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11 agosto 2020

Mito y realidad del plan nazi para secuestrar a Pío XII



por Tito Andino U.


Existe poca literatura sobre un presunto plan nazi para secuestrar al Papa en la mismísima "Santa Sede" Vaticana (no obstante encontrarnos en internet con muchos artículos referenciales), algunos historiadores dan por hecho evidencia circunstancial. Cabe la posibilidad que Hitler haya planteado ese escenario tras la caída de Mussolini y la retirada de Italia de la guerra (septiembre 1943), también podría haberse planteado arrestar al Rey de Italia, Víctor Manuel III. Vagas declaraciones de testigos, que incluye a un alto mando de las SS, la "mano derecha" del todopoderoso Heinrich Himmler, el Obergruppenführer SS Karl Wolff, mantiene abierta la teoría. Pero, curiosamente, tenemos más evidencia de cómo el Vaticano protegería a Pío XII que los "planes" nazis para secuestrar al Papa.

Una semblanza de la vida del SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Karl Wolff, la ensayaremos en otra entrada con un profundo análisis, éste aburguesado y educado hombre inició con éxito su carrera en 1933 en el partido nazi, incorporándose a la Oficina Central de Personal del Reichsführer SS (Heinrich Himmler). Diputado al Reichstag en 1936; de 1939 a 1943 como Oficial de enlace entre Himmler y la Cancillería de Hitler. Jefe de las SS y de la Policía en Italia así como Gobernador Militar de la Italia ocupada (1943-1945).


     SS-Obergruppenführer y General de las Waffen SS, Karl Wolff


Con semejante curriculum, Jefe del Estado Mayor personal de Heinrich Himmler por 10 años, Wolff estaba implicado en las directrices emanadas de la Jefatura de las SS. Negó conocer detalles sobre el holocausto y se declaró un burócrata. No está demás recordar a sus otros colegas nazis, burócratas asesinos de despacho. (VER: "Las elites nacionalsocialistas y los asesinos de despacho").

Wolff evadió los procesos de Nuremberg, fue solo citado como testigo de la acusación. Al parecer "compró" su vida y libertad por su rol en la "Operación Sunrise", las negociaciones secretas con el mando estadounidense (marzo de 1945 en Suiza) para la capitulación de los ejércitos alemanes combinados en el suroeste de Europa del 29 de abril de 1945.

Como hemos señalado, el tema central es Pío XII y el presunto plan para raptarlo.


La polémica 

 ¿ Planeó Hitler invadir el Vaticano y arrestar al Papa?

Tenemos alguna literatura al respecto, incluso el cine incursionó en la materia (ver notas a pie de página). Quien hizo más por difundir tal hipótesis fue el propio SS Karl Wolff en sus años posteriores a la prisión, dedicándose a dar conferencias. Todavía se recuerdan los documentales de televisión,"The World At War" y otros, en los que acepta haber presenciado la ejecución de partisanos en Minsk junto a Himmler en 1941.



El real poder de Karl Wolff dentro de las SS puede ser apreciado en estas secuencias gráficas, se observa a Wolff junto a Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich, los máximos jefes de las SS hasta el asesinato de Heydrich en 1942.

Fue a inicios de la década de 1970, cuando surge con fuerza la teoría del supuesto complot para secuestrar al Papa Pío XII y, claro, quien relata la historia no es otro que Karl Wolff. Según su versión, Hitler le habría dicho el 13 de septiembre de 1943:


"Tengo una misión especial para usted, Wolff. Será su deber no hablar con nadie antes de darle permiso para hacerlo. Solo el Reichsführer lo sabe. Lo entiende? ... Quiero que usted y sus tropas pasen a ocupar la Ciudad del Vaticano, tan pronto como sea posible, asegurar sus archivos y tesoros artísticos, y se traslade al Papa y a la Curia al norte. No quiero que caiga en manos de los aliados o estar bajo su presión e influencia política. El Vaticano ya es un nido de espías y un centro de propaganda anti nacionalsocialista".

Según Wolff, persuadió al Führer no hacerlo, aunque también afirma que desobedeció a Hitler y que se infiltró en el Vaticano para advertir al Pontífice. Estos detalles provienen de un documento redactado por Wolff en 1972 y que Avvenire d'Italia lo hiciera público en 1991; y, en entrevistas personales de Wolff antes de su muerte en 1984. El diario italiano, en su actual versión digital, publicó un artículo el 26 octubre de 2010 en que se señala: "... el supuesto plan de secuestro del Papa buscado por Hitler, un proyecto que, para Del Noce, "no está probado por ningún documento", mientras que para Bernabei "está demostrado por la declaración del ex general de las SS Karl Wolff en el juicio de Nuremberg". En 2014, "Avvenire" publicó otra noticia volviendo a sugerir que Hitler ordenó a Wolff secuestrar al papa Pío XII y que Wolff se habría negado. 

Estamos frente a un supuesto complot parecido al "intento" de gasear el bunker de Hitler y que solo "sabía" el autor del "fallido" magnicidio, Albert Speer. El caso Wolff, redactado por él mismo en 1972 fue más conocido por las posteriores entrevistas concedidas por éste, siendo ese material la base de las publicaciones sobre el tema. 

La credibilidad de Wolff quedó en entredicho cuando a fines de los 70 se involucró con el periodista de "Stern" Gerd Heidemann. Viajaron a Sudamérica para entrevistarse con Walther Rauff y Klaus Barbie, buscados por crímenes de guerra. Wolff asumió -por su "prestigio" de nazi del más alto nivel- el cargo de consultor de los supuestos diarios de Hitler. "Hitler-Tagebücher" (Los Diarios de Hitler), 60 pequeños libros escritos por Konrad Kujau, publicados por el semanario alemán "Stern" en 1983, que pretendían hacerse pasar como anotaciones auténticas de Hitler a manera de un diario. 



Secuencias fotográficas del "Hitler-Tagebücher". En la tarde del 6 de mayo de 1983, las agencias de noticias informaron que los diarios de Hitler eran falsificaciones. Los informes de expertos de la Oficina Federal de Policía Criminal y el Instituto Federal para Pruebas de Materiales habrían demostrado inequívocamente que los materiales utilizados en la encuadernación solo se fabricaron después de la Segunda Guerra Mundial.


Luego de ser denunciado el fraude, pericias ordenadas por vía judicial los declararon como una burda falsificación. En 1985, Konrad Kujau y Gerd Heidemann fueron sentenciados a 42 meses de prisión por estafa. Wolff fue llamado a asistir al juicio de Heidemann y Kujau, negándose a presentarse. Wolff fallecía el 17 de julio de 1984, meses antes de que se emitiera la sentencia por falsificación. 


La polémica entre historiadores

Conforme varios historiadores, la fiabilidad de Wolff ha sido cuestionada por argumentos como los arriba esbosados y por otras cuestiones debatibles. El más conocido caso es el planteamiento del profesor István Deák, profesor de historia en la Universidad de Columbia quien analiza el libro de Dan Kurzman "A Special Mission: Hitler´s secret plot to seize the Vatican and kidnap Pope Pius XII" (Una misión especial: el complot de Hitler para apoderarse del Vaticano y secuestrar al papa Pío XII" (2007). Kurzman promovió la historia de Wolff. Deák afirma que Kurzman resulta ser demasiado "crédulo" al "aceptar sin crítica la validez de documentos controvertidos y cree incuestionablemente en las declaraciones que le hizo su director, el interlocutor alemán, ex general de las SS Karl Wolff". Deák fue muy crítico con la "modesta documentación" del libro que contiene "una gran cantidad de referencias vagas o inexactas". 

Kurzman respondió, produciéndose un interesante y valioso debate que es referencia para entender esta episodio de la historia. Verdad o ficción?. 



Dan Kurzman y su libro "A Special Mission: Hitler´s secret plot to seize the Vatican and kidnap Pope Pius XII"

Leamos la polémica entre los dos historiadores. 

1.  "The New York Review of Books" publicó en su edición del 12 de junio de 2008 un artículo de István Deák: "Did Hitler Plan to Kidnap the Pope?" (¿Planeaba Hitler secuestrar al papa?), a manera de reseña del mencionado libro de Dan Kurzman. 

A continuación un extracto de este artículo sobre Pío XII, como antecedente:


"Eugenio Pacelli fue elegido Papa en 1939, se esperaba que, como admirado líder religioso y hábil diplomático, demostrara ser un agente bienvenido de la estabilidad europea, un "príncipe de paz"... "Sin embargo, pocos papas ejercieron menos influencia política durante una gran crisis mundial que él. Las generaciones posteriores insisten en asignar una influencia histórica mundial, ya sea bendecida o malvada, a un hombre cuya política se caracterizó principalmente por la ineficiencia y la vacilación. Inmerso en meditaciones místicas, que entre otras cosas produjeron el dogma de 1950 de la asunción a la gloria celestial del cuerpo y el alma de Santa María, el Papa Pío XII rara vez hizo uso de su considerable experiencia en asuntos internacionales.


El cardenal Eugenio Pacelli, antes de ser elegido Papa

Pío XII había esperado desde la década de 1930 una cooperación mundial contra el comunismo soviético, pero no pudo evitar el estallido de la guerra entre las democracias occidentales y la alianza nazi-fascista. Tampoco pudo lograr una paz negociada entre la Alemania nazi y los aliados occidentales para evitar la invasión soviética de Europa. El estado fascista italiano le prestó poca atención seria a él o a los intereses de su iglesia. Los nazis alemanes explotaron hábilmente el anticomunismo de Pío XII y su conciencia de la vulnerabilidad del estado del Vaticano para establecer un control firme sobre la Iglesia y los fieles católicos en Alemania.
Temeroso de la ira de Hitler, el Papa apenas levantó la voz contra el racismo y el anticlericalismo nazi, y habló aún menos contra el antisemitismo nazi. No defendió a la sufrida nación católica polaca, ni a las víctimas cristianas del programa de eutanasia nazi, ni a los judíos de su propio obispado en Roma. Intentó pero no pudo detener el bombardeo estadounidense de Roma y los ataques partisanos comunistas en la ciudad contra los ocupantes alemanes. Los aliados occidentales, cuando finalmente llegaron a Roma en junio de 1944, estaban interesados ​​principalmente en utilizar Pío XII para sus propios fines de propaganda.
Sin duda, fue un error esperar tanto de Pío XII, y aún hoy el debate continúa sobre sus logros. Eso puede verse como parte de una gran guerra cultural dentro de la civilización occidental.... 


El Obergruppenführer SS Karl Wolff, en 1937. A la derecha, París, 23 junio 1940. El primero a la izquierda es Karl Wolff, junto al arquitecto Hermann Giesler, Albert Speer, Adolf Hitler y Arno Breker.

2) "The New York Review of Books", publica el 25 de septiembre de 2008 una respuesta de Dan Kurzman al artículo de István Deák: Did Hitler Plan to Kidnap the Pope? (12 junio 2008). Esta publicación de The New York of Books titula: "Hitler´s Secret Plot. Dan Kurzman, reply by István Deák" (La trama secreta de Hitler). 

Leamos:

- Dan Kurzman responde a István Deák
A los editores:
Aprecio el comentario de István Deák en su reseña de mi libro "Una misión especial: el complot secreto de Hitler para apoderarse del Vaticano y secuestrar al papa Pío XII" [NYR, 12 de junio] de que es "interesante" y que soy "el primero en construir la historia en una trama nazi sistemática". Pero aprecio mucho menos su insulto a mi integridad profesional al cuestionar mi "credulidad".
El profesor Deák escribe que acepto acríticamente "la validez de los documentos controvertidos e incuestionablemente [creo] en las declaraciones que me hizo [mi] principal interlocutor alemán, el ex general de las SS Karl Wolff". Uno solo puede preguntarse si el Sr. Deák ha leído mi libro. Si leyera solo el prefacio, sabría que verifiqué las declaraciones de Wolff con casi todos los altos funcionarios alemanes supervivientes que estuvieron involucrados en el plan de secuestro, o lo sabían.
E incluyeron a personas clave como Rudolph Rahn, el embajador alemán en el estado grupal de Mussolini establecido en el norte de Italia después de la expulsión del Duce de Roma; Eitel Möllhausen, asesor de Rahn en Roma; Albrecht von Kessel, asesor de Ernst von Weizsäcker, embajador alemán en el Vaticano; y el coronel de las SS Eugen Dollmann, el enlace de Wolff con el mariscal de campo Albert Kesselring, el comandante militar supremo en Italia. Además, el padre Peter Gumpel, quien como investigador principal del Vaticano de las calificaciones de Pío para la santidad tenía acceso ilimitado a documentos y testimonios orales, me dijo que la evidencia apoyaba las afirmaciones de Wolff.
Habiendo escrito diecisiete libros y servido como corresponsal del Washington Post, me enorgullece haber ganado el Premio George Polk Memorial, el Premio Overseas Press Club por el "Mejor Libro sobre Asuntos Exteriores" del año (dos veces), el Premio Nacional del Libro Judío, y el Premio de la Portada del Gremio de Periódicos por "Mejor Informe Extranjero".
Condescendientemente, el profesor Deák busca disminuir la validez de mi informe cuando escribe: “Según Wolff, y por lo tanto también según Kurzman, el Führer consideró al Papa en parte responsable de la 'traición' italiana”. ¿Puede el profesor Deák ignorar que ¿El sentimiento de Hitler sobre esto ha sido reportado en muchas historias? No tuve que depender de Wolff para obtener esta información.
El crítico también escribe que "Kurzman se toma en serio" lo que él llama un "vuelo de la fantasía italiana", una carta escrita por un dignatario fascista italiano de alto rango con vínculos con las SS y otro que describe algunos de los horripilantes detalles del plan de secuestro de Hitler. Esto podría haber sido un vuelo de la fantasía de Hitler, pero gran parte de la Segunda Guerra Mundial también lo fue. En cualquier caso, no trato de juzgar la gravedad de la carta, sino simplemente informar de su existencia.
Finalmente, el profesor Deák escribe: "Uno debe preguntarse por qué Hitler hubiera querido secuestrar e incluso matar al Papa, que era más enemigo de la Unión Soviética que de la Alemania nazi". Si leía mi libro, el Sr. Deák debería saber la respuesta: Pío, después de enterarse del complot de Hitler, se dio cuenta de que los nazis representaban el mayor peligro inmediato. Le tenía tanto miedo a Hitler que dejó de hacer pronunciamientos antisoviéticos e incluso ordenó a los obispos estadounidenses que no se opusieran a la ayuda militar estadounidense a la Unión Soviética. Hitler, por otro lado, quería reemplazar el Vaticano, de hecho todas las instituciones cristianas, con una religión nazi que propagaría en todas las áreas conquistadas. Su odio hacia Pío fue alimentado por la creencia de que el Papa bloqueó su camino hacia el éxito.
Dan Kurzman
North Bergen, Nueva Jersey.


István Deák, estadounidense (nacido en 1926 en Hungría), historiador, autor y académico. Es autor de varios libros como: "Los intelectuales de izquierda de Weimar en Alemania: una historia política de Weltbühne y su círculo" (1968); "Más allá del nacionalismo: una historia social y política del cuerpo de oficiales de los Habsburgo, 1848-1918" (1990); "Ensayos sobre la Europa de Hitler" (2001); "Europa a prueba. La historia de colaboración, resistencia y retribución durante la Segunda Guerra Mundial" (2015).

* István Deák responde:
Permítanme asegurarle al Sr. Kurzman que no deseo "cuestionar su credulidad"; por el contrario, traté de ilustrarlo con ejemplos tomados de su libro. Lo que me preocupaba era la falta de fiabilidad de muchas de sus fuentes, lo que debería haberlo hecho ser más cauteloso en sus juicios. Ciertamente, siempre sería un error pedir evidencia escrita, especialmente porque los documentos falsificados son tan frecuentes hoy como las declaraciones falsificadas. Sabemos por disputas históricas recientes cuán provocativo fue el historiador británico "semi-fascista" David Irving cuando ofreció pagar una recompensa considerable a cualquiera que pudiera presentar evidencia escrita de Hitler ordenando el exterminio de los judíos. Hasta ahora, parece que no hay tal documento; pero existen los escritos, discursos, pronunciamientos y cartas del Führer, así como las órdenes de sus funcionarios.
Las declaraciones históricas basadas en evidencia oral a menudo provocan un debate. La pregunta aquí es cuánto crédito dar a las declaraciones del general de las SS Karl Wolff, quien después de la guerra se presentó como el salvador de los italianos, el Vaticano e incluso de muchos judíos, pero durante la guerra había estado profundamente involucrado en el Holocausto. El 12 de agosto de 1943, por ejemplo, le escribió al subdirector general del Reichsbahn, el sistema ferroviario estatal alemán: "Estimado miembro del partido Ganzenmüller: ... Con especial alegría, noté su seguridad de que durante dos semanas se ha utilizado los trenes para llevar, todos los días a 5.000 de las personas elegidas para Treblinka", que era un campo de exterminio importante.
Después de la guerra, Wolff disfrutó de la protección de Allen Dulles y la CIA por haber negociado con Dulles la rendición de las fuerzas alemanas en Italia unos días antes de la rendición general alemana. Obviamente, Wolff intentaría mostrarse favorablemente cuando lo entrevistara un importante periodista estadounidense, al igual que los otros generales y diplomáticos alemanes, todos ex miembros del partido nazi, a quienes el Sr. Kurzman entrevistó en un momento u otro. Todos afirmaron haber despreciado a Hitler y haber hecho todo lo posible para frustrar sus malvados planes. Sin embargo, con respecto a las órdenes de Hitler de que el Papa sea secuestrado e incluso asesinado, en las memorias de diplomáticos alemanes en Italia como Ernst von Weizsäcker y Rudolf Rahn no hacen más que dar una breve mención de algunos rumores sobre planes para ocupar el Vaticano o tal vez incluso secuestrar al Papa. 
Es cierto que hay una carta sin fecha del líder fascista Paolo Porta de Como dirigida al líder fascista Vincenzo Costa en Milán, que parece ser el único documento que describe un plan de asesinato concretoPero la fuente de Paolo Porta es un "funcionario superior de las SS" no identificado, y se equivoca al referirse a la 8va División de Caballería de las Waffen SS Florian Geyer como la unidad cuyos soldados atacarían al Vaticano disfrazados de partisanos italianos. Supuestamente, masacrarían a todo el clero allí y secuestrarían al Papa, solo para ser masacrados a su vez por miembros de la División Panzer de Paracaidistas Hermann Göring para "no dejar testigos sobrevivientes". El problema es que la División Florian Geyer no luchó en Italia sino en el frente oriental durante toda la guerra: la saga de estos famosos jinetes terminó cuando casi todos fueron muertos durante el asedio del ejército rojo a Budapest en el invierno de 1944-1945.
En cuanto a mi afirmación de que los soviéticos eran un enemigo mayor para Pío XII que los nazis, todo lo que puedo decir es que más expertos en el período apoyarían esta proposición que la negarían; pero el Sr. Kurzman tiene, por supuesto, derecho a su opinión.
Finalmente, si el Sr. Kurzman se hubiera tomado la molestia de indicar los lugares y las fechas de sus muchas entrevistas, y si las transcripciones de ellas existieran y pueden consultarse, sus declaraciones habrían ganado en persuasión y habría conseguido que  su libro sea más interesante y su éxito fuera aún más grande.


Himmler, Ribbentrop y Karl Wolff, 21 junio 1940. Francia - Compiégne, negociaciones del armisticio francés.

3. The New York Review of Books, a su vez, vuelve a publicar el 20 de noviembre de 2008 una nueva réplica de Dan Kurzman, respondiendo a István Deák. El tema es planteado bajo el título "Can We Believe General Karl Wolff? Dan Kurztman, reply by István Deák" (¿Podemos creer al general Karl Wolff?).

El texto es el siguiente:

En respuesta a:
'La trama secreta de Hitler' del 25 de septiembre de 2008
A los editores:
Permítame comentar la respuesta de István Deák a mi carta [NYR, 25 de septiembre] en referencia a su reseña de mi libro, "Una misión especial: el complot secreto de Hitler para apoderarse del Vaticano y secuestrar al papa Pío XII". Le estoy agradecido por llamar al libro un "éxito". Y estoy de acuerdo con él en que "los documentos falsificados son tan frecuentes hoy como las declaraciones falsificadas". Pero me sorprende su advertencia de que debería ser "más cauteloso" en mis juicios sobre la veracidad de las declaraciones hechas por mis entrevistados alemanes. Precisamente porque fui cauteloso, entrevisté no solo al general de las SS Karl Wolff sino a casi todos los demás con conocimiento del complot, incluidos altos funcionarios del Vaticano. Como un reportero bastante experimentado, hice a cada uno de los alemanes preguntas específicas orientadas a revelar contradicciones, y sus respuestas reflejaron consistencia.
Además, se sabía que varios de los entrevistados eran antinazis, como lo muestro en mi libro. Por ejemplo, Albrecht von Kessel, asesor de Ernst von Weizsäcker, el embajador en el Vaticano, no fue juzgado por los Aliados después de la guerra porque era miembro de la conspiración fallida de 1944 contra Hitler. El propio Weizsäcker apoyó la conspiración y, según un informe de OSS, escondió a una familia judía en Roma. Y Eitel Möllhausen, un diplomático alemán en Roma, y ​​Rudolf Rahn, el embajador alemán en la república de Mussolini en el norte de Italia, conspiraron contra Hitler y, usando una artimaña, salvaron a los judíos de Túnez. Möllhausen también fue fundamental para salvar a la mayoría de los judíos de Roma.
El Sr. Deák escribe, además, que Weizsäcker y Rahn se refirieron solo a un "rumor" sobre el plan de secuestro en sus memorias. Pero esta referencia simplemente refleja la renuencia de los diplomáticos antinazis a admitir públicamente que incluso un alemán tan malvado como Hitler conspiraría seriamente contra el Papa, el líder espiritual del 40 por ciento de la población alemana. Y cuando entrevisté a Rahn y Kessel, el ayudante de Weizsäcker, se mostraron reacios, aunque, después de mucha insistencia, confirmaron el "rumor" en detalle.
En cuanto a los comentarios del revisor sobre la carta que un líder fascista italiano escribió a otro que describe el plan de secuestro, no declaro en mi libro que acepto la validez del contenido de la carta. Solo puedo decir que los detalles fueron consistentes con lo que escuché de mis entrevistados. El escritor fascista podría haberse equivocado al mencionar que la División Herman Goering Florian Geyer estaba luchando en el frente oriental y, por lo tanto, no estaría involucrada en el complot. Pero, por otro lado, una unidad de esta división de élite podría haber sido transferida fácilmente a Roma para esta misión especial. 
El Sr. Deák dice además que la mayoría de los expertos estarían de acuerdo en que los soviéticos eran un enemigo mayor del Papa en el período anterior a la liberación de Roma que los nazis. Si su estimación es precisa, ayuda a explicar el fracaso de estos expertos en levantarse de sus sillones e investigar el "rumor" del complot de Hitler y el efecto que tuvo en las acciones y la actitud del Vaticano. Ellos, el Sr. Deák incluido, realmente debería haber entrevistado a algunas de las muchas fuentes que me ayudaron a dar forma a la verdad.
Dan Kurzman 
North Bergen, Nueva Jersey



Karl Wolff, junto a Hermann Fegelein, Heinrich Himmler y Erich von dem Bach Zelewski. 


* István Deák responde:

Aprecio los repetidos intentos del Sr. Kurzman de demostrar que algunos diplomáticos alemanes delegados en Italia y el General de las SS Karl Wolff advirtieron repetidamente a Pío XII de la intención de Hitler de invadir el Vaticano y secuestrar, así como eventualmente asesinar al Papa. Según esta teoría, las advertencias de estos alemanes simpatizantes del Vaticano obligaron al Papa, en 1944, a no arriesgarse a defender a los romanos y otros judíos. Desafortunadamente, en su nueva carta, el Sr. Kurzman nuevamente no prueba que sus fuentes sean confiables. Además, agrega un nuevo error, aunque menor, a los contenidos en su libro y su carta anterior al referirse negligentemente a dos divisiones del ejército alemán, Florian Geyer y Hermann Göring, como si fueran una sola división.
Sin embargo, lo que cuenta es que todavía no ha dado suficientes indicaciones de cuándo, con qué frecuencia y bajo qué circunstancias entrevistó a Karl Wolff o a los ex diplomáticos alemanes. Necesitamos saber si el Sr. Kurzman tomó notas en el momento de las entrevistas y si las notas están disponibles. Con respecto a Karl Wolff, por ejemplo, la única indicación que Kurzman da para la fecha de su entrevista es cuando escribe que "entrevisté al general Wolff durante muchas horas después de su liberación de la prisión como criminal de guerra" y de otros comentarios que sugieren que el encuentro tuvo lugar "mucho después de la guerra", en un momento en que Wolff ocupó un "hogar modesto en Darmstadt".
Podemos suponer, entonces, que la entrevista tuvo lugar en algún momento después de 1969, ya que Wolff había sido arrestado en 1962 por las autoridades de Alemania Occidental por participar en el asesinato de 300.000 judíos, y había estado en una prisión alemana desde su condena por crímenes de guerra en 1964 hasta su liberación, por motivos de mala salud, en 1969. Los lectores diligentes también pueden descubrir que Kurzman entrevistó a Wolff para su libro de 1975, "The Race for Rome", llevándonos a la conclusión de que la entrevista tuvo lugar en algún momento entre su liberación de la prisión alemana y 1975. Todo esto no cambia el hecho de que "Una Misión Especial" no contiene información sobre la fecha y las circunstancias de la entrevista.
En lo que respecta a los diplomáticos alemanes, todo lo que sabemos es que, en sus memorias de la posguerra, escriben sobre rumores sobre la presunta conspiración para secuestrar al Papa; si mantuvieron el resto de la información en secreto para no estropear aún más el buen nombre del pueblo alemán es pura especulación, especialmente porque Kurzman nuevamente no dice cuándo y con qué frecuencia entrevistó a Weizsäcker, Rahn y compañía. y si tiene notas sobre las entrevistas.
En resumen, no importa si uno es un historiador profesional o un periodista exitoso; ambos están obligados a decir cuándo y en qué circunstancias hablaron con los sujetos de su curiosidad y si queda alguna evidencia de estas conversaciones.


Hitler diseñando estrategias, observan atentos el mariscal Keitel y el SS Karl Wolff


Material adicional

Citado y resumido de "Alleged plot to kidnap pope Pius XII: Revision history" (Wiki)

Otros testigos en la supuesta conspiración para secuestrar a Pío XII


El Coronel Erwin von Lahousen en los juicios de Nuremberg declaró el 1 de febrero de 1946 que Hitler había ordenado a la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich) idear un plan para castigar a los italianos ya sea el secuestro o asesinato de Pío XII y el Rey de Italia. Lahousen afirmó haberlo comunicado al almirante Wilhelm Canaris, jefe del servicio de contraespionaje alemán, quien a su vez puso en alerta a su homólogo italiano, el general Cesare AME en una reunión secreta en Venecia entre el 29-30 de julio de 1943. Lahousen y el coronel Wessel Freytag von Loringhoven también estuvieron presentes en esta reunión. AME aparentemente tomó medidas para evitar la trama. 

Rudolf Rahn, Plenipotenciario alemán en la República Social Italiana (RSI), mediante carta a Robert A. Graham (editor) en la década de 1970 y publicado por la revista italiana "30 Giorni" en 1991, indica que existía tal trama y que todos los documentos relacionados habían sido destruidos o se perdieron. Rahn murió en 1975.

John Cornwell, autor del libro "El Papa de Hitler" (1999) se adhiere a la existencia de un complot basado en Wolff, a quien califica de héroe, cuyo "objetivo" era "impedir la expulsión del Papa", afirma que Wolff fue capaz de convencer a Hitler para abandonar el plan. El valor histórico del libro de Cornwell ha sido puesto en duda por algunos autores como Kenneth L. Woodward, que escribió una reseña del libro para la revista Newsweek (27 septiembre 1999), señalando "los errores de hecho y la ignorancia de contexto que aparecen en casi todas las páginas”. El Dr.Peter Gumpel, experto en el período de guerra del papado de Pío XII, refutó punto por punto a Cornwell. 

Otros títulos: Prof. Ronald Rychlak, investigador que dirigió la publicación de Cornwell, con "Hitler, la guerra y el Papa" (luego habría una edición revisada y ampliada) y "La Guerra de Pío: Respuestas a los críticos de Pío XII". El rabino David Dalin escribió "El mito del Papa de Hitler". También tenemos un libro de Gordon Thomas: "Los Judíos del Papa", con el subtítulo "El Plan secreto del Vaticano para salvar a los judíos de los nazis".


Karl Wolff y el Reichsführer Heinrich Himmler en la reunión con Francisco Franco y Ramón Serrano Súñer en España, 25 de octubre de 1940. (Bundesarchiv Bild)

El caso de Wolff ha sido tratado como "un rumor sin consecuencias". El mismo Kurzman tuvo que reconocer que no existen documentos oficiales alemanes que se refieren a la trama, ya que Hitler prohibió que fuera puesto por escrito. Hasta Kurzman tuvo que reconocer que muchos aspectos del testimonio de Wolff eran demostrablemente falsos, no obstante, "otras personas clave" corroboran la historia de Wolff. 

Los entrevistados de Kurzman incluyen: Rudolph Rahn, embajador de Alemania en el RSI (República Social Italiana); Eitel Mollhausen, el segundo de Rahn; Albrecht von Kessel, asesor de Ernst von Weizsäcker; coronel de las SS Eugen Dollman, enlace de Wolff ante el Mariscal de Campo Albert Kesselring; el padre Peter Gumpel, historiador del Vaticano y relator para la canonización de Pío XII, afirma que los documentos no publicados apoyan la existencia de una trama.  Gumpel ha afirmado también que Pío XII hizo planes de renunciar en el caso de ser secuestrado.

Owen Chadwick, profesor de historia en Cambridge, estudió los documentos de D'Arcy Osborne, embajador británico en el Vaticano durante la guerra, argumenta que el Mando del Ejecutivo de Guerra Política (PWE) británico, un cuerpo clandestino fue creado para producir y difundir propaganda blanca y negra, para dañar la moral del enemigo y aliados de los nazis, así como mantener la moral en los países ocupados. Según Chadwick el PWE habría dedicado tiempo a la Propaganda de falsificación de transmisiones alegando que el Papa iba a ser confinado en el castillo de Lichtenstein. Se habrían fabricado al menos dos transmisiones inalámbricas "alemanas" en apoyo de la teoría, sobre la base de una preexistente "rumor de secuestro". Existe constancia de que el 9 de octubre de 1943, los británicos lanzaron una emisión falsa en alemán afirmando que todos los prepartativos  para el secuestro estaban listos. Dos días más tarde, otra transmisión falseada señalaba que el Castillo de Lichtenstein en Württemberg estaba listo para retener al Papa y a los cardenales.

El propio Osborne consideró ese hecho de increíblemente improbable, la misma presencia del Papa en el Vaticano impedía a los británicos bombardear un centro de comunicaciones clave, que estaba adyacente, del ejército alemán en Italia. Weizsäcker, el embajador alemán, ya había asegurado antes que el propio Vaticano no sería ocupado por los alemanes al ocupar las tropas Roma, tras el colapso del gobierno de Mussolini.



Portada del libro de David Garnett. La historia secreta de PWE: El Ejecutivo de guerra política 1939-1945 (2002, Little, Brown Book Group, no disponible en castellano). De todas las organizaciones de inteligencia secretas de Gran Bretaña, la menos conocida es el Ejecutivo de Guerra Política, desarrollado para llevar a cabo una guerra psicológica contra los nazis. La historia del PWE ha sido desclasificada por la oficina del Gabinete y publicada 50 años después de haber sido completada y enviada a los archivos secretos de Whitehall.

David Alvarez y Robert A. Graham, sacerdotes jesuitas historiadores elegidos por el Papa Pablo VI para editar el ADSS (Actas y Documentos de la Santa Sede relacionados con la Segunda Guerra Mundial. Colección de 11 volúmenes de los archivos históricos del Vaticano) concluyen que un secuestro de este tipo hubiera indignado a los católicos de todo el mundo y desestabilizado la ocupación alemana en las naciones católicas. Álvarez y Graham argumentan que los propagandistas aliados "no se encogieron ante la oportunidad" de explotar la situación reinante, incluso sobre que el Papa contemplaba abandonar el Vaticano debido a las amenazas del Eje. Estos rumores de la PWE no fueron recogidos ni siquiera por los diplomáticos alemanes. 

"El rastro de evidencia más clara en la maraña de rumores, la memoria y la ficción que rodea la trama que pretendía secuestrar al Papa conduce de vuelta a Londres en lugar de Berlín". 

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Fuentes de consulta



Notas de Referencia

Kurzman, Dan. (2007). "Una misión especial: trama secreta de Hitler para aprovechar el Vaticano y secuestrar a Pío XII". Da Capo Press. ISBN 0-306-81468-4.
- Lingen, Kerstin von (2008). "Conspiración del silencio: cómo los ´viejos muchachos´ de la inteligencia estadounidense protegieron al general de las SS Karl Wolff del procesamiento". Estudios del Holocausto y Genocidio. Oxford University Press. 22 (1): 74-109. doi: 10.1093 / hgs / dcn004.
- Lingen, Kerstin von (2013). "Allen Dulles, el OSS y los criminales de guerra nazis: la dinámica del enjuiciamiento selectivo". Nueva York: Cambridge University Press. ISBN 978-1-107-02593-6.
- Alvarez, David J., y Graham, Robert A. 1997. "Nada sagrado: el espionaje nazi contra el Vaticano", 1939-1945 . Frank Cass Editores.
- Chadwick, Owen. 1988. "Gran Bretaña y el Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial". Cambridge University Press.
- Cornwell, John . 1999. "El Papa de Hitler: La historia secreta de Pío XII". Vikingo. ISBN  0-670-87620-8
- Dalin, David. 2005. "El mito del Papa de Hitler". Regnery Publishing.

Artículos relacionados en la web:


Televisión

- "Sotto il Cielo di Roma". (2010). La trama se presenta en una miniserie de la televisión de coproducción italiana-alemana (2 episodios de 100 minutos c/u) protagonizada por James Cromwell como Pío XII: "Sotto il Cielo di Roma" (Bajo el cielo de Roma). Se centra en el tema de Pío XII y la razzia romana. 

- "The Scarlet and the Black" (Escarlata y Negro)  es una película de 1983 hecha para la televisión con las actuaciones de Gregory Peck y Christopher Plummer. Esta producción no debe ser confundida con la mini serie de 1993 de la British television "The Scarlet and the Black", en la que actuó Ewan McGregor y Rachel Weisz. El film se basa en la novela de J. P. Gallagher, "The Scarlet Pimpernel of the Vatican". La película cuenta la historia de monseñor Hugh O'Flaherty, un sacerdote católico en la vida real que salvó a miles de judíos y prisioneros de guerra aliados en la Roma ocupada por los nazis durante la IIGM. Karl Wolff aparece como el general Helm Max, eso se debe a que Wolff todavía vivía en esos días de producción del film. Monseñor Hugh O'Flaherty fue el sacerdote irlandés quien habría salvado más de 6.000 judíos y prisioneros aliados. Herbert Kappler fue condenado a cadena perpetua, trasladado a un hospital por razones de salud, escapó a Alemania Occidental, donde falleció en 1978 a los 70 años.

- "Rappresaglia" (Masacre en Roma), película italiana de 1973, protagonizada por Richard Burton que interpreta al jefe de la Policía de Seguridad -SD- de las SS en Roma, Herbert Kappler y la ejecución de más de 300 personas conocido como la "masacre de las fosas Ardiatinas" (24 marzo 1944), en represalia por el atentado con bomba contra una patrulla del regimiento de policía de las SS, Bozen. La película se basa en el libro "Muerte en Roma" de Robert Katz.

21 mayo 2020

Inicio de la Guerra Fría



    Conferencia de Potsdam julio - agosto 1945 (foto colorizada)


Nota de introducción por el redactor del blog


75 años tras la Liberación de Europa

En el período actual de reestructuración del mundo, las grandes potencias proceden a revisar su interpretación de la Segunda Guerra Mundial, cuestionan los mitos que servían de basamento al orden mundial y expresan nuevas interpretaciones capaces de justificar sus proyectos. En esta tercera parte de la entrevista del historiador Valentin Falin concedida a RIA-Novosti y publicada en castellano por Red Voltaire se ilustra el punto de vista ruso que pone en tela de juicio la sinceridad del antifascismo de Estados Unidos

En 1939, Roosevelt negociaba una alianza con el III Reich para impedir el éxito de la URSS en Finlandia; en 1945, los anglosajones, que se preparaban para proseguir la guerra volviéndose contra Moscú, reconstituían divisiones alemanas para atacar a la URSS.


Así que la historia no es nada nueva. No debemos ir muy lejos, el 19 de septiembre de 2019, en un vergonzoso pronunciamiento político sobre la supuesta "Memoria Histórica" europea para su porvenir, el Parlamento Europeo, a través de la Comisión Europea, eleva a la misma condición al nazismo y al comunismo, presentándose una larga Resolución condenando en primer lugar al comunismo y, como objeto subsidiario, al nazismo; entre otras cosas también señala que "es importante no olvidar cómo las Fuerzas Aliadas "liberaron" Auschwitz hace 75 años"... (?). Bueno, si esos son los políticos que dirigen la Unión Europea no dudamos de las consecuencias que acarreará el futuro con la educación de las nuevas generaciones de dirigentes. 

Desde hace más de cuatro años tengo archivado un artículo por lo demás esclarecedor, ha llegado el momento de destaparlo, pero como no es la materia central de este artículo, breves notas resumidas o citas textuales aclaran esa histeria europea (en un buen porcentaje) hacia la gigante nación rusa. 

"La rusofobia de Occidente es incurable" (Sputnik). La 'perversidad' de los rusos no se discute en Occidente. Ni los medios, ni los políticos se cansan de pregonarla. La sociedad occidental padece prejuicios negativos sobre Rusia, escribe el historiador suizo Guy Mettan. 

En su libro "Rusofobia, mil años de desconfianza", inicialmente publicado en Suiza, Rusia, Italia en 2016, llegó en inglés a los Estados Unidos en 2017 bajo el título: "CREATING RUSSOPHOBIA. From the Grat Religious Schism to Anti-Putin Hysteria". El autor señala que la rusofobia es anterior que la misma Rusia. Empezó con la división el Imperio Romano en la parte Occidental y Oriental, y, por supuesto, con la división religiosa entre los católicos y ortodoxos.

Prejuicios de esa época, "todos los pueblos orientales son bárbaros, sus líderes son autoritarios, están obsesionados con la expansión y sueñan con conquistar a Occidente noble e inocente". Es lo mismo que se lee en la actualidad. Dentro del marco de la historia contemporánea la rusofobia se agudizó a finales del siglo XVIII, en el reinado del rey francés Luis XV apareció un falso 'Testamento de Pedro el Grande', atribuyéndose al monarca, como "legado" a sus descendientes, el deber de "conquistar Occidente". Napoleón en 1812 la aprovechó para justificar su invasión a Rusia. Le seguirían los ingleses para utilizar el falso legado para la Guerra de Crimea (1853). A finales del siglo XIX el 'testamento' fue desmentido, pero el fraude perduró y se repite en el presente. En Ucrania (2014) el mismo pretexto -impulsado por los Estados Unidos- condujeron al golpe de Estado en Kiev. 

Señala Mettan que "para los medios occidentales, Rusia sigue siendo 'una amenaza', mientras dos ideas preconcebidas se mantienen. "Occidente siempre representa 'las fuerzas del Bien': los valores comunes, la democracia, la libertad etc., y Rusia, por su parte, 'promueve' la autocracia, el nacionalismo y el rechazo a la libertad personal".

Es el enfoque que se impone en la opinión pública que sirve de fundamento para la expansión y militarización de la OTAN hacia Europa del Este. 

"Los periodistas occidentales se comportan no como profesionales de la información, sino como directores del cine, que ya tienen establecido un guión en que los países occidentales son 'buenos' y Rusia es 'mala'. Este tipo de manipulación de la conciencia es la base del contenido mediático en Occidente", afirma Guy Mettan.


(Fotografías, mapas y notas a pie de foto son agregadas por el editor de este blog).

t. andino


Tercera y última parte

Inicio de la Guerra Fría
La Conferencia de Yalta ofrecía una oportunidad que no fue aprovechada


Interlocutor: Valentín Falin
Doctor en Historia.
Entrevistador:  Víctor Litovkin
Comentarista militar de Ria Novosti 
2005


La historia, su realidad y mitos, constituyen retos políticos permanentes. Valentín Falin ofrece una lectura de la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista ruso, con frecuencia desconocido por el público occidental.



➤  Viktor Litovkin: Los expertos tienen al menos dos formas de comentar tales o más cuales acontecimientos históricos. Unos insisten en la imposibilidad de separarlos del contexto de la época en que se produjeron y, por consiguiente, en la necesidad de analizarlos teniendo en cuenta de manera obligatoria esa época. Otros afirman que sólo se puede entender profunda y correctamente lo que ocurrió hace mucho tiempo si partimos de las posiciones actuales. ¿Qué cree usted? ¿Cuál es su evaluación de los resultados de la Conferencia de Crimea de 1945?
Valentín Falin: En mi opinión, todo acontecimiento internacional, sobre todo importante, debe ser analizado desde el punto de vista del lugar que ocupa en la historia. Los acontecimientos no deben ser separados de su contexto, arrancados del medio en que germinaron.

Es conveniente no olvidar las consecuencias reales de estos hechos y las que se esperaban. En ese sentido, la Conferencia de Yalta ocupa un lugar poco común. Ha habido muchas alteraciones con relación a ella desde 1945 y, naturalmente, durante la Guerra Fría. Las alteraciones no han desaparecido. Existen en la actualidad y se multiplican.

Para excluir o anular los intentos de aquellos que tratan de «volver a escribir la historia» al evaluar lo que pasó en Yalta, me referiré, esencialmente, a las fuentes estadounidenses, a los participantes inmediatos en el hecho, en especial a Roosevelt y a su secretario de Estado, Edward Stettinius.

Industrial eminente y figura muy influyente en los medios de negocios y políticos de Estados Unidos, Edward Stettinius ocupó ese puesto hasta el fallecimiento de Franklin Delano Roosevelt (12 de abril de 1945) y hasta el ascenso de su sucesor Harry Truman a la presidencia de Estados Unidos. Stettinius dejó interesantes memorias que contienen ricas y preciosas informaciones sobre lo ocurrido en Yalta, de lo cual fue testigo y participante inmediato.

Edward Stettinius estimaba que Yalta fue el punto culminante de la cooperación entre Estados Unidos, la Unión Soviética y, en parte, Gran Bretaña, cuando, después de Teherán y de la apertura del segundo frente, se estableció un clima de confianza entre las tres grandes potencias mientras que por otra parte los días de la Alemania fascista estaban contados y la Unión Soviética se había comprometido a declararle la guerra al Japón militarista.


Conferencia de Yalta, en la península de Crimea, Unión Soviética, del 4 al 11 de febrero 1945

Los estadounidenses y sus aliados se enfrentaban entonces a un problema: ¿cómo garantizar la paz después de la guerra? ¿Cómo crear un mundo donde catástrofes como la Segunda Guerra Mundial fueran imposibles?

Al referirme a las palabras de Edward Stettinius debo afirmar que la mayoría de las decisiones adoptadas en Yalta tenían como base los proyectos estadounidenses, no los nuestros. Por ejemplo, el comunicado final, como destaca el Secretario de Estado, es un proyecto puramente estadounidense. La URSS no hizo ninguna enmienda.

Gran Bretaña se limitó, en lo esencial según Stettinius, a realizar comentarios estilísticos. Las afirmaciones de algunos de que «Stalin podía más que Roosevelt» o de que «se había aprovechado de la enfermedad de este último» no tienen nada que ver con la verdad.

➤  Viktor Litovkin: ¿Por qué deseaba tanto Roosevelt que se realizara el encuentro de Crimea? ¿Por qué se mostró tan comprensivo con relación a las preocupaciones de Stalin sobre la forma de construir el mundo de postguerra?
Valentín Falin: Roosevelt retomó varias veces las ideas que le había expuesto a Molotov en junio de 1942, durante el encuentro de Washington, según las cuales veía un mundo de postguerra sin armas. A propósito, el término de «mundo de los tres o cuatro policías» comenzó a circular a partir de entonces.

Según Roosevelt, sólo Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y tal vez China podían tener fuerzas armadas y esas fuerzas deberían incluso ser limitadas. Los demás países, tanto los agresores -Alemania, Japón e Italia- como sus satélites debían ser completamente desarmados. Otros, incluso los que formaban parte de la coalición antihitleriana, Francia, Polonia, Checoslovaquia, también debían ser desarmados porque, según la tesis de Roosevelt, «Economía mundial saludable y carrera armamentista son incompatibles».

Según Roosevelt, las fuerzas armadas que quedarían en tres o cuatro Estados sólo podrían ser utilizadas con la aprobación general y jamás contra una de esas potencias. Como destacó el Presidente estadounidense, esas fuerzas armadas sólo debían ser movilizadas para sofocar desde su génesis toda posible nueva guerra o agresión.

Como es natural, Roosevelt partía de la experiencia de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, cuando la carrera armamentista engendraba la agresión, cuando constituía el preludio de la agresión, y cuando, las estadísticas lo demuestran, la carrera armamentista desencadena por si misma, en siete u ocho casos de diez, esta agresión, esta guerra. Es muy extraño que se inicien hostilidades en un contexto en el que no hay, o casi, carrera armamentista. La historia también nos da pruebas de ello...


El presidente Franklin D. Roosevelt

➤  Viktor Litovkin:  Perdón, no entiendo muy bien. Es evidente que Roosevelt no era ingenuo y no podía dejar de darse cuenta de la existencia de contradicciones fundamentales entre Estados Unidos y la Unión Soviética, entre la ideología comunista y, si lo prefiere, la ideología, los principios y la práctica de la democracia, del hecho de que la unión entre esos dos extremos diametralmente opuestos solo podía ser provisional y jamás permanente. ¿Por qué imaginaba entonces un mundo futuro sin armas? ¿No era esto una perfecta utopía?
Valentín Falin: Roosevelt no era un político ingenuo. Era un militar que había sido viceministro de las fuerzas navales de Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial. Y no debemos olvidar que los estadounidenses participaron en ese conflicto del lado de la Entente.

Allí, adquirió Roosevelt una experiencia que -diría yo- no estaba desprovista de ese germen de hegemonía que siguió siendo característico del desarrollo de Estados Unidos a lo largo del siglo XX.

Por otra parte, Roosevelt comprendía muy bien quién era Stalin. Veía perfectamente que bajo esa apariencia de marxista-leninista dogmático se ocultaba en realidad un prágmatico convencido hasta la dédula de los huesos. Para Stalin, la ideología no era más que una cobertura, un camuflaje, si usted prefiere. Y Estados Unidos -testimonios de Churchill, del propio Roosevelt e incluso de Hitler lo confirman- no consideraba a Stalin como un comunista.

El problema de la ideología como tal tenía un significado para el público, pero cuando era preciso tomar una decisión histórica, fundamental, siempre quedaba relegado a un segundo plano. ¿Sabe usted cómo saludó Roosevelt a Stalin en Teherán?

- No.

Valentín Falin: «¡Saludamos a un nuevo miembro de nuestra familia democrática!» Son esas las palabras que dirigió a Stalin al inaugurar la conferencia. En ese sentido, Roosevelt veía incluso a Churchill con un ojo más crítico. Sobre todo a causa de la propensión de este último a blandir las armas, a utilizarlas contra todos aquellos que, por una razón u otra, no satisfacían al primer ministro británico.

Roosevelt adoptó en especial una actitud muy negativa con relación a la brutalidad excesiva de las tropas británicas que habían causado numerosas víctimas entre los miembros de la resistencia griega que no querían someterse a las tropas de ocupación inglesas. De hecho, la resistencia griega había liberado su propio país antes de la llegada de los ingleses y querían instaurar un régimen democrático en lugar de ver subir al trono un rey impuesto por Londres.

Sabiendo todo esto, debemos utilizar los clichés ideológicos con mucha prudencia.

A comienzos de los años 30, antes de reconocer a la Unión Soviética, Roosevelt se interesaba por las ideas socialistas. En su época de gobernador frecuentaba círculos que organizaban debates sobre el tema. Fue el único presidente de Estados Unidos que tuvo un comportamiento tan «sedicioso».

Pero en su caso el momento crucial con relación a Stalin y a nuestro país tuvo lugar a mediados de los años 40, cuando se iniciaron en nuestro país «procesos ejemplares». Cambió entonces de actitud respecto del gobierno soviético.

Inmediatamente después del desencadenamiento de lo que se denomina la «guerra de invierno de la Unión Soviética y Finlandia», llegó incluso a interrogarse, en diciembre de 1939 y en enero de 1940, sobre la necesidad de romper las relaciones diplomáticas con la URSS, de volverse atrás en su reconocimiento de la Unión Soviética y sostuvo negociaciones con Kerenski sobre la creación de un gobierno ruso en el exilio.

Si tomamos en cuenta todos estos aspectos, aunque estoy dejando a un lado otros hechos de excepcional importancia, en especial los intentos de Roosevelt para crear a inicios de 1940, con el pretexto de ayudar a Finlandia, un frente antisoviético común del cual formarían parte la Alemania nazi, la Italia fascista y todas las democracias occidentales (proyecto que fracasó porque los alemanes decidieron atacar Francia; Washington fue informado de ello y el proyecto fue retirado), nos daremos cuenta entonces de que no debemos hacer de Roosevelt un retrato monocromo y considerarlo como un liberal, enamorado, o casi, de la Unión Soviética...

No, era un político sobrio y perspicaz, que pensaba que el poder económico de Estados Unidos, incluso cuando no existieran fuerzas de disuasión, bastaba para garantizar su papel de líder en el mundo. Recordemos que la producción industrial de Estados Unidos representaba del 60 al 70% de la producción total del planeta.



Roosevelt y Churchill, durante la Conferencia de Casablanca, 1943

Washington controlaba las finanzas mundiales y el comercio planetario. A partir de ahí llevaba a cabo su plan, adoptado en 1943, que consistía en controlar los principales yacimientos de materias fisibles y de otro tipo. Si no entendemos eso, no entenderemos nada de lo que pasó después.

Edward Stettinius escribe: en 1942, Estados Unidos estaba al borde de la catástrofe. Si los rusos no hubieran resistido en Stalingrado, si la batalla del Volga hubiera terminado como había imaginado Hitler, el Reich habría conquistado Gran Bretaña, establecido su control total sobre África y el Medio Oriente con todos sus recursos petroleros y hubiese conquistado América Latina, con consecuencias desastrosas para Estados Unidos.

Esta es la visión que tenían los estadounidenses de sus perspectivas durante la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Roosevelt, la unión con Stalin no era en ningún sentido fruto del azar.

En 1945, cuando los estadounidenses llegaron a Yalta, Roosevelt estaba aún bajo los efectos:

a) de la derrota que los alemanes habían infligido al ejército estadounidense durante la batalla de las Ardenas; b) del hecho de que fuera Stalin quien los salvara al lanzar antes de tiempo, a solicitud de Estados Unidos, una ofensiva en el este, obligando así a los nazis a retirar del oeste un tercio de sus fuerzas comprometidas en esta operación.

Y comprendió finalmente que las promesas de Churchill de que los anglosajones ajustarían cuentas a Alemania en cualquier momento y dejarían a los rusos desilusionados al detenerlos en cualquier parte del Vístula, en el peor caso en el Oder, no valían nadaNo era una política práctica sino pura fantasía. 

Era preferible entonces no romper las relaciones con Rusia y seguir cooperando con ella para que el mundo de la posguerra fuese visible, previsible, para que dejara de encerrar las amenazas que se habían abatido sobre Estados Unidos y respondiera, al menos en algo, a las ideas que él (Roosevelt) tenía de la democracia, de la justicia humana y social.

➤  Viktor Litovkin: Pero volvamos a la Conferencia de Yalta. ¿De quién fue la idea, aprobada en ese marco, de crear la Organización de Naciones Unidas? ¿Quién propuso dividir al mundo de posguerra en zonas de influencia a la largo de la línea Curzon, algo que los polacos y los países bálticos no han dejado hasta hoy de reprocharle a Stalin?
Valentín Falin: La idea de la ONU pertenece a Roosevelt. Fue mencionada por primera vez en Teherán y tomó forma en Yalta. Stalin insistía en que la sede de esta organización fuera Nueva York. ¿Por qué? ¿Recuerda usted la Sociedad de las Naciones? En un primer tiempo los estadounidenses apoyaron esta iniciativa pero acabaron por no avalarla y no formaron parte, por consiguiente, de la Sociedad de las Naciones.

Stalin creía que Estados Unidos utilizaría la misma jugarreta, diciendo por ejemplo «ayer, evidentemente, estábamos a favor, pero hoy...» Y al proponer que la Organización tuviera su sede del otro lado del Atlántico esperaba que eso ayudaría a los estadounidenses a no escapar de la cooperación internacional.

Ahora bien, las reacciones generales de la prensa estadounidense con relación a la Conferencia de Yalta fueron muy positivas, incluso elogiosas para Roosevelt. Es cierto que hubo críticas, estimuladas desde Londres por Churchill. Sus autores exigían el cese de la cooperación con la Unión Soviética, preconizaban el dominio de Estados Unidos en el mundo. Se llegó a decir que como el moro, «la URSS había desempeñado su papel y ya no era necesaria».

Teniendo presentes estas opiniones y declaraciones provenientes de Londres, el 25 de marzo de 1945, en su último mensaje al Congreso, el presidente Roosevelt subrayaba (y cito):


«Para las generaciones futuras, el destino de Estados Unidos y del mundo entero depende de la aplicación concienzuda de los acuerdos concluidos entre los aliados en Teherán y en Yalta». Y en ese caso, advertía el presidente de Estados Unidos: «los norteamericanos no pueden contentarse con una solución intermedia. Debemos aceptar la responsabilidad de la cooperación internacional, pues de otra forma tendremos que asumir la de un nuevo conflicto mundial».

En el mismo mes de marzo -existen documentos que lo confirman- circulaban comentarios sobre los «supuestos acuerdos de Yalta» en el Departamento de Estado, dirigido ya por Stettinius, quien había reemplazado a Hull, conocido por su antisovietismo.

Algunos funcionarios los calificaban incluso de «simples declaraciones», tratando evidentemente de minimizar su alcance. Truman, quien llegó al poder el 23 de abril y no sabía aún que los estadounidenses desarrollaban la bomba atómica, declaró

Se acabó la cooperación con los rusos, llegó el momento de pasar a una nueva etapa. Se fijó como objetivo «borrar a Yalta».


Carteles ilustrados de la Unión Soviética en que se enfatiza la unión de los Aliados en su lucha contra el nazismo. (Colección Kukryniksy)

Los expertos se acordarán en aquellos momentos de los mensajes elogiosos que Churchill dirigía a Stalin para agradecerle la ayuda que prestaron en enero a los aliados y que les ahorró nuevas conmociones y para exaltar a nuestras fuerzas armadas cuya gloria «no se empañará jamás». Todo esto salía de la pluma de Churchill.

Lea su mensaje de felicitación con motivo del Día del Ejército Rojo, el 23 de febrero de 1945. En esa misma época, da la orden de recoger las armas alemanas y almacenarlas por si estallaba un conflicto con la Unión Soviética. En marzo de 1945, ordena a sus jefes de estado mayor preparar una operación contra la Unión Soviética con la participación de las fuerzas de Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, el cuerpo expedicionario polaco y... alemanes.

Los británicos contaban con diez divisiones alemanas que se habían reunido voluntariamente a los Alidos occidentales en la etapa final de la guerra. Desarmadas desde el punto de vista formal, pero no disueltas, estas divisiones se entrenaban a diario en el Schleswig-Holstein previendo, no debemos excluir la posibilidad, que pudieran realizar nuevas «hazañas» en el Este. El inicio de la nueva guerra estaba fijado para el 1º de julio de 1945.

Pero cometeríamos un error si pensáramos que los británicos fueron los únicos que actuaron de ese modo y que los estadounidenses permanecían fieles a sus compromisos de aliados. El general Patton, comandante de las fuerzas blindadas de Estados Unidos, no aceptaba detenerse en las líneas de demarcación concertadas entre Washington, Moscú y Londres y quería lanzarse sobre Stalingrado. ¡No para terminar con los comunistas o la Unión Soviética, sino para acabar con los «descendientes de Gengis Kan»!



Churchill consideraba que «cuanto más al este detengamos a los bárbaros rusos, mejor será». Tenía en mente el Plan Rankin, un plan secreto que debía «desalojar» a Overlord, el plan de apertura del segundo frente. Ahora bien, en virtud del plan Rankin, los anglosajones, con el apoyo de los alemanes, debían tomar el control no sólo de Berlín y de Hamburgo, sino también de Varsovia, Praga, Budapest, Viena, Bucarest, Sofía y Belgrado.

Eso dicen los documentos y no podemos cambiarlos. Y si nuestros socios no alcanzaron sus objetivos, no es por no haberlo deseado sino porque la Unión Soviética y, en primer lugar, nuestras fuerzas armadas, lo impidieron.

Las palabras falsas y excesivas con relación a los acuerdos de Yalta constituyen un ultraje a la memoria del principal artesano de esos acuerdos, Franklin Roosevelt. Su mensaje al Congreso -ya citado aquí- era un testamento político en el que hacía saber lo que necesitaban el mundo entero y Estados Unidos, lo que había que hacer para que triunfaran los ideales de justicia, para prevenir nuevas guerras y nuevos desastres de ese tipo. La fidelidad a los acuerdos de Crimea debía representar una oportunidad para el mundo. Lamentablemente no supimos aprovecharla.

➤  Viktor Litovkin: Pero aún no ha respondido usted a la pregunta de saber de quién fue en Yalta la idea de dividir el mundo en zonas de influencia siguiendo la línea Curzon.
Valentín Falin: No hubo zonas de influencia. La idea de la línea Curzon se remonta a 1919, en el marco de una conferencia en la que participaron Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. «Entre ellos tres», esos países trazaron la línea al partir del principio étnico, compartiendo los territorios donde la población era esencialmente ucraniana, bielorrusa o polaca. Esta línea no delimitaba esferas de influencia sino esferas de intereses entre Stalin y Hitler en septiembre de 1939.

En sus negociaciones con la URSS, los británicos afirmaban que la línea Curzon pasaba al este de Lvov. Pero nuestros representantes pusieron sobre la mesa de negociaciones el mapa que mostraba por donde pasaba en realidad. El asunto no volvió a ser mencionado.

En los momentos en que tratábamos de establecer relaciones de buena vecindad con los polacos, tanto durante la guerra como después de ella, modificamos esta famosa línea. Les devolvimos localidades, ciudades, sobre todo Bialystok (Bielostok), para poder decirles: estamos de acuerdo en que algo sea como ustedes lo desean pero, de forma general, respetaremos esta línea.

Y Stalin, cuando negociaba con Roosevelt con relación a la línea, no hablaba de establecer en Polonia un gobierno satélite. Estamos interesados -decía- en que Polonia sea gobernada por un gobierno con disposición amistosa hacia su vecino y no queremos que Polonia se convierta de nuevo en un puesto de avanzada o en corredor para golpear a Rusia, como ocurrió en la época de Napoleón y durante la Primera y la Segunda Guerras Mundiales.

➤  Viktor Litovkin: Pero en Yalta se habló también de la situación de los países bálticos, cuya adhesión a la URSS jamás fue reconocida por Estados Unidos.
Valentín Falin: El problema de los países bálticos es algo aparte. Lituania, Letonia y Estonia fueron arrancadas a Rusia cuando esta no era aún soviética. Estos países fueron ocupados por los alemanes. Como era de esperar, los gobiernos fantoches colocados a la cabeza de estos Estados pidieron estar bajo protectorado alemán.

Todo esto se produjo en septiembre de 1917. Y cuando estalla la Revolución de Octubre, en estos países aparecieron gobiernos allegados a los soviéticos, o simplemente soviéticos -¡esto es un hecho histórico!- que aplastaron rápidamente a las tropas alemanas estacionadas en los países bálticos.

Hay que señalar que, según el Tratado de Versalles, las tropas alemanas debían ser retiradas de los territorios que no formaban parte de la Alemania de los Káiseres. Ahora bien, los aliados obligaron de hecho a los alemanes a dejar sus tropas en Finlandia, Lituania, Letonia y Estonia como garantía, así decían, de que el poder en esos países no cayera entre las manos de la «chusma» y que ese poder pasaría a manos de aquellos que convinieran a los aliados.

En 1921, con la participación de los británicos, Pilsudski lanzó contra Kiev una ofensiva preparada por los franceses. Se esperaba que prosiguiera la marcha hasta Moscú. En aquella época, los demócratas occidentales querían imponer a los alemanes la siguiente solución: los alemanes suministran las fuerzas que, desde los países bálticos, lanzan una ofensiva contra Petrogrado. Oficialmente, el comando de esta operación fue confiado al general Avalov pero, de hecho, debía ser asumido por generales alemanes.

Pero los alemanes comprendieron con celeridad a qué aventura los querían arrastrar y dijeron que no. Por esta razón la operación de Pilsudski, sin el apoyo del norte, fracasó. En ese contexto se cerró el Tratado de Paz de Riga de 1921 que debía impedir a los países bálticos lanzarse en el futuro a cualquier tipo de aventura.

Nosotros reconocimos su condición independiente. Hay que señalar que los estadounidenses reconocieron la independencia de Lituania, Letonia y Estonia dos años más tarde. Antes, apoyaban a Koltchak y a los otros representantes visibles de la guardia blanca que exigían la creación de una Rusia «unida e indivisible». Hasta una época determinada, la soberanía de los países bálticos no les interesaba para nada.



Esclarecedor mapa de la llamada "Guerra Civil Rusa" tras la Revolución de Octubre (1917), el mapa representa las operaciones militares entre 1918 - 1921. Las leyendas describen la situación. Este conflicto no fue solo nacional sino que contó con la participación directa y encubierta de otros estados (incluso tropas estadounidenses) ante el temor de que la doctrina bolchevique se afiance y se expanda por la región.

➤  Viktor Litovkin: Pero no se comprende porqué Estados Unidos aceptó que Lituania, Letonia y Estonia fueran incorporadas a la URSS después de la guerra.
Valentín Falin: Jamás lo aceptó. Este asunto no fue mencionado en la Conferencia de Yalta. En una entrevista, tal vez en Teherán, Roosevelt le propuso a Stalin organizar un referéndum en los países bálticos después de la guerra. Si estos países querían permanecer en el seno de la URSS, Estados Unidos prometía reconocer su nueva condición. Hasta donde sé, Stalin respondió: ya hubo un referéndum, no veo que otra cosa nueva podamos inventar.

Desde 1942, Roosevelt trataba de conseguir una entrevista particular con Stalin. Y creo que en ese caso nuestros dirigentes cometieron un grave error de cálculo. Según Harry Hopkins, consejero del presidente estadounidense, Stalin se habría asombrado al ver hasta que punto estaba dispuesto Roosevelt a acceder a los intereses legítimos de la Unión Soviética.

Ahora bien, apelando a pretextos diversos Stalin evitaba el encuentro, era preferible una reunión tripartita, proponía un encuentro entre sus representantes. La explicación de esta negativa tal vez se halle en el hecho de que Stalin sufrió un ligero ataque cerebral en 1943 y se vio incapacitado para el trabajo durante varios meses, pero nadie estaba al tanto de ello.

Las informaciones falsas que Churchill enviaba a Stalin por diversos canales también desempeñaron un papel nada desdeñable. Se supone que Churchill proponía a los estadounidenses que reconocieran las fronteras de la URSS de 1941, que ya incluían a Lituania, Letonia y Estonia, pero los estadounidenses se oponían a ello de manera sistemática.

Si lo hacían no era porque quisieran tanto a los países bálticos sino porque la proporción de inmigrantes lituanos, letones y estonios en el electorado de Roosevelt no era nada desdeñable. Y necesitaba sus votos en las elecciones. Consideraciones que lo mantenían, por así decir, amarrado.



Retrato del líder soviético Stalin

➤  Viktor Litovkin: ¿Cuál es el principal balance de la Conferencia de Yalta? ¿No es el hecho de que hayamos vivido sin guerras mundiales durante sesenta años? ¿Cuáles son, en su opinión, las lecciones de Yalta para los políticos actuales?
Valentín Falin: Antes de responder, quisiera mencionar otro detalle, sustancial según creo, de las negociaciones de Crimea y del que no quedó prácticamente ninguna huella escrita. Roosevelt le prometió a Stalin un crédito de 4.500 millones de dólares para la recuperación del país en el período de posguerra.

¿Por qué? A pesar de todo lo que le decían de Stalin -que era un dogmático comunista, un socialista hasta la médula-, el presidente sabía que Stalin proponía gran número de concesiones a los estadounidenses, condiciones excepcionales para las inversiones, que analizaba la idea de una economía de mercado en la URSS.

Y si esto no se materializó fue porque después de Roosevelt vino Truman, un hombre que al regresar a Estados Unidos luego de la conferencia de Postdam le ordenó a Eisenhower preparar el Plan Totality de guerra nuclear contra la Unión Soviética.

La primera versión de ese plan estuvo lista en diciembre de 1945. Luego vinieron otros planes, como Drop Shop y otros, que preveían desmembrar a la Unión Soviética en doce Estados, incapaces por sí mismos de alcanzar solos sus objetivos económicos y de defensa.

Pero, si hay que mencionar el alcance global de la Conferencia de Crimea, pienso que Yalta constituyó una de las mejores oportunidades que ha tenido jamás la humanidad desde los comienzos de su historia escrita, al menos desde el nacimiento de Cristo, de excluir totalmente la guerra de la vida de la humanidad, como fue inscrito en la Carta de la Organización de Naciones Unidas. Oportunidad que no fue aprovechada, y la responsabilidad principal recae sobre Washington.

En diciembre de 1945, Burns, el primer secretario de Estado de Truman, sostuvo negociaciones con Stalin en el marco de la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de Moscú. En su intervención, difundida por la radio el 30 de diciembre, señaló que luego de las negociaciones sostenidas con Stalin había comprendido que la paz equitativa, tal como la conciben los estadounidenses, era posible.

El 5 de enero, Truman le dirigió una carta en la que le decía: «Lo que dijo es delirante. No necesitamos ningún compromiso con la Unión Soviética. Lo que necesitamos es la Pax Americana, conforme en un 80% con nuestros ideales.»

La fecha del 5 de enero de 1946 puede ser considerada como la del inicio formal de la Guerra Fría. Y usted sabe a dónde nos condujo.



El presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman desde 1945 a 1953

La lección principal de la Conferencia de Yalta es la siguiente: si hubiéramos tenido un enfoque razonable, y si hubiéramos manifestado en ese entonces el deseo de instaurar una paz satisfactoria para los intereses de todos los miembros de la comunidad internacional, hubiera sido posible encontrar antes soluciones convenientes para todos. Y es infinitamente más difícil hacerlo hoy. El mundo está sobresaturado de armas y muchas cosas dependen de circunstancias imprevisibles, de origen terrestre o no.

...Aviones B-52 estadounidenses transportaban cuatro bombas H de 25 megatones cada una, es decir 100 megatones por avión. Estos aparatos sufrieron tres averías. Uno de ellos se estrelló cerca de Chicago. Once de los doce fusibles de seguridad de una bomba no funcionaron. ¿Qué habría sido del mundo si el último dispositivo, el duodécimo elemento, hubiera fallado también?

Podemos calcular en la actualidad la cantidad de veces que el mundo ha estado al borde de una catástrofe global. Solo una razón superior ha preservado de la autodestrucción a la humanidad y la vida biológica en la tierra.

Todos los Estados del planeta deben por consiguiente actuar de forma tal que cada uno de sus pasos, grande o pequeño, tienda a hacer del mundo un sitio menos peligroso en todos los aspectos. Y naturalmente, más equitativo y más unido.


Fuente original de consulta en castellano
Red Voltaire

Otras fuentes de consulta:


Por qué la "Conferencia de Yalta" es tan importante en la historia?
¿Por qué se ignora el papel de la URSS en la victoria sobre el nazismo?
La rusofobia de Occidente es incurable
La Temprana ´Guerra Fría´: Planes de la OTAN - Pacto de Varsovia

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