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28 abril 2020

Reflexiones políticas en plena pandemia




T. Andino
Recopilación, resumen
y análisis de diversas fuentes


Vale revisar el lado político (o estretégico) de ciertos cuestionamientos que viene planteándose la sociedad civil en la declarada pandemia por el coronavirus. Hay quienes advierten que se busca imponer medidas de ‎seguimiento a los ciudadanos, algo que al parecer y, según muchas teorías, es el sueño de las élites, medidas que ya han sido rechazadas antes por los auténticos defensores de las libertades públicas -es decir, el propio pueblo-. Será que se aprovecha de esta crisis sanitaria para controlar a la gente?. En otras circunstancias, cualquier gobierno que se precie de democrático ni se lo plantearía. 

Luego de repasar el punto de vista de destacados y serios politólogos internacionales podemos explicar a groso modo el manejo de la actual crisis mundial. 

Bien, el denominado "distanciamiento social" ahora si que es una realidad y no sabemos hasta cuando se mantendrá. Se ha "profetizado" que la medida cambiará para siempre nuestro modo de vida y para que pueda mantenerse operativa a largo plazo deberá estar amparada bajo el largo brazo de la Ley.‎

Conocemos que  Apple y Google, Microsoft (informática global) están atareados para modificar automáticamente los sistemas operativos de cientos de millones de teléfonos celulares (quizá miles de millones); también se habla de "certificados digitales", lo mismo se hace en China con  los famosos Códigos QR, algo como un detector de contactos cercanos. Según los expertos esto lograría que se pueda realizar el "seguimiento de nuestros contactos" con el pretexto de prevenir a un usuario si alguien que se acerca a él está contagiado. Como es de esperar, las firmas informáticas "informan" que estas medidas -de aplicarse- garantizarán "transparencia" y respeto a la "vida privada"... (Hemos escuchado esa misma historia en otros asuntos). Supuestamente, estas medidas son ‎la única forma de reestablecer la producción y el trabajo, "respetando" el distanciamiento social.  ‎

Si toda la información provendrá de empresas privadas, como en la práctica ya sucede, existe la posibilidad que legalmente los gobiernos entreguen definitivamente el destino de la humanidad a corporaciones privadas globales. Hay quienes piden poner atención a Bill Gates respecto de los famosos "certificados digitales".

China ya aplica el Código QR, una especie de certificado digital sanitario.


Manlio Dinucci, politólogo italiano nos advierte que el famoso "certificado digital" no tiene nada que ver con cierto tipo de identificaciones electrónicas del sistema de salud de algunos países desarrollados. 


Se trata de una reciente invención, "un sistema de puntos ‎cuánticos a base de cobre que, al ser inyectado en el cuerpo junto con la vacuna «se convierte ‎en algo así como un tatuaje con código de barras que puede leerse con un Smartphone ‎personalizado» (“Quantum-dot tattoos hold vaccination record”, Mike ‎Williams, Rice University, 18 de diciembre de 2019). Otras instituciones privadas se hallan desarrollando similares tecnologías.  

Para mejor saber, los "certificados digitales" demostrarán quién está curado o ha pasado ‎por un test de detección; y, cuando haya una vacuna, reportará quién ha sido ‎vacunado. ‎

Gracias al ´Covid-19´ los políticos han conseguido lo que no han podido lograr en décadas de arduas sesiones parlamentariasPreocupante, si no solo fuera una cuestión de prevención y salud pública, hasta estamos tentados a pensar si, tal vez, los conspiranoicos han tenido "siempre" la razón. 

El coronavirus está presente, innegable, no podemos menospreciar el daño que causa (miles de muertes es algo que no debe ser minimizado); pero, acaso no es verdad que las autoridades globales no se han interesado por otros tipos de muerte que nos acecha día a día?. La clásica gripe estacionaria (virus de la influenza) mata a cientos de miles cada año y contagia a millones, sin embargo, el coronavirus ("el virus chino") es el que ocupa los titulares de prensa. Recuerden que también tenemos otros virus como el sida, ébola, etc., o el mortal "virus" del hambre que mata miles de niños cada día. Preguntémonos: Se tomarán medidas para evitar, por ejemplo, la contaminación medioambiental que cega la vida de casi medio millón de personas al año? 

- El confinamiento  empobrecerá más a los países en desarrollo, pero también lo hará con los países del primer mundo, es innegable que ya presenciamos la destrucción de las economías nacionales en la mismísima Europa y en los Estados Unidos.

- Las corporaciones globales privadas están dispuestas a decidir cual será nuestra forma de vida. ‎

- Recuerden la teoría de la sociedad posindustrial de crecimiento cero? El precio del petróleo en los suelos. El colapso económico mundial parece que será más desvastador que el contagio de Covid-19.

- Distanciamiento social.

- Constante campaña de Miedo a través de los medios masivos de comunicación. Miedo ante la presencia de un posible enfermo, que será advertido por nuestro teléfono móvil.

- Código de barras microscópicos implantando en nuestro cuerpo, presuntamente a través de las vacunas (Programa Mundial de Vacunación contra el coronavirus).

- Seguimiento permanente (rastreo) de las personas. El camino al totalitarismo en aras del control de la pandemia, obediencia ciega a la autoridad.

- Desempleo y rebajas salariales.

- Hambruna.

- El fín del dinero físico.

- Despoblación, como denuncia Robert F. Kennedy Jr. (la Agenda de Despoblación).


La economía, siempre la economía. 



Y, que tiene que ver la economía en todo esto?. Todo.

Michel Chossudovsky se pregunta si estamos en camino hacia un "Nuevo Orden Mundial"? ante la presencia de una crisis global sobre la deuda y la privatización del estado. 


"Millones de personas han perdido sus empleos y sus ahorros de toda la vida. En los países en desarrollo, prevalecen la pobreza y la desesperación, sus devastadores impactos económicos y sociales son ignorados. La verdad impronunciable es que el nuevo coronavirus constituye un pretexto para poderosos intereses financieros y políticos corruptos, para llevar al mundo entero a una espiral de desempleo, bancarrota, pobreza extrema y desesperación. Esto es lo que está pasando en realidad. La pobreza es mundial. Mientras estallan las hambrunas en los países del Tercer Mundo, más cerca de casa, en el país más rico de la Tierra,.. Es la “globalización de la pobreza”.

Producción detenida tras el encierro mundial, eso origina un proceso global de bancarrota de pequeñas y medianas empresas, caída del poder adquisitivo, desempleo masivo, pobreza generalizada y rumbo a la hambruna, consecuentemente. la desesperación absoluta.



“Millones de estadounidenses desesperados aguardan largas filas para recibir limosnas” “La semana pasada se formaron filas de miles (de personas) en bancos de alimentos y oficinas de desempleo en Estados Unidos”. Mientras tanto la economía de la zona euro ha sufrido una caída sin precedentes.

La crisis combina miedo y pánico que permite la casi imperceptible manipulación económica y no es necesario que "el FMI-Banco Mundial negocie  préstamos de ajuste estructural con los gobiernos nacionales".

Como decía el comediante mexicano Chespirito, "Y ahora quién podrá defendernos?"... Yo!!, el FMI (y el Banco Mundial) al rescate!. Según la directora del FMI, la OMS está allí para proteger la salud de las personas, el FMI está allí para proteger la salud de la economía mundial”... mediante préstamos. La maquinita de hacer dinero trabajará sin descanso los próximos meses. No obstante, es evidente que ese tipo de préstamos solo ha servido para una cosa, mantener el círculo vicioso del pago de las deudas a los acreedores y los pagos por el servicio de la deuda.

No hay, ni habrá recuperación económica, solo más pobreza y desempleo, un nuevo proceso de endeudamiento y escalada de la deuda. "Cuanto más presta (el FMI), más exprime a los países en desarrollo para que cumplan con sus políticas. Y, en última instancia, ese es el objetivo del Imperio estadounidense hoy en bancarrota", reflexiona el profesor Chossudovsky. La deuda no se puede pagar

"La lógica de los rescates es, en algunos aspectos, similar a la de la crisis económica de 2008, pero a una escala mucho mayor. Irónicamente, en 2008, los bancos estadounidenses fueron tanto los acreedores del gobierno federal norteamericano como los beneficiarios afortunados: la operación de rescate fue financiada por los bancos con el objetivo de “rescatar a los bancos”. ¿De veras suena contradictorio?"

Y, como lógica consecuencia que les queda a los países del mundo?... La privatización del Estado.

El profesor Neil Ferguson, gran sacerdote del liberalismo aplicado a la administración de los ‎hospitales e inventor del confinamiento generalizado contra el Covid-19. 


Ahora bien, es necesario analizar otro punto de vista, Thierry Meyssan, considerado uno de los mejores polítologos internacionales, reflexiona sobre salud pública y medidas gubernamentales. En sus más recientes artículos destacan puntos que iremos resumiendo. Según éste analista existe una estafa intelectual ante nuestra mirada. En su artículo "Covid-19: Neil Ferguson, el Lysenko del liberalismo" se señala que 


"En otras épocas, los gobernantes europeos seguían los consejos de sus ‎astrólogos. Hoy hacen lo que les indican los especialistas en estadística del Imperial ‎College. ‎Estos últimos siempre les han servido todos los argumentos imaginables para ‎justificar el liberalismo en materia de salud pública. Y ahora predicen millones de ‎defunciones, aunque esas predicciones carecen de rigor científico. Estos charlatanes se han apoderado del control de las políticas que aplican la Unión ‎Europea, el Reino Unido y varios estados en Estados Unidos"  ‎

Es el profesor Neil Ferguson, quien afirma que las estadísticas permiten predecir el comportamiento de los seres vivos. "Eso ‎es estúpido pero muchos altos dirigentes políticos se lo creen", y toman medidas con ‎consecuencias políticas que arruinan sus países. ‎

Hace 20 años se creó el "Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades" enfocados en las estadísticas sobre epidemias para determinar cuáles son la opciones correctas ‎en caso de peligro. En esos momentos apareció el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) que es otra especie de coronavirus. Ya en 2008, ‎el mencionado Centro planteó la posibilidad de


"cerrar las escuelas ante una ‎epidemia de gripe y determinar en qué momento habría que decretar tal cierre y cuándo levantarlo. ‎En aquella época no se hablaba de decretar un confinamiento generalizado de toda la ‎población". ‎Conforme los expertos se determinó que "los cierres de las escuelas no tenían ningún efecto notable en la cantidad final de decesos ‎sino sólo en la rapidez de la propagación de la enfermedad. Su único objetivo era resolver la ‎gestión del número de camas de hospitales. Las estadísticas dejaron de estar al servicio de ‎los europeos para ponerse al servicio de una ideología: la gestión liberal del Estado". ‎

En ese sentido, Francia ha venido reorganizando el sistema hospitalario, sin seguir criterios médicos, "sino según una lógica de rentabilidad". Se ha economizado muchísimo dinero... eliminado el 15% de las camas ‎disponibles en los hospitales. Ese “ahorro” de fondos fue ínfimo cuando ‎se compara con el enorme costo actual del confinamiento. ‎




Y por qué Meyssan cita al profesor Trofim Lysenko, de la era soviética?, lo explica: Lysenko decía que, "mediante la aplicación de la ‎dialéctica marxista a las ciencias naturales, había demostrado que la ciencia genética “pequeño ‎burguesa” estaba equivocada. Según Lysenko, de la misma manera que el socialismo generaba ‎un hombre nuevo, también era posible modificar la genética de las plantas mediante la ‎organización de los campos de cultivo. Las idioteces de Lysenko fueron elevadas a la categoría ‎de verdad oficial en tiempos del stalinismo. La sumisión de la ciencia a la ideología siempre ‎tiene consecuencias nefastas".

‎En igual sentido, el profesor británico Neil Ferguson está clasificado como “la” referencia europea en materia de ‎modelización de las epidemias. Entre sus recomendaciones tenemos:

- 2001, convenció a Tony Blair para ‎que ordenara sacrificar 6 millones de bovinos con el fin de detener la epidemia de fiebre aftosa, decisión ‎que costó 10.000 millones de libras esterlinas y que hoy se considera una aberración.
- 2002, calculó que la enfermedad de las vacas locas mataría en el Reino Unido ‎alrededor de 50.000 personas y 150.000 más cuando la enfermedad se transmitiera a ‎las ovejas. En realidad se registraron 177 decesos.
- 2005, predijo que la gripe aviar provocaría 65.000 decesos en el Reino Unido. ‎Hubo 457.
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Ferguson terminó contratado como consejero del Banco Mundial y de ‎numerosos gobiernos. Ferguson hizo llegar, el pasado 12 de marzo, al presidente francés Macron una nota confidencial en la que le auguraba medio millón de muertes en Francia. Macron ordenó el confinamiento ‎generalizado de la población francesa. A los pocos días Ferguson anunció algo parecido en el Reino Unido, (16 de marzo), 550.000 muertes y 1,2 millones de muertes en los Estados Unidos.‎

Si el lector entiende bien, la preocupación estatal no va sobre salud pública, la influencia de Ferguson y su equipo se basa en una estafa intelectual, "la ‎llamada «biología matemática» justificaría la aplicación del modelo económico liberal a la ‎gestión de los servicios de salud", para el 22 de marzo, Ferguson terminó reconociendo haber realizado sus cálculos sobre el ‎Covid-19 en base a datos de epidemias de gripe de hace 13 años. ‎




‎"El problema es que las estadísticas permiten evaluar los efectos de tal o más cuál medida, pero sólo ‎‎a posteriori. Sin embargo, las estadísticas no permiten predecir el comportamiento de un ‎organismo viviente, en este caso el comportamiento de un virus. Hay que empezar por entender ‎que el “objetivo” de un virus no es matar sino sólo propagarse. El virus sólo mata ‎involuntariamente, cuando el organismo vivo en el que logra instalarse no dispone de los anticuerpos ‎adecuados. O sea, el virus no se propone matar a su portador, ni hacer desaparecer ‎completamente una especie… simplemente porque desaparecería con ella". ‎

En todo caso, extrapolar medidas utilizadas ante epidemias de gripe aplicándolas a la actual ‎epidemia de Covid-19 es algo totalmente absurdo: la gripe afecta un gran número de niños, lo cual ‎no sucede con el Covid-19, que –hablando en términos demográficos– mata principalmente ‎personas de la llamada “tercera edad”, diabéticas y con problemas de hipertensión. La carga viral de ‎los niños contaminados con el Covid-19 es muy ligera, tanto que ni siquiera se sabe aún ‎si pueden llegar a ser contagiosos. ‎

Los seguidores (políticos) del profesor Neil Fergunson destaron una campaña contra el profesor Didier Raoult (virólogo francés). "Contrariamente a lo que se afirma en la prensa, no se trata de un problema de ‎metodología. En realidad, es una cuestión de finalidad". ‎Neil Ferguson es un charlatán, atrapado en su propia charlatanería; ‎Didier Raoult es un médico clínico. 


"Los adeptos de Ferguson necesitan muertos para creer en su ‎religión. Los discípulos del virólogo Didier Raoult se dedican al cuidado de los enfermos". ‎No estamos ante un debate científico sino ante una guerra de errores repetidos a pesar de las ‎realidades de la ciencia". 
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Thierry Meyssan, es francés (aunque ha abandonado su país por las críticas y persecusión en su contra por parte del establishment), en su más reciente artículo (abril 2020) señala que "Los franceses aceptan la suspensión de ‎su Libertad". 

"Independientemente de la ideología, todos los regímenes políticos tienen como presunto objetivo ‎la protección de sus súbditos o ciudadanos de agresiones frente las cuales nadie puede ‎protegerse de forma individual. Sin embargo, los régimenes políticos pueden aformar que en aras de garantizar tal protección, es necesario limitar las libertades de la ciudadanía, cosa ‎que algunos regímenes se creen obligados a hacer con más frecuencia que otros. ‎En tiempos de epidemias mortíferas, algunos regímenes estimaron que era necesario limitar la ‎libertad de una parte de su ciudadanía, y hasta privarla de ella. Incluso se aceptaba que ‎las democracias pudiesen limitar, de manera excepcional, los derechos de las personas ‎contagiadas, o sospechosas de haberse contagiado, para proteger a las personas sanas. Ahora, con la epidemia de Covid-19, se ha llegado a admitir que se limiten también las libertades de las personas sanas, incluso confinando en sus domicilios a prácticamente toda la población. Esta nueva norma no fue objeto de un debate democrático. Los gobernantes decidieron ‎imponerla como un imperativo de emergencia y sus conciudadanos la han aceptado como un mal ‎menor". 


"Unidad, Indivisibilité de la République, Liberté, Egalité, Fraternité ou la Mort". Impresión en color editada por Paul André Basset, prairial an IV (1796). Photothèque des Musées de la Ville de Paris - Ph. Ladet.

Durante la Revolución Francesa, mucho antes de que “Libertad, Igualdad, Fraternidad” ‎se convirtiera en la divisa de la República, este cartel agregaba “o la Muerte”, proclamando así ‎que esos tres ideales valían más que la vida.‎

Nadie desconoce la existencia del virus actual que ha desatado las alarmas en todo el mundo. "El miedo a las epidemias está inscrito en nosotros. Sabemos que en ciertas épocas, en ciertos ‎lugares, ciertas epidemias han acabado con civilizaciones. También sabemos que los progresos de ‎la medicina no nos protegen de nuevos virus, precisamente porque todavía no han sido ‎estudiados". Las enfermedades ‎bacterianas pueden combatirse mediante la higiene y hoy podemos vencerlas con el uso de ‎antibióticos. ‎

El confinamiento generalizado de poblaciones sanas "por su propio bien" ‎es incompatible con el ideal democrático. No se trata de lamentarse sobre ciertos ‎retrocesos de la democracia, ahora se trata de comprobar que acabamos –al menos ‎de forma temporal– de poner fin a la democracia en muchos países a la vez. Es una decisión ‎que nos concierne a todos y nos encarcela a domicilio por tiempo indeterminado. ‎

"Establecer una oposición entre la actitud del “buen” ‎presidente francés Emmanuel Macron, quien supuestamente protege la salud de sus ‎conciudadanos, y la del “malo”, el presidente estadounidense Donald Trump, quien da más ‎importancia a la economía, es sólo una cortina de humo. La triste realidad es que se acaba de ‎abandonar primero el uso de la Libertad, para abandonar después el ideal mismo de Libertad. ‎

Este cambio trascendental no es resultado de una crisis económica ni de una guerra. ‎La epidemia de Covid-19 ha sido mucho menos mortífera que muchas otras epidemias ‎anteriores. Entre 1968 y 1970, la gripe de Hong Kong segó más de un millón de vidas; en unos ‎‎40 años, el SIDA ha matado más de 32 millones de personas. Pero esos virus no modificaron ‎nada en el plano político. Es por consiguiente altamente probable que la actual reacción política ‎ante la epidemia de Covid-19 haya estado determinada por una evolución previa a la realidad ‎misma de la epidemia. ‎

El confinamiento generalizado de la población se ha justificado en los países que lo aplican como ‎una respuesta a la fragilidad del sistema hospitalario. Aunque es falso, ese argumento ‎quiere decir que valoramos más nuestra salud que nuestra Libertad, a pesar de que nuestros ‎ancestros siempre proclamaron que sus vidas eran menos importantes que su Libertad". ‎


Nota final del editor del blog


Curiosamente, son los países "sancionados" por las políticas económicas de los Estados Unidos y sus aliados quienes llevan el liderazgo de la lucha contra la pandemia de coronavirus (China, Rusia, etc.)

Esperamos que esta recopilación de análisis de expertos polítologos haya sido comprendida en su real contexto. No se está minimizando la existencia de un virus mortal (está aquí causando la muerte de muchas personas), expertos han planteado críticas a ciertas medidas políticas que acarrean la destrucción -tal vez consciente y premeditada- de la economía mundial. Nada volverá a ser lo mismo tras el fin de esta crisis sanitaria, el distanciamiento social también será, con toda probabilidad, una eficaz técnica de despoblación a largo plazo.  


Será que estamos realmente ante el advenimiento del tan cacareado Nuevo Orden Mundial?... Dejando a un lado rídiculas suposiciones, parece ser el lógico camino, pero no en el sentido fantasioso de los teóricos de la conspiración, sino que aquel proceso de globalización mundial bajo control del poder financiero-industrial, que tampoco es un círculo exclusivo de amigos, ni de conspiradores sionistas (la clásica desinformación), sigue su marcha.



Henry Kissinger, en una rueda de prensa en 1975


Un referente de esa política globalizadora es el ya casi centenario Henry Kissinger, que no deja de ser noticia, ante un medio expresó que "Hay un diabólico “Nuevo Orden Mundialen proceso... La pandemia de coronavirus alterará el orden mundial para siempre”. (Opinión en WSJ, 3 de abril de 2020). 

Recordemos que Kissinger señaló en 1974: 


La despoblación debería ser la máxima prioridad de la política exterior de Estados Unidos hacia el Tercer Mundo”. (Memorándum del Consejo de Seguridad Nacional de 1974).


El Príncipe Felipe de Edimburgo, en una foto de la década de 1950.


En igual sentido, pero más radical, el Príncipe Felipe de Edimburgo, marido de la Reina Isabel, en una entrevista publicada por la agencia alemana Deutsche Press Agentur, agosto de 1988 afirmó: 


“En caso de que me reencarnara, me gustaría volver a la vida en forma de virus mortal, para contribuir un poco a solucionar el problema de la superpoblación”.

Esa declaración no fue casual, ya había bosquejado el concepto en un prólogo al libro de Fleur Cowles, "'If I Were an Animal"(1987) en los siguiente términos: "Solo me pregunto cómo sería reencarnarse en un animal cuya especie había sido tan reducida en número que estaba en peligro de extinción. Cuáles serían sus sentimientos hacia la especie humana cuya explosión demográfica le había negado que existiera en algún lugar ... Debo confesar que estoy tentado de pedir la reencarnación como un virus particularmente mortal".

Recuerdan el libro del Dr. Coleman? (El Comité de los 300), al parecer existiría una agenda que deberá ser evaluada en el año 2050 y uno de los objetivos es precisamente la despoblación de una parte del mundo mediante guerras o pandemias (que incluyen a países desarrollados). El informe que estudia esa posibilidad existe, se aspiraba a reducir hasta el mencionado 2050, 3000 millones de seres humanos, recuerdan la frase de Rockefeller "inútiles consumidores de alimentos". Y ese informe fue presentado por Cyrus Vance (secretario de Estado en el gobierno de Jimmy Carter) y su título es: “El Mundo en el año 2000” (el informe fue aprobado por Carter).

Me permito otra reflexión final, a manera de hipotesis, aunque los caminos parecen conducirnos a lo expuesto. No afrontamos una crisis mundial casual, ni se nos ha presentado un plan de "salvación" temporal. Posiblemente presenciamos el avance firme, paso a paso, de un programa metódico, imperturbable (con traspíes naturalmente), que trasciende gobiernos, fronteras y generaciones. Es un plan que busca la Globalización Total, un Mundo Unipolar, algunos lo refieren como el Nuevo Orden Mundial (por poner un término) de control y dominación económica perpetua  por parte de un Élite, proyecto que va siendo redibujado constantemente acorde a las circunstancias y a los tiempos. 

Esperamos equivocarnos, que hayamos sido "contagiados" con el virus de la desinformación y la paranoia, anhelamos que nuestros "sabios" políticos solo busquen redifinir ese concepto que se aplica en casi toda Europa Occidental, el aparente "estado de bienestar" (con sus pro y contras). Es lógico hacernos una pregunta: De qué sirve a la élite "suprimir" a un alto porcentaje de la población mundial, si lo que se persigue es incrementar sus riquezas a través del consumo masivo de la población? Para ello se necesita un inmenso rebaño de consumidores con capacidad adquisitiva. 

Con ironía concluyo: 


Si lo que se quiere es vigilar el crecimiento demográfico, hay formas menos dramáticas para sugerir el control de la líbido humana.


Artículos consultados:

Towards A New World Order? The Global Debt Crisis and the Privatization of the State
Distanziamento sociale dalla democrazia
Los franceses aceptan la suspensión de ‎su Libertad
Covid-19: Neil Ferguson, el Lysenko del liberalismo
Covid-19 y “Amanecer Rojo”‎
Sobre conspiraciones y algo más… EL COMITÉ DE LOS 300

23 abril 2020

Armamento, genocidio y pandemia en la I Guerra Mundial




La apoteosis de la muerte en la IGM
Guillermo Carnero 
RdL


Nota de introducción por el editor del blog

Bien valdría recordar en este tiempo de coronavirus una vieja historia inserta en el reportaje del poeta y profesor Guillermo Carnero, precisamente hace un siglo una pandemia asoló el mundo, la mal llamada "gripe española" (al final de este ensayo), siendo de gran valor histórico el profundo análisis del autor sobre aspectos geopolíticos de la primera guerra mundial. Carnero, dedica largas líneas a la Gran Guerra  sosteniendo que no culminó en 1918, es un proceso histórico que perduró bien entrada la década de los 20 del siglo pasado y la demostración que aquel terrible conflicto fue solo una tregua que se rompería con la irrupción del nazismo en el escenario europeo de los años 30 y continúo en la posguerra hasta nuestros días.

La Gran Guerra no solo fue la era del surguimiento de novedosas armas para asesinar en masa, fue un tiempo de crueldad, genocidio y enfermedades detalladas con precisión en una variedad de obras e incluso en el cine. 


Bastaría recordar el film de alto contenido histórico con el recientemente fallecido Kirk Douglas, "Senderos de gloria" (Paths of Glory), fiel reflejo de la brutalidad del mando francés para ajusticiar a sus horrorizados combatientes que en ocasiones retrocedían en las duras batallas, aquellos infortunados soldados solo podían esperar su ejecución por deserción. 

Al
fin y al cabo, morir por la patria o por traición a la patria -aunque no es lo mismo- sigue siendo una muerte cruel (dejando a un lado los histéricos gritos patrioteros de quienes jamás han empuñado un arma y gritan por una guerra como expiación del "mal"). Erich Hartmann, fotógrafo estadounidense de origen alemán (no confundir con el famoso as de la Luftwaffe del mismo nombre), dijo en alguna ocasión:


“La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”. 

Quién recordará a aquellos simples y sencillos ciudadanos convertidos a la fuerza en soldados de trinchera, anónimos héroes o "infelices" desertores... nadie, a menos que el "héroe" haya sido un oficial de alto rango que tuvo el desfortunio de haber estado en el sitio equivocado. Quién no habrá pasado miedo en el campo de batalla? (a menos que esté drogado como se está volviendo costumbre oculta en tiempos modernos). 

La primera guerra mundial se caracterizó por las clásicas ofensivas de la infantería para asaltar las trincheras enemigas, ataques frontales destinados al fracaso o ganar unos cuantos metros a costa de una asegurada y bárbara matanza ante la modernización de las mortales armas (ametralladoras, artillería, tanques, gases...)


El libro - novela de Humphrey Cobb, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial, "Paths of Glory" es uno de esos reflejos de la crueldad humana, su obra fue base de la homónima película de Stanley Kubrick, un relato "antibelicista hasta la extenuación, se basa en un suceso tan triste como verídico: el fusilamiento por parte del ejército francés de cientos de sus soldados como escarmiento por desertar o abandonar sus responsabilidades en las trincheras de la Primera Guerra Mundial". Un estudio, publicado en 2017, "documentó un total de 825 fallecidos. Más de medio millar por desobediencia militar, un centenar por delitos comunes y otros tantos por espionaje. La realidad es que la mayoría no eran más que combatientes jóvenes que se habían visto arrastrados hasta las trincheras y que, debido al miedo, habían decidido abandonar sus posiciones en vanguardia. Fueron, en definitiva, llevados al patíbulo para dar ejemplo. Para la oficialidad gala, estos combatientes eran vistos como la escoria de la sociedad. El fusilamiento de estos soldados causó gran controversia en Francia el pasado 2018, durante la celebración del centenario del fin de la Primera Guerra Mundial. La polémica se reavivó cuando varias organizaciones militares exigieron la rehabilitación de los ajusticiados y su perdón por parte del gobierno. Al final las aguas se calmaron cuando François Hollande firmó la amnistía de estos hombres". (Cita tomada del artículo: "La cruel verdad histórica tras la película más famosa de Kirk Douglas: brutalidad en la IGM". ABC España)

Es momento de pasar revista al ensayo de Guillermo Carnero. 


t. andino


(Fotografías, ilustraciones y notas a pie de foto son adiciones del editor de este blog, excepto dos fotografías que corresponden al ensayo original de G. Carnero).


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Un centenario interminable

El centenario de la Primera Guerra Mundial resulta sumamente elástico: si es posible fijar con precisión el comienzo del conflicto armado, no ocurre así con su conclusión. 

La guerra no terminó con el armisticio de noviembre de 1918, ni con los tratados de Versalles, Saint-Germain-en-Laye, Trianón y Neuilly, ni con el de Sèvres, firmado por el Imperio Turco en 1920, cuya extrema severidad, unida a la ocupación de parte de Anatolia, originó una reacción nacionalista que desembocó en la sustitución del sultanato de Mehmed VI por la república presidencialista de Mustafá Kemal, de tal modo que el tratado efectivo, el de Lausana, hubo de esperar a 1923. Todo ello condujo a una paz inestableuna mera tregua de veinte años, pronosticó el mariscal Ferdinand Foch–, y en muchos lugares continuaron durante años los combates producto de la disgregación de los imperios caídos, con su secuela de independentismos regionales, ajuste y reajuste de fronteras y agravios tradicionales de naturaleza étnica y religiosa. No están del todo privados de razón quienes consideran que en agosto de 1914 se desató un conflicto aún hoy latente, aflorado en la reciente inestabilidad de los Balcanes y las regiones periféricas de Rusia, pasando por la Segunda Guerra Mundial y la disolución de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia. La conferencia de Versalles convierte el año 1919 en un hito irrenunciable, aunque presidido por un Jano bifronte, espectador de la muerte pasada y augur de la futura.


Novedad apocalíptica y crisis moral 

La mortandad en la guerra de 1914 fue enorme, tanta como la magnitud de los ejércitos enfrentados, ambas inmensamente superiores a lo hasta entonces conocido. Las cifras de bajas no son seguras debido a la falta de estadísticas en algunas naciones como Bulgaria, el Imperio Turco y el Ruso. Se admite que de los sesenta y cinco millones de hombres movilizados murieron nueve, y resultaron heridos veintiuno. Los muertos civiles se estiman en seis millones, más unos veinte millones de rusos víctimas de la revolución, la guerra civil y el llamado genocidio ucraniano, más millón y medio de armenios exterminados en la limpieza étnica turca. A todo ello hay que añadir una cifra imposible de precisar de víctimas de la llamada «gripe española». En resumen, se requerirían nueve cifras para cuantificar una catástrofe de tanta envergadura.

Los combatientes y contemporáneos de la Primera Guerra Mundial la percibieron, en efecto, como un cataclismo revelador del trágico e irreversible deterioro moral de la Humanidad, y del uso torcido de sus mejores facultades. Los testimonios son inequívocos y numerosos. La encíclica Ad beatissimi Apostolorum Principis cathedram (de 1 de noviembre de 1914) del papa Benedicto XV; la conferencia de 25 de enero de 1917 en la que D. Manuel Azaña, futuro presidente de la Segunda República Española, dijo que «las ideas en que se ha hecho consistir el norte de nuestra vida» debían ser revisadas habida cuenta del fracaso que evidenciaba la guerra; la carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno desde Baeza, el 31 de diciembre de 1914, donde escribió D. Antonio que la guerra llegaba a poner en cuestión «la santidad del patriotismo».

A Vicente Blasco Ibáñez debemos más de cinco mil páginas en gran formato de una Historia de la guerra europea de 1914, ilustrada con millares de fotografías, dibujos y láminas, que publicó la editorial valenciana Prometeo en 1920, nueve volúmenes en la holandesa. Escribió D. Vicente en la Introducción al primer volumen que la guerra de 1914 era única como «testimonio de deshonra» de una humanidad enloquecida y desnortada. En términos parecidos se expresaron Ricardo León y Gabriel Alomar, corresponsales ambos de El Imparcial, en los volúmenes titulados, respectivamente, Europa trágica y La guerra a través de un alma. La guerra produjo un fuerte sentimiento pacifista que popularizaron dos novelas: El fuego, del francés Henri Barbusse (1916), y Sin novedad en el frente, del alemán Eric Paul Remark, conocido como Erich Maria Remarque (1929). Este último escribió: «Durante años enteros nuestra tarea ha sido matar. Nuestro conocimiento de la vida se reduce a la muerte. ¿Qué más puede suceder después de esto, y qué será de nosotros?»



Guerra global, ciencia y técnica 

Sensación tan apocalíptica provenía de muchos y diversos factores. El más notorio, la cantidad de países implicados en la matanza. En la guerra se enfrentaron dos coaliciones: 

Las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría e Imperio Turco desde 1914, y al año siguiente Bulgaria), y los Aliados o Entente (Bélgica, Francia, Gran Bretaña (y sus colonias), Rusia, Japón, Luxemburgo, Montenegro y Serbia, desde 1914; Italia desde 1915; Portugal y Rumanía desde 1916; Estados Unidos y Grecia desde 1917, más los países satélites que se limitaron a tareas auxiliares o a secuestrar fondos, propiedades y buques del enemigo, o a ayudar a los aliados con suministros y convoyes. Permanecieron neutrales Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia, Suiza y España. 


No fue menos relevante el poder económico, científico y tecnológico de los países en conflicto, producto de la Segunda Revolución Industrial y ahora puesto al servicio del arte de matar y destruir. 

El escritor Ernst Jünger, combatiente en el ejército alemán, publicó en 1920 sus recuerdos con el título de Tempestades de acero, y allí definió la guerra de 1914 como un colosal combate de máquinas, en el que el hombre sólo era el más débil y perecedero de los materiales utilizados.


Artillería, armas químicas, blindados, guerra aérea y submarina 

La guerra del 14 fue la primera guerra tecnológica. La artillería alcanzó un enorme desarrollo, y los parques artilleros, dimensiones descomunales. Cuando terminó la batalla de Verdún, en sus diez meses la más larga de la Historia, se habían disparado 23 millones de proyectiles, que llegaban a ser del tamaño de un hombre, con un calibre de 420 mm. y una tonelada de peso. La ametralladora mataba más deprisa que el avance de cualquier ejército, a paso humano y pecho descubierto, y sometido al bombardeo de la artillería, el acoso de los gases y el obstáculo de las alambradas. Si el gran error de aquella guerra fue utilizar la estrategia del siglo XIX con armas del siglo XX, lo fue primordialmente por la falta de experiencia del poder letal de la ametralladora.



El tratado de La Haya (1899, renovado en 1907), había prohibido las armas químicas, a pesar de lo cual se usaron en la Primera Guerra Mundial, por iniciativa alemana, que luego imitaron los demás ejércitos. El primer ataque con gases se dio el 22 de abril de 1915: cilindros conteniendo cloro, que se abrían en la línea del frente dejándose la dispersión al viento, un procedimiento desarrollado por Fritz Haber en el Kaiser-Wilhelm-Institut de Química de Berlín. En el verano de 1915 los alemanes empezaron a dispersar el gas por medio de morteros, y los aliados, desde el otoño. El principal gas ulcerante fue el gas mostaza (sulfuro de etilo biclórico), introducido en julio de 1917 en Ypres. Ataca piel y mucosas hasta la necrosis y quema hasta el hueso. Estaba diseñado para acosar e incapacitar al enemigo y contaminar el campo de batalla, al ser más pesado que el aire y no biodegradable.



Los gases causaron sólo un 3% de las muertes de la Primera Guerra Mundial, pero tuvieron un tremendo impacto psíquico, hasta el punto de provocar crisis colectivas de pánico y huidas en masa incumpliendo órdenes. Wilfred Owen describió en su poema «Dulce et Decorum Est» la angustia de los soldados alcanzados por el gas, ciegos y cubiertos de «llagas asquerosas e incurables» (1).

Los blindados aparecieron por primera vez en septiembre de 1916, en la batalla del Somme. Al comienzo fueron una novedad experimental derivada de los tractores a vapor empleados como maquinaria agrícola, pero pronto se generalizó su empleo en grandes concentraciones.

El primer bombardeo aéreo se produjo el 6 de agosto de 1914 sobre Lieja, por obra de un zepelín alemán. No mucho después de haber sido inventado, el avión pasó a usarse en operaciones militares. Al principio se destinaba al reconocimiento y la orientación de la artillería, pero pronto se añadió al piloto un segundo pasajero armado de una ametralladora, la cual pudo colocarse en la parte delantera cuando Anthony Fokker hubo inventado la sincronización del disparo con el giro de la hélice. Se dotó inicialmente a los tripulantes de bombas de pequeño tamaño que se lanzaban manualmente volando a baja altura, y más adelante se diseñaron aviones específicamente de bombardeo.


Dirigible inglés sobrevolando la costa británica en 1914


Desoyendo las leyes de la guerra marítima tal como las propuso la Convención de La Haya, el uso militar del submarino fue iniciativa alemana para el bloqueo de Inglaterra, siempre dependiente de la importación de alimentos y materias primas. La guerra submarina ilimitada fue proclamada el 4 de febrero de 1915, y el 7 de mayo, en el hundimiento del transatlántico Lusitania perecieron mil doscientos viajeros, entre ellos 128 norteamericanos. Temiendo la reacción de Estados Unidos, país todavía neutral, y habida cuenta de la reprobación internacional, el 1 de septiembre de 1915 Alemania proclamó el fin de la guerra submarina ilimitada (salvo en la zona de bloqueo de Inglaterra), para reanudarla el 31 de enero de 1917, lo cual provocó, junto al pintoresco episodio de los llamados «telegramas Zimmermann», la ruptura de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Alemania, seguida de la declaración norteamericana de guerra el 6 de abril. El ejército norteamericano entró en combate en Europa en noviembre de 1917; en julio de 1918 totalizaba un millón de soldados.

Sobre la atrocidad de las heridas producidas por los gases ulcerantes y la artillería tenemos testimonios sobrecogedores, como Vie des martyrs, publicada en 1917, del novelista Georges Duhamel, médico del ejército francés, aunque el mejor testimonio es el libro de Ernst Friedrich, Krieg dem Kriege (Guerra a la guerra), aparecido en 1924 y conteniendo numerosas fotografías de horribles heridas y mutilaciones. Puede decirse que la cirugía plástica como especialidad data de la práctica adquirida por los médicos en la reconstrucción de los traumatismos sufridos por los combatientes en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial.

Muchos de los que combatieron en ella quedaron afectados de por vida por toda clase de alteraciones de las funciones y los ritmos biológicos, la personalidad y la conducta, hasta un colapso nervioso total que bloqueaba la coordinación muscular y provocaba la locura.

Folleto informativo de las máscaras de gas distribuidas por el ejército ruso en 1915, pero el efecto antigas no era el ideal como se podrá apreciar.



Ese conjunto de trastornos psicofísicos se conoce desde entonces como shell shock o fatiga de combate. Era tan invalidante que en el frente británico se crearon unidades médicas especiales para atenderla: las conocidas como NYDN, porque rotulaban a los enfermos con esas siglas (Not yet diagnosed – Nervous, es decir, «enfermedad nerviosa sin diagnosticar»). Las cifras de afectados no son bien conocidas, ya que tales trastornos solían ser definidos como cobardía frente al enemigo, y no se registraban. La tensión que circunstancias tan extremas causaban provocaba la desobediencia en el campo de batalla, la deserción y el amotinamiento. Francia ejecutó por esas razones a 700 soldados, 346 el Reino Unido, 750 Italia.


Guerra y Vanguardia

La naturaleza de la Primera Guerra Mundial fue percibida diversamente por los movimientos de Vanguardia. Dadá, que oscilaba ideológicamente entre anarquismo y comunismo, incluyó el nacionalismo y el patriotismo entre los valores cuya caducidad proclamaba y ridiculizaba. Hugo Ball, uno de los fundadores del grupo de Zúrich y el Cabaret Voltaire, publicó en 1919 Zur Kritik der deutschen Intelligenz (Crítica de la inteligencia alemana), acta de acusación contra las supuestas virtudes del pueblo alemán: militarismo, ordenancismo, burocracia, supremacía del Estado, a las que responsabilizaba de la guerra. El Futurismo la aplaudía y ensalzaba porque significaba la destrucción del pasado y la remodelación de la Historia, respondía a una nueva psicología fundada en la exaltación de la energía y la agresividad, y daba alas al regeneracionismo victimista de Italia. En cuanto al Surrealismo, su etapa fundacional, la que se considera de inspiración freudiana, fue un efecto colateral de los desastres de la guerra a través de André Breton, que no los conoció en el campo de batalla sino en el ámbito hospitalario.


Otto Dix, 'Recuerdo de las habitaciones de Bruselas' (1920)


El Futurismo hizo suyo el nacionalismo irredentista que profesaban amplios sectores de la sociedad italiana, lo mismo que el descontento y la humillación debidos a la consideración internacional de Italia como una potencia de segundo orden por el atraso de su economía y la inferioridad de su precario imperio colonial. La convergencia de estos sentimientos con la psicología futurista fue inmediata, y así el Futurismo se unió a quienes reclamaban, entre 1914 y 1915, el fin de la neutralidad que Italia adoptó al comienzo de las hostilidades.

Italia era, a comienzos del siglo XX, un país emergente que había concluido recientemente una tardía e incompleta unificación, a la que habían escapado las llamadas «provincias irredentas» (al Norte y Nordeste, englobadas en la Austria imperial), y que luchaba por situarse en pie de igualdad con las grandes potencias en materia de industrialización y expansión colonial. Salvo en el Piamonte y el Milanesado, su economía estaba basada en la agricultura y los servicios, esto último porque la riqueza de su patrimonio artístico la convertía en un destino preferente de lo que empezaba a generalizarse como «turismo». Y en cuanto al reparto colonial, había llegado a destiempo a la palestra. La avidez colonial italiana obtuvo algunas satisfacciones a costa del Imperio Turco en el Norte de África y el Mediterráneo: Somalia, Eritrea, Tripolitania y Cirenaica, Rodas y el Dodecaneso fueron ocupados entre 1880 y 1912. Pero no era suficiente, y el irredentismo territorial y la cuestión colonial acabaron por llevar al país al campo de batalla, y quedaron pendientes para el Fascismo al no haber sido satisfactoriamente resueltas tras la guerra.

En 1882, Italia había asumido la desconfianza contra Francia y Rusia de Austria-Hungría y Alemania, uniéndose a ellas en el Tratado de la Triple Alianza, de tal modo que llegó a 1914 junto a los Imperios Centrales, con el matiz de quedar obligada a secundarlos militarmente si eran atacados, pero no si eran atacantes; siendo éste el caso, se mantuvo neutral en un principio. En abril de 1915 firmó con los aliados en secreto el Tratado de Londres, por el que se le aseguraban las provincias irredentas a cambio de su entrada en la guerra, y una vez derrotados los Imperios.



Otto Dix, Flandes (1936)


Un repaso superficial de la literatura y el arte del Futurismo revela su ideología militarista, y su visión positiva y heroica de una guerra cuyas consecuencias se ignoraban o minimizaban. La exaltación proclive al fin de la neutralidad se proclama en Manifestación intervencionista (1914) de Carlo Carrà, o en Manifestación patriótica (1915) de Giacomo Balla; el triunfalismo militar, en Carga de lanceros (1915) de Umberto Boccioni, o Tren blindado (1915) de Gino Severini, y se convierte en metáfora en Guerrapittura (1915) de Carrà. La vulgata de las «palabras en libertad» marinettianas, Zang tumb tuum (1914), es una exhibición de poesía visual y fonética inspirada en la batalla de Adrianópolis, librada entre el 21 de octubre y el 3 de diciembre de 1912, durante la Primera Guerra Balcánica, que entre octubre de 1912 y mayo de 1913 enfrentó al Imperio Turco a Serbia, Montenegro, Grecia y Bulgaria.

Por su parte, y desde una óptica radicalmente opuesta al triunfalismo futurista, el Expresionismo levantó acta del clima prebélico, y luego del trauma de la guerra y el desencanto autopunitivo y esperpéntico de la catastrófica posguerra. Al no haber adoptado una actitud de regeneración nacional dinámica y heroica, fue perseguido por el Nazismo como traición a Alemania y como «arte degenerado», nombre que se dio al reunido en la Exposición de ese nombre abierta en Munich el 19 de julio de 1937, donde las obras colgaban en paneles cuya rotulación ridiculizaba el uso del color, la deformación monstruosa y la semejanza de los seres humanos representados con deficientes psíquicos y mentales. Marcaban el contraste artistas como Adolf Ziegler, el pintor predilecto de Hitler, llamado «el Maestro del Vello Púbico del Reich» (Meister des Deutschen Schamhaares) por sus desnudos seudohelénicos, y los escultores Arno Breker y Josef Thorak.

El Expresionismo es, desde su uso brutalista y no mimético del color, dramáticamente emocional, y eso explica sus rasgos distintivos. Puso de manifiesto la mezquindad y la brutalidad, la complacencia en la violencia y la animalidad sexual potenciadas por la guerra, tal como muestran la cara y las manos rojas del soldado ebrio en la escena de burdel pintada en 1920 por Otto Dix con el título de Recuerdo de las habitaciones de Bruselas.

El aquelarre de la vida urbana y de la sociedad que resultó de la Primera Guerra Mundial fue descrito por Stefan Zweig en sus memorias como un caos moral absoluto en todos los órdenes, y una voluntad general de autodestrucción. Semejante esperpento queda descrito y caricaturizado en El dios de los peluqueros y Baile moderno (1922) de Dix, o La noche (1919) de Max Beckmann. Las secuelas mismas de la guerra, en Autorretrato como enfermero (1915) de Beckmann, Soldado loco (1916) de Erich Heckel, Autorretrato como soldado (1915) de Ernst Ludwig Kirchner (con la mano derecha amputada y delante de una mujer desnuda, simbolizando la castración tanto sexual como artística), y Autorretrato con pañuelo rojo (1917) de Beckmann, que revela el trastorno psíquico de la fatiga de combate que sufrió, como Kirchner, de la que nunca se repuso y que lo llevó al suicidio el 15 de junio de 1938.



Nadie representó la muerte en el campo de batalla como Otto Dix en Soldado herido (1916), o los cadáveres putrefactos de Muertos en la posición de Tahure (1924), del cuaderno titulado La guerra. Los mutilados, frecuentemente convertidos en mendigos luciendo un raído uniforme, fueron espectáculo habitual en la Alemania de posguerra.



En Vendedor de fósforos (1921), Dix pintó un ciego sin piernas ni brazos tirado en una acera y sobre el que orina un perro. Pero fue en Jugadores de cartas (1920) donde consiguió el más completo y descarnado retablo de las mutilaciones de guerra. La escena reúne a tres personajes. Al de la izquierda le faltan el ojo y la oreja derechos, y la boca; lleva un audífono con un tubo, cuya trompetilla descansa sobre la mesa. No tiene brazos; el izquierdo es mecánico. Usa la pierna derecha como brazo, y tiene la izquierda de palo. El del centro tiene el cráneo trepanado y cosido, dos piernas de palo, carece de brazos y sujeta las cartas con los dientes. El de la derecha no tiene cuerpo de cintura abajo; lleva nariz de cuero sujeta con una cinta, y el brazo derecho y la mandíbula inferior son mecánicos. Algo tan impresionante como la obra, rebosante de ternura, tristeza y compasión, de Käthe Kollwitz: La viuda (1923), Los niños alemanes se mueren de hambre (1924).


Otto Dix, Jugadores de cartas (1920)


El Surrealismo asumió el irracionalismo omnipresente en el mundo de la Vanguardia y le confirió una sólida entidad epistemológica e ideológica gracias a la asimilación del pensamiento freudiano. André Breton (nacido en 1896) empezó sus estudios en la Facultad de Medicina de París en octubre de 1913. En febrero de 1915 fue llamado a filas como auxiliar médico, y destinado al hospital parisiense de la Pitié-Salpêtrière, a las órdenes del neurólogo Joseph Babinski, alumno predilecto de Jean-Martin Charcot, precedente francés y maestro de Freud. En julio de 1916 empezó Breton a tratar a soldados afectados de shell shock; leyó los escritos de Charcot y tuvo noticia del pensamiento de Freud, antes de que se tradujeran sus obras. Sin esa carambola de circunstancias debidas a la guerra, el Primer manifiesto del Surrealismo (1924) no habría sido escrito, al menos con la solidez que lo convirtió de inmediato, y hasta hoy, en un hito irrenunciable en el pensamiento y la poética de la modernidad.


El genocidio armenio (2)

El genocidio que perpetró Turquía entre 1915 y 1918 fue producto de la creencia, entre las elites otomanas, de que la población armenia era una quinta columna decidida a colaborar con las potencias de la Entente, en un marco de angustia colectiva ante la descomposición imparable del Imperio Turco a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Todos los pueblos de religión no islámica súbditos del Imperio (armenios, cristianos y judíos), se convirtieron en chivo expiatorio del regeneracionismo turco.

Abdulhamid II subió al trono en septiembre de 1876, mientras cundía la sublevación de bosnios, búlgaros, serbios y montenegrinos. El sultán declaró la bancarrota del Estado otomano, las Potencias exigieron la implantación de reformas en los Balcanes, y Rusia declaró la guerra en abril de 1877. En febrero de 1878 el ejército ruso se hallaba a las puertas de Estambul, y el sultán se vio forzado a firmar el tratado de San Stéfano, donde, entre otras cosas, concedía la introducción de reformas en Armenia bajo supervisión y protección del ejército ruso. Las Potencias intervinieron imponiendo en julio un nuevo tratado, el de Berlín, que sancionó la independencia de Serbia y Montenegro y la autonomía de Bulgaria. Austria-Hungría obtuvo el protectorado de Bosnia-Herzegovina, y Rusia fue obligada a renunciar a la intervención en Armenia, vía peligrosa de acceso a Persia para el Reino Unido. 


Fomentadas por la pérdida de doscientos mil kilómetros cuadrados de la parte más rica del Imperio, que hubieron de abandonar dos millones de musulmanes, y por el fantasma de una Armenia independiente tutelada por Rusia, se inició a fines de siglo la persecución y la matanza de armenios, y la huida de cientos de miles a Rusia y Estados Unidos.

La oposición a Abdulhamid la formaban los regeneracionistas preocupados por la disolución del Imperio y por la intervención de las Potencias, que formaron el movimiento de los Jóvenes Turcos (Comite de Unión y Progreso, o CUP),  entre quienes predominaba la ideología conocida como "unificación panislamista", lejos de cualquier convivencia multiétnica y multirreligiosa.


Estambul a inicios del siglo XX


La entrada de Turquía en la Primera Guerra Mundial ha de entenderse en el marco regeneracionista
, cuyo programa descansaba básicamente en la desaparición de la injerencia financiera y fiscal extranjera, y del peligro interior que se creía que representaban los no musulmanes, la contención del progresivo desmembramiento del Imperio y, especialmente, la resistencia a la aspiración rusa al acceso a los Dardanelos y el Bósforo, y a la griega a las islas del Egeo.

La solución final de la cuestión armenia empezó a ponerse en práctica en la primavera de 1915, coincidiendo con la aproximación de la flota francobritánica a Galípoli. La policía procesó y arrestó a parte de la elite armenia de Estambul, deportada y luego asesinada por la unidad militar encargada de la limpieza étnica, la llamada Organización Especial. Francia, Reino Unido y Rusia denunciaron tales asesinatos como «crímenes contra la humanidad» (fue la primera vez que se empleó este concepto) y emplazaron a los responsables a ser juzgados al fin de la guerra por tribunales internacionales.

La preocupación fundamental del gobierno turco era Anatolia Oriental por su cercanía al frente de guerra en la frontera rusa, estratégica posición en que se encontraba Armenia. En la segunda fase de la limpieza étnica, a partir de 1916, los hombres fueron asesinados, y las mujeres y los niños subastados como esclavos; los supervivientes emprendieron el éxodo a pie hacia los campos de concentración del desierto de Siria, sin cuidados médicos ni alimentos, y sin que se permitiera el acceso de la Cruz Roja ni observadores extranjeros.

La dimensión económica del genocidio se demuestra en el hecho de que en 1916, gracias a las requisas y confiscaciones de bienes y propiedades, el Estado otomano pudo devolver buena parte del préstamo alemán de guerra, y depositar en el Banco Central del Reich treinta toneladas de oro. Además, el CUP consiguió la adhesión clientelar de la población musulmana, a la que se asignaron viviendas y bienes de los asesinados y los deportados.

La política del CUP fue la intolerancia étnica y religiosa en todos los órdenes: boicot del comercio y expulsión de la Administración de los no musulmanes, prohibición del uso de toda lengua distinta del turco. La política de exclusión afectaba también a cristianos y judíos. Cuando Grecia entró en guerra, unos doscientos mil griegos fueron asesinados, y una vez terminada, durante la guerra greco-turca de 1920 a 1924 murieron unos trescientos mil más. La penetración en el Cáucaso del ejército turco permitió extender más allá de las fronteras del Imperio el genocidio armenio, en operaciones de limpieza étnica simultáneas a las propiamente militares.

El Imperio Turco tenía dos millones de súbditos armenios en 1914. Doscientos mil mujeres y niños fueron vendidos e islamizados, y entre las marchas de deportación y los campos de concentración murieron aproximadamente un millón doscientos mil. A ellos hay que añadir ciento cincuenta mil en la Armenia rusa y Azerbaiyán. En total, el número de víctimas supera el millón y medio.


Tropas inglesas celebrando la firma del armisticio en 1919


Al terminar la guerra, el Tratado de Sèvres reconoció una simbólica Armenia independiente, y se plantearon las responsabilidades por crímenes de guerra contra los armenios. El 2 de noviembre de 1918 huyeron Mehmed Talaat (ministro del Interior), Ismail Enver (ministro de la Guerra y comandante en jefe del ejército turco), Ahmed Djemal (ministro de Marina y gobernador de Siria) y otros. 

El nuevo gobierno turco puso en marcha procesos autoexculpatorios y poco efectivos; la nueva era de Mustafá Kemal consideraba que la principal culpa del sultanato no fue la violación de cualesquiera derechos humanos, sino haber perdido la guerra y el Imperio. La Armenia prevista en el tratado de Sèvres acabó repartida entre la Turquía de Mustafá Kemal y la Unión Soviética, y el nuevo y definitivo Tratado de Lausana olvidó el asunto armenio. La organización secreta armenia creada para vengar el genocidio asesinó a Talaat y Djemal, respectivamente el 15 de marzo de 1921 en Berlín y el 21 de julio de 1922 en Tiflis. Enver murió en circunstancias no aclaradas el 4 de agosto de 1922 en el actual Tayikistán, durante un enfrentamiento con el ejército rojo.



Mustafá Kemal "Atatürk". Atatürk es un nombre honorífico que se le otorgó al fundador de la Turquía moderna. Compuesto por las palabras Ata y Türk, que significa padre de los turcos. También suele ser conocido como Mustafá Kemal Pasha. Pasha era un título aplicado en el Imperio Otomano  a hombres que ostentan algún mando superior en el ejército o en una jurisdicción territorial, algo equivalente a un Gobernador o General. En algunos países musulmanes Pasha (o sus variantes idiomáticas) es un título honorífico.


El genocidio ucraniano (3)

Se considera genocidio la persecución y exterminio de una comunidad definida por su entidad étnica, religiosa o nacional. El concepto cuadra a la persecución turca contra los armenios, pero es discutible su aplicación a los crímenes contra la humanidad perpetrados por el bolchevismo en Ucrania y otras zonas agrarias de la Rusia meridional, ya que los asesinatos masivos allí cometidos tuvieron por objetivo a los campesinos refractarios a la renuncia a la propiedad privada. Se trata, pues, de la persecución de una clase social, al margen de su diversidad étnica o de otro tipo, y definida, desde la perspectiva marxista, como enemiga de la revolución y análoga a la burguesía urbana, en tanto no optara por la propiedad y la gestión colectiva de la tierra y sus productos y rentas. A lo cual puede a su vez objetarse que desde la perspectiva de clase el marxismo es inherentemente genocida.

La crisis de Ucrania tuvo su apogeo en la tercera década del siglo XX, en forma de hambruna debida a la colectivización forzosa y la requisa de cereales para la alimentación de la población urbana y la exportación. Cuatro millones de ucranianos murieron de hambre, por lo que en esta lengua la tragedia se conoce como «holodomor», vocablo que significa «exterminio por hambre». Si lo sufrieron en primer lugar los campesinos, la represión policial afectó igualmente a intelectuales, escritores, artistas, funcionarios y sacerdotes, especialmente aquellos relacionados con la efímera República Popular Ucraniana independiente de 1917, secuela de la Guerra de 1914. El holodomor tuvo varias fases, si bien hemos de centrarnos aquí en la primera de ellas.

Ucrania Oriental y Occidental pertenecían respectivamente al Imperio Ruso y al Austrohúngaro. Tras la abdicación del zar y la convocatoria del Congreso Nacional Panucraniano, la Rada o Parlamento Central declaró el 9 de enero de 1918 la independencia, pronto reconocida por la Entente, los Imperios e incluso la Rusia soviética. En febrero, Ucrania firmó en Brest-Litovsk su propia paz con las potencias centrales, poco antes de que la Rusia soviética lo hiciera a su vez. El Oeste de Ucrania fue incorporado a la Polonia reconstruida por el tratado de Versalles, y así se mantuvo durante dos decenios.



Requisa de trigo en el óblast de Kiev, 1930 (Wikipedia)

Desde fines de 1917 la relevancia estratégica y económica de Ucrania, como productora de alimentos, la había puesto en el punto de mira de la Rusia blanca y la soviética, Alemania y Austria-Hungría: la independencia estaba llamada a tener corta vida. En 1918, las tropas soviéticas la habían invadido para apoderarse de los cereales necesarios para alimentar al ejército y a los habitantes de las ciudades, como en su día el gobierno de la Rusia zarista y luego el provisional. 

Al ocupar Ucrania los bolcheviques se produjo el levantamiento campesino de mayor envergadura de la Europa Moderna, liderado por Néstor Majnó de 1918 a 1920, e implicado en constantes alianzas y cambios de bando entre alemanes, austriacos, polacos, rusos blancos y rojos, y nacionalistas de diversas tendencias, con lo cual Ucrania quedó convertida en un caos en manos de milicias de saqueadores y asesinos. El presidente Simon Petliura se unió a Josef Pilsudski, el líder polaco que había conseguido la reconstrucción de su país; polacos y ucranianos empezaron su campaña conjunta en primavera de 1920, ocuparon Kiev en mayo, y se unió a ellos el general blanco Piotr Wrangel. Pero en 1921 se firmó la paz entre la Unión Soviética y Polonia, que dejó de alentar el independentismo ucraniano. 

La paz con Pilsudski, la derrota del general blanco Antón Denikin y el Directorio nacionalista ucraniano dieron paso en 1920 al gobierno del títere Partido Comunista de Ucrania; la economía se militarizó, desapareció el comercio legal, se implantaron los campos de trabajo forzado, los comités de requisa de alimentos y las primeras colectivizaciones. La producción cayó drásticamente, se generalizó el hambre y llegaron a darse casos de canibalismo y necrofagia. El problema no se ocultó, y Pravda informó en junio de 1921 de que veinticinco millones de personas pasaban hambre en la Unión Soviética. Hubo peticiones de ayuda internacional, la principal de ellas la encabezada por Máximo Gorki. Respondió la Cruz Roja Internacional, el Comité Judío para la Distribución Conjunta y la Administración Estadounidense de Socorro (ARA), fundada por Herbert Hoover, que había extendido sus actividades a toda Europa en los meses siguientes al Armisticio de 1918. En el verano de 1922, la ARA alimentaba a once millones de personas, al mismo tiempo que el gobierno bolchevique exportaba alimentos a cambio de maquinaria y armas

Como alternativa, el gobierno de Lenin había impuesto en 1921 la Nueva Política Económica (NEP), que sustituyó la requisa de cereales por un impuesto en especies sobre su producción y permitió el pequeño comercio de excedentes, si bien se fijaron precios demasiado bajos para los productos del campo, y el teórico comercio libre se vio sometido a toda clase de regulaciones y cortapisas. La hambruna de 1921 a 1923 no desapareció en 1924, y la muerte de Lenin aquel año desató la lucha por el poder y el enfrentamiento entre la NEP y la centralizacion radical, preferida por Stalin


La colectivización volvió a resultar tan estéril como en 1918 y 1919, pero si en 1921 se reconoció el problema, una década después se negó y se ocultó. Pero nos saldríamos de los límites de este ensayo si siguiéramos su evolución más allá de su primera fase.

La «gripe española» (4)


Mujeres voluntarias de la Cruz Roja de San Luis (Missouri - EEUU) trabajando durante la pandemia de gripe española de 1918 (virus de influenza) que mató a más de 50 millones de personas en todo el mundo.


La pandemia de gripe de 1918 fue la más letal de las conocidas desde la Peste Negra del siglo XIV; estuvo activa dos años a partir de la primavera de 1918, y multiplicó considerablemente la pérdida de vidas humanas causada por la guerra. Afectó a unos quinientos millones de personas, y se le atribuyen entre cincuenta y cien millones de muertes. Recibió el nombre de «española» no porque se originara o tuviera especial impacto en nuestro país, donde se detectó en mayo de 1918, sino por la libertad con que informó sobre ella la prensa de España, país neutral no sujeto a la censura habitual en tiempo de guerra, que la soslayó en los países beligerantes para no añadir inquietud y desmoralización a la población civil y a los ejércitos.

El movimiento de masas humanas que la guerra produjo se ha considerado causa eficiente de la extensión de la enfermedad, cuyo origen no consta fehacientemente. Acaso fuera China, que, para no quedar aislada e indefensa frente al imperialismo japonés al final de la guerra, se unió a la Entente y creó un cuerpo auxiliar no combatiente que se encargaba de trabajos físicos en el frente. Así fueron trasladados ciento treinta y cinco mil chinos al frente occidental y doscientos mil al oriental, y se ha supuesto que pudieron llevar consigo la gripe a Estados Unidos, donde llegaron pasando por Francia y Canadá. La enfermedad se detectó por primera vez en acuartelamientos estadounidenses a primeros de marzo de 1918, y aquel verano ya se localizaba en la ciudad francesa de Brest, puerto habitual de desembarco en el continente de las tropas norteamericanas.



Mujeres de la Cruz Roja estadounidense trasladando una víctima de la pandemia de influenza en San Luis Missouri.


Se considera que murieron del 10% al 20% de los infectados, habiéndolo sido un tercio de la población mundial, estimada entonces en mil seiscientos cincuenta millones de personas. Donde imperaban la desnutrición y las condiciones extremas de vida, la mortalidad hubo de ser mayor, aunque es imposible saber en qué medida se confundía la gripe con otras enfermedades, o ir más allá de conjeturas lastradas por un 50% de probable error, por la falta de estadísticas o la necesidad de extrapolar las poco fehacientes registradas en los ejércitos. Donde las condiciones higiénicas y sanitarias eran más favorables, un porcentaje similar de afectados dio lugar a un número menor de defunciones: seiscientas mil en Estados Unidos, cuatrocientas mil en Francia y en Italia, doscientas cincuenta mil en España. Víctimas de la gripe fueron los pintores Gustav Klimt, Amadeo de Souza-Cardoso y Egon Schiele, el poeta Guillaume Apollinaire, el dramaturgo Edmond Rostand, el arquitecto Otto Wagner y el diplomático británico Mark Sykes, que había negociado en 1916 con su colega francés François Georges-Picot el reparto de los territorios del Imperio Turco en Oriente Medio.


Arriba: Hospital habilitado para recibir los pacientes por la influenza en Funston - Kansas, EEUU; Abajo: enfermeras de la Cruz Roja trasladando otra víctima en Washington D.C. La primera ola de la pandemia de influenza comenzó, según los historiadores, a unos 160 kilómetros de Missouri en el campamento Funston en Kansas, en marzo de 1918, con miles de soldados cayendo enfermos y 38 muriendo.


El virus mutó en el verano de 1918, convirtiéndose en sumamente mortífero. En este segundo brote, los afectados veían aparecer manchas oscuras que cubrían la cara y todo el cuerpo, mientras el pecho se hinchaba enormemente, sangraban la nariz y la boca, caían dientes y cabello y llegaba la muerte entre delirios y convulsiones. A la enorme virulencia de la gripe en el segundo semestre de 1918 se ha atribuido la inefectividad de la ofensiva lanzada por el Alto Mando alemán en el frente occidental, cuando quedó inactivo el oriental tras el Tratado de Brest-Litovsk (marzo de 1918), en el que Rusia firmó la paz por separado.

En la época se responsabilizaba a las bacterias de todas las enfermedades, y así se atribuyó la gripe al bacilo de Pfeiffer (una bacteria infecciosa que se aloja en la nariz y la garganta y está presente en algunos casos de gripe), cuando el causante era un virus, veinte veces más pequeño e indetectable con un microscopio óptico. La enfermedad se confundió con peste, dengue, cólera y tifus, se atribuyó a la descomposición de los cadáveres en los campos de batalla, o incluso a un supuesto programa alemán de guerra biológica. El virus pudo verse por primera vez en 1943, gracias a la invención del microscopio electrónico. A fines del siglo XX empezó a rastrearse la existencia de muestras de tejidos procedentes de autopsias de víctimas de la gripe española; se encontraron en 1996 y luego en 2001, y el virus fue así reconstruido en 2005, y acto seguido lo fue la variedad concreta que operó en el verano-otoño de 1918.


Las pandemias no son nada nuevo. Arriba, el asesino de 1918, el virus de la influenza, mal denominado "gripe española". Abajo, el nuevo coronavirus (de la familia de coronavirus existentes), ahora denominado covid-19. Hace 102 años, millones de personas murieron debido a una cepa de gripe, el mundo se enfrentó en 1918 a la pandemia de influenza, el brote de enfermedad más mortal en la historia hasta la fecha. Más de 50 millones de personas en todo el mundo murieron como resultado del virus de la influenza (gripe). Se estima que 675.000 de esas muertes ocurrieron en los Estados Unidos.

El cuarto sello del capítulo sexto del Apocalipsis libera a un jinete pálido dotado del poder de matar por la espada, el hambre, la enfermedad y las bestias de la tierra. Bestias humanas como los generales orondos que conversan, entre muertos ambulantes, en Los proxenetas de la muerte (1919) de George Grosz, o las responsables del totalitarismo rojo, negro y pardo que empezó a gestarse el primer día del Armisticio.



Guillermo Carnero

Notas:

1. Puede leerse una buena síntesis en Olivier Lepick, La grande guerre chimique (1914-1918), París, PUF, 1998.
2. Resumo, y recomiendo al lector, la reciente puesta al día de Mikael Nichanian, Détruire les Arméniens. Histoire d’un génocide, París, PUF, 2015.
3. Puede verse el reciente estudio de Anne Applebaum, Hambruna roja. La guerra de Stalin contra Ucrania, trad. de Nerea Arando Sastre, Barcelona, Debate, 2019.
4. Sigo el reciente estudio de Laura Spinney, El jinete pálido. 1918: la epidemia que cambió el mundo, trad. de Yolanda Fontal, Barcelona, Crítica, 2018. 

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