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Midiendo fuerzas o llegando a consensos?
Sin la menor duda, en materia de asuntos internacionales referentes a las crisis frecuentes en Próximo Oriente, el laborioso esfuerzo del investigador francés Thierry Meyssan brinda cordura ante los cientos, miles de agoreros del desastre mundial, sus análisis reflejan las verdaderas y secretas relaciones diplomáticas dentro de la geopolítica ya que ninguna superpotencia anhela desatar una guerra por la que se verían obligados a utilizar misiles balísticos o artilugios tácticos nucleares.
Una vez "agotadas" las noticias de los medios de desinformación masiva, con escandalosos titulares a nivel internacional, ofertando un conflicto nuclear que podría desatar el apocalipsis en la Tierra. Show mediático, nada más, noticias que venden muy bien; entre bastidores, los gobiernos y diplomáticos estadounidenses e iraníes elaboraron y llegaron a un consenso para una salida "digna" y "victoriosa" para las partes tras el asesinato del general iraní Suleimani, Por lo dicho, es momento del análisis serio de la situación.
Estamos ante una posibilidad real de llegar a una descalada de la crisis, no es nada fácil, pero la sola disposición al dialogo (secreto), al estilo de las conversaciones que llevaron a la firma del Acuerdo Nuclear en 2015, podría llevar a una retirada estratégica y coordinada de éstos dos antagonistas en el Próximo Oriente. Por sentado que esta iniciativa es de conocimiento y satisfacción para los miembros de la OTAN - Unión Europea. Nadie quiere verse envuelto en un conflicto nuclear, ni siquiera la pequeña y belicosa nación de Israel que siembra tormentas con la irrupción sorpresiva de sus raids aéreos sobre posiciones claves de Irán en Siria, poniendo en apuros a las superpotencias.
Thierry Meyssan es preciso, maneja siempre un punto de vista objetivo, respaldado por fuentes de alto nivel que cabildean el acontecer de la diplomacia y el poder, por supuesto, con la documentación oportuna; por ejemplo, desmiente rotundamente que la orden de Donald Trump de asesinar al general iraní Qassem Suleimani en territorio iraquí hubiese estado a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial, posición propagandística muy adecuada a los intereses de los opositores del partido Demócrata en los Estados Unidos, aportando una "nueva prueba" a la moción de destitución del presidente Trump en el Congreso (impeachment). Sobra decir que el juicio político contra Trump es de mayor relevancia mundial que el asesinato del militar iraní.
Hay otro hecho que pasa desapercibido, algo que ya no podemos imputar a Trump, Estados Unidos, OTAN, UE, etc. Conforme nuestra fuente, Irán ha dado un paso atrás en cuanto al respeto al Derecho Internacional, y no se trata de un acto al que se ve obligado por las injerencias foráneas, ni por las mutuas acusaciones y forcejeos entre EEUU-Irán. Hay quienes perciben un profundo cambio en la conducta iraní frente a las normas internacionales; en ese sentido, Meyssan afirma que Irán "ha pasado a ignorarlo, uniéndose así a Estados Unidos e Israel, que nunca lo admitieron" (al Derecho Internacional).
Lo mejor será leer las reflexiones de Thierry Meyssan. El siguiente contenido fue presentado recientemente en dos ponencias separadas, dadas las referencias y la obvia relación son presentadas en una sola exposición. Los títulos corresponden a las publicaciones originales.
...Por cierto, la trágica muerte del general Sulemaini nos debería hacer recordar la muerte de otro héroe de guerra, el general druso sirio, Mayor General Issam Zahreddine (ver notas a pie de página)
...Por cierto, la trágica muerte del general Sulemaini nos debería hacer recordar la muerte de otro héroe de guerra, el general druso sirio, Mayor General Issam Zahreddine (ver notas a pie de página)
Los entretelones de las relaciones entre Estados Unidos e Irán
Al referirse a la crisis de los rehenes, que enfrentó al presidente James Carter a Irán en 1979, el presidente Donald Trump despertó el orgullo de Estados Unidos. Pero esa afirmación es sólo una presentación tendenciosa del periodista Walter Cronkite. Al mencionar aquella crisis, Trump enviaba un mensaje al Irán que supo negociar un “happy end” con el presidente Reagan.
Dos países divididos
Entender las relaciones entre Estados Unidos e Irán se hace especialmente difícil, sobre todo por tratarse de dos países profundamente divididos:
Aunque Donald Trump es el presidente de Estados Unidos, todos los expertos son capaces de ver que está tratando de gobernar a pesar de la oposición de casi toda la administración federal, la cual no aplica sus instrucciones y participa activamente en el proceso parlamentario iniciado para sacarlo de la Casa Blanca.
No se trata de una división política entre republicanos y demócratas ya que el presidente Trump no es un republicano propiamente dicho, aunque obtuvo la investidura del Partido Republicano. Se trata más bien de una diferencia heredada de las tres guerras civiles anglosajonas –la guerra civil británica, la guerra de independencia estadounidense y la Guerra de Secesión. Se enfrentan así la cultura de los rednecks, herederos de la conquista del Far West (el Lejano Oeste) y la cultura de los puritanos, herederos de los «Padres peregrinos» que llegaron a América a bordo del buque Mayflower.
- En Irán existen dos poderes que compiten entre sí: el gobierno del jeque-presidente Hassan Rohani y la estructura de poder que depende del Guía de la Revolución, el ayatola Alí Khamenei. Digan lo que digan los medios occidentales, en Irán no hay un grupo que esté paralizando el país. La causa de la parálisis es la lucha a muerte entre esos dos grupos.
- El presidente Rohani representa los intereses de la burguesía de Teherán y de Ispahán –comerciantes interesados en el intercambio internacional y duramente golpeados por las sanciones estadounidenses. El jeque Rohani es un viejo amigo del Estado Profundo estadounidense: fue el primer contacto iraní de la administración Reagan y de Israel en el momento del caso Irán-Contras, en 1985. Fue a través de Rohani que el ayatola Hashemi Rafsanyani se puso en contacto con los hombres del coronel estadounidense Oliver North, lo cual permitió a Rafsanyani dedicarse a la compra de armas, hacerse con el mando de los ejércitos iraníes y convertirse de paso en el hombre más rico de Irán, para llegar después a ser presidente de la República Islámica. Más tarde, durante las negociaciones secretas irano-estadounidenses en Omán, en 2013, el jeque Rohani fue seleccionado por la administración Obama y por Alí Akbar Velayati para acabar con el nacionalismo laico del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad y restablecer las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
Jeque Hassan Rohani, Presidente de la República Islámica de Irán desde 2013.
- Por el contrario, la función del Guía de la Revolución fue creada por el imam Ruholla Khomeini según el modelo del sabio de la República de Platón –modelo que nada tiene que ver con la religión musulmana. El ayatola Khamenei supuestamente debe velar por que las decisiones políticas no violen los preceptos del islam ni los principios de la Revolución antimperialista iraní de 1978. De él dependen los Guardianes de la Revolución, el cuerpo armado al que pertenecía el general Qassem Suleimani. El Guía de la Revolución dispone de un presupuesto extremadamente variable, determinado por las fluctuaciones imprevistas de los ingresos provenientes del petróleo. Por consiguiente, la estructura de poder más afectada por las sanciones estadounidenses no es la administración del presidente Rohani sino la que depende del Guía de la Revolución. Durante los últimos años, el ayatola Alí Khamenei ha tratado de imponerse como referencia en el seno del islam en general, invitando a todos los jefes políticos y religiosos del mundo musulmán a viajar a Teherán, incluso a sus más feroces adversarios.
Alí Hoseiní Jamenei, actualmente Líder Supremo de Irán y máximo dirigente de la clase dirigente clerical islámica de Irán. Fue presidente de Irán entre 1981 y 1989, y Líder Supremo desde su designación para suceder al ayatolá Jomeini (junio de 1989)
Tanto en Estados Unidos como en Irán, la mayoría de las decisiones adoptadas por uno de los poderes anteriormente descritos encuentra de inmediato la oposición de su adversario interno.
Otro elemento que dificulta la comprensión de lo que sucede tiene que ver con las mentiras que se han acumulado entre ambas potencias durante todos estos años, mentiras que a menudo siguen muy presentes. Sólo citaremos aquí las que se han mencionado en los últimos días:
Aunque se sigue hablando de la famosa «crisis de los rehenes» de 1979, lo cierto es que el personal diplomático estadounidense detenido entonces en Irán fue sorprendido en flagrante delito de espionaje. La embajada de Estados Unidos en Irán era el cuartel general de la CIA para todo el Medio Oriente. No fueron los iraníes sino Estados Unidos quien violó las normas y obligaciones del estatuto diplomático. Dos marines miembros del personal a cargo de la custodia de la embajada denunciaron las actividades que realizaba la CIA en aquella sede diplomática, el equipamiento de espionaje que allí existía todavía está expuesto al público hoy en día en los locales que ocupaba la embajada de Estados Unidos en Teherán y los documentos ultrasecretos descubiertos allí fueron publicados en más de 80 volúmenes.
La República Islámica nunca ha reconocido el Estado de Israel, pero tampoco se ha planteado nunca la liquidación de la populación judía sino que se pronuncia por el principio de «un hombre, un voto», señalando que ese principio también se aplica a todos los palestinos que hayan emigrado y adquirido otra nacionalidad. En 2019, la República Islámica presentó al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de referéndum de autodeterminación aplicable en la Palestina geográfica, que abarca todo Israel y la Palestina política.
Aunque los medios tratan de hacernos creer lo contrario, Irán e Israel no son enemigos irreconciliables ya que están explotando juntos el oleoducto Eilat-Ascalón, cuya propiedad comparten.
Las potencias occidentales siguen fingiendo creer lo contrario, pero saben perfectamente que Irán renunció a toda investigación sobre las armas nucleares en 1988, cuando el imam Khomeini declaró las armas de destrucción masiva incompatibles con el islam. Los documentos robados por Israel y revelados con bombo y platillo por el premier israelí Benyamin Netanyahu en 2018 demuestran que las investigaciones posteriores a la decisión del imam Khomeini sólo tenían que ver con un generador de onda de choque, elemento que puede formar parte de la fabricación de un detonador para bombas atómicas. O sea, no era una pieza “nuclear” sino un componente mecánico que puede tener múltiples usos.
Para las potencias occidentales, al ordenar el asesinato del general Qassem Suleimani, el presidente Trump, agregó otro nombre a la lista de terroristas eliminados. Pero, desde la perspectiva del Medio Oriente, Trump cambió de bando: después de haber luchado contra el Emirato Islámico (Daesh) y de haber abatido al “califa” al-Baghdadi, el presidente estadounidense asesinó al principal enemigo de Daesh, que era el general Suleimani.
El asesinato del héroe
General Qassem Suleimani, jefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC), unidad más conocida como los Guardianes de la Revolución.
Habiendo establecido lo anterior, pasemos ahora al asesinato del general iraní Qassem Suleimani y a la crisis provocada por ese hecho.
El general Suleimani era un soldado excepcional. Luchó en la guerra iniciada por Irak contra Irán, guerra que duró ocho largos años (de 1980 a 1988). Bajo su mando, la fuerza Al-Quds (el nombre árabe y persa de Jerusalén) de los Guardianes de la Revolución aportaron su ayuda a todas las poblaciones víctimas del imperialismo en el Medio Oriente. Durante la agresión israelí de 2006 contra el Líbano, el general Suleimani estuvo en Beirut, dirigiendo la resistencia junto al general sirio Hassan Turkmani y el jefe del Hezbollah, Hassan Nasrallah. Qassem Suleimani entendía la diferencia entre Estados Unidos y el imperialismo y a menudo negoció con Washington, proponiéndole incluso alianzas temporales –por ejemplo, en 2001, se alió con la administración de George W. Bush en la lucha contra los talibanes afganos. Sin embargo, desde mayo de 2018, el general Suleimani recibió orden de limitarse a la lucha junto a las comunidades chiitas. Violando el alto al fuego en vigor desde la guerra israelo-siria de 1973, el general iraní lanzó algunos ataques contra Israel desde suelo sirio, poniendo al gobierno de Siria en una situación embarazosa.
El presidente estadounidense Donald Trump había comprendido ciertamente el papel militar que desempeñaba el general Suleimani bajo las órdenes del ayatola Khamenei, pero no entendía que Suleimani se había convertido en un héroe del mundo musulmán, en un verdadero icono, admirado por demás en las academias militares del mundo entero. Al dar luz verde al asesinato del general Suleimani, el presidente Trump actuó en contra de su propia reputación en el Medio Oriente.
Ni siquiera vale la pena recalcar aquí la naturaleza absolutamente ilegal del asesinato, que además confirmó nuevamente el modus operandi habitual de Estados Unidos desde su surgimiento como país.
Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump había luchado constantemente contra el apoyo estadounidense a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh), pero al autorizar el asesinato de Suleimani se convirtió en responsable de la muerte del hombre que encarnó esa lucha con su presencia física en numerosos teatros de operaciones.
Ni siquiera vale la pena recalcar aquí la naturaleza absolutamente ilegal del asesinato, que además confirmó nuevamente el modus operandi habitual de Estados Unidos desde su surgimiento como país.
El asesinato de Qassem Suleimani tiene lugar después de la decisión de Washington de clasificar a los Guardianes de la Revolución iraní como «organización terrorista». Los iraníes comparten la fuerte convicción de que constituyen un pueblo, una civilización. La muerte del general Suleimani en realidad unificó temporalmente a los dos poderes políticos iraníes alrededor de un mismo sentimiento. Millones de iraníes salieron a las calles durante los funerales de Suleimani.
Sólo cuando se hizo evidente que la muerte de Suleimani no iba a desencadenar la Tercera Guerra Mundial, Israel se dio el lujo de aclarar –a través de la CBS– que había confirmado al Pentágono la localización del general iraní y admitió –a través del New York Times que fue informado previamente de que Suleimani iba a ser asesinado. Se trata de informaciones actualmente inverificables.
No habrá conflagración
Todos los medios de difusión occidentales hablaron de los planes iraníes de respuesta, establecidos desde hace años. Pero el Guía Khamenei y el presidente Rohani no reflexionaron en función de esos planes. Los iraníes no son niños que se pelean en un patio de escuela. Los iraníes son una Nación. Ambos responsables iraníes actuaron siguiendo el interés superior de la Nación, como ellos lo conciben.
A pesar de las declaraciones estruendosas llamando a la venganza, no habrá una venganza iraní de tal magnitud, como no hubo una venganza del Hezbollah después del asesinato ilegal de Imad Moughniyah, perpetrado en 2008, en Damasco.
Para el presidente Rohani, independientemente de la muerte del general Suleimani, es indispensable reanudar el contacto con Washington. Rohani ha considerado hasta ahora que la administración Obama, la que lo puso en la presidencia, siguiendo su interlocutor y que Donald Trump sólo era una especie de accidente llamado a ser destituido rápidamente mediante el Rusiagate o con el flamante Ucraniagate. Por esa razón, Rohani ha rechazado hasta ahora los numerosos llamados de Trump a la negociación. Pero Trump sigue en la Casa Blanca y es muy probable que se mantenga allí durante los próximos años. Mientras tanto, la economía iraní se derrumba, gravemente afectada por las sanciones ilegales de Estados Unidos. La reacción internacional de empatía ante el ilegal asesinato del general Suleimani permite actualmente a Rohani abrir la negociación con Washington desde una posición de superioridad moral.
Para el ayatola Khamenei, Estados Unidos es el país que ha saqueado Irán durante todo un siglo y Donald Trump no es un hombre de palabra. No porque Trump no haya respetado sus propias promesas sino porque rompió las de su predecesor. El acuerdo 5+1 (JCPOA) había sido aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU. Irán lo consideraba inviolable. Pero Trump decidió simplemente desecharlo, lo cual tenía derecho a hacer. Pero Irán y Estados Unidos habían firmado también un pacto secreto que establecía una nueva distribución de influencias en el Medio Oriente. Trump también anuló ese otro pacto. Ese es el que ahora pretende renegociar de formar bilateral.
A raíz del asesinato del general Suleimani, Irán anunció rápidamente que no seguiría respetando el acuerdo 5+1 y los diputados chiitas iraquíes exigieron la retirada de las tropas estadounidenses de su país. Los medios de prensa occidentales entendieron esos gestos como muestras de agravación del conflicto, pero en realidad eran ofertas de paz.
El acuerdo 5+1 dejó de existir cuando Estados Unidos lo abandonó e Irán así lo reconoce ahora, después de haber tratado inútilmente de salvarlo. La retirada de las tropas estadounidenses, no sólo de Irak sino de todo el Medio Oriente, es un compromiso que Trump había contraído durante su campaña electoral, compromiso que no había logrado concretar debido a la oposición de su propia administración. En otras palabras… Irán se pone del lado de Trump.
Las manifestaciones contra Irán que se registraban en Líbano y en Irak cesaron como por arte de magia.
El poderoso lobby petrolero estadounidense aportó su respaldo al presidente Trump al cuestionar la «doctrina Carter». En 1980, el entonces presidente James Carter había planteado que el petróleo del Golfo era indispensable para la economía de Estados Unidos. Su sucesor creó el CentCom y el Pentágono garantizó el acceso de las compañías estadounidenses al petróleo del Golfo Pérsico. Pero, Estados Unidos ha alcanzado la independencia en el sector energético. Ya no necesita ese petróleo. Por consiguiente, tampoco necesita seguir desplegando sus tropas en esa región. Para Estados Unidos, el objetivo del juego ya no es el de antes. Ya no se trata de apoderarse del petróleo arabo-persa sino de controlar los intercambios petroleros a nivel mundial.
Los dirigentes políticos no han sabido adaptarse al desarrollo de los medios de comunicación. Hablan demasiado y demasiado pronto. Adoptan posturas y luego no saben cómo echarse atrás. Después de haber lanzado increíbles llamados de venganza, los Guardianes de la Revolución tenían que hacer algo. Y optaron por bombardear dos bases militares estadounidenses en Irak, sin causar víctimas. Exactamente de la misma manera que Estados Unidos, el Reino Unido y Francia cuando dijeron haber “castigado” a Siria, supuestamente por haber utilizado armas químicas. Esas tres potencias occidentales acabaron bombardeando una base militar vacía –aunque el bombardeo provocó en los alrededores de la base un incendio que dejó algunas víctimas.
El Estado Profundo estadounidense, después de haber aconsejado mal a Trump, se las arregló para que, en la televisión iraní, una voz desconocida exhortara a asesinar al presidente estadounidense, prometiendo además una recompensa en millones de dólares. En adelante, si Trump muere asesinado no habrá que investigar, automáticamente Irán será declarado culpable. Pero vale la pena recordar que cuando el imam Khomeini emitió su fatwa contra la vida de Salman Rushdie, no prometió ninguna recompensa. La promesa de recompensa en dinero corresponde más bien a las costumbres del Far West.
En plena crisis, la defensa antiaérea iraní derribó por error un avión de pasajeros ucraniano que despegaba de Teherán. Así que el embajador del Reino Unido organizó en Teherán una pequeña manifestación donde se exigió la renuncia del ayatola Khamenei. Estos hechos trastocan el juego, privando a Irán de la ventajosa posición de víctima que mantenía desde el asesinato del general Suleimani.
Es evidente que Estados Unidos no cederá nada sin obtener algo a cambio. La retirada de sus tropas se concretará sólo en coordinación con una retirada militar iraní. El general Qassem Suleimani era precisamente el símbolo del despliegue militar iraní. Lo que hoy se negocia es la retirada de ambas partes.
Ya estamos asistiendo a una retirada estadounidense de Siria e Irak hacia Kuwait. La historia de la carta enviada y luego anulada donde el general William Sheely III anunciaba la retirada estadounidense de Irak demuestra que esas negociaciones están en marcha.
Los principios de la paz no serán fijados desde ahora, y la llegada de esa paz no será inmediata.
Durante el periodo de duelo por la muerte del general Suleimani, Irán no podrá admitir públicamente haber llegado a un acuerdo con Estados Unidos. Un acuerdo sólo será válido si cuenta con la aprobación de Irak, Líbano, Siria, Turquía y, por supuesto, de Rusia. A pesar de sus maniobras, el Reino Unido no podrá hacerlo fracasar y tendrá que aceptar que salga a la luz en una conferencia regional.
Qassem Suleimani estaría seguramente orgulloso de su vida si su muerte permitiera el regreso de la paz en la región.
Deriva iraní hacia el comportamiento de Estados Unidos e Israel
Las intervenciones de Irán en la ONU solían captar la atención del mundo entero. Irán enarbolaba el estandarte de los pueblos ante el imperialismo. Hoy nada queda de aquel legado. En la foto, el 23 de septiembre de 2010, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, cuestiona la versión oficial de los atentados del 11 de septiembre de 2001 desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU.
Los 195 Estados miembros de la ONU dicen querer resolver sus conflictos sin recurrir a la guerra sino al Derecho. Desde su creación, en la Conferencia de La Haya de 1899, ese Derecho se basa en una idea de muy fácil comprensión: al igual que las personas –incluyendo a los dirigentes políticos–, que aceptan someterse al Derecho Nacional para evitar la guerra civil, los Estados pueden evitar la guerra sometiéndose voluntariamente al Derecho Internacional.
Al hablar aquí de “Derecho Internacional”, no me refiero a lo que, desde la realización de los juicios de Nuremberg hasta la creación de la Corte Penal Internacional (CPI), legaliza que los vencedores juzguen a los vencidos. A lo que me refiero es a los procedimientos que rigen las relaciones entre los Estados.
Tres miembros de la ONU muestran actualmente que no entienden el Derecho Internacional, mientras que otros han dejado de utilizarlo como referencia y, después de haber tergiversado la noción de «Derechos Humanos», prefieren un «multilateralismo basado en reglas».
Tres Estados fuera del Derecho
El primero de esos tres países es Estados Unidos, que, desde su creación misma –hace 2 siglos– dice ser una nación «que no se parece a ninguna otra». Según su mito nacional, Estados Unidos sirvió de refugio a la secta puritana de los «Padres Peregrinos», quienes llegaron a América en el barco «Mayflower», y hoy es refugio de todas las personas perseguidas por razones de índole religiosa o política. En nombre de ese mito nacional, Estados Unidos se permite juzgar con extrema severidad los comportamientos de otras países o gobiernos, pero disculpa a priori los comportamientos reprobables de los estadounidenses; y rechaza toda jurisdicción internacional que se interese en los asuntos internos estadounidenses. Fue por eso que Estados Unidos se negó a ser miembro de la Sociedad de Naciones, mientras empujaba a los demás países a incorporarse a ella. Estados Unidos aceptó los principios del Derecho Internacional durante la guerra fría –desde la creación de la ONU hasta la desaparición de la URSS– pero volvió a su comportamiento anterior en cuanto tuvo oportunidad de hacerlo.
En 1999, Estados Unidos atacó ilegalmente la República Federal de Yugoslavia, arrastrando sus vasallos de la OTAN a participar en esa agresión. Posteriormente, recurriendo a pretextos falsos, Estados Unidos emprendió guerras contra Afganistán, contra Irak y contra Libia. Las agresiones que Estados Unidos cometió contra los iraníes, el 3 de enero de 2020, son igualmente ilegales.
En 1999, Estados Unidos atacó ilegalmente la República Federal de Yugoslavia, arrastrando sus vasallos de la OTAN a participar en esa agresión. Posteriormente, recurriendo a pretextos falsos, Estados Unidos emprendió guerras contra Afganistán, contra Irak y contra Libia. Las agresiones que Estados Unidos cometió contra los iraníes, el 3 de enero de 2020, son igualmente ilegales.
Israel es el segundo país que viola sistemáticamente el Derecho Internacional, desde su proclamación unilateral –el 14 de mayo de 1948–, en violación del proceso que las Naciones Unidas habían aprobado para la Palestina geográfica. Hace 70 años que Tel Aviv viola sistemáticamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y, cuando se plantea la adopción de sanciones, Israel cuenta con la protección de Estados Unidos para garantizarle impunidad. Israel se considera eternamente amenazado y sólo puede sobrevivir a través de la guerra, posición cultural que quizás termine cuando los ciudadanos que se definen como judíos (partidarios del Likud) sean menos numerosos que los que se definen simplemente como israelíes (seguidores de la coalición Azul y Blanco).
En cuanto a Irán, desde siempre Teherán ejecutó líderes opositores en el extranjero, en el mundo entero, pero nunca ciudadanos de otros países. Por ejemplo, el shah Mohamed Reza Pahlevi ordenó el asesinato del filósofo Alí Shariati, perpetrado en Londres, en 1977. Después de 1978, el gobierno islámico eliminó varios líderes contrarrevolucionarios en Europa. Nadie reclamó nunca oficialmente la autoría de aquellas muertes. Durante la guerra de Irak contra Irán, la República Islámica organizó la realización de acciones contra los intereses de sus enemigos en el exterior: por ejemplo, el atentado contra las fuerzas estadounidenses y francesas de la ONU en Beirut, en 1983. Pero la ejecución misma del atentado estuvo a cargo de intermediarios libaneses –que participaron después en la fundación del Hezbollah– y la acción estuvo dirigida contra las actividades ilegales de aquella fuerza –la reunión secreta regional de la CIA. Pero esta vez, Irán lanzó oficialmente varios misiles, desde su territorio, contra fuerzas estadounidenses estacionadas en Irak, violando así la soberanía de Bagdad.
Estados Unidos se ve a sí mismo como la nación de los perseguidos y cree que, debido a ese estatus, no tiene que aceptar consejos de los demás… los perseguidores. Israel dice ser el refugio de un pueblo amenazado y que, por esa razón, no tiene que aceptar consejos de quienes alguna vez ignoraron a ese pueblo o, peor aún, lo hicieron víctima de la violencia. ¿Cuál sería entonces la “justificación” de Irán?
La evolución de Irán
Fotografías del General Qassem Suleimani con personalidades chiíes. Arriba: Con el ayatolá Jamenei; en el medio, junto al popular clérigo iraquí Moqtada al-Sadr; abajo, el líder de la revolución islámica ayatolá Jamenei, el jeque Hassan Nasrallha, líder del Hezbolá libanés.
Esa evolución no tiene otra explicación que un cambio profundo del Poder. Todo comenzó a salirse de control a finales del año 2013 y, desde 2017, se han visto manifestaciones no sólo en Teherán e Ispahán sino en todo el país. Poco a poco, las instituciones se han transformado. El sistema judicial, antes independiente del poder ejecutivo y del legislativo, se ha convertido en un órgano de represión política, llegando incluso a condenar a 15 años de cárcel –en un juicio a puertas cerradas y bajo cargos secretos– al ex vicepresidente nacionalista Hamid Baghaie. El Consejo de los Guardianes, encargado –durante la Revolución– de excluir de las elecciones a los agentes de las potencias extranjeras, se ha convertido en un órgano de censura de la oposición que ha llegado a calificar a los miembros del equipo del ex presidente Mahmud Ahmadineyad como «malos musulmanes». En el islam, la función de los clérigos es la de impartir el derecho, pero en este caso estamos como una clase clerical, que viola todos los principios jurídicos, que vuelve a tomar el control del poder.
Lo hemos repetido constantemente desde hace seis años: esto no tiene nada que ver con la oposición entre prooccidentales y la facción adversa, tampoco es una cuestión de creencias. Es el regreso del problema secular de los iraníes: la ciega veneración hacia la función clerical, sin importar cuál sea la confesión dominante. Y no habrá solución posible sin una separación constitucional entre el poder civil y el poder religioso. Es un problema que se ha planteado en todas las épocas, bajo todo tipo de religiones dominantes, bajo todo tipo de regímenes.
Vuelvo a repetir que este problema no tiene nada que ver con la Revolución de 1978. Contrariamente a la idea preconcebida en Occidente, aquella Revolución no se hizo con la clase clerical sino en contra de esa clase. El ayatola Khomeini había sufrido el rechazo de la clase clerical, que sólo se puso de su lado después de haber comprobado la victoria de Khomeini. La aparente intransigencia que caracterizó entonces la actitud de la clase clerical fue sólo la vía que esa clase encontró para tratar de hacer olvidar sus anteriores excesos. Si usamos como referencia los documentos oficiales estadounidenses ya desclasificados, veremos que el consejero estadounidense de seguridad nacional de aquella época, Zbigniew Brzezinski, veía en la clase clerical iraní un aliado de Estados Unidos ante el shah Mohamed Reza Pahlevi, quien se había vuelto demasiado “goloso”. Brzezinski organizó el regreso del imam Khomeini creyendo –erróneamente– que Khomeini era como los demás clérigos y sólo se dio cuenta del error que había cometido cuando conoció el contenido del discurso antimperialista que Khomeini pronunció en el cementerio de Behesht-e Zahra.
Numerosos actores del Medio Oriente, comenzando por el Hezbollah libanés y la República Árabe Siria, han entendido la evolución que ha tenido lugar en Irán. Debido a ello, tanto el Hezbollah como Siria se han distanciado de la política interior iraní. En plena guerra, Teherán tardó más de un año en nombrar un embajador a Damasco. Pero las potencias occidentales han sido incapaces de percibir el cambio porque están atrapadas en su propia propaganda contra la Revolución iraní de 1978. Así que interpretan los movimientos actuales en Irán en función de sus propios intentos –innumerables– de derrocar el “régimen”, en vez de observar los comportamientos de los iraníes.
Las explicaciones de Estados Unidos y de Irán ante el Consejo de Seguridad
Como sucede en cada caso de intervención militar en el exterior, después intercambiar andanadas de misiles, Estados Unidos e Irán dijeron ante el Consejo de Seguridad de la ONU haber actuado respetando la Carta de las Naciones Unidas.
La carta de la embajadora estadounidense Kelly Craft anunciando el asesinato del general Qassem Suleiman, el 2 de enero de 2020, sólo puede catalogarse como surrealista. La embajadora estadounidense no menciona el intento simultaneo de asesinato contra el segundo del general Suleimani, Abdul Reza Shahlai, quien se encontraba en Yemen.
Asombrosamente, la carta de Estados Unidos al Consejo de Seguridad contiene una serie de acusaciones contra varios aliados de Irán… pero no contiene ninguna acusación contra el general asesinado. Esa carta no menciona las acusaciones del presidente Trump sobre hipotéticos ataques inminentes –supuestamente preparados por el general Suleimani– contra cuatro embajadas estadounidenses. Por cierto, esas acusaciones de Trump fueron desmentidas implícitamente por… su secretario de Defensa, Mark Esper. La única acusación contra Irán mismo es sobre el ataque iraní de respuesta del 7 de enero.
La carta del embajador iraní Majid Takht Ravanchi es tan inconsistente como la de la embajadora estadounidense. Proclama la legalidad de una respuesta militar iraní, pero no de la del 7 de enero. Nada autoriza a Irán a realizar un ataque contra el territorio iraquí sin autorización del gobierno de Irak. Por su parte, Irak protestó inmediatamente contra los actos de Estados Unidos y de Irán.
El interés del Derecho Internacional
Muchos creen que no hay por qué respetar el Derecho si los demás lo violan. Quienes así piensan no ven el Derecho como una protección sino como un obstáculo.
En su obra Leviatán, el filósofo Thomas Hobbes, quien vivió la Revolución Inglesa (de 1642 a 1651), mostraba que los individuos deben hacer todo lo posible por protegerse del caos. Quienes lucharon contra los ejércitos yihadistas saben cuánta razón tenía Thomas Hobbes. Los demás, cuyo confort nunca fue perturbado, simplemente lo ignoran. Thomas Hobbes pensaba incluso que un Estado autoritario es preferible a los horrores del caos. Hobbes aceptaba así las derivas del Estado, comparándolo con Leviatán, monstruo que cierra el acceso al infierno.
En todo caso, el Derecho Internacional nada tiene de monstruoso. No está en contradicción con la conciencia. Apartarse del Derecho es una amenaza para la paz y, por consiguiente, una grave amenaza para la vida de todos nosotros.
Thierry Meyssan
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