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30 diciembre 2023

¿Puede escribirse una historia alternativa ignorando la guerra?



 

Una interesante recopilación y resumen de artículos por el editor del blog para quienes gustan del género literario de la HISTORIA ALTERNATIVA, una buena manera de despedir este año 2023. Felicidades!


I

Aclarando conceptos

La ficción especulativa, ucronía, historia alternativa o contrafactual, como queramos llamarla no pertenece solo a la literatura de guerra, una expresión inagotable también la encontramos en el arte. Los temas de ucronía son muy populares en el mundo anglosajón con sus conocidos What if... (y si...). Los autores de ficción literaria gustan mucho cambiar la historia y también ciertos historiadores utilizan la ucronía para demostrar ciertas tesis.

El género literario de la ficción especulativa y temas de ucronía abarca lo que denominamos historia alternativa -generalmente ostensible en novelas históricas- cuya trama "transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad; por ejemplo, los vencidos de determinada guerra serían los vencedores". 

A pesar de escucharse y conocerse términos como utopía (significa en "ningún lugar"); la distopía (viene a significar "mal lugar"); la ucronía (etimológicamente quiere decir "en ningún tiempo"), no son fáciles de explicar sobre todo si lo aplicamos a diversos campos, suele resultar algo complejo cuando se hallan presentes en el género literario y artístico. Las siguientes líneas corresponden a citas concretas tomadas de la Wikipedia para aclarar los conceptos. 

La Ucronía es la reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos (RAE). Fusiona dos géneros literarios, la novela histórica con la ciencia ficción, especula sobre realidades alternativas ficticias, en las cuales los hechos se han desarrollado de diferente forma de como los conocemos. Esa línea histórica se desarrolla a partir de un evento histórico extensamente conocido, significativo o relevante, en el ámbito universal o regional. Ese momento o acontecimiento común que separa a la realidad histórica conocida de la realidad ucrónica se llama punto Jonbar o punto de divergencia.  

Distopía también conocida como anti-utopía. Es una "utopía negativa" donde la realidad transcurre en términos antitécnicos a los de una sociedad ideal, representando una sociedad hipotética indeseable en sí misma, suele representarse en novelas, ensayos, comics, películas, serie televisivas, video juegos. La ucronía viene a ser un subgénero de la distopía.

Tenemos el steampunk que, en sus inicios, fue un subgénero literario nacido dentro de la ciencia ficción especulativa que surgió durante la década de 1980 de la mano de escritores conocidos por sus trabajos ciberpunk.​ A día de hoy, este subgénero ha madurado hasta convertirse en un movimiento artístico y sociocultural, no tan solo literario, describe algunas de las obras de autores como K.W. Jeter, Tim Powers y James Blaylock. Las obras de temática steampunk a menudo muestran tecnologías anacrónicas o invenciones futuristas imaginadas por los visionarios de su época (ciencia ficción, fantasía), todas ellas vistas desde la perspectiva victoriana en la cultura, el arte, la moda e incluso la arquitectura, como máquinas impulsadas por vapor, mecanismos de relojería y otra maquinaria industrial y eléctrica. El steampunk es una combinación de la tecnología y la estética de la era industrial impulsadas por vapor con la tecnología y los ideales modernos y futuristas

El steampunk se inspiró principalmente en los trabajos de H. G. Wells y Julio Verne y del imaginario encontrado en sus obras,​ por lo que, al igual que el dieselpunk, este subgénero se puede englobar dentro del movimiento retrofuturista, el género de las ucronías y la ficción especulativa, pero su tendencia a incorporar elementos fantásticos y el carácter más desenfadado y utópico de sus tramas lo alejan tanto del dieselpunk como del cyberpunk.


Ilustración publicada en el sitio web "All About Steampunk" (ver notas a píe de página)



El Dieselpunk se conoce con este término a la subcultura y al movimiento artístico y literario que combina las diferentes estéticas comprendidas entre 1920 y 1950, con aquellas encontradas en nuestro presente. El término hace mención a la llamada “Era diésel”, un periodo coloreado, entre otros, por el Art Déco, los héroes pulp, el jazz, la música swing, y los amorales detectives encontrados en la ficción negra. El dieselpunk busca crear algo nuevo, impredecible y diferente del resultado de combinar el espíritu de una era pasada con las modernas tecnologías y la actitud de hoy en día.

Al igual que el subgénero hermano steampunk, el dieselpunk forma parte de la corriente retrofuturista, y habitualmente sus tramas se pueden englobar dentro del género de las ucronías y la ficción especulativa, aunque no es extraño asociarlo también al cyberpunk debido a sus tramas de carácter distópico. 

El cyberpunk es un subgénero de la ciencia ficción, conocido por reflejar visiones distópicas del futuro en las cuales se combinan la tecnología avanzada con un bajo nivel de vida. Originalmente el término cyberpunk fue utilizado para referirse al movimiento literario encabezado por Bruce Sterling, William Gibson y John Shirley que surgió durante la década de 1980 en el seno de la literatura de ciencia ficción. El cyberpunk recibe su nombre de la adjunción del prefijo ciber- (relacionado con redes informáticas)​ al vocablo punk (en referencia a su carácter rebelde). En él, la ciencia (y sobre todo la informática y la cibernética) suele generar o interaccionar con algún tipo de cambio de paradigma social o cultural.

Respecto al dieselpunk, vale la pena profundizarlo. Nuestro conocido sitio "Never Was magazine", editado por Nick Ottens, publicó hace un par de años un artículo de Christopher Smith sobre las más recientes expresiones de la estética dieselpunk pudiendo emplear escenarios notablemente imaginativos y evocadores del clásico "qué pasaría si..." de la historia alternativa. Smith lo tituló: "Re-punking Dieselpunk", cuyo subtítulo reza: "El dieselpunk debe ser antibrutalista, antifascista, antiindustrial y antimilitarista". Un resumen textual a continuación.

Los géneros "punk" de la historia alternativa pueden reivindicar posturas tanto estéticas como políticas. "Steam" (vapor), "diesel" (diésel) y "atomic" (atómico) suelen sugerir un aspecto histórico; el sufijo "punk" hace referencia a la postura histórica de esa estética frente al poder, es decir, a sus intenciones políticas (steampunk, dieselpunk, etc.)

Todos los movimientos artísticos están arraigados en la cultura y el contexto de su tiempo. Cuando los artistas olvidan esto, se vuelven privilegiados, preciosos, ahistóricos, apropiados y/o culturalmente a la deriva. Como historiador -señala Smith-, no le interesa ni le convence una estética que reniegue de lo político. Por el contrario, dice que cualquier arte de cara al público, especialmente un arte situado dentro del largo siglo XX, es inherentemente (aunque implícitamente) político, o deliberadamente ciego o hipócrita.

"Soy un veterano de la revolución punk de finales de la década de 1970. Para mí, "punk" significa ocupar lo subalterno, hacer retroceder lo dominante, hackear las normas y contrarrestar las presunciones estéticas y, lo que es más importante, cuestionar o subvertir la política cultural y los derechos de los que surgen esas presunciones. Es criticar y/o subvertir la cultura dominante de esos períodos, el punk-rock original hizo eso y lo hizo el cyberpunk original: le dieron la vuelta a la estética dominante del glam-rock de la década de 1970 y la ciencia ficción utópica de la década de 1950". 

Pero, desafortunadamente, los géneros punk no manifiestan, al menos entre la mayoría de los consumidores, una fuerte capacidad de autoexamen y algunos teóricos del steampunk han criticado útilmente la tendencia del steampunk hacia el exotismo y el orientalismo. También la producción creativa del dieselpunk tiende hacia una fascinación por la estética fascista y conspirativa: guerras coloniales, criptozoología, mechs, tanques, trincheras, etc. Este fetiche por lo autoritario me parece curioso, y definitivamente contrario a la política punk. El cosplay steampunk, al menos a nivel superficial, replica los prejuicios y privilegios de la época victoriana. El atractivo y las trampas del steampunk van desde lo encantador, exótico e inventivo, hasta lo apropiado, orientalista, postural, preciosista y racista. El atractivo y las trampas del dieselpunk pueden ir desde lo constructivo, lo valiente, lo patriótico, lo proletario, hasta lo brutalista, el historicista y el protofascista.


LLegada a la utopia, de Alexey Lipatov

Entonces, ¿cómo debería ser una política dieselpunk re-punk? Si el "diesel" como estética es industrial, de montaje, mecanicista, futurista-utopianista, proto-fascista, entonces tal vez el "diesel-punk" pueda leerse como opositor, subversivo, subalterno, proletariado, a contrapelo, resistiendo al autoritarismo.

¿Cuáles podrían ser versiones menos monolíticas y menos militaristas de la política dieselpunk apropiada para la época (alrededor de 1914-45)? Si el brutalismo, el fascismo, la consolidación industrial y el militarismo eran las tendencias dominantes (y represivas) de la época, ¿no buscaría subvertirlas una postura de oposición clásicamente "punk"? Una teoría política dieselpunk más autocrítica sería, por tanto, antibrutalista, antifascista, antiindustrial y antimilitarista; se centraría en la democracia participativa (sindical, descentralizada y anarcosindicalista), en la propiedad colectiva, en el orgullo por el trabajo, en la organicidad y la sostenibilidad, y en la construcción de la paz radical. Por ejemplo, la Primera Guerra Mundial fue inmensamente influyente y militante, especialmente en los conflictos por la libertad de expresión y el trabajo justo, entre 1905 y 1919.


Detalle de los murales de la industria de Detroit de 1932-33 por Diego Rivera (Instituto de Artes de Detroit)


El internacionalismo antifascista fue el espíritu central del bando republicano en la Guerra Civil Española (1936-39), que atrajo a aliados y combatientes de los movimientos obreros de todo el mundo, y enfrentó a las tropas coloniales que luchaban contra ellos en el bando nacionalista. "Dieselpunk", de hecho.

Nota del editor: Un interesante comentario al artículo de Christopher Smith razona que "Hoy en día, ser "punk" sería rechazar los puntos de vista izquierdistas dominantes. En lo que respecta al comunismo, todos los países que han tenido un gobierno comunista o socialista han sido autoritarios y represivos. El comunismo no se malinterpreta ni se aplica mal. Claramente, la teoría del comunismo, cuando se aplica al mundo real, es autoritaria. El punk rechazaría el comunismo". Sin embargo del reflexivo y hasta cierto punto acertado comentario, no olvidemos que estamos tratando un tema del imaginario, ficción, historia alternativa, donde opera la utopía, la literatura utópica sueña con cosas fantásticas!


II

Glorificando el fascismo en la historia alternativa


Póster de The Man in the High Castle (Amazon)


Monroe Templeton en "The Borders of Genre: The Glorification of Fascism within Alternate History" (Las fronteras del género: la glorificación del fascismo dentro de la historia alternativa), publicado por "Sea Lion Press", opina que las historias alternativas sobre la victoria nazi glorifican invariablemente el nazismo, sean cuales sean las intenciones del creador.

En una entrevista de 1973 con Gene Siskel del Chicago Tribune, el teórico y director de cine francés François Truffaut declaró, hasta la modesta infamia, que "algunas películas afirman ser antibélicas, pero no creo que haya visto realmente una película antibelicista. Todas las películas sobre la guerra terminan siendo pro-guerra". Los argumentos del autor son revisados en el siguiente resumen textual.

La historia alternativa es un género con un problema de imagen que destaca con éxito financiero en programas de televisión. Cuando le preguntas a la persona promedio qué es exactamente la historia alternativa, no escucharás hablar de "For All Mankind" (de Apple TV) o incluso la antología inter-continuidad de Marvel "What If?". En cambio, todos los historiadores alternativos han escuchado esas temidas palabras: "Oh, ¿quieres decir qué pasaría si los nazis ganaran?" Por mucho que nos avergoncemos ante esta pregunta, ponemos una sonrisa de rictus y pretendemos explicar tales asociaciones con el fascismo, es innegable que hay un problema

Por ejemplo, en Twitter (actual X) la corresponsal de MSNBC, Katleyn Burns, tuiteó: "La historia alternativa siempre es como "¿qué pasaría si ganara la Confederación?" O "¿y si los nazis hubieran ganado?" Y nunca "¿qué pasaría si todos los esclavos del Sur hubieran asesinado a todos los dueños de esclavos?"

Matt Mitrovich de The Alternate Historian respondió: "Me frustra ver el mismo tuit: "¿Por qué la historia alternativa es solo sobre la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil Estadounidense? ¿Por qué no sobre ¿qué pasaría si...? (inserte su personaje favorito). Mientras tanto, aparentemente nunca se les ocurrió buscarlo en Google y encontrar las docenas de historias que la gente ha escrito".

Al igual que cuando nos enfrentamos a esa pregunta en la vida real, cuando la enfrentamos en línea, es fácil tratar de explicar el problema o incluso negar que exista, pero debemos tratar de averiguar por qué tanta gente tiene esta visión negativa de nuestro género.

La respuesta es que no todas las ficciones de un género son iguales, en términos de visibilidad y, por lo tanto, de influencia. Numéricamente, por supuesto, puede haber más historias alternativas que no sean sobre esvásticas sobre Whitehall o botas en Times Square, pero lo que las respuestas a este número a menudo no reconocen, o más bien no quieren reconocer, es que siempre es el mismo tuit, porque así es como se ve este género: como obsesionado con la victoria del nazismo y el poder esclavista secesionista. Por mucho que a mí, personalmente, me gustaría que la gente se imaginara a Ed Baldwin saltando en la Luna con su traje espacial cuando menciono el género, no lo ven. Ven a John Smith con su uniforme de gala de las SS bien confeccionado, envuelto en la esvástica.




Una de las narraciones de historia alternativa más populares de los últimos tiempos fue la adaptación de Amazon de "The Man in the High Castle" que retrata el mundo de una victoria sobrealimentada del Eje y en la que Estados Unidos se divide entre un estado nazi en su costa este y un protectorado japonés en el oeste. El éxito de la serie catapultó la historia alternativa a la respetabilidad de la corriente principal. Sin ella, es muy posible que no tengamos series como For All Mankind, o adaptaciones de The Plot Against America, The Handmaid's Tale y Bridgerton, ni el actual frenesí de interés por el género.




Sin embargo, High Castle es también una obra profundamente irresponsable, que glorifica a los regímenes conquistadores. No se trata de una crítica nueva, hay que decirlo, muchos han condenado a todo pulmón el programa por convertirse en un "kitsch nazi con mucha trama". El director y productor Daniel Percival ("The Man in the High Castle") habló de sufrir ansiedad por atraer a los fanáticos de la extrema derecha en 2017 debido a la iconografía del programa, pero justificó la producción como una forma de reflejar las ansiedades en torno al resurgimiento del fascismo en nuestra política contemporánea. El medio Salon, (edición del 15 de noviembre de 2019) publicó el reportaje de Melanie Mcfarland: "Finalmente, la fantasía fascista de ´The Man in the High Castle´ termina en medio de la aleccionadora realidad de Estados Unidos". A medida que termina la historia alternativa triunfante de los nazis de Amazon, no necesitamos un recordatorio de lo lejos que podría estar Estados Unidos (haciendo referencia al presidente Trump).

Cualquier buena obra de ficción especulativa es reflexiva, de esa manera, 1984 reflejó las ansiedades de George Orwell por la Inglaterra de la posguerra con la imaginada Airstrip One. Por lo tanto, no es terriblemente sorprendente que Percival considerara High Castle como una vía para discutir sus temores al neofascismo trumpista (NdelE: temores totalmente infundados respecto a Trump)

Cuando usamos regímenes de la vida real para hacer esto, sucede algo importante. Para que High Castle funcione, primero debemos aceptar que la Alemania nazi y el Japón imperial podrían haber tenido éxito, en tiempo pasado. Desde el punto de vista narrativo, deben ser empoderados para la victoria. Como escritores, debemos revisar la historia, a menudo a lo largo de líneas negacionistas, para permitir que ocurra tal victoria. Proclamamos que si las cosas hubieran ido por otro camino, el fascismo podría haber triunfado como alternativa legítima a la democracia. Y al permitir que las potencias del Eje o la Confederación o quien sea tengan sus victorias, nos envilecemos moralmente, ya que validamos las visiones del mundo real de aquellos que metieron a millones de seres humanos en hornos. Y ese es el maldito problema.

High Castle mantiene la mitología en torno al Reich. Tanto en la serie como en los libros, se nos presenta a la Alemania nazi como un régimen hipereficiente empoderado hasta el punto de la colonización venusina. Si bien hay un absurdo obvio en la gran extensión de la Alemania nazi (y el Japón imperial), uno que se comenta directamente con la historia alternativa en el texto The Grasshopper Lies Heavy, que representa a un Imperio Británico sobrealimentado en una posición similar (tenga en cuenta que esto es específico de la novela).

La representación de los japoneses es, por supuesto, orientalista. El régimen que en nuestro mundo libró una guerra racial genocida en China rinde culto al I-Ching, con inescrutables funcionarios de comercio que practican wabi (lejos del alcance de nuestros puntos de vista blancos en la costa del Pacífico, naturalmente) que buscan la validación cultural a través de la "autenticidad" de la cultura estadounidense. Pero al igual que la Alemania nazi, se presenta a Japón como lo suficientemente poderoso como para haber conquistado los Estados Unidos del Pacífico. La idea de la Esfera de Coprosperidad, poco más que el objetivo de Japón de dominar Asia Oriental y el Pacífico bajo la creencia de superioridad racial sobre los grupos étnicos de la región, se ennoblece en su victoria, que nos muestra cómo podría haber ganado un etnoimperialismo tan dramáticamente fracasado.


El actor Rufus Sewell en el papel del Obergruppenführer John Smith en la serie "The Man in the High Castle"

Dentro de la serie, este sentido de glorificación se ve exacerbado a una escala nunca antes vista por la representación del Obergruppenführer John Smith, un personaje único en la serie y notablemente el más desarrollado. Interpretado por el profundamente carismático Rufus Sewell, es el protagonista de la intriga política dentro de la jerarquía nazi, algo en gran parte inédito en la novela, ascendiendo y ascendiendo hasta ser el Reichsführer de Norteamérica. La serie se preocupa profundamente para que entendamos a Smith, sus motivaciones y objetivos, animarle en sus éxitos, como acabar con el führer Heinrich Himmler o burlar a otros colaboracionistas, como J. Edgar Hoover, y verlo ascender, ascender y ascender. Lo aplaudimos en sus victorias, lloramos por él en sus derrotas, nos maravillamos con él mientras atraviesa la superposición cuántica y entra en otros mundos, y una vez que terminamos, nos alegramos por la catarsis de su suicidio. Cuando pienso en Smith, pienso en lo que David Chase dijo de su prestigioso antihéroe televisivo, Tony Soprano:

"(El público) lo había visto alegremente robar, matar, saquear, mentir y engañar. Lo habían animado. Y entonces, de repente, querían verlo castigado por todo eso. Querían "justicia". Querían ver sus sesos salpicados en la pared. Pensé que eso era repugnante, francamente. Lo patético, para mí, era lo mucho que querían su sangre, después de haberlo animado durante ocho años".

Mientras que Los Soprano se vuelve negra y nos obliga a mirarnos a nosotros mismos en la pantalla de espejos de nuestros televisores y contemplar nuestra hambre de violencia, High Castle concede una catarsis de justicia percibida por los eventos que animó a la audiencia a animar, una salida emocional e intelectual durante cuatro años de sintonización cada semana para ver qué haría el estadounidense Adolf a continuación. Al público se le permite admirar a Smith con la condición de que su caída sea espectacular y violenta. Pero, ¿dónde nos deja eso cuando se nos permite admirar a un nazi?

Debo subrayar que no creo que Philip K. Dick simpatizara con estos regímenes, como tampoco lo son Percival y sus guionistas en la serie. Pero estas cuestiones de simpatía son irrelevantes, porque ¿qué nos dicen sus versiones de High Castle? Que la Alemania nazi y el Japón imperial podrían haber triunfado sobre la democracia y que el Reich habría construido trenes bala y volado Concords y colonizado nuestro Sistema Solar a principios de la década de 1960, etcétera. El espectador medio se aparta de estas interpretaciones, incluso cuando descuenta los elementos más fantásticos, bajo la impresión de que hay "eficiencia" en el fascismo, de que los trenes circulan a tiempo. Entonces, ¿es de extrañar que aquellos con una pizca de pensamiento crítico reconozcan esto como glorificación? ¿Es de extrañar que los neonazis se deleiten en este mundo, o que una persona normal pueda incluso alejarse con una visión distorsionada, incluso positiva, del Reich y el Japón imperial debido a la ficción de la serie?

Y cuando observamos otras narrativas de victoria nazi que están a la vanguardia de la integración de la historia alternativa, ¿qué vemos? Un mundo similar de maravillas tecnológicas en la franquicia Wolfenstein con una banda sonora pegadiza de versiones en alemán y un Londres envuelto en esvásticas en SS-GB como telón de fondo de un thriller detectivesco.

Del mismo modo que Truffaut consideraba que todas las películas antibélicas acaban siendo probélicas, debemos lidiar con la posibilidad de que las obras de victoria nazi glorifiquen invariablemente el nazismo, incluso si la intención de los guionistas era otra. "Retratar es ennoblecer", y en una época de fascismo resurgente, es nuestro deber como hijos de la democracia ser cautelosos ante cualquier ennoblecimiento de este tipo.


Wolfenstein: El arte del Nuevo Orden


Escena del thriller detectivesco "SS-GB" 

¿Hay alguna alternativa? Claro. Hay innumerables novelas de historia alternativa que no son victorias nazis. El alejamiento de la victoria nazi es el movimiento del futuro, y a medida que la historia alternativa continúe en la corriente principal, es casi seguro que veremos más y más ejemplos que tal vez redefinan la percepción popular. Eso terminará con la incómoda pregunta "oh, ¿qué pasaría si los nazis ganaran?" Quién sabe, tal vez pregunten "oh, ¿quieres decir qué, y si Harold Wilson fuera un espía?"


III

¿Se puede escribir un tema histórico ignorando la guerra? 


Charlie Chaplin en el film "Tiempos Modernos" (1936)

"Can you write an historical story ignoring War?" se pregunta Gary Oswald en un artículo publicado en la arriba citada página web británica de historia alternativa "See Lion Press". Oswald lo subtitula como "una anécdota deliberada del enfoque militar en la historia alternativa". 

Señala el autor que "no es exactamente perspicaz decir que la ficción histórica, incluida la historia alternativa, está obsesionada con la guerra, y hay buenas razones para ello". La guerra es común, ser capaz de vivir toda una vida sin experimentar directamente el combate es un privilegio que la mayoría de la humanidad no tuvo, y las naciones y los ideales increíblemente dramáticos pueden caer y levantarse en función de un solo disparo. 

Pero cada género necesita variedad. Si todas las historias alternativas son historias de guerra, entonces el género puede aparecer como dijo Arturo Serrano, como de interés solo para los jugadores de guerra... con poco interés en las culturas y sociedades que las guerras defendieron, formaron y destruyeron. ..."¿Qué ha perdido la historia alternativa al centrarse en la ficción militar en su lugar?. Si el argumento es que un enfoque en la guerra ciega a los escritores del drama que pueden obtener en otros lugares, es interesante hasta qué punto la guerra todavía proporciona lo que está en juego...". Hay historias que son puramente de tiempos de paz, por supuesto

El libro "Paz alternativa" (antología), de 2019, de Steven H. Silver, podría responder a esa pregunta. La antología trata explícitamente sobre una sociedad cívica pacífica, demostrando que no se necesita la guerra para hacerla interesante. Sin embargo, "el fantasma de la guerra todavía se cierne sobre muchas de estas historias, que a menudo tratan sobre política, ciencia y espionaje y, por lo tanto, tratan sobre las consecuencias de guerras anteriores y los temores de otras nuevas". 

Como ejemplo Oswald cita a Steven Leigh en su versión del "Alzamiento de Pascua" describiéndolo como es un homenaje hermoso al poder de la protesta pacífica, a pesar de estar ambientada en 1916, el tema es "tratar de evitar la violencia de la independencia irlandesa en un mundo ya horrorizado por la brutalidad de la Primera Guerra Mundial". Esta y otras obras "puede que no sean historias militares, pero no dejan de ser historias sobre guerras y dicen mucho sobre el conflicto sin retratarlo nunca directamente, en la forma en que evitar que la violencia motive a los personajes, sobre todo a los que la han vivido en otros lugares". 

Otro ejemplo del citado escritor es el autor C.W. Briar con una "vívida historia de terror ambientada en Londres sobre la opresión de los campesinos de clase baja que conduce a una revolución violenta, aunque apasionante, no es una historia de guerra por tecnicismo. La violencia está en su mayoría fuera de la pantalla, pero el peligro siempre presente y la posibilidad de que la muerte impulse los lazos emocionales entre los personajes principales es un ritmo clásico de la historia de guerra. Es solo aquí que los enemigos son la clase alta y no otro país".

Este tipo de novelas es una clara ruptura con las historias estándar de la historia alternativa, un enfoque diferente en esas historias que "cambian el punto de vista en lugar del tema. Son divertidos, sin duda, pero no esperen nada demasiado original. El mundo fuera de los EE.UU. y el Reino Unido recibe poca atención...". La antología de Steven H. Silver cubre los viejos estándares de la historia alternativa en lugar de algo innovador. Eso está bien en sí mismo, en términos de la calidad, parece grosero exigir originalidad además de calidad.

"Pero si el argumento es que esto es lo que el género obtendría si se centrara menos en la guerra, como se discute, entonces no estoy del todo convencido de que sea una diferencia significativa". 

Por otra parte, comenta Oswald, sigue habiendo "incomodidad al escribir ficción sobre la vida interior y las relaciones románticas de personas vivas que teóricamente podrían leerla, es quizás la razón por la que la ficción centrada en la actualidad tiende a preferir el panorama general... Las historias sobre negociaciones de paz, sobre la carrera espacial, sobre política, sobre revoluciones y sobre espionaje están relativamente dentro de la corriente principal, esto no es contar de repente historias sobre la creación de la lavadora o la revolución sexual". Respecto a la política se puede escribir algo inteligente respecto a las mismas políticas de nuestra línea de tiempo si fueran adoptadas por diferentes personalidades obteniendo diferentes reacciones, "pero las políticas no se mencionan, es la maldición de toda la historia política alternativa". 

"Es difícil evitar la idea de que los mismos escritores van a escribir historias similares independientemente del tema. Un escritor de ficción militar que escribe para una antología que pide historias sobre la paz no se va a convertir en Jane Austen o Kim Stanley Robinson, solo va a escribir sobre el espionaje o la carrera espacial o una revolución y seguir explorando los mismos temas de vínculos formados por el peligro, la valentía y las situaciones de vida o muerte. Y a juzgar por esta antología (de Silver), muchos de ellos van a seguir hablando de guerras. 

La impresión que tengo de la medida en que la amenaza de una guerra es la tensión en la que se construyen las historias es que estos escritores ven la paz no como un período en el que las sociedades cambian y se desarrollan de maneras interesantes en sí mismas, sino simplemente como una que está ausente de los cambios provocados por la guerra", concluye Gary Oswald.

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Fuentes de consulta:

Re-punking Dieselpunk

The Borders of Genre: The Glorification of Fascism Within Alternate History

Can you write an historical story ignoring War?

Steampunk vs Diéselpunk

23 diciembre 2023

Hitler, el definitivo test de Rorschach



 

por L. P. KOCH

LucTalks (web alemana)

Título original en inglés: Hitler, the Ultimate Rorschach Test. The rise of Nazism and how to study history


Nota previa del editor del blog

El test de Rorschach Inkblot es un tests  psicológico proyectivo muy utilizado en todas partes como medio para examinar las características de personalidad y el funcionamiento emocional del examinado, sus parámetros psicométricos siguen siendo un instrumento clínico con valor diagnóstico. La prueba se emplea generalmente para detectar patrones de pensamiento subyacentes y diferenciar disposiciones psicóticas de no psicóticas en el pensamiento de una persona. El Rorschach también se utiliza en casos forenses y de custodia, así como para medir el grado general de adaptación de una persona a la sociedad. Según sus defensores las diez láminas utilizadas son una forma completa que detecta un amplio rango de condiciones mentales y problemas latentes que otras pruebas y exámenes no podrían revelar. 

La principal crítica de los detractores de este método de evaluación psicológica es la falta de rigor científico de las pruebas que pretenden sostener su validez y confiabilidad, una pseudociencia que debió abandonarse hace años. Los detractores critican además que, al carecer el estímulo de una estructura y significados determinados, el universo de respuestas posibles es muy amplio y la interpretación de ellas puede verse influenciada también por las impresiones subjetivas y los prejuicios del propio psicólogo, dado que, además, la interpretación de cada elemento dibujado debe ser contextual (no puede realizarse por partes, sino teniendo en cuenta el conjunto).

Los críticos del test, tanto dentro como fuera de la comunidad de psicólogos, psiquiatras y expertos en salud mental, afirman que su práctica es inaceptable por la falta de consenso científico y la actitud cada vez más crítica de la población frente a los exámenes psicológicos en general. Esto marca en la opinión pública una tendencia escéptica frente al Test de Rorschach para entregar resultados válidos y confiables.

Sin embargo, hasta hoy -a pesar de décadas de discusión y falta de consenso en el ámbito académico- el test sigue siendo aceptado en los tribunales de justicia, suele utilizarse en muchas partes para seleccionar personal. (Citas resumidas de Wikipedia)


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Ensayos sobre filosofía en un mundo enloquecido

El ascenso del nazismo y cómo estudiar la historia

No podemos evitar ver la historia a través del lente de nuestras creencias más profundas.

En ninguna parte esto es más evidente que en cómo la gente ve a Hitler y el Tercer Reich: abofeteamos a nuestros antecedentes en una era hipercompleja que permite un número casi infinito de ángulos, y como por arte de magia, todo se ordena en un pequeña narrativa ordenada.

Y así, los izquierdistas afirmarán que Hitler era simplemente un conservador con esteroides, y verán, ahí es adonde conduce inevitablemente el conservadurismo.

Los marxistas argumentarán que los nazis fueron en realidad sólo la reacción del capital a la revolución proletaria, por lo que de otro modo sería inevitable, posponiendo así la utopía comunista mediante la colusión entre industriales, junkers y banqueros occidentales.

Los conservadores argumentan que el nazismo era simplemente comunismo, porque, no sé si hay una "S" en "NSDAP".

Los revisionistas le dan un giro adicional a esto al afirmar que el verdadero malo de toda esta historia no fue Hitler, sino Stalin: fue él quien inició la Segunda Guerra Mundial obligando a Hitler a actuar.

Los cristianos señalan que Hitler era anticristiano, tenía un montón de creencias paganas locas (o, alternativamente, que abrazaba el cientificismo), que el famoso Concordato entre el Vaticano y los nazis trataba simplemente de proteger al clero de la persecución, lo que de todos modos ocurrió a torrentes.

Los ateos dicen que especialmente los protestantes, pero también un número no pequeño de católicos (el propio Hitler era uno de ellos), abrazaron incondicionalmente a Hitler, y que deberíamos ver el nazismo como una consecuencia de la mentalidad autoritaria cristiana.

Los psicoanalistas pintan a Hitler como el arquetípico del Tipo del Complejo de Edipo: debido a que era cercano a su madre y pudo haber sido golpeado por su padre varias veces, prendió fuego salvajemente a Europa (naturalmente).

Los apologistas nazis se quejan de las leyes que prohíben la negación del holocausto (lo cual es bastante justo) y luego defienden un régimen en el que a nadie se le permitía decir nada que no estuviera sancionado por los poderes fácticos y, en realidad, los judíos tienen la culpa de todo el caos, a pesar de que fue bueno, o algo así.

Los pensadores sistémicos negarán la agenda de Hitler y culparán de todo a las infames luchas internas entre los peces gordos nazis o a las leyes económicas o a los conflictos tribales impulsados por la evolución o lo que sea, mientras que otros ven en Hitler una figura todopoderosa que lo hizo todo por sí mismo por pura voluntad fanática, eximiendo convenientemente de cualquier culpa tanto a los alemanes como a las potencias extranjeras.

Otros más intentan culpar a los alemanes (entre ellos muchos alemanes masoquistas) pintando a Hitler como la consecuencia natural de la irracionalidad y el autoritarismo teutónicos.

Y así sucesivamente.




¿Hay alguna manera de salir? ¿Puede haber algo así como una verdadera narrativa histórica?

Bueno, al menos podemos acercarnos a uno. Pero para eso necesitamos desesperadamente trabajar contra nuestra tendencia a optar por la historia más conveniente: conveniente, es decir, para nuestras propias nociones preexistentes e intereses argumentativos.

Es importante destacar que lo que vemos en la historia depende de nuestro propio desarrollo personal, experiencia y sabiduría. ¿Podemos imaginarnos vivir una determinada situación histórica? ¿Podemos sentir la atracción de la narrativa dominante en ese momento y evaluar honestamente nuestra reacción ante ella? ¿Podemos comprender visceralmente las diferentes fuerzas en juego tanto durante el período en cuestión como en nuestro tiempo presente? ¿Entendemos la psicopatología y su relación con los seres humanos sanos, como resultado de la lectura y la experiencia de la vida real, y podemos aplicarla a varios factores influyentes y a la población en general en el pasado?

Para dar un ejemplo: aquellos que vivieron la locura del Covid, al ver a través de toda la propaganda y los sofismas, podrán reconocer algunos de los mismos patrones y sensaciones que muchas personas sintieron durante el nazismo. Cuando todo empezó, mi esposa y yo releímos la autobiografía de Sebastian Haffner, Desafiando a Hitler, en la que relata la toma del poder nazi desde la perspectiva de la vida cotidiana de un alemán común y corriente. No hace falta decir que los paralelismos son inquietantes. Haber vivido el Covid y darte cuenta de que el comienzo de la era nazi fue similar en ciertos aspectos no solo agudizará tu visión del pasado y del presente, sino que también te hará inmune contra ciertos apologistas nazis: si no te gustara lo del Covid, habrías odiado la vida bajo Hitler. También te hará más inmune contra patrones similares que se desarrollan hoy en día.

Pero en lugar de convertir esta idea en otra narrativa simplista, deberíamos estar abiertos también a otros ángulos. Rara vez son mutuamente excluyentes.

Por ejemplo: partiendo nuevamente de nuestra propia experiencia en el presente, sabemos cómo el Imperio anglosajón nos ha mentido y hecho propaganda en innumerables guerras, desde Kosovo hasta Irak, desde Libia hasta Ucrania. ¿Qué debería decirnos eso sobre la historia aceptada de la Primera y la Segunda Guerra Mundial? ¿Debemos asumir que Gran Bretaña y Estados Unidos habían sido niños del coro antes de, digamos, de 1960, y de repente se convirtieron en mentirosos imperialistas de la noche a la mañana? ¿Qué hacer con la versión aliada de los acontecimientos desde esa perspectiva?

“¡Pero eso significaría que aquí realmente no hay buenos ni malos!” No, a veces los hay. Sin embargo, en general la historia es complicada. Incluso para hablar de los buenos y los malos, necesitamos, nuevamente, comprender visceralmente hoy lo que significan el bien y el mal en diferentes contextos, es decir, todo el enigma de la moralidad. Necesitamos comprender las formas de engaño y propaganda empleadas por varios actores, los diferentes niveles de ignorancia, fanatismo ideológico, debilidades humanas, la vida del alma y mucho más. 

Otro ejemplo de cómo nuestra lectura de la historia depende de nuestros antecedentes es la suposición materialista de que no existen “fuerzas superiores” buenas o malas, por así decirlo, es decir: influencias a las que podemos estar sujetos si nos abrimos, conscientemente o no, a determinadas energías. Para decirlo de manera menos esotérica: tendemos a ver la historia como una cadena de causa y efecto, en contraposición a algo que se mueve a lo largo de diferentes líneas teleológicas, expresando ciertas formas que podemos aprovechar, o como dijo Oswald Spengler: destinos.

Echemos un vistazo rápido a lo que producen estos dos ángulos, sólo para demostrar la idea.

El papel de los anglos

A principios del siglo XX, Gran Bretaña era el actor más poderoso: el imperio dominante, gobernante del mar, el centro de poder mundial. Es bastante extraño, entonces, que casi nadie le pregunte sobre su papel en los acontecimientos que marcaron el inicio del nuevo orden mundial: la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial.

Algunos historiadores lo saben mejor, sin duda, pero la versión caricaturesca de la historia que a todos nos enseñan dice más o menos así: después de que Napoleón hizo sus cosas malas sin ningún motivo excepto ser malvado, ahora fueron los malvados alemanes quienes al azar comenzaron la Primera Guerra Mundial (porque son estúpidos y malvados), con las otras naciones “caminando sonámbulas” al azar. El Káiser tiene la culpa porque construyó una flota y, por lo tanto, compitió ingenuamente con Gran Bretaña, aunque a nadie parece ocurrírsele que esto implica que Inglaterra sea realmente culpable de la guerra, pero no importa.

Por suerte para nosotros, como sucede tan a menudo en la versión anglosajona de la historia mundial, Gran Bretaña y Estados Unidos salvaron el día. Luego Alemania se sumió en el caos, completamente ajena a cualquier política anglosajona, por supuesto (por favor, no miren a los bancos centrales, a la City y a Wall Street, algo que ningún historiador debería hacer jamás), y Hitler apareció de la nada, cosa que, por supuesto, nadie podría haber sabido y mucho menos detenido, especialmente el Imperio, que finalmente no tuvo más remedio que salvar el día de nuevo.

Se podría preguntar razonablemente cómo es posible que el imperio más poderoso del mundo no tuviera nada que ver con nada. Sería un poco como mirar la guerra de Ucrania y afirmar que Estados Unidos no tuvo nada que ver con ella: era simplemente Putin haciendo el mal sin ninguna razón excepto ser malvado, y el Imperio anglosajón simplemente intervino cuando una pobre nación invadida clamó por ayuda. (Espera un minuto…)

Pero, dado lo que sabemos hoy sobre cómo el mundo anglosajón hace negocios, ¿debemos creer que desde 1914 hasta 1945 no hubo inteligencia? ¿Sin intromisión? ¿No hay operaciones abiertas y encubiertas que salvaguarden los intereses de la élite del imperio? ¿Sin chanchullos financieros, especulaciones, cambios de régimen, chivos expiatorios, manipulación de la opinión pública en el país y en el extranjero, y todo lo demás? ¡Por supuesto que no! La culpa es directamente del Kaiser y de los reaccionarios de Weimar, tal vez algunos comunistas, con un poco de sobra para los codiciosos franceses. Es curioso cómo funciona eso.

Consideremos la famosa teoría del Heartland de Halford Mackinder, que desarrolló a principios del siglo XX y que articuló los claves intereses geopolíticos anglosajones.
 
Lo esencial es que el mayor peligro para la supremacía anglosajona reside en el “corazón” (Europa del Este y Rusia), que tiene el potencial de dominar el mundo si se desarrolla tecnológicamente y en términos de organización:

Mackinder describió las siguientes formas en las que el Heartland podría convertirse en un trampolín para la dominación global en el siglo XX

- Invasión exitosa de Rusia por parte de una nación de Europa occidental (muy probablemente Alemania). Mackinder creía que la introducción del ferrocarril había eliminado la invulnerabilidad del Heartland a la invasión terrestre. A medida que Eurasia comenzó a estar cubierta por una extensa red de ferrocarriles, existía una excelente posibilidad de que una poderosa nación continental pudiera extender su control político sobre la puerta de entrada de Europa del Este a la masa continental euroasiática. En palabras de Mackinder, "Quien gobierna Europa del Este manda en el Heartland".

- Una alianza ruso-alemana. Antes de 1917, ambos países estaban gobernados por autócratas (el zar y el káiser), y ambos podrían haberse sentido atraídos por una alianza contra las potencias democráticas de Europa occidental (Estados Unidos era aislacionista con respecto a los asuntos europeos, hasta que participó en la Primera Guerra Mundial en 1917). Alemania habría aportado a tal alianza su formidable ejército y su gran y creciente poder marítimo.
 
- Conquista de Rusia por un imperio chino-japonés (ver más abajo)

En otras palabras, el imperio anglo estaba (y está) desesperado por sofocar el desarrollo de Rusia, y especialmente cualquier unión de fuerzas entre éste y Alemania; esta última se había convertido, a los ojos de los británicos, en una amenaza a la supremacía anglo por derecho propio. gracias a su poder industrial y científico.


El mapa geopolítico de Mackinder.


Ahora bien, da la casualidad de que la Primera Guerra Mundial provocó precisamente lo que la Doctrina del Heartland dictaba que sería el resultado perfecto para Gran Bretaña: Alemania en ruinas, el Káiser desaparecido, Rusia primero desgarrada por la guerra civil y luego por la locura bolchevique. Cualquier acercamiento entre Alemania y Rusia estaba fuera de discusión: la única posibilidad habría sido una coalición entre los “blancos” monárquicos y antibolcheviques de Rusia y los reaccionarios generales prusianos alemanes, o alternativamente, tal vez, entre los bolcheviques y una Alemania comunista. No hace falta decir que ambas opciones no se materializaron, y sería una descarada teoría de conspiración sugerir que podría haber fuerzas en juego que intentaron asegurarse de ello.

Todo el mundo odiaba la República de Weimar y había muchas opciones sobre la mesa: una dictadura militar, una restauración o una monarquía constitucional, varios movimientos nacionalistas, un régimen comunista (tanto alineado como no alineado con los bolcheviques)... Y, sin embargo, fue Hitler quien ganó: un anglófilo explícito que veía en Gran Bretaña a su aliado natural, como lo describió en Mein Kampf. También era ferozmente anticomunista y, por tanto, antirruso, además de considerar a los eslavos una raza inferior. Esta visión de las cosas no fue en modo alguno la única en los círculos nacionalistas alemanes: incluso algunos miembros del movimiento nazi, como los hermanos Strasser, se inclinaban más hacia la izquierda y podrían haber optado por una política más prorrusa. De hecho, muchos conservadores nacionalistas eran muy hostiles hacia Gran Bretaña y lamentaban la “americanización” de Alemania. La mayoría tampoco tenía mucha paciencia con las teorías raciales de Hitler; incluso Göring pensaba que la “manía racial” era una obsesión privada de Hitler, Himmler y Rosenberg.

Por desgracia, fue Hitler, quien fue a invadir Rusia, y tras la segunda guerra mundial, Alemania fue completamente derrotada, espiritualmente aplastada e integrada en el imperio anglosajón con prácticamente cero posibilidades de volver a tomar alguna decisión geopolítica independiente. Europa estaba claramente dividida a lo largo de las líneas divisorias de Mackinder a través de la Cortina de Hierro: una integración con Rusia absolutamente imposible, con tropas aliadas (y más tarde armas nucleares estadounidenses) estacionadas en medio de todo.


Cuando miramos las fuentes desde ese ángulo: ¿qué arroja? Resulta que es un gran negocio. En su libro, "El conjuro de Hitler: cómo Gran Bretaña y Estados Unidos formaron el Tercer Reich" (Conjuring Hitler: How Britain and America Made the Third Reich), Guido Giacomo Preparata presenta un caso grave de como Gran Bretaña y Estados Unidos manipularon, traicionaron y presionaron a las potencias continentales para lograr sus objetivos. Desde el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, cuando las alianzas producirían exactamente los resultados deseados, la entrada de Gran Bretaña en la guerra que la convirtió en una guerra mundial en primer lugar, hasta las acciones financieras y económicas encubiertas que arruinaron a Alemania, la apuntalaron en los años dorados de Weimar, luego lo arruinó de nuevo justo antes de Hitler, y luego la apuntalaron de nuevo -en las coyunturas adecuadas para que el hitlerismo pudiera surgir-, su historia es bastante sorprendente y está bien documentada.
 
Ahora, ¿creo que esto es todo lo que hay que hacer? ¿O que Gran Bretaña realmente planeó todo el asunto de principio a fin, en una especie de gran plan para aplastar a Alemania? Absolutamente no. Porque no es así como funciona la historia: la versión de los acontecimientos de Preparata se parece demasiado a otra pequeña narración ordenada, y algunas de sus afirmaciones son realmente inverosímiles. Pero aún así, sería tonto no dar por sentado que facciones fuertes en Gran Bretaña y Estados Unidos, como potencias mundiales dominantes, no persiguieron sus intereses con celo maquiavélico, y que gran parte de la historia moralista que nos han contado está incompleta en el mejor de los casos, un completo disparate en el peor.

Por ejemplo, tiene mucho sentido, desde esta perspectiva, que el apoyo de Gran Bretaña a los blancos rusos (que lucharon contra los bolcheviques) fuera sólo un espectáculo, y que socavara encubiertamente el esfuerzo. ¿Por qué no habría de ser así, si era preferible una Rusia destruida y dirigida por fanáticos asesinos? ¿Y por qué ciertas facciones en Gran Bretaña, analizando las diferentes opciones en Weimar, no apoyarían encubiertamente al hitlerismo en lugar de las fuerzas hostiles hacia Inglaterra? ¿Y no es cierto que fuerzas poderosas, incluido Churchill, se aseguraron de que Inglaterra entrara en la Primera Guerra Mundial al sembrar el miedo sobre una amenaza exagerada de construcción de flotas alemanas? convirtiéndolo innecesariamente en un baño de sangre que se prolongó durante años, planeó Versalles utilizando engaños e intrigas, y luego lo hizo de nuevo cuando entró en la Segunda Guerra Mundial, prometiendo seguridad a Polonia de la nada sin exigir nada a cambio, incluso cuando llevó a Hitler a creer que se mantendría neutral?

De hecho, si nos olvidamos por un momento de todas las cortinas de humo propagandísticas, entre los intereses geopolíticos anglosajones y el Complejo Financiero Industrial Militar engordando con la guerra, prestando y vendiendo a todos los bandos, la historia de principios del siglo XX empieza a tener mucho más sentido.

Pero repito, no creo en grandes conspiraciones directas que abarquen muchas décadas, y mucho menos en que sea posible implementar un plan tan grandioso. Siempre encontrarás diferentes facciones enfrentándose entre sí, acontecimientos imprevistos que arruinan las cosas, meras reacciones de un momento a otro, errores, etc. No es que las cábalas secretas de hombres poderosos no sean reales; sabemos que lo son. Es que su poder, conocimiento y competencia son limitados, a pesar de su grandiosidad y postura. Afirmar que pudieron planificar los acontecimientos de la primera mitad del siglo con el nivel extremo de detalle que se requeriría para que no se descarrilara por completo muchas veces sería absurdo. Al menos no podían hacerlo solos.

Lo que nos lleva a otro ángulo olvidado desde el que mirar la historia.

Las Fuerzas Oscuras y sus Agentes

A pesar de lo que acabo de decir sobre las grandes conspiraciones, cuando se estudia la historia de cerca, a veces uno tiene la extraña sensación de que los resultados que produjeron no son del todo aleatorios. Napoleón podría haber derrotado a Gran Bretaña si unas cuantas cosas hubieran sido ligeramente diferentes, con todo lo que esto habría implicado, y sin embargo, nos parece que de alguna manera esto no estaba destinado a ser así, que este no era su destino ni el nuestro.
 
Lo mismo ocurrió con el nazismo: casi se podría argumentar por qué debe haber habido algún tipo de intención vaga detrás de todo esto. El ascenso (y el reinado) de Hitler podrían haber sido detenidos mil veces por las circunstancias si ciertos acontecimientos se hubieran desarrollado de manera ligeramente diferente. Y, sin embargo, todos los parámetros parecen haber sido fijados de algún modo para “producir el nazismo”. Como han señalado varios biógrafos de Hitler: a lo largo de su carrera, Hitler parece haber sido seguido por un extraño tipo de suerte que le impidió hundirse en varios momentos.

Es como si una especie de Telos gestara e impusiera sutilmente una cierta forma a las épocas históricas, una cierta Gestalt. Como un cristal que crece de cierta manera, con cierta variabilidad pero con una estructura general distinta; como una planta que produce una determinada flor: no de manera determinista, porque la flor puede florecer de muchas maneras diferentes, pero tampoco libremente: el tipo de flor no se puede cambiar.

Este tipo de comprensión teleológica de la historia no está tan lejos como los modernos tendemos a creer. El historiador alemán Rolf Peter Sieferle lo expresó así, reflexionando sobre la relación entre ideas que emergen en la historia y que presagian su implementación en un momento (mucho) posterior:

"Si se desarrolla un nuevo patrón en un campo simbólico, este patrón (que todavía está bastante lejos de la dominancia) puede representarse tempranamente en órganos individuales del campo correspondiente. La visión intelectual sería entonces una cristalización prematura de un proceso subterráneo más integral; quizás también un vehículo para su realización. Sin embargo, el concepto de causalidad sería engañoso; Sería simplemente una cuestión de diferentes intensidades en la expansión de un nuevo campo simbólico, que puede surgir ya bastante temprano aquí y allá".

Y, por supuesto, Oswald Spengler afirmó que las naciones y los pueblos juegan sus destinos en lugar de dejarse llevar por la causalidad; la causalidad es un concepto problemático de todos modos cuando se trata de la historia, como todo el mundo entiende (o debería entender).

Pero ¿cómo funciona esto? ¿Cómo un telos del futuro produce una cierta Gestalt en la historia?

Nota del editor del blog sobre los conceptos telos y gestalt: 
TELOS: El telos (palabra griega: ‘fin’, ‘objetivo’ o ‘propósito’ o 'meta') es el fin o propósito, en un sentido bastante restringido utilizado por filósofos como Aristóteles. Es aquello en virtud de lo cual se hace algo. Es la raíz de la palabra "teleología", un término que significa el estudio o doctrina de la finalidad o intencionalidad o el estudio de los objetos por sus objetivos, propósitos o intenciones. La teleología es un concepto central en la biología para Aristóteles y en su teoría de la causación. Para Aristóteles, todo tiene un propósito o fin último. Si queremos entender lo que es algo, debe ser entendido en términos de ese fin último. El telos sería el objetivo perseguido por todas las personas, animales o plantas. El telos de una bellota sería ser roble. Así todas las cosas, incluidas las hechas por los seres humanos tienen un telos. Aristóteles piensa que el telos del ser humano es encontrar la felicidad y que puede alcanzarse de formas diferentes, aunque para vivir feliz se requiere vivir una vida de virtud, pues si no fuese así, no viviría realmente una vida de felicidad, no importa lo que pudiese pensar. Sería como un roble enfermo que no pudiese crecer y dar frutos. Solo se puede ser virtuoso si se dan las condiciones adecuadas. Si una bellota para cumplir su telos debe tener suficiente luz y caer en el suelo adecuado para poder fructificar, el ser humano solo podrá cumplir su telos cuando se encuentre en una comunidad política bien construida, con una educación y unas leyes adecuadas. (cita de Wikipedia: Telos)
GESTALT, la Gestalt se basa en la incidencia y la totalidad de la estructura, y las estructuras y las partes están interrelacionadas dinámicamente de manera que el todo no puede ser inferido de las partes consideradas separadamente. La Terapia Gestalt está enfocada principalmente en lo que se está pensando y sintiendo ahora, no que pudo ser o cómo debería haber sido. Consiste en hacer que el paciente viva y sienta la realidad, dándole un mayor protagonismo a “como”, “por qué” y “para qué” .


Es difícil saberlo, pero parte de la respuesta parece ser sencilla: a través de los seres humanos. Como insinuó Sieferle, a veces somos capaces de aprovechar el Urgrund, algo conectado con el futuro, lo que Ernst Jünger llamó las “corrientes subterráneas” que fluyen a través de las civilizaciones y de las que puede surgir su belleza única. Pero no hay un solo futuro posible, o, así como los reinos superiores no se tratan solo de verdad, belleza y amor. Como si hubiera fealdad, caos, entropía, maldad, mentiras y crueldad ególatra aquí en la tierra, más arriba (o más allá) en el mundo invisible.

Así como los verdaderos artistas aprovechan ese reino para canalizar su musa, como Steven Pressfield describe tan vívidamente en su War of Art, la gente común puede obtener apoyo e inspiración desde allí, siempre que tenga intenciones puras y sepan escuchar en lugar de exigir. Sin embargo, las personas también pueden abrirse a energías manipuladoras y así convertirse en parte activa de una Gestalt menos que deseable que está llegando a buen término en la historia.

Nuestro hombre Adolf “Addi” Hiedler podría haber sido uno de ellos. (Sí, el apellido original era Hiedler (pronunciado “Heedlaer”). No suena igual, ¿verdad? Una extraña peculiaridad histórica y quizás una primera pista. Hitler, en cierto sentido, aprovechó el proceso subterráneo, instanciando una cierta forma que estaba destinada a ser por cualquier razón. 

Esto encaja con el hecho de que Max Planck se dio cuenta, después de conocer a Hitler por primera vez, de que estaba “poseído” e “impulsado” en lugar de tener el control.

¿Cómo llegó a ser “poseído” y “impulsado”? Hitler no era tan tonto como algunos afirman; sus profesores de escuela realmente pensaban que era lo suficientemente inteligente, si no exactamente sobresaliente. Pero era un soñador y extremadamente perezoso desde una edad temprana; incluso en el apogeo de su poder, desperdiciaba la mayor parte de su día, que comenzaba tarde a las 11, con charlas triviales y viendo películas. Parecería que ser un soñador perezoso puede volverte susceptible a influencias nefastas. 

Consideremos este episodio de la vida del joven Hitler. Durante su estancia en Linz. 

"Después de una representación de la ópera Rienzi de Wagner, Hitler cayó en una especie de trance. Convenció a (su amigo) Gustl para que lo acompañara a caminar hasta una colina que dominaba Linz y le dijo con voz ronca y excitada que recibiría una misión de su pueblo para conducirlo a la libertad. Treinta y tres años después le confirmó a Kubizek: "Todo empezó a esa hora". Más tarde abriría el Reichspartei en Nuremberg con la obertura de esa misma ópera de Wagner.

Poco después de este “trance”, viviendo en Viena en 1908, rompió el contacto con su familia y su mejor amigo Gustl. Después de eso, “se volvió duro”, como escribió más tarde, y desarrolló algunas de sus ideas centrales. Se retiró cada vez más, y “su propensión a no mostrar su verdadero rostro y ocultar sus verdaderas intenciones se convirtió en una segunda naturaleza para él”.

¿Aprovechó el “campo simbólico” de Sieferle, del cual obtuvo su “misión”? ¿Convocó a Mephisto? A lo largo de su carrera, hay más pistas: después de que Hitler salió de prisión en la década de 1920, Goebbels habló en su diario de que Hitler estaba impulsado por una especie de “fiebre”, un “demonio”. Incluso a principios de la década de 1920, identificaba completamente el destino de Alemania con el suyo propio, y estaba convencido de que la Providencia le había salvado la vida en el transcurso de la guerra o en el golpe de estado de la cervecería. Durante el siguiente juicio, oscilaba entre lo sentimental y lo brutal. Períodos de depresión, intercalados con rabia.

En general, la imagen que veo surgir aquí es la del arquetipo de Saruman o Anakin Skywalker (excepto que no era tan brillante como ellos). Hitler no nació como un maníaco malvado; más bien, con el tiempo se dejó consumir por la oscuridad, a cambio de la visión engañosa y el poder para salvar a Alemania, en el que podría haber creído sinceramente. Lo que me viene a la mente es el momento en "El señor de los anillos" donde Saruman completa su transformación y declara: "Tenemos trabajo que hacer". Hitler también estaba fanáticamente impulsado a completar su trabajo pase lo que pase, y a principios de la década de 1930 insinuó que si su movimiento fracasaba, se volaría los sesos.




Otra cosa que concuerda con el arquetipo de Saruman es que Hitler afirmó haber aprendido mucho de Lenin y Trotsky, de los masones, de los Protocolos de los Sabios de Sión, y que entendía que “uno debe vencer al enemigo con sus propias armas". Sin embargo, como sabemos por el arco argumental de Saruman, si intentas luchar contra el mal con el poder supremo, es decir, con sus propias armas y métodos, eres consumido por él: te conviertes en él. Te conviertes en un embaucador de sus esquemas.
 
Hitler podría haber sido el último incauto.

Así como Saruman ganó poder a través de su pacto con la oscuridad, aparentemente también lo hizo Hitler. Una pista son las cualidades hipnóticas de Hitler como orador, sobre las cuales muchos testigos han comentado. Si hemos de creer a Albert Speer (más tarde arquitecto de Hitler), él también quedó instantáneamente cautivado por Hitler cuando lo escuchó por primera vez, a pesar de que Speer provenía de un entorno granburgués no necesariamente predispuesto al nazismo. (Su padre era fanático de Kalergi). Varias personas han comentado que sus ojos y su voz, en particular, tenían un efecto magnético en ellos.

Es revelador que Otto Strasser, el campeón izquierdista del NSDAP y viejo camarada de Hitler que fue exiliado cuando dejó de ser útil, dijera lo siguiente sobre Hitler:

"Un sonámbulo, verdaderamente un médium... Surge de la penumbra, entre el día y la noche... Cuando intenta sustentar sus discursos con teorías eruditas extraídas de obras ajenas a medias comprendidas de otros, apenas se eleva por encima de una patética mediocridad. Pero cuando se deshace de todas las muletas, cuando se lanza hacia adelante y pronuncia lo que su espíritu le impulsa a decir, inmediatamente se transforma en uno de los más grandes oradores del siglo".

Pero así como el bastón de Saruman se rompió al final, y con él sus poderes mágicos, los poderes de Hitler se desvanecieron. Hoy en día, al ver sus discursos, muchos no pueden evitar preguntarse cómo es posible que la gente se haya dejado cautivar tanto por él: el hechizo se ha roto.

Ahora bien, Hitler no fue el único incauto en todo esto. Muchos de los que buscan el poder como un fin en sí mismo, o sobreestiman sus capacidades y discernimiento, son absorbidos por la oscuridad, y voluntaria o no, consciente o no, pasan a formar parte de complots mefistofélicos, de pactos fáusticos, de las partes oscuras del Campo Simbólico de Sieferle. Esto no es algo que podamos probar; nuestro caso se basa en pistas sutiles, dispersas en las fuentes. Pero podrían ser fuerzas como ésta, personas que caen bajo el hechizo de cierto telos productor de la Gestalt, las que explican parte de la aparente no aleatoriedad, el ajuste fino, la pura “suerte” en la forma en que cómo ciertos eventos (y no-eventos) parecen conspirar para generar ciertos resultados.

¿Es así como deberíamos mirar la historia exclusivamente? Obviamente no. Cualquier esperanza de comprender mejor lo que sucedió en el pasado depende de que demos todo lo que tenemos: usando todos los ángulos sensatos, destilando una variedad de narrativas, usándolas como piezas de un rompecabezas, dejándolas reposar por un tiempo, pensando e investigando: enjuagando y repitiendo. 

Lo más importante es que nunca me canso de repetir que nuestra visión de la historia depende de nuestra propia estructura interna, de nuestro propio desarrollo y experiencia. No es un asunto árido y abstracto; la historia está profundamente conectada con nuestras mentes y es inteligible sólo desde la perspectiva de un ser humano que conoce visceralmente los patrones que definen la condición humana y que luego puede discernir. Esto también funciona en la otra dirección: cuanto más aprendemos sobre la historia, mejor se vuelve nuestra mente: una mente que sólo puede entenderse en la historia, como parte de la historia, como la historia misma. RG Collingwood se había dado cuenta de esto y los invito a leer su trabajo.
 
Y así, la verdad nos hará libres, sobre todo, quizás, la verdad histórica: si ganamos la madurez para abordarla desde múltiples ángulos a la vez, superándonos a nosotros mismos.


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