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06 octubre 2022

El camino de la Alemania militarista es muy peligroso

 

Ursula Gertrud von der Leyen, política alemana, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), ocupó cargos sucesivos en el gabinete de Angela Merkel, desde 2013 al 2019 fue la primer mujer nombrada Ministra de Defensa. Y desde diciembre del 2019 es la presidenta de la Comisión Europea. En la foto, von der Leyen en un campamento de la Bundeswehr (Foto de archivo, Maurizio Gambarini)

Introducción por el editor del blog

Hace algún tiempo este blog reprodujo un interesante artículo sobre la política exterior de la República Federal de Alemania y de sus fuerzas armadas, "Bundeswehr marcha hacia el pasado". Bien, en el presente, la excusa de la guerra en Ucrania ha conseguido que Alemania apruebe un rearme histórico sin precedentes desde el fin de la segunda guerra mundial, junto a sus socios de la OTAN.

El pretexto de "ayudar a Ucrania" permite que el Canciller Olaf Scholz anuncie que está a disposición de la Bundeswehr (Fuerzas Armadas) un fondo especial de cien mil millones (100.000 millones de euros) y que el 2% anual del PIB se invertirá en el desarrollo de las fuerzas armadas para hacer frente a Rusia

El parlamento alemán (Bundestag) votó mayoritariamente (20 abstenciones) para esa asignación presupuestaria, no antes votar una enmienda a la Constitución para modernizar el ejército. El Comité de Defensa del Bundestag acota que el proyecto de modernización de la Bundeswehr requiere reinventar "una imagen del enemigo" (Rusia). Esto es el resultado de largos años de presión de la OTAN. "Europa nos necesita", dijo ante el Parlamento la ministra de Relaciones Exteriores (Annalena Baerbock, del Partido Verde).


Es bueno refrescar la memoria de los incrédulos. En 2010 Alemania constaba ya como el tercer exportador mundial de armamento (informe del Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz Stockholm International Peace Research Institute -SIPRI). 


Sesión del Bundestag (22 abril 2022, Reuters)

Es lógica la preocupación de Rusia que señaló que la "remilitarización" alemana en términos que hacen recordar el lenguaje de su pasado nazi, (Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia), una clara alusión al programa de rearme de la Alemania hitleriana, el camino a la Segunda Guerra Mundial. "Sabemos muy bien cómo puede terminar eso" (Maria Zakharova, portavoz del ministerio ruso). Desde el fin de la Guerra Fría los ejércitos de Alemania y Rusia dejaron de verse como potenciales enemigos

La OTAN -mejor dicho, los EEUU- señala la forma en que sus socios europeos deben "adaptarse" a las "nuevas realidades" ante el peligro ruso y otras amenazas potenciales como China e Irán, desarrollando una estrategia para enfrentarlas. A pesar de ello, Olaf Scholz, ha sido muy criticado por negarse a enviar tanques de batalla "Leopard" a Ucrania. 

El mando de la OTAN (EEUU) impone sus reglas a Europa (UE). Es cierto que el gobierno federal alemán anteriormente se opuso a las sanciones económicas de Washington contra Rusia, China, Irán y otros; sin embargo, los alemanes, igual que el resto de Europa deben inclinarse ante su jefe supremo para impedir o sabotear, por ejemplo, la conclusión del gasoducto ‎Nord Stream II (que también es un proyecto alemán), gas barato para toda Europa; o, la Nueva Ruta de la Seda pactado por Alemania y China en 2013 (a través de Rusia), porque ello significaría el fin de la hegemonía de los Estados Unidos y quizá el final de los "principios" de la Unión Europea.

Las autoridades de la República Federal Alemana han estado dando un giro radical, violando su norma constitucional de no intervención en países extranjeros. Desde hace un buen tiempo los gobiernos alemanes ignoran descaradamente lo que sus abuelos aprendieron amargamente después del fin de la guerra en Europa en 1945.


         Bundeswehr-Foto The Financial Times


Recordemos las palabras de Karl Müller (diario suizo Zeit Fragen): 

"¿Cómo es posible que en un país cuya Constitución puso en primer plano la dignidad humana, un país donde el reconocimiento de los derechos humanos y del derecho internacional está inscrito en la Constitución y donde la preparación de una guerra de agresión es considerada ilícita...". 

...Pues nada, Alemania no quiere quedarse atrás de sus "colegas" europeos de la OTAN, las potencias militares Francia y Gran Bretaña. Desde hace tiempo que Alemania, presionada por Estados Unidos, participa en provocaciones militares contra Siria y Rusia, el escándalo de la entrega de armas alemanes a Ucrania para su conflicto por el Donbass y Crimea con Rusia viene desde 2014... y podríamos recordar otros episodios similares.

El "Observatorio de la Crisis" presentó a inicios de septiembre (2022) un amplio informe sobre la nueva política militar alemana. Un documento que merece ser repasado en su totalidad.

Buena lectura. 

T. Andino


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El camino de la Alemania militarista es muy peligroso



Fuente: Observatorio de la Crisis (via Al Mayadeen)

Septiembre 2022


Alemania se está preparando, bajo la demanda irrechazable de sus amigos estadounidenses, para un mundo que se constituye en un gran campo de batalla a la espera de las intervenciones de la OTAN.


Cuando los mejores son presa del extravío, quizá podemos concluir que las cosas no van realmente bien. A finales de julio, Wolfgang Schäuble concedió una entrevista al Welt am Sonntag, un periódico dominical de centro-derecha. En ella renunciaba públicamente a su concepción, mantenida durante toda su vida, de una Kerneuropa franco-alemana, comprendida como el núcleo de Europa, confiando evidentemente en salvar, tras la guerra de Ucrania, lo que queda por salvar, si es que queda algo, de la posibilidad siempre remota de construir una Europa independiente dotada de una política de seguridad igualmente independiente.

Lo que Schäuble, ahora una alta autoridad del Estado sin una función pública concreta y uno de los últimos políticos conservadores intelectualmente respetables en activo, trata de presentar en la entrevista es su concepción de una versión actualizada de su viejo concepto germano-gaullista de una Europa unida capaz de perseguir sus propios intereses.

La versión propuesta en la entrevista, sin embargo, resulta tan alejada de la realidad que, viniendo de alguien conocido por su despiadado realismo político, puede leerse como el argumento subversivo de que con la guerra ucraniana la integridad de los sueños, no solo de la derecha sino también de la izquierda, de una Europa dotada de “soberanía estratégica”, para expresarlo en palabras de Macron, se han convertido para siempre en quimeras.


Wolfgang Schäuble, político alemán miembro de Christlich Demokratische Union Deutschlands (CDU). Ex Ministro del Interior y ex Ministro de Hacienda en los gabinetes de Angela Merkel (entre 2005-2017). Luego Schäuble fue presidente del Bundestag (2017-2021).

¿Qué sugiere Schäuble para convertir a Europa, ahora o nunca, en una potencia soberana después de la “zeitenwende” (fase de transición)? Tras constatar que el tándem franco-alemán ha fracasado a la hora de evitar la guerra, o siquiera de tener una voz en ella, Schäuble sugiere ampliarlo para convertirlo en un triunvirato, en un directorio de tres miembros, invitando para ello a Polonia a unirse a Alemania y Francia “como miembro dotado de la misma importancia en la dirección de la unificación europea”.

Dado que “a tenor del Tratado de Lisboa la política de defensa recogida en el mismo no es adecuada para medirse con los desafíos actuales”, el nuevo directorio operaría al margen de la Unión Europea. Francia, Alemania y Polonia invitarían a otros países europeos a unirse a ellos, para lo cual Schäuble acepta el concepto de “coalición de voluntarios”. Este mismo principio, sugiere, debería aplicarse también a cuestiones como la política de inmigración y asilo.

En efecto, este planteamiento daría lugar a una “Europa a la carta”, una vez abandonado el supranacionalismo para sustituirlo por lo que en Bruselas, con una obligada expresión de disgusto, se denomina inter-gubernamentalismo. A largo plazo, tal planteamiento podría prescindir del establishment de Bruselas en su conjunto en favor de una alianza estratégica multinacional liderada por tres Estados-nación soberanos.

"Schäuble invita a Polonia a unirse a Alemania y Francia como co-potencia hegemónica europea, confiando en que ello, contra toda esperanza, la arranque de su relación simbiótica con Estados Unidos”.

Pero esto es solo el principio. La principal tarea de este directorio de tres sería construir una defensa nuclear para Europa. En opinión de Schäuble, “dado que los ayudantes de Putin (¡!) nos amenazan cada día con un ataque nuclear, ahora está absolutamente claro (…) que necesitamos disponer de una fuerza de disuasión nuclear también a escala europea”. Mientras Francia tiene las armas, Alemania tiene el dinero.


En nuestro propio interés, los alemanes debemos, a cambio de una disuasión nuclear conjunta, efectuar la correspondiente contribución financiera al poder militar francés (…). Al mismo tiempo, debemos participar en una planificación estratégica de mayor envergadura acordada con París (…). En cualquier caso, una capacidad de defensa europea es inconcebible sin la dimensión nuclear (…)”.


En repetidas ocasiones, Schäuble insiste en que nada de esto debe contradecir los compromisos europeos asumidos en el marco de la OTAN. “Lo que Francia debe conceder” a cambio de la cofinanciación alemana de su fuerza nuclear “es que todo debe encajar en la OTAN”.

De hecho, una de las razones que esgrime Schäuble en pro de la cooptación de Polonia en su directorio es que su presencia garantizaría que “la defensa europea no sería alternativa sino complementaria a la OTAN”. La regla general, de acuerdo con Schäuble, “debe ser siempre: todo con la OTAN, nada contra ella”.

La propuesta de reorganización de Europa presentada por Schäuble debe entenderse como un intento desesperado de mantener viva una perspectiva mínimamente creíble de independencia estratégica europea. Sin embargo, los actos de fe que tiene que hacer para conseguirlo son enormes.

Para acomodar el ascenso de Europa del Este como nuevo centro de poder europeo tras el ataque ruso a Ucrania, Schäuble invita a Polonia a unirse a Alemania y Francia como copotencia hegemónica europea, confiando en que ello, contra toda esperanza, la arranque de su relación simbiótica con Estados Unidos. (El gobierno polaco acaba de presentar a Alemania una factura de un billón de euros en concepto de reparaciones por la Segunda Guerra Mundial, esperando que ello le ayude a ganar las próximas elecciones).

Schäuble también confía en que Francia acepte a un tercer país como cogobernante de Europa, después de que el actual liderazgo ejercido por ambos países haya fracasado, y que conceda a Alemania y Polonia lo que ha negado sistemáticamente desde la década de 1960 a Alemania sola, esto es, la capacidad de expresar su opinión sobre el uso del arsenal nuclear francés.

Cuanto más se analiza la propuesta, más sorprendentes resultan las ilusiones que un veterano de la política europea como Schäuble se siente obligado a asumir para bosquejar algo parecido a un modelo de soberanía estratégica europea


Uno de los pilares del poder de Estados Unidos en Europa es la firma por parte de Alemania del Tratado de No Proliferación Nuclear de la década de 1960, que propició que Alemania dependiera para su defensa durante la Guerra Fría del paraguas nuclear estadounidense.


En la actualidad, dicha dependencia se traduce en la presencia de un número desconocido de bombas atómicas estadounidenses en suelo alemán, junto con una licencia para que la Luftwaffe alemana transporte cabezas nucleares estadounidenses, bajo el mando de Estados Unidos, dirigidas contra objetivos elegidos por este país, utilizando aviones de combate comprados al mismo, lo que oficialmente se denomina “participación nuclear”.

No hay ninguna razón para creer que pueda convencerse a Estados Unidos, con o sin la OTAN, de que Alemania necesita participar también en la gestión de las cabezas nucleares francesas, aunque sea indirectamente pagando por ellas. Tampoco hay ninguna perspectiva de que Francia permita a Alemania y a Polonia expresar su opinión sobre cuándo debería ponerse en riesgo París por el bien de Berlín o Varsovia; en el pasado, los intentos franceses de hacer que Alemania compartiera los costes de la force de frappe (fuerza de choque) fueron abandonados en repetidas ocasiones cuando, a cambio de su participación, Alemania quiso simplemente echar un vistazo al catálogo de objetivos nucleares franceses.


Christian Lindner, político alemán del Partido Liberal, ministro de Finanzas de Alemania desde diciembre del 2021. Ha advertido del riesgo en la Eurozona de caer en la temible "estanflación". Confía en que otros paises de la eurozona reduzcan deuda para combatir la subida de precios. Se declara abierto a expropiar reservas del Banco Central de Rusia para ayudar a Ucrania. En la foto Lindner en un campmento de la Bundeswehr en Eslovaquia (Foto Thomas Koehler / fototeca  IMAGO)


Y cabe también preguntarse cómo alguien con una experiencia y una carrera tan dilatada como las de Schäuble puede confiar en que una política de seguridad europea codirigida por Polonia podría ser otra cosa que la extensión de la política de seguridad estadounidense, dados los dos objetivos principales de la política exterior polaca, esto es, la independencia de Alemania y la presencia contundente de Estados Unidos en Europa para mantener a Rusia a raya en lugar de confiar en los poco fiables vecinos europeos, que, a diferencia de la potencia estadounidense, podrían, a la hora de la verdad, temer por su propia seguridad.

Donde la entrevista de Schäuble se convierte definitivamente en un documento de desesperación y su triunvirato franco-alemán-polaco se revela como nada más que el espejismo de un viajero en el desierto a punto de deshidratarse, es al final de la misma, cuando intenta hacer creer al entrevistador y a sí mismo que su triple alianza nuclear intentaría establecer “una asociación con Rusia, siempre que este país respete las normas básicas de la cooperación entre socios”.

“Seguramente —afirma Schäuble— también los polacos estarán de acuerdo cuando decimos que la asociación con una Rusia comprometida con la renuncia al uso de la fuerza, con la inviolabilidad de las fronteras y con las normas fundamentales del derecho internacional es políticamente deseable. Con una Rusia así podemos y queremos cooperar de buena fe. Por supuesto, con Putin esto será difícil”, pero no imposible, en su opinión.

Schäuble no puede albergar duda alguna de que para Polonia y su protector, Estados Unidos, una arquitectura de seguridad negociada en Europa que incluya a Rusia es, en el mejor de los casos, una segunda opción; su resultado preferido de la guerra ucraniana es una Rusia derrotada y mantenida a raya por una fuerza militar superior. Europa, en este escenario, está dirigida, no por Alemania o Francia o por ambas, sino por Estados Unidos y ello no solo en el continente euroasiático, sino también a escala mundial, en particular en relación con China, a la que Schäuble menciona solo una vez de pasada.

El hecho de que Schäuble pueda llegar a confiar en que sus repetidas garantías de que su triple alianza formará parte de la OTAN, llegando incluso a sugerir además que el Reino Unido (el autodenominado subcomandante de Estados Unidos a escala mundial) también debería desempeñar un papel en la misma, engañen a la potencia estadounidense, desafía toda comprensión. En realidad, que alguien como Schäuble se vea constreñido a propalar piadosas esperanzas de que Estados Unidos mirará hacia otro lado puede interpretarse como un indicio de la eficacia con la que la guerra de Ucrania ha desplazado el centro de la política europea de seguridad nacional hacia el este y, con ello, hacia el oeste, en dirección a Estados Unidos.

Donde Schäuble, para variar, está en línea con el Zeitgeist europeo (espíritu de los tiempos) es cuando afirma que la Unión Europea, como organización internacional realmente existente, no juega ningún papel en su proyecto; en realidad, está explícitamente excluida de él. Lo que tiene en mente, sin decirlo, es lo que Macron, en sus momentos más exuberantes, denomina una refundación de Europa (por supuesto, hay pocas cosas que Macron no quiere refundar).


Ursula von der Leyen, en una foto de archivo como Ministra de Defensa de Alemania, actual presidenta de la Comisión Europea. 

Durante los últimos años, el equipo de von der Leyen y el “método comunitario” supranacional que administra han perdido rotundamente la reputación de la que gozaban entre los jefes de Estado y de gobierno europeos. La gestión de la pandemia por parte de Bruselas fue ampliamente considerada un desastre, a pesar de que fue Merkel quien le encargó la adquisición de las vacunas, tarea para la que no estaba preparada, a fin de evitar que Alemania fuera la primera en ser servida cuando se disponía a asumir la presidencia de la Unión Europea en el verano de 2020: el resultado fue el retraso de dos meses en la campaña de vacunación en el continente europeo.

También se culpó a la UE de no haber almacenado máscaras y equipos protectores y, en general, de no estar preparada para gestionar una emergencia médica como la pandemia de la covid-19, así como de intentar en vano que los Estados miembros cofirmantes del Acuerdo de Schengen mantuvieran sus fronteras abiertas durante el periodo de aumento de las tasas de contagio.

A esto le siguió la toma de conciencia gradual de que el aclamado Next Generation European Union Corona Recovery Fund era demasiado pequeño y estaba gestionado de forma demasiado burocrática como para hacer algo por el país para el que principalmente estaba destinado, Italia, como demuestra la patética caída, tras solo un año en el cargo, del caballero blanco de la UE, Mario Draghi, como primer ministro de su país.

Añádase a esto el regateo con Polonia y Hungría sobre el “Estado de derecho” en un momento en que Europa del Este se estaba convirtiendo en el nuevo centro de gravedad de la UE, por no hablar de la ausencia total de esta cuando los Acuerdos de Minsk fracasaron y Estados Unidos asumió la gestión del conflicto con Rusia en torno a Ucrania

Una vez que la Realpolitik levantó su fea cabeza, la UE se convirtió rápidamente en una organización auxiliar de la OTAN, encargada, entre otras cosas, de idear sanciones contra Rusia, que en su mayor parte se volvieron contra ella, y de elaborar una política energética europea común, una misión imposible desde el principio.

Para evaluar cómo el liderazgo europeo se ha deslizado hacia Estados Unidos y cómo la UE ha perdido el control sobre sí misma nada mejor que analizar su política de admisión de nuevos Estados miembros, la cual constituye un campo de batalla cada vez más enmarañado ligado al conflicto sobre quién dirige Europa y con qué propósito.

En la década de 1990, Estados Unidos hizo saber que, como parte de su Nuevo Orden, la UE tenía que acoger a los antiguos miembros del Pacto de Varsovia (Polonia, Hungría, Chequia, Bulgaria y Rumanía) para fortalecerlos económicamente y reorganizarlos institucionalmente con el fin de anclarlos firmemente en “Occidente”; posteriormente, los Estados bálticos, que durante un tiempo formaron parte de la Unión Soviética, siguieron su ejemplo.

En aquel momento también se esperaba que la UE admitiera a Turquía, cuyo principal mérito consistía en ser miembro de la OTAN desde hacía mucho tiempo, lo cual habría dado a “Europa” fronteras conjuntas con Siria, Iraq e Irán, además de una posible guerra con un Estado miembro de la UE, Grecia. La adhesión de Turquía fue impedida por Francia y la Alemania de Merkel, campeona mundial en el arte de la resistencia pasiva, aunque oficialmente Turquía sigue siendo candidata a la incorporación a la UE.

La integración de los nuevos miembros de la UE constituye una ardua tarea para la burocracia de Bruselas, que debe enseñarles los entresijos del denominado acquis communitaire (acervo comunitario), el interminable conjunto de normas que los Estados deben aplicar como condición previa a la adhesión. Además, para afianzar su lealtad al capitalismo, los nuevos miembros deben recibir apoyo económico y cuanto más pobres y numerosos sean, mayores deben ser los fondos estructurales de la Unión destinados a los mismos, que son financiados con los respectivos presupuestos nacionales.


         Soldados de la Bundeswehr (Foto archivo Imago Christian Thiel)

Además, como tantas otras veces, el dinero puede o no comprar el amor, y los nuevos Estados miembros del Este tener sus propias ideas sobre cuándo deben seguir las órdenes de Bruselas y cuándo no. Así, los periodos de espera se han dilatado durante los últimos años, ya que las negociaciones se están alargando innecesariamente por la presión de los actuales Estados miembros.

El último nuevo miembro de la UE fue Croacia, admitida en 2013, tras diez años de negociaciones y con sus reformas institucionales concluidas a satisfacción de Bruselas. En la lista de espera siguen Albania, Bosnia-Herzegovina, Kosovo, Montenegro, Macedonia del Norte y Serbia, los denominados Estados de los Balcanes Occidentales, cuyas perspectivas de ser admitidos en un futuro previsible es nula, después de que Francia se opusiera públicamente a su ingreso.

Introduzcamos en la ecuación a Ucrania, que a través de su omnipresente presidente exige la plena incorporación a la UE de inmediato, tutto e subito, algo difícilmente realizable sin el estímulo de su aliado estadounidense, que necesita que alguien pague la reconstrucción del país una vez que la guerra concluya, si es que lo hace en algún momento.

El 18 de junio, Von der Leyen, vestida como tantas veces estos días de azul y amarillo, anunció en Twitter, sin miedo a parecer decadente o de mal gusto, que “los ucranianos están dispuestos a morir por la perspectiva europea. Queremos que vivan con nosotros el sueño europeo”. Pero lo que parecía convertirse en un viaje por la vía rápida a Bruselas pronto se detuvo en seco.

Aunque es evidente que los Estados de los Balcanes Occidentales debieron protestar, el factor crucial es que los actuales Estados miembros parecieron haberse dado cuenta de que la adhesión de Ucrania acabaría por hacer saltar por los aires el presupuesto de la UE, por no hablar del sistema político oligárquico ucraniano, que habría hecho que Polonia y Hungría, los archienemigos “antiliberales” de la mayoría liberal del Parlamento de la UE, parecieran democracias escandinavas.


“Los Verdes son los más militantes entre los políticos alemanes en su espíritu belicoso, ya que representan a una generación que estuvo exenta, y lo estará para siempre, del servicio militar, a diferencia de los despreciados pacifistas de antaño”.


En esta situación, fue Olaf Scholz quien, de nuevo con verdadero espíritu merkeliano, tiró del carro, exigiendo que la UE, antes de dejar entrar a ningún nuevo miembro, se sometiera a «reformas estructurales» de las que previsiblemente es incapaz. Una de sus propuestas se refería a la composición de la Comisión.

Actualmente hay un comisario por cada Estado miembro, lo que suma un colegio de veintisiete, demasiado grande, como dice un adagio de Bruselas, para reunirse en pleno sin que los miembros utilicen prismáticos si quieren mirarse a los ojos. Sin embargo, ello no es razón para que los Estados miembros más pequeños insistan en que cada país debe tener un puesto en la Comisión, dado que la UE paga a sus comisarios bastante más de lo que los países más pequeños y pobres pagan a sus respectivos primeros ministros.

La reducción del número de comisarios requerirá la modificación de los Tratados que cada Estado miembro debe aceptar. Además, en un discurso pronunciado a finales de agosto en la Universidad Carolina de Praga, que pretendía ser un complemento del pronunciado por Macron en la Sorbona en 2016, Scholz exigió disposiciones más estrictas sobre el Estado de derecho en los Tratados y poderes más eficaces para que la UE sancione a los Estados miembros por sus infracciones, a sabiendas de que esto sería inaceptable para Polonia y Hungría, y presumiblemente también para otros países. (Eludiendo tanto la UE como la OTAN, Scholz también sugirió un sistema conjunto de defensa aérea para Europa, creado por Alemania junto con los Estados miembros vecinos).

Además, Scholz insistió en la votación por mayoría en el Consejo en lo concerniente a la política exterior de la UE, presumiblemente mediante votos ponderados por el tamaño de los respectivos países para evitar que el nuevo Ostblock (bloque de los países de Europa del Este) superara en votos a Alemania y Francia en nombre de Estados Unidos. Por supuesto, en la UE acabar con la unanimidad requiere unanimidad, un obstáculo que ni siquiera Angela Merkel había podido superar.


Despedida a la canciller Angela Merkel (foto Reuters). El desfile nocturno de soldados portando antorchas, el “Zapfenstreich” o “Toque de retreta”, en el patio del Ministerio de Defensa marcó el “fin de la era Merkel”, 1 diciembre 2021.


Mientras tanto, en Alemania, la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, una de las Young Global Leaders del World Economic Forum de Davos, hace saber a la opinión pública alemana que la guerra en Ucrania puede durar muchos años todavía y que Ucrania seguirá necesitando apoyo económico y militar, incluido “armamento pesado”, con toda seguridad durante 2023.

Ello añade un sabor peculiar a las interminables expresiones de gratitud y admiración de los Verdes por los valientes ucranianos que “defienden nuestros valores”, arriesgando sus vidas bajo un estricto régimen de servicio militar obligatorio. También ayuda a explicar su identificación incondicional con los objetivos bélicos del ala ahora gobernante del nacionalismo ucraniano (Baerbock: “Crimea pertenece a Ucrania... Ucrania defiende también nuestra libertad, nuestro orden de paz. Y la apoyamos financiera y militarmente, mientras sea necesario. Y punto”).

El envío de armas, mientras estos nuevos belicistas observan cómo se utilizan estas desde la seguridad de sus salas de estar (Twitter ofrece un increíble número de tuits de alemanes repantigados en sus sillones celebrando los golpes de la artillería ucraniana contra los objetivos rusos, similares a los publicados por los video jugadores que informan de sus proezas conseguidas en las pantallas de sus ordenadores) es jaleado casi diariamente acompañado de la garantía, que se hace eco de las declaraciones de Biden y su equipo, de que la OTAN, incluida Alemania, nunca enviará tropas a los campos de batalla de Ucrania donde los ucranianos “luchan y mueren por todos nosotros”.

Obviamente, ello contribuye a que estos nuevos partidarios de la guerra, que se saben al reparo de riesgo alguno para sí o para sus hijos, la alienten hasta la mismísima Endsieg (victoria final), insistiendo en que no puede haber negociaciones sobre el fin de la misma antes de que ésta haya terminado con la incondicional retirada rusa.

Hasta ahora, la llegada de los Verdes al gobierno alemán, el reverdecimiento de lo que los alemanes solían llamar Friedenspolitik (política de paz), ha tenido un éxito notable. El espacio para el debate público legítimo sobre la paz y la guerra se ha reducido drásticamente. El jefe del servicio de seguridad nacional alemán, la orwellianamente denominada Bundesamt für Verfassungsschutz (Oficina para la Protección de la Constitución), aseguró públicamente al gobierno que vigilará a todos los que afirmen que el ataque ruso a Ucrania podría haber estado relacionado con la acumulación previa de recursos militares estadounidenses en torno a Rusia; en otras palabras, a todos los Putinversteher (comprensivos con Putin).

Como el evangelio, la prensa, de calidad o no, recita como sabiduría última de las relaciones internacionales, olvidada por los pacifistas sentimentales como Willy Brandt, el viejo adagio romano, si vis pacem para bellum. Se trata de proscribir la idea más reciente, que se remonta en parte nada menos que al mismísimo Friedrich Engels, de que con el armamento moderno, prepararse para la guerra puede desencadenar una carrera armamentística que precisamente consigue lo contrario de la paz.

La acumulación sin precedentes de recursos militares por parte de Estados Unidos durante las dos primeras décadas del siglo XXI, incluida la dotación de armamento a Ucrania desde 2014, que supuso sin riesgo de exagerar la preparación para la guerra más impresionante de la historia, fortalecida además por la denuncia de todos los tratados de control de armamentos de la época de la Guerra Fría, no debe mencionarse nunca en este contexto.

Visto así, el hecho de que el presupuesto especial de defensa de 100 millardos de euros, anunciado por el gobierno alemán a los tres días de iniciarse la guerra, no tendrá sus primeros efectos sobre el terreno hasta dentro de aproximadamente cinco años no significa que sea un despilfarro, sino únicamente que no tiene nada que ver con la guerra de Ucrania como tal.


Para lo que Alemania se está preparando, siguiendo la demanda irrechazable de sus amigos estadounidenses, es para un mundo que se constituye en un gran campo de batalla a la espera impaciente de las intervenciones de la OTAN fuera de su área de operaciones tradicional en pro de la propagación de la democracia y de la oferta de oportunidades para que ciudadanos posheroicos y sobrealimentados defiendan los valores occidentales.


         Tanques alemanes "Leopard II" (foto archivo)

A mediados de agosto, como otra muestra de su lealtad a Occidente, Alemania envió seis aviones de combate Eurofighter, en un viaje que los llevó por medio mundo y les obligó a pasar por la China continental y Taiwán, a Australia con el fin de efectuar maniobras conjuntas con Corea del Sur y Nueva Zelanda y de demostrar así la disposición alemana para una ulterior implicación militar.

La prensa alemana informó bochornosamente para contextualizar la noticia de que “el nuevo concepto estratégico de la OTAN menciona a China como un desafío”. Uno de los seis aviones de guerra resultó defectuoso y tuvo que ser devuelto a casa, pero los cinco restantes llegaron sanos y salvos a su lejano destino repostados en vuelo por un avión cisterna A330, lo que hizo que el Frankfurter Allgemeine Zeitung se sintiera orgulloso del estado de las fuerzas armadas alemanas.

El viaje se produjo después de que el gobierno saliente de Merkel enviara una fragata, la Bayern, de gira por el Indo-Pacífico, antes conocido como el Mar del Sur de China, para mostrar tanto la lealtad transatlántica, como la resolución a la hora de intervenir en el Pacífico oriental. 

Y esto es todo por hoy en cuanto a la autonomía estratégica europea.

Fuente consulta  

15 septiembre 2022

Rehaciendo el mundo

 


Nick Ottens

Never Was Magazine

Título original en inglés: Remaking the World 


No fue sino hasta la era moderna que los aspirantes a conquistadores y bienhechores pudieron pensar a escala global. El descubrimiento del Nuevo Mundo y la invención de los barcos de vapor, el telégrafo, los aviones, la televisión y los misiles balísticos intercontinentales hicieron que el mundo se sintiera más pequeño. Los faraones egipcios y los emperadores chinos pueden haber pretendido gobernar todo lo que hay bajo el sol y los cielos; No fue hasta el siglo XIX que una nación insular en el borde occidental de Eurasia pudo adquirir un imperio en el que el sol nunca se ponía.

 

Ilustración sobre la Conferencia de Berlín. La Conferencia de Berlín (también denominada la "Conferencia del Congo" o "Conferencia de África Occidental" se celebró entre el 15 de noviembre de 1884 al 26 de febrero de 1885, fue convocada por Francia y el Reino Unido​ y organizada por el canciller de Alemania, Otto von Bismarck, tuvo lugar en Berlín (Imperio alemán) para solucionar los problemas surgidos de la expansión colonial en África y resolver su repartición entre las potencias coloniales europeas. (NdelE)

El potencial de conquista mundial infló las ambiciones de los movimientos políticos. Los marxistas llamaron a una revolución mundial del proletariado. La Alemania fascista y Japón planearon dividir el mundo entre ellos. Estados Unidos buscó hacer del mundo un lugar seguro para la democracia.

Si la guerra mundial y la conquista mundial fueron posibles, ¿entonces seguramente también lo fueron la paz y la unidad mundiales? El paneuropeísmo y el internacionalismo florecieron en el siglo XX, dando vida a la Liga de las Naciones, las Naciones Unidas y lo que sería la Unión Europea.


Desde el Tratado de Tordesillas de 1494 hasta los aspirantes a UE de la actualidad, aquí hay una historia de intentos, pocos de ellos exitosos, para rehacer el mundo.


Tratado de Tordesillas


Mapa de las reivindicaciones territoriales portuguesas y españolas en el mundo colonial, 1479-1790 (Wikimedia Commons)


El Tratado de Tordesillas de 1494, que dividió el mundo fuera de Europa entre Portugal y España, fue el primer intento de dos naciones de reordenar el mundo entero sin recurrir a la guerra entre ellos.

La monarquía española había financiado el viaje de Cristóbal Colón a lo que se conocería como las Américas, sin embargo, Portugal tenía un reclamo sobre todas las tierras al sur de las Islas Canarias ratificado por el Papa. El rey Juan II de Portugal tenía la intención de cumplir con ese reclamo. Sus homólogos españoles, el rey Fernando de Aragón y la reina Isabel de Castilla, no tenían los medios militares para desafiarlo. Así que buscaron una solución diplomática, apelando al Papa de origen español Alejandro VI, quien decretó en 1493 que todas las tierras al oeste de las Azores y Cabo Verde debían pertenecer a España.


Juan II de Portugal - Isabel I de Castilla - Fernando II de Aragón


Juan estuvo medio de acuerdo. Insistió en que a Portugal se le debería dar explícitamente mano libre al este de la línea. De ahí el Tratado de Tordesillas, que le dio a Portugal África e India y, resultó, una porción de Brasil. Así fue como Brasil se convirtió en una colonia portuguesa y de habla portuguesa, mientras que el resto de América Latina cayó bajo el dominio español.

Otras potencias europeas, que colonizaron América del Norte, ignoraron el tratado. Las poblaciones nativas americanas no fueron consultadas. Los líderes portugueses y españoles apenas conocían a la gente del Nuevo Mundo cuando lo dividieron.

El Tratado de Zaragoza de 1529 trazó una línea similar en el otro lado del mundo, lo que le habría dado a España una porción de Australia, que nunca colonizó, pero no Filipinas, que sí lo hizo.


Conferencia de Berlín


Caricatura de Otto von Bismarck presidiendo la Conferencia de Berlín de 1885 (Journal L'Illustration)


En el apogeo de la era imperial, Otto von Bismarck, el primer canciller de la Alemania unida, invitó a sus homólogos europeos a Berlín para resolver una disputa entre Bélgica, Gran Bretaña, Francia y Portugal por el control del Congo. Otras disputas territoriales se resolvieron en la misma conferencia, por lo que se formalizó efectivamente la lucha por África.


    África1884                             1898                             1950


En los años posteriores a la Conferencia, las potencias europeas consolidaron su dominio sobre el continente africano, en gran medida sin luchar entre sí. Solo el 10% de África había sido colonizado en 1870. Para 1914, los europeos reclamaban el 90% de África, y solo Etiopía y Liberia permanecían independientes.


¡Morgen die Ganze Welt!


Lo que Alemania quiere. Mapa de 1917 del Establecimiento Geográfico de Stanford de los supuestos objetivos de guerra de Alemania (Biblioteca de la Universidad de Cornell)


No fue hasta la Primera Guerra Mundial que los occidentales temieron que una sola potencia pudiera conquistar el mundo. La propaganda aliada, como este mapa de 1917, exageraba los objetivos de guerra de Alemania. Pero en un presentimiento sobre la búsqueda de Hitler de Lebensraum en el Este, el emperador Wilhelm II y sus generales buscaron la expansión territorial en Europa del Este, así como un "lugar bajo el sol" para Alemania en los trópicos.


Mapa de 1916 de Wilhelm Greve que muestra toda Europa Central bajo control del Imperio Alemán (Biblioteca de la Universidad de Cornell)


Wilhelm Greve, un litógrafo alemán, estuvo más cerca de cartografiar las verdaderas aspiraciones de la Alemania imperial. En este mapa de 1916, Alsacia se ha incorporado al Imperio Alemán. Albania, Bélgica, Polonia, Rumania y Serbia pueden ser nominalmente independientes, pero en realidad están subordinados a Berlín y Viena.

(Haga clic AQUÍ para ver más mapas de una victoria alemana en la Primera Guerra Mundial).


Liga de las Naciones


Mapa de 1927 de la Sociedad de Naciones (Boston Rare Maps)


El horror de la Primera Guerra Mundial —40 millones de personas murieron en cuatro años— dio lugar al intento más serio de gobernanza global hasta entonces: la Liga de Naciones.

El organismo está asociado con el presidente estadounidense en tiempos de guerra Woodrow Wilson, pero uno de sus predecesores, Theodore Roosevelt, había pedido años antes una “Liga de la Paz” internacional; El embajador de Gran Bretaña en los Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial, Lord Bryce, popularizó la idea en Estados Unidos; y el británico Robert Cecil y el sudafricano Jan Smuts redactaron el Pacto de la Sociedad de Naciones, que creó las instituciones de la liga, así como los mandatos en las antiguas colonias de las potencias centrales derrotadas.


          Woodrow Wilson           Robert Cecil                 Jan Smuts


42 naciones iniciaron la Liga. Seis más se unieron durante su primer año. Argentina fue la primera nación en retirarse en 1921, cuando su propuesta de admitir a todas las naciones soberanas fue rechazada. Alemania se unió en 1926 y se retiró en 1933. La Unión Soviética fue admitida en 1934 pero expulsada en 1939 por invadir Finlandia. Estados Unidos nunca se unió.

En su apogeo, en 1934-35, la Liga tenía 58 miembros. Egipto fue la última nación en unirse en 1937, pero para entonces la organización se había vuelto irrelevante. No logró evitar la apropiación de tierras por parte de Hitler en Europa, la guerra de Japón contra China, la invasión de Abisinia (Etiopía) por parte de Italia y la interferencia extranjera en la Guerra Civil española.


Repúblicas Soviéticas


Estados efímeros de la Guerra Civil Rusa (PisseGuri82)


En los disturbios y la Guerra Civil que siguió a la Revolución Rusa de 1917, se proclamaron muchos estados en el territorio del antiguo Imperio Ruso. Algunos eran minorías étnicas que buscaban autonomía. Otros eran señores de la guerra que reclamaban legitimidad a través de la fachada de un estado. Otras, sin embargo, fueron repúblicas proto-soviéticas que luego se incorporaron a la URSS. El mapa de arriba muestra la mayoría de estos “estados efímeros” (que no existieron todos al mismo tiempo).

(Haga click AQUÍ para leer más sobre esos "estados efimeros").


Mapa de 1936 de las repúblicas de la Unión Soviética (Wikimedia Commons)


La URSS se formó en 1922 como una unión de las repúblicas de Rusia, Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia. Los tres primeros, a su vez, contenían repúblicas socialistas autónomas, que a menudo se centraban en etnias no rusas. Las repúblicas de la unión eran teóricamente soberanas y se les permitía separarse. En realidad, todas las repúblicas estaban subordinadas a Moscú.

Al comienzo de la Unión Soviética, hubo esfuerzos genuinos para extender los derechos y la autonomía a los pueblos no rusos, que habían sido clasificados como "extranjeros" bajo el zar. Las etnias oficialmente reconocidas recibieron sus propias instituciones culturales, medios de comunicación y escuelas.


Joseph Stalin

Esto cambió bajo Joseph Stalin, quien trazó fronteras artificiales para dividir etnias y trasladó a pueblos enteros alrededor de la Unión Soviética en nombre de la rusificación. Millones perecieron en los traslados de población a Asia Central y el Lejano Oriente.

Las repúblicas de Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán se crearon en la década de 1920 a partir del territorio de las Repúblicas Populares Soviéticas de Bujaran y Khorezm. La República Soviética Federativa Socialista de Transcaucasia se disolvió en 1936, y Armenia, Azerbaiyán y Georgia pasaron de ser repúblicas autónomas a parte de la unión.

Ese mismo año, Stalin creó dos repúblicas más en Asia Central que hasta entonces habían pertenecido a la República Socialista Federativa Soviética de Rusia: Kazajstán y Kirghizia. Estonia, Letonia, Lituania y Moldavia fueron conquistadas en 1940 e incorporadas a la Unión Soviética como repúblicas. Ese mismo año se creó una República Socialista Soviética Karelo-Finlandesa, incluido el territorio tomado de Finlandia en la Guerra de Invierno, pero se abolió nuevamente en 1956.


Mapa de la Unión Soviética y su esfera de influencia (1Blomma)


Si Stalin hubiera abierto un frente contra los nazis en Noruega y se hubiera unido a la guerra contra Japón antes de derrotar a Hitler; si el Ejército Rojo hubiera avanzado más en Alemania y Tito no hubiera roto con Moscú, es posible que Finlandia y Polonia se hubieran incorporado al imperio soviético como repúblicas unidas y Manchuria, Mongolia, Corea del Norte, Noruega, Suecia y Yugoslavia se hubieran incorporado a la órbita soviética como estados satélite.


Intermarium


Mapa de la Intermarium propuesta, una federación de Europa Central y Oriental


El Intermarium ("entre mares") fue una propuesta polaca para la federalización de Europa Central y Oriental.


                                                Józef Piłsudski

El líder de Polonia posterior a la Primera Guerra Mundial, Józef Piłsudski, fue el defensor más destacado del esquema, pero se remonta a principios del siglo XIX. Adam Jerzy Czartoryski, líder de la revuelta polaca de 1831 contra Rusia, también la apoyó.

Fuera de Polonia, el plan encontró poca simpatía.

Los soviéticos se opusieron porque querían los estados bálticos, Bielorrusia y Ucrania para ellos. Los aliados occidentales estaban en contra, porque asumieron que el bolchevismo eventualmente colapsaría y todavía pensaban en Rusia como un contrapeso a Alemania. Muchos de los posibles miembros de la federación lo vieron como un intento apenas disimulado de resucitar la Commonwealth polaco-lituana.

La Polonia del siglo XXI ha revivido la idea de una Europa Central fuerte que pueda contrarrestar tanto a Europa Occidental como a Rusia en la forma de la Iniciativa de los Tres Mares.


Unión de Europa Central


Mapa de la sindicalización de la Unión Europa Central propuesto por P.A. Maas (1920)


La Paz de Versalles había puesto fin a la Primera Guerra Mundial, pero difícilmente resolvió las tensiones étnicas y las disputas territoriales que la provocaron.

P.A. Maas, probablemente el hijo de un impresor con sede en Viena llamado Otto Maas, predijo en 1920 que la paz colapsaría y lo propuso en Das Neue Europa Mit Dem Dauernden Frieden. Die Unionisierung Mitteleuropas que la “paz duradera” podría lograrse a través de la “sindicalización de Europa Central”.

Su Einheitsstaates europeo (Estados Unidos) constaba de 24 cantones al estilo suizo, cada uno de ellos una porción larga y estrecha que irradiaba desde la capital de la Unión, Viena. Cada cantón lleva el nombre de una ciudad importante.

La Unión reconocería solo cuatro naciones: romanos, germanos, magiares y eslavos. Los romanos se podían encontrar en Francia, Italia y Rumania; alemanes en Austria, Baviera, Prusia, los Países Bajos, Sajonia y Tirol; magiares en Hungría; y eslavos en Croacia, Checoslovaquia, Moravia, Polonia, Rutenia y Serbia. Una presidencia electa rotaría entre las cuatro naciones. El idioma oficial del sindicato sería el esperanto.


Paneuropa


Mapa mundial de cinco superestados de Richard von Coudenhove-Kalergi


Richard von Coudenhove-Kalergi

Richard von Coudenhove-Kalergi, un noble bohemio, tenía una visión más realista de la unión en Europa. Junto con Otto von Habsburg, el último príncipe heredero de Austria, fundó la Unión Paneuropea en 1922, que pedía la unificación de Europa, en parte para resistir la amenaza del comunismo soviético. Muchas de sus propuestas, incluida la utilización de la “Oda a la alegría” de Ludwig von Beethoven como himno europeo, fueron retomadas después de la Segunda Guerra Mundial.

Las ideas de Coudenhove-Kalergi para el resto del mundo no vieron la luz del día. Esperaba que las colonias europeas en África y Asia se incorporaran a una Unión Europea; que Estados Unidos y América Latina se fusionarían en una Panamérica; y que China, Japón, Mongolia, Corea y el Tíbet se unirían en un solo estado de Asia oriental. Solo Afganistán, Etiopía (antes de que fuera invadida por los italianos), Irán, Liberia y Turquía permanecerían independientes.


Tecnocracia


Mapa del Technate of America propuesto (Technocracy Inc.)


La Gran Depresión dio vida a varias filosofías políticas nuevas. Chile se tambaleó hacia la extrema izquierda. Brasil y Portugal giraron hacia la derecha corporativista. Alemania eligió a los nazis. En Canadá y Estados Unidos surgió el movimiento de la tecnocracia. Propuso reemplazar a todos los políticos por economistas, ingenieros, científicos y empresarios.


                                                  Howard Scott

El New Deal de Franklin Delano Roosevelt, que también se basaba en el control experto de la economía, quitó el aliento a los tecnócratas. En Canadá, el movimiento incluso fue ilegalizado.

El grupo de defensa más destacado fue Technocracy Incorporated, fundado por Howard Scott. No era muy popular y, en lo que ciertamente no era un buen augurio para su capacidad de gobernar, estaba dominado por el faccionalismo.

Su propuesta de mayor alcance fue unir América Central y del Norte en un "technate", siendo su argumento que los límites naturales y los recursos del área que se extiende desde el Ártico hasta Panamá la convertían en "una unidad geográfica independiente y autosuficiente".


Unión de habla inglesa


Mapa de la Unión de Habla Inglesa de la revista Life (7 de octubre de 1940)


Para los conservadores británicos de cierta persuasión, la idea de unir su país con sus antiguos dominios blancos y Estados Unidos ha tenido un atractivo especial durante mucho tiempo. Fuera de Gran Bretaña, no tanto. Pocos estadounidenses, australianos o canadienses, y mucho menos los irlandeses y sudafricanos, han disfrutado la perspectiva de una unión de habla inglesa.


Roberto E. Sherwood

Una excepción fue Robert E. Sherwood, un dramaturgo estadounidense que escribiría discursos para el presidente Franklin Delano Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. 

Escribiendo antes de que los rusos entraran en la guerra del lado de los Aliados en 1941, Sherwood temía un estancamiento prolongado entre la Europa controlada por los nazis y el mundo libre de habla inglesa. Aislado en un mundo mayoritariamente totalitario, “un mundo en el que el término 'competencia despiadada' significaría exactamente eso”, el nivel de vida de Estados Unidos se reduciría, advirtió a los lectores de  la revista Life. Una unión de los pueblos de habla inglesa prometía un respiro.

 

Portada de New Statesman (del 6 al 12 de febrero de 2015)

La salida de Gran Bretaña de la UE ha reavivado las esperanzas de unir a la angloesfera.

CANZUK, una unión política y económica propuesta de Canadá, Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido, cuenta con el apoyo de políticos de derecha y grupos de expertos en los cuatro países. Contaría con unas 135 millones de personas y tendría una producción económica combinada de 6,5 billones de dólares. Los escépticos lo ven como una resurrección de la “Commonwealth Blanca”.


Aliados contra el Eje


Mapa del mundo en guerra de Richard Edes Harrison, publicado en la revista Fortune (marzo de 1942)


La Gran Guerra de 1914-18 fue mundial, con batallas en África y Asia, pero la mayor parte de los combates tuvo lugar en Europa. La Segunda Guerra Mundial realmente se libró en todos los continentes. Los británicos y los alemanes enviaron tropas a la Antártida; la Batalla del Río de la Plata tuvo lugar en América del Sur.

Este mapa de Richard Eden Harrison, publicado en la revista Fortune en el apogeo de la expansión del Eje en 1942, muestra casi todo el mundo en guerra. Los únicos verdaderos neutrales son Argentina, Irlanda, Portugal y sus colonias, Suecia, Suiza, Tíbet, Turquía y Arabia Saudita. Argentina y Arabia Saudita finalmente se unieron a los Aliados.


Imperio hitleriano


Mapa del Gran Reich Alemán (1Blomma)


Adolf Hitler soñaba con un imperio alemán que se extendiera desde el océano Atlántico hasta los montes Urales. Los japoneses imaginaron una Gran Esfera de Co-Prosperidad de Asia Oriental. Los aliados occidentales planearon las Naciones Unidas. Los soviéticos tenían la intención de empujar sus fronteras lo más al oeste posible. Todos los bandos imaginaron que el mundo después de la guerra sería diferente.


Adolf Hitler

Los historiadores todavía debaten si Hitler hablaba en serio sobre la dominación mundial, pero no hay duda de que quería retirar el mapa de Europa. Un Großgermanisches Reich (Gran Imperio Germánico) habría cubierto el norte de Europa y albergado razas consideradas dignas por los nazis, incluidos los holandeses, los checos y los nórdicos. Los judíos, polacos y eslavos debían ser erradicados o expulsados. Los Reichskommissariaten habrían reemplazado a los países.

Los planes de Hitler para Europa al sur del Danubio se articularon con menos claridad, aunque el río mismo habría desempeñado un papel importante en la conexión de la Alemania histórica con sus nuevas colonias en el Este. Albania, Croacia, Grecia y Montenegro pueden haber quedado en manos de Italia. Bulgaria, Hungría, Rumania, Serbia y Eslovaquia serían gobernadas por aliados nazis o marionetas.


Mapa de una temida invasión alemana de Oriente Medio, de la revista Life (28 de abril de 1941)


Hitler simpatizaba con los árabes, que veían en la Alemania nazi un aliado potencial contra la Gran Bretaña y Francia coloniales. Sin embargo, la colaboración práctica fue limitada. La neutralidad turca bloqueó una invasión alemana del Medio Oriente. El Eje alentó un golpe contra la monarquía probritánica en Irak, pero poco pudo hacer cuando los británicos enviaron tropas. Hitler tampoco pudo impedir que Gran Bretaña y la Unión Soviética depusieran al gobernante neutral de Irán, Reza Shah, en favor de su hijo más flexible, Mohammad Reza Pahlavi, a pesar de que los iraníes eran considerados arios puros en la jerarquía racial nazi.


Mapa de África del Reich - Mapa del Plan de Madagascar (2015)


África era una prioridad menor para los nazis que Europa del Este, pero también esperaban construir un imperio allí. El norte quedaría en manos de Italia, para que Benito Mussolini pudiera tener su Nuevo Imperio Romano. Los afrikaners blancos gobernarían Rhodesia y Sudáfrica. En el medio, Alemania se enseñorearía de Mittelafrika.


Mapa del mundo en The Man in the High Castle de Amazon (2016)


The Man in the High Castle de Amazon, basada en la novela homónima de Philip K. Dick de 1962, nos da una idea de un mundo en el que el Eje obtuvo la victoria.

Alemania (presumiblemente con Italia) controla el área atlántica, incluida toda África, Europa y Oriente Medio, así como la mayor parte de América del Norte y la mitad oriental de América del Sur. Japón tiene la Cuenca del Pacífico, incluida lo que solía ser la costa oeste de Estados Unidos, partes de América Central, Chile y Perú.

Separando a los imperios, que son formalmente aliados pero realmente atrapados en una guerra fría, están los restos de la Unión Soviética en Eurasia, una zona neutral rebelde en América del Norte, México y la "Amazonia" en el centro de América del Sur.


Las ambiciones de Japón


Mapa de planes de guerra japoneses para conquistar el Lejano Oriente según detalló la revista Life (9 de diciembre de 1946)


Las ambiciones de Japón nunca se extendieron más allá de Asia. Life  reveló ya en diciembre de 1946 que los japoneses no tenían ningún plan para invadir los Estados Unidos continentales. El ataque a Pearl Harbor solo tenía como objetivo inmovilizar la flota estadounidense para que los japoneses pudieran tomar Filipinas, Guam, Singapur, las Indias Orientales y la isla Wake.

Luego, los japoneses pensaron que tendrían tiempo, detrás de sus defensas exteriores, para explotar su nueva "zona de recursos del sur" en busca de materias primas que necesitaban para completar su guerra desesperadamente estancada en China.

El objetivo a largo plazo de Japón era establecer una “Esfera de Co-Prosperidad de la Gran Asia Oriental”. Para algunos, esto fue una expresión de ideales anticoloniales y panasiáticos. En realidad, fue un vehículo para la dominación japonesa del este de Asia, incluida toda China, India y lo que se convertiría en Indonesia.

(Haga clic AQUÍ para ver el auge y la caída del imperio de Japón en mapas).


Nuevo mundo de posguerra


Maurice Gomberg de Filadelfia publicó por su cuenta este mapa-esquema del Nuevo Mundo de la posguerra en febrero de 1942. Predijo un mundo de bloques: los Estados Unidos se expandirían para cubrir toda América del Norte, la Unión Soviética dominando Eurasia. África, Europa y América del Sur formando sus propias federaciones.


India, en ese momento bajo el dominio británico, se independizaría, pero Gomberg por alguna razón entregó Indonesia, que los japoneses habían tomado de los holandeses, a la Commonwealth.

Albania, Grecia, “Tierra Hebrea” (un estado judío en Palestina y Transjordania), Irlanda, Japón y Turquía son las únicas naciones a las que se les permite la independencia.

Se sabe poco sobre Gomberg, pero eso no ha impedido que los teóricos de la conspiración imaginen que su mapa fue el gran diseño de Estados Unidos para rehacer el mundo. ¡Incluso insinúa un “Nuevo Orden Mundial” en el título!

(Haga clic AQUÍ para ver más información sobre este mapa de un "Nuevo Orden Mundial"). 


1984


Mapa del mundo en Mil novecientos ochenta y cuatro de George Orwell


Las pequeñas naciones que son absorbidas por los superestados podrían terminar en una guerra permanente en lugar de una paz permanente.


George Orwell

En "Mil novecientos ochenta y cuatro" (1949) de George Orwell, tres super-estados totalitarios compiten por la dominación mundial. Oceanía, gobernada por el partido Ingsoc, está formada por las Américas, Australia, las Islas Británicas y Sudáfrica. Eurasia, gobernada por neo-bolcheviques, tiene Europa continental y el territorio de la antigua Unión Soviética. Asia Oriental, donde la ideología estatal es la destrucción del yo, incluye partes de Asia Central, China, Japón, Manchuria y Corea.

Los tres estados luchan por la supremacía en dos frentes: un Frente Polar, que incluye Groenlandia y el norte de Canadá y Siberia; y un Frente Ecuatorial, que se extiende desde el norte de África en el oeste hasta Indonesia en el este.

Ningún estado es lo suficientemente fuerte como para prevalecer por sí solo, pero ninguno es lo suficientemente débil como para perder contra una combinación de los otros dos. Las alianzas cambian constantemente. Cada vez que Oceanía cambia de bando, los censores de Ingsoc deben actualizar rápidamente todas las referencias al “antiguo enemigo” de ayer al “glorioso aliado” de hoy. El mapa de arriba lo hace fácil. Simplemente inclínelo 90° cuando Oceanía cambie de lado.


Yalta


Winston Churchill, Franklin Roosevelt y Joseph Stalin en Yalta, 9 de febrero de 1945 (Archivos Nacionales)


La realidad de la división de Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial estaba más cerca de la visión de Gomberg que de la de Orwell. Stalin empujó las fronteras de la Unión Soviética lo más al oeste que pudo. Las naciones restantes del continente se unieron bajo el liderazgo estadounidense.


"Problemas con algunas de las piezas". Caricatura de la revista Punch sobre la Conferencia de Yalta

La división este-oeste, que condenaría a las naciones de Europa Central y Oriental a casi medio siglo de autoritarismo, se formalizó en la Conferencia de Yalta de las tres principales potencias aliadas en febrero de 1945, tres meses antes de la victoria en Europa. Winston Churchill y Joseph Stalin ya habían acordado que Rusia podría mantener su posición en Europa del Este mientras se dividiría la influencia en Hungría y Yugoslavia. El destino de Polonia y Alemania tuvo que decidirse en Yalta.

Stalin, habiéndose asegurado de que el Levantamiento de Varsovia fuera aplastado por los nazis antes de que el Ejército Rojo liberara Polonia, insistió en el reconocimiento del Gobierno Provisional dominado por los comunistas en lugar del gobierno polaco democrático en el exilio. Stalin prometió elecciones libres y justas en Polonia; eso no sucedió hasta 1991. El país se desplazó hacia el oeste en el mapa: sus llamadas fronteras orientales se transfirieron a Rusia, mientras que gran parte de la antigua Prusia se entregó a Polonia. Rusia se apropió de Prusia Oriental y la rebautizó como Kaliningrado.

Se consideraron varias particiones posibles de Alemania, incluida una división en tres partes, antes de acordar la ahora familiar división este-oeste. (Haga clic AQUÍ para obtener más información).


Izq. Mapa de la revista Life (29 de diciembre de 1947). Der. Caricatura de 1947 que muestra a Stalin tomando el control de Europa del Este (Stephen Illingsworth)


Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y más tarde Alemania Oriental fueron tomadas por los comunistas. Los comunistas intentaron, sin éxito, tomar Grecia también, pero los monárquicos respaldados por Estados Unidos y Gran Bretaña ganaron la Guerra Civil. Yugoslavia, bajo Tito, se volvió comunista pero se separó de Stalin. Después de que muchas de las naciones europeas restantes se unieron a Canadá y Estados Unidos en la Organización del Tratado del Atlántico Norte en 1949, los soviéticos crearon una organización equivalente, el Pacto de Varsovia. El escenario para la Guerra Fría estaba listo.


Organización de las Naciones Unidas


Mapa. Miembros de las Naciones Unidas, sus dependencias y territorios en fideicomiso en 1948 (ONU)


Un intento más positivo de rehacer el mundo vino en la forma de las Naciones Unidas; un relanzamiento de la Sociedad de Naciones de entreguerras, que tan miserablemente había fracasado en evitar otra guerra mundial.

Arraigada en la alianza anti-Eje de tiempos de guerra, las Naciones Unidas serían más efectivas que la Liga. Podría tomar decisiones por mayoría de votos, en lugar de por unanimidad, y sus cinco miembros más poderosos (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos) vigilarían al resto.

Eso no sucedió. Las expectativas de que los cinco miembros con poder de veto antepusieran el bien común resultaron poco realistas. Después de un comienzo prometedor en los primeros años de la Guerra Fría, con misiones internacionales de mantenimiento de la paz en Corea, Suez y Congo, los vetos comunistas (la China Roja ocupó el puesto de Taiwán en 1971) impidieron que la ONU interviniera en Oriente Medio, Vietnam y Cachemira. La organización se centró cada vez más en sus objetivos aparentemente secundarios de intercambio cultural, desarrollo económico y ayuda humanitaria.


Guerra Fría


Mapa de la Guerra Fría de Robert M. Chapin Jr., publicado en la revista Time (2 de enero de 1950)


Si la Segunda Guerra Mundial fue la primera guerra verdaderamente global, la Guerra Fría que la siguió fue la primera competencia verdaderamente global entre dos estados. Hitler puede haber soñado con dominar el mundo; Estados Unidos y la Unión Soviética tenían los medios para hacerlo. Si no a través de la conquista directa, entonces por influencia económica y política.


Mapa de objetivos potenciales de una presunta agresión soviética, de ACME Newspictures (12 de julio de 1950)


Occidente realmente temía que los soviéticos pudieran comenzar otra guerra a fines de la década de 1940 y principios de la de 1950. Stalin, después de todo, había conquistado los estados bálticos y Moldavia en 1940 y se negó a abandonar Europa del Este después de liberarla de los nazis. Las tropas del Ejército Rojo también permanecieron en Irán. La Unión Soviética financió partidos comunistas en Francia e Italia, y armó a comunistas en la Guerra Civil Griega y la Guerra de Corea.

Lo que Occidente no sabía era cuán vulnerables se sentían los soviéticos; ellos también pensaron que la Tercera Guerra Mundial era probable, ¡excepto que la OTAN la comenzaría!


Mapa de la Guerra Fría, de John K. Jessup, Communism: The Nature of Your Enemy (1962)


Las tensiones casi llegaron al punto de ebullición en 1962, cuando los soviéticos, creyendo que estaban actuando a la defensiva contra los misiles estadounidenses en Europa y Turquía, desplegaron misiles con armas nucleares en Cuba, lo que los estadounidenses interpretaron como una acción ofensiva. La subsiguiente Crisis de los Misiles en Cuba fue realmente el apogeo de la Guerra Fría en el sentido de que la amenaza de una guerra nuclear nunca sería más inminente. Los misiles balísticos intercontinentales y los gigantescos arsenales nucleares les habían dado a ambos bandos la capacidad de atacar cualquier parte de la Tierra y destruirse mutuamente muchas veces. Comenzar la Tercera Guerra Mundial sería un suicidio. El acrónimo de este equilibrio de poder (destrucción mutua asegurada) no era casualmente "MAD".

Las superpotencias se asentaron en la “coexistencia pacífica”, aunque el pragmatismo soviético provocó una escisión en el campo comunista con China insistiendo en continuar la revolución mundial. Pero esto también le dio a Estados Unidos la oportunidad de restablecer las relaciones con la China Roja, que ahora consideraba a la vecina Unión Soviética como un rival.

Mientras tanto, en el antiguo mundo colonial, India e Indonesia lideraron un bloque de países que se negaron a alinearse con ninguno de los bandos en la Guerra Fría. Donde había habido "dos mundos" en la década de 1950, en la década de 1970 había al menos tres, y cualquier poder que controlara todo el planeta se convirtió nuevamente en una fantasía.


Hiperpotencia


El mundo con las áreas de responsabilidad de los comandantes: mapa de los comandos combatientes unificados (DoD) de Estados Unidos


Otras dos décadas más tarde, el control del mundo por una sola potencia parecía posible una vez más. La Unión Soviética había implosionado, Rusia estaba de espaldas y pocos imaginaban que China rivalizaría económicamente con Estados Unidos en otros veinte años. Un periodista británico acuñó el término “hiperpotencia” para describir la (potencial) dominación mundial por parte de los estadounidenses.


Mapa francés de la influencia estadounidense en el mundo (Histoire Géographie)


El término resonó en Francia, donde el poder estadounidense había sido mirado con cautela durante mucho tiempo. "Hiperpotencia" no era un cumplido.


Mapa de la talasocracia estadounidense, de Pierre Royer, Géopolitique des mers et des océans (2012)


Pero el concepto fue adoptado por los halcones estadounidenses, quienes argumentaron que su país debería aprovechar la oportunidad de rehacer el mundo. El colmo de esta arrogancia fue el Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, que pedía un aumento del gasto en defensa durante la época de paz de la década de 1990 para promover la democracia y el capitalismo en el exterior, incluso mediante el derrocamiento de regímenes hostiles a los “intereses y valores” estadounidenses. Algunas de las luminarias del proyecto — Elliott Abrams, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz — tuvieron la oportunidad de poner las palabras en acción durante la administración de George W. Bush. Sus grandes diseños no solo fallaron la primera vez que se pusieron a prueba; la catástrofe de la guerra de Irak aceleró la desaparición de la hiperpotencia estadounidense.


Mundo de Bloques


Mapa de bloques comerciales regionales (G20 Insights)


La historia anterior debería advertirnos contra la predicción del futuro demasiado lejana, pero si tuviera que aventurarme a adivinar, sería que nos estamos moviendo hacia un mundo de bloques. El éxito de la Unión Europea ha inspirado la integración económica en todos los continentes, desde Mercosur en América del Sur hasta la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.


Mapa de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China (Fundación Bertelsmann)


Los comienzos de un bloque chino se pueden ver en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, así como en la Asociación Económica Integral Regional, la alternativa de China a la Asociación Transpacífica. 

Gomberg pudo salirse con la suya después de todo.


Nick Ottens

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