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29 octubre 2025

Mitos y verdades del Acuerdo Sykes-Picot (1916)




Es interesante recordar que después de más de un siglo seguimos teniendo una percepción, aunque no fraudulenta, si errada del secreto Acuerdo Sykes-Picot de 16 de mayo de 1916, entre británicos y franceses. A decir de refutados estudiosos culpar exclusivamente a Sykes-Picot de la división de Medio Oriente es un engaño histórico peligroso.

No solemos ser conscientes (quienes sentimos pasión por la historia) que hemos caído en una interpretación errada de que Sykes-Picot fue el punto determinante que diseñó nuevas líneas geografías imaginarias contra natura, es decir, que tanto ingleses como franceses diseñaron a su capricho un mapa de Medio Oriente basado en sus intereses estratégicos, políticos y económicos, que nunca tomaron en cuenta las barreras que separaban a un crisol de pueblos, tribus, etnias, incluso sobre una diversidad religiosa, siendo “condenadas a agruparse en disímiles espacios, obligados a construir naciones con conceptos absolutamente occidentales”.

Como se irá explicando, lo dicho arriba no es necesariamente falso, pero si es una mala interpretación de la historia, simplemente porque Sykes-Picot no constituye el único antecedente; ni fue, ni debería seguir siendo un forzado documento histórico al que se aferran muchos investigadores; y, una de las razones es porque Sykes-Picot NUNCA entró en rigor, nunca se efectivizó sobre el terreno. Fue uno más de algunos importantes documentos que se plasmaron sobre la mesa del diseño del Medio Oriente. Evidentemente se trató de un arbitrario trazado, a dedo, de fronteras, un reto tanto a la geografía y al componente étnico y al sentido común, una característica que distinguía, sin duda, a los imperios coloniales del siglo XIX y del XX.

A groso modo, veamos un par de apreciaciones sobre el Acuerdo Sykes-Picot.

Paul Mason, redactor de New Statesman, 9 de mayo de 2016 (en el centenario del Acuerdo), presentó una ponencia titulada “Sykes-Picot: how an arbitrary set of borders created the modern Middle East” (Sykes-Picot: cómo un conjunto arbitrario de fronteras creó el Medio Oriente moderno), afirmando que Gran Bretaña y Francia se repartieron lo que se convertiría en Siria, Irak e Israel y que esa mentalidad imperial perdura con las cicatrices dejadas en la región. Hace énfasis en una “torcedura” de las líneas trazadas en la que se establecería Israel.


          (Foto de Flickr  PROPaolo Porsia)


"¿Qué tipo de acuerdo le gustaría tener con los franceses?" preguntó Arthur Balfour, Secretario de Relaciones Exteriores, al coronel Sir Mark Sykes, quien respondió: "Me gustaría trazar una línea desde la 'e' en Acre hasta la última 'k' en Kirkuk".

No era el primer desafortunado “deseo” de Sykes, ya en enero de 1915, en una carta, le urgía a Winston Churchill a apoderarse de Constantinopla (Estambul, desembarcando tropas en Gallipoli) para acabar tanto con los otomanos y fulminar con la influencia alemana en el este, según él, esa posibilidad abriría paso a invadir Alemania a través de los Balcanes (40.000 soldados británicos murieron tratando de demostrar que Sykes tenía razón en Gallipoli, y no la tuvo).

¿Qué más podemos decir del tristemente “celebre” esbozo a dedo de Sykes? Quien estaba, luego, fascinado con la declaración de Balfour de 1917 para la constitución de un estado judío en Palestina. Él conocía el mundo árabe de la época, el panarabismo y su organización; aún así, ¿cómo pudo alguien tan bien informado equivocarse tanto?, se pregunta Mason.

“Leer los escritos de Sykes hoy es observar la tragedia de un intelecto encadenado por delirios de superioridad. Sykes trabajó sobre la suposición, central para todos los imperialismos: que los pueblos sometidos se comportan solo de acuerdo con sus "características" étnicas o nacionales, mientras que las naciones blancas poderosas tienen capacidad de acción”. Sykes creía que se podía aglutinar a las dos ramas del Islam, al cristianismo y tolerar a los judíos. “El imperialismo los convirtió en unos imbéciles ciegos que creían que, trazando límites, podían controlar la historia”.

Turquía desarrolló una “conciencia nacional, moderna y secular, entonces la apuesta unidireccional contra el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial resultó inútil. El nacionalismo secular turco daría forma a la región tanto como el panarabismo en los próximos 100 años”. Sykes y los demás veían a la religión islámica como algo aparte de las etnias árabes, idioma y tradición. Se negaron a pensar que una oposición a ellos podría provocar el surgimiento del antiimperialismo forjado mediante la educación de la gente. No midieron la posibilidad de que estallarían revoluciones como la rusa en oposición a su sistema de capitalismo colonial explotador.

Una lección fácil de aprender de Sykes-Picot es que: “no dibujes líneas arbitrarias en el mapa. Los pueblos y las naciones deben tener derecho a la libre determinación”. Pero, realmente ¿fueron arbitrarios esos trazos a dedo sobre el mapa? El presidente Woodrow Wilson impulsó la autodeterminación -aunque sea en el discurso- contradiciendo el postulado del Imperio Británico y ese fue uno de sus puntos para entrar en la guerra, por lo que los gobiernos británico y francés ocultaron a EEUU la existencia del mapa de Sykes.


Por su lado, otro importante autor, John Hilary, en “The Sykes-Picot legacy, 100 years on” (El legado de Sykes Picot, 100 años después), en mayo de 2016 (War on want) establece que ese Acuerdo secreto entre Francia y Gran Bretaña que sumió a Oriente Medio en un siglo de derramamiento de sangre.

Recalca que dos negociadores coloniales: Mark Sykes (británico) y François Georges-Picot (francés) decidieron planear como repartirse Oriente Medio (tal cual como “Pinky” y “Cerebro” planean cada noche como conquistar el mundo), tras hacer colapsar al Imperio Otomano en plena guerra mundial. El autor profundiza en las promesas de autodeterminación que los británicos hicieron a los pueblos árabes, lo que garantizó su apoyo para derrotar a las fuerzas de ocupación turcas. Logrado el objetivo, esas promesas fueron olvidadas, solo cambió de liderazgo imperial.

Una declaración anglo-francesa de noviembre de 1918, a los pueblos árabes, prometía "la liberación completa y definitiva de los pueblos que durante tanto tiempo han sido oprimidos por los turcos, y el establecimiento de gobiernos y administraciones nacionales que derivarán su autoridad del libre ejercicio de la iniciativa y elección de las poblaciones indígenas". El gobierno británico planeaba excluir a Palestina en la declaración y la orden de su publicación en Jerusalén fue un “lamentable” error.




Pero esa traición no fue diseñada exclusivamente en el Acuerdo Sykes-Picot. Francia y Gran Bretaña decidieron en otros acuerdos dividirse Oriente Medio “por medio de una ‘línea en la arena’ dibujada en el mapa entre Acre en la costa mediterránea y Kirkuk en el norte de Irak. Todo lo que está al norte de esa línea sería controlado por los franceses, y todo lo que está al sur por los británicos. Francia obtendría Siria y Líbano, mientras que Gran Bretaña tendría Irak y Transjordania… Un pacto descaradamente egoísta".

La cuestión de quién gobernaría Palestina no tuvo respuesta en el Sykes-Picot, los británicos recurrieron “a otra estratagema para asegurarse de que Gran Bretaña, no Francia, asegurara ese mandato al final de la Primera Guerra Mundial. A través de una serie de garantías a las principales figuras del floreciente movimiento sionista, el gobierno británico pudo asegurar el respaldo internacional para su control de Palestina con el pretexto de algo más que el interés propio imperial”. Precisamente esa estrategia produjo la ‘Declaración Balfour’ de 1917, el apoyo británico para "establecer en Palestina un hogar nacional para el pueblo judío". Balfour tuvo que admitir que se negaron hablar sobre el principio de autodeterminación.

Intereses geoestratégicos hicieron posible este tipo de acuerdos, Palestina originalmente fue vista como zona de amortiguación que protegería el Canal de Suez; luego se “descubriría” las inmensas reservas de petróleo en Mesopotamia que terminaría sembrando de caos y sangre la historia de Irak, Siria, Líbano y Palestina hasta el día de hoy.




Muchos se preguntarán, ¿qué pasa con el Kurdistán, por qué no se habla aquí de ello? Existe mucha confusión con Sykes-Picot y otros tratados y mapas de la época, la cuestión kurda tiene más que ver exclusivamente con el territorio que heredaría la naciente Turquía de su ancestro otomano. Para quienes estén interesados en los mapas del Kurdistán, por favor repasar nuestro artículo: KURDISTÁN: Los mapas de la discordia


Parte II

Hechos y ficción
La historia de “Sykes-Picot”

Adán Garfinkle
The American Interest

Lección de historia: Sykes-Picot no estableció -repito, no estableció- las fronteras del Medio Oriente moderno.

El 16 de mayo de 2016, se cumplió el centenario de Sykes-Picot, y las inanidades y estupideces al respecto surgen de los medios a una velocidad que me cuesta seguirles el ritmo. Vayamos al grano: Sykes-Picot no estableció -repito, no estableció- las fronteras del Oriente Medio moderno. Esto debería dificultar culpar a Sykes-Picot, ya que nunca entró en vigor. Y lo que se está desmoronando hoy no es el sistema interestatal Sykes-Picot, sino cada vez más las propias unidades; el sangriento ruido interestatal que vemos no es la fuente del problema central de la región, sino un síntoma del mismo. Hay muchas cosas en que pueden equivocarse, y sin duda es un asunto repugnante para compartir con la gente sin educación, como si fueran aperitivos de sabor extraño para la hora del cóctel.

Bien, entonces ¿por qué Robin Wright en The Atlantic, David Ignatius en el Washington Post, Daniel Pipes en su blog y, según el último recuento, unas seis docenas de personas más publicaron recientemente insistiendo en que Sykes-Picot hizo lo que seguramente no hizo?

Solo hay dos explicaciones posibles.

Una es que un autor sabe que la historia es mucho más compleja que dos tipos sentados en un salón imperial lleno de humo con un mapa en blanco y un lápiz grueso, pero usa el conocido eslogan “Sykes-Picot” como abreviatura para resumir lo que realmente sucedió. La otra es que el autor en cuestión en realidad no tiene ni idea de lo que está hablando. Ignatius y Pipes, estoy bastante seguro, usan abreviaturas. Robin Wright y muchos otros, no estoy tan seguro. Pero el resultado es el mismo: engañar a otros crédulos sobre lo que realmente sucedió durante y justo después de la Primera Guerra Mundial para moldear los contornos de Oriente Medio. Entonces, en resumen, ¿qué sucedió?

No hubo solo un cónclave secreto durante la guerra entre los Aliados, sino cuatro.

El primero, y con diferencia el más importante, el Acuerdo de Constantinopla del 18 de marzo de 1915, otorgó Estambul a Rusia, el control de los Dardanelos, Tracia y una parte del noreste de Anatolia; además, otorgó a Gran Bretaña y Francia amplias esferas adicionales sobre el patrimonio árabe del Imperio Otomano.

En segundo lugar, el Tratado de Londres, firmado el 26 de abril de 1915, puede describirse con justicia como el soborno aliado a Italia para que se uniera a la guerra, y prometía a los italianos beneficios inmobiliarios específicos a expensas de los otomanos. Este Tratado abrevió el primer esbozo de la distribución geográfica de la posguerra.

En tercer lugar, más de un año después (el 16 de mayo de 1916), se produjo el Acuerdo Sykes-Picot, mucho después de que los aliados hubieran acordado y firmado el acuerdo básico. Representó principalmente un ajuste y un conjunto más específico de acuerdos únicamente entre Gran Bretaña y Francia sobre sus posibles adquisiciones. Esto fue necesario por varias razones: ambigüedades en el plan original; la evolución de las realidades del campo de batalla; y el hecho de que Gran Bretaña había abierto y desarrollado desde entonces otra vía de negociaciones secretas, esta vez con el jerife Hussein de La Meca en la ahora famosa correspondencia Hussein-McMahon.

Sykes-Picot llegó con un mapa coloreado en cinco partes: zonas británicas y francesas directas e indirectas, y una zona internacional que abarcaba Jerusalén y una ruta hacia el oeste hasta la costa de Haifa. Las esferas de influencia indirectas británicas y francesas debían ser dominio de un “estado árabe independiente”, y esas mismas palabras aparecen en el mapa original. (más adelante se abordará lo que esto implica).

En cuarto lugar, llegó los Acuerdos de Saint Jean de Maurienne el 17 de abril de 1917, lo que amplió la participación italiana, pero dependía de la aceptación rusa. Esta aceptación nunca se produjo debido a la Revolución Rusa.




De hecho, ninguna de las fronteras previstas en estos acuerdos, ni por separado ni en conjunto, llegó a concretarse. La Revolución rusa invalidó el Acuerdo de Constantinopla, y el avance de los ejércitos del general Edmund Allenby en 1917 también invalidó gran parte del mapa Sykes-Picot. La Declaración Balfour de noviembre de 1917, que no incluía ningún mapa, y la intervención del ejecutivo sionista como elemento político en el proceso de toma de decisiones de la posguerra complicaron aún más la cuestión de la frontera entre el posible mandato británico para Palestina y el mandato francés para Siria.

Tras Versalles en 1919, se convocó una importante conferencia en San Remo en abril de 1920 para definir definitivamente las fronteras en previsión del depósito de los mandatos ante la Sociedad de Naciones. Pero ni siquiera San Remo resolvió el asunto definitivamente.

El Tratado de Sèvres, firmado en agosto de 1920, impuso un acuerdo muy draconiano al Imperio Otomano, pero cabe destacar que no insistió en el fin del imperio como tal, ni en su posesión del califato del Islam. En cualquier caso, pronto el gobierno griego de Venizelos aprovechó la debilidad de la Turquía otomana para invadir Anatolia, con apoyo británico. Esta fue una decisión fatídica y muy estúpida. Tuvo el efecto, junto con otras causas, de fortalecer y centrar considerablemente una incipiente guerra turca de liberación de una invasión multifacética en las principales tierras turcas de Anatolia. Antes de que terminara, unos 18 meses después, las armas turcas habían aplastado a los griegos. Este resultado, junto con el resurgimiento de la idea de un estado armenio independiente, convirtió a Sèvres, junto con lo poco que quedaba del mapa Sykes-Picot, en letra muerta. Ninguna de las fronteras trazadas en San Remo en relación con los límites de los mandatos con Turquía tenía sentido.

Durante el esfuerzo turco por resistirse a los términos del Tratado de Sèvres, Mustafá Kemal (Ataturk) tomó el control militar del gobierno turco. Ataturk y sus colegas nacionalistas acabaron con el imperio, separaron el califato de él y, finalmente, en 1924, lo abolieron por completo. Así pues, no fueron los Aliados quienes destruyeron formalmente lo que quedaba del Imperio Otomano y el califato, sino los propios turcos en nombre de la nueva República de Turquía.


El General (Pasha) Mustafá Kemal, luego Mustafá Kemal Atatürk, padre fundador de la actual Turquía


Fue el Tratado de Lausana, firmado en 1923, el que determinó las fronteras entre Turquía y los mandatos para Siria e Irak. Sin embargo, nunca se gestó ningún mandato para Armenia, ya que Turquía y la joven Unión Soviética invadieron conjuntamente el naciente estado armenio y aniquilaron su independencia. La URSS puso fin, por aquel entonces, a las tres nuevas repúblicas soberanas del Cáucaso que se habían separado de Moscú durante la guerra civil rusa de 1920-21. Ninguna entidad kurda se desarrolló fuera de la zona autónoma, ya que Mustafá Kemal logró persuadir a sus correligionarios kurdos musulmanes para que se unieran a él contra adversarios cristianos comunes: los griegos y los armenios, junto con sus grandes potencias aliadas.

La Comisión anglo-francesa Newcombe-Paulet finalmente detalló la frontera entre Palestina y Siria en 1923. El surgimiento del “gran” Líbano -las fronteras del Líbano actual- a partir del Monte Líbano y el mandato sirio en 1924 es una historia tan compleja que me cuesta resumirla aquí. Y, como Secretario Colonial, Winston Churchill creó el Emirato Hachemita de Transjordania una mañana de domingo de 1921 en Jerusalén, “entre puros y brandy”, en condiciones también demasiado complejas para resumirlas aquí. Cabe destacar que, en este caso, se crearon fronteras para una entidad que nadie, ni en su imaginación más descabellada, concibió siquiera que existiera en mayo de 1916.

Y, por supuesto, trazar las fronteras de Transjordania significó trazar una frontera occidental para lo que se convirtió en Irak. Si alguien hoy en día nunca ha oído hablar, por ejemplo, del problema del “capítulo árabe”, significa que nunca ha descifrado los archivos, que depende completamente de literatura secundaria defectuosa y que realmente no tiene ni idea de lo que dice cuando habla de Irak en la configuración territorial que asumió en 1920. Por si fuera poco, posteriores ajustes entre la Siria francesa y la Mesopotamia británica (posteriormente llamada Irak) trasladaron Mosul de la zona francesa a la británica a cambio de concesiones francesas en la industria petrolera local.

Mientras tanto, el Reino de Nejd, nunca colonizado, invadió el Hiyaz en 1924, expulsando a los hachemitas, lo que finalmente condujo a la adopción del término Reino de Arabia Saudita en 1932. Dos años después, Arabia Saudita atacó Yemen y se anexionó las provincias de Asir y Najran. Las fronteras entre Siria y Transjordania, y entre Transjordania y Arabia Saudita, no se definieron hasta mediados de la década de 1930. En 1938, una provincia del norte de Siria -Hatay, o lo que antes se conocía como Sandjak de Alejandreta y luego Cilicia- fue cedida a Turquía por Francia, con el consentimiento británico, en un acuerdo diseñado para evitar el apoyo turco a Alemania en la inminente guerra.

Se podría profundizar en la descripción de cómo se trazaron las fronteras del Oriente Medio "moderno", incluyendo la creación de los jeques del Golfo Pérsico, el último de los cuales (los Emiratos Árabes Unidos) no se creó hasta 1971. En otras palabras, ¡"Fronteras Sykes-Picot"! ¡Ni hablar! La insinuación de que alguna vez existieron es pura y simple mentira.

Mucho sobre cómo se trazaron y cómo no se trazaron las fronteras. Pero ¿por qué sucedió así? Las preguntas de "por qué" suelen ser mucho más difíciles de responder que las de "cómo", pero un breve intento quizás sea útil porque arroja algo de luz sobre lo que los observadores contemporáneos afirman que Sykes-Picot significa para nosotros, o debería significar para nosotros, un siglo después. 

Si existe alguna lección, esta debería extenderse más allá de Oriente Medio, pues los Aliados no solo arrebataron al sultán el control de las provincias árabes del Imperio Otomano, sino que también desmembraron los imperios de los Habsburgo y los Hohenzollern. El Imperio Romanov, mientras tanto, al final de la guerra, se encontraba en proceso de desmembrarse (temporalmente).

 

Un mapa detallado que muestra el Imperio otomano y sus dependencias, incluyendo sus divisiones administrativas (valiatos, sanjacados, kazas), en el año 1899



Pero centrémonos por ahora en el desmembramiento del Imperio Otomano. ¿Cuáles fueron las razones?

Razones -en plural- es la forma correcta de plantear la pregunta, porque rara vez una sola razón agota la realidad. Tres parecen ser las más importantes.

Una razón se relacionaba con la prudencia geoestratégica. La rescisión del Imperio Otomano, a lo largo de muchos años, había creado vacíos que fomentaron la competencia entre otras potencias y provocaron crisis y guerras, entre ellas las guerras de los Balcanes a principios del siglo XX y, en la mente de los estadistas de la época, la propia Guerra Mundial. Por lo tanto, un desmembramiento ordenado, alcanzado de mutuo acuerdo, debería hacer que el sistema en su conjunto fuera menos propenso a crisis y guerras en el futuro. El mismo razonamiento se aplicó tanto al desmembramiento previsto del derrotado Imperio de los Habsburgo como al del Imperio Otomano.

Una segunda razón se refería a la competencia imperial en general. La carrera por las colonias entre algunas potencias europeas -principalmente Gran Bretaña, Francia y Alemania- se había acelerado con la capacidad tecnológica para apoderarse y administrar imperios de ultramar. Una conferencia de Berlín en 1888 había dividido el África subsahariana. Posteriormente, la competencia se trasladó en parte al Pacífico Sur. Para 1914, quedaban pocos bienes raíces lucrativos en el planeta, salvo los que poseían los otomanos y que podían ser confiscados como resultado de la guerra. La competencia geoestratégica por los bienes raíces se había vuelto completamente global en la mente de los estadistas de las grandes potencias europeas por primera vez, y había asumido el carácter de una competencia posicional: cada potencia temía quedar en desventaja competitiva si este o aquel territorio caía en manos de un imperio rival. Muchos observadores a lo largo de los años han argumentado que esta competencia era sobre todo de carácter comercial; otros, que también estaba asociada con la grandeza nacional y el ego colectivo. Por muy ciertos que esos motivos pudieran haber sido en la mayoría de los casos, el motivo dominante para la mayoría de las potencias parecía provenir de esta competencia posicional, similar a un juego, que se manifiesta en muchas formas de comportamiento humano. (Los estadounidenses quizás puedan comprender esto mejor en el contexto de la adquisición de Hawái por parte de Estados Unidos. Sin duda, se cometieron algunas acciones ruines en esa saga expansionista; pero en aquel momento parecía obvio que si Estados Unidos no se presentaba, Alemania, Japón o Gran Bretaña lo harían, lo que le crearía una desventaja estratégica).

Una tercera razón, que no fue la más importante en 1914-1916, pero que cobró mucha más influencia en 1918-1919, fue de un tipo completamente diferente. Se trató de un cambio normativo que sostenía que el principio imperial de legitimidad debía ceder ante el principio moralmente superior de la autodeterminación nacional. Esto explica por qué, al final de la guerra, cuando los Aliados comenzaron a repartirse el territorio del Imperio Otomano, no pudieron simplemente tomarlo como botín de guerra imperial, como en tiempos pasados. En su lugar, crearon la idea de los mandatos, asociados con la creación de la nueva Sociedad de Naciones, en virtud de los cuales los territorios de la Turquía otomana y Alemania debían, al menos en teoría, ser guiados hacia la independencia soberana a su debido tiempo. ¿Cómo sucedió esto?

No hay suficiente espacio aquí para abordar plenamente esta cuestión. Baste decir que la base moral de la gobernanza ha evolucionado a lo largo del tiempo, pero lo ha hecho a distintas velocidades y de distintas maneras en distintas zonas de civilización. En la Primera Guerra Mundial, una zona de civilización que avanzaba a una velocidad (Europa Occidental) chocó con otra (Oriente Medio) que avanzaba a otra velocidad. En Europa Occidental, especialmente en Gran Bretaña, Francia y Países Bajos, las sensibilidades religiosas democratizadas habían invadido la política durante aproximadamente el siglo anterior, dando lugar, entre otras cosas, a la campaña para abolir la trata de esclavos. Pero las cruzadas, una vez lanzadas, son difíciles de controlar o anticipar, por lo que no nos sorprenderá saber que el elevado idealismo secularizado de Wilberforce sentó las bases para la colonización del África subsahariana por Gran Bretaña, Francia, Alemania, Portugal y Bélgica.

Nadie ve esto hoy en términos moralmente positivos, pero en ese momento la "carga del hombre blanco" y, en Francia, la misión civilizadora, eran extensiones secularizadas naturales de los elementos evangélicos del pensamiento cristiano, la "mundanización" de las categorías escatológicas. Ciertamente, intereses imperialistas más bajos estaban en juego, pero muchos pensaban sinceramente que el colonialismo era benigno y progresista. Y el crescendo de popularidad del que disfrutó el movimiento abolicionista fue un elemento que dio forma a la doctrina nacionalista de la autodeterminación. Siendo la mente humana promiscuamente asociativa, era solo cuestión de tiempo antes de que la proposición de que ningún hombre debería poseer o tener dominio sobre otro hombre se transformara en la proposición de que ninguna nación debería poseer o tener dominio sobre otra nación.

Por supuesto, el auge del nacionalismo en la Europa del siglo XIX también tuvo otras causas. Pero, sea cual fuere su origen, la fuerza moral de la autodeterminación nacional se unió en la Segunda Guerra Mundial a los otros dos motivos principales para desposeer a los otomanos, mencionados anteriormente. El avance de este nuevo ideal fue impulsado por moralistas armados -los neoconservadores de la época, en efecto-, personificados sobre todo por el presidente estadounidense Woodrow Wilson, quien rechazó cualquier mandato para Estados Unidos.

Las potencias aliadas, en cierto sentido, quedaron atrapadas en este cambio normativo que se alejaba de la legitimidad del principio imperial y se acercaba al nuevo ideal del "estado-nación", donde la comunidad etnolingüística se alineaba con la soberanía política legítima y la constituía como base de la misma. 

Cuando se reunieron en secreto a partir de 1915 para repartirse las tierras otomanas, los señores imperiales de las grandes potencias aliadas jamás imaginaron un sistema de mandatos ni una Sociedad de Naciones. Sin embargo, al finalizar la guerra y a punto de comenzar la conferencia de paz de Versalles en 1919, parecía imposible que otra idea pudiera competir, y mucho menos prevalecer. 

Así pues, cuando se plantea la pregunta: "¿Se concibieron los mandatos como instituciones de transición sinceras hacia una independencia real, o fueron meras tapaderas para la expansión de los imperios francés y británico?", la respuesta no es tan clara como podrían pensar los cínicos; de lo contrario, la frase "estado árabe independiente" nunca se habría inscrito en el mapa original de Sykes-Picot. En verdad, fue un poco de ambas cosas.

Ahora bien, por eso, cuando hoy se dice que la lección de Sykes-Picot es que las grandes potencias no deberían ir por ahí trazando las fronteras de otros -incluidas, de nuevo, las de Oriente Medio-, se genera un gran aplauso en algunos sectores. Incluso puede ser un buen consejo; para los extranjeros, redibujar las fronteras de la región hoy en día implica asumir la responsabilidad de hacerlas cumplir, y nadie en su sano juicio debería entusiasmarse con ello. Pero el consejo, independientemente de la opinión que se tenga, simplemente no se ajusta a la realidad histórica. Una vez que los Aliados decidieron despojar a los otomanos de sus posesiones imperiales y repartirlas, tras la victoria en la guerra, alguien tuvo que trazar algunas fronteras en algún lugar

¿Cuál era la alternativa? ¿Dejar intacto el sistema turco de millet y permitir que los cantones religiosos transterritoriales las sustituyeran como fronteras en una región gobernada por estados europeos con límites territoriales convencionales entre ellos? Incluso si los europeos hubieran imaginado tal solución, habría sido impráctica, casi ridícula. Y ciertamente los lugareños no estaban entonces en posición de trazar sus propias fronteras porque no tenían manera de hacer cumplir lo que hubieran decidido.

En cuanto a la supuesta "artificialidad" de las fronteras creadas en la región, la cual suele ser la alusión inmediata al proclamado pecado imperial de Sykes-Picot, esto también es bastante absurdo. Oriente Medio en 1919, no menos que en 1519, era un mosaico muy heterogéneo de etnias y afiliaciones sectarias, y el Levante más que la mayor parte del resto de la región. Cualquier frontera trazada allí habría sido "artificial" si por lo contrario de artificial se entienden fronteras históricas preotomanas entendidas y legítimas o fronteras que crearon estados-nación homogéneos. Ninguna de las dos existía ni era posible. Y las que se trazaron generalmente se apoyaban en alguna justificación histórica o etnosectaria ("El Hipo de Winston" al trazar la frontera de Transjordania con Arabia Saudita es un ejemplo claro); no eran tan artificiales como parece. (Nota del editor: El "Hipo de Winston" o el "Estornudo de Churchill" es el enorme zigzag en la frontera oriental de Jordania con Arabia Saudí, supuestamente porque Winston Churchill trazó la frontera de Transjordania después de un generoso y largo almuerzo).





Si las semillas de los actuales problemas en Oriente Medio se sembraron entre 1914 y 1918, no provienen de fronteras supuestamente artificiales trazadas por edictos imperiales, de los cuales Sykes-Picot fue una parte de mediana importancia

Provienen, en cambio, del intento de imponer el concepto occidental de Estado territorial secular y weberiano en una parte del mundo donde no existían precedentes. El motivo fue, al menos en cierta medida, benigno: hacer esta parte del mundo más moderna, más “progresista”, en el lenguaje de la época. Sin embargo, el resultado fue la creación, en última instancia, de una serie de estados independientes débiles, cada uno con una vida media diferente, pero no, históricamente hablando, muy larga. Su decadencia nos acecha ahora en un momento en que las tensiones que sienten todos los estados han aumentado notablemente. No es sorprendente que los más débiles sean los primeros en convertirse en polvo.

Y la ironía de todo esto es casi demasiado agria para soportarla. Los fuertes estados occidentales del período de la Primera Guerra Mundial, sin darse cuenta, causaron un sinfín de problemas a los pueblos y sociedades del Medio Oriente al incubar una arquitectura política que el suelo de sus tierras no podía soportar. Y ahora estos estados se están desmoronando, esparciendo demonios por todas partes en forma de Al-Qaeda, ISIS/Estado Islámico y quién sabe qué vendrá después, causando un sinfín de problemas a los pueblos y sociedades de Occidente en un momento en que la capacidad incluso de los estados relativamente fuertes para lidiar con tales problemas ha disminuido significativamente. Llámenlo "venganza" si quieren, no que sea conscientemente forjado o remotamente intencional en el sentido que acabamos de describir; es decir, los estados de la región que explotan como bombas suicidas simbólicas diseñadas para matar a enemigos extranjeros seleccionados. Sin embargo, una cosa es segura: la venganza no siempre es dulce.

Sykes-Picot cumple más de cien años, y lo que para la mayoría de la gente parece significar -a juzgar por lo que se ofrece- no solo se basa en diversos tipos de error, sino que trivializa profundamente la verdadera historia. La verdadera historia, una vez que uno la conoce realmente, no trata sobre imperialismo ni política de poder, ni sobre victimarios ni víctimas. La verdadera historia trata sobre cuán frágiles e interconectadas somos las criaturas humanas, sobre lo poco que comprendemos y podemos prever, y, sobre todo, sobre la inquietante rapidez con la que culpamos a otros de nuestros propios problemas y los de los demás.


Adán Garflinke

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Fuentes: 

20 agosto 2025

El pintor de la Resistencia: Joseph Steib y los sueños del arte mágico



 por Tito Andino

Recopilación de textos e ilustraciones


Joseph Steib, nació en Mulhouse en 1898 y falleció en Brunstatt en 1966 (Alsacia), poco sabemos de él, se conoce que trabajaba en la redacción y luego en el servicio de agua de la ciudad de Mulhouse hasta la década de 1940, un modesto funcionario sin historia. Era un artista aficionado, compartía su tiempo con la pintura, siendo un discípulo del pintor de la ciudad, Marie-Augustin Zwiller, tomó cursos de artes visuales en la escuela de dibujo de Mulhouse (1925-1926). Antes de la guerra se había ganado una pequeña reputación como pintor miniaturista ilustrando leyendas alsacianas, pero nunca pudo vivir de su pintura. Pese a ello, en los años 30, participaba con frecuencia en el Salón de los Artistas Franceses de París, con pinturas de la vida cotidiana y leyendas populares.

En su investigación, Francois Pétry -antiguo conservador del DRAC de Alsacia, historiador y coleccionista, así como biógrafo del artista- encontró su expediente profesional, parcialmente dañado, al parecer Steib adolecía de ataques epilépticos, causa de numerosos paros laborales, fue jubilado anticipadamente en 1943, a los 45 años. Según Pétry, las leyes de Nuremberg fueron una amenaza para el artista, mismas que reflejó en "Le Salon des Rêves" (el Salón de los Sueños).


"El Salón de los sueños. Cómo el pintor Joseph Steib hizo la guerra a Adolf Hitler" de François Pétry (publicado en 2015 por Editions La Nuée Bleue, 220 págs), revela como el pintor alsaciano asumió todos los riesgos para crear una obra de resistencia al nazismo, que ahora se expone en los museos más importantes de Europa con una serie de pinturas inspiradas entre el arte popular, el surrealismo y el expresionismo. 





El artista aficionado Joseph Steib creó durante la ocupación el “Salón de los sueños”, un ciclo pictórico que incluye 57 pinturas de corte popular exvotos. Es decir, sus pinturas se inspiran en la pintura religiosa, más el arte regional y hasta cierta pintura con toques de ingenuidad. Como parte de las ceremonias de Liberación, en septiembre de 1945 se exhibieron las 57 pinturas de "Le Salon des Rêves". Un periodista, A. Faust, elogió esa exposición en un artículo del 11 de septiembre de 1945, "Pintura y resistencia". El catálogo de la exposición de 1945 lo comprueba.




Joseph Steib al ser testigo de los horrores cometidos por el régimen nazi traza pinturas oscuras, sueños que recuerdan a pesadillas y que a través de la pintura habrían exorcizado. No sólo denuncia las atrocidades de la guerra, sino también la propaganda nazi, el culto a Hitler y sus eslóganes. Pintó lienzos criticando violentamente al régimen nazi y especialmente a Hitler, la mayoría de las veces en forma de parodia religiosa, convierte al líder nazi en una especie de Anticristo, una figura del mal absoluto. Destaca la introducción en los cuadros con la palabra y títulos de connotación religiosa como proverbios que no guardan sintonía con la obra, ya que a menudo son irónicos o satíricos. 


"Qui dort, dine" (Quien duerme, cena)


Hitler al aparecer representado como el Anticristo, para el autor su muerte tiene un carácter mágico, casi profético; sus lacayos son caricaturizados como alimañas y cerdos. Las pinturas de Steib describen lo que desea ardientemente: La liberación de Francia, el retorno de Alsacia a la República y el cumplimiento de la muerte de Hitler.


" l'espoir des peuples " (la esperanza del pueblo) 1941

Como se aprecia, en esta serie de obras, realizadas clandestinamente entre 1941 y 1945, son pinturas de oposición política, hostiles al nazismo; durante cuatro años pintó incansablemente desde la cocina de su casa en las afueras de Mulhouse (Alsacia), zona anexada al Reich, donde el simple hecho de hablar el francés se castigaba con la muerte. Steib se expuso al peligro de la represión nazi y de haberse descubierto sus producciones habría sido considerado “traidor” a Alemania. 

En general, la obra aborda los mismos temas que son tratados por los artistas alemanes de la Wiederstandsmalerei (pintura de la resistencia). Como todo régimen totalitario, la Sociedad Cultural Nacional Alemana ejercía una severa censura contra las obras que amenazaban la ideología de Hitler y Steib no hubiese sido una excepción. 



Pero también pintó escenas alegres, festivas, que muestran escenas colectivas de júbilo, Steib anticipa, sueña con la liberación. Los colores tricolores azul, blanco y rojo están muy presentes. Se aprecian personajes con trajes tradicionales alsacianos, alegres, además de sus sueños del castigo, la muerte de Hitler representa la derrota alemana. Una vez terminada la guerra, Steib volvería a su estilo y a sus temas pacíficos e inofensivos de antes del "Salon des Rêves".





"Mulhouse en liesse" (Mulhouse en júbilo), de1943. Joseph Steib anunció entonces la Liberación para el año siguiente (1944) y ya proclamó “¡Viva De Gaulle y Giraud!


"Et le rêve se reálisa" (Y el sueño se hizo realidad) -1939-1942. "La joie du retour dans les vallées" (la alegría de volver a los valles) 1943


"La Libération au vignoble alsacien" (La Liberación en el viñedo alsaciano) 1944


Desgraciadamente, tanto la obra como su autor cayeron rápidamente en el olvido, varias obras se perdieron, a ello sumemos el hecho de que poco se conoce del artista, quien durante su vida se negó a desprenderse de las pinturas de esta serie. Cuando él murió (1966) y luego su viuda (1981), su obra se dispersó. Gracias a la paciente investigación de Francois Pétry, Steib y sus pinturas fueron redescubiertas y finalmente reconocidas en su verdadero valor, tras encontrarlas en un anticuario de Estrasburgo en 1987. 

Francois Pétry difundió este descubrimiento a través de artículos y exposiciones, a pesar de haber ido adquirido obras del "Salon des rêves" y recientemente obras secundarias de Steib, Pétry sólo ha podido localizar 34 de las 57 escenas del "Salon des rêves". Pétry fue parte de las exposiciones de 1997 (Museo de Arte Naïve y Art Brut en Bönnigheim); en 2006, en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Estrasburgo; en 2012 y 2013, de la exposición "Arte en la guerra, Francia 1938-1947, de Picasso a Dubuffet", en el Museo de Arte Moderno de París y en el Guggenheim de Bilbao. En 2015 se publicó la monografía de Francois Pétry "Salon des rêves: Comment le peintre Joseph Steib fit la guerre à Adolf Hitler" (El salón de los sueños, cómo el pintor Joseph Steib libró la guerra a Adolf Hitler").


"Réquisition dans le train" (Requisición en un tren)1942; "Liberté, égalité, fraternité (quand)"1942; "L'Amour du prochain" (El Amor del prójimo) 1942 "A chacun son tour" (Cada uno por turno) 1942


Crítica de un experto

Georges Sebbag, en "El arte mágico de Joseph Steib", dice: "Como ha señalado Francois Pétry, probablemente hubo un malentendido en septiembre de 1945 durante la exposición "Salón de los sueños" de Joseph Steib en Brunstatt. Los numerosos visitantes que acudían creyeron ver en los cincuenta y siete cuadros que celebraban la derrota del nazismo y la liberación del país un informe o un retrato de los acontecimientos recientes, mientras que estos cuadros eran en su mayor parte anticipaciones subversivas, profecías alucinatorias o, más secretamente, incluso recetas mágicas destinadas a acelerar la muerte de Adolf Hitler y el colapso del Tercer Reich. Porque la originalidad de Joseph Steib es haber pintado, durante años de guerra y en perfecto secreto, tanto las pesadillas de la anexión como los sueños de liberación. Al igual que Dalí dibujó una cruz en un ejemplar de "La conquista de lo irracional" destinado a Hitler, Joseph Steib utilizó sus pinceles mágicos para derribar a este Anticristo. Y para estar a la altura del reto, Steib era sin duda consciente de que tenía que competir con la fuerza expresiva de James Ensor o la fuerza evocadora de Douanier Rousseau".


"Chauvinisme allemand"  (Chovinismo alemán) 1943

Al llamar a su exposición de Brunstatt "Salón de los sueños", Joseph Steib invocó el mecenazgo de Douanier Rousseau, o más precisamente afirmó inspirarse en su cuadro "El sueño", que al igual que en otras obras, los artistas sueñan con una victoria inminente. "Sueños de la selva virgen" y "sueños del triunfo del ejército francés", son dos de las grandes fuentes de inspiración de la pintura de Steib en Alsacia, que, al igual que otros, produjeron su obra en el mayor de los secretos, de cierta forma "convencidos de una cierta eficacia de sus visiones, de sus mensajes o de sus retratos. ¿Qué puede hacer el arte en la clandestinidad o en cautiverio? En principio, nada. Y, sin embargo, mucho tiempo después, la magia de Joseph Steib llega hasta nosotros".


A la izquierda, una visión de 1939, a la derecha "Ecce homo" (He aquí el hombre) 1942


"Justice sera faite" (Se hará justicia) 1941. El Juicio Final de Hitler inclinándose ante Cristo, la muerte programada para 1942 y 1943

Steib puede "profetizar" la victoria de los Aliados y la derrota del Anticristo, pero debe engañar la expectativa. Es por eso que pinta cuadro tras cuadro y puebla su sala de sueños. En 1940, soñaba con una derrota de Alemania en un futuro próximo. Como si el destino de Alsacia estuviera en sus manos, pintó en secreto lienzos de tristeza o júbilo, de terror o de libertad. "Utiliza un arte crudo de la magia, inseparable de la historia en curso. Las condiciones de su reclusión voluntaria, lejos de la denuncia y la autocensura, pusieron al pintor en el camino de la magia y la creación. A partir de entonces, Joseph Steib fue capaz de apropiarse de los refranes que actualizaba y de su pintura: "Qui dort, dîne" (Quien duerme, cena. en referencia a "después de la cena, postre). "A cada uno lo suyo". "Después de cada diciembre, seguirá el mes de mayo". "Se hará justicia". "El tiempo lo dirá". (Georges Sebbag)


Interpretación de algunas obras 


Varios lienzos, como "Sous la botte allemande" (Bajo la bota alemana), 1940, representan la presencia de tropas alemanas, la retirada de símbolos religiosos o nacionales en el interior de un edificio, su sustitución por la esvástica y un enorme retrato de Adolf Hitler, el control de una población con equipajes que parecen estar a la espera de ser trasladados o expulsados, en definitiva, la invasión del decorado por el verde de los uniformes.



"Le Conquérant" (El conquistador), 1942. Óleo sobre falso cuero (polipiel) pegado sobre cartón. 89 x 59,5 cm. Es una obra central de J. Steib. (Colección particular, Francia ©), en su enmarcado original.

Análisis del cuadro. Texto de Cyril Zaninetti, Gauthier Roy, Johannes Crozet en "Joseph Steib. Sus Obras". Steib caricaturiza al Führer alemán. Rico en detalles y colorido, cuando vemos la cabeza de Hitler con el cerdo por boca y el pelo como el pico de un cuervo, tenemos la impresión de ver el verdadero rostro del führer. La cabeza de Hitler está formada por varios animales: su mandíbula inferior es un cerdo boca arriba, su oreja y su frente son gatos. Su pelo forma el pico de un cuervo y sus dientes son los de una rata. Esta cabeza compuesta de animales puede recordar otras pinturas como "La tierra de Arcimboldo" donde un personaje tiene una cabeza enteramente compuesta de animales. La caricatura de Hitler lleva una gorra militar con las palabras: "El águila hará que el sol ceda". En el ala de su gorra hay dos hombrecitos que sostienen una esvástica con la inscripción: "sobre todo", tomado del himno nacional alemán.

 

 

Hitler lleva un abrigo verde con la insignia del NSDAP. También lleva una corbata con un águila sobre una esvástica. Hitler tiene alas de ángel en la espalda. En su brazo, el brazalete nazi está formado por serpientes que pueden recordar un cartel de propaganda antifascista soviético. Sobre estas serpientes está escrito: “la serpiente le aplastará la cabeza”. Y en el puño también vemos un insecto. 

Sobre su pecho hay una paleta de pintor y dos pinceles a modo de provocación: el Führer fue un pintor fracasado. En la paleta está escrito: "1939-1943", "Date prisa Hitler" (en alemán "heil Hitler"), "¡¡Has cumplido tu condena!!" "¡¡Tu victoria está muy lejos!!" "Prepárate para caminar".

En el primer pincel está escrito: "El bien común ante uno mismo" que era el dicho escrito en las monedas de la Alemania nazi. En el segundo pincel está escrito: "Sieg Heil", el lema gritado en el momento del saludo fascista. Esto significa: saludo victorioso. Debajo de la paleta leemos: "¡Dios está con nosotros!" 

 


Otro análisis, de Julie Malaure (2012), "El conquistador o Hitler ridiculizado", respecto a la pintura dice: "La bestia inmunda. Hitler se convirtió en el tema favorito de Steib. Transforma el culto a la personalidad del Führer en una escena blasfema de Cristo. Un anticristo alado, visto a través del ojo irónico y venenoso de un pintor caricaturista decididamente incomparable. También añade a su visión un conglomerado de criaturas para animalizar a Hitler, la bestia inmunda. Su rostro, al igual que el de Arcimboldo, está formado por un cerdo boca abajo para evocar la barbilla y la boca. Los pájaros se escapan de sus cejas, sus oídos producen extraños excrementos. La esvástica, en su brazo derecho, retoma el motivo de dos serpientes, burlándose de los lemas del régimen nazi en una distracción que subraya aún más su ridiculez. 

El artista fracasado. A pesar de la impresión de ingenuidad que desprende el cuadro, el pintor conoce perfectamente el punto débil de su enemigo y lo vuelve contra él. Adorna a Hitler con una paleta con pinceles. Un cepillo que también se encuentra más arriba, usado como corbata. La señal de que Steib sabe que Hitler suspendió el examen de acceso a la Escuela de Bellas Artes en 1907. Un elemento cuya importancia no se le escapa al pintor. Pero sólo estamos en 1942 y Steib, clarividente, ya nota todo el poder del pequeño detalle. Si Hitler hubiera sido admitido en las bellas artes, tal vez la faz del mundo habría cambiado.

 

 


"Le juste retour des choses" (La justa devolución de las cosas, o "Venganza") 1943. es un cuadro que fue encontrado dañado y luego restaurado. Su título es incierto. Esta pintura, a primera vista, parece misteriosa, caótica, impresionante y muy fuerte. Parece ser una pintura esencial, notable por el uso de la escritura por parte de Joseph Steib. Da la impresión de una guerra total, de destrucción del mundo, tanto en la tierra como en el agua. Una especie de pesadilla. Muy particular, está pintado en fríos dominantes: gris negro azul gris verde. El conjunto parece veteado, desgarrado por pinceladas amarillas, llamas verticales. Un río tumultuoso y gris divide la pintura horizontalmente en dos, dando una impresión de simetría entre el mundo de arriba y el de abajo. Pero es una falsa simetría... En efecto, arriba podemos ver edificios, construcciones en llamas, humo gris. Es difícil ver banderas nazis (esvásticas) en los tejados, llevadas con el brazo extendido por combatientes ocultos (izquierda).

 

 
Abajo, al revés, cuando se da la vuelta al cuadro, parece aparecer un barco en llamas. El río lleva objetos. En algunos podemos leer "deutscher AKA gummi", (alemán gummi-gomitas) (goma de AKA que era una poderosa alianza comercial) "HITLER gummi" (gomita Hitler). En las esquinas está escrito en blanco: "wir werden" (estaremos o vamos) "wir haben" (tenemos) En diagonal ascendente, de izquierda a derecha, está marcado en blanco: "ausradierung durch" (borrado por) En la parte superior destaca la palabra: fin, en mayúsculas amarillas. Los escritos parecen repetir los lemas queridos por la ideología nazi. Borrado se refiere a la "erradicación", la aniquilación (vernichtung) de las llamadas "razas inferiores", los judíos en primer lugar, pero también de los gitanos, los homosexuales, los discapacitados (F. Petry en su libro recuerda que J. Steib habló sobre temas relacionados con la discapacidad. a su epilepsia y sus tratamientos). Los nazis habían introducido una especie de neolenguaje, desviando las palabras de su uso inicial, lo que Victor Klemperer describirá bien en su libro, "El lenguaje del Tercer Reich". La palabra fin: ¿fin del mundo? ¿Fin del nazismo? (Texto de: Cyril Zaninetti, Gauthier Roy, Johannes, "Joseph Steib, sus obras")

 

 


"La dernière scène" (La última escena) 1943. es un óleo sobre madera de Joseph Steib. Esta pintura es profunda e interesante. Steib supo seguir siendo original inspirándose y reinterpretando paródicamente el cuadro "La Última Cena" de Leonardo Da Vinci, cuadro que ha sido utilizado por muchos artistas, como Salvador Dalí. Esta pintura transmite un fuerte mensaje contra Hitler y los nazis. 
Mientras que el cuadro original ponía a Jesús en el centro, aquí Steib lo reemplaza con Hitler (encarnación del anticristo). Lo mismo ocurre con los apóstoles, que son sustituidos por líderes del ejército alemán uniformados, a la izquierda. También podemos ver a la derecha del cuadro, entre otros miembros destacados del partido nazi, a Himmler (líder de las SS). Todos están reunidos en una sala alrededor de una misma mesa (excepto un personaje que se encuentra a la derecha sosteniendo un documento, parece Mussolini), sobre esta mesa está colocado un mantel sobre el que está bordada una esvástica, motivo que se encuentra en otras partes de la habitación. También encontramos el águila detrás de Hitler, símbolo del imperialismo alemán.



Este cuadro traduce una fantasía de Joseph Steib: La muerte de Adolf Hitler. De hecho, donde el cuadro original de Da Vinci representa la "Última Cena" (la palabra "escena" es, en este caso, sinónimo de "cena"), aquí Steib dibuja su sueño: que esta comida sea la última de Hitler. Para respaldar este sueño, Steib da el título "La última escena" como referencia a la pintura original porque usa la palabra "Última Cena" pero usa otra ortografía para cambiar su significado y hacerlo algo más obvio, lo que significa claramente que esto representa su último momento, va ha ser "la última escena" de su vida.
Además de todo esto, podemos ver detrás del "Führer" un esqueleto sujetando un velo, otro significado de que el velo de la muerte caerá sobre él. También podemos ver a su izquierda una balanza, un mensaje que significa que se hará justicia. A los pies de la mesa hay varias serpientes, un animal que en la Biblia representa el mal, aquí directamente comparado y vinculado con los nazis. (Texto de: Cyril Zaninetti, Gauthier Roy, Johannes, "Joseph Steib, sus obras")




"La damnation du Fuhrer" (La condenación del Führer) 1941. La condenación del Führer es un pequeño cuadro pintado sobre cartón con unas dimensiones totales de 40 x 47cm enmarcado en gris y rojo. Está fechado en 1941. Es una composición en colores llamativos, marrón, rojo, amarillo y verde claro pintada a grandes trazos. Representa un grupo de 13 personajes. En el centro del cuadro está Hitler con traje militar: su gorra, un abrigo verde claro sobre el uniforme con botones dorados, una Cruz de Hierro y una cruz nazi. Cabe señalar que sólo este personaje viste los colores verde y blanco, lo que llama la atención. Como todos los demás personajes, Hitler tiene la piel morena y parece sufrir: de sus ojos brotan abundantes lágrimas. El trasero del personaje está envuelto en llamas al igual que ciertas partes de su abrigo. Está rematado por un demonio colgado de sus hombros y con los dientes clavados en la gorra. Este demonio tiene un rostro mitad humano, mitad animal. Steib utiliza representaciones de la imaginería popular y religiosa presentes desde la Edad Media. Su Satán ha desarrollado dientes, orejas puntiagudas, cuernos, alas, patas de anfibio retorcidas, ojos rojos saltones, cabello despeinado y bigote negro. El diablo parece estar relacionado con los demonios de Hieronymus Bosch. 



Del grupo destacan otras figuras: A la izquierda de Hitler se encuentra otro demonio, reconocible por su característica barba y bigote negros, parece nervioso. A la derecha del diablo principal hay una segunda figura con barba vestida con una gorra nazi. Las otras figuras que rodean a Hitler están desnudas, morenas, con muecas, con ojos y dientes blancos. Las llamas devoran a los personajes que parecen sufrir un dolor insoportable. El fondo amarillo y los colores dominantes rojo y marrón representan el infierno. En esta pintura, Steib envía a Hitler al infierno en 1941. Esta pintura sigue a otra pintura de 1941 donde vimos a Cristo enviando a Hitler al infierno durante el juicio final. El pintor nos transmite directamente su deseo de que Hitler sea juzgado. (Texto de: Cyril Zaninetti, Gauthier Roy, Johannes, "Joseph Steib, sus obras") 

 

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Fuentes del presente artículo:

Joseph Steib – la résistance par la peinture

L’art magique de Joseph Steib

Les oeuvres de Joseph Steib. Le Salon des Rêves

Les trois vies de Joseph STEIB

"Le conquérant" ou Hitler ridiculisé : Steib, c'est bien

Joseph Steib, peintre résistant

L'Art en guerre, France 1938-1947. De Picasso à Dubuffet

¿Qué pintor declaró la guerra a Hitler?

Alsace : un livre sur Joseph Steib, un artiste engagé dans la peinture de Résistance

Pétry (François), Le «Salon des rêves» : comment le peintre Joseph Steib fit la guerre à Adolf Hitler

La guerre secrète de Joseph Steib

Steib, le peintre résistant

Joseph Steib, peintre résistant

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