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16 junio 2024

DÍA D, 1944: Contexto histórico esencial

 



Nota previa del editor del blog

80 años del desembarco Aliado en las playas de Normandía. Para rememorarlo a los Estados Unidos y a sus socios menores de la OTAN se les ocurrió invitar a quienes combatían a sus aliados en el Frente Oriental, los nazis de Ucrania. Respecto a la actual Alemania Federal no suele discutirse ni su presencia, ni su ausencia, total para los alemanes fue y es "fácil" disociarse del líder nazi que enfrentó a sus actuales socios atlánticos, y como Alemania es la que pone el billete en la Europa del Este... todos felices, nada de reproches, "los alemanes no eran malos, los malos eran los nazis"...

En nuestro artículo "Cinco mitos estadounidenses sobre la victoria contra el nazismo" describimos que los EEUU y socios intentan reescribir la Historia. Playas de Normandía, junio 2024, bajo el título "Desembarco de Normandía" se realizó una ceremonia aberrante en dos aspectos: 

1) Faltar a la Memoria Histórica respecto a Francia y el papel del Consejo Nacional de la Resistencia y del Comité Francés de Liberación Nacional -Francia Libre- y la férrea posición del General Charles De Gaulle a no participar en el desembarco de 1944. Al punto que Emmanuel Macron -en el cementerio estadounidense- ofreció un reconocimiento a los soldados estadounidenses que "se sacrificaron por nuestra independencia" (eso en si es loable, pero el contexto del discurso es lo falso).

No vamos a profundizar en lo siguiente (si lo que se dice en estas líneas es de interés, usted puede investigarlo). En los discursos de los miembros de la OTAN presentes en Normandía se repitió algo que por elemental sentido común sería más que aparente, debería ser claro, evidente, cristalino, etc., "los aliados estaban unidos para luchar contra el nazismo y defender la libertad", debe entenderse que históricamente eso toma en cuenta a la Unión Soviética quien hizo los mayores sacrificios para liberarnos del nazismo. Sin embargo, hay verdades históricas que pasan desapercibidas; mejor dicho, son ocultadas a los investigadores y opinión pública.


El rey Carlos III junto a Emmanuel Macron en un evento conmemorativo, Memorial Británico de Normandía (Francia), 6 junio 2024 (Pool-Getty Images)


Thierry Meyssan, politólogo francés lo señala (de allí comprenderán la posición de De Gaulle y la Francia Libre): "En realidad, el desembarco anglosajón no pretendía liberar a Francia, sino sustituir la ocupación nazi por el Gobierno Militar Aliado de los Territorios Ocupados (AMGOT), es decir el Gobierno militar aliado de los territorios ocupados".

El Reino Unido reconoció la presencia de De Gaulle y su Francia Libre en su territorio, EEUU nunca lo hizo; la historia nos dice que los estadounidenses tuvieron una embajada en Vichy hasta abril de 1942 e impidieron que De Gaulle se dirija al norte de África, querían que Pétain transfiera la autoridad colonial de Francia a Estados Unidos al final de la guerra. De Gaulle tuvo que transformar el Comité Francés de Liberación Nacional en el Gobierno Provisional de la República Francesa el 3 de junio de 1944, tres días antes del desembarco en Normandía, entre otras acciones. Por supuesto la visión imperialista francesa estaba a la cabeza, no había políticas "aliadas" que le hicieran cambiar (cedió en otros aspectos), la Francia de posguerra pudo conservar intacta su autoridad colonial en África.

2) La participación ucraniana, Thierry Meyssan acierta en calificar "la conmemoración de la versión falsificada del desembarco", dirigida por el presidente Joe Biden y el presidente Emmanuel Macron, en que hablaron falsamente de la guerra en Ucrania. Por sentado, no había presencia de delegación rusa alguna, pero si el presidente Zelensky y representantes ucranianos, que por ironías del "destino" lucharon junto a los nazis y sufrieron por el desembarco en Normandía.

Como era de esperarse, el tándem Biden - Macron presentaron a Estados Unidos como el vencedor de la Segunda Guerra Mundial, ninguna mención para la URSS; recordaron brevemente el asesinato de los judíos por los nazis. Biden dijo al ucraniano Zelensky: “Ucrania está siendo invadida por un tirano y nunca lo abandonaremos... No podemos rendirnos ante los dictadores... Los soldados del Día D cumplieron con su deber, ¿nosotros cumpliremos con el nuestro?... No debemos perder lo que aquí se ha hecho”.


          Normandía, 6 de junio 2024 (Foto: Agencia EFE)

Bueno, solo cabe recordar lo que las tropas colaboracionistas ucranianas juraron durante la Segunda Guerra Mundial:


“Hijo fiel de mi Patria, me uno voluntariamente a las filas del Ejército de Liberación de Ucrania y con alegría juro que lucharé fielmente contra el bolchevismo por el honor del pueblo. Lideramos esta lucha junto a Alemania y sus aliados contra un enemigo común. Con lealtad y sumisión incondicional, creo en Adolf Hitler como líder y comandante supremo del Ejército Libertador. En cualquier momento estoy dispuesto a dar mi vida por la verdad”. (Amén)


Ahora, vale recordar el verdadero contexto histórico del desembarco en Normandía, alejado de los textos heroicos de los libros "educativos". El Dr. Jacques R. Pauwels tiene la palabra.


*****



DÍA D, 1944: Contexto histórico esencial

por Dr. Jacques R. Pauwels 

Investigación Global / junio 2024


Introducción

La Alemania nazi era un coloso militar y derrotar a la bestia era una tarea hercúlea que nunca podría haber sido realizada por ninguno de sus enemigos por sí solo. El trabajo estaba hecho, pero sólo después de muchos años de lucha, y requirió esfuerzos sobrehumanos de todos los países que estuvieron involucrados en el titánico conflicto contra Hitler, su nazismo, es decir, la variedad alemana del fascismo, y otras dictaduras fascistas que se habían alineado con Alemania, como el de Mussolini.


Churchill llamó al grupo de países que lucharon y finalmente derrotaron a la Alemania nazi la “Gran Alianza”, pero los soviéticos utilizaron un término más prosaico: “Alianza Anti-Hitler”.

 

Esta asociación, que surgió sólo después de que la Unión Soviética y Estados Unidos se involucraran en la guerra en 1941, incluía dos alas: primero, los “Aliados occidentales” y segundo, la Unión Soviética. Estos últimos lucharon contra las fuerzas alemanas en una lucha titánica a lo largo del llamado Frente Oriental, que comenzó en el verano de 1941. Los primeros, es decir, tanto los estadounidenses como los británicos, lucharon contra los nazis en Europa a partir del verano de 1943, cuando desembarcaron tropas en Italia.

Sin embargo, su principal contribución se produjo en el frente occidental, es decir, un “teatro de guerra” no en el sur sino en el oeste de Europa, y la acción allí comenzó con el famoso desembarco en Normandía del 6 de junio de 1944, cuyo nombre en clave fue "Operación Overlord".


El 80.º aniversario del DÍA D

El 6 de junio se cumple el 80º aniversario del “Día D”, los organizadores y participantes del desembarco en Normandía son homenajeados en presencia del presidente francés y de muchos otros dignatarios.

Sobre el Desembarco de Normandía conviene tener en cuenta algunos aspectos importantes, aspectos que seguramente quedaron sin mencionar durante las conmemoraciones.


El presidente estadounidense, Joe Biden junto al presidente de Francia, Emmanuel Macron, y sus mujeres, arriban a la ceremonia conmemorativa del 80º aniversario del desebarco en Normandía. 6 junio 2024. (Foto Win McNamee / Getty Images)

Si bien la “Batalla de Normandía” que comenzó el 6 de junio de 1944 fue sin lugar a dudas un enfrentamiento importante, no fue la batalla más importante de la Segunda Guerra Mundial, como revelan las estadísticas. En cuanto a su duración, comenzó el 6 de junio de 1944 y finalizó a finales de agosto de ese año, por lo que duró casi tres meses. La batalla de Stalingrado, por el contrario, se prolongó el doble, merece una mención el Sitio de Leningrado, que no fue una batalla convencional y no finalizó hasta después de 2 años (se puede decir que la batalla de Normandía fue sólo la mitad de mortal que la batalla de Stalingrado).

El número total de bajas aliadas en el Día D alcanzó aproximadamente 10.000, una cifra que incluía 4.414 hombres muertos; este último sigue siendo un número alto, por supuesto, pero no tan alto como la mayoría de la gente imagina. El número de bajas representó poco más del 6% del total de 160.000 soldados que desembarcaron, el número de muertos, el 2,7%. El número relativamente bajo de pérdidas se debió al hecho de que los alemanes sólo tenían fuerzas limitadas disponibles para defenderse de una "invasión" aliada.

Según el historiador militar británico Richard Overy, “en el este, Alemania y sus aliados tenían unas doscientas veintiocho divisiones, en comparación con cincuenta y ocho divisiones en el oeste, de las cuales sólo quince se encontraban en el área de la batalla de Normandía en sus etapas iniciales”, compuestas principalmente por tropas de calidad inferior, aunque apoyadas por algunas unidades de élite de las SS, porque la mayor parte de la Wehrmacht luchaba por su vida en el Frente Oriental. En otro de sus libros, Overy escribe que en Normandía, los alemanes tenían una división por cada 217 millas de costa, divisiones que consistían en su mayoría en menos del mínimo habitual de 12.000 hombres y compuestas en gran parte por soldados de mayor edad, heridos de guerra y hombres de peor condición física, con baja efectividad en combate. 

Por tanto, los defensores alemanes estaban dispersos a lo largo de la costa francesa. En cualquier caso, la idea de que miles de soldados alemanes estaban esperando en las dunas, hombro con hombro, mientras los soldados aliados descendían de sus lanchas de desembarco, es una ficción inventada por Hollywood en películas como "El día más largo"

Volvamos al Día D. Aquel 6 de junio, los planes exigían que las tropas aliadas superaran sin demasiados problemas las defensas costeras alemanas y avanzaran tierra adentro, en el caso de los canadienses desde Juno Beach hasta las afueras de la ciudad de Caen, una distancia de casi 20 kilómetros. (Se trajeron bicicletas para facilitar ese viaje, por lo que obviamente no se esperaba una gran resistencia alemana). Sin embargo, pasarían semanas antes de que los "Canucks" llegaran a Caen.

A los otros aliados no les fue mejor; al final del primer día, ninguno de ellos había conseguido sus objetivos del primer día. La razón fue que los alemanes respondieron a los desembarcos aliados enviando tropas de élite que habían estado retenidas en la retaguardia, incluidas unidades de las SS, para ser enviadas al frente cuando y donde fuera necesario. Estas tropas no pudieron arrojar a los aliados al mar, pero sí lograron evitar que penetraran tierra adentro, como esperaban los planificadores. El resultado fue un largo estancamiento.


'Marines' de la Compañía 47 de la Royal Navy desembarcan en la playa de Gold, en Asnelles (Francia), 6 junio 2024, ceremonia conmemorativa del 80º aniversario del desembarco en Normandía. (Foto: Christopher Furlong / Getty Images)


Ayudó a la causa aliada el hecho de que a los alemanes se les impidiera transferir mano de obra del Frente Oriental a Normandía debido a las acciones del Ejército Rojo, que culminaron el 22 de junio (aniversario del ataque de la Alemania nazi a la Unión Soviética en 1941) con el inicio de una gran ofensiva en el Frente Oriental, cuyo nombre en código es "Operación Bagration".

La Wehrmacht fue gravemente mutilada por el Ejército Rojo, que debía lograr un avance de más de 600 kilómetros, desde las profundidades de Rusia hasta los suburbios de la capital polaca, Varsovia, a donde llegó a principios de agosto. De este modo, Bagration permitió a los aliados occidentales escapar finalmente de su cabeza de puente en Normandía, y el propio general Eisenhower reconoció más tarde que Bagration había sido una condición previa necesaria para el resultado tardío y exitoso de la Operación Overlord.

Por cierto, los soviéticos prestarían un servicio similar, y rara vez reconocido, a los aliados occidentales a principios de 1945, cuando respondieron a una solicitud urgente estadounidense desatando una gran ofensiva en Polonia el 12 de enero de 1945, una semana antes de lo planeado originalmente; esa medida obligó a los alemanes a abandonar un ataque sorpresa en las Ardenas belgas que había causado grandes dificultades a los estadounidenses en la llamada Batalla de las Ardenas

Resumiendo lo anterior, está claro que los aliados occidentales ganaron la batalla de Normandía, ciertamente no fácilmente, pero sin grandes pérdidas, porque los enormes sacrificios requeridos para derrotar al Moloch nazi habían sido sufridos durante tres años, y continuaron sufriendo, por los soviéticos en el frente oriental.


Es justo decir que la Alemania nazi fue derrotada por los esfuerzos y sacrificios no sólo del Ejército Rojo sino de las mujeres y hombres soviéticos en general, incluidos partisanos, trabajadores de fábricas, agricultores, etc., cuyas pérdidas totales al final del la guerra se acercaría a la alucinante cifra de treinta millones.


De hecho, la serie de victorias nazis que había comenzado en 1939 llegó a su fin (y la marea de la Segunda Guerra Mundial cambió, para decirlo de esa manera) no con el desembarco en Normandía en junio de 1944, como se afirma o insinúa en muchos libros de historia y por supuesto en producciones de Hollywood como "The Longest Day". La marea de la guerra cambió en el Frente Oriental, y lo hizo mucho antes del Día D, es decir, en 1941, en las vastas extensiones de Rusia al oeste de Moscú

Cuando se lanzó la Operación Barbarroja el 22 de junio de 1941, Hitler y sus generales estaban convencidos de que la Wehrmacht iba a aplastar al Ejército Rojo en un plazo de 6 a 8 semanas. También necesitaban desesperadamente una victoria rápida, porque sólo un triunfo rápido podía resolver un problema importante. En los años treinta, mientras se preparaba para la guerra, el régimen de Hitler había acumulado enormes reservas de materias primas estratégicas importadas de las que Alemania carecía, sobre todo caucho y petróleo, este último suministrado en su mayor parte por Estados Unidos. Durante la próxima guerra, un bloqueo naval británico probablemente impediría al Reich importar cantidades suficientes de estos productos, sin los cuales los poderosos panzers y aviones serían inútiles, que es lo que había sucedido en la Primera Guerra Mundial.

Sin embargo, en 1939-1940, las reservas de petróleo de importancia crucial se habían agotado gravemente cuando la Alemania nazi infligió una “guerra relámpago” a países tan alejados como Polonia, Francia y Grecia; y ni las continuas importaciones desde Rumania y -a través de la neutral España- Estados Unidos, ni el aumento de la producción de combustible sintético y caucho podrían compensar el déficit. Y así, cuando comenzó la Operación Barbarroja y tres millones de soldados alemanes cruzaron a la Unión Soviética con no menos de 600.000 vehículos de motor, 3.648 tanques y más de 2.700 aviones, a la Alemania nazi sólo le quedaba suficiente combustible (y neumáticos de caucho) para hacer la guerra durante poco más de dos meses. Pero esto se consideró suficiente porque se esperaba que la Unión Soviética fuera eliminada muy pronto y entonces sus materias primas ilimitadas, incluido el petróleo del Cáucaso, estarían disponibles para el Reich

Pronto quedó claro que, a pesar de las impresionantes victorias iniciales, Barbarroja no iba a ser un juego de niños después de todo. A finales de agosto, las puntas de lanza alemanas todavía no estaban cerca del Cáucaso, El Dorado del petróleo soviético. El “Tercer Reich” de Hitler se enfrentaba ahora a la perspectiva de una escasez catastrófica de combustible, además de una escasez casi igualmente problemática de mano de obra necesaria en su armamento y otras industrias, ya que millones de hombres no podían regresar a sus hogares y volver a trabajar en las fábricas. La conclusión a la que llegaron muchos conocedores, como oficiales de alto rango de la Wehrmacht, peces gordos nazis, el servicio secreto suizo y el Vaticano, ya en el verano de 1941 y cada vez más en el otoño de ese año, fue que Alemania ya no podía esperar más matar al oso soviético y estaba condenado a perder la guerra


Las mareas oceánicas cambian inexorablemente pero lentamente, pero no imperceptiblemente.


La marea de la Guerra Mundial comenzó a cambiar de manera similar lentamente unas semanas después del inicio de Barbarroja, pero el fenómeno ya fue percibido por un número pequeño aunque creciente de observadores y pudo ser certificado el 5 de diciembre de 1941, cuando el Ejército Rojo lanzó con éxito una gran contraofensiva que hizo retroceder a los alemanes y certificó el fiasco de Barbarroja. Ese mismo día, sus generales informaron a Hitler que ya no podía esperar ganar la guerra. Por lo tanto, es legítimo definir el 5 de diciembre de 1941 como el “punto de inflexiónde toda la guerra, como dijo Gerd R. Ueberschär, un experto alemán en la guerra contra la Unión Soviética. Por otra parte, es cierto que los que sabían eran escasos y que, por las razones que fueran, la mayoría prefirió permanecer discretos; en consecuencia, sólo después de la espectacular derrota alemana en Stalingrado, a principios de 1943, el mundo entero se dio cuenta de que la Alemania nazi estaba condenada a perder la guerra.

Cuando, más de un año después, los aliados occidentales desembarcaron en Normandía, tuvieron la suerte de enfrentarse a un ejército alemán (parte de un) que estaba gravemente perjudicado por la escasez de petróleo. Los nazis esperaban que la victoria contra la Unión Soviética les proporcionaría suficiente combustible caucásico para sus panzers y aviones. Eso no sucedió y, por el contrario, los combates en las vastas extensiones de la Unión Soviética agotaron aún más las reservas de combustible de Alemania. En el verano de 1944, la maquinaria de guerra nazi se quedó no sólo en sentido figurado sino incluso literalmente “sin gasolina”, y es por eso que la Luftwaffe, por ejemplo, que disponía de excelentes aviones, estuvo prácticamente ausente de los cielos de Normandía, hasta el punto de ser gran alivio para los aliados en tierra, en el mar y, por supuesto, en el aire. 

Cabe mencionar que Estados Unidos aún no era beligerante cuando el contraataque soviético frente a Moscú confirmó el cambio de rumbo de la guerra el 5 de diciembre de 1941. Es cierto que Washington estaba en términos extremadamente hostiles con Berlín debido a los envíos estadounidenses de todo tipo de armas y otros equipos a Gran Bretaña, pero no tenía ninguna intención, y por lo tanto ningún plan, de ir a la guerra contra Hitler, a pesar de que había muchas razones convincentes y razones humanitarias para emprender una cruzada contra un régimen verdaderamente malvado.

Las principales corporaciones estadounidenses también estaban haciendo maravillosos negocios con la propia Alemania nazi, por ejemplo produciendo camiones, aviones, tanques y otros equipos estratégicos en sus filiales en Alemania y suministrando el petróleo que tanto necesitaban los Panzer y Stukas. La élite política y socioeconómica de Estados Unidos también era firmemente anticomunista y no quería emprender nada que pudiera poner en peligro las perspectivas de éxito del dictador nazi en su cruzada contra la Unión Soviética. Por el contrario, Hitler, que se encontraba en una situación desesperada en la Unión Soviética, no tenía ningún interés en enfrentarse a un nuevo enemigo del calibre de Estados Unidos. 

No obstante, Washington quería la guerra, no contra Alemania sino contra Japón, y lo hizo principalmente para evitar que su tan despreciado rival en el Lejano Oriente se embolsara Vietnam e Indonesia, colonias ricas en recursos de países ocupados por Alemania, Francia y los Países Bajos. Tokio fue provocado para atacar Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, lo que desencadenó una declaración de guerra estadounidense a Japón pero no a Alemania, que no tenía nada que ver con Pearl Harbor y cuya alianza con Japón no requería que Berlín se involucrara en una guerra iniciada por Tokio. Para gran sorpresa de Washington, Hitler declaró la guerra a Estados Unidos el 11 de diciembre de 1941, cuatro días después de Pearl Harbor.


El presidente estadounidense, Joe Biden, habla en la ceremonia conmemorativa del 80º aniversario del desebarco en Normandía. 6 junio 2024. 

Es casi seguro que especuló que este gesto de solidaridad totalmente gratuito induciría a su aliado del Lejano Oriente a corresponder con una declaración de guerra al enemigo de Alemania, la Unión Soviética, obligando así a los soviéticos a la situación extremadamente peligrosa de una guerra en dos frentes. Pero Tokio, esperando tener las manos ocupadas con Estados Unidos como enemigo, no mordió el anzuelo.

En Washington, la declaración de guerra alemana fue una sorpresa muy desagradable, ya que no se deseaba una guerra contra Alemania y no se habían hecho planes para ella. El historiador estadounidense Stephen E. Ambrose ha enfatizado acertadamente que Estados Unidos no “entró” en la guerra, sino que fue “atraído hacia ella”. Tenía razón en el sentido de que el Tío Sam fue efectivamente “empujado” a la guerra contra Alemania en contra de su voluntad – ¡y nada menos que por el propio Hitler!

En vista de esto, vale la pena preguntarse si los estadounidenses alguna vez habrían declarado la guerra a la Alemania nazi y desembarcado en Normandía, si Hitler no les hubiera declarado la guerra. Y uno debería preguntarse si Hitler alguna vez habría tomado la decisión desesperada, incluso suicida, de declarar la guerra a Estados Unidos si no se hubiera encontrado en una situación desesperada en la Unión Soviética. La entrada de Estados Unidos en la guerra contra Alemania, que por muchas razones no estaba prevista antes de diciembre de 1941, y para la cual Washington no había hecho ningún preparativo, no fue una causa, sino simplemente una consecuencia, de un giro en la situación que ocurrió en la Unión Soviética en la segunda mitad de 1941.

En cualquier caso, cuando los estadounidenses y otros aliados occidentales desembarcaron en Normandía en junio de 1944, quedaba menos de un año de una guerra cuyo resultado ya se había decidido tres años antes en el lado opuesto de Europa. De alguna manera, la Operación Overlord confirmó que el sol de la Alemania nazi había alcanzado su cenit en 1941 y se estaba poniendo rápidamente. Y las tropas no fueron enviadas a las playas de Normandía para liberar a Francia de camino a Berlín, sino para evitar que los soviéticos derrotaran a Alemania, tomaran Berlín y así liberaran por su cuenta a toda Europa

Cuando la Alemania nazi se convirtió inesperadamente en enemigo de Estados Unidos, EEUU automáticamente se convirtió en aliado de los enemigos de Alemania, incluidos Gran Bretaña y la Unión Soviética. La alianza del Tío Sam con Moscú implicaría el suministro de armas y otros equipos a los soviéticos, pero esos suministros, aunque ciertamente importantes, nunca representarían más que una fracción de lo que necesitaba el Ejército Rojo y sólo llegarían a ser cuantitativa y cualitativamente significativos en 1943, es decir, mucho después de las batallas decisivas frente a Moscú y en la batalla de Stalingrado. La idea de que los soviéticos sobrevivieron a la Operación Barbarroja gracias a la ayuda estadounidense no es más que un mito

Con su aliado británico, por otra parte, Washington trabajó muy estrechamente y coordinó su estrategia, y se acordó que darían prioridad a la lucha contra Alemania, antes que al otro enemigo común, Japón. Lógicamente, esto implicaría enviar tropas a la Europa ocupada para enfrentarse a la bestia nazi, abriendo así un “Segundo Frente”. Un Segundo Frente habría proporcionado mucho alivio al Ejército Rojo, que en 1942 se enfrentó a un intento alemán ciertamente desesperado de llegar a los yacimientos petrolíferos del Cáucaso, intento que condujo a una batalla titánica librada en Stalingrado y sus alrededores de la que los soviéticos no salieron victoriosos hasta principios de 1943.

Sin embargo, Roosevelt y Churchill prefirieron no abrir un Segundo Frente. Los líderes de Estados Unidos y Gran Bretaña se alegraron de ver a su útil pero poco querido aliado soviético y a la Alemania nazi administrarse un importante derramamiento de sangre entre sí en lo que a lo largo de 1942 pareció ser un conflicto estancado en el Frente Oriental.

Se dieron cuenta de que derrotar a Alemania requeriría enormes sacrificios y que desembarcar tropas en la Europa ocupada sería sin duda un asunto muy costoso. ¿No era mucho más prudente mantenerse al margen, al menos por el momento, y dejar que los soviéticos se enfrentaran a los nazis? Si el Ejército Rojo proporcionaba la carne de cañón necesaria para vencer a Alemania, los estadounidenses y sus aliados británicos podrían minimizar sus pérdidas. Mejor aún, podrían acumular fuerzas para intervenir decisivamente en el momento adecuado, cuando el enemigo nazi y el aliado soviético estuvieran agotados. Con Gran Bretaña a su lado, Estados Unidos con toda probabilidad podría entonces desempeñar el papel principal en el campo de los vencedores y actuar como árbitro supremo en el reparto del botín de la victoria supuestamente común. En la primavera y el verano de 1942, con los nazis y los soviéticos enfrascados en una batalla titánica, observados desde una distancia segura por los tertius gaudens anglosajones (tercero que se alegra), parecía que tal escenario podría llegar a suceder.

La razón dada a Stalin para no abrir un segundo frente fue que las fuerzas estadounidenses y británicas combinadas aún no eran lo suficientemente fuertes para una operación importante en el continente. Presumiblemente, primero había que ganar la guerra naval contra los submarinos alemanes para poder salvaguardar los necesarios transportes de tropas transatlánticos. Sin embargo, se estaban transportando tropas con éxito desde América del Norte a Gran Bretaña y, en el otoño de 1942, los estadounidenses y los británicos demostraron ser capaces de desembarcar una fuerza considerable en el norte de África. Estos desembarcos, conocidos como "Operación Antorcha", supusieron la ocupación de las colonias francesas de Marruecos y Argelia, y en el verano de 1943 los “Yanquis” y “Tommies”, ahora acompañados de “Canucks”, para usar los apodos de los Aliados Occidentales a los soldados, debían cruzar a Sicilia, seguido por el continente italiano, y sacar a Italia de la guerra. 

No sólo Stalin exigió la apertura de un Segundo Frente, también lo hizo un gran segmento del público británico, en su mayoría gente común y corriente de clase trabajadora que, a diferencia de sus “mejores”, simpatizaban con los soviéticos. Para silenciar a este molesto electorado, Churchill dispuso que se enviara un contingente de tropas, no por casualidad compuesto en su mayoría no por estadounidenses o británicos sino por canadienses, en una incursión al puerto marítimo francés de Dieppe, una operación cuyo nombre en código era "Jubileo". Como era de esperar, estos hombres fueron masacrados allí, lo que luego se citó convenientemente como prueba irrefutable de que los aliados occidentales aún no eran capaces de lanzar una operación importante a través del Canal. La estratagema logró su propósito, pero el público quedó horrorizado por la matanza. Después del desembarco en Normandía en 1944, fue posible inventar una justificación aparentemente convincente. Se reveló triunfalmente que "Jubileo" había sido un “ensayo general” para el exitoso desembarco de Normandía, ya que supuestamente se habían aprendido valiosas lecciones durante una incursión que sirvió para poner a prueba las defensas alemanas. Esta era una propuesta ridícula, ya que cualquier lección sobre las defensas alemanas, aprendida en agosto de 1941, no podría haber sido relevante casi dos años después: de hecho, después de "Jubileo", en 1943, los alemanes construyeron nuevas defensas, conocidas colectivamente como “las defensas alemanas”, el "Muro Atlántico". En cualquier caso, así nació un mito: la tragedia de "Jubileo" como condición sine qua non para el triunfo de "Overlord".

Después de la Batalla de Stalingrado, era obvio que la Alemania nazi estaba condenada a perder la guerra y abrir un Segundo Frente de repente se hizo urgente para Roosevelt y Churchill. Era probable que ahora los soviéticos comenzaran a dirigirse a Berlín y, a través de la bota italiana, donde, tras la caída de Mussolini, los alemanes habían entrado y presentado una dura resistencia, los aliados nunca podrían vencerlos en lo que se convirtió en una alianza tácita entre aliados en carrera hacia Berlín. Se hicieron ahora los preparativos para un desembarco en la costa atlántica francesa, cuyo nombre en código fue "Operación Overlord". La urgencia de esta tarea aumentó rápidamente cuando en 1943 el Ejército Rojo avanzó sistemáticamente a lo largo de todo el Frente Oriental. Pero ese año ya era demasiado tarde para llevar a cabo una operación tan compleja desde el punto de vista logístico, sobre todo porque era necesario trasladar el equipo de aterrizaje necesario desde el norte de África e Italia. Roosevelt y Churchill no estaban nada contentos con el hecho de que el Ejército Rojo se estuviera abriendo camino, de manera lenta pero segura, hacia Berlín y posiblemente hacia lugares más al oeste. Y así, desde la perspectiva de la estrategia angloamericana, “se volvió imperativo desembarcar tropas en Francia y penetrar en Alemania para mantener la mayor parte de ese país fuera del alcance de los soviéticos”, como lo afirman dos historiadores estadounidenses, Peter N. Carroll y David. W. Noble. 


Previo al desembarco en Normandía, el General Dwight D. Eisenhower se dirige a un grupo de fuerzas aerotransportadas estadounidenses en territorio británico. 

Los líderes políticos y militares estadounidenses y británicos, representantes del establishment de sus países, es decir, de las clases altas, siempre habían sido intrínsecamente anticomunistas y antisoviéticos. Por el contrario, no se habían opuesto a ninguna forma de fascismo, incluida su variante alemana, el nazismo. Eran “filofascistas”, es decir, benevolentes con el fascismo y partidarios de los fascistas, porque el fascismo era el principal enemigo del comunismo y al mismo tiempo “bueno para los negocios” y, por lo tanto, para el capitalismo, del cual podría decirse que el fascismo es una manifestación

No hay que olvidar que la Alemania de Hitler, al igual que la Italia de Mussolini y la España de Franco, eran países capitalistas. Es una ironía de la historia que Estados Unidos cayera en una guerra contra el fascismo, personificado por Hitler (así como Mussolini) y, por lo tanto, se convirtiera en aliado de la Unión Soviética. Pero esa alianza era antinatural y estaba destinada a durar sólo hasta la derrota del enemigo común. Como dijeron en una ocasión algunos generales estadounidenses, estaban librando una guerra “con el aliado equivocado contra el enemigo equivocado”

Los desembarcos en Normandía, entonces, se organizaron con el propósito de prevenir un escenario que atormentaba a los caballeros que resultaron ser los líderes de Estados Unidos y Gran Bretaña, un escenario en el que los soviéticos derrotarían por sí solos a Alemania y liberarían no sólo el Oriente sino también al Occidente de Europa, incluida Francia. Si eso sucediera, se esperaba que los "russkis" siguieran el precedente establecido por los estadounidenses y los británicos en 1943 cuando liberaron Italia, excepto la parte norte, que permaneció detrás de las líneas alemanas. Habían hecho exactamente lo que quisieron, nota bene, sin permitir ninguna aportación de su aliado soviético, aportación que había sido prevista en acuerdos anteriores. Para impedir cualquier cambio socioeconómico radical, habían neutralizado a los partidarios de izquierda que tenían planes para una Italia completamente nueva; se instaló en el poder a un ex fascista y conocido criminal de guerra, el mariscal Badoglio. De hecho, los aliados occidentales dejaron gran parte del sistema fascista de Italia, congraciando así a los industriales, banqueros, grandes terratenientes, el monarca, el Vaticano y otros pilares del establishment de la nación que de hecho habían permitido y se habían beneficiado del régimen de Mussolini, pero enfureció a los trabajadores y a los italianos “corrientes”, que criticaron el nuevo sistema como “fascismo sin Mussolini”.

Si los soviéticos actuaran de manera similar en los países que liberaron, se podría esperar que el resultado fuera el opuesto, es decir, un esfuerzo conjunto de los libertadores y los combatientes de la resistencia izquierdista para erradicar, a expensas de la clase alta, no sólo de fascismo sino también del sistema capitalista del que se puede decir que el fascismo fue el exoesqueleto. Desde la perspectiva de los estadounidenses, que estaban decididos a mantener y revitalizar el capitalismo siempre que fuera posible, esto habría sido nada menos que una catástrofe.


La nada edificante historia de la “liberación” de Italia demuestra claramente que los estadounidenses y sus socios británicos no tenían nada contra el fascismo y las dictaduras fascistas y prefirieron mantener el fascismo de una forma u otra, en lugar de permitir que un pueblo liberado determinara por sí mismo el rumbo político y la configuración socioeconómica de su país.


Pronto veremos que los desembarcos en Normandía no pretendían liberar a Francia en el sentido de dejar a los propios franceses libres para tomar decisiones democráticas sobre la composición de su país en la posguerra, y que los libertadores en realidad prefirieron mantener el sistema fascista de la Francia de Vichy, con algunos cambios cosméticos, naturalmente, en lugar de correr el riesgo de que los franceses pudieran experimentar con formas de socialismo, como lo habían hecho, para disgusto de las elites gobernantes en Gran Bretaña y Estados Unidos, en la década de 1930 bajo los auspicios de una gobierno de izquierda conocido como “Frente Popular”. 

En aquel momento, en 1936, los caballeros en el poder en Washington y Londres, a diferencia de la mayoría de los estadounidenses y británicos “corrientes”, simpatizaban con Franco y procedieron a apoyarlo de manera encubierta, si no abiertamente, cuando libró la guerra contra un gobierno democráticamente elegido, gobierno republicano con planes de reformas sociales y económicas. Si los desembarcos en Normandía pretendían traer la libertad a Francia, como escuchamos una y otra vez, y derrotar al fascismo en Alemania y en toda Europa, ¿por qué los estadounidenses y los británicos no continuaron su triunfo en la primavera de 1945 sacando a Franco del poder?, como lo hubieran podido hacer con un gesto de la mano.

Los desembarcos en Normandía, entonces, no tenían que ver con la libertad para Francia ni con una cruzada contra la dictadura fascista. Su verdadero objetivo era permitir que los aliados occidentales compitieran con los soviéticos en una carrera no declarada hacia Berlín, una carrera que, en el verano de 1944, todavía era muy fácil de ganar. Y ganar esa contienda daría a los estadounidenses y a su socio británico el control sobre gran parte, si no de  toda Alemania y la consiguiente posibilidad de hacer allí lo que ya habían hecho en Italia, es decir, preservar el status quo socioeconómico, incluso si eso significaba proteger a los fascistas - en el caso de Alemania: nazis y filofascistas -. Esto era tanto más importante cuanto que las corporaciones y los bancos estadounidenses tenían enormes inversiones en Alemania, que seguramente se perderían en caso de que el tándem de soviéticos y antifascistas alemanes tomara el control. La historia de lo que le ocurrió a Alemania no puede contarse aquí, pero todos conocemos el resultado: los estadounidenses se salieron con la suya en el extremo occidental del país, y los soviéticos, en la parte oriental.

Tan pronto como la Batalla de Normandía concluyó victoriosamente, la resistencia alemana se desvaneció en la mayor parte, si no en todo el resto de Francia. Esto permitió emprender el avance primordial hacia Alemania, pero también requirió abordar la espinosa cuestión de la situación en Francia. Los estadounidenses habrían preferido mantener en el poder al gobierno colaboracionista del mariscal Pétain con sede en Vichy, pero sin el desacreditado Pétain, y con una personalidad más respetable, un Badoglio francés, por así decirlo, al mando; después de todo, el régimen de Vichy había sido bueno para los negocios, incluidos los negocios de las filiales francesas de bancos y corporaciones estadounidenses como Ford Francia, que habían ganado mucho dinero gracias a la entusiasta colaboración con los alemanes.

Washington había mantenido relaciones diplomáticas con Vichy hasta el desembarco en el norte de África, y después había coqueteado con políticos petainistas, burócratas de alto rango y generales que, después de Stalingrado, sintiendo de dónde venía el viento, se habían pasado de manera oportunista al lado aliado. La preferencia de Washington por los petainistas estuvo determinada por dos factores relacionados. En primer lugar, el deseo de encontrar socios franceses que, una vez colocados en el poder, pudieran ser confiables para mantener el status quo capitalista en una Francia posterior a la liberación. En segundo lugar, su temor de que la retirada de los alemanes y el colapso concomitante del régimen de Vichy pudieran provocar que la Resistencia llegara al poder, una resistencia que era mayoritariamente de clase trabajadora -así como la colaboración había sido mayoritariamente burguesa- y muy izquierdista, con los comunistas como elemento dirigente, e introducir el tipo de reformas radicales que eran muy populares en Francia pero que los líderes estadounidenses, incluido el presidente Roosevelt, abominaban como una “revolución roja”, quienes estaban decididos a salvar el capitalismo en Francia independientemente de los deseos de los franceses.


Por supuesto, un merecido homenaje a los veteranos de guerra del desembarco en Normandía. En la foto, algunos de ellos arriban al desfile del Día D, en Arromanches (Normandía), 6 de junio 2024 (Foto: Cristopher Furlong / Getty Images)

En cuanto al general Charles De Gaulle, líder de los llamados franceses libres con base en Gran Bretaña y reconocido por muchos dentro y fuera de Francia como uno de los líderes de la Resistencia, no era una personalidad izquierdista sino conservadora; pero Roosevelt y la mayoría de los demás responsables estadounidenses lo despreciaban por considerarlo un desagradable megalómano y compartían la opinión de Vichy de que era una mera fachada de los verdaderos líderes comunistas de la Resistencia. Washington se negó así a reconocer a De Gaulle y al gobierno provisional francés que encabezaba, a pesar de que les había quedado claro que su opción favorita, poner a un ex petainista en el poder, era inaceptable para el pueblo francés.

Y por eso los estadounidenses planearon gobernar ellos mismos la Francia “liberada” (y otros países europeos), al menos por el momento, a través de un gobierno militar que controlaban pero que eufemísticamente llamaban Gobierno Militar Aliado de los Territorios Ocupados (AMGOT). En Italia, este acuerdo había supervisado la transición antes mencionada con el fascismo hacia el fascismo sin Mussolini, y la idea era claramente lograr un resultado similar en Francia, el vichyismo sin Vichy. Sin embargo, con respecto a Francia, la idea de convertir el país en un protectorado estadounidense de facto aún no se había implementado en el momento del desembarco. 

Mientras tanto, De Gaulle se estaba volviendo poco a poco aceptable para Washington debido a tres factores. En primer lugar, los estadounidenses finalmente se dieron cuenta de que el pueblo francés no toleraría que el sistema de Vichy se mantuviera de ninguna manera. Por el contrario, habían llegado a comprender que De Gaulle era popular, disfrutaba del apoyo de un segmento considerable de la Resistencia y tenía el potencial de eclipsar a los comunistas como su líder. En segundo lugar, De Gaulle apaciguó a Roosevelt comprometiéndose a seguir un rumbo político que de ninguna manera amenazaría el status quo económico. Para garantizar su compromiso, innumerables antiguos vichyitas que disfrutaban de los favores de los estadounidenses se integraron en su movimiento de la Francia Libre e incluso se les otorgaron puestos de liderazgo. El gaullismo se volvió así respetable y el propio De Gaulle se transformó en “un líder de derecha”, aceptable para la clase alta francesa, que temía una toma del poder por parte de la Resistencia “roja”, y para los estadounidenses, preparados para suceder a los alemanes como socios y protectores de esa élite.

A finales de agosto de 1944, cuando se ganó la batalla de Normandía, un levantamiento de la Resistencia parisina predominantemente comunista claramente no pretendía impedir que los alemanes incendiaran la ciudad, como se sugeriría en una producción de Hollywood de 1966, Is Paris Burning?, sino establecer un gobierno francés que fuera independiente de los libertadores “anglosajones” del país y que probablemente aplicara políticas que no fueran de su agrado.

Eso obligó a los estadounidenses a abandonar el esquema AMGOT y rápidamente echar mano de la carta que hasta entonces se habían mostrado reacios a jugar: De Gaulle.

El general fue trasladado de urgencia a la capital para ser presentado a los parisinos como el salvador que la Francia patriótica había estado esperando durante cuatro largos años. Se dispuso que se pavoneara triunfalmente por los Campos Elíseos, mientras los líderes de la Resistencia local eran obligados a seguirlo a una distancia respetuosa, pareciendo extras sin importancia. Un poco más tarde, el 23 de octubre de 1944, Washington certificó su ciertamente incómoda asociación con De Gaulle al reconocerlo como jefe del gobierno provisional de la República Francesa.

Después de la batalla de Normandía, fue gracias a los americanos que en Francia De Gaulle, y no los hombres de la Resistencia, pudo llegar al poder. En contraste con este último, De Gaulle era una personalidad conservadora y colaboró entusiastamente con Washington para impedir las reformas radicales que la Resistencia había planeado y que muchos, si no la mayoría, de los franceses, y ciertamente la clase trabajadora, habían esperado y habrían acogido con agrado. Se conservó el sistema socioeconómico capitalista del país, aunque se actualizó su superestructura política: sobre las ruinas del régimen fascista de Vichy se erigió un sistema nuevo, comparativamente mucho más democrático, que en 1946 sería conocido oficialmente como la “Cuarta República”. Este acuerdo supuso un inmenso alivio para la clase alta francesa, pero también sirvió a los propósitos de los estadounidenses, que estaban decididos a hacer de la Europa liberada un lugar seguro para el capitalismo, preferiblemente un capitalismo sin restricciones, al estilo estadounidense, con “puertas abiertas” para los productos y el capital estadounidenses. El Tío Sam tiene mucho control.


Winston Churchill (medio) el general polaco Wladyslaw Sikorski (izquierda) y el general Charles de Gaulle (derecha) durante maniobras militares en Inglaterra en 1941

De Gaulle no permaneció en el poder el tiempo suficiente (dimitió en enero de 1946) para impedir que Francia se integrara en una Europa occidental dominada por Estados Unidos y se convirtiera en vasallo del Tío Sam, ejemplificado por su membresía en la OTAN (un acontecimiento que fue acompañado por la Americanización o “Cocacolonización” del país.  Pero en 1958 De Gaulle regresó y obtuvo amplios poderes mientras disponía que la Cuarta República diera paso a un sistema presidencial más autoritario, irónicamente al estilo estadounidense, que fuera bautizado “Quinta República”. Posteriormente demostró ser una espina clavada en el zapato del Tío Sam, por ejemplo al prohibir las bases del ejército estadounidense (y los cuarteles generales de la OTAN) en Francia y, más en general, al no ser un vasallo dócil como Konrad Adenauer en Alemania Occidental. (Es por esa razón que muy probablemente la CIA orquestó algunos de los golpes e intentos de asesinato dirigidos contra el régimen y/o la persona del recalcitrante presidente francés) 

De Gaulle tampoco perdonó nunca a los estadounidenses (y a los británicos) por tratar a Francia como un “felpudo” (paillasson), como dijo una vez, en el momento del desembarco en Normandía. En 1964, con motivo del vigésimo aniversario de Overlord, describió la operación como “el preludio de una segunda ocupación del país”, y nunca asistió a su conmemoración anual. También estuvieron ausentes de las conmemoraciones anuales, al menos durante la última década, los herederos rusos de los soviéticos, cuyos esfuerzos y sacrificios habían hecho posible no sólo los desembarcos, sino incluso la victoria final contra la Alemania nazi.


Este año, la razón oficial para que los representantes rusos sean non grata es la “guerra de agresión” de su país contra Ucrania, una especie de excusa que nunca fue invocada para descalificar a un presidente estadounidense por guerras similares (e incluso peores), por ejemplo, George W. Bush, que apareció en 2014. ¿Y qué pensar de la invitación dirigida al presidente ucraniano, Volodymyr Zelenski?

Su gobierno está repleto de admiradores de Stepan Bandera y otros ucranianos que colaboraron entusiastamente con los nazis y con los neonazis, y el propio Zelenski participó feliz y orgulloso cuando, en septiembre de 2023, los miembros de la Cámara de los Comunes de Canadá honraron por unanimidad a un ex SS ucraniano, Yaroslav Hunka, con una ovación de pie en el Parlamento de Canadá.

Más tarde, los parlamentarios alegaron tímidamente su ignorancia, pero Zelenski ciertamente sabía muy bien quién era ese hombre y qué representaba, y el primer ministro Justin Trudeau debería haberlo sabido o al menos haber sido informado. De hecho, no es ningún secreto que, en los juicios de Nuremberg, las SS en su totalidad fueron declaradas una organización criminal.

Y también se sabe, especialmente en Canadá, que una unidad de las SS similar a aquella de la que Hunka era miembro, luchó contra las tropas aliadas en Normandía y cometió allí crímenes de guerra, incluida la masacre de decenas de prisioneros de guerra canadienses en la Abadía de las Ardenas, cerca de Caén.

Es de suponer que Justin Trudeau conoce la historia de Canadá y está al tanto de lo que sucedió en la Abadía de las Ardenas; debería ir allí y depositar una corona de flores e invitar a Zelensky a que lo acompañe.


Dr. Jacques R. Pauwels

La fuente original y Copyright ©, Investigación Global, 2024

FUENTES del autor: En la versión original en inglés

* Un interesante artículo relacionado digno de lectura es: 

D Day 2024

30 mayo 2021

La Francia pos-de Gaulle y la actual crisis de identidad


La Libertad liderando a las personas vestidas con chalecos amarillos (gilets jaunes) Gráfica en la página de Facebook de los Chalecos Amarillos, (Crédito de Sébastien Février)

introducción por el editor del blog


La presente es una recopilación de artículos y documentos que mantiene la secuencia de una anterior entrega dedicada al general Charles de Gaulle. Las siguientes líneas son una visión de la crisis de identidad francesa, su política nacional y su erróneo intervencionismo en sus aventuras en las ex-colonias africanas y del Medio Oriente en las que pretende volver a sembrar "democracia" con la presencia de sus fuerzas militares "pacificadoras".


Suelen decir las expertos que si las ex-potencias coloniales -Francia y Gran Bretaña- (por citar las más importantes) a más de otros estados de Europa Occidental, quieren mantener el nivel de vida al que han acostumbrado a sus ciudadanos, no les queda otro camino que participar en el reparto de los recursos naturales de las naciones "tercermundistas" (lo de "participar en el reparto" es un término suave). Sin exagerar, es una lucha por su futuro; por lo mismo, no tienen ningún interés por defender la "democracia", ni los derechos humanos de los países intervenidos. Si las elites de las grandes metrópolis europeas quieren sobrevivir deben seguir ofreciendo eso que se denomina "estado de bienestar" a costa de otros.

Bien, lo dicho es un tema que no se analizará en las siguientes líneas. Nos centraremos en Francia y su política presente, recordando -imperiosamente- el rol del general de Gaulle luego de la liberación. La élite conservadora y colaboracionista de la ocupación nazi mantuvo su orden socioeconómico, el poder y otros privilegios y eso solo fue posible gracias a de Gaulle que supo manejar a sus compañeros de armas de la Resistencia (predominantemente comunista).

 

Los Estados Unidos no querían a de Gaulle, pero al igual que pensaba Churchill era imposible encontrar alguien como de Gaulle que hubiera prometiendo respetar el statu quo socioeconómico y político. "Los estadounidenses, destinados a suceder a los alemanes como amos de Europa, o al menos de la mitad occidental del continente, estaban decididos a hacer triunfar la "libre empresa" en toda Europa y a convertir el continente en la política y económica del Tío Sam... De Gaulle se transformó así en ´un líder de derecha´, aceptable tanto para la élite francesa como para los estadounidenses, preparado para suceder a los alemanes como "protectores" de los intereses de esa élite. Este es el contexto en el que de Gaulle fue trasladado a París en el momento de la liberación de la ciudad a fines de agosto de 1944. La idea era evitar que la Resistencia, dominada por los comunistas, intentara establecer un gobierno provisional en la capital. Los estadounidenses hicieron arreglos para que de Gaulle se pavoneara por los Campos Elíseos como el salvador que la patriota Francia había estado esperando durante cuatro largos años", comenta acertadamente el Dr. Jacques Pauwels, renombrado historiador y politólogo.

En este preámbulo es necesario un comentario adicional sobre el actual mandatario galo. El Dr. Pauwels mantiene la tesis de varios intelectuales franceses que están convencidos que "Macron busca destruir un estado de bienestar que se introdujo a raíz de la Liberación para evitar cambios revolucionarios propugnados por la Resistencia liderada por los comunistas. Está jugando con fuego. De hecho, al intentar liquidar los servicios sociales que limitan, pero no impiden, la acumulación de capital y, por lo tanto, son esencialmente solo una molestia para el orden socioeconómico establecido, está eliminando un gran obstáculo para la revolución, una genuina amenaza existencial para ese orden. 

Su ofensiva ha provocado una resistencia masiva, la de los "chalecos amarillos". Este variopinto grupo ciertamente no está dirigido por una vanguardia comunista como la Resistencia en tiempos de guerra, pero ciertamente parece tener un potencial revolucionario. El conflicto entre un presidente que representa a la élite francesa y sus tutores estadounidenses, en muchos sentidos el heredero de Pétain y, los gilets jaunes (chalecos amarillos) que representan el descontento, inquietas masas plebeyas anhelando el cambio, herederos de los partisanos de tiempos de guerra, puede que todavía lleve a Francia a experimentar algo que escapó en el momento de la Liberación: una revolución - y una verdadera, en lugar de una falsa depuración". (J. Pauwels: From Pétain to Macron, from the Resistance to the Yellow Vests…: 1944-1945, France’s Fake Purge of “The Collaborators” - De Pétain a Macron. La falsa purga de "Los Colaboracionistas", Francia 1944-1945 a la Resistencia de los Chalecos Amarillos).



Así que tan solo la milagrosa crisis sanitaria nacida del Covid-19 logró frenar la larga, continua e imparable marcha de los "Chalecos Amarillos" en Francia. Decretos de Emergencia, toques de queda, el cierre de un país, han salvado una vez más a las corruptas elites del poder. A ello debemos sumar la afortunada "crisis terrorista" en suelo francés que, con frecuencia -en el preciso momento- aparece para distraer la atención de la plebe, llamando a la "unidad" nacional para afrontar el "terrorismo internacional" que busca desestabilizar la civilización cristiana y humanista que representa el estado francés...


Dicho esto, la crisis moral, política-económica, etc., que afronta Francia con la continua movilización social está pasando ya factura al sostén de las elites del poder, las fuerzas armadas.


Las siguientes líneas son una recopilación de editoriales y documentos presentados hace pocos días por la prensa francesa (Red Voltaire y otros medios) que confirman la recesión en el país. Revisemos estos esclarecedores datos.

T. Andino


Carta abierta de ex militares franceses. ‎‎¿Un complot contra la República?‎ 

Editorial de Red Voltaire

París, 4 mayo 2021




En tres años, Francia ha atravesado dos grandes crisis que han quedado sin respuestas: ‎el cuestionamiento de la globalización por parte de los «Chalecos Amarillos» y la ‎denuncia del desmoronamiento del Estado emitida por los sindicatos de policías, ‎problemas que han quedado sin respuestas de fondo. Todos comparten la alarma de ‎quienes denuncian esos problemas, pero se hace imposible exponerlos públicamente. Lo que mata ‎la democracia no es la ausencia del debate contradictorio sino algo aún peor: la ‎imposición de tabúes. ‎


Los Chalecos Amarillos contra la globalización


Chalecos Amarillos en febrero 2019


Un gran movimiento popular sacudió Francia en 2018: los "Chalecos Amarillos". Surgido del ‎descontento por el alza de precios de la gasolina, ese movimiento se vio rápidamente como una ‎oposición a los efectos sociológicos de la globalización del intercambio: desaparición de las ‎clases medias y relegación de sectores de la población en zonas rurales pobremente equipadas.

Dos semanas después del inicio de las manifestaciones, grupos no identificados se introdujeron ‎en aquel movimiento para sabotearlo desde adentro. Fue así como, luego de que durante los ‎primeros 15 días los manifestantes se habían limitado a desfilar agitando con orgullo la bandera ‎de Francia y cantando la Marsellesa –algo que no se veía en las manifestaciones populares ‎desde hace 50 años–, grupos de encapuchados vestidos de negro cometieron actos de ‎vandalismo contra el Arco del Triunfo de la Plaza Charles de Gaulle, principalmente contra ‎el grupo escultórico La Marsellesa, esculpido en uno de los pilares del monumento. Durante el subsiguiente proceso judicial quedó demostrado que los provocadores –‎no identificados ya que nunca fueron detenidos– no tenían ninguna relación con los Chalecos ‎Amarillos –que sí fueron arrestados. ‎

Sin líderes capaces de denunciar y condenar aquella intrusión, el movimiento de los Chalecos ‎Amarillos fue debilitándose durante todo un año. Pero los problemas que planteaba no han ‎desaparecido. ‎

Antes, los políticos creaban las llamadas "Comisiones Theodule" para enterrar los problemas ‎que no querían ver. El presidente Emmanuel Macron innovó en ese sentido inventando un ‎‎"Gran Debate Nacional"… para lograr el mismo resultado que aquellas “comisiones” en estos ‎tiempos de información continua. Los interesados pudieron hablar de los problemas… pero ‎nadie recibió respuestas válidas del poder ejecutivo ni de la Asamblea Nacional. 

Los policías contra la desintegración de la nación

‎Acaba de producirse una segunda alerta. Esta vez, el problema es la ausencia de la seguridad, ‎el tercero de los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamados en 1789, derechos que ‎no debemos confundir con la concepción anglosajona de los "derechos humanos". ‎Ese derecho a la seguridad es la capacidad de los ciudadanos para ejercer sus derechos ‎imprescriptibles a la libertad y la propiedad. Actualmente no existe en Francia un incremento general de la ‎delincuencia sino una desigualdad geográfica cada vez más acentuada. Si bien los ciudadanos ‎que viven en el Distrito VII de París no se sienten amenazados, los que viven en el Distrito XV ‎de Marsella sí viven constantemente atenazados por el temor de ser agredidos por algún ‎delincuente.

Además, la función de la policía que debería defender a los ciudadanos ya no es la de antes. ‎La policía ya no se atreve a entrar en ciertos barrios, donde sus funcionarios son atacados por ‎los delincuentes. Numerosos policías tienen razones para temer por sus vidas –cada año, unos ‎‎10 policías mueren durante su servicio. Por otro lado, algunos policías comienzan a convertirse ‎en agentes de represión contra la oposición política. Es así como numerosos policías hicieron un ‎uso desproporcionado de la fuerza contra los Chalecos Amarillos y, hoy en día, nuevamente ‎ejercen una función represiva contra quienes se oponen a la política sanitaria decretada para enfrentar la epidemia de ‎Covid-19. Aunque esos casos no son numerosos a escala nacional, su existencia misma ‎demuestra que se trata de una orientación deliberada, que cuenta con el respaldo de la cúspide ‎del Estado. ‎

Por el momento, los policías mantienen su apego a una formación republicana, o sea al servicio ‎de todos y no solo al servicio de las autoridades políticas. Sus sindicatos lanzan reiteradamente ‎llamados en ese sentido y denuncian las condiciones de reclutamiento de sus jóvenes colegas –‎actualmente se admiten en las escuelas de policía personas con antecedentes de problemas ‎psiquiátricos así como individuos provenientes de la pequeña delincuencia. 


La próxima elección presidencial, en 2022

Después de los Chalecos Amarillos, este segundo movimiento tiene lugar cuando Francia ‎se prepara para una nueva campaña electoral –en mayo de 2022, los franceses deben elegir ‎la persona que ocupará el cargo de presidente de la República. Ya en este momento, se sabe ‎que dos terceras partes de los electores no desean que el presidente actual, Emmanuel Macron, ‎sea candidato a la reelección. ‎

Luego de los fracasos de sus dos predecesores inmediatos, quienes cumplieron cada uno un ‎primer y único mandato –Nicolas Sarkozy no logró la reelección y Francois Hollande prefirió ‎no tratar de obtenerla–, el actual presidente, Emmanuel Macron, solo puede esperar obtener un ‎segundo mandato si satisface las expectativas populares, la expresada por los Chalecos Amarillos ‎contra la globalización y la que expresan los sindicatos de policías contra el retroceso de ‎la República, o sea contra la renuncia al interés general. Al no tener intenciones de llenar esas ‎expectativas, el presidente Macron tendrá que depositar sus esperanzas en una maniobra ‎electoral:

- Propiciando artificialmente un número elevado de candidaturas y desacreditando a los ‎candidatos con más posibilidades de ganar en la primera vuelta, con excepción de uno que el propio ‎Macron habrá escogido para que sea su adversario en la segunda vuelta;‎

- U organizando una segunda vuelta entre él mismo y Marine Le Pen, a quien habrá ‎demonizado previamente para empujar la mayoría de sus opositores a votar por él en nombre de ‎un "frente republicano" contra el fascismo. ‎

Esa estrategia ya funcionó, en 2002, para Jacques Chirac –electo con en la segunda vuelta con un ‎‎82% de los sufragios frente a Jean-Marie Le Pen (17%). Pero hoy puede resultar arriesgada ya que ‎Marine Le Pen no tiene la reputación de fascista que tenía su padre, sino más bien una imagen ‎de republicana. 




El llamado de los ex militares

‎Varios ex militares franceses han publicado una Carta abierta a nuestros gobernantes, donde ‎resaltan la descomposición actual de las instituciones y denuncian por adelantado la posibilidad ‎de que se recurra a las fuerzas armadas –algo que creen inevitable– para resolver el problema de ‎la seguridad. Los firmantes publicaron este llamado en su sitio web, Place d’armes, el 13 de ‎abril de 2021. El semanario de derecha Valeurs actuelles lo reprodujo el 21 de abril, pero ‎no en su edición en papel sino en su sitio web. Marine Le Pen, quien dice compartir desde ‎hace tiempo el diagnóstico de estos ex militares, los invitó a votar por ella. ‎

El equipo de trabajo del presidente Macron estimó que se trataba  de una buena oportunidad y ‎envió uno por uno a todos sus ministros a denunciar en los medios de difusión a una "cuadrilla de generales retirados" que, según la versión macronista, llaman a los militares activos a cometer ‎un golpe de Estado. Todos han fingido ignorar que el llamado de los ex militares se emitió el 13 ‎de abril. De esa manera, los macronistas sitúan falsamente su publicación el día 21 para hacerlo ‎coincidir con el aniversario del putsch de los generales franceses en Argel, cuyo objetivo era ‎impedir que el presidente de Gaulle concretara la independencia de Argelia. Para completar ‎la maniobra, los macronistas denunciaron la fascinación de Marine Le Pen por "el sonido de las ‎botas". ‎

Consciente de sus posibilidades de obtener en 2022 mejores resultados que Emmanuel Macron, ‎el líder de la formación política La France insoumise, Jean-Luc Melenchon, presentó ante el ‎fiscal de la República una denuncia contra los "generales sediciosos". Es importante recordar ‎que en la última elección presidencial Jean-Luc Melenchon quedó en tercer lugar con un 19% de ‎los sufragios, detrás de Emmanuel Macron (24%) y de Marine Le Pen (21%). ‎


El lugar de los militares en el debate público

‎Invitamos nuestros lectores a que analicen el texto de la carta abierta de los ‎ex militares ("Carta abierta de ex militares franceses a sus gobernantes", ‎13 de abril de 2021, más abajo).

Se llama "estado de emergencia" a la posibilidad que tiene el gobierno de recurrir al ejército ‎para mantener el orden público. Pero los militares no están entrenados para eso y ‎su intervención en ciertas situaciones, para las cuales sí están entrenados policías y gendarmes, ‎podría traducirse en pérdidas de vidas humanas. En 2005, en 2015 y también en 2017, varios ‎gobiernos instauraron en Francia el "estado de emergencia". Incluso en este momento, cerca ‎de 10.000 militares pueden ser destinados a la protección de la ciudadanía en suelo francés en el ‎marco de la "Operación Centinela", ante amenazas terroristas. Lo mismo sucede en Bélgica y en ‎Reino Unido. ‎

La Constitución francesa de 1958 prevé en su artículo 36 la posibilidad, como último ‎recurso, de transferir a las fuerzas armadas los poderes de policía y de preservación del orden, ‎que normalmente son competencias del ministerio del Interior. Eso es lo que se designa como ‎‎"estado de sitio", que nunca se ha proclamado en la Francia de la Quinta República, ‎ni siquiera ante el golpe de los generales, en 1961. ‎

‎Más de ‎‎10.000 militares han acabado firmándolo, entre ellos una treintena de generales. El problema ‎que se plantea en esa Carta abierta está ahora en boca de todos y la inacción del gobierno, y ‎de los políticos de todos los partidos, es ahora más evidente que antes. 

¡Firmo con mis camaradas!

Sanciones contra quienes lanzan un llamado de alerta

‎El ministro de Defensa ha anunciado que impondrá sanciones a los firmantes de la Carta ‎abierta. La ignominia destinada a Marine Le Pen cae ahora sobre aquellos a quienes ella ‎se dirigía. ‎

Para la realidad es que de los 10.000 firmantes de la Carta abierta solo 18 son militares en ‎servicio activo. Son ellos quienes están ahora amenazados de ser excluidos de las fuerzas ‎armadas, por haber faltado a su obligación de reserva (La “obligación de reserva”, en francés -devoir de réserve-, que rige en Francia ‎el comportamiento de los funcionarios estatales y en particular de los militares, se define ‎generalmente como la obligación de evitar durante su servicio la expresión de opiniones ‎personales, sobre todo de carácter político, que pudieran ser interpretadas como un uso político ‎del estatus de funcionario público)‎. Pero los militares retirados gozan de su ‎plena libertad de expresión, solo podría imponérseles una amonestación… por haber emitido un ‎llamado de alerta. Sin embargo, resultaría como mínimo sorprendente que 10.000 personas ‎fuesen sancionadas por haber hecho uso de su libertad de expresión como ciudadanos. ‎

Los militares, retirados o en servicio activo, ya no son súbditos sino ciudadanos como los demás. ‎A raíz del putsch de Argel, el presidente Charles de Gaulle emprendió una profunda reforma de ‎las fuerzas armadas francesas. Los militares que se habían negado a seguir las órdenes de los ‎generales golpistas se habían puesto así en situación de ser castigados por no haber obedecido ‎órdenes de sus superiores. ‎

El general De Gaulle –quien se había negado en 1940 a obedecer las órdenes de su superior, ‎el mariscal Philippe Petain, y proclamó la Francia Libre– introdujo una distinción entre lo que es ‎‎«legal» y lo que es «legítimo». Así fue modificado el «Código de la Defensa». Ese código ‎no autoriza a los militares “escoger su propio bando” pero los obliga a rechazar órdenes ‎ilegítimas o contrarias al honor e incluso a poner bajo arresto a sus superiores si estos ‎cometiesen ese tipo de actos. Así que no existe ningún complot contra la República. No hay tal ‎comportamiento sedicioso. ‎

Los firmantes de la Carta abierta ejercieron su justo derecho cuando solicitaron hablar ‎‎"de igual a igual" con su jefe de estado mayor, quien los insultaba. Cada soldado, ‎en servicio activo o retirado, tiene ese derecho como ciudadano. Ese derecho está ‎insolublemente ligado a su obligación de Obedecer y Servir. ‎

Tabú

‎El hecho que algunos de los 10.000 firmantes de la Carta abierta sean miembros del partido de ‎la señora Marine Le Pen –el Rassemblement National (Agrupación Nacional), surgido del Frente Nacional, que fue el ‎partido histórico de los ex colaboradores de la ocupación nazi y de los golpistas de Argel– ‎no autoriza ni a condenar ese texto, ni a condenar en bloque a sus firmantes. Bajo el régimen ‎de la República no existe la culpabilidad hereditaria o colectiva. Todos son ciudadanos ‎franceses con plenos derechos. No solo ninguno de los firmantes fue antes objeto de alguna ‎medida que lo proclame indigno de su país sino que incluso hay entre ellos muchos que han ‎servido a nuestro país. ‎

En su diagnóstico, los ex militares no se limitaron a denunciar la ideología del islam político y la ‎retórica woke que inhibe el uso del monopolio público de la violencia. También expresaron su ‎espanto ante el uso antirrepublicano que las autoridades han dado a las fuerzas del orden para reprimir ‎a los Chalecos Amarillos. La reacción desproporcionada del Estado ante su Carta abierta ‎demuestra que pusieron el dedo en la llaga.

 ‎

Cuando se pierden los tres primeros Derechos del Hombre y del Ciudadano –la libertad, ‎la propiedad y la seguridad–, es el momento del cuarto derecho, enunciado en el artículo 2: ‎‎«la resistencia frente a la opresión». ‎



***

"Guerra" de comunicados militares 

No podemos pasar por alto posiciones divergentes en la sociedad y fuerzas armadas francesas. El día 13 de abril de 2021 una veintena de generales, un centenar de oficiales de alto rango y más de mil soldados firmaron un llamamiento para "devolver el honor y el deber dentro de la clase política". Los medios y la derecha francesa lo apoyaron, la reacción de la izquierda política y ciertos sectores sociales lo criticaron. 

El texto editado por el Capitán Jean-Pierre FABRE - BERNADAC (Ex oficial del Ejército y Gendarmería) dice:




CARTA ABIERTA A NUESTROS GOBERNANTES: 

 

Señor Presidente,

Señoras y señores de Gobierno,

Damas y caballeros,

La hora es seria, Francia está en peligro, varios peligros mortales la amenazan. Nosotros que, incluso jubilados, seguimos siendo soldados de Francia, no podemos, en las circunstancias actuales, permanecer indiferentes al destino de nuestro hermoso país.

Nuestras banderas tricolores no son solo un trozo de tela, simbolizan la tradición, a través de los tiempos, de aquellos que, cualquiera que sea su color de piel o su fe, sirvieron a Francia y dieron la vida por ella. En estas banderas, encontramos en letras doradas las palabras “Honor y Patria”. Sin embargo, nuestro honor hoy radica en la denuncia de la desintegración que golpea a nuestra Patria.

- Discriminación que, a través de un cierto antirracismo, se manifiesta con un único objetivo: crear en nuestro suelo malestar, incluso odio entre las comunidades. Hoy algunos hablan de racismo, indigenismo y teorías decoloniales, pero, a través de estos términos, es la guerra racial lo que quieren estos partidarios odiosos y fanáticos. Desprecian nuestro país, sus tradiciones, su cultura y quieren verlo disolverse quitándole su pasado y su historia. Así atacan, a través de estatuas, antiguas glorias militares y civiles analizando palabras que tienen siglos de antigüedad.

- Discriminación que, con el islamismo y las hordas suburbanas, lleva al desprendimiento de múltiples parcelas de la nación para transformarlas en territorios sujetos a dogmas contrarios a nuestra constitución. Pero todo francés, sea cual sea su creencia o su no creencia, se siente como en casa en Francia en todas partes; no puede ni debe existir ninguna ciudad, ningún distrito donde no se apliquen las leyes de la República.

- Discriminación porque el odio prevalece sobre la fraternidad durante las manifestaciones donde el poder utiliza a la policía como agente auxiliar y chivo expiatorio ante los franceses con chalecos amarillos que expresan su desesperación. Esto mientras individuos infiltrados y encapuchados saquean negocios y amenazan a estas mismas fuerzas policiales. Sin embargo, estos últimos solo aplican las directivas, a veces contradictorias, dadas por ustedes, los gobernantes.

Los peligros aumentan, la violencia aumenta día a día. ¿Quién hubiera predicho hace diez años que un profesor sería decapitado algún día cuando dejara la universidad? Sin embargo, nosotros, servidores de la Nación, que siempre hemos estado dispuestos a poner nuestra piel al final de nuestro compromiso, como exigía nuestro estado militar, no podemos ser espectadores pasivos ante tales acciones.

Por eso, quienes dirigen nuestro país deben encontrar imperiosamente el coraje necesario para erradicar estos peligros. Para hacer esto, a menudo es suficiente aplicar las leyes existentes sin debilidades. No olvides que, como nosotros, una gran mayoría de nuestros conciudadanos se sienten abrumados por tus silencios incómodos y culpables.

Como dijo el Cardenal Mercier, Primado de Bélgica: “Cuando la prudencia está en todas partes, el coraje no está en ninguna parte. Entonces, señoras y señores, basta de dilaciones, la hora es seria, el trabajo es colosal; no pierda el tiempo y sepa que estamos dispuestos a apoyar políticas que tomen en consideración la salvaguarda de la nación.

Por otro lado, si no se hace nada, la laxitud seguirá extendiéndose inexorablemente en la sociedad, provocando finalmente una explosión y la intervención de nuestros compañeros activos en una peligrosa misión de proteger nuestros valores civilizacionales y salvaguardar a nuestros compatriotas en el territorio nacional.

Como vemos, ya no es el momento de postergar las cosas de lo contrario, mañana la guerra civil pondrá fin a este caos creciente, y las muertes, de las que tú tendrás la responsabilidad, se contarán por miles. 


Firmado: General del Ejército (ER) Christian PIQUEMAL (Legión Extranjera); General del Ejército (2S) Gilles BARRIE (Infantería); General de división (2S) François GAUBERT ex gobernador militar de Lille; General de División (2S) Emmanuel de RICHOUFFTZ (Infantería); General de División (2S) Michel JOSLIN DE NORAY (Tropas de Infantería de Marina); General de la División Aérea Eric CHAMPOISEAU (Fuerza Aérea); General de brigada (2S) André COUSTOU (Infantería); General de Brigada (2S) Philippe DESROUSSEAUX de MEDRANO (Transporte); General de la Brigada Aérea (2S) Antoine MARTINEZ (Fuerza Aérea); General de Brigada Aérea (2S) Daniel GROSMAIRE (Fuerza Aérea); General de brigada (2S) Robert JEANNEROD (Caballería); General de brigada (2S) Pierre Dominique AIGUEPERSE (Infantería); General de Brigada (2S) Roland DUBOIS (Transmisiones); General de brigada (2S) Dominique DELAWARDE (Infantería); General de Brigada (2S) Jean Claude GROLIER (Artillería); General de Brigada (2S) Norbert de CACQUERAY (Dirección General de Armamento); General de brigada (2S) Roger PRIGENT (ALAT); General de Brigada (2S) Alfred LEBRETON (CAT); General Médico (2S) Guy DURAND (Servicio de Salud del Ejército); Contralmirante (2S) Gérard BALASTRE (Armada francesa); General de Brigada Jean Yves NIELLY (Tropas de Infantería de Marina); General de Brigada (2S) Jean Gilles SINTES (Transportes); General de Brigada (2S) Bernard PEYREFITTE (Ingeniero)

Los firmantes publicaron este llamado en su sitio web, Place d’armes, el 13 de ‎abril de 2021

* 2S Segunda Sección - Reserva 

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Bien, la "Carta abierta a nuestros gobernantes" del 13 de abril de 2021 dice ‎alertar sobre la desintegración de Francia y el riesgo de una guerra civil. El gobierno y el jefe del estado mayor respondieron con el anuncio de medidas disciplinarias ‎contra los firmantes, sin embargo, la cantidad de ex militares que apoyaron a los firmantes ha ‎crecido.

La Red Voltaire, el 9 de mayo publicó ese respaldo militar en una nota titulada: "Carta abierta de 100.000 militares ‎franceses en servicio activo a ‎sus gobernantes". Miles de militares en servicio activo –y por consiguiente sujetos tanto al deber ‎de reserva en cuanto a sus opiniones políticas como al deber de defender la Nación– han firmado ‎un segundo texto en las redes sociales. Para tener una idea de la importancia de ese gesto ‎hay que tener en cuenta que las fuerzas armadas de Francia cuentan menos de 210.000 militares ‎en servicio activo.‎

Veamos esta segunda carta:


        (foto de archivo)

* * *

Señor Presidente de la República,

señoras y señores ministros, parlamentarios, oficiales generales, ‎

 

Ya no se canta la séptima estrofa de La Marsellesa, la llamada «estrofa de los hijos». ‎Sin embargo, está llena de enseñanzas. Permítannos recordarla:‎

 

‎«Entraremos en la cantera

cuando nuestros mayores ya no estén,‎

encontraremos sus cenizas‎

y la huella de sus virtudes. ‎

 

Menos deseosos de sobrevivirles

que de compartir su tumba,

tendremos el sublime orgullo

de vengarlos o de seguirlos.»‎


Nuestros mayores son combatientes que se han ganado nuestro respeto. Son, por ejemplo, los ‎viejos soldados cuyo honor ustedes han pisoteado estas últimas semanas. ‎Son esos miles de servidores de Francia, firmantes de una tribuna de un estricto buen sentido, soldados que dieron los mejores años de sus vidas por defender nuestra ‎libertad, obedeciendo las órdenes de ustedes, librando las guerras de ustedes o aplicando las ‎restricciones presupuestarias de ustedes, soldados que ustedes han mancillado a pesar de que ‎el pueblo de Francia los apoyaba. ‎

A esas personas, que han luchado contra todos los enemigos de Francia, ustedes las han llamado ‎conspiradores, cuando su único error ha sido amar el país y llorar ante su visible decadencia. ‎

En esas condiciones, nos toca a nosotros, que recién comenzamos esta carrera, salir al ruedo ‎para tener simplemente el honor de decir allí la verdad. ‎

Pertenecemos a lo que los periódicos han llamado «la generación del fuego». Hombres ‎y mujeres, militares en servicio activo, de todas las armas y de todos los grados, de todas las ‎sensibilidades, amamos nuestro país. Sólo de eso nos vanagloriamos. Y aunque no podemos, ‎debido al reglamento, expresarnos a rostro descubierto, también nos resulta imposible callar. ‎

En Afganistán, en Mali, en República Centroafricana o en otros lugares, cierto número de nosotros ‎hemos enfrentado el fuego enemigo. Algunos han perdido camaradas allí. Dieron sus vidas tratando de acabar con el islamismo, al que ustedes hacen concesiones en nuestra tierra. ‎

Casi todos hemos participado en la Operación Centinela. Hemos visto con nuestros propios ojos ‎los barrios periféricos abandonados, los acomodamientos con la delincuencia. Hemos sufrido los ‎intentos de instrumentalización de varias comunidades religiosas, para las cuales Francia ‎no significa nada –sólo un objeto de sarcasmo, de desprecio o incluso de odio. ‎

Hemos desfilado el 14 de julio. Pero durante meses nos han orientado desconfiar de aquella ‎multitud calurosa y diversa, que nos aclamaba porque venimos de ella; nos han prohibido ‎circular en uniforme, convirtiéndonos en víctimas potenciales, en un territorio que sin embargo ‎estamos llamados a defender. ‎

Sí, tienen razón nuestros mayores sobre el fondo de su texto, en su totalidad. Nosotros vemos la ‎violencia en nuestros pueblos y ciudades. Vemos el comunitarismo instalarse en el espacio ‎público, en el debate público. Vemos el odio a Francia y a su historia convertirse en norma. ‎

No corresponde a militares decir eso, argumentarán ustedes. Es todo lo contrario. Precisamente ‎porque somos apolíticos en nuestras apreciaciones situacionales, lo que emitimos es una ‎observación profesional. Porque esta decadencia ya la hemos visto en muchos países en crisis y ‎es lo que viene antes del derrumbe, es el anuncio del caos y la violencia, y, al contrario de lo que ‎ustedes repiten por ahí, ese caos y esa violencia no vendrán de un «pronunciamiento» militar ‎sino de una insurrección civil. ‎

Hay que ser muy cobarde para dedicarse a charlatanear sobre la forma de la tribuna de nuestros ‎mayores. Hay que ser muy insidioso para invocar un deber de reserva mal interpretado con el ‎objetivo de hacer callar a ciudadanos franceses. Para empujar a los cuadros dirigentes del ejército ‎a tomar posición y a exponerse, para después sancionarlos con saña en cuanto escriben algo ‎diferente a relatos de batallas, hay que ser muy perverso. ‎

Cobardía, insidia, perversión. No es esa nuestra visión de la jerarquía. El ejército es lo contrario. ‎Es, por excelencia, el medio donde se dice la verdad porque uno está jugándose la vida. Es a esa confianza en la institución militar que hacemos un llamado. ‎

Sí, si estalla una guerra civil, el ejército mantendrá el orden en su propio suelo, porque eso es ‎lo que van a pedirle. Esa es la definición misma de la guerra civil. Nadie puede desear una ‎situación tan terrible, ni nuestros mayores ni nosotros mismos. Pero sí, hay que repetirlo, ‎es cierto que la guerra civil está latente en Francia y ustedes lo saben perfectamente. ‎

El grito de alerta de nuestros Mayores en definitiva remite a lejanos ecos. Nuestros mayores son ‎aquellos que lucharon como miembros de la Resistencia en 1940, los mismos a quienes a menudo ‎gente como ustedes calificaban de sediciosos pero que continuaron la lucha mientras que ‎los legalistas, paralizados de miedo, apostaban por hacer concesiones al mal para limitar ‎los daños. Son los soldados de 1914, que morían por unos pocos metros de tierra, mientras que ‎ustedes abandonan pasivamente barrios enteros de nuestro país a la ley del más fuerte. ‎Son todos los muertos, célebres o anónimos, caídos en el frente o después de toda una vida de ‎servicio. ‎

Todos nuestros mayores, aquellos que hicieron de nuestros país lo que es, los que definieron ‎sus contornos, los que defendieron su cultura, los que impartieron o recibieron órdenes en su lengua, ‎‎¿combatieron acaso para que ustedes permitieran que Francia se convierta en un Estado fallido?, ‎‎¿en un Estado que convierte su impotencia regaliana cada vez más patente en una tiranía brutal ‎contra aquellos de sus servidores que todavía se atreven a alertarlo? ‎

Actúen ustedes, señoras y señores. Esta vez no se trata de emociones manipuladas, ni de ‎frases hechas o de mediatización. No se trata de prolongar los mandatos que ustedes ejercen ‎ni de conseguir otros. Se trata de la supervivencia de nuestro país, del país donde también ‎nacieron ustedes. ‎

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La posición del Estado Mayor fue conocida a través de la "Carta del jefe del estado mayor de las ‎fuerzas armadas de Francia", firmado por el General Francois Lecointre.


        (foto de archivo)


Oficiales, suboficiales y oficiales marinos, soldados, marinos, aviadores, en servicio activo o ‎adscritos a la reserva. ‎

Desde hace varias semanas, con la publicación de tribunas en internet o mediante intervenciones ‎en los medios, se ha transgredido ampliamente la obligación de reserva que se impone a todo ‎militar. La adopción de posiciones eminentemente políticas se ha atribuido a militares que tenían ‎la obligación de respetar ese deber de reserva e incluso han sido reivindicadas por esos militares. ‎

Por razones diversas, quizás por ingenuidad, algunos han optado por desconocer esa obligación de ‎reserva. En nombre de la defensa de convicciones personales, han contribuido a arrastrar ‎el ejército a debates políticos en los que (el ejército) no tiene legitimidad ni vocación para ‎intervenir. Ante ello, me parece importante dar prueba de buen sentido y sobre todo de lucidez, ‎en momentos en los que cada uno de nosotros percibe claramente los intentos de ‎instrumentalización de la institución militar así como actos de desestabilización. ‎

Nuestra obligación de reserva es a menudo objeto de una mala comprensión: si bien limita ‎efectivamente la libertad de expresión, también preserva absolutamente la libertad de opinión. ‎Cada militar está en libertad de pensar lo que quiera, pero es su deber distinguir sin ambigüedad ‎lo que es su responsabilidad como ciudadano y lo que es su ‎responsabilidad como militar. La obligación de reserva garantiza la neutralidad política, base de ‎la credibilidad de las fuerzas armadas ante los franceses. Esa neutralidad es lo que permite el ‎compromiso sin reservas y sin segundas intenciones de los militares en beneficio de todos y ‎cada uno de sus compatriotas. ‎

Nuestra misión es una de las más importantes –y de las más nobles: preparar y garantizar, ‎mediante la fuerza de las armas, la defensa de la Patria y de los intereses superiores de la Nación. ‎Por supuesto, esa misión nos impone obligaciones. Debido a ello, tenemos que mostrar, ante ‎cualquier circunstancia, una total eficacia operativa, eficacia que depende en particular de ‎dos virtudes a las que es imposible renunciar: la cohesión y el espíritu de cuerpo. Esas virtudes ‎permiten unir a todos los militares, independientemente de sus orígenes, de sus ideas o de sus ‎creencias. La adhesión colectiva es lo único que puede permitirnos vencer un día a nuestros ‎adversarios o a los enemigos de Francia. Como ejército activo, diariamente comprobamos, en ‎todos los teatros de operaciones, la fuerza de esas virtudes y todos sentimos intuitivamente, ‎incluso visceralmente, que todo lo que viene a fragilizarlas es profundamente nefasto. ‎

Cada uno de nosotros conoce esos principios y sabe cuánto valen. Pero todo individuo está hecho ‎también de sus convicciones. Desde el momento en que esas convicciones conducen a un reclamo ‎político incompatible con el estatuto militar y sus obligaciones, incluso a poner en tela de juicio la ‎estricta subordinación al poder político republicano, democráticamente electo, lo más razonable ‎es ciertamente abandonar la institución para poder exponer públicamente con toda libertad sus ‎ideas y convicciones. ‎

A ustedes todos quiero expresarles nuevamente toda mi confianza. Con vuestro compromiso ‎inquebrantable al servicio de Francia, y en momentos en que miles de ustedes están desplegados ‎en operaciones, demuestran ustedes diariamente su profesionalismo, sus capacidades y su ‎excelencia. Ustedes emanan de la Nación, en toda su diversidad, y es por eso que la Nación ‎se reconoce en ustedes y los admira. Estén orgullosos de ello. ‎

General Francois Lecointre

(reproducido de la publicación de Red Voltaire, 10 de mayo 2021)

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Crítica

No cabe duda sobre la profunda división política, social, económica, cultural, racial, ideológica y militar que viene acarreando Francia por largo tiempo. Hemos apreciado la postura de militares en servicio y pasivos; pero, ¿qué opinan otros que rechazan el pronunciamiento militar? He seleccionado el siguiente alegato, obviamente de un francés (no podía ser de otra manera). Guillaume Ancel (Teniente Coronel retirado), autor de los libros "Rwanda, la fin du silent" (Ruanda, el fin del silencio), Ediciones Les Belles Lettres, 2018. "Glacial Wind on Sarajevo" (Viento glacial en Sarajevo) (2017), y "A Blue Helmet between the Khmers Rouges" (Un casco azul entre los jemeres rojos) (2021), en la colección Mémoires de guerre aux Belles Lettres

Guillaume Ancel escribe en su blog Ne pas subir (No sufras), presentó una mordaz crítica el 27 de abril 2021: "Ces courageux généraux qui ouvrent leur gueule à la retraite, mais qui la fermaient quand l’armée française soutenait les génocidaires du Rwanda, sur ordre de l’Elysée" (Estos valientes generales que abren la boca en la jubilación, pero que la cerraron cuando el ejército francés apoyó a los genocidas de Ruanda, por orden del Elíseo)

Veamos:


            (foto de archivo)

"Los oficiales generales nunca son retirados en Francia, se colocan en la "2ª sección" para mantener un vínculo con el ejército y beneficiarse de algunas ventajas a cambio de obligaciones mal definidas, como la obligación de reserva.

Es entonces cuando algunos de ellos abren la boca, "en general" sobre temas que creen que son populares y siempre en grupo para darse confianza, recreando la fuerza del colectivo cuando como individuos lo han cerrado durante décadas.

Y ahí es donde está el problema, en más de una manera

Cuando una veintena de generales de la 2ª sección publican, en un medio conocido por sus fanáticos "valores", una amenaza cercana al putsch, se pusieron en desacuerdo con la sociedad que dicen querer defender y que nunca les ha confiado la misión de dirigirlo: "Por otro lado, si no se hace nada, la laxitud seguirá extendiéndose inexorablemente en la sociedad, causando en última instancia una explosión y la intervención de nuestros camaradas activos en una peligrosa misión de proteger nuestros valores civilizados y salvaguardarán a nuestros compatriotas".

Estas palabras, que nos llevan de vuelta al nivel democrático de Birmania o Chad, son escalofriantes sobre la incapacidad de estos oficiales para entender la sociedad que los hace vivir, y encerrados en un frasco intelectual que incluso el antiguo régimen habría negado.

Su obsolescencia y sectarismo social probablemente están relacionados con su ociosidad, -se están retirando demasiado pronto...-, también se debe a la increíble tolerancia del ejército por sus tesis extremistas que no son nuevas, así como a los efectos perjudiciales de la cultura del silencio.

De hecho, si al ejército francés le gusta mostrar oficialmente su neutralidad política, la realidad es que siempre ha preservado a aquellos fanáticos de la ultraderecha que no ocultaron sus convicciones cuando estaban activos, simplemente se encargaron de no expresarse públicamente. La cultura del silencio realmente los protegió, ya que les impedía expresar públicamente su estado de ánimo, al menos contradictorio con los fundamentos de nuestra democracia. Y el ejército no tiene nada que hacer para despedirlos, o incluso preocuparse por ellos.

El más llamativo en su amenazante despotricación es su falta de coraje.

A lo largo de sus años de operación, estos oficiales nunca han sido castigados por sus comentarios internos y se han abstenido de hablar públicamente para no ser "descubiertos".

Pero, en la jubilación, se sienten conmovidos por situaciones que de repente encuentran insoportables, a pesar de que han "cerrado la boca" durante décadas, especialmente cuando Francia estaba apoyando a los genocidas de Ruanda, por orden del Elíseo, del Presidente Mitterrand.

Así, con la Operación Turquesa en 1994, el ejército francés protegió efectivamente la "jubilación" de los genocidas que terminaron de masacrar a un millón de personas, ¿tuvieron un suspiro?

La intervención del ejército francés permitió entonces a los genocidas continuar su locura asesina en el Congo, e incluso les dio armas para hacerlo. ¿arrepentimiento?

¿Quién de estos oficiales generales se atrevió a publicar su desacuerdo e indignación? En estos tiempos, solo el general Jean Varret en 2018 y el general Patrice Sartre en 2021...

Por otro lado, muchos de estos oficiales generales eran muy activos, presentes o incluso pesados, para tratar de imponer esta cultura del silencio, que solo respetan a su discreción.

Para no interferir con su "modestia de gacela", mencionaré solo a uno, el general Dary, que utilizó la presidencia de los amistosos saint-cyriens para denunciar mi discurso sobre Ruanda como un "perjurio" y tratar de silenciarme... (Carta abierta del General del Ejército (2s) Bruno DARY a un joven camarada y la respuesta del joven camarada)   

Así que cuando leí a estos generales desvinculados denunciando las "hordas suburbanas" que solo vieron en la televisión, en su cómodo lugar de jubilados, me gustaría invitarlos a mostrar un poco de coraje.

Me hubiera gustado que hablaran con la misma convicción de impedir el compromiso del ejército francés en el último genocidio del siglo XX en Ruanda, que prohíben expresar que algún día podría volver a suceder.

Pero la abrumadora mayoría de ellos han tenido cuidado de no hacerlo, prefiriendo encerrarse en su negación de la realidad y el trágico consuelo de la obediencia, hasta el punto de que su silencio se ha convertido en amnesia".

Guillaume Ancel

27 abril 2021

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NdelE: A las críticas de Ancel sobre las labores de los generales franceses habría que destacar otra como ejemplo (hay más casos), la directa implicación de las fuerzas armadas en la invasión yihadista a Siria y la patética actuación de los servicios secretos franceses dirigiendo a los "rebeldes moderados" y que tuvieron que ser rescatados y expatriados de Siria por fuerzas rusas y del ejército árabe sirio.

Otro punto que quizá confunda al lector es la posición de la Red Voltaire sobre los comunicados militares, en apariencia se alinea con los presuntos "sediciosos", en realidad defiende los principios de la revolución y los derechos inalienables garantizados en su vigente Constitución, trasgredidos por el propio gobierno de Macron.   

SIN más comentarios. 

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