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17 marzo 2022

Barbarroja. Colonialismo y expolio nazi en la Unión Soviética



"Frente al cuadro robado". Ilustración de K. Eliseeva, 1943

por Tito Andino


Entre noviembre de 2015 y enero de 2016, se publicaron una serie de entradas en la página web "FORO Segunda Guerra Mundial", un trabajo de recopilación y resumen de numerosas fuentes en otros idiomas referentes a un punto concreto: La explotación económica alemana de la URSS desde 1941, tras la invasión germana conocida como "Operación Barbarroja". 

Previamente, antes de enfocarnos en ese trabajo en próximas entradas, es importante recalcar, una vez más (lo repito con frecuencia en varios post), que todos los conflictos bélicos son disputas por intereses económicos y geoestratégicos programados por los auténticos señores de la guerra, poder financiero e industrial, en nuestro caso -IIGM-, junto a la más retrógrada nobleza europea que perdura en el tiempo, secundados por una corrupta élite política y fanáticos belicistas tanto civiles como militares. 

Había preguntado (en otras ponencias), ¿quién gana en una guerra, aún perdiéndola? Los industriales y banqueros, solo recordemos a los banqueros e industriales nazis que ayudaron a reconstruir Europa luego de la gran matanza que auspiciaron.


               Fascismo - el enemigo de la cultura, 1939, de V. Prorokov


Una guerra no se gana solo en el campo de batalla, ganar una guerra exige un poder económico combinado con la producción industrial que la sustenta. Los imperios hacían la guerra para seguir manteniendo el status quo, es decir la explotación económica de sus mercados coloniales y eso continúa en la actualidad con otro nombre, globalización


Fragmento de la obra de Pavel Sokolov-Skalya, para Ventanas TASS, No. 946, 1944, "El resultado final de la cultura fascista". Representa al artista (pintor) Ilya Repin, "Él creó, pero éste pisoteó". "La malicia del monstruo alemán es inútil: el genio del pueblo ruso es inmortal", dice la parte final de esta litografía que en su totalidad (son tres fragmentos) mide 2.22 m x 82 cm. Donación de la Sociedad de Relaciones Culturales con el Extranjero de la URSS, 2010.176 al Instituto de Arte de Chicago


No filosofemos demasiado sobre el tema. No obstante, es necesario poner como antecedente la explotación económica alemana de los territorios ocupados por el Imperio Alemán en Europa del Este, Rusia incluida, durante la Gran Guerra (1914-1918) que en teoría funcionó mejor y en menos tiempo que la ocupación nazi de las mismas regiones desde 1939.


La explotación económica alemana del Este de Europa durante la Gran Guerra


Los objetivos bélicos de Erich Ludendorff consistían en establecer lo que sería una Gran Germania, la fuerza preeminente en el continente europeo. Ludendorff fue uno de los hombres más poderosos de Alemania, se convirtió en el único centro de influencia real en el país y de los vastos territorios ocupados donde se extendía su dictadura económica. Su socio militar, el mariscal Paul von Hindenburg compartía el plan de germanizar y colonizar grandes áreas de Europa central y oriental, como Polonia, los países bálticos, etc, es decir, el mismo objetivo de Hitler dos décadas después

El 19 de diciembre de 1917, Hindenburg declaró que quería las regiones bálticas con fines estratégicos para la próxima guerra. Para esas fechas la dictadura de Ludendorff controlaba toda Europa central y la mayor parte de Europa oriental, en Occidente aspiraba a la unión económica con Bélgica bajo una prolongada ocupación militar. Alemania mantenía una posición firme en el este de Francia, Ludendorff tenía planes para la incautación de todas las propiedades francesas en Alsacia-Lorena para destinarlas a los veteranos de guerra alemanes como compensación por sus sacrificios.

 

Ludendorff y Hindenburg

Ludendorff y Hindenburg planificaron explotar los recursos naturales, agrícolas y ganaderos de los territorios conquistados para el esfuerzo bélico alemán. Ya en septiembre de 1916, Ludendorff promulgó una ley de trabajo obligatorio, todos los hombres alemanes fueron empleados al servicio del estado, las mujeres a las fábricas de municiones. Ludendorff introdujo el concepto de guerra total en Alemania. En septiembre y octubre de 1916, Ludendorff ordenó a los gobernadores generales de Varsovia y Bélgica que instituyeran el trabajo forzoso, a fin de ayudar aún más a aliviar la escasez de mano de obra. La utilización por Alemania de lo que era efectivamente trabajo esclavo precedió al ascenso de Ludendorff al poder como el verdadero dictador económico del Imperio Alemán.

El embargo naval británico contra Alemania y Austria-Hungría, desde agosto de 1914 hasta ocho meses después de la guerra (julio de 1919) afectó duramente a los no combatientes. cientos de miles de civiles alemanes y de sus aliados murieron lentamente de hambre, pero quienes menos sufrieron fueron las tropas alemanas y austrohúngaras, relativamente bien alimentadas en las zonas ocupadas

En diciembre de 1917 Ludendorff expuso sus términos de paz con la nueva Rusia bolchevique, Ludendorff quería gran parte del flanco occidental del antiguo Imperio Ruso, incluía regiones que se extendían desde el Báltico hasta el Mar Negro. El liderazgo militar alemán codiciaba el petróleo, la madera, los depósitos minerales y el grano de estas regiones, lo que garantizaría que Alemania pudiera resistir fácilmente un bloqueo británico en un futuro conflicto. Iguales pretensiones se plantearon iniciado 1918 sobre el alcance de las políticas imperiales de Alemania respecto a Polonia. 

En las zonas conquistadas Ludendorff había decidido que Alemania sacaría todo lo posible de los territorios ocupados y los administraba con mano despiadada. Se ocupó de que Alemania recibiera grandes cantidades de chatarra polaca, latón, cobre, pieles y cueros. Ordenó la requisa de los caballos de los granjeros y campesinos, a pesar de las penurias de la gente de las regiones ocupadas. Ludendorff ordenó emitir monedas locales, percibió impuestos y derechos de aduana, nacionalizó las industrias en masa y las puso bajo su dominio. Creó monopolios de cigarrillos, alcohol, sal, fósforos y dulces. Fundó una cadena de periódicos y los sometió a estricta censura. Perseguía alcanzar estándares de eficiencia alemana en las zonas ocupadas imponiendo controles estrictos sobre la agricultura enviando arados a motor, maquinaria agrícola y semillas desde Alemania para aumentar las cosechas. Se establecieron empresas alemanas para cultivar las áreas colonizadas, mientras que se realizó un censo del ganado de los campesinos... Todo esto en teoría, en la práctica sucedió lo mismo que pasó con la invasión nazi del Este de Europa en 1939; pero, destacando que en un corto tiempo los logros de Ludendorff fueron más rentables que las conquistas nazis

Ludendorff habló sin rodeos, quería "una Patria mayor y de adquisiciones territoriales que compensen al pueblo alemán por sus sacrificios. Si Alemania hace la paz sin lucro, Alemania ha perdido la guerra". Como humillación para Rusia, y para demostrar su desprecio por el bolchevismo, Ludendorff concedió a Finlandia, Polonia y Ucrania su independencia, todas antes parte del Imperio ruso, mientras que Estonia y Letonia serían ocupadas por el ejército alemán. Ludendorff también dirigió su ira hacia Rumanía, insistió que Rumanía se convierta en un satélite alemán con un régimen títere, los rumanos inesperadamente se unieron al bando Aliado en agosto de 1916.  (Tema ampliado en: Colonialismo alemán en Europa central y oriental durante la IGM y en Las políticas expansionistas de la dictadura de Ludendorff en Europa)


Explotación económica de la URSS por parte de la Alemania nazi



Tras el impulso arrollador de Barbarroja, luego paralizado por el ejército rojo, el 13 de noviembre de 1941 tuvo lugar una importante conferencia en Orsha - Bielorrusia. Ahí se discutió si la Wehrmacht reanudaría o no su avance sobre Moscú o la alternativa de pasar a posiciones defensivas durante el invierno. Ritter von Leeb y Gerd von Rundstedt eran partidarios de una línea de defensa sólida en los territorios conquistados en la URSS. Fedor von Bock, con una ambiciosa opinión personal diferente a sus colegas y jefe del Grupo de Ejércitos Centro, tenía la misión inicial de capturar Moscú llevando a una conclusión épica de la guerra, ignoró el desgaste de su ejército, la resistencia rusa y el factor clima, insistiendo que debía continuarse la marcha hacia Moscú. Hitler apoyó esa postura.

Hemos abordado en otros temas el fracaso de Barbarroja, a pesar de haberse apoderado de una masa territorial más grande que Europa occidental. ¿Cómo explotarla? Se había subestimado la capacidad para administrar esas tierras, por ejemplo, la red de carreteras soviéticas era muy inferior a las occidentales y ese fue un obstáculo para el invasor cuando llegaron las lluvias en octubre de 1941. Por otro lado, los nazis enfrentaron una gran resistencia debido a la brutalidad de las nuevas autoridades en las regiones ocupadas. La Wehrmacht fue recibida en Ucrania como liberadora por un buen segmento de la población, la desilusión fue casi inmediata al desvelarse el verdadero rostro de la ocupación nazi, la mayoría de potenciales aliados se convertirían en enemigos implacables.

Un mes antes de iniciarse Barbarroja, Hitler declaró que los comisarios políticos soviéticos debían ser liquidados por miles; de inmediato (13 mayo 1941) el mariscal Wilhelm Keitel emite la "Orden de los Comisarios", tras su captura, todos los comisarios soviéticos deben ser ejecutados sumariamente, la orden abarca también el fusilamiento de civiles sospechosos de cometer delitos contra la Wehrmacht, los soldados que cometieran crímenes contra no combatientes no serían procesados.


Fragmento de otra obra de Pavel Sokolov-Skalya, para Ventanas de TASS,  "Iasnaia Poliana, Taganrog y Klin", TASS No. 30, 1941. Los nazis saquean y destruyen sitios culturales, incluidas las casas de Tolstoi, Checkov y Tchaikovsky 


En fin. Es difícil señalar por este medio todas las razones de la incapacidad alemana para lograr sus objetivos en los territorios ocupados de la URSS. No hay una sola causa, son una serie de factores, cada uno tan importante como el otro. Lo que está claro para los historiadores es que "la planificación estratégica de Barbarroja era inadecuada y amateur. ¿Fue el fanatismo y la fe ciega de ínfulas guerreras y raciales de los hitlerianos lo que les llevó a esa falta de sentido común? Barbarroja revela un exceso de confianza patológico". Los detalles de inteligencia se elaboraron mal. Las estimaciones sobre la capacidad militar soviética se basaron en conjeturas antes que en información confiable, simplemente se subestimó al enemigo.

"La planificación estratégica, de avanzar a lo largo de muchos cientos de kilómetros de terreno, era excesivamente ambiciosa hasta el punto de ser grotesca". Barbarroja requería una ofensiva en un frente extremadamente amplio, lo que sirvió para diluir la fuerza del ataque y dar tiempo al ejército soviético para recuperarse de los primeros golpes. Con la marca de Hitler por todas partes, el alto mando alemán había intentado alcanzar demasiados objetivos al mismo tiempo (Leningrado, Crimea, Cáucaso, Murmansk, Kiev, Moscú, Donbass)" (Shane Quinn "Consecuencias de la Conferencia de Orsha de noviembre de 1941 de la Wehrmacht").   

Entre los objetivos de la invasión estaba la anexión, saqueo y explotación de los territorios ocupados del Este. Los nazis establecieron la Oficina Económica del Este bajo autoridad del Reichsmarshall Hermann Goering quien informó al Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, yerno de Benito Mussolini, conde Galeazzo Ciano, que “Este año (1941) entre 20 y 30 millones de personas morirán de hambre en Rusia. Tal vez sea bueno que así sea, porque ciertas naciones deben ser diezmadas. Pero aunque no lo fuera, no se puede hacer nada al respecto”.

Goering puso por escrito el 15 de julio de 1941 que: “El uso de los territorios ocupados debe hacerse principalmente en los sectores alimentario y petrolero de la economía. Llevar a Alemania la mayor cantidad posible de alimentos y petróleo: ese es el principal objetivo económico de la campaña”.


Tres caricaturas de TASS reflejan el saqueo nazi. Izquierda, "Fortuna fascista"; al medio, Pavel Petrovich Sokolov-Skalia, "Iasnaia Poliana, Taganrog y Klin", TASS No. 30, 1941. Los nazis saquean y destruyen sitios culturales, incluidas las casas de Tolstoi, Checkov y Tchaikovsky; a la derecha, Petr Ashotovich Sarkisian en "Historiadores fascistas del arte", TASS No. 612, 1942. Texto: La banda "buscadora de trofeos" de Ribbentrop / ha saqueado Europa, sus museos y sus palacios. / Ladrones experimentados,  / los malhechores fascistas se disponen / a diezmar los museos soviéticos. / En lugares donde el enemigo logró una victoria temporal, / Los "historiadores del arte" fascistas, / Esos sinvergüenzas, han robado / Pinturas, estatuas, columnas, azulejos- /Ejemplos de los tesoros culturales más raros, / Todo lo que coleccionaron nuestros antepasados, / Todo lo que nuestros padres nos dejaron... / Pero se acerca la hora terrible en que deberán pagar / Por los antiguos palacios en ruinas, / Por cada museo, palacio de cultura, iglesia nuestra. / Se verán obligados a gemir cuando caigan en nuestras manos- / Los ladrones organizados, / "Profesores y Doctores" / De la fascista "ciencia del ladrón" a-histórica- / Y ante el tribunal, el primero en presentar su defensa de ladrones / Será Ribbentrop, el "historiador del arte".


El método nazi de sistematizar el saqueo y administrar los territorios ocupados, denominado Plan Oldenburg, se basó en la creencia de que el Reich requería gran cantidad de alimentos y que la muerte de millones de rusos y judíos por inanición sería un efecto secundario; y/o con la despoblación de las regiones conquistadas, "utilizando el hambre como un proceso conveniente para el asesinato en masa. Cualquiera que sea el motivo principal, las perspectivas de los ciudadanos soviéticos lo suficientemente desafortunados como para caer bajo la ocupación nazi eran sombrías". (Shane Quinn, "La explotación económica de la URSS por parte de la Alemania nazi").

Y, lo peor era que no solo se trataba de saquear, estaba ordenado la destrucción de los "Bienes Culturales" que no podían ser trasladados. Las primeras informaciones detalladas las emitió el gobierno soviético, el 7 de enero de 1942, en un informe sobre las atrocidades alemanas, incluía la destrucción de bienes culturales en los territorios ocupados y recuperado por las tropas soviéticas en la contraofensiva de invierno. El informe describe una “imagen inaudita de saqueo, devastación general, violencia abominable, atropello y masacre, perpetrada por los ocupantes fascistas alemanes sobre la población no combatiente durante la ofensiva, ocupación y retirada alemanas”.


"Lección visual de objetos de historia", Yu. Ganf. Moscú, 1938

Dos caricaturas de la revista soviética "Krokodil" de 1941 y 1943 sobre el saqueo alemán de los bienes culturales de la URSS

Los nazis saquearon sistemáticamente los bienes culturales de los territorios ocupados. Varias agencias del  gobierno alemán compitieron por el botín, incluido el Instituto Rosenberg para los Territorios Ocupados; la Sociedad de Enseñanza e Investigación del Patrimonio Ancestral, supervisada por el Reichsführer-SS Heinrich Himmler; y el SS Sonderkommando Kuensberg, que dependía del ministro de Asuntos Exteriores, Joachim von Ribbentrop. Oficinas de campo y puntos de recolección con personal académico capacitado identificaban, inventariaban y enviaban artículos a Alemania y consintieron en la destrucción de museos. Los saqueos a gran escala disminuyeron cuando el equilibrio de poder en el frente oriental cambió, poniéndose los alemanes a la defensiva.


                   "Invasión". Pintura de Konstantin Vasiliev. Década de 1970


En el siglo XX la expansión oriental alemana bajo Ludendorff y Hindenburg se preocupó por la conquista, pero la suya fue más humana que la política nazi, ya que no descendió a la matanza generalizada de civiles o poblaciones judías. Ludendorff y Hindenburg buscaban apoderarse del ganado y caballos, mientras explotaban los extensos recursos agrícolas y forestales para el esfuerzo de guerra alemán. Mientras que, las divisiones de von Rundstedt que ocuparán toda Ucrania en 1941 ofrecieron a Hitler los recursos para saquearlos y convertirla en “el granero del Reich”. Con los nazis, por ejemplo, la política de Erich Koch, Gauleiter de Prusia Oriental y gobernador de la Ucrania ocupada, era “Nuestra tarea es extraer de Ucrania todos los bienes que podamos obtener, sin tener en cuenta el sentimiento o la propiedad del país. Señores: espero de ustedes la mayor severidad para con la población indígena”. 


"Despedida de la mujer eslava", pintura de Konstantin Alekseevich Vasiliev. Década 1970

Conclusiones

La invasión de la URSS de 1941 fue la causa de la desaparición del Imperio Alemán en 1945. Desde el punto de vista estrictamente económico, la invasión de la Unión Soviética fue un negocio totalmente desastroso. (Cita del autor de los artículos por venir sobre la materia. "Schwerpunkt").

"Si exceptuamos el manganeso no se  consiguieron cantidades apreciables de ninguna materia prima de importancia. Las requisas y entregas agrícolas de cereales y suministros alimenticios quedaron muy lejos de las expectativas y fueron mucho menos importantes que las conseguidas en Francia, Benelux o Dinamarca a pesar de su carácter draconiano y el grave perjuicio para los civiles soviéticos. Además, estos exiguos rendimientos lo fueron al precio de tener que invertir muchísimo esfuerzo y bienes de equipo que hubieran podido ser más rentables en cualquier país de Europa Occidental. El único apartado medianamente positivo fue que el Ostheer (Ejército del Este) fue capaz de autoabastecerse en gran medida con sus requisas sobre el terreno, pero en cualquier caso los problemas generados (partisanos, desafección de la población local y dislocación de la economía) superaron los posibles beneficios.

La ceguera, prepotencia, ignorancia, fanatismo y absoluto desprecio por la vida humana de Adolf Hitler fueron los que ocasionaron la mayor aventura y fracaso militar de la historia. El fracaso en la explotación económica de la que debería haber sido la joya de las colonias alemanas hay que buscarla en última instancia en el propio Hitler. Su ignorancia sobre la economía era casi total: su creencia que la mera posesión de los recursos materiales bastaba para conseguir sus propósitos, su rechazo absoluto a cualquier alternativa que no encajara con su visión predeterminada y preindustrial de la historia es la que explica el por qué de su colosal fracaso. Su desconocimiento y rechazo sobre las posibilidades del comercio internacional, de la interdependencia de los factores de trabajo y capital, de las limitaciones de la logística, etc, prueban que su gran apuesta para resolver el dilema económico y estratégico de Alemania era una completa entelequia sin ninguna base factual. Los continuos vaivenes en la política económica hitleriana durante la guerra prueban que toda su estrategia estaba construida sobre un castillo de arena, sin un análisis coste-beneficio verdadero y siempre con presupuestos optimistas y sobrevalorados. La ocupación de la URSS no fue una excepción a este diletantismo y catastrófico estilo de mando.


Izquierda: "El verdugo principal" de Ilya Kleiner. Derecha: V. Ivanov, "Los alemanes tendrán que pagar". 1944

Los esbirros y comisarios políticos de Hitler fueron en líneas generales unas nulidades, algunos como Heinrich Himmler entregándose a delirantes experimentos de reasentamiento poblacional y colonial. Estos además de fracasar por completo engendraron una mayor oposición si cabe entre las poblaciones ocupadas. En realidad, la mera posibilidad de repoblar con colonos alemanes en tan breve espacio de tiempo una extensión tan vasta como la Unión Soviética, destruyendo la base económica existente para sustituirla por una mera explotación agrícola y de materias primas habla a las claras de la absoluta falta de realidad en la que vivía la élite del III Reich. Los únicos que demostraron realismo y algo de "consciencia" ante las dificultades fueron los industriales alemanes, pero se encontraban atrapados por su servidumbre política y tuvieron que realizar, a regañadientes, algunos gestos de cara a la galería. Si el Reich Alemán fue capaz de seguir su guerra mundial varios años más fue gracias a los recursos de la Europa Occidental ocupada, no de los paupérrimos resultados conseguidos en la URSS.

A pesar de los pobres resultados obtenidos hubo una mejora en rendimientos y organización en tan solo año y medio de ocupación. Sin embargo, esa ganancia es engañosa en cuanto que se partió prácticamente de cero: para que se hubiera podido llegar a un nivel satisfactorio y a una explotación agrícola de interés se hubieran necesitado varios años de paz, una tremenda inversión y sobre todo la colaboración de la población local. No olvidemos que los soviéticos necesitaron varios años de trabajos muy intensos en condiciones de paz y con el concurso de gran parte de la población e incluso el empleo de prisioneros.

La extracción de carbón fue ridícula: unas 4,78 millones de toneladas en unos dos años, es decir, menos del 1% de la producción anual alemana que era de unos 270 millones de toneladas. Y ésta producción fue posible debido a que Alemania aportó igual cantidad. Si contamos el carbón aportado a los ferrocarriles en las zonas ocupadas, Alemania invirtió el 3% de su producción anual siendo pues un negocio absolutamente desastroso. De acero se produjo un 0.1%,  prácticamente nada, de cemento un 11.6% y de electricidad un 8.8% en 1943 y eso después de colosales trabajos de reparación e inversión con maquinaria y bienes de equipo alemanes.

El capítulo del petróleo fue aún peor: no se pudo extraer prácticamente nada de petróleo durante toda la ocupación si exceptuamos las minúsculas cantidades de Galicia y Estonia. El petróleo del Cáucaso quedó en gran medida fuera del control militar alemán y aunque hubiera podido extraerse en cantidades apreciables no se hubiera podido transportar al Reich para darle utilidad. No olvidemos que el petróleo era la “raison d´être” económica de la guerra. Y, en otros insumos como mineral de hierro las cantidades conseguidas fueron casi despreciables. Tan solo el manganeso fue el único material con éxito, pero al precio de dejar otras empresas industriales de lado y concentrar los escasos recursos y flete ferroviario en su extracción y transporte.

Si se consolidan todas las cifras de explotación económica, requisa de productos agrícolas y materias primas la explotación de los territorios ocupados del este hasta la primavera de 1944 se cifra en unos 4,5 milliardos (miles de millones) de RM cuando Bélgica había procurado unos 9,3 milliardos de RM (o sea el doble) y Francia la friolera de 35,0 milliardos (nada menos que siete veces más). Estas cifras ponen de relieve la absoluta irrelevancia económica de los territorios ocupados de la URSS frente a los países occidentales ocupados.

Por otra parte los alemanes conseguirían un gran número de trabajadores forzados de la URSS, la mayoría de ellos fueran deportados entre 1942 y 1943. Llama la atención que a pesar de haber capturado unos 5,7 millones de prisioneros durante toda la guerra, estos no realizaron una contribución apreciable al esfuerzo de guerra alemán. La razón principal fue que unos 3,3 millones fueron asesinados, pero incluso entre los supervivientes no se pudo realizar una integración laboral medianamente satisfactoria dado su estado de debilidad y enfermedad".

En resumen, las razones que hicieron imposible una mínima explotación económica de los territorios ocupados de la URSS, entre otras:

- Ignorancia total de los líderes nazis, con Hitler a la cabeza, de la estructura y condiciones económicas de la URSS y asumiendo informes supra-optimistas.

- Destrucción casi total de la industria e infraestructura de transporte por parte de los soviéticos: imposibilitando una reconstrucción en breve plazo al enemigo (los soviéticos implementaron la política de "tierra quemada" en su inicial retirada.

- El sistema ferroviario, del que dependía en gran medida la industria de la Rusia soviética, pudo ser reconstruido parcialmente por los alemanes para mantener, con muchas limitaciones, las operaciones militares. Una explotación total de la economía hubiera requerido varias veces el flete ferroviario existente. Esto era claramente imposible sin varios años de inversiones gigantescas.

- Una desorganización económica, mayor de la esperada se debió al maltrato, privación de alimentos, persecución y asesinato de grandes grupos humanos de la población soviética por las fuerzas de ocupación.

- Absoluto caos en la administración alemana: Las autoridades de ocupación y sus diversos departamentos tuvieron muchas veces objetivos contrapuestos y competían entre sí.

Para tener una mínima esperanza de integrar los recursos e industria de las zonas ocupadas al soñado Imperio Alemán hitleriano hubiese sido necesario no solo conquistar el Cáucaso, sino realizar una inversión colosal en ferrocarriles, infraestructura de transportes, maquinaria de todo tipo y sobre todo, disponer de varios años de paz y libertad de transporte marítimo. Ante la falta de recursos humanos alemanes en todos los niveles, se hubiera tenido que contar con la colaboración de la población soviética para operar productivamente todas sus conquistas, eso era imposible a la luz del salvajismo del comportamiento del ocupante (No es necesario describir la miseria y sufrimiento indescriptible de la población soviética bajo ocupación alemana).


"Apoteosis del Tercer Reich.  Blitzkrieg o Blitz Crash", poster de la RSS de Georgia, 1941, autor D. Gabashvili


Como se ha señalado, los magros resultados obtenidos fueron el precio del tremendo esfuerzo de reconstrucción e inversión en ferrocarriles e infraestructura por los alemanes en los territorios ocupados a expensas de la producción de material bélico que su enemigo fabricaba a manos llenas lejos de su alcance

Lo paradójico es que el Reich alemán hubiera podido conseguir bastante más con el comercio con la URSS que mediante la invasión militar. El petróleo se consiguió con muchísimo esfuerzo aproximadamente en tres años, en la misma cantidad que la que se consiguió en año y medio de comercio con la Unión Soviética. En otras circunstancias lo racional hubiera sido incrementar los lazos comerciales con los soviéticos, mejorar las comunicaciones y conseguir el máximo de materias primas, en especial petróleo a cambio de los ansiados bienes de equipo y tecnología occidental. Aunque no se hubiera conseguido la autosuficiencia económica total del bloque europeo en poder alemán, no cabe duda de que se hubieran conseguido más recursos materiales con este intercambio pacífico con la URSS que los conseguidos en una guerra de escala colosal que en última instancia destruyó al Imperio Alemán.

El trabajo de "Schwerpunkt" recoge un análisis de las posibilidades alemanas a mediano plazo de haber mantenido la iniciativa militar. Toda posibilidad de una explotación económica a gran escala terminó en el otoño de 1943 con la contraofensiva soviética. La zona económica relevante, Ucrania Oriental, quedó liberada. ¿Hubiera cambiado algo el destino de la guerra, por ejemplo, si el desastre alemán de Stalingrado no hubiera tenido lugar?, asumiendo que el frente quedara estabilizado en algún punto de la estepa del Don, ¿hubieran podido los alemanes conseguir frutos tangibles de sus conquistas?

Todo indica que no hubiera cambiado la suerte de la guerra (perdida ya en 1941, paréntesis del editor). En el verano de 1943 los alemanes tras dos años de ocupación de la zona minera e industrial apenas eran capaces de extraer un 6% del carbón de preguerra, prácticamente nada de acero y una mera fracción de los principales insumos industriales, casi nula producción de bienes manufacturados (en cualquier caso el volumen de los productos conseguidos hubiera sido minúsculo ante las cifras de producción anual de sus principales contendientes e incluso de lo que se explotaba en la misma Alemania). Los soviéticos tras la reconquista necesitaron varios años de reconstrucción para conseguir los niveles de preguerra y eso en condiciones de paz

La producción de carbón, acero y petróleo solo tenía sentido si era posible transportarlos a los centros industriales, para transformarlos, que se encontraban en Europa central y occidental. A la luz de las posibilidades logísticas alemanas y de las circunstancias militares, esto era claramente imposible. A duras penas se logró mantener a los ejércitos en campaña operativos suministrándolos con lo mínimo indispensable. Tampoco se disponía ni del flete ferroviario ni marítimo para conseguir operaciones de transporte a gran escala de supuestas millones de toneladas de materias primas y bienes semielaborados para mantener en marcha su economía de guerra. 

Los países occidentales ocupados a pesar de todas las dificultades, con la falta de materias primas fueron capaces de aportar industrialmente muchísimo más que los territorios ocupados de la URSS. La razón primordial era que las industrias y sistemas de comunicaciones de estos países estaban muy desarrollados y no habían sufrido daños de consideración a la escala sufrida en la Unión Soviética en 1941.


Tarjeta postal. B. Proporokov, 1942 "Regalo de año nuevo"

En realidad los alemanes no tenían plan de contingencia ante la posibilidad real de que los soviéticos destruyeran la industria y comunicaciones en las zonas ocupadas. Ante esa alternativa, incluso con mayor organización y medios de reconstrucción, esa tarea colosal hubiera llevado varios años. Si solo se hubiera querido explotar las materias primas y recursos agrarios el prerrequisito fundamental era que las comunicaciones funcionaran y que hubiera una cierta industria atendiendo las necesidades de la población sin la cual no hubiera sido posible esa explotación.

Epílogo 

Como señalamos al principio, la magnífica reseña sobre la explotación económica de los territorios ocupados del Este publicada por "Schwerpunkt" (Foro IIGM) será la piedra angular de una serie de reportajes que postearemos en futuras entregas, apreciamos ya el contenido con sus notas aquí citadas. 

Inicialmente el editor de este blog recopiló material investigativo y gráfico para una nueva entrada dentro de la temática de los mitos de la economía nazi, expuesto en anteriores entregas. Era mi intención desarrollar el tema como un aporte del blog. Siempre consciente que la segunda guerra mundial está sobradamente estudiada desde varias perspectivas, intentamos evadir la redundancia con títulos de fácil consulta en internet. Investigar el cómo los nazis sostuvieron una larga guerra, perdida ya desde el otoño de 1941, si que debe ser de interés para un ávido y culto lector (lo hemos presentado aquí). Evidente es que la ponencia que ahora nos ocupa da para más. Auscultar como manejaron los nazis los territorios ocupados del Este despierta curiosidad. Con vehemente determinación empecé a documentarme a sabiendas que ello llevaría largas jornadas de estudio, además, no es fácil encontrar literatura suficiente en lengua castellana, la tarea en si se presentaba a más de compleja, vasta. 


Lámina con caricaturas de Hitler, Goering, Goebbels y Ribbentrop. Después de 1945

Afortunadamente encontré en el navegador la fórmula mágica, el "FORO de la Segunda Guerra Mundial" a través de uno de sus moderadores, "Schwerpunkt", había publicado un interesante tema: "El gran fiasco: Explotación económica alemana de la URSS" (de noviembre del 2015 a enero del 2016). Entonces, al encontrarme con un compendio de lujo del expediente que me hallaba ordenando, entendí que no tenía el menor sentido rebosar algo que ya estaba claramente expuesto, no es primordial que sea yo quien lo redacte. 

"Schwerpunkt" presentó su amplio aporte en 2015. Es probable que dado el tiempo transcurrido ahora sea un tema más en el inmenso catálogo del Foro, por esa razón vale la pena reeditarlo. Desconozco que método utilizó el autor para resumir una larga literatura que será citada, básicamente libros en alemán e inglés (no aclara aquello); o, si extracta notas relevantes de las fuentes, en ese caso es una magnífica recopilación de textos; o, incluso, si es una reproducción completa o parcial de una investigación en otro idioma (no he encontrado otro texto en castellano igual o con parecido tema, salvo una entrada de Wikipedia con diferente enfoque). Sea cual sea el caso, destacamos el material aportado que enriquece la historiografía.

Bien, el trabajo de "Schwerpunkt" va ha ser presentado en este blog en un formato diferente al del mencionado Foro. Es muy probable que el lector comparta el criterio de que las conclusiones arriba expuestas resumen todo; mas, el material disponible es demasiado valioso para no rescatarlo, de sus textos vamos a prescindir de amplias notas con estadísticas que abundan en el compendio (no relevantes para nuestro cometido); y, en general se intenta resumir algo más la larga exposición. Esto tiene el lógico propósito de no agobiar al potencial lector, dejando advertido que el enlace a la fuente principal estará a su disposición. 

¿Cuál es el aporte de este blog? Lógicamente el presente artículo de introducción, con posteriores notas explicativas e interesante material gráfico, a veces inédito, de fuentes rusas que amenizarán los reportajes.


Continúe la lectura:

El gran fiasco de la explotación económica alemana de la URSS

05 enero 2022

¿Por qué consideró Zhukov un fracaso la contraofensiva del invierno 1941-1942?


Saludos del año nuevo!


por Shane Quinn


Nota del redactor del blog

El "General Invierno" no salvó a la URSS de la invasión alemana de 1941, fue el tema que repasamos anteriormente. De la misma manera, se podría decir que el "General Invierno" tampoco fue decisivo para que el ejército rojo consolidará una decisiva contraofensiva en el invierno 1941-1942. 


La Blietzkrieg germana fue paralizada, terminó con el factor sorpresa, Alemania ya no podría ganar la guerra y se puso a la defensiva, eso es verdad. Sin embargo, los competentes mandos y la disciplina de la Wehrmacht lograron, pese a la retirada, conservar una sólida defensa que dio al traste con las aspiraciones de la contraofensiva de Stalin de derrotar definitivamente a los invasores en el duro invierno 41-42. El costo material y humano fue terrible para los dos bandos, y solo uno tendría los recursos necesarios para sobreponerse, no era el caso de las golpeadas fuerzas alemanas que recurrirían a sus reservas para soportar las periódicas contraofensivas soviéticas y aún para intentar una nueva ofensiva hacia el Cáucaso.

Stalin también se equivocó, fue reacio -en ocasiones- a escuchar a los expertos, se había autoconvencido que los alemanes estaban derrotados y que su colapso final llegaría en la primavera o verano de 1942 (discurso del 7 de noviembre de 1941). Tras el desgaste de sus fuerzas en la contraofensiva de invierno, el líder soviético ordenó planificar una ofensiva durante la primavera, a pesar de la opinión contraria de sus asesores principales que pedían una posición más prudente

Al parecer la idea era agotar rápidamente las reservas alemanas y, según creía Stalin, los alemanes aún podrían ser capaces de realizar operaciones simultáneas en varios ejes estratégicos (eso resultó ser verídico). Para Stalin una ofensiva de primavera en todo el frente desestabilizaría al ejército alemán e impediría una nueva intentona de tomar Moscú (Memorias de Zhukov).​ La decisión final de Stalin prevaleció, intentar agarrar por sorpresa a los alemanes a través de ofensivas localizadas. Pero, la Wehrmacht también tenía sus propios planes... y reservas estratégicas para embarcarse en una ofensiva al Cáucaso, necesitaban imperiosamente el petróleo para que sus máquinas de guerra sigan siendo operativas. De ello dependía revertir lo inevitable (ya hemos hablado en esto en otras entradas).

Revisemos el análisis que hace Shane Quinn de la lectura de varias fuentes sobre la contraofensiva de invierno de 1941.

La contraofensiva de invierno del Ejército Rojo hace 80 años

 


El lápiz de Boris Efimov destaca la retirada alemana en el invierno 1941-42


Hace ocho décadas, el 5 de diciembre de 1941, el contraataque del ejército soviético contra la Wehrmacht, principalmente en las afueras de Moscú, fue un acontecimiento importante en la Segunda Guerra Mundial y un acontecimiento significativo en la historia moderna. La contraofensiva del Ejército Rojo duró oficialmente desde principios de diciembre de 1941 hasta el 7 de mayo de 1942.


El contraataque fue titulado por los rusos como la Campaña de Invierno de 1941-1942, y proporcionó evidencia, tanto para ellos mismos como para el mundo que los observaba, de que la Wehrmacht no era invencible. El fracaso de la Operación Barbarroja planteó además un serio interrogante sobre si los alemanes podían ganar la guerra en absoluto. 

Moscú, la ciudad más grande e importante de la Unión Soviética se salvó de la ocupación nazi. El comienzo del contraataque trajo alivio y esperanza a muchas personas en toda Europa y más allá, que se habían desesperado ante la idea de un mundo dominado por los nazis. 

Sin embargo, aunque el ejército soviético logró hacer retroceder a la Wehrmacht desde las puertas de Moscú, no pudo convertir la contraofensiva en una victoria final; lo que, en ese caso, probablemente habría llevado a la desintegración del ejército alemán en el invierno de 1941-42; y por tanto la conclusión prematura de la guerra, al menos en Europa. Después de todo, las fuerzas armadas del líder militar francés Napoleón se habían derrumbado seis meses después de su invasión de Rusia en junio de 1812.

 

Cartel de 1941, obras de los Kukryniksy "Napoleón fue derrotado" 

Por razones como estas, el mariscal ruso Georgy Zhukov, el célebre comandante de la segunda guerra mundial, calificó sin rodeos a la contraofensiva soviética de “fracaso”. Zhukov escribió en sus memorias: “La historia de la Gran Guerra de la Patria todavía llega a una conclusión generalmente positiva sobre la ofensiva invernal de nuestras fuerzas, a pesar de la falta de éxito. No estoy de acuerdo con esta evaluación. El embellecimiento de la historia, se podría decir, es un triste intento de pintar sobre el fracaso. Si consideras nuestras derrotas y qué resultados se obtuvieron, quedará claro que fue una victoria pírrica”. (Evan Mawdsley, Thunder in the East: The Nazi-Soviet War, 1941-1945. Hodder Arnold, 23 de febrero de 2007, p. 1271


Georgy Zhukov, retrato del artista Pavel Korin

Zhukov no estaba exagerando; era un general de primera línea que podía ver lo que estaba pasando ante sus ojos y tenía la determinación de expresar sus pensamientos. Como señaló Zhukov, las pérdidas de personal del Ejército Rojo durante la contraofensiva fueron cuantiosas, mucho más altas que las bajas alemanas en lo que a menudo se considera un triunfo soviético histórico. En total, durante los tres meses de enero, febrero y marzo de 1942, el ejército soviético perdió 620.000 hombres. En comparación, en el mismo período los alemanes perdieron 136.000 hombres, bastante menos de una cuarta parte de las bajas rusas. 

El experimentado historiador británico Evan Mawdsley, que se centra en gran parte en la historia de Rusia, ha presentado las cifras de bajas anteriores en su estudio de la guerra nazi-soviética. Mawdsley también declaró: "Las pérdidas alemanas en el frente oriental, en los tres meses y cuarto hasta finales de septiembre de 1941, ascendieron a 185.000" y que "en total, el Ejército Rojo perdió 177 divisiones en 1941, la mayoría de ellas en el período junio-septiembre. Las pérdidas militares soviéticas, hasta finales de septiembre de 1941, se han calculado en al menos 2.050.000”. 

Stalin había dicho poco después de la derrota de Francia por parte de la Wehrmacht en junio de 1940, "sólo podríamos enfrentarnos a los alemanes en pie de igualdad en 1943". Esta predicción fue precisa y con visión de futuro. El Ejército Rojo “solo mostraría un gran progreso con la Operación Bagration en Bielorrusia en junio de 1944”, destacó Mawdsley. 

Las deficiencias del ejército soviético se debieron, al menos en parte, a, como dijo el mariscal Zhukov después de la guerra, “al enorme daño que Stalin había infligido al país con su masacre de los altos escalones del mando del ejército” (Andrei Gromyko, Memories: From Stalin to Gorbachev. Arrow Books Limited, 1 de enero de 1989, p. 216).

La opinión de Zhukov está respaldada por otros como Leopold Trepper, un destacado agente de inteligencia soviético y combatiente de la Resistencia antinazi, quien escribió que con las purgas, “el Ejército Rojo, desangrado, difícilmente era un ejército ahora, y no lo sería de nuevo durante años”. (Leopold Trepper, The Great Game: Memoirs of a Master Spy. Michael Joseph Ltd; Primera edición, 1 de mayo de 1977, p. 67)



"Mal clima ruso", 1942. Caricatura de Boris Efimov


Mientras tanto, cuando comenzó la contraofensiva soviética, el Ejército Rojo, entre diciembre de 1941 y marzo de 1942, recibiría 117 nuevas divisiones para reforzar sus filas. La principal fuerza de oposición, el Grupo de Ejércitos Alemán Centro, se complementó con unas escasas nueve divisiones durante ese tiempo. (Donald J. Goodspeed, The German Wars. Random House Value Publishing, segunda edición, 3 de abril de 1985, p. 407)

Para el 26 de noviembre de 1941, los alemanes habían sufrido 743.112 bajas, sin incluir a los enfermos o congelados, y a fines de febrero de 1942, las pérdidas totales alemanas en el frente oriental ascendían a 1.005.636 hombres; esto equivale a aproximadamente el 31% de la fuerza de invasión alemana original, según el erudito militar Donald J. Goodspeed, quien ha proporcionado diversas estadísticas. En comparación, el ejército soviético había sufrido alrededor de 5,5 millones de bajas hasta principios de la primavera de 1942. 

Hitler concedió una inmensa importancia a los millones de bajas que sus divisiones habían infligido al Ejército Rojo. A finales de febrero de 1942 volvió a confiar en la victoria final. Un Hitler jovial declaró a sus colegas cercanos en la sede de la Wolfsschanze, “El domingo será 1 de marzo. Chicos, no pueden imaginarse lo que eso significa para mí: cuánto han agotado mis fuerzas los últimos tres meses, puesto a prueba mi resistencia nerviosa”.

Durante diciembre de 1941 y en los meses siguientes, varios comandantes alemanes fieles a Hitler seguían creyendo en la victoria en diversos grados. Goodspeed observó que la jerarquía de la Wehrmacht "razonó que aún eran mejores soldados de verano que los rusos y que, por lo tanto, deberían luchar en el verano" y "reconstruir sus destrozados ejércitos para otro gran impulso en 1942". 



Dos carteles de los Kukryniksy. Izquierda: "Solo han pasado unos meses". 1942. (Goebbels - Mirando las caras ... "Tomó solo unos pocos meses, pero cómo han cambiado"). Derecha: "Hitler y la muerte: me atrevo a informar: la línea del frente está enderezada". 1942. 

La confianza de Hitler y sus generales resultaría fuera de lugar. Los soviéticos podían permitirse pérdidas de personal mucho mayores que los alemanes, y esto no debería haber sido una sorpresa real. La población de la Unión Soviética en 1941 era de unos 193 millones, es decir, 80 millones más que la población del Tercer Reich. La gran estrategia de contraataque soviética requería un asalto a lo largo de un amplio frente de 800 millas de ancho, desde Leningrado en el norte hasta la península de Crimea en el sur. Su objetivo era asestar una sucesión de golpes que socavarían gravemente a los alemanes y sus aliados del Eje, lo que provocaría el rápido colapso del enemigo, o eso se había previsto.

Esta estrategia fue formulada con aportes decisivos de Stalin, junto con el Alto Mando Supremo (Stavka). Zhukov estaba en firme desacuerdo con el diseño estratégico de la contraofensiva. En sus memorias, Zhukov escribió que solo él "se atrevió a criticar el plan" a Stalin y la Stavka. 

Para el contraataque, Zhukov favoreció amasar sus fuerzas y dirigirlas en una estocada aplastante por el medio "contra el centro de gravedad enemigo". Esta estrategia bien pudo haber infligido un grave golpe, del que los alemanes habrían luchado por recuperarse. En cambio, con la dispersión de las divisiones soviéticas en un frente extendido, la fuerza del golpe se diluyó. Zhukov sintió que le faltaban las fuerzas necesarias para alcanzar sus objetivos. 

De la estrategia de contraofensiva rusa que el citado Mawdsley señala, “el Stavka cometió el mismo error que Hitler y su Alto Mando habían cometido en 1941, asumiendo que el enemigo estaba exhausto y destrozado. También intentó, como hicieron los alemanes en la Operación Barbarroja, atacar por todas partes. La opinión de Zhukov era que habría sido mucho más prudente concentrar recursos y llegar a la línea Staraia Russa – Velikie Luki – Vitebsk-Smolensk-Briansk”.

La línea de ataque favorita de Zhukov tenía 350 millas de ancho, a diferencia de las 800 millas que prefería Stalin. A pesar de las dudas de Zhukov sobre la estrategia soviética, su todavía significativo papel en el contraataque tuvo un comienzo impresionante a partir del 6 de diciembre de 1941. Zhukov se encontró en oposición a uno de los generales más prominentes de la Wehrmacht, Heinz Guderian, al mando del 2.° Ejército Panzer. 


B. Efimov y N.A. Dolgorukov. Póster "Si los alemanes quieren tener una guerra de exterminio, la conseguirán". 1941


Hubo un severo derramamiento de sangre en ambos lados, pero las divisiones de Zhukov prevalecieron sobre las de Guderian, al obligar a este último a retirarse a más de 50 millas. La reputación de Zhukov, ahora ya alta en la Unión Soviética, se mejoró merecidamente. 

El historiador inglés Chris Bellamy reveló cómo Zhukov expuso, en una directiva del 13 de diciembre de 1941, que las tropas soviéticas deberían obligar al enemigo a retirarse de 130 a 160 kilómetros (80 a 100 millas) al oeste de Moscú (Chris Bellamy, Absolute War: Soviet Russia in the Second World War. Pan; edición principal, 21 de agosto de 2009, p. 332). Una vez que se logró, Zhukov continuó diciendo que el Ejército Rojo debería pasar el resto del invierno haciendo retroceder a los alemanes otros 150 kilómetros (93 millas) más o menos hasta la línea al este de Smolensk (230 millas al oeste de Moscú) desde donde habían lanzado Typhoon a principios de octubre”.

Las ambiciones reducidas de Zhukov para la contraofensiva eran realistas, pero incluso entonces quedarían muy lejos. Zhukov se quejó amargamente de que muchas unidades soviéticas en otros lugares habían sido mal dirigidas y "estaban continuamente tratando de atacar a los alemanes frontalmente, en lugar de ser inteligentes y abrirse camino por los lados".

Mawdsley escribió: “En realidad, el Ejército Rojo era un instrumento muy débil en el invierno de 1941-42, tripulado por reclutas no capacitados y mal equipado. En enero de 1942, todo el Ejército Rojo tenía sólo 600 tanques pesados ​​y 800 tanques medianos, además de 6.300 tanques ligeros; en cambio, la cifra de enero de 1943 era de 2.000 pesados ​​(tanques), no menos de 7.600 medianos y 11.000 ligeros”.


Una alegoría de los Kukryniksy recordando a los alemanes lo que hizo el "General Invierno" a las tropas de Napoleón.


Hitler sabía que la Grand Armée de Napoleón se había disuelto en plena retirada 129 años antes. Sin inmutarse por esto, frente a los contraataques soviéticos, algunos altos comandantes alemanes querían retirarse al oeste de Moscú, a los ríos Berezina o Niemen (que se extienden por Bielorrusia y Lituania). 

Tal retirada a mediados de diciembre, a través de la nieve hasta las rodillas y la cintura, podría haber resultado en la destrucción del ejército alemán. Como mínimo, indudablemente se habrían perdido grandes cantidades de artillería y otros equipos, y durante una temporada que "resultó ser uno de los inviernos más severos registrados", según un estudio de investigación publicado en el Bulletin of the American Meteorological Society

Para el 20 de febrero de 1942, los alemanes habían sufrido 112.627 bajas por congelación (John Toland, Adolf Hitler: The Definitive Biography. Bantam Doubleday Dell Publishing Group, 3 de febrero de 2007, Parte 8, El cuarto jinete). Este problema no afligió a los rusos en el mismo grado; porque estos últimos estaban abrigados y tenían un sistema ferroviario en funcionamiento justo detrás de ellos, mientras que estaban acostumbrados a luchar en condiciones invernales. Stalin dijo, después de que los soviéticos finalmente habían vencido a Finlandia en marzo de 1940: "No es cierto que la capacidad de combate del ejército disminuya en invierno ... Somos un país del norte".

A mediados de diciembre de 1941, Hitler emitió su orden permanente, exigió que los oficiales alemanes, desde aquí, obliguen a los soldados a mantener su posición a cualquier precio. Hitler prosiguió diciendo que las tropas alemanas en el campo deberían ignorar el peligro, cuando las fuerzas enemigas han “atravesado los flancos o la retaguardia. Esta es la única forma de ganar el tiempo necesario, de traer los refuerzos de Alemania y Occidente que he ordenado”. 

Hitler había interferido con anterioridad fatalmente en la planificación estratégica alemana, sobre todo posponiendo el avance sobre Moscú seis semanas en agosto de 1941; pero su orden de mantener a toda costa fue con toda probabilidad la decisión correcta, y puede haber salvado a la Wehrmacht ese invierno.


"Campaña de verano. Parada estratégica preliminar". B. Efimov 1942 


Los alemanes prudentemente no intentaron mantener una línea continua desde Leningrado a Crimea. Hitler y el Alto Mando Alemán (OHK) acordaron implementar una serie de puntos fuertes, conocidos como “erizos”. Estas posiciones fortificadas a menudo se erigían junto a grandes depósitos de suministros alemanes, ubicados de norte a sur, en áreas urbanas bajo ocupación nazi como Shlisselburg, Novgorod, Rzhev, Vyazma, Bryansk, Kharkov, etc. Luego se construyeron fortalezas subsidiarias junto a las principales fortalezas. 

La realidad sobre el terreno era más complicada que esto; porque los erizos alemanes se establecieron a veces en respuesta a los éxitos tácticos soviéticos locales, más que a la voluntad de los alemanes. Los comandantes de la Wehrmacht consideraron aceptables los avances de los soldados rusos en los flancos, ya que cualquier división soviética que avanzara demasiado estaba en peligro de ser aislada y atrapada detrás de las líneas alemanas. 

A principios de enero de 1942, Stalin llegó a la conclusión de que ese mismo año se podía lograr la victoria total sobre los nazis. El 10 de enero, Stalin envió una directiva a sus generales en la que decía: "Nuestra tarea no es dar a los alemanes un respiro, llevarlos hacia el oeste sin detenerse, obligarlos a agotar sus reservas antes de la primavera, cuando tendremos grandes reservas frescas, mientras los alemanes no tendrán más reservas; esto asegurará la derrota completa de las fuerzas nazis en 1942”. (Geoffrey Roberts, Stalin's Wars: From World War to Cold War, 1939-1953. Yale University Press; primera edición, 14 de noviembre de 2006, p. 116) 

Como demostraron los acontecimientos, tales directivas eran demasiado ambiciosas y subestimaron la resistencia de la Wehrmacht. Mawdsley escribió: “La estrategia de Stalin de enero de 1942 de agotar las reservas alemanas antes de la primavera no funcionó ... De hecho, sin embargo, en gran parte del frente los alemanes pudieron aferrarse al territorio que habían alcanzado a principios de diciembre de 1941. Incluso en Rostov y cercanías de Moscú, solo habían tenido que retroceder de 50 a 150 millas. Todavía estaban muy adentrados en territorio soviético. En el norte y centro mantendrían esta línea hasta finales de 1943”. (Mawdsley) 

Sorprendentemente, en mayo de 1944, el Centro del Grupo de Ejércitos Alemán todavía estaba a 290 millas de Moscú en su punto más cercano; mientras que las fuerzas soviéticas estaban a 550 millas de Berlín a principios del verano de 1944. (Samuel W. Mitcham Jr., Mariscales de campo de Hitler y sus batallas (Guild Publishers, 1988) p. 274)




Shane Quinn

24 diciembre 2021

El "General Invierno" no salvó a la Unión Soviética en 1941

 

Petr Mitrofanovich Shukhmin. Ventana TASS No. 253

 

por Dr. Jacques R. Pauwels

Historiador y politólogo de Toronto, Canadá. Investigador asociado del Centro de Investigación sobre Globalización (CRG).

Título original en inglés: History of World War II: How “General Winter” Did Not Save the Soviet Union in 1941

Todo el material gráfico y sus notas son adicionados por el editor de este blog.


La Segunda Guerra Mundial comenzó, al menos en lo que respecta a su "teatro europeo", con el ejército alemán arrasando Polonia en septiembre de 1939. Aproximadamente seis meses después, siguieron victorias aún más espectaculares, esta vez sobre los Países Bajos, Bélgica y Francia. Gran Bretaña se negó a tirar la toalla, pero no pudo amenazar a un Reich nazi que parecía invencible y predestinado a gobernar el continente europeo de forma indefinida. 


Hitler pudo así centrar su atención en el proyecto que consideraba la gran misión que le confió la providencia, a saber, la destrucción de la Unión Soviética, cuna y semillero del comunismo, un país al que le gustaba referirse como "Rusia gobernada por Judíos".


Estos carteles propagandísticos soviéticos corresponden a la región de Irkutsk de la publicación conocida como "Agitokna" de un equipo de artistas creativos evacuados a Irkutsk desde las regiones centrales de la URSS. Durante la guerra, comenzaron a aparecer en los periódicos y replicados en empresas, escuelas y universidades de la región, los carteles se pudieron ver también en cines, teatros, estaciones de tren, hospitales y oficinas gubernamentales. Estos ejemplos de carteles de la época son tomados del libro de Stanislav Goldfarb "Waste to the Nazis: Irkutsk". Agitokna durante los años de guerra 1941-1945". "Agitokna" tras la muerte de Stalin se conoció como "Agitplakat" continuando con la tradición de carteles satíricos de la Unión de Artistas de la URSS; lanzado en Moscú en 1956 por un colectivo de artistas y poetas de la talla de B. Efimov, Kukryniksy, Denisovskii y otros.


Hitler no solo deseaba ardientemente atacar a la Unión Soviética, sino que sentía que tenía que hacerlo lo antes posible. Alemania era una gran potencia industrial, pero carecía de privilegios en términos de acceso a materias primas esenciales. Su derrota en la Primera Guerra Mundial, cuando el Reich fue bloqueado por la Royal Navy, había demostrado que sin un suministro constante de materias primas estratégicas esenciales, en particular petróleo y caucho, Alemania no podría ganar una guerra larga y prolongada. Así nació el concepto de blitzkrieg, una estrategia que requería ataques sincronizados de oleadas de tanques y aviones para perforar las líneas defensivas. Profunda penetración en territorio hostil, seguida rápidamente por unidades de infantería que no se desplazan a pie ni en tren, como en la Gran Guerra, sino en camiones; y luego retroceder para reprimir y liquidar ejércitos enemigos enteros en gigantescas "batallas de cerco" (Kesselschlachten).

La estrategia de la blitzkrieg funcionó a la perfección en 1939 y 1940, cuando permitió a la Wehrmacht y la Luftwaffe abrumar a las defensas polacas, holandesas, belgas y francesas. blitzkriege, "guerras ultrarrápidas", fueron seguidas invariablemente por blitzsiege, "victorias ultrarrápidas". Sin embargo, estas victorias no proporcionaron a Alemania mucho botín en forma de petróleo y caucho de vital importancia; en cambio, agotaron las reservas acumuladas antes de la guerra. Afortunadamente para Hitler, en 1940 y 1941 Alemania pudo seguir importando petróleo de Rumania y de los Estados Unidos, todavía neutrales. Bajo los términos del Pacto Hitler-Stalin, concluido en agosto de 1939, la propia Unión Soviética también suministró petróleo a Alemania, pero estas entregas representaban sólo el cuatro por ciento de todas las importaciones de petróleo alemanas en ese momento.(Millman, págs. 273, 261–83) y, a cambio, Alemania tuvo que entregar productos industriales de alta calidad y tecnología militar de última generación.

Los soviéticos utilizaron este equipo para mejorar su armamento en preparación para un ataque alemán que esperaban llegar tarde o temprano (Soete, págs. 289-90). Hitler encontró esto muy preocupante, ya que fortalecía las defensas soviéticas día a día. Obviamente, el tiempo no estaba del lado de Hitler, por lo que temía que la “ventana de oportunidad” para una victoria fácil en el este pudiera cerrarse pronto. Finalmente, cuanto antes se conquistara la Unión Soviética, mejor para Alemania, que finalmente sería bendecida con recursos virtualmente ilimitados, incluidos los ricos campos petroleros del Cáucaso.

El dictador alemán centró su atención en su proyecto antisoviético prácticamente de inmediato después de la derrota de Francia, es decir, en el verano de 1940. Los preparativos comenzaron después de que diera una orden en ese sentido el 31 de julio. El 18 de diciembre de ese año, el proyecto para una Ostkrieg o "guerra del este" recibió el nombre en clave de Operación Barbarroja. (Kershaw, p. 14; Ueberschär, p. 39).


Arriba y en el medio, tres raros e interesantes carteles que corresponden a carteles-periódico publicados por "Bandera bolchevique" (artista P. Bunakov). Edición No. 81 "En la sede de Hitler" (1942); edición No. 21 "Novedades en tecnología militar" (1941); y, edición No. 61 "Operaciones de importancia local" (1941). Abajo, tres carteles de la época de la Gran Guerra Patria, "TASS Windows". Artista M.M. Shcheglov, de izquierda a derecha: "Atrapado en el rayo" - "Robo profesional" - "El diablo no es tan terrible como lo pintan".


El ataque se inició el 22 de junio de 1941, en las primeras horas de la mañana. Tres millones de soldados alemanes más casi 700.000 aliados de la Alemania nazi cruzaron la frontera. Se perforaron enormes agujeros en las defensas soviéticas, se lograron rápidamente conquistas territoriales impresionantes y cientos de miles de soldados del Ejército Rojo murieron, resultaron heridos o hechos prisioneros.

Según la historiografía de la corriente principal occidental, reflejada en artículos y documentales de los medios, el anfitrión nazi sin duda habría marchado hasta Moscú y derrotado a la Unión Soviética, si no hubiera sido impedido por la intervención del "General Invierno", también conocido como "General Hielo". "Presumiblemente, una llegada inusualmente temprana de un clima igualmente inusualmente frío arruinó los planes de los generales alemanes, que no habían podido equipar a sus tropas con equipo de invierno, y le robaron a Hitler una victoria prácticamente segura. Es decir, Barbarroja fracasó por fuerza mayor, por "mala suerte" de los alemanes y ´buena suerte´ de los soviéticos". 


La verdad histórica, sin embargo, es totalmente diferente. El avance de lo que entonces era el ejército más poderoso del mundo se detuvo, sin duda a costa de enormes pérdidas, no por el General Invierno sino por los esfuerzos y sacrificios del pueblo soviético, tanto civiles como soldados. Echemos un vistazo más de cerca a los hechos.


Izq. cartel de Windows TASS. "Sustituto de Napoleón. 1. Primero, lleno de emoción, me probé el sombrero de Bonaparte. 2. Luego dije: “¡Dentro de poco tiempo conquistaré Oriente!” 3. La guerra relámpago para nosotros fue una derrota. 4. Ahora él, con miedo y ansiedad, espera la retribución en su guarida", P. Magnushevski, 1944. - Derecha: "El Ogro Hitler" y Goebbels, de Dmitry Moor, 1943.


Hitler y sus generales estaban convencidos de que su "guerra relámpago" tendría tanto éxito contra los soviéticos como lo había sido contra Polonia, Francia, etc. Consideraban que la Unión Soviética era un "gigante con pies de barro", cuyo ejército, presumiblemente decapitado por las purgas de Stalin a fines de la década de 1930, "no era más que una broma", como dijo el propio Hitler en una ocasión (Ueberschär, p. 95). Para obtener una victoria decisiva, de seis a ocho semanas permitirían que a finales de agosto, a más tardar, estaría "el juego terminado" para el Ejército Rojo, por lo que la mayor parte de los soldados alemanes podría volver a sus trabajos en Alemania.

Hitler se sintió sumamente confiado y, en vísperas del ataque, "se imaginó a sí mismo al borde del mayor triunfo de su vida". (Müller, pp. 209, 225) En Washington y Londres, los expertos militares permitieron un poco más de tiempo, creían que la Unión Soviética sería “liquidada dentro de ocho a diez semanas”; aun así, se predijo que la Wehrmacht atravesaría al Ejército Rojo "como un cuchillo caliente atraviesa la mantequilla" y que los soldados soviéticos serían acorralados "como ganado". Según la opinión de expertos en Washington, Hitler "aplastaría a Rusia como un huevo". (Pauwels 2015, p. 66; Losurdo, p. 29)

Al principio, todo salió según lo planeado: el camino a Moscú parecía estar abierto, otra guerra relámpago mortal parecía destinada a producir otra brillante blitzsieg. Sin embargo, se hizo evidente en unos días que la campaña no sería el juego de niños que se esperaba. El Ministro de propaganda Joseph Goebbels confió en su diario ya el 2 de julio que los soviéticos sufrieron grandes pérdidas pero también opusieron una dura resistencia y contraatacaron muy duro. El general Franz Halder, en muchos sentidos el "padrino" del plan de ataque, reconoció que la resistencia soviética era mucho más fuerte que cualquier otra cosa a la que se habían enfrentado en Europa occidental. Los informes de la Wehrmacht mencionaron una resistencia "dura", "dura" e incluso "salvaje", lo que provocó grandes pérdidas de hombres y equipos en el lado alemán. Muchas, si no la mayoría, de las victorias alemanas en las primeras etapas de Barbarroja pertenecían a la categoría pírrica, tanto que los soldados empezaron a reaccionar a los comunicados triunfantes con el comentario sarcástico de que se estaban “ 'ganando' a sí mismos hasta la muerte ”. (El término alemán que usaron fue totsiegen) (Overy, p. 87; Kershaw, pp.237, 362, 377, 575-77, 581)


Dos conocidos carteles de propaganda soviéticos: "Marinos de Guerra! Ni un paso atrás" - "Destruir a los fascistas en tierra y mar!"


Más a menudo de lo esperado, las fuerzas soviéticas lograron lanzar contraataques que frenaron el avance alemán. Algunas unidades soviéticas se escondieron en las vastas marismas de Pripet y en otros lugares y organizaron una guerra partisana mortal para la que se habían hecho preparativos minuciosos de antemano, y esta guerra de guerrillas perturbó por completo las largas y vulnerables líneas de comunicación alemanas. (Ueberschär, págs. 97–98)

El Ejército Rojo sufrió enormes pérdidas pero demostró ser capaz de perseverar porque resultó ser mucho más grande de lo previsto, contando con unas 360 divisiones, en lugar de las 300 estimadas por los alemanes. También resultó que los soviéticos estaban mucho mejor equipados de lo esperado. Los generales de la Wehrmacht estaban "asombrados", escribe un historiador alemán, por la calidad de las armas soviéticas como el lanzacohetes Katyusha (también conocido como "Órgano de Stalin") y el tanque T-34. Hitler estaba furioso porque sus servicios secretos no se habían enterado de la existencia de algunas de estas armas. (Ueberschär, pág. 97; Kershaw, págs.173-79, 573; Losurdo, pág.31)


Póster de Alexandr Vyaznikov “¡Un perro rabioso, una bayoneta en el estómago!” ¡El pueblo soviético aplastará a los fascistas!” (1941) mostró el audaz ataque de un soldado soviético que bloqueó con una bayoneta la invasión “napoleónica” de Hitler al país.


El mayor motivo de preocupación para los alemanes fue el hecho de que el grueso del Ejército Rojo logró retirarse en relativamente buen orden y eludió el cerco y la destrucción, evitando una repetición de Cannas o Sedán, con lo que Hitler y sus generales habían soñado. Los soviéticos parecían haber observado y analizado cuidadosamente los éxitos de la guerra relámpago alemana de 1939 y 1940 y haber aprendido lecciones útiles. Debieron haber notado que en mayo de 1940 los franceses habían concentrado sus fuerzas tanto en la frontera como en Bélgica, lo que hizo posible que la maquinaria de guerra alemana las reprimiera. (Las tropas británicas también quedaron atrapadas en este cerco, pero lograron escapar vía Dunkerque). Los soviéticos dejaron algunas tropas en la frontera, por supuesto, y estas unidades sufrieron previsiblemente las mayores pérdidas de la Unión Soviética durante las etapas iniciales de Barbarroja. Pero, contrariamente a lo que afirman historiadores como Richard Overy (Overy, págs. 64-65), el grueso del Ejército Rojo fue retenido en la retaguardia, evitando quedar atrapado. Fue esta "defensa en profundidad" la que frustró la ambición alemana de destruir al Ejército Rojo en su totalidad. Como iba a escribir el mariscal Zhukov en sus memorias, "la Unión Soviética habría sido aplastada si hubiéramos organizado todas nuestras fuerzas en la frontera". (Losurdo, p. 33; Soete, p. 297) 33; Soete, pág. 297) 33; Soete, pág. 297)

A mediados de julio, algunos líderes alemanes comenzaron a expresar una gran preocupación. El almirante Wilhelm Canaris, jefe del servicio secreto de la Wehrmacht, el Abwehr, por ejemplo, confió el 17 de julio a un colega en el frente, el general von Bock, que no veía "nada más que negro". En el frente interno, muchos civiles alemanes también comenzaron a sentir que la guerra en el este no iba bien. De hecho, la inquietud y la preocupación dieron paso gradualmente al pesimismo y la depresión a medida que "los periódicos publicaban interminables columnas de avisos de defunción". (Kershaw, págs. 394-96) En Dresde, Victor Klemperer, un lingüista judío que llevaba un diario, escribió el 13 de julio que "nosotros (los alemanes) sufrimos inmensas pérdidas, hemos subestimado a los rusos". (Losurdo, págs. 31–32)


"S-sí. Adolf, algo no te está funcionando aquí". El cartel de A.M. Lyubimov celebra el fracaso de los planes de Hitler para la "Blitzkrieg". En el cartel, Hitler está representado como un mono con bigote y con un tocado napoleónico, que se sienta pensativo en el cañón, y junto a él se encuentra la figura fallida del zar ruso. El tocado napoleónico recuerda que en cierto momento las tropas francesas también huyeron vergonzosamente de Rusia, lo que también aguarda a los alemanes.

De hecho, los alemanes sufrieron "inmensas pérdidas" durante su invasión de la Unión Soviética y lo hicieron desde el principio. En tres semanas, las bajas alemanas en la Unión Soviética superaron a las de toda la campaña en Francia en 1940. Antes de finales de septiembre, habían sufrido medio millón de bajas, el equivalente a 30 divisiones. (Kershaw, págs. 377, 577) Entre el 22 de junio de 1941 y el 31 de enero de 1942, las pérdidas materiales incluirían 6.000 aviones y más de 3.200 tanques y vehículos similares. Y durante el mismo período, no menos de 918.000 hombres serían muertos, heridos o desaparecidos en combate, lo que equivale a casi un tercio (28,7 por ciento, para ser precisos) de un ejército de poco más de 3 millones de hombres. (Ueberschär, pág.116)


Menos de un mes después del inicio de Barbarroja, la noción de que las cosas no iban bien en lo que se conocería como el frente oriental ya se estaba extendiendo en Alemania desde la cima de la jerarquía militar y política hasta los niveles civiles más bajos. Peor aún, ya el 9 de julio, los generales del régimen colaborador francés del mariscal Pétain, reunidos en Vichy, recibieron informes confidenciales de que era poco probable que la Wehrmacht derrotara a los soviéticos en dos meses, como estaba planeado. Los generales franceses concluyeron que una victoria alemana, no solo en la Unión Soviética sino en la guerra en general, ya no pertenecía al reino de las posibilidades. Uno de ellos incluso opinó que "Alemania no ganaría la guerra pero ya la había perdido". (Lacroix-Riz 2016, págs. 245-46)

Es necesario señalar que estas malas noticias se remontan a mediados del verano de 1941, ni siquiera un mes después del inicio de Barbarroja y mucho antes, según la historiografía occidental convencional, que el General Invierno apareciera en escena para salvar el pellejo del oso soviético.

La historiografía occidental tiende a centrarse en los espectaculares avances y victorias de la Wehrmacht en las etapas iniciales de la Operación Barbarroja, mientras ignora o minimiza sus pérdidas; a la inversa, las pérdidas soviéticas reciben mucha atención, mientras que cualquier éxito soviético tiende a ser ignorado o minimizado. A pesar de que la actuación de la Wehrmacht sí pareció ser muy impresionante, la guerra relámpago de Hitler en el este comenzó a perder su ritmo y cualidades después de solo unas pocas semanas. Robert Kershaw, un especialista en la guerra germano-soviética, ha descrito cómo "el impulso Blitzkrieg se agotó" ya en la primera semana de julio, "el ritmo vaciló" en las semanas siguientes, y las vanguardias dejaron de "correr como lo habían hecho en las campañas de Polonia y Francia". (Kershaw, págs. 236, 253) Con el tiempo, como ha observado un historiador italiano, al comparar las aventuras de Hitler y Napoleón en Rusia, “a pesar de los rápidos ataques de los panzers, la velocidad media del ejército alemán terminó siendo no mucho mayor que el de las tropas de Napoleón (en 1812)". (Sansone)

En ese mismo verano de 1941, el propio Hitler tuvo que abandonar su sueño de una victoria rápida y fácil y reducir sus expectativas. Ahora expresó la esperanza de que sus tropas pudieran llegar al Volga en octubre y capturar los campos petroleros del Cáucaso aproximadamente un mes después. (Wegner, p. 653) A fines de agosto, en un momento en el que Barbarroja debería haber terminado, un memorando del Alto Mando de la Wehrmacht (Oberkommando der Wehrmacht, OKW) reconoció que tal vez ya no sería posible ganar la guerra en 1941 (Ueberschär, p. 100). Tener que mantener a millones de hombres en uniforme en los campos de exterminio del este evocó el espectro de la escasez de mano de obra que podría paralizar la economía alemana, disminuyendo así aún más las perspectivas de victoria del Reich.

Otro problema importante fue el hecho de que, cuando Barbarroja comenzó el 22 de junio, se esperaba que los suministros disponibles de combustible, llantas, repuestos y similares no duraran mucho más de dos meses. Esto se había considerado suficiente porque supuestamente no tomaría más de ocho semanas poner de rodillas a la Unión Soviética, y luego los recursos virtualmente ilimitados de ese país (productos agrícolas e industriales, así como petróleo y otras materias primas) estarían disponibles para el país de los victoriosos alemanes (Müller, p. 233). Sin embargo, a fines de agosto de 1941, las puntas de lanza de la Wehrmacht no estaban ni cerca de esos tramos distantes de la Unión Soviética donde se podía obtener petróleo, el más preciado de todos los artículos marciales. Si los tanques lograron seguir rodando, aunque cada vez más lentamente, hacia las aparentemente interminables extensiones ucranianas y rusas, fue en gran parte por medio del combustible, importado a través de la España neutral y la Francia ocupada, de los Estados Unidos. En cualquier caso, a finales de agosto, a más tardar, la escasez de combustible y piezas de repuesto se estaba convirtiendo en un problema importante. Eso tuvo un impacto nefasto en la moral de las tropas, que se dieron cuenta de que "el enemigo poseía enormes reservas inimaginables en hombres y material". No fue reconfortante que la disminución de la oferta de combustible fuera compensada en cierta medida por la disminución de la demanda causada por el hecho de que no menos del 30% de los panzer habían sido destruidos a fines de agosto. (Jersak; Pauwels 2015, págs. 78-79; Kershaw, págs. 366, 372-73, 375) 


"Fuera del Cáucaso"

Las llamas del optimismo se dispararon de nuevo brevemente en septiembre, cuando las tropas alemanas capturaron Kiev y, más al norte, avanzaron en dirección a Moscú. Hitler creía, o al menos pretendía creer, que el fin de los soviéticos estaba ahora cerca. En un discurso público en el Sportpalast de Berlín el 3 de octubre, declaró que la Ostkrieg prácticamente había terminado. Pero su fanfarronada no pudo ocultar la desagradable realidad de los acontecimientos en el frente. En septiembre, cuando ya se suponía que tenía una victoria relámpago en la bolsa, un corresponsal del New York Times con sede en Estocolmo se convenció de que el resultado contrario era más probable. Acababa de regresar de una visita al Reich, donde presenció la llegada de trenes llenos de soldados heridos, lo que le hizo concluir que "el colapso de Alemania podría llegar con dramática rapidez". 

El Vaticano siempre bien informado, inicialmente muy entusiasmado con la “cruzada” de Hitler contra la patria soviética del bolchevismo “impío”, ya se había preocupado mucho por la situación en el este a fines del verano de 1941; a mediados de octubre concluyó que Alemania perdería la guerra. (Lacroix-Riz 1996, p. 417; Baker, p. 387) (Claramente, los obispos alemanes no habían sido informados de las malas noticias ya que un par de meses después, el 10 de diciembre, declararon públicamente estar “observando la lucha contra el bolchevismo con satisfacción”). Asimismo, a mediados de octubre, los servicios secretos suizos informaron que "los alemanes ya no podían ganar la guerra" (Bourgeois, págs. 123, 127). Incluso en ese momento, cuando una escritura ominosa era claramente visible en el muro de la Wahrmacht, el general Invierno todavía no había aparecido en la Unión Soviética.

Hitler no se rindió. Habiéndose convencido a sí mismo de que los soviéticos ya estaban derrotados pero aún no se habían dado cuenta, ordenó a la Wehrmacht que diera el golpe de gracia lanzando la Operación Typhoon (Unternehmen Taifun), un impulso destinado a tomar Moscú, la capital soviética que se suponía que había caído meses antes. Pero las probabilidades de éxito parecían muy escasas, ya que se estaban trayendo unidades del Ejército Rojo desde el Lejano Oriente para reforzar las defensas de la ciudad. Moscú había sido informado por su espía maestro en Tokio, Richard Sorge, que los japoneses, cuyo ejército estaba estacionado en el norte de China, ya no estaban considerando atacar las fronteras vulnerables de los soviéticos en el área de Vladivostok. (Hasegawa, p. 17) (Tokio había sido antagonizado por la conclusión del pacto Hitler - Stalin en 1939 y había cambiado a una "estrategia del sur" que era ponerlos en conflicto con los EE. UU.) (Pauwels 2021)

Para empeorar las cosas para el lado alemán, la Luftwaffe ya no gozaba de superioridad en el aire, particularmente sobre Moscú. Además, no se podían traer suficientes provisiones de municiones y alimentos desde la retaguardia hacia el frente, ya que las líneas de suministro extendidas se veían severamente obstaculizadas por la actividad partisana (Ueberschär, págs. 99-102, 106-7).


"Marcha del triunfo o el mito de la invencibilidad". 1942, de Boris Pavlovich Bobrov. Región de Saratov, Agit-Ventanas Nº 66


Ahora hacía frío en la Unión Soviética, aunque probablemente no más de lo habitual en esa época del año. El alto mando alemán, confiado en que su guerra relámpago del este terminaría a finales del verano, no había considerado necesario suministrar a las tropas el equipo necesario para luchar bajo la lluvia, el barro, la nieve y las gélidas temperaturas para una caída rusa en invierno. Por otro lado, se puede decir que la aparición de las condiciones invernales a mediados de noviembre favoreció a los alemanes; gracias a las temperaturas heladas pero todavía "moderadas", el suelo se congeló en noviembre de 1941, lo que hizo mucho más fácil para los panzers y otros vehículos avanzar por carreteras heladas y por terreno abierto que antes, durante la temporada de "rasputitsa" del otoño con sus frecuentes lluvias y el barro omnipresente. (Egorov)

Tomar Moscú se perfilaba como un objetivo extremadamente importante en la mente de Hitler y sus generales. Se creía, probablemente erróneo, que la caída de su capital “decapitaría” a la Unión Soviética y provocaría así el colapso del país. También parecía importante evitar que se repitiera el escenario del verano de 1914, cuando el aparentemente imparable avance alemán hacia Francia se había detenido in extremis en las afueras del este de París, durante la Batalla del Marne. Este desastre, desde la perspectiva alemana, le había robado a Alemania una victoria casi segura en las etapas iniciales de la Gran Guerra y la había obligado a una larga lucha que, sin recursos suficientes y bloqueada por la armada británica, estaba condenada a perder. Esta vez, en una nueva Gran Guerra librada contra un nuevo archienemigo, no iba a haber un nuevo "milagro del Marne", es decir, no vacilar a las afueras de la capital enemiga. Era imperativo que Alemania no se encontrara sin recursos y bloqueada en un conflicto largo y prolongado que estaba seguro de perder. A diferencia de París, Moscú caería, la historia no se repetiría y Alemania acabaría saliendo victoriosa. O eso esperaban en el cuartel general de Hitler.

La Wehrmacht siguió avanzando, aunque lentamente, ya a mediados de noviembre algunas unidades se encontraban a sólo treinta kilómetros de la capital; según los informes, algunas patrullas incluso penetraron en el suburbio de Khimki, situado a solo 20 km del Kremlin. Sin embargo, las tropas estaban ahora totalmente agotadas y sin suministros. Sus comandantes sabían que era simplemente imposible tomar Moscú, por tentadoramente cerca que estuviera la ciudad, y que incluso hacerlo no les daría la victoria. Una especie de derrotismo había comenzado a infectar a los rangos más altos de la Wehrmacht y del partido nazi. Incluso mientras instaban a sus tropas a avanzar hacia Moscú, algunos generales opinaron que sería preferible hacer propuestas de paz y terminar la guerra sin lograr la gran victoria que parecía tan segura al comienzo de la Operación Barbarroja. Poco antes de finales de noviembre, el ministro de armamento Fritz Todt le pidió a Hitler que buscara una salida diplomática a la guerra, ya que tanto militar como industrialmente estaba casi perdida. (Ueberschär, págs. 107–8)

Es en este contexto que, el 3 de diciembre, varias unidades de la Wehrmacht abandonaron la ofensiva por iniciativa propia. Pero en unos días, todo el ejército alemán frente a Moscú se puso a la defensiva involuntariamente. En efecto, el 5 de diciembre, a las tres de la madrugada, en condiciones de frío y nieve, el Ejército Rojo lanzó un gran contraataque que había sido bien preparado y disimulado bajo los auspicios del general Zhukov (Kershaw, págs. 513-14). La Wehrmacht fue tomada por sorpresa, sus líneas fueron perforadas en muchos lugares y durante los días siguientes los alemanes se vieron obligados a retroceder entre 100 y 280 kilómetros con grandes pérdidas de hombres y equipo. Era la primera vez en la historia que la Wehrmacht tenía que organizar una retirada importante y no había planes para tal operación; sólo con gran dificultad se evitó un cerco catastrófico y se pudo establecer una línea defensiva. El 8 de diciembre, Hitler ordenó formalmente a su ejército que abandonara la ofensiva y pasara a posiciones defensivas (Ueberschär, págs. 107-11; Roberts, pág. 111).


Arriba: caricatura de "Lápices de Lucha", dice: "Fritz iba bien firme pavoneándose, y de repente cayó en un lío y a reculones se marcha el tío" - Un proverbio ruso modificado que dice "Comenzaron riendo y se fueron llorando", Boris Efimov junto a Nicolai Dolgorukov, 1942. Abajo: "El rey de espadas. "Adolf I - una carta de triunfo rota" (1941 - guerra relámpago, 1943 - los nombres de las ciudades soviéticas abandonadas). Victory Museum. - Cartel: "Posición Máxima" de los geniales Kukryniksy. 1944. 


Así, los alemanes lograron sobrevivir a la contraofensiva soviética, que se agotaría a principios de enero de 1942. Hitler ignoró el consejo de sus generales de buscar una salida diplomática de la guerra y decidió continuar la batalla con la mínima esperanza de lograr la victoria de alguna manera. En la primavera de 1942, reuniría todas las fuerzas disponibles para una ofensiva en dirección al Cáucaso, cuyo petróleo Alemania necesitaba desesperadamente. Después de los éxitos iniciales, ese esfuerzo resultó en la catastrófica derrota en Stalingrado, que revelaría al mundo entero que Alemania estaba condenada. Pero quedémonos en 1941. 

Con la esperanza, en vano, según resultó, de que Tokio correspondiera con una declaración de guerra a la Unión Soviética, que habría obligado al Ejército Rojo a luchar en dos frentes, Hitler también declaró gratuitamente la guerra a Estados Unidos unos días después de recibir la noticia de Pearl Harbor, pero esa es una historia diferente. (Ver Pauwels 2015, págs. 79-85)

Hitler y sus generales habían creído, no sin razón, que para ganar la guerra, Alemania tenía que ganarla rápidamente. La comprensión, o al menos el temor, de que una “victoria a la velocidad del rayo” no se produciría ya había caído en la cuenta de muchos de los militares del Führer y los asociados del partido nazi durante meses, a partir de julio. El propio Hitler parece haberse negado a reconocer esta realidad hasta el 5 de diciembre, cuando el Ejército Rojo lanzó su contraofensiva a primera hora de la mañana. Ese día, sus generales llegaron al “cuartel general del Führer” y dejaron en claro que ya no podía ganar la guerra (Hillgruber, p. 81). Como hemos visto, la estrategia de la guerra relámpago había estado moribunda prácticamente desde el momento en que se implementó contra la Unión Soviética el 22 de junio anterior, y su agonía ha durado muchos meses, pero el 5 de diciembre puede verse como el día en que se certificó su muerte. Y, por lo tanto, no es descabellado declarar el 5 de diciembre de 1941 como la "gran ruptura (Zäsur) de toda la guerra mundial", en otras palabras, el punto de inflexión, al menos simbólicamente, de la Segunda Guerra Mundial, como Gerd R. Ueberschär, un experto alemán en la guerra contra la Unión Soviética, lo ha dicho. (Ueberschär, pág. 120). 

Sin embargo, la importancia del 5 de diciembre estuvo lejos de ser evidente para la mayoría de la gente en Alemania, la Unión Soviética y el resto del mundo. Fue sólo mucho más tarde, a principios de 1943, después de su catastrófica derrota en la Batalla de Stalingrado, que el mundo entero se daría cuenta de que la burbuja de la Alemania nazi había estallado. 

Una condición sine qua non para la victoria de Alemania, no solo en la guerra contra la Unión Soviética, sino en toda la guerra, era que la guerra relámpago en el este terminaría en un plazo máximo de ocho semanas, es decir, mucho antes de que comenzaran a caer los primeros copos de nieve. Sin embargo, en un esfuerzo hercúleo y al precio de sacrificios increíbles, los soviéticos redujeron la "guerra relámpago" de Hitler a un avance lento ya en el verano de 1941, lo que hizo que perdiera más fuerza sus bombardeos durante el otoño, mucho después de lo que se suponía debía haber concluido victoriosamente; y, finalmente liquidado a principios de diciembre, arruinando así las perspectivas de victoria de Hitler. Sólo a esa hora undécima, a finales de noviembre o principios de diciembre, hizo acto de presencia el general Invierno. Esta epifanía helada sin duda infligió otro tormento a los soldados alemanes ya exhaustos y desmoralizados en el frente.


"La voz de la bestia es su grito, se acabó la guerra relámpago, ya sonó el silbato" (1942). Autores V. Ivanov y O. Burovoy


Se puede decir que el mito que se acredita al General Invierno fue inventado nada menos que por el propio Hitler. En los días posteriores a ese fatídico 5 de diciembre, explicó el fiasco de Barbarroja como un revés temporal provocado por la supuesta anticipada llegada del invierno, es decir, como una especie de “acto de Dios”. Posteriormente, los nazis diseminaron este mito por toda Alemania, la Europa ocupada y el resto del mundo. Difícilmente se podía esperar que los nazis dijeran la verdad, es decir, admitieran que habían sido golpeados, "justa y directamente", como dice el refrán, por sus enemigos mortales, los comunistas soviéticos. Algo similar se puede decir de la situación posterior a 1945, cuando, en el contexto de la Guerra Fría, el mito nazi se recicló en Occidente para minimizar la contribución soviética a la derrota de la Alemania nazi.

Los invasores nazis fueron derrotados por el Ejército Rojo, que resultó ser mucho más fuerte, mejor equipado y mucho más motivado de lo que esperaban los agresores demasiado confiados. Como ha dicho Robert Kershaw, autor de una exhaustiva historia de la Ostkrieg, “el 'General Invierno' no fue responsable (de la derrota alemana)... (fue) la ferocidad y tenacidad de la resistencia rusa" (Kershaw, pág. 577).

El Ejército Rojo merecía este reconocimiento, pero el éxito soviético no habría sido posible sin el apoyo de la mayoría de los rusos y de muchos otros pueblos que componían la nación soviética, salvo, por supuesto, un número nada despreciable de colaboradores de cada país que se enfrentaba al Reich. Los alemanes creyeron erróneamente que la Unión Soviética estaría llena de ellos (colaboracionistas), por lo que serían recibidos con los brazos abiertos como libertadores, pero resultó ser todo lo contrario: se enfrentaron a una resistencia generalizada, incluida la resistencia armada de los partisanos. Es justo decir que sin un apoyo popular tan masivo, la Unión Soviética no habría sobrevivido al ataque nazi.


Tres caricaturas sobre el fracaso de la guerra relámpago. Izq: "Doblado en un arco!" No lo dejamos ir, al enemigo jurado: Que recuerde cuán cerca de Kursk ¡Estaba doblado en un arco!". Centro: "El alemán propone... y el ruso dispone" 1943, Kukryniksy. Derecha: "Estrategia Soviética". Nuestra estrategia es genial, nos hicimos cargo de la camarilla fascista". Efimov. 1975


¿Qué hay del papel de los líderes soviéticos, tanto políticos como militares que también merecen algo de crédito?, ha sido reconocido en el mundo occidental, al menos en el caso de un puñado de líderes militares como Zhukov, el defensor de Moscú, a quien se le ha enaltecido casi, pero no tanto, como a los generales anglo-estadounidenses Eisenhower y Montgomery e incluso comandantes nazis como Guderian y Rommel. Pero mientras que los líderes políticos de Occidente también han sido glorificados, por ejemplo, Churchill y Roosevelt, sus homólogos soviéticos suelen ser descartados como criminalmente incompetentes, con Stalin en el papel de bête noire

Esto requiere explicar el éxito soviético como resultado de una fuerza mayor, como la hipotética deus en machina. Como la intervención del General Invierno y/o la ayuda material masiva recibida del Tío Sam. El último argumento no tiene sentido por muchas razones. Que sea suficiente señalar aquí y ahora que en 1941, cuando los soviéticos arruinaron la guerra relámpago y cambiaron el rumbo de la guerra, incluso antes de que Estados Unidos entrara en la guerra, los soviéticos aún no recibieron la ayuda material estadounidense prometida. Por otro lado, durante ese mismo año, las corporaciones estadounidenses y los consorcios petroleros abastecían a los nazis, a través de la producción de sus sucursales en Alemania y las exportaciones a través de terceros países neutrales, con muchos camiones, aviones y otros equipos, así como con el combustible necesario para librar su guerra relámpago en el este (Pauwels 2015, págs. 78-79). A la luz de esto, la noción de que la ayuda estadounidense ayudó a la Unión Soviética a sobrevivir a Barbarroja se acerca a la risa.

Si bien el liderazgo político soviético, generalmente encarnado en Occidente como "Stalin", cometió numerosos errores, grandes y pequeños, al igual que todos los demás gobiernos de la época, hizo mucho para que la Unión Soviética sobreviviera al ataque nazi y finalmente para derrotar al monstruo nazi. Centrémonos brevemente en tres logros inevitables y totalmente tergiversados ​​en el mundo occidental

Primero, la conclusión de un pacto con la Alemania nazi en agosto de 1939. A través de ese acuerdo, los soviéticos ganaron un tiempo y un espacio de vital importancia: tiempo para mejorar sus defensas y trasladar industrias vitales hacia el interior; y el espacio de la llamada "Polonia Oriental", en realidad antiguo territorio ruso anexado por Polonia; los "frentes de partida" de un ataque alemán se movieron así cientos de kilómetros hacia el oeste, lejos de Moscú y otros centros importantes de la Unión Soviética. Sin el beneficio de este "glacis", es casi probable que la capital soviética hubiera caído en manos de los invasores alemanes en 1941 (Pauwels 2021).


V.I. Kaidalov. "El que siembra el viento cosechara la tempestad". Póster 1943. Museo del Arte del Lejano Oriente (URSS)


En segundo lugar, a finales de los años treinta, las autoridades soviéticas descubrieron una gran conspiración destinada a sabotear la defensa del país en caso de un ataque nazi. Esta camarilla traidora involucraba a comandantes de alto rango del Ejército Rojo, muchos de los cuales habían servido anteriormente al ejército zarista, como el mariscal Mikhail Tukhachevsky, de quien ahora se sabe con certeza que trabajó junto con los servicios secretos nazis con el propósito de facilitar un ataque alemán. Este episodio se retrata típica pero erróneamente en Occidente como un esquema maquiavélico orquestado por Stalin, quien supuestamente buscaba eliminar competidores potenciales que eran inocentes de cualquier delito; y esto implicó una “decapitación” del Ejército Rojo que supuestamente ayuda a explicar su pobre desempeño en las primeras etapas de Barbarroja.

Sin embargo, si esta “quinta columna” en la Unión Soviética no hubiera sido eliminada, el Ejército Rojo indudablemente lo habría hecho mucho peor en junio de 1941 de lo que realmente lo hizo; probablemente habría experimentado una “extraña derrota” como la sufrida un año antes, en mayo-junio de 1940, por el ejército francés, que estaba repleto de generales simpatizantes de los nazis. (Lacroix-Riz 2006) La eliminación de los homólogos soviéticos de los traicioneros generales franceses fue lamentada, por supuesto, por todos aquellos que deseaban la desaparición de la Unión Soviética en ese momento. Eso incluía a los líderes nazis, por supuesto, que habían esperado que la conspiración tuviera éxito y se sintieron muy decepcionados cuando se descubrió. En octubre de 1943, Heinrich Himmler, el jefe de las SS, que estaba profundamente involucrado en la guerra (y los crímenes de guerra) en la Unión Soviética, declaró en un discurso que creía “que Rusia nunca habría durado estos dos años de guerra... si hubiera retenido a los antiguos generales zaristas". (Furr, pág.146)

Pero la gente menos comprensiva entendió perfectamente bien por qué el liderazgo en Moscú había eliminado una "quinta columna" demasiado real. Albert Einstein escribió a un amigo que "los rusos no tenían más remedio que destruir a tantos de sus enemigos dentro de su propio campo como fuera posible". ("Tesis: Einstein, HG Wells y otras figuras destacadas ...")

En tercer lugar, durante el tiempo ganado por la conclusión del Pacto de 1939, el gobierno soviético logró transferir innumerables fábricas importantes de áreas cercanas a la frontera occidental al interior del país, incluso al otro lado de los Urales. Eso demostraría ser de crucial importancia en 1941, ya que permitió seguir produciendo todo tipo de armas y otros equipos estratégicos mientras se lo negaba a los invasores alemanes. Con respecto a este último objetivo, la política de “tierra arrasada” del gobierno también resultó útil.


W Zavyalov. "Golpea al enemigo". Poster de 1943, Museo del Arte del Medio Oriente (URSS)


Por cierto, mover una gran parte de la industria de un país en poco más de dos años hubiera sido imposible si la economía soviética hubiera sido capitalista, es decir, basada en la propiedad privada. Esta y otras consideraciones similares han llevado a un experto estadounidense en el campo, Sanford R. Lieberman, a afirmar inequívocamente que es poco probable que la Unión Soviética hubiera resistido la tormenta nazi si su sistema no hubiera sido el producido por los auspicios de la Revolución Rusa, que es, comunista. (Lieberman, p. 71) 

Es comprensible que, en el contexto de la Guerra Fría, los historiadores de la corriente principal y otros científicos sociales no estuvieran interesados en suscribir la idea de que la Unión Soviética debía su supervivencia en 1941 en gran medida al sistema socioeconómico comunista (y a los líderes comunistas del país) y, por lo tanto, trabajó arduamente para promover la noción antisoviética y anticomunista de que la tierra de los soviéticos había sobrevivido no porque, sino a pesar de ella (y ellos), es decir, a causa de un increíble golpe de suerte en forma de una intervención del General Invierno, además de alguna ayuda desinteresada del Tío Sam.

Si la guerra relámpago hubiera hecho su magia en la Unión Soviética en 1941, la Alemania nazi habría conquistado la Unión Soviética, una cornucopia de recursos estratégicos como el petróleo, le habría convertido en un gigante invulnerable que seguramente seguiría siendo el amo de Europa desde el Atlántico hasta los Urales y probablemente también del Medio Oriente y África del Norte. No habría habido Stalingrado, ningún desembarco en Normandía, ningún suicidio de Hitler en las ruinas del Berlín conquistado. 


Que el desagradable escenario de un “triunfo final” nazi (Endsieg) no se haya desarrollado, es algo por lo que debemos agradecer no al General Invierno, sino al Ejército Rojo, al pueblo soviético y al gobierno soviético.


"Al menos tomé Moscú", Leslie Illingworth, Daily Mail, dibuja a Hitler en un automóvil. Según la señal de tráfico, el coche se dirige desde Stalingrado. Al fondo, vemos el ejército alemán en retirada. Napoleón Bonaparte está montando un caballo fantasma cerca. El fantasma se dirige al Führer con las palabras "Al menos tomé Moscú".

Dr. Jacques R. Pauwels

La fuente original de este artículo es Global Research

Copyright © Dr. Jacques R. Pauwels, Investigación global, 2021

Las fuentes de información del Dr. Pauwels constan en el texto original en inglés 

Todo el material gráfico y las notas de pie de foto son adicionadas por el editor de este blog (wwwdetectivesdeguerra.com)

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