Bienvenido a este Blog. Detectives de Guerra le brinda los mejores análisis de los conflictos internacionales de actualidad
Mostrando entradas con la etiqueta revisionismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta revisionismo. Mostrar todas las entradas

15 enero 2019

Desenmascarando los fraudes del revisionismo (III)




El "Trono de Oro" 

por Tito Andino U.


Introducción 

La presente tiene una motivación, está dirigida a una nueva generación de lectores en Latinoamérica y España que después de siete décadas siguen cayendo en garras de una corriente pseudo histórica autodenominada "revisionismo" de la segunda guerra mundial, sus difusores van desde extremistas de derecha hasta verdaderos xenófobos, nos venden falseadas publicaciones con las supuestas virtudes de la doctrina nazi como fuerza que “luchó” contra la oprobiosa injerencia del “capital judío” en la conquista del mundo. Esta psicopatía perversa está volviéndose viral gracias a la proliferación de miles de páginas web que exaltan a sádicos criminales reinventados como “héroes” en una inexistente lucha contra el "trono de oro" instaurado por una supuesta conspiración judía.  

El "antisionismo" moderno de miles de latinoamericanos y españoles se encuentra ligado, en uña y mugre, a pseudo historiadores mexicanos (Borrego y alias "Traian Romanescu") y algunos españoles, destacándose la figura de Joaquín Bochaca. Esa es la verdadera infiltración mundial del neonazismo, quienes simpatizan con esa ideología deben entender que viven bajo un monumental fraude.

No redundaré, hemos tenido oportunidad de profundizar estas cuestiones; la presente tarea es enfocarnos en desmitificar sus mentiras en materia económica. Una vasta historiografía demuestra quienes encumbraron a ese círculo de bandidos; no obstante, “revisionistas”, mejor dicho apologistas de la versión nazi de la historia, ofertan la fábula que Hitler se opuso al “patrón oro” y por esa razón la banca internacional (necesariamente judía para ellos) desencadenó la guerra para destruir la “doctrina social y económica” de la Alemania nazi.  

Dicho esto, iniciemos con la fábula de la "innovadora" economía nazi.


El mito nazi del "Trono de Oro"



Perpetúa el mito divulgado desde tiempos del nazismo que sustenta la tesis que Hitler se opuso a la usurera banca internacional, “luchando contra el capital financiero…” y rechazando 'el patrón oro' como garantía de la emisión de moneda. Los nazis lo describían como "El Trono de Oro".  Los seguidores del nazismo, sin fundamento alguno, afirman que Alemania logró liberarse de los "banqueros judíos", quienes en venganza, a través de "la judería internacional", declararon la guerra mundial a Alemania, en el mismísimo 1933 !

La prueba aportada a esa aberrante afirmación fue la portada de un diario británico sensacionalista de la época, el "Daily Express": "JUDEA DECLARES WAR TO GERMANY”, del 24 de marzo de 1933. En aquella época el "Daily Express" era catalogado por la sociedad como un tabloide sensacionalista, publicación poco rigurosa (más bien dedicada a lo que hoy llamamos prensa rosa o de corazón). Los ingleses que conocen de su prensa le informarán sin pestañear que el "Daily Express", desde su origen, fue un periódico nada serio, aun vigente en la actualidad ofreciendo una nueva imagen. 



Portada del Daily Express, 24 marzo de 1933. "Judea declara la guerra a Alemania". (El lector puede encontrar fácilmente la totalidad de la nota del Daily Express en inglés y darse cuenta de la realidad. El título sensacionalista es utilizado por los neonazis como "prueba". Evidentemente a un lector de lengua castellana podía engañarse en el pasado, con la moderna tecnología de las traducciones automáticas e internet, hoy los neonazis hispanoamericanos la tienen cuesta arriba).

Bien, un neo nazi que se precie debería saber que en 1933 no existía en ninguna parte del mundo algo que el citado diario denomina "JUDEA", mucho menos un "ejército" para movilizarse contra Alemania. La única realidad es que varias asociaciones judías en los Estados Unidos llamaron a boicotear los productos alemanes, sin mayor éxito, tampoco fue seguida "por organizaciones judías de todo el mundo" (salvo excepciones en países anglosajones), como afirma el rotativo citado, y nunca hubo declaración de "guerra".

Ese es el origen de la supuesta "declaración de guerra de Judea" contra Alemania, en el mundo no se presentó el caso de otra publicación o declaración (ni similar) que confirme al titular del sensacionalista diario inglés. Pero, qué había sucedido realmente para que se publique ese escandaloso encabezamiento?. El "American Jewish Congress", coordinador de varias asociaciones judías en Estados Unidos, convocó para el 27 de marzo de 1933, en New York y otras ciudades, una concentración de protesta contra las acciones del gobierno alemán. Solicitaban que Norteamérica emita medida recíprocas a las dictadas en Alemania (boicot a los productos "judíos", mejor dicho a los negocios de personas judías), la contrapartida sugerida era el "boicot a las importaciones alemanas". Una propuesta en tal sentido fue presentada a debate en la Sociedad de Naciones (sin éxito). 

Aun puede haber preguntas. A los pocos días de asumir el poder, Hitler y los nazis ponen en práctica sus puntos programáticos. El 12 de febrero de 1933, conocido como el "domingo sangriento", las SA asaltan las calles, atacan e incendian a quienes consideran sus enemigos (la oposición alemana y judíos), al poco viene el autoincendio del Reichtag; el 21 de marzo se dicta la "Ley de Defensa del Pueblo y del Estado"; con el respaldo de las autoridades, desde el 9 de marzo de 1933, se inicia el boicot contra los comercios judíos, pintadas y carteles colgando en las tiendas, presencia intimidante de los SA en las puertas de los negocios, es decir, una "declaración de guerra" nazi contra los judíos.

El gobierno nazi si que continuó esa "guerra", el 7 de abril de 1933 dictó la "Ley de Restauración del Funcionariado Profesional", prohibiendo a los no "arios" ejercer cargos públicos. El 11 de abril, mediante decreto se "otorgó" a los judíos la categoría de "raza", para seguir con leyes que transforman la educación, la creación de la Gestapo... las Leyes de Nuremberg de 1935, etc. 

Bien, pasemos al asunto central de esta entrega. 


Los "revisionistas" sostienen que Hitler fue el único iluminado en este planeta que llegó a la conclusión que solo el trabajo es fuente de riqueza, que la riqueza no es el dinero, sino el trabajo mismo. Esa fórmula “mágica” de Hitler constituye para los crédulos neonazis un dogma que se repite millares de veces en libros y websites denominadas NS. 

Si el duro trabajo dio como resultado riqueza y bienestar a los ochenta millones de alemanes, cada hombre y mujer alemán hasta 1939 tendría que haber sido, por lo menos, una persona acaudalada…



Ni Hitler se opuso al capital financiero internacional, ni él inventó la fórmula “que la riqueza está basada en el trabajo de su gente”.

Adam Smith, en el ya lejano 1776, publicó “La Riqueza de las Naciones”. Hemos explicado (en otra ponencia) que, eso que los aduladores de Hitler denominan el "TRONO de ORO", fue en realidad una creación de los Reyes de la España Católica, sin mediación de conjura judía alguna que busca apoderarse del mundo. (Ver: Apuntes sobre el sionismo IV

Defensores de la "lucha" económica del nazismo contra el "Trono de Oro" impulsan la difusión de una gran artimaña, una metódica y selectiva propaganda (solo comparada con la lucha por la "libertad" impulsada por los EEUU desde mediados del siglo pasado). Las fuentes bibliográficas del "revisionismo" aparentan seriedad, dejan sin aliento al curioso lector que no está prevenido para diferenciar entre engaño y realidad, ingentes y selectivos materiales transcritos de diversos autores conforman una mal intencionada "reconstrucción" de la teoría económica.

Salvador Borrego y su “Derrota Mundial”, es el ejemplo clásico de ese nivel propagandístico, en sus páginas inserta segmentos enteros de argumentaciones favorables a la economía nazi. Por sentado, el redactor de este blog ha leído concienzudamente a Borrego, por lo que recomienda a sus lectores cautela al repasar esas páginas. 

Entre las primeras medidas que se impuso Hitler (o que le impusieron) fue contar con la mano magistral de Hjalmar Schacht, conocido como el banquero de Hitler. Borrego ni los actuales neonazis, "expertos en economía", conceden a Schacht el mérito por su diestro manejo de las finanzas. Fue Schacht (y no Hitler) quien logró la recuperación económica, estabilizando el marco alemán; lejos de reconocerlo, acusan a Schacht de ser conspirador y traidor a Hitler (por ser masón), que fingió amistad hacia Goering y Hitler para ser nombrado Presidente del Reichsbank (1933-1939); Ministro de Economía (1934-1937) y ministro sin cartera hasta enero de 1943. Según Borrego (Derrota Mundial), a través de la masonería Schacht se vinculó con los banqueros judíos internacionales, quienes lo ayudaron a prosperar en su carrera, afirma que el “mago de las finanzas” servía a la “Internacional Dorada” (hasta el presente nadie conoce de tal organización), el "Reino del Oro" montado por el capital judío.



Hitler junto a su ministro de economía y presidente del Reichsbank, Hjalmar Schacht, Berlín 1934. Esta fotografía sirvió de portada para el libro de John Weitz "Hitler's Banker" (1999).

Borrego no presta atención al hecho que Hjalmar Schacht impulsó, junto a otros, la política nazi de privar a todos los judíos alemanes sus derechos ciudadanos; o, que compareció ante el Tribunal de Nuremberg acusado de criminal; conforme las actas del proceso, los soviéticos estaban deseosos de enviarle a la horca bajo el cargo de conspiración, pero no de la “gran conspiración judía masónica comunista" de Borrego y de su amigo "Romanescu", sino por conspirar para conseguir el rearme alemán en contra de los dictados del Tratado de Versalles, otras evidencias intentaron demostrar que Schacht, con sus prevenciones económicas, fue la clave para emprender las guerras de anexión y expansión territorial.

Los siguientes párrafos son resúmenes de un inmejorable artículo, "El Trono de Oro", de Spectatorimprescindible lectura para comprender, entre otras cosas, conceptos fundamentales: ¿De dónde surge la “banca judía”?, ¿cuál es el verdadero origen del denominado ”trono de oro”? y, ¿quién lo aplicó durante la historia? (patrón oro en la economía); así como las consecuencias de la explotación y saqueo del oro y la plata en América durante la “cristiana“ era colonial de los Reyes Católicos de España; y, la relación de todo esto con las teorías nazis de la economía. 

Debo acotar que soy partidario -siempre- de conceder espacio, con fines ilustrativos, a las mentiras de don Salvador Borrego, en "Derrota Mundial", edición 1953, Capítulo III, "El Trono de Oro empuja a Occidente", Subcapítulos 4 y 5 (Occidente se interpone) dice que:

"Había otro factor también interesado en que «el mundo entero» se alineara en contra de Alemania. Ese factor era el Trono del Oro. Ahí el judaísmo se movía con ancestral destreza, y mediante abstrusas teorías seudo-científicas disfrazaba su dominio sobre las fuentes económicas. La influencia de ese trono acababa de ser proscrita en Berlín. Hitler había proclamado que la riqueza no es el oro sino el trabajo, y con la realidad palpable de los hechos estaba demostrándolo así... La economía nacionalsocialista de Hitler se aventuró resueltamente por un nuevo camino ante los ojos incrédulos del mundo. Había recibido una Alemania exhausta por la última guerra, y de la miseria resurgía como una potencia internacional... en la minúscula Alemania, no obstante la carencia de vastos campos agrícolas, de petróleo, de oro y de plata, la economía «nazi» había dado trabajo y pan a los 6.139.000 desocupados que le heredó el antiguo régimen.
Si los sabihondos de la «ciencia económica» erigida en «tabú» alegaban que cierto terreno no podía abrirse al cultivo ni acomodarse ahí determinado número de cesantes, debido a que no había dinero, esto parecía ser una razón suficiente. La economía nacionalsocialista, en cambio, se desentendía de que en el banco hubiera o no divisas o reservas de oro; emitía dinero papel, creaba una nueva fuente de trabajo, daba acomodo a los cesantes, aumentaba la producción, y ese mismo aumento era la garantía del dinero emitido. En vez de que el oro apuntalara al billete de banco, era el trabajo el que lo sostenía. En otras palabras, la riqueza no era el dinero, sino el trabajo mismo, según la fórmula adoptada por Hitler.
Por eso Hitler proclamó: «No tenemos oro, pero el oro de Alemania es la capacidad de trabajo del pueblo alemán... La riqueza no es el dinero, sino el trabajo». Los embaucadores del Trono del Oro gritaban que ésta era una herejía contra la «ciencia económica», mas Hitler refutaba que el crimen era tener cesantes a millones de hombres sanos y fuertes y no el violar ciertos principios de la seudo-ciencia económica disfrazada con relumbrantes ropajes de disquisiciones abstrusas".

Frases muy conocidas de Hitler y los nazis sobre economía (resumido de Borrego) son aquellas que decían que: "La causa esencial de la estabilidad de nuestra moneda había que buscarla en los campos de concentración. La moneda permanece estable en cuanto los especuladores van a un campo de trabajo". O, "Lo fundamental es no permitir que los judíos metan en ellas su nariz. La base de la política comercial judía reside en hacer que los negocios lleguen a ser incomprensibles para un cerebro normal. Se extasía uno ante la ciencia de los grandes economistas. ¡Al que no comprende nada se le califica de ignorante!. En el fondo, la única razón de la existencia de tales argucias es que lo enredan todo... Sólo los profesores no han comprendido que el valor del dinero depende de las mercancías que el dinero tiene detrás".

Borrego enumera a varios "incrédulos" que fueron personalmente a Alemania a observar el milagro económico alemán. Su favorito es el economista estadounidense, Maxime Y. Sweezy, en su libro “La Economía Nacionalsocialista”: "... mediante obras públicas y subsidios para trabajos de construcción privada se logró la absorción de los cesantes... Se desplazó a los jóvenes desocupados hacia esferas de actividad de carácter más social que comercial, como los Cuerpos de Servicio de Trabajo, de Auxilios Agrícolas y de Trabajo Agrícola Anual". Sweezy describe como un éxito el Primer Plan Cuatrienal, al reducir la desocupación. El Segundo Plan Cuatrienal quedó en manos de Herman Goering, cuya meta era independizar a Alemania de todos los víveres y materias primas importadas. "La estabilización de precios que resultó de la intervención oficial nacionalsocialista debe conceptuarse como un éxito notable, único en la historia económica desde la revolución industrial... Esta experiencia permitió que prosiguiera la guerra sin que el problema de los precios preocupara a Alemania".

Por sentado, Borrego siente orgullo del informe de Sweezy y se pavonea con el "milagro" nazi, ya que Alemania carecía de oro en sus bancos y minas, sin divisas extranjeras en sus reservas. "¿De qué misteriosas arcas había salido el dinero para emprender obras gigantescas que dieron trabajo a 6.136.000 cesantes existentes en enero de 1933?. ¿Había logrado, acaso, la piedra filosofal buscada por los antiguos alquimistas para transformar el plomo en oro?", se pregunta el escritor mexicano.

En sus palabras, la fórmula no era un secreto, sonaba inverosímilmente sencilla ante la "seudo-ciencia económica judía", «la riqueza no es el dinero, sino el trabajo». "Si faltaba dinero, se hacía, y si los profetas del reino del oro gritaban que esto era una herejía, bastaba con aumentar la producción y con regular los salarios".


Sweezy fue muchísimo más claro que Borrego: "cuando el Gobierno monopoliza el mercado de capitales y cuando la propaganda oficial entusiasma al pueblo".

Para Borrego, "esto entraba en pugna con los intereses de una de las ramas judías que halla más cómodo amasar fortunas en hábiles especulaciones, monopolios o transacciones de Bolsa, que forjar patrimonios mediante el trabajo constructivo".


Cartel de 'Fuerza por la Alegría' -Kraft durch Freude (KdF)-, una organización recreativa en tiempos del Tercer Reich, concebida como medio de propaganda para exhibir las virtudes del nazismo, era parte del Frente del Trabajo Alemán. Suele citarse como una de las pocas cosas rescatables del nazismo, aunque el programa era válido exclusivamente para trabajadores alemanes "arios" (habría que ver como Salvador Borrego y los neonazis latinoamericanos se las hubiesen ingeniado para cumplir con las leyes de Nuremberg). Declarado objetivo fue preservar la "paz laboral", apaciguando a los trabajadores y evitando el rebrote del sindicalismo. De esa forma se ofreció al trabajador beneficios que no podían darse, como la práctica de caros deportes recreativos como el tenis, la navegación o la equitación; viajar al extranjero o acudir a balnearios en el Báltico o en el Mar del Norte. (En Wikipedia se encuentra una precisa reseña sobre esta organización)

Sweezy, citado por Borrego, relata que "la economía nacionalsocialista ayudó a los hombres de negocios a eliminar a los logreros de la industria; se ampliaron las subvenciones para las empresas productoras de bienes esenciales; se implantó un espartano racionamiento. Se creó el 'Frente Alemán del Trabajo', el departamento de «Fuerza por la Alegría»; otro de «Belleza y Trabajo»; se implantó el mejoramiento eugenésico y estético de los centros de trabajo, el sistema de vacaciones (para arios); el «Servicio de Trabajo»,  antes de entrar en el ejército, se trasladaron jóvenes de las ciudades al campo; a los judíos se les aisló del resto de los trabajadores, «con objeto de que el contagio fuera mínimo»  

Borrego encontró en aquellas descripciones de Sweezy, anteriores a la guerra, su mejor mentira para sustentar la defensa del nazismo, "seis años antes de que se encontrara el falso pretexto de Polonia para lanzar al Occidente contra Alemania, ya la Federación Mundial Económica Judía le había declarado la guerra de boicot. La lucha armada fue posteriormente una ampliación de la guerra económica"

Una de las perlitas favoritas del escritor mexicano es: "de ahí nació la entonces tácita alianza entre el Oriente y el Occidente para aniquilar a la Alemania nacionalsocialista. Ni los yugoeslavos, ni los belgas, ni los franceses, ni los ingleses ni los estadounidenses tenían por qué lanzarse a esa lucha, mas para los intereses israelitas era indispensable empujarlos. ¡Con los mismos pueblos que en cierto modo eran sus víctimas, el judaísmo político iba a afianzar su hegemonía mundial!".

"Derrota Nazi" (o "Derrota Mundial"), también cita a Carlos Roel, "Hitler y el nazismo": "La judería se alarmó, pues siendo el acaparamiento del oro y el dominio de la banca sus medios de dominación mundial, significaba un grave peligro para ello, el triunfo de un Estado que podía existir sin oro, y además, desvincular sus instituciones de crédito de la red internacional israelita, ya que muchos otros se apresurarían a imitarlo. ¿Cómo evitar ese peligro? No habría sino una forma: aniquilar a Alemania".


Comentando las falacias de Borrego y otros "revisionistas" sobre cuestiones económicas.



A Hitler se le hizo el verdadero "milagrito" con la crisis económica de los años 1929-1933, Alemania se desplomó y gracias a la crisis surgió su popularidad. Su misión consistía ganarse a todos los estratos sociales, obviamente a las masas populares con prioridad y con el máximo secretismo se acercó a los banqueros e industriales, a quienes prometió estabilidad política y apertura de nuevos mercados, a cambio de financiamiento

La gran industria aceptó el pacto, pero como es el pueblo quien vota, Hitler ofreció a las masas "destruir" a los capitalistas que habían conducido Alemania a su desgracia. Esta muy claro que jamás pretendió crear una sociedad sin clases, ni nacionalizar las empresas, la evidencia está ahí, las transnacionales estadounidenses llegaron y trabajaron codo a codo con las empresas alemanas.


"Hitler aseguró a los hombres de negocios que mantendría el capitalismo y facilitaría a los magnates importantes contratos estatales junto con una mano de obra sin derechos en forma de presos políticos"

La oligarquía apoyó a Hitler porque era el prometido adversario del comunismo, además de ferviente antisemita, confiaban en que los activos en manos judías pasaran, mediante procedimientos legales, a su control. Hitler era un simple medio. Altiva y soberbia, la aristocracia y oligarquía alemana lo miraban como el instrumento que traería a Alemania la tan esperada estabilidad política y económica. Es histórico el desprecio que muchos sentían por el "cabo bohemio", Hitler no fue tomado en serio; creían que a cambio de concesiones y poder político podrían utilizarlo para sus objetivos, así lo hicieron inicialmente; pero, se equivocaron, las ambiciones y personalidad megalómana de Hitler era mucho más grande. 

Insistiré en el argumento central de la propaganda nazi. La fantasía que los judíos impusieron a la humanidad la creencia que la riqueza de las naciones se basa en la cantidad de oro que poseen y no en el trabajo de sus ciudadanos - El "Trono de Oro"-; y, que los grandes capitalistas judíos dominan el mundo, subyugando a las naciones con el 'patrón oro', bajo el cual se respalda la economía mundial. (La fuente de inspiración de esta revelación está detallada en el “Protocolo 22” del fraudulento líbelo "Los Protocolos de los Sabios de Sión").  

Para quien desconoce de economía, el uso del “patrón de oro” no es otra cosa que el respaldo del valor de la moneda circulante de un país con las reservas de oro que posee, es decir, fijar el valor de la moneda en oro. Y esto funcionó durante un tiempo, Inglaterra enterró ese sistema de respaldo de su moneda ya en 1931, en los EEUU se demoró un poco más, 1971, cuando Richard Nixon declaró definitivamente abolido el sistema del 'patrón de oro', es decir, el gobierno no volvería a cambiar el papel billete de un dólar por una cantidad fija de oro prefijada por las autoridades. Con esa decisión, no solo los EEUU, sino el mundo dejó de utilizar la transferencia de oro por papel moneda, dando paso a la fluctuación conforme las leyes de la oferta y la demanda. 

El tipo de información que recoge el libro de Salvador Borrego tampoco desvela cómo es que Alemania pagaba las materias primas importadas del extranjero... ¿con el trueque…?. Tampoco menciona la existencia de los mercados negros dentro de Alemania, donde si funcionaba el trueque de bienes de consumo entre la población. ¿Cuántos de los lectores o el mismo señor Borrego habrán escuchado el término “Zwangswirtschaft” o, en cristiano, economía de compulsión?. (lo revisaremos más adelante)

Veamos, todos sabemos que al imprimir papel moneda se cubre una demanda adicional de producción, sus secuelas no se notan al principio, al contrario se nota un efecto “benéfico” en un corto plazo que pone a funcionar la economía; la inflación es la secuela posterior, el aumento de los precios; y, para controlar eso, el modelo nazi de la economía funcionaba a la perfección. La “innovación” que usted leyó más arriba de boca de Salvador Borrego consiste en considerar que "el aumento de billetes es malo, pero esto no tiene gran importancia cuando se regulan los salarios y los precios, cuando el Gobierno monopoliza el mercado de capitales y cuando la propaganda oficial entusiasma al pueblo

Borrego dice que Hitler explicó a Schacht una verdad elemental: “que la causa esencial de la estabilidad de nuestra moneda había que buscarla en los campos de concentración”. Allá fueron a parar no solo los especuladores, sino cualquiera que se oponga a que su trabajo y vida sea controlado por el estado policial vigente en la Alemania nazi.

La economía nazi superó relativamente bien la inflación que ellos mismos provocaban al imprimir papel moneda, con una eficiente represión, de esa forma, absolutamente TODO el aparato productivo terminó bajo control del gobierno. Las cosas tampoco son tan simples como plantea Borrego en su libro propagandístico: eliminar la banca, volver a los medios de producción del pasado, meter a la gente en los campos de concentración, etc., etc.

El asunto de la "banca judía" es otro mito colosal, los "usureros judíos" que controlan el mundo ha sido explicado convenientemente (Apuntes sobre el sionismo IV). Vale la pena reiterar algo importante: El "trono de oro" si que funcionó muy bien en provecho de Occidente, sobre todo para el Reino de España, por ende, el resto de Europa también se benefició de las riquezas mal habidas tras el saqueo del oro de América. Existen muchos trabajos sobre lo que habría sido la España Católica si no hubieren saqueado el continente americano.

Aclaremos conceptos sobre los "judíos usureros":



La definición de USURA, en su real significado, proviene del latín usura, el término refiere al interés que alguien cobra cuando presta dinero, un contrato que implica el crédito y el derecho a la ganancia o utilidad del mismo. Con los tiempos modernos es común referirnos al término usura en otro sentido, ahora la  ligamos exclusivamente al excesivo interés en un préstamo y la ganancia excesiva que obtiene un prestamista. Coloquialmente calificamos de usureros a entidades y personas que cobran intereses (bancos, instituciones que prestan dinero para hipotecas, préstamos de consumo, como mutualistas, cooperativas, etc.)  

En teoría, la función de la banca comercial, es el préstamo de dinero (usura en su correcta definición). Reconocemos que hoy se ha transformado en un sistema opresivo; la banca ha desviado su función en el negocio marcando a su arbitrio los intereses económicos del mercado, transformando un supuesto servicio en una obligación muy riesgosa para el ciudadano y hasta para el Estado; suele ser cierto que puede influir para colocar, cambiar o eliminar gobiernos. Aquello del interés por nuestros ahorros es una burla –más bien nos cobran por usar los “servicios” bancarios. Lastimosamente, sin el dinero que prestan los bancos la economía se estancaría y los proyectos de desarrollo sin financiación no llegarían a ejecutarse. 

Vivimos otros tiempos, el crecimiento de la población mundial, la necesidad de nuevos recursos, inversiones y planes en general no pueden suplirse con otros medios que no sea con el sistema financiero actual, ya no vivimos en la edad media, o en una supuesta sociedad utópico-anárquica para intercambiar productos de consumo (trueque). Hay que ser realistas. Exigir control, fiscalización, regulación de la operatividad del sector bancario es competencia del Estado; claro, el Estado depende, en muchas ocasiones de la banca… 

Me siento obligado a transcribir, nuevamente, algunos párrafos de anteriores trabajos, con ello entenderemos la acusación en contra de la "banca judía" (textos resumidos de Spectator, "El Trono de Oro").

En lo que toca al judío. La Torah (lo que viene siendo el Antiguo Testamento de los cristianos) desde los tiempos de Moisés prohíbe que entre los judíos se cobre interés alguno por préstamos, excluyéndose el caso en el que un préstamo se haga a un extranjero:

“No obligues a tu hermano a pagar interés, ya se trate de un préstamo de dinero, de víveres, o de cualquier otra cosa que pueda producir interés. Al extranjero podrás prestar a interés, más a tu hermano no prestarás así” (Deuteronomio, 23:20).

En primer lugar debemos superar la imagen infantil del “judío avaricioso”, habría que señalar a los califas musulmanes y a los reyes cristianos, tanto de oriente como de occidente, como responsables del surgimiento de una importante banca judía en el corazón del mundo islámico y de la cristiandad

La iglesia católica y los alfaquíes prohibían la usura, porque esta era útil a sus intereses de Estado. Entonces, ¿por qué no recurrir a un pueblo que ya tenía una “licencia de Dios” al respecto? En el mundo islámico, delegar las prácticas usurarias a los judíos fue habitual durante siglos, con el agravante hipócrita de que uno no se “mancha las manos con la usura”. Precisamente por estas actitudes hipócritas, muchos judíos fueron obligados a fungir como prestamistas o como contabilizadores de préstamos al no permitírseles laborar en oficios y profesiones desligados de actividad bancaria alguna. Y, debemos acotar que, por esas mismas razones hipócritas, los judíos servían en las Cortes de los Monarcas Cristianos en la Edad Media, los conocidos Hofjuden, “Judíos de la Corte”, bajo protección de las familias reales y aristocráticas, eran quienes administraban las finanzas de los reinos y de la clase pudiente, en vista que el préstamo de dinero estaba prohibido por la iglesia y los judíos gozaban de esa "licencia celestial". 

Hoy en día la usura no solo es permitida sino practicada por la Iglesia Católica, el costo que se ha tenido que pagar por esto ha sido una secuela de muy terrenales escándalos financieros como el del Banco Ambrosiano. Se pretende justificar el cambio mediante la distinción entre el interés moderado (permitido por ley) y la práctica usurera (practicada por prestamistas). En el presente la Iglesia puede seguir condenando la usura y practicarla. Sin embargo, cualquiera que tenga una mínima perspectiva histórica no puede dejar de sorprenderse: ¿cómo es posible que la Iglesia haya renunciado a una prohibición de siglos?...


Este artículo continúa AQUÍ


Artículos relacionados:

"Desenmascarando los fraudes del Revisionismo":


TRAIAN ROMANESCU Un rumano que nunca existió

Desmontando a los “revisionistas” de lengua castellana


FUENTES DE CONSULTA del presente ensayo


Nota: En esta serie de ensayos, conscientemente omito los enlaces directos a las fuentes de consulta, el propósito es motivar al lector buscar por sí mismo la información, que se cerciore por su propio esfuerzo lo planteado en esta ponencia. No obstante el material consultado es el siguiente:


- Judea declares war to Germany. Daily Express

- El trono de oro. Spectator
-  La economia islamica y la usura. Webislam
- La interpretación de la usura en el judaísmo, islam y cristianismo, y sus consecuencias. Jaime Lombana Sánchez (PDF)
"No era nadie" y "no lo tomaban en serio": El vertiginoso ascenso político de Adolf Hitler. Actualidad RT
Un tuitero desmonta siete creencias sobre Hitler: “Es importante leer para evitar el ridículo”www.publico.es

31 enero 2018

Tres ensayos sobre el germanófilo





I

A manera de prólogo


Tito Andino


Luego de esta introducción, leeremos al Maestro Jorge Luis Borges y a otro autor anónimo, quienes plasman sus interesantes y particulares visiones sobre la germanofilia durante y post segunda guerra mundial. Explicar ese morbo imprudente de muchos aficionados a la historia militar y su dramatizada “valoración” ética sobre las tropas alemanas es el cometido. 

Este ensayo, y los dos siguientes, exclusivamente, hacen referencia al germanófilo (o filogermánico) amante de la guerra y partidario de la Alemania nazi, el concepto de estos términos es mucho más amplio y aplica a variadas ramas como el arte, la música, la literatura, la cultura alemana en general.  

No juzgo a nadie, cada cual puede ser admirador de quien le plazca y ser capaz de mantener su opinión, hasta elegir el autoengaño si eso le es satisfactorio, Tampoco puedo desconocer el inmenso interés de muchas personas por algo que les apasiona, lectores aficionados o ilustrados académicos sienten fascinación por aquel período conocido como la segunda guerra mundial y, sin lugar a dudas, devoran libros y los coleccionan. Eso es loable, es cultura. Reitero, estos ensayos pretenden únicamente dibujar un semblante del partidario del nazismo.

Muchos germanófilos (por ser suave en el calificativo, ya que lo usa el maestro Borges, lo acepto, aunque en realidad, los del presente no sean germanófilos, sino neonazis) son coleccionistas empedernidos de libros sobre la segunda guerra mundial, sobre todo de biografías y diarios de generales alemanes y otros oficiales que participaron en la batalla y que escribieron, en la posguerra, sus “Memorias” (desde un punto de visto subjetivo). Eso en sí, no puede ser cuestionado, al contrario, alabaríamos un esfuerzo metódico de aprendizaje que se comparta en un foro de historia; sin embargo, no es la realidad, intentan confundir el todo con explicaciones traídas de los pelos en sitios web pro-nazis, bajo la ayuda de una supuesta literatura "revisionista".

El filogermánico se considera una eminencia en estrategia militar por el mero hecho de haber leído algunas “Memorias”, se siente en capacidad de “recrear” las tácticas de los cuerpos acorazados de Manstein o Guderian, por ejemplo, (ese solo talento le haría merecedor de una cátedra en una escuela militar); mas, se irrita ante la falta de reconocimiento público de su “talento” como historiador militar aficionado y estratega de guerra (aunque nunca haya recibido formación militar). En el fondo esto no es más que una subcultura banal, propensión de los neonazis a presumir "conocer" la verdad histórica de la segunda guerra mundial (versión surgida de la propaganda nazi); pretender evidenciar todo ese conocimiento en forma de discurso es algo inútil, estéril, impráctico, pero el fanático lo atesora, siente orgullo de ello, no es capaz de entender el rídiculo que hace ante una foro especializado.  

Existe un antídoto para ello, una selecta y correcta lectura de investigaciones adaptadas para un lector apasionado por esa etapa histórica y que no tiene otra formación más que su afición por la historia; y, sobre todo, auto reconocimiento de sus límites (un real investigador, un historiador académico necesita muchos años de dedicación continua para elaborar sus hipótesis sobre determinado suceso). En lo personal, no me atrevería discutir sobre estrategia o historia militar por internet solamente copiando o citando a tal o cual autor (menos del 10% del personal militar es especialista en estrategia). Lo mío ha sido siempre la ciencia aplicada al entorno geográfico y humano, la GEOPOLÍTICA, la política y relaciones internacionales dentro de los ciclos históricos que conducen a un episodio bélico, en este caso, con la historia militar. 

En un anterior trabajo, HISTORIOGRAFÍA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, explicamos la forma cómo debemos valorar la narrativa de la guerra dentro del proceso histórico.

Poseo algunos libros sobre el tema, incluso leo el supuesto “revisionismo” porque un escritor debe saber que piensan aquellos individuos que han decidido dedicar parte o su vida entera a defender la mentira de una causa aberrante. Solía vagabundear en mi juventud con la narrativa de Sven Hassel, me sigue gustando. Hassel, como muchos otros literatos debe ser leído bajo el contexto de su género, la novela, una suma de inventiva, episodios históricos, relatos de verdaderos combatientes y el humor negro de la época. Su imaginativa (propia o prestada) es apasionante, el mérito de Hassel fue presentarnos la posición del simple soldado alemán del frente, sus miedos, anhelos, debilidades humanas y los horrores del combate. La crítica política de los camaradas de Hassel (con algunos personajes como excepción) sobre el nazismo y el antisemitismo se refleja en sus libros, al burlarse de Hitler y del Partido, una peculiaridad más frecuente de lo que se cree dentro de los soldados de la Wehrmachtde allí que en la vida real, las tropas del frente –con el avance de la guerra-  hayan sido dotadas de personal de la policía secreta nazi, cuya misión fue denunciar a los “derrotistas”. No fueron pocos los soldados alemanes que terminaron ejecutados por “alta traición”, es decir, cometer el error de opinar. En ese sentido, los nazis no se diferenciaban de los Comisarios y tropas del NKVD soviéticos que “cazaban” a los soldados del Ejército Rojo “disidentes” en el frente de batalla. 
  
He citado a Hassel por una razón, él amalgamó la ficción con unas cuantas, pero crudas verdades, si sus novelas fueron autobiográficas o no, siguen reflejando el sentir del simple soldado alemán de a pie. Su narrativa es sencillamente impresionante. El género literario de Hassel queda establecido: NOVELA. Todo lo contrario, literatos “revisionistas” han fusionado ficción, mitos, falsedad documental con hechos históricos reales y lo denominan “REVISIONISMO”, magnificando -en perverso beneficio de una causa injusta- al sufrido soldado alemán del frente como fiel seguidor e incondicional combatiente, hasta la muerte, de Hitler y el nazismo.  

Alguna vez leía a César Vidal (escritor español), comentaba que los neo-nazis odian a Hassel por su directo desprecio al nazismo, no le perdonan que en sus novelas relatara el placer que sentió limpiarse el trasero con una foto de Hitler. Leer a los “revisionistas” neonazis es apostar por una subcultura que infunde la discriminación u el odio racial y religioso, que causa –como efecto- el aislamiento social permanente del individuo que se aferra y fanatiza en esa literatura, volviéndolo desconfiado y paranoico porque todo lo que sucede en el mundo, imperiosamente, tiene que ser obra de una conspiración (judía).

Volvamos a nuestro germanófilo del presente. De todas formas, aquella afición a compilar material literario sobre temas bélicos no refleja necesariamente en su poseedor sapiencia en el tema. Muchos suelen sentir orgullo de su biblioteca y, claro está, se auto-proclaman eruditos en la ciencia de la historia, “críticos” es un auto-calificativo muy apetecido, sin poseer formación académica en la materia, la recitación de citas transcritas de sus autores favoritos es suficiente. Dedican tiempo y esfuerzo en redes sociales, foros u otros medios para charlar sobre campos de concentración en los Estados Unidos (norteamericanos de origen japonés) o de los campos ingleses creados para los expatriados; en cuanto a los campos de concentración nazis (KZ) parecen tener algún tipo de laguna mental. También aparentan desconocer que un alto porcentaje de las tropas estadounidenses en la segunda guerra mundial o bien eran descendientes de emigraciones alemanas a Norteamérica o eran emigrantes directos que abandonaron la Alemania nazi.



Es muy común escuchar el término “filogermánico”, es decir,  aquel que siente estima o admiración por todo lo alemán; y, en lo que respecta a la guerra mundial, en esta corriente, muchos aducen defender el honor de la Wehrmacht, pero que se apartan de los crímenes de las SS; otros, más radicales, resguardan directamente todo lo que tiene que ver con las “bondades” del nazismo. Sueñan con la excelencia moral del combatiente alemán, "añoran" -a pesar de no tener idea- la formación cultural e ideológica del soldado prusiano, como ejemplo a imitar en su propia cultura. 

Hay que ser puntuales, El Alto Mando de la Wehrmacht (ni su predecesora la Reichswher) jamás fueron organizaciones apolíticas. Iniciada la guerra mundial, algunos incondicionales jefes de la Wehrmacht (no la tropa), se alinearon con la política hitleriana, dejaron sentado cual sería el futuro no solo de Polonia sino de Europa (“razas inferiores”). Altos Mandos de las Fuerzas Armadas Alemanas participaron activamente en el programa político nazi, convirtiéndose, irrefutablemente, en parte ideológica y hasta radicalizada. Quién puede negar que actuaron con ignominia al inclinarse frente a Hitler, a quien juraron fidelidad mediante un acto humillante de carácter personal, en detrimento de jurar por Alemania juraron por Hitler. Tampoco olviden su silencio cómplice en los asesinatos de la “noche de los cuchillos largos” y otros crímenes políticos. Los mandos de la Wehrmacht (salvo excepciones) se transformaron, por antonomasia, en coautores de la guerra de agresión, implicándose en una guerra “racial” contra los eslavos, el frente oriental fue una guerra genocida, por lo que los alemanes recibieron igual contrapartida de parte soviética. 

Lo que surgió antes y durante el desarrollo de la guerra la RESISTENCIA ALEMANA al nazismo- es resultado exclusivo de un grupo de uniformados (y civiles) que se opusieron al régimen desde el principio (no todos, por cierto).

Los filogermánicos o germanófilos de internet se rasgan las vestiduras en defensa de la decencia de la Wehrmacht. Llegan a separar el conjunto en “soldados buenos” y “nazis malos”. Según leí en unos interesantes debates, todo aquello es “pura propaganda estadounidense, una servidumbre para ganarse el esfuerzo de la Alemania Federal en la guerra fría. Es igual de falsa que la que se vendía al otro lado del telón de acero, según la cual en la RDA sólo había auténticos luchadores antifascistas, mientras el ejército de la RFA seguía siendo un nido de nazis”. (Para entender este fenómeno recomiendo la lectura de mi artículo  HÉROES O VILLANOS?. STAUFFENBERG o LAS SS?  ).

“Filogermánico”, “germanófilo” son sinónimos, lo que sí debemos hacer es no confundir esa designación con el “pangermanismo” que implica una organización político-ideológico cuya finalidad era la unificación o expansión de Alemania, según la coyuntura histórica.

No prologo más, el Maestro Jorge Luis Borges nos explica este fenómeno, desde su perspectiva viva, surgida en el mismo instante de apogeo y conquista nazi de Europa, lo complementamos con unas notas sobre filogermanismo, escrito hace diez años como crítica a la obcecada “teoría” revisionista neonazi.


II

Definición del germanófilo


Jorge Luis Borges
13 de diciembre de 1940




Los implacables detractores de la etimología razonan que el origen de las palabras no enseña lo que éstas significan ahora; los defensores pueden replicar que enseña, siempre, lo que éstas ahora no significan. Enseña, verbigracia, que los pontífices no son constructores de puentes; que las miniaturas no están pintadas al minio; que la materia del cristal no es el hielo; que el leopardo no es un mestizo de pantera y de león; que un candidato puede no haber sido blanqueado; que los sarcófagos no son lo contrario de los vegetarianos; que los aligátores no son lagartos; que las rúbricas no son rojas como el rubor; que el descubridor de América no es Américo Vespucci y que los germanófilos no son devotos de Alemania.

Lo anterior no es una falsedad, ni siquiera una exageración. He tenido el candor de conversar con muchos germanófilos argentinos; he intentado hablar de Alemania y de lo indestructible alemán; he mencionado a Hölderlin, a Lutero, a Schopenhauer o a Leibnitz; he comprobado que el interlocutor "germanófilo" apenas identificaba esos nombres y prefería hablar de un archipiélago más o menos antártico que descubrieron en 1592 los ingleses y cuyas relaciones con Alemania no he percibido aún. 

La ignorancia plenaria de lo germánico no agota, sin embargo, la definición de nuestros germanófilos. Hay otros rasgos privativos, quizá tan necesarios como el primero. Uno de ellos: al germanófilo le entristece muchísimo que las compañías de ferrocarriles de cierta república sudamericana tengan accionistas ingleses. También le apesadumbran los rigores de la guerra sudafricana de 1902. Es, asimismo, antisemita; quiere expulsar de nuestro país a una comunidad eslavo-germánica en la que predominan apellidos de origen alemán (Rosenblatt, Gruenberg, Nierenstein, Lilienthal) y que habla un dialecto alemán: el yiddish o juedisch.

De lo anterior cabría tal vez inferir que el germanófilo es realmente un anglófobo. Ignora con perfección a Alemania, pero se resigna al entusiasmo por un país que combate a Inglaterra. Ya veremos que tal es la verdad, pero no toda la verdad, ni siquiera su parte significativa. Para demostrarlo reconstruiré, reduciéndola a lo esencial, una conversación que he tenido con muchos germanófilos, y en la que juro no volver a incurrir, porque el tiempo otorgado a los mortales no es infinito y el fruto de esas conferencias es vano.



Invariablemente mi interlocutor ha empezado por condenar el Pacto de Versalles, impuesto por la mera fuerza a Alemania en 1919. Invariablemente yo he ilustrado ese fallo condenatorio con un texto de Wells o de Bernard Shaw, que denunciaron en la hora de la victoria ese documento implacable. El germanófilo no ha rehusado nunca ese texto. Ha proclamado que un país victorioso debe prescindir de la opresión y de la venganza. Ha proclamado que era natural que Alemania quisiera anular ese ultraje. Yo he compartido su opinión. Después, inmediatamente después, ha ocurrido lo inexplicable. Mi prodigioso interlocutor ha razonado que la antigua injusticia padecida por Alemania la autoriza en 1940 a destruir no sólo a Inglaterra y a Francia (¿por qué no a Italia?), sino también a Dinamarca, a Holanda, a Noruega: libres de toda culpa en esa injusticia. 

En 1919 Alemania fue maltratada por enemigos: esa todopoderosa razón le permite incendiar, arrasar, conquistar todas las naciones de Europa y quizá del orbe... El razonamiento es monstruoso, como se ve.

Tímidamente yo señalo ese monstruo a mi interlocutor. Este se burla de mis anticuados escrúpulos y alega razones jesuíticas o nietzscheanas: el fin justifica los medios, la necesidad carece de ley, no hay otra ley que la voluntad del más fuerte, el Reich es fuerte, la aviación del Reich ha destruido a Coventry, etcétera. Yo murmuro que me resigno a pasar de la moral de Jesús a la de Zarathustra o de Hormiga Negra, pero que nuestra rápida conversión nos prohíbe apiadarnos de la injusticia que en 1919 sufre Alemania. En esa fecha que él no quiere olvidar, Inglaterra y Francia eran fuertes; no hay otra ley que la voluntad de los fuertes; por consiguiente, esas naciones calumniadas procedieron muy bien al querer hundir a Alemania, y no cabe aplicarles otra censura que la de haber estado indecisas (y hasta culpablemente piadosas) en la ejecución de ese plan. Desdeñando esas áridas abstracciones, mi interlocutor inicia o esboza el panegírico de Hitler: varón providencial cuyos infatigables discursos predican la extinción de todos los charlatanes y demagogos, y cuyas bombas incendiarias, no mitigadas por palabreras declaraciones de guerra, anuncian desde el firmamento la ruina de los imperialismos rapaces. Después, inmediatamente después, ocurre el segundo prodigio. Es de naturaleza moral y es casi increíble.




Descubro, siempre, que mi interlocutor idolatra a Hitler, no a pesar de las bombas cenitales y de las invasiones fulmíneas, de las ametralladoras, de las delaciones y de los perjurios, sino a causa de esas costumbres y de esos instrumentos. Le alegra lo malvado, lo atroz. La victoria germánica no le importa; quiere la humillación de Inglaterra, el satisfactorio incendio de Londres. Admira a Hitler como ayer admiraba a sus precursores en el submundo criminal de Chicago. La discusión resulta imposible porque las fechorías que imputo a Hitler son encantos y méritos para él. Los apologistas de Artigas, de Ramírez, de Quiroga, de Rosas o de Urquiza disculpan o mitigan sus crímenes; el defensor de Hitler deriva de ellos un deleite especial. El hitlerista, siempre, es un rencoroso, un adorador secreto, y a veces público, de la "viveza" forajida y de la crueldad. Es, por penuria imaginativa, un hombre que postula que el porvenir no puede diferir del presente, y que Alemania, victoriosa hasta ahora, no puede empezar a perder. Es el hombre ladino que anhela estar de parte de los que vencen.

No es imposible que Adolf Hitler tenga alguna justificación; sé que los germanófilos no la tienen.

(Reproducido en “Textos cautivos” (1986) 
Jorge Luis Borges                



III

“Filogermanismo”

Filogermanismo español y propaganda nazi; 
una historia muy, muy larga.




De Antirrevisionismo
(2007)


Entre los aficionados a la historia militar, es difícil encontrar a alguien que no manifieste su profunda admiración por el maravilloso ejército alemán de la segunda guerra mundial. Casi siempre luego te recuerdan que esa admiración no tiene nada que ver con el nazismo o con los brutales comportamientos “de las SS”. Pero claro, como expertos, nos recuerdan que “las Waffen SS eran soldados, no es lo mismo que la SS” y que la mayoría de generales alemanes en realidad desde siempre fueron antihitlerianos, y unos perfectos caballeros.

También se suele resaltar eso de la “exagerada propaganda aliada”. Conozco a gente con notables bibliotecas sobre la SGM, en las que apenas hay un par de libros escritos desde un “punto de vista” tan pro aliado como Liddell Hart. Cuando algún autor se muestra especialmente justificativo con los bombardeos aliados, como Noble Frankland en la añeja San Martín, el prólogo español inmediatamente pone las cosas en su “sitio”. Y, jamás, figura un solo libro sobre el holocausto. Tampoco es tan fácil, hasta hace bien poco no pasaban de la docena los libros publicados en español sobre el tema, y aunque el actual boom editorial casi ha triplicado esa cifra, sólo el más baratito de César Vidal en Alianza ha llegado a la segunda edición, que no sé si se pueden atribuir al tirón del autor (actual nuevo gurú de la derecha “auténtica” española), o a que Alianza siempre reedita su fondo de bolsillo.

Hasta 1960 no se publica en español un solo libro sobre el holocausto: “El Tercer Reich y los judíos” de Poliakov y Wulf (Seix Barral). En su prólogo, su editor y traductor parcial, Carlos Barral, necesita justificarse por publicar un libro sobre este tema, tan desagradable. Pero tranquilos, las fotos no son especialmente morbosas, montones de gafas, la puerta de Treblinka, documentos… nada de mal gusto. El cambio de título de “Judgment at Nuremberg” por “Vencedores y vencidos”, parafraseando cierta famosa portada del Abc de 1946, no es más que una anécdota, así como el que se suprimieran las imágenes filmadas en los KZ que muestra el fiscal de la película.

Sin embargo, ninguno de estos admirables estudiosos de esta conflagración llega tan siquiera a admitir que haya existido algo llamado “propaganda alemana”, y que ésta ha tenido “dificultades” para llegar a los españoles, o a toda la comunidad hispanohablante. Eso sí, si tienen ejemplares auténticos y en español de “Signal” o “Der Adler”, los muestran orgullosos…

Se podría decir que, es normal que se publiquen tantísimos libros sobre la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva “alemana”, y que vendan más ejemplares que no ese tostón tendencioso de “Cruzada sobre Europa” de Eisenhower. Lo podéis encontrar en cualquier librería de viejo, eso sí, será casi imposible que veáis aun a precios prohibitivos los de Guderian, Manstein, Rudel, Dönitz, Kesselring, Knocke… 1960 fue también el año de publicación de “Piloto de stukas” de Rudel, por el Ministerio del Aire. Pero también se publicaron otros libros de asuntos “relacionados” con la SGM. Mateu redita “el judío internacional” de Ford en 1961, y “los protocolos de los sabios de Sión” en 1963. España es el país con más ediciones de “Mi lucha” fuera de Alemania, y se reeditan otros “clásicos” como las obras de Carlavilla. 



Pero tranquilos, pronto estamos en contacto con lo más moderno del revisionismo europeo: Acervo comienza la publicación de las obras de Paul Rassinier en 1961. Los títulos son en sí mismos un poema: “La mentira de Ulises”, “La verdad sobre el proceso Eichmann” (1962). “El drama de los judíos europeos” está anunciado en las solapas de la edición en rústica de “Vive peligrosamente” de Skorzeny, pero al parecer no llegó a ser publicado en español. Aunque se está consolidando el mito de Franco salvador de judíos, y se publican nuevos libros sobre el holocausto en los 70, la antorcha sigue alta e impasible el ademán gracias a nuevos hallazgos como el español Joaquín Bochaca o el mexicano Salvador Borrego. Son los “años dorados” del entonces polémico David Irving, cuyas obras son betsellers que publica puntualmente Planeta, pero cuyas tesis exculpatorias del nazismo pasan ampliamente desapercibidas entre la comunidad aficionada a la historia militar. A fin de cuentas, no se diferencian demasiado del común del aficionado al género.

España, a fin de cuentas, es el paraíso de los neonazis. 

La CEDADE es la organización NS (Nacionalsocialista) más importante de Europa, e incluso abre delegaciones en Francia. Recibe apoyos “directos” e intelectuales de importantes exiliados, como Skorzeny, Degrelle, Horia Sima… La organización se colapsa a principios de los 80 tras intentar transformarse en partido político con listas en todas las circunscripciones, aunque ellos siempre han aludido a problemas económicos… que no les impidieron pagar conferenciantes tan caros como Irving, publicar revistas técnicamente impecables, e incluso una sobre… música clásica. Sobre el tema Manuel Florentín, Álvarez Chillida y Xavier Casals han escrito varios libros, que remito al curioso en ampliar conocimientos de nuestra historia reciente.


A día de hoy sigue habiendo aficionados, “para nada neonazis”, que encuentran ofensivo el tono de un Kershaw en su biografía de Hitler (habría que ver qué pensarían de leer a Trevor Roper…). Nadie se ofende si se califica a los italianos o a los franceses de “cobardes”, o a los ingleses de traidores… pero cielos, hay que ver la que se monta cada vez que alguien duda de la inmaculada potencia y honorabilidad del ejército alemán…

Pedro Varela de CEDADE y Librería Europa, a la izquierda junto a David Irving; a la derecha junto al ex líder del Ku Klux Klan David Duke.


Lo cual nos lleva, por supuesto, al tema de los malvados comunistas… porque claro, está muy mal generalizar y decir eso de que los “alemanes” en realidad eran buenos y tenían pánico a la Gestapo, que el Heer desarrollaba su lucha heroica en el frente mientras “algunos SS” en la retaguardia hacían barbaridades, y no faltará quien compare a la lucha antipartisana como algo necesario, contra los que, en definitiva, eran bandidos y terroristas, casi siempre comunistas.

La SGM es, al mismo tiempo, la típica guerra entre países por fronteras, con Francia y Reino Unido intentando estrangular a la pobrecita Alemania, y una saga histórica sin precedentes, en lucha contra el comunismo ateo y represor. Después de todo, muchos nos hemos criado con las “Hazañas bélicas” de Boixcar, en sus múltiples reediciones desde 1948, y tranquilos, aún están disponibles en edición para coleccionistas (es decir, por un ojo de la cara). 

Tampoco habría que menospreciar tanto al cine bélico que se estrenaba en España, todas esas películas hollywoodienses propagandísticas, empezando por esa artista española republicana de “Casablanca” suprimida hasta 1975. Una saga iniciada con “Guadalcanal” (Guadalcanal Diary, 1943) estrenada en España en junio de 1945. Su anuncio en El Alcázar no tiene desperdicio: “la epopeya moderna de la raza blanca escrita a sangre y fuego. La primera gran película norteamericana que llega a nuestras pantallas”.  Después de todo, la ñoña “Rommel, zorro del desierto” (The Story of Rommel, The Desert Fox, 1951) no se estrena hasta 1963. “Ser o no ser” (To Be or Not to Be, 1942, Ernst Lubitsch) en 1970, “El gran dictador” (1940) de Chaplin en 1975…

Así que sí, definitivamente vivimos en un país donde lo raro es encontrarse a aficionadillos a la cosa militar que no admiren al glorioso ejército alemán, gracias a la asfixiante propaganda norteamericana (para los de tendencia derechista) o prosoviética (para los que se confiesan de izquierdas, que tampoco pudieron ver “el acorazado Potemkin” hasta 1975). Donde los nazis apenas han tenido oportunidad de expresarse.

Como diría Forges, País…

AddToAny