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20 enero 2018

SINARQUISMO: Una visión para principiantes en Video (II)















En la presente entrega colgaremos un par de interesantes videos que servirán de guía para los interesados en la temática del sinarquismo y las crisis económicas y políticas actuales en Europa. Muchas veces suele ser mejor este tipo de material, ya que hay gente que no le gusta leer pero siente interés por el tema. 

Una conspiración mundial judía? No. Tampoco podemos negar que poderosos judíos "cortan el bacalao", forman parte de una conspiración que es más grande que una simple alianza sectaria bautizada míticamente como ‘La Gran Conspiración Judía’

Los dueños del mundo son una élite corporativista, los metagrupos, la Gran Banca, la oligarquía financiera-industrial, el complejo militar - industrial, producto de múltiples alianzas sin distinción de razas, religión o política. 

Es una alianza de empresarios y banqueros judíos, sí, pero que aúnan en iguales condiciones sus esfuerzos junto a cristianos de toda confesión, agnósticos, masones, musulmanes, hindúes, budistas, taoístas, etc. Todos unidos por su poder económico-industrial-político en el mundo.  

De existir una pirámide de poder, no sería como la típica mafia criminal con un capo en la cumbre, mucho menos un Rex Mundi.  Estamos hablando lo que se denomina, y con mucha razón, EMPRESA MUNDIAL S.A., donde todos velan por sus intereses, se reparten zonas de influencia, comparten el botín, en este caso, los recursos naturales de las naciones y el control del sistema financiero mundial, planifican el futuro de la humanidad y destruyen a sus detractores mediante las guerras. 

¿Acaso piensan que un exclusivo y reducido grupo de poderosos conspiradores judíos, basados en tradiciones religiosas y racistas, podrían lograr conquistar el mundo, sin que el Imperio Británico o sus actuales testaferros norteamericanos, es decir, los supremacistas "blancos" permitan a una raza semita dominarlos?. 

Los nazis con todo el poder aglutinado no lo consiguieron por una razón, se desviaron del plan sinárquico para controlar Europa. Las locuras de su ‘Nuevo Orden’ que debería ser regido por una raza de superhombres arios, asesinos, místicos y enajenados que conjuraban los espíritus de otros “mundos”, para una lucha mítica entre la luz y la obscuridad (el bien contra el mal, según su visión), tenía que ser detenida por sus propios creadores. Durante algún tiempo, ese otro “mundo” gobernó parte del orbe. Los nazis desviaron los fundamentos por los cuales fueron elevados al poder y, como dejaron de ser útiles por sus sandeces, su reinado de terror debía sucumbir, para dar paso a otros métodos más “sutiles” de control

Y ese mundo actual de control: La asociación de la industria, la banca, el comercio mundial, manipulando la política, será contemplada en los videos siguientes. 

Gracias por su deferencia. 

T.  Andino

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VIDEOS DE DANIEL ESTULIN



Sinarquía, la pirámide del mundo

Daniel Estulin nos invita a ver el modelo sinarquista del mundo contemporáneo. La sinarquía creó a Mussolini, Hitler y casi todos los dictadores europeos del siglo XX, fue la Sinarquía que creó el ‘Club Bilderberg’, el brazo político de la OTAN. ¿Qué es lo que los sinarquistas pueden "regalar" al mundo ahora?





Los legados del Tercer Reich

El Tercer Reich hitleriano cayó en 1945. Pero las ideas y las metodologías de aquel período todavía existen y se emplean con éxito. Esta vez, Daniel Estulin afirma que la oligarquía financiera estableció en Europa un "gobierno supranacional", implementando políticas económicas fascistas y un embrión del nuevo fascismo político.


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23 abril 2019

Analizando "Wall Street y el ascenso de Hitler"





Por Tito Andino U.
basado en el libro:
“Wall Street and the Rise of Hitler”
de Antony C. Sutton (y otros apuntes)



Este primer ensayo (vendrán otros) ha sido posible con la ayuda de los libros del destacado profesor, historiador y economista británico, Antony C. Sutton (1925 -2002), investigador de la Universidad de Stanford (Fundación Hoover) y profesor de economía en la UCLA (Universidad de California en los Ángeles). Sus estudios sobre la inversión occidental en la extinta URSS con capital y tecnología destapó la curiosidad de varios teóricos de la “conspiración”. Su trabajo “Western Technology and Soviet Economic Development” (Tecnología occidental y desarrollo económico soviético) consta de tres tomos, en el afirma que el 95% de la infraestructura industrial soviética fue montada con ayuda técnica occidental y que el financiamiento fue concedido por préstamos de los Estados Unidos y otros  gobiernos de Europa. 

Sus posteriores trabajos: “Wall Street and the Bolshevik Revolution” (Wall Street y la Revolución Bolchevique); “Wall Street and the Rise of Hitler” (Wall Street y el ascenso de Hitler); y, “Wall Street and FDR” (Wall Street y Franklin Delano Roosevelt), profundizan no solo en las altas finanzas de Wall Street para desarrollar tanto la economía soviética como el ascenso de los nazis y de Roosevelt, su intención -naturalmente- conquistar grandes beneficios económicos. 

Uno de los trabajos más conocidos del profesor Sutton es su libro “America's Secret Establishment: An Introduction to the Order of Skull & Bones” (Los secretos del Establishment Americano: Una Introducción a la Orden de los Skull & Bones). A raíz de su análisis sobre la Orden de los ‘Skull & Bones’ se le catalogó como conspiranoico

La primera parte de "Wall Street and the Rise of Hitler" detalla la "construcción de los carteles alemanes a través de los Planes Dawes y Young en los años veinte. Estos carteles eran los mayores partidarios de Hitler y el nazismo, y fueron directamente responsables para llevar a los nazis al poder en 1933". (American IG Farben, General Electric, Standard Oil of New Jersey, Ford y otras empresas americanas). La segunda parte documenta concienzudamente la forma de financiación.




El libro explora los orígenes del nazismo, la introducción precisa que no sólo los industriales alemanes financiaron el ascenso nazi, el "honor" también corresponde atribuirle a las altas finanzas de Wall Street. El autor tiene un gran mérito para el estudio económico del nazismo, se apoyó en los archivos de los Tribunales Militares de Nuremberg, "un área de investigación histórica totalmente inexplorada por el mundo académico", hasta ese entonces. 

La obra analiza la capacidad de producción de empresas como IG Farben y otras que elaboraban desde explosivos hasta el gas ‘Zyklon B’, eso solamente fue posible gracias a los créditos concedidos por el “Plan Dawes” y la exportación de tecnología norteamericana. Así como otros temas referentes a las grandes empresas alemanas subsidiarias o relacionadas con las corporaciones estadounidenses en la producción de gasolina sintética.

El profesor Sutton fue pionero e inspiración para que futuras investigaciones profundicen el estudio sobre las grandes corporaciones norteamericanas que trabajaron codo a codo con sus subsidiarias alemanes en plena guerra mundial. Pierre de Villemarest, periodista francés expresó que "Sutton fue el único autor que escudriñó en los contratos gracias a los cuales los totalitarismos nazi y soviéticos han podido vivir y sobrevivir económicamente". Richard Pipes, ex analista de la CIA y profesor de Harvard enfatizaba en “Survival Is Not Enough: Soviet Realities and America's Future” (1984) que "Sutton llegó a conclusiones incómodas para muchos empresarios y economistas. Por esta razón su obra tiende a ser desestimada como extremista o, más a menudo, simplemente ignorada"

Otros autores que destacan por su investigación en la temática son, por mencionar algunos: Edwin Black en "IBM and the Holocaust: The Strategic Alliance between Nazi Germany and America’s Most Powerful Corporation (2001) (IBM y el Holocausto: La alianza estratégica entre la Alemania nazi y la corporación más poderosa de Estados Unidos); Walter Hofer y Herbert R. Reginbogin, en "Hitler, der Westen und die Schweiz 1936–1945" ( 2002) (Hitler, Occidente y Suiza 1936-1945); Reinhold Billstein, Karola Fings, Anita Kugler y Nicholas Levis, en "Working for the Enemy: Ford, General Motors, and Forced Labor during the Second World War" ( 2000) (Trabajando para el enemigo: Ford, General Motors y el trabajo forzado durante la Segunda Guerra Mundial); James y Suzanne Pool en "Who financed Hitler". (Quién financió a Hitler) con el subtítulo "Cómo construyó Hitler la base de la que surgiría el III Reich... a través de sociedades interpuestas, sobornos y chantaje" (1981). También es interesante citar Research Findings About Ford-Werke Under the Nazi Regime (Dearborn, MI: Ford Motor Company, 2001) (Resultados de la investigación sobre Ford-Werke bajo el régimen nazi). 


Un fotomontaje de la época, su autor John Heartfield, sketch para el cartel: "Fritz Thyssen juega con el títere Adolf Hitler", 1933 publicado en la revista alemana AIZ (Allgemeine Illustrierte Zeitung) de tendencia comunista. El texto dice: ¿Herramienta en la mano de dios?... Juguete en la mano de Thyssen!


De forma contundente, Sutton afirmaba, por citar un caso, que sin Wall Street nunca habrían visto luz empresas como IG Farben o personajes como Hitler. Casos tempranos, como del industrial Fritz Thyssen, ya aportaban dinero a Hitler y a los nazis desde 1923, hecho admitido en sus memorias “Yo financié a Hitler” (1941); y, no lo hizo porque le caía bien o porque era un "raro" político, su función como gran industrial era, imperativamente, acabar con el radicalismo del movimiento obrero que estuvo a punto de triunfar durante el periodo revolucionario tras la derrota en la Gran Guerra, el grupo de Hitler brindaba esa garantía.

No solo vale la pena, es necesario volver a destacar un fragmento del maestro Eduardo Galeano en su obra “Espejos: una historia casi universal”, titulado "Los amigos de Hitler", una corta y soberbia explicación que describe la fusión entre las transnacionales de los Estados Unidos y Alemania, bajo complicidad de la iglesia y la también sacrosanta banca suiza. Sin esa asociación internacional la toma del poder por parte del nazismo y el posterior sometimiento de Europa no hubiese sido plausible. Leamos brevemente a Eduardo Galeano:

“Los amigos de Adolf Hitler tienen mala memoria, pero la aventura nazi no hubiera sido posible sin la ayuda que de ellos recibió.
Como sus colegas Mussolini y Franco, Hitler contó con el temprano beneplácito de la Iglesia Católica.
Hugo Boss vistió su ejército.
Bertelsmann publicó las obras que instruyeron a sus oficiales.
Sus aviones volaban gracias al combustible de la Standard Oil (hoy Exxon y Chevron), sus soldados viajaban en camiones y jeeps marca Ford.
Henry Ford, autor de esos vehículos y del libro El judío internacional, fue su musa inspiradora. Hitler se lo agradeció condecorándolo.
También condecoró al presidente de la IBM, la empresa que hizo posible la identificación de los judíos.
La Rockefeller Foundation financió investigaciones raciales y racistas de la medicina nazi.
Joe Kennedy, padre del presidente, era embajador de los Estados Unidos en Londres, pero más parecía embajador de Alemania. Y Prescott Bush, padre y abuelo de presidentes, fue colaborador de Fritz Thyssen, quien puso su fortuna al servicio de Hitler.
El Deutsche Bank financió la construcción del campo de concentración de Auschwitz.
El consorcio IGFarben, el gigante de la industria química alemana, que después pasó a llamarse Bayer, Basf o Hoechst, usaba como conejillos de Indias a los prisioneros de los campos, y además los usaba de mano de obra. Estos obreros esclavos producían de todo, incluyendo el gas que iba a matarlos.
Los prisioneros trabajaban también para otras empresas, como Krupp, Thyssen, Siemens, Varta, Bosch, Daimler Benz, Volkswagen y BMW, que eran la base económica de los delirios nazis.
Los bancos suizos ganaron dinerales comprando a Hitler el oro de sus víctimas: sus alhajas y sus dientes. El oro entraba en Suiza con asombrosa facilidad, mientras la frontera estaba cerrada a cal y canto para los fugitivos de carne y hueso.
Coca-Cola inventó la Fanta para el mercado alemán en plena guerra. En ese período, también Unilever, Westinghouse y General Electric multiplicaron allí sus inversiones y sus ganancias. Cuando la guerra terminó, la empresa ITT recibió una millonaria indemnización porque los bombardeos aliados habían dañado sus fábricas en Alemania”.

Siglo XXI Editores (España Madrid, 2008)



Lo que comúnmente denominamos fascismo no surge de las bases populares ni marginadas, tampoco de la clásica pequeña burguesía, surge del monopólico poder económico e industrial ante el advenimiento de corrientes sociales que perturban al sistema capitalista.

El Imperio hitleriano no es una aparición espontánea, no estaba opuesto a las potencias occidentales que le impusieron el Tratado de Versalles, porque todos eran conscientes que Alemania no podría pagar las obligaciones contraídas, pero el kit del asunto no era "cobrar deudas" sino manejar su economía; por tanto, basta de buscar el quinto pie al gato, el nazismo, dentro del Imperio Alemán de posguerra, fue una creación del sinarquismo, un moderno ensayo internacional de la industria y la banca para manejar un estado (ya lo venía haciendo en otros lugares desde la Revolución Francesa). 

El "Socialismo Corporativo" es una temática que aborda el profesor Sutton, es decir, el sometimiento de la sociedad civil al control totalitario del Estado (algunos le denominan fascismo), que, a su vez, depende de la gran banca y la industria (al sinarquismo, hoy suele denominarse Complejo Militar - Industrial). Otros notables estudios concluyen con similares análisis. En sus libros, ha podido -sin mencionar nunca el término sinarquismo- descifrar el misterio, el punto real del problema: 

"Cualquier cosa que usted llama sistema colectivista - socialismo soviético, socialismo del Nuevo Trato, socialismo corporativo, o nacional socialismo - es el ciudadano medio, el tipo en la calle quien finalmente pierde de vista a los muchachos que ejecutan la operación en la cima".

Anthony Sutton se pronunció siempre como partidario del libre comercio ante esquemas como el corporativismo y los grandes lobbies. 

"Cada sistema, en su propia manera, es un sistema de pillaje, un dispositivo orgánico para hacer vivir a todos (o intentando vivir) a costa de todos los demás, mientras los líderes elitistas, los gobernantes y los políticos, revenden la crema desde la cima. El papel de esta élite americana de poder en el ascenso de Hitler también debe verse junto con un aspecto poco conocido del hitlerismo que se explora sólo ahora: los orígenes místicos del nazismo, y sus relaciones con la Sociedad de Thule y con otros grupos misteriosos... extrañan un elemento igualmente tan importante como los orígenes financieros del Nacional Socialismo".

Si, en muchos sentidos, el nazismo dependió de las decisiones místicas de sus líderes, había que esperar que el Dr. Goebbles consulte el horóscopo, que Himmler conjure al Rey Heinrich (el Cazador), que Hitler "levite", que el excéntrico Hess se ponga en contacto con el más allá, etc.; mientras Hjlmar Schacht vivía con los nervios destrozados coordinando los temas banales de la economía. 

El nazismo puede ser explicado como fenómeno social, cultural, político, económico, etc., incluso se puede atribuir su origen al Tratado de Versalles, a la depresión, a la inflación, al auge del comunismo y a otras muchas cosas, todos esos factores y muchos más tienen importancia, se interrelacionan. No obstante, el elemento crucial para entender el nazismo es la medida en que, deliberadamente, activó el impulso religioso del pueblo alemán. 


"Fue la dimensión religiosa del nazismo la que inspiró el dinamismo, el fanatismo histérico, la energía y la ferocidad demoníacas. Cabría argüir que el Tercer Reich fue el primer estado de la historia de Occidente, desde la antigua Roma, que se basó fundamentalmente, no en principios políticos, económicos o sociales, sino en principios religiosos, en principios 'mágicos'. Y más que un político, más incluso que un demagogo, el que se proclamaba su líder era un hechicero".


Volvamos al tema central. Suele ser inexplicable para muchos que Wall Street haya apoyado la caída del zar ruso y la ascensión de Hitler, así como un difícil rompecabezas de armar entre Wall Street y personajes tan dispares como Lenin y Hitler, a quienes financió y finalmente convirtió en feroces adversarios, originando la segunda guerra mundial. De este tipo de circunstancias se valen, con relativo éxito, los "revisionistas" y apologistas de la gran conspiración mundial judío-masónico-comunista.

Tampoco seré yo quien niegue que muchos (bastantes) mozos de la banca internacional son judíos, por supuesto que sí, es verdad. En los Estados Unidos los banqueros judíos representan política y económicamente un lobby de influencia directo en el poder, innegable. Pero, a estas alturas del siglo XXI seguir creyendo en el embuste conspiranoico nacido de la propaganda nazi sobre la gran conspiración “judeo-masónico-comunista” es algo que debe producir risa más que preocupación, a pesar del tiempo transcurrido y las evidencias, sigue siendo muy popular en Hispanoamérica. 

Los neonazis son "buenos nacionalistas” y como tales siguen lamentándose que las crisis hayan provenido fuera de Alemania (que no es su país). Una especie de laguna mental opera en sus reducidos cerebros y no comprenden que gran parte de la financiación del movimiento nazi provenía del extranjero, sus mandos percibían remuneraciones en moneda extranjera. 


"Los únicos apellidos que hoy asociamos a los nazis son Goebbels, Goering, Himmler, Keitel, Rommel, Hess... Pero no son todos; ni siquiera son los más importantes. Esos eran los que cobraban, pero ¿quién puso el dinero para pagarles a ellos?
Los nazis que en 1939 desataron la Segunda Guerra Mundial tienen apellidos alemanes tanto como estadounidenses. Eran financieros como Du Pont, Morgan, Rockefeller, Lamont y otros. A ellos se les podían añadir los nombres de los industriales, como Henri Ford, condecorado por Hitler, así como los suizos, que cumplieron un papel propio tanto como intermediario.
Por eso nadie investiga el viaje de Hitler a Zurich en 1923 y el dinero que allí le entregaron (posiblemente Henry Deterding, el patrón de la petrolera Shell) para dar el Golpe de Estado de aquel año. Tampoco pregunta nadie por la entrevista entre Hitler y el financiero británico Norman Montagu un año antes de llegar a la Cancillería. A nadie le suena el nombre de Wilhelm Gustloff, un banquero suizo que, a la vez, era dirigente de primera hora del aparato nazi en el exterior. Tampoco suena el nombre de Max Warburg, director de IG Farben, cuyo hermano era el director del Banco de Reserva Federal de Nueva York, Paul Warburg". (Juan Manuel Olarieta.- Fascismo e imperialismo: el mito de la ‘autarquía’ del III Reich)


Parte del material recopilado por el profesor Sutton, de forma metódica es utilizado abusiva y desinformativamente por pseudo historiadores que publicitan la ideológica nazi, el cometido es tergiversar y modificar, con fines propagandísticos, el basto cúmulo de información que nos legó. Curiosamente, el "revisionismo" neo nazi "olvidó" la existencia del libro “Wall Street y el Ascenso de Hitler”, no es, ni por broma, citado por el fanatismo neonazi que nos bombardea, únicamente, con las publicaciones sobre la financiación a los soviets. 

En este breve reportaje no estudiaremos el modus operandi de Wall Street, ni analizaremos el 'gran viraje de Hitler" hacia el camino de la guerra, al mismo tiempo que permitía que las subsidiarias alemanas de las grandes corporaciones estadounidenses siguieran produciendo materiales para su lucha por el "espacio vital" (vendrán dos artículos más). 

Ponemos a consideración del lector, en la sección Libros en PDF (barra lateral derecha del blog) la obra completa del investigador británico en su versión castellana. 


La justicia Aliada de posguerra



En la introducción de "Wall Street y la Ascensión de Hitler", subtitulado "Facetas inexploradas del nazismo" se describe la obra de Stewart Martin, "Todos Hombres Honorables" (1950), Martin fue Jefe de la Sección Guerra Económica del Departamento de Justicia y estudió la estructura industrial nazi

"Martin afirma que hombres de negocios americanos y británicos consiguieron ser nombrados en posiciones clave en esta investigación de posguerra para desviar, ahogar y embozar la investigación de los industriales nazis y así mantener oculto su propio compromiso"

Tras la posguerra era común encontrar gente "respetable" que defendían a los hombres de negocios alemanes bajo un manto de inocencia y ninguna complicidad con el régimen nazi. Según Martin eso tenía un propósito, "un esfuerzo convenido para proteger a hombres de negocios nazis" que necesariamente sirve para 

"proteger los elementos colaboradores del negocio americano y británico...Los hombres de negocios alemanes podrían descubrir muchos hechos incómodos: a cambio para protección, ellos dijeron muy poco. No es indudablemente coincidente que los industriales de Hitler en el juicio de Nuremberg recibieron menos de una palmada en la muñeca".

Recordemos que el delegado alemán en el Banco de Pagos Internacionales era el presidente del Reichsbank y financiero de Hitler, Dr. Hjalmar Horace Greeley Schacht. Schacht, junto a Ernst "Putzi" Hanfstaengl eran la conexión Wall Street - Alemania nazi.  



La existencia de un grupo complaciente con los nazis está demostrado, se hallaban enquistados en el sector financiero-industrial. Grandes hombres de negocios alemanes, de la Europa occidental y de los Estados Unidos de América lucraron inmensamente gracias a su alianza con los jerarcas nazis desde antes que estos asuman el mando y hasta los últimos días de Hitler. 


No solo amasaron fortunas en los mercados sino que especularon con el complaciente capitalismo fascista -corporativismo- impuesto por Hitler y sus “sabios” de la economía. 

Hace algunos meses en este blog publicamos un excelente artículo sobre Las elites nacionalsocialistas y los asesinos de despacho , allí se detallan las hazañas de ciertos personajes de la industria alemana y la macabra forma en que las autoridades de control aliado perdonaron a decenas de criminales arropados en un blindaje de impunidad: "industriales". La mayoría pasaron cortas vacaciones en un hotel con rejas, luego fueron liberados y llamados a reconstruir Alemania, las víctimas alemanas y europeas fueron rápidamente olvidadas.

El muy conocido Fritz Thyssen, fue uno de los tantos ejemplos de la benevolente justicia Aliada (Occidental), bajo el pretexto de haber "roto relaciones" con Hitler antes del estallido de la guerra, no obstante sus industrias siguieron produciendo y trabajando para el régimen; el pobre Thyssen la pasó mal un tiempo, primero los nazis lo encarcelaron, tras ser liberado en 1945 por los estadounidenses, tuvo que contemplar estupefacto como se ordenaba la liquidación de su complejo industrial, acto que no duró mucho tiempo, la Justicia Aliada lo perdonó y volvió a lo que sabía, la industria del acero, junto a otra familia caída en desgracia, los Krupp. Casos similares se cuentan por decenas.


John J. McCoy, abogado, político y banquero, Subsecretario de Guerra de los EEUU durante el conflicto mundial, además, segundo presidente del Banco Mundial - marzo 1947 a junio 1949-. Nombrado Primer Alto Comisionado de Estados Unidos para Alemania, en septiembre de 1949, función que ostentó hasta agosto de 1952, lapso suficiente para ser conocido como el "Virrey de la naciente Alemania Occidental". 

McCoy es el hombre que conmutó las sentencias de los criminales nazis que pertenecían a la banca e industria alemana. Contrario a lo que dicen algunas fuentes, McCloy consultó a Washington si estaba facultado para revisar las sentencias condenatorias de los diferentes procesos de los Tribunales Militares para juzgar a los criminales de guerra alemanes (Konrad Adenauer, el nuevo canciller alemán lo apoyaba). Muy pronto recibió el visto bueno, entonces creó una figura jurídica denominada 'Comité de Clemencia sobre los Criminales de Guerra Nazis'


Desde enero de 1951 McCoy se encargó personalmente en dejar sin efecto las sentencias contra industriales y banqueros nazis encarcelados y condenados, hasta conmutó algunas sentencias de muerte (el espectro de esta revisión no solo concernió a los baqueros e industriales, se amplió a los médicos de los campos de exterminio, a varios notorios criminales de las SS y militares de la Wehrmacht). 

Un excelente reportaje de "El Confidencial", relata como

"en junio de 1950, en una sala de la prisión de Landsberg, Alemania, ocho presos con su uniforme de rayas rojas se reunieron alrededor de una mesa para planificar el incremento de producción de la cuenca del Rhur​. Envueltos entre el humo de los puros americanos y bien provistos de los mejores vinos y de manjares traídos del exterior como fruta fresca, lujos inconcebibles entre rejas, trazaron tranquilamente las directrices a seguir, tal y como habían realizado tan sólo cinco años antes a las órdenes de Adolf Hitler. Presididos por Alfred Krupp se trataba, sencillamente, del consejo de dirección en pleno de la corporación Krupp, la misma que había servido al Tercer Reich y colaborado en la consecución de la Solución Final, el motivo por el que estaban confinados en Landsberg. Todos habían sido hallados culpables durante los Juicios de Nuremberg y condenados a 12 años de cárcel".


EPÍLOGO

Hemos repasado antes un escabroso tema, la "economía nazi", explicamos la famosa fórmula aplicada -la de verdad- en la era hitleriana, la economía de compulsión (zwangswirtschaft) en El "Trono de Oro" y otros mitos de la economía nazi

En el mercado, perdón... en internet, el lector puede encontrar cientos de "artículos" relacionados con los nazis y sus "virtudes" económicas. Tenemos aquellas páginas neonazis que aplican el clásico "copio y pego", se rasgan las vestiduras para "demostrar", citando a Salvador Borrego y otros "revisionistas" (aunque no demuestran nada), como la Alemania nazi sobrevivió largos años mediante el "trueque"; hay otros que afirman que si... vale, que hubo aportes de industriales pero insignificantes; otros de plano, declaran "bajo juramento" que su amado führer jamás se ensució sus santas manos con dinero proveniente de la "banca internacional" ("judía" por descontado). En fin, cada neonazi defiende a su amo a su manera.

De nada sirve todo aquello. No seamos tan duros con estos pelafustanes, un poco de justicia histórica (que ellos jamás nos brindarán). Al no estar capacitados ni moral ni intelectualmente, les daremos una pequeña lección. 

El trueque, no en el sentido que los neonazis tratan de vendernos gato por liebre, es una figura jurídica que opera universalmente, no es invento hitleriano, como tampoco lo fueron las transacciones, sobre todo de petróleo que hicieron los nazis, no hay nada de originalidad en ello. Los neonazis hablan de "trueque" que jurídicamente es muy diferente a lo que hacían los nazis. 

Desde mucho antes de 1930 los gobiernos alemanes, ante la dura crisis mundial, aplicaron el comercio de compensación ante la escasez de divisas. Al menos -en teoría- el sistema consistía en intercambiar mercancías equivalentes, pero no podía operar siempre con temas tan variables como el petróleo, para el cual debían suscribir contratos de permuta. Se impulsó el comercio bilateral (en especial con el sureste de Europa) y Latinoamérica; por ejemplo, en 1932 ya se planteó a "México la propuesta de venderles materias primas (petróleo, café, arroz, plata) a cambio de maquinaria, tal como la URSS, Brasil y Venezuela lo hacían ya con Alemania. En la proposición se señalaron las virtudes del acuerdo para México, a la sazón sin capital para realizar varios proyectos de industrialización e importación de camiones de motores diesel, plantas hidroeléctricas" (este proyecto, al igual que otros, no llegó a cristalizarse). No obstante el interés alemán por el comercio de compensación con México continuó a lo largo de 1932 para intercambiar productos naturales mexicanos por manufacturas alemanas. Otro ejemplo fue aquel en que la casa Gebrüder Levysohn presentó una oferta para vender a México diez camiones de carga modernos, usados, por un valor de 325.000 francos suizos, a cambio, la casa pedía bencina o animales. 

Como vemos, nada es inventiva nazi. Hitler continuó esas políticas económicas; característico en él, se apoderó de los programas de otros. Desde 1933, asumió el control del comercio exterior e introdujo algunas variantes al sistema de compensación y liquidación (clearing)"consistente en sustituir la compraventa con divisas por un trueque institucionalizado, supervisado por el gobierno y realizado a través de las cuentas especiales para extranjeros en pagos en el interior, valuadas en marcos de compensación o ASKI (siglas, en alemán, de las cuentas especiales extranjeras para pagos en el interior)". 

Gracias a este comercio, Alemania adquirió mercancías sin sacar divisas de su territorio, extendiendo su influencia, pero sigue siendo muy relativo ese papel en Latinoamérica, el destino de las permutas era muy variable. 

En 1934 Hitler reguló el comercio y los pagos a través del sistema de compensación y la subvención de las exportaciones. Alemania buscaba en América Latina controlar los negocios del área y la obtención inmediata de víveres y materias primas por medio de permutas (entre 1933 y 1939 Alemania firmó convenios con varios países latinoamericanos). Pero, en general el programa fue insignificante ante los niveles del comercio mundial - los nazis a toda costa solo pretendían conservar sus divisas -.

Para concluir esta primera entrega, a su disposición el siguiente e ilustrativo video, una entrevista al Dr. Antony Sutton.

Video:



Wall Street, Nazis y La Revolución Bolchevique

Entrevista con subtítulos en castellano



Ir a la segunda parte.


Profits über Alles! Corporaciones Americanas y Hitler


Algunos temas consultados:

- Fascismo e imperialismo: el mito de la ‘autarquía’ del III Reich.- Juan Manuel Olarieta
- Las grandes compañías que colaboraron con la Alemania nazi de Hitler
- McCloy, el 'virrey' americano que liberó a los empresarios de Hitler
- El comercio de compensación germano-mexicano (1933-1942)

18 julio 2018

Las elites nacionalsocialistas y los asesinos de despacho





Una escalofriante realidad, los asesinos de despacho nazis sobrevivieron en su gran mayoría a la guerra, algunos comparecieron a juicio por ser autores de la normativa que permitió los crímenes contra la humanidad; otros, amparados bajo el manto de la impunidad e inmunidad de pertenecer al selecto círculo de los grandes banqueros e industriales, con fuerte influencia política, y como excepción, comparecieron ante un tribunal por ser autores, cómplices y encubridores de genocidio y del saqueo de Europa.

Hoy conoceremos la historia de dos hombres -Werner Best y Albert Speer- un par de ejemplos de los cientos de casos de verdaderos criminales de despacho que sobrevivieron a la Alemania nazi y tuvieron un futuro próspero, muchísimos ni siquiera comparecieron ante un Tribunal para ser juzgados por crímenes de guerra y contra la humanidad (salvo excepciones como el mismo Speer).


    Werner Best y Albert Speer


por Bernd Martin
RdL (Revista de Libros)


En su acusación de 1972, la fiscalía de Berlín describió a Werner Best –en su día el tercer hombre después de Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich dentro del aparato de terror nacionalsocialista– como «por sus características y posición uno de los nacionalsocialistas más importantes y ejemplo de asesino de despacho». Un veredicto tan inequívoco y oficial no existe sobre Speer, el arquitecto estrella y eficaz ministro de armamento y producción de guerra de Hitler. Ambos, casi de la misma edad, pasaron por geniales organizadores en el Tercer Reich, cada uno en su campo y a su modo. Además, siendo ambos de los pocos supervivientes de las elites dirigentes nacionalsocialistas, consiguieron introducir su destacada posición en la discusión histórica general sobre el Tercer Reich después de 1945.

Si Best, el mayor de los dos (nacido en 1903, se había extendido en numerosos escritos antes y después de 1933 sobre el carácter del Estado autoritario del Führer y el cometido de la policía en el Estado nacional, mostrándose por tanto como teórico nacionalsocialista, Speer, el más joven (nacido en 1905), estaba libre de tal falta. Entregado por completo al delirio y las tentaciones de la técnica y lo fáctico, Speer no había encontrado tiempo para teorizar, y sólo en la prisión de Spandau comenzó a escribir y justificar su actividad. A pesar de ello, había sido un asesino de despacho jurídicamente perseguible, toda vez que dirigió a 70.000 colaboradores en el momento cumbre de su poder, siendo incluso más influyente y responsable de más víctimas que el jurista administrativo Werner Best, menos afamado y fuera de las candilejas políticas.

El año pasado (1996) aparecieron en Alemania tres libros de historia contemporánea que han provocado de nuevo acaloradas discusiones sobre los responsables de la muerte de millones de judíos europeos. Después de cincuenta años aún no ha concluido la búsqueda de los asesinos, y ahora la segunda generación aborda los crímenes de sus abuelos, sacando a la luz diferentes grados de implicación individual o del pueblo alemán en su conjunto, lo cual, en muchos aspectos, se parece a una dolorosa revaluación del genocidio. Daniel Goldhagen y su polémica obra Hitler's willingexecutioners. Ordinary germans and the Holocaust (Hitler y sus verdugos voluntarios. Los alemanes normales y el Holocausto) pertenecen a esta segunda generación. Ya veinte años antes, su padre, Erich Goldhagen, había definido el antisemitismo de las clases dirigentes nacionalsocialistas como un sucedáneo religioso que prometía la redención. El hijo sólo tuvo que dar el paso hacia la culpabilización colectiva de todos los alemanes –aunque desde entonces haya corregido parcialmente su juicio y admitido ciertos sesgos, sobre todo en la utilización de las citas. Pero la culpabilización colectiva, ya incluida en abril de 1945 en las directivas de la ocupación americana, y que deriva en su origen de una representación puritana de la culpabilidad, no ha contribuido sustancialmente al esclarecimiento de los hechos, ni al final de la guerra ni cincuenta años más tarde. Puesto que, si todos eran culpables, en el fondo no lo era nadie, sino que todos resultaron –y eso es lo que, de hecho, creyó la mayoría de los alemanes en la posguerra– más o menos víctimas de una catástrofe o de un seductor demoníaco, Adolf Hitler.

Frente a esto, la discusión sobre la responsabilidad de las elites funcionales de primera línea (como Speer y Best, pero también los «Gauleiter», como Arthur Greiser en el Wartheland), y de segunda línea (como los ejecutores, los comandantes de los campos de concentración, sus verdugos y los «hombres normales» en los batallones de policía y las Unidades de Acción [«Einsatzgruppen»]) lleva a resultados muchísimo más específicos. Entre las muchas publicaciones orientadas hacia esos responsables, los estudios biográficos que presentan Ulrich Herbert sobre Best y Gitta Sereny sobre Speer han encontrado la mayor resonancia, aunque sea en círculos distintos.




Los historiadores académicos celebraron el libro de Ulrich Herbert, profesor de historia de la Universidad de Freiburg, como el comienzo de una nueva época en la investigación del nacionalsocialismo. Por el contrario, el enfoque psicologizante de la publicista británica de origen judío-magiar Gitta Sereny no siempre ha encontrado aprobación académica, aunque sí un considerable eco entre los lectores «normales» pero interesados en la historia contemporánea. Aunque sólo sea por sus distintos destinatarios, no puede compararse el estudio científico de Herbert con el ensayo de Sereny, basado en pesquisas periodísticas. Con todo, a la postre ambos descubren a su respectivo asesino de despacho como tal.

Siendo Speer y Best supervivientes del más alto rango de la dirección nacionalsocialista –el primero del aparato gubernamental y el segundo de los servicios de seguridad–, los dos se salvaron de ser ahorcados, a diferencia de la mayoría de los principales criminales de guerra juzgados en Nuremberg y de los otros mil aproximadamente que fueron ejecutados por las fuerzas aliadas. Ambos sobrevivieron gracias a la favorable coincidencia entre ciertas casualidades externas y su propio proceder táctico. Best, por ser entregado por Dinamarca donde había gobernado moderadamente durante dos años y medio como Reichsprotektor, se salvó de la horca –en la que indudablemente habría terminado como responsable de la planificación de la invasión salvaje de Polonia por las unidades del servicio de seguridad en septiembre de 1939. Speer presumiblemente salvó su vida gracias a una confesión de culpabilidad parcial que, a los ojos de los jueces de Nuremberg, lo hizo aparecer como un acusado especial, hipotéticamente arrepentido y dispuesto a declarar. Si la acusación hubiese podido demostrar en 1946 lo que Speer mismo –según Sereny– confesó sólo cuatro años antes de su muerte (1981), a saber, que consintió el asesinato de los judíos, con mucha probabilidad habría terminado ahorcado. En lugar de eso, Speer cumplió una condena de veinte años por su participación en la utilización de trabajadores forzados. Por eso mismo fue condenado a muerte el «Gauleiter» Sauckel, responsable de reclutar los esclavos extranjeros y subordinado de Speer. Por otro lado, Best inicialmente fue condenado a muerte por los daneses, después indultado y condenado a cadena perpetua y, finalmente, tras seis años de prisión, gracias a la intervención del Gobierno alemán se benefició de una amnistía del rey danés en 1951. Todos los intentos de procesar a Best por su participación en el asesinato de 8.723 judíos, religiosos e intelectuales polacos, fracasaron finalmente por la benevolencia de la justicia, que no quiso incomodar al senil acusado en nombre del pueblo alemán.




El trato que recibió el presunto asesino Best por parte del público alemán fue triplemente escandaloso: en el sentido jurídico, en el social y, específicamente, en el histórico. No sólo no fue procesado, sino que tampoco sufrió rechazo social alguno y trabajó con éxito como asesor jurídico en el potentísimo grupo industrial Stinnes. Además transmitió su punto de vista sobre «un Tercer Reich con especial consideración hacia una política de ocupación limpia» a historiadores de primera fila que lo siguieron con gusto. Sólo el voluminoso estudio de Herbert ha terminado, aunque con bastante retraso, con el mito de las irreprochables actividades del alto funcionario, fiel a sus deberes y a las leyes. También en el caso de Speer, quien en sus Erinnerungen (Memorias) de 1969 se había creado el mito del buen amigo de Hitler que estaba en la inopia, no fue hasta principios de los años ochental y, por tanto, después de su muerte y antes de la publicación del libro de Sereny, cuando se destruyó definitivamente su mito. Los historiadores, tanto alemanes como extranjeros, habían peregrinado masivamente a la casa burguesa de Speer en Heidelberg para disfrutar de la apreciada atención del último testigo vivo del nacionalsocialismo, aceptando de buena fe todas las leyendas que ponía en circulación, como por ejemplo su desconocimiento de la persecución y exterminio de los judíos. La sociedad alemana de aquellos años parecía tener una asombrosa afición por aquellos personajes supervivientes del Tercer Reich, símbolos de la superación de la derrota y de todas las agresiones sufridas a partir de 1945. Desde el punto de vista de la generación socializada por el nacionalsocialismo, «no todo fue malo entonces». Sobre todo Speer, con sus magníficas construcciones y la organización de la economía de guerra, sustentaba estas opiniones.

Tanto Best como Speer provenían de familias burguesas y, nacidos en 1903 y 1905 respectivamente, pertenecían a la llamada «generación de jóvenes de la guerra» a los que no había sido concedida la «revelación» de la experiencia bélica. Best, por su lado, compensó esta deshonra y su experiencia de la ocupación de las fuerzas francesas cuando era estudiante de derecho a base de radicalismo nacional, declarándose seguidor del «realismo heroico»2 tras su encuentro con Ernst Jünger. Frialdad, dureza y realismo eran los lemas de los alemanes en su lucha nacional contra la amenaza interna y externa del liberalismo; el pueblo mismo se convirtió en una comunidad de sangre y cultura, recibiendo así un valor absoluto. Este conglomerado ideológico de la «revolución conservadora», ampliamente aceptado por los intelectuales de la república de Weimar y, sobre todo, por los estudiantes, fue consecuentemente perfeccionado por Best en el sentido de una ley vital (Lebensgesetz) racista. Como vanguardia intelectual del exterminio, tuvo la oportunidad en la central de la Gestapo en Berlín en 1935 de justificar la ética pervertida de las SS y de los grupos de seguridad, que mantenía la pureza al precio de obligar a proceder de la manera más terrible. El discurso de Posen de Himmler en octubre de 1943, en el que justificó el exterminio del pueblo judío como un acto puro en el sentido de una elevada necesidad nacional, no fue sino el resultado de los adoctrinamientos teóricos provenientes de Best y su actividad práctica dentro de las SS. Best, desde dentro de la Gestapo de 1935 a 1940 en Berlín, formó el núcleo de personas destinadas a las acciones de exterminio en el Este. Dos tercios de los hombres dirigentes de la Gestapo y de las SS tenían en 1939, como Best, menos de 36 años y habían estudiado Derecho, al igual que él.

  

Tanto, Werner Best como Albert Speer comparecieron ante el Tribunal de Nuremberg, el primero, en 1946, como testigo y; el segundo, en 1945 ,en calidad de acusado.

La formación de esta elite académica de verdugos fue la contribución más importante de Best al genocidio de los «subhombres» (Untermenschen) judíos y eslavos que se inició en septiembre de 1939 en el Este. 

Esta elite de las SS provenía de aquella sociedad alemana, destruida por los tratados de Versalles, la república de Weimar, y la revolución nacional hasta tal extremo, que no sólo siguió a los asesinos voluntariamente, sino que asumió su ideología de exterminio. En Rusia, la Wehrmacht, desde su conciencia militar, luchó «limpiamente», aun cuando ciertas unidades fueron destinadas a la liquidación de los presuntos partisanos judío-bolcheviques y de sus escondites, los pueblos donde vivía la población civil inocente.

En mayo de 1940, el ideólogo de las acciones de la policía nacional tuvo que abandonar la Oficina Central de Seguridad del Reich, a instancias de su superior Heydrich, para quien Best era demasiado independiente y exitoso. Éste, lejos de enrolarse en las unidades de seguridad (SD) del Este, siguió una formación intensiva de dos meses en el ejército. Como jefe del departamento de administración del estado mayor del comandante militar en Francia, el joven soldado Best reanudó rápidamente sus antiguas tareas burocráticas. Impulsó la vigilancia administrativa y obligó así a las autoridades francesas a colaborar con el victorioso ejército alemán. Esta colaboración fue aprovechada por Best de modo muy eficaz en lo tocante a la deportación de los judíos franceses. En lugar de seguir las órdenes de Berlín, que pedían el fusilamiento de los rehenes en cuanto se produjeran atentados contra el ejército, los judíos, culpables siempre de todo lo que ocurriera, fueron deportados al Este. Con su frío realismo y aparente deferencia, Best evitó que en Francia se produjeran «condiciones polacas», política que prosiguió como Reichsprotektor en Dinamarca desde noviembre de 1942.


Werner Best en uniforme diplomático al ser designado Ministro Plenipotenciario del Reich en la Dinamarca ocupada, en la foto junto a Erik Scavenius, primer ministro danés (1942-1943)


¿Por qué esa política dúctil e impulsada con tanto éxito por Best de que los sometidos colaboraran con el pueblo alemán conductor no fue adoptada por las SS y la dirección nacionalsocialista en el Este? Tampoco Herbert resuelve esta contradicción de la política de dominación alemana. La disposición a colaborar con los alemanes, celebrados como liberadores, era en efecto mucho mayor en la Unión Soviética que en el Norte o en el Oeste de Europa. Aparentemente fueron los prejuicios racistas de Hitler contra los eslavos y la imagen del «subhombre», compartida por la Wehrmacht, lo que impidió la colaboración en el Este. Best, por tanto, difícilmente pudo ser el «ideador de la política de exterminio» como lo estiliza Herbert, sino antes bien un pragmático del poder. Sus ámbitos de acción le fueron dictados por Hitler, y no a la inversa. Apenas pudo Best sugerir ideas a su Führer –al que admiraba mucho, pero desde una distancia realista– ni verlas sancionadas por él. Ni siquiera un analista brillante como Herbert se libra del todo de la tentación de sobrestimar a su «héroe».

Al contrario que Best, Speer no basó su relación con el nacionalsocialismo en una afinidad ideológica, sino únicamente en la singular amistad viril que le unió a Hitler, de arquitecto a arquitecto por así decir. «Si Hitler hubiera tenido amigos, yo habría sido uno de los más íntimos», así describió Speer su relación con Hitler más tarde en Spandau. El colapso psíquico de Speer en enero de 1944, ocurrido tras una disputa, como nunca la había experimentado, con Hitler, su visita de despedida en el bunker pocos días antes del suicidio de éste y, finalmente, su llanto convulsivo al conocer la muerte del Führer, subrayan esta relación personal y emocional que en muchos aspectos correspondía más a la de un padre y un hijo que a la del dictador y su ministro. En su «lucha con la verdad», representada con gran éxito de público tras su excarcelación, Speer se centraba en Hitler como la figura del padre supremo (Übervater) y en su propio deslumbramiento 3. Aunque fuese sólo en razón de las innumerables preguntas que se le hicieron, a Speer le preocuparon el destino del pueblo judío y su propia indiferencia de aquellos tiempos, pero no tanto como hubiera deseado su biógrafa Sereny, ni tanto como ella sugiere en su obra.


    Albert Speer en su uniforme de Ministro del Reich junto a Hitler en 1944.


Al igual que Best, Speer poseía una personalidad tremendamente insensible, acomplejada y vanidosa. El tímido y egocéntrico Speer, impasible y arrogante en su trato con los subordinados, se autorrealizó como el arquitecto más famoso y superministro, en el marco de una dependencia homoerótica en relación a su Führer. Con esta mezcla de vanidad, autosobreestima y ambición, poco le importaba la humanidad, tanto le daba el pueblo judío como su propia familia. Abrumado por el trabajo, Speer desconocía a sus propios cinco hijos, mientras vivió fue incapaz de desarrollar una relación emocional con ellos. A su esposa jamás, ni siquiera durante su encarcelamiento, llegó a aceptarla de igual a igual como cabeza de familia temporal, sino que la trató como una especie de jefa de negociado. Por otro lado, los judíos le eran bienvenidos como mano de obra en su megalomanía constructora. Durante los trabajos para la construcción de la metrópolis Germania, su comentario lapidario fue: «Ya en tiempos de su cautiverio egipcio los judíos pintaban ladrillos», por lo que también podían hacerlo en el campo de concentración de Oranienburg. Obstinado en afirmarse como hombre poderoso, intangible y de acción, subordinando a todos y cada uno, desde sus rivales, sus amigos más íntimos y su familia hasta los trabajadores forzados y los judíos, perdió la visión global de su colosal imperio, no siendo consciente de las consecuencias de semejante actuación. Exceptuando a Hitler, todo el mundo le era indiferente. Sólo ante él quería y tenía que validarse, de tal manera que llegó a autoconvencerse de que sería su sucesor natural.

Ambos libros, cada uno a su manera, son seguramente obras maestras. Herbert convence por su rara síntesis de historia política y social con esbozos biográficos. Werner Best es mostrado como un producto de su tiempo, comparándolo con su entorno temporal desde los inicios de la república de Weimar hasta los tiempos de la República Federal de Alemania. Herbert realmente escribe la historia de los alemanes de este siglo, tomando como ejemplo la persona de Werner Best para mostrar el camino errado del pueblo alemán. Qué grado de representatividad real y qué grado de poder poseía Best son preguntas ante las que se dividen las opiniones en las numerosas recensiones de esta obra, que rápidamente se ha convertido en bestseller en Alemania.

El libro de Gitta Sereny sobre Speer, aun más voluminoso que el de Herbert sobre Best, cubre sobre todo los doce años de actividad oficial de Speer en el Tercer Reich. A ratos se lee como un comentario crítico y complementario a las Erinnerungen de Speer. El período de los juicios de Nuremberg, el encarcelamiento en Spandau y la libertad, recuperada a partir de 1966, se tratan como un anexo a la etapa de sus cargos oficiales. La autora basa sus afirmaciones en un gran número de conversaciones personales con el mismo Speer, su mujer, sus hijos y amigos de la familia. El producto final de esta historia oral no contiene apenas errores históricos, presumiblemente en razón de las sólidas investigaciones de la propia autora. Sin embargo, al centrarse en preguntas muy simples sobre el conocimiento, la culpabilidad y el arrepentimiento de Speer, deja de lado parte de la compleja realidad del Tercer Reich, haciendo próximas, sin embargo, al público en general las acciones e implicaciones del personaje. Speer ocupa sin duda el centro de la obra de Sereny, mientras que Herbert simplemente deja pasar la sombra de Best por la historia de Alemania.

¿Es la elite intelectual la autora y responsable, al fin descubierta, del terror y genocidio nacionalsocialista? Ciertamente no. La traición de los intelectuales, su función de vanguardia en el establecimiento de regímenes fascista-autoritarios se pueden encontrar tanto en la Italia y el Japón de aquellos años como en la Alemania de Hitler. 

La novedad de estos libros consiste en revelar el alto grado de corresponsabilidad en las funciones del régimen de individuos hasta ahora subestimados como Speer y Best. Sin embargo, todo intento centrado en un grupo de culpables induce a error y a sobrestimar a los individuos. Los intelectuales responsables representaban la elite del pueblo. Sus acciones sólo podían desarrollarse con el consentimiento tácito de este pueblo. Tal vez no exista la culpa colectiva de los alemanes, pero sí una responsabilidad colectiva de todos los alemanes, tanto de aquella generación como de la actual, en el capítulo más siniestro de su propia historia. La mayoría de los alemanes fueron ejecutores voluntarios de las fantasmagorías de Hitler, pero ello no los hace responsables directos del asesinato del pueblo judío.


Bernd Martin
Traducción de Uta Beeg


APÉNDICE:

Nota final del editor del blog

Karl Rudolf Werner Best (1903 - 1989) Doctor en Derecho, político del NSDAP, Obergruppenfuhrer SS, Jefe de Personal de la Oficina Central de Seguridad del Reich (Oficina AMT I), Director adjunto de la Gestapo. Miembro fundador de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA), se le atribuye la concepción y la formación inicial de los llamados Einsatzgruppen.​ Desde 1934 hasta 1940 Adjunto de Reinhard Heydrich en el SD (Servicio de Seguridad de las SS). Como Oficial de alto rango fue nombrado Adjunto Judicial del Gobierno Militar Alemán en la Francia ocupada (Militärbefehlshaber in Frankreich) entre 1940 y 1942. Designado Plenipotenciario del Reich (Reichsbevollmächtigter) para la Dinamarca ocupada en 1943 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Werner Best fue arrestado el 21 de mayo de 1945 en Dinamarca a la espera de juicio, transferido en calidad de testigo a los procesos de Nüremberg, en 1946 un tribunal danés le condenó en primera instancia a muerte, la revisión del juicio lo sentenció a 12 años de prisión por su responsabilidad como Comisario del Reich en Dinamarca; sin embargo, la fecha mágica (1951) marcó su libertad, siendo expulsado a la Alemania Occidental. En 1972, Polonia solicitó la extradición de Best para que respondiese por sus acciones en territorio polaco en 1940, solicitud denegada por el gobierno alemán...por razones de salud (?)... murió en 1989.




Albert Speer (Berthold Konrad Hermann Albert Speer) 1905 - 1981. Arquitecto alemán y Ministro de Armamento y Producción de Guerra del Reich durante la Segunda Guerra Mundial. Speer mantuvo durante el conflicto una elevada producción de material bélico no obstante los devastadores bombardeos aliados sobre Alemania. Fue procesado en Núremberg donde interpretó el papel de "nazi bueno" (por supuesto mintiendo descaradamente), su convincente actuación en juicio evitó la ejecución en la horca, sentenciado a veinte  años de prisión basados por la utilización de trabajadores forzados en la producción de guerra (otras influyentes amistades, tanto alemanes como foráneas, mediaron e intercedieron en su caso ante el fiscal americano Robert H. Jackson). Contrario a sus aspiraciones debió cumplir toda su condena en la prisión de Spandau. Tras su liberación (1966) publicó dos libros autobiográficos: Memorias: Hitler y el Tercer Reich vistos desde dentro y Diario de Spandau. Su papel de "nazi bueno" fue desenmascarado demasiado tarde, Speer estaba tan lleno de sangre como sus otros colegas ajusticiados. El "mito" de Speer se desmoronó con investigaciones entre las que destacan 'Albert Speer: His battle with truth' de Gitta Sereny; 'The Wages of Destruction' de Adam Tooze  y 'Das Ende einesMythos. Speers wahre Rolle im Dritten Reich' de Matthias Schmidt. Esos autores resaltan que el compromiso ideológico de Speer con la causa nazi era mucho más que las negaciones, lamentos y 'arrepentimientos' afirmados por Speer en juicio y la posguerra. Speer conoció profundamente los pormenores del holocausto y del inhumano uso de esclavos para la producción de guerra. Como cualquier desalmado de su calaña, resultó ser un vulgar ladrón de arte expoliado a las víctimas del régimen nazi, una de sus últimas acciones antes de morir fue la venta anónima en subasta de cuadros robados durante la guerra, algo que le permitió embolsarse un millón de marcos alemanes de la época (1981).

Notas

Los asesinos de despacho
Sobre Speer: Un genio de la adaptación
El destino de la Alemania vencida fue manipulada por los anglo-sajones
SINARQUISMO: Una visión para principiantes (I)
Las Raíces Nazis de la "UE de Bruselas"
El juicio que obligó a Alemania a enfrentar los horrores de Auschwitz


1. M. Schmidt: Albert Speer. Das Ende einesMythos. Speers wahre Rolle im Dritten Reich (El fin de un mito. El verdadero papel de Speer en el Tercer Reich), Bern-München, 1982.
2. Contribución de Best a la recopilación de Ernst Jünger, Krieg und Krieger (Guerra y guerreros), publicada en 1930.
3. A. Mitscherlich: «Hitler blieb ihm ein Rätsel. Die Selbstblendung Albert Speers», en Adalbert Reif (ed.): Albert Speer. Kontroversen um ein deutsches Phänomen (Albert Speer).

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