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07 marzo 2023

La "guerra" del Papa Pío XII


Procesión del Papa Pío XII al salir de la Ciudad del Vaticano en automóvil, fotografía de1939 de Peter Golderberg – Garzanti


por Tito Andino 

Revisión de libros y artículos 


Cuando un tema es muy conocido por la opinión pública suelo dejar sentado ese particular; pero, ¿por qué insistir en ello si la temática ya ha sido divulgada con holgura? Mi respuesta es que la investigación historiográfica cada vez se ve enriquecida con nuevas evidencias tras la lenta pero precisa desclasificación de archivos estatales.

Otra cosa, nunca dejará de ser polémica la relación diplomática entre la Alemania Nazi y el estado Vaticano, las relaciones políticas internacionales siempre han permanecido vigentes aun cuando se ha implantado un régimen dictatorial en una nación. El estado policiaco establecido por los nazis no afectó en nada sus relaciones con la comunidad global, a pesar de voces aisladas pero recurrentes de advertencia contra ese sistema. 

El poder mundial que ejerce el Vaticano -por lo menos en el hemisferio occidental- no fue la excepción, y desde el inicio mismo del Reich Hitleriano (1933) la Santa Sede firmaba con los nazis un Concordato. El "Reichskonkordat​" (Concordato entre la Santa Sede y el Reich alemán) del 20 de julio de 1933, estableciéndose condiciones de libertad religiosa para la Iglesia católica (que nunca respetaron los nazis y que el Vaticano tímidamente -en ocasiones- protestó). Franz von Papen, vicecanciller de Alemania, en representación del Presidente Paul von Hindenburg y del Canciller Adolf Hitler; y, por el lado Vaticano, el cardenal Eugenio Pacelli​ (futuro Pío XII​), en delegación del Papa Pío XI, fueron los suscriptores. Oficialmente ese Concordato permanece en vigencia.


Fotografía de la firma del Reichskonkordat en Roma, 20 de julio de 1933. De izquierda a derecha: el prelado alemán Ludwig Kaas, el vicecanciller Franz von Papen, el secretario de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios Giuseppe Pizzardo, el secretario de Estado del Vaticano Eugenio Pacelli (futuro Papa Pío XII), Alfredo Ottaviani, Rudolf Buttmann, miembro del Ministerio del Interior del Reich, entre otros (BundesarchivBild 183-R24391)

Tranquilos... he dicho que no insistiré en temas prolijamente estudiados y de fácil consulta. Dedicaremos las siguientes líneas  a revisar la última investigación aparecida en un libro que ya está causando críticas en la sociedad civil (y religiosa) así como congratulaciones en el ámbito académico. 

No obstante, iniciemos con ciertas puntualizaciones básicas sobre hechos políticos:

- Pío XI, predecesor de Pío XII, fue un real dolor de cabeza para Hitler ya que condenó tajante y públicamente la política y la ideología nazi. En 1937, emitió una carta oficial en la que se oponía a la persecución de la iglesia por parte de los nazis, declaró que no podía tolerar la glorificación de la esvástica pagana. En 1938, cuando Hitler visitó Roma, Pío XI abandonó la ciudad.

- Pío XI murió el 10 de febrero de 1939, justo después de terminar el discurso que esperaba pronunciar ante los obispos italianos en el décimo aniversario del Pacto de Letrán. Ese texto trataba con dureza al nazismo y al fascismo, pero estaba escrito en soledad. Fue el discurso que Mussolini temía y que el Papa no sobrevivió para pronunciarlo.


Eugenio Pacelli, antes de convertirse en Papa Pío XII, durante una visita a Berlín en 1929 como secretario de Estado del Vaticano, la fotografía lo captó saliendo del Palacio Presidencial, Berlín, 1928. (vía Getty Images)

- En 1940 se dio el encuentro entre Pío XII y Joachim von Ribbentrop. Existe evidencia que el ministro alemán de exteriores criticó al anterior Papa (Pío XI) por sus reclamaciones públicas y formales contra el gobierno de Hitler. Pío XII expresó que en sus discursos se cuidaba de no ofender a los alemanes. Y, se dice que le dijo al nazi que en su sermón de Navidad (1939), no se refería a Polonia como la "pequeña nación" sufrida e invadida, sino a Finlandia, atacada por la Unión Soviética.

- Tenemos otra versión de esa reunión (según Thomas J. Craughwell, "The Gentile Holocaust", Cultura Católica) se señala que el Papa era empático sobre una paz justa y que puso énfasis en una "base indispensable" para el fin de las hostilidades. Ribbentrop preguntó al Papa por qué se había puesto del lado de los aliados, Pío XII habría respondido con una lista de las recientes atrocidades y persecuciones religiosas nazis cometidas contra cristianos y judíos y que mantuvo la advertencia al Reich sobre los derechos de los judíos. El Pontífice habría hablado a Ribbentrop en favor de los perseguidos en Alemania y Polonia...    

 

Joachim von Ribbentrop, Ministro de Asuntos Exteriores del Reich llega en visita diplomática al Vaticano para reunirse en privado con el Papa, marzo 1940.

El Vaticano mantuvo negociaciones secretas con la Alemania nazi. Hay quienes aseguran que Hitler, a través de sus negociadores obtuvo del Vaticano un "régimen de silencio" del Papa ante las acciones de los nazis en Alemania y la Europa ocupada.

- En el transcurso de la guerra, Pío XII tampoco alzó en voz pública denunciando los crímenes del nazismo, nunca se refirió a ellos como criminales. La justificación, dicen, la iglesia no podía condenar abiertamente el Holocausto ya que se hubiese esperado una mayor represión nazi.

- En el sermón de Navidad de 1942, el Papa tímidamente dijo una corta oración: "cientos de miles de personas que fueron condenadas a la muerte o al exterminio sucesivo sin culpa alguna, y a veces solo por su nacionalidad o raza". 

- En general, El Vaticano se negó a condenar públicamente a Hitler y el Holocausto, eso es irrefutable. Sin embargo, la Santa Sede no escatimó en demostrar su oposición directa a la doctrina comunista, Pío XII nunca contuvo su boca al respecto.

- La indiferencia de Pío XII sobre el nazismo fue elocuente, suelen conocerlo como "el Papa de Hitler", dado por el historiador John Cornwell en su libro de 1999 con el mismo título. 


Dos libros de finales del siglo XX. Izquierda: "Pio XII, Hitler y Mussolini", de Giorgio Angelozzi Gariboldi, 1ª Edición, diciembre 1988, Editorial Acervo Barcelona, con prólogo de Giulio Andreotti, 404 pág. Trata ampliamente sobre las relaciones entre la Iglesia Católica, Italia y Alemania. Derecha: El controversial y rebatido "El Papa de Hitler. la verdadera historia de Pío XII", de John Cornwell, 1999, editorial Planeta, 465 pág. Cornwell señala en el prefacio de su libro que su investigación no conduce a la exoneración del Papa, al contrario, a una acusación grave contra su persona. Pío XII protagonizó un intento sin precedentes de reafirmar el poder papal conducido a la Iglesia a la complicidad con las fuerzas más oscuras de la época. Pacelli había mostrado siempre una innegable antipatía hacia los judíos, y su permanencia diplomática en Alemania en los años treinta le llevó a traicionar a las asociaciones políticas católicas que podrían haberse opuesto al régimen de Hitler e impedido la Solución Final. "Eugenio Pacelli no era un monstruo; su caso es mucho más complejo, más trágico. El interés de su biografía reside en la fatal combinación de elevadas aspiraciones espirituales en conflicto con su exagerada ambición de poder y control. El suyo no es un retrato del Mal, sino de una fatal fractura moral, una separación extrema entre la autoridad y el amor cristiano. Las consecuencias de esa escisión fueron la colusión con la tiranía, y en último término la complicidad con su violencia" 


- Es cierto que Pío XII no bendijo (de forma oficial) la invasión alemana de la URSS en 1941; pero, el Papa seguía condenando a los comunistas -hay registro de que lo hizo durante la guerra más de 150 veces- calificó a los soviéticos como "enemigos de Dios" y "prole del infierno". 

- De manera no oficial, también se comenta que en el círculo cercano de Pío XII, en charlas informales señalaba a los nazis "servidores del diablo" y que "Hitler se volvió loco". Al parecer hay el rumor de que Pío XII exorcizó  en dos ocasiones a Hitler, según uno de los secretarios del Papa, éste habría dicho: "el mal absoluto encarnado por el Führer no podía provenir de la naturaleza humana". (El rito de exorcismo de los demonios y otros seres extraordinarios en la persona poseída por ellos mediante la oración y ciertos rituales).

- La controversia siguió vigente durante décadas, sin responder a las preguntas sobre culpabilidad o inocencia de Pío XII, hasta que apareció el polémico libro de Cornwell, "El Papa de Hitler", duramente criticado por sectores católicos (algunas aseveraciones del autor han sido denegadas documentalmente) y antes que el Vaticano preparara su canonización como santo, un proceso que corre desde el 2000.

- Tampoco se debe obviar el sacrificio temerario de muchos sacerdotes católicos al proteger y salvar judíos durante la guerra. Solo en la Roma ocupada se salvaron al menos a seis mil judíos, se abrieron las residencias de la Iglesia para los fugitivos con una red de agentes encubiertos bajo las narices de los nazis. A finales de la guerra el Papa protestó por la deportación de judíos en Bulgaria y Hungría. 

- Sin embargo, por otro lado, la Iglesia colaboró conscientemente con la fuga de cientos de criminales nazis (suele hablarse de miles de nazis y colaboradores que se escabulleron de la justicia). Las "rutas de ratas", proporcionaron tarjetas de identificación emitidas por el Comité Internacional de la Cruz Roja. En su defensa suele invocarse el "amor cristiano al prójimo" que contradice a clérigos como el obispo Alois Hudal que brindó respaldo a las políticas nazis y que no se mordía la lengua para ocultar su antisemitismo. 

Bien, hasta aquí un resumen a grosso modo  de la posición "oficial" de la Iglesia respecto al nazismo.

 

Dos libros del siglo XXI. Izquierda: "Hitler, Mussolini y el Vaticano: el Papa Pío XI y el discurso que nunca se pronunció", de Emma Fattorini, Polity Press, septiembre 2011, 220 pág. Trata del discurso escrito por el Papa Pío XI en 1939 en el que tenía la intención de hablar en contra de Mussolini y los fascistas y condenar el antisemitismo. El discurso nunca se pronunció, su sucesor Pío XII, ordenó en secreto la destrucción del texto, eliminando así un obstáculo potencial en el establecimiento de una estrecha relación entre la Iglesia Católica y los fascistas. El libro contiene nuevas e importantes revelaciones sobre el tema complejo de la relación entre la Iglesia Católica en el ascenso del fascismo y el nazismo en Europa. Emma Fattorini, emplea documentación disponible e inédita del Archivo Secreto del Vaticano. Pío XI llegó a ver la década de 1930 como un 'conflicto de civilizaciones', una crisis que solo podía resolverse con un retorno a las raíces cristianas de Occidente. Defendió con fuerza a los judíos porque, a diferencia de otros elementos de la jerarquía católica, tenía la convicción teológica de que judíos y cristianos compartían un origen común: 'espiritualmente todos somos semitas'. Así escribió Pío XI en los últimos años de su vida mientras contemplaba la dirección en la que se dirigía el mundo y llegó a la conclusión de que el Vaticano podía detener el totalitarismo nazi y fascista. Derecha, en contrapartida, "Pío XII versus Hitler y Mussolini", de Carlos Ros Carvallar, Editorial Monte Carmelo, Madrid España; 1º edición (Octubre 2014) defiende a Pío XII, alegando que "No ha habido un papa del siglo XX más calumniado que Pío XII. Lo menos que se ha dicho de él es que fue el Papa del silencio, por no denunciar el Holocausto, y, quizás lo más, el clérigo más peligroso de la historia moderna (J. Cornwell). Puede que todo se deba al intento de muchos de descargar su mala conciencia por la connivencia con el monstruo de Hitler, buscando un chivo expiatorio, fuera de Alemania, en la figura de Pío XII, como el artífice del mal; si el Papa hubiera hablado, piensan, Hitler no hubiera hecho lo que hizo. De todo esto y del ambiente maléfico que se vivió en la II Guerra Mundial discurre el libro. Y por ello su título: "Pío XII versus Hitler y Mussolini".



Un pequeño recordatorio, en 2020, el Vaticano desclasificó millares de sus documentos referentes a la segunda guerra mundial. El trabajo de investigación se refleja ya en nuevos ensayos y libros realizados por reputados historiadores. Revisemos uno de ellos.


El Papa en guerra




El destacado historiador y científico social, David I. Kertzer, un erudito en temas sobre el Vaticano, ha escrito anteriormente "El Papa que pudo ser rey: El exilio de Pío IX y el surgimiento de la Europa moderna"; y, "El Papa y Mussolini: La historia secreta de Pío XI y el ascenso del fascismo en Europa". Kertzer es profesor de Ciencias Sociales de la Universidad Paul Dupee y profesor de antropología y estudios italianos en la Universidad de Brown. Su nuevo libro arroja más detalles sobre Pío XII durante los años de la guerra. "El Papa en guerra: La historia secreta de Pío XII, Mussolini y Hitler", una magnífica compilación producto del estudio de doce volúmenes del Vaticano, además de la revisión de archivos nacionales de Estados Unidos, Italia, Francia, Alemania y Gran Bretaña.

 

"EL PAPA EN GUERRA. LA HISTORIA SECRETA DE PÍO XII, MUSSOLINI Y HITLER", David I. Kertzer, Penguin Books, julio 2022, 484 pág. (aun no disponible en castellano)


Gracias a las grabaciones del Auditorio Robert H. Smith en la Sociedad Histórica de Nueva York, en una  conferencia (31 de octubre de 2022) de David I. Kertzer, conocimos la exposición de su trabajo. 

"Cuando el Papa Pío XII murió en 1958, sus documentos fueron sellados en los Archivos Secretos del Vaticano, dejando preguntas sin respuesta sobre lo que sabía e hizo durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez que se abrieron esos archivos en 2020, miles de documentos internos finalmente se pusieron a disposición del público. ¿Qué esfuerzos, o la falta de ellos, se hicieron para proporcionar liderazgo moral frente al genocidio y el régimen autoritario? Es una discusión que examina las acciones del controvertido Papa entre 1939 y 1945 y que saca a la luz los planes para preservar el poder de la iglesia" (Sociedad Histórica de Nueva York)


El Embajador del Vaticano, Cesare Orsenigo (Nuncio Apostólico) en una audiencia con Hitler en Berlín, 1944.

Tenemos cinco puntos importantes de "El Papa en guerra", que resume Clemente Lisi, en un artículo para "ZengerNews", "PulitzerPrize- Winning Historian Details Pius XII’s Troubling Alliances With Mussolini, Hitler" (Historiador ganador del Premio Pulitzer detalla las preocupantes alianzas de Pío XII con Mussolini y Hitler). Textual:


1. La defensa del Papa solo se centró en los judíos que se habían convertido.

Kertzer describe cómo el Vaticano trabajó más duro para salvar a los judíos que se habían convertido al catolicismo o eran hijos de "matrimonios mixtos" entre católicos y judíos. Los documentos revelan que el Vaticano buscó certificados de bautismo y listas de los que se habían convertido, que fueron entregados al embajador alemán ante la Santa Sede en ese momento. (El Papa no intervino por otros judíos, a diferencia del arzobispo Andrei Count Sheptytsky, el jefe de la Iglesia greco-católica ucraniana, que desafió a los nazis y escondió a los judíos).


El embajador del Vaticano en Alemania (Nuncio Apostólico) Cesare Orsenigo con Adolf Hitler y Joachim von Ribbentrop, recepción de Nochevieja en Berlín, en la nueva Cancillería del Reich, 1939.

2. El Vaticano estaba interesado en permanecer neutral.

El Papa autoritario quería que la Santa Sede se mantuviera al margen de la guerra. Kertzer afirma que el Papa estaba motivado para proteger el Vaticano y los intereses católicos en Italia y en toda Europa cuando los nazis llegaron al poder. Kertzer dijo que el Papa temía las consecuencias de la guerra, preocupado de que los católicos sufrieran en los países ocupados por Alemania, seguido por el temor de que el comunismo se extendiera por toda Europa si las potencias del Eje perdían. Sin embargo, Pío XII se negó a condenar "el continuo exterminio de los judíos de Europa por parte de los nazis", incluso cuando los aliados acumularon victorias y la marea de la guerra cambió. "Como líder moral, Pío XII debe ser juzgado como un fracaso", dice Kertzer.


3. Se le dijo al periódico del Vaticano que no informara sobre las atrocidades nazis.

El Roman Observer, el periódico oficial del Vaticano, recibió la orden de la Santa Sede de suprimir las noticias sobre las atrocidades alemanas a lo largo de la década de 1940, aunque la evidencia era clara, y muchos lo instaron a hacerlo. El Vaticano mantuvo la paz con el dictador italiano Benito Mussolini, que se había aliado con Adolf Hitler. (En el libro ganador del Premio Pulitzer 2014 de Kertzer "El Papa y Mussolini: La historia secreta de Pío XI y el ascenso del fascismo en Europa", el autor dice que el Vaticano dio legitimidad al régimen fascista de Mussolini y desafía la noción de que Pío XII o su predecesor lucharon contra el fascismo).

El periódico no informó ni denunció las masacres nazis, incluso cuando unos 1.000 judíos fueron detenidos en Roma en 1943, justo fuera de los muros del Vaticano y enviados en tren a Auschwitz.


Cesare Orsenigo y Joachim von Ribbentrop, recepción de Nochevieja en Berlín, nueva Cancillería del Reich, 1939.

4. El Papa recibió ayuda de un príncipe para comunicarse con Hitler.

La decisión de Pío XII de evitar la crítica pública directa de Hitler o el Holocausto puede haber surgido de una negociación de 1939 entre el Vaticano y los alemanes. El intermediario era un príncipe alemán llamado Philipp von Hessen, yerno del rey italiano Víctor Manuel III.

El Papa, que hablaba alemán, se reunió con el enviado de Hitler por primera vez el 11 de mayo de ese año en Roma. Según las transcripciones incluidas en el libro, el Papa dijo: "He sido muy considerado, y la respuesta del Canciller del Reich fue muy amable. Pero la situación se ha deteriorado desde entonces", en una referencia a Hitler cerrando escuelas y seminarios católicos y recortando los fondos que benefician a las iglesias en Austria.

"Estoy seguro de que si se restaura la paz entre la Iglesia y el Estado, todos estarán contentos", agregó el Papa en ese momento. "El pueblo alemán está unido en su amor por la Patria. Una vez que tengamos paz, los católicos serán leales, más que nadie".


5. La versión vaticana del comportamiento del Papa XII no es compartida por otros.

Johan Ickx, quien se desempeña como archivista de la Secretaría de Estado del Vaticano, elogió a Pío XII por sus esfuerzos y fue citado en Vatican News diciendo: "Para los judíos era obvio y claro que Pío XII estaba de su lado y tanto él como su personal habrían hecho todo lo posible para salvarlos".

Este es el punto de vista del Vaticano. No es una opinión compartida por la comunidad judía u otros historiadores. La Iglesia Católica Romana se disculpó formalmente en mayo de 1998 por no tomar medidas más decisivas para desafiar al régimen nazi durante la Guerra Mundial, pero la disculpa fue vista como muy por debajo de las expectativas, particularmente en su negativa a responsabilizar a Pío XII por su silencio.


Adolf Hitler saluda a Cesare Orsenigo, en la nueva Cancillería del Reich, 1939. Orsenigo fue nuncio apostólico en Alemania de 1930 a 1945, durante el ascenso de la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial. Junto al embajador alemán en el Vaticano, Diego von Bergen y posteriormente Ernst von Weizsäcker, Orsenigo fue el enlace diplomático directo entre el Papa Pío XI y el Papa Pío XII con el régimen nazi. Se reunió en varias ocasiones con Adolf Hitler y más frecuentemente con otros altos funcionarios y diplomáticos nazis. En noviembre de 1943, el nuncio Cesare Orsenigo, en nombre del Papa Pío XII, mantuvo una conversación con Hitler, habló sobre el estatus de los pueblos perseguidos en el Tercer Reich, aparentemente refiriéndose a los judíos, no tuvo éxito. Durante gran parte de la conversación, Hitler simplemente ignoró a Orsenigo; se acercó a la ventana y no escuchó.

El libro de Kertzer y el material de archivo revelan secretos, mentiras, equívocos y justificaciones que han perseguido al Vaticano los últimos 80 años. En última instancia, pinta un retrato de un legado mixto lleno de contradicciones.


Estas líneas de la historia vaticana durante la segunda guerra mundial puede ser complementada con el siguiente ensayo que ya pusimos anteriormente a vuestro conocimiento (haga click sobre el título):

Mito y realidad del plan nazi para secuestrar a Pío XII 

 

                                   The Atlantic

25 febrero 2023

Mitos de la lucha nazi contra el tabaco. Verdades y mentiras


     Guerra relámpago contra el cáncer 
 

Parte I

por Tito Andino


Reflexiones generales 

Debemos iniciar puntualizando que no debe haber cabida para "glorificar" a Hitler y al nazismo por cuestiones de "higiene racial" debido a la campaña de oposición al consumo de tabaco ya que obedeció primordialmente a eso, causas raciales y no estrictamente a razones de salud pública. Por diversas causas tal fue el fracaso de ese impulso propagandístico que citaremos algunas:

- La propaganda antitabaco debía convencer a la población de lo insalubre que resultaba su consumo, hasta ahí bien; pero, entre otras cosas debía culpar a los judíos de ser los que introdujeron y fomentaron el vicio de fumar en Alemania, llegando a comparar ese hábito como algo común entre gente degenerada..., como los negros procedentes de África (según los nazis).




- Por experiencia humana, de poco suelen servir las prohibiciones, la Alemania nazi no fue la excepción. En la práctica, la gente estaba enganchada al tabaco, mientras más restricciones más aumentó el consumo. Los impuestos y el incremento de su precio no intimidaron al consumidor. Se habrán fijado en las películas ambientadas a la época de la República de Weimar como la totalidad de locales públicos, bares, restaurantes, discotecas, oficinas públicas, transporte eran una nube de humo provocada por el alto consumo de tabaco, y la gente ya era consciente del daño que producía.

- Los nazis no fueron el primer buen ejemplo para combatir el tabaquismo (cuyo "éxito" es más que dudoso). En los años de la "lucha por el poder", las Secciones de Asalto hitlerianas (SA) se financiaban, en parte, de la propaganda de las empresas tabacaleras alemanas.


Carteles de cigarrillos Trommler, la marca oficial de Sturmabteilung (SA), el brazo paramilitar del NSDAP. Los anuncios de estos productos eran elaborados por Sturm Cigarette Company de Dresde, fabricante de los cigarrillos Trommler, Alarm, Sturm y Fancy Neue Front. Después de la purga del Jefe de las SA Ernst Röhm en junio de 1934, el fabricante de Trommler and Sturmzigaretten, Dressler, perdió el favor y bajo su nuevo liderazgo, la SA firmó un acuerdo de comercialización con la firma Reemtsma, que comenzó a producir SA-Zigaretten en 1935, por el cual pagó a la SA 250.000 RM anuales.


- El efecto nocivo del consumo del tabaco ya era conocido desde la década de 1910, como las campañas del movimiento de reforma de vida en el estado industrial de Sajonia, "los opositores al tabaco intentaron frenar el tabaquismo o eliminarlo por completo. La prueba más antigua de los efectos del consumo de tabaco en el organismo humano se encontró en la fundación del Museo Alemán de Higiene y en la sede de la Asociación de Oponentes Alemanes del Tabaco. En la "Primera Exposición Internacional de Higiene", Dresde, 1911.

- Paradójicamente, en la Alemania nazi hubo restricciones a la publicidad del tabaco, podía anunciarse el producto, pero no fumar en sí mismo. Puede ser que la campaña antitabaco tuvo algún resultado positivo, pero, en general no fue tan bien recibida como se esperaba, gran parte de la población siguió fumando a escondidas al verse obligados a adquirir el tabaco de forma ilegal.

- Por sentado, no existió prohibición por razones de salud pública (restricciones), más bien eran recomendaciones de índole "higiénico racial" -para "arios", para germánicos puros-. No era nada raro encontrarse en restaurantes con carteles: "¡Las mujeres alemanas no fuman!"; o, "¡Se ruega a las mujeres que no fumen!". En teoría se "combatió" el fumar en el Tercer Reich


El tabaco, "oficialmente", no tenía cabida en el Tercer Reich. Aquí un cartel de propaganda nazi prohibiendo fumar en oficinas públicas estando de servicio.

- Joseph Goebbels, ministro de propaganda, cultura, etc., siempre reconoció que el consumo de tabaco (y café) era bueno para el estado de ánimo de la gente. Y, a pesar de los deseos de Hitler no existió un control rígido en lo político y de bienestar social referente a una "prohibición" del tabaco. Cuando la economía alemana mejoró, el régimen nazi permitió el consumo de diversos tipos de tabaco de mejor calidad

- Nicole Petrick-Felber en su libro "Kriegswichtiger Genuss. Tabak und Kaffee im Dritten Reich" (Disfrute de la guerra. Tabaco y café en el 'Tercer Reich') observó que la política de menos café y menos cigarrillos se hacía realidad entre los alemanes... por efecto de la guerra, las importaciones y la calidad del tabaco cayeron abruptamente y los cigarrillos se repartían de forma desigual, las fuerzas armadas tenían prioridad y, productos como el café solo se podía encontrar en la Wehrmacht.

- Para muchos opositores al nazismo el fumar fue un verdadero reto antifascista, ya que Hitler y Himmler eran confesos no fumadores. Un valioso artículo del medio español "La Vanguardia", "La cruzada nazi contra el tabaco", señala que la principal figura de la campaña era Hitler: “Nuestro Führer no fuma”. Se distribuyeron panfletos con el mensaje: “Hermano nacionalsocialista, ¿Sabes que tu Führer está en contra del hábito de fumar y piensa que cada alemán es responsable de sus actos y misiones frente a todas las personas, y que no tiene el derecho de dañar su cuerpo con drogas?”. Hitler era un buen ejemplo para dejar el cigarrillo, él lo había hecho durante su juventud, llegó a afirmar "que el nazismo podría no haber triunfado si no hubiera dejado de fumar".

- Pero, la triste realidad es que Hitler, a pesar de rechazar el tabaco, se transformó en un contumaz consumidor de otras drogas preparadas en "cocteles" del famoso Dr. Theo Morell (médico de cabecera de Hitler). Y, por otro lado, la metanfetamina Pervitin era repartida masivamente a las tropas de la Werhmacht.

“Hitler era antitabaco y solía decir que los nazis ganarían la guerra porque Hitler, Franco y Mussolini no fumaban mientras que Roosevelt, Churchill y Stalin eran grandes fumadores. Pensaba que el liderazgo de las potencias aliadas se debilitaría y permitiría a las potencias del Eje salir victoriosas”, apunta Robert Proctor, profesor de la Universidad de Stanford y autor de los libros "The Nazi War on Cancer" y "Golden Holocaust: Origins of the Cigarette Catastrophe and the Case for Abolition" (citado en La Vanguardia)  De ahí la preocupación para que los militares dejaran de fumar. “Los militares no debían fumar. Hitler en un momento dado dice que pueden perder la guerra por no impedir que los militares fumen”, expresa Proctor.


Soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, en una celebración con bebidas y tabaco (Corbis vía Getty Imagen, reproducida en La Vanguardia, artículo citado)


- Y es que los militares (y civiles) eran incorregibles. La campaña antitabaco de 1933 a 1937 fue un fracaso; al contrario, el consumo de tabaco en Alemania tuvo un rápido incremento, la tasa de fumadores en Alemania aumentó más rápido que en la vecina Francia, por ejemplo. Las empresas fabricantes de cigarrillos en Alemania no bailaban el mismo son que el führer, los industriales, muy a pesar de Hitler y algunos de sus secuaces, sabotearon la campaña antitabaco y calificaron al movimiento antitabaco como "fanático" y "no científico" (Robert Proctor). Desafiantes al führer la industria tabacalera utilizó a mujeres como modelos en sus avisos publicitarios​, las regulaciones gubernamentales parecían importarles poco. (Daunton y Hilton, 2001, p. 169, citados por Proctor)

- Las mismas SS fueron otro ejemplo del fracaso nazi para "educar" a sus reclutas en las leyes de "higiene racial". Heinrich Himmler se disilucionó muy temprano al observar repetidamente que sus jóvenes "arios" SS preferían la cerveza en grandes cantidades que la recomendación de beber agua mineral que enseñaban en las napolas y centros de formación de la élite SS.

- La misma orden personal de Hitler de prohibir fumar en las oficinas del NSDAP fue pasada por alto. Si un "camarada" adulto sano quería fumar o no, en última instancia dependía de él. ¿Por qué el pueblo debería practicar la renuncia mientras el fumador Joseph Goebbels y su mujer, el morfinómano Hermann Goering y el "borracho imperial" Robert Ley, jefe del Frente del Trabajo Alemán, se entregaban a sus conocidos vicios?


Cartel retocado de una campaña antitabaco de 1939 (se retocó la esvástica después de 1945, en el original estaba pintando la esvástica sobre la camiseta deportiva). Supuestamente, no se permitía hablar con mujeres, ni mostrar modelos a seguir para los jóvenes fumadores (Reproducción de La fiebre del tabaco en el Elba)


Hasta aquí algunas reflexiones sobre el tema. Demos paso al interesante artículo de Tracy Brown Hamilton.


Parte II

La olvidada campaña antitabaco de los nazis

El Tercer Reich veía el tabaco como una amenaza para la salud del "pueblo elegido".

por Tracy Brown Hamilton

Periodista con base en Amsterdam.




La conocida obsesión de la Alemania nazi por crear una raza aria superior condujo a muchas atrocidades. Pero de estos mismos motivos siniestros surgieron investigaciones que pueden haber tenido beneficios para la salud del pueblo alemán durante la Segunda Guerra Mundial: estudios sobre los peligros de fumar que llevaron a la campaña antitabaco más avanzada de su tiempo. Desafortunadamente, la campaña solo se preocupó por proteger la salud de los alemanes arios.


Portada del libro de Robert Proctor, en su versión alemana, traducido sería "Guerra relámpago contra el cáncer"

"La Alemania nazi estaba gobernada por una élite política consciente de la salud empeñada en la conquista europea y el exterminio genocida", escribe el investigador de Stanford Robert Proctor en su libro, The Nazi War on Cancer (La guerra nazi contra el cáncer), "y el tabaco en ese momento era visto como una de las muchas 'amenazas' para la salud de la gente elegida".

En 1939, el científico alemán Franz Müller presentó el primer estudio epidemiológico que vinculaba el consumo de tabaco y el cáncer. En 1943, un artículo preparado por los científicos alemanes Eberhard Schairer y Erich Schöniger en la Universidad de Jena confirmó ese estudio y estableció convincentemente por primera vez que fumar cigarrillos es una causa directa de cáncer de pulmón.

La investigación realizada por médicos alemanes también sacó a la luz los efectos nocivos del humo de segunda mano por primera vez, y acuñó el término "tabaquismo pasivo". Pero Proctor dice que los hallazgos no pueden separarse del contexto en el que se realizaron.

Según Proctor, el artículo de Schairer y Schöniger debe ser visto como "un documento político, un producto del enfoque ideológico nazi en el tabaco como una fuerza corruptora cuya eliminación serviría a la causa de la 'higiene racial'". La agenda nazi se centró en la idea de establecer y mantener una raza superior aria alemana que estuviera libre de enfermedades o impurezas, y el tabaco era solo una de las muchas influencias que podrían debilitar al llamado Übermensch.

"El nazismo era un movimiento de jóvenes musculosos y conscientes de la salud preocupados por cosas como la influencia de los judíos en la cultura alemana y los males del comunismo", dice Proctor, "pero también por los efectos perjudiciales del pan blanco, el asbesto y los colorantes alimentarios artificiales".


«No devoras -los cigarrillos- sino que ellos te devoran a tí». Cartel de propaganda en la Alemania nazi.


Según un artículo en Toxicological Sciences, antes de 1900, el cáncer de pulmón era extremadamente raro en todo el mundo, pero los incidentes de la enfermedad aumentaron dramáticamente en la década de 1930. Esto coincidió con la creciente popularidad del tabaquismo a partir de finales de la década de 1920, pero nunca se identificó un vínculo entre el cáncer de pulmón y el tabaquismo hasta que los científicos de la era nazi hicieron la conexión.

La investigación sobre los efectos nocivos del tabaco fue financiada por el Instituto para la Lucha contra el Tabaco, que fue establecido en 1941 y financiado por la Cancillería del Reich de Hitler. El Instituto fue dirigido por Karl Astel, un médico, oficial de alto rango de las SS y ferviente antisemita, según Proctor.


Una lata de tabaco Unser Kaiser de Tabalfabrik Yenidze Dresden. 1909-1915. (Fuente Stadtmuseum Dresden); y, un paquete de cigarrillos Flieger ("Airman"), una marca comercializada para los miembros de la nueva fuerza aérea alemana, la Luftwaffe. 

Entre otras cosas, el instituto de Astel financió y distribuyó folletos y artículos sobre los efectos nocivos del tabaco, incluida una colección de opiniones de Goethe sobre el tema. El instituto realizó una investigación sobre el daño potencial o las mutaciones que la nicotina podría causar al material genético de la raza superior.

Astel y sus científicos realizaron experimentos en humanos y animales, y entrevistaron a las familias de los fumadores que murieron de cáncer de pulmón. Pero las medidas antitabaco no se limitaron a universidades y laboratorios de investigación.


Sturm Zigaretten. El cliente del aire. (Luftwaffe)

Bajo el dominio nazi, Alemania lanzó la primera y más amplia campaña antitabaco de los tiempos modernos. Se desalentó fumar en el lugar de trabajo y se prohibió en los cines y en las escuelas. Los policías y militares no podían fumar en uniforme, y no estaba permitido vender cigarrillos a las mujeres en cafés y otros lugares públicos. La publicidad de los productos de tabaco estaba restringida.

"Los funcionarios nazis se movieron agresivamente en una campaña total contra el tabaquismo en la que el tabaco fue proclamado "un enemigo del pueblo", según Proctor. Hitler señaló con frecuencia que había dejado de fumar en 1919, y que sus compañeros fascistas Mussolini y Franco también eran no fumadores, a diferencia de los enemigos aliados Churchill, Stalin y Roosevelt.

De manera verdaderamente fascista, las advertencias contra fumar a menudo presentaban al propio Hitler, según Proctor, con declaraciones como:

"Hermano nacionalsocialista, ¿sabe que su Führer está en contra de fumar y piensa que cada alemán es responsable ante todo el pueblo por todos sus actos y omisiones, y no tiene derecho a dañar su cuerpo con drogas?" Según Proctor, la campaña también incluyó "asesoramiento psicológico, chicles de nicotina, métodos para hacer que los cigarrillos sean desagradables con enjuague bucal de nitrato de plata e inyecciones (de un químico) que se unió con compuestos en el tabaco para producir una sensación desagradable".


El favorito de las SA, Trommler zigaretten

Al mismo tiempo, el tabaco nunca fue prohibido en la Alemania nazi. Era una fuente de ingresos demasiado importante. Según Proctor, en 1941 los impuestos al tabaco constituían la friolera de una doceava parte de los ingresos del gobierno. En tiempos de guerra, esta fue una financiación importante.

La campaña contra el tabaco terminó con la derrota del Tercer Reich, y la investigación que vinculaba el tabaquismo con el cáncer se agrupó con las atrocidades de la Alemania nazi. En 1945, Astel se suicidó, temiendo que sus crímenes de guerra lo alcanzaran. (Según Proctor, Astel ayudó a organizar el programa de eutanasia que asesinó a 200.000 personas, además de participar en la "Solución final a la cuestión judía").

El Instituto para la Lucha contra el Tabaco fue cerrado después de la muerte de su fundador. Fumar en Alemania aumentó significativamente al final de la guerra, con cigarrillos estadounidenses y suizos inundando el mercado negro. Estados Unidos incluso envió cigarrillos a Alemania como parte del Plan Marshall.

Pero según Proctor, la prohibición nazi logró hacer algo bueno para un subconjunto de la población: las mujeres alemanas. Proctor estima que unas 20.000 mujeres alemanas evitaron las muertes por cáncer de pulmón, gracias al "paternalismo nazi, que desalentó a las mujeres a fumar, a menudo con la fuerza policial".

Según la investigación de Proctor, el documento preparado por Schairer y Schöniger fue ignorado en su mayoría por los científicos de la posguerra. Fue citado solo un puñado de veces en los años posteriores a la guerra. Incluso en Alemania, escribe Proctor, el documento era en gran parte desconocido.


Trommler zigaretten, financistas de las SA

Pasó casi una década después del final de la Segunda Guerra Mundial antes de que la Sociedad Americana del Cáncer publicara estudios que confirmaran el vínculo entre el cáncer de pulmón y el tabaquismo, y el riesgo de humo de segunda mano. En 1971, el epidemiólogo británico Sir Richard Doll fue acreditado y nombrado caballero por su investigación haciendo descubrimientos similares sobre el cáncer y el consumo de tabaco.

Aunque investigaciones posteriores indican que hubo alguna práctica válida en la ciencia nazi del tabaco, Proctor se apresura a decir que no pretende argumentar que debería celebrarse de ninguna manera. "El temor puede ser que al reconocer tal trabajo, uno podría de alguna manera dar crédito a los ideales o políticas nazis", dice: "Mi intención no es argumentar que los esfuerzos antitabaco de hoy tienen raíces fascistas, o que las medidas de salud pública son en principio totalitarias". Sin embargo, concluye que "la campaña nazi contra el tabaco fue tan fascista como las estrellas amarillas y los campos de exterminio".




NOTA del editor: Siempre será interesante profundizar en el escamoso tema del tabaco, por esa razón, apartándonos del contexto básico de este blog, propongo al lector continuar la lectura con un reflexivo análisis que topa desde aspectos científicos hasta cultura ancestral y misticismo. "La corrupción del espíritu del tabaco" es un aspecto conocido pero pocas veces discutido a cabalidad (en la siguiente entrega).

Lecturas recomendadas:

27 enero 2023

La rivalidad política de Hitler con Ludendorff


 

Ascenso del nazismo en la Alemania de entreguerras


por Shane Quinn

Investigación Global

Todo el material gráfico es adicionado por el editor de este blog


Introducción del editor del blog

El General Ludendorff y Hitler eran ya socios en la mediata posguerra (inicios de la década de 1920) y juntos marcharon en el "Beer Hall Putsch" (Golpe de la Cervecería 1923) para derrocar a la República de Weimar. Ludendorff, Hitler y otros nazis estuvieron a la cabeza de las unidades paramilitares, la policía respondió a tiros, misma respuesta nazi, disparos contra la policía, 16 muertes en filas nazis y cuatro víctimas entre los policías. Los fascistas huyeron.

El historiador estadounidense y corresponsal de guerra William L. Shirer relata que: “Ludendorff no se arrojó al suelo. Erguido y orgulloso en la mejor tradición militar, con su ayudante el mayor Streck a su lado, marchó tranquilamente entre las bocas de los rifles de la policía hasta llegar a Odeonsplatz. Debe haber parecido una figura extraña y solitaria. Ningún nazi lo siguió. Ni siquiera el líder supremo, Adolf Hitler”. (William L. Shirer, The Rise and Fall of the Third Reich: A History of Nazi Germany. Fawcett Crest Book, 1968  p. 74)


El General Erich Ludendorff junto a Adolf Hitler. A la derecha, una edición del célebre libro de Will Brownell, Denise Drace Brownell y Alex Rovi: "The First Nazi. Erich Ludendorff, the man who made Hitler possible". Counterpoint (Berkeley, CA - USA), 2016.


Apenas seis años atrás, de facto, Erich Ludendorff fue el dictador de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, el autócrata militar gobernaba gran parte de Europa y estuvo muy cerca de ganar la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial) contra todo pronóstico, debido, en gran parte, a su excepcional talento militar. En el otoño de 1916 Ludendorff había acumulado prácticamente todo el poder real de Alemania, el Kaiser Wilhelm II era simplemente una figura ceremonial.

Ludendorff durante la Gran Guerra destacó además como un brillante administrador, dicen que más ambicioso que Napoleón, soñaba con colonizar el Este europeo y apostaba por sacar todo el provecho de los territorios ocupados, administrándolos con mano despiadada. Habló sin tapujos sobre "una Patria mayor y de adquisiciones territoriales que compensen al pueblo alemán por sus sacrificios. Si Alemania hace la paz sin lucro, Alemania ha perdido la guerra", afirmó. 

Ludendorff codiciaba apoderarse de las profundidades de Europa del Este, estaba decidido a conquistar una gran masa territorial del Imperio Ruso,  desde el Báltico hasta el Mar Negro, tierras fértiles y ricas en recursos naturales. La misma política militarista seguida por Hitler dos décadas después.

Sin duda Ludendorff humilló al Imperio del Zar de Rusia y luego a los bolcheviques, a quienes aborrecía más. Por esa razón fue su decisión, acatada por los políticos, la de conceder a Finlandia, Polonia y Ucrania su independencia, que formaban parte del Imperio Ruso. Estonia y Letonia fueron ocupadas por el ejército alemán, entre otros cambios territoriales. Sin embargo, a pesar de esos logros Alemania perdió la guerra.

En la posguerra Erich Ludendorff participó en el conocido Putsch de Kapp (golpe de estado contra la República de Weimar) del 13 al 17 de marzo de 1920 para establecer un gobierno autocrático. Ese golpe gozaba del apoyo de una parte del Reichswehr, monárquicos y facciones nacionalistas, pero fracasaron. Y, como es de conocimiento, el general Ludendorff no se quedaría quieto, fue parte de otra intentona golpista derechista respaldando a los nazis en noviembre de 1923, otro fracaso de la extrema derecha alemana. 

Sobre este último capítulo y la relación entre Ludendorff y Hitler, el periodista e historiador Shane Quinn nos brinda sus reflexiones. 

Buena lectura.

T. Andino


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Retratos del General Erich Ludendorff


El general Erich Ludendorff, gobernante militar del imperio alemán durante la segunda mitad de la Primera Guerra Mundial (1916-18), hizo un fatídico intento en la primavera de 1925 de recuperar la dictadura de Alemania participando en las elecciones presidenciales. 


La elección tuvo lugar en ese momento debido a la muerte el 28 de febrero de 1925 del presidente Friedrich Ebert, del Partido Socialdemócrata de izquierda, que había sido el líder alemán durante 6 años al frente del gobierno de Weimar. La salud de Ebert se quebró, en parte, por los continuos ataques verbales que tuvo que soportar por parte de la derecha radical de Alemania.

No hay duda de que la intención de Ludendorff era retomar el poder supremo en Alemania, reconstruir el ejército y luego embarcarse en una guerra de conquista en todo el continente europeo para reafirmar el dominio alemán. Sentía un severo desprecio por la socialdemocracia y la República de Weimar. Desde 1919, Ludendorff dijo repetidamente que "nunca debería haberme dejado despedir" por el Kaiser Wilhelm II al final de la Primera Guerra Mundial, y que su deseo era "volver al poder". (Donald J. Goodspeed, Ludendorff: Soldier: Dictator: Revolutionary (Hart-Davis, 1 de enero de 1966, p. 280

El intento de Ludendorff de recuperar la dictadura fue un evento importante en la historia alemana de entreguerras. Si falla y falla espectacularmente, lo eliminaría como el principal rival de Adolf Hitler para la extrema derecha en Alemania, al tiempo que reforzaría la posición de Hitler dentro del Partido Nazi. El propio Hitler animaba activamente a Ludendorff a postularse para la presidencia en 1925, como candidato del Partido Nazi. Ludendorff ya había sido elegido para el parlamento alemán (Reichstag) en diciembre de 1924 como miembro del parlamento (MP) nazi por Baviera, el estado más grande de Alemania en el sur del país.


Una fotografía datada en agosto de 1927 durante el Congreso anual del partido nazi en Nuremberg

En marzo de 1925, poco antes de las elecciones presidenciales, Ludendorff dijo:


“Acabo de tener una discusión ansiosa con Hitler” y “hemos llegado a la conclusión de que debo presentarme como el candidato de los nacionalsocialistas (nazis). Hitler está convencido de que hay que correr el riesgo... Hitler sabe perfectamente que aunque tiene muchos seguidores en Baviera, puede contar con muy pocos votos en el norte de Alemania y el este de Berlín. Por otro lado, el nombre de Ludendorff es muy conocido y respetado en toda Alemania. En particular, los prusianos orientales y los silesios me han estado unidos por la gratitud y la devoción desde la guerra”. (Alexander Clifford, Hindenburg, Ludendorff and Hitler: Germany's Generals and the Rise of the Nazis, Pen and Sword Military, 14 de diciembre de 2021 pg. 109)


Sin que Ludendorff lo supiera, Hitler estaba jugando un juego astuto aquí, enteramente para su propio beneficio y con el objetivo final de tomar la dictadura. Hitler poseía instintos políticos mucho más astutos que la élite militar, y Ludendorff era demasiado temerario e impaciente para convertirse en político.

Alexander Clifford, un historiador que se enfoca en la historia europea de entreguerras, escribió: 

 

“Hitler concibió la campaña presidencial desde el principio como un método seguro para desacreditar a Ludendorff como un rival de liderazgo. Muy consciente de las limitaciones políticas del general... Hitler calculó que una tórrida derrota solo serviría para empañar aún más la reputación de Ludendorff. Al presionar al general para que se presentara como un candidato simbólico, Hitler no perdió nada, pero un pésimo desempeño electoral serviría para alejar a más partidarios nazis de la idea de que Ludendorff era apto para un papel de liderazgo en el partido”. (Alexander Clifford, pg. 108)


Como lo previsto, resultaría ser un pésimo desempeño electoral. De varios candidatos para las elecciones presidenciales de 1925, Ludendorff terminó cómodamente en la última posición. Obtuvo unos míseros 285.793 votos, menos del 1,1% del total nacional. Por ejemplo, el candidato del Partido Comunista de Alemania, Ernst Thälmann, atrajo casi dos millones de votos, más de seis veces más que Ludendorff.

La humillación para Ludendorff se profundizó por el hecho de que su colega cercano del ejército, el mariscal de campo Paul von Hindenburg, ganó la presidencia como independiente de derecha, reuniendo más de 14 millones de votos. Hindenburg, de 77 años, le había suplicado a Ludendorff que no participara en las elecciones, advirtiéndole cuál sería el resultado. Sin embargo, Ludendorff siguió su propio camino (Goodspeed, Ludendorff, pág. 305)

Es irónico que Hindenburg superara a Ludendorff en el ámbito político, cuando en la esfera militar Hindenburg poseía mucha menos habilidad militar que el más agresivo e inteligente Ludendorff, un hecho del que el público alemán no era consciente. Después de que el Kaiser conociera a Hindenburg, dijo que lo sentía como "de madera y sin imaginación", y describió a Ludendorff como "el sargento mayor". (Goodspeed, pág. 188)


Hindenburg, Kaiser Wilhelm II y Ludendorff, enero de 1917 (foto colorizada)


La gran reputación de Hindenburg entre el pueblo alemán se basaba en el mito y la leyenda: que el mariscal de campo había sido responsable de las victorias alemanas en la guerra, como las batallas de Tannenberg y los lagos de Masuria. En realidad, Hindenburg, como el Kaiser, fue una figura decorativa ceremonial durante la guerra. Puede que Hindenburg no fuera un genio militar, pero era una persona más estable y decente que Ludendorff. Según el general Otto von Lossow, comandante general de las tropas alemanas en Baviera en 1923, Ludendorff se había convertido en “un hombre salvaje” con “maldad en la cabeza”. (Goodspeed, pág. 297)

Hitler estaba encantado con el resultado de las elecciones presidenciales de 1925. Se regodeaba en privado de que Ludendorff estaba "finalmente acabado" como su rival político. De Ludendorff, Hitler le dijo a su fiel seguidor Rudolf Hess:


“Me gustaría que su nombre desapareciera si es posible del movimiento (Partido Nazi) porque me hace más difícil ganar a los trabajadores”. Hitler creía que Ludendorff era estrictamente un líder militar, no político, y quería "solo verdaderos nacionalsocialistas" cerca de la cima del Partido Nazi. (Clifford, pág. 106)


La debacle política del general fue un paso adelante considerable para Hitler; pero Ludendorff en realidad estaba acabado como fuerza en Alemania desde 1923, cuando comenzó a asociarse con los nazis en las calles de Munich, la capital de Baviera. Hacerlo destruyó cualquier popularidad que Ludendorff aún disfrutara entre el público alemán, lo que se reflejó en la votación presidencial.

Sin embargo, Ludendorff se vio obstaculizado en su campaña por la presidencia debido a que el propio Partido Nazi apenas tenía dinero en 1925. Algunos funcionarios nazis dijeron que la campaña electoral era un método para desacreditar a Ludendorff. El general tampoco apareció muy a menudo en público, ni pronunció ningún discurso en la preparación de la votación. Ludendorff también había estado perdiendo seguidores en la derecha, debido a sus condenas del catolicismo romano de principios de la década de 1920, al que culpaba de difundir el pensamiento internacional y pacifista en Alemania, y que consideraba un factor en la derrota de su país en la Primera Guerra Mundial. (Clifford, pág. 109

Los pocos nazis influyentes que apoyaron a Ludendorff en su candidatura presidencial, como Ernst Röhm, se inclinaron hacia Hitler tras el resultado de la votación. Como Ludendorff no era una amenaza, Hitler ya no tenía un rival serio en la extrema derecha. (Richard J. Evans, The Coming of the Third Reich,Penguin Putnam Inc., 25 de enero de 2005, p. 202)


Algunos ejemplares de diferentes editoriales y autores sobre el General Ludendorff

Tal vez haya una desgracia subyacente en la desaparición política de Ludendorff. Porque si hubiera reclamado la autocracia alemana, muy probablemente habría impedido el ascenso de Hitler al poder. En 1924 y 1925, la relación anteriormente cálida entre Ludendorff y Hitler se estaba volviendo más fría; y en caso de retomar el poder, Ludendorff, un general, bien podría no haber estado dispuesto a entregar las riendas a Hitler, un cabo.

Parece poco probable que si Ludendorff hubiera recuperado el poder a mediados de la década de 1920, o más tarde, hubiera procedido a hacer lo que hizo Hitler: desatar el genocidio contra las poblaciones judía y gitana de Europa. Los fanáticos más jóvenes que emergen suelen ser peores que sus mayores, una perogrullada que ha resistido el paso del tiempo.

Nacido en 1865, un cuarto de siglo antes que Hitler, Ludendorff pertenecía a una generación anterior de alemanes cuyos años de formación ocurrieron durante los años felices y generalmente prósperos de la cancillería de Otto von Bismarck (1871-1890); cuando Alemania era la nación dominante en Europa continental, lo que siguió siendo hasta el estallido de la guerra en 1914. Si las intenciones de Ludendorff hubieran resultado ser tan malas como las de Hitler, y nuevamente es dudoso, el general probablemente se habría abstenido en cualquier caso de cometer genocidio, por la continua influencia de figuras moderadas como Hindenburg en Alemania.

Ludendorff fue ciertamente un antisemita virulento como lo muestra un artículo que escribió en 1922, donde lamentaba “la fuerte intrusión del pueblo judío dentro de nuestras fronteras”, e insinuaba su expulsión de Alemania (Erich Ludendorff, “General Ludendorff, Sobre la superación de las consecuencias de la guerra perdida 1922"). Un censo de 1925 destacó que la población de judíos alemanes ascendía a 564.973, menos del 1% de la población alemana total registrada ese año. (Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, “Comunidades judías de la Alemania anterior a la guerra”,  Enciclopedia del Holocausto) 

Aunque los puntos de vista de Ludendorff son lo suficientemente maliciosos, Hitler dijo abiertamente en 1922 que cometería un genocidio contra toda la población judía de Alemania si llegara a ocupar un alto cargo. “Si alguna vez estoy realmente en el poder, la destrucción de los judíos será mi primer y más importante trabajo”, dijo Hitler, y para hacerlo tendría “horca tras horca erigida… tantas como el tráfico lo permita” hasta que “Alemania se limpia del último judío”. Estas palabras fueron anotadas por Josef Hell, un periodista alemán, que había preguntado a Hitler qué haría él “si alguna vez tuviera plena libertad de acción contra los judíos”. Los inquietantes comentarios de Hitler, que aparecen en la biografía del líder nazi escrita por John Toland, revelan que Hitler se había convertido en un monstruo incluso cuando era un joven de poco más de 30 años. (John Toland, Adolf Hitler: The Definitive Biography, Primera edición de Anchor Books, enero de 1992, págs. 155-156) 

De Alemania de ese momento, el filósofo y erudito Noam Chomsky dijo:


“Bueno, el mismo Goebbels escribió sobre cómo fue influenciado por el éxito de la propaganda comercial estadounidense. Era la década de 1920, principios de la de 1930. Lo convirtieron en un sistema altamente refinado, que fue muy efectivo. Ahora es bastante notable ver lo que sucedió en Alemania. Te remontas a la década de 1920. Alemania era el país más civilizado del mundo. Fue en el apogeo de la civilización occidental, y las artes y las ciencias, fue considerado un modelo de democracia por los politólogos. Eso era Alemania en la década de 1920. Diez años después, eran las profundidades absolutas de la historia humana (la Alemania nazi). Diez años después de eso, vuelves a convertirte en una sociedad civilizada. Es una ilustración bastante asombrosa de la capacidad de la propaganda organizada para cambiar totalmente a la población, de la más civilizada del mundo a la más degradada de la historia”. (Noam Chomsky, “Dr. Noam Chomsky analiza el nacimiento de la propaganda comercial estadounidense y el arte de fabricar consentimiento”, Propwatch.org,  13 de julio de 2022) 


Adolf Hitler, Erich Ludendorff y otros procesados en el juicio de Munich por el fallido intento de golpe de estado de noviembre de 1923. Curiosamente en la fotografía solo Frick (que sería ministro del interior del régimen nazi) y Hitler visten en traje civil. (Foto: Bundesarchiv Bild 102-00344A, München, nach Hitler-Ludendorff Prozess) (foto colorizada)


Tras la dimisión de Ludendorff como señor de la guerra de Alemania a finales de octubre de 1918, la única forma en que podría haber reclamado el poder era encabezando un golpe de Estado. Participó en dos golpes, el Kapp Putsch de 1920 y el Nazi Beer Hall Putsch de 1923, ambos fueron un fiasco y que Ludendorff realmente no había liderado.

Esos dos golpes, que tenían pocas posibilidades de éxito, se produjeron demasiado pronto después del final de la guerra. Los aliados occidentales, sobre todo Francia, nunca podrían haber tolerado un resurgimiento militarista en Alemania a principios o mediados de la década de 1920. El momento más adecuado para que Ludendorff hubiera instigado un golpe habría sido alrededor de 1930, cuando Francia era más débil y la situación internacional más favorable a un golpe de extrema derecha, ya que la Gran Depresión estaba golpeando duramente a Europa para entonces.

La ruptura total de Ludendorff con Hitler se produjo cuando el líder nazi se negó, por razones políticas, a unirse a las críticas de Ludendorff a la Iglesia Católica Romana. Ludendorff se volvió despreciativo de Hitler y escribió un panfleto en 1931 con el titular, "La traición de Hitler del pueblo alemán al Papa romano".

A estas alturas, Ludendorff se había peleado con casi todos. Se peleó con el príncipe heredero Rupprecht, un mariscal de campo y último heredero aparente del trono bávaro, debido a la creencia del príncipe heredero en el catolicismo romano y sus vínculos con la iglesia. Se peleó con otros miembros de la familia real y con generales alemanes que simpatizaban con el príncipe heredero y, como resultado, 37 generales firmaron un manifiesto que excluía a Ludendorff de sus asociaciones de oficiales. Se peleó con el destacado almirante Alfred von Tirpitz, llamando al partido político (Partido Popular Nacional Alemán) que apoyaba "una banda de renegados perjuros", y el almirante nunca volvió a hablar con Ludendorff. Se peleó con su esposa Margarethe y terminó divorciándose de ella en 1925.

También se peleó con Hindenburg. En el verano de 1925, Hindenburg, el nuevo presidente, le escribió a Ludendorff que ya no podía hacer el viaje para ver a este último en su casa de Ludwigshöhe, cerca de Múnich, debido a las responsabilidades que tenía como presidente. Ludendorff “espumó de rabia” por el rechazo y también se sintió profundamente dolido; a partir de entonces, habló de Hindenburg solo en un lenguaje amargo.

Ludendorff había insistido anteriormente: “Pase lo que pase, a los ojos del mundo, Hindenburg y yo siempre debemos estar juntos y ser y seguir siendo el modelo de la lealtad alemana y la unidad alemana”. Ahora esa unidad se rompió, lo que sirvió aún más a la causa de Hitler. (Clifford, pág. 133) 

A fines de agosto de 1927, cuando Ludendorff asistió a la dedicación del Tannenberg Memorial, creó una escena al negarse a pararse junto a Hindenburg. Enfurecido, Hindenburg se fue antes de que Ludendorff hablara en la ceremonia. Después de la dedicación, Ludendorff fue rechazado por todos sus antiguos colegas militares. Terminó saliendo solo y se dirigió a su automóvil. Ludendorff tampoco causó impresión en Berlín como diputado nazi. Contó como una figura solitaria en el parlamento y su mandato como diputado del Partido Nazi terminó en silencio en 1928. (Goodspeed, pág. 307)


Shane Quinn

Fuente original y Copyright © Investigación Global, 2023

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