A inicios del mes de agosto se anunciaba que Turquía se alistaba para invadir el norte de Siria, más concretamente al este del río Éufrates. En principio Ankara rechazó esos mismo días una propuesta de los EEUU para controlar de forma conjunta aquella zona fronteriza denominada "Rojava" ocupada, en parte, por los kurdos turcos exiliados en territorio sirio. Esos temas los hemos abordado en otras entradas referentes a Turquía y a los kurdos.
Las aspiraciones turcas siempre han sido imponer -sin autorización de nadie- una “franja de seguridad” de treinta kilómetros de profundidad en territorio sirio y, por supuesto, zona que debería estar ocupada militarmente por los turcos. Se basa en el consentimiento otorgado por Siria para que el gobierno y las fuerzas armadas de Turquía pueda perseguir a los grupos armados que atacaban territorio turco desde suelo sirio (ese permiso data ya hace veinte años) y los famosos treinta kilómetros significaban el alcance de las armas turcas de ese tiempo (artillería).
Ahora vemos que la semana pasada los Estados Unidos y Turquía -olvidándose por un momento de la crisis de los S400- han convenido establecer un "centro de operaciones conjunto para coordinar y gestionar una zona segura planificada en el noreste de Siria". Medida que ha paralizado a los tanques turcos movilizados a la frontera siria. Pero ese no claro acuerdo implicaría una zona segura no de treinta kilómetros sino de 400 a lo largo de la frontera, lo que permitiría que las milicias kurdas sigan bajo protección estadounidense y alejándose de la frontera turca. Pero, quien autoriza tal medida? El gobierno sirio lo ha rechazado y lógico no lo aceptará bajo ninguna circunstancia, además que se siente protegida por sus aliados regionales como Irán y las milicias populares de Irak y el Líbano, así como la garantía de seguridad que le brinda Rusia.
El siempre intrigante señor Erdogan nos sorprende cada vez más con esta y otras medidas. Siempre sigo los análisis del politólogo francés Thierry Meyssan, crítico de un mandatario turco inestable para dirigir una política exterior coherente. Erdogan baila al son de los tiempos y de los intereses nacionales lógicamente, pero acalla duramente a los opositores políticos y detractores en casa. Los abusos y negocios de su familia son temas tabú en Turquía, como algunos puntos de vista, tanto internos como foráneos, que lo califican como un nuevo "califa" en la región, porque ese habría sido uno de sus deseos.
Hace un par de años escribí un artículo que algunos calificaron de sensacionalista: "Erdogan, presagios del totalitarismo. 12 síntomas para aprendiz de tirano". La mayoría de esos puntos siguen vigentes hoy en día. Solo el paso del tiempo demostrará quien realmente es y qué aspira el mandatario turco.
A continuación una recopilación de artículos del magistral internacionalista Thierry Meyssan sobre las nuevas políticas del señor Erdogan y sus continuos cambios políticos. Un análisis serio, profesional que orienta sobre temas que en ocasiones nos resulta inexplicables desde la simple óptica de un simple lector.
Hace un par de años escribí un artículo que algunos calificaron de sensacionalista: "Erdogan, presagios del totalitarismo. 12 síntomas para aprendiz de tirano". La mayoría de esos puntos siguen vigentes hoy en día. Solo el paso del tiempo demostrará quien realmente es y qué aspira el mandatario turco.
A continuación una recopilación de artículos del magistral internacionalista Thierry Meyssan sobre las nuevas políticas del señor Erdogan y sus continuos cambios políticos. Un análisis serio, profesional que orienta sobre temas que en ocasiones nos resulta inexplicables desde la simple óptica de un simple lector.
Buena lectura
Tito Andino
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Turquía no se alineará con la OTAN ni con la OTSC
por Thierry Meyssan
Después de tres años relativamente apartada de la escena internacional, Turquía ha definido su rumbo. Pretende seguir siendo miembro de la OTAN y de su Mando Integrado pero actuando de manera independiente, sin recibir órdenes de la alianza atlántica ni de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). En el plano interno, busca integrar las minorías en base a una lógica nacional y combatir los elementos subordinados a Estados Unidos.
Bajo el retrato de Mustafá Kemal Ataturk –fundador de la Turquía moderna–, Recep Tayyip Erdogan trata de continuar la recuperación de Turquía.
Turquía cambia y las proyecciones de George Friedman, el fundador de Stratfor, resultan falsas. Si el antiguo Imperio Otomano debe desarrollarse, no será como vasallo de Estados Unidos.
Más que juzgar a Turquía según las normas occidentales y burlarnos de su «nuevo sultán», debemos tratar de entender cómo el «enfermo de Europa» lucha por salir de su retraso cultural en materia de modernidad y de rebasar la derrota sufrida durante la Primera Guerra Mundial, sin renunciar por ello a su especificidad histórica y geográfica. El hecho es que, al cabo de un siglo, la vía iniciada por Mustafá Kemal Atarturk no ha alcanzado sus objetivos y los problemas siguen existiendo.
Mustafá Kemal Atarturk
Creímos que, con el AKP (el partido de gobierno del presidente Erdogan), Turquía se convertía en una democracia islámica inclusiva y comparamos su doctrina con la de la democracia cristiana europea. Poco a poco, Turquía volvía a su grandeza de la época otomana, convirtiéndose en portavoz del mundo musulmán. Con el respaldo de Estados Unidos, estaba llamada a convertirse en una potencia económica de primer plano. Prosiguiendo su modernización y su occidentalización, Turquía volvía entonces la espalda a su primer cliente –Libia– y después a su socio económico –Siria– y se comprometía cada vez más con Occidente.
Pero el intento de asesinato del 15 de julio de 2016 contra el presidente Recep Tayyip Erdogan, quien acababa de ser reelecto –intento de asesinato que acabó convirtiéndose en un intento de golpe de Estado–, invirtió la situación. Durante tres años, el AKP trató de digerir aquella loca carrera, inició un proceso de introspección sobre su política, organizó el tercer aniversario de la intentona golpista para clarificar sus posiciones.
En primer lugar, y contrariamente a lo que habíamos creído entender, la Turquía moderna no está con el oeste ni con el este. Se define como un país a caballo entre ambos mundos, medio asiático y medio europeo, sin que su estatus de miembro de la alianza atlántica o su participación en las guerras occidentales de la llamada «primavera árabe» modifiquen ese hecho.
Eso es lo que nos muestra la compra del sistema antiaéreo ruso S-400. Ankara mantiene su condición de miembro de la OTAN pero proclama que puede comprar armamento al adversario de la alianza atlántica. Incluso precisa, con toda razón, que no hay en las reglas de la alianza atlántica nada que le prohíba hacerlo ni que autorice a nadie a sancionarla por ello.
Más que nunca antes, los turcos son hoy «los hijos del lobo de las estepas» que conquistaron Asia y parte de Europa. Esa es la interpretación correcta de su participación en las negociaciones de Astaná para la paz en Siria, negociaciones que Turquía apadrina junto a Irán y Rusia, y las apasionadas declaraciones antimperialistas de la delegación turca en la reciente reunión de los ministros de Exteriores del Movimiento de Países No Alineados realizada en Caracas.
En segundo lugar, Turquía basa su independencia económica en el proyecto energético del gasoducto Turkish Stream y en la explotación de la zona marítima exclusiva chipriota, lo cual es su punto débil. Algunos tramos del gasoducto ruso-europeo a través de Turquía ya están operativos pero la Comisión Europea, bajo la presión de Estados Unidos, puede imponer su oposición en cualquier momento, y la envergadura de las inversiones no pesará en la balanza más que en el caso del Nord Stream 2. Por otro lado, según el Derecho Internacional, Turquía no tiene ningún derecho sobre la zona marítima exclusiva chipriota y su respaldo al Estado títere identificado como República Turca del Norte de Chipre es nulo y carente de valor jurídico.
Es en medio de todo este contexto que el ministro de Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoglu, acaba de anunciar la suspensión del acuerdo migratorio entre su país y la Unión Europea –justo después del pago de 2 000 millones de euros anuales de la UE a Turquía.
Tercer elemento, Turquía rompe con el modelo financiero anglosajón. Su nivel de vida ha venido derrumbándose desde la guerra de Occidente contra Libia, y más aún a partir de la guerra –también occidental– contra Siria. Así que Ankara ha decidido repentinamente retomar el control de su banco central y reducir sus tasas de interés de 24 a 19,75%. Nadie sabe qué consecuencia económica tendrá esa decisión.
Cuarto, contrariamente al periodo 2002-2016, los miembros de las minorías siempre tienen la posibilidad de ser turcos… exceptuando a los individuos que han concluido alianzas en el extranjero. Desde el momento del ya mencionado intento de golpe de Estado, una gigantesca purga expulsó del ejército y de la administración a todas las personas sospechosas de mantener vínculos de subordinación con Estados Unidos, principalmente a los discípulos del predicador Fethullah Gulen –refugiado en Pennsylvania, Estados Unidos. Cientos de miles de personas fueron encarceladas y lo que ha sido presentado como una reactivación de la guerra contra la minoría kurda es en realidad una guerra de Turquía contra los kurdos aliados de Washington.
Al contrario de la percepción que se tiene en Occidente, Recep Tayyip Erdogan no está imponiendo una dictadura por mitomanía personal. Lo que está haciendo es recurrir a la violencia para cambiar el rumbo de su país.
El hoy presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien fue cuadro de la Milli Gorus (una organización de extrema derecha contra los no musulmanes) concedió en 2017 una dispensa que autoriza excepcionalmente la construcción de una iglesia, cuya primera piedra acaba de poner personalmente, el 3 de agosto de 2019.
Quinto, Turquía se define como un Estado musulmán respetuoso de las minorías. El presidente Erdogan incluso acaba de poner la primera piedra de una iglesia siriaca [1] cuya construcción se inició en Estambul. De hecho, se trata de una opción incompatible con el ciego apoyo de Erdogan a la Hermandad Musulmana y al proyecto de esta última tendiente a restaurar el Califato. La «solidaridad musulmana» es una ilusión carente de sentido y –como Irán– Turquía tiene que decidir a qué «islam» se refiere. En todo caso, ya rompió con su postura anterior y ha dejado de respaldar tan fuertemente a los musulmanes de la región china de Xinjiang (también llamada Sinkiang).
En este momento, el ejército turco ocupa el norte de Chipre y libra guerras en Irak, Siria y Libia, además de desplegarse alrededor de Arabia Saudita –en Qatar, Kuwait, Sudán y en el Mar Rojo. Ese extenso activismo no puede mantenerse indefinidamente ni en oposición simultánea con Israel y la OTAN.
Todo eso abre nuevas perspectivas que no son del agrado de Estados Unidos. Ya en este momento, el ex ministro turco de Economía, Alí Babacan, y el ex primer ministro, Ahmet Davutoglu, se han aliado al ex presidente de Turquía, Abdullah Gul. Después de haber renunciado a enfrentarse a su ex socio Erdogan en las elecciones legislativas, Abdullah Gul considera ahora que la derrota del AKP en las elecciones municipales –sobre todo en Estambul– abre la puerta a la posibilidad de impedir que se instaure una dictadura. Gul, Babacan y Davutoglu están tratando de organizar –con la CIA– un movimiento disidente dentro del AKP de Erdogan. Esto representa para la CIA la posibilidad de lograr, por la vía electoral, el objetivo que perseguía el fallido intento de asesinar a Erdogan orquestado en 2016.
«Si no nos decepcionan ellos, ¿quién lo haría?», ha declarado Erdogan.
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Turquía renuncia nuevamente al Califato, por segunda vez
En el islam, el papel que desempeñan los Papas cristianos no va a manos de un teólogo sino al jefe de Estado más poderoso, como en el cristianismo de la época romana. La función de califa se convirtió así una cuestión más política que espiritual. Después de haber creído que el califato de Daesh ofrecía a Turquía la posibilidad de recuperar su grandeza otomana, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan logró más bien lo contrario… empujar su país a la barbarie.
Imagen tomada del mensaje del presidente turco Erdogan en ocasión del Aid al-Adha, la fiesta musulmana del cordero o Fiesta del Sacrificio.
En el siglo XVIII, durante la guerra de Crimea, el zar ruso fue el primer jefe de Estado en reconocer el doble papel político y espiritual del califa. Constantinopla había sido derrotada militarmente, pero su sultán seguía conservando un poder sobre las almas de los tártaros.
Los sultanes se habían autoproclamado sucesores de Mahoma, en nombre del lugar que habían conquistado, a punta de sable, en la historia del mundo musulmán. En ausencia de rivales, los sultanes asumían la dirección espiritual de los musulmanes, incluso fuera de su imperio.
Al término de la Primera Guerra Mundial, cuando ese imperio se vio definitivamente vencido y disuelto, Mustafá Kemal Ataturk se sintió muy incómodo con aquel legado y trató de separar el poder temporal, cuyo control él mismo había asumido, del poder espiritual, poder que trató de transferir –primero a una autoridad árabe y después a una autoridad india. En definitiva, Mustafá Kemal no encontró más solución que abolir el califato –el 5 de marzo de 1924– para emprender la modernización de Turquía [2]
Mustafá Kemal Atarturk
Para Jorge V, rey de Inglaterra y jefe de la Iglesia anglicana, era imposible recuperar el califato en una de sus colonias, y por ende apropiarse del poder espiritual sobre todos los musulmanes. Eso fue lo que el rey Fuad I trató de hacer –sin éxito– en el Egipto colonizado.
En 1928, Hassan al-Banna creó la Hermandad Musulmana, para regenerar la sociedad egipcia. Su actividad era exclusivamente moralizadora. Pero la Hermandad Musulmana planteó desde el primer momento que, después de “islamizar” el modo de vida del pueblo, habría que restablecer la unidad de los musulmanes alrededor del Califato y extender este último al resto del mundo. El rey Fuad I vio en la Hermandad Musulmana un poderoso respaldo para su régimen, sometido al Imperio británico. Así que la Hermandad Musulmana presentó candidatos a las elecciones legislativas egipcias de 1942 y asesinó al primer ministro egipcio laico, en 1948, limitándose a hacer lo que quería el rey Faruk.
Por su parte, el filósofo de la Hermandad Musulmana, Sayyed Qutb, describió el Califato no como un ideal que debía realizarse en un futuro lejano sino como el fruto maduro de la regeneración social. Anwar el-Sadat, quien había sido agente de enlace entre la Hermandad Musulmana y el movimiento de los Oficiales Libres, logró convertirse en presidente de Egipto con el respaldo de la CIA. Sadat islamizó la sociedad egipcia y preparó las cosas para que el parlamente egipcio lo proclamara califa. Pero la Hermandad Musulmana no veía las cosas de la misma manera y orquestó el asesinato de Sadat, perpetrado por el grupo terrorista Yihad Islámica, bajo la dirección de Ayman al-Zawahiri [3].
Exactamente de la misma manera, el Emirato Islámico (Daesh) [4] pudo considerar –en contra de la opinión de Ayman al-Zahawiri, ahora convertido en el emir de al-Qaeda– que había logrado imponer el orden «islámico» e instaurado la sociedad perfecta en la ciudad siria de Raqqa, lo cual le daba derecho a proclamar el Califato, el 14 de junio de 2014.
Según el acta de la participación de los servicios secretos en la reunión donde se preparó la ofensiva de Daesh contra Irak –reunión realizada en Amman, capital de Jordania, del 27 de mayo al 1º de junio de 2014–, acta revelada más tarde por el diario turco Ozgur Gundem, la proclamación del Califato no fue mencionada por los participantes que representaron al Reino Unido, Israel y Estados Unidos en aquella reunión [5].
Es por tanto posible que la proclamación del Califato haya sido una iniciativa de los mercenarios de Daesh y que tal iniciativa fuese más allá de la misión que se les había encomendado. En todo caso, para el gobierno turco el Califato era la oportunidad de volver a conquistar el poder espiritual perdido sobre todo el mundo musulmán.
Lógicamente, la Turquía islamista apoyó sin reservas a Daesh. Sólo Rusia denunció tal estado de cosas, primeramente en la reunión del G20 realizada en Antalya (Turquía) –en noviembre de 2015– y más tarde a través de 5 informes de la inteligencia rusa entregados al Consejo de Seguridad de la ONU entre el 29 de enero y el 17 de mayo de 2016 [6].
El fracaso militar del Califato ante los ejércitos de Siria e Irak puso a Turquía ante la peor imagen de sí misma que podía tener. No hay ninguna diferencia entre las hordas de jinetes de Tamerlán invadiendo Bagdad y los yihadistas de Daesh invadiendo Mosul en columnas de Toyota [7]. Tampoco hay diferencia alguna entre el genocidio desatado contra los no musulmanes –como los cristianos armenios– primeramente por el sultán Habdul Hamid-II y más tarde por los Jóvenes Turcos y la masacre de kurdos yazidíes y decapitaciones masivas de laicos.
Todo el trabajo que Mustafá Kemal había realizado para sacar de la barbarie a los «hijos del lobo de las estepas» y construir una Turquía moderna se vio así reducido a polvo en cuestión de meses.
Es por tanto muy importante tomar en serio el cambio orquestado en Ankara en ocasión del tercer aniversario del intento de asesinato contra el presidente Recep Tayyip Erdogan y la intentona golpista que tuvieron lugar el 15 de julio de 2016. La vía de la Hermandad Musulmana arrastró a Turquía a una fase de horror y violencia. Luego de haberse visto a sí mismo convertido en «Protector» de esa cofradía, el AKP [8] tiene que volver a separar la política de la religión, como hizo Ataturk. No es sólo una opción sino una necesidad vital [9].
La propaganda que afirma que en la porción de suelo sirio que la prensa occidental se empeña ahora en designar como «Rojava» no hay elementos de Daesh y el nebuloso acuerdo concluido con Estados Unidos sobre el norte de Siria no modificarán el hecho que la situación ha cambiado. Son factores que sólo posponen la necesaria clarificación. Ankara está obligada a proseguir el proceso de Astaná.
Es por eso que, en su mensaje por el Aid al-Adha, la fiesta musulmana del cordero o Fiesta del Sacrificio, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan recuerda el carácter unitario de ese ritual en memoria de la revelación judeocristiano-musulmana de Abraham, recuerda también las victorias militares turcas y termina con un extraño llamado a la prudencia en la circulación vial. Ankara se vuelve hoy, prudentemente, hacia una redefinición de la identidad turca, no religiosa sino nacionalista, no exclusiva sino inclusiva.
Thierry Meyssan
Red Voltaire, agosto 2019
Notas:
[1] El culto denominado como “Iglesia siriaca” es el culto ortodoxo de Siria, también denominado Iglesia ortodoxa siria de Antioquía, Iglesia jacobita o Iglesia sirio-ortodoxa. Nota de la Red Voltaire.
[2] The Inevitable Caliphate? A History of the Struggle for Global Islamic Union, 1924 to the Present, Reza Pankhurst, Oxford University press, 2013.
[3] «La Hermandad Musulmana, como cofradía de asesinos» por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 29 de junio de 2019.
[4] También llamado Estado Islámico y designado a veces con las siglas EIIL, ISIL o ISIS. Nota de la Red Voltaire.
[5] «Daesh hace realidad el Califato, sueño de la Hermandad Musulmana», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 9 de agosto de 2019.
[6]
- 1. «Informe sobre el comercio ilegal de hidrocarburos por el Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL)», Red Voltaire, 29 de enero de 2016.
- 2. «Informe de la inteligencia rusa sobre actual apoyo de Turquía al Emirato Islámico», Red Voltaire, 10 de febrero de 2016.
- 3. «Informe de la inteligencia de Rusia sobre el tráfico de antigüedades de Daesh», Red Voltaire, 8 de marzo de 2016.
- 4. «Informe de la inteligencia rusa sobre actual apoyo de Turquía al Emirato Islámico», Red Voltaire, 18 de marzo de 2016.
- 5 «Nuevo informe de la inteligencia rusa sobre actual apoyo de Turquía al Emirato Islámico», Red Voltaire, 17 de mayo de 2016.
[7] Los mongoles conquistaron Asia en el siglo XIV. Sus descendientes fundaron el Imperio Otomano.
[8] El AKP es el partido de gobierno del actual presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Nota de la Red Voltaire.
[9] «Turquía no se alineará con la OTAN ni con la OTSC», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 6 de agosto de 2019.