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10 enero 2022

Los años 20 del siglo XX en la República de Weimar



por Tito Andino

Compendio de varias ponencias


La Constitución Republicana de Weimar, sucesora en 1919 del Segundo Imperio alemán, afloró lejos de la violencia que reinaba aún en un inestable Berlín tras la revolución alemana de 1918-1919 y, aunque rara vez reflexionamos sobre ello, legalmente en el contexto nacional e internacional seguía ostentando su oficial y pomposo nombre de Deutsches Reich - Imperio Alemán. 


La historia de la primera democracia en Alemania

Las preguntas ¿por qué fracasó el sistema democrático de Weimar?, ¿por qué Weimar se convirtió en un símbolo político lastrado, sinónimo de democracia fracasada en una sociedad moderna, consumida por enemigos internos y llegados al poder mediante unas elecciones?, serán respondidas en estas líneas.

La Gran Guerra y el Tercer Reich destacan antes y después que la denominada República de Weimar que fue "una república sin republicanos, devorada por la falta de consenso social, político y cultural en el momento de su constitución, sus contradicciones internas, su condición de potencia imperial derrotada y su fragilidad institucional. La Gran Depresión le daría el golpe de gracia, pero ya estaba herida desde su nacimiento".


Portan las letras del nombre de la empresa, pero ¿Quién lleva consigo el espíritu de la casa? caricatura de Th. Heine

Habría sido muy difícil, para el gobierno democrático de Weimar, sobrevivir sin hacer frente a las secuelas de una guerra devastadora, a las muchas crisis económicas, a los disturbios políticos y a la evolución totalitaria que siguió. Coexistir con la inestabilidad política, la desmovilización de decenas de miles de excombatientes, mutilados de guerra y afectados por el síndrome de estrés postraumático. A inicios de 1920 millares de veteranos de guerra mendigaban a menudo por las calles o buscaban ocupación. "Muchos de ellos indujeron una dinámica de embrutecimiento de la política, de traslación al ágora pública de los criterios del frente". 


Rebelión de Spartakus – Espartaquistas en Berlín, enero 1919


Cierto es que Weimar nació fruto de la revolución de 1919 y feneció con la toma del poder por los nazis en 1933. Su existencia fue, por así decirlo, efímera, una corta etapa intermedia pero rica en sucesos trascendentales. La República de Weimar, durante mucho tiempo ha sido considerada como un fracasado ensayo de democracia; sin embargo, los historiadores vienen revaluando al primer y auténtico gobierno democrático en la belicosa historia del Imperio Alemán (Deutsches Reich). Esta etapa caracterizada no solo por la ruda agitación política, además fue el tiempo en que brotó de manera audaz la cultura alemana, la experimentación y la libertad, no solo para Alemania, sino para la totalidad de las culturas europeas.

Las reflexiones de la escritora Sarah Zama, que continuará en posteriores posts, están plasmadas en su artículo "1920s Weimar Germany", confirma que "la república tuvo que luchar contra muchos y poderosos opositores, tanto de dentro como de fuera. Considerada como el enemigo de todos, el único responsable de la Gran Guerra, agobiada por un tratado de paz que fue realmente muy duro (aunque tal vez no tan destructivo como los alemanes creían en ese momento), Alemania estuvo aislada de la comunidad política y económica europea y mundial durante años. Alemania tuvo que aceptar el Tratado de Versalles y sus demandas punitivas, y fue la república quien tuvo que hacerlo, una vez que el Kaiser abdicó. Este pecado original nunca fue olvidado por los alemanes. Creó cualquier tipo de divisiones e inestabilidad dentro del parlamento, incluso entre los partidarios de la república".

La Gran Guerra había destruido las viejas costumbres, el viejo mundo. En toda Europa las formas de vida comenzaron a cambiar de manera apresurada, iniciando por las costumbres y comportamientos sociales, la vida agrícola dio paso a la industrial, los sistemas políticos mutaron dejado a la vieja nobleza detrás de nuevas y experimentales formas políticas. En Alemania, "estos cambios dramáticos no fueron culpa de la república, pero la inestabilidad y la inseguridad que provocaron se atribuyeron a la república y a la incapacidad del parlamento para crear cualquier forma de estabilidad, lo que en la mente de los alemanes se tradujo en debilidad, si no en traición absoluta".

La Alemania de Weimar bajo el signo de la debilidad institucional fue tolerada, más que aceptada, por buena parte de las élites tradicionales del imperio alemán (terratenientes, grandes industriales, altos funcionarios, militares) que minaron desde dentro su legitimidad, sostiene el historiador Xosé M. Núñez Seixas, quien acota, "la izquierda revolucionaria, en particular los comunistas, intentaron en 1919 el asalto al poder siguiendo la estela soviética, y no renunciaron a acabar con una república, a sus ojos, burguesa y acomodaticia con las élites de siempre. Desde el otro extremo, las distintas familias de la derecha radical, desde los cuerpos de milicias contrarrevolucionarias y nacionalistas hasta los emergentes nacionalsocialistas, pasando también por el más institucional Partido Nacional-Popular Alemán, aborrecían una república gobernada, a su juicio, por plutócratas judíos, antipatriotas y socialistas disfrazados. La inestabilidad económica de la primera mitad de los años veinte, cuya principal secuela fue la hiperinflación, y el impacto posterior de la Gran Depresión de 1929, que generó un masivo desempleo, se sumaron a las miopes exigencias de reparaciones económicas por parte de los vencedores de la Gran Guerra". 

Esa inestabilidad nacional cobraría su precio. Cansados de la inseguridad, ansiosos por un régimen que les diera un futuro que no pareciera inestable, los alemanes, como otras personas en Europa, pensaron que una dictadura parlamentaria podría ser la respuesta a sus preguntas. Un hombre fuerte al mando era mejor que una plétora de partidos democráticos que nunca encontraron un acuerdo sobre dónde llevar a la nación. El Tercer Reich estaba en ascenso, y la república no tenía la fuerza, ni la posibilidad, de oponerse a él...


Fotograma de la película muda alemana de 1927 'Metrópolis', género ciencia ficción, dirigida por Fritz Lang y realizada por la productora UFA.


Y, a pesar de todo, la Alemania de los años veinte fue la cuna del liberalismo y también del libertinaje. Las mujeres recibieron el derecho al voto. A los judíos se les concedió la ciudadanía plena. La homosexualidad ya no era completamente tabú. La psicología y la medicina evolucionaron respondiendo a las inquietudes por la Gran Guerra. Los físicos alemanes encabezaban la experimentación en una amplia gama de campos. Se innovó en todas las formas de arte; la literatura y la filosofía alemana influían. El cine alemán fue pionero de la época en el mundo occidental incluso hasta décadas después. La prensa estaba libre,  las críticas en los periódicos eran para todos, incluso en los espectáculos de cabaret fuertemente politizados. 

"El inquietante encanto de la República de Weimar" artículo escrito por Xosé M. Núñez Seixas (Revista de Libros) inicia preguntándose ¿Por qué sigue ejerciendo y fascinándonos la República de Weimar, 100 años después de que se aprobara su Constitución? Un encanto, si se quiere, un tanto morboso. 

En la década de 1920, Berlín era el corazón de Europa. Weimar, por su textura trágica, es una mezcla de rápida modernización y de  inautenticidad de lo moderno: fragmentación y auto-alienación. "Nos deslumbra y alecciona sus manifestaciones artísticas, predominantemente expresionistas, que encaran la deshumanización (Kirchner), el prefascismo (Brecht) y el maquinismo (Lang) con un cinismo distanciado y lúcido, siendo capaces de enfrentarse a lo que Walter Benjamin denominó «experiencias del umbral»".


Hannah Höch, cortada con el cuchillo de cocina dadaísta a través de la última época cultural alemana del vientre cervecero de Weimar, collage, técnica mixta, 1919-1920 (Nationalgalerie, Staatliche Museen, Berlín)


Parece extraño que tal vivacidad intelectual coincidiera con la inestabilidad económica y política. Existe la razón por la que iban de la mano, explica Sarah Zama:

"La guerra nunca terminó en la mente de los alemanes. En su mente y alma, siempre pensaron que habían sido tratados con desigualdad y tenían un fuerte sentimiento de que el tiempo de paz que estaban viviendo era solo una pausa en la guerra. Los hombres y mujeres que habían luchado en la Gran Guerra sintieron que el viejo mundo había terminado y que uno nuevo estaba cerca. Rechazaban todo lo que ofrecía el viejo mundo, el mundo al que los habían enviado murió en los campos de batalla, y estaban ansiosos por experimentar algo nuevo, por abrazar cualquier forma de vanguardia y experimentación. No tenían miedo de probar algo nuevo, ya que nada podía ser peor que lo que ya habían pasado".

En el excelente ensayo de Núñez Seixas se desmenuza dos obras clave para la comprensión de ese período. Ernst Bloch, en "Herencia de esta época" (Madrid, Tecnos, 2019) afirma que el nacionalsocialismo aprovechó la "herencia" cultural para instrumentalizarla a su favor y seducir al proletariado, mientras que el Partido Comunista Alemán, con un desmedido optimismo economicista confiaba en que las contradicciones del capitalismo darían al traste con él, en forma de revolución. Otro autor, Eric D. Weitz, en "La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia" (Madrid, Turner, 2019, 2ª ed.) señala que "parece que fuera una experiencia democrática indispensable en el camino hacia la dictadura más cruel y abominable". 

En las obras de éstos últimos historiadores citados se responden las frecuentes preguntas sobre el fracaso del sistema democrático de Weimar. Preguntas formuladas y explicadas de forma casi obsesiva por la intelectualidad germana durante decenios. "No podían entender por qué un país de una cultura excepcional, moderno y dinámico, había podido generar una hidra como la dictadura nacionalsocialista. La cuestión estaba y está condicionada por la constatación de una enorme paradoja. Por un lado, Weimar constituyó un período de excepcional vitalidad cultural, de liberación de mentes y espíritus, de secularización de la vida cotidiana y de eclosión de la modernidad. Son tres lustros dorados de las artes plásticas, la literatura, la arquitectura, la filosofía, la música y la creatividad en el cine. El Berlín pos-imperial se convirtió en una auténtica metrópoli de las artes y la cultura, pero también devino en un símbolo de la nueva alegría vital que invadía a las nuevas generaciones que habían vivido la barbarie de la Gran Guerra en el frente y la retaguardia. Weimar eran los cabarets berlineses, el arte irreverente de George Grosz, los edificios racionalistas de la Bauhaus, las reflexiones de pensadores tan dispares en sus planteamientos como Martin Heidegger u Oswald Spengler, la obra de escritores como Thomas Mann. La Alemania de Weimar asistió también a la nueva apoteosis del culto al cuerpo, a la liberación sexual y al ascenso de la mujer como en su nuevo papel de protagonista y dueña de sus propias decisiones" (Núñez Seixas).


Portadas de los libros de Ernst Bloch y Eric Weitz 

¿Quiénes sostenían la República? Apenas tres partidos, que se sucedieron en las distintas coaliciones de gobierno dentro de un parlamento inestable, debido en parte a la adopción de un sistema electoral proporcional que otorgaba representación a casi todos los partidos. (Partido Democrático Alemán, de matriz liberal; por otro, el partido católico-confesional del Zentrum y el Partido Socialdemócrata del cual escindió el Partido Comunista, además de otras fuerzas).

Weitz señala las amenazas al sistema republicano llegadas desde los extremos, pero no tiene duda en subrayar cuál era la fuente de mayor inestabilidad: la creciente radicalización de la extrema derecha. Era un espectro político diversificado, rejuvenecido con nuevas ideas, como la «revolución conservadora» del círculo Der Ring, el irracionalismo filosófico y la peculiar teoría cíclica de la historia de Oswald Spengler, las ensoñaciones racistas y el viejo antisemitismo renovado, que se unían a la reafirmación del carácter etnocéntrico del nacionalismo alemán y su veneración por principios como el Volk, el sustrato objetivo y etnocultural de la nación. Filósofos como Martin Heidegger, teóricos jóvenes como Carl Schmitt, escritores que cultivaban la mística de la violencia como Ernst Jünger, líderes respetables que actuaban de intermediarios con el mundo de las finanzas y la industria como Alfred Hugenberg, constituían la antesala del fenómeno que a partir de 1930 acabaría por convertirse en un tsunami que arrasaría con la República: la irresistible ascensión del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes y la creciente popularidad de su líder, Adolf Hitler. Un líder que, en la percepción marxista de Bloch, sabía engatusar a las masas obreras adoptando una falsa apariencia revolucionaria, sublimando en el mito del Tercer Reich todas las frustraciones de amplias capas sociales y prometiendo un cielo terrenal. En eso, Bloch no tenía reparos en denunciar la, a su juicio, miope estrategia política del Partido Comunista y del Partido Socialdemócrata, encerrados en un determinismo socioeconómico conforme al cual la burguesía y el capitalismo acabarían siendo devorados por las contradicciones del sistema. Con una prosa un tanto abstrusa, pero una mente lúcida, el pensador marxista entendía que Hitler, y los nazis en general, habían sabido convertir la «herencia» cultural e histórica del pueblo alemán en un arma de presente y de futuro, haciéndola prevalecer así sobre la supuesta lógica del materialismo histórico: sus rivales no supieron comprender la «dialéctica de múltiples matices» que acabó con la República de Weimar. (Núñez Seixas) 


El artista alemán Helmut Herzfeld, de la época de Weimar, conocido mundialmente como John Heartfield invitaba con sus obras a la resistencia conjunta contra el militarismo y el fascismo. En esta portada para un libro satírico de Kurt Tucholsky "Deutschland, Deutschland über alles", pone énfasis en la buena relación entre la democracia burguesa y el militarismo prusiano en la República de Weimar. Tucholsky, fue un importante crítico social alemán del siglo pasado. Pacifista radical, denunció muy temprano el peligro del nacionalismo militante, ganó notoriedad política al ser uno de los periodistas más agresivos y eficaces durante la República de Weimar. Tras caer Alemania en la barbarie, se suicidó el 21 de diciembre de 1935 en el exilio sueco. Si está interesado en repasar la obra artística de John Heartfield, haga click AQUÍ


Para terminar, este compendio, es interesante recomendar al lector que no ha visto aún la serie de televisión alemana "Babylon Berlin", una visión del mundo de Berlín en la época de la República de Weimar. El periodista Herien Wensink resume los años finales de ese periodo como una inmersión profunda en los años treinta alemanes, una época de excesos extáticos y oscuridad, "una era creativa sin precedentes, con el auge del expresionismo, revistas llenas de gente y éxtasis, discotecas prósperas, travestismo y libertad sexual. Pero, por supuesto, estos alegres excesos tienen un lado oscuro: prostitución, abuso de poder, corrupción y juego libre para la mafia. La joven democracia es inestable, el extremismo político va en aumento, el desempleo masivo conduce a una pobreza degradante. En la parte inferior de la escala, las personas a veces viven como animales, mientras que los ricos aburridos se entregan a las drogas, el sexo, el contrabando, el chantaje y la obsesión por lo oculto".


Zu Asche, Zu Staub (Babylon Berlin) - Fragmento - Subtítulos en español


Babylon Berlin tiene, con razón, una nota clave dramática y sombría en que Alemania puede derrumbarse al igual que el mercado de valores, aprovechado por los nazis para ir conquistando el territorio a la velocidad del rayo. La compleja historia política de Alemania está ingeniosamente entretejida, todas las fuerzas luchan por el poder político en el desgarrado Berlín: nazis, conservadores, rusos, comunistas, policía y mafia. La trama destaca el crimen, el asesinato y la venganza que se desarrolla en un escenario estéticamente impresionante. 

Y ese escenario recrearemos literariamente en posteriores entregas de Sarah Zama y su desafío histórico de la A a la Z sobre la República de Weimar.


Continúe la lectura AQUÍ 


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- Sarah Zama, "1920s Weimar Germany". Blog: The Old Shelter 

- Xosé M. Núñez Seixas, "El inquietante encanto de la República de Weimar", artículo para Revista de Libros (julio 2019)

La Voz de Galicia, "La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia», un ensayo ya clásico de Eric D. Weitz". Agosto 2019

Eric D. Weitz, "La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia", Madrid, Turner, 2019 (2ª ed.) 

Ernst Bloch, "Herencia de esta época", Madrid, Tecnos, 2019

Willem Peeters, "Ondergang van de Weimarrepubliek" (Desaparición de la República de Weimar), artículo original en neerlandés para HISTORIEK, noviembre 2020


Alvaro Soto, "El sueño frustrado de Weimar", artículo para el sitio web Burgosconecta, julio 2019

Sarah Zama, "A-to-Z challenge about the history of Weimar Germany", Blog: The Old Shelter. 2018

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