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18 junio 2019

El templo y los mercaderes (II)




La historia oculta de las finanzas vaticanas y las cosas extrañas que han sucedido en torno a las mismas entre 1870 y la actualidad.

  - ¿Es usted un hombre religioso?. Quiero decir: ¿cree en lo sobrenatural?.
     - Creo en mi porcentaje.
                                                            Johnny Depp en “La novena puerta”




Juan Valera (1824-1905) fue un político y diplomático del s. XIX a la vez que un ilustre novelista y escritor de relatos cortos. En uno de sus cuentos narra la historia de un ficticio Arzobispo de Toledo famoso por su austeridad y sus públicos alardes de penitencia. Se decía de él que vivía de forma espartana, que ayunaba muy a menudo y siempre comía sin carne, solo pescado, semillas y verduras en general, siendo su plato favorito un potaje de judías y garbanzos que, merced a una receta secreta, le preparaba su cocinero. Sin duda tal comportamiento era algo inusitado en una época en que el alto clero era conocido por sus dispendios, su amor al lujo y a los banquetes opíparos, pese a la miseria en que vivía la mayor parte de la población.

Ocurrió un día que hubo problemas entre los sirvientes y el cocinero fue despedido, todo lo cual inició un período de cambios en dicho puesto de cocinero de la sede arzobispal. Durante los siguientes meses múltiples cocineros fueron contratados eventualmente, pero ninguno acertaba a preparar los platos al gusto del Arzobispo, con lo que cada uno de ellos era pronto despedido y sustituido por otro nuevo cocinero, el cual a su vez no tardaba en ser despedido también, todo ello sin que nadie lograse afianzarse en el puesto.

Ocho o nueve cocineros después fue contratado uno más humilde y listo que los anteriores. Sabiendo que su futuro peligraba tuvo la brillante idea de ir a rogarle al primer cocinero despedido, aquel que tanto había durado en el puesto, que por favor le contase cómo se hacía el dichoso potaje que al arzobispo tanto le gustaba.

El caso es que no se sabe cómo pero logró convencerlo y en adelante, siguiendo con exactitud las instrucciones de su antecesor a la hora de preparar los platos y en especial el famoso potaje, resulta que el nuevo cocinero logró ganarse la confianza del ascético y frugal prelado y perdurar en su puesto de trabajo.

Sin embargo, con el tiempo, al cocinero empezó a pesarle la conciencia y un día pidió una audiencia al arzobispo para desahogarse y confesarle entre lágrimas el secreto del potaje:

-Excelentísimo señor, a pesar del profundo respeto que vuecencia me inspira he de reconocerle con gran pesar que lo estoy engañando, igual que hacía con usted su antiguo cocinero. No hay en el potaje que tanto le gusta y me manda prepararle casi a diario ni garbanzos, ni habichuelas, sino albondiguitas menudas hechas con el mejor jamón, pechuga de pollo, trozos de criadillas de carnero y riñoncitos de faisán, todo disuelto en un caldo preparado con los mejores mariscos... entre otras cosas.

El Arzobispo se quedó callado y, tras un rato de incómodo silencio, mandó salir al resto de criados de la estancia. Luego hizo aproximarse al cocinero, momento en que acerco su boca al oído del pobre hombre y le susurró:

- Pues engáñame tú también, ¡ tonto ¡.


La crucifixión vista desde la cruz. Obra del maestro francés James Tossot. 1890 (Museo Brooklyn, New York)



El secreto del potaje 

Había finalizado la primera parte de esta crónica sobre la historia financiera del Vaticano explicando el ascenso durante los años 70 de una serie de personajes, por un lado el banquero Roberto Calvi en el Banco Ambrosiano y, por otro lado, el arzobispo Paul Marcinkus, presidente a su vez del Instituto para las Obras de Religión, IOR, institución que bajo el mando de Marcinkus acabó convertida en el centro de una red de ocultación de dinero sucio que pasaba del IOR al Ambrosiano y desde allí se extendía por diversas cuentas y pequeños bancos ubicados por todo el mundo, sobre todo en paraísos fiscales. Era el caso por ejemplo de una filial del Ambrosiano en las Bahamas donde aparecían como miembros del consejo de administración dos extraños personajes. 


Michele Sindona


El primero de ellos era Michele Sindona, una especie de “banquero de la mafia” dedicado al blanqueo de dinero de procedencia dudosa pero que tenía abiertas las puertas del Vaticano tras convertirse en una especie de “asesor oficioso” del Papa Pablo VI para cuestiones económicas.

El segundo de esos hombres era Licio Gelli, un “conseguidor” vinculado a su vez a la logia masónica de extrema derecha Propaganda Due, implicada en múltiples asuntos sucios durante el período y a la que pertenecían -como si de un club para hacer amistades y contactos corruptos se tratase- múltiples periodistas, parlamentarios, miembros de los servicios secretos, nobles venidos a menos y hombres de negocios con ganas de medrar, caso de un por entonces semidesconocido Silvio Berlusconi.  


Licio Gelli (centro), Giulio Andreotti a la derecha durante la inauguración de la fábrica de Permaflex en Frosinone


Por otra parte Gelli también se relacionaba con diversas personalidades destacadas de la Democracia Cristiana del período. Es muy curiosa la foto de arriba donde aparecen unos jóvenes Gelli (en el centro) y Giulio Andreotti, juntos en la inauguración de un centro industrial en los años 50. Es gracias a esa compleja y muy completa red de contactos, tejida pacientemente durante décadas, como Licio Gelli acabó sirviendo de enlace o alguna suerte de intermediario entre variopintos grupos de personas pertenecientes al clero, las finanzas y el crimen organizado italiano en los convulsos años 70. 

Obviamente no es que esos hechos pasasen completamente desapercibidas para todo el mundo. Ya en el año 67 el nombre de Sindona había despertado interés de la Interpol como posible blanqueador de dinero sucio proveniente del tráfico de estupefacientes, pero por entonces sus apoyos eran demasiado influyentes y la investigación acabó en nada. De la misma forma en 1973 el nombre de Marcinkus apareció en una investigación del Departamento de Justicia de los EE.UU. en relación a más de 900 millones de dólares vinculados a la mafia neoyorkina que se habían esfumado en dirección a alguna institución financiera en Italia. Pero, protegido por su posición y su pasaporte diplomático, dicha investigación fue cancelada por la ausencia de pruebas.

Así las cosas, superados esos problemillas, todo parecía marchar muy bien hasta que las cosas se empezaron a torcer a partir de 1978


Alvino Luciani y el Papa Pablo VI

Ese año, el del extraño secuestro y muerte de Aldo Moro, fue también “el año de los tres Papas”. Para empezar el seis de agosto, a los 81 años, moría Pablo VI, siendo sucedido en los días siguientes por Alvino Luciani, por entonces patriarca de Venecia, quien adoptó el nombre papal de Juan Pablo I

Sin embargo, durante la noche del 28 al 29 de septiembre, apenas un mes después de ser elegido, Luciani falleció en sus aposentos vaticanos como consecuencia de un súbito infarto de miocardio. El misterio que envolvió a este repentino deceso, sumado a la conocida inquina que Luciani profesaba por Marcinkus y a las supuestas intenciones del fallecido Pontífice de limpiar y poner orden en el IOR, han dado lugar a múltiples teorías de la conspiración, las cuales han trascendido incluso a productos de ficción como la saga de El Padrino en su tercera parte. Personalmente no creo que lleve a ningún sitio detenerse en especulaciones sobre estas cosas. Nos interesan los hechos, los cuales son como sigue. 


El Papa Juan Pablo I junto al cardenal polaco Karol Wojtyla


El 16 de octubre de ese mismo año 1978 el cardenal y arzobispo de Cracovia Karol Josef Wojtyła accedió al pontificado con el nombre de Juan Pablo II. Desde luego esto último fue una suerte para Marcinkus porque el nuevo Pontífice, a diferencia del anterior, lo estimaba y necesitaba. Juan Pablo II ya desde su etapa en Polonia (o precisamente debido a ella) era un jerarca completamente obsesionado con la lucha contra el comunismo que, al ser elegido Papa, decidió recuperar parte de las líneas maestras seguidas al respecto por la Iglesia del período de entreguerras. A su modo de ver la coyuntura internacional posterior a 1945 era aún peor que la de entonces ya que desde el fin de la II Guerra Mundial la URSS había pasado a controlar, a través de dictaduras "vasallas", parte del Este de Europa. Además postulados afines a su tipo de ideología se estaban difundiendo dentro del mundo católico por lugares como América Latina. Particularmente en ese espacio al nuevo Papa le resultaba odiosa la adscripción de algunos clérigos a la llamada teología de la liberación.

Enfrentado a tal coyuntura el recién elegido Juan Pablo II entendía que desde su nuevo cargo se le abrían enormes posibilidades para actuar, pero se daba cuenta también que para llevar a cabo esa lucha no bastaba con buenas palabras. Por ello iba a precisar la puesta en marcha de operaciones que solo podían ser financiadas por la red construida por Marcinkus en torno al IOR y el Banco Ambrosiano. Así, valiéndose de ella, el Vaticano empezó a enviar sumas ingentes al sindicato polaco Solidarnosc (“Solidaridad”, qué bonito y apropiado nombre) y a organizaciones de tinte anticomunista en América Latina con especial atención a la zona centroamericana.

No obstante, debido al excesivo entusiasmo del nuevo Papa, el dispendio empezó a ser enorme, lo que comenzó a exceder los propios recursos del IOR. De esta forma, cuando los fondos de éste no llegaban para cubrir alguna de esas transferencias, empezó a ser el Banco Ambrosiano quien se hacía cargo de la tarea endeudándose para ello hasta unos 1.200 millones de dólares.

Y ese era el menor de los problemas que se les empezaban a acumular a Marcinkus y Calvi. 

Una serie de catastróficas desdichas

En abril del propio 1978, todavía durante los meses finales del Papado de Pablo VI, el Banco de Italia elaboró un informe sobre el Banco Ambrosiano en el que se denunciaban múltiples irregularidades. Sin embargo, al poco tiempo, el magistrado de Milán que empezó a investigar el caso, Emilio Alessandrini, fue asesinado por un grupo terrorista de extrema derecha. Por su parte Mario Sarcinelli el funcionario del Banco de Italia que elaboró el informe resultó oportunamente encarcelado por cargos que fueron desestimados cinco años más tarde. Finalmente, parece que por mediación del líder socialista Bettino Craxi, Roberto Calvi consiguió empréstitos del Estado por valor de unos 200 millones de euros que le sirvieron para más o menos camuflar la situación real de las cuentas del banco.

Cuando esa vía de agua parecía contenida surgió un nuevo foco de problemas. En julio del año siguiente fue asesinado en Milán, por orden de Michele Sindona, un abogado de nombre Giorgio Ambrosoli que le estaba causando problemas. Además, debido a una serie de malas inversiones en Bolsa y otras cuestiones, las sociedades financieras a través de las cuales Sindona movía dinero habían entrado en quiebra técnica. La suma de ambos hechos puso a la justicia tanto italiana como estadounidense tras su pista debido a lo cual fue detenido en 1980 en los EE.UU., siendo más adelante extraditado a Italia.

En el transcurso de su interrogatorio Sindona dio nombres, entre ellos el de Gelli y el de Calvi, poniendo a las autoridades tras la pista de ambos hombres e iniciándose nuevas pesquisas en torno al Banco Ambrosiano. De hecho años más tarde Sindona apareció muerto envenenado en su celda, probablemente a manos de la mafia que no le perdonó haber levantado la tapa del váter.  

Pero para entonces la cosa ya no tenía remedio y a comienzos de 1981 los funcionarios del Banco de Italia volvieron a la carga sobre el Ambrosiano encontrando un agujero contable que en ese momento ya ascendía a 1.400 millones de dólares. En base a ello, el 21 de mayo de ese mismo año, Roberto Calvi fue detenido y poco después condenado a cuatro años de cárcel mientras el Banco Ambrosiano era intervenido y puesto bajo el control de Carlo de Benedetti -un ejecutivo y hombre de negocios por entonces muy bien relacionado- al que se le adjudicó un 2% de las acciones con el propósito de que sanease las cuentas de la entidad.

Un par de semanas antes, el 13 de mayo y en plena Plaza de San Pedro, se produjo el intento de asesinato de Juan Pablo II por parte del ciudadano turco Ali Agca. Se especuló en su momento que Agca fuese una especie de Lee Harvey Oswald, en este caso manipulado por el servicio secreto búlgaro e indirectamente por la KGB, en un intento de deshacerse de un Papa tan incómodo para sus intereses. 


Portada de una popular serie de televisión italiana "Roma criminal" estrenada en 2008, basada en el libro homónimo escrito por el juez Giancarlo de Cataldo. La trama está basada en la verdadera historia de la Banda della Magliana (interconexión entre el crimen organizado y el estado, tráfico de drogas, prostitución, juegos de azar)


No obstante la resistencia de los que instrumentalizaban en la sombra el Banco Ambrosiano y el IOR no se quebró por todo esto. Dos meses después de ocurridos todos esos contratiempos Carlo de Benedetti dimitió precipitadamente de su cargo en el Ambrosiano, se supone que tras recibir amenazas de la mafia. Tal es así que su sustituto, Roberto Rosone, fue tiroteado poco después de reemplazarlo, a comienzos de 1982. A destacar que el pistolero que se encargó del trabajo fue Danilo Abbruciati, un significado miembro de la Banda della Magliana, una potente organización criminal que operaba por entonces en Roma (quedaos con el nombre de la banda porque volveré luego sobre ella). A la vez que esto sucedía Roberto Calvi obtuvo mágicamente la libertad condicional y una vez en la calle volvió a intentar controlar el Banco Ambrosiano.

Sin embargo nadie de los que lo respaldaban contó con la tenacidad a prueba de bombas de los inspectores y funcionarios encargados del caso, entre ellos Roberto Rosone, que había sobrevivido a sus heridas. Continuando las pesquisas, pocas semanas después encontraron que Calvi no podía explicar la procedencia de 1.287 millones de dólares de las cuentas del Ambrosiano.

Ese fue el final porque en esta ocasión Calvi perdió completamente la sangre fría, se asustó y comenzó a hacer cosas equivocadas, lo que a su vez empezó a intranquilizar a mucha gente al comprobar lo realmente agitado que se encontraba Calvi. Por ello es probable que ya en ese momento alguien decidiese dar carpetazo al asunto y eliminar los cabos sueltos para evitar que algún eslabón débil del sistema montado en torno al banco Ambrosiano, particularmente Calvi, se fuese de la lengua. O tal vez es algo que se decidió sobre la marcha a lo largo de las siguientes semanas, no se sabe.

El 5 de junio Calvi envió una misiva nada menos que a Juan Pablo II en la que supuestamente realizaba la enigmática promesa de que “guardaría silencio” a la vez que le ofrecía unos “documentos muy importantes” sin especificar. Que se sepa nunca recibió respuesta, o tal vez le respondieron algo como aquello de “Ni está ni se le espera”. En cualquier caso los nervios de Calvi iban en aumento.

Entre el 9 y el 11 de junio de 1982 Calvi entró en pánico de forma irreversible y huyó usando un pasaporte falso. Hizo escala en Yugoslavia, luego en Austria y desde allí voló a Londres. Con Calvi viajaban Flavio Carboni, empresario de la construcción y ex socio de Silvio Berlusconi en Cerdeña, y Silvano Vittor, contrabandista italiano asentado en Yugoslavia. Probablemente en ese momento Calvi ya era un cadáver andante, solo que aún no lo sabía. En cualquier caso esa huida obligó definitivamente al Estado a intervenir de una vez y poner al Banco Ambrosiano bajo control del Banco de Italia mientras se realizaba una auditoría interna. A partir de ahí, todo se precipitó. El 17 de junio, el Banco de Italia suspendió la cotización en Bolsa de los títulos del Ambrosiano y el banco fue declarado en bancarrota, esta vez sin oposición por parte de nadie.

Horas después Teresa Graziella Corrocher, la que había sido la secretaria personal de Roberto Calvi desde hacía años, decidió que era un buen momento para tirarse por una ventana. Al día siguiente a las siete y media de la mañana el cadáver de Calvi fue hallado colgando bajo un puente de Londres sobre el río Támesis, con los bolsillos repletos de cinco kilos de piedras y ladrillos. En ambos casos originalmente se dictaminó que la causa de la muerte se debía a suicidios debidos a los remordimientos




En 1988, sin embargo, los tribunales británicos e italianos establecieron que Roberto Calvi había muerto asesinado. Parece  ser que Flavio Carboni y Silvano Victor, los dos “amigos” que lo acompañaban fingiéndose leales suyos, junto con otras tres personas, lograron engañar a Calvi para atraerlo a una barcaza en el río Támesis donde fue estrangulado. Tras eso, a lo largo de la noche, lo colgaron del puente aprovechando que la marea estaba alta. 

Pese a todo en el año 2007, después de décadas de dilación del proceso, los cinco acusados acabaron siendo absueltos por falta de pruebas, ante la indiferencia general. De hecho ya en su momento, tras unas semanas de breve terremoto mediático, la atención pública en el caso fue disminuyendo entre otras cosas debido a que menos de un mes después de ocurrido todo esto, el 11 de julio de 1982, la selección italiana de fútbol ganó el Mundial celebrado en España tras dejar para la historia sus legendarios partidos contra Brasil y Alemania.

Eso sí durante las semanas siguientes los fondos del Ambrosiano en el extranjero fueron congelados, conduciendo al banco a la bancarrota técnica, finiquitándose por fin dicha entidad en agosto del año siguiente. Tras esa intervención del Estado los remanentes del Ambrosiano acabaron luego unidos a la Banca Cattolica del Veneto, también afectada por todo lo sucedido, y de ese conglomerado surgió el Banco Ambrosiano Veneto, con nuevos accionistas a su cabeza y ya nada que ver con estas cuestiones.

Pero aunque habitualmente la crónica del escándalo ambrosiano se acaba más o menos aquí, en realidad ese no fue el final, solo un punto y aparte.


Quien roba a un ladrón…

Durante el verano del año siguiente, 1983, ya lejos del centro del foco mediático, continuaron ocurriendo cosas y atándose cabos sueltos.

En concreto destacan dos que sucedieron de forma casi simultánea. Por un lado Gerard Soisson un banquero luxemburgués que había colaborado a realizar las transferencias internacionales de dinero del Banco Ambrosiano fue encontrado muerto en Córcega. 

Por otra parte el 22 de junio la hija adolescente de un empleado que trabajaba en el Vaticano desaparecía misteriosamente. Emanuela Orlandi tenía quince años por entonces y nunca se volvió a saber de ella. 

En su momento dicha desaparición sí desató un gran revuelo mediático en Italia y con los años se lanzaron todo tipo de teorías peregrinas sobre tramas de pedofilia en el Vaticano y rebuscadas conspiraciones. Hoy en día sin embargo se ha llegado a reconstruir una secuencia de hechos bastante más plausible. Procedo a resumirla. 


Emanuela Orlandi


La caída del Ambrosiano y la puesta al descubierto de sus chanchullos no afectó legalmente de forma directa a la Santa Sede o al IOR pero en cualquier caso, al formar parte del consejo de administración del Ambrosiano como principal accionista, el IOR y consiguientemente el Vaticano sí tuvieron que asumir ciertas responsabilidades las cuales se cifran en una cantidad entre 200 y 400 millones de dólares pagada como indemnizaciones al resto de accionistas minoritarios del banco Ambrosiano afectados por la quiebra.

Además, como sabemos, en aquellos años gran parte del dinero depositado en el IOR había ido a parar a “operaciones encubiertas” para financiar la lucha contra el comunismo en el Este de Europa y Latinoamérica. Por si fuera poco la logia P2 también había recibido su parte como pago quizás a la labor de mediación llevada a cabo por Lucio Gelli y para fomentar su “lucha” contra el comunismo en Italia. Asimismo también los políticos de la Democracia Cristiana habían recibido algunas donaciones procedentes de esos fondos a cambio de su silencio. Y finalmente también el Partido Socialista de Bettino Craxi había recibido dinero a cambio de que no estorbase la concesión de créditos para compensar las cuentas fuertemente endeudadas del Ambrosiano en su etapa final.

De tanto beber todo el mundo del mismo pozo, ese pozo se secó. 

En aquel momento crítico la quiebra del Ambrosiano y la fuerte indemnización que el Vaticano reembolsó acabó por afectar también a la disponibilidad de liquidez del IOR. ¿Y de quien era gran parte del dinero que se esfumó a lo largo de todo ese proceso?. Pues de la mafia. Pero claro la mafia, la cual perdió muchísimo dinero debido a todo lo anterior, no podía recuperarlo mediante un juicio o una reclamación legal.

Por tanto lo que resulta hoy más plausible pensar es que todas las muertes ocurridas en torno a la caída del Ambrosiano fueron orquestadas obviamente por diversos grupos mafiosos que tenían su “hucha” en el IOR, ligado al Ambrosiano, y consiguientemente intentaban proteger su escondite. El caso es que, una vez logrado con mucho esfuerzo lo anterior, en algún momento alguno de esos grupos, quizás al ir a sustraer parte de “su” dinero, se topó con que los fondos del IOR se encontraban peligrosamente bajos, lo que significaba que el Vaticano se había gastado parte del dinero que ellos tan duramente habían reunido a fuerza de vender drogas y explotar prostitutas


¡¡Los curas y el Papa les habían robado para gastarlo en gilipolleces que solo favorecían a la OTAN y otros intereses que a ellos ni les iban ni les venían¡¡. Tiene que frustrar ser un orgulloso, violento y temido capo mafioso y que te chuleen unos tipos con sotana y sonrisa de no haber matado una mosca en su vida. 

A partir de ahí comienza una etapa de tira y afloja entre el Vaticano y sus inconfesables clientes del submundo mafioso romano y siciliano en la cual el secuestro de Emanuela Orlandi probablemente fue uno de los primeros episodios. Un aviso lanzado por algún grupo de "ahorradores" descontentos (se cree que fue en concreto la antes citada Banda della Magliana) para recordarle a quien correspondiese que la gente que vivía en el Vaticano no era intocable, que tenían que pensar en sus familias, en sus fieles, o incluso en ellos mismos. O tal vez fue un secuestro para camuflar luego como un rescate la exigencia de la “devolución” del dinero enterrado en el IOR. En cualquier caso una vez en marcha quizás algo salió mal, o quizás la chica en algún momento oyó algo que no debía, o tal vez desde el principio se pensó en eliminarla para que el aviso calase con más claridad... Nunca se sabrá.

En cuanto a la peculiar relación entre la Iglesia y la mafia italiana hay que tener presente como composición de lugar que entre el alto clero se tardó muchísimo en reconocer oficialmente la existencia de crimen organizado en Italia. Eso era algo que todo el mundo sabía pero de lo que nadie hablaba públicamente entre las altas jerarquías del Vaticano, quizás porque a su manera la muy católica mafia italiana contribuía, como hemos visto, a engrasar los balances de cuentas, así como a preservar el adecuado orden social en las zonas olvidadas del Sur de Italia, por ejemplo manteniendo lejos de sus zonas de influencia la infiltración de las odiadas ideas comunistas.

Puede que desde fuera se vea como absurdo valorar como positivo todo eso teniendo en cuenta que como contrapartida la mafia introducía drogas o desataba guerras de clanes causantes de múltiples asesinatos en esas mismas zonas. Pero es un hecho que hasta los años 70 del siglo pasado la Iglesia jamás mencionó a la mafia en ningún discurso, homilía o documento. Oficialmente ese problema no existía, lo importante eran los anticonceptivos o los homosexuales y, por supuesto, los comunistas.

A ese respecto se ha comentado muchas veces la anécdota de que el primer viaje de Juan Pablo II a Sicilia fue paseado por Palermo por Angelo Siino, un conocido mafioso local, enviando al público que asistió al espectáculo un mensaje muy claro. 




Las primeras palabras –y prácticamente únicas- emitidas sobre la mafia por un miembro de la jerarquía vaticana las pronuncio el propio Juan Pablo II en una fecha tan tardía como 1993. Fueron unas escuetas frases dirigidas a los matones locales:

“¡Convertíos! ¡Un día llegará el juicio de Dios!” que es muy publicitada por los fans de dicho Papa. Y después nuevamente el silencio oficial hasta el 2015 (luego volveré sobre el tema).

Antes de eso, en 1990, la jerarquía romana aprobó en secreto (aunque más adelante salió a la luz pública) el enterramiento con todos los honores en la cripta de la basílica de San Apolinario en Roma nada menos que de Enrico de Pedis, uno de los capos de la Banda della Magliana con la que la Iglesia había tenido roces en los años anteriores al perder parte de su dinero el IOR. Recordemos que dicha banda probablemente se encontraba implicada en el secuestro y muerte de la propia Emanuela Orlandi. Es evidente por tanto que tras unos años de problemas y desencuentros se alcanzó algún tipo de entente cordial a la vez que el IOR saneaba sus cuentas y reemprendía sus actividades (sí, la cosa siguió después de la caída del Ambrosiano). Por ello la "terrible" condena de la mafia lanzada por Juan Pablo II no era más que un brindis al sol de cara a la galería y en adelante todo siguió igual. Bueno, exactamente igual no.

Había que cambiarlo todo para que nada cambiase

El contexto de los años 90, una vez superada la crisis del Ambrosiano y los problemas derivados de la misma, pasó a ser muy diferente al de los años 70 y 80. Para empezar la Iglesia del período dejó en gran medida de participar en “operaciones especiales” lo que disminuyó la necesidad de desviar fondos de forma arriesgada. Esto se debió a varios factores. El primero fue que tras la caída del muro de Berlín y el posterior colapso de la URSS era evidente que en un mundo post-guerra fría no tenía sentido seguir obsesionados con la terrible amenaza comunista. 


De hecho todos los fieles que la Iglesia no había perdido a manos del temido ateísmo comunista empezó a perderlos debido a la cada vez más fuerte penetración de iglesias protestantes en varios países de tradición católica, ayudado lo anterior por el descrédito creciente de la Iglesia a ojos de la opinión pública occidental (no tanto producto de estas cuestiones, que permanecieron desconocidas para el gran público, sino debido a asuntos como los escándalos por pederastia y abusos sexuales que salpicaron a algunos miembros del clero a partir de este período, todo ello unido al creciente desinterés por la religión de una parte de la sociedad en los países europeos más desarrollados).  

Por otra parte entre 1980, cuando el arzobispo Oscar Romero fue asesinado, y 1989, año en que un batallón militar asesinó a seis sacerdotes jesuitas en la Universidad Centroamericana, en ambos casos ante la total indiferencia del Vaticano, la peligrosa “herejía” de la teología de la liberación acabó siendo contenida, silenciada y en último caso controlada.

                     


                            
                                                  
                                    
Finalmente hay que considerar un factor propio del escenario italiano. En 1992 se destapó una trama prácticamente generalizada de corrupción en Italia que implicaba el cobro de sobornos y comisiones por parte de cientos, miles, de políticos, empresarios, funcionarios… y en general todo el mundo. Fue el asunto Tangentopoli, el cual desembocó en una enorme operación policial y judicial conocida como Manos limpias. A su vez la serie de detenciones y juicios asociados a todo lo anterior se llevó por delante la estructura de partidos tradicional en Italia, entre ellos el Democristiano. 

En realidad, como siempre, el cambio fue más aparente y superficial que profundo, toda vez que, por ejemplo, el conjunto de políticos corruptos imputados fue sustituido por una nueva generación, pujante y aparentemente limpia y sin conexiones con todo lo anterior, entre la que pronto destacó gente como… Silvio Berlusconi




Por su parte los damnificados lo fueron de dos tipos, los que realmente fueron barridos de escena y los que tuvieron que pasar a segundo plano. Entre los primeros destaca la figura del líder socialista Bettino Craxi, el cual cometió el mismo error que cometió Roberto Calvi en su momento: ponerse nervioso y no confiar en que con el tiempo todo se olvida. De esta forma, a mediados de mayo de 1994, temiendo ser encarcelado, ya que llegados a ese momento las condenas contra él por los diversos cargos de corrupción en que había sido imputado sumaban nada menos que 27 años, Craxi, quien había sido Primer Ministro del país entre 1983 y 1987, tomó la decisión de huir del país cobardemente y refugiarse en Túnez, bajo la protección de su amigo el dictador Ben Ali, muriendo exiliado en aquel país unos años más tarde.

Fue una tontería haber perdido la calma de semejante manera. El 13 de julio del mismo año, el nuevo Gobierno "limpio de corrupción" creado por la nueva diva de la política italiana del momento, Berlusconi, aprobó un decreto en el que excluía de la pena de cárcel los delitos típicos de corrupción, fraude, abuso de poder y financiación ilegal, poniendo de facto fin a la operación judicial que a tanta gente importante tenía preocupada




Eso ayudó a sobrevivir en un segundo plano a gente como Giulio Andreotti, el gran líder democristiano que había sido presidente del gobierno en siete ocasiones. Andreotti no había sido inculpado en ningún proceso por corrupción, pero existían múltiples pruebas de su complicidad con la mafia siciliana, además de su posible implicación en el asesinato del periodista Carmine “Mino” Pecorelli por la que llegó a ser condenado en firme a veinticuatro años de prisión. Sin embargo se mantuvo intocable en un cargo de senador hasta su muerte en 2013 gracias a que supo permanecer impasible y a los decretos de Berlusconi para entorpecer el procesamiento de políticos por parte de la justicia (algo que le ganó amistades y además le beneficiaba a él también personalmente). Por cierto, las fotos sobre estas líneas son de una audiencia entre Andreotti y Benedicto XVI en 2009, la foto inmediatamente anterior muestra, casi treinta años antes, al mismo Andreotti charlando amigablemente con Marcinkus mientras un joven Ratzinger observa en segundo plano. Probablemente durante los años que van de una a otra imagen Andreotti tuvo una cuenta protegida en el IOR.

Diggin in the dirt

De cara al Vaticano todos esos cambios en la escena política italiana, así como en el contexto internacional, se sumaron a las lecciones aprendidas en los duros años posteriores a la quiebra del Ambrosiano.  

En base a ellas el IOR iba a seguir operando como un paraíso fiscal, pero ahora de forma menos ambiciosa, sin meterse en operaciones demasiado raras, sin mantener vínculos punibles con instituciones financieras externas al cerrado mundo del Vaticano y sin implicarse en la cambiante arena política italiana. Se imponía un perfil bajo.

Llegados aquí conviene recordar un par de detalles. Y es que el escándalo del Banco Ambrosiano, pese a su notoriedad, en el fondo apenas tuvo consecuencias tangibles para muchos de los implicados en la trama si exceptuamos los suicidados/asesinados. A nivel legal casi nadie pagó por ello. El ubicuo Licio Gelli fue condenado aunque, debido a su avanzada edad para cuando terminó el juicio y a otras cuestiones, apenas tuvo que padecer una pena de arresto domiciliario. 



En cuanto a Marcinkus fue acusado de fraude y estafa por la policía italiana pero, dado que el Vaticano se negó a “extraditarlo”, pudo seguir como si tal cosa al frente del IOR hasta 1989 y más adelante ocupar otros altos cargos en la Administración pontificia. Por fin se jubiló en 1997 y murió tranquilamente retirado en Arizona en el año 2006.

Marcinkus fue sucedido en el IOR por Angelo Caloia, un laico, profesor de economía en una Universidad Católica, cómo no, ubicada en Milán. Pero la verdadera eminencia gris en la sombra durante su mandato fue un prelado, concretamente el obispo Donato de Bonis, quien fue el auténtico impulsor durante los años 90 de la nueva estrategia de las finanzas vaticanas. Su original planteamiento para sacar dinero del IOR, una vez le habían sido amputados a la entidad sus brazos bancarios en el exterior del Vaticano, consistió en crear múltiples fundaciones caritativas de ayuda a la infancia, lucha contra la leucemia, etc., las cuales tenían en el fondo el propósito de servir de vehículo y a la vez tapadera para la movilización de capitales desde el IOR hacia diferentes destinos internacionales.

Angelo Caloia


Sin embargo mientras Donato de Bonis realizaba su trabajo de fontanería financiera el clima de corrupción imperante en la entidad empezó a pasar factura. Tal es así que Caloia, la cara visible, se dedicó tranquilamente a meter la mano en la caja. En ese sentido hoy en día está bajo investigación la venta realizada por Caloia de varios edificios en Roma y Milán adquiridos previamente con dinero del IOR. Al parecer Caloia, con la complicidad de uno de sus subordinados –el que era por entonces director general de la entidad, Lelio Scaletti- podría haber estafado al Vaticano cerca de sesenta millones de euros en aquella operación. (Caloia es el señor de la foto, aunque la imagen es de hace años, ahora está bastante más viejo).


Por lo demás fijaos lo honrado y respetable que parece todo el mundo vestido con un buen traje: si vas a robar gallinas ponte traje... de hecho, ya que estás, no robes gallinas, roba millones.

Como se ve, contra lo que se suele suponer, tras el escándalo del Ambrosiano nada cambió. Tal es así que, al margen de todo lo anterior, en el entorno del Vaticano siguieron sucediendo cosas extrañas. En 1998 apareció el cadáver de un alto oficial de la guardia Vaticana, Alois Estermann, asesinado junto a su mujer supuestamente a manos de otro miembro de la Guardia suiza llamado Cédric Tornay quien, a su vez, se habría suicidado tras el crimen. El móvil esgrimido oficialmente fueron los celos homosexuales de Tornay así como disputas profesionales. Sin embargo había muchas cosas extrañas respecto a lo sucedido, como que al parecer Tornay se rompiera varios dientes al introducirse el cañón de una pistola en la boca para pegarse un tiro, o el hecho de que un mes antes de que Estermann fuera asesinado alguien robó varios expedientes de su caja fuerte, entre ellos el de la desaparición de Emanuela Orlandi.

En realidad solo desde hace unos años la Santa Sede se ha visto obligada a hacer limpieza. Eso se ha debido a la confluencia de varios factores. Por un lado las consecuencias de los atentados del 11-S del año 2001, los cuales motivaron a los EE.UU. a auspiciar el endurecimiento de las leyes internacionales respecto a diversos canales de blanqueo de dinero de cara a evitar su posible empleo por tramas terroristas. Ese hecho amenazaba con introducir el nombre del Vaticano en diversas listas negras de paraísos fiscales sospechosos.

Un segundo factor se sumó en 2009 cuando el Estado Vaticano se vio obligado a adoptar el euro como moneda oficial. De hecho al Vaticano, aunque en principio se resistió, no le quedó más remedio que entrar en el euro al encontrarse en medio de un país que sí lo emplea como moneda oficial, lo que disparaba los costes de cambios de moneda y transacciones. Además el Vaticano carece de una ceca propia y depende del Estado italiano para acuñar su propia moneda. Por todo ello el Vaticano hubo por fin de avenirse a firmar con la Unión Europea un Acuerdo Monetario en el que se comprometió entre otras cosas a seguir la legislación de la UE en lo referente al blanqueo de dinero.

Sumadas todas esas cuestiones a la muerte de Juan Pablo II en 2005 es como se creó el caldo de cultivo para que a finales del año 2009, su sucesor, Benedicto XVI, inaugurase los intentos de reformar la estructura financiera del Estado Vaticano.

Dado que Benedicto había convivido muchos años en la sombra con buena parte de los nombres hasta ahora citados es probable que no se decantase de buena gana por limpiar la casa. Simplemente no le quedó más remedio debido a todo lo que he explicado en los párrafos anteriores y a que, asimismo, diversas investigaciones judiciales emprendidas en Italia en los años previos amenazaban con derivar en situaciones incómodas para el Vaticano si se continuaba sin atender al problema.  

En todo caso es muy indicativo que ese proceso de limpia incluyese, al año siguiente, la promulgación de una ley contra el blanqueo de capitales que tuviesen como origen actividades criminales. Por increíble que parezca hasta esos momentos no existía tal norma en el seno de la parafernalia legal del peculiar Estado vaticano ni de su humilde “banco”. 




No obstante, fuese casualidad o no, desde ese mismo momento comenzaron a ocurrir cosas extrañas en las altas esferas del Vaticano (quedaos con la cara del cardenal en la foto de arriba porque luego volverá a aparecer). De esa forma en el año 2012 se produjo el apogeo de una especie de guerra sucia de filtraciones, conocida en los medios como Vatileaks, la cual culminó con el arresto y posterior juicio del mayordomo papal, Paolo Gabriele, por robar documentos del despacho de Benedicto XVI.

Todos esos sucesos, que constataron la falta de apoyo al Papa e incluso la oposición abierta frente al mismo por parte de algunos poderosos sectores de la Curia poco dispuestos a perder sus parcelas de poder, son los que en gran parte explican la decisión de abandonar el Papado tomada por Benedicto XVI en febrero de 2013, poco después de ocurrido todo lo anterior, al comprobar que no contaba con apoyos suficientes para realmente llevar a cabo sus proyectos de reforma

 Y el caso es que ahí empezó el cambio de verdad.

Con él llegó el escándalo

La llegada al Papado de Jorge María Bergoglio a comienzos de 2013supuso un golpe de timón. Una de las primeras cosas que hizo el Papa Francisco fue ordenar una inspección de arriba abajo en el IOR. Es gracias a la misma como se descubrió, por ejemplo, lo que comenté antes de que una de las caras visibles de la entidad, Angelo Caloia, había estado robando a la Iglesia en vez de robar para la Iglesia.

En los meses siguientes el IOR perdió más o menos una cuarta parte de sus cuentas bancarias, en torno a 5.000 de un total de más de 20.000 (con más de 6.000 millones en activos que se sepa). Una parte de ellas, unos cientos, fueron canceladas voluntariamente por sus titulares, probablemente para evitarse “problemas”, mientras que el resto fueron clausuradas directamente o bien congeladas de forma preventiva por el propio Vaticano a la espera de un análisis más en detalle. Todo esto se debe asimismo a que, según las reglas oficiales de la entidad -las cuales, como se ha venido insistiendo, no fueron aplicadas rigurosamente durante las últimas décadas-, solo religiosos, empleados vaticanos y diplomáticos acreditados ante la Santa Sede deberían poseer cuentas en el IOR. Pero el hecho es que, como he intentado explicar, desde los años 70 o incluso quizás un poco antes, muchos laicos sin nada que ver con la Iglesia usaban su "banco" para ocultar parte de sus patrimonios, normalmente mediante la colaboración de diversos eclesiásticos que hacían la vista gorda o actuaban como hombres de paja abriendo las cuentas a su nombre.

De esta forma solo esta primera pasada de limpieza después de muchos años de cerrar los ojos supuso entre otras cosas que, de golpe, en su último ejercicio, el IOR pasó a declarar unas ganancias anuales de algo menos de tres millones de euros. Lo cual contrasta con el hecho de que la entidad venía presentando con regularidad balances anuales muy positivos, en concreto el anterior a este último arrojó más de ochenta millones de beneficios.

Todo esto ha ocurrido de la mano de otro proceso igual o más interesante. De hecho estas dos últimas entradas me vinieron a la cabeza hace algo más de un mes cuando observé, igual que diversos periodistas que lo reflejaron en prensa, un cambio de actitud muy evidente respecto al tratamiento dado a la mafia en los discursos del Papa.

En concreto durante las semanas previas a esta pasada Pascua (2015) el Papa Francisco llevó a cabo una visita a Nápoles donde ocurrieron dos cosas realmente prodigiosas. La primera es que en presencia del actual Papa se licuó la sangre de San Jenaro. Aunque lo anterior sea un engañabobos que se repite con ridícula puntualidad tres veces al año, en fechas perfectamente establecidas, resulta que ese hecho no se producía en concreto delante del Papa en funciones desde el lejano año 1848, cuando lo hizo ante Pío IX. 

Pero lo realmente destacado de la visita del actual Papa a Nápoles no fue eso. Lo noticiable fue su visita al barrio de Scampia en concreto, una zona de facto controlado por la camorra, donde dedicó palabras muy duras contra la corrupción. Es más, el Papa Francisco mencionó explícitamente en público y como ejemplo a seguir al sacerdote Pino Puglisi, asesinado en Palermo por la Cosa Nostra hace más de veinte años y elevado a los altares precisamente el año pasado al poco de iniciarse su Pontificado. Por si fuera poco, unos días antes de pronunciar ese discurso, la Santa Sede inició el mismo proceso de beatificación con otro sacerdote asesinado, Peppe Diana, éste muerto en concreto a manos de la propia Camorra napolitana. 

Además de lo anterior el día 21 de marzo, en un acto con familiares de víctimas de la violencia mafiosa, el Papa Francisco entró en una iglesia acompañado por Luigi Ciotti cabeza visible desde hace veinte años de la asociación Libera, la cual agrupa a víctimas del crimen organizado. Además poco tiempo después el Papa Francisco encargó las meditaciones del Via Crucis de Viernes Santo a Angelo Bregantini, arzobispo de Campobasso, que en la última década había sido un símbolo de la lucha contra la ndrangheta, la mafia calabresa

Como se ve el mensaje fue sutil pero muy claro y quizás no sea casualidad que se de en el momento en que la estructura financiera del Vaticano deja oficialmente de obtener beneficios del lavado de dinero. 

Unos cocineros se van, otros vendrán, lo importante es el potaje

Sin embargo, llegados aquí, habría que hacer algunas precisiones para que nadie piense que esto acaba con todos felices y comiendo perdices. 

Para empezar es cada vez más evidente que la alta jerarquía católica actual está profundamente dividida entre varios grupos con perspectivas diferente sobre la conveniencia de cambiar el estado de las cosas, o respecto a cuál debería ser el camino a adoptar.




Dentro de esos grupos es claro también que existe un sector profundamente conservador y corrupto intentando desde hace años boicotear todo este proceso de limpieza en las cloacas vaticanas. A fin de cuentas mucha gente, incluidos muchos altos eclesiásticos, se han estado beneficiando durante décadas de la situación. A esa gente, como al arzobispo que protagonizaba el cuento narrado al principio de esta entrada, les gustaría seguir dejándose “engañar”, cerrando los ojos y disfrutando de los réditos.  

Es más, el año pasado Juan Pablo II fue canonizado, convirtiéndose oficialmente en santo menos de diez años después de su muerte. También el año pasado Pablo VI fue declarado beato. Se deduce de todo ello que dos de los Papas que más contribuyeron, por acción u omisión, a la extensión de un clima de corrupción dentro de la administración vaticana aún poseen, en los puestos clave de la jerarquía, muchos nostálgicos de su recuerdo y de aquellos “buenos viejos tiempos” .

En relación con lo anterior, en las semanas previas a todo esto último que he contado, se reiniciaron las filtraciones interesadas. En este caso en torno a George Pell, un cardenal australiano al que el actual Papa Francisco ha encargado expresamente poner orden en las finanzas papales y de paso negociar con el Gobierno italiano el final del secreto bancario en torno a diversas instituciones dependientes del Vaticano.

Como ya mencioné anteriormente da la casualidad de que la anterior vez que se produjeron graves filtraciones en torno a la Santa Sede fue cuando Benedicto XVI intentó hacer algo parecido. Es decir, aún queda gente muy poderosa en la Curia, que no desea cambios en la situación.

A ese respecto es momento para tocar una cuestión que no he mencionado hasta ahora. He planificado estas dos entradas, cuya temática es confusa y compleja, en torno a una simplificación. Me he centrado sobre todo en la trama bancaria de las finanzas vaticanas soslayando que, en realidad, esa dimensión es solo un aspecto dentro de una complicada red de organizaciones, fundaciones y fuentes de ingresos muy dispares.  

De hecho la Iglesia como tal se divide en términos económicos y administrativos en tres grandes ramas. La Ciudad del Vaticano por un lado, las aproximadamente 300 órdenes religiosas que dependen de ella por otro y finalmente las 2.800 diócesis católicas repartidas por el mundo. 

Cada una de esas órdenes y diócesis es en la práctica una corporación separada del “holding” centralizado en Roma. Por tanto casi todas ellas gestionan de forma autónoma sus propios fondos (procedentes de las aportaciones directas de los fieles así como de diversas inversiones particulares y ayudas estatales). En España por ejemplo hay 70 diócesis que solo del Estado español ya reciben unos 250 millones de euros al año procedentes del IRPF. De todo ese dinero solo en torno al 4 o el 5% es a su vez derivado hacia el Vaticano, mientras que el resto se gestiona localmente. 

Cada una de esas entidades y organizaciones que forman las ramas del gran árbol que es la Iglesia católica no deja de ser en la práctica un señorío feudal con sus propios grupos al mando que se nutren a su vez de administrar, casi en exclusiva y prácticamente sin ningún control, algunos de los peculiares tipos de rentas de la Iglesia.

Pero analizar todo eso excedería con mucho mis posibilidades. De hecho solo centrándonos en el corazón vaticano habría que tener en cuenta también todo lo relativo al basto patrimonio inmobiliario que posee disperso por la ciudad de Roma compuesto por más de 100 edificios, muchos de ellos ubicados en pleno centro, todo lo cual constituye apenas la punta del iceberg de una cartera más amplia dispersa por todo el mundo compuesta por cerca de 4.000 apartamentos, áticos y otros inmuebles no religiosos y de los que se obtiene usufructo mediante el alquiler, con un valor de unos 2.700 millones de euros. 

Pero volviendo a la Ciudad del Vaticano, los museos proporcionan unos beneficios anuales superiores a los 100 millones de euros. A lo que hay que sumar por ejemplo ingresos administrativos procedentes de las tasas que se cobran a los fieles por gestionar cosas como una "nulidad matrimonial" a católicos devotos que quieren separarse sin recurrir al "sucio" divorcio judicial. 

En esa línea cada beatificación o santificación realizada genera a la Iglesia entre 50.000 y 500.000 euros que se cobran como "gastos administrativos" y se cargan a los grupos de fieles, congregaciones, mecenas... que promueven la causa para ascender a los altares a tal o cual personaje. No es extraño por tanto que un Papa tan derrochador y siempre necesitado de dinero como Juan Pablo II llevase a cabo más de 1.300 beatificaciones y cerca de medio millar de santificaciones. Multipliquen.  

Por otro lado teóricamente sólo las personas que viven dentro de los confines del Vaticano o sus empleados pueden disponer de una tarjeta de adquisición y disfrutar de los beneficios que supone comprar en territorio de la Santa Sede donde no se paga ningún tipo de impuesto añadido. Ahora bien, en teoría el Vaticano cuenta con unos seis mil habitantes y empleados registrados. Sin embargo, se sabe que existen docenas de miles de tarjetas de adquisición en circulación por la ciudad de Roma. Gracias a ello el Vaticano no solo es un paraiso fiscal sino que en la práctica se ha convertido también en una especie de pequeña zona de libre comercio donde se pueden obtener productos a bajo precio para después revenderlos en territorio italiano o en otros países próximos con pingües beneficios en la transacción.

Como se ha dicho no existe control alguno de esos flujos. De los más de 50 millones de euros obtenidos al año por el llamado Óbolo de San Pedro, básicamente donaciones para caridad, en 2012 (del que se conocen cifras) solo unos 11 millones se destinaron de facto a obras de caridad. Es decir del dinero para limosnas que se recibe solo una parte se dedica a ellas, el resto es detraido para tareas que no se especifican en ninguna contabilidad oficial. 

Por supuesto la inmensa red de intereses creados en torno al control de dichas fuentes de rentas genera su propia corrupción de las maneras más rebuscadas. Por ejemplo, hace poco, en un caso de adjudicaciones ilícitas para los terrenos de la Expo 2015 que va a comenzar dentro de poco en Milán, saltó a la palestra el nombre de Francesco Gioia, quien es a su vez presidente de Peregrinatio ad Petri Sedem, la entidad que gestiona la acogida a los peregrinos en el Vaticano. 



Una muestra de cómo esa tupida red de intereses perfectamente establecida condiciona a su vez la política interna de la Curia pontificia la proporciona Tarcisio Bertone el poderoso cardenal y Secretario de Estado del Vaticano durante el Pontificado de Benedicto XVI. En la foto podemos verlo en 2011 recibiendo de manos de nuestro antiguo monarca el Premio Internacional Conde de Barcelona en virtud de sus muchos méritos. 

Pues resulta que Tarcisio Bertone (que entre otros escándalos está implicado en el “regalo” de más de 15 millones de euros a la productora televisiva Lux Vide, perteneciente a un amigo suyo, Ettore Bernabei) fue probablemente la mente maestra en la sombra tras las filtraciones que le amargaron la vida a Benedicto.

Una vez cobrados los dividendos por su traición, probablemente superiores a treinta monedas de plata, Tarcisio -siguiendo una tendencia en boga entre algunos jerarcas de la Iglesia desplazados por los juegos de poder recientes- se ha retirado a un humilde apartamento de gran lujo y 300 metros cuadrados atendido por tres sufridas monjas. A ese respecto las obras de remodelación del pisito para dotarlo de unos niveles de confort a la altura de lo que estaba acostumbrado el bueno de Tarcisio ascendieron a unos doscientos mil euros, sufragados en parte con fondos destinados al hospital infantil "Bambino Gesú". 

Video  
    


Joaquín Reyes I Rouco Varela: "¿Qué os creéis que vivo en el ático por gusto?"


Las chiripitifláuticas aventuras de “monseñor 500”

Un poco al margen de la red de dicasterios destaca la Amministrazione speciale della Santa Sede. Si hacemos memoria de la anterior entrada, se trata de aquella institución que Pío XI creó para gestionar la inmensa cantidad de dinero obtenida tras los Pactos Lateranenses con Mussolini y a cuya cabeza fue situado en origen el inefable Bernardino Nogara. En su momento, tras describir brevemente sus propósitos y andanzas iniciales, evité seguir hablando de ella porque tratar sus vicisitudes mezcladas con todo lo demás volvería extremadamente enrevesado el relato. De hecho es una institución que se ha caracterizado por un carácter camaleónico que se manifiesta en los continuos cambios de nombre que ha sufrido, pasando a lo largo del tiempo a denominarse de varias formas distintas y absorber otros departamentos hasta adoptar el nombre que posee en el presente: Amministrazione del patrimonio della Sede Apostolica (A.P.S.A.) la cual administra actualmente (en realidad nadie lo sabe con certeza) un capital líquido de unos 600 millones de euros para inversiones. Todo eso al margen, cómo no, de su propio patrimonio inmobiliario, de un valor incalculable.

En ese sentido si el IOR es el BANCO, con mayúsculas, del Vaticano, la APSA es su fondo de inversiones, la entidad encargada entre otras cosas de jugar en Bolsa o comprar oro y en virtud de esos movimientos generar ganancias que alimenten el resto de la compleja red de fondos, cuentas y cajas de caudales del Vaticano.
  
El caso es que de las andanzas de la APSA podría escribir un par de entradas tan jugosas o más que las que he dedicado a la historia del IOR y sus precedentes. De hecho, cuando anteriormente mencioné que Benedicto XVI se vio prácticamente obligado a intentar comenzar un proceso de limpieza en las finanzas vaticanas entre otras cosas debido a la amenaza de que varios procesos judiciales pusiesen al Vaticano en entredicho, tenía en la cabeza una investigación iniciada en Italia en 2007 en torno a 15 millones de euros de dinero negro cuya pista se pierde precisamente en las cajas de la APSA.



Al respecto de cómo son las cosas en el APSA baste contar las andanzas de uno de sus fieles acólitos, monseñor Scarano. El Nunzio Scarano fue durante años uno de los principales contables del APSA y el encargado en concreto de las inversiones en bolsa y en divisas de dicha entidad. Pero resultó detenido en el verano de 2013.

Según la fiscalía italiana intentó introducir subrepticiamente 20 millones de euros en Italia desde Suiza transportándolos en un jet privado. Para ello –y esto es lo mejor- contrató a un “agente secreto” llamado Giovanni Maria Zito -que en realidad era un antiguo carabinieri corrupto expulsado hasta tres veces del cuerpo- al que pagó 400.000 euros para que ejerciese de "mula".

Pero en realidad al Nunzio no lo detuvieron por eso sino por un presunto delito de lavado de dinero por valor de 560.000 euros, camuflados como "donativos", que pasaron de una cuenta a su nombre, por supuesto ubicada en el IOR, a otra cuenta también a nombre suyo pero en un banco italiano. Dicha operación puso sobre aviso a las autoridades judiciales las cuales empezaron por fin a sospechar de las extrañas actividades de Scarano.

Al parecer su posición de contable en la APSA le garantizaba a su vez cierta mano libre en el IOR para mover dinero. Aprovechándose de eso el bueno de Scarano blanqueaba millones de euros de empresarios y conocidos, llevándose una comisión del 2%. De esa forma en la cuenta personal de Scarano en el IOR (congelada debido a la nueva política de limpieza y colaboración con las autoridades italianas) aparecieron un millón setecientos mil euros. Nada mal para un modesto sacerdote cuyo sueldo mensual rondaba los tres mil euros (realmente los sacerdotes normales no tienen ingresos siquiera remotamente parecidos, pero en todas partes hay clases).

Al margen de lo anterior Scarano manejaba también una cuenta llamada “Fondo para ancianos” (de tanta hipocresía llega a tener hasta gracia) donde llegaban millonarias “donaciones” (seguramente pagos por sus "servicios" de blanqueo) que Scarano utilizaba luego para comprarse algunos caprichos. Nada especial, paquetes de acciones en algunas modestas empresas, unos pisitos en su ciudad natal, Salerno, media docena de cuadros de Van Gogh para decorarlos, también algún Caravaggio y cosas así. Lo típico.

Llegados aquí creo que se comprende la inmensidad del problema de corrupción interna que azota la Iglesia católica y que no se va a solucionar mediante reformas en uno o dos de sus departamentos internos. La Iglesia afronta una problemática estructural que no es exclusivamente suya sino que se detecta asimismo en muchas otras instituciones, partidos políticos, fundaciones, sindicatos... de diversa ideología y propósito pero con el denominador común de tratarse de organizaciones que con el tiempo han perdido de vista sus pretendidos ideales originales para acabar convertidas en sistemas cerrados, profundamente jerarquizados, sin democracia interna ni una meritocracia al uso y donde una masa crítica de gente corrupta ha encontrado su sitio, del cual no se van a dejar desalojar así como así.

Por otra parte no podemos olvidar las peculiaridades de la Iglesia como institución, las cuales condicionan las medidas que se pueden adoptar y el tipo de personal que puede llevarlas a cabo. Por ejemplo, de cara a la limpieza desencadenada en el IOR y otras cuestiones, el Papa Francisco ha nombrado recientemente una especie de comisión para la reforma administrativo-económica del Vaticano, en la cual destaca la presencia de varios miembros del inefable “Opus Dei”. Es más, uno de ellos, Lucio Ángel Vallejo, fue el responsable de que se esfumaran en Gescartera muchos millones de euros pertenecientes a la diócesis de Astorga.

Realmente no confío en que el enfermo tenga solución aunque logre arreglar parte de sus miserias. La situación de la Iglesia católica actual recuerda en ciertos aspectos a la de finales del s. XV cuando la corrupción giraba en torno a la lucrativa venta de "indulgencias", ahora simplemente las prácticas corruptas han cambiado para adaptarse a los nuevos tiempos y posibilidades, pero el escenario de fondo se mantiene


Al final más y más gente se acabará dando cuenta de que, si uno lo piensa bien... después no hay nada. Y si eso llega a ocurrir se acabó el negocio. 



El Templo y los Mercaderes (I)
El Templo y los Mercaderes (II) 


Artículos relacionados en este blog:

Mafia como política, política como mafia
Descifrando el fenómeno mafioso siciliano
Mussolini y el mito del triunfo contra la mafia

Libros:

"Historia de la mafia: Un poder en las sombras".- Giuseppe Carlo Marino. Ediciones B  Barcelona, 2002,  532 págs.
"Los Padrinos y las nefastas virtudes del puro poder".- Giuseppe Carlo Marino. Ediciones B Barcelona, 2004, 688 págs.

17 junio 2019

El templo y los mercaderes (I)





Nota previa del editor del blog

Hace menos de un año (octubre 2018) había publicado uno de los mejores ensayos que se ha escrito sobre la mafia: Mafia como política, política como mafia redactado por Luis Linde en 2006. Pese a la existencia de evidencia documental, histórica y procesal, sobre una extraña relación MAFIA-VATICANO, persiste, a modo de rumor (desde hace mucho tiempo) un intento por ocultar la verdad por cualquier medio.  Libros,  reportajes en la prensa escrita, documentales de televisión ya no son novedad sobre el tema, un fascinante artículo del diario "El Independiente" analizaba la historia de "Los banqueros que sellaron la amistad entre Dios y la mafia", publicado en 2017.

Decía Linde que

"cualquier poder político que pueda hacerse obedecer da miedo visto de lejos y debe de dar mucho más visto de cerca. El poder se expresa, directa y habitualmente, a través del crimen y el genocidio. El poder mafioso puede considerarse una imagen de cualquier poder político visto en su desnuda dureza y, eventualmente, en su intimidad criminal".

En tiempos pasados, en algunas culturas y religiones, estaba -por mandato "divino"- prohibido la usura; hoy, la usura no solo es permitida sino practicada por la Iglesia Católica que justificó ese cambio al diferenciar el interés moderado (legal) y las prácticas usureras (realizada por abusivos prestamistas). Es decir, la iglesia condena y práctica la usura. La Iglesia renunció a una prohibición de siglos para entrar en el negocio.

La definición auténtica de USURA proviene del latín usura o interés que alguien cobra cuando presta dinero, un contrato que implica el crédito y el derecho a la ganancia o utilidad del mismo. Coloquialmente calificamos de usureros a entidades y personas que cobran intereses (bancos, instituciones que prestan dinero para hipotecas, préstamos de consumo, como mutualistas, cooperativas, etc.). Esa es la función de la banca comercial, el préstamo de dinero (usura en su correcta interpretación).

La iglesia católica y los alfaquíes islámicos prohibían la usura porque está prohibido en las escrituras sagradas, sin embargo, esa actividad no solo que era necesaria para los intereses estatales, era vital para comerciar.

Tanto los reyes cristianos como los califas musulmanes, fueron los responsables del surgimiento de una importante banca judía en el corazón del mundo islámico y de la cristiandad al recurrir a quienes ya gozaban de “licencia de Dios” para tales asuntos, los judíos. 

LTorah desde tiempos de Moisés prohibe que entre judíos se cobre interés alguno por préstamos, excluye el caso que un préstamo se haga a un extranjero: 

“No obligues a tu hermano a pagar interés, ya se trate de un préstamo de dinero, de víveres, o de cualquier otra cosa que pueda producir interés. Al extranjero podrás prestar a interés, más a tu hermano no prestarás así” (Deuteronomio, 23:20).

Por siglos el naciente Islam se valía de los judíos para la práctica comercial del préstamo de dinero (usura), la misma actividad era practicada por la sacrosanta iglesia católica en la Edad Media contratando judíos como sirvientes de las Cortes de los Monarcas Cristianos - los Hofjuden- ("Judíos de la Corte”), bajo esa protección, ellos se encargaban de administrar las finanzas de los reinos y de la clase pudiente (aun en el presente). 

A lo largo de la historia ha sido una total hipocresía el dicho que uno no se “mancha las manos con la usura”. Queda establecido de donde proviene la "fama" del "judío prestamista" o del "avaricioso judío". En la Edad Media los judíos no estaban autorizados laborar en profesión u oficio que no sea el ligado a las prácticas "bancarias" del pasado. (este tema en particular ha sido analizado en anteriores ponencias).  

En el presente, con la incursión de la Iglesia en el negocio de la usura, el costo ha sido una secuela de muy terrenales escándalos financieros, el Banco Ambrosiano es un buen ejemplo.

En fin. Tenía intención de profundizar el tema anotado al principio, los modernos baqueros de Dios. Documentándome encontré un excelente reportaje, la idea básica que pretendía desarrollar en un nuevo proyecto: los obscuros negocios vaticanos, sus altas finanzas y sus relaciones con el mundo legal y el submundo de los negocios. No hay necesidad de investigar más, una reseña histórica del Vaticano desde 1870 al presente está disponible, su autor prefiere el anonimato. Pongo a disposición esta investigación.

Tito Andino

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El Templo y los Mercaderes (I)
La historia oculta de las finanzas vaticanas y las cosas extrañas que han sucedido en torno a las mismas entre 1870 y la actualidad.


Escrito está, mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, pero vosotros la estáis convirtiendo en una cueva de ladrones.

El loco Amaro

No sé si os habéis parado a pensar en ello alguna vez, pero es bien conocido (porque lo cuentan los Evangelios) que, en vísperas de la Pascua judía, el agitador religioso Yeshua bar Yosef, más conocido como Jesucristo, protagonizó una acción contra la explotación económica del Templo de Jerusalén por parte de mercaderes y cambistas, a los cuales expulsó del recinto o al menos amonestó públicamente. Esos comerciantes actuaban en connivencia con las altas jerarquías sacerdotales, las cuales eran perfectamente conscientes de las irregularidades en algunas de aquellas actividades, más aún al ubicarse dentro del mismo recinto sagrado, pero las consentían porque obtenían pingües beneficios económicos con los impuestos que recaudaban gracias a ellas.

Dicho altercado constituye, que sepamos, la única confrontación pública y realmente violenta protagonizada directamente por Jesús contra el orden establecido en su época. El caso es que siempre me ha llamado la atención el que muy posiblemente esto ocurriese durante el último año de vida de Jesús (aunque los propios Evangelios discrepan sobre esto). De ser así da la casualidad de que casi inmediatamente después de esos hechos es cuando Jesucristo -que hasta entonces había podido predicar sin ser molestado que sepamos- fue sujeto de algún tipo de denuncia ante el poder romano por parte de las mencionadas élites sacerdotales judías, juzgado con gran diligencia y ejecutado públicamente. Sucesos, éstos últimos, que a su vez se conmemoran en la Pascua cristiana, aunque dotándolos de un componente puramente místico y simbólico y descartando cualquier relación de causa-efecto entre lo ocurrido en el Templo y el posterior procesamiento de Jesús. A fin de cuentas desde una perspectiva teológica su muerte estaba predestinada por Dios para salvarnos a todos y no tuvo nada que ver con vulgares cuestiones de este mundo relacionadas con el orden público, la política, o los pingües beneficios fiscales relativos a actividades dudosas.


Palacio Arzobispal de Sevilla


Dicho esto, quiero dedicar a recordaros un relato de Manuel Halcón perteneciente a los Cuentos del buen ánimo (1979). En esos cuentos se narra entre otras la historia de un cardenal Arzobispo de Sevilla el cual, mientras se construía el Palacio Arzobispal de dicha ciudad, bajaba muchas tardes a sentarse junto a la llamada Puerta del Lagarto, que daba al Patio de los Naranjos de la catedral, para desde allí presenciar los avances en las obras.

Ocurrió que un día en que el Arzobispo se encontraba en ese lugar, precisamente acompañado de algunos de sus familiares y subordinados, vio acercarse por la calle Placentines a un individuo estrafalario vestido con harapos. El Arzobispo preguntó a sus allegados que quién era aquel pobre hombre y estos le informaron de que se trataba de un loco o un deficiente mental conocido como Amaro y que al parecer era muy famoso y querido en la ciudad por lo que todo el mundo solía darle limosna y así iba sobreviviendo. Al oír eso el humilde prelado, que era muy campechano, le llamó a voces y le mandó por señas que se acercara.

Tras dudar unos instantes Amaro se aproximó al grupo y se quedó delante del señor Arzobispo, el cual le dijo medio en broma:

- Me alegra conocerte, Amaro. No te incomodes que no te llamo por nada malo. El caso es que me han hablado muy bien de ti. Puede verse que eres una persona humilde pero sincera y se que me dirás la verdad, no como todos estos aduladores que me rodean. Así que dime Amaro, ¿qué te parece como van las obras del nuevo palacio que he mandado levantar?.

Y Amaro, con voz respetuosa, le contestó:

- Que su eminencia reverendísima, al revés que Jesucristo, convierte el pan en piedras.

Y así acaba el cuento, con el obispo quedándose escandalizado mientras Amaro se aleja para seguir con su ronda pidiendo limosnas. Puede que no veáis ahora el sentido de esto que os he contado, pero dentro de un rato creo que lo comprenderéis.


El ladrillo y la burbuja

En 1835 unos inversores francobelgas fundaron una institución llamada Banca Romana que, algunos años después, concretamente en 1851, se convirtió en el banco oficial de los Estados Papales. Todo ello en una época en que el Papado -herencia de su pasado como señorío feudal y no solo como entidad espiritual- aún controlaba grandes territorios en el centro de Italia. 


Estados Pontificios


Sin embargo, en las décadas siguientes y debido al proceso de unificación italiana, el Estado Vaticano perdió la mayor parte de esos territorios y quedó más o menos reducido a lo que es hoy llegado el año 1870, en época de Pío IX. Debido a ello, en 1874, esa Banca Romana quedó integrada en la estructura bancaria del Reino de Italia convirtiéndose así en uno de los escasos bancos autorizados a emitir billetes de curso legal dentro del territorio del joven Estado. Las otras entidades autorizadas eran la Banca Nacional de Torino, el Banco de Nápoles, el Banco de Sicilia, la Banca Nacional de Toscana y la Banca Toscana de Crédito.

Pues bien, durante los quince años siguientes se desarrolló en el centro-Norte de Italia un contexto, que resultará fácil de entender para cualquier español actual, caracterizado por un boom económico propulsado por la bonanza en el sector de la construcción y los negocios especulativos ligados al mismo. En esa tesitura la Banca Romana empezó a superar ilegalmente los límites de crédito que estaba autorizada a respaldar. A fin de cuentas cada nuevo crédito concedido parecía ser un negocio redondo, ¿qué no se poseían los fondos para otorgarlo?, daba igual, ya se compensarían los balances con las ganancias derivadas de correr esos riesgos. 

Pero claro, en economía siempre después de la subida llega la bajada y a finales de los años 80 se produjo una recesión. En 1889 tres pequeños bancos de Turín muy implicados en la especulación inmobiliaria en la ciudad de Roma suspendieron pagos exponiendo gravemente a otras instituciones que a su vez les habían transferido fondos. Entre ellas, claro está, la Banca Romana


Billete de la Banca Romana


En junio de ese año el Ministro de Agricultura encargó a un senador llamado Giuseppe Giacomo Alvisi una inspección en dicha Banca Romana, la cual reveló inicialmente la existencia de un agujero en los fondos por valor de al menos 9 millones de liras. Sin embargo los contables de la Banca alegaron que esa discrepancia en los balances era debida a la “impericia” de los autores de la encuesta. De hecho la cantidad de dinero que supuestamente faltaba apareció misteriosamente de la nada al día siguiente de notarse su ausencia. Obviamente dichos movimientos de capital, cuanto menos extraños, no convencieron a Alvisi ni a los funcionarios del Tesoro que lo asistieron en la inspección, y por ello reflejaron todo lo sucedido en un informe que el propio Alvisi hizo llegar al Gobierno.

De esa forma el primer ministro italiano de la época, Francesco Crispi, así como el Ministerio del Tesoro, Giovanni Giolitti, fueron informados de la anómala situación de la Banca Romana, no obstante durante los tres años siguientes el "informe Alvisi" se mantuvo en secreto y ni ellos ni el siguiente gabinete de Gobierno, encabezado por Antonio di Rudini, hicieron nada al respecto, fuese por presiones extraoficiales de poderes en la sombra o por puro miedo a que una intervención en la Banca que descubriese la situación agravase aún más la crisis económica en el corazón del país al provocar un pánico masivo en los inversores. De hecho en 1891 el gobierno de Rudini impidió en el último momento que el senador Alvisi llegase a exponer en el Senado públicamente los resultados de su inspección.

En mayo de 1892 Giovanni Giolitti (recordemos, había sido por así decirlo Ministro de Economía unos años antes, en la época en que se había descubierto la probable insolvencia de la Banca Romana) fue elegido a su vez Primer Ministro y lo primero que hizo fue intentar que el presidente de la Banca Romana desde hacía más de una década, Bernardo Tanlongo, fuese elegido senador, para que así no se le pudiese procesar en caso, digamos, de que algún día la situación se escapase de control. De hecho Tanlongo constituía un director de banco muy peculiar ya que en origen era un granjero semianalfabeto que había empezado a tejer una red de relaciones ejerciendo como espía, había entrado en el negocio bancario de la mano de desconocidas amistades en el Vaticano y luego había sido mantenido en su puesto al entrar capital toscano en la Banca no se sabe muy bien por qué. Era probablemente un hombre de paja, pero aún hoy no se sabe de quién en concreto. 

En cualquier caso, a finales del año 92, antes de que el Primer Ministro pudiese confirmar a Tanlongo como senador, el primitivo informe destacando las  irregularidades en la Banca Romana fue filtrado a la opinión pública por amigos de Alvisi, quien había fallecido amargado en los meses previos. El escándalo subsiguiente desencadenó la creación de una comisión parlamentaria para verificar la seriedad de las acusaciones vertidas. Estas fueron, cómo no, corroboradas con creces a comienzos del año siguiente, descubriéndose un agujero de más de sesenta millones de liras. Básicamente la Banca Romana había prestado dinero muy por encima de sus posibilidades (hasta acumular deudas que doblaban la suma de sus reservas). De hecho gran parte de los activos inmobiliarios que poseía la entidad en garantía por los préstamos ya no respaldaban las cantidades avaladas debido a la caída de precios en el sector. Incluso, en un intento desesperado de camuflar lo anterior, la Banca Romana usando sus privilegios había llegado a emitir de forma incontrolada y subrepticia billetes por valor de unos 40 millones de liras (una cantidad de dinero enorme en aquella época) de cara a respaldar sus pérdidas.

Al día siguiente de que se conociese todo esto Tanlongo fue detenido y la Banca Romana cerrada en agosto del año siguiente, pero el juicio a Tanlongo y el resto de implicados en la gestión de aquel banco se fue retrasando hasta que todos resultaron exonerados de los cargos que se les imputaban a mediados de 1894 debido a la desaparición, probablemente a manos de la propia policía, de los documentos que probaban su culpabilidad y en los que al parecer se implicaba a personalidades e instituciones muy importantes. 


Aquí no pasa nada


Pero me diréis, ¿y esto que tiene que ver con Jesús y la Iglesia y esas cosas?. Si no os habéis aburrido ya y seguís leyendo dentro de un rato igual lo empezáis a percibir más claramente. 

Sigamos.

No hay que poner todos los huevos en la misma cesta

Casi al mismo tiempo que sucedía todo lo anterior se detectan una serie de movimientos muy curiosos creando o bien posicionando bajo el control de la Iglesia católica una serie de instituciones bancarias. Es una madeja compleja pero la voy a resumir muy rápido.

En el año 1892 se creaba la Banca Cattolica Vicentina, oficialmente casi una institución de caridad y de “socorro mutuo” dependiente indirectamente de la diócesis de Vicenza. A partir de unos orígenes tan humildes dicha sociedad, nacida para “estimular la solidaridad y la colaboración” entre las fuerzas productivas de una modesta diócesis, empezó a adquirir, muy poco a poco, otras entidades como el Banco Bassano del Grappa,  la Banca Cadorina, la Banca Cattolica Atestina, la Banca Cattolica di Udine, la Banca Cattolica di San Liberale, la Banca Feltrina y la Banca Depositi e Prestiti, la Banca provinciale di Belluno, la Banca Agricola Distrettuale, la Banca Veneziana di Crediti e Conti Correnti, la Banca San Daniele, etc., etc. Ya se sabe, lo que sea por los pobres.

De esta forma, ya entrado el s. XX, a medida que iba creciendo dicha Banca Vicentina pasó a ser conocida como Banca Cattolica del Veneto al convertirse en una fuerza financiera a tener en cuenta en toda esa región del Norte del país. Eso sí, manteniéndose como una institución siempre controlada en la sombra por la Iglesia




Por otra parte en 1896 un abogado de fuertes creencias católicas y muy relacionado con la orden franciscana llamado Giuseppe Tovini creaba en Milán el Banco Ambrosiano, oficialmente una institución privada e independiente pero que por algo pronto pasó a ser conocido como “el banco de los curas” ya que de forma subrepticia era teledirigida también por la Iglesia romana. De hecho entre los miembros del consejo de administración de la entidad en las siguientes décadas encontramos hasta un sobrino del Papa Pío XI; aunque por pura proximidad pasó a ser el Arzobispado de Milán el brazo eclesiástico encargado de vigilar de cerca las actividades de dicho banco. Por supuesto pasado el tiempo el caritativo Giuseppe Tovini fue beatificado.

Finalmente, un poco antes de todo lo que he contado hasta ahora, concretamente en 1887, el Papa León XIII creó una “Comisión para las Causas Pías” la cual durante los siguientes cincuenta años no dejó de ser una especie de institución caritativa muy pequeña. Sin embargo dentro de un rato vamos a ver que llegado un determinado momento esa pequeña institución “para las Causas Pías” iba a cobrar una gran importancia.

Durante el último tercio del s. XIX, una vez perdidos sus territorios y rentas feudales y en un contexto de disminución de las donaciones por la secularización de la sociedad, la Iglesia moderna creó o instrumentalizó una serie de instituciones bancarias a través de las cuales mover dinero y realizar operaciones e inversiones financieras con las que obtener liquidez. 

En esa etapa en todo caso no aparece nada particularmente extraño, nada especialmente sucio, salvo por el caso de la Banca Romana, y aun así no hay evidencias claras de la implicación del Vaticano con aquella institución en la época de su quiebra. Quizás la única pista respecto a esto último es que, como acabamos de ver, la génesis de las instituciones que en adelante iban a controlar una parte sustancial de los fondos de la Iglesia, al menos en Italia, surgieron casi de forma simultánea a la crisis y posterior colapso de la Banca Romana, como si hubiese sido necesario de repente crear alternativas a aquella vía.

Dicho esto hasta 1929 aproximadamente la tónica en las operaciones económicas emprendidas por la Iglesia iba a ser una paciente y cautelosa normalidad haciendo crecer las semillitas plantadas en las instituciones que he enumerado en este epígrafe. Sin embargo en ese año todo iba a cambiar, y no por la famosa crisis del 29 sino debido a algo totalmente diferente.


El pacto


Concordato. 1933

Para entenderlo hay que comprender a su vez el contexto político, no el económico. A ese respecto la gran preocupación de la Secretaría de Estado vaticana entre 1917 y 1991 fue contener la expansión del comunismo, sobre todo en Europa. 

A fin de cuentas la Iglesia es una institución peculiar cuya finalidad es salvar almas y en ese sentido el ateísmo propugnado por el nuevo régimen implantado por los bolcheviques en la URSS a finales de 1917 fue visto por diversos pontífices como una amenaza capital en caso de que lograse extenderse firmemente más allá de los confines del mundo ortodoxo. 

Por tanto, de cara a contener ese peligro mortal que supuestamente se cernía sobre el rebaño de la Iglesia, casi todos los Pontífices del período de entreguerras se mostraron dispuestos a contemporizar con sistemas “autoritarios” en lo político pero que gracias a ello se mostrasen útiles en la lucha contra la expansión del veneno rojo. Es así como se ha de entender por ejemplo el tácito apoyo de la Iglesia a diversos regímenes dictatoriales e incluso fuertemente represivos, caso del implantado en España tras la "Cruzada" nacional encabezada por Franco. También se explica así que el Vaticano firmase un Concordato con la Alemania nazi de Hitler en 1933, o que en el transcurso de las negociaciones para llegar a dicho acuerdo y probablemente por presiones del Vaticano el poderoso Zentrum, un partido católico de Baviera que llegó a ser la tercera fuerza en el Parlamento alemán, se autodisolviese a comienzos de julio de ese mismo año, ahorrándole a Hitler el engorro de tener que deshacerse por las malas de ese obstáculo en su ascenso hacia el poder absoluto.

Siendo sinceros respecto a esto último no es que la diplomacia vaticana desconociese las extravagantes tendencias paganas de parte de la cúpula nazi, su antisemitismo, o su violencia, pero en aquel momento se infravaloró la determinación nazi a la hora de llevar a cabo su delirante programa. Simplemente, como se ha dicho, desde el Vaticano se pensaba que en aquel momento era clave no obstaculizar la implantación de regímenes fuertes en países clave de la geopolítica europea, aunque fuesen dictaduras, incluso hostiles, si con ello se conseguía erigir un muro contra la posible expansión hacia el Oeste del ogro soviético. No se esperaba de esas dictaduras el grado de beligerancia que algunas de ellas acabaron mostrando. 


1929 Pactos de Letrán o Pactos Lateranenses


Teniendo presente todo eso volvamos a los años 20 y centrémonos en Italia. Allí se estaba produciendo la consolidación de un régimen de ese tipo, la Italia de Mussolini. En base a las coordinadas descritas el fascismo fue visto por la Iglesia del período como un mal menor con el que se podía negociar y al que se podía, supuestamente, controlar. Tal es así que entre ambos poderes se llegó a un acuerdo histórico en 1929, los Pactos de Letrán o Pactos Lateranenses, mediante los cuales se garantizaba de una vez por todas la absoluta soberanía pontificia sobre unas pocas hectáreas alrededor de la basílica de San Pedro, creándose de forma efectiva un Estado independiente dentro de la propia urbe romana, la Ciudad del Vaticano tal y como la conocemos en la actualidad. Lo que ocurre es que eso, aunque no era evidente en un primer momento, también implicaba a su vez privacidad para instituciones financieras que se instalasen allí. Por tanto, en esencia, desde ese momento el Vaticano se convirtió en varias cosas, entre ellas en un paraíso fiscal en potencia ubicado en medio de la propia capital de Italia. Si bien ya digo que inicialmente nadie se dio cuenta de las posibilidades que esto último implicaba. 




Por otra parte esos pactos con el Estado fascista proporcionaron a la Iglesia una importante aportación de capital (más de 750 millones de liras de la época contantes y sonantes así como 1.000 millones más en bonos del Estado) en tanto que para congraciarse con el Vaticano, y de paso obtener legitimidad ante el católico pueblo italiano, Mussolini aceptó incluir en los mismos una “indemnización” a la Santa Sede ¡¡por la pérdida de los antiguos Estados Papales de cuño feudal ¡¡. Gracias a ello la situación financiera de la Iglesia recibió un fuerte impulso, el cual se consolidó en los años siguientes a través de inversiones realizadas a través del aparato financiero que he descrito hasta ahora así como una especie de holding creado al efecto en Luxemburgo y luego desplazado a Suiza

En ese contexto el cerebro de la estrategia financiera que seguiría la Iglesia los siguientes veinticinco años fue Bernardino Nogara, un oscuro ingeniero y financiero milanés amigo de la familia de Pío XI y al que dicho Papa colocó en 1929 a cargo de una institución especialmente creada para gestionar el dinero obtenido de los pactos con Mussolini: la Amministrazione Speciale della Santa Sede. Institución que luego tendría un largo recorrido en el que no voy a entrar aquí.


Bernardino Nogara

Pues bien, durante los años siguientes el hábil Bernardino transformó parte de los fondos de dinero del Vaticano en reservas de oro, se hizo con importantes participaciones en las principales aseguradoras de Italia así como en la principal empresa de construcción del país y hasta contribuyó -con pingües beneficios- a la compraventa de la munición empleada por las tropas de Mussolini en sus campañas africanas de los siguientes años, particularmente la invasión de Etiopía. Tampoco están muy claras algunas inversiones en industrias farmacéuticas o, sobre todo, los movimientos llevados a cabo durante los años de la II Guerra Mundial. Todo ello por su propia iniciativa en contra de los deseos de la Santa Sede.    Obviamente. 

En cualquier caso la estrategia fue tan amoral como exitosa con lo que pronto el Vaticano se encontró con más dinero en sus manos del que podía canalizar con comodidad a través de los modestos bancos que controlaba indirectamente y por ello se hizo evidente la necesidad de crear una nueva entidad

Es así como durante la guerra, por mandato del polémico Pío XII, la vieja y modesta “Comisión para las Causas Pías” se convirtió en 1942 en el Instituto para las Obras de Religión, IOR, el cual poco a poco pasaría a ser conocido popularmente como el “Banco Vaticano” en tanto que, en parte, pasó a serlo.

El propósito oficial declarado de dicha institución sería en adelante conservar y administrar bienes pertenecientes a los ciudadanos del singular Estado vaticano o que tuviesen por objetivo “obras religiosas o de caridad”. Es decir se trataría en teoría de una especie  de banco privado para los peculiares funcionarios de la Iglesia católica -sacerdotes, abades, monjas, frailes- y dedicado no tanto a proporcionarles rentabilidad como a conservar a buen recaudo sus escasos ahorros y en ocasiones también mantener a salvo otro tipo de pecunios que le fuesen entregados a la Santa Sede “para hacer el bien” por así decirlo. Por ello técnicamente el “Banco Vaticano” no fue nunca considerado un banco al uso ya que oficialmente no se dedica a prestar dinero o realizar inversiones sino solo a servir de caja fuerte al personal que trabaja en la Curia Romana y poco más. Pero por otro lado en un determinado momento, como vamos a ver, su utilidad para la Iglesia estribó en poder centralizar en el mismo Vaticano, donde tiene su sede dicha institución, algunas de sus operaciones financieras más importantes y secretas

Por supuesto, pese a la creación del IOR, el Vaticano siguió controlando en la sombra los bancos de los que hablé antes, pero desde ese momento pasó a poseer en Roma una sucursal bancaria propia e independiente que, por efecto de los Pactos Lateranenses, resultaba opaca para cualquier organismo fiscal, policial o judicial externo. 

En otras palabras, a partir de ese instante lo que los Pactos Lateranenses habían convertido en una posibilidad rebuscada pasó a ser casi definitivamente posible. En adelante era cuestión de tiempo que un señor, digamos de Palermo o de la cercana Nápoles, se acercarse a Roma con una maleta llena de dinero de procedencia indeterminada. Una vez en la ciudad, confundido con los millares de peregrinos y turistas, es posible que el señor en cuestión y su maleta se adentrasen en el Vaticano y contactasen con un funcionario del IOR al que se podría hacer entrega de dicha maleta llena de dinero destinado a “obras de caridad” para que fuese custodiado allí, al abrigo de los ojos del mundo, de forma indefinida, o quizás para que ese dinero fuese transferido a salvo, fuera de las fronteras italianas, a una cuenta en otra institución financiera del extranjero.

Todo ello con la identidad del misterioso propietario de la maleta y de la consiguiente nueva cuenta en el IOR no solo protegida por todas las salvedades que caracterizan a un paraíso fiscal al uso, sino también por las peculiaridades del Vaticano como paraíso fiscal. A saber: posee un “jefe de Estado” que es técnicamente la cabeza de un régimen teocrático de cuño feudal, gracias a lo cual no debe responder de ninguna forma ante un Parlamento, unas elecciones democráticas o controles de algún tipo; y cuyos burócratas son esencialmente fanáticos religiosos, dispuestos a aceptar ciegamente las órdenes de la jerarquía, curtidos en un régimen de comportamiento donde el guardar secretos es una forma de vida y que pueden invocar excusas especiales, como el secreto de confesión, en el improbable caso de ser interrogados.  

Llegados a este punto puede que a algún lector le choque la asociación que llevo haciendo unos párrafos de las palabras “paraíso fiscal” y Vaticano. Lo cierto es que si bien no hay problemas en considerar a Mónaco, Liechtenstein o Luxemburgo como “paraísos fiscales”, pocas veces esas palabras se relacionan con el Vaticano en un párrafo impreso en un libro o pronunciado en un medio de comunicación. Obviamente la naturaleza esencial del Vaticano es otra, como destino turístico, como foco espiritual o como subestimado centro diplomático. Pero es que eso nos lleva a olvidar que también ha sido otra cosa en una fase muy concreta de su historia de la que voy a empezar a hablar ahora.

Antes de eso debo aclarar que en realidad en lo último que he contado hay una debilidad. Realmente en la historia del misterioso señor con una maleta llena de dinero que se acerca al Vaticano a ponerlo a salvo fallan dos detalles. Al margen de que en los años 40 con la Guerra Mundial y más adelante la ocupación nazi de Roma eso se hacía complicado, por decir algo, está la cuestión de que el hipotético señor para completar con éxito la transacción en aquellos primeros años del IOR necesitaría un pasaporte vaticano y la complicidad de algún tipo de un miembro del IOR.

Esas condiciones ya puedo decir que no se dieron en los siguientes treinta años. Pero el caso es que pasado ese tiempo… llegó un momento en que se dieron. Y, al darse, el IOR del Vaticano se convirtió en un escondite seguro y muy valioso por su invisibilidad pública para políticos corruptos de la democracia cristiana y para la mafia. Así como suena.


Giovanni Montini, Pablo VI, Papa desde 1963 a 1978  


Hasta aquí he explicado en detalle la compleja maraña de hechos que pusieron las bases para que algo tan grave como lo que he dicho pudiera cristalizar. Pero como he confesado, aún faltaban detalles. Así que ahora hay que explicar cómo se solventaron esos detalles y quienes lo hicieron posible.

Para ello hay que pegar otro pequeño saltito, esta vez hasta finales de los años 60 y principios de los años 70, concretamente hasta el Papado de Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, más conocido como Pablo VI, Pontífice romano entre 1963 y 1978.  

Los tres monos sabios, el señor lobo, los fascistas y los mafiosos

Ese Papa tomó en su momento varias decisiones que tiempo después iban a tener gran repercusión. Para empezar fue él quien elevó al cardenalato y otras dignidades a tres prometedores clérigos: Albino Luciani, Karol Wojtyła y a Joseph Ratzinger, los que acabarían siendo los tres siguientes Papas en la línea sucesoria. En cierta forma la camarilla que controló el Vaticano durante el último medio siglo se formó en aquel entonces

Por otra parte Pablo VI conocía muy bien el Banco Ambrosiano desde su etapa como Arzobispo de Milán cargo al que había accedido en 1954 y gracias al cual empezó a ser conocido como el “arzobispo de los pobres”. Pues bien, una vez ya elegido Pontífice es cuando se produce el ascenso en la jerarquía de dicha entidad bancaria, de un oscuro individuo llamado Roberto Calvi.

Calvi era milanés (igual que lo habían sido casi todos los financieros de los Papas, caso de Giuseppe Tovini o Bernardino Nogara), hijo de un funcionario de banca, había militado en movimientos estudiantiles fascistas pero tras el final de la IIª Guerra Mundial había recibido refugio en el Banco Ambrosiano en 1947. Allí ejerció de eficiente funcionario hasta que en los años 70 se convirtió primero en director general y luego presidente de dicha entidad; una empresa teóricamente privada pero como ya se ha dicho controlada de facto en la sombra desde el arzobispado de Milán y el Vaticano a través del Instituto para las Obras de Religión que era su máximo accionista


Roberto Calvi, el Banquero de Dios


Asimismo bajo la sombra de Pablo VI ascendió y prosperó otro curioso personaje llamado Paul Marcinkus, estadounidense nacido en Chicago de padres lituanos a quien Pablo VI tomó bajo su protectora ala durante su etapa de Arzobispo de Milán. En base a esa confianza, una vez convertido en Pontífice es a Marcinkus a quien Pablo VI encomendó la organización de sus viajes pastorales. Con el tiempo el fiel Marcinkus pasó a encargarse también de la protección del Papa durante dichos desplazamientos y fue durante el desempeño de dicha tarea cuando se produjo el hecho que asentó para siempre la fuerte relación de confianza existente entre ambos hombres.



Paul Marcinkus


A finales de 1970 durante un viaje a Filipinas, en el propio aeropuerto de Manila, un pintor surrealista boliviano de nombre Benjamín Mendoza intentó apuñalar al Papa y, aunque apenas logró herirlo superficialmente en el costado, la levedad del ataque se debió a la rápida intervención de varios de los clérigos que rodeaban al Pontífice romano y que impidieron que la situación pasase a mayores.  

Realmente el mérito de identificar y detener al agresor correspondía al obispo Dennis Galvin y sobre todo al secretario personal del Pontífice, Pasquale Macchi, que fue quien se jugó al tipo para detenerlo abalanzándose sobre él. Pero, al formar parte de los clérigos que rodeaban al Papa y sujetaron a Mendoza, de alguna forma Marcinkus logró atribuirse todo el mérito de haber evitado lo peor pese a que en parte fueron los fallos de la seguridad planificada por él los que posibilitaron que el agresor se acercase hasta el Papa sin ninguna dificultad. 


Benjamín Mendoza intenta atacar a Pablo VI


En cualquier caso, gracias al crédito hábilmente obtenido tras aquellos sucesos, unos meses después Marcinkus fue puesto a la cabeza del Instituto para las Obras Religiosas. Y es a partir de aquí donde la realidad empieza a superar a la ficción.

Marcinkus era un tipo ambicioso y con unas amistades extrañas en el mejor de los casos. De hecho, al margen de sus cargos religiosos, es probable que ya en este momento de su vida hubiese entrado a formar parte de la masonería junto con otros pesos pesados de la Curia vaticana de la época como el Secretario de Estado del Vaticano Jean Marie Villot, el propio secretario papal Pasquale Macchi antes citado, Roberto Tucci el director de Radio Vaticana, o el subdirector de L´Osservatore romano, órgano oficioso del Vaticano. 


Licio Gelli 


En ese sentido la particularidad de la masonería italiana de la época –y de ahí la presencia de tantos religiosos- era su carácter furibundamente anticomunista y conservador, por lo cual albergaba en su seno a antiguos señalados fascistas como Licio Gelli, un tipo del que se podrían hacer tres entradas como ésta contando solo sus trapos sucios, por ejemplo de joven estuvo implicado en la desaparición de veinte toneladas de oro procedente de Yugoslavia.

Llegados a este punto se dio la coincidencia de que el muy bien relacionado Gelli por un lado conocía a mafiosos como Michele Sindona, los cuales poseían maletas de dinero de procedencia dudosa que deseaban guardar a buen recaudo. Por otro lado Gelli conocía a políticos de signo democristiano moderadamente corruptos y siempre dispuestos a mirar hacia otro lado si valía la pena. Asimismo Gelli también trataba ocasionalmente con eclesiásticos y gente relacionada con la estructura financiera del Vaticano que igual que él formaban parte del mundillo masónico, aunque no se sabe muy bien si tomándoselo en serio, solo como pasatiempo pintoresco, o como informadores del Papado de cara a controlar e influir en lo que se cocía allí. En cualquier caso toda esa gente ligada a la estructura financiera vaticana, hagamos memoria, tenía en sus manos un paraíso fiscal por completo impenetrable al que todavía no se le había sacado jugo. Finalmente entre ese grupo de gente que movía dinero para el Vaticano y que intimaba ocasionalmente con Gelli también había seglares con similar pasado fascista olvidado, como Roberto Calvi, recordemos, el tipo que estaba en esos primeros años 70 haciéndose con la gestión del Banco Ambrosiano. ¿Cómo se conjugaron todos esos factores?. No se sabe con seguridad.




Lo que hoy sabemos es que Marcinkus desde el mismo momento en que se hizo cargo del IOR buscó centralizar y coordinar varias de las instituciones financieras instrumentalizadas por la Iglesia, antes dispersas. Por ello, para empezar, bajo Marcinkus el IOR afianzó su posición de control en el consejo de administración del Banco Ambrosiano como primer accionista del mismo al poseer una quinta parte de sus acciones. En adelante el Banco Ambrosiano pasaría a ser la herramienta a través de la cual saldría a la luz el dinero que a su vez llegaba a la Iglesia por los secretos cauces de las donaciones “caritativas” al IOR con sede en el propio Vaticano.

De cara a potenciar su nuevo instrumento clave, en 1972 y “por las malas”, Marcinkus le quitó el control de la Banca Cattolica del Veneto a otro de los protegidos del Papa y por entonces patriarca de Venezia, Albino Luciani, solo para a continuación entregarle el 37% de las acciones de dicha entidad financiera al Banco Ambrosiano, poniendo de facto a dicha banca véneta bajo control del Ambrosiano. De esta forma Marcinkus alineaba su artillería para ganar potencia de fuego y poder acometer empresas ambiciosas. 

A su vez, operando desde el Banco Ambrosiano, Roberto Calvi, previsiblemente por órdenes de Marcinkus aunque nunca se pudo probar nada, creó toda una red de cuentas y de filiales en países lejanos y paraísos fiscales. Así por ejemplo construyó en Nassau una filial bajo el nombre de Cisalpine Overseas Bank proceso que repitió en otros países como Perú.

Es de suponer que la idea era la siguiente: en adelante, señores misteriosos pero muy caritativos, ocasionalmente pertenecientes a la mafia, podían depositar dinero en el impenetrable y completamente opaco IOR del Vaticano, a salvo del fisco o la Justicia italianas. Luego desde allí, en cierta forma como pago a la Iglesia por esos servicios, una parte de ese dinero se movía hacia el Banco Ambrosiano y, desde él, se desperdigaba y desaparecía a través de múltiples cuentas secretas ocultas en paraísos fiscales distribuidos por todo el mundo. Todo ello con la connivencia de funcionarios y políticos pertenecientes a la democracia cristiana, quienes de vez en cuando también se beneficiaban del entramado de cara a sus propios fines. Por su parte, una vez dispersado el dinero internacionalmente, la Iglesia podía usar esos fondos escondidos para, digamos, operaciones especiales en las que el fin justificaba los medios.  

A su manera Marcinkus se encontraba con una herramienta potencialmente muy poderosa en sus manos. 


El problema es que también era muy peligrosa si algo de todo esto salía a la luz porque alguien de los implicados en esta cadena se volviese codicioso o descuidado. Qué operaciones eran esas para las que se usaba el dinero, qué salió mal, qué pasó después de que saliese mal, o qué relación tiene todo esto con cosas que han sucedido últimamente en el Vaticano?.


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