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13 mayo 2023

Asesinos de despacho: La historia del nazi Karl Wolff

 

     Karl Wolff en sus años de poder y gloria, en el norte de Italia, finales de 1944. La fotografía fue tomada por Walter Frentz


Parte I
Karl Wolff, su vida y obra en resumen

por Tito Andino


Karl Friedrich Otto Wolff 
(conocido como "Wolffie"). Combatió en la primera guerra mundial como teniente del ejército imperial, un hombre culto, acogido en las filas del nazismo y de las SS con todas las consideraciones, inició su carrera en la Oficina Central de Personal del Reichsführer SS en 1933. Diputado en el Reichstag en 1936 (es decir, comparecía, junto a los demás, dos veces al año para aplaudir los discursos de Hitler y cantar el Horst Wessel). Desde 1939 hasta 1943 ejerció como oficial de enlace entre Himmler y la Cancillería de Hitler. En 1943 hasta el final de la guerra fue el Jefe de las SS y de la Policía en Italia, así como Gobernador Militar de la Italia ocupada.





Wolff estuvo implicado en muchos actos emanados de la oficina de Himmler, es perturbador para muchas víctimas e historiadores encontrarse con el hecho de que Wolff evadió los procesos penales de Nuremberg, pero compareció como testigo de la acusación en el juicio. Todos los investigadores coinciden que la "salvación" llegó por su participación directa en la "Operación Sunrise", es decir, aquellas conversaciones secretas con los estadounidenses en marzo de 1945, en Suiza, que culminó con la capitulación del 29 de abril de 1945 de los ejércitos alemanes combinados en el suroeste de Europa ante las fuerzas aliadas dirigidas por el mariscal de campo británico Alexander. El acuerdo también incluía neutralizar las guerrillas antifascistas italianas (generalmente comunistas) para lo cual era valioso el conocimiento de las fuerzas policiales del nazismo: Gestapo y SD (Servicio de Seguridad).


El ex Obergruppenführer de las SS, Karl Wolff  comparece ante el tribunal que lo juzgó por crímenes de guerra. Munich, 1964

A pesar de que Wolff se libró de una segura condena a muerte en los principales procesos por crímenes de guerra y contra la humanidad entablados por las fuerzas de ocupación Aliadas en Nuremberg, no pudo impedir ser detenido y quedar bajo custodia británica en 1945. Fue procesado por un Tribunal alemán y condenado en noviembre de 1948 a cinco años de prisión por pertenencia a una organización criminal -las SS-, su sentencia fue reducida a cuatro años y quedó en libertad. Wolff fue nuevamente detenido en 1962, esta vez acusado de complicidad en la deportación de decenas de miles de judíos de Varsovia hacia Treblinka (verano 1942), fue sentenciado a 15 años de reclusión en 1964, cumplió una parte de la pena, para 1969 quedó en libertad aduciéndose causas médicas y libre completamente en 1971. En esos procesos quedó claro que Wolff era "los ojos y los oídos de Himmler" en la sede de Hitler, conoció todos los eventos importantes y/o tuvo acceso a información relevante como las acciones y operaciones de las SS en diferentes frentes. Como era de esperarse negó conocer cualquier actividad relacionada con el holocausto, aduciendo no ser más que un burócrata, uno más de los recordados criminales nazis de cuello blanco (VER: "Las elites nacionalsocialistas y los asesinos de despacho").


Karl Wolff  durante el proceso judicial alemán que lo juzgó por crímenes de guerra. Munich, 1964.

Pese a su negativa, la evidencia dice todo lo contrario: Wolff estuvo involucrado en el holocausto

- 8 septiembre 1939, Wolff ordenó (carta oficial) a la Gestapo en Frankfurt el "arresto inmediato de todos los judíos varones de nacionalidad polaca y sus familiares y la confiscación de cualquier riqueza".
- 27 abril 1941, Karl Wolff en compañía del jefe máximo de las SS y otros altos mandos de esa organización estuvieron en una inspección de la infraestructura del campo de concentración de Mauthausen (Austria)
- 1942, Wolff supervisa los transportes de deportación durante la "Grossaktion Warschau", el exterminio masivo de judíos del gueto de Varsovia.
- Agosto 1941, Wolff está presente, junto a Himmler en una masacre de judíos en Minsk, organizado por Arthur Nebe, jefe del Einsatzgruppe B  (escuadrones móviles de exterminio). Aquel episodio condujo a la orden de Himmler de que debía encontrarse métodos alternativos de asesinato.


 

Karl Wolff, atrás de Heinrich Himmler, durante la inspección al campo de concentración de Mauthausen (Austria), abril 1941 (foto colorizada).

 

- Karl Wolff mantuvo disputas por el poder, tras el asesinato de Reinhard Heydrich (junio 1942), con el sucesor de Heydrich en la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich), el SS Ernst Kaltenbrunner y con el SS Walter Schellenberg del servicio de inteligencia extranjera.
- Por diversas razones (incluidas las médicas) Wolff cayó en desgracia ante Himmler, al ser despedido del cargo de Jefe de Personal de las SS fue relevado como oficial de enlace ante Hitler en abril de 1943, siendo destinado, en septiembre de 1943, a Italia como Jefe de las SS y de la Policía.
- Julio 1944, Wolff es nombrado Plenipotenciario General de la Wehrmacht, haciéndose cargo de la lucha antipartisana en la Italia ocupada. Es decir, Wolff comandaba no solo las SS sino que podía disponer del ejército regular en el Norte de Italia (República Social Italiana RSI, también conocida como la República de Saló, estado títere fascista a órdenes de Alemania). Para 1945, Wolff seguía actuando como comandante militar en Italia.
- Es evidente su participación en crímenes de guerra en Italia (las pruebas documentales desaparecieron en su gran mayoría, investigadores estadounidenses poseían material incriminatorio en 1945); Wolff no solo que conoció, aprobó las represalias y ejecuciones de la "masacre de las fosas Ardiatinas" (24 marzo 1944).


Karl Wolff, Himmler y otros en el campo de concentración de Mauthausen, abril 1941 (Bundesarchiv Bild)

Con la Operación Sunrise, Karl Wolff asume también el rol de "nazi bueno" y entabla conversaciones secretas en Suiza con la Oficina de Servicios Estratégicos de EE.UU, (actual CIA), bajo mando de Allen W. Dulles para rendir a las fuerzas alemanas en Italia y otros zonas circundantes. Las negociaciones terminaron con la rendición alemana del 29 de abril 1945, Hitler seguía vivo y la batalla de Berlín continuaba.

Las siguientes líneas corresponden a Nicholas Reynolds, redactor de la reconocida revista World War II (en inglés, edición diciembre 2021) y reproducido por el sitio web  Historynet, un análisis crítico sobre las razones que motivaron al nazi Karl Wolff a negociar con los Aliados la rendición de las tropas alemanes en Italia... los últimos días de la guerra.

*****

Parte II

KARL WOLFF: 
¿PACIFICADOR, ASESINO EN MASA O AMBOS?

Obersalzberg, mayo 1939, al que solo acudía el círculo íntimo de Hitler. (Captura de pantalla de un film de Eva Braun) Heinrich Himmler escucha las explicaciones de Reinhard Heydrich junto a Karl Wolff y Hermann Esser. 


Por Nicholas Reynolds 
historynet.com
Edición original, World War II Magazine:
KARL WOLFF: PEACEMAKER, MASS MURDERER, OR BOTH?

El general de las SS estaba dispuesto a poner fin a la guerra en Europa. Pero, ¿alguna vez comprendió y reconoció realmente su complicidad en el Tercer Reich?

Durante la Segunda Guerra Mundial, el contacto directo entre los líderes nazis y aliados era cada vez más raro. Dos excepciones particularmente dramáticas ocurrieron justo antes de los puntos de inflexión en la guerra, ambas destinadas a negociar un acuerdo de paz. Rudolf Hess hizo el contacto más conocido, un año y medio después de iniciado las hostilidades (Nadie apreció el gesto sincero pero delirante de Hess). El segundo, acercándose al final de la guerra y mucho menos recordado, fue trabajo de un general de las SS llamado Karl Wolff, quien invocó a Hess y dejó una serie de preguntas preocupantes y aún sin resolver a su paso. (NdelE: Sobre Hess, repase el siguiente enlace: El paracaidista Rudolf Hess llegó a Inglaterra hace 80 años)



El poder de Karl Wolff dentro de las SS solo puede ser apreciado en estas fotografías junto a Heinrich Himmler, Reinhard Heydrich y otros líderes nazis


El turno de Wolff en el establecimiento de la paz llegó en las últimas semanas de la guerra. Desde finales de 1943 había sido el comandante superior de las SS en Italia, esencialmente el principal ejecutor del Reich en ese teatro. Sus títulos eran temibles: SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Líder Supremo de las SS y la Policía, y Plenipotenciario de las Fuerzas Armadas Alemanas. No tenía tanto poder militar como su homólogo de la Wehrmacht, que comandaba más de tres cuartos de millón de soldados, marineros y aviadores, pero encarnaba el poder político nazi.


Karl Wolff, SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Jefe Supremo de las SS y la Policía en Italia (fotografías de 1937 y 1944, respectivamente. El 9 de diciembre de 1944 recibió la "Deutsches Kreuz" en oro).


Wolff tenía una variedad de fuerzas bajo su mando. Para luchar contra los partisanos detrás de las líneas del frente, confió en unos 160.000 soldados, incluidos "voluntarios" extranjeros. Esta guerra irregular no fue tan brutal como la del Frente Oriental. Wolff también comandó a unos 65.000 alemanes que formaban parte del aparato policial que buscaba y arrestaba a los enemigos del Reich, además de dirigir prisiones y un puñado de campos de trabajo y concentración.

Para febrero de 1945, los aliados habían empujado a la Wehrmacht hacia el sur de Bolonia, en el norte de Italia. En otros lugares, el panorama era mucho peor para los alemanes. Su última gran ofensiva, la Batalla de las Ardenas, había fracasado, deteniéndose muy por debajo de sus objetivos y agotando seriamente las pocas reservas restantes de Hitler. Las fuerzas aliadas avanzaban ahora implacablemente desde el oeste, en su camino para romper el Rin a principios de marzo. En el este, los rusos tenían dos enormes dagas apuntando al corazón del Reich, una desde el otro lado del río Oder, a solo 50 millas de Berlín.


22 abril de 1944, estación de tren de Salzburgo, Hitler se reúne con el Duce Benito Mussolini y otros oficiales del Eje. Se observa a un emocionado Karl Wolff saludando a Hitler. Fotografías de Walter Frentz.


Wolff tenía cierta experiencia como joven oficial del ejército durante la Primera Guerra Mundial, pero no era un soldado profesional. Aún así, comprendió que era solo cuestión de tiempo antes de que los Aliados ganaran. Una mayor resistencia no serviría para nada, lo que resultaría en la pérdida innecesaria de vidas y propiedades. En sus palabras, estaba listo ya a mediados de 1944 "para hacer lo que estuviera en su poder" para poner fin a la guerra "en caso de que se presentara una oportunidad honorable". Cuando vio esa oportunidad, decidió actuar: a finales de febrero de 1945, Wolff aprobó una propuesta de dos oficiales bajo su mando, el coronel Eugen Dollmann y el capitán Guido Zimmer, quienes vestían el uniforme negro de las SS pero tenían una debilidad por Italia y su cultura. Dirigidos a la inteligencia militar suiza a través de intermediarios, pidieron a los suizos, quienes, siendo neutrales, poder hablar con ambas partes, extendiendo las sensaciones de paz a los aliados occidentales en su nombre.

Los suizos sabían a quién recurrir: Allen W. Dulles, jefe de la base de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) en la capital suiza, Berna. El ex diplomático de 52 años era un abogado de Wall Street con licencia prolongada de uno de los grandes bufetes de abogados, Sullivan & Cromwell, donde su hermano mayor, John Foster, era socio principal. Dulles encontraba el trabajo de inteligencia mucho más interesante que la práctica lucrativa pero sombría del derecho corporativo; realmente disfrutó de la emoción de operar a las puertas de Hitler rodeado de territorio enemigo durante gran parte de la guerra. Además, era bueno en su trabajo. 


París, 23 junio 1940. El primero a la izquierda es Karl Wolff, junto al arquitecto Hermann Giesler, Albert Speer, Adolf Hitler y Arno Breker.


Dulles reaccionó a la iniciativa de Wolff enviando intermediarios para reunirse con Zimmer y Dollmann en suelo suizo, donde las dos partes sondearon las posiciones de la otra. Para demostrar que Wolff hablaba en serio, Dulles exigió que liberara a un miembro de alto rango de la resistencia italiana llamado Ferruccio Parri, uno de los prisioneros más prominentes de Wolff y una moneda de cambio de alto valor. Dulles se sorprendió por el cambio rápido e incondicional: para el 8 de marzo, Parri y otro ex prisionero aparecieron en la frontera suiza, seguidos por el propio Wolff. Quería ver a Dulles.

A través de un intermediario suizo Wolff envió lo que equivalía a sus credenciales de pacificación. En la parte superior estaba su tarjeta de visita, muy parecida a una tarjeta de presentación de hoy, con su título oficial. Se adjuntaba una larga lista de nombres de referencias, incluidos Hess y el Papa Pío XII, marcados con notas cortas. Wolff incluyó a Hess presumiblemente porque los aliados podían preguntarle sobre Wolff; los dos hombres se conocían de Berlín cuando Wolff había sido miembro del círculo íntimo de Hitler. Y Wolff, aunque no católico, había tenido una audiencia con el Papa en mayo de 1944 para discutir las perspectivas de paz. Wolff señaló que a petición del Papa, había liberado a un prisionero italiano, y que el Papa "está listo para interceder, si lo desea, en cualquier momento". Complementando las referencias había cartas que registraban casos de clemencia de Wolff y su papel en la protección del arte de valor incalculable. Afirmó que cientos de pinturas italianas irremplazables de la mundialmente famosa Galería de los Uffizi en Florencia habían sido trasladadas a un lugar seguro bajo sus órdenes.


Sepp Dietrich, Heinrich Himmler, Karl Wolff, en 1934


Los estadounidenses no estaban del todo seguros de qué hacer con Wolff. Los archivos de la OSS en Washington contenían poco más que un párrafo o dos de información sobre él. El asistente de Dulles, el germano-estadounidense Gero von Schulze-Gaevernitz, había oído hablar de Wolff. Los dos incluso tenían algunos conocidos mutuos, y Gaevernitz sabía que Wolff había intercedido en nombre de un filósofo católico que la Gestapo había amenazado en 1939.

Dulles decidió ver por sí mismo cómo era Wolff, y acordó reunirse con él poco después de que se presentara ese 8 de marzo, en un apartamento que Dulles tenía en Zurich para lo que llamó "reuniones de la naturaleza más delicada". Estaba ubicado al final de una calle tranquila y daba al lago de Zúrich. Dulles preparó el escenario para la reunión nocturna, como los funcionarios estadounidenses se sentían incómodos estrechando la mano de los nazis, Dulles solo asintió en saludo cuando Wolff llegó, pero le ofreció a su invitado, que parecía incómodo, un vaso de whisky. Señaló que Wolff era "un hombre guapo y muy consciente de ello": nórdico, bien construido, con cabello rubio oscuro canoso, rasgos agradables y, especialmente para un nazi, buenos modales. Tenía ojos azules y hablaba alto alemán sin acento regional, a diferencia de Hitler, que nunca se despojó del twang bávaro que había aprendido cuando era niño y no se preocupaba demasiado por sus modales.


Karl Wolff, probablemente fotografiado en 1944 en Italia 


Wolff se relajó lo suficiente como para decirle a Dulles lo que podía y no podía hacer. Alemania había perdido la guerra, y el único curso de acción sensato era rendirse. Quería lo mejor para su país, y estaba dispuesto a actuar por su cuenta para rendir las fuerzas bajo su mando. Pero el resultado sería mucho mejor si él, Wolff, pudiera persuadir al comandante de la Wehrmacht en Italia, el mariscal de campo Albert Kesselring, para que también rindiera los cientos de miles de tropas bajo su mando. Wolff tenía una buena relación con Kesselring y, mientras nadie revelara sus planes a Hitler, podría tener éxito. Wolff no pidió ningún tipo de tratamiento especial para sí mismo.

Dulles informó sus impresiones favorables a Washington, especialmente que Wolff representaba un "elemento más moderado en las Waffen SS, con una mezcla de romanticismo", una aparente referencia a la tierra teutónica de nunca jamás en la que Wolff creía. Aquí era donde los hombres eran arios cultos como él, las mujeres fértiles como sus dos esposas, los niños con nombres populares como sus hijos Widukind y Thorisman. El general de 44 años era, resumió Dulles, "probablemente la personalidad más dinámica del norte de Italia y más poderosa después de Kesselring". Dulles estaba ansioso por continuar, al igual que el director de la OSS, William J. Donovan. Otros en Washington eran cautelosamente optimistas, siempre y cuando Wolff entendiera que los únicos términos posibles eran la rendición incondicional.


Himmler, Ribbentrop y Karl Wolff, 21 junio 1940. Francia - Compiégne, durante las negociaciones del armisticio francés


La idea básica, una rendición local en el norte de Italia, era sencilla. Pero el diablo estaba en los detalles, y había una complicación tras otra. Wolff había discutido repetidamente el asunto con el polifacético Kesselring, un general de la Luftwaffe al mando de las fuerzas aéreas y las tropas terrestres en Italia. Pero justo cuando Kesselring parecía estar a punto de ceder a los argumentos de Wolff, Hitler transfirió a Kesselring a otro comando. Wolff tuvo que trabajar en su sucesor, el general Heinrich von Vietinghoff, un oficial del ejército más tradicional que se sentía incómodo con la idea.

El comando del Cuartel General de las Fuerzas Aliadas (AFHQ), quería formar sus propias impresiones de Wolff, y envió a dos de sus oficiales de más alto rango: el mayor general británico Terence Airey, responsable de inteligencia, y el mayor general estadounidense Lyman Lemnitzer, el jefe asistente de personal en el AFHQ. Se reunieron con Wolff en Suiza el 19 de marzo.


Insistimos que Karl Wolff no era un General SS cualquiera, siempre -a lo largo de su carrera como nazi- acompañó a Hitler y Himmler. En estas fotos, además se observa a Wolff junto a Martin Bormann,  Reinhard Heydrich y el Mariscal del Reich, Hermann Goering. 


De alguna manera, Hitler y Himmler se enteraron de las actividades de Wolff, sin conocer todo su alcance, y lo convocaron a Berlín para no una, sino dos rondas de consultas. Wolff sobrevivió a los espeluznantes viajes gracias a su buena relación con Hitler y su rápido ingenio. Tomó una precaución de Dulles, que ofrece una pista de lo que esperaba, aunque no se le pidió explícitamente. Preparando una nota para ser entregada al estadounidense en caso de que Hitler o Himmler ordenaran su arresto, o si moría por cualquier otra razón, pidió que "el Sr. Dulles ... rehabilitar mi nombre, dando a conocer mis verdaderas y humanas intenciones; para dar a conocer que no actué por egoísmo..., sino únicamente por la convicción y la esperanza de salvar, en la medida de lo posible, al pueblo alemán". También pidió, "si esto es posible", que Dulles proteja a sus dos familias, es decir, su primera y segunda esposas y sus hijos.

Churchill y el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt fueron informados sobre la Operación Sunrise, ya que Dulles había etiquetado las negociaciones de rendición. Churchill prestó más atención al asunto que Roosevelt, que estaba gravemente enfermo en ese momento. Cuando Churchill insistió en que los soviéticos fueran informados, Stalin explotó en rabia paranoica, acusando a los británicos y estadounidenses de maniobrar a sus espaldas. La muerte de Roosevelt el 12 de abril fue otra complicación importante, una que llevó a Wolff a escribir a mano una carta de condolencia a Dulles, la única de un oficial general de las SS a un alto funcionario estadounidense. La prosa era rígida, pero el mensaje era reflexivo: "... el fallecimiento del presidente con el que estabas tan cerca debe haber sido doloroso para ti en igual medida como hombre y miembro del gobierno". (Dulles no era realmente cercano a Roosevelt, pero era conocido en Suiza como su representante personal).


Heinrich Himmler arriba para visitar la división de voluntarios Prinz Eugen. Se puede ver a Karl Wolff bajando del avión, la foto data con probabilidad de1942 en Yugoslavia.


Para el 20 de abril, casualmente el cumpleaños de Hitler, había tantas complicaciones que los jefes de personal británicos y estadounidenses ordenaron a Dulles que rompiera el vínculo con Wolff y dejara que sus ejércitos continuaran con la guerra. Estaban cansados de esperar a que los alemanes en Italia se pusieran de acuerdo entre ellos, y no querían más discusiones con Stalin. También sabían que su posición militar en Italia se fortalecía día a día.

A pesar de los obstáculos, Wolff mantuvo el rumbo, continuó trabajando en Vietinghoff. Cuando Vietinghoff finalmente -y a regañadientes- aceptó la rendición, Wolff renovó su oferta a los Aliados. Unos días más tarde, los partisanos italianos rodearon a Wolff y algunos de sus hombres en una villa en el norte de Italia. Los partisanos parecían decididos a capturarlo o matarlo, lo que habría puesto fin a la Operación Sunrise. Se produjo un tenso enfrentamiento. Dulles envió a un equipo de rescate multinacional (dos automóviles llenos de funcionarios suizos, hombres de la OSS e incluso dos guardias fronterizos de las SS) que atravesaron el cordón circundante y liberaron al general de las SS. Cuando Wolff se encontró con el hombre de Dulles, Gaevernitz, en un cruce fronterizo, Wolff le agradeció fervientemente e insistió en estrecharle la mano. Un informe muestra a Wolff procediendo a abrazar a Gaevernitz, lo que, de ser cierto, habría sido otro evento único.


Karl Wolff, Reinhard Heydrich, Adelchi Serena, Heinrich Himmler, Emilio De Bono, Rodolfo Graziani y Hans Georg von Mackensen en el funeral de Arturo Bocchini, un jefe de la policía italiana y de la OVRA, la policía secreta fascista. Roma, 21 noviembre 1940.


Dado que los alemanes habían acordado entre ellos proceder con la rendición regional, Washington y Londres, a instancias de Dulles y la AFHQ, retiraron su oposición a aceptar la oferta de Wolff. Dos plenipotenciarios, uno por Wolff y las SS, uno para Vietinghoff y la Wehrmacht, se dirigieron a la sede de la AFHQ en Caserta, Italia, para firmar un instrumento de rendición el 29 de abril. Fue el día antes de la muerte de Hitler por suicidio en su búnker en Berlín, que las tropas soviéticas estaban a punto de invadir.

El instrumento preveía que el alto el fuego se produjera el 2 de mayo, que resultó ser varios días antes de la rendición general el 8 de mayo. Esto significó que la capitulación en Italia no fue tan trascendental como podría haber sido un mes o dos antes, pero evitó seis días de derramamiento de sangre y expuso el flanco sur de Alemania, acelerando el colapso final. También permitió a los aliados occidentales ocupar la ciudad de Trieste, adelantándose a las fuerzas comunistas del mariscal Tito de Yugoslavia que  avanzaba desde el sureste para expandir su esfera de control. No menos importante, la rendición salvó las grandes pinturas de los Uffizi y otras obras de arte, escondidas en las montañas de Italia por orden de Wolff, de ser destruidas o enviadas a Alemania.


Hitler recibe de Heinrich Himmler una pintura de su héroe, Federico el Grande, por su 50 cumpleaños. Como no, la mano derecha de Himmler, Karl Wolff, está presente.


Durante y después de la rendición, Wolff permaneció en su cuartel general en un espléndido palacio renacentista en la ciudad de Bolzano, en el norte de Italia. La Wehrmacht se instaló cerca en un complejo menos grande pero más seguro de cuevas construidas en la ladera de una montaña. Al igual que Vietinghoff, Wolff permaneció al mando de sus fuerzas mientras se implementaba la rendición, un fenómeno no raro ya que las transferencias de poder a una escala tan vasta no podían ocurrir de la noche a la mañana. Durante este período, que duró unos 10 días, el ambiente para Wolff fue como el de unas merecidas vacaciones después del estrés extremo de los últimos meses. La lucha había cesado, Hitler y Himmler ya no podían amenazar a nadie, y Wolff pudo enviar a buscar a su familia. El clima primaveral en las montañas era glorioso, y las amplias reservas de comida y vino hacían que la vida se llevara bien. Gaevernitz incluso pasó el 9 de mayo y aparece en una foto que parece representar una reunión relajada de felices amigos.


Gero von Schulze-Gaevernitz (de civil), el general Heinrich von Vietinghoff y Karl Wolff.


Un cambio radical se produjo el 13 de mayo, el cumpleaños número 45 de Wolff. Los oficiales de las SS se pusieron sus uniformes de gala (Wolff favoreció una elegante túnica blanquecina que parecía mucho menos amenazante que el atuendo negro estándar de las SS) y abrieron muchas botellas de champán para ellos y el personal de Vietinghoff. Entonces, inesperadamente, camiones del Ejército de los Estados Unidos retumbaron hasta el palacio. Los parlamentarios con cascos blancos arrestaron a Wolff y su séquito, parte de una redada rutinaria de alemanes uniformados. Incluso llevaron a la esposa de Wolff y a sus hijos a un campamento rudimentario, lo que afligió mucho a Wolff. Llegaría a verlo como la primera de muchas veces que los estadounidenses lo decepcionaron.

Wolff ahora iniciaba un período único de confinamiento. Tras la muerte de Himmler por suicidio el 23 de mayo, Wolff se convirtió en uno de los miembros sobrevivientes más antiguos de las SS. Pero también había organizado la rendición en Italia, y estaba en términos amistosos con estadounidenses como Gaevernitz y, en una medida más limitada, Dulles. Nadie estaba seguro de qué hacer con él. ¿Debería ser juzgado como criminal de guerra o servir como testigo? Wolff estaba dispuesto a hacer cualquiera de las dos cosas. Se puso a disposición para interrogatorios interminables, y más tarde afirmó que quería "reivindicar la parte decente de las SS", lo que significa que quería contrarrestar el argumento de que las SS eran una organización criminal, una proposición cada vez más insostenible a medida que aumentaba la evidencia condenatoria.


Karl Wolff, arrestado como prisionero de guerra  (POW) 13 mayo1945


Los estadounidenses decidieron que era mentalmente inestable y optaron por una tercera alternativa, encerrándolo en dos hospitales psiquiátricos en Alemania durante unos meses en 1946. Llegó la noticia de que Wolff creía que los demonios judíos lo perseguían; sin embargo, en ausencia de archivos médicos, todas las afirmaciones de inestabilidad mental son difíciles de justificar. Wolff explicó más tarde que los estadounidenses interpretaron su oferta de defender a las SS como "manía suicida" e insinuaron que solo querían que estuviera fuera de circulación durante unos meses.

Cuando salió del confinamiento, supuestamente sano en mente y cuerpo, Wolff todavía no encajaba en ninguna categoría y comenzó a ser tratado más como un prisionero de guerra. Los estadounidenses lo trasladaron a la custodia británica y, en 1949, pasó por la "desnazificación" en la zona de ocupación británica. Con la intención de purgar a Alemania de la influencia nazi, la desnazificación fue un proceso cuasi judicial instituido por los Aliados, pero dirigido principalmente por laicos alemanes que reunieron pruebas y presidieron audiencias.

Los cargos contra Wolff se referían más a su condición de oficial superior de las SS que a cualquier crimen de guerra específico o a los crímenes de lesa humanidad asociados con las SS; todavía había pocas pruebas en su contra.



Libros que destacan la vida de Karl Wolff, no se conoce una versión en castellano 


Sin embargo, hubo una gran cantidad de testimonios atenuantes. Los generales Lemnitzer y Airey presentaron declaraciones juradas describiendo el papel de Wolff en la Operación Sunrise, al igual que Allen Dulles. La declaración jurada de una página de Dulles afirmó los hechos, concluyendo de manera legal que "la acción del general Wolff ... contribuyó materialmente a provocar el fin de la guerra en Italia..." Gaevernitz apareció en persona y lo defendió con entusiasmo. El juez presidente quedó favorablemente impresionado, acreditando a Wolff con el tiempo cumplido y declarando que saldría de la sala del tribunal con su honor "limpio y sin mancha", lo que hizo, radiante, casi tan elegante en un traje civil bronceado como lo había estado en un uniforme nazi.

Wolff pasó los siguientes 13 años como un hombre libre en Alemania Occidental, volviendo a la publicidad y convirtiéndose en un ejecutivo próspero. En 1961, el juicio de Adolf Eichmann, el oficial de las SS que organizó gran parte del Holocausto, generó un renovado interés en los crímenes de guerra nazis y llevó a las autoridades alemanas a echar otro vistazo al caso de Wolff. Documentos individuales ya habían salido a la superficie del mar de registros nazis capturados que mostraban que había sabido de crímenes específicos y habían instado a los funcionarios ferroviarios alemanes a poner a disposición vagones para el transporte de unos 300.000 judíos polacos a Belzec y Treblinka, dos de los principales campos de exterminio.

Juzgado por un tribunal alemán en 1964 por su papel en el Holocausto, el anciano Obergruppenführer no tuvo fin de explicaciones y excusas, la principal de ellas fue que no estaba al tanto del Holocausto hasta marzo de 1945. Dada su posición al lado de Himmler, esta afirmación tensó, y aún tensa, la credulidad, a pesar de la insistencia de Wolff de que era posible ser un oficial decente de las SS. Erich von dem Bach-Zelewski, ex camarada de las SS de Wolff y amigo que supervisó los asesinatos en masa en el Este durante la guerra, testificó que era muy poco probable que Wolff no supiera de la asesina "solución final", especialmente después de que Wolff lo visitara en 1942 en un hospital de las SS donde von dem Bach se estaba recuperando de una crisis nerviosa que su médico de las SS atribuyó a su papel en "los fusilamientos de judíos", así como sus otras experiencias difíciles en el Este".


Karl Wolff en 1955


Esta vez Wolff no encantó al juez, que lo sentenció a 15 años de prisión. Aunque no reconoció su culpabilidad, fue un prisionero modelo y disfrutó de privilegios que el Tercer Reich rara vez otorgó a sus detenidos: permisos para visitar a la familia y licencia por enfermedad indefinida después de sufrir un ataque al corazón en 1971.

¿Dónde, entonces, debería la historia colocar a Wolff? ¿Era como el delirante Rudolf Hess? Mantenido aislado durante la guerra en Inglaterra, pero procesado en Nuremberg después de la guerra como miembro de la élite nazi, Hess reclamó amnesia y se enfurruñaba en el banquillo de los acusados. Declarado culpable de crímenes contra la paz y conspiración, dos de los cargos más generales impuestos, pasó el resto de su vida en la prisión de Spandau de Berlín. ¿O era Wolff más como un calculador Himmler, que cometió una serie de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad? O, finalmente, ¿era Wolff principalmente un patriota alemán conservador que se unió a un líder carismático que engañó a sus seguidores y llevó al país a una guerra ruinosa?

Wolff sigue siendo difícil de categorizar. Pero podemos reducir considerablemente el rango. La propia narrativa de Wolff, la del patriota conservador, es fácil de rechazar. El programa nazi no fue, de principio a fin, un fenómeno conservador sino radical, con su racismo exagerado y su impulso expansionista. Wolff nunca afirmó haber ignorado el antisemitismo de los nazis. Puede que no haya propuesto o planeado el Holocausto. Pero, dada su posición en las SS, el instrumento más celoso de las políticas de Hitler, al menos fue cómplice. Además, no se quejó de las guerras de agresión de Hitler, especialmente contra el bolchevismo, sino del hecho de que Hitler las perdió. Por otro lado, fue para su crédito que actuó por su cuenta para preservar la vida y la propiedad cuando se dio cuenta de que la guerra estaba perdida.

En total, entonces, Wolff se parece más a Hess. Si bien el ajuste no es perfecto, ambos eran verdaderos creyentes nazis que querían hacer la paz con Occidente, especialmente con Gran Bretaña y los Estados Unidos. La diferencia era que Wolff era mejor en eso y, como un buen ejecutivo de publicidad, mucho mejor en la promoción de su imagen.


En la fotografía destacan Kurt Daluege, Karl Wolff, Heinrich Himmler, Erhard Milch y Reinhard Heydrich, enero de 1933


Un giro en la historia se produjo después de que la hija de Wolff, Helga, se convirtiera al Islam en 1961 y cambiara su nombre a Fátima. Explicó que estaba buscando una manera de aceptar la tensa historia de su familia, y se convirtió en una de las principales figuras públicas islámicas de Alemania. En forma impresa, en persona y en el aire, compartió su nueva visión del mundo con los buenos modales que había aprendido de su padre. En 1984, Wolff supuestamente siguió su ejemplo y profesó la fe musulmana. Cuando murió unas semanas más tarde a los 84 años, Fátima recitó oraciones musulmanas junto a la tumba. Pero quedan preguntas sin respuesta: ¿Finalmente entendió y reconoció su papel en el Tercer Reich? ¿Estaba él, como Fátima, tratando de ir más allá de su pasado? El pedazo de roca tosca sobre su tumba no es ni cristiano ni musulmán, y nos dice poco. La simple placa con su nombre y fechas de nacimiento y muerte le da el título de "General, Retirado", como si Wolff quisiera ser recordado como un oficial que sirvió a su país en lugar de la máquina de matar nazi a la que realmente sirvió.


Una fotografía anterior a la guerra publicada en la revista Life (durante maniobras bélicas, alrededor de 1936-1938). Joachim v. Ribbentrop, Karl Wolff y el diplomático Walther Hewel. 




11 agosto 2020

Mito y realidad del plan nazi para secuestrar a Pío XII



por Tito Andino U.


Existe poca literatura sobre un presunto plan nazi para secuestrar al Papa en la mismísima "Santa Sede" Vaticana (no obstante encontrarnos en internet con muchos artículos referenciales), algunos historiadores dan por hecho evidencia circunstancial. Cabe la posibilidad que Hitler haya planteado ese escenario tras la caída de Mussolini y la retirada de Italia de la guerra (septiembre 1943), también podría haberse planteado arrestar al Rey de Italia, Víctor Manuel III. Vagas declaraciones de testigos, que incluye a un alto mando de las SS, la "mano derecha" del todopoderoso Heinrich Himmler, el Obergruppenführer SS Karl Wolff, mantiene abierta la teoría. Pero, curiosamente, tenemos más evidencia de cómo el Vaticano protegería a Pío XII que los "planes" nazis para secuestrar al Papa.

Una semblanza de la vida del SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Karl Wolff, la ensayaremos en otra entrada con un profundo análisis, éste aburguesado y educado hombre inició con éxito su carrera en 1933 en el partido nazi, incorporándose a la Oficina Central de Personal del Reichsführer SS (Heinrich Himmler). Diputado al Reichstag en 1936; de 1939 a 1943 como Oficial de enlace entre Himmler y la Cancillería de Hitler. Jefe de las SS y de la Policía en Italia así como Gobernador Militar de la Italia ocupada (1943-1945).


     SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Karl Wolff


Con semejante curriculum, Jefe del Estado Mayor personal de Heinrich Himmler por 10 años, Wolff estaba implicado en las directrices emanadas de la Jefatura de las SS. Negó conocer detalles sobre el holocausto y se declaró un burócrata. No está demás recordar a sus otros colegas nazis, burócratas asesinos de despacho. (VER: "Las elites nacionalsocialistas y los asesinos de despacho").

Wolff evadió los procesos de Nuremberg, fue solo citado como testigo de la acusación. Al parecer "compró" su vida y libertad por su rol en la "Operación Sunrise", las negociaciones secretas con el mando estadounidense (marzo de 1945 en Suiza) para la capitulación de los ejércitos alemanes combinados en el suroeste de Europa del 29 de abril de 1945.

Como hemos señalado, el tema central es Pío XII y el presunto plan para raptarlo.


La polémica 

 ¿ Planeó Hitler invadir el Vaticano y arrestar al Papa?

Tenemos alguna literatura al respecto, incluso el cine incursionó en la materia (ver notas a pie de página). Quien hizo más por difundir tal hipótesis fue el propio SS Karl Wolff en sus años posteriores a la prisión, dedicándose a dar conferencias. Todavía se recuerdan los documentales de televisión,"The World At War" y otros, en los que acepta haber presenciado la ejecución de partisanos en Minsk junto a Himmler en 1941.



El real poder de Karl Wolff dentro de las SS puede ser apreciado en estas secuencias gráficas, se observa a Wolff junto a Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich, los máximos jefes de las SS hasta el asesinato de Heydrich en 1942.

Fue a inicios de la década de 1970, cuando surge con fuerza la teoría del supuesto complot para secuestrar al Papa Pío XII y, claro, quien relata la historia no es otro que Karl Wolff. Según su versión, Hitler le habría dicho el 13 de septiembre de 1943:


"Tengo una misión especial para usted, Wolff. Será su deber no hablar con nadie antes de darle permiso para hacerlo. Solo el Reichsführer lo sabe. Lo entiende? ... Quiero que usted y sus tropas pasen a ocupar la Ciudad del Vaticano, tan pronto como sea posible, asegurar sus archivos y tesoros artísticos, y se traslade al Papa y a la Curia al norte. No quiero que caiga en manos de los aliados o estar bajo su presión e influencia política. El Vaticano ya es un nido de espías y un centro de propaganda anti nacionalsocialista".

Según Wolff, persuadió al Führer no hacerlo, aunque también afirma que desobedeció a Hitler y que se infiltró en el Vaticano para advertir al Pontífice. Estos detalles provienen de un documento redactado por Wolff en 1972 y que Avvenire d'Italia lo hiciera público en 1991; y, en entrevistas personales de Wolff antes de su muerte en 1984. El diario italiano, en su actual versión digital, publicó un artículo el 26 octubre de 2010 en que se señala: "... el supuesto plan de secuestro del Papa buscado por Hitler, un proyecto que, para Del Noce, "no está probado por ningún documento", mientras que para Bernabei "está demostrado por la declaración del ex general de las SS Karl Wolff en el juicio de Nuremberg". En 2014, "Avvenire" publicó otra noticia volviendo a sugerir que Hitler ordenó a Wolff secuestrar al papa Pío XII y que Wolff se habría negado. 

Estamos frente a un supuesto complot parecido al "intento" de gasear el bunker de Hitler y que solo "sabía" el autor del "fallido" magnicidio, Albert Speer. El caso Wolff, redactado por él mismo en 1972 fue más conocido por las posteriores entrevistas concedidas por éste, siendo ese material la base de las publicaciones sobre el tema. 

La credibilidad de Wolff quedó en entredicho cuando a fines de los 70 se involucró con el periodista de "Stern" Gerd Heidemann. Viajaron a Sudamérica para entrevistarse con Walther Rauff y Klaus Barbie, buscados por crímenes de guerra. Wolff asumió -por su "prestigio" de nazi del más alto nivel- el cargo de consultor de los supuestos diarios de Hitler. "Hitler-Tagebücher" (Los Diarios de Hitler), 60 pequeños libros escritos por Konrad Kujau, publicados por el semanario alemán "Stern" en 1983, que pretendían hacerse pasar como anotaciones auténticas de Hitler a manera de un diario. 



Secuencias fotográficas del "Hitler-Tagebücher". En la tarde del 6 de mayo de 1983, las agencias de noticias informaron que los diarios de Hitler eran falsificaciones. Los informes de expertos de la Oficina Federal de Policía Criminal y el Instituto Federal para Pruebas de Materiales habrían demostrado inequívocamente que los materiales utilizados en la encuadernación solo se fabricaron después de la Segunda Guerra Mundial.


Luego de ser denunciado el fraude, pericias ordenadas por vía judicial los declararon como una burda falsificación. En 1985, Konrad Kujau y Gerd Heidemann fueron sentenciados a 42 meses de prisión por estafa. Wolff fue llamado a asistir al juicio de Heidemann y Kujau, negándose a presentarse. Wolff fallecía el 17 de julio de 1984, meses antes de que se emitiera la sentencia por falsificación. 


La polémica entre historiadores

Conforme varios historiadores, la fiabilidad de Wolff ha sido cuestionada por argumentos como los arriba esbosados y por otras cuestiones debatibles. El más conocido caso es el planteamiento del profesor István Deák, profesor de historia en la Universidad de Columbia quien analiza el libro de Dan Kurzman "A Special Mission: Hitler´s secret plot to seize the Vatican and kidnap Pope Pius XII" (Una misión especial: el complot de Hitler para apoderarse del Vaticano y secuestrar al papa Pío XII" (2007). Kurzman promovió la historia de Wolff. Deák afirma que Kurzman resulta ser demasiado "crédulo" al "aceptar sin crítica la validez de documentos controvertidos y cree incuestionablemente en las declaraciones que le hizo su director, el interlocutor alemán, ex general de las SS Karl Wolff". Deák fue muy crítico con la "modesta documentación" del libro que contiene "una gran cantidad de referencias vagas o inexactas". 

Kurzman respondió, produciéndose un interesante y valioso debate que es referencia para entender esta episodio de la historia. Verdad o ficción?. 



Dan Kurzman y su libro "A Special Mission: Hitler´s secret plot to seize the Vatican and kidnap Pope Pius XII"

Leamos la polémica entre los dos historiadores. 

1.  "The New York Review of Books" publicó en su edición del 12 de junio de 2008 un artículo de István Deák: "Did Hitler Plan to Kidnap the Pope?" (¿Planeaba Hitler secuestrar al papa?), a manera de reseña del mencionado libro de Dan Kurzman. 

A continuación un extracto de este artículo sobre Pío XII, como antecedente:


"Eugenio Pacelli fue elegido Papa en 1939, se esperaba que, como admirado líder religioso y hábil diplomático, demostrara ser un agente bienvenido de la estabilidad europea, un "príncipe de paz"... "Sin embargo, pocos papas ejercieron menos influencia política durante una gran crisis mundial que él. Las generaciones posteriores insisten en asignar una influencia histórica mundial, ya sea bendecida o malvada, a un hombre cuya política se caracterizó principalmente por la ineficiencia y la vacilación. Inmerso en meditaciones místicas, que entre otras cosas produjeron el dogma de 1950 de la asunción a la gloria celestial del cuerpo y el alma de Santa María, el Papa Pío XII rara vez hizo uso de su considerable experiencia en asuntos internacionales.


El cardenal Eugenio Pacelli, antes de ser elegido Papa

Pío XII había esperado desde la década de 1930 una cooperación mundial contra el comunismo soviético, pero no pudo evitar el estallido de la guerra entre las democracias occidentales y la alianza nazi-fascista. Tampoco pudo lograr una paz negociada entre la Alemania nazi y los aliados occidentales para evitar la invasión soviética de Europa. El estado fascista italiano le prestó poca atención seria a él o a los intereses de su iglesia. Los nazis alemanes explotaron hábilmente el anticomunismo de Pío XII y su conciencia de la vulnerabilidad del estado del Vaticano para establecer un control firme sobre la Iglesia y los fieles católicos en Alemania.
Temeroso de la ira de Hitler, el Papa apenas levantó la voz contra el racismo y el anticlericalismo nazi, y habló aún menos contra el antisemitismo nazi. No defendió a la sufrida nación católica polaca, ni a las víctimas cristianas del programa de eutanasia nazi, ni a los judíos de su propio obispado en Roma. Intentó pero no pudo detener el bombardeo estadounidense de Roma y los ataques partisanos comunistas en la ciudad contra los ocupantes alemanes. Los aliados occidentales, cuando finalmente llegaron a Roma en junio de 1944, estaban interesados ​​principalmente en utilizar Pío XII para sus propios fines de propaganda.
Sin duda, fue un error esperar tanto de Pío XII, y aún hoy el debate continúa sobre sus logros. Eso puede verse como parte de una gran guerra cultural dentro de la civilización occidental.... 


El Obergruppenführer SS Karl Wolff, en 1937. A la derecha, París, 23 junio 1940. El primero a la izquierda es Karl Wolff, junto al arquitecto Hermann Giesler, Albert Speer, Adolf Hitler y Arno Breker.

2) "The New York Review of Books", publica el 25 de septiembre de 2008 una respuesta de Dan Kurzman al artículo de István Deák: Did Hitler Plan to Kidnap the Pope? (12 junio 2008). Esta publicación de The New York of Books titula: "Hitler´s Secret Plot. Dan Kurzman, reply by István Deák" (La trama secreta de Hitler). 

Leamos:

- Dan Kurzman responde a István Deák
A los editores:
Aprecio el comentario de István Deák en su reseña de mi libro "Una misión especial: el complot secreto de Hitler para apoderarse del Vaticano y secuestrar al papa Pío XII" [NYR, 12 de junio] de que es "interesante" y que soy "el primero en construir la historia en una trama nazi sistemática". Pero aprecio mucho menos su insulto a mi integridad profesional al cuestionar mi "credulidad".
El profesor Deák escribe que acepto acríticamente "la validez de los documentos controvertidos e incuestionablemente [creo] en las declaraciones que me hizo [mi] principal interlocutor alemán, el ex general de las SS Karl Wolff". Uno solo puede preguntarse si el Sr. Deák ha leído mi libro. Si leyera solo el prefacio, sabría que verifiqué las declaraciones de Wolff con casi todos los altos funcionarios alemanes supervivientes que estuvieron involucrados en el plan de secuestro, o lo sabían.
E incluyeron a personas clave como Rudolph Rahn, el embajador alemán en el estado grupal de Mussolini establecido en el norte de Italia después de la expulsión del Duce de Roma; Eitel Möllhausen, asesor de Rahn en Roma; Albrecht von Kessel, asesor de Ernst von Weizsäcker, embajador alemán en el Vaticano; y el coronel de las SS Eugen Dollmann, el enlace de Wolff con el mariscal de campo Albert Kesselring, el comandante militar supremo en Italia. Además, el padre Peter Gumpel, quien como investigador principal del Vaticano de las calificaciones de Pío para la santidad tenía acceso ilimitado a documentos y testimonios orales, me dijo que la evidencia apoyaba las afirmaciones de Wolff.
Habiendo escrito diecisiete libros y servido como corresponsal del Washington Post, me enorgullece haber ganado el Premio George Polk Memorial, el Premio Overseas Press Club por el "Mejor Libro sobre Asuntos Exteriores" del año (dos veces), el Premio Nacional del Libro Judío, y el Premio de la Portada del Gremio de Periódicos por "Mejor Informe Extranjero".
Condescendientemente, el profesor Deák busca disminuir la validez de mi informe cuando escribe: “Según Wolff, y por lo tanto también según Kurzman, el Führer consideró al Papa en parte responsable de la 'traición' italiana”. ¿Puede el profesor Deák ignorar que ¿El sentimiento de Hitler sobre esto ha sido reportado en muchas historias? No tuve que depender de Wolff para obtener esta información.
El crítico también escribe que "Kurzman se toma en serio" lo que él llama un "vuelo de la fantasía italiana", una carta escrita por un dignatario fascista italiano de alto rango con vínculos con las SS y otro que describe algunos de los horripilantes detalles del plan de secuestro de Hitler. Esto podría haber sido un vuelo de la fantasía de Hitler, pero gran parte de la Segunda Guerra Mundial también lo fue. En cualquier caso, no trato de juzgar la gravedad de la carta, sino simplemente informar de su existencia.
Finalmente, el profesor Deák escribe: "Uno debe preguntarse por qué Hitler hubiera querido secuestrar e incluso matar al Papa, que era más enemigo de la Unión Soviética que de la Alemania nazi". Si leía mi libro, el Sr. Deák debería saber la respuesta: Pío, después de enterarse del complot de Hitler, se dio cuenta de que los nazis representaban el mayor peligro inmediato. Le tenía tanto miedo a Hitler que dejó de hacer pronunciamientos antisoviéticos e incluso ordenó a los obispos estadounidenses que no se opusieran a la ayuda militar estadounidense a la Unión Soviética. Hitler, por otro lado, quería reemplazar el Vaticano, de hecho todas las instituciones cristianas, con una religión nazi que propagaría en todas las áreas conquistadas. Su odio hacia Pío fue alimentado por la creencia de que el Papa bloqueó su camino hacia el éxito.
Dan Kurzman
North Bergen, Nueva Jersey.


István Deák, estadounidense (nacido en 1926 en Hungría), historiador, autor y académico. Es autor de varios libros como: "Los intelectuales de izquierda de Weimar en Alemania: una historia política de Weltbühne y su círculo" (1968); "Más allá del nacionalismo: una historia social y política del cuerpo de oficiales de los Habsburgo, 1848-1918" (1990); "Ensayos sobre la Europa de Hitler" (2001); "Europa a prueba. La historia de colaboración, resistencia y retribución durante la Segunda Guerra Mundial" (2015).

* István Deák responde:
Permítanme asegurarle al Sr. Kurzman que no deseo "cuestionar su credulidad"; por el contrario, traté de ilustrarlo con ejemplos tomados de su libro. Lo que me preocupaba era la falta de fiabilidad de muchas de sus fuentes, lo que debería haberlo hecho ser más cauteloso en sus juicios. Ciertamente, siempre sería un error pedir evidencia escrita, especialmente porque los documentos falsificados son tan frecuentes hoy como las declaraciones falsificadas. Sabemos por disputas históricas recientes cuán provocativo fue el historiador británico "semi-fascista" David Irving cuando ofreció pagar una recompensa considerable a cualquiera que pudiera presentar evidencia escrita de Hitler ordenando el exterminio de los judíos. Hasta ahora, parece que no hay tal documento; pero existen los escritos, discursos, pronunciamientos y cartas del Führer, así como las órdenes de sus funcionarios.
Las declaraciones históricas basadas en evidencia oral a menudo provocan un debate. La pregunta aquí es cuánto crédito dar a las declaraciones del general de las SS Karl Wolff, quien después de la guerra se presentó como el salvador de los italianos, el Vaticano e incluso de muchos judíos, pero durante la guerra había estado profundamente involucrado en el Holocausto. El 12 de agosto de 1943, por ejemplo, le escribió al subdirector general del Reichsbahn, el sistema ferroviario estatal alemán: "Estimado miembro del partido Ganzenmüller: ... Con especial alegría, noté su seguridad de que durante dos semanas se ha utilizado los trenes para llevar, todos los días a 5.000 de las personas elegidas para Treblinka", que era un campo de exterminio importante.
Después de la guerra, Wolff disfrutó de la protección de Allen Dulles y la CIA por haber negociado con Dulles la rendición de las fuerzas alemanas en Italia unos días antes de la rendición general alemana. Obviamente, Wolff intentaría mostrarse favorablemente cuando lo entrevistara un importante periodista estadounidense, al igual que los otros generales y diplomáticos alemanes, todos ex miembros del partido nazi, a quienes el Sr. Kurzman entrevistó en un momento u otro. Todos afirmaron haber despreciado a Hitler y haber hecho todo lo posible para frustrar sus malvados planes. Sin embargo, con respecto a las órdenes de Hitler de que el Papa sea secuestrado e incluso asesinado, en las memorias de diplomáticos alemanes en Italia como Ernst von Weizsäcker y Rudolf Rahn no hacen más que dar una breve mención de algunos rumores sobre planes para ocupar el Vaticano o tal vez incluso secuestrar al Papa. 
Es cierto que hay una carta sin fecha del líder fascista Paolo Porta de Como dirigida al líder fascista Vincenzo Costa en Milán, que parece ser el único documento que describe un plan de asesinato concretoPero la fuente de Paolo Porta es un "funcionario superior de las SS" no identificado, y se equivoca al referirse a la 8va División de Caballería de las Waffen SS Florian Geyer como la unidad cuyos soldados atacarían al Vaticano disfrazados de partisanos italianos. Supuestamente, masacrarían a todo el clero allí y secuestrarían al Papa, solo para ser masacrados a su vez por miembros de la División Panzer de Paracaidistas Hermann Göring para "no dejar testigos sobrevivientes". El problema es que la División Florian Geyer no luchó en Italia sino en el frente oriental durante toda la guerra: la saga de estos famosos jinetes terminó cuando casi todos fueron muertos durante el asedio del ejército rojo a Budapest en el invierno de 1944-1945.
En cuanto a mi afirmación de que los soviéticos eran un enemigo mayor para Pío XII que los nazis, todo lo que puedo decir es que más expertos en el período apoyarían esta proposición que la negarían; pero el Sr. Kurzman tiene, por supuesto, derecho a su opinión.
Finalmente, si el Sr. Kurzman se hubiera tomado la molestia de indicar los lugares y las fechas de sus muchas entrevistas, y si las transcripciones de ellas existieran y pueden consultarse, sus declaraciones habrían ganado en persuasión y habría conseguido que  su libro sea más interesante y su éxito fuera aún más grande.


Himmler, Ribbentrop y Karl Wolff, 21 junio 1940. Francia - Compiégne, negociaciones del armisticio francés.

3. The New York Review of Books, a su vez, vuelve a publicar el 20 de noviembre de 2008 una nueva réplica de Dan Kurzman, respondiendo a István Deák. El tema es planteado bajo el título "Can We Believe General Karl Wolff? Dan Kurztman, reply by István Deák" (¿Podemos creer al general Karl Wolff?).

El texto es el siguiente:

En respuesta a:
'La trama secreta de Hitler' del 25 de septiembre de 2008
A los editores:
Permítame comentar la respuesta de István Deák a mi carta [NYR, 25 de septiembre] en referencia a su reseña de mi libro, "Una misión especial: el complot secreto de Hitler para apoderarse del Vaticano y secuestrar al papa Pío XII". Le estoy agradecido por llamar al libro un "éxito". Y estoy de acuerdo con él en que "los documentos falsificados son tan frecuentes hoy como las declaraciones falsificadas". Pero me sorprende su advertencia de que debería ser "más cauteloso" en mis juicios sobre la veracidad de las declaraciones hechas por mis entrevistados alemanes. Precisamente porque fui cauteloso, entrevisté no solo al general de las SS Karl Wolff sino a casi todos los demás con conocimiento del complot, incluidos altos funcionarios del Vaticano. Como un reportero bastante experimentado, hice a cada uno de los alemanes preguntas específicas orientadas a revelar contradicciones, y sus respuestas reflejaron consistencia.
Además, se sabía que varios de los entrevistados eran antinazis, como lo muestro en mi libro. Por ejemplo, Albrecht von Kessel, asesor de Ernst von Weizsäcker, el embajador en el Vaticano, no fue juzgado por los Aliados después de la guerra porque era miembro de la conspiración fallida de 1944 contra Hitler. El propio Weizsäcker apoyó la conspiración y, según un informe de OSS, escondió a una familia judía en Roma. Y Eitel Möllhausen, un diplomático alemán en Roma, y ​​Rudolf Rahn, el embajador alemán en la república de Mussolini en el norte de Italia, conspiraron contra Hitler y, usando una artimaña, salvaron a los judíos de Túnez. Möllhausen también fue fundamental para salvar a la mayoría de los judíos de Roma.
El Sr. Deák escribe, además, que Weizsäcker y Rahn se refirieron solo a un "rumor" sobre el plan de secuestro en sus memorias. Pero esta referencia simplemente refleja la renuencia de los diplomáticos antinazis a admitir públicamente que incluso un alemán tan malvado como Hitler conspiraría seriamente contra el Papa, el líder espiritual del 40 por ciento de la población alemana. Y cuando entrevisté a Rahn y Kessel, el ayudante de Weizsäcker, se mostraron reacios, aunque, después de mucha insistencia, confirmaron el "rumor" en detalle.
En cuanto a los comentarios del revisor sobre la carta que un líder fascista italiano escribió a otro que describe el plan de secuestro, no declaro en mi libro que acepto la validez del contenido de la carta. Solo puedo decir que los detalles fueron consistentes con lo que escuché de mis entrevistados. El escritor fascista podría haberse equivocado al mencionar que la División Herman Goering Florian Geyer estaba luchando en el frente oriental y, por lo tanto, no estaría involucrada en el complot. Pero, por otro lado, una unidad de esta división de élite podría haber sido transferida fácilmente a Roma para esta misión especial. 
El Sr. Deák dice además que la mayoría de los expertos estarían de acuerdo en que los soviéticos eran un enemigo mayor del Papa en el período anterior a la liberación de Roma que los nazis. Si su estimación es precisa, ayuda a explicar el fracaso de estos expertos en levantarse de sus sillones e investigar el "rumor" del complot de Hitler y el efecto que tuvo en las acciones y la actitud del Vaticano. Ellos, el Sr. Deák incluido, realmente debería haber entrevistado a algunas de las muchas fuentes que me ayudaron a dar forma a la verdad.
Dan Kurzman 
North Bergen, Nueva Jersey



Karl Wolff, junto a Hermann Fegelein, Heinrich Himmler y Erich von dem Bach Zelewski. 


* István Deák responde:

Aprecio los repetidos intentos del Sr. Kurzman de demostrar que algunos diplomáticos alemanes delegados en Italia y el General de las SS Karl Wolff advirtieron repetidamente a Pío XII de la intención de Hitler de invadir el Vaticano y secuestrar, así como eventualmente asesinar al Papa. Según esta teoría, las advertencias de estos alemanes simpatizantes del Vaticano obligaron al Papa, en 1944, a no arriesgarse a defender a los romanos y otros judíos. Desafortunadamente, en su nueva carta, el Sr. Kurzman nuevamente no prueba que sus fuentes sean confiables. Además, agrega un nuevo error, aunque menor, a los contenidos en su libro y su carta anterior al referirse negligentemente a dos divisiones del ejército alemán, Florian Geyer y Hermann Göring, como si fueran una sola división.
Sin embargo, lo que cuenta es que todavía no ha dado suficientes indicaciones de cuándo, con qué frecuencia y bajo qué circunstancias entrevistó a Karl Wolff o a los ex diplomáticos alemanes. Necesitamos saber si el Sr. Kurzman tomó notas en el momento de las entrevistas y si las notas están disponibles. Con respecto a Karl Wolff, por ejemplo, la única indicación que Kurzman da para la fecha de su entrevista es cuando escribe que "entrevisté al general Wolff durante muchas horas después de su liberación de la prisión como criminal de guerra" y de otros comentarios que sugieren que el encuentro tuvo lugar "mucho después de la guerra", en un momento en que Wolff ocupó un "hogar modesto en Darmstadt".
Podemos suponer, entonces, que la entrevista tuvo lugar en algún momento después de 1969, ya que Wolff había sido arrestado en 1962 por las autoridades de Alemania Occidental por participar en el asesinato de 300.000 judíos, y había estado en una prisión alemana desde su condena por crímenes de guerra en 1964 hasta su liberación, por motivos de mala salud, en 1969. Los lectores diligentes también pueden descubrir que Kurzman entrevistó a Wolff para su libro de 1975, "The Race for Rome", llevándonos a la conclusión de que la entrevista tuvo lugar en algún momento entre su liberación de la prisión alemana y 1975. Todo esto no cambia el hecho de que "Una Misión Especial" no contiene información sobre la fecha y las circunstancias de la entrevista.
En lo que respecta a los diplomáticos alemanes, todo lo que sabemos es que, en sus memorias de la posguerra, escriben sobre rumores sobre la presunta conspiración para secuestrar al Papa; si mantuvieron el resto de la información en secreto para no estropear aún más el buen nombre del pueblo alemán es pura especulación, especialmente porque Kurzman nuevamente no dice cuándo y con qué frecuencia entrevistó a Weizsäcker, Rahn y compañía. y si tiene notas sobre las entrevistas.
En resumen, no importa si uno es un historiador profesional o un periodista exitoso; ambos están obligados a decir cuándo y en qué circunstancias hablaron con los sujetos de su curiosidad y si queda alguna evidencia de estas conversaciones.


Hitler diseñando estrategias, observan atentos el mariscal Keitel y el SS Karl Wolff


Material adicional

Citado y resumido de "Alleged plot to kidnap pope Pius XII: Revision history" (Wiki)

Otros testigos en la supuesta conspiración para secuestrar a Pío XII


El Coronel Erwin von Lahousen en los juicios de Nuremberg declaró el 1 de febrero de 1946 que Hitler había ordenado a la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich) idear un plan para castigar a los italianos ya sea el secuestro o asesinato de Pío XII y el Rey de Italia. Lahousen afirmó haberlo comunicado al almirante Wilhelm Canaris, jefe del servicio de contraespionaje alemán, quien a su vez puso en alerta a su homólogo italiano, el general Cesare AME en una reunión secreta en Venecia entre el 29-30 de julio de 1943. Lahousen y el coronel Wessel Freytag von Loringhoven también estuvieron presentes en esta reunión. AME aparentemente tomó medidas para evitar la trama. 

Rudolf Rahn, Plenipotenciario alemán en la República Social Italiana (RSI), mediante carta a Robert A. Graham (editor) en la década de 1970 y publicado por la revista italiana "30 Giorni" en 1991, indica que existía tal trama y que todos los documentos relacionados habían sido destruidos o se perdieron. Rahn murió en 1975.

John Cornwell, autor del libro "El Papa de Hitler" (1999) se adhiere a la existencia de un complot basado en Wolff, a quien califica de héroe, cuyo "objetivo" era "impedir la expulsión del Papa", afirma que Wolff fue capaz de convencer a Hitler para abandonar el plan. El valor histórico del libro de Cornwell ha sido puesto en duda por algunos autores como Kenneth L. Woodward, que escribió una reseña del libro para la revista Newsweek (27 septiembre 1999), señalando "los errores de hecho y la ignorancia de contexto que aparecen en casi todas las páginas”. El Dr.Peter Gumpel, experto en el período de guerra del papado de Pío XII, refutó punto por punto a Cornwell. 

Otros títulos: Prof. Ronald Rychlak, investigador que dirigió la publicación de Cornwell, con "Hitler, la guerra y el Papa" (luego habría una edición revisada y ampliada) y "La Guerra de Pío: Respuestas a los críticos de Pío XII". El rabino David Dalin escribió "El mito del Papa de Hitler". También tenemos un libro de Gordon Thomas: "Los Judíos del Papa", con el subtítulo "El Plan secreto del Vaticano para salvar a los judíos de los nazis".


Karl Wolff y el Reichsführer Heinrich Himmler en la reunión con Francisco Franco y Ramón Serrano Súñer en España, 25 de octubre de 1940. (Bundesarchiv Bild)

El caso de Wolff ha sido tratado como "un rumor sin consecuencias". El mismo Kurzman tuvo que reconocer que no existen documentos oficiales alemanes que se refieren a la trama, ya que Hitler prohibió que fuera puesto por escrito. Hasta Kurzman tuvo que reconocer que muchos aspectos del testimonio de Wolff eran demostrablemente falsos, no obstante, "otras personas clave" corroboran la historia de Wolff. 

Los entrevistados de Kurzman incluyen: Rudolph Rahn, embajador de Alemania en el RSI (República Social Italiana); Eitel Mollhausen, el segundo de Rahn; Albrecht von Kessel, asesor de Ernst von Weizsäcker; coronel de las SS Eugen Dollman, enlace de Wolff ante el Mariscal de Campo Albert Kesselring; el padre Peter Gumpel, historiador del Vaticano y relator para la canonización de Pío XII, afirma que los documentos no publicados apoyan la existencia de una trama.  Gumpel ha afirmado también que Pío XII hizo planes de renunciar en el caso de ser secuestrado.

Owen Chadwick, profesor de historia en Cambridge, estudió los documentos de D'Arcy Osborne, embajador británico en el Vaticano durante la guerra, argumenta que el Mando del Ejecutivo de Guerra Política (PWE) británico, un cuerpo clandestino fue creado para producir y difundir propaganda blanca y negra, para dañar la moral del enemigo y aliados de los nazis, así como mantener la moral en los países ocupados. Según Chadwick el PWE habría dedicado tiempo a la Propaganda de falsificación de transmisiones alegando que el Papa iba a ser confinado en el castillo de Lichtenstein. Se habrían fabricado al menos dos transmisiones inalámbricas "alemanas" en apoyo de la teoría, sobre la base de una preexistente "rumor de secuestro". Existe constancia de que el 9 de octubre de 1943, los británicos lanzaron una emisión falsa en alemán afirmando que todos los prepartativos  para el secuestro estaban listos. Dos días más tarde, otra transmisión falseada señalaba que el Castillo de Lichtenstein en Württemberg estaba listo para retener al Papa y a los cardenales.

El propio Osborne consideró ese hecho de increíblemente improbable, la misma presencia del Papa en el Vaticano impedía a los británicos bombardear un centro de comunicaciones clave, que estaba adyacente, del ejército alemán en Italia. Weizsäcker, el embajador alemán, ya había asegurado antes que el propio Vaticano no sería ocupado por los alemanes al ocupar las tropas Roma, tras el colapso del gobierno de Mussolini.



Portada del libro de David Garnett. La historia secreta de PWE: El Ejecutivo de guerra política 1939-1945 (2002, Little, Brown Book Group, no disponible en castellano). De todas las organizaciones de inteligencia secretas de Gran Bretaña, la menos conocida es el Ejecutivo de Guerra Política, desarrollado para llevar a cabo una guerra psicológica contra los nazis. La historia del PWE ha sido desclasificada por la oficina del Gabinete y publicada 50 años después de haber sido completada y enviada a los archivos secretos de Whitehall.

David Alvarez y Robert A. Graham, sacerdotes jesuitas historiadores elegidos por el Papa Pablo VI para editar el ADSS (Actas y Documentos de la Santa Sede relacionados con la Segunda Guerra Mundial. Colección de 11 volúmenes de los archivos históricos del Vaticano) concluyen que un secuestro de este tipo hubiera indignado a los católicos de todo el mundo y desestabilizado la ocupación alemana en las naciones católicas. Álvarez y Graham argumentan que los propagandistas aliados "no se encogieron ante la oportunidad" de explotar la situación reinante, incluso sobre que el Papa contemplaba abandonar el Vaticano debido a las amenazas del Eje. Estos rumores de la PWE no fueron recogidos ni siquiera por los diplomáticos alemanes. 

"El rastro de evidencia más clara en la maraña de rumores, la memoria y la ficción que rodea la trama que pretendía secuestrar al Papa conduce de vuelta a Londres en lugar de Berlín". 

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Fuentes de consulta



Notas de Referencia

Kurzman, Dan. (2007). "Una misión especial: trama secreta de Hitler para aprovechar el Vaticano y secuestrar a Pío XII". Da Capo Press. ISBN 0-306-81468-4.
- Lingen, Kerstin von (2008). "Conspiración del silencio: cómo los ´viejos muchachos´ de la inteligencia estadounidense protegieron al general de las SS Karl Wolff del procesamiento". Estudios del Holocausto y Genocidio. Oxford University Press. 22 (1): 74-109. doi: 10.1093 / hgs / dcn004.
- Lingen, Kerstin von (2013). "Allen Dulles, el OSS y los criminales de guerra nazis: la dinámica del enjuiciamiento selectivo". Nueva York: Cambridge University Press. ISBN 978-1-107-02593-6.
- Alvarez, David J., y Graham, Robert A. 1997. "Nada sagrado: el espionaje nazi contra el Vaticano", 1939-1945 . Frank Cass Editores.
- Chadwick, Owen. 1988. "Gran Bretaña y el Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial". Cambridge University Press.
- Cornwell, John . 1999. "El Papa de Hitler: La historia secreta de Pío XII". Vikingo. ISBN  0-670-87620-8
- Dalin, David. 2005. "El mito del Papa de Hitler". Regnery Publishing.

Artículos relacionados en la web:


Televisión

- "Sotto il Cielo di Roma". (2010). La trama se presenta en una miniserie de la televisión de coproducción italiana-alemana (2 episodios de 100 minutos c/u) protagonizada por James Cromwell como Pío XII: "Sotto il Cielo di Roma" (Bajo el cielo de Roma). Se centra en el tema de Pío XII y la razzia romana. 

- "The Scarlet and the Black" (Escarlata y Negro)  es una película de 1983 hecha para la televisión con las actuaciones de Gregory Peck y Christopher Plummer. Esta producción no debe ser confundida con la mini serie de 1993 de la British television "The Scarlet and the Black", en la que actuó Ewan McGregor y Rachel Weisz. El film se basa en la novela de J. P. Gallagher, "The Scarlet Pimpernel of the Vatican". La película cuenta la historia de monseñor Hugh O'Flaherty, un sacerdote católico en la vida real que salvó a miles de judíos y prisioneros de guerra aliados en la Roma ocupada por los nazis durante la IIGM. Karl Wolff aparece como el general Helm Max, eso se debe a que Wolff todavía vivía en esos días de producción del film. Monseñor Hugh O'Flaherty fue el sacerdote irlandés quien habría salvado más de 6.000 judíos y prisioneros aliados. Herbert Kappler fue condenado a cadena perpetua, trasladado a un hospital por razones de salud, escapó a Alemania Occidental, donde falleció en 1978 a los 70 años.

- "Rappresaglia" (Masacre en Roma), película italiana de 1973, protagonizada por Richard Burton que interpreta al jefe de la Policía de Seguridad -SD- de las SS en Roma, Herbert Kappler y la ejecución de más de 300 personas conocido como la "masacre de las fosas Ardiatinas" (24 marzo 1944), en represalia por el atentado con bomba contra una patrulla del regimiento de policía de las SS, Bozen. La película se basa en el libro "Muerte en Roma" de Robert Katz.

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