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10 julio 2021

Escritores en el Desfile de la Paz




Canal Yandex-Zen

Con notas ampliadas y explicadas por el editor de este blog

 

Armen Chilingaryan y Sergey Harutchyan, dos artistas armenios, después de la Gran Victoria en la Segunda Guerra Mundial (1945) lanzaron una serie de dibujos animados denominados "Escritores en el Desfile de la Paz". La serie se denominó originalmente "Escritores al frente", creada en 1944.

 

Son imágenes estilizadas como las portadas de célebres libros que describen los eventos y el merecido castigo del enemigo. De esa forma, los artistas transformaron las portadas de famosas obras de la literatura universal con los acontecimientos de la Gran Guerra Patria, modificando su contenido, a saber, acercándolo al tema más importante de su época, la Gran Guerra Patria contra el nazismo.

Estas obras forman hoy parte de la colección de la Galería Nacional de Arte de Armenia.



Quizás la más exitoso de esta serie pueda ser una caricatura de Alejandro Dumas que representa a Hitler entrando solemnemente en el Arco Triunfal de la Guerra y lo deja diez años después, miserable y quemado. El libro original de Alejandro Dumas (padre) es "Veinte años después" publicada en 1845 y forma parte de la trilogía "Las novelas de d´Artagnan", siendo la secuela de "Los Tres Mosqueteros" (1844).



Los juicios de Nuremberg sobre los antiguos líderes de la Alemania nazi comenzaron en noviembre de 1945. Pero ya un año antes de eso, Arutchyan y Chilingarian "prepararon" sillas para ellos. La adaptación se basa en una novela satírica rusa "Las Doce sillas" de los escritores Ilf y Petrov, publicada en 1928.



Y el que no fue muy difícil de incluir en una serie de este tipo es Fyodor Dostoevsky, "Crimen y castigo". Publicada originalmente en la revista "El mensajero ruso", en 1866, en doce partes, y publicada después como novela (1866).​ Novela de las más influyentes e internacionales de la literatura rusa.




Por supuesto, "Veintiséis y uno" de Maxim Gorky fue un trabajo citado con frecuencia en esos años. En nuestro tiempo, al parecer, lo olvidaron, una buena razón para recordar y leer este cuento de Gorky, el relato apareció en diciembre de 1899 en la revista mensual "Schisn" de San Petersburgo. El poema, subtitulado por el autor, puede leerse como una autobiografía. 




La "portada" de la obra "Figaro" de Pierre Beaumarchais. "Las bodas de Fígaro", comedia en cinco actos y en prosa, 1784. Estreno en la Comédie-Française el 27 de abril de 1784. Mozart compuso su ópera Le nozze di Figaro basándose en esta obra (1786), también Marcos Portgual (1799).



"Viaje a la Luna 1944", Julio Verne. Preste atención a la figura en la parte superior: los brazos y las piernas están dispersos y la silueta se asemeja al famoso signo solar. "De la Tierra a la Luna" es el título de la obra de Julio Verne, cuyo original es "De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures", es una novela "científica" y "satírica", publicada en el "Journal des débats politiques et littéraires" desde el 14 de septiembre hasta el 14 de octubre de 1865, apareció en un solo volumen el 25 de octubre de 1865.



I.A. Goncharov, "Historia Ordinaria" 1944La portada corresponde a la adaptación de la novela de Iván Alexandrovich Goncharov. "Historia ordinaria" otro ejemplo ruso de literatura clásica, fue concebida por el autor en 1844, durante los dos años siguientes trabajó en ella. La novela romance apareció inicialmente en la revista "Contemporáneo" (marzo-abril 1847). La novela se centra en la colisión de dos personajes, dos filosofías de la vida, ponderadas sobre la base de dos motores públicos: patriarcal, pueblo (Alexander Adorv) y metropolitano burgués-negocio (Peter Adorv).



I.A. Goncharov, "El precipicio" 1944. "El precipicio" fue publicado por primera vez en los números de enero a mayo de 1869 de la revista "Vestnik Evropy". La novela es otro clásico de la literatura romance rusa, concebida en 1849, tardó veinte años en completarse.



Friedrich Schiller, "Los bandidos" 1944El tema del saqueo de la propiedad de civiles por parte de los soldados ha sido abordado por los artistas armenios. "Los bandidos" (título original en alemán: Die Räuber) es un drama de cinco actos publicado en 1781 y escrito por Friedrich von Schiller. Está considerado como una de las últimas obras del Sturm und Drang (literalmente "tormenta y estrés"). La homónima ópera de Giuseppe Verdi (I masnadieri) se basa en el drama de Schiller.



Iván Turgenev, "Padres e hijos". Los artistas armenios reprochan a Alemania por la degeneración, colocando a Hitler y su equipo bajo los bustos de alemanes de fama mundial. "Padres e hijos" es una novela del escritor ruso Iván Turgenev, escrita en 1860, publicada en 1862. El tema principal del libro son las diferencias intergeneracionales en la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo XIX. Turgenev pone atención especial en el desfase de opiniones, ideologías y posiciones políticas entre los protagonistas y sus padres. La maestría del texto radica en la descripción de personajes prototipos de la época y en el detalle minucioso de sus vidas cotidianas (Wiki).



"Tres Palmas" (1839) es una de las obras poéticas más famosas del poeta ruso Mikhail Lermontov. Publicado en la revista literaria "Notas domésticas" en 1839, Lermontov compuso el poema en tetrámetro anfibrach, el mismo metro y estrofa que utilizó Alexander Pushkin en su Imitación del Corán, parte IX, "Y un viajero cansado murmuró a Dios... "



Máximo Gorky, "En el fondo" (1902). En la obra Gorky plantea al lector la cuestión fundamental de las relaciones humanas: "¿Qué es más importante para todos: la verdad o la compasión y la misericordia?" En esta obra clásica, el otoño expresa claramente la relevancia de los valores de la vida humana. Se invita al lector a reflexionar sobre la fe en una persona, su lugar en la sociedad, la capacidad de cambiar las condiciones de su vida, la justificación de las mentiras para la salvación y otros problemas que rodean a cada persona.



"El poder de las tinieblas" es un drama de cinco actos de León Tolstoi. Escrita en 1886, la producción de la obra estuvo prohibida en Rusia hasta 1902. A pesar de la prohibición, la obra fue producida y leída de manera no oficial en numerosas ocasiones. El personaje central es una campesina, Nikita, que seduce y abandona a una joven huérfana Marinka; luego, la encantadora Anisija asesina a su propio marido para casarse con Nikita. Embaraza a su nueva hijastra y luego, bajo la influencia de su esposa, asesina al bebé. El día del matrimonio de su hijastra, se entrega y confiesa a la policía.




"Rojo y negro" (1830) de Stendhal. En realidad es el realista disfrazado Henri Beyle, que escribió su obra literaria bajo el pseudónimo de Stendhal. Es una narración romántica, la novela, con oraciones breves y sobrias relata el ascenso social de un astuto advenedizo en la época de la Restauración francesa, después de la abdicación de Napoleón. El protagonista de Stendhal, Julián Sorel, ferviente admirador del emperador no puede expresar públicamente su opinión, por lo que se convierte en un hipócrita perfecto que ajusta la apariencia de sus virtudes cardinales. (Apuntes de un hipócrita).




Galardonado!, de Guy de Maupassant,  (Galardonado con el premio sería la traducción del ruso). El escritor francés fue un maestro de la forma de cuento corto, describió las vidas y destinos humanos y las fuerzas sociales en términos desilusionados y a menudo pesimistas. Escribió 300 cuentos, muchos están ambientados durante la guerra franco-prusiana de la década de 1870, describiendo la inutilidad de la guerra y los civiles inocentes que, atrapados en eventos que escapan a su control, son cambiados permanentemente por sus experiencias.
 


Nikolai Ostrovsky, "Cómo se templó el acero" (1932), es una obra autobiográfica, a pesar de que fue escrito en el género del realismo socialista, hay muchos hechos confiables que permiten hacerse una idea de la época descrita. La idea de escribirla surgió en 1926. En 1932 se completó la obra, se publicó la primera parte de la novela en la revista "Joven Guardia". La segunda salió solo en 1934. En general es un relato de la guerra civil rusa tras la revolución bolchevique, describe pogroms judíos que terminan en asesinatos sangrientos y otros acontecimientos terribles de los años revolucionarios.




"Noches egipcias" (1837), Aleksandr Pushkin, originalmente publicado en en la revista "El Contemporáneo", Núm. 8 (1837); es una incursión (inconclusa) de Pushkin en un ambiente exótico —los amantes de Cleopatra— con un tratamiento irónico que le sirve para burlarse de los poetas románticos. No hay descripciones inconvenientes y el tema es tratado de manera limpia. Naturalmente, la adaptación gráfica de los artistas armenios se  refiere a la batalla de las tropas germano-italianas contra los Aliados.


"El Don silencioso", de Mikhail Sholokhov, apareció en cuatro partes entre 1928 y 1940, es el contexto de la Guerra Civil Rusa, la lucha entre rojos y blancos, Sholokhov pinta un cuadro de la vida de los cosacos del Don. En 1965 Sholokhov fue galardonado con el Premio Nobel en particular por "El Don silencioso". En la gráfica las riveras de un silencioso Don acoge, una vez más, las tumbas del invasor



"Relatos de un cazador" de Ivan Turgenev, (En la gráfica el guerrero soviético lleva registros de los enemigos caídos: "Notas de un cazador"), es una recopilación de relatos breves, se publicó regularmente, desde 1847, en la revista "Contemporáneo". En "Memorias de un cazador" o "Relatos de un cazador", Turgenev presenta al campo ruso desde el punto de vista de un cazador. Esa perspectiva le permite abarcar tanto la vida de las clases más humildes, como los siervos, los campesinos, pequeños burgueses y de los grandes propietarios en la Rusia del siglo XIX. La obra está inspirada en sus propias vivencias de juventud y su amor por la caza, pero está muy influida por el propio liberalismo del autor y su compromiso con las clases más desfavorecidas.

Así es como dos artistas armenios celebraron la Gran Victoria junto a los clásicos de la literatura mundial.


Карикатуры побежденным

05 julio 2021

La metamorfosis de la mafia en Norteamérica



por E. J. Rodríguez

JotDown


Si comparásemos a la mafia siciliana con un virus, podríamos decir que el virus original terminó fracasando cuando se inoculó en América en su forma original. La mentalidad italiana y las costumbres criminales de Sicilia resultaban demasiado conflictivas y ruidosas en un país, Estados Unidos, donde todo puede amplificarse hasta lo imaginable y donde resulta mucho más difícil mantener la ley del silencio. Si la mafia estadounidense sobrevivió fue solamente porque el virus original mutó en un organismo más complejo, más adaptado al nuevo entorno. 


Requeriría todo un libro explicar esta evolución, pero aquí seremos más breves y nos bastaremos con algunos episodios clave que nos muestran por qué los mafiosos italianos descubrieron que no podían seguir comportándose igual al otro lado del Atlántico.


Acto I: 

En América… la gente habla


Mulberry Street, Little Italy, New York, ca. 1900. Fotografía: Detroit Publishing Co. / Library of Congress.


12 de abril de 1909. Antigua catedral de St. Patrick de Manhattan. Doscientas mil personas se congregan para despedir a Giuseppe Petrosino, el gran héroe de los inmigrantes italianos de Nueva York, que acaba de morir. Petrosino no es un actor, ni un jugador de béisbol, ni siquiera un boxeador famoso. Es un teniente de policía que ha intentado liberar a miles de trabajadores y pequeños comerciantes del yugo de la Mano Negra, una extorsión importada de Sicilia y ejercida por grupos de criminales en todos los barrios italianos de las principales ciudades estadounidenses.

Pocos se libraban de la Mano Negra. En cuanto un inmigrante italiano lograba salir adelante y ganar algo de dinero, recibía una carta amenazante reclamando una parte, firmada con el dibujo de una calavera, un cuchillo, un revólver humeante o la impresión de una mano embadurnada de tinta negra. Los principales objetivos del chantaje eran los negocios, las tiendas y las pequeñas empresas, pero también muchos obreros y asalariados. De hecho se estima que alrededor de un 90 % de los inmigrantes llegaron a ser extorsionados. Si no accedían a pagar, las consecuencias podían ser terribles: una paliza y unos cuantos huesos rotos, el incendio de su negocio o su hogar, incluso el secuestro y asesinato de ellos o de alguno de sus familiares. Las historias que se contaban en la calle y que ocasionalmente saltaban a la prensa eran escalofriantes: ciudadanos que aparecían asesinados dentro de un barril, o peor aún, tétricos ejemplos de crueldad como el secuestro del hijo pequeño de un comerciante que sería devuelto a su familia dentro de una cesta… descuartizado. Historias que nos dicen cuál era el estado de pánico en el que vivía la mayor parte de inmigrantes italianos a principios del siglo XX. Incluso el famoso tenor italiano Enrico Caruso fue víctima de la Mano Negra: cuando se disponía a actuar en Nueva York, una banda local decidió que el cantante tenía que aportar su cuota como todo el mundo. Caruso recibió la correspondiente carta amenazante y, asustado, accedió a pagar. ¡Un tremendo error! Solamente consiguió que empezasen a llegar más cartas pidiendo cantidades todavía mayores de dinero. Finalmente se decidió a acudir a la policía, pero tuvo que llevar escolta a raíz de aquello hasta prácticamente el fin de sus días.


Giuseppe Michele Pasquale Petrosino, JOE PETROSINO, nacido en Salerno Italia en1860, policía de New York (Escuadrón Secreto contra la "Mano Negra". Petrosino viajó a Italia en febrero de 1909, llevaba los nombres de criminales italianos, entre ellos: Giuseppe Morello, Ignazio Lupo, Giuseppe Fontana, Carlo Costantino y Antonio Passananti para obtener sus certificados penales para su extradición de Estados Unidos. El 12 de marzo de 1909, Petrosino fue muerto a tiros en la Piazza Marina, Palermo, se había convertido en el primer y único oficial de la policía de Nueva York en ser asesinado en suelo extranjero mientras estaba de servicio. (Nota adjunta del editor del blog)


El teniente Joe Petrosino, nuestro hombre, había visto cómo la Mano Negra reinaba en las calles mientras la policía apenas se inmiscuía, y consideraba aquel chantaje un «asunto de inmigrantes». Los italianos de Nueva York se sentían indefensos ante los criminales, entre ellos un buen número de mafiosos que pretendían hacer de Manhattan una nueva Sicilia y que tenían barrios enteros bajo su férreo control. Los agentes de la policía neoyorquina —en su mayor parte de origen irlandés— rara vez hablaban italiano y se limitaban a patrullar para evitar los brotes más visibles de violencia, pero sin investigar a fondo la extorsión endémica o aquellos crímenes sangrientos que no llamasen la atención de la prensa. En aquellos barrios, ante la pasividad policial, imperaba la ley del silencio y nadie se atrevía a denunciar a nadie. Pero Joe Petrosino estaba decidido a cambiar el estado de las cosas. Y lo hizo, en solamente unos meses. Cuando hubo conseguido hacerse un nombre en su profesión, labrándose el respeto de sus superiores (incluyendo a Theodore Roosevelt, por entonces comisario de la policía) solicitó crear un cuerpo especial formado por agentes italoamericanos, cuyo objetivo sería el de acabar con la Mano Negra. Inmediatamente se convirtió en el terror de los chantajistas.

Gracias a Petrosino y su nuevo escuadrón, los mafiosos implicados en los asuntos de extorsión aprendieron rápidamente que Nueva York no era Sicilia. Sí, en su isla de origen la omertà funcionaba siempre, incluso entre la gente ajena a la mafia. Pero en América funcionaba solamente cuando la policía se desentendía, y si los ciudadanos no hablaban era porque no se sentían respaldados, no porque no quisieran denunciar una situación de la que muchos, especialmente los sicilianos, habían querido huir al cruzar el Atlántico. Cuando en 1908 el teniente Petrosino se puso manos a la obra, los inmigrantes comenzaron a responder positivamente a sus peticiones de colaboración. El heroico teniente no reparó en esfuerzos. No se quedó detrás de la mesa de un despacho: él mismo recorría los barrios a pie, hablando con comerciantes y vecinos, prometiendo a quien le diese información que no lo abandonaría a su suerte. Así se ganó la confianza de mucha gente que quizá en Sicilia no hubiese abierto la boca, pero que en Nueva York estaba muy dispuesta a hablar. Aquellas investigaciones pronto dieron fruto y Petrosino empezó a llevar a los tribunales casos bien construidos, con testigos creíbles. Casos que en un alto porcentaje terminaban con los malhechores en la cárcel o en un barco de vuelta a Italia. Entre sus mayores logros, por ejemplo, estuvo la inmediata deportación a Sicilia del importante jefe mafioso Vito Cascioferro, quien ya había echado raíces en Nueva York.

Naturalmente, los criminales italianos y muy particularmente los mafiosos sicilianos de Manhattan declararon a Joe Petrosino su enemigo número uno. Lo consideraban especialmente peligroso porque era honrado y porque no podían comprarlo ni chantajearlo. Soñaban con enviarlo a la tumba. Sin embargo, sabían que asesinar a un policía en suelo americano podía traerles muchos problemas, porque las autoridades estadounidenses —al contrario que las sicilianas— no estaban dispuestas a hacer la vista gorda ante algo así. Asesinar a un policía en Nueva York era, pues, tabú. En consecuencia, los mafiosos neoyorquinos estaban entre la espada y la pared; no podían matar a Petrosino, no podían amenazarle, no podían comprarle… era una guerra que tenían perdida. El esforzado teniente, sin embargo, les puso la ocasión en bandeja: pensando que la policía neoyorquina necesitaba coordinarse con la siciliana para controlar el problema mafioso desde su mismo origen, planeó un viaje secreto a la isla mediterránea. No fue una buena idea. El viaje se filtró misteriosamente a la prensa el mismo día de su salida y al poco de llegar a Sicilia murió tiroteado en una plaza de Palermo, donde los mafiosos sabían que las autoridades no iban a perseguir el crimen. Así, a balazo limpio, se apagaba la gran esperanza de los inmigrantes italianos de Manhattan. Petrosino regresó a su ciudad metido en una caja y el funeral que recibió, como decíamos, fue multitudinario.

Sus esfuerzos fueron tan heroicos como breves, sí, pero no fútiles. La mafia le ganó la última batalla en vida, pero Petrosino continuó ganando batallas después de muerto, como el Cid. Puso de manifiesto que a la mafia no le interesaba comportarse en Estados Unidos como lo hacía en Sicilia, ejerciendo un tipo de extorsión rural que solo iba a causarles problemas. En Estados Unidos la ley podía funcionar y por tanto, podía haber ciudadanos que confiasen en la ley y estuviesen dispuestos a delatar a los extorsionadores. Ni el más temido de los mafiosos estaba en condiciones de impedir que en un barrio donde se apretujaban miles y miles de italianos alguno de ellos fuese a hablar con la policía. El asesinato de Petrosino fue una victoria pírrica para la Mano Negra y la extorsión directa sobre los ciudadanos de a pie estaba condenada a desaparecer. Los jefes mafiosos tenían otros negocios a los que dedicarse y no querían tener encima a un nuevo Petrosino entorpeciendo sus actividades. Los propios jefes mafiosos empezaron a limpiarlas calles de chantajes innecesarios, cambiando la extorsión directa a los ciudadanos por una actitud de falso paternalismo (en la película El Padrino II podemos ver escenificado este cambio con la sucesión de poder entre Don Fanucci, ejecutor de la Mano Negra, y Vito Corleone). Ahora se trataba de intentar ganarse a la gente de los barrios haciéndoles favores, evitando además el asesinato de inocentes y otras barbaridades que pudiesen llamar la atención de la prensa y las autoridades.

Las bandas que se empeñaban en seguir ejerciendo la Mano Negra, que las hubo, empezaron a cambiar o empezaron a desaparecer. Terminaron siendo absorbidas por lo que ya era el germen de la Cosa Nostra estadounidense, que en lugares como Manhattan iba creciendo en tamaño y poder, cada vez más centrada en fuentes de dinero alejadas del chantaje ciudadano. Los líderes de las antiguas bandas podían elegir entre renunciar a las prácticas de la Mano Negra y ponerse al servicio de la nueva mafia neoyorquina, o bien podían morir. La decisión era bien fácil. Como consecuencia, empezaron a surgir jefes mafiosos decididos a unificar el crimen italiano en cada ciudad, y particularmente en el epicentro de la mafia estadounidense, Nueva York. Las bandas sicilianas empezaron a transformarse en organizaciones, cada vez más ramificadas, donde empezaba a penalizarse el ataque injustificado a ciudadanos inocentes.


Mulberry Street, Little Italy, New York, ca. 1900. Fotografía: Detroit Publishing Co. / Library of Congress.


Acto II

En la guerra todos pierden

Giuseppe Morello nació en el hoy legendario pueblo de Corleone, donde se inició en la mafia, pero tuvo que emigrar a los Estados Unidos para escapar de una condena carcelaria. Tras unos difíciles comienzos en América ejerciendo diversos trabajos de mala muerte (incluyendo la recolección de algodón) abrió un local nocturno en Nueva York y desde allí empezó a dirigir una organización criminal con la que empezó a imponerse a las bandas más dispersas de la ciudad, como las dedicadas a la Mano Negra. El objetivo de Morello era reinar en los bajos fondos de Manhattan y lo consiguió.

Obviamente no era el único mafioso que lo intentaba. El principal escollo era otro temible mafioso llamado Ignazio Lupo, pero ambos entendieron que tenían mucho que ganar si llegaban a un acuerdo y solucionaron el futuro por la vía dinástica: Lupo se casó con la hermana de Morello, y ¡asunto arreglado!

Evidentemente Morello no tenía tantas hermanas como para asimilar a todos los aspirantes a reinar en Manhattan, así que tampoco dudaba en actuar a la siciliana, borrando del mapa a todo el que no quisiera ingresar como subordinado en su nueva alianza. Su método favorito era el de meter los cadáveres de los jefes rivales en un barril que después abandonaba en algún callejón o enviaba por correo fuera de la ciudad, una costumbre que los mafiosos italianos copiaron de los gánsteres irlandeses.

El ascenso de Morello, por cierto, coincidió en el tiempo con el efecto demoledor de las investigaciones de Joe Petrosino, así que lo tuvo bastante fácil para imponer una nueva mentalidad.

La organización por él fundada fue la primera verdaderamente importante de la mafia neoyorquina: hoy conocemos aquella banda como «familia Genovese», la más antigua de las grandes Cinco Familias de Nueva York, las mismas que han inspirado tramas de ficción como El Padrino o Los Soprano.

En 1909, sin embargo, el reinado de Morello quedó truncado por una condena carcelaria. Encerrado, no pudo evitar que otros se apoderasen de sus negocios y cuando salió en libertad once años después muchas cosas habían cambiado. Su antigua organización estaba ahora en manos de un ambicioso compatriota llamado Giuseppe Masseria, al que todos conocían como «Joe el Jefe» y que era básicamente el nuevo rey de Manhattan. Nadie en las calles dudaba del liderazgo de Masseria. En cambio, pocos se acordaban ya de Morello, a quien después de una década languideciendo en una celda no le quedaba nada excepto la lealtad de algunos viejos compinches como Umberto Valenti, su antigua mano derecha. Con todo, los años de cárcel no habían ablandado a Morello y estaba muy dispuesto a recuperar lo que todavía consideraba suyo. Máxime cuando la ley seca estaba convirtiendo el tráfico de alcohol en un negocio increíblemente lucrativo, monopolizado por la mafia en muchos barrios de Nueva York, y del que Giuseppe Morello quería su parte. Quería volver a ser el jefe. Pese a estar en franca inferioridad y contando poco más que con la ayuda de su fiel Valenti, se lanzó a una campaña para eliminar a Joe Masseria, como si estuviese en las calles de Sicilia.


Arriba:  Giuseppe Morello. En el centro: Ignazio Lupo.
 Abajo: Giuseppe Masseria

En los años veinte, de hecho, las guerras abiertas entre bandas mafiosas eran muy habituales en América, como lo eran en Sicilia. Sin embargo, como en tantos otros aspectos, los mafiosos tendrían que aprender nuevas formas de hacer las cosas.


Morello fracasó en el primer intento de asesinar a Masseria (quien, claro, se puso inmediatamente en alerta) y ante la oportunidad perdida se apresuró a enviar un mensaje de paz, solicitando una reunión para que ambos se estrechasen la mano amistosamente y firmasen la paz. Masseria aceptó asistir a la reunión. La cita quedó programada. Ninguno de los dos, claro, hizo acto de presencia. En su lugar, Morello envió a Umberto Valenti para que asesinase a Masseria en cuanto este apareciese, y por su parte Masseria envió a varios sicarios para que matasen a Morello. ¿El resultado? Los sicarios de Masseria se encontraron con Valenti, lo acorralaron en una esquina y uno de ellos —Charlie Luciano, más adelante conocido como «Lucky» Luciano, que estaba tomando buena nota de cómo funcionaban las guerras por el poder— se encargó de eliminar a Valenti a tiros.

Sin su aliado Valenti y recién salido de la cárcel, Morello se había quedado solo. Sobre el papel era hombre muerto. En Sicilia, no cabe duda, hubiera sido el objeto de una inmediata vendetta.

Pero en Sicilia la mafia no tenía rivales, mientras que en América había mucha competición: gánsteres irlandeses, judíos, holandeses, polacos, rusos, jamaicanos, afroamericanos… una guerra interna podía debilitar a la mafia frente a todos ellos. Masseria entendió que no valía la pena enturbiar las calles por un solo hombre y además apreciaba el talento de Morello, así que no solamente le perdonó la vida prescindiendo de toda vendetta sino que le ofreció el puesto de consigliere en su organización. Morello aceptó, sabiendo que sacaría más provecho a los negocios como número dos vivo que morir como aspirante a ser el número uno. Así, los dos enemigos encarnizados se convirtieron en estrechos colaboradores. La continua pelea por el liderazgo y la vendetta eran malas para los negocios; hacían perder tiempo, dinero y valiosos soldados. La violencia, además, atraía la atención policial. No, no podían hacerse las cosas como en Sicilia.

Pero un siciliano de la vieja escuela —un «Moustache Pete», como se los llamaba por la extendida costumbre de llevar bigote— difícilmente podía librarse de todos los hábitos propios de la Sicilia rural. Vito Cascioferro, el mismo al que Joe Petrosino había deportado casi dos décadas atrás, no había olvidado las enormes posibilidades de lucro que había en América y desde la misma Sicilia, pese a su avanzada edad, continuaba empeñado en hacerse con las riendas. Envió a un contingente de mafiosos con orden expresa de hacerle la guerra a Joe Masseria para apoderarse de Manhattan. Estos mafiosos, muchos de ellos procedentes de la ciudad de Castellammare del Golfo y liderados por Salvatore Maranzano, iban a hacer estallar una nueva guerra que iba a costar sangre, sudor, lágrimas y sobre todo mucho, mucho dinero.

Durante esta nueva lucha por el poder murió asesinado Giuseppe Morello. También Charlie Luciano estuvo a punto de morir (el que sobreviviera a un brutal ataque le valió el apodo de «Lucky», afortunado). Pero Joe Masseria no parecía particularmente afectado por los ataques a sus máximos hombres de confianza. La guerra, a fin de cuentas, era algo natural en la mafia. Ante la pasividad de su jefe, Luciano decidió tomar la iniciativa: pensaba que Maranzano estaba ganando la guerra, así que firmó un acuerdo traicionando a Masseria, a quien hizo asesinar en un restaurante. De este modo, Maranzano ganaba y se convertía en el nuevo rey de la mafia neoyorquina, a la que dividió en cinco grandes «familias»Luciano, como premio por haberle vendido a Masseria, recibió el liderazgo de una de ellas.


Charles "Lucky" Luciano, su verdadero nombre era Salvatore Lucania

Pero el acuerdo entre un mafioso de la vieja escuela como Maranzano y otro crecido en Nueva York como Luciano no podía perdurar. Tenían mentalidades demasiado diferentes, y esto era un problema que se producía entre generaciones enteras de mafiosos. Maranzano veía la mafia como una secta gobernada por una lealtad tradicional no muy distinta de como era gobernada en Sicilia. Luciano, en cambio, la veía como una gran empresa. La desconfianza mutua prolongó la guerra. Luciano y Maranzano se citaron para una reunión con el objetivo de asesinarse mutuamente. Luciano se adelantó y varios de sus compinches mataron a Maranzano con una buena dosis de cuchilladas y disparos.

Ahora que Luciano era el jefe absoluto de la mafia neoyorquina, sintió que no bastaba con haber alcanzado el poder, sino que había que garantizar que las costosas guerras no siguieran produciéndose y para ello tenía que desterrar la vieja mentalidad siciliana de la mafia estadounidense. Él ya había vivido dos guerras internas y sabía que eran lo último que la mafia necesitaba para que sus negocios prosperasen.

Todavía quedaban muchos mafiosos de la vieja escuela a quienes Luciano consideraba atrasados, fanáticos, incultos y poco aptos para los negocios en Estados Unidos. También sabía que, de acuerdo a los viejos códigos, no pocos de ellos intentarían vengar a Masseria o Maranzano, según el bando al que hubiesen apoyado… y Luciano, claro, se los había cargado a ambos. Así que, decidido a renovar por completo la mafia, Lucky Luciano envió a sus sicarios para asesinar a un número indeterminado de veteranos, borrando de un plumazo la influencia directa de la mafia siciliana sobre la estadounidense, convertida ahora en un ente autónomo y diferenciado.

Después repartió el poder entre aquellos que veían los negocios de la misma manera que él y fundó un consejo directivo —la «Comisión»— encargado de procurar que los conflictos entre familias mafiosas se resolviesen mediante acuerdos y consensos, no a tiros. La purga de mafiosos de la vieja escuela no acabó definitivamente con las guerras internas en la Cosa Nostra, desde luego, pero sí redujo su frecuencia e intensidad.

La mafia estaba para ganar dinero, pensaba Luciano, y los constantes intentos de desbancar a los jefes perjudicaban al negocio. Las vendettas al estilo siciliano eran indeseables y debían ser solamente un recurso de última necesidad en casos que no se pudiesen resolver de otra manera. Como efecto de la revolución de Luciano, la Cosa Nostra vivió un periodo de estabilidad y solidez hasta entonces desconocido.


Portada del libro "Lucky Luciano" de Tim Newark. Cuenta la leyenda que en los años 30 se reunieron en Nueva York tres importantes representantes de la mafia para elegir un líder entre ellos. Se trataba de Charles “Lucky” Luciano, Meyer Lansky y Benjamin “Bugsy” Siegel, éstos últimos representando a la mafia judía. Acordaron reunirse en una sala y no salir hasta arreglar el asunto. Antes de cerrarse la puerta, entró veloz un niño con un periódico en la mano y se lo entregó a “Lucky” Luciano para después abandonar la sala. “Tú serás nuestro líder”, le dijo Meyer Lansky. “Pero ¿cómo?” contestó Luciano. “Verás, antes de entrar, le he dicho a mis secuaces que fuesen a los niños que hay en la acera de enfrente, le diesen un periódico a uno y le dijesen que entrase en la sala y se lo diese al jefe…porque el jefe, tiene que parecer el jefe”.


Acto III

Una mafia que ya no es como la mafia

En 1963, los estadounidenses pudieron contemplar atónitos la retransmisión de un comité senatorial que investigaba al crimen organizado. Por primera vez en su historia, un miembro de poca importancia de la Cosa Nostra, Joe Valachi, hablaba públicamente sobre la estructura interna de la mafia.

El público había asociado siempre al crimen organizado con la grandilocuencia casi hollywoodiense del famoso Al Capone, pero ahora descubrían un submundo repleto de secretismo, ceremonias de iniciación y juramentos vivamente descritos por Valachi para asombro de toda la nación. Los estadounidenses de los sesenta sintieron que en su país se les había inoculado una extraña organización cuasi medieval procedente de una lejana y exótica isla mediterránea. Algo que no se parecía en nada a la organización de Capone.

En realidad, el oscurantismo descrito por Valachi y que tanto impresionó a la opinión pública, ocultaba que la mafia había cambiado mucho desde su llegada a las costas americanas. No solamente por la eliminación de la extorsión más básica o por la purga llevada a cabo por Lucky Luciano, sino por la influencia de bandas criminales. Paradójicamente, la mayor influencia venía de la del propio Al Capone. El famoso «Scarface» había nacido en Brooklyn y nunca perteneció a la mafia, aunque creció junto a algunos futuros miembros, colaboró estrechamente con jefes mafiosos y conocía bien su entramado. Pues bien, su forma de hacer las cosas fue tan exitosa en muchos aspectos que los nuevos jefes mafiosos como Luciano pensaron que imitarle no era una mala idea.


Alphonse Gabriel Capone -AL CAPONE- (1899-1947), ficha policial de junio de 1931.

Uno de los motivos por los que al FBI le costó tanto encarcelar a Capone era la imposibilidad de relacionarlo con cualquiera de los crímenes que su organización cometía constantemente.

Cada persona medianamente informada en los Estados Unidos (¡y en todo el planeta!) sabía perfectamente que Capone era el responsable de esos crímenes, pero no había manera de probarlo ante un tribunal. No solamente por el silencio de sus colaboradores inmediatos, sino porque su organización tenía una estructura piramidal donde las órdenes seguían una cadena verbal descendente imposible de rastrear después hacia arriba, y menos sin unos testigos clave que difícilmente iban a aparecer. Esto contrastaba con la costumbre de la mafia siciliana, donde los subordinados debían presentarse y rendir cuentas directamente ante el máximo jefe como señal de respeto. Capone hacía exactamente todo lo contrario: apenas tenía contacto con sus subordinados. Cuanta más distancia hubiese entre sus negocios criminales y él, mejor. De hecho, Capone fue condenado por un asunto de impuestos, pero ninguno de sus otros actos delictivos quedó probado ante un juez. Legalmente hablando, y como él se encargaba bien de recordar, ¡Al Capone era inocente de prácticamente todo lo demás!


Paul Ricca, Salvatore Agoglia, Charlie Luciano, Meyer Lansky, John Senna y Harry Brown  arrestados por la policía de Chicago después de las reuniones de la mafia de Nueva York en la ciudad de Chicago, abril de 1932

Lucky Luciano y otros mafiosos de su generación tomaron buena nota. De hecho, Luciano estaba tan decidido a romper con la tradición mafiosa que pensó en abolir las famosas ceremonias de iniciación e incluso la necesidad de que los miembros de la mafia fuesen necesariamente de origen italiano, aunque sus subordinados le hicieron cambiar de idea, insistiendo en que el sentimiento de cerrada pertenencia ayudaba a estrechar los vínculos de lealtad. Esto era cierto, pero a la larga, como Luciano probablemente temía, la exclusividad de los clubes mafiosos contribuyó a su declive a partir de los años setenta. Pero la organización de Capone (y del ejército del Imperio romano, una aportación sui generis de Salvatore Maranzano) sirvió como modelo para una nueva mafia piramidal, en la que los jefes más exitosos fueron aquellos que menos contacto tuvieron con los subordinados. Quienes no guardaron esta precaución terminarían cayendo tarde o temprano, como le sucedió a John Gotti, encarcelado por cometer el error de hablar directamente con sus hombres después de que se lo hubiese conocido como «el Don de Teflón» por su habilidad para esquivar a la justicia.

Con el tiempo, incluso la mafia de la propia Sicilia terminaría imitando usos y costumbres de la estadounidense, más adaptada a tiempos modernos y entornos más estructurados legal y políticamente, pero siempre ha habido diferencias muy profundas entre ambas


En realidad, poco queda en la Cosa Nostra estadounidense de aquella mafia original que intentó trasplantarse a sí misma allende el océano hace más de un siglo, y que en realidad terminó mutando hasta convertirse en un árbol distinto, que como todo árbol, cuanto más crece más alejada tiene la vanguardia de sus raíces. 


 E. J. Rodríguez

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Nota final adicionada por el editor del blog


La siguiente fotografía a pesar de haber sido reproducida cientos de veces en diferentes sitios e idiomas, rara vez describe quienes son los personajes (salvo especializados medios estadounidenses). Se trata de gánsteres italo-americanos, arrestados por el Departamento de Policía de Cleveland (Ohio) el 5 de diciembre de 1928, a quien corresponde esta fotografía. El lugar es el Hotel Statler. Dieciocho personas fueron encontradas armadas. En la foto aparecen catorce de los veintitrés arrestados. Giuseppe Profaci está en el centro (sentado en la silla de ruedas había tenido un reciente accidente). Sam DiCarlo de Bufalo, está detrás de él. Joseph Magliocco está a la derecha de DiCarlo. Pasqualino Lolordo de Chicago está sentado a la derecha de Profaci. La lista de presuntos mafiosos arrestados fue:

De NUEVA YORK y NUEVA JERSEY: Giuseppe Profaci, Giuseppe Magliocco, Vincenzo Mangano, Giuseppe Traina, Andrea Lombardino, Salvatore Lombardino, Giuseppe Palermo y Michael Russo; 

De CHICAGO: Pasqualino Lolordo, Giuseppe Giunta, Frank Alo, Tony Bella, Emanuele Cammarata, James Intravia, Sam Oliveri y Giuseppe Sacco;

De TAMPA: Ignazio Italiano y Giuseppe Vaglica; 

De ST. LOUIS: Giovanni Mirabella y Calogero SanFilippo; 

De INDIANA: Paul Palazzola de Gary; 

De Cleveland: Sam Tilocco 

Los sospechosos dieron varias historias para explicar su presencia en Cleveland. Los oficiales aceptaron solo las historias contadas por Mangano y Traina, y esos dos líderes de la mafia fueron liberados rápidamente. El resto fue interrogado por la policía y funcionarios de inmigración y luego procesados. Los mafiosos fueron detenidos en Cleveland tras la pista que seguía la policía sobre una presunta convención de mafiosos italo-estadounidenses en el Hotel Statler en Euclid Avenue y East 12th Street. La policía expresó su certeza de que otros delincuentes organizados se estaban quedando en otra parte de la ciudad. Los rumores indicaban que Al Capone de Chicago había sido visto en el área. Algunos historiadores han sugerido, erróneamente, que esa reunión de Cleveland fue la primera convención formativa de la mafia de los EE. UU. (Varios escritores se han referido a la sociedad criminal como la "Unione Siciliana"). En realidad, una red nacional de la Mafia había estado en vigencia durante muchos años, y las reuniones de los mafiosos ocurrían regularmente. Se han ofrecido otras explicaciones. Algunos dicen que la convención fue convocada para reasignar las mafias del inframundo tras los recientes asesinatos de pandillas, para resolver los desacuerdos del hampa en Chicago o para reconocer la ascensión de Profaci al rango de jefe de familia. Sin embargo, los problemas locales o regionales no justificarían la convocatoria de una convención nacional. Parece mucho más probable que el propósito de la convención fuera reconocer al nuevo jefe de jefes de la Mafia de Estados Unidos, Giuseppe Masseria, tras la muerte de Salvatore "Toto" D'Aquila. Desde los albores de la Era de la Prohibición, Masseria había reunido a la familia criminal más fuerte y rica del país y el reciente asesinato de D'Aquila, en una calle de Manhattan, hizo que el nombramiento de Masseria como Jefe de jefes fuera una mera formalidad. Aunque la base de operaciones de Masseria estaba en la ciudad de Nueva York, muchos de sus parientes residían en Cleveland; los aliados de Masseria en Cleveland habían derrotado recientemente allí a una facción pro-D'Aquila. La ciudad habría sido una selección completamente apropiada para una coronación de Masseria. Los críticos de este punto de vista señalan que Masseria y sus aliados no estaban entre los detenidos en el Hotel Statler. Por supuesto, con gran parte de su familia en el área, no habría habido ninguna razón para que Masseria se quedara en ningún hotel. Y la policía expresó públicamente su decepción por el hecho de que la incursión apresurada en el Statler permitió que otros congresistas escaparan. Giuseppe "Joe The Boss" Masseria fue uno de los primeros "capos" o jefe de la Mafia de Nueva York, estuvo a cargo de la más tarde denominada familia 'Genovese' entre los años 1922-1931. Durante esa época se consagró como el mafioso más poderoso de la ciudad. Su manejo buscaba preservar los viejos ideales de la Mafia siciliana tales como el “honor”, la “tradición”, el “respeto” y la “dignidad”, métodos que, a sus espaldas, eran criticados por muchos de sus subordinados. Murió asesinado el 15 de abril de 1931 mientras cenaba en compañía de Lucky Luciano en el "Scarpato's", uno de sus restaurantes favoritos en Coney Island. Tras su muerte Lucky Luciano asumió la jefatura de la familia. (Tomado de 'Caught in Cleveland'. The writers of wrongs).


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30 junio 2021

El triunfo del mal y la necesidad del crimen en la economía


Danza de la muerte, Otto Dix. 1917


Una critica al sistema judicial y económico estadounidense por un estadounidense 

por John Kozy


Nota de introducción

Continuando con la tónica de algunos artículos sobre guerra y psicología, mucha lógica y reflexión, sin adentrarnos en el siempre complejo dilema filosófico, hoy desempolvaremos valiosos artículos "viejos", "recién envejecidos para americanos...", como reza la letra de una canción de antaño del cantautor argentino Piero. 

En realidad son dos artículos escritos por John Kozy en inglés (desconozco si fueron traducidos al castellano), "The Triumph of Evil" (El triunfo del mal) (2010) y "How the Economy Works: the Necessity of Crime" (Cómo funciona la economía: la necesidad del crimen) (2012), hemos unificado y resumido (extractos) las reflexiones de Kozy para mejor comprensión del lector, por supuesto, el interesado puede recurrir a las fuentes originales en inglés en las referencias bibliográficas a pie de página y con las modernas herramientas del presente leerlas en cualquier idioma.

John Kozy, estadounidense, profesor jubilado de filosofía y lógica, escribe sobre temas sociales, políticos y económicos. Después de servir en el ejército de los Estados Unidos durante la Guerra de Corea, pasó veinte años como profesor universitario y otros veinte años trabajando como escritor. Ha publicado un libro y es articulista  en revistas académicas y revistas comerciales, así como ha escrito editoriales invitado por periódicos realizando una crítica al estableshiment y sistema de gobierno de los Estados Unidos. Su vasto trabajo puede ser consultado en línea a través de Global Research.


*** 

El Triunfo del Mal

Las sociedades modernas han justificado su adopción de actividades delictivas alegando que tales técnicas son necesarias para combatir el mal. Pero la guerra contra el mal por parte de los buenos no se puede ganar usando tácticas malvadas. El mal nunca produce bondad, y al usar estas malas prácticas, la cantidad de maldad en el mundo aumenta tanto en cantidad como en extensión. Intentar salvar a la nación convirtiéndose en aquello de lo que estás tratando de salvar a la nación es un suicidio. 


A menos que se utilicen técnicas benignas el mal prevalecerá. Parafraseando el comentario de J. Robert Oppenheimer después de que la primera bomba atómica fuera probada con éxito, nos habremos convertido en el mal, el destructor de la bondad.

Hace algunas décadas, mientras cenaba con un fiscal general recién elegido del estado de Carolina del Norte y el presidente del Tribunal Supremo de la Corte Suprema de ese estado, el jurista me dijo que todos los involucrados en el sistema legal y la aplicación de la ley tenían que pensar como criminales para atraparlos. Él creía que la declaración era directa y evidente hasta que señalé que la línea entre pensar como un criminal y actuar como uno es muy fina y se cruza fácil y frecuentemente, lo que resulta en aumentar la cantidad de maldad en la sociedad en lugar de reducirla. Aparentemente, pocos notan esta consecuencia y el comportamiento criminal de los encargados de hacer cumplir y juzgar la ley ha aumentado tan sustancialmente que se ha convertido en una práctica común.


Protestas en mayo de 2020 en Los Ángeles por la muerte de George Floyd

Los medios están repletos de videos de brutalidad policial. Se ha filmado a la policía golpeando a prisioneros sometidos, aplicando pistolas eléctricas a personas (incluso ancianas) de forma indiscriminada, disparando a personas con discapacidades mentales a las que han sido llamados para ayudar y matando a personas atrapadas cometiendo delitos no capitales que intentan escapar (a veces disparándoles por la espalda). Las investigaciones para determinar si esos agentes deben rendir cuentas rara vez dan lugar a un castigo (Nota del editor del blog: No cambió en nada esa situación desde hace más de una década, es más no ha cambiado nunca la política represiva ante gente vulnerable y sí, incluso ante pequeños antisociales y renegados sociales. Estas líneas, escritas hace más de una década siguen siendo válidas en el presente, agravadas con la brutalidad policial en la muerte del estadounidense George Floyd y la consecuente protesta social).

Se ha demostrado que las personas que proporcionan información forense en los juicios han falsificado pruebas de manera que facilitan las condenas, ayudaron repetidamente a los fiscales a obtener condenas durante largo tiempo, principalmente al tergiversar pruebas de sangre. Se han encontrado problemas similares en varios laboratorios forenses. Un ex fiscal en Dallas, Texas, Henry Wade, ya fallecido, se volvió infame por haber condenado a un gran número de acusados inocentes. Los jueces de los tribunales de primera instancia denegaron la mayoría de las solicitudes de pruebas de ADN. Los fiscales se oponían habitualmente a las pruebas. Además de una confianza casi total en el testimonio de testigos presenciales, una revisión de los casos de ADN del condado de Dallas muestra que 13 de los 19 hombres condenados injustamente eran negros, identificados erróneamente por víctimas de otra raza, investigadores, fiscales y muchos de los jurados en los casos eran todos blancos, La policía utilizó procedimientos de alineación sugestivos y, a veces, presionó a las víctimas para que eligieran a su sospechoso, los fiscales con frecuencia iban a juicio con identificaciones de testigos únicos y corroboraciones endebles y trataban de preservar identificaciones inestables reteniendo pruebas que apuntaban a sospechosos potenciales, los jueces aprobaban identificaciones previas al juicio contaminadas. Es casi como si fuera todo el sistema, simplemente adoptamos lo que dice la policía. Luego están los enjuiciamientos con el testimonio de delincuentes sobornados para actuar como informantes. El soborno es una actividad delictiva, y si se demostrara que un abogado defensor sobornó a un testigo, el resultado probable sería la inhabilitación; sin embargo, los fiscales suelen hacerlo.

Lo anterior presenta una imagen fea, ¡fea en verdad!

Pero el mal no se limita a la aplicación de la ley local. Cuando los funcionarios se dieron cuenta de que pueden actuar con impunidad sin temor a sufrir consecuencias personales, la máxima, hay que pensar como delincuentes para atraparlos, sufrió sutiles alteraciones. Ahora hay que pensar como banqueros para poder regularlos. Lo mismo se dice de los corredores de bolsa, los petroleros y cualquier otro grupo de interés. Todo el mundo quiere autorregularse. Pero la autorregulación no es más que una licencia para participar en un comportamiento delictivo. Todo el sistema de gobierno se convierte en una oligarquía de viejos que se rascan la espalda unos a otros. Todo el mundo sabe lo bien que funciona.




Las agencias federales, incluida la Corte Suprema, también son cómplices. La Corte viola la Constitución de forma rutinaria. ¿Recuerda la decisión que validaba el encarcelamiento de japoneses estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial? Otras decisiones, quizás no tan obvias, pueden citarse fácilmente. El FBI y Seguridad Nacional violan habitualmente las disposiciones de privacidad de la Constitución y la ley, y los tribunales no han intervenido. La CIA se ha convertido en una versión oficial de Murder Inc., y ahora incluso aboga por el asesinato de estadounidenses que viven en el extranjero y que han sido etiquetados como "terroristas". La agencia se ha convertido en el dispensador de justicia vigilante, mientras que a los estadounidenses se les dice que nunca se tomen la ley en sus propias manos.

Nadie parece darse cuenta de que la guerra contra el mal por parte de los buenos no se puede ganar con tácticas del mal. El mal nunca produce bondad, y al usar estas malas prácticas con el pretexto de luchar contra el mal, la cantidad de maldad en el mundo aumenta tanto en cantidad como en extensión. Intentar salvar una nación convirtiéndose en aquello de lo que está tratando de salvar a la nación es un acto de autodestrucción nacional; es suicida.

Entonces, ¿cómo se puede esperar que el bien luche contra el mal?

A menudo se cita la afirmación de Edmund Burke: "Todo lo que se necesita para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada". Suena bien, ¿no? Pero la afirmación cae en la categoría de nociones que Michael Faraday etiquetó como "ideas favoritas" y nos advirtió que desconfiáramos de ellas. Piense en ello por un minuto. ¿Son realmente buenas las personas que no hacen nada?

ABC News tenía una serie, titulada ¿Qué harías?, organizaba actos ilegales en lugares públicos para ver cómo responden los espectadores desprevenidos. Muchos no hacen nada. La implicación de estas historias es que algo anda mal con esas personas. De hecho, nadie sabe cuál es la proporción de personas buenas y malas en la sociedad. Quizás simplemente no hay suficientes personas buenas para marcar la diferencia, sin importar lo que hagan. Pero incluso suponiendo, como la mayoría de la gente, que los buenos superan en número a los malos, pocos se dan cuenta de lo difícil que es para los buenos luchar contra el mal.

Pueden, por supuesto, protestar contra el mal. Algunos como ACLU, Innocence Project y otros presentan demandas, otros exponen el mal al solicitar documentos a través de la Ley de Libertad de Información y al convertirse en denunciantes. Si bien todas estas acciones valen la pena y a menudo dan como resultado la lucha contra actos ilícitos específicos, tienen poco efecto sobre el mal sistémico que se ha incorporado al comportamiento institucional. Las buenas personas parecen estar limitadas por su bondad. ¿Entonces no hay esperanza? ¿No se puede hacer nada para evitar el triunfo del mal?

Algunas sociedades han desarrollado formas benignas y civiles de afrontarlo. Gandhi pudo usar la resistencia pasiva para expulsar al malvado RAJ británico de la India, pero, desafortunadamente, los indios no pudieron usarlo para evitar que un malvado RAJ local adquiriera el control. Sin embargo, Gandhi demostró que la resistencia pasiva puede funcionar.

Los noruegos durante la Segunda Guerra Mundial redefinieron el apellido Quisling en el sentido de traidor y, por lo tanto, difamaron a Vidkun Quisling, quien ayudó a la Alemania nazi después de que conquistara Noruega para que él mismo pudiera gobernar. El término se utilizó más tarde para denigrar a los partidos políticos fascistas, las fuerzas militares y paramilitares y otros colaboradores en los países aliados ocupados. Si, como algunos afirman, Estados Unidos se está convirtiendo en un estado fascista, "Quisling" todavía se puede utilizar hoy. Recientemente, Stephanie Madoff, nuera de Bernard Madoff, presentó documentos judiciales solicitando cambiar su apellido y el de sus hijos a Morgan para evitar humillaciones y acoso adicionales. La difamación al asociar el nombre de una persona con sus actos y aplicarlo a otros que actúan de la misma manera es una forma eficaz y benigna de atacar el mal.

Las sociedades primitivas desarrollaron toda una gama de formas benignas de enfrentar el mal, algunas de las cuales todavía se utilizan hoy en lugares aislados. El ostracismo, el anatema y el rechazo social se han utilizado con éxito. El establecimiento no espera que la gente actúe de esa manera; espera que utilicen los canales habituales establecidos para expresar su desaprobación. Pero hace mucho tiempo que se ha demostrado que esos canales establecidos son ineficaces. Todo lo que se necesita para ganar la batalla contra el mal es encontrar formas de hacer miserable la vida de los malhechores. No se necesitan leyes, ni violencia, ni siquiera castigo. Molestarlos, avergonzarlos, evitarlos, condenarlos al ostracismo, convertirlos en marginados sociales, personae non gratae. Incluso si el bien en la sociedad constituye solo una minoría, si la minoría es lo suficientemente grande, puede tener éxito utilizando técnicas tan benignas pero molestas. 


II

Cómo funciona la economía: La necesidad del crimen


 

"El dinero hace girar al mundo

Un marco, un yen, un dólar o una libra

Es todo lo que hace girar al mundo. ”

- canción de Cabaret


La economía es meramente una suma de dinero y el dinero que compone la suma se valora por igual si resulta de virtuoso o vicioso, bueno o malo, constructivo o destructivo, humano o inhumano, legal o ilegal, prácticas benéficas o malévolas. Que las personas se beneficien o resulten heridas nunca es una preocupación económica. Las personas, como todo lo que no es monetario, son irrelevantes.

Érase una vez, cuando comienzan todas las leyendas de la buena moralidad, la humanidad vivía en un hábitat natural. La gente se afanaba, pero ninguna trabajaba en nada parecido a lo que hoy se llama trabajo. Cazaban, pescaban, atrapaban y recolectaban bayas, frutas y raíces comestibles. Más tarde la gente aprendió a cultivar la tierra y a domesticar y pastorear animales. Los rendimientos se compartían con todos los miembros de sus clanes: los jóvenes y los ancianos, los capaces y los discapacitados, los sanos y los enfermos. De cada uno según su capacidad; para cada uno según sus necesidades era una práctica común, no un precepto ideológico. Y la raza humana floreció. Las aldeas alrededor de parcelas cultivadas se convirtieron en pueblos y los pueblos en ciudades. Pero en algún lugar de la progresión, algo salió terriblemente mal. ¡La gente dejó de compartir! Las personas con esto comenzaron a comerciar con otras por eso, y comenzó lo que ahora se conoce como comercio.

El problema es que, habiendo sido trasladado de un hábitat natural a uno artificial, no natural, todos no tenían un esto para cambiar por otro. Los ricos se distinguieron de los que no tenían. ¿Qué iban a hacer los que no tenían? Bueno, podrían mendigar o venderse o volver a ser lo que hubieran sido en su hábitat natural: ¡ cazadores y recolectores! Pero ahora la presa eran los que tenían y su propiedad se volvió recolectable. Entonces, ¿qué tenían que hacer los más ricos?

Podrían haber vuelto a compartir, ¡pero no lo hicieron! En cambio, desarrollaron formas de proteger lo que tenían. Asignaron a algunos para promulgar reglas y a otros para hacerlas cumplir. Algunas personas consiguieron trabajos, legisladores y guardias. Siempre que se atrapaba a un infractor de las reglas, tenía que ser juzgado. Se crearon más puestos de trabajo: abogado y juez. Cuando era condenado, el infractor de las reglas tenía que ser castigado y las cárceles surgieron con sus guardianes. Cuando los presos fueron liberados, tuvieron que ser monitoreados, por lo que ahora se necesitaban oficiales de libertad condicional. Todo esto cuesta mucho a los que tienen. ¿No habría sido más barato compartir?



Quizás, pero la gente no podría volver a eso ahora. Pues todos estos guardias-trabajadores, como se les llama ahora a menudo en la literatura, constituyen una actividad económica en sí misma. Volver a compartir los convertiría a todos en desposeídos. Pero ahora son personas importantes y poderosas. ¡Jueces, abogados, legisladores! ¿No tienen? ¡Cielos, no! Aunque son reacios a pensar en sí mismos de esta manera, estas personas no son más que guardias de seguridad aclamados. En comparación con los peces, son los comederos inferiores del acuario. ¿Qué serían sin crimen?

La empresa comercial de trabajo de guardia es como cualquier otra empresa comercial. Para beneficiarse, debe crecer; pero para crecer, el crimen debe aumentar. Sin aumentar la delincuencia, el trabajo de guardia se atrofia. Lo que surgió para controlar el crimen ahora lo requiere. El crimen se ha convertido en una parte necesaria de la economía. No se puede eliminar; ni siquiera se puede reducir sin afectar negativamente a la economía. A los economistas les encanta. También lo hacen los abogados, legisladores y jueces. ¡Pero no lo admitirán! Hay que alimentar la actividad comercial de custodia de los que tienen y su propiedad.

Oh, mierda, dirá algún lector. Quizás, pero abandonemos el érase una vez y volvamos al ahora es el momento.

¿Por qué algunos miembros del Congreso tienen la intención no solo de reducir la red de seguridad social sino también de eliminarla? Porque mantener las espaldas de los desposeídos contra la pared aumenta su probabilidad de convertirse en criminales para alimentar a los trabajadores de la guardia ¿Y por qué estos mismos miembros del Congreso no están dispuestos a restringir las actividades del complejo militar-industrial? Bueno, los AK-47 vienen de ahí y son tecnologías que mejoran la productividad. Hacen que los guardias y los delincuentes sean más eficientes ¿y economistas? Bueno, consideremos cómo se mide el producto interno, la medida más amplia de la economía.

El producto interno bruto (PIB) es el valor de mercado de todos los bienes y servicios comprados en un período determinado. En resumen, mide cuánto dinero se gasta. Cuando se gasta más dinero, el PIB aumenta, cuando se gasta menos, el PIB disminuye. Cuando el PIB aumenta, se dice que la economía está creciendo, cuando el PIB baja, se dice que la economía se contrae. Esto implica, por supuesto, que "la economía" no es más que un número.

Bueno, ¿qué hay de malo en eso?:

Digamos que un pirómano incendia un edificio enorme y el fuego causa tanto daño que el edificio no se puede reparar. El propietario contrata a un vendedor para que lo derribe y retire la basura. El costo de hacer eso es producto nacional. En cierto sentido, destruir algo lo convierte en un producto. Joseph Alois Schumpeter, el Arnold Alois Schwarzenegger de la economía, lo llamó “destrucción creativa”: las cosas se destruyen para crear productos domésticos. En realidad, el crimen crea una gran cantidad de producto interno. El costo de las armas y herramientas utilizadas por los delincuentes es producto nacional. Si se detecta, el costo del juicio de un acusado es producto nacional. Si es declarado culpable, también lo es el costo de su encarcelamiento.

Pero es aún peor. El asesinato de una persona crea un producto doméstico. Hace aproximadamente un siglo, especialmente en el Medio Oeste de Estados Unidos, cuando una persona moría, su familia encontraba un lugar agradable detrás de la granja y cavaba una tumba. Hoy eso no se puede hacer; hoy la muerte es una fuente de ingresos. Primero se requieren los servicios de un enterrador, luego se debe comprar un ataúd, luego se adquiere una parcela de cementerio y flores para el visionado. La muerte de una persona hace que el producto doméstico crezca y crezca. La economía mejora cada vez más. ¡Absurdo !, dices. Sí, lo es, pero así es exactamente como funciona la economía.

Así que piénselo. Cuando un grupo de saudíes derribó el World Trade Center, crearon productos nacionales, muchos de ellos. La mayoría de los estadounidenses consideran a estas personas como terroristas, pero desde una perspectiva económica, son empresarios que crean empleo. Cuente todas las personas empleadas en la limpieza del sitio y la reconstrucción de los edificios. Es un cumplimiento del sueño de Schumpeter, pero debería haberlo llamado "creación destructiva".

Si quiere saber por qué los estadounidenses no pueden controlar las armas, piense en el sueño de Schumpeter. Los llamados negocios legítimos ganan dinero con la muerte en Estados Unidos. Matar en Estados Unidos es una actividad económicamente creativa. Toma a los seres humanos y los convierte en productos domésticos. El PIB crece con cada crimen. Sin el crimen, el PIB se desplomaría.

Entonces, ¿cuál es la moraleja de esta leyenda? Qué tal, "Si quieres mejorar la economía, sal y mata a mucha gente". No hará mucho por el país o su gente, pero el PIB explotará y los economistas salivarán sobre lo bueno que son los fundamentos de la economía.

¿Te imaginas algo más absurdo? No importa, porque así es como funciona realmente la economía. No tiene ninguna relación con las personas y su bienestar. El dinero obtenido por una actividad destructiva es tan bueno como el dinero obtenido por una creativa. El dinero que se gana robando es tan bueno como el dinero que se gana con honestidad (como todo banquero sabe). El dinero lavado es tan bueno como el dinero limpio. El dinero que se gana matando (aquí o en el extranjero) es tan bueno como el dinero que se obtiene dando a luz. Así funciona la economía. Ni las personas ni la calidad de nada importan; solo el dinero hecho lo hace, y el coro político canta,

Dinero, dinero, dinero, dinero.

Dinero, dinero, dinero, dinero


 

Todo esto en una nación compuesta por personas, el 80% de las cuales afirman ser seguidores de una deidad que proclama que el amor al dinero es la raíz de todos los males, y ni un solo clérigo se queja.


Así es, querido lector, cómo funciona Estados Unidos. La economía es meramente una suma de dinero, no prácticas que sustentan al oikos, y el dinero que compone la suma se valora por igual si resulta de virtuoso o vicioso, bueno o malo, constructivo o destructivo, humano o inhumano, legal o ilegal, prácticas benéficas o malévolas. Todo ese lucro es asqueroso. Que las personas se beneficien o resulten heridas nunca es una preocupación económica. La gente, como todo lo que no es monetario, es irrelevante, lo que hace que esta economía sea totalmente inmoral. Este mensaje de un destacado asesor financiero lo demuestra:

"Como inversores, no debemos permitir que nuestras creencias políticas, los medios de comunicación o cualquier otra cosa se interpongan en el camino de nuestra búsqueda para convertir nuestro dinero ganado con esfuerzo en una riqueza duradera".


 John Kozy

The Triumph of Evil

How the Economy Works: the Necessity of Crime

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