Bienvenido a este Blog. Detectives de Guerra le brinda los mejores análisis de los conflictos internacionales de actualidad

16 julio 2021

Darwinismo social



por Richard Weikart 


El darwinismo social es una doctrina que surgió en el siglo XIX, un intento de aplicar la teoría darwiniana para comprender las sociedades humanas, afirmando que la sociedad progresa ("evoluciona") a medida que los individuos más adaptados y capacitados sobreviven socialmente, la "supervivencia del más apto". Difundió la idea de progreso y superioridad de la civilización. El darwinismo social intentó formular una visión muy particular de las teorías de Darwin pero que suele contradecirse con el darwinismo original.

 

El artista estadounidense Udo Keppler y su obra de 1902 titulada “Desde el Cabo hasta El Cairo. Aunque el proceso sea costoso, el camino del progreso debe cortarse". (Revista Puck, 10 de diciembre de 1902). Fuente: Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.


El historiador Richard Weikart, profesor de Historia en la Universidad Estatal de California, Stanislaus, analiza en este reportaje un nuevo libro de Jeffrey O'Connell y Michael Ruse: "Social Darwinism" (darwinismo social), Cambridge University Press, abril 2021. Weikart es autor de  Hitler's Ethic: The Nazi Pursuit of Evolutionary Progress; From Darwin to Hitler; Hitler's Religion: The Twisted Ideas that Drove the Third Reich y The Death of Humanity: And the Case for LifeWeikart expresa que una de las principales deficiencias de este nuevo libro es el intento de los autores de poner la mayor distancia posible entre Darwin y el pensamiento eugenésico, y entre Darwin y Hitler.

El mencionado libro describe al seguidor de Darwin, Herbert Spencer como el chico malo defensor de la eugenesia que postula que Darwin y el darwinismo tuvieron poca o ninguna influencia en la retorcida ética de la raza superior de Hitler. Weikart destaca pacientemente algunas pruebas clave de lo contrario, declaraciones al frente y al centro de los escritos de Hitler. ¿Darwin causó a Hitler? No. ¿Darwin habría aprobado a Hitler? Es casi seguro que no. Pero, según Weikart, el propio pensamiento racista y pro-eugenesia de Darwin, combinado con algunas implicaciones de su teoría que él mismo reconoció explícitamente, evidentemente sentó las bases para la perspectiva diabólica de Hitler sobre "la raza superior", "la lucha por la vida", la guerra y la eugenesia.

Richard Weikart presentó sus comentarios sobre el citado libro en tres artículos del 21 al 26 abril del presente año (aquí unificados en uno) bajo el título genérico "New Book: Social Darwinism" (Nuevo libro: Darwinismo social) en el sitio web Evolution News


*****

I

Darwin y Herbert Spencer


Herbert Spencer (Wikimedia Commons)


Cambridge University Press ha publicado un corto nuevo libro de Jeffrey O'Connell y Michael Ruse sobre el darwinismo social que probablemente enfurezca a bastantes personas de diferentes convicciones. Los autores admiten que Darwin fue un racista que promovió la lucha racial, incluso en su libro científico, The Descent of Man, donde Darwin se regocijó de que “las razas civilizadas han extendido, y ahora están extendiendo por todas partes, su rango, para ocupar el lugar de las razas inferiores". (citado en la p. 24) También admiten que Darwin vivía de la riqueza capitalista y se opuso a los sindicatos y las cooperativas porque reducen la competencia humana.

Después de exponer las despiadadas opiniones sociales darwinistas de Andrew Carnegie y Teddy Roosevelt, los autores afirman más tarde que las ideas de estos hombres eran "más complejas". Carnegie no era del todo malo, después de todo, porque usó su riqueza para beneficiar a la gente mediante la fundación de bibliotecas y demás, mientras que Roosevelt "no parece del todo el matón anglosajón que uno podría inferir en una lectura rápida". (p. 30) Estas no son exactamente observaciones "políticamente correctas". También sospecho que E.O. Wilson, el biólogo de Harvard ganador del premio Pulitzer que fundó la sociobiología, no estaría contento de ser llamado un "spenceriano no reconstruido", en contraste con Ruse, uno de los autores de este libro, que trata de tomar el terreno alto al afirmar llevar el manto del verdadero darwinismo.


Cuatro cuestiones clave

Sin embargo, como historiador, lo que más me preocupa de este libro son cuatro cuestiones clave: 

1) Los autores distancian a Darwin y Herbert Spencer (y Ruse y Wilson) un poco más de lo que parece justificado. 

2) El deseo de los autores de sacar a Hitler de las filas de los darwinistas sociales está completamente equivocado. 

3) A excepción de Darwin, los autores nunca discuten los puntos de vista social darwinistas de los biólogos, centrándose en cambio en los industriales, militares y políticos. 

4) La interpretación de los autores de Nietzsche es idiosincrásica y bastante extraña. Abordaré el primer tema, luego discutiré el darwinismo social de Hitler y finalmente discutiré el darwinismo social entre científicos.


Sin embargo, me abstendré de discutir su extraña interpretación de Nietzsche, porque los autores no lo consideran un darwinista social, yo no lo considero un darwinista social, y no conozco a nadie que lo considere un darwinista social (y he leído bastante la literatura sobre el darwinismo social y la literatura sobre la influencia del darwinismo en Nietzsche). Después de leer este libro, estaba completamente desconcertado acerca de por qué se incluyó a Nietzsche (y el capítulo sobre Nietzsche es mucho más largo que la mayoría de los otros capítulos), hasta que descubrí más tarde que la disertación de O'Connell estaba sobre Nietzsche. Está bien, no encaja con el tema, pero es un caballo de batalla. Ahora lo entiendo.

En cualquier caso, volvamos a Darwin y Spencer. O'Connell y Ruse seguramente tienen razón al señalar las diferencias entre Darwin y Spencer. La diferencia más importante, explican, fue su punto de vista sobre la ética. O'Connell y Ruse afirman que “Darwin era un no realista moral. Creía en la ética sustantiva, pero no creía que tuviera ninguna justificación externa". (p. 11) Spencer, por su parte, adoptó la siguiente posición, según los autores: "Es la perspectiva del progreso lo que justifica la lucha por la existencia en el mundo social, permitiendo una sociedad de laissez-faire del tipo más duro". (p. 14) Hacia el final de este libro, los autores afirman: “Para Spencer, el progreso, el holismo y el realismo moral eran todos importantes. Para Darwin, el progreso era secundario y derivado, y tanto el individualismo como el no realismo moral eran importantes". (p. 62)

Admito que esto es en gran parte correcto, pero me pregunto cuánta diferencia hizo esto en sus puntos de vista sociales y políticos (el tema que nos ocupa aquí es, después de todo, el darwinismo social). En un momento, los autores admiten que las "creencias y prescripciones sociales de Darwin no eran muy diferentes de las de Spencer". (p. 23) Además, aunque la visión de Darwin del progreso puede haber sido "secundaria y derivada", a diferencia de la de Spencer, donde era central, no obstante, el deseo de Darwin de fomentar un mayor progreso evolutivo influyó en su perspectiva sociopolítica.


Empapado de nociones de progreso

Las últimas páginas de The Descent of Man, donde Darwin analiza las perspectivas futuras de la humanidad, están empapadas de nociones de progreso. Por ejemplo, Darwin declaró:

"El hombre, como cualquier otro animal, sin duda ha avanzado a su actual condición elevada mediante una lucha por la existencia como consecuencia de su rápida multiplicación; y si ha de avanzar aún más, debe permanecer sujeto a una dura lucha. De lo contrario, pronto se hundiría en la indolencia, y los hombres más dotados no tendrían más éxito en la batalla de la vida que los menos dotados. Por lo tanto, nuestra tasa natural de aumento, aunque conduce a muchos males obvios, no debe reducirse en gran medida de ninguna manera. Debería haber una competencia abierta para todos los hombres; y las leyes o costumbres no deberían impedir que los más capaces tengan el mejor éxito y críen el mayor número de descendientes". 

(DARWIN,  THE DESCENT OF MAN  [PRINCETON: PRINCETON UNIVERSITY PRESS, 1981], 2: 403)


Eso me suena mucho al progreso de Spencer. 

De hecho, la posición de Darwin en este pasaje enfatiza la naturaleza ineludible de la lucha por la existencia incluso más que Spencer. Spencer pensó que a medida que los humanos progresaran, la reproducción humana disminuiría hasta el punto de que la lucha ya no sería aplicable en el futuro. Darwin en este pasaje afirmó que la reproducción "no debe verse disminuida en gran medida de ninguna manera" y que los humanos "deben permanecer sujetos a una lucha severa". Por lo tanto, Darwin enfatizó la beneficencia de la lucha humana por la existencia incluso más que Spencer. (Para más información sobre este tema, consulte mi ensayo "¿Fue Darwin o Spencer el padre del darwinismo social del Laissez-Faire?"  Journal of Economic Behavior and Organisation  71 [2009]: 20-28.)

Su presentación de Darwin y Spencer, sin embargo, es un punto bastante menor en comparación con el capítulo completamente equivocado sobre "El problema de Hitler".


II

"El problema de Hitler"



En el libro Social Darwinism de Cambridge University Press, Jeffrey O'Connell y Michael Ruse abordan un tema sobre el que he escrito extensamente: las conexiones entre el darwinismo y la ideología nazi. Desafortunadamente, sin embargo, hasta donde yo sé, ignoran casi todo lo que he escrito (tengo que decir "casi" porque citan una publicación de blog que escribí). Sin duda, citan mi libro, De Darwin a Hitler: Ética evolutiva, eugenesia y racismo en Alemania, aunque no puedo decir si leyeron una línea, porque nunca discuten ningún material específico del libro. Peor aún, ni siquiera citan mis últimos libros,  La  Ética de Hitler: La búsqueda nazi del progreso evolutivo (2009) o La religión de Hitler: las ideas retorcidas que impulsaron el Tercer Reich  (2016), aunque estos son los libros académicos más completos e importantes que tratan el tema del darwinismo social de Hitler.

En su capítulo sobre "El problema de Hitler", hacen la afirmación completamente insostenible de que Hitler no creía en la evolución en absoluto. Como es obvio por sus citas, la forma en que llegaron a esta conclusión fue leyendo las obras de Robert Richards, especialmente ¿Hitler era un darwiniano? (Richards responde a su pregunta con un rotundo, ¡No!).


Una avalancha de pruebas

Mi libro, La ética de Hitler, contiene una avalancha de pruebas de que Hitler creía en la evolución, incluida la evolución humana. Mi último libro, La religión de Hitler, contiene un capítulo, "¿Fue Hitler un creacionista?" que refuta directamente los falsos argumentos de Richards. Aquí solo puedo proporcionar algunas cositas, pero si alguien quiere más evidencia, incluidas refutaciones explícitas de las afirmaciones de Richards, consulte estos trabajos.

Permítanme dar algunos ejemplos de la creencia de Hitler en la evolución y el darwinismo social de una variedad de fuentes:  Mein Kampf de Hitler (Segundo Libro), sus discursos, sus monólogos y el testimonio de sus asociados.

En  Mein Kampf  (segundo libro), Hitler no solo usa términos darwinianos constantemente, como evolución, lucha por la existencia y lucha por la vida, sino que varias veces describe explícitamente la lucha por la existencia como una ley natural que los humanos deben tener cuidado de no contravenir. En un pasaje mencionó que la lucha en la naturaleza vence a los débiles y enfermos, y luego declaró:

La lucha siempre es un medio para mejorar la salud y la resistencia de la especie y, por lo tanto, una causa de su evolución. Por cualquier otro proceso cesaría todo desarrollo y evolución, y sucedería exactamente lo contrario.

(HITLER,  MEIN KAMPF , TRADUCCIÓN DE BARROWS MUSSEY [NUEVA YORK: STACKPOLE SONS, 1939], 278)


En el segundo libro de Hitler, el darwinismo social es aún más obvio, ya que Hitler abre el libro con un capítulo sobre “La lucha por la vida” (que dicho sea de paso, es un término que el propio Darwin utilizó como sinónimo de la lucha por la existencia). En este capítulo, Hitler explica en detalle su opinión de que los organismos, incluidos los humanos, se reproducen más rápido que los recursos disponibles y el espacio vital, por lo que la lucha por la existencia es inevitable. "En la limitación de este espacio vital", afirmó Hitler, "reside la compulsión por la lucha por la supervivencia y, la lucha por la supervivencia, a su vez, contiene la condición previa para la evolución". (Adolf Hitler, Segundo libro de Hitler: La secuela inédita de  Mein Kampf, ed. Gerhard L. Weinberg [Nueva York: Enigma Books, 2003], 8)


Un tema frecuente para Hitler

La lucha por la existencia también fue un tema frecuente en los discursos de Hitler, y en un discurso de 1927 aclaró su importancia en la evolución humana, afirmando:

"Eres el producto de esta lucha. Si tus antepasados ​​no hubieran luchado, hoy serías un animal. No ganaron sus derechos a través de debates pacíficos con los animales salvajes, y más tarde quizás también con los humanos, a través del ajuste comparativo de relaciones por un tribunal pacifista de arbitraje, sino que la tierra se ha adquirido sobre la base del derecho de los más fuertes.


En un discurso de 1942, Hitler explicó que Alemania necesitaba librar guerras para cumplir con las leyes de la naturaleza. Luego explicó: “Esta lucha conduce en efecto a una selección inquebrantable y eterna, a la selección  de los mejores y más duros. Vemos, pues, en esta lucha un elemento de la edificación de todos los seres vivos”. Luego reiteró que la lucha es una ley de la naturaleza que produce una "evolución progresiva". (Hitler, "War der Zweite Weltkrieg für Deutschland vermeidbar?" 30 de mayo de 1942, en  Hitlers Tischgespräche, 492) 

En los monólogos de Hitler, a menudo abordó el tema de la evolución y la lucha por la existencia. Por ejemplo, en un largo monólogo sobre la evolución, la ciencia y la religión el 24 de octubre de 1941, despreció el cristianismo y expresó claramente su apoyo a la evolución. Al final del monólogo, declaró:

Ha habido humanos en el rango al menos de un babuino en cualquier caso durante al menos 300.000 años. El simio se distingue menos del humano más bajo que un humano así de un pensador como, por ejemplo, Schopenhauer.

(HITLER,  HITLERS TISCHGESPRÄCHE IM FÜHRERHAUPTQUARTIER , ED. HENRY PICKER [FRANKFURT, 1989], 75)


Otto Dietrich, el publicista de Hitler, afirmó que Hitler consideraba a la naturaleza como la fuente de “la verdad final sobre la vida. Tomó principios tales como la lucha por la existencia, la supervivencia de los más aptos y más fuertes, por la ley de la naturaleza y los consideró un 'imperativo superior' que también debería regir en la vida comunitaria de los hombres". Dietrich también afirmó que los "puntos de vista evolutivos de Hitler sobre la selección natural y la supervivencia del más apto coincidían con las ideas de Darwin y Haeckel". (Otto Dietrich,  The Hitler I Knew, traducción de Richard y Clara Winston [Londres, 1957], 19, 153) 

La secretaria personal de Hitler, Christa Schroeder, estuvo de acuerdo, afirmando que Hitler creía: "La ciencia aún no sabe claramente de qué raíz han surgido los seres humanos. Sin duda, somos la etapa más alta de evolución de cualquier mamífero, que evolucionó de reptiles a mamíferos, quizás a través de simios, a humanos. Somos miembros de la creación e hijos de la naturaleza, y se nos aplican las mismas leyes que a todos los organismos vivos. Y en la naturaleza, la ley de la lucha gobierna desde el principio. Todo lo que sea incapaz de vivir y todo lo débil será eliminado"(Christa Schroeder, Er war mein chef: Aus dem nachlass der sekretÄrin von Adolf Hitler, Ed. Anton Joachimsthaler, 2ª ed. [Munich: Langen MÜller, 1985], 68)


Darwinismo y antisemitismo

O'Connell y Ruse ignoran toda esta evidencia (y mucho, mucho más) que he presentado en mis escritos. En cambio, enfatizan el punto válido de que el antisemitismo fue crucial en la ideología de Hitler, pero Darwin nunca promovió el antisemitismo. Es cierto, pero pasa por alto el punto importante de que nadie, y ciertamente yo no, ha argumentado nunca que el darwinismo contribuyó al antisemitismo o que Hitler derivó todo en su cosmovisión del darwinismo. Por el contrario, he argumentado claramente en todos mis trabajos que Hitler fue un pensador ecléctico que se inspiró en muchas influencias intelectuales diferentes, algunas de ellas contradictorias. Fue influenciado por las ideas de Schopenhauer, Nietzsche, Wagner y muchos otros pensadores, tanto conocidos como oscuros. (Examino muchos de estos extensamente en  Hitler's Religion).

Sin embargo, la influencia del darwinismo social en Hitler no fue mínima, porque fue un ingrediente clave de muchas doctrinas nazis importantes, como la lucha racial, el espacio vital, el militarismo, la eugenesia, la eutanasia y más. No solo eso, sino que, como veremos, estas ideas de Hitler no eran solo ideas marginales de personas que tenían poca comprensión de la biología darwiniana. Muchos biólogos y antropólogos darwinianos también promovieron estas ideas.


III

El darwinismo social entre los biólogos


Ernst Haeckel (Wikimedia Commons)


Uno de los problemas clave del nuevo libro de Jeffrey O'Connell y Michael Ruse sobre el darwinismo social  es que omite: una discusión sustantiva del darwinismo social entre los biólogos darwinianos, especialmente el tipo de darwinismo social que justificaba el militarismo, el racismo e incluso el exterminio racial. Sin duda, discuten sobre el propio Darwin, realmente no pudieron evitar eso. Sin embargo, desde la época de Darwin hasta Julian Huxley a mediados del siglo XX, los únicos biólogos mencionados son aquellos que se oponían al darwinismo social, por ejemplo, Thomas Henry Huxley. (Debo señalar que a pesar de su rechazo de la ética evolutiva, Huxley no estaba completamente libre del darwinismo social).

Las figuras durante este período que sí discuten son industriales, militares y políticos. ¿Por qué es esto? No es por falta de ejemplos, porque muchos biólogos darwinianos de finales del siglo XIX y principios del XX eran darwinistas sociales que promovían el capitalismo del laissez-faire y / o el militarismo y / o el racismo y / o el exterminio racial.


Omitiendo a Haeckel

La omisión más notoria es la de Ernst Haeckel, el principal biólogo darwiniano de Alemania. En realidad, los autores discuten brevemente a Haeckel, pero sus comentarios implican engañosamente que no era un darwinista social. Por ejemplo, mencionan que se opuso a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, convenientemente no explican que la razón por la que se opuso a que los países europeos luchen entre sí fue porque pensó que las guerras europeas mataron a las personas equivocadas: los mejores y más brillantes, los llamados "Más aptos". Por lo tanto, pensó que los europeos deberían centrar sus actividades militares en el exterminio de razas "inferiores" en las guerras coloniales. Los autores también olvidan mencionar que durante la Primera Guerra Mundial Haeckel cambió de opinión y escribió un libro completo justificando el esfuerzo bélico alemán y promoviendo el expansionismo alemán.

Haeckel no fue de ninguna manera un caso atípico. Como he demostrado en  De Darwin a Hitler, muchos biólogos alemanes abrazaron el militarismo social darwinista y el exterminio racial. Muchos biólogos estadounidenses también promovieron posiciones sociales darwinistas. Henry Fairfield Osborn, profesor de zoología en la Universidad de Columbia a principios del siglo XX, escribió un prólogo de la frase racista de Madison Grant, El paso de la gran carrera. Charles Davenport, un profesor de Harvard que fundó la Oficina de Registro de Eugenesia, promovió restricciones de inmigración contra las facciones supuestamente inferiores que estaban llegando a los Estados Unidos a principios del siglo XX. El racismo social darwinista era tan común en los Estados Unidos de principios del siglo XX que apareció en los libros de texto de biología estándar.


Huxley y Wilson

A pesar de ignorar a todos estos científicos que promovieron posiciones sociales darwinistas, los autores luego discuten sobre Julian Huxley, un biólogo políticamente progresista que promovió la ética evolutiva, y E.O. Wilson, el fundador de la sociobiología. Sin embargo, en realidad no aclaran si creen que Huxley era un darwinista social o no. Tampoco dicen explícitamente que Wilson es un darwinista social, pero parecen insinuarlo al etiquetarlo como spenceriano (ver más arriba Darwin y Spencer).

¿Por qué esta omisión es tan problemática? Después de todo, este es un libro corto y no pueden discutir todo. La razón es porque implica que el darwinismo social fue una posición adoptada por no científicos que simplemente no entendían la ciencia cuando aplicaron el darwinismo al pensamiento político y social. Una faceta importante de la historia descuidada: muchos biólogos y antropólogos darwinianos de finales del siglo XIX y principios del XX sostenían que la desigualdad biológica, el racismo y el militarismo se basaban en principios científicos sólidos (es decir, darwinianos). Haeckel, por ejemplo, despreció a los socialistas por su igualitarismo no darwiniano. No lo descubrirás en este libro, pero en su apogeo social el racismo darwinista y el militarismo fueron considerados científicos.


Richard Weikart

Artículo referencial:

Following the Science, Doctors Joined the Nazis “In Droves”

(Siguiendo la ciencia, los médicos se unieron a los nazis "en masa")

10 julio 2021

Escritores en el Desfile de la Paz




Canal Yandex-Zen

Con notas ampliadas y explicadas por el editor de este blog

 

Armen Chilingaryan y Sergey Harutchyan, dos artistas armenios, después de la Gran Victoria en la Segunda Guerra Mundial (1945) lanzaron una serie de dibujos animados denominados "Escritores en el Desfile de la Paz". La serie se denominó originalmente "Escritores al frente", creada en 1944.

 

Son imágenes estilizadas como las portadas de célebres libros que describen los eventos y el merecido castigo del enemigo. De esa forma, los artistas transformaron las portadas de famosas obras de la literatura universal con los acontecimientos de la Gran Guerra Patria, modificando su contenido, a saber, acercándolo al tema más importante de su época, la Gran Guerra Patria contra el nazismo.

Estas obras forman hoy parte de la colección de la Galería Nacional de Arte de Armenia.



Quizás la más exitoso de esta serie pueda ser una caricatura de Alejandro Dumas que representa a Hitler entrando solemnemente en el Arco Triunfal de la Guerra y lo deja diez años después, miserable y quemado. El libro original de Alejandro Dumas (padre) es "Veinte años después" publicada en 1845 y forma parte de la trilogía "Las novelas de d´Artagnan", siendo la secuela de "Los Tres Mosqueteros" (1844).



Los juicios de Nuremberg sobre los antiguos líderes de la Alemania nazi comenzaron en noviembre de 1945. Pero ya un año antes de eso, Arutchyan y Chilingarian "prepararon" sillas para ellos. La adaptación se basa en una novela satírica rusa "Las Doce sillas" de los escritores Ilf y Petrov, publicada en 1928.



Y el que no fue muy difícil de incluir en una serie de este tipo es Fyodor Dostoevsky, "Crimen y castigo". Publicada originalmente en la revista "El mensajero ruso", en 1866, en doce partes, y publicada después como novela (1866).​ Novela de las más influyentes e internacionales de la literatura rusa.




Por supuesto, "Veintiséis y uno" de Maxim Gorky fue un trabajo citado con frecuencia en esos años. En nuestro tiempo, al parecer, lo olvidaron, una buena razón para recordar y leer este cuento de Gorky, el relato apareció en diciembre de 1899 en la revista mensual "Schisn" de San Petersburgo. El poema, subtitulado por el autor, puede leerse como una autobiografía. 




La "portada" de la obra "Figaro" de Pierre Beaumarchais. "Las bodas de Fígaro", comedia en cinco actos y en prosa, 1784. Estreno en la Comédie-Française el 27 de abril de 1784. Mozart compuso su ópera Le nozze di Figaro basándose en esta obra (1786), también Marcos Portgual (1799).



"Viaje a la Luna 1944", Julio Verne. Preste atención a la figura en la parte superior: los brazos y las piernas están dispersos y la silueta se asemeja al famoso signo solar. "De la Tierra a la Luna" es el título de la obra de Julio Verne, cuyo original es "De la Terre à la Lune Trajet direct en 97 heures", es una novela "científica" y "satírica", publicada en el "Journal des débats politiques et littéraires" desde el 14 de septiembre hasta el 14 de octubre de 1865, apareció en un solo volumen el 25 de octubre de 1865.



I.A. Goncharov, "Historia Ordinaria" 1944La portada corresponde a la adaptación de la novela de Iván Alexandrovich Goncharov. "Historia ordinaria" otro ejemplo ruso de literatura clásica, fue concebida por el autor en 1844, durante los dos años siguientes trabajó en ella. La novela romance apareció inicialmente en la revista "Contemporáneo" (marzo-abril 1847). La novela se centra en la colisión de dos personajes, dos filosofías de la vida, ponderadas sobre la base de dos motores públicos: patriarcal, pueblo (Alexander Adorv) y metropolitano burgués-negocio (Peter Adorv).



I.A. Goncharov, "El precipicio" 1944. "El precipicio" fue publicado por primera vez en los números de enero a mayo de 1869 de la revista "Vestnik Evropy". La novela es otro clásico de la literatura romance rusa, concebida en 1849, tardó veinte años en completarse.



Friedrich Schiller, "Los bandidos" 1944El tema del saqueo de la propiedad de civiles por parte de los soldados ha sido abordado por los artistas armenios. "Los bandidos" (título original en alemán: Die Räuber) es un drama de cinco actos publicado en 1781 y escrito por Friedrich von Schiller. Está considerado como una de las últimas obras del Sturm und Drang (literalmente "tormenta y estrés"). La homónima ópera de Giuseppe Verdi (I masnadieri) se basa en el drama de Schiller.



Iván Turgenev, "Padres e hijos". Los artistas armenios reprochan a Alemania por la degeneración, colocando a Hitler y su equipo bajo los bustos de alemanes de fama mundial. "Padres e hijos" es una novela del escritor ruso Iván Turgenev, escrita en 1860, publicada en 1862. El tema principal del libro son las diferencias intergeneracionales en la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo XIX. Turgenev pone atención especial en el desfase de opiniones, ideologías y posiciones políticas entre los protagonistas y sus padres. La maestría del texto radica en la descripción de personajes prototipos de la época y en el detalle minucioso de sus vidas cotidianas (Wiki).



"Tres Palmas" (1839) es una de las obras poéticas más famosas del poeta ruso Mikhail Lermontov. Publicado en la revista literaria "Notas domésticas" en 1839, Lermontov compuso el poema en tetrámetro anfibrach, el mismo metro y estrofa que utilizó Alexander Pushkin en su Imitación del Corán, parte IX, "Y un viajero cansado murmuró a Dios... "



Máximo Gorky, "En el fondo" (1902). En la obra Gorky plantea al lector la cuestión fundamental de las relaciones humanas: "¿Qué es más importante para todos: la verdad o la compasión y la misericordia?" En esta obra clásica, el otoño expresa claramente la relevancia de los valores de la vida humana. Se invita al lector a reflexionar sobre la fe en una persona, su lugar en la sociedad, la capacidad de cambiar las condiciones de su vida, la justificación de las mentiras para la salvación y otros problemas que rodean a cada persona.



"El poder de las tinieblas" es un drama de cinco actos de León Tolstoi. Escrita en 1886, la producción de la obra estuvo prohibida en Rusia hasta 1902. A pesar de la prohibición, la obra fue producida y leída de manera no oficial en numerosas ocasiones. El personaje central es una campesina, Nikita, que seduce y abandona a una joven huérfana Marinka; luego, la encantadora Anisija asesina a su propio marido para casarse con Nikita. Embaraza a su nueva hijastra y luego, bajo la influencia de su esposa, asesina al bebé. El día del matrimonio de su hijastra, se entrega y confiesa a la policía.




"Rojo y negro" (1830) de Stendhal. En realidad es el realista disfrazado Henri Beyle, que escribió su obra literaria bajo el pseudónimo de Stendhal. Es una narración romántica, la novela, con oraciones breves y sobrias relata el ascenso social de un astuto advenedizo en la época de la Restauración francesa, después de la abdicación de Napoleón. El protagonista de Stendhal, Julián Sorel, ferviente admirador del emperador no puede expresar públicamente su opinión, por lo que se convierte en un hipócrita perfecto que ajusta la apariencia de sus virtudes cardinales. (Apuntes de un hipócrita).




Galardonado!, de Guy de Maupassant,  (Galardonado con el premio sería la traducción del ruso). El escritor francés fue un maestro de la forma de cuento corto, describió las vidas y destinos humanos y las fuerzas sociales en términos desilusionados y a menudo pesimistas. Escribió 300 cuentos, muchos están ambientados durante la guerra franco-prusiana de la década de 1870, describiendo la inutilidad de la guerra y los civiles inocentes que, atrapados en eventos que escapan a su control, son cambiados permanentemente por sus experiencias.
 


Nikolai Ostrovsky, "Cómo se templó el acero" (1932), es una obra autobiográfica, a pesar de que fue escrito en el género del realismo socialista, hay muchos hechos confiables que permiten hacerse una idea de la época descrita. La idea de escribirla surgió en 1926. En 1932 se completó la obra, se publicó la primera parte de la novela en la revista "Joven Guardia". La segunda salió solo en 1934. En general es un relato de la guerra civil rusa tras la revolución bolchevique, describe pogroms judíos que terminan en asesinatos sangrientos y otros acontecimientos terribles de los años revolucionarios.




"Noches egipcias" (1837), Aleksandr Pushkin, originalmente publicado en en la revista "El Contemporáneo", Núm. 8 (1837); es una incursión (inconclusa) de Pushkin en un ambiente exótico —los amantes de Cleopatra— con un tratamiento irónico que le sirve para burlarse de los poetas románticos. No hay descripciones inconvenientes y el tema es tratado de manera limpia. Naturalmente, la adaptación gráfica de los artistas armenios se  refiere a la batalla de las tropas germano-italianas contra los Aliados.


"El Don silencioso", de Mikhail Sholokhov, apareció en cuatro partes entre 1928 y 1940, es el contexto de la Guerra Civil Rusa, la lucha entre rojos y blancos, Sholokhov pinta un cuadro de la vida de los cosacos del Don. En 1965 Sholokhov fue galardonado con el Premio Nobel en particular por "El Don silencioso". En la gráfica las riveras de un silencioso Don acoge, una vez más, las tumbas del invasor



"Relatos de un cazador" de Ivan Turgenev, (En la gráfica el guerrero soviético lleva registros de los enemigos caídos: "Notas de un cazador"), es una recopilación de relatos breves, se publicó regularmente, desde 1847, en la revista "Contemporáneo". En "Memorias de un cazador" o "Relatos de un cazador", Turgenev presenta al campo ruso desde el punto de vista de un cazador. Esa perspectiva le permite abarcar tanto la vida de las clases más humildes, como los siervos, los campesinos, pequeños burgueses y de los grandes propietarios en la Rusia del siglo XIX. La obra está inspirada en sus propias vivencias de juventud y su amor por la caza, pero está muy influida por el propio liberalismo del autor y su compromiso con las clases más desfavorecidas.

Así es como dos artistas armenios celebraron la Gran Victoria junto a los clásicos de la literatura mundial.


Карикатуры побежденным

05 julio 2021

La metamorfosis de la mafia en Norteamérica



por E. J. Rodríguez

JotDown


Si comparásemos a la mafia siciliana con un virus, podríamos decir que el virus original terminó fracasando cuando se inoculó en América en su forma original. La mentalidad italiana y las costumbres criminales de Sicilia resultaban demasiado conflictivas y ruidosas en un país, Estados Unidos, donde todo puede amplificarse hasta lo imaginable y donde resulta mucho más difícil mantener la ley del silencio. Si la mafia estadounidense sobrevivió fue solamente porque el virus original mutó en un organismo más complejo, más adaptado al nuevo entorno. 


Requeriría todo un libro explicar esta evolución, pero aquí seremos más breves y nos bastaremos con algunos episodios clave que nos muestran por qué los mafiosos italianos descubrieron que no podían seguir comportándose igual al otro lado del Atlántico.


Acto I: 

En América… la gente habla


Mulberry Street, Little Italy, New York, ca. 1900. Fotografía: Detroit Publishing Co. / Library of Congress.


12 de abril de 1909. Antigua catedral de St. Patrick de Manhattan. Doscientas mil personas se congregan para despedir a Giuseppe Petrosino, el gran héroe de los inmigrantes italianos de Nueva York, que acaba de morir. Petrosino no es un actor, ni un jugador de béisbol, ni siquiera un boxeador famoso. Es un teniente de policía que ha intentado liberar a miles de trabajadores y pequeños comerciantes del yugo de la Mano Negra, una extorsión importada de Sicilia y ejercida por grupos de criminales en todos los barrios italianos de las principales ciudades estadounidenses.

Pocos se libraban de la Mano Negra. En cuanto un inmigrante italiano lograba salir adelante y ganar algo de dinero, recibía una carta amenazante reclamando una parte, firmada con el dibujo de una calavera, un cuchillo, un revólver humeante o la impresión de una mano embadurnada de tinta negra. Los principales objetivos del chantaje eran los negocios, las tiendas y las pequeñas empresas, pero también muchos obreros y asalariados. De hecho se estima que alrededor de un 90 % de los inmigrantes llegaron a ser extorsionados. Si no accedían a pagar, las consecuencias podían ser terribles: una paliza y unos cuantos huesos rotos, el incendio de su negocio o su hogar, incluso el secuestro y asesinato de ellos o de alguno de sus familiares. Las historias que se contaban en la calle y que ocasionalmente saltaban a la prensa eran escalofriantes: ciudadanos que aparecían asesinados dentro de un barril, o peor aún, tétricos ejemplos de crueldad como el secuestro del hijo pequeño de un comerciante que sería devuelto a su familia dentro de una cesta… descuartizado. Historias que nos dicen cuál era el estado de pánico en el que vivía la mayor parte de inmigrantes italianos a principios del siglo XX. Incluso el famoso tenor italiano Enrico Caruso fue víctima de la Mano Negra: cuando se disponía a actuar en Nueva York, una banda local decidió que el cantante tenía que aportar su cuota como todo el mundo. Caruso recibió la correspondiente carta amenazante y, asustado, accedió a pagar. ¡Un tremendo error! Solamente consiguió que empezasen a llegar más cartas pidiendo cantidades todavía mayores de dinero. Finalmente se decidió a acudir a la policía, pero tuvo que llevar escolta a raíz de aquello hasta prácticamente el fin de sus días.


Giuseppe Michele Pasquale Petrosino, JOE PETROSINO, nacido en Salerno Italia en1860, policía de New York (Escuadrón Secreto contra la "Mano Negra". Petrosino viajó a Italia en febrero de 1909, llevaba los nombres de criminales italianos, entre ellos: Giuseppe Morello, Ignazio Lupo, Giuseppe Fontana, Carlo Costantino y Antonio Passananti para obtener sus certificados penales para su extradición de Estados Unidos. El 12 de marzo de 1909, Petrosino fue muerto a tiros en la Piazza Marina, Palermo, se había convertido en el primer y único oficial de la policía de Nueva York en ser asesinado en suelo extranjero mientras estaba de servicio. (Nota adjunta del editor del blog)


El teniente Joe Petrosino, nuestro hombre, había visto cómo la Mano Negra reinaba en las calles mientras la policía apenas se inmiscuía, y consideraba aquel chantaje un «asunto de inmigrantes». Los italianos de Nueva York se sentían indefensos ante los criminales, entre ellos un buen número de mafiosos que pretendían hacer de Manhattan una nueva Sicilia y que tenían barrios enteros bajo su férreo control. Los agentes de la policía neoyorquina —en su mayor parte de origen irlandés— rara vez hablaban italiano y se limitaban a patrullar para evitar los brotes más visibles de violencia, pero sin investigar a fondo la extorsión endémica o aquellos crímenes sangrientos que no llamasen la atención de la prensa. En aquellos barrios, ante la pasividad policial, imperaba la ley del silencio y nadie se atrevía a denunciar a nadie. Pero Joe Petrosino estaba decidido a cambiar el estado de las cosas. Y lo hizo, en solamente unos meses. Cuando hubo conseguido hacerse un nombre en su profesión, labrándose el respeto de sus superiores (incluyendo a Theodore Roosevelt, por entonces comisario de la policía) solicitó crear un cuerpo especial formado por agentes italoamericanos, cuyo objetivo sería el de acabar con la Mano Negra. Inmediatamente se convirtió en el terror de los chantajistas.

Gracias a Petrosino y su nuevo escuadrón, los mafiosos implicados en los asuntos de extorsión aprendieron rápidamente que Nueva York no era Sicilia. Sí, en su isla de origen la omertà funcionaba siempre, incluso entre la gente ajena a la mafia. Pero en América funcionaba solamente cuando la policía se desentendía, y si los ciudadanos no hablaban era porque no se sentían respaldados, no porque no quisieran denunciar una situación de la que muchos, especialmente los sicilianos, habían querido huir al cruzar el Atlántico. Cuando en 1908 el teniente Petrosino se puso manos a la obra, los inmigrantes comenzaron a responder positivamente a sus peticiones de colaboración. El heroico teniente no reparó en esfuerzos. No se quedó detrás de la mesa de un despacho: él mismo recorría los barrios a pie, hablando con comerciantes y vecinos, prometiendo a quien le diese información que no lo abandonaría a su suerte. Así se ganó la confianza de mucha gente que quizá en Sicilia no hubiese abierto la boca, pero que en Nueva York estaba muy dispuesta a hablar. Aquellas investigaciones pronto dieron fruto y Petrosino empezó a llevar a los tribunales casos bien construidos, con testigos creíbles. Casos que en un alto porcentaje terminaban con los malhechores en la cárcel o en un barco de vuelta a Italia. Entre sus mayores logros, por ejemplo, estuvo la inmediata deportación a Sicilia del importante jefe mafioso Vito Cascioferro, quien ya había echado raíces en Nueva York.

Naturalmente, los criminales italianos y muy particularmente los mafiosos sicilianos de Manhattan declararon a Joe Petrosino su enemigo número uno. Lo consideraban especialmente peligroso porque era honrado y porque no podían comprarlo ni chantajearlo. Soñaban con enviarlo a la tumba. Sin embargo, sabían que asesinar a un policía en suelo americano podía traerles muchos problemas, porque las autoridades estadounidenses —al contrario que las sicilianas— no estaban dispuestas a hacer la vista gorda ante algo así. Asesinar a un policía en Nueva York era, pues, tabú. En consecuencia, los mafiosos neoyorquinos estaban entre la espada y la pared; no podían matar a Petrosino, no podían amenazarle, no podían comprarle… era una guerra que tenían perdida. El esforzado teniente, sin embargo, les puso la ocasión en bandeja: pensando que la policía neoyorquina necesitaba coordinarse con la siciliana para controlar el problema mafioso desde su mismo origen, planeó un viaje secreto a la isla mediterránea. No fue una buena idea. El viaje se filtró misteriosamente a la prensa el mismo día de su salida y al poco de llegar a Sicilia murió tiroteado en una plaza de Palermo, donde los mafiosos sabían que las autoridades no iban a perseguir el crimen. Así, a balazo limpio, se apagaba la gran esperanza de los inmigrantes italianos de Manhattan. Petrosino regresó a su ciudad metido en una caja y el funeral que recibió, como decíamos, fue multitudinario.

Sus esfuerzos fueron tan heroicos como breves, sí, pero no fútiles. La mafia le ganó la última batalla en vida, pero Petrosino continuó ganando batallas después de muerto, como el Cid. Puso de manifiesto que a la mafia no le interesaba comportarse en Estados Unidos como lo hacía en Sicilia, ejerciendo un tipo de extorsión rural que solo iba a causarles problemas. En Estados Unidos la ley podía funcionar y por tanto, podía haber ciudadanos que confiasen en la ley y estuviesen dispuestos a delatar a los extorsionadores. Ni el más temido de los mafiosos estaba en condiciones de impedir que en un barrio donde se apretujaban miles y miles de italianos alguno de ellos fuese a hablar con la policía. El asesinato de Petrosino fue una victoria pírrica para la Mano Negra y la extorsión directa sobre los ciudadanos de a pie estaba condenada a desaparecer. Los jefes mafiosos tenían otros negocios a los que dedicarse y no querían tener encima a un nuevo Petrosino entorpeciendo sus actividades. Los propios jefes mafiosos empezaron a limpiarlas calles de chantajes innecesarios, cambiando la extorsión directa a los ciudadanos por una actitud de falso paternalismo (en la película El Padrino II podemos ver escenificado este cambio con la sucesión de poder entre Don Fanucci, ejecutor de la Mano Negra, y Vito Corleone). Ahora se trataba de intentar ganarse a la gente de los barrios haciéndoles favores, evitando además el asesinato de inocentes y otras barbaridades que pudiesen llamar la atención de la prensa y las autoridades.

Las bandas que se empeñaban en seguir ejerciendo la Mano Negra, que las hubo, empezaron a cambiar o empezaron a desaparecer. Terminaron siendo absorbidas por lo que ya era el germen de la Cosa Nostra estadounidense, que en lugares como Manhattan iba creciendo en tamaño y poder, cada vez más centrada en fuentes de dinero alejadas del chantaje ciudadano. Los líderes de las antiguas bandas podían elegir entre renunciar a las prácticas de la Mano Negra y ponerse al servicio de la nueva mafia neoyorquina, o bien podían morir. La decisión era bien fácil. Como consecuencia, empezaron a surgir jefes mafiosos decididos a unificar el crimen italiano en cada ciudad, y particularmente en el epicentro de la mafia estadounidense, Nueva York. Las bandas sicilianas empezaron a transformarse en organizaciones, cada vez más ramificadas, donde empezaba a penalizarse el ataque injustificado a ciudadanos inocentes.


Mulberry Street, Little Italy, New York, ca. 1900. Fotografía: Detroit Publishing Co. / Library of Congress.


Acto II

En la guerra todos pierden

Giuseppe Morello nació en el hoy legendario pueblo de Corleone, donde se inició en la mafia, pero tuvo que emigrar a los Estados Unidos para escapar de una condena carcelaria. Tras unos difíciles comienzos en América ejerciendo diversos trabajos de mala muerte (incluyendo la recolección de algodón) abrió un local nocturno en Nueva York y desde allí empezó a dirigir una organización criminal con la que empezó a imponerse a las bandas más dispersas de la ciudad, como las dedicadas a la Mano Negra. El objetivo de Morello era reinar en los bajos fondos de Manhattan y lo consiguió.

Obviamente no era el único mafioso que lo intentaba. El principal escollo era otro temible mafioso llamado Ignazio Lupo, pero ambos entendieron que tenían mucho que ganar si llegaban a un acuerdo y solucionaron el futuro por la vía dinástica: Lupo se casó con la hermana de Morello, y ¡asunto arreglado!

Evidentemente Morello no tenía tantas hermanas como para asimilar a todos los aspirantes a reinar en Manhattan, así que tampoco dudaba en actuar a la siciliana, borrando del mapa a todo el que no quisiera ingresar como subordinado en su nueva alianza. Su método favorito era el de meter los cadáveres de los jefes rivales en un barril que después abandonaba en algún callejón o enviaba por correo fuera de la ciudad, una costumbre que los mafiosos italianos copiaron de los gánsteres irlandeses.

El ascenso de Morello, por cierto, coincidió en el tiempo con el efecto demoledor de las investigaciones de Joe Petrosino, así que lo tuvo bastante fácil para imponer una nueva mentalidad.

La organización por él fundada fue la primera verdaderamente importante de la mafia neoyorquina: hoy conocemos aquella banda como «familia Genovese», la más antigua de las grandes Cinco Familias de Nueva York, las mismas que han inspirado tramas de ficción como El Padrino o Los Soprano.

En 1909, sin embargo, el reinado de Morello quedó truncado por una condena carcelaria. Encerrado, no pudo evitar que otros se apoderasen de sus negocios y cuando salió en libertad once años después muchas cosas habían cambiado. Su antigua organización estaba ahora en manos de un ambicioso compatriota llamado Giuseppe Masseria, al que todos conocían como «Joe el Jefe» y que era básicamente el nuevo rey de Manhattan. Nadie en las calles dudaba del liderazgo de Masseria. En cambio, pocos se acordaban ya de Morello, a quien después de una década languideciendo en una celda no le quedaba nada excepto la lealtad de algunos viejos compinches como Umberto Valenti, su antigua mano derecha. Con todo, los años de cárcel no habían ablandado a Morello y estaba muy dispuesto a recuperar lo que todavía consideraba suyo. Máxime cuando la ley seca estaba convirtiendo el tráfico de alcohol en un negocio increíblemente lucrativo, monopolizado por la mafia en muchos barrios de Nueva York, y del que Giuseppe Morello quería su parte. Quería volver a ser el jefe. Pese a estar en franca inferioridad y contando poco más que con la ayuda de su fiel Valenti, se lanzó a una campaña para eliminar a Joe Masseria, como si estuviese en las calles de Sicilia.


Arriba:  Giuseppe Morello. En el centro: Ignazio Lupo.
 Abajo: Giuseppe Masseria

En los años veinte, de hecho, las guerras abiertas entre bandas mafiosas eran muy habituales en América, como lo eran en Sicilia. Sin embargo, como en tantos otros aspectos, los mafiosos tendrían que aprender nuevas formas de hacer las cosas.


Morello fracasó en el primer intento de asesinar a Masseria (quien, claro, se puso inmediatamente en alerta) y ante la oportunidad perdida se apresuró a enviar un mensaje de paz, solicitando una reunión para que ambos se estrechasen la mano amistosamente y firmasen la paz. Masseria aceptó asistir a la reunión. La cita quedó programada. Ninguno de los dos, claro, hizo acto de presencia. En su lugar, Morello envió a Umberto Valenti para que asesinase a Masseria en cuanto este apareciese, y por su parte Masseria envió a varios sicarios para que matasen a Morello. ¿El resultado? Los sicarios de Masseria se encontraron con Valenti, lo acorralaron en una esquina y uno de ellos —Charlie Luciano, más adelante conocido como «Lucky» Luciano, que estaba tomando buena nota de cómo funcionaban las guerras por el poder— se encargó de eliminar a Valenti a tiros.

Sin su aliado Valenti y recién salido de la cárcel, Morello se había quedado solo. Sobre el papel era hombre muerto. En Sicilia, no cabe duda, hubiera sido el objeto de una inmediata vendetta.

Pero en Sicilia la mafia no tenía rivales, mientras que en América había mucha competición: gánsteres irlandeses, judíos, holandeses, polacos, rusos, jamaicanos, afroamericanos… una guerra interna podía debilitar a la mafia frente a todos ellos. Masseria entendió que no valía la pena enturbiar las calles por un solo hombre y además apreciaba el talento de Morello, así que no solamente le perdonó la vida prescindiendo de toda vendetta sino que le ofreció el puesto de consigliere en su organización. Morello aceptó, sabiendo que sacaría más provecho a los negocios como número dos vivo que morir como aspirante a ser el número uno. Así, los dos enemigos encarnizados se convirtieron en estrechos colaboradores. La continua pelea por el liderazgo y la vendetta eran malas para los negocios; hacían perder tiempo, dinero y valiosos soldados. La violencia, además, atraía la atención policial. No, no podían hacerse las cosas como en Sicilia.

Pero un siciliano de la vieja escuela —un «Moustache Pete», como se los llamaba por la extendida costumbre de llevar bigote— difícilmente podía librarse de todos los hábitos propios de la Sicilia rural. Vito Cascioferro, el mismo al que Joe Petrosino había deportado casi dos décadas atrás, no había olvidado las enormes posibilidades de lucro que había en América y desde la misma Sicilia, pese a su avanzada edad, continuaba empeñado en hacerse con las riendas. Envió a un contingente de mafiosos con orden expresa de hacerle la guerra a Joe Masseria para apoderarse de Manhattan. Estos mafiosos, muchos de ellos procedentes de la ciudad de Castellammare del Golfo y liderados por Salvatore Maranzano, iban a hacer estallar una nueva guerra que iba a costar sangre, sudor, lágrimas y sobre todo mucho, mucho dinero.

Durante esta nueva lucha por el poder murió asesinado Giuseppe Morello. También Charlie Luciano estuvo a punto de morir (el que sobreviviera a un brutal ataque le valió el apodo de «Lucky», afortunado). Pero Joe Masseria no parecía particularmente afectado por los ataques a sus máximos hombres de confianza. La guerra, a fin de cuentas, era algo natural en la mafia. Ante la pasividad de su jefe, Luciano decidió tomar la iniciativa: pensaba que Maranzano estaba ganando la guerra, así que firmó un acuerdo traicionando a Masseria, a quien hizo asesinar en un restaurante. De este modo, Maranzano ganaba y se convertía en el nuevo rey de la mafia neoyorquina, a la que dividió en cinco grandes «familias»Luciano, como premio por haberle vendido a Masseria, recibió el liderazgo de una de ellas.


Charles "Lucky" Luciano, su verdadero nombre era Salvatore Lucania

Pero el acuerdo entre un mafioso de la vieja escuela como Maranzano y otro crecido en Nueva York como Luciano no podía perdurar. Tenían mentalidades demasiado diferentes, y esto era un problema que se producía entre generaciones enteras de mafiosos. Maranzano veía la mafia como una secta gobernada por una lealtad tradicional no muy distinta de como era gobernada en Sicilia. Luciano, en cambio, la veía como una gran empresa. La desconfianza mutua prolongó la guerra. Luciano y Maranzano se citaron para una reunión con el objetivo de asesinarse mutuamente. Luciano se adelantó y varios de sus compinches mataron a Maranzano con una buena dosis de cuchilladas y disparos.

Ahora que Luciano era el jefe absoluto de la mafia neoyorquina, sintió que no bastaba con haber alcanzado el poder, sino que había que garantizar que las costosas guerras no siguieran produciéndose y para ello tenía que desterrar la vieja mentalidad siciliana de la mafia estadounidense. Él ya había vivido dos guerras internas y sabía que eran lo último que la mafia necesitaba para que sus negocios prosperasen.

Todavía quedaban muchos mafiosos de la vieja escuela a quienes Luciano consideraba atrasados, fanáticos, incultos y poco aptos para los negocios en Estados Unidos. También sabía que, de acuerdo a los viejos códigos, no pocos de ellos intentarían vengar a Masseria o Maranzano, según el bando al que hubiesen apoyado… y Luciano, claro, se los había cargado a ambos. Así que, decidido a renovar por completo la mafia, Lucky Luciano envió a sus sicarios para asesinar a un número indeterminado de veteranos, borrando de un plumazo la influencia directa de la mafia siciliana sobre la estadounidense, convertida ahora en un ente autónomo y diferenciado.

Después repartió el poder entre aquellos que veían los negocios de la misma manera que él y fundó un consejo directivo —la «Comisión»— encargado de procurar que los conflictos entre familias mafiosas se resolviesen mediante acuerdos y consensos, no a tiros. La purga de mafiosos de la vieja escuela no acabó definitivamente con las guerras internas en la Cosa Nostra, desde luego, pero sí redujo su frecuencia e intensidad.

La mafia estaba para ganar dinero, pensaba Luciano, y los constantes intentos de desbancar a los jefes perjudicaban al negocio. Las vendettas al estilo siciliano eran indeseables y debían ser solamente un recurso de última necesidad en casos que no se pudiesen resolver de otra manera. Como efecto de la revolución de Luciano, la Cosa Nostra vivió un periodo de estabilidad y solidez hasta entonces desconocido.


Portada del libro "Lucky Luciano" de Tim Newark. Cuenta la leyenda que en los años 30 se reunieron en Nueva York tres importantes representantes de la mafia para elegir un líder entre ellos. Se trataba de Charles “Lucky” Luciano, Meyer Lansky y Benjamin “Bugsy” Siegel, éstos últimos representando a la mafia judía. Acordaron reunirse en una sala y no salir hasta arreglar el asunto. Antes de cerrarse la puerta, entró veloz un niño con un periódico en la mano y se lo entregó a “Lucky” Luciano para después abandonar la sala. “Tú serás nuestro líder”, le dijo Meyer Lansky. “Pero ¿cómo?” contestó Luciano. “Verás, antes de entrar, le he dicho a mis secuaces que fuesen a los niños que hay en la acera de enfrente, le diesen un periódico a uno y le dijesen que entrase en la sala y se lo diese al jefe…porque el jefe, tiene que parecer el jefe”.


Acto III

Una mafia que ya no es como la mafia

En 1963, los estadounidenses pudieron contemplar atónitos la retransmisión de un comité senatorial que investigaba al crimen organizado. Por primera vez en su historia, un miembro de poca importancia de la Cosa Nostra, Joe Valachi, hablaba públicamente sobre la estructura interna de la mafia.

El público había asociado siempre al crimen organizado con la grandilocuencia casi hollywoodiense del famoso Al Capone, pero ahora descubrían un submundo repleto de secretismo, ceremonias de iniciación y juramentos vivamente descritos por Valachi para asombro de toda la nación. Los estadounidenses de los sesenta sintieron que en su país se les había inoculado una extraña organización cuasi medieval procedente de una lejana y exótica isla mediterránea. Algo que no se parecía en nada a la organización de Capone.

En realidad, el oscurantismo descrito por Valachi y que tanto impresionó a la opinión pública, ocultaba que la mafia había cambiado mucho desde su llegada a las costas americanas. No solamente por la eliminación de la extorsión más básica o por la purga llevada a cabo por Lucky Luciano, sino por la influencia de bandas criminales. Paradójicamente, la mayor influencia venía de la del propio Al Capone. El famoso «Scarface» había nacido en Brooklyn y nunca perteneció a la mafia, aunque creció junto a algunos futuros miembros, colaboró estrechamente con jefes mafiosos y conocía bien su entramado. Pues bien, su forma de hacer las cosas fue tan exitosa en muchos aspectos que los nuevos jefes mafiosos como Luciano pensaron que imitarle no era una mala idea.


Alphonse Gabriel Capone -AL CAPONE- (1899-1947), ficha policial de junio de 1931.

Uno de los motivos por los que al FBI le costó tanto encarcelar a Capone era la imposibilidad de relacionarlo con cualquiera de los crímenes que su organización cometía constantemente.

Cada persona medianamente informada en los Estados Unidos (¡y en todo el planeta!) sabía perfectamente que Capone era el responsable de esos crímenes, pero no había manera de probarlo ante un tribunal. No solamente por el silencio de sus colaboradores inmediatos, sino porque su organización tenía una estructura piramidal donde las órdenes seguían una cadena verbal descendente imposible de rastrear después hacia arriba, y menos sin unos testigos clave que difícilmente iban a aparecer. Esto contrastaba con la costumbre de la mafia siciliana, donde los subordinados debían presentarse y rendir cuentas directamente ante el máximo jefe como señal de respeto. Capone hacía exactamente todo lo contrario: apenas tenía contacto con sus subordinados. Cuanta más distancia hubiese entre sus negocios criminales y él, mejor. De hecho, Capone fue condenado por un asunto de impuestos, pero ninguno de sus otros actos delictivos quedó probado ante un juez. Legalmente hablando, y como él se encargaba bien de recordar, ¡Al Capone era inocente de prácticamente todo lo demás!


Paul Ricca, Salvatore Agoglia, Charlie Luciano, Meyer Lansky, John Senna y Harry Brown  arrestados por la policía de Chicago después de las reuniones de la mafia de Nueva York en la ciudad de Chicago, abril de 1932

Lucky Luciano y otros mafiosos de su generación tomaron buena nota. De hecho, Luciano estaba tan decidido a romper con la tradición mafiosa que pensó en abolir las famosas ceremonias de iniciación e incluso la necesidad de que los miembros de la mafia fuesen necesariamente de origen italiano, aunque sus subordinados le hicieron cambiar de idea, insistiendo en que el sentimiento de cerrada pertenencia ayudaba a estrechar los vínculos de lealtad. Esto era cierto, pero a la larga, como Luciano probablemente temía, la exclusividad de los clubes mafiosos contribuyó a su declive a partir de los años setenta. Pero la organización de Capone (y del ejército del Imperio romano, una aportación sui generis de Salvatore Maranzano) sirvió como modelo para una nueva mafia piramidal, en la que los jefes más exitosos fueron aquellos que menos contacto tuvieron con los subordinados. Quienes no guardaron esta precaución terminarían cayendo tarde o temprano, como le sucedió a John Gotti, encarcelado por cometer el error de hablar directamente con sus hombres después de que se lo hubiese conocido como «el Don de Teflón» por su habilidad para esquivar a la justicia.

Con el tiempo, incluso la mafia de la propia Sicilia terminaría imitando usos y costumbres de la estadounidense, más adaptada a tiempos modernos y entornos más estructurados legal y políticamente, pero siempre ha habido diferencias muy profundas entre ambas


En realidad, poco queda en la Cosa Nostra estadounidense de aquella mafia original que intentó trasplantarse a sí misma allende el océano hace más de un siglo, y que en realidad terminó mutando hasta convertirse en un árbol distinto, que como todo árbol, cuanto más crece más alejada tiene la vanguardia de sus raíces. 


 E. J. Rodríguez

------

Nota final adicionada por el editor del blog


La siguiente fotografía a pesar de haber sido reproducida cientos de veces en diferentes sitios e idiomas, rara vez describe quienes son los personajes (salvo especializados medios estadounidenses). Se trata de gánsteres italo-americanos, arrestados por el Departamento de Policía de Cleveland (Ohio) el 5 de diciembre de 1928, a quien corresponde esta fotografía. El lugar es el Hotel Statler. Dieciocho personas fueron encontradas armadas. En la foto aparecen catorce de los veintitrés arrestados. Giuseppe Profaci está en el centro (sentado en la silla de ruedas había tenido un reciente accidente). Sam DiCarlo de Bufalo, está detrás de él. Joseph Magliocco está a la derecha de DiCarlo. Pasqualino Lolordo de Chicago está sentado a la derecha de Profaci. La lista de presuntos mafiosos arrestados fue:

De NUEVA YORK y NUEVA JERSEY: Giuseppe Profaci, Giuseppe Magliocco, Vincenzo Mangano, Giuseppe Traina, Andrea Lombardino, Salvatore Lombardino, Giuseppe Palermo y Michael Russo; 

De CHICAGO: Pasqualino Lolordo, Giuseppe Giunta, Frank Alo, Tony Bella, Emanuele Cammarata, James Intravia, Sam Oliveri y Giuseppe Sacco;

De TAMPA: Ignazio Italiano y Giuseppe Vaglica; 

De ST. LOUIS: Giovanni Mirabella y Calogero SanFilippo; 

De INDIANA: Paul Palazzola de Gary; 

De Cleveland: Sam Tilocco 

Los sospechosos dieron varias historias para explicar su presencia en Cleveland. Los oficiales aceptaron solo las historias contadas por Mangano y Traina, y esos dos líderes de la mafia fueron liberados rápidamente. El resto fue interrogado por la policía y funcionarios de inmigración y luego procesados. Los mafiosos fueron detenidos en Cleveland tras la pista que seguía la policía sobre una presunta convención de mafiosos italo-estadounidenses en el Hotel Statler en Euclid Avenue y East 12th Street. La policía expresó su certeza de que otros delincuentes organizados se estaban quedando en otra parte de la ciudad. Los rumores indicaban que Al Capone de Chicago había sido visto en el área. Algunos historiadores han sugerido, erróneamente, que esa reunión de Cleveland fue la primera convención formativa de la mafia de los EE. UU. (Varios escritores se han referido a la sociedad criminal como la "Unione Siciliana"). En realidad, una red nacional de la Mafia había estado en vigencia durante muchos años, y las reuniones de los mafiosos ocurrían regularmente. Se han ofrecido otras explicaciones. Algunos dicen que la convención fue convocada para reasignar las mafias del inframundo tras los recientes asesinatos de pandillas, para resolver los desacuerdos del hampa en Chicago o para reconocer la ascensión de Profaci al rango de jefe de familia. Sin embargo, los problemas locales o regionales no justificarían la convocatoria de una convención nacional. Parece mucho más probable que el propósito de la convención fuera reconocer al nuevo jefe de jefes de la Mafia de Estados Unidos, Giuseppe Masseria, tras la muerte de Salvatore "Toto" D'Aquila. Desde los albores de la Era de la Prohibición, Masseria había reunido a la familia criminal más fuerte y rica del país y el reciente asesinato de D'Aquila, en una calle de Manhattan, hizo que el nombramiento de Masseria como Jefe de jefes fuera una mera formalidad. Aunque la base de operaciones de Masseria estaba en la ciudad de Nueva York, muchos de sus parientes residían en Cleveland; los aliados de Masseria en Cleveland habían derrotado recientemente allí a una facción pro-D'Aquila. La ciudad habría sido una selección completamente apropiada para una coronación de Masseria. Los críticos de este punto de vista señalan que Masseria y sus aliados no estaban entre los detenidos en el Hotel Statler. Por supuesto, con gran parte de su familia en el área, no habría habido ninguna razón para que Masseria se quedara en ningún hotel. Y la policía expresó públicamente su decepción por el hecho de que la incursión apresurada en el Statler permitió que otros congresistas escaparan. Giuseppe "Joe The Boss" Masseria fue uno de los primeros "capos" o jefe de la Mafia de Nueva York, estuvo a cargo de la más tarde denominada familia 'Genovese' entre los años 1922-1931. Durante esa época se consagró como el mafioso más poderoso de la ciudad. Su manejo buscaba preservar los viejos ideales de la Mafia siciliana tales como el “honor”, la “tradición”, el “respeto” y la “dignidad”, métodos que, a sus espaldas, eran criticados por muchos de sus subordinados. Murió asesinado el 15 de abril de 1931 mientras cenaba en compañía de Lucky Luciano en el "Scarpato's", uno de sus restaurantes favoritos en Coney Island. Tras su muerte Lucky Luciano asumió la jefatura de la familia. (Tomado de 'Caught in Cleveland'. The writers of wrongs).


Artículos relacionados:

Mussolini y el mito del triunfo contra la mafia

Descifrando el fenómeno mafioso siciliano

Mafia como política, política como mafia 

El templo y los mercaderes

La mafia, la CIA y el Vaticano

AddToAny