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06 enero 2020

La Unión Europea, África y el neocolonialismo






Selección y resumen de varios artículos
por el editor del blog



La esclavitud perpetua

El internacionalista francés Thierry Meyssan, en su más reciente ensayo "Para la Unión Europea, llegó el momento ‎de usar la fuerza", analiza el escenario ante un eventual abandono de los Estados Unidos de su hegemonía mundial. Por ello, según la Comisión Europea, es necesario manejar un proyecto para devolver a Europa Occidental su predominio indiscutible en su vieja esfera de influencia y ‎dominación mundial, recordatorio de las fuerzas imperiales en la época colonial de los siglos XVI hasta las primeras décadas del ‎siglo XX. Con ese fin, Europa está adaptando "una ideología barata que invierte el sentido ‎del vocabulario de sus filósofos. Sería una postura risible, si no fuese porque puede ‎llevar a la guerra".

La nueva presidente de la Comisión Europea, Ursula van der Leyen, dice querer priorizar un programa de restauración de ‎la dominación europea: Ha llegado el momento, "Tenemos que ‎hacer uso de la Fuerza",  declaró.
Sin embargo, hasta un niño entiende que el mundo actual es diferente, que ya no se puede retroceder a los imperios coloniales, ni que tampoco se puede estigmatizar a otras razas no europeas como "salvajes”, incivilizados, etc, para ejercer control sobre ellos. En ese contexto hay que utilizar las técnicas ideológicas ya existentes, que las viene aplicando Estados Unidos.

Para Meyssan el sentido de las palabras cambia según las épocas: 

- Desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, el ‎universalismo nos invitaba a luchar contra el colonialismo.
- Desde el siglo XIX hasta el siglo XX, el‎‎«universalismo» determinaba el «deber del hombre blanco» y autorizaba el otorgamiento de ‎mandatos a países «desarrollados» para que “ayudaran” a los «subdesarrollados».
- En el ‎siglo XXI, el «universalismo» se convierte en justificación para el neocolonismo. ‎

Un poco complejo explicar la nueva doctrina europea, Meyssan nos explica la teoría del "universalismo". 

"ya no debe entenderse como la igualdad ‎de todos ante la Ley, independientemente del origen, de la fortuna y de la religión de las ‎personas sino como igualdad en el trato que cada cual puede recibir en cualquier país adonde ‎llegue. Desde esa nueva perspectiva, el verdadero enemigo ya no sería el desorden, tampoco ‎la inseguridad generada por el desorden, sino los Estados que supuestamente deben protegernos ‎y que crean diferencias entre nosotros en función de nacionalidades. ‎¡Excelente doctrina para un Estado supranacional! Pasamos del Estado federal estadounidense al ‎Estado federal europeo".

Se dice que la UE respalda toda forma de migración, es decir algo parecido a la desaparición de las fronteras. El fin de la desigualdad de géneros entre hombre - mujer. La libre circulación de los capitales, la globalización. Esta nueva ideología apoya la injerencia de la "comunidad internacional" en los ‎‎"Estados no globalizados",  es decir contrarios al Nuevo Orden, por lo mismo se permitirá el uso de fuerzas militares no estatales, en otras palabras, determinados estados tendrán que desaparecer. En lo político, se respalda cualquier causa global, como la lucha contra las ‎acciones humanas que determinan el cambio climático. 

En general esto no es sorprendentemente nada nuevo, son situaciones que ya son aplicadas desde hace muchos años. Lo que debe alertarse es que esta ideología rechaza el ‎Derecho Internacional, es decir el Derecho aplicable a todos.  



La libre circulación de los capitales es una de las «Cuatro Libertades» instituidas en la Unión ‎Europea desde la adopción del Acta Única Europea en 1986, pero lo único que ha conseguido es permitir a las ‎grandes empresas evadir los impuestos nacionales, algo que todos deploran… pero nadie quiere ‎abrogarla. La globalización del intercambio ha destruido millones de empleos en Europa y ha comenzado a ‎erosionar las clases medias. La injerencia militar en los estados no globalizados es el núcleo de la ‎doctrina estodounidense desde 2001 (Rumsfeld/Cebrowski). Y, el uso de fuerzas militares no estatales se refleja en el apogeo de las organización ‎yihadistas supranacionales como el Estado Islámico (Daesh). 

Aunque sigue siendo un tema discutible, "la lucha contra la actividad humana señalada como causa del calentamiento climático es ‎ante todo una política tendiente a reformatear la industria automovilística, que ha alcanzado ‎el fin de un ciclo desarrollo, para llevarla a iniciar un ciclo diferente, pasando del motor de ‎combustión interna al motor eléctrico".
 ‎
Lo peor está por verse con la invención de un Derecho global. ‎

Ignorando las diferentes tradiciones jurídicas existentes a través del mundo, la Unión Europea ‎está subvencionando la Corte Penal Internacional (CPI, también designada como Tribunal Penal ‎Internacional o TPI). Después de haber servido por mucho tiempo como instrumento del ‎colonialismo europeo en África, la Corte Penal Internacional pretende establecer una supuesta ‎superioridad de los europeos sobre los demás grupos humanos. ‎

De manera brillante Meyssan reflexiona en el hecho que ‎los europeos no sienten particular interés por el pueblo rohinya, por el pueblo sirio ni por ‎el pueblo palestino, ¿cómo ignorar que la Unión Europea sólo trata en estos casos de ‎llevar la contraria a Estados Unidos y erigirse en defensora de los musulmanes, incluso ‎pisoteando su propia tradición de secularización?‎.

La Unión ‎Europea pretende, como un maestro de escuela, enseñar a los demás la diferencia entre el Bien ‎y el Mal, otorgando buenas o malas calificaciones.

Hasta aquí lo analizado por Thierry Meyssan. Esto me ha llevado a considerar lo que deberán esperar las ex colonias europeas; obviamente, África está a un paso, es el patio trasero de Europa, no así las ex colonias de Medio y Lejano Oriente que son huesos más duros de roer en la actualidad.

A pesar que las siguiente líneas no guardan relación directa con lo resumido arriba, si debemos recordar en términos "globales" (aplicando la globalización) la posición de Europa ante los africanos, sobre todo ante la raza negra, a quienes pretenden volver a gobernar en "otro estilo". Un corto, pero bien reseñado libro "África y la historia", desarrollado por Luis César Bou, investigador y Director del Observatorio de Conflictos (Argentina) y catedrático universitario de Historia de Asia y África, expone lo que aun se piensa del africano en pleno siglo XXI y lo que se espera obtener de ese continente. Un extracto del libro fue presentado en enero del 2003 por el mencionado Observatorio: vale la pena repasar aquel crítico ensayo. (El libro en su totalidad puede ser revisado en PDF, notas a pie de página).

Dadas las recientes declaraciones de la Presidenta de la Comisión Europea "Llegó el momento de usar la fuerza", debemos preguntarnos el por qué del interés en el continente "pobre" y "primitivo" al que la benevolente Europa debe cuidar como un "niño". Para ello no son necesarias las palabras, veamos los siguiente mapas ilustrativos:







África y la historia


Luis César Bou

La esclavitud es una forma de sometimiento del hombre por el hombre que se practicó desde la antigüedad y para vergüenza del hombre, continúa en nuestros días bajo formas diversas.

El que controla el pasado controla el futuro; y el que controla el presente controla el pasado.
George Orwell, 1984



La cuestión de la historicidad de las culturas del África subsahariana es algo que ha entrañado un largo debate en Occidente. En un principio, la propia condición humana del negro era algo que aparecía como discutible. En la Norteamérica del siglo XVIII se generó un interesante intercambio de opiniones sobre este tema. Todo comenzó a partir de si se debía o no permitir el ingreso de los negros en las iglesias. Goodwin Morgan era uno de los defensores de la admisión decía:

Si bien una piel negra es la marca de la maldición de Cam, ello no determina que los negros no sean humanos (Davis: 1968)

Según la Biblia, los hijos de Noé dieron origen a las distintas razas humanas. Cam era el hijo de Noé que había avergonzado a su padre, ganándose su maldición, y el que había dado origen a los pueblos negros. Este estigma bíblico es un tema recurrente en la descalificación del negro. Como prueba de la humanidad del negro Morgan señalaba que los plantadores norteamericanos los empleaban en cuidar el ganado y:

Es sabido que los plantadores difícilmente emplearían animales para cuidar otros animales. (Davis: 1968)

Sin embargo Morgan también estaba convencido de que, en África, los negros efectuaban ayuntamiento con los monos. Esta idea, del negro como el fruto de una relación perversa entre el hombre y el mono también es un tema que se repite de autor en autor. Por ejemplo, un religioso de Virginia de apellido Jordan, si bien no emitía una opinión directa al respecto, decía que:

Los negros y los monos que más se parecen al hombre viven próximos el uno al otro en la misma parte del mundo. (Davis: 1968)

Por algo será, por algo están tan próximos, algo habrán hecho. Por algo la mona Chita lo seguía siempre a Tarzán. Sigamos adelante para ver la opinión de Edward Long. Este señor era cuñado del gobernador inglés de Jamaica, residió allí a mediados del siglo XVIII y escribió la primera historia de esa isla. Es reputado como uno de los principales iniciadores americanos del pensamiento liberal. Tenía un conocimiento muy cercano de los negros, inmensa mayoría de la población jamaiquina, y decía que:

Eran incapaces de combinar ideas simples, carecían de sentido moral, no habían prosperado en 2000 años, eran ahora un pueblo animalesco, ignorante, ocioso, artero, traicionero, sanguinario, ladrón e indigno de confianza. Todos los pueblos del mundo poseían algunas buenas cualidades, excepto los africanos. Señalaba como prueba de que los negros no pertenecían a la especie humana que la unión de dos mulatos no produciría ninguna descendencia. (Davis: 1968)

Cuando, en los umbrales del siglo XIX, se produjo en el parlamento inglés el debate en torno a la abolición de la esclavitud, Edward Long fue citado con profusión. Es interesante ver como llega a hablar mejor de los monos que de los negros. Citaba noticias de África que hablaban de monos que utilizaban herramientas y construían sus propias chozas, a las que a veces llevaban mujeres negras.

Todas estas consideraciones tienen un sentido muy claro: Si el negro no hubiese sido considerado como un sub-hombre no podría haber sido objeto de comercio. Esto no es nuevo, ya los agrónomos latinos asimilaban al esclavo con el ganado y los aperos. El esclavo era el instrumentum vocale, el ganado el instrumentum semivocale y las herramientas el instrumentum mutuum. Lo único que diferenciaba a unos de otros en la consideración técnica de la administración rural era su distinta capacidad para el lenguaje. (Dockés: 1984) La deshumanización era la condición básica de la esclavización, esto se va a reeditar en los campos de concentración nazis.

Hasta bien entrado el siglo XIX, a lo sumo se podía considerar al negro en un lugar de la Historia Natural, pero nunca de la Historia humana. De allí que los museos y exposiciones de la época frecuentemente incluyeran negros vivos o embalsamados, para solaz del público europeo. (Bancel: 2000)

Cuando, con el progreso del abolicionismo, dejó de ser necesaria la justificación de la esclavitud, comenzó a serlo la de la colonización. El evolucionismo positivista fue la teoría que acompañó al dominio blanco. El negro dejó de ser el animal para convertirse en el primitivo, el salvaje o, en el mejor de los casos, el niño necesitado de tutelaje. Por ejemplo, el boer Jan Smuts, gran amigo de Gandhi, decía en una conferencia en Oxford en 1929:

El africano es un tipo humano con algunas características maravillosas. En buena medida ha seguido siendo un tipo infantil, con una psicología y un aspecto infantiles. Un ser humano tipo infantil no puede ser una mala persona porque ¿no nos mostramos dispuestos en los asuntos espirituales a ser como niños? Tal vez como resultado directo de este temperamento el africano es el único ser humano feliz con el que me he topado. (Mamdani: 1998)

Qué bien ¿no? Los negros son felices e infantiles, o, mejor, felices por infantiles. No son malos porque no les da la inteligencia para tanto. En Argentina a esto le llamamos ser un "boludo alegre". Desde ya que todo niño necesita la protección de un adulto, que sepa educarlo desde su lugar de autoridad. Un prócer como el doctor Albert Sweitzer, premio Nobel de la paz, lo dijo con todas las letras.

El negro es un niño, y con los niños no se puede hacer nada sin autoridad. (Mamdani: 1998)



¡Qué hermoso soporte para el colonialismo! ¡Cómo los occidentales van a dejar a estos niños huérfanos! La ideología colonialista convirtió a los negros en niños que nunca crecen, en niños Peter Pan de la Tierra de Nunca JamásDemos gracias por no haber tenido un padre como Sweitzer. Esto tuvo su expresión más evidente en la forma en que el blanco se dirigía al negro en las colonias, llamándole boy, muchacho. Hasta hace poco, en muchos sitios del Sur de EE.UU., el negro era el boy, independientemente de su edad: Un blanco de 18 años se dirigía a un negro de 60 llamándole boy. Por supuesto que los niños no pueden ser hacedores de historia, como no sea de una historia pueril.

Desde la teoría, la historicidad de las culturas africanas fue negada por el gran Hegel y ¿quién puede contradecir a Hegel, hoy nuevamente en boga? En su Filosofía de la Historia Hegel hace un recorrido por la historia universal, siguiendo el devenir de la Razón. De las 460 páginas del libro dedica poco más de una al África. Sin embargo, en ese pequeño espacio, desarrolla una idea que va a ser sostenida, desde la izquierda, hasta fines del siglo XX. Para empezar dice:

El segundo sector de África consiste en la procelosa vía fluvial del histórico Nilo, que estuvo destinado a convertirse en un importante centro de cultura independiente y que estaba aislada de África de idéntica manera como el continente negro con respecto a los otros. (Hegel: 1976)

O sea que Egipto no es africano. Hay quienes aún hoy sostienen esta idea: Egipto como una civilización blanca, a pesar de los rasgos negroides de las esfinges, de la presencia innegable de dinastías "nubias", del alto contenido de melanina en la piel de las momias, del testimonio de Heródoto, y de muchos notorios elementos culturales comunes con los pueblos melano- africanos. Esta discusión en torno a la negritud de Egipto fue iniciada por Cheik Anta Diop, el padre la historiografía africana independiente. Se prolongó hasta el Coloquio de El Cairo de 1978 en el que, acorralados por las evidencias, algunos hablaron de "blancos con alto contenido de melanina".

Pero sigamos con Hegel y su opinión sobre los negros:

En los negros aparece como detalle saliente el hecho de que su conciencia no ha cristalizado todavía en puntos de mira de estricta objetividad, tal por ejemplo como los conceptos de Dios o ley, en los cuales el ser humano participase con su voluntad y tuviese en los mismos la imagen de su ser. Lo que representan como poder no es, en consecuencia, nada objetivo, concreto y diferente, sino que puede serlo con absoluta indiferencia cualquier objeto al cual elevan a la categoría de un genio, ya sea un animal, una piedra o un palo totémico. (Hegel: 1976)

¿Habrá conocido Hegel alguna vez a un negro que no estuviera embalsamado y dentro de una vitrina? Sin ley y sin Dios, sin imagen de su ser ¡Qué tal! Es lógico que estos seres se esclavicen mutuamente:

De algunos de estos trazos se deduce que es la incivilidad lo que caracteriza al hombre de color. La única relación que han tenido los negros con los europeos y todavía tienen es la de la esclavitud. Por lo general no ven los africanos en la misma algo absolutamente repudiable. Es así que tan luego los británicos, que tanto están haciendo en pro de la abolición de la esclavitud, son peor mirados por los negros. (Hegel: 1976)

¡Tan luego los británicos! Que durante el siglo XVIII fueron los mayores traficantes de esclavos, que financiaron con la trata gran parte de su Revolución Industrial, son mal mirados por los negros. Estos negros aparecen en Hegel como los responsables de la continuidad de la trata pero ¿acaso no hubo esclavos en la antigüedad europea? Si, pero de otra categoría, ya que:

...al ser incorporados en un estado orgánico, llegan a ser necesariamente parte del avance de la sociedad, pues de una u otra manera resultan partícipes de cierta instrucción, de un nivel ético superior y también de una cultura en ascenso. (Hegel: 1976)

Y listo, no hay más nada que decir sobre África:

Con esto abandonamos el tema de África, por cuanto no se trata en nuestro análisis de un continente histórico. No nos ofrece, en razón de su estatismo y de su falta de desarrollo, material de alcance constructivo.[....] Lo que entendemos como África es lo segregado y carente de historia, o sea lo que se halla envuelto todavía en formas sumamente primitivas, que hemos analizado como un peldaño previo antes de incursionar en la historia universal. (Hegel: 1976)

O sea que África se encuentra en el umbral de la historia lo que, para la época en que escribía Hegel (1825) corresponde al umbral de la colonización. En pleno siglo XX, y desde una perspectiva presuntamente marxista, esta idea adquiere cierta popularidad. Como ejemplo tenemos las ideas de George Padmore y Amilcar Cabral.

George Padmore fue el representante por África en la Tercera Internacional. Cuando se constituyó la Komintern, fue notoria la ausencia del representante africano. Allí había delegados de todo el mundo y, por lo tanto, de todas las razas. La excepción eran los negros porque, en África subsahariana no existía ningún grupo comunista, excepto en África del Sur. Y allí se trataba de un grupo integrado exclusivamente por blancos. Quedaba muy mal que el representante por África fuera un blanco. ¿Qué hacer entonces? La solución fue designarlo a Padmore, que no era africano sino caribeño, había nacido en Trinidad; que además nunca había estado en África, recién un año antes de morir, a fines de la década del 50, visitó Ghana, pero que era negro y, por tanto, podía pasar por africano. Su falta de contacto real con África no fue obstáculo para que representara a los africanos en la Komintern, sin que la mayoría de estos por cierto llegara a enterarse, ni para que teorizara sobre la historia africana.

Dentro del estrecho marco teórico stalinista, Padmore ubicó al África precolonial en el estadio de la "comunidad primitiva", o sea una sociedad sin clases.

Dijo Marx que la base de todos los sistemas sociales primitivos, como el de los griegos y los romanos, en el amanecer de la historia, fue la propiedad común de los que en aquella época eran los medios esenciales de vida sobre la tierra. Lo mismo puede observarse en todas las sociedades africanas con anterioridad a la penetración europea y la implantación del derecho de bienes raíces. Y como entre los africanos todas las unidades sociales tenían iguales derechos al suelo, o, para decirlo más correctamente, no existía derecho individual sobre la tierra, no había diferentes privilegios de clase. En consecuencia, esas sociedades primitivas no se dividían en clases económicas como las conocemos hoy. [...] Las relaciones sociales eran, por esa razón, las de igualdad social. (Friedland: 1967, 337) 

Si la historia es el desarrollo de la lucha de clases, el África precolonial de Padmore es una sociedad sin historia. Las clases sociales han sido llevadas por la colonización. En consecuencia, la descolonización implica un retorno a la sociedad sin clases y, por lo tanto, al socialismo, ya que en el ínterin África ha avanzado en el desarrollo de sus fuerzas productivas.

Al final de su vida, Padmore rompió con la versión soviética del comunismo y rectificó muchas de sus ideas de juventud. Pero lo básico de su pensamiento fue mantenido por el stalinismo como una teoría funcional al mundo africano.

Amílcar Cabral conocía lo suficiente de África como para no aceptar esta idea de una época precolonial sin historia, pero no se apartó del dogma de la "comunidad primitiva". La solución de compromiso que encontró fue proponer que la historia precolonial era la historia del desarrollo de las fuerzas productivas:

Siendo el nivel de las fuerzas productivas el verdadero y permanente poder de la historia. (Cabral: 1970)

¡Adiós lucha de clases! Al menos como motor del desarrollo histórico. Aquí Cabral muestra la resaca de su formación stalinista y de la faceta europeizada y asimilada de su persona. Con la salvedad que parece reconocer esto al decir:

Los líderes políticos -aún los más famosos- pueden ser gentes culturalmente alienadas. (Cabral: 1970) 

Hoy sabemos que el marxismo, con ser la negación del capitalismo, es una negación etnocéntrica que, como tal, ha de ser sometida a crítica. Es absurdo creer que Marx haya podido escapar a la ideología orientalista que era el consenso de su época y que tiñe con su tinte aún a los pensadores más radicalizados. (Said: 1990)

Este etnocentrismo es la tónica de la historiografía colonialista, que ve en la época precolonial africana solamente estancamiento y repetición de ciclos vegetativos. 

Por ejemplo, el historiador colonialista Reginald Copland escribió en 1928 la siguiente apreciación sobre el África precolonial:

El grueso de los africanos, de los pueblos negros, que permaneció en sus hogares tropicales entre el Sáhara y el Limpopo, no había tenido...historia. Habían estado durante incalculables siglos hundidos en la barbarie. Esto casi podría parecer que ha sido decretado por la naturaleza... Así que continuaron estancados, sin avanzar ni retroceder. En ninguna parte del mundo se hallaba tan detenida la vida humana, excepto quizá en algunos pantanos llenos de miasmas de América del Sur o en algunas islas abandonadas del Pacífico. El corazón de África apenas latía. (UNESCO: 1987)

Campo de refugiados en el Chad a pocos kilómetros de la frontera con Darfur, Sudán



¡Por suerte el marcapasos colonialista vino a rescatar a los africanos de esta situación! La imagen que aquí aparece es la de un África paleolítica, necesitada de un impulso civilizador. Por supuesto que esto es totalmente falso: Copland era inglés, y debería haber sabido que en la época en que los ingleses se vestían con pieles, comían carne cruda y adoraban a los genios de los bosques, en el África negra existía un reino con una cultura altamente refinada, una escritura propia y que además había adoptado el cristianismo.

Por supuesto que me refiero a Etiopía, el "País de los Negros" de Herodoto. Etiopía, junto con China y Egipto, es uno de los estados con mayor continuidad en la historia. La monarquía etíope se atribuye descender de Menelik, hijo de Salomón y la reina de Saba (La Negra, según la Biblia). La Iglesia copta etíope afirma poseer, en Axúm, el Arca de la Alianza. Nunca perdida por lo tanto, sino sustraída por Menelik del Templo de Jerusalén. El alfabeto etíope es contemporáneo del griego (siglo VI a. C.). Etiopía se convirtió al cristianismo en el siglo IV de nuestra era, en la misma época de la conversión del emperador romano Constantino y por una iniciativa similar de su par Ezana, el "Constantino Negro".

Desde luego, habrá quien diga que Etiopía no pertenece totalmente al África Negra, que hay allí influencias árabes, judías, etc. Como si Europa hubiera desarrollado su cultura en forma endógena, sin tomar el alfabeto de los fenicios, los números de los árabes, la pólvora y el papel de los chinos, etc., etc., etc.

De lo expuesto puede inferirse que la depreciación de la historicidad de las culturas africanas no es más que un epifenómeno del racismo. Y el racismo fue y sigue siendo hoy uno de los avatares de la explotación del hombre por el hombre: Sin racismo y xenofobia el valor de la fuerza de trabajo del africano sería mucho más alto. La discriminación racial en Europa o EE.UU. es funcional al sistema económico

De la misma manera que los esclavos no hubieran podido venderse como ganado si no hubieran sido estimados como animales de labor, es necesario que los inmigrantes de hoy sean considerados inferiores, para pagarles un salario inferior. En ese contexto, su cultura de origen nunca puede ser valorada correctamente (si es que hay que valorar a una cultura) por quienes comparten el consenso ideológico del mundo desarrollado. 

Por todo esto, la lucha de los africanos por su historia, iniciada por Cheik Anta Diop hace ya más de cincuenta años, es también la lucha por su libertad.

En un posterior ensayo, Luis César Bou desarrolla "La visión europea del mundo afroasiático", cita el pensamiento del ilustrado Voltaire, quien se refiere a los africanos:

Representa un gran problema respecto de ellos saber si descienden del mono o si el mono desciende de ellos. Nuestros sabios han dicho que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios: ¡he ahí una cómica imagen del Ser eterno, con una nariz aplastada y con poca o ninguna inteligencia! (Voltaire: Lettre d'Amabed, t. XXI, cit. en Ki-Zerbo 1980: 316).

Voltaire se opuso a la esclavitud en muchos escritos, pero también era un buen burgués que invertía sus dinerillos en las compañías dedicadas a la trata negrera de ahí que la igualdad entre los hombres quedara, en estos casos, para el futuro. Este tipo de contradicciones u oportunismos son muy frecuentes entre los intelectuales "progresistas" de Occidente.

En el mejor de los casos, y a partir de la famosa expedición napoleónica a Egipto, se va a valorar el pasado remoto de estas culturas (¿cómo no valorar Egipto, Mesopotamia o China?) pero se va a ver a sus descendientes contemporáneos como el resabio depravado o el residuo contaminado de un pasado grandioso. Cuando los bienes culturales extraeuropeos son innegables, se les atribuye un origen incierto

La consideración europea del mundo afroasiático aparece en el siglo XIX notoriamente marcada por el evolucionismo. Como vertiente etnológica del pensamiento positivista, el evolucionismo sostenía que las culturas pasan por distintos estadios o etapas de evolución. Por supuesto que la etapa superior corresponde a la cultura europea y las inferiores, en distintas gradaciones, al resto de las culturas pasadas y presentes. En realidad, todas las culturas extraeuropeas son más o menos atrasadas o primitivas término este último que aún suele utilizarse para caracterizar a los pueblos del Tercer Mundo. Este atraso o evolución abarca todos los aspectos de la cultura. 

Así, Sir James Frazer hablaba de una secuencia de desarrollo que comenzaba en la magia, seguía en la religión y terminaba en la ciencia. (Frazer, l985) Como si en algún lugar del mundo pudiéramos, aún hoy, encontrar estos tres elementos separados entre sí. 

Otro etnólogo evolucionista, Tylor, va a elucubrar una secuencia en el desarrollo del pensamiento religioso que parte del animismo o fetichismo, sigue con el politeísmo y termina en las religiones monoteístas. El fetichismo deriva su nombre del portugués feicho, cosa hecha o elaborada por el hombre. Se veía primitivismo en adorar ídolos fabricados por los fieles, como si muchas religiones presuntamente monoteístas no utilizaran también objetos de culto o fetiches de distinta índole (imágenes, crucifijos, textos, etc.) (Brelich, l979). 

Las culturas de Asia y África son relictos del pasado, curiosidades etnológicas dignas de ser expuestas a la curiosidad de los "civilizados". Así, vemos que en las principales capitales europeas se organizan "zoos humanos" en los que se expone a los africanos, asiáticos o a los indígenas americanos. Las grandes exposiciones internacionales de fin de siglo van a contar con estos atractivos para solaz del público:

La actitud del público era uno de los temas más sorprendentes: muchos visitantes arrojaban alimentos o chucherías a los grupos que se exhibían, comentaban las fisonomías comparándolas con los primates (retomando con ello uno de los tópicos de la antropología física, ávida de sacar a la luz los "caracteres simiescos" de los indígenas) o riéndose abiertamente viendo a una africana enferma temblequeando en su choza. (Bancel, 2000)

Ciertamente, muchos no soportaban el cambio de clima y enfermaban ¿o enfermarían de la humillación? La mortalidad era alta, también entre algunos de nuestros indios fueguinos que pasaron por las exposiciones de París. Esto se podía hacer sin ningún remordimiento, ya que la propia humanidad de estos seres era discutible. En el mejor de los casos, se pensaba en ellos como en pueblos infantiles a los que no se puede dejar solos, dada su incapacidad para valerse por sí mismos sin hacer salvajadas. De esta forma, la expansión imperialista va a encontrar su justificación científica, pero lo que realmente asombra es la unanimidad de este pensamiento en Occidente

En los debates de la Segunda Internacional podemos ver que incluso los críticos sociales más cáusticos justifican, en función de este respaldo científico, las políticas imperialistas metropolitanas. Y en algunos casos se va más allá de la justificación, es el caso de Henri van Kol, representante por Holanda, quien llega a sostener:

¿tenemos que dejar librada la mitad de la tierra a la arbitrariedad de los pueblos todavía situados en el estadio infantil, que no explotan las colosales riquezas del suelo de sus países, y dejan sin cultivar las partes más fértiles de nuestro planeta? ¿O, en interés de la humanidad, tenemos que intervenir para que la tierra, que pertenece a todo el género humano, proporcione a todos sus habitantes los medios para vivir? ¿Acaso no hay que entender por socialización de los medios de producción que todos los medios para vivir y trabajar tienen que pertenecer a todos? (van Kol, 1978: 31)

Para este señor, el socialismo comienza no por expropiar a los burgueses sino a los indígenas. Esta forma de hacer socialismo no era exclusiva de van Kol, sino que era compartida por muchos otros integrantes de la Segunda Internacional. Por ejemplo, el socialdemócrata inglés Richard Calwer sostenía por aquella época:

En cuanto socialista saludaré siempre, por una cuestión de principios, como un progreso en dirección al socialismo toda colonización capitalista de un país, aunque esta se realice por medio de las formas más reprobables (Calwer, l978: l2)

No tan francamente, muchos socialistas siguieron y siguen sosteniendo posiciones parecidas. El hecho es que todas las ciencias y actividades humanas pueden llegar a estar contaminadas por el etnocentrismo, incluso la crítica artística o estética, como ha sido el caso del arte indio. Para la Inglaterra victoriana el arte indio no podía ser otra cosa que una depravación. Pero no todo el arte de la India sufrió esta descalificación, la excepción fue el arte de Gandhara. En ese lugar los arqueólogos europeos encontraron formas de arte aceptables para occidente. Así, Gandhara fue considerada como la cuna del verdadero arte indio, depravado después paralelamente a la depravación de la cultura india. Hoy sabemos que Gandhara fue un reino helenístico resabio de la conquista alejandrina. Por lo tanto, su arte era arte griego, con alguna influencia india. Finalmente, lo aceptable de la India resultó ser lo que no era indio.

Para concluir por el momento con este tema no podemos dejar de recordar que la medicina y la psiquiatría también tuvieron algo que decir respecto a la inferioridad "científicamente" demostrada del extraeuropeo. Recordemos las consideraciones del profesor Porot, a cargo durante 30 años de la cátedra de psiquiatría en la Facultada de Medicina de Argel, se refería a los argelinos:

El indígena norafricano, cuyas actividades superiores y corticales están poco evolucionadas, es un ser primitivo cuya vida en esencia vegetativa e instintiva está regida sobre todo por su diencéfalo. (Fanon, 1969: 278)

El diencéfalo es la parte más primitiva del cerebro, que también se encuentra presente en los reptiles. Esto tenían que aprender, y creer, los argelinos que quisieran ser médicos. El africano es pueril, sugestionable, sin emotividad ¿Por qué no decir directamente que es un idiota? La afirmación la va a hacer nada menos que un experto de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Carothers, quien en un libro publicado en 1954 en el que resumía sus muchos años de práctica en África decía:

El africano utiliza muy poco sus lóbulos frontales. Todas las particularidades de la psiquiatría africana pueden atribuirse a una pereza frontal.

Y más adelante agrega:

El africano normal es un europeo lobotomizado. (Fanon, l969:280)

Recordemos que la lobotomía fue un procedimiento muy en boga hasta los años '60 para el tratamiento de aquellos enfermos mentales que mostraban agresividad. Consistía en un raspaje de los lóbulos frontales, con el cual se los destruía. El resultado era que el enfermo dejaba de ser agresivo, pero se convertía en algo parecido a un vegetal por el resto de su vida o, en el mejor de los casos en un idiota.

Lo que dice el doctor Crothers, en otros términos es que un idiota europeo se equipara a un africano normal.

 El "tercermundismo"

Campo de refugiados en el Chad a pocos kilómetros de la frontera con Darfur, Sudán.


La crítica a la visión etnocéntrica es algo que aún hoy está en proceso de elaboración, por cuanto se siguen todavía encontrando nuevos aspectos del mismo que, por creerlos secundarios, fueron dejados de lado en un principio. Como fuere, lo cierto es que los inicios sistemáticos de esa crítica datan de la segunda posguerra mundial período también durante el cual se producen las independencias en la mayor parte del mundo colonial. 

En las colonias y ex-colonias, así como en las metrópolis va a comenzar un movimiento intelectual de revalorización de las culturas afroasiáticas. El tercermundismo va a ser parte integrante del pensamiento de izquierda de los años '50 y '60 e implica un compromiso con las luchas nacionales de Asia y África.

El término Tercer Mundo fue acuñado por Alfred Sauvy, eminente demógrafo francés y primer director del Instituto Demográfico de Naciones Unidas. Sauvy utilizó ese concepto para designar a un conjunto de países con características comunes, tales como el haber sido colonias de potencias europeas, haber sufrido una dominación económica, ser productores de materias primas y alimentos, tener determinadas características en cuanto a crecimiento de la población, ingreso per cápita, escolaridad, etc. Nunca habló de un Primer Mundo ni de un Segundo Mundo, por la sencilla razón de que no era eso lo que le interesaba describir y también por la propia significación que busca darle a este concepto. Se trata de una paráfrasis del concepto de Tercer Estado, tan caro a la Francia de aquellos días. Sauvy tenía muy presente la famosa definición dada en l789 por el abate Sieyès:

¿Qué es el Tercer Estado?  Todo.
¿Qué ha significado, hasta ahora, en el orden político?  Nada.
¿Qué pide?  Convertirse en algo.

El contexto de la Guerra Fría le va a dar otra significación al concepto. En l955 se reúne la famosa Conferencia de Bandung, piedra fundacional del Movimiento de Países no-Alineados con pretensiones de tercerismo en esa disputa. Muchos líderes políticos de Asia, África y América Latina hablan de vías nacionales al socialismo concretadas muchas veces en políticas pendulares que llevan a frecuentes inversiones de alianzas en el ámbito internacional. Esto era posible en tanto el contexto de disputa entre EEUU y la URSS otorgaba a esas regiones una inusual importancia política en el ámbito internacional. Tercer Mundo implica en estos casos equidistancia en la disputa Este-Oeste.

En ese mismo contexto, algunos años después, Mao Zedong va a elaborar su teoría de los Tres Mundos. Aquí sí se van a definir los otros dos mundos: el Primero, integrado por las dos superpotencias en conflicto, EEUU y URSS, el Segundo por los países industrializados de alto nivel de vida, Europa, Canadá, Japón, etc. Para Mao el Tercer Mundo es ante todo el mundo campesino de Asia, África y América Latina que, en una estrategia de cerco de las ciudades por el campo, similar a la llevada adelante por el movimiento comunista chino, a la larga debe ser el protagonista de la revolución mundial.

El fin de la Guerra Fría ha provocado la bancarrota de las posturas políticas de no-alineación. El mundo afroasiático dejó de ser (momentaneamente) terreno de disputa de las superpotencias y, por tanto, perdió rápidamente la mayor parte de su importancia política. Los antiguos defensores de vías nacionales al socialismo se convirtieron en muchos casos en paladines de la libre empresa y trataron de ocupar el lugar más cercano posible al ganador, a veces sin demasiado éxito. Por su parte, la Revolución China luego de la muerte de Mao siguió el mismo derrotero. Hoy los chinos consideran que el maoísmo es pensamiento de otra época y, por lo tanto, debe solamente ocupar un lugar en el recuerdo. Es significativo cómo en los años '90 se producen apurados cambios de vestimenta y maquillaje por parte no solo de grupos políticos sino también de instituciones dedicadas a la cooperación con el Tercer Mundo que, rápidamente, borran estas dos últimas palabras de sus nombres.

A mi juicio, la bancarrota del tercerismo no invalida en absoluto el concepto de Tercer Mundo en el sentido que le diera Alfred Sauvy. Muy por el contrario, en tanto la distancia entre ricos y pobres es cada vez mayor en el ámbito internacional también adquiere mayor validez el término. Quizá hoy el Tercer Mundo no coincida con las fronteras estatales de hace cincuenta años. Quizá también haya que incluir en él a los cada vez más numerosos excluidos del propio mundo desarrollado.

Hoy sabemos que el uso de esos términos es incorrecto y, en el caso de que sean inevitables, es necesario salvarlos con comillas. Pero no siempre se tiene la misma idea con respecto al abordaje teórico de las sociedades extraeuropeas. Por ejemplo, la idea de estado-nación es típicamente europea, como también lo es la idea nacionalista, que en Europa surge recién en el siglo XIX. En la historia del mundo afroasiático las tradiciones estatales son muy distintas a las europeas. Si bien existieron estados-nación equiparables a los europeos, también hubo sociedades sin estado, o sociedades en las que varias formaciones estatales compartían un mismo territorio. La propia idea de una frontera estatal se encuentra a veces ausente y en otras exacerbada. 

Creer universal el concepto europeo de estado, de política y de gobierno es condenarse a no entender, o a entender esquemática y equivocadamente gran parte de la historia de Asia y África.

Es el caso que se da con el uso del concepto de "feudalismo". Durante muchos años se creyó encontrar feudalismo por todas partes. Esto tiene que ver con que, para el stalinismo, se trataba de la etapa inmediatamente previa al desarrollo del capitalismo, de manera que en donde no había un capitalismo propiamente desarrollado la solución estaba en rotular esa sociedad como feudal. 

Diferente es también, para terminar con este tema por el momento, la forma en que el mundo afroasiático asumió y asume los fenómenos religiosos. Para empezar existen culturas en las que lisa y llanamente no se reconoce a lo religioso como algo distinto del resto de las actividades humanas, esto se evidencia en que esas culturas carecen incluso de un término como el nuestro de religión. Solo en Occidente y en pocos lugares más se reconoce la diferencia entre lo sagrado y lo profano y, por lo tanto existe la religión. como concepto. (Brelich, l979) En ese contexto, definir la religión como "el opio de los pueblos" no siempre resulta correcto, muchas veces el marco religioso sirvió y sirve para hacerse cargo de las reivindicaciones de los más postergados en esas sociedades.


Fuentes:

Libro en PDF
ÁFRICA Y LA HISTORIA

África y la historia
La visión europea del mundo afroasiático
Pasado y presente de la esclavitud africana
Para la Unión Europea, llegó el momento ‎de usar la fuerza 

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17 diciembre 2019

La Conferencia de Wannsee en documentos (2)





Ir a la primera parte



Entrevista a Hans Christian Jasch
Director del Haus der Wannsee-Konferenz

Entrevista realizada por Sven Felix Kellerhoff, Jefe de Redacción de Historia del medio alemán "Die Welt".

Hans-Christian Jasch, Director del Haus der Wannsee-Konferenz (Casa de la Conferencia de Wannsee, Centro Memorial y Conmemorativo). Abogado e historiador, ha trabajado durante mucho tiempo en el Ministerio Federal del Interior y desde 2014 es el director del Haus der Wannsee-Konferenz

La entrevista de "Die Welt" data del 2017, cuando Jasch brindó una conferencia de prensa en Berlín (11 de enero 2017) conmemorando los 75 años de la Conferencia nazi. El artículo original publicado por "Die Welt" no ha sido traducido hasta este momento, hoy lo presentamos en castellano (no se ha encontrado referencias a una posible traducción al inglés). 

La publicación original de "Die Welt" titula "Es hat mehrere ´Wannsee-Konferenzen´ gegeben", que se traduce como: "Ha habido varias "conferencias de Wannsee".

Kellerhoff inicia su reportaje recordando que solo existe una copia de las actas secretas de la Conferencia de Wannsee, citando al historiador Hans-Christian Jasch afirma que el genocidio fue discutido en otras reuniones de antemano

Cuando los funcionarios de alto rango se reunieron hace 75 años en una villa de Wannsee (Berlín) para discutir "sobre asuntos relacionados con la solución final a la cuestión judía", el asesinato en masa de los judíos de Europa había estado ocurriendo durante meses. Cientos de miles de personas fueron asesinadas en la Unión Soviética y Polonia ocupadas, en algunos campos ya estaban funcionando y experimentándose métodos. Entonces, ¿cuál fue el propósito exacto de la conferencia? 

Hans-Christian Jasch puede explicar eso. Él ha estado a cargo del sitio conmemorativo y educativo de la Conferencia de Wennsee durante los últimos cinco años.



Hans Christian Jasch

 Die Welt: La decisión de exterminar a todos los judíos bajo el control alemán en Europa se había tomado durante mucho tiempo antes del 20 de enero de 1942, y el asesinato en masa estaba en curso. ¿Por qué Reinhard Heydrich, el segundo hombre de las SS, sin embargo, ordenó una reunión de tan alto rango en la Villa de Wannsee?

Hans-Christian Jasch: Heydrich quería lograr una "paralelización de las líneas", por lo que se llama en el protocolo, una especie de consenso administrativo. Cuestiones controvertidas como su liderazgo y el de Himmler en la "Solución Final" en los territorios orientales ocupados, el radio geográfico de las deportaciones, también la clara definición legal del círculo de víctimas en el Reich alemán y en otros estados europeos (inclusión de los llamados matrimonios mestizos y mixtos) ya planteadas repetidamente en varias reuniones durante 1941 debatidas por la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA), la Cancillería del Partido, el Ministerio del Interior y las autoridades de ocupación. La reunión de los Secretarios de Estado tenía la intención de aclarar el asunto.


 Die Welt: ¿Heydrich tuvo éxito?

Jasch: Aparentemente, con la excepción de la cuestión del tratamiento de las llamadas razas mixtas y cónyuges mixtos. La diversidad de los intereses de las autoridades involucradas se ilustra en una antología con biografías breves de los quince participantes, que Christoph Kreutzmüller y yo publicamos en el 75 aniversario de la conferencia. (Nota del editor del blog:"Die Teilnehmer: Die Männer der Wannsee-Konferenz", por Hans-Christian Jasch y Christoph Kreutzmüller. ("Los participantes: los hombres de la conferencia de Wannsee"). (ed. Metropol, Berlín, 336 p.) 

 Die Welt: Entre los participantes en la conferencia se encontraba el Secretario de Estado del Ministerio del Interior del Reich, Wilhelm Stuckart, sobre el que escribió su tesis doctoral. Más tarde él afirmó en la corte que quería retrasar el asesinato en masa, ¿es creíble?

Jasch: Bueno, incluso desde Stuckart no hay contradicción en los resultados de la conferencia con respecto a la deportación planificada de once millones de "judíos completos" del Reich alemán y de toda Europa. Sin embargo, no estuvo de acuerdo con el impulso de Heydrich para extender el concepto de judíos a ciertas categorías "cruzadas". Esto condujo a conferencias de seguimiento en la primavera y otoño de 1942, hasta que la pregunta finalmente se pospuso y al menos la mayoría de los "híbridos" alemanes se salvaron de la deportación sistemática. En vista de la aplicación de la ley aliada, reinterpretó con éxito su contradicción en resistencia, que había fundado política y pragmáticamente.



Versión inglesa del libro de Hans-Christian Jasch y Christoph Kreutzmüller.

➤ Die Welt: El hecho de que sepamos tanto sobre esta conferencia es en realidad una coincidencia: se ha conservado exactamente una copia del protocolo de alto secreto. ¿Podría ser debido a la existencia de este documento que sobreestimamos la importancia de la conferencia?

Jasch, eso no se puede descartar. En términos de contenido, la Conferencia de Wannsee presumiblemente no difirió mucho de otras discusiones que tuvieron lugar en la Oficina Central de Seguridad del Reich o en los ministerios después de que comenzó la guerra. Sobre el cual, en nombre de la inhumana ideología nazi, las personas tenían la forma de simples columnas de números que eran vistos como grupos opuestos o como racial o eugenéticamente "inferiores". Sin embargo, rara vez se nos proporcionan documentos tan impresionantes como las actas de la conferencia.

➤ Die Welt: el monumento, que se creó para conmemorar el 50 aniversario de la conferencia, en 1992, acaba de recibir al visitante número dos millones. ¿Qué le interesa más a la gente: el lugar auténtico o el Holocausto en general?

Jasch: Difícilmente puedes separar eso el uno del otro. Pero también creo que el interés en el Holocausto como el crimen humano más monstruoso de los tiempos modernos sigue intacto. Cada generación atrae un nuevo interés, especialmente como siempre encontramos en nuestras propuestas educativas, visitas y seminarios, que incluso los visitantes con educación académica a menudo tienen ideas vagas y saben sorprendentemente poco sobre los perpetradores y las dimensiones sociales del Holocausto.

➤ Die Welt: Hace doce años, el Monumento a los judíos asesinados de Europa se inauguró en Berlín-Mitte con el centro de información subterráneo. Allí, como la suya, hay una exposición general sobre el Holocausto. ¿Esa instalación mucho más accesible compite con su monumento?

Jasch: No, creo que las propuestas de los memoriales nazis en Berlín se complementan bien, porque se establecen diferentes acentos. Estos son los lugares auténticos, pero también las manifestaciones de la cultura de conmemoración y recuerdo de la era nazi, así como de la Guerra Fría y el gobierno de la SED, que ejercen una gran atracción para los visitantes de Berlín. (Nota del editor del blog: Jasch se refiere al Partido Socialista Unificado - SED por sus siglas en alemán: Sozialistische Einheitspartei Deutschlands en la República Democrática de Alemania RDA).

Johannes Tuchel, mi colega del Centro de la Resistencia Alemana, calificó a Berlín como la "Roma de la historia contemporánea". La villa Wannsee no es solo para turistas, sino también para estudiantes y adultos que se sienten atraídos por nuestras propuestas educativas.

 Die Welt: ¿Quién viene y cuántos interesados ​​hay?

Jasch: Alrededor de la mitad de nuestros más de 100.000 visitantes vienen a Wannsee en grupos cada año. Entre ellos se encuentran muchos visitantes extranjeros de EE. UU., Israel u otros países europeos.

 Die Welt: ¿Qué hacen tus empleados y tú con estos grupos?

Jasch: Es particularmente importante para nosotros dirigirnos a diferentes grupos profesionales a través de propuestas educativas específicas, pero también a personas con diferentes antecedentes educativos o culturales para darles acceso a la historia nazi y de posguerra. La discusión también puede proporcionar un enlace rápido al presente y a las amenazas actuales a la democracia, el estado de derecho y la diversidad en Europa y otras partes del mundo. En ese sentido, nos vemos como una institución educativa política.


II 

La Conferencia de Wannsee
En parte secreto, en parte público


El lugar histórico: La Villa Marlier en el Gran Wannsee. Fuente: Memorial House of the Wannsee Conference 




por Jochen Köhler
RdL

Análisis de los libros:
"La villa, el lago, la reunión"
de Mark Roseman
RBA, Barcelona, 224 págs. 2001


"No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso"
de Robert Gellatelly
Crítica, Barcelona, 408 págs. 2002



Nota del editor del blog: El lector tiene acceso al libro completo de Roseman en este blog, buscar en la barra lateral derecha la Sección Libros en PDF 

Lugar, tiempo, acción: una villa junto al lago Wannsee de Berlín, 20 de enero de 1942, preparación de un genocidio, concretamente la «solución final a la cuestión de los judíos europeos». En este lugar y en ese día se reunieron quince dirigentes del régimen nazi. Los había invitado Reinhard Heydrich, jefe de la policía y del servicio de seguridad. El mundo no sabría nada de esta conferencia si durante el proceso de Núremberg, en marzo de 1947, no se hubiera encontrado casualmente un acta que el fiscal americano, general Telford Taylor, consideró «quizá el documento más vergonzoso de la Historia moderna». Se trataba de la única acta conservada de una sesión –de treinta originales–, y de la única prueba, indirecta, pero rotunda, del plan de eliminación de todos los judíos de Europa.

El historiador británico Mark Roseman ha aprovechado la terrible efemérides de los sesenta años de la conferencia para ilustrar detalladamente el acontecimiento, reunir todos los hechos conocidos, sintetizar y reproducir sus antecedentes y hacer desembocar todo eso en una exposición informativa y escueta, clara y fácil de leer. Aunque el libro no tiene nada nuevo que ofrecer al historiador especializado, es un gran beneficio para el profano interesado aunque sólo fuera debido a su anexo, que contiene facsímiles de la orden de Goering a Heydrich, dos invitaciones de Heydrich y el acta completa de la sesión con el matasellos de «Secreto del Reich». Hay ya un montón de bibliografía sobre el Holocausto, pero hasta ahora seguía faltando una obra, al alcance de todos los bolsillos y de todos los lectores, sobre este tema en particular.


Ediciones inglesa y castellana de la investigación de Mark Roseman


En su prólogo, Roseman señala una errónea apreciación que la mayor parte de la opinión pública sigue compartiendo con los fiscales de Núremberg: que de la conferencia de Wannsee salió la decisión de aniquilar a los judíos. No fue así, porque el genocidio de los judíos soviéticos llevaba largo tiempo en marcha, ya había habido gaseamientos, y también se estaba construyendo un primer campo de exterminio. 

¿A qué finalidad obedecía pues la conferencia? La situación documental, sobre todo el hecho de que se destruyeran apresuradamente las actas, dificulta a los historiadores la tarea de dar una respuesta concluyente. Por tanto, tiene que seguir siendo especulativa. Roseman cita a su colega Eberhard Jäckel, que hace diez años constataba que «lo más extraño» de aquella reunión «es que no se sabe por qué tuvo lugar». Sin contradecir de forma decidida tal veredicto, Roseman llega a otra conclusión. Considera la conferencia del Wannsee un «significativo acto final» previo al paso desde unas acciones criminales excesivas a un programa oficial de genocidio.

«El crimen produjo la idea del genocidio, igual que, viceversa, la idea del genocidio produjo el crimen», juzga Roseman: una interdependencia. Para ilustrar el trasfondo histórico de la conferencia, antepone al capítulo central de su tema, que tiene unas sesenta páginas, una reconstrucción igual de larga de los preliminares. Empieza, muy consecuentemente, con Mi Lucha, de Hitler, donde el posterior dictador calificaba de «peste para el mundo» un judaísmo definido de forma racista, que había que extirpar de Alemania. Aun así, Roseman es lo bastante cauteloso como para no trazar una línea directa desde los escritos y discursos programáticos de Hitler de los años veinte al plan de genocidio. Los capítulos siguientes esbozan la creciente discriminación de los judíos en el Tercer Reich, los actos de violencia, deportaciones, y los fusilamientos masivos que tuvieron lugar durante la invasión de la Unión Soviética. El libro revela un sólido conocimiento contextual. El autor dedica un espacio comparativamente amplio a la cuestión de las responsabilidades y el decisivo papel de Goering, Himmler, Heydrich y el propio Hitler. Dado que éste, según sabemos, siempre evitó firmar una orden escrita de aniquilación de los judíos, Roseman tiene que conformarse, como todos sus colegas, con testimonios escritos por otras manos, numerosas referencias y suposiciones –en todo caso muy plausibles– para poder demostrar la autoría o al menos la complicidad de Hitler. La suma de todo ello arroja esta sin duda abrumadora carga de pruebas indirectas.

Permítasenos, en este punto, hacer una observación crítica. Probablemente para no extender cada ejemplo más de lo que admitía el volumen previsto del libro, Roseman sacrifica a veces la deseable precisión. Así por ejemplo, cita a Himmler, quien le dio a Wilhelm Koppe, el jefe superior de las SS y la policía en Wartheland –que le había pedido su consentimiento a la muerte de otros 30.000 judíos–, la siguiente respuesta: «La decisión última en este asunto tiene que tomarla el Führer». Roseman toma esta cita de la biografía de Hitler de Ian Kershaw. Pero, como se puede leer allí, la respuesta no procede del propio Himmler, sino de su ayudante personal, el SS-Sturmbannführer Rudolf Brandt. Y su objeto no era la liquidación de otros 30.000 judíos, sino de 30.000 polacos. En sus subsiguientes aclaraciones, Kershaw quería incluso poner de manifiesto que a menudo Hitler dejaba manos libres a sus ejecutores, después de haber dado su asentimiento general. Aunque Roseman no falsea demasiado los hechos, puede reprochársele negligencia en los detalles.

Su verdadero tema lo expone de manera muy concienzuda, incluso minuciosa. Incide en el grupo de personas que estaba invitada a la conferencia y constata –tan sorprendido como casi todos los que lo han precedido– que se trataba de «hombres serios e instruidos», de «civilizados servidores del Estado», de corteses modales. Esto vale especialmente para el anfitrión: Heydrich era muy inteligente, cultivado, eficiente, elitista y carente de escrúpulos, además de un virtuoso del violín, magnífico espadachín y audaz piloto de caza; en pocas palabras: el ideal hecho carne de un nuevo tipo humano al que, conforme a la ideología nazi, debía pertenecer el futuro. Cuando a principios de junio de 1942, es decir, cuatro meses y medio después de la conferencia del Wannsee, cayó víctima de un atentado, era, a la edad de 38 años, «uno de los hombres más poderosos y temidos de Alemania». Desde el centro de su poder, la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA, por sus siglas en alemán), cuyo personal de dirección estaba formado por jóvenes muy cualificados de orientación tecnocrática, se reclutó el «grupo central» que fue responsable de la aniquilación planificada de los judíos.

Entre los invitados a la conferencia del Wannsee no se encontraban, sorprendentemente, ni un representante del gabinete del Führer ni uno del Estado Mayor del Ejército. «A Heydrich le interesaban sobre todo los ministerios civiles», afirma con razón Roseman. Se había pensado en una ronda de secretarios de Estado, aunque finalmente se enviaron en parte representantes suyos. Que los secretarios de Estado hicieran el trabajo antes que los ministros es una costumbre que aún se mantiene. Otros participantes –representantes de servicios especiales de las SS y del partido nazi– probablemente habían sido convocados para guardarle las espaldas a Heydrich. El objetivo central de la reunión era «resolver diferencias competenciales y aclarar responsabilidades». El informal orden del día de Heydrich no lo ocultaba. La discusión propiamente dicha no duró más de una hora u hora y media. Después de una extensa ponencia del anfitrión, se produjo una discusión no acalorada, pero sí difícil, sobre el trato que había que dar a los «mestizos» de primer y segundo grado, así como a los «matrimonios mixtos» entre «personas de sangre alemana» y «judíos» o «mestizos» de primer grado, etc., hasta llegar al trato a dar a los matrimonios entre «mestizos» de primer y segundo grado. Esta discusión ocupa un tercio de la llamada acta, que no se basa en copias literales, sino en un resumen de Adolf Eichmann corregido por Heydrich.

¿Una cuestión y un procedimiento burocrático absurdos? Desde luego había que terminar con las disputas, perturbadoras en vísperas del genocidio planeado en secreto, y los «mestizos» y «matrimonios mixtos» representaban casos problemáticos incluso desde el punto de vista de la ideología racista, porque Hitler no era el único en ser consciente de que la opinión pública reaccionaba de forma muy sensible en cuanto estaban afectados parientes propios. 


Pero el motivo esencial y tácito de la conferencia tenía que ser otro. Los historiadores están de acuerdo en eso. Pero, ¿cuál? La mayoría cree que la reunión sirvió a Heydrich como «medio de autoencumbramiento». Y por tanto como medio para subordinar los aparatos civiles a las ambiciones, el ansia de poder y la autoridad de su Oficina Central de Seguridad del Reich.



Roseman da un decisivo paso más allá y plantea la tesis de que con la conferencia Heydrich pretendía «fundamentar la complicidad», que después fuera indiscutible que «se conocía el programa criminal». Hay datos favorables a esta interpretación, como la terca negativa de los participantes, después de la guerra, a reconocer que conocían siquiera la existencia del acta.

Porque aquello que Heydrich expuso con pelos y señales tenía un potencial enormemente explosivo. Después de trazar una panorámica de las medidas contra los judíos del Reich tomadas hasta ese momento, comunica: «el lugar de la emigración lo ocupará [...] previa autorización del Führer, la evacuación de los judíos al Este». Pero esto sólo era una «posibilidad evasiva [...] con vistas a la futura solución final de la cuestión judía». Y esa «solución final» abarcaba alrededor de once millones de judíos, es decir, no sólo a aquellos que se encontraban en los países ocupados por el Tercer Reich. Roseman habla de la «abrumadora sobriedad» con la que el acta enumera en forma de tabla las cifras calculadas para los distintos países. El presupuesto práctico de la evacuación es que Europa sea «peinada de Oeste a Este». A consecuencia del inminente trabajo al que tendrán que hacer frente en el Este, dice Heydrich, «sin duda una gran parte de los judíos caerá por reducción natural». Una clara dicción, aunque el acta evita cuidadosamente conceptos como "aniquilación"


Aun así, no hay «ninguna prueba concluyente de que los participantes en la conferencia supieran que los judíos iban a ser gaseados», resume Roseman.

Siempre se enfatiza que hasta el final de la guerra los alemanes no sabían nada del Holocausto, que ni siquiera podían sospechar algo tan monstruoso. Sin duda, el régimen trató la aniquilación de los judíos como cuestión de alto secreto, y tenía la intención de destruir al final todos los testimonios. Pero Roseman menciona dos casos en los que se formó incluso una opinión pública: en noviembre de 1941, el «ideólogo jefe» Alfred Rosenberg emitió una declaración oficial de prensa de la que se desprendía inequívocamente que para la solución final de la cuestión judía había que «erradicar biológicamente» todo el judaísmo de Europa. Y un día después, en el muy leído semanario Das Reich, Goebbels anunciaba que el judaísmo mundial avanzaba paso a paso hacia un proceso de aniquilación. Numerosos periódicos regionales alemanes publicaron extractos de la declaración. Algunos lectores comprendieron que tal profecía no era un mero gesto de amenaza, sino que estaba disfrazada de lo que era: condena a muerte de inapelable ejecución.


"No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso", de Robert Gellatelly. 


La cuestión de la opinión pública en el régimen nazi es el tema de un libro de Robert Gellately publicado hace poco. Hace más de diez años, el historiador americano se hizo un nombre en los círculos especializados como uno de los mejores conocedores de la Gestapo, sus informantes y la multitud de denunciantes que tenía entre la población alemana. Ahora ha escrito un nuevo libro que pretende demostrar lo mucho que la «dictadura populista» de Hitler debió al «consenso pluralista» y el amplio asentimiento del pueblo alemán. Su tesis defiende concretamente que incluso el terror del régimen tuvo el apoyo del pueblo, y que ese terror era completamente público. «Coacción y publicidad» habían contraído una estrecha relación en el Tercer Reich. Partiendo de la cuestión de «¿qué sabían los alemanes?» sobre los campos de concentración, las persecuciones y los crímenes, Gellately investigó varias revistas publicadas en el Tercer Reich, sobre todo –según revelan las notas– el VölkischerBeobachter, el periódico oficial del partido nazi.

Las tesis y «pruebas» de Gellately toparon con una fuerte oposición entre renombrados historiadores alemanes. Sus afirmaciones, se decía, eran generalizadoras, al estilo de Goldhagen, unilaterales, indiferenciadas y llenas de conclusiones falsas. Por una parte, naturalmente que los alemanes sabían de la existencia de los campos, en los que se suponía que se reeducaba a los adversarios de la mayoritaria revolución nacional, «criminales políticos» y personas «nocivas para el pueblo». Por otra, los crímenes que se cometían allí, y no digamos en los campos de exterminio del Este, se mantenían en un estricto secreto. El conocimiento de la población, muy limitado, no permitía en modo alguno sacar la conclusión de que los alemanes aprobaban hasta las cámaras de gas, una conclusión que de todas maneras Gellately no saca de manera explícita. Además, se le criticó que el singular «consenso pluralista» que de hecho existió bajo la dictadura nazi no era comparable con el de una moderna democracia, en la que reina una libertad de prensa y de opinión casi ilimitada. Gellately reaccionó a las críticas recogiendo velas: él nunca había afirmado que todos los alemanes lo supieran todo.

Capítulo a capítulo, Gellately analiza la «justicia policial» que se superpuso al Derecho Penal tradicional, la arbitrariedad de la Gestapo y el terror contra los marginados sociales, los trabajadores extranjeros y los judíos. Su amplia exposición menciona muchos hechos que van más allá del tema central, por ejemplo la instauración de burdeles estatales para trabajadores extranjeros o la «orden Nerón» de Hitler, que preveía la devastación de Alemania. A lo largo de todo el libro, el mayor espacio lo ocupa el objeto de investigación que de modo más intenso trata el autor: la masa y multitud de las denuncias.

Al menos dos capítulos están dedicados a la imagen de los campos de concentración en la opinión pública. De hecho la prensa, especialmente los periódicos locales, informó sobre los nuevos campos y su función «educativa». Así, la portada del Illustrierter Beobachter mostraba el 3 de diciembre de 1936 a presos del campo de concentración de Dachau, formados en filas y rigurosamente vigilados. Después de empezar la guerra se produjo una sorprendente inversión: cuanto más desaparecían los campos de las informaciones y reportajes, tanto más presentes estaban entre la opinión pública los presos que salían a hacer trabajos forzados. «El mundo de los campos irrumpió como nunca en la vida cotidiana». Sólo el campo de Dachau tuvo 197 campamentos externos, esparcidos por todo el sur de Alemania y distribuidos entre grandes y pequeñas ciudades. Año tras año fue estrechándose la alianza entre terror y publicidad. Conforme aumentaba la duración de la guerra, las numerosas ejecuciones, para las que –tal como pedía el pueblo– ya no hacía falta haber cometido delitos capitales, ocuparon titulares cada vez más grandes. Hubo pues, como demuestra Gellately con impresionantes ejemplos, una cara pública del terror nacionalsocialista. Y precisamente en los medios que informaban abiertamente sobre ese terror es donde puede verse el profundo «embrutecimiento moral» de los alemanes en el Tercer Reich.


Fuentes: 

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