
Artículo ampliado y actualizado.
Publicado originalmente en febrero 2020 como "La Conferencia de Yalta, ¿por qué es importante en la historia?"
Primera Parte
Reflexiones sobre Yalta
por Tito Andino
Hace 80 años, del 4 al 11 de febrero de 1945 tuvo lugar la trascendental "Conferencia de Yalta", en Crimea (URSS), que moldeó el mapa político de Europa durante la ´Guerra Fría´ y cuyas secuelas siguen vigentes en el continente europeo y el Lejano Oriente. Usualmente creemos que Roosevelt, Stalin y Churchill forjaron en Yalta sus zonas de influencia en Europa (otros autores niegan que se hayan establecido dichas zonas como consecuencia de las sesiones de trabajo). Otros califican a Yalta como la base del nuevo orden mundial de posguerra; o, simplemente como los nuevos límites territoriales en Europa.
En todo caso, los "Tres Grandes" venían negociando el asunto, el caso se trató en la "Conferencia de Teherán" (noviembre 1943) y culminaría en la "Conferencia de Potsdam" (julio/agosto 1945).
Sin discusiones, los tres Aliados tenían sus propios intereses. Reino Unido había trazado el mapa tras la primera guerra mundial (Acuerdo Sykes-Picot) y se repartió con Francia las zonas de influencia en Medio Oriente (causa de los presentes conflictos en esa región). Para la URSS, Yalta significaba algo más, poner fin a los imperios europeos, dando lugar a las naciones estado y logrando definir sus límites fronterizos. No obstante, el nuevo rol de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros estados europeos occidentales significó la consolidación del predominio de la industria en reemplazo de la clase política en el gobierno.
Varios países se beneficiaron territorialmente de Yalta, Polonia es un ejemplo, tuvo que aceptar ceder territorios al este pero se benefició enormemente con la desarticulación político-territorial del estado federado de Prusia (Alemania) y amplió sus fronteras marítimas. Yugoslavia fue otra beneficiada de la Conferencia de Yalta, unificando las repúblicas eslavas del sur en un solo estado federado. La cumbre abordó el difícil problema territorial del Lejano Oriente ante la inminente derrota del Japón. Mongolia obtuvo el estatus de Estado independiente. Se discutió la recuperación de antiguos territorios que Japón debía ceder a la URSS, por el cual Stalin debía entrar en guerra contra los nipones tras la capitulación de la Alemania nazi, pero las rivalidades entre los Aliados occidentales-URSS y el uso del arma atómica detuvieron la intervención soviética a gran escala. Se acordó, por ejemplo, el retorno de las islas Kuriles a jurisdicción soviética ya que formaba parte de Rusia hasta inicios del siglo XX. La cesión de la región de Konigsberg, que formó parte de Prusia Oriental, como nuevo enclave soberano soviético, Kaliningrado (ubicado entre Polonia y Lituania) hoy territorio de Rusia, fue discutido y acordado entre los Aliados en Yalta y principalmente en Potsdam (1945), la región se integró a las repúblicas soviéticas; y, desde 1991 Kaliningrado es un oblast de la Federación Rusa. Hoy esta región rusa es fuente de amargas discusiones en Europa.
Sellos postales conmemorativos "Conferencia de Yalta"
Además, La Conferencia de Yalta estableció:
- Una coordinación política entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido en cuanto a la Alemania de posguerra.
- La ocupación militar de Alemania mediante las Fuerzas Armadas Aliadas y la instalación zonas de influencia en el país (se invitó a Francia a participar).
- Creación del Consejo Aliado de Control con sede en Berlín para administrar los territorios de Alemania y Austria, dirigido por los comandantes en jefe de las tres potencias para el control de la economía y política del estado.
- Determinó la ilegalización del nazismo, el juzgamiento de los criminales nazis y el fin del militarismo alemán mediante el desarme.
- Acordó una política de compensaciones, obligando a Alemania a reparar los daños ocasionados "en la medida máxima posible", preferentemente con la entrega de suministros naturales.
- Emitió la "Declaración sobre la Europa Liberada", que aspiraba coordinación para resolver cuestiones políticas y económicas de Europa.
- Instituyó la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con un Consejo de Seguridad como órgano permanente.
- Suscribió acuerdos para regular el caso de los prisioneros de guerra y de civiles extranjeros en Alemania para su repatriación.
- Creó un órgano permanente de consultas entre los ministros de Asuntos Exteriores de las tres potencias, etc.
Sin embargo, la historia nos demostró que algunos de esos acuerdos concertados entre los Aliados en la Conferencia de Yalta y profundizados en la Conferencia de Potsdam (1945) no llegaron a cristalizarse debido a la naciente 'Guerra Fría'.
El Dr. Valentín Falin, a quien ya hemos citado anteriormente, señalaba que "la fidelidad a los Acuerdos de Crimea (Conferencia de Yalta) ofrecía una oportunidad que no fue aprovechada, debía representar una oportunidad para el mundo, lamentablemente no supimos aprovecharla, y la responsabilidad principal recae sobre Washington". Yalta ocupa un lugar poco común, pero hay muchas alteraciones con relación a ella desde 1945. En el presente se pretende excluir, anular lo que pasó en Yalta, incluso reescribir la historia, y eso proviene esencialmente de fuentes estadounidenses.
El secretario de Estado de Roosevelt, Edward Stettinius, testigo y participante inmediato de la Conferencia de Yalta expresó que Yalta fue el punto culminante de la cooperación entre EEUU y la URSS, y en menor grado, Gran Bretaña. Falin reconoce que la mayoría de las decisiones adoptadas en Yalta tenían como base proyectos estadounidenses, hasta el comunicado final fue un proyecto puramente estadounidense. La URSS no hizo ninguna enmienda. Afirmaciones de que "Stalin podía más que Roosevelt" o que "se había aprovechado de la enfermedad de este último" no tienen nada que ver con la verdad.
Roosevelt deseaba se realizara el encuentro de Crimea, retomando las ideas expuestas a Molotov en junio de 1942 en Washington, veía un mundo de postguerra sin armas, planteaba que "una economía mundial saludable y carrera armamentista son incompatibles". FDR no era un político ingenuo, había sido viceministro de las fuerzas navales de Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial. Roosevelt comprendía muy bien quién era Stalin, creía que era un pragmático convencido, le prometió un crédito de 4.500 millones de dólares para la recuperación del país en la posguerra, condiciones excepcionales para las inversiones, que analizaba la idea de una economía de mercado en la URSS.
Palacio de Livadia, sede de la Conferencia de Yalta 1945
Durante la "guerra de invierno" entre la URSS y Finlandia, Roosevelt consideró romper las relaciones diplomáticas con la URSS, de retirar su reconocimiento y hasta consideró reconocer un gobierno ruso en el exilio (negociaciones con Kerenski). Roosevelt meditó formar, a inicios de 1940, un frente antisoviético del cual formarían parte la Alemania nazi, la Italia fascista y todas las democracias occidentales con el pretexto de ayudar a Finlandia. El proyecto fracasó porque los alemanes decidieron atacar Francia.
EEUU que había empezado a consolidar las finanzas y el comercio mundial, quería controlar los principales yacimientos de materias fisibles y de otro tipo. Si no entendemos eso, no entenderemos nada de lo que pasó después -señala el Dr. Falin-, esa era la visión que tenían los estadounidenses en la guerra. Para Roosevelt, la unión con Stalin no era en ningún sentido fruto del azar.
Yalta, febrero de 1945, los estadounidenses tienen presente la casi derrota que los alemanes provocan a su ejército en las Ardenas y que fue Stalin quien los ayudó lanzando antes de tiempo, a solicitud de Washington, una ofensiva en el este, obligando a los nazis a retirar del oeste un tercio de sus fuerzas comprometidas en esa operación.
En la Conferencia de Yalta, la idea de crear la Organización de Naciones Unidas pertenece a Roosevelt, fue mencionada por primera vez en Teherán y tomó forma en Yalta; fue Stalin el que insistió que la sede de la organización fuera Nueva York. Hubo críticas, principalmente desde Londres, Churchill exigía el cese de la cooperación con la Unión Soviética, decían que "la URSS había desempeñado su papel y ya no era necesaria", preconizando el dominio de Estados Unidos en el mundo.
Churchill, el 23 de febrero de 1945, envió un mensaje de felicitación con motivo del Día del Ejército Rojo; a la vez, ordenaba recoger las armas alemanas y almacenarlas por si estallaba un conflicto con la Unión Soviética. En marzo de 1945, ordenó a sus jefes de estado mayor preparar una operación contra la URSS ("Operación Impensable") con la participación de las fuerzas de Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, el cuerpo expedicionario polaco y... alemanes. (El inicio de la nueva guerra estaba fijado para el 1 de julio de 1945). Mucho antes, Churchill consideraba que "cuanto más al este detengamos a los bárbaros rusos, mejor será". Tenía en mente el "Plan Rankin", un plan secreto que debía abandonar "Overlord" (apertura del segundo frente). El plan Rankin establecía que los anglosajones, con el apoyo de los alemanes, debían tomar el control no sólo de Berlín y de Hamburgo, sino también de Varsovia, Praga, Budapest, Viena, Bucarest, Sofía y Belgrado.
El 25 de marzo de 1945, en su último mensaje al Congreso, Roosevelt expresó: "Para las generaciones futuras, el destino de Estados Unidos y del mundo entero depende de la aplicación concienzuda de los acuerdos concluidos entre los aliados en Teherán y en Yalta... los norteamericanos no pueden contentarse con una solución intermedia. Debemos aceptar la responsabilidad de la cooperación internacional, pues de otra forma tendremos que asumir la de un nuevo conflicto mundial".
Harry Truman, llegó al poder el 23 de abril de 1945, sin saber que los estadounidenses desarrollaban la bomba atómica, declaró: "Se acabó la cooperación con los rusos, llegó el momento de pasar a una nueva etapa". Se fijó como objetivo "borrar a Yalta". El general Patton no aceptaba detenerse en las líneas de demarcación concertadas entre Washington, Moscú y Londres, quería lanzarse sobre Stalingrado. ¡No para terminar con los comunistas o la Unión Soviética, sino para acabar con los "descendientes de Gengis Kan"!
Mapa manuscrito, 1945, Churchill, Roosevelt y Stalin intentaron llegar a acuerdos para el mundo de posguerra, especialmente en lo que respecta a Europa del Este, Europa Central y el futuro de las Naciones Unidas. Este mapa dibujado a mano estaba destinado a utilizarse para establecer zonas de ocupación en Alemania. Documento de W. Averell Harriman, División de Manuscritos, Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
"Eso dicen los documentos y no podemos cambiarlos", reflexiona el Dr. Falin, los Aliados occidentales no alcanzaron sus objetivos porque las fuerzas armadas soviéticas lo impidieron. También aclara ante la pregunta: "¿Quién propuso dividir al mundo de posguerra en zonas de influencia a la largo de la línea Curzon, algo que los polacos y los países bálticos no han dejado hasta hoy de reprocharle a Stalin?"
El Dr. Falin respondió: "No hubo zonas de influencia. La idea de la línea Curzon se remonta a 1919, en el marco de una conferencia en la que participaron Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. «Entre ellos tres», esos países trazaron la línea al partir del principio étnico, compartiendo los territorios donde la población era esencialmente ucraniana, bielorrusa o polaca. Esta línea no delimitaba esferas de influencia sino esferas de intereses entre Stalin y Hitler en septiembre de 1939". (Nota del editor: En la práctica viene a ser lo mismo, ¿o me equivoco?)
Stalin, al negociar con Roosevelt con relación a la línea Curzon quería básicamente que Polonia no se convierta -otra vez- en un puesto de avanzada para golpear a Rusia, como ocurrió en la época de Napoleón y durante la primera y la segunda guerra mundial.
En Yalta también se discutió sobre la situación de los países bálticos, cuya adhesión a la URSS jamás fue reconocida por Estados Unidos, estos países fueron ocupados por los alemanes en la primera guerra mundial y permanecieron como protectorado alemán, las cosas cambiaron con la revolución de 1917 que expulsaron a las tropas alemanas estacionadas en los países bálticos. Pero, en el Tratado de Versalles, a pesar que se acordó que las tropas alemanas debían retirarse de los territorios que no formaban parte del Imperio Alemán, los aliados obligaron a los alemanes a dejar sus tropas en Finlandia, Lituania, Letonia y Estonia como garantía, esos países no debían caer en manos de la "chusma" (soviéticos).
Estados Unidos nunca aceptó que Lituania, Letonia y Estonia fueran incorporadas a la URSS después de la guerra. Este asunto no fue mencionado en la Conferencia de Yalta. Las promesas de Roosevelt a Stalin no se ejecutaron, porque Truman al regresar a Estados Unidos -tras la Conferencia de Postdam- ordenó a Eisenhower preparar el Plan "Totality", guerra nuclear contra la Unión Soviética (estuvo listo en diciembre de 1945), luego vinieron otros planes, el nuevo objetivo: desmembrar a la Unión Soviética en doce Estados, incapaces por sí mismos de alcanzar solos sus objetivos económicos y de defensa.
1945, mapa de la división de Alemania en las cuatro zonas de ocupación
Otro soñador, James F. Byrnes, secretario de Estado de Truman, en diciembre de 1945, mantuvo negociaciones con Stalin (Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de Moscú), Byrnes señaló que tras las negociaciones con Stalin había comprendido que la paz equitativa, tal como la concibieron sus antecesores en el cargo, era posible. El 5 de enero de 1946 Truman dirigió una carta a Byrnes, decía: "Lo que dijo es delirante. No necesitamos ningún compromiso con la Unión Soviética. Lo que necesitamos es la Pax Americana, conforme en un 80% con nuestros ideales".
Revisemos un capítulo del fabuloso libro del destacado historiador y politólogo, Dr. Jacques R. Pauwels: "El mito de la guerra buena: Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial" (Capítulo 12), edición revisada, marzo de 2015.
Segunda Parte
Los acontecimientos de los años 1943 y 1944 en países como Italia, Grecia y Francia (liberados por los estadounidenses, británicos y canadienses) habían demostrado con toda claridad que fueron los libertadores los que determinaron cómo los fascistas locales serían castigados o perdonados, cómo se restablecería la democracia, cuánto aporte se permitiría a los movimientos de resistencia antifascistas y a la población local en general en la reconstrucción de su propio país, y si se introducirían o no reformas políticas, sociales y económicas.
La conducta sutil de los aliados occidentales (neutralizando a la resistencia comunista y de otra resistencia de izquierda y no consultando con el aliado soviético) implícitamente dio a Stalin carta blanca para proceder de manera similar en países liberados por el Ejército Rojo.
Sin embargo, esta simetría estaba lejos de ser perfecta. Primero, hasta el verano de 1944, los soviéticos continuaron luchando casi exclusivamente en su propio país. Fue solo en el otoño de ese mismo año que liberaron países vecinos como Rumania y Bulgaria, estados que difícilmente podrían rivalizar con Italia y Francia. En segundo lugar, la fórmula de la esfera de influencia acordada entre Stalin y Churchill proporcionó a los aliados occidentales un porcentaje pequeño pero posiblemente importante de aportes en algunos países de Europa del Este, que los soviéticos no disfrutaron en ninguna parte de Europa occidental.
Después de Market Garden, se hizo evidente que la guerra en Europa estaba lejos de terminar. Una parte considerable del continente aún esperaba la liberación, y la propia Alemania nazi aún no había sido conquistada. Mientras tanto, era evidente que Polonia sería liberada en su totalidad por los soviéticos, una perspectiva que alarmó a muchos polacos, en particular al conservador y fuertemente antisoviético gobierno polaco en el exilio en Londres. Este gobierno, por cierto, no estaba formado por demócratas devotos, como se da por sentado con demasiada frecuencia, sino que representaba al régimen autocrático polaco del período anterior a la guerra, un régimen que se había confabulado con el propio Hitler y que con motivo del Pacto de Múnich había seguido su ejemplo al embolsarse un pedazo de Checoslovaquia.
El avance de los británicos-estadounidenses en dirección a la capital alemana se verificó por primera vez en los Países Bajos en el momento de Market Garden y se vio fuertemente obstaculizado nuevamente entre diciembre de 1944 y enero de 1945 por la inesperada contraofensiva del mariscal de campo von Rundstedt en las Ardenas. El último episodio estaba destinado a entrar en la conciencia colectiva estadounidense, así como en los libros de historia estadounidenses como un choque gigantesco y heroico, la Batalla de las Ardenas, y se celebró a su debido tiempo en una producción homónima de Hollywood. En realidad, sin embargo, la confrontación en las Ardenas representó un serio revés para los estadounidenses. La contraofensiva de Von Rundstedt finalmente terminó en fracaso, pero inicialmente la presión alemana fue considerable. Los estadounidenses lucharon heroicamente en muchas ocasiones, por ejemplo en Bastogne.
En respuesta a una solicitud estadounidense urgente, el Ejército Rojo desató una gran ofensiva en Polonia el 12 de enero de 1945, una semana antes de lo planeado originalmente. Forzada a enfrentar una nueva amenaza en el este, la Wehrmacht tuvo que desviar recursos de su proyecto en las Ardenas, aliviando así la presión sobre los estadounidenses. Pero en el frente oriental, los alemanes no pudieron detener la apisonadora soviética, que avanzó tan rápido que en unas pocas semanas llegó a las orillas del Oder. A principios de febrero, los soviéticos llegaron a Frankfurt-on-the-Oder, una ciudad situada a menos de cien kilómetros de la capital alemana. Los estadounidenses tenían motivos para estar agradecidos por el favor militar prestado por Moscú, pero estaban lejos de estar contentos de que en la carrera no declarada entre aliados a Berlín, los soviéticos habían tomado una gran ventaja sobre sus socios occidentales.
Ya después del fracaso de Market Garden, se hizo evidente para los líderes estadounidenses y británicos que perderían la carrera hacia Berlín y que el Ejército Rojo eventualmente controlaría la mayor parte del territorio alemán, de modo que de acuerdo con los precedentes establecidos por los libertadores. En Italia y en otros lugares, los soviéticos podrían imponer su voluntad a la Alemania de la posguerra.
"En la Conferencia de Crimea", pintura del artista D.A. Nalbandyan, 1945. Fuente Museo Virtual Ruso
Esto produjo mucho pesimismo, y los agoreros como el general MacArthur, quien opinó en noviembre de 1944 que toda Europa inevitablemente caería bajo la hegemonía soviética, sin duda ganó credibilidad adicional en el momento del revés sufrido en la Batalla de las Ardenas. Era cierto que si los desarrollos militares solo permitieran determinar las cosas, el resultado final sería muy desfavorable para los aliados occidentales.
Sin embargo, el resultado final podría ser diferente si se pudiera convencer a los soviéticos de acuerdos que serían vinculantes independientemente de los desarrollos militares.
Precisamente esto es lo que los británicos y los estadounidenses esperaban lograr en una serie de reuniones con representantes soviéticos en Londres en el otoño de 1944. Propusieron dividir a Alemania en tres zonas de ocupación más o menos iguales, independientemente de la posición del ejército de cada aliado al final de las hostilidades. (Una cuarta zona de ocupación se asignaría a los franceses mucho más tarde). Este acuerdo era claramente en interés de los "anglosajones", pero Stalin aceptó la propuesta occidental. Fue un gran éxito para los británico-estadounidenses, que deben haber aturdido a los pesimistas como MacArthur, escribe el historiador estadounidense Gabriel Kolko.
Una ventaja adicional inesperada para los aliados occidentales resultó ser el hecho de que los soviéticos también acordaron que la capital, Berlín, como Alemania en su conjunto, se dividiría en tres zonas de ocupación, aunque era obvio que el Ejército Rojo tomaría la ciudad y que Berlín estaría situada en lo profundo de la zona de ocupación asignada a la URSS. Que un "Berlín occidental" podría existir más tarde en el corazón de Alemania Oriental se debió a la actitud complaciente mostrada por Stalin en el otoño de 1944 y nuevamente durante el invierno de 1944-45. Acuerdos de Londres sobre las futuras zonas de ocupación en Alemania y los acuerdos alcanzados por los Tres Grandes (Roosevelt, Churchill y Stalin) en la Conferencia de Yalta entre el 4 y el 11 de febrero de 1945.
A menudo se ha dicho que en el complejo de Yalta (Crimea), el astuto Stalin logró engañar a sus colegas occidentales y, sobre todo, al presidente Roosevelt, que ya estaba muy enfermo en ese momento. Nada mas lejos de la verdad. En primer lugar, fueron los británicos y los estadounidenses quienes no tenían nada que perder, y mucho que ganar, de tal reunión. Lo contrario se aplica a los soviéticos, quienes posiblemente podrían haber estado mejor sin esta conferencia.
De hecho, el espectacular avance del Ejército Rojo en lo profundo del corazón de Alemania puso cada vez más triunfos en las manos de Stalin. En la víspera de la conferencia, el general Zhukov se paró a orillas del río Oder, a tiro de piedra de Berlín.
Monumento conmemorativo a la Conferencia de Yalta, erigido en el lugar de la celebración de las conversaciones de los Aliados. Palacio Livadia (Yalta - Crimea - Rusia).
Es por eso que Washington y Londres, y no Moscú, insistieron en una reunión de los líderes aliados. Precisamente porque estaban tan desesperados por encontrarse con Stalin para llegar a acuerdos vinculantes, Roosevelt y Churchill también demostraron estar dispuestos a aceptar su condición previa para una conferencia, a saber, que se celebrara en la URSS. Los líderes estadounidenses y británicos tuvieron que emprender un viaje inconvenientemente largo, permitiendo a los soviéticos una especie de "ventaja de juego en casa" durante el tira y afloja que la conferencia prometió ser. Pero estas fueron imperfecciones menores en comparación con las ventajas que una conferencia podría traer y en comparación con las enormes desventajas que seguramente se asociarán con la ocupación anticipada de la mayor parte de Alemania por el Ejército Rojo. Stalin no había necesitado ni deseado una reunión de los Tres Grandes en esta etapa de la guerra.
Los acuerdos que eventualmente resultaron de la Conferencia de Yalta fueron de hecho favorables para los Aliados occidentales. El secretario de estado de Roosevelt, Edward Stettinius, quien estuvo presente en el complejo de Crimea, escribió más tarde que en esta conferencia "la Unión Soviética hizo más concesiones al (oeste) de las que se hicieron a la Unión Soviética". Y la historiadora estadounidense Carolyn Woods Eisenberg enfatiza en un libro relativamente reciente que la delegación de los Estados Unidos dejó Yalta "con un espíritu exultante", convencido de que gracias a la razonabilidad de los soviéticos, no solo los estadounidenses sino la humanidad en su conjunto habían "ganado la primera gran victoria de la paz". Con respecto a Alemania, los Tres Grandes confirmaron oficialmente los Acuerdos de Londres en Yalta. Como se mencionó, la división de Alemania en zonas de ocupación fue ventajosa para los estadounidenses y los británicos.
A los británicos y estadounidenses se les asignó la parte occidental más grande y rica de Alemania; habrá que decir más sobre esto más adelante. También se acordó en principio en la península de Crimea que, después de la guerra, Alemania tendría que hacer pagos de reparación, como había sido el caso después de la Primera Guerra Mundial. Tanto Roosevelt como Churchill consideraron justificado y razonable que la mitad de estos pagos, luego estimados aproximadamente en 20 mil millones de dólares, irían a la Unión Soviética, donde los vándalos nazis se habían comportado de una manera particularmente bárbara y destructora. (La cantidad de 10 mil millones de dólares asignados a la URSS ha sido considerada por algunos como demasiado alta. En realidad fue "muy moderada", como lo expresó el historiador alemán Wilfried Loth. Algunos años después de la Conferencia de Yalta, en 1947, el daño de guerra total sufrido por la Unión Soviética se calculó de manera conservadora en no menos de 128 mil millones de dólares). Para Stalin, el tema de los pagos de reparación era de vital importancia. Es muy probable que se revelara tan complaciente con sus socios occidentales con respecto a la división de Alemania en zonas de ocupación porque ansiaba su cooperación en materia de reparaciones.
Por el contrario, para obtener la ratificación del líder soviético de la división de Alemania en zonas de ocupación y su aceptación de otros acuerdos que fueron ventajosos para ellos, los estadounidenses y los británicos también se complacieron con Stalin en algunos aspectos. A cambio del renovado compromiso de Stalin de declarar finalmente la guerra a Japón, por ejemplo, Roosevelt ofreció el consentimiento estadounidense a la recuperación soviética de los territorios del Lejano Oriente que la Rusia zarista había perdido como resultado de la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-05. No se tomaron decisiones definitivas para el futuro de Alemania en Yalta, aunque particularmente los estadounidenses, y en cierta medida también los soviéticos, mostraron cierto interés en el momento en el plan ampliamente publicitado por el secretario del tesoro estadounidense, Henry Morgenthau. Según los informes, Morgenthau propuso resolver el "problema alemán" simplemente desmantelando la industria del país, transformando así Alemania en un estado agrario atrasado, pobre y por lo tanto inofensivo. En realidad, este plan no equivalía a mucho más que una serie de propuestas bastante vagas e incoherentes, mucho menos draconiana de lo que afirmaban sus oponentes y a muchos alemanes todavía les gusta creer. Lo que no se realizó adecuadamente en ese momento, ni en Washington ni en Moscú, fue que no solo se podían plantear objeciones morales importantes sino también prácticas contra el Plan Morgenthau. Por ejemplo, el plan difícilmente podría conciliarse con la expectativa de que Alemania pagaría enormes reparaciones; esto presuponía una cierta medida de riqueza, y para tal riqueza no había lugar en el escenario para Morgenthau. "La inferencia lógica del Plan Morgenthau, escribe categóricamente el historiador alemán Jörg Fisch, era que no podía haber ninguna cuestión de pagos de reparación". Además, como señala la historiadora estadounidense Carolyn Woods Eisenberg, los planes de Morgenthau para una "pastoralización de Alemania estaban totalmente fuera de sintonía con los más importantes pensamientos políticos de los Estados Unidos, que tenían buenas razones para favorecer la opción alternativa, la reconstrucción económica de Alemania". Ciertos políticos estadounidenses temían que el Plan llevara a Alemania a los brazos de la anarquía, el caos y posiblemente el bolchevismo. Los empresarios se dieron cuenta de que uno no podría hacer negocios rentables con una Alemania pobre. Y los estadounidenses influyentes se preocuparon por las posibles implicaciones extremadamente negativas del Plan Morgenthau con respecto al destino de Opel y otras filiales alemanas de las corporaciones estadounidenses. No fue una coincidencia que, precisamente, los representantes de empresas con grandes inversiones en Alemania, como Alfred P. Sloan, el influyente presidente de la junta directiva de GM, la empresa matriz de Opel, se opusieran categóricamente al Plan Morgenthau. (El embajador soviético en los EE. UU., Andrei Gromyko, no estaba lejos de la realidad cuando comentó que la oposición contra el Plan Morgenthau estaba encabezada por los "círculos imperialistas" de Estados Unidos). El Plan desaparecería gradual y silenciosamente de la escena durante la meses que siguieron a la Conferencia de Yalta. Morgenthau, un buen amigo de Roosevelt, sería despedido de su alto cargo en el gobierno el 5 de julio de 1945 por el nuevo presidente, Truman.
Desde la perspectiva de los aliados occidentales, los acuerdos a veces vagamente formulados en Yalta con respecto a Alemania eran importantes y ventajosos. Además, Stalin estaba preparado para discutir el futuro de los países de Europa del Este liberados por el Ejército Rojo, como Polonia, a pesar de que los Tres Grandes nunca habían discutido el destino de la posguerra en países de Europa occidental como Francia, Italia y Bélgica.
Palacio de Livadia, Yalta - Crimea (URSS, actual Rusia) lugar de la celebración de la Conferencia de Yalta, 4-11 febrero 1945
Stalin no se hizo ilusiones con respecto a Europa occidental, y no quería poner en peligro la relación con sus aliados británicos y estadounidenses por el bien de los países que estaban muy lejos de las fronteras de la Unión Soviética, la "patria socialista" cuya supervivencia y seguridad lo habían obsesionado desde el comienzo de su carrera. Con respecto a Europa del Este en general, sin embargo, y con Polonia en particular, la situación era muy diferente. La Unión Soviética estaba muy interesada en la composición de la posguerra de los países vecinos cuyos gobiernos anteriormente habían sido hostiles y, a veces, totalmente hostiles a la URSS, y cuyos territorios marcaron el tradicional camino de invasión a Moscú. En cuanto a la reorganización de la posguerra de Polonia y otros países de Europa del Este, Stalin tenía buenas razones para la presencia del Ejército Rojo en estos países, medio efectivo de la Unión Soviética para exigir, al menos, el mismo tipo de aporte que los estadounidenses y británicos se habían permitido en Europa occidental. Stalin no había desafiado el modus operandi de los aliados occidentales en Europa occidental; puede suponerse que sintió que ahora le tocaba a sus socios occidentales darle una mano libre en Europa del Este.
A pesar de esto, sin embargo, en Yalta, Stalin estaba preparado para discutir el destino de Polonia y el resto de Europa del Este, a pesar de que el tema de Europa occidental permaneció sin mencionarse. Las demandas soviéticas reales resultaron ser mínimas y lejos de ser irrazonables, como Churchill y Roosevelt apenas podían negar: la llamada Línea Curzon debería formar la frontera entre Polonia y la Unión Soviética (por lo que Polonia recibiría una compensación en el forma de territorio alemán al este de una línea formada por los ríos Oder y Neisse) y ningún régimen antisoviético sería tolerado en Polonia y otros estados vecinos. A cambio de su acuerdo con estas demandas, los estadounidenses y los británicos recibieron de Stalin lo que querían en los países liberados de Europa del Este, a saber, no habría cambios sociales y económicos según las líneas comunistas, elecciones libres y aportes continuos para ellos mismos, junto con la URSS, por supuesto, en los asuntos futuros de estos países. Este tipo de fórmula estaba lejos de ser realista, sus variaciones debían implementarse con éxito después de la guerra en Finlandia y Austria.
Los Acuerdos de Yalta, entonces, no otorgaron a la Unión Soviética el monopolio de influencia en Europa del Este, es decir, el tipo de influencia exclusiva que los estadounidenses y los británicos ya disfrutaban, con la aprobación silenciosa de Stalin, en Europa Occidental, a pesar de que asignaron "influencia y control" en Europa del Este a la URSS, sus variaciones debían implementarse con éxito después de la guerra en Finlandia y Austria.
Los acuerdos de Yalta representaron así un éxito considerable para los aliados occidentales. A menudo se ha dicho de Churchill que tenía serias dudas sobre las "concesiones" que Roosevelt presuntamente había hecho en el complejo de Crimea. En realidad, estaba totalmente eufórico cuando terminó la conferencia, y con buena razón, ya que a los británicos y estadounidenses les había ido mucho mejor en Yalta de lo que se habrían atrevido a esperar cuando comenzó. Por lo tanto, la afirmación de que en el complejo de Crimea el astuto Stalin obtuvo todo tipo de concesiones de sus colegas occidentales es totalmente falsa. Es cierto que después los Acuerdos de Yalta no se implementaron adecuadamente, por ejemplo, respecto a Polonia y el resto de Europa del Este. Esto tuvo mucho que ver con la reacción de Stalin a la "diplomacia atómica" estadounidense del verano de 1945, que se analizará más adelante, pero también con la actitud antisoviética irreconciliable y totalmente irrealista del gobierno polaco en el exilio en Londres. Los polacos de Londres ni siquiera querían reconocer la Línea Curzon como la futura frontera oriental de su país, que Roosevelt y Churchill habían reconocido como justa e inevitable, y que había sido oficialmente aceptada en Yalta. Debido a la intratabilidad de los polacos de Londres, Stalin jugó cada vez más la carta de un gobierno polaco comunista y pro-soviético en el exilio, los "polacos de Lublin", y esto eventualmente llevaría a la instalación de un régimen exclusivamente comunista en Varsovia. Los estadounidenses, como los británicos, se quejarían en voz alta de esto.
Stalin era realista. Con motivo de los Acuerdos de Londres y la Conferencia de Yalta, demostró ser complaciente frente a Churchill y Roosevelt no porque quisiera serlo, sino porque calculó correctamente que difícilmente podría permitirse no serlo.
La URSS había sufrido gravemente la guerra, apenas había escapado de la destrucción total y aún no había terminado. La situación militar de los soviéticos a principios de 1945 fue excelente, por supuesto, pero aún podían ocurrir todo tipo de cosas desagradables. A medida que se acercaba el final del Tercer Reich, por ejemplo, la máquina de propaganda de Goebbels persiguió agresivamente un último escenario de rescate para el estado nazi, a saber, el proyecto de un armisticio separado entre Alemania y los aliados occidentales, seguido de una cruzada común contra la Unión Soviética y el bolchevismo.
Este plan no era tan ingenuo y poco realista como se podría suponer, porque Goebbels sabía muy bien que líderes de los círculos británicos y prácticamente de todas partes del mundo occidental habían considerado el bolchevismo como el enemigo "natural", y simultáneamente vieron a la Alemania nazi como la punta de lanza en la próxima cruzada antisoviética. El ministro de propaganda nazi también era muy consciente de que durante la guerra, algunos líderes occidentales encontraron a los soviéticos un aliado útil, pero continuaron despreciando al estado comunista y estaban decididos a eliminarlo tarde o temprano.
En cuanto a la URSS, todo esto significó que después de años de esfuerzos sobrehumanos y enormes pérdidas, cuando la victoria parecía tentadoramente cercana, el orden del día seguía siendo la supervivencia: la supervivencia del país y la supervivencia del socialismo que siempre había sido la gran obsesión de Stalin. El líder soviético estaba preocupado por el escenario de Goebbels, y no sin razón. En el campo de los aliados occidentales, una serie de personalidades destacadas, generales y estadistas, encontraron este escenario bastante atractivo. Después de la guerra, algunos de ellos expresarían abiertamente su pesar por el hecho de que los ejércitos estadounidense y británico no habían seguido marchando hacia el este en 1945, preferiblemente hasta Moscú. Churchill mismo coqueteó con la idea de este tipo de iniciativa, que se conocía como la "alternativa alemana" o la "opción alemana".
Stalin no albergaba ilusiones con respecto a los verdaderos sentimientos occidentales por la Unión Soviética. Sus diplomáticos y espías lo mantuvieron bien informado sobre opiniones y acontecimientos en Londres, Washington y otros lugares. Para el líder soviético, que recordaba el precedente histórico de la intervención aliada en la Guerra Civil Rusa, la posibilidad de una reversión de alianzas, una empresa combinada germano-occidental contra la Unión Soviética, fue una verdadera pesadilla. Trató de exorcizarlo al no dar a Churchill y Roosevelt la menor excusa para emprender algo contra la URSS. Por lo tanto, es posible entender por qué se abstuvo de criticar su conducta en Europa occidental y en Grecia, y por qué se reveló tan complaciente en Yalta.
Dr. Jacques R. Pauwels

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5 febrero 2025
RT
Serguéi Lavrov: La política de Trump de “Estados Unidos primero” busca destruir el sistema posterior a la Segunda Guerra Mundial
El gobierno del presidente Donald Trump considera que el sistema internacional basado en la ONU y el llamado "orden basado en reglas" son obsoletos e indeseables a los intereses estadounidenses y, probablemente, pondrá a prueba los límites y la durabilidad de ambos, dijo el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
Estados Unidos y sus aliados nunca han seguido los principios de igualdad de los Estados de la Carta de la ONU, creyendo que los acuerdos de Yalta-Potsdam van en contra de sus intereses. Los acuerdos fueron firmados por los líderes de los aliados victoriosos de la Segunda Guerra Mundial en 1945: Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido, dando forma al mundo de la posguerra.
"Es evidente que Occidente se adhirió a estos principios con segundas intenciones y luego los violó groseramente en Yugoslavia, Irak, Libia y Ucrania. Sin embargo, no se debe abandonar la Carta de las Naciones Unidas, para que el mundo no pierda sus valores rectores comunes. A pesar de todos sus defectos y virtudes, el orden de Yalta-Potsdam ha proporcionado el marco normativo y jurídico del sistema internacional durante ocho décadas. El orden mundial basado en las Naciones Unidas cumple su principal tarea: proteger a todos contra una nueva guerra mundial".
"En otras palabras, no sólo el orden de Yalta-Potsdam es indeseable; también lo es el 'orden basado en reglas' que parecía encarnar el egoísmo y la arrogancia del Occidente liderado por Estados Unidos después de la Guerra Fría. Mientras el mundo avanza hacia la multipolaridad, es probable que Estados Unidos ponga a prueba el orden de posguerra en los próximos años". (Lavrov)
En enero (2025), el Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, comentó: "El orden mundial de posguerra no sólo está obsoleto, sino que ahora es un arma que se utiliza contra nosotros. Los dictadores siembran el caos y se esconden tras su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas."
El derecho de veto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (miembros permanentes: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia) es una responsabilidad y no un privilegio.
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