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07 febrero 2023

El artista Diego Rivera y su visión sobre el fascismo



por Tito Andino

Selección de varios artículos 


"El muralismo mexicano no ha aportado nada nuevo a las artes plásticas universales, ni a la arquitectura, y menos a la escultura. Pero el muralismo mexicano -por primera vez en la historia de la pintura monumental- dejó de utilizar como héroes centrales a dioses, reyes, jefes de estado, generales heroicos, etc... Por primera vez en la historia del arte, la pintura mural mexicana convirtió a las masas en el héroe del arte monumental. Es decir, el hombre del campo, de las fábricas, de las ciudades y pueblos. Cuando un héroe aparece entre el pueblo, es claramente como parte del pueblo y como uno de ellos". (Diego Rivera, cita de Realismo Social, Nuevas Masas & Diego Rivera, El Artificio).



Mural "Historia de México a través de los siglos", Diego Rivera, 1931, "La Revolución Mexicana". Palacio Nacional, México. Se observa el fragmento de "De la conquista al presente": Con sable amenazador Porfirio Díaz y Victoriano Huerta; los revolucionarios Francisco "Pancho" Villa y Emiliano Zapata, de gran bigote, ambos con bandolera de balas sostienen el Plan de San Luis Potosí; y, Francisco Madero a la derecha de ellos (medalla en la camisa). Las tierras reclamadas contrastan con el nombre de empresas estadounidenses.


Las lecciones del pasado parece repetirse en el presente. Europa vuelve -poco a poco- a mirar su reciente pasado sangriento... Hay sectores que anhelan revivir el fascismo corporativista (sinarquía). Los únicos que parecen tomar en serio esto son las organizaciones anti-fascistas (que carecen de respaldo político y económico). ¿Qué esperamos para renacer ese espíritu combativo de un frente unido antifascista?, ¿una nueva guerra en Europa? He repetido muchas veces, no soy comunista, ni me dedico al activismo político, pero, siendo imposible -dado el sistema económico mundial vigente- derrocar al capitalismo explotador, al menos se debe intentar "humanizarlo" (estado de bienestar suelen calificarlo en algunos estados europeos) e impedir que siga ampliándose esa brecha que solo produce pobreza, desigualdad, racismo, etc.

Bien, la autobiografía del reconocido artista mexicano Diego Rivera (Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, así lo registraron en su acta de nacimiento) titulada "Mi arte, mi vida: Una autobiografía", publicado en 1960 (238 pag., Editorial Herrero), fue traducida y comentada en varios idiomas, dedica un apartado a su viaje al Imperio Alemán a fines de los locos años 20 del siglo XX, época conocida como la República de Weimar.

 
Diego Rivera, "opositor al nazismo", 1933. 
Lucas Museum of Narrative Art


El famoso muralista y activista de izquierda recuerda en sus memorias la visita a Berlín antes de que Hitler y los nazis controlen el poder, describe su relación con los dirigentes comunistas alemanes y la poca importancia que éstos prestaban al exaltado agitador de derechas. 

Un artículo en griego expone que los relatos del artista "son muy valiosos para exponer la inadecuación y la clarividencia de las direcciones de los partidos comunistas de la época. Mientras los fascistas ganaban influencia y representaban una amenaza mortal para el movimiento obrero, la dirección del Partido Comunista alemán y de los demás, ahora bajo el control total de la burocracia estalinista, actuaba de la manera más escandalosa. Negaban la creación de un frente único antifascista con otras fuerzas del movimiento obrero, consideraban a los socialdemócratas una amenaza mayor que Hitler y estaban convencidos de que después de los nazis les tocaba a ellos llegar al poder".


Autorretrato de Diego Rivera dedicado a Irene Rich, 1941. "León Trotsky", óleo de Frida Khalo, esposa de Diego Rivera.  

Diego Rivera, fue partidario y  amigo de Trotsky, cuya ala se opuso decididamente contra la inacción política de la dirigencia soviética que subestimaba el peligro de la extrema derecha y del fascismo, pero carecía de la fuerza para enrumbar la situación en diferente sentido. 

Rivera tenía su visión sobre los nazis, el fascismo y el futuro de la humanidad. Una de sus pinturas, ´El Refugio de Hitler, Ruinas de la Cancillería de Berlín´ (1956) la realizó después de visitar Berlín como testigo de la devastación ocasionada por la segunda guerra mundial.  


Diego Rivera, "Refugio de Hitler (ruinas de la Cancillería de Berlín), 1956. Óleo y témpera sobre lienzo. La obra pertenece a un coleccionista privado. Tamaño: 107,1 x 135 cm. (42,2 x 53,1 pulgadas)



Cuando Rivera vio a Hitler

Una lección de aprendizaje sobre el peligro que representa la extrema derecha ha quedado plasmado en la autobiografía del maestro Diego Rivera, las siguientes líneas le corresponden (citado de "Mi arte, mi vida: Una autobiografía").


"EN MI CAMINO, me detuve en Berlín e hice algunas pinturas interesantes allí. Mi amigo y anfitrión, Willi Muenzenberg, me hizo muchas preguntas sobre mi vida y mi trabajo, y mis declaraciones fueron incorporadas en un excelente libro de otra amiga, Lotte Schwartz. Titulado "Das Werk Diego Riveras", este volumen cubría mi carrera hasta los murales que acababa de terminar. Fue publicado por Neuer Deutscher Verlag encabezado por Muenzenberg.

En 1928, Alemania estaba sumida en una crisis que, al año siguiente, se extendería a nivel mundial. Los grandes cárteles alemanes estaban cayendo en bancarrota, uno tras otro. Hubo una ola de suicidios entre la burguesía. Hugo Stinnes, director del fideicomiso del acero, el almirante von Tirpitz, un magnate naviero, y el Dr. Scheidemann, jefe de la industria química, todos se pusieron revólveres en la cabeza y se volaron los sesos.

 


Mussolini y el Papa se distinguen entre otras figuras,  formaba parte del mural de Diego Rivera "Retrato de América", 1933 en la New Workers School, New York

 

Un Contagio de Locuras estuvo en el extranjero y en el país. Sentí su presencia en dos ocasiones separadas, aparentemente no relacionadas.

Una noche, Muenzenberg, algunos otros amigos y yo nos disfrazamos y, con credenciales falsificadas, asistimos a la ceremonia más asombrosa que jamás haya presenciado. Tuvo lugar en el bosque de Grunewald cerca de Berlín.

Detrás de un grupo de árboles en medio del bosque, apareció un extraño cortejo. Los hombres y mujeres que marchaban vestían túnicas blancas y coronas de muérdago, la planta ceremonial druídica. En sus manos sostenían ramas verdes. Su paso era lento y ritualista. Detrás de ellos, cuatro hombres portaban un trono arcaico en el que estaba sentado un hombre que representaba al dios de la guerra, Wotan. ¡Este hombre no era otro que el presidente de la República, Paul von Hindenburg! Ataviado con ropas antiguas, von Hindenburg sostenía en alto una lanza en la que supuestamente estaban grabadas runas mágicas. La audiencia, explicó Muenzenberg, tomó a von Hindenburg por una reencarnación de Wotan. Detrás del de Hindenburg apareció otro trono ocupado por el general Ludendorff, que representaba al dios del trueno, Thor. Detrás del “dios” marchaba un tren honorario de adoradores compuesto por eminentes químicos, matemáticos, biólogos, físicos y filósofos. Cada campo de la "Kultur" alemana estuvo representado en el Grunewald esa noche.

La procesión se detuvo y comenzó la ceremonia. Durante varias horas, la élite de Berlín cantó y aulló oraciones y ritos del pasado bárbaro de Alemania. Aquí estaba la prueba, si alguien la necesitaba, del fracaso de dos mil años de civilización romana, griega y europea. Difícilmente podía creer que lo que vi realmente estaba ocurriendo ante mis ojos.

Ninguno de mis amigos izquierdistas alemanes pudo darme una explicación satisfactoria de los extraños procedimientos. En cambio, trataron de reírse de ellos, llamando a los participantes "locos". Hasta el día de hoy, estoy desconcertado por su falta colectiva de percepción. Al recordar aquella orgía de borracheras secas y delirios, me resultaba imposible imaginar al espectador menos sensible descartando lo que había presenciado como una mascarada inofensiva.

 

"Tercera Internacional" o "La Internacional Comunista". Este mural es también conocido por el título de "La Revolución Rusa". Diego Rivera,1933.
 Museo del Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México


Unos días más tarde vi a Adolf Hitler dirigirse a una reunión masiva en Berlín, en una plaza frente a un edificio tan inmenso que ocupaba toda la manzana. Esta estructura fue la sede del Partido Comunista Alemán. Un frente único temporal estaba entonces en vigor entre los nazis y los comunistas contra los reformistas corruptos y los socialdemócratas.

La plaza estaba literalmente repleta de veinticinco a treinta mil trabajadores comunistas. Hitler llegó con una escolta de casi mil hombres. Cruzaron la plaza y se detuvieron debajo de una ventana desde la que miraban los líderes del Partido Comunista. Yo estaba entre ellos, invitado por Muenzenberg, que estaba a mi derecha. A mi izquierda estaba Thaelmann, el Secretario General del Partido. Muenzenberg interpretó mis comentarios para Thaelmann y me tradujo el discurso de Hitler.

 


Segmento de "La barbarie nazi", parte del mural de Rivera en la New Workers School de Nueva York, "Retrato de América" (Portrait of America), 1933. (original en color se reproduce más abajo) 
 

Mis amigos comunistas hacían comentarios burlones sobre el “pequeño hombre gracioso” que iba a dirigirse a la reunión, y consideraban timoratos o tontos a quienes veían en él una amenaza.

Mientras se preparaba para hablar, Hitler se irguió rígidamente, como si esperara hincharse y llenar su enorme impermeable de oficial inglés y parecer un gigante. Luego hizo una moción de silencio. Algunos trabajadores comunistas lo abuchearon, pero después de unos minutos toda la multitud quedó en completo silencio.

Mientras calentaba, Hitler comenzó a gritar y agitar los brazos como un epiléptico. Algo en él debe haber conmovido los centros más profundos de sus compatriotas alemanes, porque después de un rato sentí una extraña corriente magnética que fluía entre él y la multitud. Tan profundo fue que, cuando terminó, después de dos horas de hablar, hubo un segundo de completo silencio. Ni siquiera los grupos de jóvenes comunistas, instruidos para hacerlo, le silbaron. Luego el silencio dio paso a un tremendo aplauso ensordecedor de toda la plaza.

Cuando se fue, los seguidores de Hitler cerraron filas a su alrededor con todos los signos de lealtad devota. Thaelmann y Muenzenberg se rieron como colegiales. En cuanto a mí, estaba tan desconcertado y preocupado ahora como cuando presencié el ritual decadente unos días antes en Grunewald. No pude ver nada de lo que reírme. De hecho, me sentí deprimido.

Muenzenberg, mirándome, me preguntó: "Diego, ¿qué te pasa?" Lo que me pasaba era, le informé, que estaba lleno de presentimientos. Tuve la premonición de que, si los comunistas armados aquí permitían que Hitler saliera con vida de este lugar, podría vivir para cortarle la cabeza a mis camaradas en unos pocos años.

 


Diego Rivera, "The New Deal", 1933, 
Foto Christina Knutsson Skissernas Museum.


Thaelmann y Muenzenberg solo se rieron más fuerte. Muenzenberg me felicitó por mi vívida imaginación de artista. “Debes estar bromeando”, dijo. ¿No has oído hablar a Hitler? ¿No has entendido las estupideces que te traduje?

Le respondí: “Pero estas idioteces también están en la cabeza de su audiencia, enloquecida por el hambre y el miedo. Hitler les promete un cambio económico, político, cultural y científico. Bueno, quieren cambios, y es posible que él pueda hacer exactamente lo que dice, ya que tiene todo el dinero capitalista detrás de él. Con eso puede dar comida a los trabajadores alemanes hambrientos y persuadirlos para que se pasen a su lado y se vuelvan contra nosotros. Déjame dispararle, al menos. Tomaré la responsabilidad. Todavía está dentro del alcance".

Pero esto hizo que mis camaradas alemanes se rieran aún más. Después de reírse a carcajadas, Thaelmann dijo: “Por supuesto que es mejor tener a alguien siempre listo para liquidar al payaso. Sin embargo, no te preocupes. En unos meses estará acabado y entonces estaremos en posición de tomar el poder”.

Esto solo me deprimió más y reiteré mis temores. Por ahora, Muenzenberg no sonreía. Había estado observando a Hitler, luego casi en el otro extremo de la plaza. Se había dado cuenta de que la multitud seguía aplaudiendo. Antes de salir de la plaza, Hitler se volvió y dio el saludo nazi. En lugar de enojado, los aplausos aumentaron. Estaba claro que Hitler había ganado muchos seguidores entre estos trabajadores de izquierda. Muenzenberg de repente palideció y me agarró el brazo.

Thaelmann nos miró sorprendido a los dos. Luego sonrió y me dio unas palmaditas en la cabeza. En ruso, que sonaba pesado en su acento alemán, dijo: "Nitchevo, nitchevo". "No es nada, nada en absoluto".

Mi imaginación de artista "loco" fue amargamente corroborada más tarde. Tanto Thaelmann como mi amigo Muenzenberg estaban entre los millones de seres humanos asesinados por el “payaso” que habíamos visto en la plaza ese día".

 


"Lucha de la Segunda Guerra Mundial". Sobre este fresco varias fuentes, incluso Wikipedia, lo atribuyen a Diego Rivera, a más tardar en 1957. Sin embargo, el Mural se encuentra en el Palacio de Gobierno de Guadalajara, Jalisco, México, atribuido a otro maestro muralista mexicano, José Clemente Orozco. "El circo político". En 1922 Orozco se unió a Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y otros artistas iniciando el movimiento muralista mexicano de tendencia popular implantando el concepto de “arte callejero”, pusieron su arte al servicio de la ideología de izquierda. Orozco vivió en los Estados Unidos entre 1927-1934, en 1930 pintó en la New School for Social Research de Nueva York, coincidiendo en ocasiones con Diego Rivera. 


En diciembre de 1942 se publicó en un periódico la noticia sobre el atentado de los nazis contra Frida Kahlo, luego de no poder eliminar a Diego Rivera, su marido. La periodista estadounidense Betty Ross entrevistó al artista sobre ese tema.

- Cuénteme, por favor, cuál fue la causa de este desesperado intento de los nazis.

(En lugar de una truculenta explicación, Rivera solo dijo)

- Fue una de mis pinturas.

- ¿Qué había en esa pintura?

- En realidad fue la última parte del fresco de la nueva escuela de trabajadores de Nueva York. Esto ocurrió poco después de que Hitler había enviado al primer embajador nazi a México. Hasta el régimen de Hitler, Frida era considerada como súbdita alemana, por la nacionalidad de su padre... a causa de la pintura de Hitler, no creo que me apreciara mucho, -dijo Diego ahogando una sonrisa-.

- Nunca me ha hablado usted de esto.

- La pintura muestra al führer hablando y en torno de él una escena en que se ve la quema de libros, la decapitación de reos políticos, mujeres azotadas, emasculación por medio de rayos X, torturas infligidas a una mujer alemana, todo esto en calle. 

Suspendido del cuello de la mujer, estaba un letrero que decía: “Me he entregado a un judío”. También en la pintura aparece la imagen de Einstein, quien señala dramáticamente estas atrocidades. Esta pintura fue reproducida e impresa en postales que se hicieron circular por conductos ocultos en Alemania.




Hitler, en la "Barbarie nazi", panel del mural de Diego Rivera "Retrato de América" que se expuso en la New Workers School, realizado en julio-agosto 1933. "Representa la represión y brutalidad de un Hitler violento, entre swásticas y puños, que expulsa y tortura a intelectuales y políticos. Ahí es donde aparece el retrato de Albert Einstein quien acusa con el índice el maltrato del pueblo judío. Diego describió este retrato como una consigna de las “mentes críticas” del pueblo judío contra la demagogia del nazi fascismo"


(Nota de la periodista) Poco tiempo después se exhibió una gran reproducción de la pintura en una galería en la Ciudad de México. Dos nazis entraron al lugar y amenazaron al propietario: “Retiren el cuadro o aténganse a las consecuencias”. No solo no se retiró el cuadro sino que el amenazado dijo que si se atrevían a volver los entregaría a la policía. Días después, sucedió la tentativa para matar a Frida, quien vivía en el estudio de su marido y solía sentarse a escribir a máquina frente a la ventana del último piso. Entonces Frida trabajaba para una agrupación que ayudaba a víctimas del régimen nazi. Un día sucedió que su hermana Cristina estaba sentada en el mismo lugar donde se sentaba Frida, repentinamente, dos balas pasaron silbando junto a su cabeza. Se inclinó y tomó su pistola, Cristina era campeona de tiro al blanco. Disparó contra un hombre y lo hirió en una pierna. No suficiente con eso, bajó corriendo por la escalera, saltó a su coche, y finalmente alcanzó al otro asaltante. Este levantó las manos y ella lo obligó a subir al coche y lo llevó a la Comisaría.

Ni la prensa ni la policía pudieron dar luz en el asunto. Pocas semanas después, fueron hallados cerca de Acapulco los cadáveres de dos alemanes, cuyas señas correspondían a las de los pistoleros nazis.

- Pero ¿quién los mató? 

- Recuerde que le dije que cuando Ford pagó los murales de la galería de Arte de Detroit, utilicé el dinero para repatriar una colonia de trabajadores mexicanos. Tal vez podría formarse la hipótesis de que “alguien” se impuso la tarea de tomar venganza contra los presuntos asesinos.

(Periodista) Nunca se supo quién fue ese “alguien”. 

- Probablemente -comentó Diego-, los alemanes vieron que necesitaban emplear, contra los intelectuales mexicanos, otra táctica distinta de la que habían usado contra otros, habían disparado sobre la casa de Einstein hasta que lo obligaron a salir de Europa.


La obra de Diego Rivera


"El hombre en la encrucijada", (fotografía del trabajo aún inconcluso) de Diego Rivera para el mural del Rockefeller Center, Nueva York, fue destruida. Se puede apreciar la figura de Lenin en el centro a la derecha. © Banco De México, Fideicomiso de los Museos Diego Rivera y Frida Kahlo, Av. Cinco de Mayo No. 2, Col. Centro, Del. Cuauhtemoc, 06059, México, DF Cortesía del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, México. Foto cortesía de Old Stage Studios, Gualala, CA.




En 1933, John D. Rockefeller contrató al ya afamado Diego Rivera para elaborar un mural en el vestíbulo del Rockefeller Center, el tema “Hombre en la encrucijada mirando con esperanza y alta visión a la elección de un nuevo y mejor futuro”; o, simplemente se lo conoce como: "Man in the crossroads" (El hombre en la encrucijada). Rivera iba a construir un mural de “trabajadores que enfrentan encrucijadas simbólicas de la industria, la ciencia, el socialismo y el capitalismo” (PBS). El trabajo se centra en un trabajador que opera maquinaria con cuatro grandes orbes que brotan en las esquinas. 

Rivera decidió dar unos "retoques" al proyecto del mural que molestaría al contratante (representó a Lenin a la derecha y una imagen del Primero de Mayo, apostó por la lucha política como libertad de expresión artística). Una explicación de ese cambio drástico del originalmente solicitado, señala: "Luego de estudiar con detenimiento la iconografía que usaría para la obra, inserta unas dinámicas elipses y reposiciona los personajes en torno de una colosal máquina que controla un mortificado hombrecillo. Así desarrolla la fusión entre el microcosmos y macrocosmos y enfatiza el encuentro entre un mundo capitalista y otro socialista. Después, como un provocador incontenible, hace la inclusión del líder bolchevique, Vladimir Lenin, en el muro".

Ese trabajo de Rivera refleja, además, las dudas de la sociedad mundial: "¿Qué camino seguirá el hombre, absorto en la elección entre continuar con la producción continuando con las fórmulas tradicionales o invertir en las nuevas técnicas? Y, ante todo: ¿Qué triunfará en la sociedad mundial, el capitalismo imperante en Occidente que se acababa de estrellar en 1929 y continuaba llevando al mundo a la Gran Depresión o el socialismo popular creado por Lenin, o éste será anulado por la dura dictadura de Stalin?. Eran tiempos difíciles para Trotsky, una vez fallecido Lenin y subido Stalin al poder: ¿seguiría Trotsky defendiendo la política socio-económica de Lenin, el leninismo, oponiéndose al comunismo reaccionario desarrollado por Stalin?" (José Antonio Bru).  

Una semana después de haber pintado el rostro de Lenin, la pintura del fresco fue suspendida y, claro, Rivera perdió su muro. Rockefeller, que no quería una imagen del líder comunista, destruyó el mural antes de que quede terminado (1933) y para prevenir problemas legales canceló el valor total de la obra contratada. No obstante, Rivera recreó posteriormente la obra en la Ciudad de México. 


Diego Rivera, "El hombre en la encrucijada", 1934, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, México. Fresco sobre bastidor metálico (480cm x 1145 cm) (Haga click sobre la imagen para verla a mayor resolución). 

Figura central de "El hombre en la encrucijada"

"El hombre en la encrucijada", o, "El hombre controlador del universo", 1934. Los temas principales de este mural son la industrialización, el trabajo y la política. Detalles de la parte izquierda, representa el capitalismo y las brutalidades de la Primera Guerra Mundial, bajo la estatua de Júpiter, se puede observar a un grupo de personas usando la tecnología. Parte derecha, es la representación del comunismo, la gente en lugar de usar la tecnología se sienta sobre la cabeza caída rechazando la religión. Se aprecia a León Trotsky, Friedrich Engels y Karl Marx. (Rivera quiere mostrar que la línea sucesoria de Marx, Engels y Lenin se continúa con Trotsky y no con Stalin). 1934, Palacio de Bellas Artes, Ciudad de México, México. 


En el mismo 1933 Diego Rivera invirtió el dinero pagado por los Rockefeller en veintiún paneles para la New Worker’s School (Escuela de Trabajadores de Nueva York, 1923-1944), extinto centro de formación ideológica del Partido Comunista de EEUU, de inclinación trotskista. Aquí un par de fotografías:


Diego Rivera pintando uno de los paneles murales para el New Workers School, New York City, 1933.


El equipo de asistentes de Diego Rivera en el montaje de los paneles del mural "Retrato de América" para el New Workers School, New York City, 1933. El mural fue controvertido por la presencia de Lenin y los paneles centrales que abordaban el problema del trabajo forzado y la aparición de personajes como Benito Mussolini y Adolf Hitler.



Rivera inicialmente había pensado reproducir el mural destruido por los Rockefeller en la New Worker’s School de New York, junto a los profesores y estudiantes ideó "una historia dinámica de Estados Unidos" mostrando la lucha entre los privilegiados y desposeídos. El mural desmontable "Retrato de Estados Unidos(o Retrato de América, "Portrait of America" en inglés) es un mural de clara expresión política sobre la guerra, la esclavitud, la religión como sistema de poder y el capitalismo. Uno de los paneles titula “Unidad Proletaria” reproduce el retrato de Lenin, Rosa Luxemburgo, León Trotsky, Josef Stalin y sobre ellos a Marx y Engels.


Diego Rivera, "Unidad Proletaria". Retrato de América 
(Museo de Arte de la Ciudad de Nagoya)



La pintura de Rivera causó efecto en Albert Einstein, en especial: “Retrato de América”. El científico agradeció en una correspondencia por la obra. "Para Rivera, con la carta de Einstein, el círculo de su batalla contra la coerción de la libertad de expresión estaba cerrado. Para él y sus allegados, ´Retrato de América´ había cumplido uno de sus objetivos". Rivera contestó al sabio: “Quiero decirle lo mucho que me conmovió su carta. El aliento recibido es muy grande y magnífico por lo poco que he hecho con mi pintura. Por lo que es usted, con su gran energía humana, junto con su ciencia que ha cambiado por la expansión hacia el espacio y la luz, ayudando a elevar el pensamiento humano a un nivel superior”.


Diego Rivera, "Retrato de América" - "Guerra Mundial". (panel XI del mural transportable en la New Workers School de Nueva York), 1933 
(Fresco / 178 x 182 cm)


Destino de los paneles

Los paneles de Rivera en la New Worker’s School tuvieron destinos marcados. Las obras fueron diseñadas por Rivera como una forma de murales transportables sobre grandes bastidores metálicos. La idea era garantizar que la obra fuera allá donde la escuela se mudara (carecían de local propio).

 

Diego Rivera, "Retrato de América", "Industria Moderna"(panel X del mural transportable en la New Workers School de Nueva York), 1933 / Fresco / 178 x 182 cm.


"En años siguientes, para mala fortuna del mural, al mudarse la New Worker’s School algunos paneles desaparecieron. Al disolverse la escuela, la Unión de Trabajadores del Vestido adquirió 16 paneles los cuales se mantenían en exhibición en su casa de descanso en la Unity House hasta que un incendio acabó con el lugar (1969). En total se perdieron 13 paneles y se optó por vender el resto a coleccionistas particulares. El mural está disperso, cercenado, perdido".


Diego Rivera, "Retrato de América", "La Nueva Libertad" (panel XII del mural transportable en la New Workers School de Nueva York), 1933 / Fresco transportable / 176 x 182 cm. 


Los murales de la industria de Detroit (1932-1933) 

El Detroit Institute of Arts (DIA), (Detroit, Michigan, Estados Unidos) es uno de los más grandes museos de los Estados Unidos. Se encuentra en el centro cultural de Detroit a 3 km al norte del centro de la ciudad. Expone unas 65.000 obras. Se inauguró en 1885. 

Los dos paneles principales del Instituto de Arte se encuentran en las paredes norte y sur, murales "Detroit Industry" de Diego Rivera, 1932-33, muestran a trabajadores laborando en la planta River Rouge de Ford Motor Company. 



"La industria de Detroit", paredes norte y sur (1932-33), frescos de Diego Rivera. Instituto de Artes de Detroit.  (DIA.org)

Los murales de la industria de Detroit son una serie de frescos de veintisiete paneles, rodean el interior del Rivera Court. Los otros paneles muestran los avances realizados en varios campos científicos, como la medicina y las nuevas tecnologías. "La serie de murales, tomada en su conjunto, expresa la idea de que todas las acciones e ideas son una".

El maestro mexicano consideró esa obra como la más exitosa de su carrera artística. Los murales de la industria de Detroit fueron designados por el Departamento del Interior como Monumento Histórico Nacional el 23 de abril de 2014. 

 

Diego Rivera, "El día de los muertos" (1924)


Diego Rivera falleció el 24 de noviembre de 1957, en Ciudad de México, a los 70 años de edad.

 









Un segmento del inmenso mural de Diego Rivera "Epopeya del Pueblo Mexicano", obra iniciada en 1929 y concluida en 1935, con técnica de pintura al fresco. "Epopeya del Pueblo Mexicano", se extiende a lo largo de 276 metros cuadrados y abarca varios siglos de la historia de México. Se encuentra sobre los muros de la escalera principal del Palacio Nacional de México.

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Fuentes de consulta:

- Diego Rivera, "Mi arte, mi vida: Una autobiografía", Editorial Herrero, 238 pág., México D.F. 1960.

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