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29 octubre 2025

Mitos y verdades del Acuerdo Sykes-Picot (1916)




Es interesante recordar que después de más de un siglo seguimos teniendo una percepción, aunque no fraudulenta, si errada del secreto Acuerdo Sykes-Picot de 16 de mayo de 1916, entre británicos y franceses. A decir de refutados estudiosos culpar exclusivamente a Sykes-Picot de la división de Medio Oriente es un engaño histórico peligroso.

No solemos ser conscientes (quienes sentimos pasión por la historia) que hemos caído en una interpretación errada de que Sykes-Picot fue el punto determinante que diseñó nuevas líneas geografías imaginarias contra natura, es decir, que tanto ingleses como franceses diseñaron a su capricho un mapa de Medio Oriente basado en sus intereses estratégicos, políticos y económicos, que nunca tomaron en cuenta las barreras que separaban a un crisol de pueblos, tribus, etnias, incluso sobre una diversidad religiosa, siendo “condenadas a agruparse en disímiles espacios, obligados a construir naciones con conceptos absolutamente occidentales”.

Como se irá explicando, lo dicho arriba no es necesariamente falso, pero si es una mala interpretación de la historia, simplemente porque Sykes-Picot no constituye el único antecedente; ni fue, ni debería seguir siendo un forzado documento histórico al que se aferran muchos investigadores; y, una de las razones es porque Sykes-Picot NUNCA entró en rigor, nunca se efectivizó sobre el terreno. Fue uno más de algunos importantes documentos que se plasmaron sobre la mesa del diseño del Medio Oriente. Evidentemente se trató de un arbitrario trazado, a dedo, de fronteras, un reto tanto a la geografía y al componente étnico y al sentido común, una característica que distinguía, sin duda, a los imperios coloniales del siglo XIX y del XX.

A groso modo, veamos un par de apreciaciones sobre el Acuerdo Sykes-Picot.

Paul Mason, redactor de New Statesman, 9 de mayo de 2016 (en el centenario del Acuerdo), presentó una ponencia titulada “Sykes-Picot: how an arbitrary set of borders created the modern Middle East” (Sykes-Picot: cómo un conjunto arbitrario de fronteras creó el Medio Oriente moderno), afirmando que Gran Bretaña y Francia se repartieron lo que se convertiría en Siria, Irak e Israel y que esa mentalidad imperial perdura con las cicatrices dejadas en la región. Hace énfasis en una “torcedura” de las líneas trazadas en la que se establecería Israel.


          (Foto de Flickr  PROPaolo Porsia)


"¿Qué tipo de acuerdo le gustaría tener con los franceses?" preguntó Arthur Balfour, Secretario de Relaciones Exteriores, al coronel Sir Mark Sykes, quien respondió: "Me gustaría trazar una línea desde la 'e' en Acre hasta la última 'k' en Kirkuk".

No era el primer desafortunado “deseo” de Sykes, ya en enero de 1915, en una carta, le urgía a Winston Churchill a apoderarse de Constantinopla (Estambul, desembarcando tropas en Gallipoli) para acabar tanto con los otomanos y fulminar con la influencia alemana en el este, según él, esa posibilidad abriría paso a invadir Alemania a través de los Balcanes (40.000 soldados británicos murieron tratando de demostrar que Sykes tenía razón en Gallipoli, y no la tuvo).

¿Qué más podemos decir del tristemente “celebre” esbozo a dedo de Sykes? Quien estaba, luego, fascinado con la declaración de Balfour de 1917 para la constitución de un estado judío en Palestina. Él conocía el mundo árabe de la época, el panarabismo y su organización; aún así, ¿cómo pudo alguien tan bien informado equivocarse tanto?, se pregunta Mason.

“Leer los escritos de Sykes hoy es observar la tragedia de un intelecto encadenado por delirios de superioridad. Sykes trabajó sobre la suposición, central para todos los imperialismos: que los pueblos sometidos se comportan solo de acuerdo con sus "características" étnicas o nacionales, mientras que las naciones blancas poderosas tienen capacidad de acción”. Sykes creía que se podía aglutinar a las dos ramas del Islam, al cristianismo y tolerar a los judíos. “El imperialismo los convirtió en unos imbéciles ciegos que creían que, trazando límites, podían controlar la historia”.

Turquía desarrolló una “conciencia nacional, moderna y secular, entonces la apuesta unidireccional contra el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial resultó inútil. El nacionalismo secular turco daría forma a la región tanto como el panarabismo en los próximos 100 años”. Sykes y los demás veían a la religión islámica como algo aparte de las etnias árabes, idioma y tradición. Se negaron a pensar que una oposición a ellos podría provocar el surgimiento del antiimperialismo forjado mediante la educación de la gente. No midieron la posibilidad de que estallarían revoluciones como la rusa en oposición a su sistema de capitalismo colonial explotador.

Una lección fácil de aprender de Sykes-Picot es que: “no dibujes líneas arbitrarias en el mapa. Los pueblos y las naciones deben tener derecho a la libre determinación”. Pero, realmente ¿fueron arbitrarios esos trazos a dedo sobre el mapa? El presidente Woodrow Wilson impulsó la autodeterminación -aunque sea en el discurso- contradiciendo el postulado del Imperio Británico y ese fue uno de sus puntos para entrar en la guerra, por lo que los gobiernos británico y francés ocultaron a EEUU la existencia del mapa de Sykes.


Por su lado, otro importante autor, John Hilary, en “The Sykes-Picot legacy, 100 years on” (El legado de Sykes Picot, 100 años después), en mayo de 2016 (War on want) establece que ese Acuerdo secreto entre Francia y Gran Bretaña que sumió a Oriente Medio en un siglo de derramamiento de sangre.

Recalca que dos negociadores coloniales: Mark Sykes (británico) y François Georges-Picot (francés) decidieron planear como repartirse Oriente Medio (tal cual como “Pinky” y “Cerebro” planean cada noche como conquistar el mundo), tras hacer colapsar al Imperio Otomano en plena guerra mundial. El autor profundiza en las promesas de autodeterminación que los británicos hicieron a los pueblos árabes, lo que garantizó su apoyo para derrotar a las fuerzas de ocupación turcas. Logrado el objetivo, esas promesas fueron olvidadas, solo cambió de liderazgo imperial.

Una declaración anglo-francesa de noviembre de 1918, a los pueblos árabes, prometía "la liberación completa y definitiva de los pueblos que durante tanto tiempo han sido oprimidos por los turcos, y el establecimiento de gobiernos y administraciones nacionales que derivarán su autoridad del libre ejercicio de la iniciativa y elección de las poblaciones indígenas". El gobierno británico planeaba excluir a Palestina en la declaración y la orden de su publicación en Jerusalén fue un “lamentable” error.




Pero esa traición no fue diseñada exclusivamente en el Acuerdo Sykes-Picot. Francia y Gran Bretaña decidieron en otros acuerdos dividirse Oriente Medio “por medio de una ‘línea en la arena’ dibujada en el mapa entre Acre en la costa mediterránea y Kirkuk en el norte de Irak. Todo lo que está al norte de esa línea sería controlado por los franceses, y todo lo que está al sur por los británicos. Francia obtendría Siria y Líbano, mientras que Gran Bretaña tendría Irak y Transjordania… Un pacto descaradamente egoísta".

La cuestión de quién gobernaría Palestina no tuvo respuesta en el Sykes-Picot, los británicos recurrieron “a otra estratagema para asegurarse de que Gran Bretaña, no Francia, asegurara ese mandato al final de la Primera Guerra Mundial. A través de una serie de garantías a las principales figuras del floreciente movimiento sionista, el gobierno británico pudo asegurar el respaldo internacional para su control de Palestina con el pretexto de algo más que el interés propio imperial”. Precisamente esa estrategia produjo la ‘Declaración Balfour’ de 1917, el apoyo británico para "establecer en Palestina un hogar nacional para el pueblo judío". Balfour tuvo que admitir que se negaron hablar sobre el principio de autodeterminación.

Intereses geoestratégicos hicieron posible este tipo de acuerdos, Palestina originalmente fue vista como zona de amortiguación que protegería el Canal de Suez; luego se “descubriría” las inmensas reservas de petróleo en Mesopotamia que terminaría sembrando de caos y sangre la historia de Irak, Siria, Líbano y Palestina hasta el día de hoy.




Muchos se preguntarán, ¿qué pasa con el Kurdistán, por qué no se habla aquí de ello? Existe mucha confusión con Sykes-Picot y otros tratados y mapas de la época, la cuestión kurda tiene más que ver exclusivamente con el territorio que heredaría la naciente Turquía de su ancestro otomano. Para quienes estén interesados en los mapas del Kurdistán, por favor repasar nuestro artículo: KURDISTÁN: Los mapas de la discordia


Parte II

Hechos y ficción
La historia de “Sykes-Picot”

Adán Garfinkle
The American Interest

Lección de historia: Sykes-Picot no estableció -repito, no estableció- las fronteras del Medio Oriente moderno.

El 16 de mayo de 2016, se cumplió el centenario de Sykes-Picot, y las inanidades y estupideces al respecto surgen de los medios a una velocidad que me cuesta seguirles el ritmo. Vayamos al grano: Sykes-Picot no estableció -repito, no estableció- las fronteras del Oriente Medio moderno. Esto debería dificultar culpar a Sykes-Picot, ya que nunca entró en vigor. Y lo que se está desmoronando hoy no es el sistema interestatal Sykes-Picot, sino cada vez más las propias unidades; el sangriento ruido interestatal que vemos no es la fuente del problema central de la región, sino un síntoma del mismo. Hay muchas cosas en que pueden equivocarse, y sin duda es un asunto repugnante para compartir con la gente sin educación, como si fueran aperitivos de sabor extraño para la hora del cóctel.

Bien, entonces ¿por qué Robin Wright en The Atlantic, David Ignatius en el Washington Post, Daniel Pipes en su blog y, según el último recuento, unas seis docenas de personas más publicaron recientemente insistiendo en que Sykes-Picot hizo lo que seguramente no hizo?

Solo hay dos explicaciones posibles.

Una es que un autor sabe que la historia es mucho más compleja que dos tipos sentados en un salón imperial lleno de humo con un mapa en blanco y un lápiz grueso, pero usa el conocido eslogan “Sykes-Picot” como abreviatura para resumir lo que realmente sucedió. La otra es que el autor en cuestión en realidad no tiene ni idea de lo que está hablando. Ignatius y Pipes, estoy bastante seguro, usan abreviaturas. Robin Wright y muchos otros, no estoy tan seguro. Pero el resultado es el mismo: engañar a otros crédulos sobre lo que realmente sucedió durante y justo después de la Primera Guerra Mundial para moldear los contornos de Oriente Medio. Entonces, en resumen, ¿qué sucedió?

No hubo solo un cónclave secreto durante la guerra entre los Aliados, sino cuatro.

El primero, y con diferencia el más importante, el Acuerdo de Constantinopla del 18 de marzo de 1915, otorgó Estambul a Rusia, el control de los Dardanelos, Tracia y una parte del noreste de Anatolia; además, otorgó a Gran Bretaña y Francia amplias esferas adicionales sobre el patrimonio árabe del Imperio Otomano.

En segundo lugar, el Tratado de Londres, firmado el 26 de abril de 1915, puede describirse con justicia como el soborno aliado a Italia para que se uniera a la guerra, y prometía a los italianos beneficios inmobiliarios específicos a expensas de los otomanos. Este Tratado abrevió el primer esbozo de la distribución geográfica de la posguerra.

En tercer lugar, más de un año después (el 16 de mayo de 1916), se produjo el Acuerdo Sykes-Picot, mucho después de que los aliados hubieran acordado y firmado el acuerdo básico. Representó principalmente un ajuste y un conjunto más específico de acuerdos únicamente entre Gran Bretaña y Francia sobre sus posibles adquisiciones. Esto fue necesario por varias razones: ambigüedades en el plan original; la evolución de las realidades del campo de batalla; y el hecho de que Gran Bretaña había abierto y desarrollado desde entonces otra vía de negociaciones secretas, esta vez con el jerife Hussein de La Meca en la ahora famosa correspondencia Hussein-McMahon.

Sykes-Picot llegó con un mapa coloreado en cinco partes: zonas británicas y francesas directas e indirectas, y una zona internacional que abarcaba Jerusalén y una ruta hacia el oeste hasta la costa de Haifa. Las esferas de influencia indirectas británicas y francesas debían ser dominio de un “estado árabe independiente”, y esas mismas palabras aparecen en el mapa original. (más adelante se abordará lo que esto implica).

En cuarto lugar, llegó los Acuerdos de Saint Jean de Maurienne el 17 de abril de 1917, lo que amplió la participación italiana, pero dependía de la aceptación rusa. Esta aceptación nunca se produjo debido a la Revolución Rusa.




De hecho, ninguna de las fronteras previstas en estos acuerdos, ni por separado ni en conjunto, llegó a concretarse. La Revolución rusa invalidó el Acuerdo de Constantinopla, y el avance de los ejércitos del general Edmund Allenby en 1917 también invalidó gran parte del mapa Sykes-Picot. La Declaración Balfour de noviembre de 1917, que no incluía ningún mapa, y la intervención del ejecutivo sionista como elemento político en el proceso de toma de decisiones de la posguerra complicaron aún más la cuestión de la frontera entre el posible mandato británico para Palestina y el mandato francés para Siria.

Tras Versalles en 1919, se convocó una importante conferencia en San Remo en abril de 1920 para definir definitivamente las fronteras en previsión del depósito de los mandatos ante la Sociedad de Naciones. Pero ni siquiera San Remo resolvió el asunto definitivamente.

El Tratado de Sèvres, firmado en agosto de 1920, impuso un acuerdo muy draconiano al Imperio Otomano, pero cabe destacar que no insistió en el fin del imperio como tal, ni en su posesión del califato del Islam. En cualquier caso, pronto el gobierno griego de Venizelos aprovechó la debilidad de la Turquía otomana para invadir Anatolia, con apoyo británico. Esta fue una decisión fatídica y muy estúpida. Tuvo el efecto, junto con otras causas, de fortalecer y centrar considerablemente una incipiente guerra turca de liberación de una invasión multifacética en las principales tierras turcas de Anatolia. Antes de que terminara, unos 18 meses después, las armas turcas habían aplastado a los griegos. Este resultado, junto con el resurgimiento de la idea de un estado armenio independiente, convirtió a Sèvres, junto con lo poco que quedaba del mapa Sykes-Picot, en letra muerta. Ninguna de las fronteras trazadas en San Remo en relación con los límites de los mandatos con Turquía tenía sentido.

Durante el esfuerzo turco por resistirse a los términos del Tratado de Sèvres, Mustafá Kemal (Ataturk) tomó el control militar del gobierno turco. Ataturk y sus colegas nacionalistas acabaron con el imperio, separaron el califato de él y, finalmente, en 1924, lo abolieron por completo. Así pues, no fueron los Aliados quienes destruyeron formalmente lo que quedaba del Imperio Otomano y el califato, sino los propios turcos en nombre de la nueva República de Turquía.


El General (Pasha) Mustafá Kemal, luego Mustafá Kemal Atatürk, padre fundador de la actual Turquía


Fue el Tratado de Lausana, firmado en 1923, el que determinó las fronteras entre Turquía y los mandatos para Siria e Irak. Sin embargo, nunca se gestó ningún mandato para Armenia, ya que Turquía y la joven Unión Soviética invadieron conjuntamente el naciente estado armenio y aniquilaron su independencia. La URSS puso fin, por aquel entonces, a las tres nuevas repúblicas soberanas del Cáucaso que se habían separado de Moscú durante la guerra civil rusa de 1920-21. Ninguna entidad kurda se desarrolló fuera de la zona autónoma, ya que Mustafá Kemal logró persuadir a sus correligionarios kurdos musulmanes para que se unieran a él contra adversarios cristianos comunes: los griegos y los armenios, junto con sus grandes potencias aliadas.

La Comisión anglo-francesa Newcombe-Paulet finalmente detalló la frontera entre Palestina y Siria en 1923. El surgimiento del “gran” Líbano -las fronteras del Líbano actual- a partir del Monte Líbano y el mandato sirio en 1924 es una historia tan compleja que me cuesta resumirla aquí. Y, como Secretario Colonial, Winston Churchill creó el Emirato Hachemita de Transjordania una mañana de domingo de 1921 en Jerusalén, “entre puros y brandy”, en condiciones también demasiado complejas para resumirlas aquí. Cabe destacar que, en este caso, se crearon fronteras para una entidad que nadie, ni en su imaginación más descabellada, concibió siquiera que existiera en mayo de 1916.

Y, por supuesto, trazar las fronteras de Transjordania significó trazar una frontera occidental para lo que se convirtió en Irak. Si alguien hoy en día nunca ha oído hablar, por ejemplo, del problema del “capítulo árabe”, significa que nunca ha descifrado los archivos, que depende completamente de literatura secundaria defectuosa y que realmente no tiene ni idea de lo que dice cuando habla de Irak en la configuración territorial que asumió en 1920. Por si fuera poco, posteriores ajustes entre la Siria francesa y la Mesopotamia británica (posteriormente llamada Irak) trasladaron Mosul de la zona francesa a la británica a cambio de concesiones francesas en la industria petrolera local.

Mientras tanto, el Reino de Nejd, nunca colonizado, invadió el Hiyaz en 1924, expulsando a los hachemitas, lo que finalmente condujo a la adopción del término Reino de Arabia Saudita en 1932. Dos años después, Arabia Saudita atacó Yemen y se anexionó las provincias de Asir y Najran. Las fronteras entre Siria y Transjordania, y entre Transjordania y Arabia Saudita, no se definieron hasta mediados de la década de 1930. En 1938, una provincia del norte de Siria -Hatay, o lo que antes se conocía como Sandjak de Alejandreta y luego Cilicia- fue cedida a Turquía por Francia, con el consentimiento británico, en un acuerdo diseñado para evitar el apoyo turco a Alemania en la inminente guerra.

Se podría profundizar en la descripción de cómo se trazaron las fronteras del Oriente Medio "moderno", incluyendo la creación de los jeques del Golfo Pérsico, el último de los cuales (los Emiratos Árabes Unidos) no se creó hasta 1971. En otras palabras, ¡"Fronteras Sykes-Picot"! ¡Ni hablar! La insinuación de que alguna vez existieron es pura y simple mentira.

Mucho sobre cómo se trazaron y cómo no se trazaron las fronteras. Pero ¿por qué sucedió así? Las preguntas de "por qué" suelen ser mucho más difíciles de responder que las de "cómo", pero un breve intento quizás sea útil porque arroja algo de luz sobre lo que los observadores contemporáneos afirman que Sykes-Picot significa para nosotros, o debería significar para nosotros, un siglo después. 

Si existe alguna lección, esta debería extenderse más allá de Oriente Medio, pues los Aliados no solo arrebataron al sultán el control de las provincias árabes del Imperio Otomano, sino que también desmembraron los imperios de los Habsburgo y los Hohenzollern. El Imperio Romanov, mientras tanto, al final de la guerra, se encontraba en proceso de desmembrarse (temporalmente).

 

Un mapa detallado que muestra el Imperio otomano y sus dependencias, incluyendo sus divisiones administrativas (valiatos, sanjacados, kazas), en el año 1899



Pero centrémonos por ahora en el desmembramiento del Imperio Otomano. ¿Cuáles fueron las razones?

Razones -en plural- es la forma correcta de plantear la pregunta, porque rara vez una sola razón agota la realidad. Tres parecen ser las más importantes.

Una razón se relacionaba con la prudencia geoestratégica. La rescisión del Imperio Otomano, a lo largo de muchos años, había creado vacíos que fomentaron la competencia entre otras potencias y provocaron crisis y guerras, entre ellas las guerras de los Balcanes a principios del siglo XX y, en la mente de los estadistas de la época, la propia Guerra Mundial. Por lo tanto, un desmembramiento ordenado, alcanzado de mutuo acuerdo, debería hacer que el sistema en su conjunto fuera menos propenso a crisis y guerras en el futuro. El mismo razonamiento se aplicó tanto al desmembramiento previsto del derrotado Imperio de los Habsburgo como al del Imperio Otomano.

Una segunda razón se refería a la competencia imperial en general. La carrera por las colonias entre algunas potencias europeas -principalmente Gran Bretaña, Francia y Alemania- se había acelerado con la capacidad tecnológica para apoderarse y administrar imperios de ultramar. Una conferencia de Berlín en 1888 había dividido el África subsahariana. Posteriormente, la competencia se trasladó en parte al Pacífico Sur. Para 1914, quedaban pocos bienes raíces lucrativos en el planeta, salvo los que poseían los otomanos y que podían ser confiscados como resultado de la guerra. La competencia geoestratégica por los bienes raíces se había vuelto completamente global en la mente de los estadistas de las grandes potencias europeas por primera vez, y había asumido el carácter de una competencia posicional: cada potencia temía quedar en desventaja competitiva si este o aquel territorio caía en manos de un imperio rival. Muchos observadores a lo largo de los años han argumentado que esta competencia era sobre todo de carácter comercial; otros, que también estaba asociada con la grandeza nacional y el ego colectivo. Por muy ciertos que esos motivos pudieran haber sido en la mayoría de los casos, el motivo dominante para la mayoría de las potencias parecía provenir de esta competencia posicional, similar a un juego, que se manifiesta en muchas formas de comportamiento humano. (Los estadounidenses quizás puedan comprender esto mejor en el contexto de la adquisición de Hawái por parte de Estados Unidos. Sin duda, se cometieron algunas acciones ruines en esa saga expansionista; pero en aquel momento parecía obvio que si Estados Unidos no se presentaba, Alemania, Japón o Gran Bretaña lo harían, lo que le crearía una desventaja estratégica).

Una tercera razón, que no fue la más importante en 1914-1916, pero que cobró mucha más influencia en 1918-1919, fue de un tipo completamente diferente. Se trató de un cambio normativo que sostenía que el principio imperial de legitimidad debía ceder ante el principio moralmente superior de la autodeterminación nacional. Esto explica por qué, al final de la guerra, cuando los Aliados comenzaron a repartirse el territorio del Imperio Otomano, no pudieron simplemente tomarlo como botín de guerra imperial, como en tiempos pasados. En su lugar, crearon la idea de los mandatos, asociados con la creación de la nueva Sociedad de Naciones, en virtud de los cuales los territorios de la Turquía otomana y Alemania debían, al menos en teoría, ser guiados hacia la independencia soberana a su debido tiempo. ¿Cómo sucedió esto?

No hay suficiente espacio aquí para abordar plenamente esta cuestión. Baste decir que la base moral de la gobernanza ha evolucionado a lo largo del tiempo, pero lo ha hecho a distintas velocidades y de distintas maneras en distintas zonas de civilización. En la Primera Guerra Mundial, una zona de civilización que avanzaba a una velocidad (Europa Occidental) chocó con otra (Oriente Medio) que avanzaba a otra velocidad. En Europa Occidental, especialmente en Gran Bretaña, Francia y Países Bajos, las sensibilidades religiosas democratizadas habían invadido la política durante aproximadamente el siglo anterior, dando lugar, entre otras cosas, a la campaña para abolir la trata de esclavos. Pero las cruzadas, una vez lanzadas, son difíciles de controlar o anticipar, por lo que no nos sorprenderá saber que el elevado idealismo secularizado de Wilberforce sentó las bases para la colonización del África subsahariana por Gran Bretaña, Francia, Alemania, Portugal y Bélgica.

Nadie ve esto hoy en términos moralmente positivos, pero en ese momento la "carga del hombre blanco" y, en Francia, la misión civilizadora, eran extensiones secularizadas naturales de los elementos evangélicos del pensamiento cristiano, la "mundanización" de las categorías escatológicas. Ciertamente, intereses imperialistas más bajos estaban en juego, pero muchos pensaban sinceramente que el colonialismo era benigno y progresista. Y el crescendo de popularidad del que disfrutó el movimiento abolicionista fue un elemento que dio forma a la doctrina nacionalista de la autodeterminación. Siendo la mente humana promiscuamente asociativa, era solo cuestión de tiempo antes de que la proposición de que ningún hombre debería poseer o tener dominio sobre otro hombre se transformara en la proposición de que ninguna nación debería poseer o tener dominio sobre otra nación.

Por supuesto, el auge del nacionalismo en la Europa del siglo XIX también tuvo otras causas. Pero, sea cual fuere su origen, la fuerza moral de la autodeterminación nacional se unió en la Segunda Guerra Mundial a los otros dos motivos principales para desposeer a los otomanos, mencionados anteriormente. El avance de este nuevo ideal fue impulsado por moralistas armados -los neoconservadores de la época, en efecto-, personificados sobre todo por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, quien rechazó cualquier mandato para Estados Unidos.

Las potencias aliadas, en cierto sentido, quedaron atrapadas en este cambio normativo que se alejaba de la legitimidad del principio imperial y se acercaba al nuevo ideal del "estado-nación", donde la comunidad etnolingüística se alineaba con la soberanía política legítima y la constituía como base de la misma. 

Cuando se reunieron en secreto a partir de 1915 para repartirse las tierras otomanas, los señores imperiales de las grandes potencias aliadas jamás imaginaron un sistema de mandatos ni una Sociedad de Naciones. Sin embargo, al finalizar la guerra y a punto de comenzar la conferencia de paz de Versalles en 1919, parecía imposible que otra idea pudiera competir, y mucho menos prevalecer. 

Así pues, cuando se plantea la pregunta: "¿Se concibieron los mandatos como instituciones de transición sinceras hacia una independencia real, o fueron meras tapaderas para la expansión de los imperios francés y británico?", la respuesta no es tan clara como podrían pensar los cínicos; de lo contrario, la frase "estado árabe independiente" nunca se habría inscrito en el mapa original de Sykes-Picot. En verdad, fue un poco de ambas cosas.

Ahora bien, por eso, cuando hoy se dice que la lección de Sykes-Picot es que las grandes potencias no deberían ir por ahí trazando las fronteras de otros -incluidas, de nuevo, las de Oriente Medio-, se genera un gran aplauso en algunos sectores. Incluso puede ser un buen consejo; para los extranjeros, redibujar las fronteras de la región hoy en día implica asumir la responsabilidad de hacerlas cumplir, y nadie en su sano juicio debería entusiasmarse con ello. Pero el consejo, independientemente de la opinión que se tenga, simplemente no se ajusta a la realidad histórica. Una vez que los Aliados decidieron despojar a los otomanos de sus posesiones imperiales y repartirlas, tras la victoria en la guerra, alguien tuvo que trazar algunas fronteras en algún lugar

¿Cuál era la alternativa? ¿Dejar intacto el sistema turco de millet y permitir que los cantones religiosos transterritoriales las sustituyeran como fronteras en una región gobernada por estados europeos con límites territoriales convencionales entre ellos? Incluso si los europeos hubieran imaginado tal solución, habría sido impráctica, casi ridícula. Y ciertamente los lugareños no estaban entonces en posición de trazar sus propias fronteras porque no tenían manera de hacer cumplir lo que hubieran decidido.

En cuanto a la supuesta "artificialidad" de las fronteras creadas en la región, la cual suele ser la alusión inmediata al proclamado pecado imperial de Sykes-Picot, esto también es bastante absurdo. Oriente Medio en 1919, no menos que en 1519, era un mosaico muy heterogéneo de etnias y afiliaciones sectarias, y el Levante más que la mayor parte del resto de la región. Cualquier frontera trazada allí habría sido "artificial" si por lo contrario de artificial se entienden fronteras históricas preotomanas entendidas y legítimas o fronteras que crearon estados-nación homogéneos. Ninguna de las dos existía ni era posible. Y las que se trazaron generalmente se apoyaban en alguna justificación histórica o etnosectaria ("El Hipo de Winston" al trazar la frontera de Transjordania con Arabia Saudita es un ejemplo claro); no eran tan artificiales como parece. (Nota del editor: El "Hipo de Winston" o el "Estornudo de Churchill" es el enorme zigzag en la frontera oriental de Jordania con Arabia Saudí, supuestamente porque Winston Churchill trazó la frontera de Transjordania después de un generoso y largo almuerzo).





Si las semillas de los actuales problemas en Oriente Medio se sembraron entre 1914 y 1918, no provienen de fronteras supuestamente artificiales trazadas por edictos imperiales, de los cuales Sykes-Picot fue una parte de mediana importancia

Provienen, en cambio, del intento de imponer el concepto occidental de Estado territorial secular y weberiano en una parte del mundo donde no existían precedentes. El motivo fue, al menos en cierta medida, benigno: hacer esta parte del mundo más moderna, más “progresista”, en el lenguaje de la época. Sin embargo, el resultado fue la creación, en última instancia, de una serie de estados independientes débiles, cada uno con una vida media diferente, pero no, históricamente hablando, muy larga. Su decadencia nos acecha ahora en un momento en que las tensiones que sienten todos los estados han aumentado notablemente. No es sorprendente que los más débiles sean los primeros en convertirse en polvo.

Y la ironía de todo esto es casi demasiado agria para soportarla. Los fuertes estados occidentales del período de la Primera Guerra Mundial, sin darse cuenta, causaron un sinfín de problemas a los pueblos y sociedades del Medio Oriente al incubar una arquitectura política que el suelo de sus tierras no podía soportar. Y ahora estos estados se están desmoronando, esparciendo demonios por todas partes en forma de Al-Qaeda, ISIS/Estado Islámico y quién sabe qué vendrá después, causando un sinfín de problemas a los pueblos y sociedades de Occidente en un momento en que la capacidad incluso de los estados relativamente fuertes para lidiar con tales problemas ha disminuido significativamente. Llámenlo "venganza" si quieren, no que sea conscientemente forjado o remotamente intencional en el sentido que acabamos de describir; es decir, los estados de la región que explotan como bombas suicidas simbólicas diseñadas para matar a enemigos extranjeros seleccionados. Sin embargo, una cosa es segura: la venganza no siempre es dulce.

Sykes-Picot cumple más de cien años, y lo que para la mayoría de la gente parece significar -a juzgar por lo que se ofrece- no solo se basa en diversos tipos de error, sino que trivializa profundamente la verdadera historia. La verdadera historia, una vez que uno la conoce realmente, no trata sobre imperialismo ni política de poder, ni sobre victimarios ni víctimas. La verdadera historia trata sobre cuán frágiles e interconectadas somos las criaturas humanas, sobre lo poco que comprendemos y podemos prever, y, sobre todo, sobre la inquietante rapidez con la que culpamos a otros de nuestros propios problemas y los de los demás.


Adán Garflinke

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Fuentes: 

10 octubre 2025

El cómo Occidente ha planeado destruir Rusia desde hace siglos (5)



por Tito Andino





Historia y no propaganda

Parte V

Las guerras en la Rusia postcomunista

Reflexiones geopolíticas


Un polémico tema político, difícil de exponer y ser comprendido sin apasionamiento y dura crítica por quienes no repasan la historia y solo se "educan" a través de videos de YouTube o "leen" la prensa comercial. Los hechos históricos fundamentales que se desarrollan en esta ponencia está basada en amplia información mediatamente posterior a los acontecimientos que refleja una posición lo más objetiva posible, descartando artículos de la prensa alineada al atlantismo de hoy. Dato y no relato como suele decirse.

Pareceremos redundantes, pero es necesario dejar sentado el papel de EEUU/OTAN en la tarea de desestabilizar a la Rusia moderna del siglo XXI. El mundo “libre”, repleto de “medios de comunicación independientes”, monopoliza la información (desinforma) a nivel global. Y dentro de esa guerra de propaganda, la rusofobia y otro tipo de ataques “dialécticos” son la mejor arma del civilizado Occidente para demonizar a la Federación Rusa, a China, a Irán o a cualquier otro estado que se oponga a las medidas globalizadoras unipolares del bloque económico occidental y sus aliados.

En 1997, la URSS había desaparecido hace algunos años y los Estados Unidos constituían la única superpotencia. Ya se había desatado la primera guerra de Chechenia (1994-1996). Sin embargo, para Zbigniew Brzezinski en su libro (1997) “El gran tablero mundial: La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos”, mantenía a Rusia como una amenaza para la imposición total de la globalización en el mundo.

Debemos entender que el juego mundial del tablero geopolítico de Brzezinski es arrojar fuera del Cáucaso a los rusos, y eso solo podía o puede conseguirse con un triunfo de los “independentistas” chechenos. Las consecuencias de un estado checheno -aparentemente libre- traería consigo otras fragmentaciones del territorio de la Federación de Rusia.

Por milésima vez, para todos estos gánsteres de la política y negocios internacionales el objetivo final es destruir Rusia. Hemos repasado que desde hace siglos Rusia representa una amenaza para los imperios occidentales. Los recursos naturales de Rusia son sinónimo de supervivencia para el futuro cercano y ¿cómo lo conseguirán?, haciéndose con ellos a la fuerza (nunca se han planteado ejercer lo que falsamente pregonan, “el libre comercio”). Por tanto, cualquier proyecto que enrumbe la necesidad de debilitar a Rusia, por no decir desmantelarla o destruirla sigue siendo una prioridad geopolítica de Estados Unidos y Europa Occidental en el siglo XXI. 

Respecto a la naciente Rusia postcomunista y sus “reservas vitales de energía”, que atormentaba a Brzezinski, éste escribía:

“La tarea a largo plazo es: cómo fomentar la transformación democrática de Rusia y su recuperación económica evitando la reaparición de un imperio euroasiático que pueda entorpecer el objetivo geoestratégico norteamericano… Es imperativo que no surja un desafío euroasiático (Rusia) capaz de dominar Eurasia y con ello desafiar a los Estados Unidos”.

Hablamos de geopolítica pura, una suma ventajosa de influencia estratégica, económica y política. En el caso de Chechenia comparte frontera con Georgia, que junto a Azerbaiyán siguen siendo potenciales futuros miembros de la alianza Atlántica (OTAN), en un intento de cercar al gigante ruso por todos lados. Nadie debe olvidar que para 2008 había cientos de tropas estadounidenses en territorio georgiano entrenando al ejército nacional y, evidentemente, se desplegaron para proteger el oleoducto construido por empresas estadounidenses que une Bakú-Tbilisi y Ceyhan. Es obvio que se buscó y seguirá buscando el momento propicio para que el empobrecido país de Georgia se aventure en una nueva guerra -auspiciada por la OTAN- que reivindique las regiones separatistas de Abjasia y Osetia del Sur.

Basados en las especulaciones de Brzezinski se repasaron infinidad de “predicciones sobre la inminente desintegración de Rusia, eran bastante populares en algunos círculos académicos occidentales a principios de la década del 2000. Por ejemplo, un informe de la CIA predijo que, si se mantenían las tendencias observadas durante la década de 1990, en 2015 la Federación Rusa estaría dividida en ocho Estados independientes”.

Profundizar en las teorías de Zbigniew Brzezinski no es posible en este post, en un futuro dedicaremos algún artículo especial al ex asesor de seguridad nacional y su teoría geopolítica que forma parte de la doctrina expansionista de los EEUU. También el conocido club “secreto” Bilderberg (reunión de representantes de la industria, finanzas, medios de comunicación de las élites europeas y norteamericanas y otros invitados) impuso como agenda un proyecto para dividir Rusia en diferentes zonas de control, en las que el centro y Siberia estarían bajo control estadounidense; el noroeste del país, bajo control alemán; el sur, bajo control turco, y las regiones del Volga y el Extremo Oriente, bajo la tutela japonesa”.

Otro aspecto fundamental no solo militar, sino económico es ¿cómo sacar a Rusia de los mercados internacionales?, Es evidente, provocando guerras con sus vecinos, fomentar el separatismo interno a través del terrorismo, imponer sanciones draconianas en lo económico, sancionar a terceros países y compañías que desarrollan proyectos conjuntos con Rusia en el sector energético porque entorpece el inmenso negocio de peligrosas pero conocidas transnacionales, etc., etc. Debido a la crisis europea del momento, nos percatamos que esto solo es posible a costa de la seguridad y el estado de bienestar que goza, al menos, parte de Europa Occidental.

Las potencias occidentales vieron llegar su momento, cumplir el sueño de acabar con Rusia, apoyando las actividades de los grupos separatistas en Chechenia. Vladímir Putin tuvo que aprobar una segunda guerra en Chechenia (1999-2009) para derrotar a los yihadistas en el Cáucaso. Putin entendió el rol crucial que jugaba Occidente en este y otros conflictos regionales, esos grupos “independentistas” eran manipulados para cumplir su anhelo oculto, debilitar, derrotar y desmembrar Rusia.

Así se fue forjando una serie de conflictos en el Cáucaso, de los cuales dedicaremos más abajo unas líneas a los tres más importantes.




“Críticos expertos” pretenden pasar por alto que Estados Unidos / OTAN han estado jugando a la guerra en las narices rusas desde hace mucho tiempo. Un ejemplo son los ejercicios anuales “Defender Europe” que se realizan cada año desde 2020 en las fronteras orientales. Son una provocación, una demostración de fuerza, de la que sin duda, hoy, muchas naciones participantes se arrepienten. La OTAN, bajo mando de EEUU, juega a defender Europa, movilizando decenas de miles de soldados a las fronteras de Rusia, a la vez que grupos de buques de guerra penetran en el Mar Negro y aviones de combate de última generación, incluida la aviación táctica nuclear, sobrevuelan a escasa distancia del espacio aéreo ruso.

Por si los mismos despistados de siempre creen que la OTAN siembra la paz, recordaré que EEUU/OTAN han venido entrenando y equipando a las fuerzas armadas regulares de Ucrania desde hace mucho, equipando parte de su arsenal (la otra parte lo conforma el inmenso arsenal heredado de la era soviética) y coordinándolos en las tácticas y doctrina militar de la OTAN. Nada novedoso, al fin y al cabo, ese es el rol de la Alianza Atlántica desde su creación, preparar un apocalipsis nuclear ante la amenaza soviética (ayer) y ruso (hoy).

Al mismo tiempo, las organizaciones paramilitares de neonazis ucranianos, milicias integrales de partidos políticos de la ultraderecha, con decenas de miles de militantes, emulan a las organizaciones de la Alemania nazi, han sido utilizadas desde hace décadas por la OTAN para prender el caldero en regiones como el Donbass. Estos radicales grupos ucranianos, por ley internacional (Resoluciones del Parlamento de Europa) deberían ser vetados y proscritos; sin embargo, son financiados, entrenados y equipados por la UE/OTAN/EEUU. Y esto viene sucediendo desde antes de la guerra contra Rusia (2022). Su propósito es, desde el principio, ser agentes provocadores forjando incidentes y midiendo la reacción rusa, la crisis en el Donbass desde 2014 es el mejor ejemplo de sus acciones, hoy son la base de lo que se denomina “Guardia Nacional” y “Defensa Territorial”, separadas de la clásica composición de las fuerzas armadas ucranianas.

¿Cuál ha sido la consecuencia, la respuesta rusa? Está a la vista, luego de años de cordura, paciencia, llamados al diálogo, al uso de la diplomacia, a la búsqueda de un Tratado de Seguridad Colectiva en Europa, incluso a pesar de afrontar guerras supuestamente “independentistas” o de aguantarse los ejercicios provocadores de la OTAN en el Este de Europa, Rusia se ha visto obligada a desplegar miles de tropas y tanques en el Donbass. Son movimientos de reacción lógica, instinto de supervivencia dirían los psicólogos, es el fruto de años de amenazas. 

¿Qué otra acción pudo haber asumido Rusia? Ante la provocación, dejó a todo el “mundo libre” desubicado, reivindicando la soberanía en territorios históricamente rusos y de mayoría ruso parlante por derecho y tradición (el Donbass y Novoróssiya - Nueva Rusia). En 2014, Rusia otorgó la nacionalidad a más de medio millón de personas de las proclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk y alrededor de dos millones y medio de habitantes de Crimea; así mismo, Rusia ha recibido a millones de ucranianos como refugiados. Por sentado, defender el Donbass es y será una operación sangrienta y peligrosa.

Este episodio de la llamada Operación Militar Especial en Ucrania -Guerra en Ucrania, sin eufemismos- no es la única, EEUU/OTAN ya lo manejaron en otros conflictos desde fines del siglo XX e inicios del XXI.

Pese a lo dicho, digamos lo que digamos -documentadamente- muy poco será atendido por la inmensa mayoría de la gente en el mundo occidental debido a la influencia y dominación total de los medios masivos de desinformación. Muchos medios alternativos de información constituyen la vanguardia de una verdad histórica que no ha podido surgir por la férrea censura de los representantes de la “paz” y de la “libertad de expresión”. El “mundo libre” se opone duramente a quienes le contradicen en su versión de la historia, si no están de acuerdo seremos tildados de la “izquierda radical”, en el mejor de los casos; lo más probable es que seamos acusados de “terroristas” y enemigos de la “democracia” o del clásico “teóricos de la conspiración”.

Es muy común encontrar en páginas webs atlantistas y pro-ucranianas cientos de artículos referentes a una supuesta consigna de dominación rusa (como antes lo fue la gran conspiración judeo-masónica-comunista) con la clásica cita orweliana de “la guerra es paz”. Se derrama tinta para hacernos “comprender” una inexistente y retorcida “visión social de Rusia sobre la guerra” y la imaginaria inmersión del imperialismo de Rusia en el mundo que, como consecuencia, ha sembrado miseria durante las últimas tres décadas a través de las modernas guerras de Rusia y su nueva cultura imperialista. ¿Alguien cuerdo puede creerse ese tipo de propaganda? Los titulares de ese tipo de webs, muy recurrentes también en los noticieros, seguirá dominando la desinformación global.

Lo hemos detallado lo más concreto y documentado posible, Rusia hace algo más de tres décadas dejó de ser competencia para los Estados Unidos y sus aliados europeos, estuvo a un paso de pasar a ser una colonia explotada de Occidente, y para evitar ser destruida y fragmentada por sus nuevos “socios” tuvo que recurrir a la guerra para defender su soberanía. Algo muy contrario a lo que publica la propaganda occidental (y Ucrania): "Rusia practica la glorificación de la guerra como parte de la cultura rusa de siglos". Se nos ha enumerado una cantidad de invasiones a otros países por mero “capricho” de “una sociedad imperial inestable”, se dice que la lista histórica de guerras rusas es increíble (sin embargo, las hemos detallado en la primera entrega de esta serie de artículos). Una página web ucraniana a la que no haré spoiler, se atreve a citar al ruso Alexander Pushkin, uno de los más grandes poetas de la literatura universal, para hacer propaganda en contra de la actual Federación de Rusia recordando episodios del imperio de los zares del siglo XIX. Esa actitud, a decir, de la página ucraniana, refiere a que “la fuerza es el mejor argumento”, ha persistido a lo largo de los siglos, independientemente del gobierno que estuviera en el poder: si era el zar Nicolás I, el dictador Stalin o el presidente Putin.

Así que no se sorprendan encontrar una inmensa cantidad de artículos o libros que tienen como tema “Las guerras de Putin” ya desde la mismísima década de 1990. ¿Era eso posible, tal como quieren hacernos “entender”, los ucranianos y Occidente, que una Rusia -económica, política y militarmente casi destruida- a fines del siglo XX e incapaz de reaccionar aún a inicios del siglo XXI, haya podido desatar un nuevo “imperialismo ruso” y un nuevo “culto” para glorificar la guerra, en esos mismos momentos de catástrofe nacional? ¿Puede imaginarse a los rusos jugando a “imperialistas”, conquistando naciones parar recrear un sistema colapsado hace apenas pocos meses?




Las Guerras en el Cáucaso ruso

No es necesario señalar que las semillas del conflicto en la región del sur del Cáucaso fueron sembradas tras al desmoronamiento de la URSS. Lo que si debe explicarse es que no fue solo por el ímpetu o clamor independentista de algunas de las ex repúblicas soviéticas, la mano de Occidente se apresuró en activar las brasas del incendio que se avecinaba. En esa trágica (para Rusia) década de 1990, los rusos -incluso Yeltsin- tuvieron que limitarse a intervenir en conflictos regionales, en varias ocasiones bajo consentimiento de las partes como un ente pacificador (fuerzas de “mantenimiento de paz” de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

En este blog hemos analizado profusamente los siguientes temas, el Conflicto armado en Transnistria (1990-1992), las “Guerras de Chechenia” (1994-1996) y (1999-2009); así como la “Guerra de los cinco días en Georgia” (2008), por lo que en este post los tocaremos brevemente (los enlaces al final le guiarán a una lectura más amplia sobre esos conflictos), a las que despectivamente se las etiqueta erróneamente como “Las Guerras de Putin”. Veamos.


Conflicto en Transnistria (1990-1992)

Comencemos con el presente. La situación táctica militar rusa se tornará difícil si la OTAN/Ucrania amplían el frente de guerra provocando enfrentamientos en Moldavia-Transnistria, esta última cubre la mayor parte de la estrecha franja de tierra entre el río Dniéster y la frontera entre Moldavia y Ucrania (la región suele denominarse también como Trans-Dniester o Transdniestria, adaptaciones del nombre coloquial rumano de la región, Transnistria, cuyo significado es "más allá del río Dniéster". No debe confundirse el río Dniéster con el río Dniéper, son dos diferentes sistemas fluviales).

La República de Transnistria, nombre oficial: República de Moldavia de Pridnestrovian, mayoritariamente habitada por una población de lengua rusa votó en 1991 y 1995 por la independencia de Moldavia. En 2006, votó por la "libre asociación con la Federación Rusa". Durante el proceso de disolución de la Unión Soviética, en agosto de 1991, los transnistrios aspiraban permanecer dentro de la URSS en el caso de que Moldavia buscara unificarse con Rumanía o ser un estado independiente, en esas fechas la URSS aún no había colapsado. En marzo de 1992 se inició un conflicto entre Moldavia y la separatista Transnistria. La crisis concluyó con un alto el fuego en julio de ese año, se proclamó la República de Moldavia de Pridnestrovian, Tiraspol como capital, república presidencial independiente, con su Constitución, parlamento, ejército, policía, bandera, himno nacional, etc., entidad que no tiene reconocimiento internacional. El acuerdo de alto el fuego, aún vigente, impuso una Comisión Conjunta de Control: Rusia, Moldavia, Transnistria. El status político de ese territorio sigue sin resolverse.

El politólogo francés Thierry Meyssan, redactó un esclarecedor reportaje: "En 1992, Estados Unidos trató de aplastar militarmente la Transnistria". El 28 de febrero de 1992, Estados Unidos hizo ingresar triunfalmente a la ONU ocho nuevos estados, Moldavia entre ellos, lo que permitía ejercer una operación militar en Transnistria para restablecer el orden ya que se opuso al reconocimiento de la Transnistria por parte de la ONU y ordenó aplastarla apoyando una invasión rumano-moldava a través del río Dniéster. El entonces secretario de Estado, James Baker III instaló el dispositivo: el embajador John R. Davis Jr., quien hiciese maravillas manipulando a “Solidaridad” en Polonia, dirigió las operaciones desde Bucarest, el jefe de la estación CIA fue Harold James Nicholson. En Chisinau (capital de Moldavia) se abre una representación diplomática estadounidense que servirá de centro de operaciones al coronel Howard Steers.

Pero, Moldavia todavía no disponía de un ejército, tuvo que reclutarse personal de baja reputación. Desde Bucarest se destina una cantidad de blindados en calidad de préstamo junto a oficiales rumanos. En cuanto a los soldados, se recurre al reclutamiento en las prisiones, dándoles amnistía para que acepten participar en los combates, no se les ofrece remuneración, pero están autorizados a obtener su “botín de guerra”, pudiendo incluso apoderarse de las casas de los transnistrios que maten.  Solo la resistencia de varios generales opositores a Boris Yeltsin, utilizaron unidades del 14º Ejército ruso, estacionado en la propia Transnistria, hicieron posible la victoria de la resistencia dirigida por el presidente transnistrio, Igor Smirnov, los legendarios cosacos se unieron "espontáneamente". En territorio transnistrio estaban acantonados 8.000 hombres del 14º Ejército, las familias de esos militares rusos constituyen la mitad de la población transnistria. 

Pero no fue fácil el asunto, el Estado Mayor ruso y Yeltsin, obligados a enfrentar otros muchos conflictos en ese mismo momento dentro del espacio ex soviético, se negaron a participar en Transnistria, se declaró la neutralidad. Una unidad del 14º Ejército ruso anunció no tener intenciones de quedarse cruzada de brazos ante la ofensiva moldava abriendo las puertas a la multitud que se apoderó de fusiles, balas y granadas para ponérselas en manos de los cosacos. Inicialmente un prudente retroceso permitió realizar negociaciones y el despliegue de observadores militares de la CEI, los cosacos fueron desmovilizados.


En este mapa político de Transnistria (tomado de Wikipedia) se aprecia las diferencias entre la República de Moldavia de Pridnestrovian de facto y el Territorio Autónomo de Dniéster de jure.


Yeltsin ordena la retirada total del 14º Ejército. El presidente moldavo Mircea Snegur y sus consejeros estadounidenses vieron en ese anuncio la luz verde esperada y se ponen directamente al mando de todas las fuerzas disponibles para "aplastar a los separatistas" haciendo un llamado a la ONU. Una multitud de mujeres rodea nuevamente el arsenal del 14º Ejército ruso. En Chisinau, los partidarios de la Gran Rumania organizan manifestaciones contra los "separatistas". El 20 de junio de 1992, Moldavia vuelve a atacar Transnistria, su objetivo es sembrar el terror entre la población para provocar un éxodo. Esta vez, desobedeciendo las órdenes de Moscú, los tanques del 14º Ejército ruso rompen filas y enfrentan la invasión. El presidente moldavo declara que "Rusia ha desencadenado una guerra no declarada contra Moldavia. El Dniéster es una zona ocupada por el 14º Ejército ruso", aviones rumanos participan en los combates.

La resistencia organizada y armada se impondrá ante un adversario que, a pesar de ser superior en número y en equipamiento, carece de motivación, actúan como una tropa mercenaria. Los combates se prolongan todavía durante tres días, pero la guerra ya ha terminado. El 29 de junio, el encargado de negocios estadounidense, coronel Howard Steers, presente en Bendery para coordinar las operaciones militares, escapa por muy poco margen a los disparos de francotiradores transnistrios.

Boris Yeltsin insiste en recuperar el control del 14º Ejército y lo pone a cargo del general Alexander Lebed. El 3 de julio, Yeltsin y Mircea Snegur firman en Moscú un acuerdo de cese del fuego. Desde entonces, la Transnistria (rebautizada como Pridnestrovia para hacer notar que ya no se limita a la margen oriental del Dniéster y que incluye también la ciudad de Bendery) vive en paz bajo la protección de los últimos soldados del 14º Ejército ruso. Este pequeño territorio de medio millón de habitantes sigue negándose a alinearse detrás de la OTAN y de la Unión Europea y, como represalia, se le sigue negando el reconocimiento internacional, concluye Thierry Meyssan.

La actual guerra en Ucrania pone a Transnistria en un caldero muy peligroso que puede estallar en cualquier momento. Ucrania y la política hostil de la OTAN siguen acosando a Moldavia para involucrarla en la guerra. Kiev ha intentado buscar apoyo para provocar un nuevo conflicto armado en Transnistria que necesariamente desviará recursos rusos, mientras se acusa a Rusia de planear un golpe de estado en Moldavia.


Las Guerras de Chechenia


31 de agosto de 1996, en Jasaviurt, se pactó el fin de las hostilidades la primera guerra de Chechenia. En la foto el entonces secretario del Consejo de Seguridad, el general Alexandr Lébed jugando al ajedrez con el comandante de campo checheneno, Shirvaní Basáyev, el 26 de agosto de 1996.


A estas alturas ya no resultará sorprendente visualizar en donde se programó la destrucción, primero de la extinta URSS y luego de la naciente Federación de Rusia, con la consigna de depredar sus recursos patrimoniales.

Para no hacer interminable esta serie de reportajes, presentamos una breve sinopsis de nuestros artículos titulados “Las Guerras de Chechenia”, los cuales pueden ser consultados por el lector en las notas a pie de página.

A pesar de los años, mucha gente sigue creyendo -lejos de la realidad- que los conflictos que asolaron la república rusa caucásica de Chechenia se debió a la intolerancia del gobierno central ruso. Los supuestos “independentistas” (al igual que en otros casos) fueron en su mayoría radicales yihadistas manipulados por las fuerzas de Occidente (OTAN) que iban forjando múltiples conflictos étnicos y territoriales con el afán de ampliar el camino de desestabilización político-económico de Rusia tras el colapso de la Unión Soviética.

Chechenia fue otra punta de lanza de ese objetivo principal, retroceder a Rusia a la edad de piedra. Una guerra cruel, sin frentes definidos, una guerra de guerrillas se desató en el Cáucaso ruso. Aquellos chechenos que aducían “luchar por la libertad” eran los mismos que años después irían a combatir en Libia y luego, esos mismos militantes extremistas, por miles, pelearon por la “independencia” de Siria. Aún hay más, pregúntense ¿qué hacían desde 2014 miles de “rebeldes” chechenos en Ucrania? Alrededor de tres batallones fueron trasladados desde Siria -¿por quién?- para luchar contra las fuerzas prorrusas del Donbass, muchos de esos “rebeldes chechenos” viajaron directamente de Siria a Ucrania. ¿Algo no está bien, verdad?

Bien hacen algunos comentaristas en calificar al conflicto de Ucrania como la Tercera Guerra de Chechenia, aún no es extraño observar a cientos de veteranos combatientes yihadistas de ese territorio peleando contra las fuerzas rusas bajo la bandera de la República de Ichkeria. Paradójicamente, son otras fuerzas chechenas, las leales a la Federación de Rusia las que han estado combatiendo duramente para liberar el Donbass y otras regiones.


El líder checheno Ramzán Kadyrov, preside la República de Chechenia, república autónoma de la Federación de Rusia, desde el 15 de febrero de 2007, es un hombre de confianza del presidente Vladimir Putin. Las tropas chechenas leales a Rusia han combatido tanto a los yihadistas chechenos dentro y fuera de Chechenia, así como han participado en acciones de combate en Siria y Ucrania. (Foto AP/MUSA SADULAYEV - Ramzan Kadyrov en Grozny, 2021)


Volviendo atrás en el tiempo, la prensa occidental, hasta el sol de hoy, sigue con la cantaleta de que Rusia emprendió una campaña de “terror”, destrucción y asesinato de miles de chechenos “independentistas”. Es cierto que la Primera Guerra de Chechenia (1994-1996) gozó de cierto apoyo popular (ello no se discute) y consiguió parcialmente el reconocimiento de sus demandas; pero, debe quedar claro, la Segunda Guerra de Chechenia (1999-2009) fue un conflicto extremista embanderado por al Qaeda - Emirato del Cáucaso, un grotesco guión que estos mismos “rebeldes” chechenos y otros yihadistas han imitado en otros teatros de operaciones auspiciados por EEUU/OTAN/Monarquías del Golfo e incluso Israel.

Las guerras de Chechenia se encuadran en la disputa encarnizada de las grandes potencias por ejercer el control de los recursos energéticos del Cáucaso y, evidentemente, controlar las redes de oleoductos en el Mar Caspio (no solo Estados Unidos y Rusia, además Francia, Reino Unido, Alemania, Turquía, Israel. Arabia Saudí, China, Irán y otros de la Unión Europea rivalizan por ejercer zonas de influencia en la región).

¿Qué posee Chechenia a más de una dudosa y sectaria aspiración de un grupo de radicales "independentistas"? Una red de oleoductos y algunas importantes refinerías (propiamente, reservas de petróleo, gas y otros minerales no son significativas en ese territorio). También Chechenia es pieza clave en uno de los más influyentes negocios del mundo, manejado en las sombras, apetecido por grandes transnacionales, amado por el sistema financiero internacional y mimado por potencias imperialistas que buscan capital sin control para financiar sus operaciones: DROGAS, producción, rutas, comercialización y lavado de miles de millones de dólares anuales que sostienen la economía mundial, el sistema del capitalismo.

Estos hechos no los encontraremos en textos de historia o en reportajes de la prensa comercial y de embrutecimiento masivo con sus románticas narraciones de la “heroica lucha de los independentistas chechenos” auspiciados por el gobierno de los Estados Unidos y la OTAN, además de corporaciones internacionales privadas y grupos terroristas en su "noble" tarea de llevar “democracia” e “independencia” a países o regiones con reservas estratégicas y con fuerte movimiento en el tráfico de drogas.


Guerra de Osetia del Sur, Abjasia y Georgia (1991-2008)

En 2008 tuvo lugar la conocida intervención rusa en Osetia del Sur y Abjasia para frenar el avance de las tropas de Georgia, auspiciadas por Israel y Estados Unidos. Curiosamente, con esa acción militar Rusia confrontó a Israel que manejaba un plan de ataque contra Irán. Lo que sucedió es que Rusia bombardeó dos aeropuertos que Israel había alquilado al gobierno de Georgia para emprender un ataque de la aviación israelí sobre Irán, sin quererlo (o conscientemente) Rusia evitó un conflicto de grandes proporciones.

Los antecedentes que provocaron los acontecimientos de agosto del 2008, la rápida reacción rusa contra la intervención militar de Georgia en Osetia del Sur fue y sigue siendo utilizado por la propaganda para denunciar el "peligro del expansionismo ruso", la prensa habló de ese hecho como agresión rusa. No obstante, a pesar de las explicaciones rigurosamente documentadas durante años, se sigue negando que Georgia, apoyada por Estados Unidos e Israel, provocaron un conflicto muy alejado a sus intereses nacionales o sentimientos de unidad patria o de sus problemas limítrofes o étnicos. La prensa occidental ocultó deliberadamente los hechos reales.

Se ha demostrado hasta la saciedad que Georgia inició una directa colaboración con Estados Unidos, Israel y la OTAN alrededor de 1994, al involucrarse el gobierno de Tiflis en el conocido programa 'Asociación para la Paz', dando paso luego a la estrategia diseñada denominada 'Revolución de las Rosas' en 2004.




Lo de siempre, una permanente infiltración de la OTAN, se desplegaron tropas estadounidenses en territorio georgiano, es decir, en las fronteras de Rusia. Se discutía abiertamente la forma en que Georgia sería asimilada en la OTAN, complementado con el reimpulso de la provocación para impedir la mejora de las relaciones de Georgia con sus antiguas autonomías, Osetia del Sur y Abjasia, que declararon la secesión de Georgia antes que la URSS se desintegrara. En aquellos años (2008) los líderes georgianos exigían adhesión a la OTAN, pero el plan fracasó, nuevas fechas se barajan desde entonces en Tiflis. ¿Les resulta algo familiar con la crisis ucraniana?

Tras la breve intervención rusa, los planes atlantistas de una guerra de desgaste constante en Georgia y las regiones en conflicto fracasaron, el supuesto poderoso ejército de Georgia, entrenado y armado por EEUU/OTAN solo resistió cinco días ante un ejército ruso que estaba adaptándose a una nueva doctrina militar. Rapidez y determinación fue la característica de la ofensiva rusa que paralizó a las tropas georgianas y concluyó el conflicto ante el pesar de los atlantistas.

Solamente recordaré que, respecto a esta "Guerra de los Cinco Días" (como también es conocida), publicamos una historia casi desconocida, sobre el rol que jugó Israel en el conflicto georgiano y cómo la ofensiva y bombardeo ruso frustró los planes israelíes de atacar a Irán utilizando como punto de partida las bases aéreas de Georgia (Puede dar lectura a ese episodio tomando nota de las referencias, abajo en el pie de página).

En el presente, y para variar, Rusia tiene que seguir soportando constantes provocaciones, a pesar de que ha restablecido buenas relaciones de vecindad con Georgia. Es la OTAN quien ha renovado su apoyo a políticos afines en Georgia, Estados Unidos no quiere cerrar la herida, solicita a los rusos la retirada de las tropas de Osetia del Sur y Abjasia a las anteriores posiciones del 2008. No obstante, tanto en Abjasia como en Osetia del Sur se ha vuelto a reiterar que son estados soberanos ya que así se proclamaron antes de la guerra y ratificados por voluntad popular en anteriores y posteriores elecciones.

Sobre el conflicto en Osetia del Sur, Abjasia y Georgia tenemos en este blog la información pertinente. Usted puede dar revista a los enlaces abajo interpuestos.



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Lecturas de este blog consultadas:

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