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10 enero 2022

Los años 20 del siglo XX en la República de Weimar



por Tito Andino

Compendio de varias ponencias


La Constitución Republicana de Weimar, sucesora en 1919 del Segundo Imperio alemán, afloró lejos de la violencia que reinaba aún en un inestable Berlín tras la revolución alemana de 1918-1919 y, aunque rara vez reflexionamos sobre ello, legalmente en el contexto nacional e internacional seguía ostentando su oficial y pomposo nombre de Deutsches Reich - Imperio Alemán. 


La historia de la primera democracia en Alemania

Las preguntas ¿por qué fracasó el sistema democrático de Weimar?, ¿por qué Weimar se convirtió en un símbolo político lastrado, sinónimo de democracia fracasada en una sociedad moderna, consumida por enemigos internos y llegados al poder mediante unas elecciones?, serán respondidas en estas líneas.

La Gran Guerra y el Tercer Reich destacan antes y después que la denominada República de Weimar que fue "una república sin republicanos, devorada por la falta de consenso social, político y cultural en el momento de su constitución, sus contradicciones internas, su condición de potencia imperial derrotada y su fragilidad institucional. La Gran Depresión le daría el golpe de gracia, pero ya estaba herida desde su nacimiento".


Portan las letras del nombre de la empresa, pero ¿Quién lleva consigo el espíritu de la casa? caricatura de Th. Heine

Habría sido muy difícil, para el gobierno democrático de Weimar, sobrevivir sin hacer frente a las secuelas de una guerra devastadora, a las muchas crisis económicas, a los disturbios políticos y a la evolución totalitaria que siguió. Coexistir con la inestabilidad política, la desmovilización de decenas de miles de excombatientes, mutilados de guerra y afectados por el síndrome de estrés postraumático. A inicios de 1920 millares de veteranos de guerra mendigaban a menudo por las calles o buscaban ocupación. "Muchos de ellos indujeron una dinámica de embrutecimiento de la política, de traslación al ágora pública de los criterios del frente". 


Rebelión de Spartakus – Espartaquistas en Berlín, enero 1919


Cierto es que Weimar nació fruto de la revolución de 1919 y feneció con la toma del poder por los nazis en 1933. Su existencia fue, por así decirlo, efímera, una corta etapa intermedia pero rica en sucesos trascendentales. La República de Weimar, durante mucho tiempo ha sido considerada como un fracasado ensayo de democracia; sin embargo, los historiadores vienen revaluando al primer y auténtico gobierno democrático en la belicosa historia del Imperio Alemán (Deutsches Reich). Esta etapa caracterizada no solo por la ruda agitación política, además fue el tiempo en que brotó de manera audaz la cultura alemana, la experimentación y la libertad, no solo para Alemania, sino para la totalidad de las culturas europeas.

Las reflexiones de la escritora Sarah Zama, que continuará en posteriores posts, están plasmadas en su artículo "1920s Weimar Germany", confirma que "la república tuvo que luchar contra muchos y poderosos opositores, tanto de dentro como de fuera. Considerada como el enemigo de todos, el único responsable de la Gran Guerra, agobiada por un tratado de paz que fue realmente muy duro (aunque tal vez no tan destructivo como los alemanes creían en ese momento), Alemania estuvo aislada de la comunidad política y económica europea y mundial durante años. Alemania tuvo que aceptar el Tratado de Versalles y sus demandas punitivas, y fue la república quien tuvo que hacerlo, una vez que el Kaiser abdicó. Este pecado original nunca fue olvidado por los alemanes. Creó cualquier tipo de divisiones e inestabilidad dentro del parlamento, incluso entre los partidarios de la república".

La Gran Guerra había destruido las viejas costumbres, el viejo mundo. En toda Europa las formas de vida comenzaron a cambiar de manera apresurada, iniciando por las costumbres y comportamientos sociales, la vida agrícola dio paso a la industrial, los sistemas políticos mutaron dejado a la vieja nobleza detrás de nuevas y experimentales formas políticas. En Alemania, "estos cambios dramáticos no fueron culpa de la república, pero la inestabilidad y la inseguridad que provocaron se atribuyeron a la república y a la incapacidad del parlamento para crear cualquier forma de estabilidad, lo que en la mente de los alemanes se tradujo en debilidad, si no en traición absoluta".

La Alemania de Weimar bajo el signo de la debilidad institucional fue tolerada, más que aceptada, por buena parte de las élites tradicionales del imperio alemán (terratenientes, grandes industriales, altos funcionarios, militares) que minaron desde dentro su legitimidad, sostiene el historiador Xosé M. Núñez Seixas, quien acota, "la izquierda revolucionaria, en particular los comunistas, intentaron en 1919 el asalto al poder siguiendo la estela soviética, y no renunciaron a acabar con una república, a sus ojos, burguesa y acomodaticia con las élites de siempre. Desde el otro extremo, las distintas familias de la derecha radical, desde los cuerpos de milicias contrarrevolucionarias y nacionalistas hasta los emergentes nacionalsocialistas, pasando también por el más institucional Partido Nacional-Popular Alemán, aborrecían una república gobernada, a su juicio, por plutócratas judíos, antipatriotas y socialistas disfrazados. La inestabilidad económica de la primera mitad de los años veinte, cuya principal secuela fue la hiperinflación, y el impacto posterior de la Gran Depresión de 1929, que generó un masivo desempleo, se sumaron a las miopes exigencias de reparaciones económicas por parte de los vencedores de la Gran Guerra". 

Esa inestabilidad nacional cobraría su precio. Cansados de la inseguridad, ansiosos por un régimen que les diera un futuro que no pareciera inestable, los alemanes, como otras personas en Europa, pensaron que una dictadura parlamentaria podría ser la respuesta a sus preguntas. Un hombre fuerte al mando era mejor que una plétora de partidos democráticos que nunca encontraron un acuerdo sobre dónde llevar a la nación. El Tercer Reich estaba en ascenso, y la república no tenía la fuerza, ni la posibilidad, de oponerse a él...


Fotograma de la película muda alemana de 1927 'Metrópolis', género ciencia ficción, dirigida por Fritz Lang y realizada por la productora UFA.


Y, a pesar de todo, la Alemania de los años veinte fue la cuna del liberalismo y también del libertinaje. Las mujeres recibieron el derecho al voto. A los judíos se les concedió la ciudadanía plena. La homosexualidad ya no era completamente tabú. La psicología y la medicina evolucionaron respondiendo a las inquietudes por la Gran Guerra. Los físicos alemanes encabezaban la experimentación en una amplia gama de campos. Se innovó en todas las formas de arte; la literatura y la filosofía alemana influían. El cine alemán fue pionero de la época en el mundo occidental incluso hasta décadas después. La prensa estaba libre,  las críticas en los periódicos eran para todos, incluso en los espectáculos de cabaret fuertemente politizados. 

"El inquietante encanto de la República de Weimar" artículo escrito por Xosé M. Núñez Seixas (Revista de Libros) inicia preguntándose ¿Por qué sigue ejerciendo y fascinándonos la República de Weimar, 100 años después de que se aprobara su Constitución? Un encanto, si se quiere, un tanto morboso. 

En la década de 1920, Berlín era el corazón de Europa. Weimar, por su textura trágica, es una mezcla de rápida modernización y de  inautenticidad de lo moderno: fragmentación y auto-alienación. "Nos deslumbra y alecciona sus manifestaciones artísticas, predominantemente expresionistas, que encaran la deshumanización (Kirchner), el prefascismo (Brecht) y el maquinismo (Lang) con un cinismo distanciado y lúcido, siendo capaces de enfrentarse a lo que Walter Benjamin denominó «experiencias del umbral»".


Hannah Höch, cortada con el cuchillo de cocina dadaísta a través de la última época cultural alemana del vientre cervecero de Weimar, collage, técnica mixta, 1919-1920 (Nationalgalerie, Staatliche Museen, Berlín)


Parece extraño que tal vivacidad intelectual coincidiera con la inestabilidad económica y política. Existe la razón por la que iban de la mano, explica Sarah Zama:

"La guerra nunca terminó en la mente de los alemanes. En su mente y alma, siempre pensaron que habían sido tratados con desigualdad y tenían un fuerte sentimiento de que el tiempo de paz que estaban viviendo era solo una pausa en la guerra. Los hombres y mujeres que habían luchado en la Gran Guerra sintieron que el viejo mundo había terminado y que uno nuevo estaba cerca. Rechazaban todo lo que ofrecía el viejo mundo, el mundo al que los habían enviado murió en los campos de batalla, y estaban ansiosos por experimentar algo nuevo, por abrazar cualquier forma de vanguardia y experimentación. No tenían miedo de probar algo nuevo, ya que nada podía ser peor que lo que ya habían pasado".

En el excelente ensayo de Núñez Seixas se desmenuza dos obras clave para la comprensión de ese período. Ernst Bloch, en "Herencia de esta época" (Madrid, Tecnos, 2019) afirma que el nacionalsocialismo aprovechó la "herencia" cultural para instrumentalizarla a su favor y seducir al proletariado, mientras que el Partido Comunista Alemán, con un desmedido optimismo economicista confiaba en que las contradicciones del capitalismo darían al traste con él, en forma de revolución. Otro autor, Eric D. Weitz, en "La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia" (Madrid, Turner, 2019, 2ª ed.) señala que "parece que fuera una experiencia democrática indispensable en el camino hacia la dictadura más cruel y abominable". 

En las obras de éstos últimos historiadores citados se responden las frecuentes preguntas sobre el fracaso del sistema democrático de Weimar. Preguntas formuladas y explicadas de forma casi obsesiva por la intelectualidad germana durante decenios. "No podían entender por qué un país de una cultura excepcional, moderno y dinámico, había podido generar una hidra como la dictadura nacionalsocialista. La cuestión estaba y está condicionada por la constatación de una enorme paradoja. Por un lado, Weimar constituyó un período de excepcional vitalidad cultural, de liberación de mentes y espíritus, de secularización de la vida cotidiana y de eclosión de la modernidad. Son tres lustros dorados de las artes plásticas, la literatura, la arquitectura, la filosofía, la música y la creatividad en el cine. El Berlín pos-imperial se convirtió en una auténtica metrópoli de las artes y la cultura, pero también devino en un símbolo de la nueva alegría vital que invadía a las nuevas generaciones que habían vivido la barbarie de la Gran Guerra en el frente y la retaguardia. Weimar eran los cabarets berlineses, el arte irreverente de George Grosz, los edificios racionalistas de la Bauhaus, las reflexiones de pensadores tan dispares en sus planteamientos como Martin Heidegger u Oswald Spengler, la obra de escritores como Thomas Mann. La Alemania de Weimar asistió también a la nueva apoteosis del culto al cuerpo, a la liberación sexual y al ascenso de la mujer como en su nuevo papel de protagonista y dueña de sus propias decisiones" (Núñez Seixas).


Portadas de los libros de Ernst Bloch y Eric Weitz 

¿Quiénes sostenían la República? Apenas tres partidos, que se sucedieron en las distintas coaliciones de gobierno dentro de un parlamento inestable, debido en parte a la adopción de un sistema electoral proporcional que otorgaba representación a casi todos los partidos. (Partido Democrático Alemán, de matriz liberal; por otro, el partido católico-confesional del Zentrum y el Partido Socialdemócrata del cual escindió el Partido Comunista, además de otras fuerzas).

Weitz señala las amenazas al sistema republicano llegadas desde los extremos, pero no tiene duda en subrayar cuál era la fuente de mayor inestabilidad: la creciente radicalización de la extrema derecha. Era un espectro político diversificado, rejuvenecido con nuevas ideas, como la «revolución conservadora» del círculo Der Ring, el irracionalismo filosófico y la peculiar teoría cíclica de la historia de Oswald Spengler, las ensoñaciones racistas y el viejo antisemitismo renovado, que se unían a la reafirmación del carácter etnocéntrico del nacionalismo alemán y su veneración por principios como el Volk, el sustrato objetivo y etnocultural de la nación. Filósofos como Martin Heidegger, teóricos jóvenes como Carl Schmitt, escritores que cultivaban la mística de la violencia como Ernst Jünger, líderes respetables que actuaban de intermediarios con el mundo de las finanzas y la industria como Alfred Hugenberg, constituían la antesala del fenómeno que a partir de 1930 acabaría por convertirse en un tsunami que arrasaría con la República: la irresistible ascensión del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes y la creciente popularidad de su líder, Adolf Hitler. Un líder que, en la percepción marxista de Bloch, sabía engatusar a las masas obreras adoptando una falsa apariencia revolucionaria, sublimando en el mito del Tercer Reich todas las frustraciones de amplias capas sociales y prometiendo un cielo terrenal. En eso, Bloch no tenía reparos en denunciar la, a su juicio, miope estrategia política del Partido Comunista y del Partido Socialdemócrata, encerrados en un determinismo socioeconómico conforme al cual la burguesía y el capitalismo acabarían siendo devorados por las contradicciones del sistema. Con una prosa un tanto abstrusa, pero una mente lúcida, el pensador marxista entendía que Hitler, y los nazis en general, habían sabido convertir la «herencia» cultural e histórica del pueblo alemán en un arma de presente y de futuro, haciéndola prevalecer así sobre la supuesta lógica del materialismo histórico: sus rivales no supieron comprender la «dialéctica de múltiples matices» que acabó con la República de Weimar. (Núñez Seixas) 


El artista alemán Helmut Herzfeld, de la época de Weimar, conocido mundialmente como John Heartfield invitaba con sus obras a la resistencia conjunta contra el militarismo y el fascismo. En esta portada para un libro satírico de Kurt Tucholsky "Deutschland, Deutschland über alles", pone énfasis en la buena relación entre la democracia burguesa y el militarismo prusiano en la República de Weimar. Tucholsky, fue un importante crítico social alemán del siglo pasado. Pacifista radical, denunció muy temprano el peligro del nacionalismo militante, ganó notoriedad política al ser uno de los periodistas más agresivos y eficaces durante la República de Weimar. Tras caer Alemania en la barbarie, se suicidó el 21 de diciembre de 1935 en el exilio sueco. Si está interesado en repasar la obra artística de John Heartfield, haga click AQUÍ


Para terminar, este compendio, es interesante recomendar al lector que no ha visto aún la serie de televisión alemana "Babylon Berlin", una visión del mundo de Berlín en la época de la República de Weimar. El periodista Herien Wensink resume los años finales de ese periodo como una inmersión profunda en los años treinta alemanes, una época de excesos extáticos y oscuridad, "una era creativa sin precedentes, con el auge del expresionismo, revistas llenas de gente y éxtasis, discotecas prósperas, travestismo y libertad sexual. Pero, por supuesto, estos alegres excesos tienen un lado oscuro: prostitución, abuso de poder, corrupción y juego libre para la mafia. La joven democracia es inestable, el extremismo político va en aumento, el desempleo masivo conduce a una pobreza degradante. En la parte inferior de la escala, las personas a veces viven como animales, mientras que los ricos aburridos se entregan a las drogas, el sexo, el contrabando, el chantaje y la obsesión por lo oculto".


Zu Asche, Zu Staub (Babylon Berlin) - Fragmento - Subtítulos en español


Babylon Berlin tiene, con razón, una nota clave dramática y sombría en que Alemania puede derrumbarse al igual que el mercado de valores, aprovechado por los nazis para ir conquistando el territorio a la velocidad del rayo. La compleja historia política de Alemania está ingeniosamente entretejida, todas las fuerzas luchan por el poder político en el desgarrado Berlín: nazis, conservadores, rusos, comunistas, policía y mafia. La trama destaca el crimen, el asesinato y la venganza que se desarrolla en un escenario estéticamente impresionante. 

Y ese escenario recrearemos literariamente en posteriores entregas de Sarah Zama y su desafío histórico de la A a la Z sobre la República de Weimar.


Continúe la lectura AQUÍ 


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- Sarah Zama, "1920s Weimar Germany". Blog: The Old Shelter 

- Xosé M. Núñez Seixas, "El inquietante encanto de la República de Weimar", artículo para Revista de Libros (julio 2019)

La Voz de Galicia, "La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia», un ensayo ya clásico de Eric D. Weitz". Agosto 2019

Eric D. Weitz, "La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia", Madrid, Turner, 2019 (2ª ed.) 

Ernst Bloch, "Herencia de esta época", Madrid, Tecnos, 2019

Willem Peeters, "Ondergang van de Weimarrepubliek" (Desaparición de la República de Weimar), artículo original en neerlandés para HISTORIEK, noviembre 2020


Alvaro Soto, "El sueño frustrado de Weimar", artículo para el sitio web Burgosconecta, julio 2019

Sarah Zama, "A-to-Z challenge about the history of Weimar Germany", Blog: The Old Shelter. 2018

05 enero 2022

¿Por qué consideró Zhukov un fracaso la contraofensiva del invierno 1941-1942?


Saludos del año nuevo!


por Shane Quinn


Nota del redactor del blog

El "General Invierno" no salvó a la URSS de la invasión alemana de 1941, fue el tema que repasamos anteriormente. De la misma manera, se podría decir que el "General Invierno" tampoco fue decisivo para que el ejército rojo consolidará una decisiva contraofensiva en el invierno 1941-1942. 


La Blietzkrieg germana fue paralizada, terminó con el factor sorpresa, Alemania ya no podría ganar la guerra y se puso a la defensiva, eso es verdad. Sin embargo, los competentes mandos y la disciplina de la Wehrmacht lograron, pese a la retirada, conservar una sólida defensa que dio al traste con las aspiraciones de la contraofensiva de Stalin de derrotar definitivamente a los invasores en el duro invierno 41-42. El costo material y humano fue terrible para los dos bandos, y solo uno tendría los recursos necesarios para sobreponerse, no era el caso de las golpeadas fuerzas alemanas que recurrirían a sus reservas para soportar las periódicas contraofensivas soviéticas y aún para intentar una nueva ofensiva hacia el Cáucaso.

Stalin también se equivocó, fue reacio -en ocasiones- a escuchar a los expertos, se había autoconvencido que los alemanes estaban derrotados y que su colapso final llegaría en la primavera o verano de 1942 (discurso del 7 de noviembre de 1941). Tras el desgaste de sus fuerzas en la contraofensiva de invierno, el líder soviético ordenó planificar una ofensiva durante la primavera, a pesar de la opinión contraria de sus asesores principales que pedían una posición más prudente

Al parecer la idea era agotar rápidamente las reservas alemanas y, según creía Stalin, los alemanes aún podrían ser capaces de realizar operaciones simultáneas en varios ejes estratégicos (eso resultó ser verídico). Para Stalin una ofensiva de primavera en todo el frente desestabilizaría al ejército alemán e impediría una nueva intentona de tomar Moscú (Memorias de Zhukov).​ La decisión final de Stalin prevaleció, intentar agarrar por sorpresa a los alemanes a través de ofensivas localizadas. Pero, la Wehrmacht también tenía sus propios planes... y reservas estratégicas para embarcarse en una ofensiva al Cáucaso, necesitaban imperiosamente el petróleo para que sus máquinas de guerra sigan siendo operativas. De ello dependía revertir lo inevitable (ya hemos hablado en esto en otras entradas).

Revisemos el análisis que hace Shane Quinn de la lectura de varias fuentes sobre la contraofensiva de invierno de 1941.

La contraofensiva de invierno del Ejército Rojo hace 80 años

 


El lápiz de Boris Efimov destaca la retirada alemana en el invierno 1941-42


Hace ocho décadas, el 5 de diciembre de 1941, el contraataque del ejército soviético contra la Wehrmacht, principalmente en las afueras de Moscú, fue un acontecimiento importante en la Segunda Guerra Mundial y un acontecimiento significativo en la historia moderna. La contraofensiva del Ejército Rojo duró oficialmente desde principios de diciembre de 1941 hasta el 7 de mayo de 1942.


El contraataque fue titulado por los rusos como la Campaña de Invierno de 1941-1942, y proporcionó evidencia, tanto para ellos mismos como para el mundo que los observaba, de que la Wehrmacht no era invencible. El fracaso de la Operación Barbarroja planteó además un serio interrogante sobre si los alemanes podían ganar la guerra en absoluto. 

Moscú, la ciudad más grande e importante de la Unión Soviética se salvó de la ocupación nazi. El comienzo del contraataque trajo alivio y esperanza a muchas personas en toda Europa y más allá, que se habían desesperado ante la idea de un mundo dominado por los nazis. 

Sin embargo, aunque el ejército soviético logró hacer retroceder a la Wehrmacht desde las puertas de Moscú, no pudo convertir la contraofensiva en una victoria final; lo que, en ese caso, probablemente habría llevado a la desintegración del ejército alemán en el invierno de 1941-42; y por tanto la conclusión prematura de la guerra, al menos en Europa. Después de todo, las fuerzas armadas del líder militar francés Napoleón se habían derrumbado seis meses después de su invasión de Rusia en junio de 1812.

 

Cartel de 1941, obras de los Kukryniksy "Napoleón fue derrotado" 

Por razones como estas, el mariscal ruso Georgy Zhukov, el célebre comandante de la segunda guerra mundial, calificó sin rodeos a la contraofensiva soviética de “fracaso”. Zhukov escribió en sus memorias: “La historia de la Gran Guerra de la Patria todavía llega a una conclusión generalmente positiva sobre la ofensiva invernal de nuestras fuerzas, a pesar de la falta de éxito. No estoy de acuerdo con esta evaluación. El embellecimiento de la historia, se podría decir, es un triste intento de pintar sobre el fracaso. Si consideras nuestras derrotas y qué resultados se obtuvieron, quedará claro que fue una victoria pírrica”. (Evan Mawdsley, Thunder in the East: The Nazi-Soviet War, 1941-1945. Hodder Arnold, 23 de febrero de 2007, p. 1271


Georgy Zhukov, retrato del artista Pavel Korin

Zhukov no estaba exagerando; era un general de primera línea que podía ver lo que estaba pasando ante sus ojos y tenía la determinación de expresar sus pensamientos. Como señaló Zhukov, las pérdidas de personal del Ejército Rojo durante la contraofensiva fueron cuantiosas, mucho más altas que las bajas alemanas en lo que a menudo se considera un triunfo soviético histórico. En total, durante los tres meses de enero, febrero y marzo de 1942, el ejército soviético perdió 620.000 hombres. En comparación, en el mismo período los alemanes perdieron 136.000 hombres, bastante menos de una cuarta parte de las bajas rusas. 

El experimentado historiador británico Evan Mawdsley, que se centra en gran parte en la historia de Rusia, ha presentado las cifras de bajas anteriores en su estudio de la guerra nazi-soviética. Mawdsley también declaró: "Las pérdidas alemanas en el frente oriental, en los tres meses y cuarto hasta finales de septiembre de 1941, ascendieron a 185.000" y que "en total, el Ejército Rojo perdió 177 divisiones en 1941, la mayoría de ellas en el período junio-septiembre. Las pérdidas militares soviéticas, hasta finales de septiembre de 1941, se han calculado en al menos 2.050.000”. 

Stalin había dicho poco después de la derrota de Francia por parte de la Wehrmacht en junio de 1940, "sólo podríamos enfrentarnos a los alemanes en pie de igualdad en 1943". Esta predicción fue precisa y con visión de futuro. El Ejército Rojo “solo mostraría un gran progreso con la Operación Bagration en Bielorrusia en junio de 1944”, destacó Mawdsley. 

Las deficiencias del ejército soviético se debieron, al menos en parte, a, como dijo el mariscal Zhukov después de la guerra, “al enorme daño que Stalin había infligido al país con su masacre de los altos escalones del mando del ejército” (Andrei Gromyko, Memories: From Stalin to Gorbachev. Arrow Books Limited, 1 de enero de 1989, p. 216).

La opinión de Zhukov está respaldada por otros como Leopold Trepper, un destacado agente de inteligencia soviético y combatiente de la Resistencia antinazi, quien escribió que con las purgas, “el Ejército Rojo, desangrado, difícilmente era un ejército ahora, y no lo sería de nuevo durante años”. (Leopold Trepper, The Great Game: Memoirs of a Master Spy. Michael Joseph Ltd; Primera edición, 1 de mayo de 1977, p. 67)



"Mal clima ruso", 1942. Caricatura de Boris Efimov


Mientras tanto, cuando comenzó la contraofensiva soviética, el Ejército Rojo, entre diciembre de 1941 y marzo de 1942, recibiría 117 nuevas divisiones para reforzar sus filas. La principal fuerza de oposición, el Grupo de Ejércitos Alemán Centro, se complementó con unas escasas nueve divisiones durante ese tiempo. (Donald J. Goodspeed, The German Wars. Random House Value Publishing, segunda edición, 3 de abril de 1985, p. 407)

Para el 26 de noviembre de 1941, los alemanes habían sufrido 743.112 bajas, sin incluir a los enfermos o congelados, y a fines de febrero de 1942, las pérdidas totales alemanas en el frente oriental ascendían a 1.005.636 hombres; esto equivale a aproximadamente el 31% de la fuerza de invasión alemana original, según el erudito militar Donald J. Goodspeed, quien ha proporcionado diversas estadísticas. En comparación, el ejército soviético había sufrido alrededor de 5,5 millones de bajas hasta principios de la primavera de 1942. 

Hitler concedió una inmensa importancia a los millones de bajas que sus divisiones habían infligido al Ejército Rojo. A finales de febrero de 1942 volvió a confiar en la victoria final. Un Hitler jovial declaró a sus colegas cercanos en la sede de la Wolfsschanze, “El domingo será 1 de marzo. Chicos, no pueden imaginarse lo que eso significa para mí: cuánto han agotado mis fuerzas los últimos tres meses, puesto a prueba mi resistencia nerviosa”.

Durante diciembre de 1941 y en los meses siguientes, varios comandantes alemanes fieles a Hitler seguían creyendo en la victoria en diversos grados. Goodspeed observó que la jerarquía de la Wehrmacht "razonó que aún eran mejores soldados de verano que los rusos y que, por lo tanto, deberían luchar en el verano" y "reconstruir sus destrozados ejércitos para otro gran impulso en 1942". 



Dos carteles de los Kukryniksy. Izquierda: "Solo han pasado unos meses". 1942. (Goebbels - Mirando las caras ... "Tomó solo unos pocos meses, pero cómo han cambiado"). Derecha: "Hitler y la muerte: me atrevo a informar: la línea del frente está enderezada". 1942. 

La confianza de Hitler y sus generales resultaría fuera de lugar. Los soviéticos podían permitirse pérdidas de personal mucho mayores que los alemanes, y esto no debería haber sido una sorpresa real. La población de la Unión Soviética en 1941 era de unos 193 millones, es decir, 80 millones más que la población del Tercer Reich. La gran estrategia de contraataque soviética requería un asalto a lo largo de un amplio frente de 800 millas de ancho, desde Leningrado en el norte hasta la península de Crimea en el sur. Su objetivo era asestar una sucesión de golpes que socavarían gravemente a los alemanes y sus aliados del Eje, lo que provocaría el rápido colapso del enemigo, o eso se había previsto.

Esta estrategia fue formulada con aportes decisivos de Stalin, junto con el Alto Mando Supremo (Stavka). Zhukov estaba en firme desacuerdo con el diseño estratégico de la contraofensiva. En sus memorias, Zhukov escribió que solo él "se atrevió a criticar el plan" a Stalin y la Stavka. 

Para el contraataque, Zhukov favoreció amasar sus fuerzas y dirigirlas en una estocada aplastante por el medio "contra el centro de gravedad enemigo". Esta estrategia bien pudo haber infligido un grave golpe, del que los alemanes habrían luchado por recuperarse. En cambio, con la dispersión de las divisiones soviéticas en un frente extendido, la fuerza del golpe se diluyó. Zhukov sintió que le faltaban las fuerzas necesarias para alcanzar sus objetivos. 

De la estrategia de contraofensiva rusa que el citado Mawdsley señala, “el Stavka cometió el mismo error que Hitler y su Alto Mando habían cometido en 1941, asumiendo que el enemigo estaba exhausto y destrozado. También intentó, como hicieron los alemanes en la Operación Barbarroja, atacar por todas partes. La opinión de Zhukov era que habría sido mucho más prudente concentrar recursos y llegar a la línea Staraia Russa – Velikie Luki – Vitebsk-Smolensk-Briansk”.

La línea de ataque favorita de Zhukov tenía 350 millas de ancho, a diferencia de las 800 millas que prefería Stalin. A pesar de las dudas de Zhukov sobre la estrategia soviética, su todavía significativo papel en el contraataque tuvo un comienzo impresionante a partir del 6 de diciembre de 1941. Zhukov se encontró en oposición a uno de los generales más prominentes de la Wehrmacht, Heinz Guderian, al mando del 2.° Ejército Panzer. 


B. Efimov y N.A. Dolgorukov. Póster "Si los alemanes quieren tener una guerra de exterminio, la conseguirán". 1941


Hubo un severo derramamiento de sangre en ambos lados, pero las divisiones de Zhukov prevalecieron sobre las de Guderian, al obligar a este último a retirarse a más de 50 millas. La reputación de Zhukov, ahora ya alta en la Unión Soviética, se mejoró merecidamente. 

El historiador inglés Chris Bellamy reveló cómo Zhukov expuso, en una directiva del 13 de diciembre de 1941, que las tropas soviéticas deberían obligar al enemigo a retirarse de 130 a 160 kilómetros (80 a 100 millas) al oeste de Moscú (Chris Bellamy, Absolute War: Soviet Russia in the Second World War. Pan; edición principal, 21 de agosto de 2009, p. 332). Una vez que se logró, Zhukov continuó diciendo que el Ejército Rojo debería pasar el resto del invierno haciendo retroceder a los alemanes otros 150 kilómetros (93 millas) más o menos hasta la línea al este de Smolensk (230 millas al oeste de Moscú) desde donde habían lanzado Typhoon a principios de octubre”.

Las ambiciones reducidas de Zhukov para la contraofensiva eran realistas, pero incluso entonces quedarían muy lejos. Zhukov se quejó amargamente de que muchas unidades soviéticas en otros lugares habían sido mal dirigidas y "estaban continuamente tratando de atacar a los alemanes frontalmente, en lugar de ser inteligentes y abrirse camino por los lados".

Mawdsley escribió: “En realidad, el Ejército Rojo era un instrumento muy débil en el invierno de 1941-42, tripulado por reclutas no capacitados y mal equipado. En enero de 1942, todo el Ejército Rojo tenía sólo 600 tanques pesados ​​y 800 tanques medianos, además de 6.300 tanques ligeros; en cambio, la cifra de enero de 1943 era de 2.000 pesados ​​(tanques), no menos de 7.600 medianos y 11.000 ligeros”.


Una alegoría de los Kukryniksy recordando a los alemanes lo que hizo el "General Invierno" a las tropas de Napoleón.


Hitler sabía que la Grand Armée de Napoleón se había disuelto en plena retirada 129 años antes. Sin inmutarse por esto, frente a los contraataques soviéticos, algunos altos comandantes alemanes querían retirarse al oeste de Moscú, a los ríos Berezina o Niemen (que se extienden por Bielorrusia y Lituania). 

Tal retirada a mediados de diciembre, a través de la nieve hasta las rodillas y la cintura, podría haber resultado en la destrucción del ejército alemán. Como mínimo, indudablemente se habrían perdido grandes cantidades de artillería y otros equipos, y durante una temporada que "resultó ser uno de los inviernos más severos registrados", según un estudio de investigación publicado en el Bulletin of the American Meteorological Society

Para el 20 de febrero de 1942, los alemanes habían sufrido 112.627 bajas por congelación (John Toland, Adolf Hitler: The Definitive Biography. Bantam Doubleday Dell Publishing Group, 3 de febrero de 2007, Parte 8, El cuarto jinete). Este problema no afligió a los rusos en el mismo grado; porque estos últimos estaban abrigados y tenían un sistema ferroviario en funcionamiento justo detrás de ellos, mientras que estaban acostumbrados a luchar en condiciones invernales. Stalin dijo, después de que los soviéticos finalmente habían vencido a Finlandia en marzo de 1940: "No es cierto que la capacidad de combate del ejército disminuya en invierno ... Somos un país del norte".

A mediados de diciembre de 1941, Hitler emitió su orden permanente, exigió que los oficiales alemanes, desde aquí, obliguen a los soldados a mantener su posición a cualquier precio. Hitler prosiguió diciendo que las tropas alemanas en el campo deberían ignorar el peligro, cuando las fuerzas enemigas han “atravesado los flancos o la retaguardia. Esta es la única forma de ganar el tiempo necesario, de traer los refuerzos de Alemania y Occidente que he ordenado”. 

Hitler había interferido con anterioridad fatalmente en la planificación estratégica alemana, sobre todo posponiendo el avance sobre Moscú seis semanas en agosto de 1941; pero su orden de mantener a toda costa fue con toda probabilidad la decisión correcta, y puede haber salvado a la Wehrmacht ese invierno.


"Campaña de verano. Parada estratégica preliminar". B. Efimov 1942 


Los alemanes prudentemente no intentaron mantener una línea continua desde Leningrado a Crimea. Hitler y el Alto Mando Alemán (OHK) acordaron implementar una serie de puntos fuertes, conocidos como “erizos”. Estas posiciones fortificadas a menudo se erigían junto a grandes depósitos de suministros alemanes, ubicados de norte a sur, en áreas urbanas bajo ocupación nazi como Shlisselburg, Novgorod, Rzhev, Vyazma, Bryansk, Kharkov, etc. Luego se construyeron fortalezas subsidiarias junto a las principales fortalezas. 

La realidad sobre el terreno era más complicada que esto; porque los erizos alemanes se establecieron a veces en respuesta a los éxitos tácticos soviéticos locales, más que a la voluntad de los alemanes. Los comandantes de la Wehrmacht consideraron aceptables los avances de los soldados rusos en los flancos, ya que cualquier división soviética que avanzara demasiado estaba en peligro de ser aislada y atrapada detrás de las líneas alemanas. 

A principios de enero de 1942, Stalin llegó a la conclusión de que ese mismo año se podía lograr la victoria total sobre los nazis. El 10 de enero, Stalin envió una directiva a sus generales en la que decía: "Nuestra tarea no es dar a los alemanes un respiro, llevarlos hacia el oeste sin detenerse, obligarlos a agotar sus reservas antes de la primavera, cuando tendremos grandes reservas frescas, mientras los alemanes no tendrán más reservas; esto asegurará la derrota completa de las fuerzas nazis en 1942”. (Geoffrey Roberts, Stalin's Wars: From World War to Cold War, 1939-1953. Yale University Press; primera edición, 14 de noviembre de 2006, p. 116) 

Como demostraron los acontecimientos, tales directivas eran demasiado ambiciosas y subestimaron la resistencia de la Wehrmacht. Mawdsley escribió: “La estrategia de Stalin de enero de 1942 de agotar las reservas alemanas antes de la primavera no funcionó ... De hecho, sin embargo, en gran parte del frente los alemanes pudieron aferrarse al territorio que habían alcanzado a principios de diciembre de 1941. Incluso en Rostov y cercanías de Moscú, solo habían tenido que retroceder de 50 a 150 millas. Todavía estaban muy adentrados en territorio soviético. En el norte y centro mantendrían esta línea hasta finales de 1943”. (Mawdsley) 

Sorprendentemente, en mayo de 1944, el Centro del Grupo de Ejércitos Alemán todavía estaba a 290 millas de Moscú en su punto más cercano; mientras que las fuerzas soviéticas estaban a 550 millas de Berlín a principios del verano de 1944. (Samuel W. Mitcham Jr., Mariscales de campo de Hitler y sus batallas (Guild Publishers, 1988) p. 274)




Shane Quinn

30 diciembre 2021

Portadas de la revista Star Weekly durante la IIGM




Tito Andino

para la selección y recopilación de textos y gráficas 


La revista "The Star Weekly" de Canadá fue una edición semanal de "The Toronto Star", se mantuvo vigente desde 1910 hasta 1973. Joseph Atkinson, editor de "The Toronto Star" inició con la publicación semanal para acercarse a los sectores rurales del inmenso país, en aquellos tiempos era raro entregar periódicos cada día. "Star Weekly" (Estrella Semanal), durante los años de guerra, de 1939 a 1945, llevó las noticias, incluyendo muchas portadas originales ilustradas que se han conservado, en la mayoría de casos, en magnífico estado, "los colores son simplemente hermosos", pero su interior contaba principalmente con fotografías en blanco y negro.



La revista no se caracterizó por desarrollar artículos periodísticos, se especializaba más en material gráfico con notas explicativas a pie de foto, mismas que captaban "la cultura popular en ese entonces, así como el compromiso de Canadá con la guerra, que por supuesto estaba en la mente de todos". Las fotografías relacionadas con la guerra intentaban elevar la moral. No era simple propaganda o mal periodismo, debe considerarse como un aporte del "Toronto Star" para derrotar a los nazis.

Se apoyaba los anuncios del gobierno canadiense para solicitar la contribución pública para el esfuerzo de guerra, al mejor estilo de los clásicos bonos de guerra estadounidenses, en Canadá se los denominó "Victory Bonds". Durante la guerra Canadá no tenía una economía de libre mercado, el país estaba regulado por la "Junta de Precios y Comercio en Tiempos de Guerra", quien establecía los salarios y los precios que se podían cobrar por cualquier cosa. 


Portadas del "Star Weekly" de diferentes años con motivos navideños

Los anunciantes de la revista aprovecharon la oportunidad no solo de promocionar sus productos sino que colaboraron con el esfuerzo de guerra, "las compras estaban de alguna manera vinculadas a ayudar a los Aliados a ganar la guerra, o apoyar a los niños en el extranjero". En ocasiones estaba implícito el apoyo al aliado soviético, fotografías de fines de 1942  mostraban la destrucción en territorio ruso, una leyenda rezaba: "Los refugiados rusos, como estos desafortunados civiles en una calle bombardeada de Stalingrado, buscan ayuda en los canadienses. Esa ayuda se puede dar a través del Fondo Canadiense de Ayuda a Rusia, cuya oficina nacional se encuentra en la Sala 205, 80 King Street West, Toronto". (12 diciembre 1942)


Portadas solicitando apoyo para Rusia en su lucha contra el nazismo

La revista destacó el trabajo femenino en su contribución al esfuerzo de guerra, tanto en las labores productivas como en los servicios auxiliares de las fuerzas armadas, compañera del soldado y ama del hogar. Cada número contenía una sección de moda, que mostraba lo que llevaban las elegantes mujeres de la época.



Este artículo está inspirado en las referencias consultadas de la escritora y bloguera canadiense Elinor Florence, en "Letters from Windermere!", un boletín mensual que "consiste en noticias y nostalgia para las personas que aman el pasado". Además, tenga en cuenta que las historias y fotos aquí reproducidas tienen derechos de autor de Elinor Florence, a menos que se indique lo contrario. Si usted desea copiarlos y compartirlos puede hacerlo, siempre y cuando de el crédito adecuado a la autora. 

Las siguientes líneas corresponden (resumido) a Elinor Florence:

Estas ilustraciones intentaron levantar la moral del país utilizando el sentimiento y el humor. Después de todo, éramos los buenos, luchando contra la tiranía de un imperio malvado. Y eso apenas es una exageración, aunque el Star Weekly redujo a los nazis a una manada de tontos cómicos. 




Cuando busqué en línea, me encantó encontrar a alguien que colecciona revistas Star Weekly, Ian Macdonald de Ottawa. No solo eso, sino que creó un libro, usando una combinación de portadas y páginas interiores de la revista. Llamé al Sr. Macdonald en Ottawa para averiguar más sobre su colección. Me dijo que han pasado más de cincuenta años desde que terminó la guerra, los derechos de autor han expirado sobre estas hermosas obras de arte, y lo confirmé con Robin Graham, director gerente de Torstar Syndication Services, porque apenas podía creer lo que oía cuando el Sr. Macdonald me dijo, ¡el Toronto Star nunca guardó copias de su propia revista! Qué lástima.

Lamentablemente, mi madre hizo que sus cubiertas no tuvieran valor para los coleccionistas recortando todas las cabeceras. Pero al menos son imágenes de tamaño completo. El señor Macdonald encogió las cubiertas para que quepa en su libro de veintitrés centímetros. (NdelE: se refiere a la foto portada de este artículo, con el recorte original del álbum de la madre de la autora y la copia brillante del libro del señor Macdonald).

Muchas de las imágenes son claramente canadienses, mostrando tanto a nuestros hombres como a nuestras mujeres en uniforme. El papel de Canadá en tiempos de guerra a menudo se pasa por alto, por lo que esta colección es un pequeño tributo al tremendo esfuerzo de nuestro país.



¿Quién creó las portadas?

Las viejas portadas de Star Weekly son obras de arte. Los artistas que crearon estas hermosas portadas han sido en su mayoría olvidados. A menudo me he preguntado sobre los propios artistas. Durante la guerra, de 1939 a 1945, la revista intentó levantar la moral utilizando el sentimiento y el humor y contrató ilustradores. En aquellos días, podía obtenerse un ingreso respetable como ilustrador independiente o escritor de ficción vendiendo su trabajo a muchas publicaciones periódicas populares.

Algunas escenas de batalla espeluznantes de ilustradores masculinos como el británico Montague Black, eran imprescindibles en esos tiempos de guerra (aquí algunos ejemplos):


Arte de Montague Black

Además (como podemos cerciorarnos del material gráfico), al Star Weekly le encantaba las portadas dulces y sentimentales. Elizabeth Cutler era una artista especializada en escenas conmovedoras como la que muestra a la enfermera consolando al soldado canadiense herido o el soldado con su  novia, el militar junto a su familia...



Al igual que muchos otros colaboradores de Star Weekly, y a pesar del contenido patriótico canadiense, Elizabeth Cutler no era canadiense. Nació en 1888 cerca de Kiev y llegó a los Estados Unidos cuando era niña en 1890 con sus padres de apellido Kotlarsky.

Sus ilustraciones fueron vendidas a muchas publicaciones convencionales como el Star Weekly, y Elizabeth también hizo ilustraciones de calendario y pinturas al óleo originales, algunas de las cuales permanecen en la familia. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial en 1939, Elizabeth tenía 51 años. Aunque Estados Unidos aún no había entrado en la guerra, su agente logró vender varias de sus portadas al Star Weekly pensando en su audiencia canadiense.

 

Arte de la estadounidense Elizabeth Cutler para Star Weekly del Toronto Star.


Selección de otras portadas de

Star Weekly 




























 
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