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06 agosto 2019

¿Por qué la Segunda Guerra Mundial terminó con hongos nucleares?



por  Dr. Jacques R. Pauwels
Autor de valiosos libros como "El mito de la Guerra Buena: América en la Segunda Guerra Mundial" (2002); "La Gran Guerra de Clases. 1914-1918" (2014), entre otros. Algunos temas del profesor Pauwels lo hemos reproducido en este blog.

“Lunes, 06 de agosto 1945, 8:15 AM, la bomba nuclear “Little Boy” fue lanzada sobre Hiroshima por un bombardero estadounidense B-29, el Enola Gay, matando directamente a unas 80.000 personas. A finales del año, los daños por la radiación aumentaron las bajas entre 90,000-140,000.”[1]
“El 9 de agosto de 1945, a las 11:02 am, Nagasaki fue el blanco del segundo ataque con bomba atómica del mundo, cuando el norte de la ciudad fue destruido se calcula que 40.000 personas murieron por la explosión de la bomba apodada "Fat Man". El número de muertos por el bombardeo atómico totalizó 73.884 víctimas, así como 74.909 heridos y otros cien mil enfermos y moribundos por causa de la lluvia radiactiva y otras enfermedades causadas por la radiación". [2]

En el Teatro Europeo, la Segunda Guerra Mundial terminó a principios de mayo de 1945 con la capitulación de la Alemania nazi. Los “Tres Grandes” en el lado de los vencedores – Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética – ahora se enfrentaban con el complejo problema de la reorganización de la posguerra en Europa. Estados Unidos había entrado en la guerra más bien tarde, en diciembre de 1941, y apenas había comenzado a hacer una contribución militar verdaderamente significativa para la victoria aliada sobre Alemania con los desembarques de Normandía en junio de 1944, menos de un año antes del fin de las hostilidades. Sin embargo, cuando la guerra contra Alemania terminó, Washington ocupó con firmeza y confianza parte en la mesa de los vencedores, decididos a lograr lo que podría denominarse como: “objetivos de guerra”.

Así, el país que había hecho la mayor contribución y sufrido, con mucho, las mayores pérdidas en el conflicto contra el enemigo común nazi, la Unión Soviética, pidió importantes pagos en reparación desde Alemania y seguridad contra la agresión potencial en el futuro, en forma de la instauración en Alemania, Polonia y otros países de Europa oriental de gobiernos que no fueran hostiles a los soviéticos, como había sido el caso antes de la guerra. Moscú También previó una indemnización por las pérdidas territoriales sufridas por la Unión Soviética en el momento de la Revolución y la Guerra Civil, así finalmente, los soviéticos esperaban que, tras la terrible experiencia de la guerra reciente, serían capaces de retomar el proyecto de construir una sociedad socialista. Los líderes estadounidenses y británicos conocían estos objetivos soviéticos y habían explícita o implícitamente reconocido su legitimidad, por ejemplo en las Conferencias de los Tres Grandes en Teherán y Yalta. Ello no significó que Washington y Londres estuvieran entusiasmados con el hecho de que la Unión Soviética fuera a recoger estos premios por sus esfuerzos de guerra, y allí, sin duda, se escondía un potencial conflicto con las propias de los principales objetivos de Washington, a saber, la creación de una “puerta abierta” para las exportaciones de EE.UU. y las inversiones en Europa occidental, en la Alemania derrotada, y también en Europa central y oriental, liberados por la Unión Soviética. En cualquier caso, los dirigentes americanos, y los políticos e industriales – incluyendo a Harry Truman, quien sucedió a Franklin D. Roosevelt como presidente en la primavera de 1945 – mostraron poca comprensión y simpatía incluso con las expectativas más básicas de los soviets. Estos líderes aborrecían la idea de que la La Unión Soviética pudiera recibir reparaciones considerables de Alemania, porque tal sangría eliminaría Alemania como un mercado potencialmente muy rentable para las exportaciones de EE.UU. y las inversiones. En cambio, las reparaciones permitirían a los soviéticos reanudar el trabajo, posiblemente con éxito, en el proyecto de una sociedad comunista, un “contra-sistema” al sistema capitalista internacional en el que los EE.UU. se habían erigido como el gran campeón. 

Las élites políticas y económicas americanas eran, sin duda, también muy conscientes de que las reparaciones alemanas a los soviéticos implicaban que las plantas de la rama alemana de corporaciones de EE.UU., como Ford y GM, que habían producido toda clase de armas para los nazis durante la guerra (y hecho un montón de el dinero en el proceso [3]) tendrían que producir para el beneficio de los soviéticos en vez de continuar de enriqueciendo a propietarios y accionistas en EE.UU.


Los "Tres Grandes" en la Conferencia de Teherán de 1943

Las negociaciones entre los Tres Grandes, obviamente, nunca forzaron a la retirada del Ejército Rojo de Alemania y Europa Oriental antes de que los objetivos soviéticos de las reparaciones y de seguridad se cumplieran en parte. 

Sin embargo, el 25 de abril 1945, Truman se enteró de que la EE.UU. dispondría pronto de una nueva arma poderosa, la bomba atómica. La posesión de esta arma abrió todo tipo de impensables pero extremadamente favorables perspectivas, y no es de extrañar que el nuevo presidente y sus asesores cayeran bajo el hechizo de lo que el renombrado historiador estadounidense William Appleman Williams ha llamado una “visión de la omnipotencia”.[4] Sin duda, ya no se consideró necesario realizar difíciles negociaciones con los soviéticos. Gracias a la bomba atómica:

Sería posible obligar a Stalin, a pesar de los acuerdos previos, a retirar el Ejército Rojo de Alemania y a negarle decidir en los asuntos de posguerra de ese país, y para instalar la “pro-occidentalidad”, e incluso el “anti-sovietismo” en los regímenes en Polonia y en otras partes de Europa del Este, y en último término tal vez para abrir la propia Unión Soviética al capital de inversión estadounidense, así como a la política de Estados Unidos y su influencia económica, volviendo de esta forma a este hereje comunista al seno de la iglesia universal capitalista.

En el momento de la rendición alemana en mayo de 1945, la bomba estaba casi -pero no del todo- preparada. Truman por tanto, se estancó el mayor tiempo posible antes de que finalmente acordó asistir a una conferencia de los Tres Grandes en Potsdam en el verano de 1945, donde se decidiría el destino de la posguerra en Europa. El presidente había sido informado de que la bomba era probable que estuviera lista para entonces –preparada, quiso decir, para ser utilizada como “un martillo”, como él mismo declaró en una ocasión, como una ola “sobre las cabezas de los niños en el Kremlin".[5] 


Conferencia de Potsdam. Nuevos rostros entre los Aliados, a la izquierda Clement Attlee electo primer ministro en sustitución de Winston Churchill; en el centro Harry S. Truman que sustituyó al fallecido Franklin D. Roosevelt; a la derecha Josep Stalin.


En la Conferencia de Potsdam, que duró del 17 de julio al 02 de agosto 1945, Truman, efectivamente, recibió el mensaje tan esperado de que la bomba atómica había sido probado con éxito el 16 de julio en Nuevo México. A partir de entonces, ya no se molestó en presentar propuestas a Stalin, sino que hizo todo tipo de demandas; al mismo tiempo que rechazó de plano todas las propuestas presentadas por los soviéticos, por ejemplo respecto a los pagos de reparación de Alemania, incluidas las propuestas razonables sobre la base de anteriores acuerdos entre los Aliados. Stalin faltó a la esperada disposición a capitular, sin embargo, ni siquiera cuando Truman trató de intimidarlo susurrándole al oído ominosamente que América había adquirido una nueva arma increíble. La esfinge soviética, que sin duda ya se había informado sobre la bomba atómica estadounidense, escuchó en silencio. Algo desconcertado, Truman llegó a la conclusión de que sólo una demostración real de la bomba atómica serviría para convencer a los soviéticos a ceder. En consecuencia, no se podía llegar a acuerdos generales en Potsdam. De hecho, poco o nada de fondo se decidió allí. “El principal resultado de la conferencia”, escribe el historiador Gar Alperovitz, “fueron una serie de decisiones que no se acordaron hasta la próxima reunión”.[6]

Mientras tanto los japoneses luchaban en el Lejano Oriente, A pesar de que su situación era totalmente desesperada. Estaban, de hecho, dispuestos a renunciar voluntariamente, pero insistieron en una condición, a saber, que el emperador Hirohito garantizaría la inmunidad. Esto contravenía la demanda estadounidense de una capitulación incondicional. A pesar de esto hubiera sido posible poner fin a la guerra sobre la base de la propuesta japonesa. 

De hecho, la rendición alemana en Reims tres meses antes no había sido totalmente incondicional. (Los americanos habían convenido en una condición alemana, a saber, que el armisticio sólo entraría en vigor después de un retraso de 45 horas, un retraso que permita al mayor número de unidades del ejército alemán como fuera posible escapar del frente oriental, a fin de entregarse a los estadounidenses o los británicos, muchas de estas unidades realmente se mantendrán preparados –de uniforme, armados, y bajo el mando de sus propios funcionarios– para su posible uso contra el Ejército Rojo, como Churchill admitió después de la guerra.)[7] En cualquier caso, la única condición de Tokio estaba lejos de ser esencial. De hecho, más tarde – después que una rendición incondicional había sido arrancada a los japoneses – los americanos nunca se molestarían por Hirohito, y fue gracias a Washington que iba a ser capaz de seguir siendo emperador por muchas décadas más.[8]


El Acta de Rendición de Alemania, firmada el 7 de mayo de 1945 en Reims, el General Alfred Jodl rubrica el documento.


Los japoneses creen que todavía podían permitirse el lujo de agregar una condición a su oferta de rendición, porque la fuerza principal de su ejército de tierra se mantuvo intacta, en China, Donde había pasado la mayor parte de la guerra. Tokio pensó que podría utilizar este ejército para defender el propio Japón, haciendo así a los estadounidenses pagar un alto precio por su victoria final ciertamente inevitable, pero este sistema sólo funcionaría si la Unión Soviética se mantenía fuera de la guerra en el Extremo Oriente; una URSS implicada en la guerra, en cambio, hacía precisar las fuerzas japonesas en China continental. La neutralidad soviética, en otras palabras, permitía a Tokio una pequeña dosis de esperanza, no la esperanza de una victoria, por supuesto, pero la esperanza para la aceptación por parte de EE.UU. de su condición relativa al emperador. Hasta cierto punto la guerra con Japón se prolongó, pues, debido a que la Unión Soviética aún no participaba en ella. Ya en la Conferencia de los Tres Grandes en Teherán en 1943, Stalin había prometido declarar la guerra a Japón en el plazo de tres meses después de la capitulación de Alemania, y había reiterado este compromiso tan recientemente como el 17 de julio 1945, en Potsdam. 

En consecuencia, Washington contaba con un ataque soviético contra Japón a mediados de agosto y por lo tanto sabía muy bien que la situación de los japoneses era desesperada. (“Finí japoneses cuando eso ocurra”, confió Truman en su diario, refiriéndose a la esperada participación soviética en la guerra en el Lejano Oriente.)[9] Además, la marina estadounidense, aseguró Washington, era capaz de evitar que los japoneses trasladaran su ejército de China con el fin de defender la patria contra una invasión norteamericana. Dado que la Marina estadounidense fue, sin duda, capaz de poner a Japón de rodillas por medio de un bloqueo, una invasión no era necesaria. Privados de necesidades importadas, como los alimentos y combustibles, de Japón se podía esperar una capitulación sin condiciones, tarde o temprano.

Para terminar la guerra contra el Japón, Truman tenía era una serie de opciones muy atractivas. No sólo podía aceptar la trivial condición de los japoneses en lo que se refería a la inmunidad de su emperador, sino que también hasta podía esperar que el Ejército Rojo atacara a los japoneses en China, lo que obligaría a Tokio a aceptar una rendición incondicional, después de todo, también podrían matar de hambre a Japón por medio de un bloqueo naval que hubiera obligado a Tokio a pedir la paz, tarde o temprano. 


Truman y sus consejeros, sin embargo, no optaron por ninguna de estas opciones, sino que se decidieron a atacar Japón con la bomba atómica. Esta decisión fatal, que iba a costar la vida de cientos de miles de personas, la mayoría mujeres y niños, ofrecía a los estadounidenses ventajas considerables. 

En primer lugar, la bomba podría obligar a Tokio a rendirse antes de que los soviéticos se involucraran en la guerra en Asia, por lo que no sería necesario conceder a Moscú voz y voto en las decisiones procedentes sobre el Japón de la posguerra, y sobre los territorios que habían sido ocupados por Japón (como Corea y Manchuria), y en el Lejano Oriente y la región del Pacífico en general. Los EE.UU. a continuación, gozarían de una hegemonía total sobre esa parte del mundo, algo que se puede decir que fueron los verdaderos (aunque no expuestos) objetivos de la guerra de Washington en el conflicto con Japón. Fue a la luz de esta consideración que la estrategia de bloqueo, con la consiguiente rendición de Japón fue rechazada, ya que la rendición podría no haber estado disponible hasta después de –y posiblemente mucho después – la intervención en la guerra de la URSS. (Después de la guerra, el estadounidense Strategic Bombing Survey señaló que “seguramente antes del 31 de diciembre de 1945, Japón se habría rendido, incluso sin el uso de las bombas atómicas”.)[10]

En cuanto a los líderes estadounidenses se refiere, una intervención soviética en la guerra en el Lejano Oriente amenazaba con ofrecer a los soviéticos la misma ventaja que había producido la intervención de los yankees -relativamente tarde- en la guerra en Europa para los Estados Unidos, a saber, un lugar en la mesa redonda de los vencedores, que permitiría negociar sobre el enemigo derrotado, ocupar zonas de su territorio, cambiar las fronteras, determinar las estructuras socio-económicas y políticas de posguerra, y con ello se derivarían enormes beneficios y prestigio. 

La tripulación del Enola Gay que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima.

Washington rechazaba absolutamente que la Unión Soviética pudiera disfrutar de este tipo de concurso. Los estadounidenses estaban al borde de la victoria sobre Japón, su gran rival en esa parte del mundo. No le gustaba la idea de ser la cauda de un nuevo rival potencial, uno cuya detestable ideología comunista pudiera llegar a ser peligrosamente influyente en muchos países asiáticos. Al lanzar la bomba atómica, los estadounidenses esperaban terminar, acabar con Japón instantáneamente e ir a trabajar en el Lejano Oriente como el caballero solitario, es decir, sin estropear su victoria dando parte a los  infiltrados soviéticos indeseables. 

El uso de la bomba atómica ofreció a Washington una segunda importante ventaja. La experiencia de Truman en Potsdam le había convencido de que sólo una demostración real de esta nueva arma haría a Stalin lo suficientemente flexible. Había que reventar una ciudad del Japón, preferentemente una “virgen”, donde el daño sería especialmente impresionante, con lo que se cernía útil, como medio para intimidar a los soviéticos e inducirlos a hacer concesiones con respecto a Alemania, Polonia, Y el resto de Europa Oriental.

La bomba atómica fue preparada justo antes de que los soviéticos se involucraran en el Lejano Oriente. Aun así, la pulverización nuclear de Hiroshima el 6 de agosto 1945, llegó demasiado tarde para impedir la entrada de los soviéticos de la guerra contra el Japón. Tokio no tiró la toalla de inmediato, como los norteamericanos habían esperado, y el 8 de agosto 1945 – exactamente tres meses después de la capitulación alemana en Berlín – los soviéticos declararon la guerra a Japón. Al día siguiente, el 9 de agosto, el Ejército Rojo atacó a las tropas japonesas estacionadas en el norte de China. Washington misma había pedido tiempo para la intervención soviética, pero cuando ocurrió la intervención finalmente, Truman y sus consejeros estaban muy lejos del éxtasis por el hecho de que Stalin había cumplido su palabra. Si los gobernantes japoneses no respondían de inmediato a los bombardeos de Hiroshima con una capitulación incondicional, podía haber sido debido a que no podían saber de inmediato que sólo un avión y una bomba habían hecho tanto daño. (Muchos bombardeos convencionales habían producido resultados igualmente catastróficos; un ataque con miles de bombas en la capital japonesa del 9 al 10 marzo 1945, por ejemplo, en realidad habían causado más víctimas que el bombardeo de Hiroshima). En cualquier caso, pasaría algún tiempo antes de una capitulación incondicional próxima, y en razón de este retraso la URSS se involucró en la guerra contra Japón después de todo. Esto hizo que Washington se pusiera impaciente: el día después de la declaración de guerra de los soviéticos, el 9 de agosto 1945, una segunda bomba fue lanzada, esta vez en la ciudad de Nagasaki

Un capellán del ejército estadounidense indicó después: “Yo soy de la opinión de que esta fue una de las razones por las que una segunda bomba fue lanzada: porque no había prisa. Querían obligar a los japoneses a capitular antes de que los rusos se presentaran" [11] (El capellán puede o no haber sido consciente de que entre los 75.000 seres humanos que fueron “incinerados, carbonizados y evaporados al instantante” en Nagasaki muchos eran católicos japoneses y un número indeterminado de presos de un campo de prisioneros de guerra aliados, de cuya presencia se había informado al comando del aire, sin ningún resultado.)[12] Tuvieron que pasar otros cinco días, es decir, hasta el 14 de agosto, antes de los japoneses pudieran llegar a capitular. Mientras tanto, el Ejército Rojo fue capaz de hacer progresos considerables, para gran disgusto de Truman y sus consejeros.

Y así, los estadounidenses se quedaron con un aliado soviético en Lejano Oriente después de todo. ¿O acaso lo eran? Truman se aseguró de que no lo fueran, haciendo caso omiso de los precedentes establecidos anteriormente con respecto a la cooperación entre los Tres Grandes en Europa. El 15 de agosto 1945, Washington rechazó la solicitud de Stalin para una zona de ocupación soviética en el país derrotado del sol naciente

Cuando el 2 de septiembre de 1945, el general MacArthur aceptó oficialmente la rendición japonesa en el acorazado estadounidense Missouri en la Bahía de Tokio, los representantes de la Unión Soviética – y de otros aliados en el Lejano Oriente, como Gran Bretaña, Francia, Australia, y los Países Bajos – se les permitió estar presentes sólo como extras insignificantes, como espectadores. A diferencia de Alemania, Japón no fue dividido en zonas de ocupación. EE.UU. derrotó a su rival e iba a ser ocupado por los norteamericanos solamente, y como único “Virrey” americano en Tokio, el general MacArthur se aseguraría de que, independientemente de las aportaciones realizadas a la victoria común, ningún otro poder tuviera voz y voto en los asuntos de la posguerra de Japón.




Truman no necesitó usar la bomba atómica para poner a Japón de rodillas, pero no tenía razones para no querer usar la bomba. La bomba atómica permitió a los estadounidenses forzar a Tokio a rendirse sin condiciones, sirvió también para mantener a los soviéticos lejos del Lejano Oriente y – por último pero no menos importante – para forzar que Washington también estaría en el Kremlin. Hiroshima y Nagasaki fueron borradas por estas razones. Muchos historiadores norteamericanos cuenta algo de ello; Sean Dennis Cashman, por ejemplo, escribe:

Con el paso del tiempo, muchos historiadores han concluido que la bomba fue utilizada por razones políticas… Vannevar Bush [el jefe del Centro Americano para la investigación científica] indica que la bomba “se entregó también a tiempo, de modo que no hubo necesidad de hacer concesiones a Rusia al final de la guerra". El Secretario de Estado James F. Byrnes [Gobierno de Truman] nunca negó una declaración atribuida a él sobre que la bomba había sido utilizada para demostrar el poderío estadounidense a la La Unión Soviética con el fin de hacerla más manejable en Europa.[13]

El mismo Truman declaró hipócritamente, sin embargo, en su momento, que el objetivo de los dos bombardeos nucleares había sido “para devolver los chicos a casa”, es decir, para terminar rápidamente la guerra sin más pérdidas de vidas humanas del lado americano. Esta explicación fue transmitida acríticamente en los medios de comunicación estadounidenses y se convirtió en un mito propagado con entusiasmo por la mayoría de los historiadores y los medios de comunicación en los EE.UU. y en todo el mundo “occidental”. 

Ese mito, que, dicho sea de paso, también sirve para justificar posibles ataques nucleares contra objetivos futuros, como Irán y Corea del Norte está todavía muy vivo – con solo revisar su diario general el 6 y 9 de agosto lo comprobará-


6 agosto 2010

Otro artículo de Jacques R. Pauwels en este blog:
Las verdaderas causas de la Primera Guerra Mundial


Texto original en inglés del presente artículo:

05 agosto 2019

Revelaciones sobre los atentados de 2004 ‎y 2017 en España




Nota aclaratoria por el editor del blog.

Cuando de terrorismo se trata, a pesar del pánico inicial, hay que saber discernir con calma. El terrorismo fanático tanto por cuestiones religiosas como políticas existe. Pero tenemos un tipo de terrorismo express, aquel utilizado por gobiernos y servicios secretos occidentales muy frecuentemente utilizado para desacreditar a otros estados, es el más común, el que sirve para declarar la "guerra contra el terrorismo", las "misiones humanitarias",  el "deber de proteger", el “choque de civilizaciones” en su contexto general. Rara vez se reflexiona sobre el simple y normal ciudadano musulmán (la mayoría) y las corrientes extremistas con claros tentáculos políticos -la Hermandad Musulmana- aliadas de las potencias occidentales. Y lógico, si no se diferencia al "enemigo", éste imperiosamente será el Islam.

Ya es conocida la propaganda occidental, la difusión  que el terrorismo es consecuencia del extremismo de radicales islamistas, jamás escucharemos de la prensa alineada a la organización atlantista que de forma directa líderes europeos y estadounidenses fomentan el 90% del terrorismo global. Ya hace varios años el politólogo de la Universidad de Chicago, John J. Mearsheimer, escribía “no pueden sacudirse su culpa y asumir que ellos son los buenos de la historia sin mayor análisis”.

Este tema no es nuevo en este blog, ya lo hemos abordado en muchos artículos, las operaciones secretas de la OTAN contra Irak, Siria, Yemen, Irán, Líbano, etc. vienen precedidas de ataques de falsa bandera terrorista. Lo típico: atentados y más atentados. El ciudadano europeo está adormecido con la subliminal propaganda mientras las autoridades siguen acogiendo -conscientemente- dentro de su plan de política migratoria, a cientos de terroristas camuflados de refugiados, pasean a sus anchas por las ciudades del viejo continente, reciben subsidios estatales, muchos no necesitan disfrazarse de refugiados. Los clérigos wahabíes realizan su tarea libremente, es decir, adoctrinar a miles de jóvenes musulmanes nacidos en Europa que aun se sienten diferentes en una cultura supuestamente extraña, están protegidos por la libertad de cultos, misma que no existe en los intolerantes reinos wahabíes.

Bruselas, París, Madrid, Barcelona y otras ciudades no son víctimas de los terroristas musulmanes, son víctimas de los irresponsables gobiernos occidentales que abrazan, protegen y utilizan la ideología wahabí dentro del suelo europeo para intentar deshacerse de los molestos gobiernos del Medio Oriente que no comulgan con su política globalizadora.

Inexorable la historia se repetirá una y otra vez hasta convencernos que el  “terrorismo” es el peor enemigo de la libertad; mas, la cruda realidad es que el terrorismo es el mejor aliado de los Estados Unidos y la OTAN en general. Hasta el fanatismo wahabí se está dando cuenta que sus eventuales "socios" dejarán de serlo cuando ya no tengan utilidad, irán al sacrificio en aras de la "democracia" y "contra" el terror. 

Carlos Enrique Bayo, periodista español, luego de publicar cuatro artículos sobre los vínculos del cabecilla de los atentados ‎en Barcelona y Cambrils (Cataluña) con los servicios secretos españoles destapó la ira de varios sectores, curiosamente fueron los grandes medios de comunicación españoles los que más han intentado desacreditarlo. Ante ello, Bayo replicó con un excelente análisis al que tituló: "Cuando son periodistas los que quieren matar al mensajero" (Diario Público, edición del 22 de julio del 2019). El reportaje inicia con un breve y destacable preámbulo:


"lo de ´matar al mensajero´ no es nuevo, pues tiene más de dos mil años, pero casi siempre habían sido los poderosos quienes trataban de negar la realidad eliminando al portador de las malas nuevas. No es hasta la época moderna cuando aparecen mensajeros (como deberían ser todos los periodistas) que se prestan a participar en la persecución del cartero de noticias indeseables, como hicieron grandes medios de comunicación con Gary Webb o Julian Assange, y sorprende la fruición con la que muchos tertulianos e informadores se han lanzado al ataque contra Público y contra el que esto escribe como reacción furibunda contra la exclusiva que hemos publicado en cuatro capítulos bajo el cintillo “La verdad sobre el imán de Ripoll

Naturalmente, para la audiencia española de este blog, ya no será novedad este artículo, pero sigue siendo de interés a nivel internacional, a tal punto que el magistral analista Thierry Meyssan le dedica un artículo que ha sido traducido a varios idiomas y que lo reproducimos a continuación. En las notas a pie de página constan los cinco artículos de Carlos Enrique Bayo. 

t. andino


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por Thierry Meyssan

Las recientes revelaciones sobre los atentados cometidos en 2017 en las ciudades ‎catalanas de Barcelona y Cambrils plantean exactamente las mismas interrogantes que ‎las anteriores –sobre el atentado de 2004 en Madrid. Y son las mismas interrogantes ‎que se han planteado antes en otros países y sobre otros atentados. ¿Por qué siempre ‎resulta, en todas partes, que los terroristas islamistas tienen relaciones con la OTAN?‎

El 15 de julio de 2019, el diario español Público publicó, bajo la firma de Carlos Enrique Bayo, el ‎inicio de una investigación en 4 partes sobre las relaciones entre el cerebro de los atentados ‎perpetrados en 2017 en Cataluña y los servicios secretos españoles [1].‎

En España, los servicios de espionaje y de contraespionaje son miembros de la misma institución, ‎el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Aunque el CNI depende administrativamente del ‎ministerio de Defensa, el director del CNI tiene rango de ministro. ‎

Los documentos publicados por el diario Público demuestran que, al contrario de lo que ‎se afirma en la versión oficial, el imam de Ripoll, el marroquí Abdelbaki Es-Satty:

- estaba radicalizado desde mucho antes de los atentados;‎ 
- los servicios de inteligencia españoles lo habían reclutado como informante; 
- los servicios de inteligencia españoles habían falsificado su expediente judicial para evitar que ‎fuese expulsado de España como consecuencia de una condena por tráfico de drogas; 
- los servicios de inteligencia españoles le habían creado un «buzón muerto» para que pudiera ‎comunicarse con el agente encargado de atenderlo; 
- los servicios de inteligencia españoles escuchaban los teléfonos de los cómplices del imán ‎de Ripoll. ‎

Lo más importante es que todo lo anterior demuestra que:

- el CNI seguía a los terroristas paso a paso;
- que el CNI conocía los blancos de los atentados; 
- que los terroristas seguían bajo la vigilancia del CNI al menos 4 días antes de pasar a la acción. ‎

‎Cabe preguntarse entonces: 

¿Por qué el CNI no impidió los atentados?
¿Por qué mantuvo en secreto lo que sabía? 
¿Por qué en 2008 –o sea, antes de reclutar a Es-Saty como informante– el CNI ocultó a la ‎Guardia Civil lo que sabía sobre este individuo, protegiéndolo así de la investigación sobre el ‎atentado perpetrado en Madrid el 11 de marzo de 2004, lo que los españoles llaman «el 11-‎M»? ‎

El hecho es que Es-Satty ya había estado implicado en la “Operación Chacal”, lo cual lo vinculaba ‎a los atentados perpetrados en Casablanca el 16 de mayo de 2003 [2] y a otro atentado registrado ‎en Irak contra las tropas italianas destacadas en ese país [3].‎


Madrid, 11 marzo 2003

Estas revelaciones del diario español Público nos traen a la mente lo sucedido alrededor del atentado que ‎dejó en Madrid unos 200 muertos y 2 000 heridos el 11 de marzo de 2003 –el acto terrorista de ‎mayor envergadura cometido en Europa después de los hechos del 11 de septiembre de 2001 en ‎Estados Unidos. Los ejecutores de aquel hecho fueron juzgados, pero todavía se ignora ‎de dónde vinieron las órdenes. 

En el atentado de Madrid
- también resultó que la mayoría de los ejecutores eran informantes de la policía;‎ 
- el día antes del atentado la OTAN había realizado en Madrid un “ejercicio” o simulacro cuyo ‎escenario coincidía con lo que sucedió al día siguiente… durante el atentado [4], a pesar de que los terroristas no pudieron ‎haber tenido conocimiento de dicho escenario;
- un importante equipo de la CIA estadounidense había salido de España precipitadamente el día ‎antes del atentado de Madrid [5].‎

En aquella época, el atentado de Madrid fue atribuido inicialmente a los independentistas vascos ‎de la ETA y después a los islamistas. ‎

La Red Voltaire, publicó entonces una investigación de Mathieu Miquel, donde ‎se demostraba la solidez de la hipótesis según la cual aquello había sido una operación de ‎la OTAN bajo bandera falsa [6].‎

Por cierto, de manera enteramente involuntaria, esa hipótesis se vio confirmada después por el ‎indudablemente atlantista ex primer ministro de España José María Aznar. Al inicio de la llamada ‎‎«primavera árabe», José María Aznar revelaba que el jefe de al-Qaeda en Libia, Abdelhakim ‎Belhadj, estaba implicado en el atentado perpetrado en Madrid en 2004 pero que había sido ‎imposible arrestarlo y juzgarlo [7]

Abdelhakim Belhadj

Este Abdelhakim Belhadj habría de convertirse, precisamente con ayuda de la OTAN, en ‎gobernador militar de Trípoli, la capital libia, después del derrocamiento del líder libio Muammar ‎el-Kadhafi. Posteriormente, según el diario español ABC, este mismo Abdelhakim Belhadj ‎se trasladó a Siria para “ayudar a la revolución", pero en realidad fue para crear el llamado ‎‎«Ejército Sirio Libre» por cuenta de Francia [8]. Según denunció el embajador ruso Vitali Churkin ante el Consejo de ‎Seguridad de la ONU, Abdelhakim Belhadj y sus hombres fueron trasladados de Libia a Turquía ‎por la ONU, que los hizo pasar por refugiados. El fiscal general de Egipto, Hichem Baraket, ‎denunciaría con el tiempo a INTERPOL que Abdelhakim Belhadj se convirtió después –en 2015– ‎en emir del Emirato Islámico (Daesh) para todo el Magreb [9]. ‎Actualmente, Belhadj gobierna el este de Libia con apoyo militar de Turquía y de Qatar y con el ‎respaldo político… de la ONU. ‎

No está de más recordar aquí que los historiadores han comprobado y documentado la ‎responsabilidad de la OTAN en asesinatos, atentados y golpes de Estado perpetrados durante la ‎guerra fría en los países miembros de la misma OTAN [10]. Según la literatura interna de la alianza atlántica, ‎los servicios secretos de la OTAN se hallaban bajo las órdenes conjuntas del MI6 británico y de la ‎CIA estadounidense. ‎

Volviendo ahora a los atentados de Cataluña, según los documentos de Público, el imán de ‎Ripoll, Abdelbaki Es-Satty, estaba radicalizado desde hace mucho, algo que el CNI había negado ‎hasta ahora. Incluso militaba en el grupo Ansar al-Islam, que fue integrándose al Emirato Islámico ‎en Irak (EII), el que a su vez se convirtió después en lo que hoy se designa como Daesh o ISIS. ‎

Ansar el-Islam estaba bajo la dirección del kurdo Mullah Krekar, quien hoy vive bajo arresto ‎domiciliario en Noruega. Sin embargo, el diario turco Ozgur Gundem –hoy cerrado por orden ‎del presidente turco Erdogan– reveló en 2014 que la CIA organizó una reunión secreta ‎en Amman (Jordania) para planificar la conquista de Irak por parte de Daesh [11]. Este diario turco ‎publicó entonces el acta sobre esa reunión, redactada por los servicios secretos de Turquía, ‎documento que el PKK logró obtener. Y en esa acta consta que el “detenido” Mullah Krekar ‎participó en aquella reunión después de haber llegado a Amman desde Noruega en un avión ‎especial de la OTAN. Al terminar la reunión, Mullah Krekar regresó sin chistar a su arresto ‎domiciliario. 

El periódico turco “Ozgur Gundem” (6 julio 2014) menciona la reunión de Amman donde se preparó, durante un viaje del presidente del gobierno regional del Kurdistán iraquí, Masud Barzani a la capital jordana, el 27 de mayo de 2014, bajo los auspicios de Estados Unidos, Arabia Saudita, Qatar, Israel y Turquía. Entre las 12 personas que participaron en la reunión de coordinación realizada el 1º de junio estaban:- Salah Qallab, jefe de la inteligencia de Jordania;- Azad Bervari, a nombre del Partido Democrático del Kurdistán (PDK, clan Barzani);- Masrur «Jomaa» Barzani, jefe de la inteligencia del gobierno local del Kurdistán iraquí;- Ezzat Ibrahim al-Duri (vicepresidente del Baas iraquí en tiempos de Sadam Husein) a nombre del movimiento de los Naqchbandis;- Mollah Krekar, a nombre de Ansar al-Islam;- un delegado de Ansar al-Ahlu Sunna;- un delegado de las Brigadas de la Revolución de 1920.La proclamación del califato no se mencionó en el marco de dicha reunión. Era la época que Erdogan apoyaba a los kurdos para que tengan su propio estado, claro está lejos de las fronteras turcas.




Acta de la reunión publicada en el periódico “Özgür Gündem”. El editor de este diario, Ocak Isik Yurtçu (ciudadano turco), fue a prisión y el diario cerrado por presiones del gobierno de Ankara. La causa? Su trabajo para informar el conflicto, en abierto desafío a la censura oficial.

Por supuesto, las revelaciones del diario Público han provocado gran conmoción en España, ‎donde el parlamento de Cataluña ha creado una comisión investigadora sobre los atentados y el ‎partido independentista de Carles Puigdemont lanzó una andanada de preguntas al gobierno de ‎Pedro Sánchez. ‎

Los independentistas catalanes dan a entender que el gobierno español permitió que ‎se perpetrara el atentado contra la población de Cataluña, acusación que constituye una hábil ‎jugada política, aunque no pasa de ser una conjetura difamatoria. ‎

Los hechos –a los que nosotros preferimos atenernos– muestran sin embargo que en los ‎atentados cometidos en España, al igual que en muchos atentados islamistas perpetrados tanto ‎en Occidente como en el mundo árabe: 

- generalmente se comprueba que organismos del Estado donde se cometieron los actos ‎terroristas disponían de información muy precisa antes de los hechos 
- y que, en todos los casos, los terroristas estaban vinculados a la OTAN. ‎

Por supuesto, puede tratarse de puras coincidencias. Pero son coincidencias que vienen ‎repitiéndose constantemente desde 2001, sin importar el lugar de los hechos ni los ‎protagonistas. ‎


Thierry Meyssan


NOTA: Todas las fotografías y notas a pie de foto, son adiciones del editor de este blog. A excepción de la primera fotografía del reporte de Thierry Meyssan, que corresponde a la Red Voltaire.

Notas del artículo:

[3] “The Road to Las Ramblas”, Zach Campbell, ‎‎The Intercept, 3 de septiembre de 2018.
[4] «La OTAN simuló ‎un atentado en Europa con 200 muertos», ‎Carlos Segovia, El Mundo, 14 de marzo de 2004.
[5] «La investigación halla en los vuelos de la CIA decenas de ‎ocupantes con estatus diplomático», Andreu Manresa, ‎‎El País, 15 de noviembre de 2005.
[6] «11 de marzo de 2004 en Madrid: ¿fue realmente un atentado islamista?», «Atentados de Madrid: la pista atlantista», ‎Mathieu Miquel, Red Voltaire, 19 de octubre y 16 de diciembre de 2009.
[7] «Spain’s Former Prime Minister Jose Maria Aznar on the Arab ‎Awakening and How the West Should React», CNBC.com, 9 ‎de diciembre de 2011.
[8] «Islamistas libios se desplazan a Siria para ‎‎“ayudar” a la revolución», Daniel Iriarte, ABC, Red Voltaire, 17 de ‎diciembre de 2011.
[9] «Según Interpol, Abdelhakim Belhadj es el jefe del Emirato Islámico en Magreb», Red Voltaire, 25 de febrero de 2015.
[10] NATO’s secret armies: operation Gladio ‎and terrorism in Western Europe, Daniele Ganser, Routledge, 2005; editado en francés como ‎‎Les Armées Secrètes de l’OTAN, Demi-Lune, 2004. Una traducción de este libro al español, ‎se publicó por partes en nuestro sitio web (ver «Cuando el juez Felice Casson reveló la existencia de Gladio…» y siguientes de la serie titulada “Los ejércitos secretos de la OTAN”.
[11] «Yer: Amman, ‎Tarih: 1, Konu: Musul», Akif Serhat, Ozgur Gundem, 6 de julio de 2014.

28 julio 2019

Lee Miller: Historia de una mítica fotografía



La fotógrafa estadounidense Elizabeth "Lee" Miller se baña en la tina del apartamento muniqués de Adolf Hitler, 30 de abril de 1945, mismo día en que el Führer se suicida en Berlín.


La mujer en la bañera de Hitler.


por Tito Andino
Resumen y recopilación de varios 
artículos en inglés y castellano.


Una breve reseña 

Elizabeth Lee Miller (1907-1977) fue una fotoperiodista  estadounidense, nacida en New York. En los años 1920 se dedicó al modelaje con éxito en Nueva York, luego iría a París, ciudad donde encontró la pasión por la fotografía artística. La Segunda Guerra Mundial le brindó una nueva oportunidad al trabajar a tiempo completo como fotoperiodista. A lo largo de su existencia llevó una vida poco convencional, Lee Miller era una mujer de mundo, portada de varias revistas de la época, solía volver locos a los hombres, sus matrimonios y aventuras son materia de otro tipo de análisis, no dedicaremos esta entrega a su vida personal -profusamente documentada en el mundo anglosajón-. Aquí leeremos la historia tras una icónica fotografía. El momento cumbre de bañarse en la mismísima tina de Hitler, precisamente el día en que el líder nazi se suicidaba en Berlín, el 30 de abril de 1945.


La joven Lee Miller en sus tiempos de modelo en New York

No obstante, diremos que tras abandonar su exitosa carrera de modelo en Nueva York se trasladó a París dedicándose a la fotografía artística, fue asistente de Man Ray (pseudónimo del estadounidense Emmanuel Radnitzky con quien convivió algunos años). Lee Miller conoció a los surrealistas de su tiempo, Picasso realizó seis pinturas de ella, Roland Penrose (con quien se casó en 1947) compuso abstractos de su cuerpo y Jean Cocteau la eligió para su film "La sangre de un poeta" (Le sang d'un poète, 1929); también llegó a conocer a Max Ernst. Se le atribuye junto a Man Ray la técnica fotográfica denominada "solarización", aunque algunos episodios de esa historia fueron luego cuestionados por el propio Ray y otros críticos.


La guerra


Lee Miller observa la batalla por la liberación de Saint Malo en agosto de 1944, ciudad que los alemanes la convirtieron en una fortaleza portuaria, fue totalmente devastada por los bombardeos y los incendios, siendo de los primeros lugares donde se probaron las bombas de napalm.

Sobre las vivencias de Lee Miller en la segunda guerra mundial va este reportaje, se ha consultado algunas publicaciones en inglés y en castellano (constan en las notas referenciales). Seguramente en tiempos tan convulsivos como la guerra, Miller había reflexionado sobre su destino. En esos momentos, a pesar de tener su propio estudio y trabajar como fotógrafa de moda para French Vogue, concluyó que esa no era su mejor opción. 

Quería asumir nuevos roles distintos al espectáculo y la moda, sintió que la guerra era un "camino distinto al que las mujeres no estaban acostumbradas, las mujeres siempre fueron las principales resguardadas en la guerra, no podían siquiera acercarse a los lugares de combate, pero ella cambio la mentalidad de muchos", relata el artista surrealista Man Ray. 


Acreditación militar como corresponsal de guerra otorgada por el ejército de los Estados Unidos el 30 de diciembre de 1942.

Lee Miller se integró en 1939 en el London War Correspondents Corp, en calidad de fotoperiodista de Vogue (edición inglesa), condición con la cual cubrió y documentó el ´blitz´ alemán sobre Londres. No fue hasta finales de 1942 que es acreditada como corresponsal de guerra estadounidense, adjunta a la 83 División de Infantería del Ejército. 127 mujeres tuvieron el privilegio de ser escogidas como corresponsales de guerra por el ejército de los Estados Unidos, pero como mujeres les estaba prohibido permanecer en la primera línea de fuego al no garantizárseles su seguridad.


Esa acreditación iba  precedida por la firma de un documento de eximencia de responsabilidades al ejército, en caso de heridas o muerte durante su labor, así como el compromiso de someterse al reglamento militar y a la censura del material fotográfico y textos (revisados, aprobados o rechazados) previo envío al medio en que laboraban. Por sus funciones gozaban del privilegio de un oficial de rango medio, evitando de esa forma las engorrosas autorizaciones para entrevistar al personal o movilizarse a las zonas de guerra (en el supuesto de ser capturados conservaban el derecho de ser tratados como oficiales).



Seis corresponsales de guerra que cubrieron al Ejército de los Estados Unidos en el Teatro Europeo durante la Segunda Guerra Mundial aparecen juntas en esta fotografía de 1943: Mary Welch, Dixie Tighe, Kathleen Harriman, Helen Kirkpatrick, Lee Miller, Tania Long (Centro de Historia Militar del Ejército de EE. UU.)

Los corresponsales utilizaban el uniforme de acuartelamiento y cuando salían a cubrir en las zonas de batalla usaban el  uniforme de combate. Las fuerzas armadas se encargaban del transporte, alimentación y alojamiento. 

Resultó que Elizabeth Lee Miller solía quebrantar la prohibición de ir a primera línea, los soldados de la 83 División la protegían o encubrían con agrado, vista como buena compañera que resistía estar bajo fuego enemigo. En una ocasión la Comandancia de la División le puso bajo arresto varios días por no respetar la regla, aunque conocían de sus "escapadas" consideraron temerario el hecho de ir a tomar fotografías desde un edificio en que estaban operando francotiradores estadounidenses contra tropas alemanas. 



Cubrió la guerra en diferentes lugares, desde las  instalaciones de enfermería militar en Normandía hasta la liberación de París, la batalla de Alsacia, de Viena, fotografió el suicidio grupal del tesorero de Leipzig y su familia después de la caída de la ciudad, tomó instantáneas de las pilas de cadáveres en los campos de concentración de Buchenwald y Dachau tras su liberación.

Retrató el caos, el dolor, la desesperanza, la muerte y las alegrías de las victorias. Lee Miller demostró no ser solo una bella modelo y fotógrafa, tenía dotes de mujer guerrera, corriendo tras su cámara, valiente y decididamente. 


La foto en la bañera de Hitler


A la izquierda la foto colorizada, a la derecha la foto original.

En efecto, una de las imágenes más famosas de Miller que ha trascendido en el tiempo fue tomada por el fotógrafo estadounidense de la revista Life, David Scherman, la muestra tomando un baño en el apartamento de Hitler en Munich, el 30 de abril de 1945, día de la muerte de Hitler, no tendría noticia de tal suceso hasta que al día siguiente Radio Reichssender-Hamburgo anunciara el todavía supuesto suicidio de Adolf Hitler. 

Esta es, más o menos, la historia de esa fotografía, la resumimos de varios textos, desde el contexto histórico hasta un análisis psicológico e incluso artístico. Veamos.


De Dachau directo al hogar de Hitler

El 30 de abril de 1945 Lee Miller estuvo en Dachau caminando y fotografiando el campo liberado por las fuerzas estadounidenses, sus imágenes son crudas y repugnantes, no han perdido nada del impacto emocional que causan. Más tarde, junto al corresponsal de Life, David Scherman, acompañaron a las tropas a Munich tan solo a 16 kilómetros de Dachau. Ella tenía en mente presentar posteriormente un ensayo fotográfico que titularía “Hitleriana”.


Edificio de la calle Prinzregentenplatz, Nº16, segunda planta, hogar de Hitler en el periodo 1929-1934. Allí vivió la sobrina de Hitler, Geli Raubal, hasta su suicidio en septiembre de 1931. la foto es del 2010.

En la ciudad un anciano que balbuceaba algo de inglés se encargó de llevarles a algunas localizaciones de la ciudad relacionadas con el nazismo, feliz el hombre al recibir un cartón de cigarrillos americanos, les condujo por la noche hasta el lujoso apartamento muniqués de Adolf, ubicado en un edificio de la calle Prinzregentenplatz, Nº16, segunda planta, hogar de Hitler en el periodo 1929-1934. Sin embargo, aquel edificio ya estaba ocupado como puesto de mando de un Regimiento de la 45º División de infantería estadounidense. Para evitar a los curiosos y los saqueos, el apartamento de Hitler había sido declarado área restringida.

Miller y Scherman, bajo la cobertura de corresponsales de guerra obtuvieron la autorización de ingreso con la excusa de fotografiar el lugar, una vez dentro, cómodos y con el suficiente tiempo, se les ocurrió la idea de la bañera.

Lee Miller decidió fotografiarse desnuda enjabonándose en la bañera de Hitler, fue el punto culminante en su carrera. Imagen inquietante, sorprendente, puesto que junto a David Scherman y otros corresponsales había estado presente pocas horas atrás documentando los horrores de Dachau.

Después del baño, según la versión de Miller, habría supuestamente dormido en la cama de Hitler durante tres días, hecho puesto en duda debido a que el apartamento estaba declarado zona restringida, así como todo el edificio era ocupado por la jefatura de un regimiento estadounidense. Otra versión afirma que fue la mencionada 45º división de infantería que les brindó alojamiento en la segunda planta del número 16 de la Prinzregentenplatz, es decir, el apartamento de Hitler y su sobrina Geli Raubal, aquí fue donde Geli se suicidaría en septiembre de 1931.

La foto apareció en la edición inglesa de Vogue de julio 1945, Lee Miller tenía ya 38 años. Se debe recordar que fueron tomadas otras instantáneas descartadas por Vogue (siete) pero que también son públicas, la leyenda que consta al pie de foto de la revista es la siguiente: 

“Lee Miller en el departamento de Munich reveló la historia de lujuria en el baño de Hitler” 

También en los Estados Unidos "The New York Times" publicó la icónica foto con el siguiente titular:

“Una imagen del Führer en el borde de la bañera; una estatua clásica frente a un tocador; Lee en la bañera, inmaculada como siempre, refriega su hombro. Una mujer atrapada entre el horror y la belleza, entre ser vista y ser quien ve”



La fotografía tomada por Sherman en la que aparece Miller desnuda es un relato histórico que manifiesta la construcción visual de la victoria aliada en la Segunda Guerra mundial y el posicionamiento de una mujer desligada de los valores alemanes nazis.


Críticas a la fotografía 

Un análisis muy interesante que he seleccionado entre muchas interpretaciones es: "Lee Miller, la corresponsal de guerra que se metió en la bañera de Hitler" (ver notas a pie de página) 

"La foto de la bañera no es un souvenir casual, fue cuidadosamente escenificada al detalle. La parte casual y surrealista de la composición es Lee Miller, metida en la bañera desnuda, frotándose la mugre acumulada con la manopla (de  Adolfo, cabe suponer). Pero si nos fijamos, al pie de la bañera cogen protagonismo las botas militares llenas de barro de Dachau y la alfombrilla que acaba  de ensuciar, pisándola sin reparos al entrar. A la derecha, está doblado sobre una silla el uniforme, también sucio. Al lado, han colocado una estatua de una diosa desnuda, sugiriendo de nuevo el concepto de desnudez o más bien reforzándolo, ya que Scherman y Miller sabían perfectamente que Vogue no era Playboy y que nunca iban a publicar un desnudo integral, al menos en 1945. Finalmente, a la izquierda de la bañera han colocado un retrato de Adolfo para indicar de quien era esa bañera. Obviamente cabe suponer que el Führer no se duchaba con su retrato colgado en la pared del lavatorio".




Otro valioso estudio titulado "Victoria se baña en casa del enemigo" (ver notas a pie de página), la descripción de la escena es elocuente:

"... la composición que hacen las botas en el suelo, el retrato de Hitler apoyado en el extremo de la bañera y la ropa sobre un butaca. Juntos sitúan la imagen en un contexto histórico específico, pues ¿en qué otro lugar y momento, alguien tendría una fotografía de Hitler en su casa? Los tres objetos están dispuestos allí para reforzar la narrativa de la foto, al menos esto se puede asegurar en el caso de la ropa y las botas; el cuadro en la bañera por otro lado, pudo no haber estado allí originalmente, pero ni Lee ni Scherman se refirieron jamás a este particular, salvo en la declaración de Lee: “Simplemente había estado tratando de lavar los olores de Dachau”. Así, la modelación de la experiencia de Lee al limpiarse el hedor de Dachau en la bañera del apartamento de Hitler, se le presenta al lector como la realidad narrativa de la imagen plenamente justificada y adicionalmente, contextualizada por las fotografías que ese mismo día Lee había tomado en el campo de concentración".

El único hijo que tuvo Elizabeth Lee Miller, Antonhy Penrose, expresó décadas después: 

"Creo que ella estaba apuntando dos dedos hacia Hitler. En el piso están sus botas, cubiertas con la suciedad de Dachau, que ha pisado por todo el piso del baño de Hitler. Ella está diciendo que es la victoriosa. Pero lo que ella no sabía era que, unas horas más tarde, en Berlín, Hitler y Eva Braun se matarían en su búnker"




Es de gran valor el artículo "Victoria se baña en casa del enemigo" ya que no solo analiza desde una perspectiva histórica-social la mencionada fotografía (y las otras), también refleja una comparación entre el ambiente psicológico reinante en los países aliados y en la cultura del alemán de aquel periodo atiborrado de la ideología nazi y el concepto de lo femenino

Es simplemente sorprendente (en lo positivo) lo que se puede aprender de una imagen, veamos algunos razonamientos.



"... la fotografía muestra dos victorias de tipo ideológico en el marco de la II Guerra mundial. 1) ya que expone de manera pública a los vencedores de la guerra (a los Aliados) y una ruptura en la representación femenina. 2) Esta imagen propone un abordaje sincrónico, que permite determinar la viabilidad del contenido ideológico y el quiebre con las tradiciones de representación del género femenino... Estas fotografías descubren aquello que está latente. Así, la sola imagen muestra dos victorias, la del conflicto bélico y la de la ruptura en la concepción de lo femenino"...
El punto de diferencia que marcó la imagen de Miller y Scherman con respecto a las demás fotografías que circulaban en 1945, radica en el instante inmóvil del que nunca hubiéramos sido conscientes, un instante que se dio en un lugar y situación de tipo privado: una bañera y una mujer dentro de ella, con la singularidad de que se trataba de la bañera de lujo del propio Hiltler. De haber estado Hitler vivo y con la guerra a su favor, esta situación (dos reporteros gráficos estadounidenses usando su casa como un hotel) jamás habría sido posible y en consecuencia, la fotografía tampoco hubiera generado sentido... 
Miller es la peripéteia de esta fotografía por dos razones: invita a hacer una lectura de la imagen desde el placer de su relato y replantea la imagen femenina en el contexto nacional socialista. De esta manera, se alude por un lado, al mismo contexto que otras de su tiempo, pero no de la misma manera. Y por el otro, al reconocimiento de su rostro, que es ya ampliamente identificado por el público de Vogue, aunque en un marco diferente: el de la moda. El rol de la mujer alemana durante el régimen nazi se enmarcaba básicamente en la reproducción sexual. Tras la asunción del gobierno alemán, los cabarets y sitios destinados al recreo, juego y placer, fueron cerrados y censurados por el sistema. De manera que la imagen femenina se asociaba principalmente con los valores familiares y la continuidad del régimen.
Lee Miller no sólo era una modelo proveniente (y producto también) de la cultura de masas, era además una mujer cuyos vínculos sexuales y sentimentales con varios hombres eran de conocimiento público, era una de las primeras reporteras gráficas de guerra para un medio estadounidense, y se inscribía además en la corriente surrealista parisina y su incipiente feminismo. En esta foto, tanto como en la vanguardia surrealista, lo figurativo aparece de la mano de la sexualidad (desnuda en la bañera), la prohibición y una serie de signos tradicionales (el retrato, las botas) que son desplazados por una situación en apariencia banal (tomar un baño).
Ambos planteamientos apuntan al desplazamiento de su representación: de una situación privada a la demanda del reconocimiento público, de la publicación en los medios masivos al posicionamiento de género. ("Victoria se baña en casa del enemigo").

Volvamos a nuestra otra fuente, respecto a la fotografía materia de este post, "Lee Miller, la corresponsal de guerra que se metió en la bañera de Hitler"




Desde planos más artísticos, la imagen fue calificada de dadaísta, de composición surrealista denunciando la absurdez de las guerras o de humor negro. En este sentido, se puede interpretar la imagen de Adolfo mirando hacía la posición de Miller (y a la estatua) como  la de un voyeur.

El escritor Haworth Booth, en el libro “The art of Lee Miller" (El arte  de Lee Miller) describió la composición y todas las imágenes de “Hitleriana”, como “the theme of evil’s banality, very much a woman’s take on the subject” que traducido viene a significar “el tema de la banalidad del mal, en gran medida el punto de vista de una mujer sobre el asunto”.

Hay quienes vieron la imagen como un acto repulsivo cuidadosamente orquestado. Carol Zemel en el artículo “Emblemas de la atrocidad; fotografías de holocausto y liberación” dijo  “el cuerpo de Miller desnudo… sentada donde el cuerpo desnudo de Hitler se sentó una vez conjuran su propia combinación perturbadora de voyeurismo y repugnancia”.

Melody Davis, en el artículo “Lee bv Miller; bathing with the enemy (bañándose con el enemigo) publicado en el nº4 de la revista “History of de photogaphy" dice refiriéndose a Hitler: “¿quién se bañaría encima de las células de su piel, donde sus pies y sus pelotas reposaron una vez?”

Desde un punto de vista más simplista, estaría la interpretación “badass” de la escena. Ahora llego yo, me meto en tu casa, me apropio de tu bañera invadiendo tu espacio privado y lo profano haciéndome una foto porno. Y además te dejo el suelo lleno de mierda, “F-Y, Adolf”.


EPÍLOGO



Tampoco debe llamar la atención que en la posguerra Lee Miller sufriera los efectos del trastorno por estrés postraumático, cayó en las garras del alcoholismo, mucho tiempo después pudo librarse del vicio y la depresión, se reinventó a sí misma como una cocinera gourmet surrealista.

El hijo de Lee Miller, Anthony Penrose, creció sin saber nada del trabajo de su madre como fotógrafa y corresponsal de guerra, una niñez dura marcada por el alcoholismo de su madre le habían apartado de ella. Fue solo después de su muerte de Lee, en 1977 que Suzanna, esposa de Anthony, descubriera un alijo en el ático en Farley Farm, de la casa de los Penrose cerca Chiddingly, East Sussex, donde Anthony aún vive, eran alrededor de 60.000 impresiones, negativos y artículos de Lee para la revista Vogue. Aquel episodio transformó la visión de Anthony sobre su madre y desde entonces ha dedicado gran parte de su vida a compartir y celebrar sus logros. "Hasta entonces, la había visto como una mujer histérica empapada de alcohol", dice Anthony. "Tuve que volver a evaluar toda mi actitud hacia ella".

Gran parte del trabajo de Lee como artista estuvo a punto de perderse, a pesar que las fotografías de Man Ray siguieron siendo bien conocidas. Casi toda su obra fotográfica estuvo olvidada entre 1947 y 1985. No obstante, algunas de sus fotografías fueron seleccionadas en la exposición The Family of Man realizada en el MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York) en 1955. En 1976 Lee Miller fue invitada de honor en los Encuentros Internacionales de Fotografía de Arlés; en 1989 se realizó una gran retrospectiva que recorrió buena parte de Estados Unidos. En 2012 se incluyeron varias de sus obras en 13ª edición de la documenta en Kassel. 

Desde el descubrimiento de sus fotos en 1977, gran parte de su trabajo ahora está archivado en línea, suele haber exhibiciones de las fotos de Lee en todo el mundo. 


Algunas portadas de los libros escritos sobre Elizabeth Lee Miller, destaca la obra biográfica de Carolyn Burke 


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Victoria se baña en casa del enemigo
Lee Miller, la corresponsal de guerra que se metió en la banera de Hitler
Lee Miller: the woman in Hitler’s bathtub
Musa of Man Ray in bath of Hitler
Lee Miller, the photographer whose life was too colourful to fit in black and white  (Una magnífica publicación en inglés que detalla su vida como artista fotográfica antes de la guerra).
Lee Miller (Wikipedia)
Lee Miller | Surrealist Photography
The lives of Lee Miller VIDEO youtube (se puede activar subtítulos en castellano)

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