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21 octubre 2022

¿Por qué sigue habiendo gente que cree que Hitler fue "socialista"?



por Tito Andino U.


Para no repetir temas ya esbozados, respecto a las aspiraciones imperiales de Hitler, por favor consulte los artículos sobre "Nazismo y Monarquía" en que se desmenuza a consciencia las relaciones políticas entre las dinastías reales germánicas y los nazis. En cuanto a la ideología política del nacionalsocialismo, quedó fundamentado en un magnífico material disponible para su consulta y que se complementa con esta entrega, "El nazismo un ensayo imperial", (publicado en 2018 y reproducido por otros medios), investigación que dio mucho que hablar, incluso con críticas negativas, que casi rayan en el insulto, censurando la veracidad sobre las pretensiones imperiales hitlerianas; mas, la presencia de comentarios positivos fueron un reconocimiento a un esfuerzo investigativo serio. De estos últimos surge la idea de puntualizar ciertos datos sobre aquella etapa de la historia alemana que sigue planteando dudas.

No obstante, debemos repasar, a groso modo, un antecedente referente a la Gran Guerra que tuvo tintes familiares. El Zar Nicolás II de Rusia, el Kaiser Guillermo II de Alemania y el Rey Jorge V del Reino Unido eran nietos de la Reina Victoria del Reino Unido, es decir, eran primos. Para aclarar mejor las cosas, Victoria era abuela directa de Jorge V y de Guillermo II, en cuanto a Nicolás II, su madre fue la hermana de la madre de Jorge, es decir, era nieto político de la Reina Victoria.

La princesa alemana Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld (alemana) fue la madre de la Reina Victoria (casada con el duque de Kent, Eduardo); el nombre secular de la futura reina Victoria era Alexandrina Victoria de Hannover (casa real de Hannover). La reina Victoria casó con Alberto de Sajonia-Coburgo (es decir, con un alemán). La reina Victoria fue la última monarca de la casa de Hannover. Su hijo y sucesor, Eduardo VII, era miembro de la nueva casa real de Sajonia-Coburgo-Gotha.  

El monarca ruso y el británico fueron aliados y enfrentaron a su primo alemán, el conflicto puso punto final a los estados monárquicos de Alemania y Rusia. Terminada la guerra solo Jorge V conservó su imperio, Nicolás II fue ejecutado y Guillermo II se exilió en los Países Bajos (Holanda). El Rey Jorge, pasado algún tiempo, cambió el nombre de la familia para eliminar sus vínculos familiares que los ataba a los alemanes, adoptando el de Windsor

Es evidente que los emparejamientos de los hijos de la reina Victoria con las casas reales europeas buscaba mantener la estabilidad político y social en Europa, pero causó el efecto contrario con la llegada de la Gran GuerraUna magnífica descripción de esos vínculos familiares y personalidades de los tres citados (quizá la más completa) fue escrita por la historiadora británica Miranda Carter, “The Three Emperors: Three Cousins, Three Empires and the Road to the World War One (Los tres emperadores: tres primos, tres imperios y el camino hacia la Primera Guerra Mundial).


Hitler, el político de extrema derecha




A pesar que no debería serlo, sigue siendo polémico y materia de controversia, incluso entre ciertos historiadores, la verdadera inclinación política de Hitler. Las siguientes líneas podrían ser vistas como contradictorias, pero no lo son. Debido a la compleja temática y sobre todo al indescifrable accionar de un delirante Adolf Hitler, quien se creía elegido por la "Providencia", debemos entender que asumía encontrarse por encima de cualquier doctrina

Recordaré que "BBC Mundo" realizó un reportaje con fines educativos tras la absurda polémica de si los nazis eran de izquierda... Definitivamente nunca lo fueron¿Los nazis eran de derecha? es una ligereza así calificarlo, porque desde que Hitler tomó la batuta se transformó en una agrupación radical de extrema derecha que velaba por la continuación de la Realpolitik alemana del expansionismo implantada en el pangermanismo. El nazismo constituyó en Europa el último ensayo imperialista (en el sentido estricto del término) por medio de la guerra.

El tema amerita una explicación más detallada.

Hitler, iniciada su bullada actividad política se declaró "revolucionario socialista"... pero nacionalista, no como los comunistas que eran "socialistas internacionales".

Algunos investigadores sostienen que fue un conservador (derecha política); otros siguen sosteniendo que nunca fue un conservador y eso, en parte, es cierto. No podríamos decir exactamente que era un conservador ya que despreciaba todas las instituciones tradicionalmente agrupadas en esa tendencia: la monarquía, la aristocracia y hasta la religión judeo-cristiana, solo en ese sentido se apartaba de la derecha, pero le daba igual, trabajaba para ella y pactó con ella para asumir el poder. 

No obstante, la actividad política a lo largo de su carrera tampoco fue de izquierda, mucho menos "revolucionario". En este punto podemos señalar que imitó a Mussolini, "socialista" de discurso pero derechista en la norma. En eso no hay ninguna diferencia con cualquier político demagogo, sea de derecha o de izquierda: siempre dicen hablar en nombre del pueblo, se rasgan las vestiduras por el pueblo y nos llevan a la guerra por el pueblo, etc.

Llama la atención esa admiración inicial de Hitler a Mussolini, cuando hizo su primera visita de Estado a Italia, pudo percatarse que quien manejaba los hilos era el Rey Víctor Manuel III, como jefe de estado, Mussolini era un simple jefe de gobierno. Luego, también tuvo que tragarse su orgullo y abrazar al rey Boris III de Bulgaria a quien, para variar, aborrecía; tampoco apreciaba al rey Miguel de Rumania, y éstos nominalmente fueron sus aliados en la guerra.

Hitler hubiese tomado, en su tiempo, como un insulto calificarlo como conservador ya que despreciaba a los Habsburgo y todo lo que significaba el Imperio Austro-Húngaro, donde había nacido, lo detestaba, insistía que los "judíos" Habsburgo favorecían a los eslavos. 

La alianza entre Austria-Hungría y Alemania en la primera guerra mundial, era para él una "alianza profana", una "hipocresía de los Habsburgo, que permitió a los gobernantes austriacos crear la apariencia externa de que Austria era un estado alemán", está escrito, no es invención. Esa enorme incoherencia hitleriana fue la razón para que se enrole como voluntario en un regimiento bávaro del "puro" Imperio Alemán; luego vendría su codicia de unificar a los austriacos, por constituir parte de los pueblos germánicos en un solo Imperio. 

En su mundo de contradicciones, Hitler el austríaco "socialista" anti Habsburgo era, a la vez, un pro-monárquico de las élites alemanas de quienes se desilusionaría con el tiempo.


El renunciante rey Jorge VIII (duque de Windsor) y su mujer Wallis Simpson, saludan a Adolf Hitler durante una visita a Alemania en 1937. A la derecha, en julio del 2015, una portada del tabloide The Sun (el periódico de mayor circulación de toda Gran Bretaña) reprodujo una vieja imagen parte de una breve filmación privada aparentemente realizada entre 1933-1934, cuando Isabel II tenía siete años, se puede ver a la joven reina haciendo lo que parece ser un saludo nazi. La casa real británica expresó su decepción por la "explotación" de imágenes de hace ocho décadas, que podían estar sacadas de contexto.
 


Fue una familia real alemana, la Casa de Wittelsbach, la que recibió el apoyo del pueblo ante el fallido golpe de Estado del 8 y 9 de noviembre de 1923 (putsch de la cervecería) de un ingenuo Hitler que aspiraba obtener el apoyo de los numerosos monárquicos aglutinados tras la figura del príncipe heredero Ruperto (Rupprecht) de Baviera, quien, desde el principio denunció a los nazis. 

Entonces, el odio de Hitler a la monarquía alemana se derramó ante tal desprecio, al poco quedó reflejado en el "Mein Kampf". Solo a partir de esa humillación tomó -supuestamente- la línea "socialista" para denunciar con mayor fuerza a la "aristocracia judía" y esbozar una futura "Nueva Alemania" en que prevalecería una aristocracia de la raza y de la sangre, una raza de señores que aboliría, según él, toda distinción entre clases ("aplicable" solo a la "raza aria").

¿Cómo conseguiría eso? Siendo una incipiente fuerza política que condenaba con vehemencia a los conservadores, aristocráticos, monárquicos, industriales y financieros "judíos" -aglutinados en la derecha-. Lo usual, se acercó a ellos, consiguió su apoyo y dinero, selló alianzas que le llevarían al poder. Con ese acto confirmó que sus enemigos eran los auténticos socialistas y comunistas contra quienes despotricaba abiertamente, acusándolos de seguir la línea del judaísmo internacional.



Es evidente que no fue un "revolucionario socialista"; y, por descontado, tampoco era un conservadorsus inclinaciones más bien monárquicas eran peculiares, propias de un caso patológico que se agudizó al ser humillado por los monárquicos; el "nacionalsocialismo", igualmente era puro cuento. Entonces, políticamente que era Hitler? 

Siguiendo sus líneas y comportamientos personales, no hay duda que su inclinación ideológica iba a la derecha, pero rechazaba los partidos políticos de esa tendencia (conservadores, monárquicos). Para él no existía otra opción que su propia doctrina. Por todo lo que significó el nazismo esa corriente no puede ser otra cosa que una expresión radical de derechas, una variante de eso que en general denominamos fascismo, creado precisamente para combatir a la izquierda y al naciente movimiento obrero

Otro rasgo peculiar de la personalidad política de Hitler constituyeron sus aspiraciones señoriales, sus delirantes sueños por ser aclamado como futuro Kaiser de los alemanes. Su concepción del mundo lo delata irremediablemente como un nacionalista monárquico, pero no vasallo de un señor, él era la encarnación de ese Señor. 


Hitler rechazaba la monarquía existente, al mismo tiempo, admiraba a unos cuantos emperadores que, según él, "aparecían a intervalos tan infrecuentes", -y él se consideraba un caso infrecuente-. Solo la grandiosidad de la "Providencia" permitiría que él forme parte de ese círculo de figuras casi divinas.

Como vemos, una valoración de las inclinaciones políticas de Hitler no puede ser explicada a la sana luz de una crítica racionalista, sino como un caso clínico y hasta mistérico (del misticismo). El mismo Hitler se encargó de aclarar que quien cree conocer al nacionalsocialismo solo como una fuerza política es que no conoce nada. La propia organización de su movimiento y las reglas del ala paramilitar (SS) nos adentran en un mundo muy alejado de la política cotidiana tal como la conocemos. Muchos de esos líderes, Himmler, por ejemplo, pertenecían a grupos esotéricos extremistas. Hitler hablaba de crear una orden de Caballeros Iniciados, la "Orden Negra" (en las SS). (Esto ya lo hemos tratado en otras ponencias: La Alemania nazi y la Rusia soviética: Sustitutivos de la fe y Pseudo ciencia en el país nazi.


El Kaiser Guillermo II, último Emperador de Alemania y último Rey de Prusia y Adolf Hitler, autonombrado Führer de los alemanes, terminó con la Constitución del sistema republicano y con él murió el Imperio Alemán.


Por otro lado, el Kaiser Guillermo II, en un infundado temor, creía que otras casas reales, como los Habsburgo (Casa Real de Austria. Como sabemos, los Habsburgo ocuparon un largo periodo el trono del Sacro Imperio Romano Germánico entre 1438 y 1740); o, los Wittelsbach (Casa Real de Baviera), pretendían reclamar la corona abdicada por los Hohenzollern

La verdad es que, tanto los austriacos como los bávaros y todas sus ramas eran probados antinazisEl Príncipe Ruperto de Baviera y el Archiduque de Austria, Otto, tuvieron que exiliarse y algunos miembros de su familia terminaron en los campos de concentración. Los Habsburgo ya habían dejado de ser competencia hace mucho tiempo, no obstante, Hitler y los nazis los declararon enemigos del estado, dictándose leyes en su contra. Así que, tal fue la paranoia de Guillermo II que inicialmente abrazó a los nazis para impedir la "competencia" al trono. 

En la posguerra hubo aspiraciones por restaurar esas monarquías pero, en el caso bávaro, fueron las fuerzas de ocupación estadounidenses las que se opusieron. 

Guillermo II tenía una sola voluntad, restaurar la monarquía, exclusivamente para él o sus descendientes; sobra decir que quien podía conceder tal acto de "magnificencia" era el nuevo "führer" de los alemanes, Adolf Hitler, solo él podía restaurar a los Hohenzollern en el trono del Reich, un triste y mal sueño del ex Kaiser. 

El único que aspiraba legitimarse y erigirse -por derecho propio- como nuevo Emperador del Reich de los Mil Años- no era otro que el aprendiz de guía "espiritual" de los germanos, Adolf Hitler y eso solo podía hacerlo mediante la guerra de conquista y con los símbolos imperiales germánicos de los que iba apoderándose.

En los años de lucha por el poder, los viejos y conservadores monárquicos creían poder utilizar al cabo "socialista" que causaba revuelo en las calles, pese a ello sabían darse su lugar, repudiaban a Hitler y él correspondía con creces esos sentimientos. Hitler, un hombre sin escrúpulos, se valió de la monarquía y de la clase aristocrática, les resultaba interesantes para sus propósitos: legitimarse en el poder y recibir apoyo para sus guerras imperiales. Esos pasos le permitirían en el futuro aspirar a cosas más grandes -la Corona del Reich-. 

Inicialmente un venerado anciano, mariscal Paul von Hindenburg, se burló de la idea de convertir al "cabo bohemio" en canciller, dijo en broma que él "no lo haría ni director de correos de Bohemia mucho menos canciller". Mientras tanto, varios miembros de la realeza y aristocracia optaron por seducir a los nazis enrolándose en sus filas, pensaban que desde esa posición podrían consolidar una restauración monárquica, se engañaban.


Hitler junto al mariscal Paul von Hindenburg


Hoy sabemos con tanta certeza que las insinuaciones nazis de restaurar en el poder al Kaiser Guillermo II era una jugarreta para conseguir el voto de los monárquicos, a la vez que ganaba apoyo popular, inicialmente el Kaiser lo creyó. Ese ridículo idilio no duró mucho tiempo. Guillermo II calificaría al führer alemán como deshonesto y loco de poder, la respuesta de Hitler fue denunciar al Kaiser como "amante de los judíos". Ya era tarde, la dictadura y el camino del Imperio Hitleriano había iniciado, lo único que importaba en adelante era la figura Mesiánica de Hitler.

Tras el fracaso del golpe de estado, el 20 de julio de 1944, Hitler vio la oportunidad definitiva de eliminar a quienes temía y odiaba -la aristocracia-, precisamente el círculo donde nació la conspiración. Fue implacable en su persecución, encomendó la tarea a Heinrich Himmler. Apenas dos semanas después del fallido plan, se decretó la doctrina de la "sippenhaft", es decir, la "culpa de la sangre" o "responsabilidad de sangre", supuestamente basada en una antigua tradición germánica. 

La versión hitleriana de la "sippenhaft" declaraba a la traición como una manifestación de la sangre enferma, no solo del culpable, sino la de todos los integrantes de su familia. Himmler tenía claras las órdenes de su amo: "todos serían exterminados, hasta el último integrante del clan", era evidente que conforme la "sippenhaft", "habrá que extinguir hasta el último miembro de la familia del conde Stauffenberg".

Pero algo inesperado ocurrió, Himmler, el perro fiel de Hitler, no se atrevió aplicar la doctrina del todo, el Reichsführer de las SS sentía (en el fondo) adoración por la aristocracia y la alcurnia. Él decidió que "la sangre de familias como los Stauffenberg era demasiado preciosa como para malgastarla indiscriminadamente. En dicha sangre residía la pujanza y el vertu de los futuros dirigentes de Alemania. Así fue como la mayoría de los Stauffenberg se libraron del exterminio. Muchos fueron enviados a campos de internamiento. Distanciaron a los parientes y separaron a los niños de sus padres para confiarlos al cuidado del Estado. Las esposa e hijos de Claus y Berthold von Stauffenberg sobrevivieron, lo mismo que el otro hermano, Alexander, que no participó en la conspiración"

Cuentan los redactores del libro "Secret Germany" que ni los propios investigadores de las SD (servicio de seguridad de las SS) escaparon de esa admiración hacia sus víctimas, los investigados, interrogados y torturados oficiales aristócratas de la Wehrmacht. Ernst Kaltenbrunner, Jefe del SD, a petición de Hitler tuvo que ordenar redactar un informe detallado sobre la conspiración y sus promotores. Tal debió ser la profunda consternación del SS y de Hitler que no se habló más del tema, el concluyente informe terminó con un carpetazo. La realidad era que los propios nazis no dejaron de sentir admiración por esos hombres de distinguida personalidad y alta graduación. El informe describía al conde Stauffenberg como "un hombre realmente universal" y "un espíritu ígneo que fascinó y sirvió de fuente de inspiración a todos los que estuvieron en contacto con él"

Sería especular sobre la reacción de Hitler ante ese informe, aunque sus repulsiones eran demasiado conocidas ante la adversidad, es lógico suponer que su silencio se debió a las conclusiones del SD, aquellos hombres -los conspiradores- actuaron por patriotismo y no por traición, a esas alturas de 1944 ni el más fervoroso nazi podía desconocer el desastre al que habían sido conducidos por su Führer y sus pretendidas ínfulas imperiales. 

Conclusiones:


La corona, el orbe y el cetro de los Habsburgo, fueron sustraídos por Hitler del Palacio Imperial de Hofburg de Viena, antigua residencia de los Habsburgo, durante su visita a la ciudad tras el Anschluss (12 marzo 1938). Hitler aprovechó su discurso pronunciado en el Palacio de Hofburg, el 15 de marzo, para apoderarse de las joyas de la corona.


El "triunfo" de Hitler contra la monarquía se consolidó en la posguerra, un proceso que culminó con la desaparición de algunas monarquías europeas como la italiana, serbia, búlgara y rumana y la imposibilidad de rehabilitarlas en Alemania y Austria. El "socialismo" de Hitler produjo un acontecimiento no programado. El imperialismo, en estricto sentido, empezó a sucumbir en el mundo, dando pasó a las repúblicas presidenciales y parlamentarias y la aparición de las superpotencias mundiales y el manejo del mundo por otras vías (la globalización o imperialismo económico).

Hitler perdió la guerra, sí; consiguió que Alemania sea destruida, también. Pero, no necesariamente sus verdaderos patrocinadores fueron derrotados -los sinarquistas-; al contrario, esos grandes industriales y banqueros (incluidos alemanes que sirvieron a Hitler), las empresas internacionales, los supremacistas europeos salieron airosos de los procesos judiciales a los que se vieron sujetos como cómplices del nazismo, erigiéndose, de una vez por todas, como la única fuerza motora del destino económico y político de la vieja Europa. 

La hora de los políticos había terminado era el momento de dar paso a la gran industria que estableció -desde entonces- la regla básica: enemigos y amigos son la misma cosa en política, izquierda y derecha irán tras los mismos objetivos (hasta hoy). 

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Resumen de varias lecturas 

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16 octubre 2022

Juicios de Moscú: la Edad Media estalinista



Introducción por el editor del blog

El artículo principal que daremos lectura es una publicación que proviene de un medio de Grecia (ξεκινημα - Primeros Pasos, definido como una organización socialista internacional, el texto ha sido traducido de la versión en inglés).

Los Juicios de Moscú, en realidad son tres juicios contra prominentes políticos y militares de la Unión Soviética (el militar de 1937 fue secreto) llevados entre 1936 y 1938. El de 1936 es materia central de este reportaje; el tercer juicio, "el juicio de los veintiuno", aconteció en marzo de 1938, destacando la conocida figura del político y filósofo marxista, Nikolai Bujarin. Hoy sabemos que esos juicios se basaron en declaraciones forzadas mediante intimidación y tortura, dirigidos tras bastidores por Stalin.

Mucho se ha escrito sobre el papel de Trotsky (traidor y cómplice de los nazis, según Stalin); y, por otro lado, de los servicios secretos nazis para conseguir -mediante la desinformación- que el sanguinario líder soviético decapite la cúpula política y, sobre todo, la militar, acción que habría conseguido el éxito inicial y arrollador de la blitzkrieg en el frente del Este. ¿Qué tan cierto es esto? Repasemos brevemente estos hechos.

Por lo mismo, es necesario algún repaso sobre el rol nazi en las purgas estalinistas. El objetivo de guerra más importante de la Alemania nazi fue la URSS, buscar la manera de infiltrar agentes secretos y ganarse a la población era tarea imposible, la nación de los soviets se hallaba protegida en cuanto a la influencia extranjera y con un severo control interno. Solo los arrebatos de Stalin facilitaron la tarea a los nazis porque planeaba eliminar a sus antiguos camaradas de lucha que, según él, podrían oponérsele, el Servicio de Seguridad de las SS (SD) tenía conocimiento de esas intenciones. Reinhard Heydrich exigió del Almirante Canaris, jefe del Abwehr, documentos originales de personajes rusos y alemanes para falsear una inexistente correspondencia entre oficiales de ambas naciones, "información" que se le haría llegar a Stalin. 

El dictador soviético, en el verano de 1937, desencadenó otra sangrienta purga contra sus colaboradores, destacando que sin la "ayuda" alemana la depuración se habría dado de todas formas, lo que no se cree es que hubiese llegado al terrible fin bajo influencia de los "documentos" nazis infiltrados que enviaron al verdugo a la élite militar que secundaba a Stalin. El enemigo número uno de los nazis quedó expuesto por un buen tiempo.


El mariscal Mihail Tukhachevsky y otros generales del Ejército Rojo, víctimas de la purga estalinista. El 11 de junio de 1937, la Corte Suprema soviética convocó un tribunal militar especial para juzgar a Tukhachevsky y otros generales por traición. El juicio se denominó el Caso de la Organización Militar Antisoviética Trotskista. 

La purga tuvo este resultado: Tres mariscales soviéticos; 13 jefes de Ejército, 57 comandantes de Cuerpo de Ejército; 110 comandantes de división; 220 comandantes de brigada; 11 Vicecomisarios de Guerra de la URSS, 75 miembros del Consejo Supremo Militar. Es decir, el 90% del generalato y el 80% de la oficialidad, tampoco se libraron en el servicio secreto, fueron liquidados el jefe, su sucesor y jefes delegados en Europa. Para rematar, el georgiano Lavrenty Beria fue nombrado jefe de la policía secreta e inició a ejecutar a los verdugos de 1937. 

Cuando se desató la guerra en 1939 Stalin contaba con escasos agentes en el exterior y en escaso número de países, y de quienes no se fiaba, incluso cuando alertaron de los movimientos de tropas alemanas vaticinando la próxima guerra contra la URSS, lo que acarreó el desastre militar inicial.

En lo que respecta a León Trotsky (nacido Lev Davidovich Bronstein), revolucionario y teórico marxista, fundador y primer líder del Ejército Rojo, Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores y de los primeros miembros del Politburó, se opuso desde la década de 1920 al ascenso de Josef Stalin. Trotsky fue depuesto ya en 1927 y expulsado del Partido Comunista, en el exilio fundó la Cuarta Internacional (se denomina trotkismo). Durante su exilio en México siguió oponiéndose a Stalin, alentó para que el Ejército Rojo se oponga al fascismo europeo, por lo mismo, lamentó el pacto de no agresión soviético - alemán, terminó asesinado en México (1940) por orden de Stalin.


Algunos ejemplares de la extensa investigación sobre Leon Trotsky

Algunos consideran controversial el rol jugado por Trotsky antes y durante la Segunda Guerra Mundial puesto que tras los juicios de Moscú de 1938 alentó un programa de transición una vez que se diera el derrocamiento del liderazgo soviético (Stalin), expresó que la nación de los soviets "debería centrarse en obras de utilidad pública en lugar de programas de armamento". Eso le valió más acusaciones por "traidor" al servicio de los intereses nazis contra la URSS y la consecuente propaganda en su contra.

Las siguientes líneas, aunque no siguen la secuencia de la cronografía de esta nota de introducción (purgas militares en la URSS, 1937 y proceso de 1938) confirman la paranoia política (temor, por ser suaves) de Stalin hacia sus camaradas. Y eso nos lleva al campo especulativo, ¿qué habría sido de la URSS sin Stalin? Y, a pesar de todo, ¿habría sobrevivido el estado soviético a la segunda guerra mundial sin el férreo liderazgo de Stalin?


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Juicios de Moscú: la Edad Media estalinista

 

Estado Mayor de Lenin en 1917. Solo Stalin, el verdugo, permanecía en 1940 entre los lideres que habían dirigido la Revolución 


por Panagiotis Vogiatzis

Titulo traducido al inglés del original en griego:

"Moscow trials: the Stalinist Middle Ages"

ξεκινημα - Primeros Pasos 

* Todo el material gráfico es añadido por el editor del blog (detectives de guerra)


El primero de los Juicios de Moscú comenzó el 19 de agosto de 1936. 

En agosto de 1936, la opinión pública mundial se sorprendió al descubrir que se había revelado una vasta conspiración en la Unión Soviética. Los viejos camaradas y colaboradores cercanos de Lenin, Zinoviev y Kamenev, así como varios militantes bolcheviques conocidos, fueron acusados de haber colaborado con el exiliado L. Trotsky en la organización para asesinar al miembro de Politburó S. Kirov en 1934. Supuestamente planeaban ejecutar a los miembros restantes del gobierno, sabotear la producción y el transporte del país y, en cooperación con la Gestapo, ¡prepararse para la victoria de Hitler en la próxima guerra! Lo más sorprendente es que los propios acusados se declararon culpables de la mayoría de los delitos de los que fueron acusados y fueron llevados inmediatamente al pelotón de fusilamiento.

Los hechos causaron una gran sensación. Los acusados eran figuras políticas conocidas que solo dos décadas antes habían derrocado al zar y habían desempeñado un papel decisivo en el establecimiento del primer estado obrero del mundo. ¿Qué había pasado? ¿Se habían convertido en enemigos jurados del movimiento obrero?


Pese a su amistad con Trotsky, el artista soviético Boris Efimov se vio forzado a ridiculizarlo en las caricaturas políticas de los periódicos de los años 30, satirizándolo como sirviente de los nazis. El propio hermano de Boris Efimov sucumbió en las purgas estalinistas.


Asfixiando la revolución

El "Juicio de los 16", en 1936, marcó el comienzo del acto final en un drama que había comenzado a desarrollarse una década antes. El aislamiento de la revolución en un solo país y el auge de la burocracia fueron llevando gradualmente a la Unión Soviética a una situación de completa asfixia, que ya no era posible ocultar. El liderazgo estalinista había implementado internamente una colectivización forzada de tierras agrícolas, que devastó regiones enteras y condujo a la inanición de millones de personas y, finalmente, a su muerte. La producción industrial estaba creciendo rápidamente, pero a un costo enorme. Las condiciones de vida de los trabajadores eran aún peores que a principios de la revolución industrial en Occidente. Enormes proyectos, construidos apresuradamente y sin una planificación elaborada, quedaron inacabados. Las explosiones y los desastres en fábricas y minas ocurrieron con demasiada frecuencia. Las cosas no fueron mejores en el campo de la política exterior. Las desastrosas teorías del "tercer período" y el "socialfascismo" condujeron a la derrota de la revolución en varios países; en Alemania estas teorías eran prácticamente responsables de entregar el poder a Hitler sin luchar. Era una cuestión de vida o muerte para la burocracia encontrar un chivo expiatorio para todos estos desastres.


Líderes revolucionarios soviéticos: Josef Stalin, Vladimir Lenin y Leon Trotsky en 1919. (otras fuentes dicen que no es Trotsky, sino Mihail Kalinin, quien tenía un asombroso parecido físico con Trotsky, como se aprecia abajo en una fotografía de 1938 (Fotografía: Universal History Archive/UIG)




Leon Trotsky y la Oposición de Izquierda a su alrededor habían previsto este desarrollo en una etapa temprana. Ya en 1926, en una reunión del Politburó, Trotsky acusó abiertamente a Stalin de "prepararse para cavar la tumba de la revolución". Tres años después, y ante la consiguiente ola de terror interno, Trotsky predijo que "la burocracia está destinada a cortar un río de sangre que la separará definitivamente del verdadero Partido". Esto estaba a punto de hacerse realidad de la manera más dolorosa.

En el momento de alcanzar el clímax de 1936-38, Stalin procedió de una manera implacable pero cautelosa. Aunque había logrado dominar completamente la vida interna del partido, las tradiciones bolcheviques seguían siendo fuertes. A principios de la década de 1930, aún no había logrado imponer su dominio personal absoluto sobre el Partido: este último resistía constantemente cada vez que surgía la cuestión de exterminar físicamente a los "enemigos del pueblo". Así, en una serie de juicios públicos, comenzando con el "Juicio Shakhty" en 1928, y pasando a los casos del "Partido Industrial" y los mencheviques en 1930 y la "Plataforma Ryutin" en 1932, todos los elementos que prevalecerían en los juicios posteriores, a saber, la completa falta de pruebas y pruebas reales, las confesiones imaginarias de los acusados, etc. estaban allí. Sin embargo, no había logrado, a pesar de sus esfuerzos, llevar a cabo ejecuciones. El punto de inflexión en este proceso fue el asesinato de Kirov en diciembre de 1934.

Kirov

Hoy sabemos que Kirov no era "un burócrata de tercera categoría" como Trotsky lo calificó en sus escritos de aquellos tiempos. Por el contrario, era la estrella en ascenso del grupo de liderazgo, miembro del Politburó y a cargo de Leningrado, la organización más importante del partido. Como había introducido algunas pepitas de liberalismo en su región, algunos sintieron que podía ser un contrapeso al propio Stalin. De hecho, fue el primero en votar para el Comité Central en el congreso de 1934 y un pequeño grupo de delegados consideró nominarlo para Secretario General. Por lo tanto, es obvio quién se beneficiaría de su muerte ...

Aunque no se han encontrado pruebas contundentes, es seguro concluir que, incluso si los servicios secretos, a saber, el propio Stalin, no participaron activamente en el asesinato de Kirov, ciertamente lo sabían y lo toleraron. Su asesino había sido arrestado armado frente a las oficinas del partido en Leningrado unos días antes, pero fue liberado de inmediato. ¡El guardia personal de Kirov murió dos días después en un accidente automovilístico en el que nadie más a bordo resultó herido! En cualquier caso, la muerte de Kirov marcó el comienzo de la mayor operación de terrorismo de Estado que haya tenido lugar en todo el mundo.


Josef Stalin y Nikita Khrushchev, 1936

Cientos de personas fueron condenadas en procedimientos sumarios y fusiladas durante los dos meses siguientes. Zinoviev y Kamenev, así como otros ex miembros de la oposición, que habían estado en el exilio durante más de dos años, fueron juzgados de nuevo (pero los juicios aún se celebraron a puerta cerrada) y los acusados se vieron obligados a asumir la "responsabilidad moral" por el asesinato. Las sentencias seguían siendo comparativamente leves: de 5 a 10 años de prisión. El terror se estaba organizando lenta y cautelosamente. Pero pronto los desarrollos se convertirían en una bola de nieve.

El clímax

Durante los siguientes tres años, entre 1936 y 1938, se celebraron tres grandes juicios abiertos. La primera tuvo lugar en agosto de 1936, la segunda en enero de 1937 y la tercera en marzo de 1938. En el medio, el juicio de los generales tuvo lugar en mayo de 1937. En estos procedimientos, toda la vieja generación de bolcheviques fue exterminada y el Ejército Rojo fue decapitado. Entre sus víctimas estaban todos los antiguos miembros del Politburó, desde 1917 en adelante: Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Rykov, Tomsky – que logró suicidarse justo antes de ser arrestado, Pyatakov – a quien se refiere en el "testamento" de Lenin como uno de los bolcheviques más competentes de la nueva generación, I. N. Smirnov – apodado "la conciencia del Partido" por su valentía y carácter impecable, Rakovsky, que fue el pionero en la construcción de partidos comunistas en Bulgaria, Rumania y Ucrania, Krestinsky y Serebryakov, secretarios del Comité Central en la época de Lenin, Mrachkovsky, un trabajador nacido en prisión de padres revolucionarios, Drobnish, que casi fue asesinado por los blancos durante la guerra civil, pero sobrevivió por accidente, y docenas de otros.


Juicios de Moscú, (diseño realizado por la página IzquierdaWeb)

Pero esto fue solo la punta del iceberg. Una masacre sin precedentes estaba teniendo lugar al mismo tiempo en toda la sociedad, destrozando el país. Solo en los años 1937-1938, según cifras oficiales de la época, 1,3 millones de personas fueron deportadas y muchas ejecutadas. Aún más fueron condenados a sentencias algo más leves. El terror reinaba en todas partes, paralizando cualquier iniciativa creativa y cualquier apetito por el trabajo. Cada segunda familia tenía un miembro en el exilio, en la cárcel o en la tumba. Siberia estaba llena de campos de trabajo forzado, los "gulags", donde los prisioneros morían la mayoría de las veces trabajando en proyectos de construcción que inmediatamente caían en desuso. Los supervivientes describen en sus memorias, condiciones increíbles incluso para la imaginación más morbosa.

Muchos se preguntaron qué sucedió cuando el terror parece detenerse "repentinamente" alrededor de 1939. Pero la razón es extremadamente simple y se basa en las matemáticas, ya que cada persona arrestada debía entregar al menos 3-4 más. Entonces, a principios de 1939, el 5% de la población estaba atrapada en la red de este horrible absurdo. Si esta situación hubiera continuado durante unos meses más, no habría quedado nadie detenido. Por espeluznante y paradójico que parezca, la "liberalización" de 1939 se debió en gran medida al número limitado de víctimas potenciales.

El terror, por supuesto, nunca se detuvo por completo, ni durante la guerra ni siquiera inmediatamente después, cuando el país estaba experimentando la euforia de la victoria. Solo los objetivos se volvieron más específicos (desplazamiento de grupos étnicos enteros, los casos de los Médicos, los Judíos, Leningrado y tantos otros). Los gulags continuaron existiendo después de la muerte de Stalin.

Pero, ¿por qué confesaron?

El mayor "misterio" que rodeó los juicios de Moscú desde el primer momento fueron precisamente las confesiones de los acusados. Los juicios se basaron enteramente en sus confesiones. En los casos en que miles de conspiradores estuvieron presuntamente involucrados, no se presentó ni una sola pieza de evidencia tangible, ni un solo documento incriminatorio. Cada vez que se intentaba esto, la burocracia era ridiculizada. En un caso, se suponía que una reunión había tenido lugar en un hotel de Copenhague, pero este hotel había sido demolido 15 años antes; en otro caso, Pyatakov supuestamente había viajado a Oslo en avión para reunirse con Trotsky, pero en ese momento ningún avión extranjero había aterrizado en Oslo durante meses. Entonces, ¿cómo fue posible que los revolucionarios experimentados y endurecidos se calumniaran a sí mismos y a sus compañeros de prisión con acusaciones tan escandalosas? Había demasiado humo, ¿cómo era posible que no hubiera fuego?

Este es otro de los decenas de mitos con los que la falsificación estalinista ha alimentado la historia. Cuando miramos de cerca estas "confesiones", el misterio ya no parece tan grande. En primer lugar, debemos tener en cuenta que este no fue un proceso de una sola vez. Por el contrario, fue un largo descenso, que para la mayoría de los acusados duró toda una década. A partir de 1927, cuando el grupo de Zinoviev decidió separarse de la Oposición, para que se les permitiera volver a unirse al Partido, comenzó un proceso casi irreversible. Al principio se les pidió a los opositores que proclamaran en términos políticos que la burocracia estalinista tenía razón y que estaban equivocados. Poco después se les pidió que admitieran que "sus posiciones ayudaban objetivamente al enemigo de clase", a pesar de que estaban políticamente desarmados. Poco después tuvieron que reconocer que tenían "responsabilidad moral" por las acciones de otros, presuntos terroristas y saboteadores. Luego se les pidió que denunciaran a Trotsky, que supuestamente estaba moviendo los hilos desde el exilio, y así sucesivamente. Si en algún momento los acusados decidían que no podían ir más allá, la burocracia los atacaba: "¿Te niegas a confesar? ¿Significa eso que todas sus proclamaciones anteriores eran falsas? Realmente no quieres ayudar a nuestra patria socialista", etc. Al mismo tiempo, un montón de confesiones de colaboradores, asistentes o familiares cayeron sobre ellos. En estas condiciones, y por supuesto porque los acusados también fueron torturados físicamente y sus familiares fueron amenazados, es natural que muchos de ellos no pudieron hacer frente a la presión.


Miembros del gobierno soviético en 1937. De izquierda a derecha: L. P. Beria, A. I. Mikoyan, A. A. Andreev, V. M. Molotov, M. I. Kalinin, K. E. Voroshilov, I. V. Stalin, L. M. Kaganovich, N. I. Ezhov. Moscú, Kremlin, 1937

Por el contrario, el círculo de opositores alrededor de Trotsky entendió a tiempo que no era posible capitular ante el régimen estalinista, por lo que lograron hacer frente a la presión, pagando un precio aún más alto, por supuesto. Mientras los acusados en Moscú confesaban crímenes imaginarios, los prisioneros trotskistas en los peores campos siberianos estaban en huelgas y huelgas de hambre, exigiendo mejores condiciones de vida y a menudo caían muertos bajo el fuego de armas. Cuando se concedió la amnistía, después de la muerte de Stalin, miles de prisioneros regresaron a sus hogares, pero no había un solo trotskista entre ellos. Todos habían sido exterminados hasta el último...

Algunos ejemplos

Pero las confesiones mismas, si se leen detenidamente, son muy reveladoras sobre su sinceridad y, sobre todo, sobre los límites que eran imposibles de cruzar para los prisioneros. Aquí encontramos algunos ejemplos de las transcripciones oficiales: En el primer juicio, el fiscal Vyshinsky le pregunta a Smirnov:

- Vyshinsky: ¿Cuándo dejaste el centro (terrorista)?

- Smirnov: No tuve que dejarlo, no había nada que pudiera haber dejado.

- Vyshinsky: ¿Existía el centro?

- Smirnov: ¿Pero qué centro...? 

El Fiscal pregunta a otros acusados, todos los cuales admiten la existencia de este "centro" y se vuelve hacia Smirnov, quien irónicamente afirma:

- "Ya que absolutamente quieres un líder para este Centro, entonces desempeñaré ese papel".

Al comienzo del tercer juicio, Krestinsky hizo la siguiente declaración:

"No reconozco que soy culpable. No soy trotskista. Nunca fui miembro del "bloque derechista y trotskista" (esta fue la acusación contra el acusado en ese juicio), que no sabía que existía. Tampoco he cometido ni uno solo de los delitos que se me imputan, personalmente; y en particular no soy culpable de haber mantenido relaciones con el Servicio Secreto Alemán".

Se necesitó una interrupción nocturna del juicio y esfuerzos de toda la noche por parte de la GPU (policía secreta) para que regresara a la corte al día siguiente completamente destrozado y declarara lo escandaloso:

"Ayer, un impulso pasajero pero agudo de falsa vergüenza, creado por este entorno y por el hecho de que estoy siendo juzgado, y también por la dura impresión que causó la lista de cargos y mi estado de salud, me impidió decir la verdad, decir que era culpable".

La evidencia más reveladora de la "validez" de los juicios, sin embargo, se incluye en el testimonio de Radek en el segundo juicio. Durante una de las maldiciones habituales de Vyshinsky (perros rabiosos, serpientes, escoria, etc.), el extremadamente inteligente e ingenioso Radek regresa a su antiguo yo por última vez y lo ataca:

"¿Qué pruebas hay en apoyo de este hecho? En apoyo de este hecho está la evidencia de dos personas: el testimonio de mí mismo, que recibí las directivas y las cartas de Trotsky (que, desafortunadamente, quemé), y el testimonio de Pyatakov, que habló con Trotsky. Todo el testimonio de los otros acusados se basa en nuestro testimonio. Si se trata de meros criminales y espías, ¿en qué puede basar su convicción de que lo que hemos dicho es la verdad, la verdad firme? "

Vyshinsky prefirió cambiar de tema de inmediato.

Finalmente, también es una mentira que "todos confesaron". Lo cierto es que solo los acusados que quedaron completamente destrozados se presentaron en los juicios abiertos (aunque ellos, como hemos visto, intentaron mantener algunos jirones de dignidad). Todos los demás recibieron disparos en secreto, la mayoría de las veces sin siquiera un juicio, o con "juicios" que duraron unos minutos. La burocracia misma, siendo tan meticulosa, tuvo que ser vista para proporcionarnos una prueba irrefutable. Los expedientes de los acusados del primer Juicio, numerados y por orden alfabético, llegan al menos hasta el número 38. Sin embargo, solo 16 acusados estaban presentes en la corte, por lo que al menos otros 22 estaban destinados a ser juzgados, pero nunca llegaron a la corte ...

¿La revolución devora a sus propios hijos?

Ya nadie puede creer que hubo siquiera una pizca de verdad en estas pruebas. Incluso la propia burocracia se vio obligada a refutarlos parcialmente en las décadas siguientes y rehabilitar a la mayoría de sus víctimas (excepto, por supuesto, el principal acusado, Trotsky, que siguió siendo un "enemigo" hasta el final). Sin embargo, el daño de estos juicios fue enorme. Aparte del monstruoso exterminio de millones de inocentes, la Revolución misma fue desacreditada en grado extremo. Muchas personas hicieron un juicio superficial y se apresuraron a culparlo en su conjunto. ¿Qué valor puede tener una revolución si termina de esta manera? Y, sin embargo, como hemos explicado anteriormente, la vergüenza no debe atribuirse a la revolución sino a la casta burocrática que la usurpó y tuvo que aniquilarla por completo, convertirla en su opuesto, antes de que pudiera avanzar en sus planes de consolidar su dominación. Todo lo que quedaba de la revolución de octubre, 20 años después, era el cambio en las fuerzas productivas que había implementado. Más allá de eso, también quedó un puñado de usurpadores, con Stalin a la cabeza, y algunos dichos huecos. El Partido Bolchevique de 1939 ciertamente no tenía nada que ver con el partido de la revolución, y hay pruebas numéricas de esto; ¡sólo el 0,3% había sido miembro del Partido antes de 1917! Los principales pilares del comunismo, la igualdad y el internacionalismo, habían sido completamente borrados por la política de la burocracia. Solo recordaban estas palabras prohibidas en los aniversarios y las usaban para justificar su propia existencia. De hecho, Stalin cavó la tumba de la revolución y pasó a la historia como la persona más estigmatizada en ella.

Horror en números


Derecha: Stalin visto por la pluma de Boris Efimov, 1924. Fue un acto suicida, el propio dictador le pidió a Efimov que la destruyera, pero no lo hizo, el dibujo sobrevive en el presente. Izquierda, una esclarecedora caricatura de Boris Efimov datada en 1987, se refiere a la absurda negación de los estalinistas que siguen expresando que "Stalin no sabía nada de las ejecuciones y ni siquiera sospechaba".


Si el horror y la paranoia se pueden describir en números, el período estalinista tiene innumerables de ellos para nosotros:

En 1940, todos los miembros del Comité Central de 1917 que no tenían la edad suficiente para morir por una causa natural, habían sido ejecutados o desaparecidos en el aire.

El 70% de los miembros del Comité Central de 1934 (que eran todos estalinistas leales) también habían muerto en 1940. Lo mismo ocurre con el Comité Central juvenil del Partido, el Komsomol.

Durante las purgas del Ejército Rojo, unos 35-40 mil oficiales fueron exterminados, incluido el 80% de los que tenían el rango de Coronel y superiores. No hay otro caso en la historia, en el que una conspiración que involucró al 80% de los oficiales más altos, no solo fue expuesta y derrotada, sino que no se libró ni una sola batalla. ¿Fue esto gracias a la determinación de la dirigencia política? ¿Cómo es esto posible cuando el 70% de este liderazgo también fue acusado de estar involucrado en la conspiración?

Podemos presenciar una situación similar en el servicio diplomático: mientras que solo 30 países habían reconocido a la URSS, 48 embajadores fueron ejecutados en las purgas. Como resultado, en la víspera de la guerra no había embajador soviético en Washington, Tokio, Varsovia y otras capitales.

A partir de cierto momento, eliminar a los conspiradores se convirtió en una especie de "tarea", ¡con la obligación de entregar una cierta cantidad dentro de un período de tiempo específico! Un telegrama típico de Yezov, jefe de la policía secreta, al jefe de la GPU kirguisa dice en pocas palabras: "Se le ha encargado la tarea de eliminar a 10.000 enemigos del pueblo. ¡Ejecución del informe"!

La fuerza laboral de la Unión Soviética en 1939 incluía: 600,000 trabajadores mineros, 900,000 trabajadores ferroviarios y ... 2,1 millones de guardias, guardias de prisiones y agentes de la policía secreta, sin incluir las tropas especiales del NKVD (Ministerio del Interior). Cuando estalló la guerra y las tropas de Hitler rodearon Moscú y Leningrado, 250.000 soldados de élite de la NKVD fueron bloqueados en los campos de concentración que custodiaban a los prisioneros.

En 1935, la pena de muerte para los niños de 12 años (!) se incluyó en el código penal. ¡Los sirvientes de Stalin justificaron esto en Occidente afirmando que "bajo el socialismo los niños crecen más rápido"! De hecho, debe haber sido el caso, ya que se han encontrado en los archivos declaraciones de niños de esa edad confesando que "habían formado una banda que operaba espiaba y saboteaba y tenían vínculos con la Gestapo"...

Cabe mencionar finalmente que los Juicios han sido descritos por algunos abogados occidentales sobornados como "joyas de la ciencia jurídica". Deben remitirse al discurso de clausura del abogado defensor en el juicio de Bujarin:

"Camaradas jueces, los hechos en este juicio son tan claros, ... que la defensa no encuentra ninguna razón para estar en desacuerdo con el camarada fiscal... En cuanto a las conclusiones políticas y morales, el discurso del Fiscal fue tan amplio que la Defensa siente la necesidad de respaldarlo de todo corazón..."


ξεκινημα - Primeros Pasos

11 octubre 2022

¿Por qué Estados Unidos necesita la guerra?

 


Por Dr. Jacques R. Pauwels

Investigación Global

* Todo el material gráfico es añadido por el editor de este blog


Este artículo originalmente fue publicado en Indy Media Bélgica y Global Research el 30 de abril de 2003, inmediatamente concluida la invasión y ocupación militar estadounidense de Irak (Segunda Guerra del Golfo, 2003-2011), enfoca principalmente los aspectos de la economía de guerra y sobre la presidencia de George W. Bush.

En una anterior entrada, El EJE (Axis) en la propaganda satírica estadounidense ensayamos una breve visión desde un punto de vista favorable a la relación gobierno - empresa en los EEUU durante la segunda guerra mundial, lo que tampoco es falso, pero solo recoge el lado "amable", hasta positivo de esa relación simbiótica entre gobierno y complejo industrial. En esta investigación el Dr. Jacques R. Pauwels reconoce la verdadera naturaleza de la penetración y dominio total del Complejo Militar Industrial en el alma del supuesto símbolo mundial de la democracia.

Por medio de una nota editorial de Michel Chossudovsky (Global Research), 5 junio 2022, se volvió a publicar, casi 20 años después, esa ponencia del destacado historiador y politólogo Dr. Pauwels. El profesor Chossudovsky, plantea una oportuna pregunta de actualidad: ¿Por qué la administración Biden necesita la guerra, incluido  un programa de armas nucleares de 1,2 billones de dólares?

Aquí sus reflexiones:

"La guerra contra Rusia y China está actualmente en el tablero de dibujo del Pentágono.

Numerosas guerras dirigidas por Estados Unidos desde el final de lo que eufemísticamente se llama la era de la posguerra:

Corea, Vietnam, Camboya, Irak, Libia, Siria, Yemen…  

¿Es lo que el Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC) llama la Guerra Larga de Estados Unidos?  


Diseño gráfico de 0´20 Airsoft Magazine (020mag.com -  USA). EEUU en guerra durante 222 años de 239 años de historia de su fundación en 1776, es decir, el 93% de su tiempo desde que existe. Solo 21 años fueron pacíficos.


Lo que se describe en el documento del PNAC es lo siguiente, que refleja lo que hoy se está desarrollando ante nuestros propios ojos en Ucrania:

Establecer cuatro misiones principales para las fuerzas militares estadounidenses:

- Defender la patria americana;

- Luchar y ganar decisivamente múltiples y simultáneas grandes guerras teatrales;

- Realizar los deberes de "policía" asociados con la configuración del entorno de seguridad en regiones críticas;

- Transformar las fuerzas estadounidenses para explotar la “revolución en asuntos militares”.


Para llevar a cabo estas misiones centrales, necesitamos proporcionar suficiente fuerza y ​​asignaciones presupuestarias. En particular, Estados Unidos debe:

- Mantener la superioridad estratégica nuclear...

- Aprovechar la “Revolución en los asuntos militares”…

- Aumentar el gasto en defensa…


La agenda militar de la Administración Biden es consistente con los lineamientos del PNAC: Una operación que consiste en la destrucción deliberada de países soberanos resultando en millones de muertos.

¿Y por qué los estadounidenses apoyan esta agenda militar?" 


* * * * *

       Foto: Ronald Martínez  / Getty Images

Las guerras son un terrible desperdicio de vidas y recursos, y por esa razón la mayoría de la gente se opone en principio a las guerras. El presidente estadounidense, por otro lado, parece amar la guerra. ¿Por qué? 


Muchos comentaristas han buscado la respuesta en factores psicológicos. Algunos opinaron que George W. Bush consideraba su deber terminar el trabajo iniciado, pero no completado por alguna oscura razón, por su padre en el momento de la Guerra del Golfo; otros creen que Bush hijo esperaba una guerra corta y triunfal que le garantizara un segundo mandato en la Casa Blanca.

Creo que debemos buscar en otra parte la explicación de la actitud del presidente estadounidense.


El hecho de que Bush esté interesado en la guerra tiene poco o nada que ver con su psique, pero mucho con el sistema económico estadounidense


Este sistema, el tipo de capitalismo de Estados Unidos, funciona ante todo para hacer que los estadounidenses extremadamente ricos como la “dinastía del dinero” de Bush sean aún más ricos. Sin guerras cálidas o frías, sin embargo, este sistema ya no puede producir el resultado esperado en la forma de ganancias cada vez mayores que los adinerados y poderosos de Estados Unidos consideran como su derecho de nacimiento.

La gran fortaleza del capitalismo estadounidense es también su gran debilidad, a saber, su altísima productividad. En el desarrollo histórico del sistema económico internacional que llamamos capitalismo, una serie de factores han producido enormes incrementos en la productividad, por ejemplo, la mecanización del proceso productivo que se inició en Inglaterra ya en el siglo XVIII. Entonces, a principios del siglo XX, los industriales estadounidenses hicieron una contribución crucial en forma de automatización del trabajo por medio de nuevas técnicas como la línea de montaje. Esta última fue una innovación introducida por Henry Ford y, por lo tanto, esas técnicas se conocen colectivamente como "fordismo". La productividad de las grandes empresas americanas aumentó espectacularmente.

Por ejemplo, ya en la década de 1920, innumerables vehículos salían todos los días de las cadenas de montaje de las fábricas de automóviles de Michigan. Pero, ¿quién se suponía que compraría todos esos autos? La mayoría de los estadounidenses en ese momento no tenían libros de bolsillo lo suficientemente sólidos para tal compra. Otros productos industriales inundaron el mercado de manera similar, y el resultado fue la aparición de una desarmonía crónica entre la oferta económica en constante aumento y la demanda rezagada. Así surgió la crisis económica conocida generalmente como la Gran Depresión. Fue esencialmente una crisis de sobreproducción. Los almacenes estaban repletos de productos sin vender, las fábricas despidieron a los trabajadores, el desempleo explotó y, por lo tanto, el poder adquisitivo del pueblo estadounidense se redujo aún más, lo que empeoró aún más la crisis.


       Animación de Pixabay ilustraciones

No se puede negar que en Estados Unidos la Gran Depresión solo terminó durante y debido a la Segunda Guerra Mundial. (Incluso los más grandes admiradores del presidente Roosevelt admiten que sus políticas New Deal tan publicitadas trajeron poco o ningún alivio). La demanda económica aumentó espectacularmente cuando la guerra que había comenzado en Europa, y en la que los propios EE. UU. no participaron activamente antes de 1942, permitió a la industria estadounidense producir cantidades ilimitadas de equipo de guerra. Entre 1940 y 1945, el estado estadounidense gastaría no menos de 185 mil millones de dólares en dicho equipo, y la participación de los gastos militares en el PNB aumentó así entre 1939 y 1945 de un insignificante 1,5 % a aproximadamente el 40%. Además, la industria estadounidense también suministró enormes cantidades de equipos a los británicos e incluso a los soviéticos a través de Lend-Lease. (En Alemania, mientras tanto, las subsidiarias de corporaciones estadounidenses como Ford, GM e ITT produjeron todo tipo de aviones y tanques y otros juguetes marciales para los nazis, también después de Pearl Harbor, pero esa es una historia diferente).

 

El problema clave de la Gran Depresión –el desequilibrio entre oferta y demanda– se resolvió así porque el Estado “preparó la bomba” de la demanda económica mediante grandes pedidos de carácter militar.

 

En lo que respecta a los estadounidenses comunes y corrientes, la orgía de gastos militares de Washington trajo no solo prácticamente el pleno empleo sino también salarios mucho más altos que nunca; fue durante la Segunda Guerra Mundial que la miseria generalizada asociada con la Gran Depresión llegó a su fin y que la mayoría del pueblo estadounidense alcanzó un grado de prosperidad sin precedentes. Sin embargo, los mayores beneficiarios, con mucho, del auge económico de la guerra fueron los empresarios y corporaciones del país, que obtuvieron beneficios extraordinarios. Entre 1942 y 1945, escribe el historiador Stuart D. Brandes, las ganancias netas de las 2.000 empresas más grandes de Estados Unidos fueron un 40% más altas que durante el período 1936-1939. Tal "boom de ganancias" fue posible, explica, porque el estado ordenó miles de millones de dólares en equipo militar, fracasó en instituir controles de precios y gravaba las ganancias poco o nada. Esta generosidad benefició al mundo empresarial estadounidense en general, pero en particular a esa élite relativamente restringida de grandes corporaciones conocida como "grandes negocios" o "Corporate America". Durante la guerra, un total de menos de 60 empresas obtuvieron el 75% de todas las lucrativas órdenes militares y estatales. Las grandes corporaciones – Ford, IBM, etc. – se revelaron como los “cerdos de la guerra”, (war hogs) escribe Brandes, que se zamparon con la abundancia de los gastos militares del estado. IBM, por ejemplo, aumentó sus ventas anuales entre 1940 y 1945 de 46 a 140 millones de dólares gracias a pedidos relacionados con la guerra, y sus ganancias se dispararon en consecuencia. 

Las grandes corporaciones estadounidenses explotaron al máximo su experiencia fordista para impulsar la producción, pero ni siquiera eso fue suficiente para satisfacer las necesidades del estado estadounidense en tiempos de guerra. Se necesitaba mucho más equipo, y para producirlo, Estados Unidos necesitaba nuevas fábricas y una tecnología aún más eficiente. Estos nuevos activos fueron debidamente arrancados de la tierra, y debido a esto el valor total de todas las instalaciones productivas de la nación aumentó entre 1939 y 1945 de 40 a 66 mil millones de dólares. Sin embargo, no fue el sector privado el que emprendió todas estas nuevas inversiones; Debido a sus desagradables experiencias con la sobreproducción durante los años treinta, los empresarios estadounidenses encontraron esta tarea demasiado arriesgada. Así que el estado hizo el trabajo invirtiendo 17 mil millones de dólares en más de 2000 proyectos relacionados con la defensa. A cambio de una tarifa nominal, se permitió a las corporaciones de propiedad privada alquilar estas nuevas fábricas para producir... y ganar dinero vendiendo la producción al estado. Además, cuando terminó la guerra y Washington decidió despojarse de estas inversiones, las grandes corporaciones de la nación las compraron por la mitad, y en muchos casos solo un tercio, del valor real.


Franklin Delano Roosevelt en una fotografía de 1932 durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. 


¿Cómo financió Estados Unidos la guerra, cómo pagó Washington las elevadas facturas presentadas por GM, ITT y los demás proveedores corporativos de equipos de guerra? La respuesta es: en parte a través de impuestos, alrededor del 45%, pero mucho más a través de préstamos, aproximadamente el 55%. Debido a esto, la deuda pública aumentó dramáticamente, es decir, de 3 mil millones de dólares en 1939 a no menos de 45 mil millones de dólares en 1945. En teoría, esta deuda debería haberse reducido, o eliminado por completo, mediante la recaudación de impuestos sobre la enorme ganancias embolsadas durante la guerra por las grandes corporaciones estadounidenses, pero la realidad era diferente. Como ya se señaló, el estado estadounidense no logró gravar significativamente las ganancias inesperadas de las corporaciones estadounidenses, permitió que la deuda pública se multiplicara y pagó sus cuentas y los intereses de sus préstamos con sus ingresos generales, es decir, mediante los ingresos generados por los impuestos directos e indirectos. Particularmente debido a la regresiva Ley de Ingresos introducida en octubre de 1942, estos impuestos fueron pagados cada vez más por los trabajadores y otros estadounidenses de bajos ingresos, en lugar de por los súper ricos y las corporaciones de las cuales estos últimos eran propietarios, accionistas principales y/o o altos directivos. “La carga de financiar la guerra”, observa el historiador estadounidense Sean Dennis Cashman, “(fue) recaída firmemente sobre los hombros de los miembros más pobres de la sociedad”.


BONOS de GUERRA, El General Dwight "Ike" Eisenhower apoya la compra de bonos de guerra, campaña de la empresa The Timken Roller Bearing Company, 1944

Sin embargo, el público estadounidense, preocupado por la guerra y cegado por el sol brillante del pleno empleo y los altos salarios, no se dio cuenta de esto. Los estadounidenses adinerados, por otro lado, eran muy conscientes de la forma maravillosa en que la guerra generó dinero para ellos y para sus corporaciones. Por cierto, también fue de los ricos empresarios, banqueros, aseguradores y otros grandes inversionistas que Washington tomó prestado el dinero necesario para financiar la guerra; la América corporativa también se benefició de la guerra al embolsarse la mayor parte de los intereses generados por la compra de los famosos bonos de guerra


En teoría, al menos, los ricos y poderosos de Estados Unidos son los grandes campeones de la llamada libre empresa y se oponen a cualquier forma de intervención estatal en la economía. Durante la guerra, sin embargo, nunca pusieron objeciones a la forma en que el estado estadounidense manejó y financió la economía, porque sin esta violación a gran escala de las reglas de la libre empresa, su riqueza colectiva nunca podría haber proliferado como lo hizo. durante esos años.


Durante la Segunda Guerra Mundial, los ricos propietarios y altos directivos de las grandes corporaciones aprendieron una lección muy importante: durante una guerra se puede ganar dinero, mucho dinero. En otras palabras, la ardua tarea de maximizar las ganancias, la actividad clave dentro de la economía capitalista estadounidense, puede absolverse de manera mucho más eficiente a través de la guerra que a través de la paz; sin embargo, se requiere la cooperación benévola del estado. Desde la Segunda Guerra Mundial, los ricos y poderosos de Estados Unidos se han mantenido muy conscientes de esto. También lo es su hombre en la Casa Blanca hoy (2003, es decir, George W. Bush), el vástago de una "dinastía del dinero" que fue lanzado en paracaídas a la Casa Blanca para promover los intereses de sus familiares, amigos y asociados adinerados en la América corporativa, los intereses del dinero, el privilegio y el poder.


Campaña por la compra de BONOS de GUERRA. Izquierda, el General George Marshall; a la derecha, el Almirante Harold Stark (The Timken Roller Bearing Company)

En la primavera de 1945 era evidente que la guerra, fuente de fabulosos beneficios, pronto terminaría. ¿Qué pasaría entonces? Entre los economistas, muchas Cassandras evocaron escenarios que se vislumbraban extremadamente desagradables para los líderes políticos e industriales de Estados Unidos. Durante la guerra, las compras de equipo militar de Washington, y nada más, restauraron la demanda económica y así hicieron posible no solo el pleno empleo sino también ganancias sin precedentes. Con el regreso de la paz, el fantasma de la falta de armonía entre la oferta y la demanda amenazó con volver a acechar a los Estados Unidos, y la crisis resultante bien podría ser incluso más aguda que la Gran Depresión de los "sucios años treinta", porque durante los años de la guerra la productividad, la capacidad de la nación había aumentado considerablemente, como hemos visto. Los trabajadores tendrían que ser despedidos precisamente en el momento en que millones de veteranos de guerra volverían a casa en busca de un trabajo civil, y el desempleo resultante y la disminución del poder adquisitivo agravarían el déficit de demanda. Visto desde la perspectiva de los ricos y poderosos de Estados Unidos, el desempleo que se avecinaba no era un problema; lo que importaba era que la edad de oro de las ganancias gigantescas llegaría a su fin. Tal catástrofe tenía que ser prevenida, pero ¿cómo?


Campaña por la compra de BONOS de GUERRA. el General Douglas MacArthur también participó con su imagen. "No defraude al general MacArthur compre bonos de guerra" 1943 (The Timken Roller Bearing Company)


Nota del editor de este blog: En anteriores entradas revisamos que el Complejo Militar - Industrial es una de las mayores fuentes de riqueza -y quizá la favorita- de los EEUU, gran parte de la economía norteamericana es una economía basada en la guerra, aún en tiempos de paz. Según expertos constituye la principal fuente de ingresos y de empleo para el país más poderoso del mundo manejando enormes presupuestos y trabajadores bien remunerados. El Pentágono es el ejemplo de una gran burocracia extensa bien pagada que de no ser así estaría desempleada causando conflictos sociales. 

En EE.UU la construcción y mantenimiento de buques de guerra, portaaviones, tanques, aviones supersónicos de quinta generación, satélites espías, submarinos atómicos, sistemas de misiles, drones asesinos, armamento ligero y municiones, entre muchas otras cosas, aseguran el empleo bien remunerado de decenas de miles de obreros, ingenieros, técnicos especialistas, diseñadores, contables, consultores, etc. 

"¿Qué sería de la economía norteamericana si en cierto momento decidiera prescindir de toda su industria militar, abandonando cualquier pretensión de sostenerse como la primera potencia bélica del planeta? Eso sería tanto como preguntarse: ¿qué se va a hacer con todos esos ingenieros, obreros, diseñadores, contadores, técnicos especializados, consultores, soldados, oficiales de alto rango, con empleos muy bien remunerados en dólares? Respuesta: EEUU no está preparado, al menos en economía, para prescindir de su industria bélica". (Spectator)

EEUU no está preparado para una paz a largo plazo, su economía se desestabiliza sin conflictos armados en el mundo; el armamento que produce tiene que usarse para poder mantener las fábricas de armamento funcionando y las fuentes de empleo seguras. Convertir una economía basada en el belicismo en una economía basada en el pacifismo resulta suicida (en lo económico).


Campaña por la compra de BONOS de GUERRA. los Almirantes Chester Nimitz (cuenta con tí) y William Halsey (está contando contigo!) (The Timken Roller Bearing Company)
 


Los gastos del estado militar fueron la fuente de grandes ganancias. Para que las ganancias siguieran brotando generosamente, se necesitaban urgentemente nuevos enemigos y nuevas amenazas de guerra ahora que Alemania y Japón habían sido derrotados. Qué suerte que existiera la Unión Soviética, un país que durante la guerra había sido un socio particularmente útil que había sacado las castañas del fuego para los Aliados en Stalingrado y en otros lugares, pero también un socio cuyas ideas y prácticas comunistas le permitieron ser fácilmente transformado en el nuevo hombre del saco de los Estados Unidos. La mayoría de los historiadores estadounidenses ahora admiten que en 1945 la Unión Soviética, un país que había sufrido enormemente durante la guerra, no constituía una amenaza en absoluto para los EE. UU. económica y militarmente muy superiores, y que Washington mismo no percibía a los soviéticos como una amenaza.


Campaña por la compra de BONOS de GUERRA. "¡Ayuda al General Patch a hacer el trabajo! Compra bonos de guerra(The Timken Roller Bearing Company) 1945; y, un recorte de periódico con el general George Patton "Compra más bonos y acaba con los japs" (japoneses) (The McGraw Hill Book Company) 


De hecho, Moscú no tenía nada que ganar y mucho que perder con un conflicto con la superpotencia estadounidense, que rebosaba confianza gracias a su monopolio de la bomba atómica. Sin embargo, Estados Unidos, el Estados Unidos corporativo, el Estados Unidos de los superricos, necesitaba urgentemente un nuevo enemigo para justificar los gastos titánicos de "defensa" que se necesitaban para mantener las ruedas de la economía de la nación girando a toda velocidad también después del final de la guerra, manteniendo así los márgenes de beneficio en los niveles exigidos -o mejor dicho, deseados- elevados, o incluso aumentados. Es por ello que la Guerra Fría se desató en 1945, no por los soviéticos sino por el complejo “militar-industrial” estadounidense, como llamaría el presidente Eisenhower a esa élite de individuos y corporaciones adineradas que supieron sacar provecho de la “economía de guerra”.


Caricaturas soviéticas en la GUERRA FRÍA. Izq.  F. Nelubin, "ESTADOS UNIDOS" (1970); derecha, E. Osipov, "No veo ningún camino para el desarme" (1987)

En este sentido, la Guerra Fría superó sus mejores expectativas. Se tuvo que fabricar más y más equipo marcial, porque los aliados dentro del llamado "mundo libre", que en realidad incluía muchas dictaduras desagradables, tenían que estar armados hasta los dientes con equipo estadounidense. Además, las propias fuerzas armadas de Estados Unidos nunca dejaron de exigir tanques, aviones, cohetes y, sí, armas químicas y bacteriológicas y otras armas de destrucción masiva más grandes, mejores y más sofisticadas. Por estos bienes, el Pentágono siempre estuvo dispuesto a pagar grandes sumas sin hacer preguntas difíciles. Como había sido el caso durante la Segunda Guerra Mundial, nuevamente fueron principalmente las grandes corporaciones las que pudieron cumplir con los pedidos. La Guerra Fría generó ganancias sin precedentes, y fluyeron hacia las arcas de aquellas personas extremadamente ricas que resultaron ser los propietarios, los altos directivos y/o los principales accionistas de estas corporaciones. (¿Sorprende que en los Estados Unidos los generales recién retirados del Pentágono reciban rutinariamente ofertas de trabajo como consultores de grandes corporaciones involucradas en la producción militar, y que los empresarios vinculados con esas corporaciones sean designados regularmente como funcionarios de alto rango del Departamento de Defensa?, como asesores del Presidente, etc.?)


Carteles sovieticos de J. Efimovsky: "Superganancias" (1976) y "Reducción de armamentos" (1976)


También durante la Guerra Fría, el Estado estadounidense financió sus disparados gastos militares mediante préstamos, lo que provocó que la deuda pública se elevara a niveles vertiginosos. En 1945 la deuda pública era de “solo” 258 mil millones de dólares, pero en 1990 – cuando la Guerra Fría tocaba a su fin – ¡ascendía a nada menos que 3,2 billones de dólares! Este fue un aumento estupendo, también cuando se tiene en cuenta la tasa de inflación, y provocó que el estado estadounidense se convirtiera en el mayor deudor del mundo. (Dicho sea de paso, en julio de 2002 la deuda pública estadounidense había alcanzado los 6,1 billones de dólares). Washington podría y debería haber cubierto el costo de la Guerra Fría gravando las enormes ganancias obtenidas por las corporaciones involucradas en la orgía armamentista, pero nunca hubo ninguna duda. de tal cosa. En 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin y la Guerra Fría tomó el relevo, las corporaciones todavía pagaban el 50% de todos los impuestos, pero durante el curso de la Guerra Fría esta proporción se redujo constantemente, y hoy solo asciende a aproximadamente al 1%.


El artista soviético M. Abramov, "Inflando el presupuesto militar", (1976)


Esto fue posible porque las grandes corporaciones de la nación determinan en gran medida lo que el gobierno de Washington puede o no hacer, también en el campo de la política fiscal. Además, la reducción de la carga fiscal de las empresas se hizo más fácil porque después de la Segunda Guerra Mundial estas empresas se transformaron en multinacionales, “en casa, en todas partes y en ninguna”, como ha escrito un autor estadounidense en relación con ITT, y por lo tanto les resulta fácil evite pagar impuestos significativos en cualquier lugar. En Estados Unidos, donde se embolsan las mayores ganancias, el 37% de todas las multinacionales estadounidenses -y más del 70% de todas las multinacionales extranjeras- no pagaron un solo dólar de impuestos en 1991, mientras que las multinacionales restantes remitieron menos del 1% de sus ganancias en impuestos.

Los costos altísimos de la Guerra Fría, por lo tanto, no fueron soportados por quienes se beneficiaron de ella y quienes, dicho sea de paso, también continuaron embolsándose la parte del león de los dividendos pagados por los bonos del gobierno, sino por los trabajadores estadounidenses y la clase media estadounidense. Estos estadounidenses de bajos y medianos ingresos no recibieron un centavo de las ganancias tan profusamente arrojadas por la Guerra Fría, pero sí recibieron su parte de la enorme deuda pública de la que ese conflicto fue en gran parte responsable. Son ellos, por lo tanto, quienes cargaron realmente con los costos de la Guerra Fría, y son ellos quienes continúan pagando con sus impuestos una parte desproporcionada de la carga de la deuda pública.


Cartel soviético de M. Mazrucho, "Impuestos" (1974)


En otras palabras, mientras las ganancias generadas por la Guerra Fría fueron privatizadas en beneficio de una élite extremadamente rica, sus costos fueron socializados sin piedad en gran detrimento de todos los demás estadounidenses. Durante la Guerra Fría, la economía estadounidense degeneró en una gigantesca estafa, en una perversa redistribución de la riqueza de la nación en beneficio de los ricos y en perjuicio no solo de los pobres y de la clase trabajadora, sino también de la clase media, cuyos miembros tienden a suscribirse al mito de que el sistema capitalista estadounidense sirve a sus intereses. De hecho, mientras los ricos y poderosos de Estados Unidos acumulaban riquezas cada vez mayores, la prosperidad lograda por muchos otros estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial se fue erosionando gradualmente y el nivel de vida general declinó lenta pero constantemente.

Durante la Segunda Guerra Mundial, América había sido testigo de una modesta redistribución de la riqueza colectiva de la nación en beneficio de los miembros menos privilegiados de la sociedad. Sin embargo, durante la Guerra Fría, los estadounidenses ricos se hicieron más ricos, mientras que los no ricos, y ciertamente no solo los pobres, se empobrecieron más. En 1989, el año en que terminó la Guerra Fría, más del 13% de todos los estadounidenses (aproximadamente 31 millones de personas) eran pobres según los criterios oficiales de pobreza, que definitivamente subestiman el problema. Por el contrario, hoy el 1% de todos los estadounidenses posee no menos del 34% de la riqueza total de la nación. En ningún país “occidental” importante la riqueza se distribuye de manera más desigual.


J. Efimovsky, "Desembolso" (1976)


El minúsculo porcentaje de estadounidenses super ricos encontró este desarrollo extremadamente satisfactorio. Les encantaba la idea de acumular más y más riquezas, de engrandecer sus ya enormes bienes, a expensas de los menos privilegiados. Querían mantener las cosas así o, si era posible, hacer que este esquema sublime fuera aún más eficiente. Sin embargo, todo lo bueno debe llegar a su fin, y en 1989/90 terminó la abundancia de la Guerra Fría. Eso presentó un problema serio. Los estadounidenses comunes, que sabían que habían asumido los costos de esta guerra, esperaban un “dividendo de paz”.

Pensaron que el dinero que el estado había gastado en gastos militares ahora podría usarse para producir beneficios para ellos, por ejemplo, en forma de un seguro nacional de salud y otros beneficios sociales que los estadounidenses, a diferencia de la mayoría de los europeos, nunca han disfrutado. En 1992, Bill Clinton ganaría las elecciones presidenciales dejando entrever la perspectiva de un plan nacional de salud, que por supuesto nunca se materializó. Un “dividendo de la paz” no interesaba en absoluto a la élite adinerada de la nación, porque la prestación de servicios sociales por parte del estado no genera ganancias para los empresarios y las corporaciones, y ciertamente no genera las elevadas ganancias generadas por los gastos militares del estado. Había que hacer algo, y había que hacerlo rápido, para evitar la implosión amenazadora del gasto militar del Estado.

Estados Unidos, o más bien, el Estados Unidos corporativo, quedó huérfano de su útil enemigo soviético y necesitaba con urgencia conjurar nuevos enemigos y nuevas amenazas para justificar un alto nivel de gasto militar. Es en este contexto que en 1990 Saddam Hussein apareció en escena como una especie de deus ex machina. Este dictador de hojalata había sido previamente percibido y tratado por los estadounidenses como un buen amigo, y lo habían armado hasta los dientes para que pudiera librar una guerra desagradable contra Irán; fueron los EE. UU., y aliados como Alemania, quienes originalmente le suministraron todo tipo de armas. Sin embargo, Washington necesitaba desesperadamente un nuevo enemigo, y de repente lo señaló como un “nuevo Hitler” terriblemente peligroso, contra quien era necesario librar una guerra con urgencia, a pesar de que estaba claro que un arreglo negociado de la cuestión de la ocupación de Irak de Kuwait no estaba descartado.


M. Abramov, "La amenaza soviética" (1974)


George Bush padre fue el agente de reparto que descubrió a este nuevo y útil némesis de Estados Unidos y que desató la Guerra del Golfo, durante la cual Bagdad fue bombardeada y los desventurados reclutas de Saddam fueron masacrados en el desierto. El camino a la capital iraquí estaba abierto de par en par, pero la entrada triunfal de los infantes de marina en Bagdad fue repentinamente desechada. Saddam Hussein quedó en el poder para que la amenaza que se suponía que debía formar pudiera invocarse nuevamente para justificar mantener a Estados Unidos en armas. Después de todo, el repentino colapso de la Unión Soviética había demostrado lo inconveniente que puede ser cuando uno pierde a un enemigo útil.

Y así, Marte podría seguir siendo el santo patrón de la economía estadounidense o, más exactamente, el padrino de la mafia corporativa que manipula esta economía impulsada por la guerra y cosecha sus enormes ganancias sin asumir sus costos. El despreciado proyecto de un dividendo de paz podría ser enterrado sin contemplaciones, y los gastos militares podrían seguir siendo el dínamo de la economía y la fuente de ganancias suficientemente altas. Esos gastos aumentaron implacablemente durante la década de 1990. En 1996, por ejemplo, ascendían a nada menos que 265.000 millones de dólares, pero si se suman los gastos militares no oficiales y/o indirectos, como los intereses pagados por préstamos utilizados para financiar guerras pasadas, el total de 1996 ascendía a unos 494.000 millones de dólares, lo que representa un desembolso de 1.300 millones de dólares por día! Sin embargo, con solo un Saddam considerablemente castigado como coco, Washington encontró conveniente también buscar en otros lugares nuevos enemigos y amenazas. Somalia parecía prometedora temporalmente, pero a su debido tiempo se identificó otro “nuevo Hitler” en la Península Balcánica en la persona del líder serbio, Milosevic. Durante gran parte de los noventa, entonces, los conflictos en la ex Yugoslavia proporcionaron los pretextos necesarios para las intervenciones militares, los bombardeos a gran escala y la compra de más y más nuevas armas.

La “economía de guerra” podría continuar funcionando a toda máquina también después de la Guerra del Golfo. Sin embargo, en vista de la presión pública ocasional, como la demanda de un dividendo de paz, no es fácil mantener este sistema en funcionamiento. (Los medios de comunicación no presentan ningún problema, ya que los periódicos, revistas, estaciones de televisión, etc. son propiedad de grandes corporaciones o dependen de ellas para obtener ingresos publicitarios). Como se mencionó anteriormente, el estado tiene que cooperar, por lo que en Washington se necesitan hombres y mujeres con los que se pueda contar, preferiblemente con individuos de las propias filas corporativas, individuos totalmente comprometidos a utilizar el instrumento de los gastos militares para proporcionar las altas ganancias que se necesitan para enriquecer aún más a los muy ricos de América. A este respecto, Bill Clinton no cumplió con las expectativas, y las corporaciones estadounidenses nunca pudieron perdonar su pecado original, a saber, que había logrado ser elegido prometiendo al pueblo estadounidense un "dividendo de paz" en forma de un sistema de seguro de salud.


V. Zhelobinski, "La amenaza soviética" (1980)


Debido a esto, en 2000 se dispuso que el clon de Clinton, Al Gore, no se mudara a la Casa Blanca, sino un equipo de militaristas de línea dura, prácticamente sin excepción, representantes de los ricos y corporativos estadounidenses, como Cheney, Rumsfeld y Rice, y por supuesto el propio George W. Bush, hijo del hombre que había demostrado con su Guerra del Golfo cómo se podía hacer; el Pentágono también estuvo directamente representado en el gabinete de Bush en la persona del supuestamente amante de la paz Powell, en realidad otro ángel de la muerte. Rambo se mudó a la Casa Blanca y los resultados no tardaron en verse.


Después de que Bush Junior fuera catapultado a la presidencia, durante algún tiempo pareció que iba a proclamar a China como la nueva némesis de Estados Unidos. Sin embargo, un conflicto con ese gigante se vislumbraba algo arriesgado; además, demasiadas grandes corporaciones ganan buen dinero comerciando con la República Popular. Se requería otra amenaza, preferiblemente menos peligrosa y más creíble, para mantener los gastos militares en un nivel suficientemente alto. A tal fin, Bush, Rumsfeld y compañía no podrían haber deseado nada más conveniente que los hechos del 11 de septiembre de 2001; es muy probable que estuvieran al tanto de los preparativos para estos monstruosos ataques, pero que no hicieran nada para prevenirlos porque sabían que podrían beneficiarse de ellos. En cualquier evento, aprovecharon al máximo esta oportunidad para militarizar a Estados Unidos más que nunca antes, arrojar bombas sobre personas que no tenían nada que ver con el 11 de septiembre, hacer la guerra a su antojo y, por lo tanto, para las corporaciones que hacen negocios con el Pentágono para registrar ventas sin precedentes. Bush declaró la guerra no a un país sino al terrorismo, un concepto abstracto contra el cual no se puede realmente hacer la guerra y contra el cual nunca se puede lograr una victoria definitiva. Sin embargo, en la práctica el lema “guerra contra el terrorismo” significó que Washington ahora se reserva el derecho de hacer la guerra en todo el mundo y de forma permanente contra quien la Casa Blanca defina como terrorista

Y así se resolvió definitivamente el problema del final de la Guerra Fría, ya que en adelante se justificaba un gasto militar cada vez mayor. Las estadísticas hablan por sí solas. El total de 265 mil millones de dólares en gastos militares en 1996 ya había sido astronómico, pero gracias a Bush hijo el Pentágono pudo gastar 350 mil millones en 2002, y para 2003 el presidente ha prometido aproximadamente 390 mil millones; sin embargo, ahora es prácticamente seguro que la capa de 400 mil millones de dólares se redondeará este año. (Para financiar esta orgía de gastos militares, se debe ahorrar dinero en otros lugares, por ejemplo, cancelando los almuerzos gratuitos para los niños pobres; todo ayuda). No es de extrañar que George W. se pavonee radiante de felicidad y orgullo, ya que él, esencialmente un niño rico mimado de talento e intelecto muy limitados, ha superado las expectativas más audaces no solo de su familia y amigos ricos, sino de la América corporativa en su conjunto, a la que debe su trabajo.


Cartel soviético "Pentágono" (autor y año ilegibles)


El 11 de septiembre le dio a Bush carta blanca para hacer la guerra donde y contra quien quisiera, y como este ensayo ha pretendido dejar en claro, no importa mucho quién sea señalado como enemigo del momento. El año pasado (2003), Bush lanzó una lluvia de bombas sobre Afganistán, presumiblemente porque los líderes de ese país dieron cobijo a Bin Laden, pero recientemente este último pasó de moda y fue una vez más Saddam Hussein quien supuestamente amenazó a Estados Unidos. No podemos tratar aquí en detalle las razones específicas por las que los Estados Unidos de Bush querían absolutamente la guerra con el Irak de Saddam Hussein y no con, digamos, Corea del Norte. Una de las principales razones para pelear esta guerra en particular fue que las grandes reservas de petróleo de Irak son codiciadas por los fideicomisos petroleros de Estados Unidos con los que los propios Bush –y bushistas como Cheney y Rice, de quienes se nombra un petrolero– están tan íntimamente vinculados. La guerra en Irak también es útil como lección para otros países del Tercer Mundo que no logran bailar al son de Washington, y como instrumento para castrar a la oposición interna e imponer el programa de extrema derecha de un presidente no electo en las gargantas de los propios estadounidenses.

La América de la riqueza y el privilegio está enganchada a la guerra, sin dosis regulares y cada vez más fuertes de guerra ya no puede funcionar correctamente, es decir, producir las ganancias deseadas. En este momento, esta adicción, este anhelo está siendo satisfecho por medio de un conflicto contra Irak, que también es querido por los corazones de los magnates del petróleo. Sin embargo, ¿alguien cree que el belicismo se detendrá una vez que el cuero cabelludo de Saddam se una a los turbantes talibanes en la vitrina de trofeos de George W. Bush? El presidente ya ha señalado con el dedo a aquellos cuyo turno pronto llegará, a saber, los países del “eje del mal”: Libia, Siria, Somalia, Irán, Corea del Norte y, por supuesto, esa vieja espina en el costado de Estados Unidos, Cuba. ¡Bienvenidos al siglo XXI, bienvenidos a la valiente nueva era de guerra permanente de George W. Bush!


Fondo de pantalla de Call of Duty Black Ops Cold War

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