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15 abril 2022

Razones por las que no se debe "añorar" a Benito Mussolini




Tito Andino

Compendio de diversas fuentes. 

 

La historia no contada


Una visión desde otra óptica del fascismo italiano que no concuerda con el aún popular mito de la "benevolencia" del Duce Mussolini. Italia con su moderna historiografía va desvelando una mentira extendida a nivel mundial, otra más!, como aquella que sigue vigente y que dice que Benito acabó con la mafia, la realidad es que él no terminó con los capi mafiosi, él fue parte de un entramado mafioso denominado fascismo y publicitó con éxito su inexistente "triunfo" sobre los Signori della Onorata SocietáBien, ese tema ya lo abordamos en otra ponencia (Mussolini y el mito del triunfo contra la mafia).


Tres cuartos de siglo después de su muerte, en Italia y otras regiones del orbe, hay muchos que siguen convencidos que el líder del fascismo fue "un dictador bueno, que amaba a su pueblo".

Este tema -imperiosamente- va a ser algo extendido (tomará una entrada adicional), iniciaremos con el desmontaje del mito de su "Vuecencia", del "Signor Capitano", el "gran" dictador que "quería" a su pueblo sobre todas las cosas. ¿Cómo podemos interpretar esa tergiversación de la historia?, valiéndonos de los estudios de historiadores italianos, ¿quiénes mejor para descifrar esa negra etapa del Reino de Italia? Fueron dos décadas de intensa y enajenada propaganda que sigue pasando factura en muchos italianos del presente. De allí la necesidad de comprender.



En 1935 a un grupo de profesores de Derecho de la Universidad de Giessen (Alemania) se les ocurrió proponer como candidato al Premio Nobel de la Paz a Benito Mussolini. Bueno, proponer no es lo mismo que nominar, así que el Comité encargado de seleccionar a los candidatos simplemente respondió: NO. 

El escritor italiano Antonio Scurati ganó con "M. El Hijo del siglo" (novela histórica) el prestigioso premio literario "Strega 2019". Cuestiona que se siga considerando a Mussolini como "El" hijo del siglo XX, no fue más que "un producto de esa época". En sus páginas resalta "la mezcla de oportunismo, inteligencia, cinismo, energía -sexual y política- y falta de escrúpulos que caracterizó al Duce". Es uno de los preferidos porque "a través de él, el siglo pasado mostró de manera poderosa su vocación, que acabará en una gran tragedia política". No es casualidad que el fascismo sea de las últimas invenciones políticas que perduran en el mundo con otra etiqueta


Scurati señala que si Mussolini es el "hijo del siglo XX", su madre metafórica es la violencia y la guerra su expresión más extrema. "Yo defino la forma de violencia del fascismo como hiperviolencia, que tiene sus raíces en las trincheras de la Primera Guerra Mundial".

  

El ex periodista Mussolini contó con dos armas para lograr sus objetivos. El "Popolo d'Italia" (el diario que dirigía como propaganda) y los profesionales de la violencia, las bandas fascistas (Camisas Negras, nombre oficial "La Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional") cuya experiencia fue adquirida en la Gran Guerra. El fascismo es el primer movimiento político que se vale de una milicia paramilitar y que asume el poder.



"Parade of Mighty Warriors" (1942). Desfile de poderosos guerreros. Segmento de la obra de Arthur Szky, están representados como aliados de la muerte (Goering, Mussolini, Franco)


En ese tiempo, el miedo a la "revolución mundial" soviética, provoca temor hasta en el pequeño empresario y en el simple funcionario, "pequeños burgueses que no son violentos" que creen que una revolución socialista les privará de sus posesiones. De allí surge la violencia fascista como "posible solución a sus problemas" bajo el mando del primer ministro Mussolini, el "César" moderno (por sus ambiciones imperiales), que es nombrado por el rey Víctor Manuel III para prevenir una posible revolución comunista

¿Y por qué atrae eso en la actualidad? El populismo, Mussolini es el prototipo del líder populista del último siglo, hasta hoy. Scurati diferencia entre el fascismo y los partidos populistas del presente. Los fascistas utilizaron la violencia sistemática en política. Hoy, los partidos populistas, en general, no son violentos, su violencia es verbal y se acoplan al sistema democrático. Sin embargo, persiste el arquetipo del líder populista que consigue "guiar" a las masas que, al igual que el caudillo político, sienten: rabia, miedo, rencor, resentimientos. Refiriéndose a sus compatriotas, afirma Scurati: "somos los últimos en haber sido educados intelectualmente y educados cívicamente en los ideales del antifascismo y del mito de la resistencia contra el nazi-fascismo". ("Mussolini es el arquetipo de líderes populistas como Bolsonaro, Trump y Salvini": entrevista al escritor italiano Antonio Scurati. BBC, septiembre 2020)

Recordemos que desde 1922 Mussolini perpetró actos reñidos con la ley, un golpe de estado encubierto le garantizó que el rey Víctor Manuel III le concediera el manejo del gobierno italiano. Luego el "Duce" tomó como pasatiempo ordenar el asesinato de todo atrevido político rival que osara denunciar la violencia electoral de los esbirros fascistas. También su poder le garantizó promulgar las "leyes fascistísimas", decretos ley que volvieron a instaurar la pena de muerte y coartar la libertad de expresión. 


Caricatura sobre MUSSOLINI y la guerra de Etiopía. Ilustración de SAIDA para una postal española de aquella época.

Entre otras cosas, en 1932 Mussolini expresó que "sólo la guerra eleva a su máxima tensión todas las energías humanas, y pone el sello de nobleza sobre los pueblos que tienen el coraje de enfrentarla". Pues nada, el "Duce" uso armas químicas contra los abisinios. Culminó una alianza no militar con la Alemania nazi en octubre de 1936, el Eje Roma-Berlín. Una alianza total con Alemania se concretó tras la firma del Pacto de Acero en 1939 y la Alianza del Eje se establece con la firma del Pacto Tripartito entre Alemania, Italia y Japón en 1940.

Otro historiador italiano, Francesco Filippi, titula irónicamente su libro "Mussolini ha fatto anche cose buone. Le idiozie che continuano a circolare sul fascismo ("Mussolini hizo también cosas buenas. Las tonterías que siguen circulando sobre el fascismo"; editorial Bollati Boringhieri 2019), Filippi explica cómo se genera las "fake news del fascismo" y por qué se mantienen casi intactas en la actualidad en redes sociales y discursos públicos. "La gran mentira sobre Mussolini es que fue un dictador bueno que quería a su pueblo, como si hubiese sido un padre para toda la nación, fue él quien mató a más italianos en la historia del país", aclara Filippi.


"Si 75 años después de la muerte de Mussolini todavía hace falta un manual como este para arrojar luz sobre el régimen más sanguinario de la historia de Italia, quiere decir que todavía tenemos problemas con la memoria pública sobre el fascismo". 

 

Foto colorizada de la ficha policial del joven Benito Mussolini detenido en Berna - Suiza, el 19 de junio de 1903 a donde había huido para eludir el servicio militar obligatorio en Italia (1902). En julio de 1902 ya había sido arrestado por primera vez (por vagancia). En ese tiempo ya mostraba sus cualidades de agitador, fue detenido al sospecharse que incitaba a los trabajadores italianos a la huelga y al disturbio. El Ministerio Público de la Confederación informó a las policías cantonales que era conveniente no perder de vista a este "anarquista". Se ordenó su deportación, pero la orden de expulsión era válida sólo en el cantón de Berna, Mussolini retornó pronto a Suiza y se queda en Bellinzona (Tesino).


En una entrevista para BBC, "Benito Mussolini, a 75 años de su muerte", (abril 2020) el historiador Francesco Filippi desmitifica al Duce, a más de haber, con sus decisiones, causado la muerte de millares de italianos, "provocó una guerra en la que murieron centenares de miles de personas, que causó daños irreparables al patrimonio cultural, social y económico de este país".

- ¿Cómo la figura del hombre fuerte, del padre autoritario, atrae a las sociedades cuando atraviesan períodos de crisis?. "Hay períodos en los que las personas necesitan respuestas sencillas a problemas complejos. Es lo que yo llamo "infantilismo social": así como los niños, delante de determinados problemas, no quieren entender de soluciones difíciles, algunas sociedades, en determinados momentos, esperan que un adulto les resuelva los problemas con una varita mágica. En el momento en que personajes históricos como Mussolini consiguen encarnar ese papel de solucionador de problemas, a la gente ya no le importa si eso es verdad o no, porque se siente tranquilizada".

- ¿Por qué son tan fuertes algunos mensajes de Mussolini como para ser considerados actuales? "Si hay algo que el fascismo hizo muy bien fue hablar de sí mismo. La propaganda fascista fue muy eficaz porque era primitiva, sencilla y directa. La retórica del "Duce" fue una revolución mundial, y por eso sus mensajes y su lenguaje siguen circulando con fuerza hasta hoy". Mussolini fue pionero en entender la importancia de los medios de comunicación y del contacto directo con las masas, por ello Hitler le declaró su admiración. 

- ¿Qué representa hoy en día la imagen del "Duce" colgado de los pies delante de la población italiana enfurecida que se ensañaba con su cuerpo? "Fue el último acto de la parábola retórica del fascismo, de la relación corpórea entre el dictador y la muchedumbre. Esa misma muchedumbre que lo había apoyado se siente ahora traicionada y humillada pero también huérfana, y se rebela contra ese padre y se ensaña con su cuerpo. Fue el fascismo que se devoraba a sí mismo".


El cómo ayudó Mussolini a los nazis para destruir Austria (Anschluss) *

 

Una portada de la revista mexicana "Hoy" del tiempo de la segunda guerra mundial 

Tras la Gran Guerra la dinastía de los Habsburgo fue depuesta y exiliada, su imperio, Austria-Hungría, en la ruina. Poca gente es consciente que los Habsburgo, a través del Archiduque Otto, estuvieron a punto de ser restaurados en el trono austríaco justo antes de desatarse la segunda guerra mundial. Había un pacto, solamente el cuándo, era el kit del asunto. 

¿Qué lo impidió? La causa vino del último rincón del mundo, un hecho aparentemente inesperado: Etiopía

No nos precipitemos, todo tiene un antecedente. Culminada la Gran Guerra, Austria es reducido a un pequeño estado aislado en Europa. No debería sorprender el por qué muchos austriacos pidieron una unión con Alemania, los aliados se negaron, por temor a fortalecer a los alemanes. Al igual que en muchos lugares de Europa, Austria tuvo conflictos civiles y agitación. El orden fue restablecido por Engelbert Dollfuss, líder del Frente de la Patria, un partido fascistoide (pro-italiano), el "austrofascismo". En 1932 Dollfuss estaba en tratos con los monárquicos.

El pequeño Dollfus mantenía armonía y amistad con Benito Mussolini. Era el tiempo en que éstos dos personajes no sentían simpatía por los nazis. ¿Contradictorio? No. Desde que los Camisas Negras marcharon sobre Roma, el "héroe" de Hitler era Mussolini, pero el italiano no devolvía iguales sentimientos. "A Mussolini inicialmente no le gustaba Hitler e incluso después de que Hitler llegó al poder y los dos se encontraron cara a cara, Mussolini encontró algo desagradable sobre él". 

Los nazis deseaban Austria más que a nada, Italia era el único obstáculo importante y apoyaba la independencia de Austria como un estado amortiguador entre Italia y Alemania. En 1934, Dollfuss fue asesinado por nazis en un intento de golpe de estado. Mussolini enfureció y llevó a las tropas italianas a la frontera, obligó a Hitler a retroceder y denunció a los nazis austriacos que habían cometido el crimen. Los alemanes todavía eran débiles militarmente. ¿Y qué pasó? Nadie en Europa secundó a Mussolini en esa crisis europea, Gran Bretaña y Francia guardaron silencio, el dictador italiano actuó solo. 

Kurt von Schuschnigg sucedió a Dollfuss como canciller y su objetivo era preservar una Austria independiente y fuera del alcance de Hitler. Restaurar la monarquía era un plan factible que podía llegar a buen término. Habría quien se oponga en Europa, pero "en última instancia solo importaban dos hombres: El mismo archiduque Otto y el garante de la independencia austriaca Benito Mussolini".

Las leyes que prohibían a los Habsburgo fueron derogadas y se les restituyó sus propiedades. Los monárquicos estaban de júbilo, los nazis se indignaron y Schuschnigg consultó a Mussolini. ¿Apoyaría Italia o se opondría a la restauración de la monarquía de los Habsburgo en Austria

"En ese momento, Mussolini había estado cerca de pelearse con los Aliados, pero todavía no sentía amor por Hitler ni quería ver a los alemanes en su frontera anexándose Austria. Sorprendentemente, dados sus antecedentes, Mussolini informó a Schuschnigg que no se opondría a la restauración de la monarquía. Incluso dio un paso más y sugirió que los lazos italo-austríacos podrían ser cimentados por un matrimonio de los Habsburgo con un miembro de la Casa Italiana de Saboya (algo para lo cual había muchos precedentes históricos). Schuschnigg organizó una reunión secreta con el archiduque Otto para informarle que el camino había sido despejado para la restauración de la monarquía. Se acordó todo y Schuschnigg declaró que todo debería estar listo para que la restauración se lleve a cabo el año siguiente".

Una restauración no es una cosa rápida, las negociaciones entre Schuschnigg y el Archiduque Otto prosiguieron en 1935. Y llegó lo inesperado.... Soldados etíopes habían atacado un puesto de avanzada italiano en la disputada frontera entre Etiopía y Eritrea. Gran oportunidad para que Mussolini invada Etiopía. La opinión pública mundial criticó a Italia, Gran Bretaña y Francia la denunciaron en la Liga de las Naciones. Vinieron las sanciones a Italia, nada disuadió al Duce de su guerra. Y aquí que aparece Hitler a nombre de Alemania, no se une a las sanciones contra Italia y le extiende una mano amistosa. Abisinia (Etiopía) fue conquistada por las tropas italianas en siete meses y "Mussolini se volvió contra los Aliados de manera firme e irremediable".

Los Aliados habían ofendido, tocado el ego del Duce, éste no les perdonó y prefirió echarse en brazos del caudillo alemán. "A partir de ese momento, Austria ya no podía contar con la protección italiana contra una intervención nazi y Hitler inmediatamente comenzó a planear la anexión de Austria y hacerlo antes que el Archiduque Otto pudiera ser instaurado en el trono. Apropiadamente, el plan nazi para la invasión de Austria recibió el nombre en clave de Operación Otto. (*The House of Hapsburg in World War II)

La restauración monárquica no sucedió. Schuschnigg convocó a un referéndum sobre la independencia de Austria y Hitler decidió actuar antes que pudiera llevarse a cabo. El único que pudo haberlo detenido era Mussolini y éste no se interpuso en el camino de su nuevo amigo. Cuando la noticia llegó a Hitler, el dictador nazi estaba extasiado, Hitler renunció para siempre a cualquier reclamo del Tirol del Sur (un área poblada alemana cedida a Italia después de la primera guerra mundial). El príncipe Felipe de Hesse telefoneó a Hitler desde Roma, le comunicó que Mussolini mantendría sus tropas en casa. Hitler gritó emocionado al teléfono: 


"Por favor, dile a Mussolini que nunca olvidaré esto ... ¡Nunca, nunca, nunca! ¡Vamos lo que sea! ... Y escucha, firma cualquier acuerdo que quiera ... Puedes decirle otra vez. Le agradezco de todo corazón. ¡Nunca lo olvidaré! ... Siempre que deba estar en necesidad o en peligro, puede estar seguro de que me quedaré con él, llueva o truene...". Hitler cumpliría su palabra, al menos en lo que respecta a Mussolini, no lo abandonó a pesar del lastre de aliado que consiguió.


El 12 de marzo de 1938, las tropas del ejército alemán ingresaron a Austria, el Anschluss. Los Aliados siguieron en silencio hasta que estalló la segunda guerra mundial en Europa


¿Por qué fracasó ruidosamente Mussolini en la IIGM? 

 


Una caricatura inédita sobre Mussolini de los Kukryniksy, pertenece a una colección privada de la familia Mamontov de Moscú y exhibida en su Galería de Arte del mismo nombre en 2015, la obra data de 1943.

"En sus más de dos décadas en el poder, uno de los errores fatales de Mussolini fue la incapacidad de reconocer que la composición psicológica italiana carecía de las virtudes militares necesarias para luchar en grandes conflictos, a diferencia de los alemanes que habían emprendido numerosas y significativas batallas en las generaciones pasadas".


En el mundo de ensoñación guerrera en que vivía, el "Duce" del siglo XX se veía como un antiguo caudillo militar romano y declaró la guerra, "pero Mussolini pensó que podía contar con las legiones romanas. Había olvidado que, al final, las legiones romanas estaban formadas por bárbaros, y que la Roma de la antigüedad, de la época de Julio César, ya no existía. Los italianos eran un pueblo pacífico, con otra cultura, otra mentalidad; ya no tenían esas tradiciones militaristas que siempre tuvieron los romanos, mientras que los alemanes las habían mantenido, por lo que Italia entró en la guerra y ya sabes lo que sucedió: derrota tras derrota". Esta cita ni más, ni menos, pertenece a un cubano llamado Fidel Castro.



A la izquierda, póster de propaganda de la marina de guerra italiana de 1941 emulando a las temibles Legiones Romanas. A la derecha, una portada del semanario "La Domenica del Corriere", el semanario más popular en Italia durante la primera mitad del siglo XX. Mussolini el fundador del Imperio (junto a su silueta como legionario de la antigua Roma) 

Shane Quinn explica magistralmente este episodio histórico. Las siguientes líneas resumen su análisis.

Librar guerras puede requerir una devoción ciega y sangrienta y el soldado italiano común traicionó una naturaleza más insubordinada e indisciplinada que su equivalente alemán. Cuando la lucha se volvió agria, los hombres de Mussolini a menudo se fundieron en el paisaje, requiriendo un apoyo nazi crucial en Grecia y África durante la década de 1940.

La ambición impulsora de Mussolini era engalanarse en el mundo como un nuevo Julio César, el dictador y general romano que, casi 2.000 años antes, se convirtió en el primer líder de Roma en cruzar tanto el Canal de la Mancha como el Rin.

A mediados de 1933, y ahora más de una década en el poder, Mussolini planeó lanzar ataques contra Yugoslavia primero, y luego contra Francia nada menos. Cualquier empresa de este tipo probablemente habría estado condenada al fracaso. Italia se vio aún más obstaculizada por ser un país pobre en recursos, que carecía de las materias primas esenciales para llevar a cabo guerras duraderas. Mussolini solo canceló las invasiones después de enterarse de que la inteligencia francesa había descifrado algunos de sus códigos militares.

Tras la insípida actuación de las tropas italianas durante su invasión de Etiopía en 1935, habría sido prudente reconocer la realidad de su situación. Dentro del ejército etíope de escasos recursos, algunos soldados estaban equipados simplemente con espadas y lanzas, otros con equipo militar del siglo XIX. Sin embargo, los etíopes obtuvieron éxitos contra su enemigo italiano, como durante la Ofensiva de Navidad de diciembre de 1935.

Mussolini podía haberse opuesto firmemente a unirse a la guerra del lado de Hitler en junio de 1940, ofreciendo un mero apoyo tácito como cuatro meses después, en octubre de 1940, su homólogo fascista, el general Franco, resistió las propuestas de Hitler de aliarse con España detrás del esfuerzo de guerra nazi. Fue una decisión que aseguró en gran medida que Franco permanecería en el poder durante tres décadas después de la guerra. Sin embargo, Mussolini no poseía la astucia de Franco.


Dos elocuentes caricaturas sobre Mussolini. Arriba: Hitler obliga a un Mussolini poco dispuesto a que colabore militarmente en 1940 (arte soviético). Abajo: "Il Duce..." (1942). Ilustración de Arthur Szyk para Esquire The Magazine for Men, junio de 1942.

En 1945, con la lucha en Europa llegando a su fin, era en muchos sentidos apropiado que Mussolini fuera capturado vistiendo un uniforme alemán. Durante los cuatro años anteriores, Hitler y sus hombres habían acudido al rescate de los italianos en repetidas ocasiones. Recuerden, el Führer no abandonó nunca al Duce, durante el último año y medio de guerra, Mussolini fue apoyado completamente por la fuerza militar alemana en el norte de Italia, fue poco más que un instrumento nazi, de eso era demasiado consciente. El arresto de Mussolini por la guerrilla italiana fue una humillación adicional. Lo peor estaba por venir.

Continuará...

24 diciembre 2021

El "General Invierno" no salvó a la Unión Soviética en 1941

 

Petr Mitrofanovich Shukhmin. Ventana TASS No. 253

 

por Dr. Jacques R. Pauwels

Historiador y politólogo de Toronto, Canadá. Investigador asociado del Centro de Investigación sobre Globalización (CRG).

Título original en inglés: History of World War II: How “General Winter” Did Not Save the Soviet Union in 1941

Todo el material gráfico y sus notas son adicionados por el editor de este blog.


La Segunda Guerra Mundial comenzó, al menos en lo que respecta a su "teatro europeo", con el ejército alemán arrasando Polonia en septiembre de 1939. Aproximadamente seis meses después, siguieron victorias aún más espectaculares, esta vez sobre los Países Bajos, Bélgica y Francia. Gran Bretaña se negó a tirar la toalla, pero no pudo amenazar a un Reich nazi que parecía invencible y predestinado a gobernar el continente europeo de forma indefinida. 


Hitler pudo así centrar su atención en el proyecto que consideraba la gran misión que le confió la providencia, a saber, la destrucción de la Unión Soviética, cuna y semillero del comunismo, un país al que le gustaba referirse como "Rusia gobernada por Judíos".


Estos carteles propagandísticos soviéticos corresponden a la región de Irkutsk de la publicación conocida como "Agitokna" de un equipo de artistas creativos evacuados a Irkutsk desde las regiones centrales de la URSS. Durante la guerra, comenzaron a aparecer en los periódicos y replicados en empresas, escuelas y universidades de la región, los carteles se pudieron ver también en cines, teatros, estaciones de tren, hospitales y oficinas gubernamentales. Estos ejemplos de carteles de la época son tomados del libro de Stanislav Goldfarb "Waste to the Nazis: Irkutsk". Agitokna durante los años de guerra 1941-1945". "Agitokna" tras la muerte de Stalin se conoció como "Agitplakat" continuando con la tradición de carteles satíricos de la Unión de Artistas de la URSS; lanzado en Moscú en 1956 por un colectivo de artistas y poetas de la talla de B. Efimov, Kukryniksy, Denisovskii y otros.


Hitler no solo deseaba ardientemente atacar a la Unión Soviética, sino que sentía que tenía que hacerlo lo antes posible. Alemania era una gran potencia industrial, pero carecía de privilegios en términos de acceso a materias primas esenciales. Su derrota en la Primera Guerra Mundial, cuando el Reich fue bloqueado por la Royal Navy, había demostrado que sin un suministro constante de materias primas estratégicas esenciales, en particular petróleo y caucho, Alemania no podría ganar una guerra larga y prolongada. Así nació el concepto de blitzkrieg, una estrategia que requería ataques sincronizados de oleadas de tanques y aviones para perforar las líneas defensivas. Profunda penetración en territorio hostil, seguida rápidamente por unidades de infantería que no se desplazan a pie ni en tren, como en la Gran Guerra, sino en camiones; y luego retroceder para reprimir y liquidar ejércitos enemigos enteros en gigantescas "batallas de cerco" (Kesselschlachten).

La estrategia de la blitzkrieg funcionó a la perfección en 1939 y 1940, cuando permitió a la Wehrmacht y la Luftwaffe abrumar a las defensas polacas, holandesas, belgas y francesas. blitzkriege, "guerras ultrarrápidas", fueron seguidas invariablemente por blitzsiege, "victorias ultrarrápidas". Sin embargo, estas victorias no proporcionaron a Alemania mucho botín en forma de petróleo y caucho de vital importancia; en cambio, agotaron las reservas acumuladas antes de la guerra. Afortunadamente para Hitler, en 1940 y 1941 Alemania pudo seguir importando petróleo de Rumania y de los Estados Unidos, todavía neutrales. Bajo los términos del Pacto Hitler-Stalin, concluido en agosto de 1939, la propia Unión Soviética también suministró petróleo a Alemania, pero estas entregas representaban sólo el cuatro por ciento de todas las importaciones de petróleo alemanas en ese momento.(Millman, págs. 273, 261–83) y, a cambio, Alemania tuvo que entregar productos industriales de alta calidad y tecnología militar de última generación.

Los soviéticos utilizaron este equipo para mejorar su armamento en preparación para un ataque alemán que esperaban llegar tarde o temprano (Soete, págs. 289-90). Hitler encontró esto muy preocupante, ya que fortalecía las defensas soviéticas día a día. Obviamente, el tiempo no estaba del lado de Hitler, por lo que temía que la “ventana de oportunidad” para una victoria fácil en el este pudiera cerrarse pronto. Finalmente, cuanto antes se conquistara la Unión Soviética, mejor para Alemania, que finalmente sería bendecida con recursos virtualmente ilimitados, incluidos los ricos campos petroleros del Cáucaso.

El dictador alemán centró su atención en su proyecto antisoviético prácticamente de inmediato después de la derrota de Francia, es decir, en el verano de 1940. Los preparativos comenzaron después de que diera una orden en ese sentido el 31 de julio. El 18 de diciembre de ese año, el proyecto para una Ostkrieg o "guerra del este" recibió el nombre en clave de Operación Barbarroja. (Kershaw, p. 14; Ueberschär, p. 39).


Arriba y en el medio, tres raros e interesantes carteles que corresponden a carteles-periódico publicados por "Bandera bolchevique" (artista P. Bunakov). Edición No. 81 "En la sede de Hitler" (1942); edición No. 21 "Novedades en tecnología militar" (1941); y, edición No. 61 "Operaciones de importancia local" (1941). Abajo, tres carteles de la época de la Gran Guerra Patria, "TASS Windows". Artista M.M. Shcheglov, de izquierda a derecha: "Atrapado en el rayo" - "Robo profesional" - "El diablo no es tan terrible como lo pintan".


El ataque se inició el 22 de junio de 1941, en las primeras horas de la mañana. Tres millones de soldados alemanes más casi 700.000 aliados de la Alemania nazi cruzaron la frontera. Se perforaron enormes agujeros en las defensas soviéticas, se lograron rápidamente conquistas territoriales impresionantes y cientos de miles de soldados del Ejército Rojo murieron, resultaron heridos o hechos prisioneros.

Según la historiografía de la corriente principal occidental, reflejada en artículos y documentales de los medios, el anfitrión nazi sin duda habría marchado hasta Moscú y derrotado a la Unión Soviética, si no hubiera sido impedido por la intervención del "General Invierno", también conocido como "General Hielo". "Presumiblemente, una llegada inusualmente temprana de un clima igualmente inusualmente frío arruinó los planes de los generales alemanes, que no habían podido equipar a sus tropas con equipo de invierno, y le robaron a Hitler una victoria prácticamente segura. Es decir, Barbarroja fracasó por fuerza mayor, por "mala suerte" de los alemanes y ´buena suerte´ de los soviéticos". 


La verdad histórica, sin embargo, es totalmente diferente. El avance de lo que entonces era el ejército más poderoso del mundo se detuvo, sin duda a costa de enormes pérdidas, no por el General Invierno sino por los esfuerzos y sacrificios del pueblo soviético, tanto civiles como soldados. Echemos un vistazo más de cerca a los hechos.


Izq. cartel de Windows TASS. "Sustituto de Napoleón. 1. Primero, lleno de emoción, me probé el sombrero de Bonaparte. 2. Luego dije: “¡Dentro de poco tiempo conquistaré Oriente!” 3. La guerra relámpago para nosotros fue una derrota. 4. Ahora él, con miedo y ansiedad, espera la retribución en su guarida", P. Magnushevski, 1944. - Derecha: "El Ogro Hitler" y Goebbels, de Dmitry Moor, 1943.


Hitler y sus generales estaban convencidos de que su "guerra relámpago" tendría tanto éxito contra los soviéticos como lo había sido contra Polonia, Francia, etc. Consideraban que la Unión Soviética era un "gigante con pies de barro", cuyo ejército, presumiblemente decapitado por las purgas de Stalin a fines de la década de 1930, "no era más que una broma", como dijo el propio Hitler en una ocasión (Ueberschär, p. 95). Para obtener una victoria decisiva, de seis a ocho semanas permitirían que a finales de agosto, a más tardar, estaría "el juego terminado" para el Ejército Rojo, por lo que la mayor parte de los soldados alemanes podría volver a sus trabajos en Alemania.

Hitler se sintió sumamente confiado y, en vísperas del ataque, "se imaginó a sí mismo al borde del mayor triunfo de su vida". (Müller, pp. 209, 225) En Washington y Londres, los expertos militares permitieron un poco más de tiempo, creían que la Unión Soviética sería “liquidada dentro de ocho a diez semanas”; aun así, se predijo que la Wehrmacht atravesaría al Ejército Rojo "como un cuchillo caliente atraviesa la mantequilla" y que los soldados soviéticos serían acorralados "como ganado". Según la opinión de expertos en Washington, Hitler "aplastaría a Rusia como un huevo". (Pauwels 2015, p. 66; Losurdo, p. 29)

Al principio, todo salió según lo planeado: el camino a Moscú parecía estar abierto, otra guerra relámpago mortal parecía destinada a producir otra brillante blitzsieg. Sin embargo, se hizo evidente en unos días que la campaña no sería el juego de niños que se esperaba. El Ministro de propaganda Joseph Goebbels confió en su diario ya el 2 de julio que los soviéticos sufrieron grandes pérdidas pero también opusieron una dura resistencia y contraatacaron muy duro. El general Franz Halder, en muchos sentidos el "padrino" del plan de ataque, reconoció que la resistencia soviética era mucho más fuerte que cualquier otra cosa a la que se habían enfrentado en Europa occidental. Los informes de la Wehrmacht mencionaron una resistencia "dura", "dura" e incluso "salvaje", lo que provocó grandes pérdidas de hombres y equipos en el lado alemán. Muchas, si no la mayoría, de las victorias alemanas en las primeras etapas de Barbarroja pertenecían a la categoría pírrica, tanto que los soldados empezaron a reaccionar a los comunicados triunfantes con el comentario sarcástico de que se estaban “ 'ganando' a sí mismos hasta la muerte ”. (El término alemán que usaron fue totsiegen) (Overy, p. 87; Kershaw, pp.237, 362, 377, 575-77, 581)


Dos conocidos carteles de propaganda soviéticos: "Marinos de Guerra! Ni un paso atrás" - "Destruir a los fascistas en tierra y mar!"


Más a menudo de lo esperado, las fuerzas soviéticas lograron lanzar contraataques que frenaron el avance alemán. Algunas unidades soviéticas se escondieron en las vastas marismas de Pripet y en otros lugares y organizaron una guerra partisana mortal para la que se habían hecho preparativos minuciosos de antemano, y esta guerra de guerrillas perturbó por completo las largas y vulnerables líneas de comunicación alemanas. (Ueberschär, págs. 97–98)

El Ejército Rojo sufrió enormes pérdidas pero demostró ser capaz de perseverar porque resultó ser mucho más grande de lo previsto, contando con unas 360 divisiones, en lugar de las 300 estimadas por los alemanes. También resultó que los soviéticos estaban mucho mejor equipados de lo esperado. Los generales de la Wehrmacht estaban "asombrados", escribe un historiador alemán, por la calidad de las armas soviéticas como el lanzacohetes Katyusha (también conocido como "Órgano de Stalin") y el tanque T-34. Hitler estaba furioso porque sus servicios secretos no se habían enterado de la existencia de algunas de estas armas. (Ueberschär, pág. 97; Kershaw, págs.173-79, 573; Losurdo, pág.31)


Póster de Alexandr Vyaznikov “¡Un perro rabioso, una bayoneta en el estómago!” ¡El pueblo soviético aplastará a los fascistas!” (1941) mostró el audaz ataque de un soldado soviético que bloqueó con una bayoneta la invasión “napoleónica” de Hitler al país.


El mayor motivo de preocupación para los alemanes fue el hecho de que el grueso del Ejército Rojo logró retirarse en relativamente buen orden y eludió el cerco y la destrucción, evitando una repetición de Cannas o Sedán, con lo que Hitler y sus generales habían soñado. Los soviéticos parecían haber observado y analizado cuidadosamente los éxitos de la guerra relámpago alemana de 1939 y 1940 y haber aprendido lecciones útiles. Debieron haber notado que en mayo de 1940 los franceses habían concentrado sus fuerzas tanto en la frontera como en Bélgica, lo que hizo posible que la maquinaria de guerra alemana las reprimiera. (Las tropas británicas también quedaron atrapadas en este cerco, pero lograron escapar vía Dunkerque). Los soviéticos dejaron algunas tropas en la frontera, por supuesto, y estas unidades sufrieron previsiblemente las mayores pérdidas de la Unión Soviética durante las etapas iniciales de Barbarroja. Pero, contrariamente a lo que afirman historiadores como Richard Overy (Overy, págs. 64-65), el grueso del Ejército Rojo fue retenido en la retaguardia, evitando quedar atrapado. Fue esta "defensa en profundidad" la que frustró la ambición alemana de destruir al Ejército Rojo en su totalidad. Como iba a escribir el mariscal Zhukov en sus memorias, "la Unión Soviética habría sido aplastada si hubiéramos organizado todas nuestras fuerzas en la frontera". (Losurdo, p. 33; Soete, p. 297) 33; Soete, pág. 297) 33; Soete, pág. 297)

A mediados de julio, algunos líderes alemanes comenzaron a expresar una gran preocupación. El almirante Wilhelm Canaris, jefe del servicio secreto de la Wehrmacht, el Abwehr, por ejemplo, confió el 17 de julio a un colega en el frente, el general von Bock, que no veía "nada más que negro". En el frente interno, muchos civiles alemanes también comenzaron a sentir que la guerra en el este no iba bien. De hecho, la inquietud y la preocupación dieron paso gradualmente al pesimismo y la depresión a medida que "los periódicos publicaban interminables columnas de avisos de defunción". (Kershaw, págs. 394-96) En Dresde, Victor Klemperer, un lingüista judío que llevaba un diario, escribió el 13 de julio que "nosotros (los alemanes) sufrimos inmensas pérdidas, hemos subestimado a los rusos". (Losurdo, págs. 31–32)


"S-sí. Adolf, algo no te está funcionando aquí". El cartel de A.M. Lyubimov celebra el fracaso de los planes de Hitler para la "Blitzkrieg". En el cartel, Hitler está representado como un mono con bigote y con un tocado napoleónico, que se sienta pensativo en el cañón, y junto a él se encuentra la figura fallida del zar ruso. El tocado napoleónico recuerda que en cierto momento las tropas francesas también huyeron vergonzosamente de Rusia, lo que también aguarda a los alemanes.

De hecho, los alemanes sufrieron "inmensas pérdidas" durante su invasión de la Unión Soviética y lo hicieron desde el principio. En tres semanas, las bajas alemanas en la Unión Soviética superaron a las de toda la campaña en Francia en 1940. Antes de finales de septiembre, habían sufrido medio millón de bajas, el equivalente a 30 divisiones. (Kershaw, págs. 377, 577) Entre el 22 de junio de 1941 y el 31 de enero de 1942, las pérdidas materiales incluirían 6.000 aviones y más de 3.200 tanques y vehículos similares. Y durante el mismo período, no menos de 918.000 hombres serían muertos, heridos o desaparecidos en combate, lo que equivale a casi un tercio (28,7 por ciento, para ser precisos) de un ejército de poco más de 3 millones de hombres. (Ueberschär, pág.116)


Menos de un mes después del inicio de Barbarroja, la noción de que las cosas no iban bien en lo que se conocería como el frente oriental ya se estaba extendiendo en Alemania desde la cima de la jerarquía militar y política hasta los niveles civiles más bajos. Peor aún, ya el 9 de julio, los generales del régimen colaborador francés del mariscal Pétain, reunidos en Vichy, recibieron informes confidenciales de que era poco probable que la Wehrmacht derrotara a los soviéticos en dos meses, como estaba planeado. Los generales franceses concluyeron que una victoria alemana, no solo en la Unión Soviética sino en la guerra en general, ya no pertenecía al reino de las posibilidades. Uno de ellos incluso opinó que "Alemania no ganaría la guerra pero ya la había perdido". (Lacroix-Riz 2016, págs. 245-46)

Es necesario señalar que estas malas noticias se remontan a mediados del verano de 1941, ni siquiera un mes después del inicio de Barbarroja y mucho antes, según la historiografía occidental convencional, que el General Invierno apareciera en escena para salvar el pellejo del oso soviético.

La historiografía occidental tiende a centrarse en los espectaculares avances y victorias de la Wehrmacht en las etapas iniciales de la Operación Barbarroja, mientras ignora o minimiza sus pérdidas; a la inversa, las pérdidas soviéticas reciben mucha atención, mientras que cualquier éxito soviético tiende a ser ignorado o minimizado. A pesar de que la actuación de la Wehrmacht sí pareció ser muy impresionante, la guerra relámpago de Hitler en el este comenzó a perder su ritmo y cualidades después de solo unas pocas semanas. Robert Kershaw, un especialista en la guerra germano-soviética, ha descrito cómo "el impulso Blitzkrieg se agotó" ya en la primera semana de julio, "el ritmo vaciló" en las semanas siguientes, y las vanguardias dejaron de "correr como lo habían hecho en las campañas de Polonia y Francia". (Kershaw, págs. 236, 253) Con el tiempo, como ha observado un historiador italiano, al comparar las aventuras de Hitler y Napoleón en Rusia, “a pesar de los rápidos ataques de los panzers, la velocidad media del ejército alemán terminó siendo no mucho mayor que el de las tropas de Napoleón (en 1812)". (Sansone)

En ese mismo verano de 1941, el propio Hitler tuvo que abandonar su sueño de una victoria rápida y fácil y reducir sus expectativas. Ahora expresó la esperanza de que sus tropas pudieran llegar al Volga en octubre y capturar los campos petroleros del Cáucaso aproximadamente un mes después. (Wegner, p. 653) A fines de agosto, en un momento en el que Barbarroja debería haber terminado, un memorando del Alto Mando de la Wehrmacht (Oberkommando der Wehrmacht, OKW) reconoció que tal vez ya no sería posible ganar la guerra en 1941 (Ueberschär, p. 100). Tener que mantener a millones de hombres en uniforme en los campos de exterminio del este evocó el espectro de la escasez de mano de obra que podría paralizar la economía alemana, disminuyendo así aún más las perspectivas de victoria del Reich.

Otro problema importante fue el hecho de que, cuando Barbarroja comenzó el 22 de junio, se esperaba que los suministros disponibles de combustible, llantas, repuestos y similares no duraran mucho más de dos meses. Esto se había considerado suficiente porque supuestamente no tomaría más de ocho semanas poner de rodillas a la Unión Soviética, y luego los recursos virtualmente ilimitados de ese país (productos agrícolas e industriales, así como petróleo y otras materias primas) estarían disponibles para el país de los victoriosos alemanes (Müller, p. 233). Sin embargo, a fines de agosto de 1941, las puntas de lanza de la Wehrmacht no estaban ni cerca de esos tramos distantes de la Unión Soviética donde se podía obtener petróleo, el más preciado de todos los artículos marciales. Si los tanques lograron seguir rodando, aunque cada vez más lentamente, hacia las aparentemente interminables extensiones ucranianas y rusas, fue en gran parte por medio del combustible, importado a través de la España neutral y la Francia ocupada, de los Estados Unidos. En cualquier caso, a finales de agosto, a más tardar, la escasez de combustible y piezas de repuesto se estaba convirtiendo en un problema importante. Eso tuvo un impacto nefasto en la moral de las tropas, que se dieron cuenta de que "el enemigo poseía enormes reservas inimaginables en hombres y material". No fue reconfortante que la disminución de la oferta de combustible fuera compensada en cierta medida por la disminución de la demanda causada por el hecho de que no menos del 30% de los panzer habían sido destruidos a fines de agosto. (Jersak; Pauwels 2015, págs. 78-79; Kershaw, págs. 366, 372-73, 375) 


"Fuera del Cáucaso"

Las llamas del optimismo se dispararon de nuevo brevemente en septiembre, cuando las tropas alemanas capturaron Kiev y, más al norte, avanzaron en dirección a Moscú. Hitler creía, o al menos pretendía creer, que el fin de los soviéticos estaba ahora cerca. En un discurso público en el Sportpalast de Berlín el 3 de octubre, declaró que la Ostkrieg prácticamente había terminado. Pero su fanfarronada no pudo ocultar la desagradable realidad de los acontecimientos en el frente. En septiembre, cuando ya se suponía que tenía una victoria relámpago en la bolsa, un corresponsal del New York Times con sede en Estocolmo se convenció de que el resultado contrario era más probable. Acababa de regresar de una visita al Reich, donde presenció la llegada de trenes llenos de soldados heridos, lo que le hizo concluir que "el colapso de Alemania podría llegar con dramática rapidez". 

El Vaticano siempre bien informado, inicialmente muy entusiasmado con la “cruzada” de Hitler contra la patria soviética del bolchevismo “impío”, ya se había preocupado mucho por la situación en el este a fines del verano de 1941; a mediados de octubre concluyó que Alemania perdería la guerra. (Lacroix-Riz 1996, p. 417; Baker, p. 387) (Claramente, los obispos alemanes no habían sido informados de las malas noticias ya que un par de meses después, el 10 de diciembre, declararon públicamente estar “observando la lucha contra el bolchevismo con satisfacción”). Asimismo, a mediados de octubre, los servicios secretos suizos informaron que "los alemanes ya no podían ganar la guerra" (Bourgeois, págs. 123, 127). Incluso en ese momento, cuando una escritura ominosa era claramente visible en el muro de la Wahrmacht, el general Invierno todavía no había aparecido en la Unión Soviética.

Hitler no se rindió. Habiéndose convencido a sí mismo de que los soviéticos ya estaban derrotados pero aún no se habían dado cuenta, ordenó a la Wehrmacht que diera el golpe de gracia lanzando la Operación Typhoon (Unternehmen Taifun), un impulso destinado a tomar Moscú, la capital soviética que se suponía que había caído meses antes. Pero las probabilidades de éxito parecían muy escasas, ya que se estaban trayendo unidades del Ejército Rojo desde el Lejano Oriente para reforzar las defensas de la ciudad. Moscú había sido informado por su espía maestro en Tokio, Richard Sorge, que los japoneses, cuyo ejército estaba estacionado en el norte de China, ya no estaban considerando atacar las fronteras vulnerables de los soviéticos en el área de Vladivostok. (Hasegawa, p. 17) (Tokio había sido antagonizado por la conclusión del pacto Hitler - Stalin en 1939 y había cambiado a una "estrategia del sur" que era ponerlos en conflicto con los EE. UU.) (Pauwels 2021)

Para empeorar las cosas para el lado alemán, la Luftwaffe ya no gozaba de superioridad en el aire, particularmente sobre Moscú. Además, no se podían traer suficientes provisiones de municiones y alimentos desde la retaguardia hacia el frente, ya que las líneas de suministro extendidas se veían severamente obstaculizadas por la actividad partisana (Ueberschär, págs. 99-102, 106-7).


"Marcha del triunfo o el mito de la invencibilidad". 1942, de Boris Pavlovich Bobrov. Región de Saratov, Agit-Ventanas Nº 66


Ahora hacía frío en la Unión Soviética, aunque probablemente no más de lo habitual en esa época del año. El alto mando alemán, confiado en que su guerra relámpago del este terminaría a finales del verano, no había considerado necesario suministrar a las tropas el equipo necesario para luchar bajo la lluvia, el barro, la nieve y las gélidas temperaturas para una caída rusa en invierno. Por otro lado, se puede decir que la aparición de las condiciones invernales a mediados de noviembre favoreció a los alemanes; gracias a las temperaturas heladas pero todavía "moderadas", el suelo se congeló en noviembre de 1941, lo que hizo mucho más fácil para los panzers y otros vehículos avanzar por carreteras heladas y por terreno abierto que antes, durante la temporada de "rasputitsa" del otoño con sus frecuentes lluvias y el barro omnipresente. (Egorov)

Tomar Moscú se perfilaba como un objetivo extremadamente importante en la mente de Hitler y sus generales. Se creía, probablemente erróneo, que la caída de su capital “decapitaría” a la Unión Soviética y provocaría así el colapso del país. También parecía importante evitar que se repitiera el escenario del verano de 1914, cuando el aparentemente imparable avance alemán hacia Francia se había detenido in extremis en las afueras del este de París, durante la Batalla del Marne. Este desastre, desde la perspectiva alemana, le había robado a Alemania una victoria casi segura en las etapas iniciales de la Gran Guerra y la había obligado a una larga lucha que, sin recursos suficientes y bloqueada por la armada británica, estaba condenada a perder. Esta vez, en una nueva Gran Guerra librada contra un nuevo archienemigo, no iba a haber un nuevo "milagro del Marne", es decir, no vacilar a las afueras de la capital enemiga. Era imperativo que Alemania no se encontrara sin recursos y bloqueada en un conflicto largo y prolongado que estaba seguro de perder. A diferencia de París, Moscú caería, la historia no se repetiría y Alemania acabaría saliendo victoriosa. O eso esperaban en el cuartel general de Hitler.

La Wehrmacht siguió avanzando, aunque lentamente, ya a mediados de noviembre algunas unidades se encontraban a sólo treinta kilómetros de la capital; según los informes, algunas patrullas incluso penetraron en el suburbio de Khimki, situado a solo 20 km del Kremlin. Sin embargo, las tropas estaban ahora totalmente agotadas y sin suministros. Sus comandantes sabían que era simplemente imposible tomar Moscú, por tentadoramente cerca que estuviera la ciudad, y que incluso hacerlo no les daría la victoria. Una especie de derrotismo había comenzado a infectar a los rangos más altos de la Wehrmacht y del partido nazi. Incluso mientras instaban a sus tropas a avanzar hacia Moscú, algunos generales opinaron que sería preferible hacer propuestas de paz y terminar la guerra sin lograr la gran victoria que parecía tan segura al comienzo de la Operación Barbarroja. Poco antes de finales de noviembre, el ministro de armamento Fritz Todt le pidió a Hitler que buscara una salida diplomática a la guerra, ya que tanto militar como industrialmente estaba casi perdida. (Ueberschär, págs. 107–8)

Es en este contexto que, el 3 de diciembre, varias unidades de la Wehrmacht abandonaron la ofensiva por iniciativa propia. Pero en unos días, todo el ejército alemán frente a Moscú se puso a la defensiva involuntariamente. En efecto, el 5 de diciembre, a las tres de la madrugada, en condiciones de frío y nieve, el Ejército Rojo lanzó un gran contraataque que había sido bien preparado y disimulado bajo los auspicios del general Zhukov (Kershaw, págs. 513-14). La Wehrmacht fue tomada por sorpresa, sus líneas fueron perforadas en muchos lugares y durante los días siguientes los alemanes se vieron obligados a retroceder entre 100 y 280 kilómetros con grandes pérdidas de hombres y equipo. Era la primera vez en la historia que la Wehrmacht tenía que organizar una retirada importante y no había planes para tal operación; sólo con gran dificultad se evitó un cerco catastrófico y se pudo establecer una línea defensiva. El 8 de diciembre, Hitler ordenó formalmente a su ejército que abandonara la ofensiva y pasara a posiciones defensivas (Ueberschär, págs. 107-11; Roberts, pág. 111).


Arriba: caricatura de "Lápices de Lucha", dice: "Fritz iba bien firme pavoneándose, y de repente cayó en un lío y a reculones se marcha el tío" - Un proverbio ruso modificado que dice "Comenzaron riendo y se fueron llorando", Boris Efimov junto a Nicolai Dolgorukov, 1942. Abajo: "El rey de espadas. "Adolf I - una carta de triunfo rota" (1941 - guerra relámpago, 1943 - los nombres de las ciudades soviéticas abandonadas). Victory Museum. - Cartel: "Posición Máxima" de los geniales Kukryniksy. 1944. 


Así, los alemanes lograron sobrevivir a la contraofensiva soviética, que se agotaría a principios de enero de 1942. Hitler ignoró el consejo de sus generales de buscar una salida diplomática de la guerra y decidió continuar la batalla con la mínima esperanza de lograr la victoria de alguna manera. En la primavera de 1942, reuniría todas las fuerzas disponibles para una ofensiva en dirección al Cáucaso, cuyo petróleo Alemania necesitaba desesperadamente. Después de los éxitos iniciales, ese esfuerzo resultó en la catastrófica derrota en Stalingrado, que revelaría al mundo entero que Alemania estaba condenada. Pero quedémonos en 1941. 

Con la esperanza, en vano, según resultó, de que Tokio correspondiera con una declaración de guerra a la Unión Soviética, que habría obligado al Ejército Rojo a luchar en dos frentes, Hitler también declaró gratuitamente la guerra a Estados Unidos unos días después de recibir la noticia de Pearl Harbor, pero esa es una historia diferente. (Ver Pauwels 2015, págs. 79-85)

Hitler y sus generales habían creído, no sin razón, que para ganar la guerra, Alemania tenía que ganarla rápidamente. La comprensión, o al menos el temor, de que una “victoria a la velocidad del rayo” no se produciría ya había caído en la cuenta de muchos de los militares del Führer y los asociados del partido nazi durante meses, a partir de julio. El propio Hitler parece haberse negado a reconocer esta realidad hasta el 5 de diciembre, cuando el Ejército Rojo lanzó su contraofensiva a primera hora de la mañana. Ese día, sus generales llegaron al “cuartel general del Führer” y dejaron en claro que ya no podía ganar la guerra (Hillgruber, p. 81). Como hemos visto, la estrategia de la guerra relámpago había estado moribunda prácticamente desde el momento en que se implementó contra la Unión Soviética el 22 de junio anterior, y su agonía ha durado muchos meses, pero el 5 de diciembre puede verse como el día en que se certificó su muerte. Y, por lo tanto, no es descabellado declarar el 5 de diciembre de 1941 como la "gran ruptura (Zäsur) de toda la guerra mundial", en otras palabras, el punto de inflexión, al menos simbólicamente, de la Segunda Guerra Mundial, como Gerd R. Ueberschär, un experto alemán en la guerra contra la Unión Soviética, lo ha dicho. (Ueberschär, pág. 120). 

Sin embargo, la importancia del 5 de diciembre estuvo lejos de ser evidente para la mayoría de la gente en Alemania, la Unión Soviética y el resto del mundo. Fue sólo mucho más tarde, a principios de 1943, después de su catastrófica derrota en la Batalla de Stalingrado, que el mundo entero se daría cuenta de que la burbuja de la Alemania nazi había estallado. 

Una condición sine qua non para la victoria de Alemania, no solo en la guerra contra la Unión Soviética, sino en toda la guerra, era que la guerra relámpago en el este terminaría en un plazo máximo de ocho semanas, es decir, mucho antes de que comenzaran a caer los primeros copos de nieve. Sin embargo, en un esfuerzo hercúleo y al precio de sacrificios increíbles, los soviéticos redujeron la "guerra relámpago" de Hitler a un avance lento ya en el verano de 1941, lo que hizo que perdiera más fuerza sus bombardeos durante el otoño, mucho después de lo que se suponía debía haber concluido victoriosamente; y, finalmente liquidado a principios de diciembre, arruinando así las perspectivas de victoria de Hitler. Sólo a esa hora undécima, a finales de noviembre o principios de diciembre, hizo acto de presencia el general Invierno. Esta epifanía helada sin duda infligió otro tormento a los soldados alemanes ya exhaustos y desmoralizados en el frente.


"La voz de la bestia es su grito, se acabó la guerra relámpago, ya sonó el silbato" (1942). Autores V. Ivanov y O. Burovoy


Se puede decir que el mito que se acredita al General Invierno fue inventado nada menos que por el propio Hitler. En los días posteriores a ese fatídico 5 de diciembre, explicó el fiasco de Barbarroja como un revés temporal provocado por la supuesta anticipada llegada del invierno, es decir, como una especie de “acto de Dios”. Posteriormente, los nazis diseminaron este mito por toda Alemania, la Europa ocupada y el resto del mundo. Difícilmente se podía esperar que los nazis dijeran la verdad, es decir, admitieran que habían sido golpeados, "justa y directamente", como dice el refrán, por sus enemigos mortales, los comunistas soviéticos. Algo similar se puede decir de la situación posterior a 1945, cuando, en el contexto de la Guerra Fría, el mito nazi se recicló en Occidente para minimizar la contribución soviética a la derrota de la Alemania nazi.

Los invasores nazis fueron derrotados por el Ejército Rojo, que resultó ser mucho más fuerte, mejor equipado y mucho más motivado de lo que esperaban los agresores demasiado confiados. Como ha dicho Robert Kershaw, autor de una exhaustiva historia de la Ostkrieg, “el 'General Invierno' no fue responsable (de la derrota alemana)... (fue) la ferocidad y tenacidad de la resistencia rusa" (Kershaw, pág. 577).

El Ejército Rojo merecía este reconocimiento, pero el éxito soviético no habría sido posible sin el apoyo de la mayoría de los rusos y de muchos otros pueblos que componían la nación soviética, salvo, por supuesto, un número nada despreciable de colaboradores de cada país que se enfrentaba al Reich. Los alemanes creyeron erróneamente que la Unión Soviética estaría llena de ellos (colaboracionistas), por lo que serían recibidos con los brazos abiertos como libertadores, pero resultó ser todo lo contrario: se enfrentaron a una resistencia generalizada, incluida la resistencia armada de los partisanos. Es justo decir que sin un apoyo popular tan masivo, la Unión Soviética no habría sobrevivido al ataque nazi.


Tres caricaturas sobre el fracaso de la guerra relámpago. Izq: "Doblado en un arco!" No lo dejamos ir, al enemigo jurado: Que recuerde cuán cerca de Kursk ¡Estaba doblado en un arco!". Centro: "El alemán propone... y el ruso dispone" 1943, Kukryniksy. Derecha: "Estrategia Soviética". Nuestra estrategia es genial, nos hicimos cargo de la camarilla fascista". Efimov. 1975


¿Qué hay del papel de los líderes soviéticos, tanto políticos como militares que también merecen algo de crédito?, ha sido reconocido en el mundo occidental, al menos en el caso de un puñado de líderes militares como Zhukov, el defensor de Moscú, a quien se le ha enaltecido casi, pero no tanto, como a los generales anglo-estadounidenses Eisenhower y Montgomery e incluso comandantes nazis como Guderian y Rommel. Pero mientras que los líderes políticos de Occidente también han sido glorificados, por ejemplo, Churchill y Roosevelt, sus homólogos soviéticos suelen ser descartados como criminalmente incompetentes, con Stalin en el papel de bête noire

Esto requiere explicar el éxito soviético como resultado de una fuerza mayor, como la hipotética deus en machina. Como la intervención del General Invierno y/o la ayuda material masiva recibida del Tío Sam. El último argumento no tiene sentido por muchas razones. Que sea suficiente señalar aquí y ahora que en 1941, cuando los soviéticos arruinaron la guerra relámpago y cambiaron el rumbo de la guerra, incluso antes de que Estados Unidos entrara en la guerra, los soviéticos aún no recibieron la ayuda material estadounidense prometida. Por otro lado, durante ese mismo año, las corporaciones estadounidenses y los consorcios petroleros abastecían a los nazis, a través de la producción de sus sucursales en Alemania y las exportaciones a través de terceros países neutrales, con muchos camiones, aviones y otros equipos, así como con el combustible necesario para librar su guerra relámpago en el este (Pauwels 2015, págs. 78-79). A la luz de esto, la noción de que la ayuda estadounidense ayudó a la Unión Soviética a sobrevivir a Barbarroja se acerca a la risa.

Si bien el liderazgo político soviético, generalmente encarnado en Occidente como "Stalin", cometió numerosos errores, grandes y pequeños, al igual que todos los demás gobiernos de la época, hizo mucho para que la Unión Soviética sobreviviera al ataque nazi y finalmente para derrotar al monstruo nazi. Centrémonos brevemente en tres logros inevitables y totalmente tergiversados ​​en el mundo occidental

Primero, la conclusión de un pacto con la Alemania nazi en agosto de 1939. A través de ese acuerdo, los soviéticos ganaron un tiempo y un espacio de vital importancia: tiempo para mejorar sus defensas y trasladar industrias vitales hacia el interior; y el espacio de la llamada "Polonia Oriental", en realidad antiguo territorio ruso anexado por Polonia; los "frentes de partida" de un ataque alemán se movieron así cientos de kilómetros hacia el oeste, lejos de Moscú y otros centros importantes de la Unión Soviética. Sin el beneficio de este "glacis", es casi probable que la capital soviética hubiera caído en manos de los invasores alemanes en 1941 (Pauwels 2021).


V.I. Kaidalov. "El que siembra el viento cosechara la tempestad". Póster 1943. Museo del Arte del Lejano Oriente (URSS)


En segundo lugar, a finales de los años treinta, las autoridades soviéticas descubrieron una gran conspiración destinada a sabotear la defensa del país en caso de un ataque nazi. Esta camarilla traidora involucraba a comandantes de alto rango del Ejército Rojo, muchos de los cuales habían servido anteriormente al ejército zarista, como el mariscal Mikhail Tukhachevsky, de quien ahora se sabe con certeza que trabajó junto con los servicios secretos nazis con el propósito de facilitar un ataque alemán. Este episodio se retrata típica pero erróneamente en Occidente como un esquema maquiavélico orquestado por Stalin, quien supuestamente buscaba eliminar competidores potenciales que eran inocentes de cualquier delito; y esto implicó una “decapitación” del Ejército Rojo que supuestamente ayuda a explicar su pobre desempeño en las primeras etapas de Barbarroja.

Sin embargo, si esta “quinta columna” en la Unión Soviética no hubiera sido eliminada, el Ejército Rojo indudablemente lo habría hecho mucho peor en junio de 1941 de lo que realmente lo hizo; probablemente habría experimentado una “extraña derrota” como la sufrida un año antes, en mayo-junio de 1940, por el ejército francés, que estaba repleto de generales simpatizantes de los nazis. (Lacroix-Riz 2006) La eliminación de los homólogos soviéticos de los traicioneros generales franceses fue lamentada, por supuesto, por todos aquellos que deseaban la desaparición de la Unión Soviética en ese momento. Eso incluía a los líderes nazis, por supuesto, que habían esperado que la conspiración tuviera éxito y se sintieron muy decepcionados cuando se descubrió. En octubre de 1943, Heinrich Himmler, el jefe de las SS, que estaba profundamente involucrado en la guerra (y los crímenes de guerra) en la Unión Soviética, declaró en un discurso que creía “que Rusia nunca habría durado estos dos años de guerra... si hubiera retenido a los antiguos generales zaristas". (Furr, pág.146)

Pero la gente menos comprensiva entendió perfectamente bien por qué el liderazgo en Moscú había eliminado una "quinta columna" demasiado real. Albert Einstein escribió a un amigo que "los rusos no tenían más remedio que destruir a tantos de sus enemigos dentro de su propio campo como fuera posible". ("Tesis: Einstein, HG Wells y otras figuras destacadas ...")

En tercer lugar, durante el tiempo ganado por la conclusión del Pacto de 1939, el gobierno soviético logró transferir innumerables fábricas importantes de áreas cercanas a la frontera occidental al interior del país, incluso al otro lado de los Urales. Eso demostraría ser de crucial importancia en 1941, ya que permitió seguir produciendo todo tipo de armas y otros equipos estratégicos mientras se lo negaba a los invasores alemanes. Con respecto a este último objetivo, la política de “tierra arrasada” del gobierno también resultó útil.


W Zavyalov. "Golpea al enemigo". Poster de 1943, Museo del Arte del Medio Oriente (URSS)


Por cierto, mover una gran parte de la industria de un país en poco más de dos años hubiera sido imposible si la economía soviética hubiera sido capitalista, es decir, basada en la propiedad privada. Esta y otras consideraciones similares han llevado a un experto estadounidense en el campo, Sanford R. Lieberman, a afirmar inequívocamente que es poco probable que la Unión Soviética hubiera resistido la tormenta nazi si su sistema no hubiera sido el producido por los auspicios de la Revolución Rusa, que es, comunista. (Lieberman, p. 71) 

Es comprensible que, en el contexto de la Guerra Fría, los historiadores de la corriente principal y otros científicos sociales no estuvieran interesados en suscribir la idea de que la Unión Soviética debía su supervivencia en 1941 en gran medida al sistema socioeconómico comunista (y a los líderes comunistas del país) y, por lo tanto, trabajó arduamente para promover la noción antisoviética y anticomunista de que la tierra de los soviéticos había sobrevivido no porque, sino a pesar de ella (y ellos), es decir, a causa de un increíble golpe de suerte en forma de una intervención del General Invierno, además de alguna ayuda desinteresada del Tío Sam.

Si la guerra relámpago hubiera hecho su magia en la Unión Soviética en 1941, la Alemania nazi habría conquistado la Unión Soviética, una cornucopia de recursos estratégicos como el petróleo, le habría convertido en un gigante invulnerable que seguramente seguiría siendo el amo de Europa desde el Atlántico hasta los Urales y probablemente también del Medio Oriente y África del Norte. No habría habido Stalingrado, ningún desembarco en Normandía, ningún suicidio de Hitler en las ruinas del Berlín conquistado. 


Que el desagradable escenario de un “triunfo final” nazi (Endsieg) no se haya desarrollado, es algo por lo que debemos agradecer no al General Invierno, sino al Ejército Rojo, al pueblo soviético y al gobierno soviético.


"Al menos tomé Moscú", Leslie Illingworth, Daily Mail, dibuja a Hitler en un automóvil. Según la señal de tráfico, el coche se dirige desde Stalingrado. Al fondo, vemos el ejército alemán en retirada. Napoleón Bonaparte está montando un caballo fantasma cerca. El fantasma se dirige al Führer con las palabras "Al menos tomé Moscú".

Dr. Jacques R. Pauwels

La fuente original de este artículo es Global Research

Copyright © Dr. Jacques R. Pauwels, Investigación global, 2021

Las fuentes de información del Dr. Pauwels constan en el texto original en inglés 

Todo el material gráfico y las notas de pie de foto son adicionadas por el editor de este blog (wwwdetectivesdeguerra.com)

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