Introducción por el editor del blog
El siguiente artículo es un caso polémico ya que sin adentrarse en la problemática de un vasto tema el autor toca la historia, religión, política y filosofía. La lectura del ensayo principal destapa verdades y desmitifica algunos conceptos preconcebidos. Ante todo no debe existir razón alguna para especular que se intenta ahondar en un mal llamado "antisemitismo", el mero hecho de que la mayoría de la población israelí de confesión judía (que por supuesto respeta las creencias y costumbres) son gente secular que no está ligada a la utilización política de las citas bíblicas por parte de un reducido clan del poder político del actual gobierno de Israel. Recuerden: A pesar de que existe un "estado judío", la mayoría de su población es laica.
Sigue siendo inmejorable para los políticos populistas utilizar demagógicamente el arma política combinada con el fenómeno religioso para manipular a las masas sedientas de sentido, y suelen ser los políticos estadounidenses los verdaderos expertos en ello con lo cual justifican su accionar porque se declaran -junto a otro estado- el "pueblo elegido", sin necesidad de profesar esa fe, es lo que denominamos el judeo-cristianismo o políticamente el sionismo cristiano. Como siempre, la mano del imperialismo anglo-americano seguirá presente como estuvo ayer en la creación del "estado judío".
Observamos que un calculado posicionamiento religioso de muchos políticos no siempre se debe a posturas personales, conocidos líderes mundiales aprovechan la fe religiosa de sus pueblos para sacar provecho en sus políticas de estado. Mientras no se llegue a mezclar política con misticismo o mesianismo fundamentalista se puede tolerar esas "libertades" religiosas. Siempre debemos tener en cuenta que -generalmente- las creencias en una fe suele venir acompañada de una embestida contra el conocimiento.
Un ejemplo, dentro del ámbito del grotesco espectáculo de la política mundial ha causado "sensación" el reciente posicionamiento del político argentino Javier Milei, en su gira internacional visitó tanto el centro del judaísmo como el centro del catolicismo, no tuvo problemas en practicar ambos ritos por igual. Milei oró junto a rabinos en Israel y en el Vaticano con el Papa. Como buen "creyente" aseguró que es "católico pero casi practicante del judaísmo y que necesita tiempo para estudiar la Torá".
Cabe preguntarse, para ser objetivos, si el mundo cristiano ha sido engañado o no deliberadamente durante siglos, parece ser que gusta mucho de las guerras y la "justicia" por propia mano que predica el judaísmo, y se ha olvidado de aquel personaje que habría revelado otras cosas (Cristo).
Tema complejo, demasiado diríamos. Técnicamente el sistema religioso (cualquiera sea la Fe) ha sido "corrupto y deplorablemente silencioso". Supuestamente el cristianismo debería estar en oposición al judaísmo del Antiguo Testamento. Pero los "sabios" cristianos (los padres fundadores de la iglesia, que en su mayoría fueron judíos) decidieron o fueron tentados a heredar fragmentos del viejo sistema y crear un híbrido que ha dirigido el tremendo embrollo de siglos de nuestra civilización. Hay quienes se aprovechan de mantener vigente el "ojo por ojo", sin el cual sería demasiado difícil obtener grandes beneficios de las guerras.
Hipocresías a un lado, es obvio que Milei busca en la Iglesia católica una forma de influir en la psiquis del pueblo argentino ante un probable levantamiento social, necesita atar cabos con el Papa y la Iglesia como medio de convencer a los sectores populares para que lo apoyen en estos tiempos de crisis. Con los israelíes su coqueteo es aún más complejo, declaró su apoyó al gobierno de Netanyahu contra los palestinos y dejó dicho que la embajada de Argentina se trasladará a Jerusalén. La importancia de esa jugada de Milei radica en el hecho de que Argentina conserva una de las colectividades judías más grandes del mundo (la más grande de Hispanoamérica) y que necesita su apoyo para lo que puede venir con sus impopulares medidas. En su plan de "salvación" quiere interponer "la Palabra" de un sector que afirma ser "el pueblo de Dios" pero que ha crucificando al "Hijo de Dios".
El polémico investigador francés y autor de varios libros, Laurent Guyénot, tiene el mérito del siguiente ensayo publicado originalmente en el portal "The UNZ Review": "The Biblical Lens and the Nietzschean Light" (recuerdo que hemos compartido algunas de sus investigaciones, sobre todo en el mes de noviembre de 2023 con el caso del magnicidio de JFK). En defensa del autor ante la crítica es válido precisar que es físicamente imposible abordar la "totalidad" de cuestiones históricas, religiosas y político-filosóficas en un solo artículo (esto solo puede desarrollarse con soltura en un libro de investigación), es lógico que nos quedaremos cortos y que necesitaremos más que "un montón de cabos sueltos".
No obstante, viene siendo una explicación coherente del surgimiento del sionismo; la explicación del autor contradice muchos postulados que señalan que el sionismo es político y no religioso; como pocos, se atreve a destapar y establecer la verdadera esencia del sionismo afirmando que es un fenómeno exclusivamente religioso. Su análisis y conclusiones nos dejará perplejos, incluso me atrevo a señalar que pondrá en tela de duda las creencias cristianas de muchos lectores.
Es momento de adentrarnos en la polémica, el siguiente ensayo - muy probablemente no será compartido en su totalidad, tal es mi pensamiento, en especial en su segunda parte referente a la filosofía nitcheniana y la "inocencia" germana- (el autor al mencionar el año 1933, veladamente se refiere a Hitler), pero aporta una curiosidad histórica: "Alemania era la nación heroica lista para conducir a Europa hacia la emancipación del engaño de la Biblia. Había sido la primera nación europea en liberarse de la opresión papal. El último libro escrito por su héroe nacional, Martín Lutero, llevaba el título: Sobre los judíos y sus mentiras, y advertía a los alemanes que, "el sol nunca ha brillado sobre un pueblo más sanguinario y vengativo que ellos que se imaginan que son el pueblo de Dios que ha sido comisionado y ordenado para asesinar y matar a los gentiles".
Demos paso a Guyénot.
Tito Andino
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La lente bíblica y la luz nietzscheana
Laurent Guyénot
The Unz Review
Sobre la culpa y la responsabilidad cristianas
Los cristianos adoran a dos dioses, Cristo y Yahvé, pero afirman que son uno. Ciertamente, el Dios del Antiguo Testamento juega un papel secundario en la conciencia cristiana. Permanece tras bambalinas. Sin embargo, mueve varios hilos. Fue él quien inspiró a los cristianos a prometer Palestina a los judíos en 1917 (por la Declaración Balfour británica, precedida cinco meses antes por la Declaración francesa de Cambon), y a dársela en 1948.
Hay una teoría que atribuye motivos geopolíticos a los británicos: necesitaban a Israel como cabeza de puente en Oriente Medio, para controlar el Canal de Suez. Esa es la teoría de Chomsky, y una falsedad flagrante. (Nota del editor: Esa no es la teoría de Chomsky, y tampoco es falsa)
A partir de 1916, la política exterior británica en Oriente Medio favoreció las buenas relaciones con los regímenes árabes que habían establecido en Arabia, Jordania e Irak. La creación de un "hogar judío" en Palestina, que previsiblemente condujo a la toma total del poder por parte de los judíos, fue profundamente molesta para los árabes y entró en conflicto con la política árabe británica. Por eso, en mayo de 1939, el Gobierno británico intentó salir de su compromiso con los sionistas con un "Libro Blanco" que preveía la creación de un Estado palestino independiente en un plazo de diez años. Declaró:
El Gobierno de Su Majestad cree que los redactores del Mandato en el que se plasmó la Declaración Balfour no podían haber tenido la intención de que Palestina se convirtiera en un Estado judío en contra de la voluntad de la población árabe del país. Por lo tanto, el Gobierno de Su Majestad declara ahora inequívocamente que no forma parte de su política que Palestina se convierta en un Estado judío. De hecho, considerarían contrario a sus obligaciones para con los árabes en virtud del Mandato, así como a las garantías que se han dado al pueblo árabe en el pasado, que la población árabe de Palestina sea sometida a un Estado judío en contra de su voluntad. (Ian Black, Enemigos y vecinos: árabes y judíos en Palestina e Israel, 1917-2017, Penguin, 2018, pp. 89-90).
Es un hecho que la Declaración Balfour y su inclusión en el Mandato Británico crearon un dilema inextricable que, en última instancia, sería fatal para las relaciones británico-árabes. Los británicos no pudieron encontrar otra salida que retirarse en 1948, frustrados y humillados. Esperaron un año antes de reconocer al Estado judío. Este desvío histórico era necesario para poner fin a la teoría de que los británicos apoyaron —e incluso crearon, según algunos— el sionismo por cálculo geopolítico. No. El motivo inmediato de la Declaración Balfour es bien conocido: fue entregada a los sionistas a cambio de que arrastraran a Estados Unidos a la guerra.
Chaim Weizmann fue franco al respecto. En 1941, le recordó a Churchill que "fueron los judíos quienes en la última guerra ayudaron a inclinar la balanza en Estados Unidos a favor de Gran Bretaña. Están listos para hacerlo, y pueden hacerlo, de nuevo". A cambio de darle a Churchill una Segunda Guerra Mundial, solo pidió una cosa: un estado judío en Palestina, que Churchill estaba más que dispuesto a darle. (Martin Gilbert, Churchill y los judíos: una amistad de toda la vida, Henry Holt & Company, 2007)
Hay una teoría gemela que dice que los británicos apoyaron el sionismo por razones religiosas: lo vieron como una forma de acelerar la venida de Cristo, que esperaba que los judíos regresaran a Palestina. Esta teoría, favorecida por autores judíos antisionistas, no es completamente falsa, pero exagera enormemente el factor del "dispensacionalismo" británico, una tendencia más sintomática que etiológica. Culpar al dispensacionalismo por el sionismo es una forma de evitar la causa raíz del apoyo del mundo cristiano al sionismo.
(Nota del editor del blog: En anteriores artículos, citamos extractos de la hipótesis del "dispensacionalismo", enfocado por el politólogo Thierry Meyssan, en su artículo ¿Quién es el enemigo? (2014). VER: Apuntes sobre el sionismo (2) En resumen, dice que "el verdadero fundador del sionismo contemporáneo no es un judío sino un cristiano dispensionalista. El reverendo William E. Blackstone era un predicador estadounidense que consideraba que los verdaderos cristianos no tendrían que sufrir las duras pruebas del fin de los tiempos. Predicaba que los verdaderos cristianos serían sustraídos a la batalla final y enviados al cielo (el llamado «arrebatamiento de la Iglesia», en inglés «the rapture»). Para el reverendo Blackstone, los judíos librarían esa batalla, de la que saldrían además convertidos a la fe del Cristo victorioso".
Balfour era cristiano, eso es suficiente. Truman también era cristiano, del tipo bautista, y podría decirse que más que Balfour. No esperaba particularmente el regreso de Cristo, pero tenía una debilidad por la gente bíblica, y eso, además de dos millones de dólares en una maleta, contó en su decisión de reconocer a Israel en diez minutos. Se sintió muy conmovido al recibir como muestra de gratitud un rollo auténtico de la Torá, que le entregó el primer presidente de Israel, nada menos que Chaim Weizmann, quien había declarado en Versalles en 1919: "La Biblia es nuestro mandato". (según John Kennedy, citado por Gore Vidal en su prefacio a Israel Shahak, Jewish History, Jewish Religion: The Weight of Two Thousand Years, Central Connecticut State University, 1994)
"Gracias, siempre quise uno de estos", se dice que dijo el presidente Truman al Dr. Chaim Weizmann, presidente del Nuevo Estado Judío de Israel.
La razón última por la que el mundo cristiano dio Palestina a los judíos es porque el mundo cristiano siempre ha idealizado al Israel bíblico. Es debido a que los cristianos veneran al Israel bíblico como el pueblo creado y amado por Dios que se dejaron seducir por el proyecto sionista de revivir a Israel. Ciertamente, fueron las élites gobernantes las que hicieron a Israel. Sin embargo, hasta hace muy poco, no había divorcio entre las élites y el pueblo en este tema. Sosteniendo como una verdad indiscutible, o al menos como una noción aceptable, que Dios había creado a Israel en los tiempos bíblicos, la opinión pública europea, tanto católica como protestante, estaba bastante bien dispuesta hacia un proyecto que explícitamente apuntaba a revivir este mismo Israel.
Porque está fuera de discusión que el Israel moderno fue conspicuamente diseñado como un renacimiento, casi un clon, del Israel bíblico. Lo dice en su Declaración de Independencia:
ERETZ-ISRAEL (hebreo) - la Tierra de Israel- fue el lugar de nacimiento del pueblo judío. Aquí se formó su identidad espiritual, religiosa y política. Aquí alcanzaron por primera vez la condición de Estado, crearon valores culturales de importancia nacional y universal y dieron al mundo el eterno Libro de los Libros. Después de haber sido exiliados por la fuerza de su tierra, el pueblo mantuvo la fe en ella durante toda su dispersión y nunca dejó de orar y esperar por su regreso a ella y por la restauración en ella de su libertad política. Impulsados por este apego histórico y tradicional, los judíos se esforzaron en cada generación sucesiva por restablecerse en su antigua patria.
Imagínese si, en lugar de adorar al Israel bíblico, la civilización occidental hubiera aprendido a ver al Israel bíblico como la nación sociópata arquetípica, y a la elección judía como la mentira más diabólica jamás imaginada. Si la civilización occidental hubiera entrado en razón antes del siglo XX, el sionismo no habría ido a ninguna parte. La sola idea habría provocado un escalofrío de horror en toda la población gentil de Europa. Esto, en realidad, casi sucedió, como argumentaré a continuación.
El sionismo es bíblico de pies a cabeza. Si las declaraciones de los propios sionistas no son suficientes para convencernos, entonces veamos sus acciones: se han establecido en tierras bíblicas, reclaman la capital bíblica (Tel Aviv no lo hará) y dan nombres bíblicos a las tierras que han robado; resucitaron el lenguaje bíblico; aplican la ley bíblica de la endogamia (los matrimonios mixtos no son reconocidos en Israel), así como la ley bíblica de la circuncisión del octavo día (prácticamente todos los bebés varones judíos son circuncidados en Israel). ¿Qué más necesitamos para admitir lo que siguen diciendo: todo lo sionista es bíblico? Incluso podemos decir que todo lo bíblico es sionista, ya que los dos están muy entrelazados.
El Papa Francisco dijo una vez que: "Dentro de cada cristiano hay un judío". También podemos decir que en el interior cada cristiano es sionista. Esto se aplica no sólo a los "sionistas cristianos", que son conscientemente sionistas, sino a los cristianos en general, que son sionistas en la medida en que son bíblicos. Los cristianos consideraron legítimo el renacimiento de Israel como nación en Palestina, y desaprobaron enérgicamente a los árabes que lo resentían. El mundo cristiano es cómplice de la creación de Israel. El mundo cristiano también es cómplice de los crímenes de Israel. Considere estos dos puntos:
1. Los cristianos creen que el antiguo Israel tenía el derecho divino -no, el deber divino- de robar tierras a los cananeos y masacrar ciudades enteras.
2. Los cristianos ayudaron a los judíos a recrear Israel, asumiendo que eran los herederos legítimos del antiguo Israel.
Ahora conecte esos dos puntos, y lo que verá aparecer es una verdad simple: los cristianos le otorgaron a Israel el derecho divino de masacrar poblaciones enteras. Si el antiguo Israel tenía un derecho divino al genocidio, y si el Israel moderno es la resurrección del antiguo Israel, entonces el Israel moderno tiene un derecho divino al genocidio. Podemos protestar, pero esa es la lógica irresistible de la historia que ha sido puesta en marcha por el cristianismo. Desde el momento en que santificó el Tanaj hebreo, el cristianismo ha estado trabajando, a sabiendas o no, para la recreación de Israel, ese cáncer del mundo.
(Nota del editor del blog: Agregamos una breve explicación del Tanaj, tomado de la Wikipedia: Tanaj. No debe confundirse con el Antiguo Testamento, que es la primera parte de la Biblia cristiana, ni con la Torá, término que se refiere solamente a los primeros cinco libros del Tanaj. El Tanaj también conocido como Mikrá, es el conjunto de los veinticuatro libros sagrados canónicos en el judaísmo. Es la Biblia hebrea. Se divide en tres grandes partes: la Torá (Ley), los Nevi'im (Profetas) y los Ketuvim (Escritos). Los textos están escritos mayoritariamente en hebreo antiguo, aunque también hay pasajes en arameo antiguo (Libro de Daniel, Libro de Esdras, y otros). El texto hebreo tradicional recibe el nombre de texto masorético. El Antiguo Testamento católico y ortodoxo contiene siete libros no incluidos en el Tanaj, llamados Deuterocanónicos. Las traducciones de la Biblia que utilizan los grupos cristianos protestantes se adhieren al canon hebreo, o sea, solo treinta y nueve libros del Tanaj. Para los católicos y los ortodoxos, sin embargo, el Antiguo Testamento lo componen 46 libros en lugar de 24. Las Iglesias protestantes incluyen 39 libros en el Antiguo Testamento, omitiendo 7 libros conocidos como Deuterocanónicos. En ambos casos, las cifras derivan, al menos en principio, de una diferente repartición del conjunto del texto original).
Los cristianos de hoy tienen una tendencia a olvidar su responsabilidad colectiva en la locura genocida de Israel. ¿Cómo lo hacen? Tratando de convencerse a sí mismos de que "no, no hay nada bíblico allí". En un video reciente, el coronel Douglas McGregor dijo en el preámbulo de su análisis, por lo demás magistral:
Bueno, muchas cosas que parecen ser de carácter religioso a menudo no son puramente religiosas, sino culturales, raciales, y también involucran intereses políticos. Así que no estoy seguro de que vería todo a través de la lente bíblica. No creo que sea necesariamente una buena respuesta. (Enero de 2024, Douglas McGregor en YouTube)
El silogismo subyacente es: "No es religioso, la Biblia es un libro religioso, por lo tanto no es bíblico". En realidad, como he señalado a menudo, nuestra noción estándar de "religioso" no es adecuada para entender el punto de vista judío de la Biblia. Cuando decimos "religión", queremos decir "religión de salvación", y por "salvación" queremos decir "salvación individual". Pero la salvación individual no es un tema en la Torá. Lo único que importa es la salvación de Israel como pueblo. Sólo el pueblo tiene un alma, un destino y la inmortalidad. Los judíos juran que son una religión cuando les sirve (como lo hizo el Gran Sanedrín convocado por Napoleón), pero los sionistas lo descartaron de todos modos, insistiendo en que son una nación y demostrando su propiedad de Palestina con la Biblia.
Por lo tanto, la Biblia no es para los judíos un libro "religioso" en el sentido cristiano. Era la "patria portátil" de los israelitas antes del sionismo (en palabras de Heinrich Heine), y hoy sirve como la nación romana para los israelíes, religiosos o no. Ben-Gurión, ateo confeso y consumidor de tocino, pero profeta bíblico según su biógrafo (Dan Kurzman, Ben-Gurion, Profeta del Fuego, Touchstone, 1983) escribió en un telegrama a las fuerzas israelíes que conquistaron Sharm el-Sheikh en 1956:
"Podemos cantar una vez más el cántico de Moisés y los Hijos del Antiguo Israel... con el poderoso ímpetu de todas las divisiones de las FDI, has tendido una mano al rey Salomón, quien desarrolló Eilat como el primer puerto israelita hace tres mil años..." (Shlomo Sand, La invención del pueblo judío, Verso, 2009, p. 108).
Moshe Dayan, el héroe de la Guerra de los Seis Días, también autoproclamado ateo, tituló sus memorias Viviendo con la Biblia.
Los fundadores de Israel y los israelíes de hoy ven a Israel a través de una "lente bíblica". Los cristianos también solían ver a Israel a través de una "lente bíblica". Ellos crearon a Israel a través de una lente bíblica. Les encantó la película Exodus en 1960. No fue sino hasta 1967 que comenzaron a desconfiar de la lente bíblica. Un poco avergonzados, los cristianos ahora prefieren olvidar que dieron Palestina a los judíos a causa de la Biblia, y ya no quieren mirar a Israel a través de la lente bíblica. Como resultado, solo ven la superficie de Israel. No pueden comprender ni predecir lo que Israel está haciendo.
Así que pongámoslo de esta manera: los judíos escribieron un libro que dice que Dios les dio Palestina a los judíos, y los cristianos han tomado ese libro en serio durante dos mil años. Al elegir el cristianismo, la civilización occidental ha aceptado todo lo escrito en este libro escrito por los judíos: Dios celoso, pueblo elegido, tierra prometida, derecho divino al genocidio, etc. Al hacerlo, la cristiandad concedió a los judíos un poder inconmensurable. Por supuesto, no dio a los judíos licencia ilimitada para robar y matar: según la doctrina cristiana, Dios estaba decepcionado con los judíos y decidió retirarse unilateralmente de la alianza, para constituir en su lugar la Iglesia, la comunidad de personas que, por elección u obligación, creen que el mesías judío Jesús los salvará.
El libro que enloquece a Israel
Netanyahu está loco, pero está loco con un tipo de locura bíblica, como muchos otros miembros de su gobierno. Itamar Ben-Gvir, su ministro de Seguridad Nacional, tenía en su pared una foto de Baruch Goldstein, autor en 1994 de la masacre de 29 palestinos en una mezquita de Hebrón. Su tumba, en la que está escrito "Dio su vida por el pueblo de Israel, su Torá y su tierra", es un lugar de peregrinación. Yigal Amir dijo que tomó la decisión de asesinar a Yitzhak Rabin durante el funeral de Goldstein. (Israel Shahak, El fundamentalismo judío en Israel, nueva ediciónen, Pluto Press, 2004).
Los sionistas son fanáticos de la Biblia. Para ser honestos, es la Biblia la que los impulsa a la locura. ¿Cómo podría la Biblia enloquecer a los judíos, cuando no enloquece a los cristianos? Es simple: la Biblia dice que Dios escogió a los judíos; esta idea sólo puede volver locos a los judíos. Un pueblo convencido de que Dios lo ha elegido para dominar el mundo, de que Dios le ha dado la tierra de otro pueblo, y de que Dios le concede el derecho —más aún, el deber— de masacrar como "animales humanos" a las personas cuyas tierras robaron, ese pueblo está loco. Es psiquiátrico. Si Dios mismo fue responsable de convencer a los judíos de que Él los eligió, entonces Dios sería culpable de volver locos a los judíos.
Por lo tanto, la principal responsabilidad del mundo cristiano hoy en día es dejar de complacer la locura sionista y decir a los judíos: no, ustedes no son el pueblo elegido. Ustedes nunca fueron el pueblo elegido. Ustedes no son un pueblo superior. Sois simplemente un pueblo que se cree elegido y superior, y esto es una locura peligrosa. Sí, es verdad, durante dos mil años creímos que Dios te había elegido. Lograste hacernos creer esta idea loca. Y como lo creímos, sin darnos cuenta te animamos en tu locura. Pero se acabó. Hemos entrado en razón, y te ayudaremos, por cualquier medio, a llegar a la tuya.
Bauer, Marx y la ilustración nietzscheana
¿Cómo podemos hacer eso? Debemos deconstruir esta idea loca que está volviendo loco a Israel. Debemos deconstruir la narrativa bíblica. La herramienta para ello es la crítica histórica (antes llamada "alta crítica").
Sin entrar aquí en detalles, la crítica histórica ha demostrado que, en las capas editoriales más antiguas de la Biblia, Yahvé es concebido como un dios nacional, que en etapas sucesivas (bajo Josías, luego Esdras, luego los asmoneos) llegó a ser asimilado al Dios creador del universo, conservando sus celos etnocéntricos. (Nota del editor del blog: Los asmoneos o hasmoneos fueron los sucesores directos de los macabeos, quienes lograron establecer un poderoso reino en lo que hoy es Israel y Palestina).
Resumo este proceso de esta manera: Yahvé es un dios nacional que es tan celoso de otros dioses que termina negando su existencia y se considera el único dios verdadero, por lo tanto Dios.
La crítica histórica nació en Alemania en el siglo XIX. El filólogo Julius Wellhausen es considerado el padre de la "hipótesis documental" que formuló en las décadas de 1870 y 1880 y que, después de algunas revisiones, sigue siendo autorizada. La historia de la conquista de Canaán comenzó a ser cuestionada en las décadas de 1920 y 1930 por historiadores alemanes como Albrecht Alt. Después de las expectativas prometedoras de su fundador británico William Albright, la arqueología bíblica se encontró con las manos vacías y se unió al descrédito de las historias bíblicas, concluyendo, por ejemplo, que el Reino de Salomón nunca existió (negar la existencia del Reino de Salomón aún no está prohibido por la ley).
Bruno Bauer fue un erudito alemán involucrado en este revisionismo bíblico. También fue una figura destacada de los Jóvenes Hegelianos, que no rehuyeron la cuestión judía. En 1842, a la edad de 33 años, publicó un libro titulado Die Judenfrage y un artículo de seguimiento sobre "La capacidad de los judíos y cristianos actuales para llegar a ser libres" (Bruno Bauer, El problema judío. 1843. Traducción sobre Archive.org)
Bauer señaló que incluso los pensadores seculares que se suscribían a la nueva ciencia de la "alta crítica" y criticaban el cristianismo y la religión evitaban criticar el judaísmo, como si todas las cuestiones sociales exigieran una crítica radical de la religión, excepto la cuestión judía. "Hay un clamor como si fuera una traición contra la humanidad si un crítico comienza por investigar el carácter particular del judío".
Bruno Bauer descubre la esencia del judaísmo en la Torá, lo que, según él, los convierte en un pueblo fósil: "La Ley los ha aislado de las influencias de la historia, tanto más cuanto que su Ley ordenó desde el principio la reclusión de las otras naciones".
Los judíos como tales no pueden amalgamarse con las naciones y echar su suerte con ellas. Como judíos, deben esperar un futuro especial, uno que será solo suyo como nación judía: el dominio mundial. Como judíos, sólo creen en su propia nación; esta es la única creencia de la que son capaces y que es su deber.
Por lo tanto, no puede haber emancipación de los judíos. Un judío sólo puede emanciparse dejando de ser judío. La "emancipación judía" es un oxímoron, porque la alienación del judío es su judaísmo.
Así es como Bauer resolvió la cuestión judía, que ahora se ha convertido en la "cuestión de Israel". Es en virtud de la Biblia hebrea que Israel considera que masacrar a sus enemigos es un derecho divino, incluso un deber divino. Este derecho divino se justifica por la superioridad ontológica de los judíos, que constituyen una superhumanidad, en comparación con la cual los no judíos son una infrahumanidad. Para Israel, este derecho divino prevalece sobre el derecho internacional. Y este derecho divino solo se aplica a Israel. Israel está, por definición, por encima de la ley, siempre lo ha estado y siempre lo estará.
En el momento en que publicó estos textos, Bauer ya era un famoso e influyente teórico socialista. Tenía un joven colaborador en la Rheinische Zeitung llamado Karl Marx. Marx no le perdonó su lucidez sobre los judíos. Le respondió en 1843 y 1844 en dos breves ensayos publicados en el Deutsch-Französische Jahrbücher, en los que criticaba a Bauer por considerar "la esencia ideal y abstracta del judío, su religión, como su esencia total", mientras que el verdadero judío es en realidad sólo el burgués.
Una organización de la sociedad que aboliera las condiciones previas para el comercio ambulante y, por lo tanto, la posibilidad de hacerlo, haría imposible al judío. Su conciencia religiosa se disiparía como una fina neblina en el aire real y vital de la sociedad.
Marx quería hacer desaparecer la cuestión judía en la cuestión económica. Su ataque a Bauer precede al Manifiesto Comunista en cuatro años, y a Das Kapital en más de veinte años. Estos son sus dos primeros artículos importantes. Marx tenía entonces sólo 24 años (Bauer era diez años mayor). Marx volvería a atacar a Bauer al año siguiente en La Sagrada Familia, o Crítica de la crítica crítica: contra Bruno Bauer y compañía, coescrito con Engels. Por lo tanto, podemos considerar que la negación de la cuestión judía fue el principal incentivo de toda la obra de Marx. Marx nunca más escribirá sobre la cuestión judía. Como señaló Nesta Webster en su libro World Revolution: The Plot Against Civilization (1921), Marx ni siquiera apuntaría a los financieros judíos: "ni una sola vez señala a los judíos como los principales financieros, o a los Rothschild como los supercapitalistas del mundo". El marxismo fue, entre otras cosas, el intento de los judíos de silenciar el bauerismo. No tuvo éxito del todo. (Nesta Webster, Revolución mundial: el complot contra la civilización, 1921 (archive.org), pp. 95-96).
En el cristianismo, todo el judaísmo, un entrenamiento preparatorio judío de varios siglos de antigüedad y una técnica de la clase más seria, alcanza su maestría final como el arte de mentir de una manera santa. El cristiano, esta ultima ratio de la mentira, es judío una vez más, incluso tres veces judío. (Anticristo, sec. 44, citado en David Skrbina, El engaño de Jesús: cómo la cábala de San Pablo engañó al mundo durante dos mil años, nueva edición 2023, pp. 109-110).
(Encuentre más buenas citas de Nietzsche en el libro de David Skribna, El engaño de Jesús).
Alemania era la nación heroica lista para guiar a Europa hacia la emancipación del engaño bíblico. Había sido la primera nación europea en liberarse de la opresión papal. El último libro escrito por su héroe nacional, Martín Lutero, llevaba el título: Sobre los judíos y sus mentiras, y advertía a los alemanes que "el sol nunca ha brillado sobre un pueblo más sanguinario y vengativo que el que se imagina que es el pueblo de Dios que ha sido comisionado y ordenado para asesinar y matar a los gentiles".
Nótese también que, a diferencia de Francia e Inglaterra, que fueron parcialmente contaminadas por el virus bíblico de la elección (Francia con la "religión de Reims" inspirada en la realeza davídica, e Inglaterra más tarde, con el puritanismo que culminó en la ilusión del israelismo británico), los alemanes nunca se identificaron como un pueblo elegido a la manera bíblica. Tenían su propia historia gloriosa, y su paradigma era el del Imperio Romano.
El Zeitgeist nietzscheano llegó a su clímax en 1933. Es por eso que en ese mismo año, se imprimió una declaración de guerra en la portada del Daily Express británico, con el título: "Judea declara la guerra a Alemania. Los judíos de todo el mundo se unen en acción". Anunciaba que: "Catorce millones de judíos dispersos por todo el mundo se han unido como un solo hombre para declarar la guerra a los perseguidores alemanes de sus correligionarios".
Y ganaron.
El general Patton lamentaba amargamente en su diario del 18 de agosto de 1945 que "los ingleses y los estadounidenses han destruido en Europa el único país sano".
Tal vez ahora sea el momento de volver a plantear la cuestión judía. Pongámoslo de esta manera:
Los judíos escribieron un libro que dice que Dios escogió a los judíos. ¿Deberíamos confiar en su palabra? ¿Debemos tomar este libro como la palabra de Dios, o como la palabra de los judíos? Este libro escrito por los judíos afirma que Dios les dio una tierra fértil habitada por otro pueblo. ¿Debemos creerlo? Este libro escrito por los judíos afirma que los judíos tenían el derecho divino de masacrar a Amalec. ¿Debemos creerlo? Si lo creemos, o si profesamos creerlo, o si no lo denunciamos como una mentira, entonces ¿qué podemos objetar a Netanyahu cuando masacra a los gazatíes mientras les dice a los israelíes: "Debéis recordar lo que Amalec os hizo, dice nuestra Santa Biblia"?