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20 septiembre 2024

¿Por qué vale la pena leer a George Orwell?



por Tito Andino


Introducción

George Orwell en la literatura 

A riesgo de fracasar en el intento con temas relativamente alejados de la temática general de este blog, en ocasiones pasadas penetramos en la fascinante época medieval tomando la épica obra literaria de Parzival para analizar su historia y misticismo; también hemos incursionado en el legado ancestral de la verdadera cultura del tabaco; y, por ahí algún que otro "misterio" terrenal desde la perspectiva histórica.

Ahora posteamos un tema que ya ha sido auscultado desde toda perspectiva, literatura, política, historia, sociología, psicología y otras ramas de la ciencia, hasta en sus dos incursiones cinematográficas y otras secuelas en la pantalla, hablamos de la novela distópica 1984 de George Orwell. Es presumible, al parecer de algunos, que se aprecie este tema como cansino, trivial, cliché, e incluso, a estas líneas como contradictorias, en consecuencia, no valdría la pena insistir en ello. La red contiene cientos de artículos sobre el tema (quizá miles, no lo sé a ciencia cierta) que van desde simples y concisos artículos hasta profundos ensayos, tesis de grado universitarias, y como no, a lo largo de siete décadas surgieron decenas de ediciones en múltiples lenguas profusamente ilustradas o con preámbulos o epílogos explicativos de críticos literarios y analistas políticos, incluso tenemos decenas de populares video-comentarios en YouTube, en fin...


Ejemplares de la Primera Edición y primera reimpresión de "Mil Novecientos Ochenta y Cuatro" de George Orwell (Secker & Warburg, London, 1949). La portada o sobrecubierta de la verdadera primera edición británica es la roja. En la página de derechos de autor dice; "Primera publicación en 1949". En la portada verde, consta como Primera edición, "Primera impresión". 

Son contados con los dedos de una mano (y sobran dedos) los escritores ingleses que pueden seguir garantizado lectores para que las editoriales reediten sus obras o publiquen nuevas biografías y ediciones críticas sobre sus vidas: Shakespeare, Charles Dickens, Virginia Woolf y George Orwell, éste último reconocido ensayista es nuestro objetivo de hoy. 

Orwell a pesar de sus ensayos y libros de la década de 1930 no habría trascendido más allá de un reconocimiento como nota literaria de escritores ingleses de las primera mitad del siglo XX. Al escribir "Rebelión en la granja" ("Animal Farm" en el original inglés, 1945) y "Mil novecientos ochenta y cuatro" (1949), brindó al mundo "dos de las mejores ficciones políticas de la literatura. "Animal Farm" le hizo un personaje conocido. Sin estas obras tardías, Orwell difícilmente merecería una biografía, y mucho menos la media docena que han aparecido", señala Peter Marks (autor de una larga reseña sobre las biografías sobre George Orwell, "The self-fashioning of George Orwell", 2023), destacando que es aceptado como un "escritor de gran poder e imaginación", pero también destapa un "carácter engañoso, las infidelidades y el chovinismo de su sujeto".

 



Los biógrafos señalan que el "impulso principal" de su libro 1984 es "llegar lo más lejos posible a las raíces" de su vida emocional, acercándole "lo más posible a las fuentes oscuras reflejadas en su obra". El escritor y crítico D. J. Taylor sugirió la falta de un cierto nivel de autenticidad, Orwell creó conscientemente un personaje, "además de ser una biografía", escribe, "lo que sigue es, en última instancia, un estudio del mito personal de Orwell, lo que podría llamarse la diferencia entre el tipo de persona que era y el tipo de persona que se imaginaba ser". (D. J. Taylor, "Orwell: A New Life"). Expuestas las cualidades menos atractivas de Orwell, Taylor revisa complejas actitudes, o como dice, "la paranoia de Orwell". Las dos esposas que tuvo Orwell fueron "biografiadas" ofreciendo una crítica de culpabilidad por malos tratos a su primera esposa (detalles de la vida privada del escritor se pormenorizan en la biografía de Taylor). En general, los investigadores brindan una valoración de Orwell que no intenta defender los aspectos indefendibles (o al menos reprobables) de su vida, ni tampoco pretenden estigmatizarlo, concluye Peter Marks.




En "The enigma of George Orwell", Patrick West también analiza la biografía escrita por D.J. Taylor, revelando contradicciones políticas y una vida personal y familiar desastrosa. En lo literario Orwell tenía una ostensible obsesión por las obras de James Joyce, en 1933 escribió en una carta: "No he leído nada excepto una y otra vez mi querido "Ulises": mi mayor descubrimiento desde que descubrí a Villon". 


Orwell al servicio del Imperio Británico

¿Qué "hizo a Orwell Orwell"? Muchos concuerdan que todavía era muy joven cuando en la década de 1920 trabajó durante cinco años en Birmania para la Policía Imperial, pasando los siguientes años intentando escribir novelas en París, no tuvo éxito, regresó a Inglaterra, escribió artículos, ensayos y trazó sus futuros libros notoriamente políticos, creía en el socialismo "a la inglesa", alejado de las influencias soviéticas. Durante la segunda guerra mundial, con su nombre real consiguió empleo en uno de los mayores templos de falsas noticias del mundo: la BBC. Esas experiencias, sumada su pasión por la literatura, le inspiró para el "Ministerio de la Verdad" en su clásico 1984. La narrativa angloamericana suele señalar que su "visión" proviene de su conocimiento sobre la URSS, Stalin, el trotskismo POUM y la guerra civil española. No obstante, puede determinarse que, a pesar de las vivencias de Orwell en España, su odio al abuso de poder no se originaron por esas experiencias. 


George Orwell


Todos sabemos -ahora- que Orwell escondió un turbio pasado, su servicio al Imperio Británico en Birmania, actual Myanmar. Hijo de un funcionario colonial, Eric Arthur Blair - verdadero nombre de George Orwell- nació en la India en 1903, y muy joven trabajó como oficial en el servicio de policía colonial. Conoció de primera mano "el crimen, el vicio, el asesinato y el lado oculto general de la sociedad humana", una "guerra contra el terror" en que todo estaba permitido para "hacer el trabajo", esas experiencias desenmascaraban las políticas mentirosas tanto de la derecha e izquierda y del totalitarismo colonial europeo. Es cierto, que Blair llegó a odiar y, a la vez, temer al comunismo, por eso se dice que también fue informante de los servicios de seguridad interior británicos.

 

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Es seguro, a decir de Martin Sieff, que Orwell de regreso a Londres en 1927 incursionó como escritor basado en su experiencia birmana, su pensamiento político se "radicalizó" hacia la izquierda, ideológicamente se diría que era una especie de anarquista trotskiano (políticamente no se aferró a ninguna organización). Y eso, hasta cierto punto, según sus detractores, que lo acusan de agente del imperialismo, tiene sentido; el anarquismo también puede ser de derechas y el trotskismo -según los estalinistas- se alió con el fascismo. Orwell en 1936 se alistó en las filas del ejército republicano español sirviendo pocos meses, fue herido en la guerra civil, escribió "Homenaje a Cataluña". Esa experiencia se tradujo en una posterior endeble salud al regresar a Inglaterra. En Londres se ganaba el sustento con trabajos ocasionales de periodismo, profesor o librero; entre 1940-1941 prestó servicio como sargento en la Guardia Nacional de Greenwich y entre 1941 y 1943 laboró para la BBC.




Como explica Martin Sieff, Eric Arthur Blair mató su nombre y su propia identidad para convertirse en George Orwell desde 1933 (primera vez que utilizó ese seudónimo). En lo que cabe, demostró decencia, no pudo sobreponerse por lo que hizo en Birmania, El libro de Orwell "Down and Out in London and Paris" es un testimonio de lo mucho que literalmente se torturó y humilló a sí mismo al regresar de Birmania. El remordimiento y la enfermedad le acosaron el resto de su corta vida (46 años). Abandonó su estilo de vida de clase media, mutó en un idealista socialista con aspecto de vagabundo y fumador; sin dinero pasó hambre y enfermó. Se negó a sí mismo acudir a la atención médica, sufría una hemorragia efecto de la tuberculosis. Murió solo por la noche en un hospital. Es probable que Eric Arthur Blair o George Orwell pasara suicidándose lentamente debido a los crímenes que cometió para el Imperio Británico en Birmania, ¿fue una forma de expiar sus traumas? 




Durante sus últimos años trabajó en 1984  publicándose en junio de 1949, menos de un año antes de su deceso. Según Sieff, 1984 como idea de un recurso argumental ficticio no es completamente inventado, ni se se le ocurrió por azar, era un recordatorio de "una técnica de interrogatorio rutinaria utilizada por la policía colonial británica en Birmania, la actual Myanmar. Orwell nunca inventó "brillantemente" una técnica tan diabólica de tortura como recurso literario. No tenía que imaginarlo. Era empleado cotidianamente por él y sus colegas. Así fue cómo y por qué el Imperio Británico funcionó tan bien durante tanto tiempo. Sabían lo que hacían. Y lo que hicieron no fue nada agradable".

Orwell está reflejado en 1984, no es solo Winston Smith, él también es O'Brien. "A O'Brien le gusta Winston. No quiere torturarlo. Incluso lo admira. Pero lo hace porque es su deber". Tenía razón, por supuesto. ¿Cómo pudo Orwell, el gran enemigo de la tiranía, la mentira y la tortura, identificarse y comprender tan bien al torturador? Era porque él mismo lo había sido. La verdad es que Orwell nunca se perdonó a sí mismo lo que hizo como joven agente del imperio en Birmania -señala Martin Sieff-. "Su decisión literalmente suicida de ir al rincón más primitivo, frío, húmedo y pobre de la creación en una isla remota frente a Escocia para terminar 1984 en aislamiento antes de morir era consistente con los castigos despiadados que se había infligido a sí mismo toda su vida desde que salió de Birmania". (Martin Sieff: "How the British Empire Created and Killed George Orwell")


Comprendiendo "1984"


         Ilustración en serigrafía de Gillaume Morellec

Bien, sabemos a rasgos generales que la novela caracteriza un futuro distópico en que la tecnología de control social de "El Gran Hermano" y sus métodos totalitarios predomina en la sociedad. Aquí viene el morbo, seguimos cuestionándonos si el relato de Orwell es o no un presagio o predicción, una política visionada que parecería acoplarse a tiempos presentes; o, simplemente, como muchos otros analizan, se trata de una reseña de la vida de Orwell y sus experiencias como agente del orden al servicio del Imperio británico, alimentada ficticiamente con grandilocuentes escenas novelescas.  

Para gran parte de la crítica literaria 1984 refleja las preocupaciones de Orwell en una sociedad maleable, intenta abrir la capacidad reflexiva sobre la naturaleza de la autoridad y lo endeble de los postulados de los derechos humanos frente a gobiernos opresivos. ¿Por qué el Partido moldeó un estado obligando a la gente vivir bajo un brutal régimen? La propaganda y control social mediante el miedo y la guerra, es la respuesta. Caso contrario, sin que la psique humana sea alterada hasta convertirlos en mansos esclavos, en máquinas programadas, la "convivencia" sería insoportable.




 

El aterrador mundo distópico de Orwell explora el ascenso de los regímenes autoritarios, el poder gubernamental sin control, la vigilancia, el abuso de poder, la pérdida de las libertades personales, la propaganda, la manipulación de la verdad, de la realidad, del lenguaje y el pensamiento para conservar el poder fáctico. Una sociedad donde la historia se reescribe y la individualidad se suprime. Orwell  advierte esos peligros.


Luego de numerosas lecturas y apoyo de material audiovisual, es de mi sincera valoración señalar -salvo mejor juicio- que no aprecio que la sociedad descrita en 1984 pueda algún momento transformarse obligadamente en un hecho real, tangible. El propio George Orwell explicaba algo parecido tras la publicación de la novela en 1949. No obstante, el mundo moderno en que vivimos no descarta la hipotética posibilidad de que puede llegar a existir algo análogo

Ahora, ¿creemos que nuestro siglo XXI es un reflejo de la ciencia ficción de Orwell? Es algo en que difícilmente podremos estar de acuerdo. En lo personal adopto una posición ecléctica, conciliadora con quienes aprecian 1984 como una manifestación de la realidad de lo que en mi parecer es y seguirá siendo una pieza literaria de ciencia ficción. Y no me mal interpreten, la relevancia de 1984 en la sociedad moderna emerge de un previsible desarrollo de la ciencia y tecnología que forzosamente nos lleva a plantear hipótesis o hechos ya reales que asemejan al "Gran Hermano", como las dictaduras "democráticas", el control social en "beneficio" general, etc. Para algunos un sueño idealizado que debe culminar igual que la última frase de la novela: "Amaba al Gran Hermano". Hay quien se pregunta: ¿Llegará la gente del mundo real a amar al Gran Hermano? 




Se puede evitar que una sociedad distópica como la descrita en la novela de Orwell se plasme en nuestra actual realidad, para eso -sin contradecirnos- los viejos clichés de los fundamentos de la democracia y la libertad individual deben preservarse en nuestra ya vigente era digital, debiendo sacar provecho del avance tecnológico y poner a buen recaudo los derechos a la libertad individual (suena a discurso barato pero no encuentro otro sendero).

Valoremos que Orwell vivió en una época totalitaria -disfrazada de democracia-, política muy común de los imperios coloniales en que nació y afrontó su vida; y por totalitarismo me refiero tanto a la expresión extrema del capitalismo (fascismo) como a la dictadura comunista enraizada en el periodo estalinista soviético. Aún continúa siendo nada fácil comparar algunas expresiones del totalitarismo del mundo real con las retratadas en 1984. Explico, es indudable que la tecnología a través de las redes sociales se ha desviado a la vigilancia y que la Inteligencia Artificial, los sistemas de algoritmos, etc., dan la percepción de que nuestra individualidad está siendo controlada. Es un hecho que somos influenciados a través de los medios de embrutecimiento masivo, lo dudoso es que si eso solo tiene un trasfondo de control social y político, u opera también por los grandes intereses económicos que benefician exclusivamente a la élite que dirige una sociedad de consumo. Gracias a la magia de la tecnología (internet) somos monitoreados por nuestras tendencias, "observados" para ser explotados a través del consumismo. ¿Control social? En efecto, eso no tiene nada que ver -aunque se asemeje- con el mundo distópico de 1984. No cabe duda que la tecnología genera progreso a la vez que abre la puerta a nuevos métodos de control, manipulación y vigilancia.




Se dice que nuestro presente refleja la "profecía política" de Orwell, pero él jamás tuvo pretensiones proféticas, 1984 solamente se adentra en las sociedades totalitarias que ya existían. La distopía de 1984 nunca ha logrado materializarse, salvo en lo obvio del presente: super potencias (tres super estados totalitarios en Orwell), el retorno de dirigentes fuertes con ínfulas dictatoriales, los clásicos demagogos de estado, las fake news, etc., "profecías" que se han cumplido y que poco tienen que ver con una superpotencia que dejó de existir hace más de tres décadas. "Orwell estaba más preocupado por los totalitarismos y la guerra fría que por el futuro mismo". 

En la literatura o ficción literaria de antaño existen innumerables similitudes, hasta el punto de que hay quienes demostraron que 1984 no es una idea exclusiva de la mente de Orwell. H. G. Wells, Aldous Huxley (Un mundo feliz, 1932), Yevgeny Zamyatin (Nosotros, 1921) son el vivo ejemplo y existen otros; incluso se ha dicho que Orwell "plagió" a Zamyatin (lo que ponemos en tela de juicio, Orwell leyó "Nosotros", pero muy lejos está haberlo plagiado). 

Si nos remontamos a siglos atrás, las cientos de "profecías" de Nostradamus también pueden ser adaptadas a nuestro momento histórico o del pasado reciente o de una hipotética posteridad; la mente humana es una máquina de creatividad, concibe "visiones", fabula e idealiza de forma "buena" o "mala". A lo largo de la historia de la literatura universal abundan los escritos de "místicos" y "profetas", son tantos -como tantos son los "visionarios"- que, la ley de las probabilidades de ese imaginario pueden compararse "efectivamente" con eventos coetáneos. 

Suele decirse -en lo político- que los tiempos parecen confirmar la "profecía" de Orwell y que la represión política ya está aquí, con hechos que no solo reflejan el pasado del totalitarismo político (de izquierda o de derecha), el "Gran Hermano" hoy se encuentra omnipresente. Por ejemplo, la Unión Europea, luego de las últimas elecciones de junio 2024, nos recuerda la época de la Gran Depresión y el ascenso del fascismo y la dictadura estalinista (comunismo a secas). Debido a que el capitalismo y la democracia liberal están en severa crisis económico-político y social, ahora muchos "añoran" los regímenes autoritarios, como evidencia contemplamos el avance electoral de la extrema derecha europea que aspira imponer una economía centralizada como "única" alternativa de gobierno.



Repitámoslo, Orwell enfatizó que no creía que la sociedad descrita en su novela -muy poca leída en los primeros años de su aparición- sería una realidad en el futuro; salvo similitudes, no todo es es tan "obvio" en el presente. 1984 es resultado de la Guerra Fría, iniciada en la mediata posguerra, la utilización del término "estalinista" apareció entre 1947 y 1948, por lo mismo, se ha mal interpretado como una crítica de la sociedad comunista. Orwell, quizá era un marxista, pero comulgaba más con los trotskistas y en su obra denuncia el modelo de "Gran Hermano" de control, poder y privación de las libertades individuales del régimen soviético de Stalin, presumiendo los críticos que el autor "declaraba" al capitalismo como única promesa de libertad ante el autoritarismo. Orwell no intentó comparar la vida de los regímenes comunistas que estaban estableciéndose en Europa del este, ni tampoco pretendió advertir a las democracias liberales. Esos sistemas diferían y defendían ideologías contrarias y aún así Orwell tenía poca o nada de simpatía por Estados Unidos

Su narrativa era nada novedosa para la época, a saber: 

- División del mundo, en el caso de Orwell en tres superestados jerárquicos y totalitarios; las guerras sin fin por dominar el mundo; el total control de la información y la carencia de libertad personal y de expresión, nadie puede estar en desacuerdo con el estado corporativo. 

- Característico de 1984 de principio a fin es la descripción del estado de vigilancia: el "Gran Hermano" lo ve todo a través de la telepantalla, siendo presumible que Orwell no habrá visto un televisor en su vida; el gobierno, en el caso, el "Partido", tiene un líder "el Gran Hermano", que aparece por todas partes (publicidad) con las palabras: "El Gran Hermano te está observando", es la violación de la privacidad e intimidad y hasta la desexualización de la sociedad. El "Gran Hermano" de Orwell al pretender relegar lo físico y humano, implícitamente refiere al eros. 




- El Partido ejerce el control absoluto sobre todo ámbito de la sociedad, hace uso de la propaganda y vigilancia como un estado policial, por lógica controla la conducta y el pensamiento de los ciudadanos (algo que Orwell observó del nazi-fascismo y el estalinismo). Otra forma es el término "neolengua" (Newspeak), muy citado por el escritor, idioma ficticio creado por el Partido, puede comprenderse como el uso del lenguaje para fines de manipulación política.

En mi parecer tenemos dos puntos destacados por los creyentes actuales de la "profecía" de Orwell, a las que brindamos mayor atención (el tema en si da para profundizar la investigación); y, para no hacer muy extenso e inentendible este ensayo, necesariamente enfocaremos otras cuestiones en un par de artículos adicionales. Veamos.

La omnipresente vigilancia, interesante asunto en la sociedad descrita por Orwell. "El Gran Hermano te está observando". Por todas partes se encuentran telepantallas, el sistema de control del Partido. En el mundo real de la época del autor predominaba los seguimientos y la delatación (a través de soplones) del "enemigo" del estado. Las telepantallas -imaginación del escritor- no incursionaron de esa manera en nuestro tiempo, su variante se plasmó con la masificación de las cámaras de seguridad... Vale, también digamos que son para vigilarnos en el sentido que dio Orwell a sus afamadas telepantallas. Los artilugios del imaginario de 1984 no forman parte del actual estado de vigilancia, mejor dicho, en el mejor de los casos, de control social, que hoy son imperceptibles, pero al parecer omnipresentes.



"Dondequiera que vayas y hagas lo que hagas, ahora estás siendo observado" por la alta tecnología, sabemos que nuestras búsquedas en línea, hasta lo que interactuamos en las redes sociales pueden ser rastreables para fines de "seguridad" del estado. La gestión o minería de datos implica: huellas digitales, datos biométricos, sistemas de reconocimiento facial, centros de fusión, etc., que por cierto, son manejadas por las grandes corporaciones que en principio auscultan nuestras tendencias con fines comerciales, una clara violación de nuestra privacidad (el gobierno no puede hacerlo solo). Las grandes empresas tecnológicas, que en la práctica controlan al gobierno, son el "Gran Hermano", es la élite corporativa la que gobierna a la nación más poderosa de la Tierra (Estados Unidos) y que extiende sus tentáculos por todo el mundo

Sumemos a lo anterior las técnicas de predicción del comportamiento humano utilizadas ya en las áreas de defensa y en la vigilancia policial, los agentes estatales escuchan nuestros diálogos telefónicos y dan lectura a nuestros correos electrónicos, el objetivo, por "nuestra seguridad" sería detectar y detener a presuntos delincuentes antes de que puedan consumar un crimen.

Se ha dicho que nuestra información personal, en manos del gobierno, fuerzas del orden público y personas particulares que representan a las Corporaciones, es procesada por algoritmos computarizados para decidir nuestras vidas, en otras palabras, se emplean para manipular el comportamiento usando desde técnicas clásicas de publicidad comercial y propaganda política (corrección política, dicen otros) y la alta tecnología, esa manipulación obliga a consentir sus decisiones. Es lo que Orwell definió como la "Policía del Pensamiento" lista para reprimir eso, los "crímenes" de pensamiento. 

Dice Orwell en 1984: "La gente duerme plácidamente en sus camas por la noche solo porque los hombres rudos están dispuestos a hacer violencia en su nombre".




El otro importante paralelismo entre 1984 y nuestra realidad presente -salvando las distancias- es precisamente lo que deriva del sistema de vigilancia, la manipulación de la información, mejor dicho, la desinformación (fake news). “La guerra es paz”, es el lema del Partido que en la novela sirve para distorsionar la realidad. Es norma en los regímenes totalitarios o estados policiales que se imponga hasta el léxico que estará o no permitido, se vigila sus palabras y pensamientos hasta "concientizarlos" hacia un bien común, como norma los ciudadanos se censuran a sí mismos. 

Tanto en la novela como en la actualidad se controla la emanación de la información pública, se diseña noticias favorables para conservar el poder y controlar las masas. Hasta contamos con el "revisionismo" para reescribir la historia en beneficio de intereses particulares y del poder. 

"Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado". Eso que Orwell llamó el "Ministerio de la Verdad" más se asemeja al Ministerio del Reich de Ilustración Pública y Propaganda de Goebbels que manipuló hasta el lenguaje. El Partido Nazi y "el Partido" de la novela erradican la disidencia, castigan la individualidad al proclamar el espíritu del pueblo -la colectividad- transformando a las personas en simples articulaciones de un inmenso tentáculo. Haciendo justicia, el comunismo de Stalin también operó idéntico, el colectivismo, el proletariado, los trabajadores, como impulso del engaño a los sentidos.

"El Partido busca el poder por sí mismo. No nos interesa el bien de los demás; lo único que nos interesa es el poder, el poder puro. Lo que significa el poder puro lo entenderás enseguida. Nos diferenciamos de las oligarquías del pasado en que sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes e hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaron mucho a nosotros en sus métodos, pero nunca tuvieron el coraje de reconocer sus propios motivos. Fingían, tal vez incluso creían, que habían tomado el poder de mala gana y por un tiempo limitado, y que a la vuelta de la esquina había un paraíso donde los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie toma el poder con la intención de renunciar a él. El poder no es un medio; es un fin. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para instaurar la dictadura. El objeto de la persecución es la persecución. El objeto de la tortura es la tortura. El objeto del poder es el poder. Ahora comienzas a entenderme". (George Orwell, 1984).



Otros datos esenciales de la vida de George Orwell

A groso modo hemos repasado 1984, la distópica obra de Orwell. Debemos conocer algo más sobre su vida; tenemos muchas historias, para todos los gustos. Expresamos que este análisis es ecléctico, no obstante puede errar al no ser una crítica profesional. Por lo mismo, es interesante apreciar otras alusiones de los detractores de Orwell, luego de revisar datos biográficos del escritor (en idioma inglés, donde se hallan las mejores referencias) me decanto por uno en la lengua de Cervantes.

Críticos de George Orwell han señalado que entre cierta documentación desclasificada por el Foreign Office se encontraron 125 delaciones de Orwell contra intelectuales y artistas "testaferros del comunismo o simpatizantes", ¿Los denunció realmente? En la lista constan nombres conocidos y no tan conocidos: Tom Driberg, Paul Robenson, Kingsley Martin, Malcolm Nurse, John Steinbeck, Charles Chaplin, J.B. Priestley, Bernard Shaw, Orson Welles, E.H. Carr, etc. Para ese fin habría utilizado sus conocimientos de ex policía colonial. 

El periodista español Manuel Medina recoge la hipótesis de que: "George Orwell fue una pura creación de la CIA, independientemente de la opinión que se tenga acerca de la calidad literaria de su obra. La Agencia Central de Inteligencia estadounidense no escatimó un dólar a la hora de invertir fondos para promocionar su obra", valoraron el "efecto devastador que el mensaje de un supuesto representante de los valores de la izquierda podía tener sobre amplios sectores de la opinión". Dice que Orwell no tuvo escrúpulos en convertirse en uno de los protagonistas de su propia obra 1984 denunciando a esos intelectuales a los servicios de inteligencia británicos. Afirma que Orwell sucumbió a la seducción del éxito fácil y la transmisión de un mensaje construido por los diseñadores de la Guerra Fría




En su sugestivo artículo, Manuel Medina afirma que la CIA convirtió a Orwell en un renombrado autor de postguerra debido a su conocida "Rebelión en la granja" (1945) que viene siendo una sátira de la Revolución rusa, cuyos protagonistas son los animales de una hacienda rural. Para 1946, los servicios de inteligencia estadounidenses habrían convertido su novela en un best seller (La CIA no vería luz hasta 1947). A decir de Medina, "la CIA disponía entonces de una influencia decisiva en los medios de comunicación para convertir lo mediocre en excelente" y que la CIA financió en Hollywood la versión cinematográfica de "Rebelión en la granja" con un guion asesorado por el Consejo de Estrategia Psicológica de la CIA, el film fue un éxito publicitario. (Sobre el tema de propaganda occidental durante la Guerra Fría ver mi articulo "La Guerra Fría en los carteles de Occidente").

A pesar de enfermar gravemente desde 1929 Orwell siguió escribiendo. 1984 apareció meses antes de su deceso (1949), abordando temáticas políticas que nos deriva al anticomunismo (fascismo), al estalinismo y a la sociedad capitalista de consumo (sin mencionarlas por sus nombres). La tónica del artículo de Medina señala que es intrascendente el tipo de sociedad descrito en 1984, lo que importa, dice, es que el libro fue maravilloso para la CIA y su lucha ideológica en Europa, a través del "Gran Hermano" aterró a millones de personas, al tiempo que se transformaba en delator de los intelectuales de izquierda. "Un alcahuete al servicio del imperialismo", describe Manuel Medina a Orwell. El tipo de sociedad siniestra de la novela es la que realmente pretendió defender, muy parecida a la que nos está tocando vivir en el presente. "Toda la panoplia orweliana de "policías del pensamiento", "semanas del odio", "nopersonas" y esa "neolengua" que se empequeñece en lugar de agrandarse, halla su réplica en la estampa que nos está ofreciendo la sociedad actual", concluye Medina. (George Orwell: Breve biografía de un alcahuete al servicio de la CIA).



Varios críticos contradicen al autor que se opuso al omnipresente poder del Estado, sea cual fuere su ideología. En lo que parecería obvio, es difícil etiquetar a George Orwell políticamente, a él mismo le costaba definirse, a pesar de caminar del lado de la izquierda, sus experiencias anarquistas en Cataluña (guerra civil) le llevaron a denunciar el comunismo soviético. Muchos de sus coetáneos de la izquierda le tildaron de traidor. 

¿Puede haber sido esa desilusión el origen de sus más famosas novelas distópicas? ¿Sufría sinceramente el trauma de sus experiencias de juventud en Birmania? No lo sabremos nunca, pero, ¿qué hubiese opinado Orwell sobre el hecho de que sus grandes obras distópicas contra el totalitarismo se transformarían en biblias para los conservadores?

Al parecer el mundo de Orwell estaba dividido entre quienes buscaban y apreciaban la libertad y quienes buscaban anularla, lo dijo de forma concisa a Malcolm Muggeridge (carta de diciembre de 1948): "Creo sinceramente que estás equivocado. La verdadera división no es entre conservadores y revolucionarios, sino entre autoritarios y 'libertarios'. "


*****

Continuaremos en una próxima entrada con más explicaciones del libro, personajes, terminología y opiniones del autor.


Fuentes de consulta:

How the British Empire Created and Killed George Orwell

The Omnipresent Surveillance State: Orwell’s 1984 Is No Longer Fiction

The enigma of George Orwell

The Prophecy of Orwell’s 1984. Totalitarian Control and the Entertainment Culture that Takes Over

George Orwell: Breve biografía de un alcahuete al servicio de la CIA

The self-fashioning of George Orwell

¿Quién tenía razón? | 1984 vs. Un Mundo Feliz | Orwell vs. Huxley

Más otras referencias de la prensa

30 diciembre 2023

¿Puede escribirse una historia alternativa ignorando la guerra?



 

Una interesante recopilación y resumen de artículos por el editor del blog para quienes gustan del género literario de la HISTORIA ALTERNATIVA, una buena manera de despedir este año 2023. Felicidades!


I

Aclarando conceptos

La ficción especulativa, ucronía, historia alternativa o contrafactual, como queramos llamarla no pertenece solo a la literatura de guerra, una expresión inagotable también la encontramos en el arte. Los temas de ucronía son muy populares en el mundo anglosajón con sus conocidos What if... (y si...). Los autores de ficción literaria gustan mucho cambiar la historia y también ciertos historiadores utilizan la ucronía para demostrar ciertas tesis.

El género literario de la ficción especulativa y temas de ucronía abarca lo que denominamos historia alternativa -generalmente ostensible en novelas históricas- cuya trama "transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad; por ejemplo, los vencidos de determinada guerra serían los vencedores". 

A pesar de escucharse y conocerse términos como utopía (significa en "ningún lugar"); la distopía (viene a significar "mal lugar"); la ucronía (etimológicamente quiere decir "en ningún tiempo"), no son fáciles de explicar sobre todo si lo aplicamos a diversos campos, suele resultar algo complejo cuando se hallan presentes en el género literario y artístico. Las siguientes líneas corresponden a citas concretas tomadas de la Wikipedia para aclarar los conceptos. 

La Ucronía es la reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos (RAE). Fusiona dos géneros literarios, la novela histórica con la ciencia ficción, especula sobre realidades alternativas ficticias, en las cuales los hechos se han desarrollado de diferente forma de como los conocemos. Esa línea histórica se desarrolla a partir de un evento histórico extensamente conocido, significativo o relevante, en el ámbito universal o regional. Ese momento o acontecimiento común que separa a la realidad histórica conocida de la realidad ucrónica se llama punto Jonbar o punto de divergencia.  

Distopía también conocida como anti-utopía. Es una "utopía negativa" donde la realidad transcurre en términos antitécnicos a los de una sociedad ideal, representando una sociedad hipotética indeseable en sí misma, suele representarse en novelas, ensayos, comics, películas, serie televisivas, video juegos. La ucronía viene a ser un subgénero de la distopía.

Tenemos el steampunk que, en sus inicios, fue un subgénero literario nacido dentro de la ciencia ficción especulativa que surgió durante la década de 1980 de la mano de escritores conocidos por sus trabajos ciberpunk.​ A día de hoy, este subgénero ha madurado hasta convertirse en un movimiento artístico y sociocultural, no tan solo literario, describe algunas de las obras de autores como K.W. Jeter, Tim Powers y James Blaylock. Las obras de temática steampunk a menudo muestran tecnologías anacrónicas o invenciones futuristas imaginadas por los visionarios de su época (ciencia ficción, fantasía), todas ellas vistas desde la perspectiva victoriana en la cultura, el arte, la moda e incluso la arquitectura, como máquinas impulsadas por vapor, mecanismos de relojería y otra maquinaria industrial y eléctrica. El steampunk es una combinación de la tecnología y la estética de la era industrial impulsadas por vapor con la tecnología y los ideales modernos y futuristas

El steampunk se inspiró principalmente en los trabajos de H. G. Wells y Julio Verne y del imaginario encontrado en sus obras,​ por lo que, al igual que el dieselpunk, este subgénero se puede englobar dentro del movimiento retrofuturista, el género de las ucronías y la ficción especulativa, pero su tendencia a incorporar elementos fantásticos y el carácter más desenfadado y utópico de sus tramas lo alejan tanto del dieselpunk como del cyberpunk.


Ilustración publicada en el sitio web "All About Steampunk" (ver notas a píe de página)



El Dieselpunk se conoce con este término a la subcultura y al movimiento artístico y literario que combina las diferentes estéticas comprendidas entre 1920 y 1950, con aquellas encontradas en nuestro presente. El término hace mención a la llamada “Era diésel”, un periodo coloreado, entre otros, por el Art Déco, los héroes pulp, el jazz, la música swing, y los amorales detectives encontrados en la ficción negra. El dieselpunk busca crear algo nuevo, impredecible y diferente del resultado de combinar el espíritu de una era pasada con las modernas tecnologías y la actitud de hoy en día.

Al igual que el subgénero hermano steampunk, el dieselpunk forma parte de la corriente retrofuturista, y habitualmente sus tramas se pueden englobar dentro del género de las ucronías y la ficción especulativa, aunque no es extraño asociarlo también al cyberpunk debido a sus tramas de carácter distópico. 

El cyberpunk es un subgénero de la ciencia ficción, conocido por reflejar visiones distópicas del futuro en las cuales se combinan la tecnología avanzada con un bajo nivel de vida. Originalmente el término cyberpunk fue utilizado para referirse al movimiento literario encabezado por Bruce Sterling, William Gibson y John Shirley que surgió durante la década de 1980 en el seno de la literatura de ciencia ficción. El cyberpunk recibe su nombre de la adjunción del prefijo ciber- (relacionado con redes informáticas)​ al vocablo punk (en referencia a su carácter rebelde). En él, la ciencia (y sobre todo la informática y la cibernética) suele generar o interaccionar con algún tipo de cambio de paradigma social o cultural.

Respecto al dieselpunk, vale la pena profundizarlo. Nuestro conocido sitio "Never Was magazine", editado por Nick Ottens, publicó hace un par de años un artículo de Christopher Smith sobre las más recientes expresiones de la estética dieselpunk pudiendo emplear escenarios notablemente imaginativos y evocadores del clásico "qué pasaría si..." de la historia alternativa. Smith lo tituló: "Re-punking Dieselpunk", cuyo subtítulo reza: "El dieselpunk debe ser antibrutalista, antifascista, antiindustrial y antimilitarista". Un resumen textual a continuación.

Los géneros "punk" de la historia alternativa pueden reivindicar posturas tanto estéticas como políticas. "Steam" (vapor), "diesel" (diésel) y "atomic" (atómico) suelen sugerir un aspecto histórico; el sufijo "punk" hace referencia a la postura histórica de esa estética frente al poder, es decir, a sus intenciones políticas (steampunk, dieselpunk, etc.)

Todos los movimientos artísticos están arraigados en la cultura y el contexto de su tiempo. Cuando los artistas olvidan esto, se vuelven privilegiados, preciosos, ahistóricos, apropiados y/o culturalmente a la deriva. Como historiador -señala Smith-, no le interesa ni le convence una estética que reniegue de lo político. Por el contrario, dice que cualquier arte de cara al público, especialmente un arte situado dentro del largo siglo XX, es inherentemente (aunque implícitamente) político, o deliberadamente ciego o hipócrita.

"Soy un veterano de la revolución punk de finales de la década de 1970. Para mí, "punk" significa ocupar lo subalterno, hacer retroceder lo dominante, hackear las normas y contrarrestar las presunciones estéticas y, lo que es más importante, cuestionar o subvertir la política cultural y los derechos de los que surgen esas presunciones. Es criticar y/o subvertir la cultura dominante de esos períodos, el punk-rock original hizo eso y lo hizo el cyberpunk original: le dieron la vuelta a la estética dominante del glam-rock de la década de 1970 y la ciencia ficción utópica de la década de 1950". 

Pero, desafortunadamente, los géneros punk no manifiestan, al menos entre la mayoría de los consumidores, una fuerte capacidad de autoexamen y algunos teóricos del steampunk han criticado útilmente la tendencia del steampunk hacia el exotismo y el orientalismo. También la producción creativa del dieselpunk tiende hacia una fascinación por la estética fascista y conspirativa: guerras coloniales, criptozoología, mechs, tanques, trincheras, etc. Este fetiche por lo autoritario me parece curioso, y definitivamente contrario a la política punk. El cosplay steampunk, al menos a nivel superficial, replica los prejuicios y privilegios de la época victoriana. El atractivo y las trampas del steampunk van desde lo encantador, exótico e inventivo, hasta lo apropiado, orientalista, postural, preciosista y racista. El atractivo y las trampas del dieselpunk pueden ir desde lo constructivo, lo valiente, lo patriótico, lo proletario, hasta lo brutalista, el historicista y el protofascista.


LLegada a la utopia, de Alexey Lipatov

Entonces, ¿cómo debería ser una política dieselpunk re-punk? Si el "diesel" como estética es industrial, de montaje, mecanicista, futurista-utopianista, proto-fascista, entonces tal vez el "diesel-punk" pueda leerse como opositor, subversivo, subalterno, proletariado, a contrapelo, resistiendo al autoritarismo.

¿Cuáles podrían ser versiones menos monolíticas y menos militaristas de la política dieselpunk apropiada para la época (alrededor de 1914-45)? Si el brutalismo, el fascismo, la consolidación industrial y el militarismo eran las tendencias dominantes (y represivas) de la época, ¿no buscaría subvertirlas una postura de oposición clásicamente "punk"? Una teoría política dieselpunk más autocrítica sería, por tanto, antibrutalista, antifascista, antiindustrial y antimilitarista; se centraría en la democracia participativa (sindical, descentralizada y anarcosindicalista), en la propiedad colectiva, en el orgullo por el trabajo, en la organicidad y la sostenibilidad, y en la construcción de la paz radical. Por ejemplo, la Primera Guerra Mundial fue inmensamente influyente y militante, especialmente en los conflictos por la libertad de expresión y el trabajo justo, entre 1905 y 1919.


Detalle de los murales de la industria de Detroit de 1932-33 por Diego Rivera (Instituto de Artes de Detroit)


El internacionalismo antifascista fue el espíritu central del bando republicano en la Guerra Civil Española (1936-39), que atrajo a aliados y combatientes de los movimientos obreros de todo el mundo, y enfrentó a las tropas coloniales que luchaban contra ellos en el bando nacionalista. "Dieselpunk", de hecho.

Nota del editor: Un interesante comentario al artículo de Christopher Smith razona que "Hoy en día, ser "punk" sería rechazar los puntos de vista izquierdistas dominantes. En lo que respecta al comunismo, todos los países que han tenido un gobierno comunista o socialista han sido autoritarios y represivos. El comunismo no se malinterpreta ni se aplica mal. Claramente, la teoría del comunismo, cuando se aplica al mundo real, es autoritaria. El punk rechazaría el comunismo". Sin embargo del reflexivo y hasta cierto punto acertado comentario, no olvidemos que estamos tratando un tema del imaginario, ficción, historia alternativa, donde opera la utopía, la literatura utópica sueña con cosas fantásticas!


II

Glorificando el fascismo en la historia alternativa


Póster de The Man in the High Castle (Amazon)


Monroe Templeton en "The Borders of Genre: The Glorification of Fascism within Alternate History" (Las fronteras del género: la glorificación del fascismo dentro de la historia alternativa), publicado por "Sea Lion Press", opina que las historias alternativas sobre la victoria nazi glorifican invariablemente el nazismo, sean cuales sean las intenciones del creador.

En una entrevista de 1973 con Gene Siskel del Chicago Tribune, el teórico y director de cine francés François Truffaut declaró, hasta la modesta infamia, que "algunas películas afirman ser antibélicas, pero no creo que haya visto realmente una película antibelicista. Todas las películas sobre la guerra terminan siendo pro-guerra". Los argumentos del autor son revisados en el siguiente resumen textual.

La historia alternativa es un género con un problema de imagen que destaca con éxito financiero en programas de televisión. Cuando le preguntas a la persona promedio qué es exactamente la historia alternativa, no escucharás hablar de "For All Mankind" (de Apple TV) o incluso la antología inter-continuidad de Marvel "What If?". En cambio, todos los historiadores alternativos han escuchado esas temidas palabras: "Oh, ¿quieres decir qué pasaría si los nazis ganaran?" Por mucho que nos avergoncemos ante esta pregunta, ponemos una sonrisa de rictus y pretendemos explicar tales asociaciones con el fascismo, es innegable que hay un problema

Por ejemplo, en Twitter (actual X) la corresponsal de MSNBC, Katleyn Burns, tuiteó: "La historia alternativa siempre es como "¿qué pasaría si ganara la Confederación?" O "¿y si los nazis hubieran ganado?" Y nunca "¿qué pasaría si todos los esclavos del Sur hubieran asesinado a todos los dueños de esclavos?"

Matt Mitrovich de The Alternate Historian respondió: "Me frustra ver el mismo tuit: "¿Por qué la historia alternativa es solo sobre la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil Estadounidense? ¿Por qué no sobre ¿qué pasaría si...? (inserte su personaje favorito). Mientras tanto, aparentemente nunca se les ocurrió buscarlo en Google y encontrar las docenas de historias que la gente ha escrito".

Al igual que cuando nos enfrentamos a esa pregunta en la vida real, cuando la enfrentamos en línea, es fácil tratar de explicar el problema o incluso negar que exista, pero debemos tratar de averiguar por qué tanta gente tiene esta visión negativa de nuestro género.

La respuesta es que no todas las ficciones de un género son iguales, en términos de visibilidad y, por lo tanto, de influencia. Numéricamente, por supuesto, puede haber más historias alternativas que no sean sobre esvásticas sobre Whitehall o botas en Times Square, pero lo que las respuestas a este número a menudo no reconocen, o más bien no quieren reconocer, es que siempre es el mismo tuit, porque así es como se ve este género: como obsesionado con la victoria del nazismo y el poder esclavista secesionista. Por mucho que a mí, personalmente, me gustaría que la gente se imaginara a Ed Baldwin saltando en la Luna con su traje espacial cuando menciono el género, no lo ven. Ven a John Smith con su uniforme de gala de las SS bien confeccionado, envuelto en la esvástica.




Una de las narraciones de historia alternativa más populares de los últimos tiempos fue la adaptación de Amazon de "The Man in the High Castle" que retrata el mundo de una victoria sobrealimentada del Eje y en la que Estados Unidos se divide entre un estado nazi en su costa este y un protectorado japonés en el oeste. El éxito de la serie catapultó la historia alternativa a la respetabilidad de la corriente principal. Sin ella, es muy posible que no tengamos series como For All Mankind, o adaptaciones de The Plot Against America, The Handmaid's Tale y Bridgerton, ni el actual frenesí de interés por el género.




Sin embargo, High Castle es también una obra profundamente irresponsable, que glorifica a los regímenes conquistadores. No se trata de una crítica nueva, hay que decirlo, muchos han condenado a todo pulmón el programa por convertirse en un "kitsch nazi con mucha trama". El director y productor Daniel Percival ("The Man in the High Castle") habló de sufrir ansiedad por atraer a los fanáticos de la extrema derecha en 2017 debido a la iconografía del programa, pero justificó la producción como una forma de reflejar las ansiedades en torno al resurgimiento del fascismo en nuestra política contemporánea. El medio Salon, (edición del 15 de noviembre de 2019) publicó el reportaje de Melanie Mcfarland: "Finalmente, la fantasía fascista de ´The Man in the High Castle´ termina en medio de la aleccionadora realidad de Estados Unidos". A medida que termina la historia alternativa triunfante de los nazis de Amazon, no necesitamos un recordatorio de lo lejos que podría estar Estados Unidos (haciendo referencia al presidente Trump).

Cualquier buena obra de ficción especulativa es reflexiva, de esa manera, 1984 reflejó las ansiedades de George Orwell por la Inglaterra de la posguerra con la imaginada Airstrip One. Por lo tanto, no es terriblemente sorprendente que Percival considerara High Castle como una vía para discutir sus temores al neofascismo trumpista (NdelE: temores totalmente infundados respecto a Trump)

Cuando usamos regímenes de la vida real para hacer esto, sucede algo importante. Para que High Castle funcione, primero debemos aceptar que la Alemania nazi y el Japón imperial podrían haber tenido éxito, en tiempo pasado. Desde el punto de vista narrativo, deben ser empoderados para la victoria. Como escritores, debemos revisar la historia, a menudo a lo largo de líneas negacionistas, para permitir que ocurra tal victoria. Proclamamos que si las cosas hubieran ido por otro camino, el fascismo podría haber triunfado como alternativa legítima a la democracia. Y al permitir que las potencias del Eje o la Confederación o quien sea tengan sus victorias, nos envilecemos moralmente, ya que validamos las visiones del mundo real de aquellos que metieron a millones de seres humanos en hornos. Y ese es el maldito problema.

High Castle mantiene la mitología en torno al Reich. Tanto en la serie como en los libros, se nos presenta a la Alemania nazi como un régimen hipereficiente empoderado hasta el punto de la colonización venusina. Si bien hay un absurdo obvio en la gran extensión de la Alemania nazi (y el Japón imperial), uno que se comenta directamente con la historia alternativa en el texto The Grasshopper Lies Heavy, que representa a un Imperio Británico sobrealimentado en una posición similar (tenga en cuenta que esto es específico de la novela).

La representación de los japoneses es, por supuesto, orientalista. El régimen que en nuestro mundo libró una guerra racial genocida en China rinde culto al I-Ching, con inescrutables funcionarios de comercio que practican wabi (lejos del alcance de nuestros puntos de vista blancos en la costa del Pacífico, naturalmente) que buscan la validación cultural a través de la "autenticidad" de la cultura estadounidense. Pero al igual que la Alemania nazi, se presenta a Japón como lo suficientemente poderoso como para haber conquistado los Estados Unidos del Pacífico. La idea de la Esfera de Coprosperidad, poco más que el objetivo de Japón de dominar Asia Oriental y el Pacífico bajo la creencia de superioridad racial sobre los grupos étnicos de la región, se ennoblece en su victoria, que nos muestra cómo podría haber ganado un etnoimperialismo tan dramáticamente fracasado.


El actor Rufus Sewell en el papel del Obergruppenführer John Smith en la serie "The Man in the High Castle"

Dentro de la serie, este sentido de glorificación se ve exacerbado a una escala nunca antes vista por la representación del Obergruppenführer John Smith, un personaje único en la serie y notablemente el más desarrollado. Interpretado por el profundamente carismático Rufus Sewell, es el protagonista de la intriga política dentro de la jerarquía nazi, algo en gran parte inédito en la novela, ascendiendo y ascendiendo hasta ser el Reichsführer de Norteamérica. La serie se preocupa profundamente para que entendamos a Smith, sus motivaciones y objetivos, animarle en sus éxitos, como acabar con el führer Heinrich Himmler o burlar a otros colaboracionistas, como J. Edgar Hoover, y verlo ascender, ascender y ascender. Lo aplaudimos en sus victorias, lloramos por él en sus derrotas, nos maravillamos con él mientras atraviesa la superposición cuántica y entra en otros mundos, y una vez que terminamos, nos alegramos por la catarsis de su suicidio. Cuando pienso en Smith, pienso en lo que David Chase dijo de su prestigioso antihéroe televisivo, Tony Soprano:

"(El público) lo había visto alegremente robar, matar, saquear, mentir y engañar. Lo habían animado. Y entonces, de repente, querían verlo castigado por todo eso. Querían "justicia". Querían ver sus sesos salpicados en la pared. Pensé que eso era repugnante, francamente. Lo patético, para mí, era lo mucho que querían su sangre, después de haberlo animado durante ocho años".

Mientras que Los Soprano se vuelve negra y nos obliga a mirarnos a nosotros mismos en la pantalla de espejos de nuestros televisores y contemplar nuestra hambre de violencia, High Castle concede una catarsis de justicia percibida por los eventos que animó a la audiencia a animar, una salida emocional e intelectual durante cuatro años de sintonización cada semana para ver qué haría el estadounidense Adolf a continuación. Al público se le permite admirar a Smith con la condición de que su caída sea espectacular y violenta. Pero, ¿dónde nos deja eso cuando se nos permite admirar a un nazi?

Debo subrayar que no creo que Philip K. Dick simpatizara con estos regímenes, como tampoco lo son Percival y sus guionistas en la serie. Pero estas cuestiones de simpatía son irrelevantes, porque ¿qué nos dicen sus versiones de High Castle? Que la Alemania nazi y el Japón imperial podrían haber triunfado sobre la democracia y que el Reich habría construido trenes bala y volado Concords y colonizado nuestro Sistema Solar a principios de la década de 1960, etcétera. El espectador medio se aparta de estas interpretaciones, incluso cuando descuenta los elementos más fantásticos, bajo la impresión de que hay "eficiencia" en el fascismo, de que los trenes circulan a tiempo. Entonces, ¿es de extrañar que aquellos con una pizca de pensamiento crítico reconozcan esto como glorificación? ¿Es de extrañar que los neonazis se deleiten en este mundo, o que una persona normal pueda incluso alejarse con una visión distorsionada, incluso positiva, del Reich y el Japón imperial debido a la ficción de la serie?

Y cuando observamos otras narrativas de victoria nazi que están a la vanguardia de la integración de la historia alternativa, ¿qué vemos? Un mundo similar de maravillas tecnológicas en la franquicia Wolfenstein con una banda sonora pegadiza de versiones en alemán y un Londres envuelto en esvásticas en SS-GB como telón de fondo de un thriller detectivesco.

Del mismo modo que Truffaut consideraba que todas las películas antibélicas acaban siendo probélicas, debemos lidiar con la posibilidad de que las obras de victoria nazi glorifiquen invariablemente el nazismo, incluso si la intención de los guionistas era otra. "Retratar es ennoblecer", y en una época de fascismo resurgente, es nuestro deber como hijos de la democracia ser cautelosos ante cualquier ennoblecimiento de este tipo.


Wolfenstein: El arte del Nuevo Orden


Escena del thriller detectivesco "SS-GB" 

¿Hay alguna alternativa? Claro. Hay innumerables novelas de historia alternativa que no son victorias nazis. El alejamiento de la victoria nazi es el movimiento del futuro, y a medida que la historia alternativa continúe en la corriente principal, es casi seguro que veremos más y más ejemplos que tal vez redefinan la percepción popular. Eso terminará con la incómoda pregunta "oh, ¿qué pasaría si los nazis ganaran?" Quién sabe, tal vez pregunten "oh, ¿quieres decir qué, y si Harold Wilson fuera un espía?"


III

¿Se puede escribir un tema histórico ignorando la guerra? 


Charlie Chaplin en el film "Tiempos Modernos" (1936)

"Can you write an historical story ignoring War?" se pregunta Gary Oswald en un artículo publicado en la arriba citada página web británica de historia alternativa "See Lion Press". Oswald lo subtitula como "una anécdota deliberada del enfoque militar en la historia alternativa". 

Señala el autor que "no es exactamente perspicaz decir que la ficción histórica, incluida la historia alternativa, está obsesionada con la guerra, y hay buenas razones para ello". La guerra es común, ser capaz de vivir toda una vida sin experimentar directamente el combate es un privilegio que la mayoría de la humanidad no tuvo, y las naciones y los ideales increíblemente dramáticos pueden caer y levantarse en función de un solo disparo. 

Pero cada género necesita variedad. Si todas las historias alternativas son historias de guerra, entonces el género puede aparecer como dijo Arturo Serrano, como de interés solo para los jugadores de guerra... con poco interés en las culturas y sociedades que las guerras defendieron, formaron y destruyeron. ..."¿Qué ha perdido la historia alternativa al centrarse en la ficción militar en su lugar?. Si el argumento es que un enfoque en la guerra ciega a los escritores del drama que pueden obtener en otros lugares, es interesante hasta qué punto la guerra todavía proporciona lo que está en juego...". Hay historias que son puramente de tiempos de paz, por supuesto

El libro "Paz alternativa" (antología), de 2019, de Steven H. Silver, podría responder a esa pregunta. La antología trata explícitamente sobre una sociedad cívica pacífica, demostrando que no se necesita la guerra para hacerla interesante. Sin embargo, "el fantasma de la guerra todavía se cierne sobre muchas de estas historias, que a menudo tratan sobre política, ciencia y espionaje y, por lo tanto, tratan sobre las consecuencias de guerras anteriores y los temores de otras nuevas". 

Como ejemplo Oswald cita a Steven Leigh en su versión del "Alzamiento de Pascua" describiéndolo como es un homenaje hermoso al poder de la protesta pacífica, a pesar de estar ambientada en 1916, el tema es "tratar de evitar la violencia de la independencia irlandesa en un mundo ya horrorizado por la brutalidad de la Primera Guerra Mundial". Esta y otras obras "puede que no sean historias militares, pero no dejan de ser historias sobre guerras y dicen mucho sobre el conflicto sin retratarlo nunca directamente, en la forma en que evitar que la violencia motive a los personajes, sobre todo a los que la han vivido en otros lugares". 

Otro ejemplo del citado escritor es el autor C.W. Briar con una "vívida historia de terror ambientada en Londres sobre la opresión de los campesinos de clase baja que conduce a una revolución violenta, aunque apasionante, no es una historia de guerra por tecnicismo. La violencia está en su mayoría fuera de la pantalla, pero el peligro siempre presente y la posibilidad de que la muerte impulse los lazos emocionales entre los personajes principales es un ritmo clásico de la historia de guerra. Es solo aquí que los enemigos son la clase alta y no otro país".

Este tipo de novelas es una clara ruptura con las historias estándar de la historia alternativa, un enfoque diferente en esas historias que "cambian el punto de vista en lugar del tema. Son divertidos, sin duda, pero no esperen nada demasiado original. El mundo fuera de los EE.UU. y el Reino Unido recibe poca atención...". La antología de Steven H. Silver cubre los viejos estándares de la historia alternativa en lugar de algo innovador. Eso está bien en sí mismo, en términos de la calidad, parece grosero exigir originalidad además de calidad.

"Pero si el argumento es que esto es lo que el género obtendría si se centrara menos en la guerra, como se discute, entonces no estoy del todo convencido de que sea una diferencia significativa". 

Por otra parte, comenta Oswald, sigue habiendo "incomodidad al escribir ficción sobre la vida interior y las relaciones románticas de personas vivas que teóricamente podrían leerla, es quizás la razón por la que la ficción centrada en la actualidad tiende a preferir el panorama general... Las historias sobre negociaciones de paz, sobre la carrera espacial, sobre política, sobre revoluciones y sobre espionaje están relativamente dentro de la corriente principal, esto no es contar de repente historias sobre la creación de la lavadora o la revolución sexual". Respecto a la política se puede escribir algo inteligente respecto a las mismas políticas de nuestra línea de tiempo si fueran adoptadas por diferentes personalidades obteniendo diferentes reacciones, "pero las políticas no se mencionan, es la maldición de toda la historia política alternativa". 

"Es difícil evitar la idea de que los mismos escritores van a escribir historias similares independientemente del tema. Un escritor de ficción militar que escribe para una antología que pide historias sobre la paz no se va a convertir en Jane Austen o Kim Stanley Robinson, solo va a escribir sobre el espionaje o la carrera espacial o una revolución y seguir explorando los mismos temas de vínculos formados por el peligro, la valentía y las situaciones de vida o muerte. Y a juzgar por esta antología (de Silver), muchos de ellos van a seguir hablando de guerras. 

La impresión que tengo de la medida en que la amenaza de una guerra es la tensión en la que se construyen las historias es que estos escritores ven la paz no como un período en el que las sociedades cambian y se desarrollan de maneras interesantes en sí mismas, sino simplemente como una que está ausente de los cambios provocados por la guerra", concluye Gary Oswald.

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Fuentes de consulta:

Re-punking Dieselpunk

The Borders of Genre: The Glorification of Fascism Within Alternate History

Can you write an historical story ignoring War?

Steampunk vs Diéselpunk

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