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16 octubre 2022

Juicios de Moscú: la Edad Media estalinista



Introducción por el editor del blog

El artículo principal que daremos lectura es una publicación que proviene de un medio de Grecia (ξεκινημα - Primeros Pasos, definido como una organización socialista internacional, el texto ha sido traducido de la versión en inglés).

Los Juicios de Moscú, en realidad son tres juicios contra prominentes políticos y militares de la Unión Soviética (el militar de 1937 fue secreto) llevados entre 1936 y 1938. El de 1936 es materia central de este reportaje; el tercer juicio, "el juicio de los veintiuno", aconteció en marzo de 1938, destacando la conocida figura del político y filósofo marxista, Nikolai Bujarin. Hoy sabemos que esos juicios se basaron en declaraciones forzadas mediante intimidación y tortura, dirigidos tras bastidores por Stalin.

Mucho se ha escrito sobre el papel de Trotsky (traidor y cómplice de los nazis, según Stalin); y, por otro lado, de los servicios secretos nazis para conseguir -mediante la desinformación- que el sanguinario líder soviético decapite la cúpula política y, sobre todo, la militar, acción que habría conseguido el éxito inicial y arrollador de la blitzkrieg en el frente del Este. ¿Qué tan cierto es esto? Repasemos brevemente estos hechos.

Por lo mismo, es necesario algún repaso sobre el rol nazi en las purgas estalinistas. El objetivo de guerra más importante de la Alemania nazi fue la URSS, buscar la manera de infiltrar agentes secretos y ganarse a la población era tarea imposible, la nación de los soviets se hallaba protegida en cuanto a la influencia extranjera y con un severo control interno. Solo los arrebatos de Stalin facilitaron la tarea a los nazis porque planeaba eliminar a sus antiguos camaradas de lucha que, según él, podrían oponérsele, el Servicio de Seguridad de las SS (SD) tenía conocimiento de esas intenciones. Reinhard Heydrich exigió del Almirante Canaris, jefe del Abwehr, documentos originales de personajes rusos y alemanes para falsear una inexistente correspondencia entre oficiales de ambas naciones, "información" que se le haría llegar a Stalin. 

El dictador soviético, en el verano de 1937, desencadenó otra sangrienta purga contra sus colaboradores, destacando que sin la "ayuda" alemana la depuración se habría dado de todas formas, lo que no se cree es que hubiese llegado al terrible fin bajo influencia de los "documentos" nazis infiltrados que enviaron al verdugo a la élite militar que secundaba a Stalin. El enemigo número uno de los nazis quedó expuesto por un buen tiempo.


El mariscal Mihail Tukhachevsky y otros generales del Ejército Rojo, víctimas de la purga estalinista. El 11 de junio de 1937, la Corte Suprema soviética convocó un tribunal militar especial para juzgar a Tukhachevsky y otros generales por traición. El juicio se denominó el Caso de la Organización Militar Antisoviética Trotskista. 

La purga tuvo este resultado: Tres mariscales soviéticos; 13 jefes de Ejército, 57 comandantes de Cuerpo de Ejército; 110 comandantes de división; 220 comandantes de brigada; 11 Vicecomisarios de Guerra de la URSS, 75 miembros del Consejo Supremo Militar. Es decir, el 90% del generalato y el 80% de la oficialidad, tampoco se libraron en el servicio secreto, fueron liquidados el jefe, su sucesor y jefes delegados en Europa. Para rematar, el georgiano Lavrenty Beria fue nombrado jefe de la policía secreta e inició a ejecutar a los verdugos de 1937. 

Cuando se desató la guerra en 1939 Stalin contaba con escasos agentes en el exterior y en escaso número de países, y de quienes no se fiaba, incluso cuando alertaron de los movimientos de tropas alemanas vaticinando la próxima guerra contra la URSS, lo que acarreó el desastre militar inicial.

En lo que respecta a León Trotsky (nacido Lev Davidovich Bronstein), revolucionario y teórico marxista, fundador y primer líder del Ejército Rojo, Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores y de los primeros miembros del Politburó, se opuso desde la década de 1920 al ascenso de Josef Stalin. Trotsky fue depuesto ya en 1927 y expulsado del Partido Comunista, en el exilio fundó la Cuarta Internacional (se denomina trotkismo). Durante su exilio en México siguió oponiéndose a Stalin, alentó para que el Ejército Rojo se oponga al fascismo europeo, por lo mismo, lamentó el pacto de no agresión soviético - alemán, terminó asesinado en México (1940) por orden de Stalin.


Algunos ejemplares de la extensa investigación sobre Leon Trotsky

Algunos consideran controversial el rol jugado por Trotsky antes y durante la Segunda Guerra Mundial puesto que tras los juicios de Moscú de 1938 alentó un programa de transición una vez que se diera el derrocamiento del liderazgo soviético (Stalin), expresó que la nación de los soviets "debería centrarse en obras de utilidad pública en lugar de programas de armamento". Eso le valió más acusaciones por "traidor" al servicio de los intereses nazis contra la URSS y la consecuente propaganda en su contra.

Las siguientes líneas, aunque no siguen la secuencia de la cronografía de esta nota de introducción (purgas militares en la URSS, 1937 y proceso de 1938) confirman la paranoia política (temor, por ser suaves) de Stalin hacia sus camaradas. Y eso nos lleva al campo especulativo, ¿qué habría sido de la URSS sin Stalin? Y, a pesar de todo, ¿habría sobrevivido el estado soviético a la segunda guerra mundial sin el férreo liderazgo de Stalin?


*****

Juicios de Moscú: la Edad Media estalinista

 

Estado Mayor de Lenin en 1917. Solo Stalin, el verdugo, permanecía en 1940 entre los lideres que habían dirigido la Revolución 


por Panagiotis Vogiatzis

Titulo traducido al inglés del original en griego:

"Moscow trials: the Stalinist Middle Ages"

ξεκινημα - Primeros Pasos 

* Todo el material gráfico es añadido por el editor del blog (detectives de guerra)


El primero de los Juicios de Moscú comenzó el 19 de agosto de 1936. 

En agosto de 1936, la opinión pública mundial se sorprendió al descubrir que se había revelado una vasta conspiración en la Unión Soviética. Los viejos camaradas y colaboradores cercanos de Lenin, Zinoviev y Kamenev, así como varios militantes bolcheviques conocidos, fueron acusados de haber colaborado con el exiliado L. Trotsky en la organización para asesinar al miembro de Politburó S. Kirov en 1934. Supuestamente planeaban ejecutar a los miembros restantes del gobierno, sabotear la producción y el transporte del país y, en cooperación con la Gestapo, ¡prepararse para la victoria de Hitler en la próxima guerra! Lo más sorprendente es que los propios acusados se declararon culpables de la mayoría de los delitos de los que fueron acusados y fueron llevados inmediatamente al pelotón de fusilamiento.

Los hechos causaron una gran sensación. Los acusados eran figuras políticas conocidas que solo dos décadas antes habían derrocado al zar y habían desempeñado un papel decisivo en el establecimiento del primer estado obrero del mundo. ¿Qué había pasado? ¿Se habían convertido en enemigos jurados del movimiento obrero?


Pese a su amistad con Trotsky, el artista soviético Boris Efimov se vio forzado a ridiculizarlo en las caricaturas políticas de los periódicos de los años 30, satirizándolo como sirviente de los nazis. El propio hermano de Boris Efimov sucumbió en las purgas estalinistas.


Asfixiando la revolución

El "Juicio de los 16", en 1936, marcó el comienzo del acto final en un drama que había comenzado a desarrollarse una década antes. El aislamiento de la revolución en un solo país y el auge de la burocracia fueron llevando gradualmente a la Unión Soviética a una situación de completa asfixia, que ya no era posible ocultar. El liderazgo estalinista había implementado internamente una colectivización forzada de tierras agrícolas, que devastó regiones enteras y condujo a la inanición de millones de personas y, finalmente, a su muerte. La producción industrial estaba creciendo rápidamente, pero a un costo enorme. Las condiciones de vida de los trabajadores eran aún peores que a principios de la revolución industrial en Occidente. Enormes proyectos, construidos apresuradamente y sin una planificación elaborada, quedaron inacabados. Las explosiones y los desastres en fábricas y minas ocurrieron con demasiada frecuencia. Las cosas no fueron mejores en el campo de la política exterior. Las desastrosas teorías del "tercer período" y el "socialfascismo" condujeron a la derrota de la revolución en varios países; en Alemania estas teorías eran prácticamente responsables de entregar el poder a Hitler sin luchar. Era una cuestión de vida o muerte para la burocracia encontrar un chivo expiatorio para todos estos desastres.


Líderes revolucionarios soviéticos: Josef Stalin, Vladimir Lenin y Leon Trotsky en 1919. (otras fuentes dicen que no es Trotsky, sino Mihail Kalinin, quien tenía un asombroso parecido físico con Trotsky, como se aprecia abajo en una fotografía de 1938 (Fotografía: Universal History Archive/UIG)




Leon Trotsky y la Oposición de Izquierda a su alrededor habían previsto este desarrollo en una etapa temprana. Ya en 1926, en una reunión del Politburó, Trotsky acusó abiertamente a Stalin de "prepararse para cavar la tumba de la revolución". Tres años después, y ante la consiguiente ola de terror interno, Trotsky predijo que "la burocracia está destinada a cortar un río de sangre que la separará definitivamente del verdadero Partido". Esto estaba a punto de hacerse realidad de la manera más dolorosa.

En el momento de alcanzar el clímax de 1936-38, Stalin procedió de una manera implacable pero cautelosa. Aunque había logrado dominar completamente la vida interna del partido, las tradiciones bolcheviques seguían siendo fuertes. A principios de la década de 1930, aún no había logrado imponer su dominio personal absoluto sobre el Partido: este último resistía constantemente cada vez que surgía la cuestión de exterminar físicamente a los "enemigos del pueblo". Así, en una serie de juicios públicos, comenzando con el "Juicio Shakhty" en 1928, y pasando a los casos del "Partido Industrial" y los mencheviques en 1930 y la "Plataforma Ryutin" en 1932, todos los elementos que prevalecerían en los juicios posteriores, a saber, la completa falta de pruebas y pruebas reales, las confesiones imaginarias de los acusados, etc. estaban allí. Sin embargo, no había logrado, a pesar de sus esfuerzos, llevar a cabo ejecuciones. El punto de inflexión en este proceso fue el asesinato de Kirov en diciembre de 1934.

Kirov

Hoy sabemos que Kirov no era "un burócrata de tercera categoría" como Trotsky lo calificó en sus escritos de aquellos tiempos. Por el contrario, era la estrella en ascenso del grupo de liderazgo, miembro del Politburó y a cargo de Leningrado, la organización más importante del partido. Como había introducido algunas pepitas de liberalismo en su región, algunos sintieron que podía ser un contrapeso al propio Stalin. De hecho, fue el primero en votar para el Comité Central en el congreso de 1934 y un pequeño grupo de delegados consideró nominarlo para Secretario General. Por lo tanto, es obvio quién se beneficiaría de su muerte ...

Aunque no se han encontrado pruebas contundentes, es seguro concluir que, incluso si los servicios secretos, a saber, el propio Stalin, no participaron activamente en el asesinato de Kirov, ciertamente lo sabían y lo toleraron. Su asesino había sido arrestado armado frente a las oficinas del partido en Leningrado unos días antes, pero fue liberado de inmediato. ¡El guardia personal de Kirov murió dos días después en un accidente automovilístico en el que nadie más a bordo resultó herido! En cualquier caso, la muerte de Kirov marcó el comienzo de la mayor operación de terrorismo de Estado que haya tenido lugar en todo el mundo.


Josef Stalin y Nikita Khrushchev, 1936

Cientos de personas fueron condenadas en procedimientos sumarios y fusiladas durante los dos meses siguientes. Zinoviev y Kamenev, así como otros ex miembros de la oposición, que habían estado en el exilio durante más de dos años, fueron juzgados de nuevo (pero los juicios aún se celebraron a puerta cerrada) y los acusados se vieron obligados a asumir la "responsabilidad moral" por el asesinato. Las sentencias seguían siendo comparativamente leves: de 5 a 10 años de prisión. El terror se estaba organizando lenta y cautelosamente. Pero pronto los desarrollos se convertirían en una bola de nieve.

El clímax

Durante los siguientes tres años, entre 1936 y 1938, se celebraron tres grandes juicios abiertos. La primera tuvo lugar en agosto de 1936, la segunda en enero de 1937 y la tercera en marzo de 1938. En el medio, el juicio de los generales tuvo lugar en mayo de 1937. En estos procedimientos, toda la vieja generación de bolcheviques fue exterminada y el Ejército Rojo fue decapitado. Entre sus víctimas estaban todos los antiguos miembros del Politburó, desde 1917 en adelante: Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Rykov, Tomsky – que logró suicidarse justo antes de ser arrestado, Pyatakov – a quien se refiere en el "testamento" de Lenin como uno de los bolcheviques más competentes de la nueva generación, I. N. Smirnov – apodado "la conciencia del Partido" por su valentía y carácter impecable, Rakovsky, que fue el pionero en la construcción de partidos comunistas en Bulgaria, Rumania y Ucrania, Krestinsky y Serebryakov, secretarios del Comité Central en la época de Lenin, Mrachkovsky, un trabajador nacido en prisión de padres revolucionarios, Drobnish, que casi fue asesinado por los blancos durante la guerra civil, pero sobrevivió por accidente, y docenas de otros.


Juicios de Moscú, (diseño realizado por la página IzquierdaWeb)

Pero esto fue solo la punta del iceberg. Una masacre sin precedentes estaba teniendo lugar al mismo tiempo en toda la sociedad, destrozando el país. Solo en los años 1937-1938, según cifras oficiales de la época, 1,3 millones de personas fueron deportadas y muchas ejecutadas. Aún más fueron condenados a sentencias algo más leves. El terror reinaba en todas partes, paralizando cualquier iniciativa creativa y cualquier apetito por el trabajo. Cada segunda familia tenía un miembro en el exilio, en la cárcel o en la tumba. Siberia estaba llena de campos de trabajo forzado, los "gulags", donde los prisioneros morían la mayoría de las veces trabajando en proyectos de construcción que inmediatamente caían en desuso. Los supervivientes describen en sus memorias, condiciones increíbles incluso para la imaginación más morbosa.

Muchos se preguntaron qué sucedió cuando el terror parece detenerse "repentinamente" alrededor de 1939. Pero la razón es extremadamente simple y se basa en las matemáticas, ya que cada persona arrestada debía entregar al menos 3-4 más. Entonces, a principios de 1939, el 5% de la población estaba atrapada en la red de este horrible absurdo. Si esta situación hubiera continuado durante unos meses más, no habría quedado nadie detenido. Por espeluznante y paradójico que parezca, la "liberalización" de 1939 se debió en gran medida al número limitado de víctimas potenciales.

El terror, por supuesto, nunca se detuvo por completo, ni durante la guerra ni siquiera inmediatamente después, cuando el país estaba experimentando la euforia de la victoria. Solo los objetivos se volvieron más específicos (desplazamiento de grupos étnicos enteros, los casos de los Médicos, los Judíos, Leningrado y tantos otros). Los gulags continuaron existiendo después de la muerte de Stalin.

Pero, ¿por qué confesaron?

El mayor "misterio" que rodeó los juicios de Moscú desde el primer momento fueron precisamente las confesiones de los acusados. Los juicios se basaron enteramente en sus confesiones. En los casos en que miles de conspiradores estuvieron presuntamente involucrados, no se presentó ni una sola pieza de evidencia tangible, ni un solo documento incriminatorio. Cada vez que se intentaba esto, la burocracia era ridiculizada. En un caso, se suponía que una reunión había tenido lugar en un hotel de Copenhague, pero este hotel había sido demolido 15 años antes; en otro caso, Pyatakov supuestamente había viajado a Oslo en avión para reunirse con Trotsky, pero en ese momento ningún avión extranjero había aterrizado en Oslo durante meses. Entonces, ¿cómo fue posible que los revolucionarios experimentados y endurecidos se calumniaran a sí mismos y a sus compañeros de prisión con acusaciones tan escandalosas? Había demasiado humo, ¿cómo era posible que no hubiera fuego?

Este es otro de los decenas de mitos con los que la falsificación estalinista ha alimentado la historia. Cuando miramos de cerca estas "confesiones", el misterio ya no parece tan grande. En primer lugar, debemos tener en cuenta que este no fue un proceso de una sola vez. Por el contrario, fue un largo descenso, que para la mayoría de los acusados duró toda una década. A partir de 1927, cuando el grupo de Zinoviev decidió separarse de la Oposición, para que se les permitiera volver a unirse al Partido, comenzó un proceso casi irreversible. Al principio se les pidió a los opositores que proclamaran en términos políticos que la burocracia estalinista tenía razón y que estaban equivocados. Poco después se les pidió que admitieran que "sus posiciones ayudaban objetivamente al enemigo de clase", a pesar de que estaban políticamente desarmados. Poco después tuvieron que reconocer que tenían "responsabilidad moral" por las acciones de otros, presuntos terroristas y saboteadores. Luego se les pidió que denunciaran a Trotsky, que supuestamente estaba moviendo los hilos desde el exilio, y así sucesivamente. Si en algún momento los acusados decidían que no podían ir más allá, la burocracia los atacaba: "¿Te niegas a confesar? ¿Significa eso que todas sus proclamaciones anteriores eran falsas? Realmente no quieres ayudar a nuestra patria socialista", etc. Al mismo tiempo, un montón de confesiones de colaboradores, asistentes o familiares cayeron sobre ellos. En estas condiciones, y por supuesto porque los acusados también fueron torturados físicamente y sus familiares fueron amenazados, es natural que muchos de ellos no pudieron hacer frente a la presión.


Miembros del gobierno soviético en 1937. De izquierda a derecha: L. P. Beria, A. I. Mikoyan, A. A. Andreev, V. M. Molotov, M. I. Kalinin, K. E. Voroshilov, I. V. Stalin, L. M. Kaganovich, N. I. Ezhov. Moscú, Kremlin, 1937

Por el contrario, el círculo de opositores alrededor de Trotsky entendió a tiempo que no era posible capitular ante el régimen estalinista, por lo que lograron hacer frente a la presión, pagando un precio aún más alto, por supuesto. Mientras los acusados en Moscú confesaban crímenes imaginarios, los prisioneros trotskistas en los peores campos siberianos estaban en huelgas y huelgas de hambre, exigiendo mejores condiciones de vida y a menudo caían muertos bajo el fuego de armas. Cuando se concedió la amnistía, después de la muerte de Stalin, miles de prisioneros regresaron a sus hogares, pero no había un solo trotskista entre ellos. Todos habían sido exterminados hasta el último...

Algunos ejemplos

Pero las confesiones mismas, si se leen detenidamente, son muy reveladoras sobre su sinceridad y, sobre todo, sobre los límites que eran imposibles de cruzar para los prisioneros. Aquí encontramos algunos ejemplos de las transcripciones oficiales: En el primer juicio, el fiscal Vyshinsky le pregunta a Smirnov:

- Vyshinsky: ¿Cuándo dejaste el centro (terrorista)?

- Smirnov: No tuve que dejarlo, no había nada que pudiera haber dejado.

- Vyshinsky: ¿Existía el centro?

- Smirnov: ¿Pero qué centro...? 

El Fiscal pregunta a otros acusados, todos los cuales admiten la existencia de este "centro" y se vuelve hacia Smirnov, quien irónicamente afirma:

- "Ya que absolutamente quieres un líder para este Centro, entonces desempeñaré ese papel".

Al comienzo del tercer juicio, Krestinsky hizo la siguiente declaración:

"No reconozco que soy culpable. No soy trotskista. Nunca fui miembro del "bloque derechista y trotskista" (esta fue la acusación contra el acusado en ese juicio), que no sabía que existía. Tampoco he cometido ni uno solo de los delitos que se me imputan, personalmente; y en particular no soy culpable de haber mantenido relaciones con el Servicio Secreto Alemán".

Se necesitó una interrupción nocturna del juicio y esfuerzos de toda la noche por parte de la GPU (policía secreta) para que regresara a la corte al día siguiente completamente destrozado y declarara lo escandaloso:

"Ayer, un impulso pasajero pero agudo de falsa vergüenza, creado por este entorno y por el hecho de que estoy siendo juzgado, y también por la dura impresión que causó la lista de cargos y mi estado de salud, me impidió decir la verdad, decir que era culpable".

La evidencia más reveladora de la "validez" de los juicios, sin embargo, se incluye en el testimonio de Radek en el segundo juicio. Durante una de las maldiciones habituales de Vyshinsky (perros rabiosos, serpientes, escoria, etc.), el extremadamente inteligente e ingenioso Radek regresa a su antiguo yo por última vez y lo ataca:

"¿Qué pruebas hay en apoyo de este hecho? En apoyo de este hecho está la evidencia de dos personas: el testimonio de mí mismo, que recibí las directivas y las cartas de Trotsky (que, desafortunadamente, quemé), y el testimonio de Pyatakov, que habló con Trotsky. Todo el testimonio de los otros acusados se basa en nuestro testimonio. Si se trata de meros criminales y espías, ¿en qué puede basar su convicción de que lo que hemos dicho es la verdad, la verdad firme? "

Vyshinsky prefirió cambiar de tema de inmediato.

Finalmente, también es una mentira que "todos confesaron". Lo cierto es que solo los acusados que quedaron completamente destrozados se presentaron en los juicios abiertos (aunque ellos, como hemos visto, intentaron mantener algunos jirones de dignidad). Todos los demás recibieron disparos en secreto, la mayoría de las veces sin siquiera un juicio, o con "juicios" que duraron unos minutos. La burocracia misma, siendo tan meticulosa, tuvo que ser vista para proporcionarnos una prueba irrefutable. Los expedientes de los acusados del primer Juicio, numerados y por orden alfabético, llegan al menos hasta el número 38. Sin embargo, solo 16 acusados estaban presentes en la corte, por lo que al menos otros 22 estaban destinados a ser juzgados, pero nunca llegaron a la corte ...

¿La revolución devora a sus propios hijos?

Ya nadie puede creer que hubo siquiera una pizca de verdad en estas pruebas. Incluso la propia burocracia se vio obligada a refutarlos parcialmente en las décadas siguientes y rehabilitar a la mayoría de sus víctimas (excepto, por supuesto, el principal acusado, Trotsky, que siguió siendo un "enemigo" hasta el final). Sin embargo, el daño de estos juicios fue enorme. Aparte del monstruoso exterminio de millones de inocentes, la Revolución misma fue desacreditada en grado extremo. Muchas personas hicieron un juicio superficial y se apresuraron a culparlo en su conjunto. ¿Qué valor puede tener una revolución si termina de esta manera? Y, sin embargo, como hemos explicado anteriormente, la vergüenza no debe atribuirse a la revolución sino a la casta burocrática que la usurpó y tuvo que aniquilarla por completo, convertirla en su opuesto, antes de que pudiera avanzar en sus planes de consolidar su dominación. Todo lo que quedaba de la revolución de octubre, 20 años después, era el cambio en las fuerzas productivas que había implementado. Más allá de eso, también quedó un puñado de usurpadores, con Stalin a la cabeza, y algunos dichos huecos. El Partido Bolchevique de 1939 ciertamente no tenía nada que ver con el partido de la revolución, y hay pruebas numéricas de esto; ¡sólo el 0,3% había sido miembro del Partido antes de 1917! Los principales pilares del comunismo, la igualdad y el internacionalismo, habían sido completamente borrados por la política de la burocracia. Solo recordaban estas palabras prohibidas en los aniversarios y las usaban para justificar su propia existencia. De hecho, Stalin cavó la tumba de la revolución y pasó a la historia como la persona más estigmatizada en ella.

Horror en números


Derecha: Stalin visto por la pluma de Boris Efimov, 1924. Fue un acto suicida, el propio dictador le pidió a Efimov que la destruyera, pero no lo hizo, el dibujo sobrevive en el presente. Izquierda, una esclarecedora caricatura de Boris Efimov datada en 1987, se refiere a la absurda negación de los estalinistas que siguen expresando que "Stalin no sabía nada de las ejecuciones y ni siquiera sospechaba".


Si el horror y la paranoia se pueden describir en números, el período estalinista tiene innumerables de ellos para nosotros:

En 1940, todos los miembros del Comité Central de 1917 que no tenían la edad suficiente para morir por una causa natural, habían sido ejecutados o desaparecidos en el aire.

El 70% de los miembros del Comité Central de 1934 (que eran todos estalinistas leales) también habían muerto en 1940. Lo mismo ocurre con el Comité Central juvenil del Partido, el Komsomol.

Durante las purgas del Ejército Rojo, unos 35-40 mil oficiales fueron exterminados, incluido el 80% de los que tenían el rango de Coronel y superiores. No hay otro caso en la historia, en el que una conspiración que involucró al 80% de los oficiales más altos, no solo fue expuesta y derrotada, sino que no se libró ni una sola batalla. ¿Fue esto gracias a la determinación de la dirigencia política? ¿Cómo es esto posible cuando el 70% de este liderazgo también fue acusado de estar involucrado en la conspiración?

Podemos presenciar una situación similar en el servicio diplomático: mientras que solo 30 países habían reconocido a la URSS, 48 embajadores fueron ejecutados en las purgas. Como resultado, en la víspera de la guerra no había embajador soviético en Washington, Tokio, Varsovia y otras capitales.

A partir de cierto momento, eliminar a los conspiradores se convirtió en una especie de "tarea", ¡con la obligación de entregar una cierta cantidad dentro de un período de tiempo específico! Un telegrama típico de Yezov, jefe de la policía secreta, al jefe de la GPU kirguisa dice en pocas palabras: "Se le ha encargado la tarea de eliminar a 10.000 enemigos del pueblo. ¡Ejecución del informe"!

La fuerza laboral de la Unión Soviética en 1939 incluía: 600,000 trabajadores mineros, 900,000 trabajadores ferroviarios y ... 2,1 millones de guardias, guardias de prisiones y agentes de la policía secreta, sin incluir las tropas especiales del NKVD (Ministerio del Interior). Cuando estalló la guerra y las tropas de Hitler rodearon Moscú y Leningrado, 250.000 soldados de élite de la NKVD fueron bloqueados en los campos de concentración que custodiaban a los prisioneros.

En 1935, la pena de muerte para los niños de 12 años (!) se incluyó en el código penal. ¡Los sirvientes de Stalin justificaron esto en Occidente afirmando que "bajo el socialismo los niños crecen más rápido"! De hecho, debe haber sido el caso, ya que se han encontrado en los archivos declaraciones de niños de esa edad confesando que "habían formado una banda que operaba espiaba y saboteaba y tenían vínculos con la Gestapo"...

Cabe mencionar finalmente que los Juicios han sido descritos por algunos abogados occidentales sobornados como "joyas de la ciencia jurídica". Deben remitirse al discurso de clausura del abogado defensor en el juicio de Bujarin:

"Camaradas jueces, los hechos en este juicio son tan claros, ... que la defensa no encuentra ninguna razón para estar en desacuerdo con el camarada fiscal... En cuanto a las conclusiones políticas y morales, el discurso del Fiscal fue tan amplio que la Defensa siente la necesidad de respaldarlo de todo corazón..."


ξεκινημα - Primeros Pasos

15 enero 2021

Totalitarismos, populismos y nacionalismos


por Fernando Navarro García


La presente recopilación es continuación de:

El siglo XX fue el siglo de los totalitarismos y de los regímenes liberticidas, tales como el nazismo, los fascismos europeos, las dictaduras iberoamericanas y africanas o el comunismo internacional. 

En palabras de Fernando Savater, prologuista de El Delirio Nihilista que acaba de publicarse (El Delirio Nihilista: un ensayo sobre los totalitarismos, nacionalismos y populismos, ed. Última Línea-Citma, 2018), “podemos llamar totalitaria a aquella ideología o conducta política que considera el valor de la vida humana como algo relativo a la norma que impone. Si no se somete a ella, esa vida pierde su calidad de verdaderamente humana o sea deja de pertenecer a nuestra propia especie y por tanto ya no gozará de la protección especial -incluso sagrada- que tienen las existencias de nuestros semejantes”.
Los sistemas liberticidas trajeron consigo los regímenes más déspotas y sanguinarios de la Historia. Sin embargo, de las cenizas de la devastación que fue la Segunda Guerra Mundial y el genocidio surgió un periodo de paz y estabilidad sin parangón. El siglo XXI -a pesar del avance en el respeto a los Derechos Humanos y del progreso socio económico de la humanidad- no parece presentar un panorama exento de riesgos, ya que los enemigos históricos de las libertades vuelven a surgir bien cebados por una larga crisis que no solamente es económica sino también institucional y en donde la insatisfacción es el mínimo común denominador de una ciudadanía huérfana de referentes. 
Steven Pinker escribía hace poco que "un pesimista parece que quiere ayudarte; un optimista, venderte algo" y quizás por eso los populismos viven y medran de rentabilizar la rabia y la frustración de una sociedad acuciada por graves problemas que no tienen soluciones mágicas. Y es en este caldo de cultivo en el que nacen casi siempre los peores sistemas totalitarios y autoritarios.
El totalitarismo es destrucción pura, por eso resulta tan tentador analizarlo en términos de psicopatología. Los líderes totalitarios conducen a sus naciones al suicidio colectivo, no sin antes haber asesinado a millones de personas en el camino. En El Delirio Nihilista, obra anteriormente aludida, se diseccionan seis regímenes totalitarios o autoritarios, con el nihilismo como mínimo común denominador: nazismo, comunismo, fascismo, nacionalismo, populismo y yihadismo.
Es la dificultad para la empatía con el sufrimiento ajeno la que permite identificar a los regímenes liberticidas
Nihilismo y delirio van de la mano, son una causalidad, y por ello su maridaje es inevitable. Nietzsche en La Voluntad de Poder postula que el nihilismo supone que “los valores supremos se deprecian”. Y esa anunciada “de-valuación” llevaba, según Nietzsche, a la muerte de Dios. Dovstoieski en involuntaria réplica escribe en Los Hermanos Karamazov que “si dios no existe, todo está permitido y si todo está permitido la vida es imposible”. Llama la atención que los dos grandes totalitarismos de la Historia hayan compartido su odio a lo divino y a su representación mundana que es la religión. Nazismo y comunismo pretendieron sustituir a Dios para despejar el camino a sus respectivas religiones paganas.
Las desastrosas vidas privadas de LeninHitler o Stalin. confirman muy probablemente esa dificultad para amar y gozar. Y es precisamente esta dificultad para la empatía, especialmente para con el sufrimiento ajeno, la que nos lleva a identificar los peores regímenes liberticidas. De facto, cuando el nihilismo sale de la órbita del mero debate filosófico y encuentra a personas o grupos dispuestos a implantarlo en la sociedad con toda su carga de destrucción y amoralidad es entonces cuando nos encontramos ante el delirio nihilista y la locura destructiva en aras de un futuro siempre promisorio y jamás alcanzado.
La clasificación y diferenciación de la amplia gama de sistemas y regímenes liberticidas tiene como común denominador la privación de libertades a las sociedades y pueblos que los sufren. Si entendemos la democracia -siguiendo la definición de Raymond Aron- como “la organización de la competencia pacífica con vistas al ejercicio del poder” podríamos identificar, como modelos no democráticos, el totalitarismo, el fascismo, los regímenes autoritarios, los nacionalismos, el populismo y el yihadismo.


El Estado totalitario supone un poder absoluto y violento, bajo el liderazgo de una persona que representa al partido único y que no está sujeta a mecanismos de control. Los ejemplos más brutales de totalitarismo son el comunismo (especialmente bajo las tiranías de Lenin y Stalin, pero también de MaoPol-Pot o Kim Jong-un) y el nazismo.

Del nazismo ya no queda rastro, pero el comunismo ha sido capaz de reinventarse periódicamente

Del nazismo ya no queda rastro pues fue totalmente destruido en 1945. El comunismo sin embargo sigue activo y ha sido capaz de reinventarse periódicamente para realizar numerosos experimentos, siempre fallidos y trágicos, y muy a menudo con el beneplácito de una parte nada despreciable de las sociedades libres que, inexplicablemente, siguen distinguiendo entre tiranías buenas y malas.
Jean-François Revel escribe en La Tentación Totalitaria con su ironía habitual: "Un punto a favor del capitalismo es que, por lo menos, está contento de sí mismo solo en tiempos de euforia y cuando todo marcha bien, mientras que el triunfalismo socialista no precisa esta condición para ahuecarse. Los fracasos lo revigorizan, afortunadamente para él, ya que si hubiera de fundar su contento de sí mismo en los éxitos, se retorcería en ininterrumpidas mortificaciones".
El fascismo es un régimen en donde el Estado asume un enorme y despótico poder, pero en el que sin embargo siguen existiendo algunos contrapesos institucionales que conservan una cierta autonomía (pluralismo limitado) y hasta un cierto poder de veto (Mussolini fue derrocado desde las propias instituciones italianas). Precisamente por la existencia de esos "contrapesos" el fascismo -siguiendo las tesis de Juan Linz y otros- no suele ser considerado en sentido estricto como un sistema totalitario puro aunque en muchos aspectos existan identidades.



Los regímenes autoritarios son en realidad un cajón de sastre tan caótico y variopinto que deben ser clasificados en categorías más pequeñas para poder ser analizados con un mínimo de rigor. Coincidimos con Linz en que no tendría demasiado sentido meter en el mismo saco a regímenes tan diversos como los del general Trujillo, Perón, Mobutu, Franco, Salazar, Horthy o Gadafi, por más que todos ellos sean modalidades de regímenes no democráticos y en consecuencia posean obvias similitudes.

El Franquismo es considerado por la mayoría de historiadores como régimen autoritario antes que fascista

En general el Franquismo es considerado por la mayoría de historiadores como un régimen autoritario antes que totalitario o fascista. Así lo hacen historiadores de la talla de Javier TusellStanley PayneEdward MalefakisJuan Pablo Fusi, Juan Linz o más recientemente José Luis Ibáñez Salas. Esta posición mayoritaria no excluye también la defensa de las tesis contrarias defendidas por historiadores tan notables como Paul PrestonRobert Paxton.
El nacionalismo intenta oponer el Estado (en cuanto que institución humana garante de obligaciones y derechos para todos los ciudadanos) a la nación en cuanto que entidad natural, introduciendo así una visión organicista propia del siglo XIX (Sabino Arana en España o Andre Maurrás en Francia). El nacionalismo antepone la sangre y la lengua a la ciudadanía, y lo autóctono a lo cívico; por eso necesita apoyarse en la melancolía de una legendaria edad de oro, en la dialéctica amigo-enemigo y en el victimismo histórico que fundamente sus reivindicaciones insaciables.
Aun tratándose de una doctrina claramente conservadora y reaccionaria, que busca preservar las tradiciones incontaminadas de agresiones exteriores, en España el nacionalismo cuenta con un paradójico respaldo de una parte de la izquierda a la que Horacio Vázquez-Rial llegó a tildar de “izquierda reaccionaria”.
El populismo es una ideología con escasa articulación doctrinal -en ocasiones solo es una simple estratagema dialéctica que se confunde con la demagogia- y que toma su nombre de la apelación al pueblo (populus) al que imaginariamente se contrapone a las instituciones del Estado y al que se pretende representar en exclusiva. 

El populismo no es patrimonio de la derecha ni de la izquierda: sirve a ambas en sus extremos ideológicos

En opinión de Raymond Aron, cuando en el discurso político se esgrime la palabra “pueblo”, “gente” o “soberanía popular” es posible cualquier malabarismo ideológico, pues "nadie sabe en realidad en qué consiste realmente el pueblo”. El populismo siempre ha pretendido representar los intereses reales del pueblo al que halagaban los oídos con dádivas, asistencia social, reparaciones de agravios históricos o promesas de un futuro resplandeciente.
Las tácticas populistas han sido profusamente empleadas a lo largo de la Historia, pero han alcanzado su cenit en el siglo XX con el advenimiento de la sociedad de masas, precisamente por el gran alcance del discurso y por la efectividad y rapidez de los medios de comunicación. El populismo no es patrimonio de la derecha, ni de la izquierda sino que sirve eficazmente a ambas, habitualmente en sus extremos ideológicos.
El resurgir totalitario en el siglo XXI queda encarnado principalmente por el yihadismo como su expresión más criminalSami Naïr escribe que el yihadismo 
“es una suerte de fascismo, no solo porque su nihilismo destructivo lo emparenta con los fascismos europeos, sino también porque postula la misma concepción autoritaria del orden social, el mismo fanatismo ideológico, y por último el mismo odio a los derechos de las personas”.
Se trata de un sistema totalitario de tipo religioso; una “religión de Estado” donde la idea Dios se antepone a la de raza o de clase social y en la que no es necesario disfrazar de religión una idea política, sino que es la misma idea política la que simultáneamente es religión.


Diez similitudes entre los totalitarismos nazi y comunista


Nazismo y comunismo no son iguales, pero como ya apunté en "Reductio ad Hitlerum" y la caja de herramientas totalitaria, ambos comparten algunos rasgos comunes gracias a los cuales llegaron a ser los sistemas totalitarios más sangrientos del siglo XX. En mi opinión, el fondo ideológico debería ocupar un segundo plano cuando para alcanzar las metas políticas - por promisorias que sean - es preciso asesinar y esclavizar a millones de personas. Y sobre esa base moral empiezo por tomar partido: creo que en el siglo XX no hubo peores sistemas que el comunismo y el nazismo. Hay quien los considera esencialmente idénticos y hay también quien los explica precisamente en su antítesis y oposición radical (el nazismo fue una reacción contra el comunismo). Aunque dejo ese apasionante debate en manos de la historiografía más cualificada; trataré en las siguientes líneas de destacar algunas similitudes entre la maldad intrínseca de ambos regímenes que nos deberían alertar para el futuro:

1. La primera similitud entre comunismo y nazismo son los rasgos físicos y psíquicos de sus líderes. Ambos sistemas totalitarios estuvieron sustentados en la personalidad de dos líderes indiscutibles: Stalin y Hitler. Existe numerosa bibliografía que compara a estos dos asesinos de masas. Ambos fueron considerados irrelevantes y "mediocres" en sus principios. Trosky afirmó de Stalin: "No tememos a Stalin. En cuanto intente medrar lo eliminaremos", mientras que Hindenburg calificaba despectivamente a Hitler de "pequeño cabo".



Tanto Hitler como Stalin eran de baja estatura y escasa presencia. Ambos tuvieron un padre autoritario y su infancia y juventud fue difícil, lo que mermó su educación. Los dos vivieron de cerca el suicidio de un familiar con el que habían tenido una relación sentimental: Nadia Alilúyeva, la esposa de Stalin, se suicidó en 1932 y Geli Raubal, la sobrina y amante de Hitler, lo hizo en 1931. El suicidio de ambas mujeres - cuya relación con los tiranos fue de amor-odio- fue en extrañas circunstancias y nunca han sido aclarados del todo. Ambos líderes tuvieron un carácter depresivo y los dos realizaron tentativas de suicidio (Hitler finalmente lo consiguió en 1945).

Stalin y Hitler sufrieron de una paranoia conspiranoide que hizo que durante sus largos mandatos ejecutaran a la mayoría de sus viejos camaradas en purgas puntuales (La noche de los cuchillos largos, en 1934, cuando Hitler acaba con Röhm y el ala más revolucionaria de las SA) o las sucesivas purgas soviéticas (los Procesos de Moscú de 1936 a 1938). En ningún caso mostraron empatía alguna por sus víctimas, ni fueron clementes

Stalin toma el poder en 1924. Hitler asume la dirección del nuevo Partido Nacional Socialista (NSDAP) en 1924. En su estrategia para la toma del poder, ambos líderes supieron ocultar con astucia sus verdaderas intenciones. En el caso de Hitler, se trató de una estrategia de legalidad que suavizó sustancialmente su discurso inicial para atraer al mayor número de votantes tanto de la izquierda como de la derecha.

2. Comunismo y nazismo son ideologías totalistas, orientadas a la consecución de la dictadura del proletariado (comunismo) o la supremacía racial (nazismo). En ambos casos se niega la existencia de la individualidad, de ahí el odio que ambas comparten contra el liberalismo: "Nosotros los bolcheviques somos de una raza especial: el individuo nos importa un comino". Se atribuye a Stalin una frase terrible: "La muerte resuelve todos los problemas: sin hombre no hay problema".

3. Ambos regímenes se fundamentan en un partido único, tutelado por un "caudillo". En el nazismo ese partido es encarnado por el NSDAP (refundado en 1924) y en el comunismo por el PCUS (fundado en 1923, al año de crearse la URSS). Detrás del partido único está siempre la figura todopoderosa de Hitler o de Stalin encarnando el principio de autoridad o caudillismo (Führerprincip). El partido es lo que piensa el líder.

4. Comunismo y nazismo necesitaron para alimentar su discurso del odio la creación de enemigos externos e internos. El comunismo encontró sus principales caladeros de enemigos no solo en las democracias occidentales y liberales, el capitalismo, el imperialismo, el fascismo o los kulaks (pequeños agricultores), sino también en los socialdemócratas, cosacos, en los tildados de "contrarrevolucionarios", en los prisioneros soviéticos liberados de campos de concentración nazis (a los que se suponía "infectados" tras años de contacto con el enemigo) y en su última etapa, también en los judíos: "Toda la generación anterior estaba contagiada por el sionismo" (en las ultimas purgas de Stalin unos dos millones de personas, en su mayoría judíos, fueron enviadas al gulag).

El nazismo por su parte comparte muchos de esos enemigos, pudiéndose destacar entre sus principales objetivos a los judíos, el capitalismo, las democracias occidentales y liberales, la Sociedad de Naciones, los comunistas, los socialdemócratas y otros elementos "antisociales" (el equivalente nazi a los "contrarrevolucionarios").

5. Ambas ideologías totalitarias son claramente anticlericales. La tradicional simplificación que asocia el comunismo a la izquierda y el nazismo a la derecha hace perder de vista que ambos regímenes persiguieron implacablemente cualquier culto religioso; y muy especialmente al cristianismo por su relevancia social. El comunismo lo hizo de una forma violenta (quema y destrucción de iglesias, etc) y programática ("La religión es contraria a los intereses del Pueblo"); mientras que el nazismo lo hizo de una manera más velada mediante el lento proceso de "sincronización" (Gleichschaltung) de las instituciones sociales bajo el manto de la ideología nacionalsocialista (¡Llegó a crearse ad hoc una Iglesia de los Cristianos Alemanes con un Jesús ario y no judío!).

En el proceso nazi de "sincronización" se fomentó el neopaganismo (sustitución de fiestas religiosas por otras paganas; Navidad/Solsticio), la crítica sistemática al cristianismo desde la "intelectualidad" oficial (Rosenberg), las injurias soeces desde las bases más violentas y embrutecidas, la obstaculización legal de la libertad de culto (prohibición del uso de signos religiosos en escuelas y hospitales) y como se ha indicado anteriormente el intento de fagocitación e instrumentalización de las iglesias cristianas bajo la nueva religión nazi.



6. Uso del terror y de las purgas como arma de control, dominación y mantenimiento del poder. Se trata del aspecto más visible y conocido del horror totalitario; una vez tomado el poder mediante una revolución violenta (comunismo en 1917) o a través de la instrumentalización perversa de instituciones democráticas (nazismo en 1933). Es difícil enumerar los numerosos medios de terrorismo de Estado empleados por comunismo y nazismo, si bien los más conocidos son los campos de concentración, con sus distintos grados de represión. Para los comunistas su epítome fueron los GULAG (1930 - 1960) y para los nazis fueron los campos de exterminio (especialmente a partir de 1941) con Auschwitz como símbolo indeleble de una infamia universal. La superviviente comunista alemana Margarette Buber-Neumann, relata en sus memorias sus experiencias como prisionera en los campos de concentración de ambas tiranías. No distingue entre horrores.

Los comunistas inventan el "Juicio Político" (el infame juez Vishinski, posteriormente emulado por el juez nazi Freisler). La purga de 1933 supuso la expulsión de 400.000 militantes del PKUS. Durante la Gran Purga y los tres procesos de Moscú entre 1936 y 1938 (Kamenev, Radek, Bujarin y Yagoda) se llegaron a realizar más de mil ejecuciones diarias, lo que supuso el desmantelamiento del Ejército Rojo (algo que aprovecharía poco después Hitler para invadir la URSS) y la creación en 1938 de una nueva generación de adeptos a Stalin: la Nomenclatura. La purga alemana fue en 1934 durante La noche de los cuchillos largos.

Tales horrores no fueron óbice para que una gran parte de la intelectualidad de la época negara, minimizara o incluso justificara los campos de concentración y los crímenes de sus regímenes favoritos. El muy progresista Louis Aragón aprobaba en 1933 el Gulag con estas insidiosas palabras: "Representan la reeducación del hombre por el hombre".

También personalidades como George B. Shaw o Sartre quedaron fascinadas por la utopía comunista. Otros como George Orwell o Albert Camus tuvieron la coherencia ética de oponerse al totalitarismo soviético con la misma vehemencia con la que se habían opuesto al nazismo. La agria polémica epistolar entre Sartre y Camus en la revista Les Temps Modernes retratará para siempre a cada uno de ellos desde un punto de vista ético y humano. Personalmente, mi corazón estuvo siempre con Camus a quien la ideología no impidió ver los hechos más criminales del comunismo.

7. Otra modalidad de terror muy empleada por el comunismo fueron las hambrunas provocadas (hambruna de 1921, Holodomor ucraniano de 1932-1933 con entre 7 y 10 millones de víctimas). El Primer Plan Quinquenal de 1928 y la Gran Colectivización’ de 1929 con la creación de las granjas colectivas que cambiaba los modos de vida de una población que en 82% era campesina supuso la inevitable revuelta de los pequeños agricultores (kulaks) y una represión salvaje por parte del Ejército Rojo (más de 500.000 deportados). El 7 de agosto de 1932 se promulgó la Ley sobre "robo y dilapidación de la propiedad social" que suponía una condena de diez años en el gulag. Los efectos no se hicieron esperar: malas cosechas, hambre y un éxodo masivo a las ciudades que fue drásticamente frenado con la "pasaportización" de 1933 que impedía literalmente abandonar la población de origen, quedando millones de personas expuestas a la muerte por inanición. Se estima que el proceso de deskulakización entre 1930 y 1932 supuso la deportación de casi tres millones de rusos y la muerte por hambre o enfermedad de 25.000 personas al día (750.000 al mes).



También los nazis emplearon el hambre como arma de guerra fuera de los campos de exterminio. En 1941 se empezó a aplicar el "Plan del Hambre" que implicaba que a los judíos que viviesen en los territorios ocupados se les suministraría un máximo de 420 kilocalorías al día, una ración muy inferior a la necesaria para sobrevivir. Según datos aportados recientemente por el historiador Snyder tal plan supuso 4,2 millones de hambrientos.

Mientras se ejecutaban las hambrunas comunistas, las democracias occidentales se aprestaron - una vez más - a brindar al tirano de turno su particular tonto útil. Un ministro francés tras visitar la URSS en 1933 declaró sin sonrojarse: “Puedo afirmar que el país es un jardín en pleno rendimiento y con admirables cosechas ¿Hambre? ¡Permítanme que lo dude!”

En 1935 el Partido Comunista francés (1935) remataba la faena con esta nueva apostilla alentadora: “Estamos seguros del futuro porque el navío está dirigido por el mejor piloto: Stalin”.

La condescendencia de las democracias liberales no sólo fue con el comunismo. En esa misma época Inglaterra empezaba ya a forjar su política suicida de apaciguamiento con el régimen nazi.

8. Ambos sistemas totalitarios contaron una policía secreta tan eficaz como criminal. En la URSS se crea en 1934 el NKVD o Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos. En la Alemania nazi impera desde 1933 la GESTAPO y el KRIPO. Para facilitar la labor policial se alecciona a la población en la denuncia y en la delación, incluso entre miembros de la misma familia. Se enaltecen aquellos casos en los que un hijo delata a sus padres, anteponiendo revolución a familia:

Mi obligación como Pionero (juventudes comunistas), es comunicaros que mi padre se ha comportado de forma contra revolucionaria. Y os pido, no como hijo, sino como pionero, que juzguéis con severidad la responsabilidad de mi padre.

9. La comunicación de masas es empleada para transformar radicalmente la sociedad según el modelo ideal de cada tirano. Y para ello nada más idóneo que crear héroes y mártires. Los comunistas tuvieron a Stajanov y los nazis a Horst Wessel. El gran cineasta soviético S. M. Eisenstein sostiene que "filma el mundo como debería ser", de ahí quizás la mandorla mística con la que envuelve la cabeza de Lenin en su película Octubre (1928). El Eisenstein de los nazis fue una mujer y se llamó Leni Riefenstahl, cuyo “Triunfo de la Voluntad” (1935) resulta ser un panegírico tan tramposo que logra hacer creer que la perversión nazi es una obra de arte. La prensa oficial del partido comunista entre 1918 y 1991 se denominó significativamente Pravda (La Verdad) pues nada fuera del discurso oficialista del PKUS podía ser cierto. Los nazis también supieron "sincronizar" toda la prensa y aunque aparentemente resultara más variada en su edición (Der Angriff, Der Sturmmer, ...) toda ella estuvo sometida al férreo control de Goebbels y su Ministerio de Propaganda.

Todo el arte nazi y soviético (Proletkult, el Realismo Socialista de 1930 a 1950) coadyuva sumisamente a idealizar el horror con un retrato heroico de Stalin o de Hitler. El comunista odia el "arte burgués" y el nazi odia el "arte degenerado". Ambos gustan de lo desmesurado y del gigantismo en las formas.

                           Pacto Ribbentrop–Molotov

10. Ambos totalitarismos fueron tan compatibles e intercambiables que durante casi dos años (1939 a 22 junio 1941) fueron aliados. El Pacto Ribbentrop–Molotov (de 23 agosto 1939) significó no solo un acuerdo de no agresión entre ambas potencias, sino el reconocimiento de intereses mutuos en Polonia y de los intereses exclusivos soviéticos en Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania (estados que los comunistas se anexionaran en 1940, junto con algunos territorios de Rumania, con la aquiescencia del III Reich). La cooperación nazi y comunista tuvo su más claro exponente con las Conferencias GESTAPO-NKVD (1939-1940) en las que Himmler y Beria coordinaron sus eficaces aparatos represivos para acabar con la resistencia polaca tras la invasión de Polonia por la Alemania nazi ... y por la URSS. Fruto de esta colaboración entre totalitarismos es la llamada "Purga de refugiados" cuando en 1939 las autoridades soviéticas entregaron a la Gestapo nazi a los exiliados comunistas (alemanes, polacos y húngaros) que habían buscado refugio en la Unión Soviética tras la toma del poder por los nazis y sus posteriores conquistas. En esa misma línea, debe recordarse que cuando el ejército nazi invadió Yugoslavia y Grecia en 1941, la URSS se negó a condenar dichos ataques. Y es lógico pues, como hemos visto, desde mediados de 1939 hasta mediados de 1941 Hitler y Stalin fueron aliados.
Fernando Navarro García
Fuentes:

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