde las siguientes líneas explicativas sobre el papel que juega Israel
en las crisis regionales del Medio Oriente. Veamos.
ISRAEL Y EL SIONISMO POLÍTICO(2)
Fue Teodoro Herzl quien, en el siglo XIX, como corresponsal periodista en
Francia, tras vivir el proceso de Alfred Dreyfuss decidió cambiar radicalmente
su forma de pensar. Durante su juventud fue un entusiasta austro húngaro a
favor de la asimilación cultural. Curiosamente el gran enemigo de las
comunidades sionistas es la asimilación y la integración en las sociedades en
las que viven.
“Ergo ya desde antiguo vemos que la
integración de minorías ajenas a la concepción mayoritaria de los países no es
posible, es una auténtica quimera, debido a las diferencias religiosas,
culturales, teológicas y filosóficas entre comunidades. No se pueden integrar
dos cosmovisiones diferentes en un mismo territorio ya que vivirán de forma
paralela y, como mucho, se tolerarán pero siempre de forma cercana al conflicto
social”.
En pleno siglo XIX Europa estaba sumida en las revoluciones nacionalistas
románticas que acabarían siendo el germen de movimientos políticos e, incluso,
del comunismo. Los judíos, sin embargo, formaban parte de las naciones y tenían
dos opciones, encerrarse en sus barrios, desconectándose de la vida social o
integrarse en los nacionalismos generales.
Herzl supo calcular lo que el judío necesitaba y comenzó a teorizar sobre
el sionismo en base a tres grandes premisas:
a) La nación judía no puede integrarse en los estados de los que forman
parte;
b) La nación judía para su supervivencia necesita instalarse en un teatro
geográfico e instalar un estado judío y la única zona válida para este pretexto
es la palestina otomana (hablamos del siglo XIX);
c) La religión judía y la raza son básicas, de tal forma que el eje debe de
ser la nación-sangre judía.
SIONISMO
Esta idea básica, desarrollada en el “Judenstaat” (El Estado Judío) de
Herzl permitió el inicio del movimiento sionista político, muy alejado del
sionismo místico y religioso que pregona la vuelta a Israel y Jerusalén
exclusivamente tras la aparición del Mesías judío.
Al contrario de lo que muchos piensan el sionismo dista mucho de ser una
ideología política. Llamar fascista, nazi o comunista a un sionista por el mero
hecho de serlo es un grave error conceptual debido a una simple razón, el
sionismo es un sistema nacionalista desculturizador y aglutinador.
1- Es aglutinador porque
pretende la unión de todos los judíos en un sólo punto geográfico, obligando a
la convivencia;
2- Es un elemento desculturizador
porque no se pueden permitir la creación de estados paralelos judíos dentro de
Israel, de ahí la homogeneización lingüística resucitando el hebreo y relegando
idiomas como el Yiddish, Ladino, Judesmo o Haketía a meras expresiones
religiosas o culturales minoritarias y anecdóticas.
3- Es un sistema nacionalista
porque promulga una ideología de estado como ente filosófico, instalado de
forma fáctica en una región geográfica concreta, dejando a la ideología
política la gestión de este estado:
3-a) DE AHÍ LA EXISTENCIA DE SIONISMOS FASCISTAS, SOCIALISTAS, LIBERALES,
CONSERVADORES, DEMOCRÁTICOS, INTEGRADORES, COMUNISTAS…
Podemos concluir someramente que el sionismo es un sistema nacionalista no
cuestionado ni cuestionable por las élites de este movimiento, pero abierto a
todas las ideologías que hagan viable la gestión y el desarrollo del estado. De
ahí la evolución israelí de socialistas convencidos como David Ben Gurión a
sujetos pertenecientes al fascismo sionista como Avigdor Liebermann en apenas
setenta años.
SIONISMO INTERNACIONALISTA
Curiosamente existe una creciente oposición dentro de las comunidades
judías, sobre todo de las ortodoxas y ultra ortodoxas, que se oponen al
sionismo y lo consideran una herejía o una rebelión contra Dios debido al
castigo impuesto sobre ellos (teológicamente hablando), los judíos hablan de
tres exilios:
a) Exilio Egipcio: Los famosos cuatrocientos años como esclavos y su
liberación por Moisés
b) Exilio Babilónico: Después de la destrucción de los reinos de
Israel y Judá por Asirios y Babilonios y el exilio en estas tierras que acaba
ochenta años después con el Edicto de Ciro II y que llevan a cabo los profetas
Esdras, Nehemías, Jeremías y Ezequiel
c) Exilio Romano: El producido con la destrucción del templo de
Jerusalén por los romanos y la diáspora judía por todo el mundo y que acabará
con la vuelta del Mesías.
Por lo tanto la concepción religiosa
pregona seguir esperando, mientras que Teodoro Herzl y León Pinsker decidieron
remediar esta situación instalando un estado-nación en la antigua Israel
bíblica a costa de los territorios del Imperio Otomano, y luego de la Palestina
británica.
Por lo tanto se está produciendo un curioso fenómeno psico-político que
es el progresivo avance del laicismo en la sociedad israelí por un curioso
hecho, para continuar con la memoria de la identidad propia judía hacía falta
mantener viva la llama religiosa y continuar alimentando la cuestión teológica
contenida en el Tanaj, así como la
interpretación religiosa y la filosofía judía del Talmud. Eso era el centro de la cultura judía del exilio.
Estos elementos abstractos creaban lo que podríamos llamar un “recuerdo de la patria“, pero cuando el
judío abandona el exilio a partir de “La
Declaración Balfour” y abraza el sionismo ocupando la tierra de los
palestinos, las ideas abstractas pierden su función de recordatorio porque ya
no se necesita de ellas. Podríamos resumir que “El sueño de la patria” del
exilio se desvanece frente a la contundencia de un estado de Israel real y en
funcionamiento.
El sionismo, curiosamente, se está
reforzando de manera constante en las comunidades cristianas de tendencia
evangélica, testigos de jehová etc… debido al gran esfuerzo que desde el estado
de Israel se hace para captar a estos grupos y convertirlos en elementos
lobbistas, todo debido a la interpretación literal de la biblia.
Porque el sionismo necesita justificar su ocupación en base a la promesa a
Abraham, contenida en la Torah, que son los primeros cinco libros del Antiguo
Testamento cristiano. El conocimiento de estos grupos cristianos de estos
antiguos textos ha permitido una facilísima propagación del sionismo cristiano,
aderezado con un fuerte sentimiento anti islámico (también explotado desde los
Think-Tank israelíes y estadounidenses), han logrado generar fanáticos sionistas
cristianos anti palestinos.
Obviando, eso sí, las constantes injerencias israelíes en los asuntos
internos de los estados alrededor suya que tienen dos opciones:
a) Unirse al sionismo directa o indirectamente a través de Estados Unidos,
países como Jordania, Arabia Saudí, Emiratos etc…se han unido a esta tendencia.
b) Oponerse al sionismo y sufrir constantes ataques militares, guerras,
desestabilización y propaganda. Países como Irán, Iraq, Siria o Líbano no se
han unido al bloque sionista.
Esto se debe a la propia debilidad
del estado de Israel, que necesita tener vecinos débiles para sobrevivir. De ahí las buenas relaciones con los Estados Unidos ya
que Israel muchas veces actúa como garante de los intereses estadounidenses en
la región y Tel Aviv se beneficia de ello. Por ejemplo, en 2003 Saddam Husein,
uno de los grandes enemigos de Israel, fue derrocado y ahorcado en 2006, la
Siria de Bashar al Asad está siendo destruida por grupos terroristas yihadistas
pagados por Arabia Saudí, Estados Unidos, Israel, Turquía, Qatar y la Unión
Europea.
Por lo tanto el intervencionismo
israelí constante en Oriente Medio se debe a ello. A generar aliados
acérrimos, como los países del Golfo y Arabia Saudí, o a destruir a aquellos
que no son aliados, como Iraq, Siria o Yemen y los constantes ataques a Irán.