Bienvenido a este Blog. Detectives de Guerra le brinda los mejores análisis de los conflictos internacionales de actualidad

16 febrero 2017

Las verdaderas causas de la Primera Guerra Mundial









"El reparto del mundo y el miedo al movimiento social"


ENTREVISTA al historiador Jacques R. Pauwels por Han Soete y Nick Dobbelaere para Solidaire.org



¿Fueron el atentado contra el archiduque de Austria o nobles motivaciones de paz, de democracia y de libertad las causas de la Primera Guerra Mundial? No, responde el escritor e historiador Jacques Pauwels. Las grandes potencias mundiales deseaban esta guerra desde hacía mucho tiempo para apropiarse de las colonias y para acabar de una vez por todas con las ideas revolucionarias que cada vez avanzaban más en toda Europa.

"En general se suele explicar la Gran Guerra como un trueno en medio de un cielo azul. Se supone que nadie lo ha visto venir ni nadie lo ha deseado. [...] En realidad, hacía veinte años que se acumulaban las nubes de la guerra. Era necesaria una guerra. Y las elites políticas de Europa la deseaban ya que consideraban que una guerra iba a suponer cosas fantásticas para ellas [...]."



Hace años que Jacques Pauwels está totalmente enfrascado en la historia de las revoluciones y de las guerras. Ya ha publicado varias obras al respecto. La editorial EPO acaba de publicar, en neerlandés, su obra ‘De Groote Klassenoorlog. 1914-1918’ («1914-1918, la Gran Guerra de las clases»), una obra imprescindible sobre la Primer Guerra Mundial. Considera que hubo dos causas principales para esta guerra, por una parte el imperialismo y, por otra, el miedo a la revolución.


«Las grandes potencias industriales, los grandes bancos y las grandes empresas querían nuevas colonias (o semicolonias sobre las que ejercerían un control indirecto) debido a sus materias primas, su mano de obra barata y sus posibilidades de inversión. Es indudable que una de las principales razones de la guerra reside en ello». 

Veamos la explicación. 


Volvamos a principios del siglo XX. ¿Acaso no se había repartido ya el mundo?

Jacques R. Pauwels: No del todo. China, por ejemplo, un inmenso país débil con un enorme mercado de salidas, seguía estando totalmente abierto. 

Además, no todos los países estaban satisfechos con su parte. En el aspecto de las colonias Alemania era el pariente pobre. Pensaba poder fagocitar Bélgica. Además, Gran Bretaña estaba dispuesta a firmar un acuerdo al respecto. No había que llegar necesariamente a una guerra. La competencia entre los países imperialistas también se podía resolver por medio de acuerdos mutuos. Entre la elite inglesa había un grupo bastante importante que hubiera preferido colaborar con Alemania en vez de con Francia. Estas personas estaban dispuestas a ceder el Congo belga a Alemania para satisfacer a este país. 

Por lo tanto, es normal Bélgica se implicara en esta guerra puesto que Bélgica también era un país imperialista.

Usted también habla de imperialismo social…

Jacques R. Pauwels: En efecto. Adquiriendo las colonias los países se podían desembarazar de sus ciudadanos «molestos»: las clases inferiores, que para la elite estaban superpobladas.

Se podían desembarazar de las personas demasiado pobres enviándolas a las colonias. El imperialismo era, por lo tanto, una manera de resolver los problemas sociales. Los pobres podían hacer carrera en las colonias. De este modo se convertían en patriotas en vez de seguir siendo unos pelmas. Dejándoles intervenir de manera agresiva en las colonias ya no planteaban el menor problema en la metrópoli. 

Por ejemplo, había muchos hijos de agricultores sin trabajo debido a que la agricultura se estaba volviendo demasiado productiva. Se podía enviar a estos chavales al Congo como misioneros. Se envió allí a una veintena de misioneros de cada poblacho agrícola flamenco, se les puso un uniforme y a partir de entonces pudieron jugar a ser patrones en el país de los negros. 


 Usted afirma que el reto eran las colonias. En ese caso, ¿por qué no llevaron a cabo la lucha en las colonias?

Jacques R. Pauwels: Todo esto acabó en una guerra mundial porque se trataba de posesiones  imperialistas, pero esta guerra se desarrolló en Europa porque los países imperialistas estaban principalmente en Europa, con dos excepciones: Estados Unidos y Japón, que se pudieron permitir no intervenir directamente. Otros países, como Italia y Bulgaria, esperaron un poco pero finalmente entraron en guerra cuando comprendieron que había algo que ganar en la aventura. 



Mapa de las posesiones coloniales al principio de la guerra • Las causas de la Primera Guerra Mundial fueron el reparto de los nuevos mercados que ofrecía China, el reparto del petróleo de Mesopotamia, la lucha entre las grandes potencias imperialistas por las colonias.


¿No hubiera sido mejor permanecer neutrales en el caso de los países que no estaban concernidos directamente?

Jacques R. Pauwels: Confinarse en la neutralidad tampoco dejaba de ser peligroso. ¿Por qué entró en guerra Estados Unidos? No para salvar la democracia o algo por el estilo, eso es una tontería. Al ser un país imperialista, estaba al acecho de una ocasión para extenderse y China se encontraba en la lista de sus pretensiones. No es que quisieran conquistar China, sino que querían penetrar en ella en el plan económico: ahí había mercado para sus productos, posibilidades de inversión, contratos interesantes en la construcción del ferrocarril, etc. 

Pero otros países también miraban de reojo a China, como Japón, por ejemplo. Alemania y Francia ya tenían concesiones ahí, unas minicolonias. Japón, el gran competidor de Estados Unidos, declaró la guerra a Alemania con un pretexto y lo que hizo inmediatamente fue conquistar en China este trozo que era de Alemania. Esto no le gustó a los estadounidenses. Estados Unidos tenía que intervenir, de lo contrario se iba a encontrar con las manos vacías al final de la guerra.

Era como una lotería, quien no jugaba no podía ganar. En febrero de 1917, en Francia, el presidente del Consejo (jefe del gobierno de entonces, NDLR) había declarado que solo los países implicados en la guerra tendrían algo que decir en el reparto del mundo posterior a la guerra. En mi opinión, hay una relación entre esta declaración y el hecho de que en abril de ese mismo año Estados Unidos declarara la guerra a Alemania. Los ganadores de la guerra tenían la intención de recompensarse a sí mismos, los perdedores iban a perder, pero los neutrales no recibirían nada e incluso lo contrario, ya que quienes permanecieran neutrales podían ser sancionados porque no estaban en el campo de los vencedores.

¿Cómo es eso?

Jacques R. Pauwels: Tomemos el ejemplo de Portugal. En 1916 también los portugueses declararon la guerra a Alemania, no porque creyeran tener que estar ahí cuando se repartieran los premios, sino porque consideraron que iba a tener que pagar el precio de su neutralidad si no entraban en guerra. Sabían que ya antes de la guerra los británicos habían propuesto a Alemania las colonias portuguesas. Por consiguiente, los portugueses se dijeron que iban a perder sus colonias si permanecían neutrales. Así pues, los portugueses tenían mucho miedo de perderlo todo si permanecían neutrales. Y, ¿qué hizo Portugal? Declaró la guerra a Alemania, para gran desilusión de los británicos. ¿Tenía Portugal algo contra Alemania? No, nada en absoluto, pero por esas razones imperialistas no se podía permitir confinarse en su neutralidad. 

- Siempre se ha dicho que los británicos entraron en guerra porque los alemanes habían violado la soberanía belga, pero sin duda esa no fue la verdadera razón.

Jacques R. Pauwels: No, simplemente necesitaban una excusa, ya que de todos modos Gran Bretaña deseaba la guerra con Alemania. Ya había llegado en secreto a un acuerdo con Francia que obligaba al ejército británico a acudir en ayuda de los franceses.

¿Por qué llegaron los británicos a este acuerdo con los franceses? Porque querían la guerra con Alemania y sabían que Alemania siempre había sido enemigo de Francia. Los británicos y los franceses nunca habían sido amigos, pero se convirtieron en amigos porque tenían un enemigo común.

¿Por qué quería Gran Bretaña la guerra con Alemania?

Jacques R. Pauwels: La potencia política y económica de Gran Bretaña se basaba en el control de los siete mares: Britannia rules the waves, “Gran Bretaña gobierna los mares” . La flota británica tenía que seguir siendo tan importante como el conjunto de las demás para poder dominar a cualquiera. Pero a finales del Siglo XIX y principios del XX los alemanes también empezaron a construir barcos. Se trataba de barcos modernos que no navegaban gracias al carbón, sino al petróleo. Gran Bretaña tenía carbón, pero carecía de petróleo, por lo tanto tenía que comprar el petróleo a Estados Unidos, a la Standard Oil. Pero como era una gran potencia, a Gran Bretaña no le gustaba depender de Estados Unidos, ya que eran grandes rivales, incluso enemigos.

Gran Bretaña quería una fuente independiente de petróleo, así que se puso a buscar. Primero por Persia, el actual, Irán, donde los británicos habían llegado a un acuerdo con los rusos para repartirse el petróleo. Inmediatamente después se descubrió gran cantidad de petróleo en Mesopotamia, el actual Iraq, que formaba parte del Imperio Otomano, en aquel momento “el hombre enfermo de Europa”*. Ya antes de la guerra los británicos habían arramblado con una parte de este país y lo habían denominado Kuwait. Los británicos instalaron ahí, en el trono, a un emir, que era su amigo. No un demócrata, sino alguien bien dispuesto a hacer el juego.

Un poco después también se encontró petróleo en la ciudad de Mosul y Mesopotamia se convirtió claramente en el objeto del deseo de los británicos. Pero pertenecía a los otomanos y Mosul se encontraba más lejos, en el interior, y era difícil apropiarse de ella. Pero, ¿qué descubrieron entonces los británicos? Que el Imperio Otomano y Alemania tenían un proyecto común de construcción de un ferrocarril que uniera Bagdad y Berlín. Los alemanes tenían intención de llevar este petróleo de Mesopotamia a su propia marina de guerra. Y los británicos debían impedirlo costara lo que costara. ¿Cómo? Por medio de la guerra. Cuando estalló la guerra, el ejército anglo-indio, que ya se encontraba en los alrededores, desembarcó inmediatamente en Mesopotamia.

El ejército británico en Europa era demasiado débil para luchar contra el ejército alemán. Por lo tanto, necesitaba aliados. Francia y Rusia, que también eran enemigos de Alemania, tenían ejércitos enormes. Y así fue como se llegó a un acuerdo militar con Francia. 


¿Quiere usted decir que en realidad no faltaba más que una ocasión de entrar en guerra con Alemania?

Jacques R. Pauwels: ¡ Exacto! Y a los británicos les sirvió que Alemania invadiera Bélgica. Pretendieron que la violación de la neutralidad de Bélgica era un gran problema. Sin embargo, cuando los japoneses atacaron la concesión alemana en China, los británicos acudieron a ayudar a los japoneses sin preguntar, además, a China si podían atravesar el país. Aquello también era una violación. Los propios británicos lo habían hecho en China lo que los alemanes hicieron en Bélgica. La idea de que los británicos entraron en guerra para proteger a Bélgica era una enorme ficción, era una excusa.






 - En su libro demuestra que además del reparto del mundo, había una segunda razón para la guerra: era una ocasión de frenar el movimiento social.

Jacques R. Pauwels: En efecto. El imperialismo es un sistema que funciona a beneficio de los grandes actores del sistema capitalista: los bancos y las grandes empresas, que necesitan materias primas y que en el plano internacional están activos en el sector minero, en la construcción de ferrocarriles, etc. Estas personas tenían problemas con sus trabajadores. 

Estos trabajadores empezaron a reclamar mejores condiciones de trabajo, crearon sindicatos, tenían sus propios partidos querían salarios más altos, más democracia, derecho a voto, etc. Para los capitalistas este movimiento social era una espina en el pie. Además, los partidos socialistas cada vez obtenían más votos. «¿Cuándo parará esto?», pensaba la elite, que a todas luces tenía miedo de una revolución. 

Pero aunque esto no acabara en una revolución, aunque los socialistas simplemente tuvieran que ganar las elecciones (y estaban cerca de ello), la elite temía que todo cambiara. Había que poner fin a todo eso, hacer retroceder esta democratización. 

¿Qué se podía hacer en contra de esto? En primer lugar, se deportó a las colonias a los elementos más molestos. Este imperialismo social resolvió ya una parte del problema. El británico Cecil Rhodes afirmó que el imperialismo era necesario para evitar una guerra civil.

Pero no se podía deportar a todo el mundo. Hacia la década de 1900 cundía entre la elite un «miedo a la masa», la masa peligrosa que conocía un ascenso irresistible. La guerra era una solución para encauzar este problema. La elite quería volver a los tiempos de los señores que mandaban y de los esclavos que obedecían incondicionalmente. El objetivo era aniquilar las ideas revolucionarias, la vuelta atrás. Es precisamente el tipo de situación que se tiene en el ejército: nada de discusiones, nada de democracia y un bonito uniforme para todo el mundo. Se quería militarizar a la sociedad. Por consiguiente, se necesitaba una guerra y cuanto antes mejor.

¿Había prisa?

Jacques R. Pauwels: En aquel momento todas las partes pensaban que no podían perder. Los franceses, los británicos y los rusos tenían una alianza, la Triple Entente. Creían que juntos eran invencibles. Los alemanes tenían Austria-Hungría de su parte, sus generales geniales y una industria enorme detrás que podía fabricar los mejores cañones. 

Además, si esperaban demasiado pudiera ser que los socialistas ganaran las elecciones y entonces la elite temía la revolución. Los británicos y los franceses, por ejemplo, no podían esperar demasiado tiempo, porque temían que estallara la revolución en Rusia. En ese caso, habrían perdido a este aliado y sin lugar a dudas ya no podrían resultar victoriosos.

En un momento dado ya no se pudo esperar más. El atentado en Sarajevo no fue la razón de la guerra sino el pretexto para lanzarse por fin a ella, de la misma manera que la violación de la neutralidad belga no había sido una razón para emprender la guerra contra Alemania. Necesitaban un pretexto. 


La guerra tenía unas causas geoestratégicas y servía a unos intereses nacionales. Pero, es cruel enviar a la muerte a millones de personas por esas razones, ¿no?

Jacques R. Pauwels: Sí, es cínico y particularmente cruel. Pero a principios del siglo XIX lo que prevalecía era el pensamiento social darwiniano. La elite consideraba que se encontraba en lo más alto de la escala social y que estaba compuesta por los mejores. Racionalizaban toda esta violencia y todos estos muertos: había demasiadas personas y una guerra llegaba en el momento oportuno para hacer un poco de limpieza, para aligerar un poco las clases inferiores

Es un error pensar que estos generales fueran unos sádicos. Eran personas muy normales que aplicaban lo que entonces era una idea común, es decir, que había una jerarquía entre las personas y que ellos estaban en lo más alto y quienes estaban en lo más bajo eran molestos y peligrosos, además de demasiado numerosos. La elite consideraba que tenía derecho a controlar a los demás. ¡Eso también valía para la elite belga! Porque no hay que olvidar que lo que los belgas hicieron en el Congo es mucho más grave que lo que los alemanes hicieron en Bélgica. Pero la Bélgica mártir es un hermoso tema para nuestros manuales de historia…

Cuando se ven las cosas desde este punto de vista se comprende por qué estos generales enviaban a cientos de miles de hombres a la muerte. No porque fueran crueles, sino porque estaban convencidos de hacer lo correcto. 



- El escritor francés Anatole France dijo entonces: «Creemos morir por la patria, pero morimos por las industrias».

Jacques R. Pauwels: Se convenció a la gente que era noble morir por la patria: lo decía el cura y lo decía el burgomaestre, y la gente se lo tragaba.

El cura y el burgomaestre no eran los únicos en decirlo. Los partidos socialistas también lo dijeron justo antes de la guerra.

Jacques R. Pauwels: En efecto, esa es la razón por la que tantos hombres partieron a la guerra con tanto entusiasmo, porque los socialistas también lo decían, salvo en algunos países como Italia. De hecho, esta es la razón por la que los italianos fueron menos entusiastas de la guerra.

¿Por qué cambiaron de opinión los socialistas?

Jacques R. Pauwels: Hasta 1914 la mayoría de los socialistas todavía eran revolucionarios en teoría, pero ya no en la práctica. Habían trabajado en el seno del sistema por unas mejoras y unas reformas: tenían un poco más de democracia, se había ampliado el derecho a voto, la semana laboral era más corta, etc. Progresivamente los socialistas consideraron que las cosas empezaba a ir mejor. Con los beneficios del colonialismo (hacer trabajar a los negros) se podía pagar un poco mejor a los trabajadores de aquí. Por lo tanto, muchos socialistas lo consideraban una ventaja. Así fue como nació lo que Lenin denomina la aristocracia obrera. Para los simples trabajadores las cosas iban mejor. «¿Sigue siendo necesario hacer la revolución?», pensaban muchos socialistas. «Las cosas van bastante bien así, ¿no?». 

Los dirigentes socialistas se volvieron cada vez más burgueses, formaban parte del sistema. El 21 de julio, [fiesta nacional belga] podían ir a estrechar manos a palacio...

Pero, ¡cuidado, no todos eran así! En Alemania había socialdemócratas que seguían siendo furibundamente hostiles a la guerra, lo mismo que Lenin en Rusia. Pero la mayoría se había aburguesado bastante. El sociólogo alemán Robert Michels ha estudiado el SPD alemán a partir de principios del siglo XIX. Su conclusión es que en el seno del partido obrero alemán se había desarrollado una jerarquía burguesa. Al largo plazo la dirección del partido tendría demasiado que perder con una revolución. No querían perder las cosas buenas que habían obtenido. Finalmente se pusieron de parte de la guerra. 

Justo antes de la guerra los socialistas alemanes se habían reunido con el socialista francés Jean Jaurès**, entre otras personas, para pronunciarse en contra de la guerra, pero al día siguiente, finalmente aprobaron los créditos de guerra. 


En las conmemoraciones de la Primera Guerra Mundial no se menciona lo que usted afirma del imperialismo y del temor a la revolución, por no decir que no se menciona en absoluto. ¿No es extraño?

Jacques R. Pauwels: ¡Pues sí! ¿Por qué no me han llamado todavía los periódicos De Standaard y De Morgen para hacer una entrevista? Tienen otras cosas que contar a la gente, a saber, que fue una guerra por la libertad, el derecho y la democracia. ¿Quién querría escuchar hoy que los estadounidenses entraron en guerra por objetivos imperialistas? ¿Quién no preferiría con mucho saber que fue para defender la democracia? Eso es lo que se dice todavía hoy. 

Mi relato no pega en el marco actual. Mi mirada sobre la historia va contracorriente. Sin embargo, las personas que leen mi libro consideran que es una manera de comprender la historia. Si uno examina la historia de esta manera, se empieza a plantear preguntas sobre las guerras de hoy, a decirse que nuestros dirigentes nos suelen contar mentiras e incluso que dicen lo contrario de lo que piensan. Se llama contrarrevolución a la revolución, defensa al ataque. Vivimos tiempos orwellianos. 

Para comprender la Primera Guerra Mundial hay que comprender el siglo XIX. La Primera Guerra Mundial es hija del siglo XIX. El siglo XIX es hijo de la Revolución Francesa y la Primera Guerra Mundial es la madre del siglo XX. 

Y esta guerra mundial desencadenó una revolución que a su vez desencadenó una revolución mundial porque explicó cómo a través de la Revolución Rusa la guerra también tuvo influencia en China, en India y más lejos. 

Últimamente he estado en el extremo sur de Chile, en Patagonia. En 1918 estallaron allí huelgas y revueltas, una minirrevolución que a todas luces estaba inspirada en la Revolución Bolchevique. Se aplastó aquella revolución, pero se hicieron concesiones para reducir su influencia. Chile fue el primer país con un Estado de bienestar y la razón fue esa, pero este tipo de cosas no se leen en ninguna parte. 

Aquí, con ocasión de las conmemoraciones solo se nos habla de Westhoek, del Yser y de Ypres , y después también un poco de lo que pasó al otro lado de la frontera, en Verdun y en la Somme. Y, sin embargo, ¡fue una guerra mundial!


EL AUTOR Jacques R. Pauwels. Escritor nacido en Bélgica, reside en Canadá desde 1969. Es autor de “El mito de la guerra buena: EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial”  y ésta, su nueva obra  “1914-1918 La Gran Guerra de las Clases”

Fuente:
Copyright © Dr. Jacques R. Pauwels, Han Soete, and Nick Dobbelaere, solidaire.org, 2014. El texto y gráficos originales corresponde a Solidaire.org
«Les causes de la Première Guerre mondiale ? Le partage du monde et la peur du mouvement social»

TRADUCCIÓN: Del francés para “Rebelión” por Beatriz Morales Bastos.


Notas de la traductora:

* En palabras del zar ruso Nicolás I en 1853 durante una conversación con el embajador británico.


** Recordemos que Jean Jaurès fue asesinado por un fanático nacionalista tres días después del estallido de la guerra precisamente por su postura en contra de ella.

Los subrayados y negrillas (excepto las preguntas) son añadidos por el redactor de este blog


Lectura recomendada:


Primera Guerra Mundial: 5 grandes mitos sobre la Gran Guerra

El Armisticio que cerró en falso la Gran Guerra

Cómo las noticias falsas se convierten en historia falsa: la propaganda británica y la Primera Guerra Mundial


Cómo la publicidad aprovechó la guerra para hacer fortunas

07 febrero 2017

Israel: Críticas y argumentos de un perpetuo conflicto






Prólogo del redactor del blog


Enfocar analítica y objetivamente la cuestión israelí en la problemática del Medio Oriente es sumamente complejo. Quien se entregue a este cometido no debe caer en la tentación de encaminar sus hipótesis a un personal punto de vista, ese es el primer error de muchos investigadores y de demasiados pseudo-historiadores. Algo que debe practicar un verdadero analista de la compleja ecuación geográfica y política de esa región es basarse en un simple principio o fuente: la historiografía.

Hablar de Israel y su historia es algo que no vamos a realizar, por lógicas razones, el tema da no solo para un libro sino para una gran enciclopedia, que de paso está ya muy bien ilustrada. Aquí nos vamos a enfocar en un tema polémico, candente, causa de mucha irritación y odio –muchas veces infundado-, que ha originado una infinidad de “teorías de la conspiración”  que motivan el resurgir de agrupaciones extremistas a lo largo de la vieja Europa. Y, lo peor de todo, la aparición gratuita de miles de neonazis de internet seducidos por una rabiosa propaganda antisemita sin fundamento alguno, divulgaciones, por cierto, orquestadas desde la misma Alemania nazi y que es el legado de Goebbels y su camarilla para sus actuales y delirantes partidarios.

Sin duda, imperiosamente debo desviarme del tema principal de esta ponencia, que básicamente es descubrir o recordar al lector cual es el verdadero rol de Israel en su agresiva política contra toda nación que considera su enemiga. El estado de Israel –me referiré siempre de esa forma- y no con términos, aunque válidos, no siempre utilizados de manera adecuada en el contexto de una deliberación, es decir, en mi personal punto de vista, decir estado sionista, entidad o ente sionista –reitero, no obstante que es una forma admitida de identificar a un estado (como decir en Latinoamérica gringos a los estadounidenses), se ha prestado siempre a un despropósito que queremos evitar, difundir la xenofobia.

Hay un afamado investigador estadounidense, politólogo y crítico de origen judío a quien me gusta siempre citar en esas acaloradas discusiones con enfermizos antijudíos que se disfrazan de “solo antisionistas” (elegante forma de ocultar su odio irascible e infundado).


El Dr. Norman Finkelstein, es un notable académico, experto en ciencia política, su vasto conocimiento en temas relacionados con Israel, el sionismo y el judaísmo en general; y, sobre todo, con el conflicto palestino- israelí. Demuestra que el haber nacido dentro de una fe no es sinónimo de “maldad”, como predicaron los nazis y han adoptado los modernos neo-nazis. Finkelstein ha sido duramente criticado por el segmento más conservador del judaísmo e incluso privado de su catedra universitaria por denunciar públicamente las prácticas crueles del gobierno israelí en contra de los palestinos y árabes que habitan Israel y los territorios ocupados.



A parte de sus innumerables artículos, existe un libro del Dr. Finkelstein que debería ser leído para profundizar el conocimiento: “La industria del Holocausto", texto que denuncia no solo el tratamiento de Israel contra los Palestinos, sino la utilización política del genocidio en beneficio de su causa. 

En resumen, el Dr. Finkelstein es contundente al afirmar que lo que haya podido sufrir el pueblo judío en el holocausto no justifica, en lo más mínimo, la política represiva del estado de Israel hacia el pueblo palestino. Justamente, es ese desacierto autoritario israelí en los territorios ocupados lo que da argumentos a los “negacionistas”. El profesor resalta que el holocausto es explotado para fines políticos pro-israelíes y la financiación de políticos en menoscabo de una realidad social, los verdaderos sobrevivientes.


Veamos el siguiente e  interesante  video,  un segmento de  una  Conferencia en la Universidad de Waterloo (Canadá) en 2010, el Dr. Norman Finkelstein, responde a una joven judía. Una de las conclusiones del video es la demostración de cómo unas declaraciones pueden ser sacadas totalmente de contexto, tomando solo datos parciales.


Dr.Norman Finkelstein rechaza las lágrimas de cocodrilo


Bien, dejemos a un lado al destacado Dr. Finkelstein. Viene a la mente el recordado George Orwell, un cabal crítico de los totalitarismos, a quien deberíamos leer con más frecuencia, él solía expresar que "Toda la propaganda de guerra, todos los gritos y mentiras y odio, provienen invariablemente de gente que no está peleando”.

En nuestros días, lamentablemente, se detecta un gran número de exaltados partidarios del nazismo que intentan imponer –incluso de forma agresiva- la versión nazi de la historia, en desmedro del sufrimiento de millones de víctimas. Dar un punto de vista desde la posición del nazismo en si no es cuestionable, pero se rechaza o, lo mejor, es ser indiferente ante tanta ignorancia de la historia “divulgada” por pseudo-historiadores apologistas de la supremacía nazi. Los neo-nazis (en especial en Latinoamérica) deberían empezar sus grotescos aprendizajes de “historia” de la segunda guerra mundial con un simple ejercicio mental: de verdad piensan que el judaísmo es una raza?, tal como vociferan los “revisionistas”.

He dicho en varias ocasiones (que comparto con muchos investigadores) que una cosa es plantear la doctrina nazi como debate, como tema de nuestra historia contemporánea y, otra muy diferente, hacer un ensalzamiento sectario de los crímenes perpetrados por esa fanática ideología. Una cosa es negar los hechos históricos por puro odio xenófobo y otra es hacer un estudio exhaustivo de la historia.

Los neonazis de internet constituyen ahora una molestia real, la cantidad de "intelectuales" y “críticos” que copian y pegan links de páginas de fanáticos que exaltan el crimen y el extremismo es un verdadero dolor de cabeza, éstos falsos “historiadores” en su vida han visitado una biblioteca o, peor aún, han leído un libro de investigación (salvo alguna que otra  versión neo-nazi escaneada y colgada en internet –y ni siquiera dedican una lectura completa-).

Amable lector, no se necesita ser judío, sionista o pro-sionista para rechazar el nazismo, como tampoco tenemos que ser, obligadamente, neonazis para combatir la doctrina sionista; solo hace falta sentido común y leer (mucho -en calidad y no cantidad-); y, sobre todo, dejar de mirar videos de YouTube creados por chavales de 18 años (o menos).

También es aconsejable poner en cuarentena las versiones literarias de Bochaca, Borrego y otras en lengua castellana, que no son otra cosa que la versión nazi de la historia. Esos personajes desde su juventud mantienen compromisos políticos e ideológicos con un programa que los ata irreversiblemente (falangismo y sinarquismo -la quinta columna nazi en México-, respectivamente). Bochaca y Borrego NUNCA HAN EDUCADO, pero si ADOCTRINADO a más de una generación de jóvenes en una ideología falsa y criminal. ¿Quién ha dicho que estos señores (por solo dar los dos ejemplos) no hicieron un daño terrible a la juventud de Hispanoamérica?. ¿Quién dijo que el crimen no paga?

Inclusive podríamos aceptar leer a ciertos “revisionistas”, siempre que respetaran la dignidad de las personas, de las víctimas, de sus creencias, de la cultura en general; sin distorsionar la historiografía, sin sesgar de forma arbitraria un documento alterando su contenido o tomando solamente una parte conveniente de una investigación, tal como lo hacen los señores nombrados.

En una frase: Los nazis, a quienes idolatran los pseudo-revisionistas enunciados y los negacionistas en general, fueron IMPERIALISTAS, su Tercer Reich, es decir, su TERCER IMPERIO se concibió con una única meta, erigirse mediante la guerra y solo por la guerra en el amo de Europa; a ello debemos sumar la política real y sistemática de eliminación física de las "razas inferiores", aquí debemos incluir no solo a los judíos, sino gitanos, eslavos y otros untermensch (sub-hombres/sub-humanos). Aquellos pueblos que se librarían de esa limpieza, se convertirían en sus sirvientes previa eliminación de la clase pensante de una nación.

Estudiar, investigar la historia requiere un monumental esfuerzo psíquico que consume un valioso tiempo de nuestras vidas. Con sacrificio y dedicación profunda los historiadores y académicos nos presentan sus años de investigación manifestados en sus libros. Eso es hacer historia. Histeria es lo que reflejan los “negacionistas” y sus amargados, xenófobos e ignorantes partidarios.

Con esta explicación de mi punto de vista sobre los denominados “antisionistas” del presente y su intrínseca relación con corrientes neonazis (en su mayoría) pasaremos revista a la intolerable política del estado de Israel.

Vamos a tratar a continuación un caso singular. Los victimarios de hoy -descendientes de las víctimas de ayer (judíos europeos)- amparados en el derecho a no olvidar a sus antepasados asesinados, se dedican a cometer parecidos atropellos ante una población palestina indefensa. Es que los palestinos no tienen derecho a oponer resistencia ante la injusticia e ilegalidad?. El derecho a defenderse no está reflejado solo en la ley, es un derecho natural, intrínseco del ser humano.

Demos paso a un valioso análisis que refleja la política actual del estado de Israel y sus repercusiones en el mundo y en el Derecho Internacional.

Las siguiente líneas corresponden a Carlos Aznárez, un especialista en política internacional y director del periódico “Resumen Latinoamericano”. A continuación, sus reflexiones sobre el tema.


Tito Andino U.


*****


¿Qué se puede hacer con Israel? (1)

La actitud del gobierno sionista israelí supera todos los límites de un comportamiento impune. No sólo no ha respetado ni cumplido ninguna de las resoluciones de la ONU a lo largo de los años, sino que ahora se atreve, con total impudicia, a levantar la apuesta y amenazar y sancionar a cada uno de los países que votaron en su contra al referirse a seguir construyendo más viviendas para los colonos en tierra palestina ocupada.



Con un Netanyahu indignado e histérico porque su amanuense Barack Obama le pasó factura por el maltrato recibido en marzo de 2015, cuando el jefe sionista visitó y habló en el Parlamento estadounidense, el escenario de la prepotencia israelí se ha convertido en un compendio de amenazas a diestra y siniestra. A pesar de que el propio Obama fue uno de los grandes aliados de Israel en todos los aspectos, y sobre todo en el militar. Sólo basta recordar su comportamiento de adhesión indisimulada cuando miles de toneladas de bombas israelíes caían sobre Gaza o cuando usó el poder del veto en el Consejo de Seguridad para no condenar asentamientos ilegales en dos ocasiones distintas. 

Muchos habrán de preguntarse: ¿qué se puede hacer con un gobierno como el de la ultraderecha israelí que anuncia suspensión de relaciones con varios países europeos porque no quisieron convalidar (como hasta el presente) el hecho de seguir inundando de agresivos colonos el territorio custodiado por su ejércitos de ocupación? ¿Qué se puede hacer con quienes buscan la guerra de expansión, planteando el etnocidio, y lo hace con la desfachatez de considerar enemigos a la casi totalidad del Consejo de Seguridad, que frente a su impostura nunca procede de la misma manera que lo haría si el gobierno amonestado (solo verbalmente) no fuera el sionista. 

Haciendo memoria se verá que toda la oleada de dictámenes de la ONU comenzó  con la resolución 194 del 11 de diciembre de 1948 cuando la Asamblea decidió, a consecuencia de la expulsión forzada de centenares de miles de árabes provocada por la invasión israelí "que hay lugar para permitir a los refugiados que lo deseen, regresar a sus hogares lo más pronto posible y vivir en paz con sus vecinos, y que se deben pagar indemnizaciones a título de compensación por los bienes de aquellos que decidan no regresar a sus hogares y por todos los bienes que hayan sido perdidos o dañado, en virtud de los principios del derecho internacional o en equidad, esta pérdida o este daño debe ser reparado por los gobiernos o autoridades responsables”. La entidad sionista no solo desatendió esta recomendación sino que continuó expulsando, masacrando y tratando de humillar aún más al pueblo palestino. Eran los tiempos de la Nakba o Catástrofe, como se la conoció a nivel mundial y que dejó las marcas en la piel de hombres, mujeres, niños y niñas palestinas que sufrieron el inicio de un gigantesco genocidio. 

Luego, el 22 de noviembre de 1967, llegó otra resolución adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad, seis meses después de la Guerra de los Seis Días. La medida exigía "la instauración de una paz justa y perdurable en Oriente Medio”, que pasaba por “la retirada del ejército israelí de territorios ocupados durante el conflicto” y el “respeto y reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial y la independencia política de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas y seguras, al abrigo de amenazas y actos de fuerza”. Esta resolución, permanece en todas las negociaciones posteriores, sentando bases para una paz que jamás llegó en el Oriente Medio: la evacuación de Israel de los territorios ocupados y el reconocimiento por los Estados árabes del derecho de Israel a la paz dentro de unas fronteras estables.

Con su habitual recurso de la victimización Israel no cumplió ninguno de estos puntos, y además, optó por generar lazos de cooptación y complicidad con algunos gobiernos árabes cuyos mandatarios, lejos de apoyar las justas demandas del pueblo palestino (como lo exigían sus propios pueblos) se convirtieron en verdugos y colaboraron con el gobierno sionista comercial y hasta militarmente. 

Desde ya que a cada recomendación de la ONU le sucedía otra y otra, que en sus textos eran contundentes, pero que en la práctica, al no ser ninguna de ellas vinculante, quedaban convertidas en papel mojado.

Pero en ese camino de por lo menos dejar en claro ante el mundo que Israel se burla de todo y de todos, vale la pena destacar la Resolución 3379, dictada en 1975, cuando la Asamblea de la ONU adoptó, por impulso de los países árabes, y con el apoyo del bloque soviético y de los No alineados, una contundente declaración que asociaba al sionismo con el racismo y con el apartheid sudafricano en particular (“la paz y la cooperación internacionales exigen el logro de la liberación nacional y la independencia, la eliminación del colonialismo y del neocolonialismo, de la ocupación extranjera, del sionismo, del apartheid y de la discriminación racial en todas sus formas, así como el reconocimiento de la dignidad de los pueblos y su derecho a la libre determinación”), llamando a su eliminación, entendiéndola como una forma de discriminación racial. (72 votos a favor, 35 en contra y 32 abstenciones).



Chaim Herzog


Como Netanyahu en el presente, el entonces embajador israelí y futuro Presidente de Israel, Chaim Herzog, montó en cólera y con total desparpajo rompió el documento en pedazos delante de la Asamblea. En 1991 Israel puso la anulación de la resolución 3379 como condición para su participación en la Conferencia de Madrid, lo que llevó a que fuera derogada al aprobarse la resolución 4686 (111 a favor, 25 en contra y 11 abstenciones) del 16 de diciembre de 1991, una de las más cortas de la historia de la Asamblea General de las Naciones Unidas. De rodillas, incluso algunos delegados posando con sus colegas israelíes, fue el final de algo que había comenzado con cierta muestra de dignidad. 

Luego, para mayor escarnio, vinieron otras tantas resoluciones no cumplidas, como la 3236 de noviembre de 1974 que reafirmaba el “derecho inalienable de los palestinos a regresar a sus hogares y recuperar sus bienes desde donde quiera que se encuentren desplazados y desarraigados y pide su retorno” y “el derecho de la autodeterminación del pueblo palestino”. O la 1322, del 7 de octubre de 2000, aprobada por 14 votos a favor y 1 abstención (Estados Unidos), “condenando los actos de violencia, particularmente el recurso al uso excesivo de la fuerza contra los palestinos, que han provocado heridos y la pérdida de vidas humanas”

Así están las cosas en el damero internacional. Al parecer Israel no entiende razones diplomáticas ni tibios regaños de quienes generalmente son sus aliados. Por eso los amenaza e insulta, pero también por eso mismo desea apurar el tiempo para que asuma el gobierno Donald Trump, quien ya ha confesado su lealtad incondicional al guerrerismo sionista. 

A los palestinos, frente a este panorama, no les quedará otra que seguir apretando los puños y resistir por todas las vías posibles, confiados que lo que no hagan por ellos mismos nadie en ese contorno de gobiernos agresivos, cómplices o eunucos, habrá de hacerlo.


       Donald Trump ya ha confesado su lealtad incondicional al guerrerismo sionista


Hasta aquí el brillante análisis de  Carlos Aznárez. Se puede profundizar más en el tema, pero ese no es el cometido de este artículo. La intención es dar una guía básica de entendimiento para el lector no versado en el tema y sobre todo para que se entienda lo que constituye el sionismo político.
*****

Para ello, invocamos la presencia de un joven y brillante investigador, ya muy conocido en diferentes medios por sus artículos y entrevistas sobre temáticas internacionales. Koldo Salazar López, periodista de investigación español, a él corresponde las siguientes líneas explicativas sobre el papel que juega Israel en las crisis regionales del Medio Oriente. Veamos.


ISRAEL Y EL SIONISMO POLÍTICO (2)




Fue Teodoro Herzl quien, en el siglo XIX, como corresponsal periodista en Francia, tras vivir el proceso de Alfred Dreyfuss decidió cambiar radicalmente su forma de pensar. Durante su juventud fue un entusiasta austro húngaro a favor de la asimilación cultural. Curiosamente el gran enemigo de las comunidades sionistas es la asimilación y la integración en las sociedades en las que viven. 

“Ergo ya desde antiguo vemos que la integración de minorías ajenas a la concepción mayoritaria de los países no es posible, es una auténtica quimera, debido a las diferencias religiosas, culturales, teológicas y filosóficas entre comunidades. No se pueden integrar dos cosmovisiones diferentes en un mismo territorio ya que vivirán de forma paralela y, como mucho, se tolerarán pero siempre de forma cercana al conflicto social”.


En pleno siglo XIX Europa estaba sumida en las revoluciones nacionalistas románticas que acabarían siendo el germen de movimientos políticos e, incluso, del comunismo. Los judíos, sin embargo, formaban parte de las naciones y tenían dos opciones, encerrarse en sus barrios, desconectándose de la vida social o integrarse en los nacionalismos generales. 

Herzl supo calcular lo que el judío necesitaba y comenzó a teorizar sobre el sionismo en base a tres grandes premisas: 

a) La nación judía no puede integrarse en los estados de los que forman parte;

b) La nación judía para su supervivencia necesita instalarse en un teatro geográfico e instalar un estado judío y la única zona válida para este pretexto es la palestina otomana (hablamos del siglo XIX); 

c) La religión judía y la raza son básicas, de tal forma que el eje debe de ser la nación-sangre judía. 

SIONISMO 

Esta idea básica, desarrollada en el “Judenstaat” (El Estado Judío) de Herzl permitió el inicio del movimiento sionista político, muy alejado del sionismo místico y religioso que pregona la vuelta a Israel y Jerusalén exclusivamente tras la aparición del Mesías judío. 

Al contrario de lo que muchos piensan el sionismo dista mucho de ser una ideología política. Llamar fascista, nazi o comunista a un sionista por el mero hecho de serlo es un grave error conceptual debido a una simple razón, el sionismo es un sistema nacionalista desculturizador y aglutinador. 

1- Es aglutinador porque pretende la unión de todos los judíos en un sólo punto geográfico, obligando a la convivencia; 

2- Es un elemento desculturizador porque no se pueden permitir la creación de estados paralelos judíos dentro de Israel, de ahí la homogeneización lingüística resucitando el hebreo y relegando idiomas como el Yiddish, Ladino, Judesmo o Haketía a meras expresiones religiosas o culturales minoritarias y anecdóticas. 

3- Es un sistema nacionalista porque promulga una ideología de estado como ente filosófico, instalado de forma fáctica en una región geográfica concreta, dejando a la ideología política la gestión de este estado:

3-a) DE AHÍ LA EXISTENCIA DE SIONISMOS FASCISTAS, SOCIALISTAS, LIBERALES, CONSERVADORES, DEMOCRÁTICOS, INTEGRADORES, COMUNISTAS… 

Podemos concluir someramente que el sionismo es un sistema nacionalista no cuestionado ni cuestionable por las élites de este movimiento, pero abierto a todas las ideologías que hagan viable la gestión y el desarrollo del estado. De ahí la evolución israelí de socialistas convencidos como David Ben Gurión a sujetos pertenecientes al fascismo sionista como Avigdor Liebermann en apenas setenta años. 

SIONISMO INTERNACIONALISTA




Curiosamente existe una creciente oposición dentro de las comunidades judías, sobre todo de las ortodoxas y ultra ortodoxas, que se oponen al sionismo y lo consideran una herejía o una rebelión contra Dios debido al castigo impuesto sobre ellos (teológicamente hablando), los judíos hablan de tres exilios: 

a) Exilio Egipcio: Los famosos cuatrocientos años como esclavos y su liberación por Moisés

b) Exilio Babilónico: Después de la destrucción de los reinos de Israel y Judá por Asirios y Babilonios y el exilio en estas tierras que acaba ochenta años después con el Edicto de Ciro II y que llevan a cabo los profetas Esdras, Nehemías, Jeremías y Ezequiel 

c) Exilio Romano: El producido con la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos y la diáspora judía por todo el mundo y que acabará con la vuelta del Mesías. 

Por lo tanto la concepción religiosa pregona seguir esperando, mientras que Teodoro Herzl y León Pinsker decidieron remediar esta situación instalando un estado-nación en la antigua Israel bíblica a costa de los territorios del Imperio Otomano, y luego de la Palestina británica

Por lo tanto se está produciendo un curioso fenómeno psico-político que es el progresivo avance del laicismo en la sociedad israelí por un curioso hecho, para continuar con la memoria de la identidad propia judía hacía falta mantener viva la llama religiosa y continuar alimentando la cuestión teológica contenida en el Tanaj, así como la interpretación religiosa y la filosofía judía del Talmud. Eso era el centro de la cultura judía del exilio. 

Estos elementos abstractos creaban lo que podríamos llamar un “recuerdo de la patria“, pero cuando el judío abandona el exilio a partir de “La Declaración Balfour” y abraza el sionismo ocupando la tierra de los palestinos, las ideas abstractas pierden su función de recordatorio porque ya no se necesita de ellas. Podríamos resumir que “El sueño de la patria” del exilio se desvanece frente a la contundencia de un estado de Israel real y en funcionamiento.

El sionismo, curiosamente, se está reforzando de manera constante en las comunidades cristianas de tendencia evangélica, testigos de jehová etc… debido al gran esfuerzo que desde el estado de Israel se hace para captar a estos grupos y convertirlos en elementos lobbistas, todo debido a la interpretación literal de la biblia.

Porque el sionismo necesita justificar su ocupación en base a la promesa a Abraham, contenida en la Torah, que son los primeros cinco libros del Antiguo Testamento cristiano. El conocimiento de estos grupos cristianos de estos antiguos textos ha permitido una facilísima propagación del sionismo cristiano, aderezado con un fuerte sentimiento anti islámico (también explotado desde los Think-Tank israelíes y estadounidenses), han logrado generar fanáticos sionistas cristianos anti palestinos.


Obviando, eso sí, las constantes injerencias israelíes en los asuntos internos de los estados alrededor suya que tienen dos opciones: 

a) Unirse al sionismo directa o indirectamente a través de Estados Unidos, países como Jordania, Arabia Saudí, Emiratos etc…se han unido a esta tendencia. 

b) Oponerse al sionismo y sufrir constantes ataques militares, guerras, desestabilización y propaganda. Países como Irán, Iraq, Siria o Líbano no se han unido al bloque sionista.


Esto se debe a la propia debilidad del estado de Israel, que necesita tener vecinos débiles para sobrevivir. De ahí las buenas relaciones con los Estados Unidos ya que Israel muchas veces actúa como garante de los intereses estadounidenses en la región y Tel Aviv se beneficia de ello. Por ejemplo, en 2003 Saddam Husein, uno de los grandes enemigos de Israel, fue derrocado y ahorcado en 2006, la Siria de Bashar al Asad está siendo destruida por grupos terroristas yihadistas pagados por Arabia Saudí, Estados Unidos, Israel, Turquía, Qatar y la Unión Europea. 

Por lo tanto el intervencionismo israelí constante en Oriente Medio se debe a ello. A generar aliados acérrimos, como los países del Golfo y Arabia Saudí, o a destruir a aquellos que no son aliados, como Iraq, Siria o Yemen y los constantes ataques a Irán.

AddToAny