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02 octubre 2019

Teoría y práctica de los ‎Derechos Humanos



por Thierry Meyssan

La Declaración Universal de los Derechos Humanos expone un ideal que toda ‎persona responsable debería tratar de llevar a la práctica. Sin embargo, es imposible ‎luchar contra todos los males al mismo tiempo, así que ese documento establece un ‎orden de jerarquía entre esos derechos para que podamos ir aportando mejoras concretas ‎a la situación. Ciertas potencias acusan a otros países de violar los derechos humanos, ‎pero así tratan de esconder sus propios crímenes. Muchas veces un solo árbol impide ‎ver el bosque. ‎


El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU, reunida en París, adopta la ‎Declaración Universal de los Derechos Humanos.‎

Los Derechos Humanos
Poco a poco, la Humanidad formuló el ideal de la igualdad de la persona humana: los «Derechos ‎Humanos». Numerosas naciones pretenden haberlo anticipado antes de que las Naciones Unidas ‎lo enunciara. Con el paso del tiempo, muchos utilizaron esa noción sin entenderla en su ‎dimensión etnológica y la deformaron. ‎

El enconado debate del 19 de septiembre de 2019 en el Consejo de Seguridad de la ONU demostró ‎lo mucho que han sido maltratados los «Derechos Humanos», hasta llegar a ser utilizados con objetivos ‎exactamente opuestos a los que motivaron su surgimiento. ‎

En todas partes del mundo y en todos los tiempos han existido líderes que trataron de dejar ‎establecido que todos los hombres eran iguales en materia de derechos. Los ejemplos más ‎antiguos que se conocen de ese intento están recogidos en el cilindro del emperador persa Ciro ‎el Grande (siglo V a.n.e.), que plantea la libertad de culto [en la sede de la ONU se conserva una ‎réplica del Cilindro de Ciro]. También están los Edictos del emperador indio Asoka ‎‎(siglo II a.n.e.), que prohíben la tortura contra cualquier especie animal, incluyendo ‎los humanos. Aquellos gobernantes modificaron las leyes de sus países en aras de reglas que ‎creían universales. ‎

Si nos referimos a la construcción del derecho moderno, la Carta Magna inglesa –del siglo XIII– ‎plantea que ningún súbdito podrá ser encarcelado sin juicio justo. Ese documento se completa ‎con la Declaración de Derechos (Bill of Rights) en la que se enuncian, en el siglo XVIII, los ‎derechos de la gente y los derechos del Parlamento. Un siglo después, siguiendo el principio de ese ‎documento, James Madison redacta la Bill of Rights estadounidense. Esta última limita el poder ‎del gobierno federal sin tocar los de los gobiernos estatales. La tradición anglosajona reafirma ‎los derechos individuales y los protege ante lo que se conoce como la «Razón de Estado». ‎

En 1789, la cuestión se plantea de una manera radicalmente nueva para la Asamblea ‎Constituyente francesa. Según esta última, para establecer la igualdad ontológica entre los ‎súbditos no basta con limitar el poder absoluto del monarca, es necesario plantear que el poder ‎proviene del Pueblo y que no puede ejercerse contra el Pueblo. Ese texto se aprueba por ‎unanimidad, incluso por los representantes de la iglesia de Francia –aunque después fue ‎rechazado durante algún tiempo por los papas–, por los representantes de la nobleza y hasta por ‎el propio rey Luis XVI. A partir de entonces, ya no se trata de los «Derechos del Hombre» sino ‎de los «Derechos del Hombre y del Ciudadano». ‎

En el siglo XIX, el suizo Henry Dunant (el fundador de la Cruz Roja) quiso garantizar los derechos ‎de las personas implicadas en las guerras, durante las cuales los Estados violan sus propias reglas. Aparece así ‎el Derecho Humanitario. ‎

Fue ese conjunto de aportes de culturas diferentes, y otros que sería difícil mencionar en este ‎trabajo, lo que Naciones Unidas sintetizó en su Declaración Universal de los Derechos Humanos. ‎Si ese documento es «universal» no es porque haya aparecido por voluntad de Dios o porque ‎provenga de la Naturaleza sino únicamente porque cuenta con la aprobación de los 193 Estados ‎miembros de la ONU. ‎



La Declaración Universal de los Derechos Humanos plantea, en primer lugar, que los seres ‎humanos nacen «libres e iguales en dignidad y derechos» ya que son responsables no sólo de ‎sí mismos sino también unos de otros (Art. 1). Por primera vez, ‎la Declaración Universal de los ‎Derechos Humanos‎‏ ‏plantea que los Derechos Humanos son no sólo idénticos en cada país sino ‎‎incluso a pesar de los países (Art. 2), algo que la Sociedad de las Naciones había rechazado con un solo ‎objetivo: proteger el sistema colonial. La Declaración Universal de los Derechos Humanos‎ ‎establece además una jerarquía entre los Derechos al proclamar, en primer lugar, el derecho ‎«a ‎la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona»‎‏ ‏‎(‎Art‎.‎‏ ‏‎3‎). ‏‎¿Por qué? Porque no se trata de ‎redactar un catálogo de buenas intenciones contradictorias entre sí sino de organizar lo que ‎podríamos llamar la sociedad mundial. Vienen después la lucha contra la esclavitud (Art. 4) y ‎sólo después se menciona la lucha contra la tortura (Art. 5). Todos esos principios son ‎importantes, pero sólo en ese orden pueden llegar a concretarse.

Hoy en día, en los países desarrollados, que viven en paz y donde se condena el esclavismo, los ‎Derechos Humanos se ven sólo como una lucha contra la tortura y por una justicia equitativa. ‎Pero ese es un lujo que muchos no tienen en otros países. ‎

Desde el momento mismo de su adopción, la ‎Declaración Universal de los Derechos Humanos‎ ‎fue cuestionada precisamente por los mismos que la habían elaborado, en particular por el ‎Reino Unido y su concepto de «injerencia humanitaria». El Imperio Británico había inventado ‎ese concepto en el siglo XIX… pero no para socorrer a los pueblos oprimidos sino para acabar con ‎el Imperio Otomano. Londres lo revivió en el siglo XX, durante la guerra fría, para luchar ‎contra China y la URSS. Pero el abanderado de la injerencia humanitaria fue el francés Bernard ‎Kouchner, quien instrumentalizó la cuestión de los boat people organizando como un show ‎televisivo el salvamento de refugiados a bordo de embarcaciones sobrecargadas y llegando ‎incluso a ordenar que aquellos infelices se lanzaran nuevamente al mar para que las cámaras ‎pudieran «hacer otra toma». Aquellas imágenes conmovían a la opinión pública, llevándola ‎automáticamente a sentir simpatía por los boat people. ‎

Sin embargo, la horrible suerte de aquellas víctimas no nos decía absolutamente nada sobre la ‎legitimidad de su causa y mucho menos sobre la ilegitimidad supuesta de los gobiernos de sus ‎países de origen. Esa es exactamente la misma técnica que se utiliza hoy en la propaganda sobre ‎los migrantes en el Mediterráneo. El hecho que miles de esos migrantes se ahoguen tratando de ‎cruzar el Mediterráneo nada nos dice sobre las razones que los llevan a abandonar sus países, ‎como tampoco les da derecho a entrar en otros países. Quizás tienen razón. Quizás no. Sólo ‎la reflexión –no la emoción– nos permitirá decirlo. ‎

La iniciativa humanitaria de Alemania, Bélgica y Kuwait sobre Idlib

Sala de Sesiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas


Abordemos ahora el debate que tuvo lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU el 19 de ‎septiembre de 2019. 

Alemania, Bélgica y Kuwait presentaron ese día un proyecto de resolución ‎‎(S/2019/756) para “salvar” a los civiles de la gobernación siria de Idlib, supuestamente masacrados por ‎fuerzas militares sirias y rusas que luchan contra el terrorismo. La presentación del proyecto de ‎resolución estuvo precedida de una intensa campaña de propaganda sobre bombardeos de ‎hospitales y las difíciles condiciones de vida de los civiles hostiles al ‎«régimen del cruel dictador ‎Bachar»‎‏. ‏

Sin embargo, las verificaciones en el terreno demuestran que nunca hubo hospitales debidamente ‎registrados como tales que hayan sido bombardeados y que es imposible hablar de estadísticas ‎en un verdadero campo de batalla, así que cada parte trata de establecer –por extrapolación– ‎sus propias cifras, cifras que son forzosamente contradictorias, incluso cuando se comparan las ‎cifras de las diferentes agencias de la ONU, a menudo divergentes. El hecho que, en esta guerra, no sea posible ‎cuantificar el resultado de los diferentes acontecimientos influye en nuestra manera de ‎interpretarlos. ‎

Las potencias occidentales ya habían presentado proyectos de resolución comparables a este ‎cuando tenían lugar las batallas de Alepo y de la región de la Ghouta, en las afueras ‎de Damasco. Y también se estrellaron contra los vetos de China y Rusia. Sin embargo, ‎no hubo proyectos de resolución presentados en el momento de la batalla de Raqqa, ‎infinitamente más destructiva y sangrienta. La única diferencia es que la ciudad siria de Raqqa ‎fue arrasada por la coalición occidental –encabezada por Estados Unidos. En otras palabras, ‎aunque la suerte de las víctimas es igualmente trágica en todos los casos mencionados, para ‎Alemania, Bélgica y Kuwait sólo puede haber condena si la tragedia puede imputarse a las ‎fuerzas sirias y rusas, pero cuando la tragedia viene de la acción de las potencias occidentales… ‎no puede haber condena. ‎


La ciudad siria de Raqqa quedo desbastada tras los bombarderos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos. Organismos como Amnistía Internacional denunciaron posibles crímenes de guerra en Raqqa por los bombardeos aéreos de la coalición y luego por la presencia de las fuerzas kurdas de las FDS en la ofensiva para liberar la ciudad de los yihadistas del Estado Islámico. "Guerra de aniquilación" tituló ese organismo a su informe sobre la ofensiva que dio inicio en el mes de junio de 2017, más de 1.600 civiles murieron solo en los bombardeos, así como miles fueron heridos por la artillería y ataques aéreos, en muchos casos ataques desproporcionados o indiscriminados que atentan al Derecho Internacional Humanitario y que constituyen "crímenes de guerra".


Hay que resaltar aquí que los militares presentes en el terreno notaron la violencia indiscriminada ‎de la coalición occidental –de la cual ellos mismo eran parte– y la compararon a la selectividad ‎de las fuerzas sirias y rusas. De hecho, 50 analistas del CentCom fueron sancionados ‎precisamente por haber denunciado las atrocidades de la coalición en sus informes al ‎Inspector General del Pentágono. En Francia, el coronel francés Francois-Regis Legrier fue ‎duramente sancionado por haber expresado su vergüenza y cólera en la Revue Défense ‎Nationale.‎

La idea de Alemania, Bélgica y Kuwait según la cual el ‎«régimen de Bachar»‎‏ ‏asesina a ‏su ‎propio pueblo con el pretexto de luchar contra el terrorismo, invierte el ideal de los ‎«Derechos ‎Humanos»‎. 


No podemos olvidar que cuando en Siria se habla de ‎«lucha contra el terrorismo» ‎no se trata de unos cuantos individuos que tirotean gente o que decapitan espectadores que ‎asistían a un concierto, se trata de decenas de miles de hombres armados hasta los dientes ‎lanzados contra la población de un país para imponerle un régimen de opresión. 

El primer deber ‎del «régimen de Bachar» es, por consiguiente, salvar a su pueblo de ese feroz ejército y de ‎restaurar el derecho de los sirios a «la vida, la libertad y la seguridad» de las personas. ‎

Aunque se niegue el apoyo que potencias europeas aportan a los yihadistas de Idlib, Alemania y ‎Bélgica no pueden alegar su «buena fe»: esos dos países se niegan a repatriar a los cientos de ‎ciudadanos alemanes y belgas que después de viajar a Siria para unirse a la «yihad», ‎se han rendido a los soldados estadounidenses y que hoy son prisioneros de los grupos armados ‎kurdos aliados de Estados Unidos. Los gobiernos de Alemania y Bélgica están perfectamente ‎conscientes de que esos yihadistas son individuos muy peligrosos. Los gobiernos de esos ‎dos países occidentales, que tanto se jactan de haber renunciado a la pena de muerte, solicitan ‎discretamente a otros gobiernos que se encarguen de ejecutar a sus conciudadanos convertidos ‎en yihadistas. ‎

Hipocresía humanitaria de Alemania, Bélgica y Kuwait
Después de haber comprobado que Alemania, Bélgica y Kuwait aplican un doble rasero, ‎observemos ahora las razones que se esconden tras la presentación de su proyecto de resolución ‎al Consejo de Seguridad de la ONU.‎

Las potencias occidentales respaldaron a los yihadistas de al-Qaeda con la esperanza de llegar a ‎derrocar la República Árabe Siria. Prolongaban así la estrategia que habían aplicado con éxito ‎en Libia. En 2011, los yihadistas del Grupo Islámico Combatiente en Libia (GICL), que habían sido ‎incorporados a al-Qaeda, fueron reenviados por la CIA –de Irak, donde estaban luchando– ‎a Libia, su país de origen. Esos individuos fueron las tropas terrestres que apoyaron las ‎operaciones aéreas de la OTAN.‎

Después del derrocamiento de la Yamahirya libia, esos mismos elementos fueron trasladados ‎a Siria por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados –cargo en aquel entonces ‎en manos de Antonio Guterres, hoy secretario general de la ONU– y los servicios secretos ‎turcos. En Siria, esos yihadistas fueron utilizados para conformar el llamado «Ejército ‎Sirio Libre».

Cuando se vio que era imposible derrocar el «régimen de Bachar», los anglosajones ‎abandonaron a su suerte a la mayoría de los yihadistas. Pero los alemanes y los franceses ‎estimaron que aún tenían cierta responsabilidad hacia esos elementos, que fueron reagrupados ‎en la gobernación siria de Idlib, donde crearon varios Emiratos Islámicos. Actualmente, Alemania ‎y Francia siguen proporcionándoles armamento y subvencionan las ONGs que los alimentan.

Integrantes del grupo terrorista Frente al Nusra en Siria, Nótese sus flamantes uniformes y armas nuevas. foto de archivo


Alemania y Francia son, por lo tanto, actores de la guerra que denuncian. El presidente francés ‎Emmanuel Macron, muy preocupado ahora por mejorar las relaciones entre su gobierno ‎y Moscú, no se atrevió a copatrocinar el proyecto de resolución alemán, pero pidió a su fiel ‎Charles Michel, el primer ministro de Bélgica, que se encargara de hacerlo. A esa maniobra vino a ‎agregarse Kuwait, que no se sabe cuánto está gastando todavía para mantener a los yihadistas ‎de Idlib, aunque las manifestaciones de respaldo a esos elementos registradas en Kuwait ‎recuerdan los momentos en que los movimientos salafistas recogían allí 400 millones de dólares ‎para la yihad montada contra Siria. ‎

Al presentar el proyecto de resolución de Alemania en el Consejo de Seguridad, Bélgica y Kuwait ‎sabían perfectamente que encontrarían la oposición de China y Rusia. Pero optaron por dividir el ‎Consejo de Seguridad de la ONU y, por consiguiente, por debilitar su autoridad. Esa manera de ‎actuar se explica por el temor de esos países a que se produzca –bajo la impulsión del presidente ‎estadounidense Donald Trump– un cambio en el perfil de las alianzas hoy existentes en el ‎Consejo. La tradicional oposición de Occidente a Rusia y China podría evolucionar hacia la ‎aparición de un directorio mundial conformado por Rusia, Estados Unidos y China. En aras de ‎evitarlo, Alemania trata de movilizar el bando occidental… ¡pero a qué precio!

Siguiendo esa misma lógica, Alemania, Bélgica y Kuwait han recurrido ahora a la ‎Asamblea General de la ONU –para burlar los vetos expresados en el Consejo de Seguridad–, ‎presentando un nuevo proyecto de resolución (A/HRC/42/L.22) de 10 páginas que contiene ‎una condena contra la República Árabe Siria. No han vacilado en emprender esa maniobra, aún ‎a sabiendas de que ya ni siquiera disponen del pretexto de la “amenaza” que representan las ‎tropas sirias para Idlib ya que el gobierno de Damasco proclamó un alto fuego que puso fin a las hostilidades ‎en esa gobernación siria desde el 1º de septiembre. El‏ ‏‎«régimen de Bachar»‎ simplemente ‎decretó un cese de los combates para facilitar la huida de sus conciudadanos, atrapados bajo la ‎ocupación de los yihadistas. ‎

De paso, la representante de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad, Kelly Knight Craft, se ‎dio el lujo de acusar a China de haber recurrido a su derecho de veto únicamente por imitar ‎a Rusia. Un insulto totalmente inútil cuando es harto conocido el paciente deseo de China de ‎practicar una política exterior independiente y decisiva. Para el bando occidental, ese tipo de ‎acusaciones es también una manera de negar la igualdad entre los pueblos y de expresar su ‎supuesta superioridad.

Bashar al-Assad como defensor de los Derechos Humanos
Analicemos ahora el punto de vista sirio. Según la prensa internacional, lo sucedido en Siria ‎en 2011 fue una revolución popular que desgraciadamente se desvió de su rumbo ‎convirtiéndose en una guerra civil. Si alguien podía tragarse esa versión en 2011, ya hoy resulta ‎imposible creerla debido a la gran cantidad de documentos que han salido a la luz. 


La guerra ‎‎“de Siria” fue planificada por Washington desde el año 2001 y se inició en el contexto de las ‎llamadas ‎«primaveras árabes»‎‏, ‏que a su vez fueron planificadas por Londres desde el año 2004 ‎y según el esquema de la ‎«Gran Revuelta Árabe»‎ organizada por Lawrence de Arabia. 

Arabia ‎Saudita ha reconocido que pagó por adelantado y armó a los cabecillas de los motines registrados ‎en la ciudad siria de Deraa, donde se inició el movimiento. ‎

La primera responsabilidad de la República Árabe Siria, de su pueblo, de su ejército y de su ‎presidente, Bashar al-Assad, era defender los Derechos Humanos universalmente reconocidos, ‎que son ‎«la vida, la libertad y la seguridad»‎ de las personas‏ .‏Y eso‏ ‏fue lo‏ ‏que hicieron ante el ataque de las ‎hordas de yihadistas, traídos a Siria desde el mundo entero para poner a la Hermandad ‎Musulmana en el poder. ‎

No cabe duda de que algunos criminales han logrado quizás hacerse miembros de la policía y del ‎ejército de la República Árabe Siria, de que –en medio de la confusión de la guerra– puede que hayan continuado sus crímenes gracias al hecho de portar un uniforme. Pero no podemos olvidar que ‎esas cosas suceden en todas las guerras, aunque no tienen nada que ver con los orígenes de ‎esos conflictos. Desde que cambió el curso de la guerra, esos elementos están siendo ‎duramente sancionados. ‎

Ya no cabe duda de que los bombardeos de la artillería siria y de la aviación rusa no sólo ‎eliminaron objetivos yihadistas sino que también causaron daños colaterales entre los ciudadanos ‎sirios rehenes de los yihadistas. Matar en el fragor de la batalla a aquellos a quienes se quiere ‎defender es, por desgracia, parte de las cosas que suceden en todas las guerras. Pero ‎el martirio de esas víctimas no es culpa del pueblo sirio, ni de su ejército, ni de su presidente –‎todos ellos deploran profundamente esas muertes. La responsabilidad recae totalmente sobre ‎las espaldas de los agresores, como Alemania y Francia, cuyos gobiernos desearon esta guerra ‎y la hicieron posible. ‎

El caso de Libia no tiene comparación con el de Siria. Sin embargo, 8 años después de la ‎operación de la OTAN contra la Yamahiriya, hoy tenemos una visión más clara de lo sucedido. ‎

El libio Muammar el-Kadhafi logró reconciliar a los bantúes y los árabes, puso fin a la práctica del ‎esclavismo y elevó considerablemente el nivel de vida de su pueblo. Hoy se le describe como un ‎dictador, aunque no mató más opositores políticos que ciertos jefes de Estado o de gobiernos ‎occidentales.

Para derrocar la Yamahiriya libia, la OTAN no vaciló en utilizar los terroristas de al-Qaeda, la ‎tribu de los misrata y la cofradía de los Senussi. En Libia, la OTAN asesinó unas ‎‎120 000 personas. Muchos analistas vaticinaron lo que sucedió después: el derrumbe del nivel ‎de vida en Libia, el restablecimiento del esclavismo y la reaparición del conflicto entre bantúes y ‎árabes –conflicto que ahora se extiende por la totalidad del África subsahariana. No es ‎nada absurdo decir que Muammar el-Kadhafi defendió los Derechos Humanos, tanto en su país ‎como en toda África, algo que no hizo la OTAN


En Siria, el presidente Bashar al-Assad ha preservado un mosaico confesional que no existe en ‎ningún otro lugar del mundo, desarrolló la economía de su país y negoció una paz tácita ‎con Israel. A lo largo de la guerra que les fue impuesta, su pueblo y su ejército han tenido que ‎soportar el martirio de al menos 350 000 de los suyos. Hoy su país está devastado e Israel es ‎de nuevo un enemigo. La responsabilidad de esas desgracias recae únicamente sobre las ‎espaldas de los Estados que agredieron a Siria. Los sirios, su ejército y su presidente, Bashar al-‎Assad, defendieron como podían los Derechos Humanos que las potencias occidentales ‎pisoteaban.‎

Los occidentales viven convencidos de la superioridad moral de su civilización. Así que no ven ‎sus propios crímenes, que hacen sufrir a los demás pueblos. Es precisamente contra esa ‎arrogancia que se pronuncia la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando ‎proclama la igualdad de todos los humanos en dignidad y derechos.

28 septiembre 2019

¿Y si Hitler hubiese sido asesinado en 1938? (II)






coloquio 

Hablan eruditos y escritores alemanes

Conforme analizamos en la entrega anterior, los planes militares de 1938 para detener y ejecutar a Hitler nunca se llevaron a cabo, por lo que también es válido preguntarnos por el atentado de Elser de 1939, que si tuvo lugar. ¿Y si Hitler hubiese muerto en el atentado de 1939? El objetivo (Hitler), como lo demostraría el destino en actos posteriores, tenía el "don" de librarse por los pelos.


Las reflexiones que plasman a continuación varias personalidades alemanas de los años 70 del siglo pasado sobre los planes golpistas e ideas de eliminar a Hitler en 1938 son un aporte histórico fundamental, en su mayoría vivieron las trivulaciones de la guerra. Sus puntos de vista pueden bien ser aplicables igualmente al caso de Georg Elser de 1939.

t. andino


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Quien pretenda especular sobre la historia debe andarse con cuidado. Porque con los "de haber", "tenía que" y "si se hubiese", no se puede corregir el pasado. Esto es válido también para las hipótesis que contiene la biografía de Hitler escrita por Joachim Fest sobre cómo hubiera calificado el mundo a Hitler de haber tenido éxito el atentado de 1938. En todo caso las respuestas son tan interesantes como las tesis que las provocan. Rolf-Steinberg se entrevistó en 1974 con una serie de personalidades. He aquí el resultado.



Joachim C. Fest: " Hitler", Editorial Noguer, Barcelona 1974, I, 16.

"De haber sucumbido Hitler en el atentado de finales de 1938, muy pocos dudarían en señalarlo como uno de los más grandes hombres de Estado alemanes, e incluso, quizá, como el consumador de la historia germánica. Los discursos agresivos y Mi Lucha, el antisemitismo, y el concepto de hegemonía universal habrían caído en el olvido, y se atribuirían a unas ideas fantasiosas de la juventud de Hitler, que solo desenterrarían los críticos de una nación descontenta, con el fin de despertar conciencias. Seis años y medio cambiaron esta versión de la historia. Es seguro que solo un final violento le hubiese procurado semejante fama -y a punto estuvo de lograrla- porque su forma de ser se basaba en la destrucción y no se perdonaba ni a sí mismo. ¿Puede decirse de él que fue "grande"?


Klaus Reiner Röhl
editor de "das-da" (nacido en 1928)

La pregunta está mal formulada. Los lectores de la literatura más humilde de ciencia ficción saben que el tiempo no se enmienda ni se corrige. !Pobre del viajero que quiera resolver semejante paradoja de tiempo!. En vez de esto voy a hacer otra pregunta:

¿Por qué no se coronó con éxito el atentado de 1938? ¿Por qué no continuaron? ¿Por qué no se organizó una resistencia auténtica? ¿Por qué no existe sobre la única resistencia digna de este nombre -la resistencia de los obreros-, apenas literatura en la República Federal?. Un atentado como acción única estaba llamado a fracasar porque depende siempre de una serie de casualidades. Lo trágico o la falta de la situación política de los años 30 fue que la clase trabajadora estaba profundamente dividida, tanto por culpa de la socialdemocracia orientada hacia la derecha, como la del Partido Comunista de Thälmann, orientado completamente al estalinismo, de manera que el nacionalsocialismo pudo fácilmente terminar con ella. El asesinato de Hitler no hubiera aportado realmente un verdadero cambio político. En 1938 no existían fuerzas políticas capaces de llenar ese vacío.


Sebastian Haffner
periodista, escritor e historiador (nacido en 1907)

Cierto que posiblemente se hubiera podido evitar la guerra de 1939. Göring, sucesor de Hitler por aquel tiempo, no la deseaba de ninguna manera; los jefes militares, que antes de Munich habían considerado la posibilidad de una rebelión, mucho menos. Pero, cómo hubiesen hecho frente Göring y los generales a Himmler, a las SS y al Partido? Y cómo se hubiera podido enderezar una economía exclusivamente  dirigida a una guerra de conquista?

Lo que Fest pasa por alto en su experimento especulativo es que la Gran Alemania de Hitler, desde el punto de vista de la política exterior, era prácticamente inatacable después de Munich, pero de puertas adentro el Estado no se encontraba seguro, ni estable, ni sano. 

La obra destructiva de Hitler, que de fronteras afuera empezó para Europa en 1939, había comenzado para Alemania en 1933, y en 1938 se encontraba bastante adelantada.

Alemania carecía de Constitución, no era un Estado de derecho; sus instituciones: partido, Wehrmacht, SS, Frente del Trabajo, eran verdaderos Estados dentro del Estado y se enfrentaban entre sí, encontrándose unidos solamente en la cumbre, en la persona de Hitler. Al faltar esta persona en la cumbre, el edificio se hubiera venido abajo y en vez de la guerra para la que había sido preparada, Alemania hubiera conocido en 1938 una guerra civil. Desde el punto de vista tanto moral como económico, el gran Reich se encontraba ya deshecho en 1938; la descomposición moral pudo apreciarse en noviembre de 1938 con la "Noche de los Cristales". Los sucesores en el poder, a los que la desaparición de Hitler hubiese abierto el camino, no habrían tenido la menor consideración, ni sentido el más mínimo escrúpulo. Quizás se hubiera sostenido en la Alemania propagandística de entonces, durante un tiempo, una leyenda de traición a Hitler, de la puñalada por la espalda. "Si al Führer no lo hubieran asesinado -diría alguno- no pasarían estas cosas". Y no habrían pasado las que real y verdaderamente han sucedido: la guerra y la derrota. En todo caso, de una manera o de otra, la obra de Hitler estaba dirigida desde el principio a la destrucción. La mala semilla tenía que dar mal fruto. Y únicamente un historiador ciego no sería capaz de dar con ello. A la larga se hubiese impuesto el juicio de Thomas Mann, quien se refirió a Hitler en 1938, cuando el Führer se encontraba en la cumbre de sus triunfos, con estas palabras: "Verdaderamente, el mozo es una catástrofe".




Will Tremper 
escritor ( nacido en 1928)

Se hubiera convertido en un nuevo Napoleón. Hoy no se hablaría ya de las víctimas de Hitler como no se habla en Francia de los que murieron por culpa de Napoleón. Estoy por decir que seguiría existiendo el III Reich en buena amistad con el resto de las naciones. Seguro que se hubiera consolidado después de un atentado de esa naturaleza. Quizás se hubiese coronado como sucesor a Göring o nombrado un triunvirato. Tampoco consideraba nadie posible que la Unión Soviética pudiera seguir existiendo en la misma forma una vez que Stalin desapareciera. Lástima, de verdad, lástima que Hitler no fuera asesinado en aquella ocasión. Podríamos circular libremente por Berlín y el biógrafo de Hitler, Fest, defendería la tesis de que si Hitler se hubiera salvado en 1938, seguro que la guerra hubiese sido un hecho.


Fabián von Schlabrendorff
juez federal, autor de "Offiiziere gegen Hitler" (nacido en 1907).

Solo un político y no un historiador puede plantearse la pregunta de que hubiera pasado en tal o cual caso. El atentado no es ningún medio político eficazmente recomendable, salvo que uno se encuentre en una situación en la que no haya otro remedio. Antes de empezar la Segunda Guerra Mundial no existía tal situación de urgencia.

El argumento de que un atentado en 1938 no hubiera contado con la aprobación del pueblo alemán sino que por el contrario hubiese servido para glorificar posteriormente a Hitler, es falso. Lo que la masa piensa y siente no es un criterio que detenga a gente resueltamente decidida a actuar. 

Para quien desea de verdad llevar algo a cabo, no representa nada la opinión o el eco que provoque en la masa. Lo único decisivo es si el plan trazado se considera o no indispensable. En 1938 las cartas del acontecer mundial eran diferentes a las de 1943 o 1944. Una demostración de la marina inglesa en la zona conveniente hubiera afectado más a la historia del mundo que un atentado.


Franz Baake
director de cine y televisión (nacido en 1931)

Fest tiene razón; sin ninguna duda hubiera pasado entonces Hitler a la historia como uno de los grandes hombres de todos los tiempos. porque no es de esperar que en un futuro próximo se cambie el sistema de medidas por las que la gente califica de "grandes" a sus iguales. El igualmente antipático Federico II sigue siendo "el Grande", pese a que para nosotros y el mundo entero hubiera sido mejor que la emperatriz María Teresa le hubiese vencido y llevado a los tribunales. Federico a Voltaire: "El deseo de hacer hablar de mi y la satisfacción por la aventura vencieron, y la guerra fue cosa concluida".

En tanto los americanos sigan peregrinando a la tumba de ese monstruo parecido a Hitler que fue Napoleón, en tanto ese poseso del poder, esa bestia asesina siga siendo objeto de cualquier culto, en tanto -por citar un ejemplo- el descubridor de la penicilina (quién se acuerda de su nombre?) no esté enterrado en un templo y sea objeto de veneración, en tanto la humanidad solo se incline reverenciosa ante los gánsters políticos, responsables por millones de muertes y olviden a los que deberían ser objeto de millones de bendiciones, en tanto suceda esto, no se podrá corregir el resultado que apunta Fest a su especulativo y teórico experimento. 

¿No se dice para señalar a alguien que ejerce violentamente poder sobre otros que se ha convertido en ´una fiera´?... ¿Y no son por lo general fieras las que figuran en los escudos de armas de los pueblos?.

No. quien niegue las conclusiones de Fest no podrá seguir adelante. Fuera de que para millones de personas en 1938 no hacía falta ningún atentado. Para éstos sigue siendo el Führer uno de los más grandes hombres de Estado. Quizá la mayor ayuda podrían proporcionarla nuestros historiadores y profesores de historia, formando un sistema intelectual que permitiera establecer la verdadera grandeza histórica.




Dr. Robert Kempner
abogado y antiguo sustituto del fiscal norteamericano en el proceso de Nuremberg (nacido en 1899)

Allí hubiera terminado el peor de los fantasmas del III Reich. Un atentado con éxito contra Hitler en las postrimerías de 1938 hubiese significado en mi opinión el principio del fin. Porque Hitler era el único que mantenía unida toda la sociedad parda. A mi entender no fue el gran mariscal, pero si el gran jefe de personal de todos los tiempos.

De ahí que supiera colocar a cada hombre en su sitio, de los funcionarios a los ministros, pasando por los guardas de los campos de concentración. Sin embargo, la lucha entre sus ayudantes era continua. Por eso, en el caso de haber desaparecido Hitler, se hubiera producido una división interna en innumerables grupos. Tampoco creo que su sucesor hubiera gozado en el pueblo de un "mito Hitler", como indica Fest en su especulación. Cuando un jefe de este tipo se va, desaparece por completo. lo hemos podido ver en 1953 con la muerte de Stalin y aun después en la RDA con la desaparición de Walter Ulbricht. Sus sucesores se han cuidado de acabar  con su prestigio o al menos de amortiguarlo.


Claus Heinrich Meyer 
redactor del "Süddeutsche Zeitung" (nacido en 1931)

Es una hipótesis que solo puedo aceptar si se detiene la historia en 1938. Efectivamente, hasta ese año los alemanes no habían entendido nada de política, ni de democracia, ni de pluralismo, y racionalismo y reflexión no estaban indudablemente considerados como virtudes germanas. Hitler explicaba a sus contemporáneos el complicado mundo a su manera. 

No exigía autonomía de pensamiento sino al contrario, y eso era del agrado de la mayoría. Sabían que los grandes hombres hacen historia y que todos los que hacen historia son grandes hombres. Por otra parte, y a esto me quiero referir, existía en las democracias occidentales una fuerza antifascista consciente, ya en 1938. Esta fuerza no estaba en absoluto convencida de la grandeza de Hitler. Esta fuerza se hubiera dejado sentir cada vez más aun dentro de Alemania. Estoy convencido de que una Alemania nazi, después de la eliminación de Hitler por la violencia, al principio su imagen se hubiera puesto por todo lo alto, pero luego poco a poco se hubiera retocado. Tengo que añadir que esta discusión, por teórica, la encuentro un tanto absurda.

Hitler no desapareció en 1938. Hoy poseemos todas las informaciones y datos sobre los hechos. No es ningún problema, por tanto, convencerse de que Hitler no fue grande ni como persona ni como personaje histórico; ni en el momento verdadero de su muerte, ni aun considerando que hubiera podido desaparecer en 1938.


Wilfried Martini 
publicista (nacido en 1905)

Si hubiera desaparecido Hitler en el atentado que le prepararon los militares en 1938, sus sucesores no hubieran recibido herencia fácil. Hitler se encontraba en el punto culminante de su popularidad. De haber muerto en 1938 de muerte natural -pese al horror de los campos de concentración, a la difamación y vejación de los judíos- hubiera ocupado otro lugar en la historia al que ocupa hoy, debido, sobre todo, a su política exterior, audaz pero coronada por el éxito.

Incluso aquellos que se mantuvieron a distancia o en la oposición al nacionalsocialismo, se admiraron de la rapidez con que Hitler consiguió hacer de una masa amorfa y desesperada una nación llena de vitalidad, aun cuando no se les ocultara que para Hitler aquella vitalidad era condición indispensable para poder ir a la guerra. Bajo Göring, el sucesor designado, no hubiera vuelto Alemania a la democracia. Pero la estructura del Tercer Reich hubiera sufrido un cambio positivo: Göring era por naturaleza tolerante y no carecía de humor. Muchas medidas dictadas por sugerencia de Hitler hubiesen desaparecido. Con toda seguridad no habría ido a la guerra. Hubiese disminuido el terror y los judíos habrían gozado de mayor libertad. Himmler no tenía por entonces la fuerza y el poder de que gozó más tarde. Para Göring hubiera podido resultar peligroso Heydrich, ambicioso e intelectualmente superior a él. En el Tercer Reich Heydrich fue la gran incógnita. 




Horst Krüger
escritor (nacido en 1919)

Un pensamiento terrorífico para mi equivalente a una pesadilla. Se hubiera puesto en movimiento una nueva leyenda de la puñalada por la espalda. Todavía nos estarían gobernando los descendientes políticos de Hitler. Quizá se hubiese establecido en Alemania un fascismo moderado, parecido al español, sin elementos católicos, por supuesto. El III Reich hubiera tenido grandes posibilidades de sobrevivir, si bien no en la forma hitleriana. La persecución a los judíos, ataques como el de la Noche de los Cristales, posiblemente no se hubieran repetido en el régimen de los sucesores.

Personalmente no consideré ni siquiera en 1938 a Hitler como el más grande de los alemanes, porque no había olvidado lo pasado desde 1933. Nos libramos de Hitler porque se decidió a pasar el Rubicón de su propia locura. Empezó en 1939 con la ocupación de Praga y terminó en 1941 con la invasión de Rusia.


Walter Dirks 
publicista y coeditor de "Frankfurter Hefte" (nacido en 1901)

Me temo que Fest tenga razón. En lo que a mí se refiere mi opinión por aquel entonces sobre el nacionalsocialismo estuvo en función de sus teorías políticas, cuyas raíces debían buscarse parte en el cristianismo, parte en el marxismo. Por lo tanto me encontraba en cierto modo inmune contra los aspectos tanto positivos como negativos que se sucedieron en los primeros años después de la toma del poder. Los negativos los registraba cuidadosamente porque venían en apoyo de mi teoría. Los positivos no me lograban engañar. Pero yo formaba entonces parte de una minoría crítica. Esto no es válido, pues, para la gran masa del pueblo en el año 1938. Por otra parte, sería bueno saber si cuando Fest se refiere a finales de 1938 debe entenderse antes o después de la Noche de los Cristales. Porque el número de los críticos aumentó considerablemente después del choque que supuso esa noche. Sin olvidar que el descontento generalizado al iniciarse la guerra, en 1939, demuestra que la admiración por Hitler en 1938 no era tan profunda.


Eugen Kogon 
profesor de Politología y recopilador del libro "Der SS-Staat" (nacido en 1903)

Por entonces, pasado 1933, eran muy pocos los alemanes que no coincidieran en algún punto con los nacionalsocialistas o que no estuvieran conformes con parte de su actividad, o al menos no la consideraran positiva. Igualmente, fuera del partido, no existían menos alemanes dispuestos a criticar esta actividad. Pero prácticamente ninguno, ni dentro ni fuera del partido, se hubiera atrevido a asegurar que aquél era el buen camino político para el futuro alemán. En el caso de que Hitler hubiera muerto en el atentado y en consecuencia desaparecido el régimen, la mayor parte de los alemanes lo hubieran considerado como una liberación, siempre que no hubiera supuesto volver a la situación anterior a 1933 y que la restablecida democracia hubiese hecho suya "la parte positiva del nacionalsocialismo". Liberación del despotismo de los ´faisanes dorados´ hasta Göring, del control ejercido a todos los niveles, de casa, frente del trabajo, policía secreta; liberación de los gritos apasionados de Goebbles y del afán de aventura de Hitler. Así las cosas, para los alemanes hubiera supuesto el nacionalsocialismo un entreacto, no exento de cosas positivas pero acompañado de signos nada simpáticos y hasta horribles.


Fritjof Meyer 
redactor del "Spiegel" (nacido en 1932)

Ninguno de los problemas solucionados en 1945 hubieran podido serlo en 1938. Cualquiera que hubiera sido el sucesor de Hitler en el mismo partido, pero con menos personalidad -una especie de Jruschov del nacionalsocialismo- se hubiera dejado inducir a un arreglo del problema de Danzig sin Polonia, a desafiar la concurrencia de Gran Bretaña y a vengarse de Francia. El gran Reich alemán hubiera puesto en peligro el equilibrio europeo y con ello atraído al escenario político internacional a Norteamérica y la Unión Soviética.

La pequeña burguesía triunfante en 1938, después de haber satisfecho sus ambiciones sociales y nacionales, hubiese exigido "espacio vital" y colonias, y permanecido lejos de las exigencias de una sociedad industrial para encerrarse en un idilio feudal. Se hubiera continuado persiguiendo al contrapeso de la balanza: a los judíos liberales, a los cristianos practicantes, a los funcionarios del movimiento obrero. Para todo esto también hubiera sido válido el mito del Führer muerto. Para el fracaso, sin embargo, no hubiese podido servir de cabeza de turco. De todas maneras, en algún momento los alemanes se hubieran dado cuenta de la realidad y aprendido la lección e incluso reconocido con dolor, que hasta un Hitler al que los acontecimientos no habían derrotado, traicionó con sus ideas a su propio pueblo alemán.


*****


Una foto autografiada de A. Hitler, tomada por el fotógrafo Heinrich Hoffmann


Bien, hasta aquí el coloquio de personalidades alemanas en el campo de la historia y otras ciencias afines, ahora revisemos otro PUNTO DE VISTA más actual sobre el tema, la tesis es planteada por los célebres investigadores, ya fallecidos, Michael Baigent y Richard Leigh. Sus apreciaciones se encuentran inmersas en el capítulo "La Resistencia Alemana" de su libro "Secret Germany":


Michael Baigent
escritor y psicólogo (nacido en 1948). 
Richard Leigh 
escritor (nacido en 1943)

Muchos conspiradores en 1938 solo pretendían detener a Hitler y someterlo a juicio, lo que habría impedido convertirlo en mártir, así como las acusaciones de que le habían asestado una "puñalada por la espalda". Desde 1933 uno de los conspiradores había reunido y cotejado secretamente material para un proceso legal. También se habló de que un grupo de médicos declarase oficialmente demente al Führer. Pese a diversas objeciones, desarrollaron un plan de contingencia para asesinarlo, partiendo de la base de que "el tiranicidio siempre se ha considerado un mandamiento moral". 

Obviamente, resulta fácil recapacitar sobre la historia, si bien cuesta imaginar un momento de indecisión y de irresolución con consecuencias más trágicas


Con frecuencia se sostiene que Hitler habría retrocedido si Chamberlain se hubiese mostrado firme en Munich. En realidad, Hitler NO habría retrocedido, pero, al dejar de hacerlo, casi con certeza lo habrían destituido y probablemente eliminado, lo que habría resultado más beneficioso para la humanidad y para la historia del siglo XX.

De todos los complots contra Hitler, probablemente el de 1938 tuvo las mayores posibilidades de éxito y estuvo más próximo a su realización. También fue la última ocasión en la que militares de elevada graduación del alto mando, incluido el jefe del Estado Mayor, mostraron la voluntad, la unanimidad y la disposición a actuar de forma tan concertada.


Anotaciones del editor del blog:



Es interesante observar que ninguno de los participantes en el coloquio llega a reflexionar sobre cómo hubiese sido un gobierno posterior a Hitler, sin nazis de por medio, a breves rasgos se menciona la posibilidad de un triunvirato militar al ser ellos quienes depusiesen a Hitler. La mayoría habla de una continuidad del régimen nacionalsocialista pero más "blando" y buscando otras formas de entablar verdaderas relaciones internacionales dentro de un aparente marco legal. También es cierto que muchos conspiradores militares eran pro-monárquicos y deseaban restaurar el trono con una monarquía parlamentaria. Tampoco se debe pasar por alto que este coloquio de personalidades tuvo lugar en 1974, hace 45 años, en plena guerra fría, con una Alemania dividida y una poderosa Unión Soviética que garantizaba a los Estados Unidos la destrucción mutua asegurada en caso de un conflicto nuclear. 



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Nota final:

*Aclaración sobre el verbo condicional "habría"

Dado que he recibido algunas críticas respecto a los temas en que se utiliza el verbo condicional "habría" en los artículos de nuestro amigo Nick Ottens del portal Never Was Magazine, cuyo lema es: Explorando un pasado que nunca fue ("Exploring a past that never was"), donde se presentan ponencias planteadas como hipótesis, que, lógicamente, no sucedieron. No obstante, ofrecen una plausible explicación porque en un tiempo y bajo circunstancias determinadas pudo ser posible. 

Gramaticalmente, sobre el uso del condicional "habría"  existe la siguiente explicación para su uso:

El condicional compuesto del modo indicativo "habría" alterna con el pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo (hubiera / hubiese) en la mayor parte de los contextos. Así por ejemplo en "Yo lo habría hecho de otro modo" equivale a decir "Yo lo hubiera hecho de otro modo" o "Yo lo hubiese hecho de otro modo". 

Esto es posible porque en ambos casos denota una situación irreal, posible, probable. Esta alternancia no se da en oraciones como la siguiente "Lamentó que a su jefe no le hubiera gustado (o hubiese gustado) la presentación del evento". No es posible decir "Lamentó que a su jefe no le habría gustado la presentación del evento". Aquí no es posible porque aparece el verbo factivo emotivo "lamentar" que exige solo el modo subjuntivo, nunca el indicativo, como también pasa con el verbo asombrar: "Se asombró de que hubiera llegado (o hubiese llegado) tan alegre", pero no "se asombró de que habría llegado tan alegre". 

(* Esta explicación sobre el condicional no pertenece al editor del blog)

Fuente básica de consulta:

COLOQUIO: "Habría surgido una nueva leyenda de la puñalada". Recopilación de Rolf-Steinberg. Enciclopedia el III Reich, Tomo II, Editorial Noguer S.A. Barcelona España 1974 

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