La siguiente serie de entrevistas -difíciles de rastrear- han sido rescatadas de los archivos de "Red Voltaire" del año 2005, fueron publicados en colaboración con RIA Novosti al conmemorar 60 años de la Victoria sobre el fascismo y hoy volvemos a recordarlas en conmemoración a los 80 años de la épica que puso fin al nazismo, a pesar que la mayoría de Europa se opone a rememorar este acontecimiento histórico, factor principal de su liberación.La historia, su realidad y mitos, constituyen retos políticos permanentes. El Doctor en Historia, Valentín Falin, ofrece una lectura de la Segunda Guerra Mundial (Gran Guerra Patria) desde el punto de vista ruso, con frecuencia desconocido por el público occidental, basado en archivos históricos inéditos abiertos a los investigadores a finales del siglo XX y principios de los años 2000. El Dr. Falin ha teniendo la oportunidad de estudiar y analizar estos documentos que demuestran la toma de decisiones al más alto nivel político que influyeron decisivamente en el desarrollo y desenlace de la guerra.A pesar de la barbarie nazi en la Segunda Guerra Mundial, muchos dirigentes occidentales, entre ellos el primer ministro conservador británico Winston Churchill, estaban convencidos que habría que luchar primero contra el comunismo soviético y promovieron una alianza con los nazis de Adolf Hitler.ACLARACIÓN: La entrevista al Dr. Falin fue publicada en este blog en mayo del 2020 -en tres entregas, siguiendo el formato original de la fuente- con el agregado del editor de este blog de importantes notas explicativas y prólogo a cada artículo, además de todo el material gráfico. Hoy, siguiendo la secuencia del artículo -entrevista- publicado en este blog, "Por qué todo lo que sabes sobre la Segunda Guerra Mundial es erróneo", vuélvese imperativo reforzar nuestros comentarios, el Dr. Falin los desarrolló sobradamente.¿Por qué hacemos esto? Porque el tiempo lleva al olvido, la existencia de tan sobrio material no debe perderse; y, porque como política de estado, los EEUU/UE/OTAN han decidido reescribir la historia de la segunda guerra mundial con el único propósito político de demonizar a la actual Rusia.
T. Andino
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Entrevista al historiador ruso Valentín Falin
Entrevistador: Viktor Litovkine
(Comentarista militar de Ria Novosti)
2005
Valentin Falin (1926-2018), diplomático, historiador y político. Embajador de la URSS en Alemania (1971-1978). Subdirector del Departamento de Información Internacional (1978-1983). Redactor jefe del periódico Izvestia (1982-1986). Presidente de la junta de la Agencia de Prensa Novosti (1986). Jefe del Departamento Internacional del Comité Central (1988-1991). Se jubiló del servicio gubernamental en 1991. Trabajó en Alemania en el Instituto de Investigación para la Paz y Política de Seguridad de la Universidad de Hamburgo (1992-2000).
Parte I:
La Segunda Guerra Mundial podía haber terminado en 1943
➤ Viktor Litovkin: La historiografía contemporánea de la Segunda Guerra Mundial ofrece diversas valoraciones de su etapa final. Unos expertos afirman que la guerra podía haber terminado mucho antes. De ello escribió, por ejemplo, en sus memorias el mariscal Chuikov. Otros sostienen que podía alargarse un año más, como mínimo. ¿Quién está más cercano a la verdad y en qué consiste ésta? ¿Cuál es el punto de vista de usted?
Valentín Falin: Los debates al respecto se desarrollan no solamente en la historiografía contemporánea. De cuánto iba a durar la guerra en Europa y cuándo terminaría se discutía ya en el transcurso de la guerra, y a partir de 1942, ello se hacía sin cesar. Para ser más exactos, se debe reconocer que ese problema interesaba a los políticos y los militares desde 1942.
En aquel entonces la mayoría de los estadistas, incluidos Roosevelt y Churchill, creían que la Unión Soviética podría resistir durante cuatro o seis semanas, al máximo. Tan sólo Benes afirmaba que la URSS resistiría la invasión nazi y, en fin de cuentas, derrotaría a Alemania.
➤ Viktor Litovkin: Eduard Benes era, si no lo recuerdo mal, presidente de Checoeslovaquia en el exilio. Después del complot de Múnich de 1938 y la ocupación del país, él residía en Gran Bretaña.
Valentín Falin: Sí. Pero más tarde, cuando dichas valoraciones - o tasaciones, si usted permite, de nuestra capacidad de resistir no se justificaron, cuando Alemania sufrió la primera -quiero recalcarlo- derrota estratégica en la batalla de Moscú, muchos cambiaron bruscamente de opinión. En Occidente empezaron a expresar recelos de que la Unión Soviética pudiese salir demasiado fuerte de la guerra, y como tal, comenzase a determinar la faz de la futura Europa.
Lo decía, por ejemplo, Berle, secretario de Estado adjunto de EE.UU y coordinador de los servicios de inteligencia estadounidenses. De este mismo parecer eran los allegados de Churchill, incluidas unas personas muy influyentes, que antes de empezar la guerra y en su transcurso elaboraban la doctrina de las acciones a desarrollar por las Fuerzas Armadas británicas y también la política de Gran Bretaña.
Con ello se explica en mucho grado la resistencia que Churchill oponía a la apertura del Segundo Frente en 1942. Aunque Beaverbrook y Cripps en la dirigencia británica, y especialmente Eisenhower y otros elaboradores de los planes militares estadounidenses, suponían que existían premisas técnicas y otras para asestar una derrota a los alemanes precisamente en 1942, utilizando la circunstancia de que el grueso de las fuerzas alemanas estaban concentradas en el Este y que había una costa de dos mil kilómetros de largo de Francia, Holanda, Bélgica, Noruega y de la propia Alemania, abierta para la incursión de los Ejércitos de los aliados. Los nazis no tenían fortificaciones permanentes en la costa atlántica.
Es más, los militares estadounidenses procuraban persuadir a Roosevelt (existen varios memorándums de Eisenhower al respecto) de que el Segundo Frente era necesario, que era posible abrirlo y que su apertura acortaría la guerra en Europa y haría capitular a Alemania, si no en 1942, en 1943 a más tardar.
Pero esos cálculos no le convenían a Gran Bretaña ni a los conservadores de la cúpula estadounidense.
➤ Viktor Litovkin: ¿A quién se refiere usted?
Valentín Falin: Por ejemplo, el Departamento de Estado, con Hall a la cabeza, mantenía una actitud muy adversa con respecto a la URSS. Es por ello que Roosevelt no lo llevó consigo cuando se dirigía a la Conferencia de Teherán. El secretario de Estado recibió los protocolos de las reuniones del "gran trío" sólo al cabo de seis meses de haberse celebrado la conferencia. Lo curioso es que la inteligencia política del Reich haya informado de su contenido a Hitler pasadas tres o cuatro semanas. La vida está llena de paradojas.
Después de la batalla de Kursk de 1943, que culminó con la derrota de la Wehrmacht, en Québec (Canadá) se reunieron el 20 de agosto los jefes de los Estados Mayores de EE.UU y Gran Bretaña, así como Churchill y Roosevelt. En el orden del día estaba el tema de un eventual abandono por Estados Unidos y Gran Bretaña de la coalición antihitleriana y la formación de una alianza con los generales nazis con el fin de librar guerra conjunta contra la Unión Soviética.
➤ Viktor Litovkin: ¿Por qué?
Valentín Falin: Porque, según la ideología de Churchill y quienes la compartían en Washington, había que detener a los "bárbaros rusos" en el Este, lo más lejos posible, y si no derrotar a la Unión Soviética, por lo menos debilitarla al máximo. Hacerlo, antes que nada, por las manos de los alemanes. Así se formulaba la tarea.
Era un plan muy viejo de Churchill. Él había desarrollado esa idea al conversar con el general Kutepov ya en 1919. Los norteamericanos, los ingleses y los franceses están sufriendo un revés y no podrán aplastar a la Rusia soviética, decía él.
Hace falta que de ello se ocupen los japoneses y los alemanes. En 1930, Churchill le explicaba la tarea en la misma clave a Bismarck, primer secretario de la Embajada de Alemania en Londres. Los alemanes se portaron durante la Primera Guerra Mundial como unos necios, decía él. En vez de reconcentrarse en infligir la derrota a Rusia, empezaron a librar la guerra en dos frentes. Si ellos se hubieran ocupado sólo de Rusia, Inglaterra habría neutralizado a Francia.
Churchill lo percibía no tanto como una lucha contra los bolcheviques cuanto como continuación de la guerra de Crimea de 1853-1856, en la que Rusia procuró poner fin a la expansión británica, no importa con qué resultado.
➤Viktor Litovkin: En Transcaucasia, Asia Central y Oriente Próximo rico en petróleo...
Valentín Falin: Por supuesto. Por consiguiente, cuando estamos hablando de diversas variantes de librar la guerra contra la Alemania nazi, no debemos olvidar que existían diversos enfoques de la filosofía de ser aliados y de los compromisos que Inglaterra y EE.UU querían asumir ante Moscú.
Voy a hacer una digresión. En 1954 o en 1955, en Gent, se celebró un simposio religioso sobre el tema de si se besan los ángeles. Como resultado de los debates de muchos días se llegó a la conclusión de que sí, se besan, pero sin sentir pasión. Dentro de la coalición antihitleriana, las relaciones de aliados semejaban ser unos besos así, por no decir que eran unos besos de Judas. Se hacían promesas, sin asumir compromisos, o -aún peor- para inducir a error a la parte soviética.
Esa táctica hizo fracasar las negociaciones entre la URSS, Gran Bretaña y Francia en agosto de 1939, cuando todavía existía la posibilidad de hacer algo para detener la agresión nazi. A los dirigentes soviéticos no les dejaron otra opción que concertar el pacto de no agresión con Alemania.
Nos expusieron al golpe de la máquina militar nazi, ya preparada para agredir. Conviene citar la directriz formulada en el despacho de Chamberlain: "Si Londres no puede evitar pactar con la Unión Soviética, la firma británica que se ponga al pie del documento no debe significar que en caso de agredir los alemanes contra la URSS los ingleses le acudan en ayuda a la víctima de la agresión, declarando guerra a Alemania. Debemos reservarnos la posibilidad de manifestar que Gran Bretaña y la Unión Soviética interpretan los hechos de distintos modos".
"This is the enemy", cartel estadounidense de propaganda (R.Hoe. Co.1942. USA) - "Silence Means Surprise", de la Oficina de Imprenta del Gobierno de EE. UU. 1943. Un dato muy revelador que acompaña el cartel de la izquierda. Cita textual de la Tropedia (Fandom.com): Nazi Nobleman (el Noble nazi) "Este arrogante aristócrata ha abrazado con entusiasmo y sin reservas la ideología nazi de que “la fuerza hace el derecho” y que “el fuerte debe dominar al débil”. Sin duda, esto es resultado de su crianza superior y de su educación privilegiada, durante la cual fue criado para creerse superior a todos esos proles de baja condición. Naturalmente, por supuesto, este nazi entusiasta odia la democracia, probablemente porque amenaza la superioridad de la clase noble, y es casi seguro que es rico y confía en que los nazis lo ayudarán a conservar su riqueza. Probablemente sea un buen amigo del mismísimo Adolf. En algunas historias, es un científico destacado, o tal vez un carcelero sádico, pero más a menudo, es un guerrero culto, o alguna variante de ello. Su uniforme estará inmaculado, almidonado y planchado, su apellido comienza con "Von" y, por supuesto, es obligatorio llevar un monóculo".
➤ Viktor Litovkin: Existe otro ejemplo histórico bien conocido: cuando Alemania agredió en septiembre de 1939 a Polonia, aliada de Gran Bretaña, Londres declaró guerra a Berlín, mas no dio ni un paso concreto para ayudar realmente a Varsovia.
Valentín Falin: Pero en nuestro caso ni se trató de declarar guerra aunque sea de pura forma. Los tories (políticos conservadores británicos) partían de que la apisonadora alemana iba a llegar a los Urales, aplastándolo todo en su camino. Y que no quedaría quien se quejase de la Perfidia de Albión.
Esa ligazón entre las épocas y los acontecimientos siguió existiendo durante la guerra, dando pábulo para las reflexiones. Y las conclusiones a que se llegaba no eran muy optimistas para nosotros, según me parece a mí.
➤ Viktor Litovkin: Volvamos al deslinde de los años 1944 y 1945. ¿Podíamos haber concluido la guerra antes del mes de mayo o no?
Valentín Falin: Hagamos la pregunta de otro modo: ¿Por qué el desembarco de los aliados se planeaba precisamente para 1944? Nadie lo acentúa, pero la fecha no se escogió por una casualidad. En Occidente tomaban nota de que en Stalingrado habíamos perdido un inmenso número de soldados, oficiales y material de guerra, que habíamos sufrido colosales pérdidas en el arco de Kursk... Perdimos más carros blindados que los alemanes.
En 1944, la URSS ya se veía obligada a movilizar a muchachos de 17 años de edad. El campo ya estaba sin la mano de obra masculina. Sólo evitaban llamar a filas a los hombres de los años de nacimiento 1926 y 1927 que trabajaban en las empresas de la industria de guerra, por protestar mucho los directores de éstas.
Los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos, al valorar las perspectivas, coincidían en que hacia la primavera de 1944 el potencial ofensivo de la Unión Soviética se vería agotado por completo, ya no habría reservas humanas, y la Unión Soviética ya no podría asestarle a la Wehrmacht un golpe comparable con los que ésta recibió en las batallas de Moscú, Stalingrado y Kursk.
Según sus cálculos, atascados en la confrontación con los nazis, los soviéticos cederían la iniciativa estratégica a EE.UU e Inglaterra hacia las fechas de comenzar el desembarco.
Con el desembarco de los aliados en el continente se hizo coincidir un complot tramado contra Hitler. Los generales, si se hiciesen con el poder en el Reich, tenían que disolver el Frente Occidental y abrir paso a los estadounidenses y los ingleses para que éstos ocuparan a Alemania y "liberaran" a Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia y Austria... Se pretendía hacer parar al Ejército Rojo en las fronteras del año 1939.
Nota del editor: La página web de la revista "Historia" publicó recientemente un valioso estudio (9 septiembre 2024): "Putin heredó el desastre: así es como Hitler acabó con el futuro de Rusia". Ningún país fue tan afectado en la IIGM como la URSS, pero Stalin prohibió los censos para encubrir las enormes pérdidas. Explicamos por qué Rusia todavía sufre por su pasado sangriento.
➤ Viktor Litovkin: Recuerdo que los estadounidenses y los ingleses hasta desembarcaron en Hungría, cerca de Balatón, con el fin de apoderarse de Budapest, pero los alemanes liquidaron a todo el grupo...
Valentín Falin: No era un desembarco en sí, era un grupo al que se encomendó restablecer contactos con las fuerzas antisfascitas húngaras. Pero se hizo fracasar no sólo ese plan. Después del atentado, Hitler quedó a salvo, Rommel fue gravemente herido y salió del juego, aunque en Occidente se ponían las miras precisamente en él. Los demás generales se acobardaron.
Sucedió lo que sucedió. A los estadounidenses no les resultó recorrer Alemania en marcha alegre bajo el son de la música marcial. Ellos se vieron obligados a entrar en combates, a veces pesados, baste con recordar la operación de las Ardenas. Pero pese a todo eso, ellos cumplían sus tareas, a veces de una manera bastante cínica.
Voy a aducir un ejemplo concreto. Las tropas de EE.UU se acercaron a París. Allí había estallado una sublevación. Los estadounidenses se detuvieron a treinta kilómetros de la capital, esperando a que los alemanes acabasen con los rebeldes, porque se trataba en primer lugar de los comunistas.
Según diversos datos, fueron muertas de tres a cinco mil personas. Pero los sublevados lograron imponerse, y entonces los estadounidenses tomaron París. Algo análogo sucedió en la parte Sur de Francia. Volvamos a aquel deslinde del que empezamos a hablar.
➤ Viktor Litovkin: Del invierno de 1944 y 1945.Valentín Falin: Sí. En otoño de 1944 en Alemania se celebraron varias reuniones, primero bajo dirección de Hitler, y luego, por encargo de éste, de Jodl y Keitel. Su sentido se reducía a lo siguiente: Si les damos una buena tunda a los estadounidenses, en EE.UU e Inglaterra despertará el gusto por volver a las negociaciones que se habían celebrado entre 1942 y 1943 ocultándolo de Moscú.
La operación de las Ardenas fue concebida en Berlín no como una llamada a contribuir a la victoria en la guerra, sino para minar las relaciones de aliados entre Occidente y la Unión Soviética. Se pretendía dar a entender a EE.UU que Alemania todavía era fuerte y podía presentar interés para los países occidentales en su confrontación con la Unión Soviética. Y que a ellos mismos no les alcanzarían fuerzas para hacer parar a los "rojos" en los accesos a Alemania.
Hitler subrayaba que nadie iba a conversar con un país que estaba en una situación grave. Con nosotros van a hablar si la Wehrmacht demuestra seguir siendo una fuerza de verdad, decía él.
El factor sorpresa era su as de triunfo. Los aliados se instalaron en locales de invierno, sosteniendo que la zona de Alsacia y las montañas de Ardenas eran un lugar magnífico para descansar y muy malo para librar operaciones de combate. Pero los alemanes tenían planes de abrirse paso hacia Rotterdam y con ello privar a los estadounidenses de la posibilidad de utilizar los puertos de Holanda. Era la circunstancia decisiva para toda la campaña occidental.
El comienzo de la operación de las Ardenas se aplazó en varias ocasiones. A Alemania no le alcanzaban las fuerzas. Empezó en el momento preciso en que en invierno de 1944 el Ejército Rojo libraba extenuantes combates en Hungría, en la zona de Balatón y Budapest. Estaban en juego las últimas fuentes de petróleo -en Austria y algunas en la propia Hungría- controladas todavía por los alemanes.
Esta era una de las causas por las que Hitler decidió defender a Hungría a pesar de todo, y en el apogeo mismo de la operación de las Ardenas y antes de comenzar la de Alsacia empezó a atraer tropas desde la dirección occidental, para lanzarlas al frente soviético-húngaro. La fuerza básica de la operación de Ardenas -el Sexto Ejército de carros blindados de la SS - fue retirada de Ardenas y trasladada a Hungría...
➤ Viktor Litovkin: A Haimasker.Valentín Falin: El desplazamiento había comenzado en esencia antes de que Roosevelt y Churchill, presas de pánico, le dirigieron a Stalin un llamamiento que, traducido del lenguaje diplomático al corriente, decía: ayúdennos, sálvennos, estamos sufriendo una desgracia.
Hitler a su vez suponía, hay pruebas de ello: puesto que los aliados le fallaban tan a menudo a la Unión Soviética y se ponían a esperar abiertamente cuánto iba aguantar Moscú y el Ejército Rojo, también la parte soviética podría proceder así.
En 1941 ellos esperaban cuándo iba a caer la capital de la URSS; en 1942, no sólo Turquía y el Japón, también EE.UU estaban aguardando la caída de Stalingrado, para luego empezar a revisar su política. Los aliados ni siquiera quisieron proporcionarle a la URSS los datos obtenidos por sus servicios de inteligencia, por ejemplo de los planes de los alemanes de desarrollar la ofensiva del Don al Volga y después hacia el Cáucaso, y otros por el estilo...
➤ Viktor Litovkin: Si no me equivoco, esa información nos fue suministrada por la legendaria «Orquesta Roja».
Valentín Falin: Los estadounidenses no nos informaban de nada, aunque conocían muchos detalles, hasta días y horas, por ejemplo, respecto a los preparativos de la operación "Ciudadela" en el Arco de Kursk...
Teníamos fundamentos de peso, por supuesto, para ver detenidamente en qué grado nuestros aliados sabían y querían combatir y en qué grado estaban preparados para promover su plan principal durante la realización de la operación en el continente, que era el plan "Rankin".
El plan principal no era el "Overlord", sino precisamente el "Rankin", que preveía establecer control anglo-americano sobre toda Alemania y todos los Estados de Europa del Este, para no dejarnos entrar allá. Eisenhower, cuando fue designado comandante del Segundo Frente, recibió la directriz: ir preparando el plan "Overlord", pero siempre tener en cuenta el "Rankin".
Si surgían las condiciones propicias para realizar el "Rankin", dejar de un lado el "Overlord" y lanzar todas las fuerzas a cumplir el "Rankin". El levantamiento en Varsovia fue organizado con ese objetivo, así como otras muchas actividades.
En este sentido, el año 1944 y comienzos del 1945 eran la hora de la verdad. La guerra no se desarrollaba por dos frentes: el del Este y el del Oeste, sino en dos frentes.
Oficialmente, los aliados realizaban unas operaciones de combate que tenían mucha importancia para nosotros, atando, sin lugar a dudas, una parte de las tropas alemanas.
Pero su plan fundamental consistía en lograr detener en lo posible a la Unión Soviética, según decía Churchill, mientras que algunos de los generales estadounidenses utilizaban palabras más bruscas: "detener a los descendientes de Genghis Khan".
Pero fue Churchill quien formuló esa idea en una forma abiertamente antisoviética en octubre de 1942, cuando todavía no había comenzado nuestra contraofensiva el 19 de noviembre en Stalingrado. "Tenemos que hacer parar a esos bárbaros en el Este, lo más lejos posible", dijo él.
El Comandante Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada, General Dwight David Eisenhower y su Estado Mayor.
Cuando estamos hablando de nuestros aliados, no quiero menospreciar de ningún modo los méritos de sus soldados y oficiales que combatían, igual que nosotros, sin saber nada de las intrigas y maquinaciones políticas de sus gobernantes, combatían con honestidad y firmeza.
Tampoco quiero restarle importancia a la ayuda de "land-lease" (NdE. ley de préstamos y arriendos) que se nos brindaban, aunque nunca fuimos los destinatarios principales. Quiero subrayar simplemente en qué grado la situación era complicada, contradictoria y peligrosa para nosotros a lo largo de toda la guerra, hasta resonar las salvas de la Victoria. En qué grado nos era difícil a veces tomar una u otra decisión, cuando no simplemente nos embaucaban sino que nos exponían al peligro.
➤ Viktor Litovkin: ¿Es decir, la guerra de veras podía haber terminado mucho antes del mayo de 1945?
Valentín Falin: Respondiendo con absoluta franqueza, diré: sí, podía. Y no es la culpa de nuestro país de que no haya terminado ya en 1943. No es culpa nuestra. Habría terminado, si nuestros aliados hubieran cumplido con honestidad su deber, si se hubieran atenido a los compromisos asumidos ante la Unión Soviética en 1941, 1942 y en la primera mitad de 1943. Pero puesto que no lo hicieron, la guerra se alargó por un año y medio o por dos años, como mínimo.
Lo principal es que, si no hubiera sido por ese dar largas a la apertura del Segundo Frente, habrían perecido unos 10 o 12 millones de soviéticos y aliados menos, especialmente en el territorio de la Europa ocupada. Ni habría existido Auschwitz, que funcionó a plena marcha en 1944...
Parte II
Los Aliados no se apuraron en combatir a los nazis hasta 1944 para debilitar a los soviéticos
➤ Viktor Litovkin: -Hoy en día, la víspera del 60 aniversario de la Victoria, se han reavivado nuevamente las polémicas en torno a la Operación de Berlín que fue realizada por las tropas del 1er Frente Bielorruso en la fase final de la guerra. En Occidente todavía se oye el reproche de que la Unión Soviética y Gueorgui Zhukov sacrificaron numerosas vidas en aras de una efímera acción propagandística, la de enarbolar una bandera roja sobre el Reichstag. ¿Cuál es su opinión a este respecto?
Valentín Falin: Pues debería confesarle que yo también me he preguntado siempre si la Operación de Berlín realmente merecía el sacrificio de casi 120.000 soldados y oficiales soviéticos. ¿Eran justificadas tantas víctimas para que Berlín cayese bajo nuestro control? Y hablando así a solas conmigo mismo, no conseguía dar una respuesta inequívoca hasta que un día me leí la versión íntegra de varios documentos británicos, que habían sido clasificados como secretos hasta hace cinco o seis años, y pude comprobar aquellos datos con la información a la que había tenido acceso, por necesidades del trabajo, en la década del 50. Fue entonces cuando se disipó parte de mis dudas y muchas cosas se pusieron en su lugar.
La determinación soviética de tomar Berlín y colocarse en la línea demarcadora que había sido trazada durante la reunión de Stalin, Roosevelt y Churchill en Yalta obedecía, en grado considerable, a un objetivo de suma importancia: hacer cuanto estuviera a nuestro alcance para prevenir los planes aventureros que venía tramando el líder británico con el apoyo de algunos sectores influyentes dentro de EE.UU. e impedir que el conflicto derivase en una III Guerra Mundial, en la que Rusia se vería enfrentada a sus aliados de ayer.
➤ Viktor Litovkin: - ¿Cómo era posible? Si la coalición antinazi estaba en el auge de su gloria y eficiencia...
Valentín Falin: Lamentablemente, la vida es pródiga en cataclismos. Difícilmente podríamos encontrar a otro político del siglo XX que fuera equiparable a Winston Churchill en cuanto a la habilidad para despistar a gente propia y ajena. El ministro de Guerra en la Administración de Roosevelt, Henry Stimson, describía la actuación del premier británico como "la modalidad más desenfrenada del alboroto". Y en lo que más progresó el futuro sir Winston era en las intrigas y en la política farisaica en relación con la Unión Soviética.
En sus mensajes a Stalin, Churchill "rezaba por que la alianza anglo-soviética fuese una fuente del bien para ambos países, las Naciones Unidas y el mundo entero" y deseaba "un éxito absoluto para esa empresa noble", refiriéndose así a la extensa ofensiva que el Ejército Rojo venía preparando con mucha prisa en todo el Frente Este en enero de 1945, cuando Washington y Londres suplicaban a Moscú una ayuda urgente para los aliados cuya situación en Ardenas y Alsacia era crítica.
Eso, de palabra. Y en realidad Churchill se sentía libre de cualquier compromiso ante la Unión Soviética y hasta intentó, en vísperas de la cumbre de Yalta, orientarle al presidente Roosevelt hacia una confrontación con Moscú. Fracasando en su propósito, el premier se embarcó en aquella singladura a solas.
Fue en aquellas fechas cuando Churchill ordenó almacenar las armas de trofeo alemanas con vistas a su eventual uso contra la URSS e internar en el sur de Dinamarca y en la tierra de Schleswig-Holstein, por divisiones, a los soldados y oficiales de la Wehrmacht que se rendían a las tropas británicas. Más adelante veremos el objetivo general de este plan malicioso engendrado por el líder inglés.
Recordemos que tanto en el plano formal como en la práctica, el Segundo Frente abierto en Occidente dejó de existir en marzo de 1945. Las unidades alemanas se rendían o bien se iban replegando hacia el Este, sin oponer resistencia digna a los aliados.
La táctica de los alemanes consistía en retener, dentro de lo posible, las posiciones a lo largo de la línea de confrontación germano-soviética hasta que el Frente Oeste, ya virtual en aquellas fechas, y el Frente Este, existente en realidad, se fundieran en uno solo para que las tropas americanas y británicas pudieran relevar a las unidades de la Wehrmacht en la tarea de contrarrestar la "amenaza soviética" que se iba cerniendo sobre Europa.
Los aliados occidentales habrían podido avanzar hacia el Este más rápido de lo que hicieron, si las planas mayores de Montgomery, Eisenhower y Alexander hubieran coordinado mejor sus acciones y fuerzas y hubiesen gastado menos tiempo en las querellas internas y en la búsqueda del denominador común.
Mientras Roosevelt estaba vivo, Washington no se apresuraba a poner cruz y raya en la cooperación con Moscú, por diversos motivos. Para Churchill en cambio, era necesario deshacerse de los rusos porque habían cumplido ya su misión.
¿Reconfortarse con la idea de que la victoria conjunta estaba cerca y que cada una de las tres potencias, mediante los acuerdos logrados, podría establecer el control en la zona de su responsabilidad?
¿Confiar en las decisiones tomadas con respecto a Alemania y sus satélites?
¿O resultaba más seguro atenerse a los datos fidedignos sobre la traición que se estaba tramando y en la que Churchill involucraba a Truman, a sus asesores Leahy y Marshall, al jefe del servicio de inteligencia norteamericana Donovan y a otros cargos parecidos?
¿O resultaba más seguro atenerse a los datos fidedignos sobre la traición que se estaba tramando y en la que Churchill involucraba a Truman, a sus asesores Leahy y Marshall, al jefe del servicio de inteligencia norteamericana Donovan y a otros cargos parecidos?
- No tengo respuesta.
Recordemos que la reunión de Yalta terminó el 11 de febrero. En la mañana del día siguiente, 12 de febrero, los mandatarios americano y británico se fueron a casa. En Crimea se acordó que la aviación de las tres potencias se atendrían en sus operaciones a ciertas zonas delimitadas, pero ya en la noche del 12 al 13 de febrero los bombarderos de los aliados occidentales arrasaron la ciudad de Dresden y más tarde las fábricas más importantes en Eslovaquia y en la futura zona de ocupación soviética en Alemania, para que los rusos no pudieran quedarse con las instalaciones productivas.
En 1941 Stalin sugirió que la aviación británica y americana bombardease los campos petroleros de Ploesti, usando para ello los aeródromos de Crimea, pero nadie quiso hacerlo en aquel entonces. Los ataques aéreos fueron realizados solamente en 1944, cuando las tropas soviéticas se habían acercado a ese centro petrolero que venía suministrando el combustible a Alemania desde principios de la guerra.
➤ Viktor Litovkin: ¿Y Dresden? ¿Por qué estorbaba a los aliados?
Valentín Falin: Uno de los principales objetivos del ataque aéreo contra Dresden eran los puentes del Elba. El planteamiento de Churchill, compartido por los americanos, era retener al Ejército Rojo en el Este, a la mayor distancia posible.
➤ Viktor Litovkin: ¿Quiere decir que la destrucción de la ciudad fue una especie de efecto colateral?
Valentín Falin: Son los llamados costes de la guerra. Aunque también había otro motivo. En el briefing pre-vuelo se les había dicho a los pilotos británicos que demostrasen a los soviets todas las capacidades de la aviación de bombardeo aliada, cosa que hicieron en varias ocasiones. En abril de 1945 lanzaron bombas contra Potsdam. Destruyeron Oranienburgo. Supuestamente por una equivocación de los pilotos que en teoría habían apuntado contra la sede de la Lüftwaffe en Zossen, según nos explicaron más tarde.
Era una de esas incontables declaraciones para despistarnos. El bombardeo de Oranienburgo, donde se encontraban laboratorios alemanes que trabajaban con el uranio, se llevó a cabo por una orden de Marshall y Leahy, para que las instalaciones, personal, equipos y materiales no cayeran en nuestras manos. Todo quedó pulverizado.
Cuando centramos hoy la mirada en los acontecimientos de aquella época tenaz y nos esforzamos por analizar, dentro del sistema de coordenadas vigente entonces, por qué la dirección soviética aceptó un sacrificio tan grande en la recta final de la guerra, tenemos que preguntarnos si había o no un margen de maniobra. Aparte de las tareas inmediatas de la campaña bélica era necesario solucionar las charadas políticas y estratégicas a largo plazo, en particular, oponer diques ante los planes aventureros de Churchill.
Tropas soviéticas en el Reichstag
➤ Viktor Litovkin: ¿No podíamos acaso decirles a los aliados que estábamos al tanto de sus planes y que los considerábamos inadmisibles? ¿Haber expuesto esa alevosía a la luz pública?
Valentín Falin: No estoy seguro de que hubiera surtido efecto. Se hizo un intento por influir en los socios mediante un buen ejemplo. A través del diplomático Vladímir Semenov se que Stalin invitó a su despacho a Andrei Smirnov, en aquel entonces jefe del tercer departamento europeo en el ministerio de Exteriores soviético, para debatir con él, con la participación de Semenov, las eventuales variantes de acción en los territorios incluidos dentro de la zona de responsabilidad soviética.
Smirnov informó que las tropas rusas, persiguiendo al enemigo, sobrepasaron en Austria la línea de demarcación acordada en Yalta y propuso retener estas nuevas posiciones para ver cómo se comportaría EE.UU. en situaciones similares.
Stalin lo interrumpió diciendo que estaba equivocado y le dictó el texto de un cable que debía enviarse a los aliados: "Las tropas soviéticas, persiguiendo a las unidades de la Wehrmacht, se vieron obligadas a cruzar la línea que habíamos acordado anteriormente. Quisiera confirmar por la presente que, una vez terminadas las operaciones bélicas, la parte soviética se encargará de retirar sus tropas poniéndolas dentro de los límites establecidos para las respectivas zonas de ocupación".
➤ Viktor Litovkin: ¿El telegrama aquel se envió a Londres y a Washington?
Valentín Falin: No se a dónde ni a quién. Tampoco se si se envió por la vía militar o por la política. Solo estoy reproduciendo lo que me contó un testigo de aquel episodio. También es cierto que nuestro planteamiento no le causó ninguna impresión a Churchill.
Después del 12 de abril de 1945, cuando murió Roosevelt, él empezó a presionar muy fuerte sobre Truman persuadiéndole que no hace falta cumplir los acuerdos de Teherán y Yalta. Según él, era hora de crear nuevas situaciones que requerirían de soluciones diferentes. ¿Qué clase de soluciones?
Las potencias occidentales, en opinión del premier británico, se habían colocado por una evolución natural de los acontecimientos en unas posiciones más avanzadas hacia el Este, y era donde las "democracias" debían afianzarse.
Churchill se oponía a la conferencia de Potsdam o cualquier otra reunión que formalizara la victoria rindiendo el tributo a la aportación hecha por la Unión Soviética. Según la lógica del primer ministro, se presentaba ante Occidente la oportunidad de aprovechar un momento en que la URSS tenía recursos prácticamente agotados, retaguardia demasiado extensa, tropas cansadas de la guerra y equipos desgastados, por lo cual era necesario lanzarle un reto a Moscú y obligarla, ante la alternativa de otra guerra penosa, a plegarse al dictado de los anglosajones.
Conferencia de Potsdam, 17 julio - 2 agosto 1945. Nuevos protagonistas, a la izquierda Clement Attlee elegido primer ministro británico, sucesor de Winston Churchill (que también participó en la Conferencia); el presidente de los Estados Unidos Harry S. Truman; y, Stalin por la Unión Soviética.
Quisiera subrayar aquí que no es una especulación ni tampoco una hipótesis sino la constatación de un hecho con nombre propio. A principios de abril o, según otros datos, a finales de marzo de 1945, Churchill ordenó que se procediera con la máxima urgencia a los preparativos de la Operación «Impensable», nueva guerra que tenía que empezar el 1 de julio de 1945 y en la cual deberían participar las tropas estadounidenses, británicas, canadienses, el cuerpo expedicionario polaco y diez o doce divisiones alemanas, aquellas que se mantenían sin disolver en la tierra de Schleswig-Holstein y en el sur de Dinamarca.
La verdad es que el presidente Truman se abstuvo de apoyar aquella idea jesuita, por ponerle un término suave. Como mínimo, por dos razones. Primero, porque la opinión pública en Estados Unidos no estaba dispuesta a aceptar una traición tan cínica a la causa de las Naciones Unidas.
➤ Viktor Litovkin: Vamos, semejante perfidia...
Valentín Falin: Sí. Pero no era ésta, probablemente, la causa principal. Los generales norteamericanos defendieron la necesidad de mantener la cooperación con la URSS hasta que capitulara Japón. Además ellos suponían, al igual que los militares británicos, que era más fácil desatar una guerra contra la Unión Soviética que terminarla con éxito. El riesgo les parecía demasiado grande.
Preguntémonos otra vez cómo debía haber actuado la cúpula militar de la URSS ante las informaciones de ese tipo. La Operación de Berlín, si usted prefiere, era una reacción al Plan «Impensable». La hazaña realizada por los soldados y oficiales rusos en aquella batalla era una advertencia a Churchill y sus coidearios.
La autoría del guion político de la Operación de Berlín pertenece a Stalin. A su vez, Gueorgui Zhukov fue el autor general de su componente militar y también el hombre que más tarde se vio obligado a asumir el fuego de las críticas por el elevado coste de aquella batalla grandiosa que se desarrolló en las inmediaciones de Berlín y dentro de la capital alemana.
En parte, las críticas obedecían a motivos emocionales. El mariscal Konstantín Rokossovski se había acercado más que Zhukov hacia Berlín y, probablemente, ya se estaba preparando mentalmente para aceptar las llaves de la capital del Tercer Reich.
Sin embargo, el alto estado mayor le encomendó a Rokossovski otra misión, tal vez, porque Stalin mostraba preferencia por un jefe militar de carácter más duro. Otro mariscal, Iván Kónev, también se vio relegado a un segundo plano durante la Operación de Berlín. Se afligió mucho, él mismo me lo confesó un día...
➤ Viktor Litovkin: Claro, también él estaba más cerca de Berlín que Zhúkov en abril de 1945...
Valentín Falin: Sea como fuere, el escogido fue el mariscal Zhúkov, quien pasaba por ser la mano derecha del Comandante en jefe. La inminente caída de Berlín, por tanto, resaltaba la gloria militar del "mismísimo", el cual estaba dirigiendo esa mano derecha.
Parece que en aquellas fechas Stalin todavía no era demasiado perceptible al cotilleo de los chismosos, quienes le atribuían a Zhúkov ciertas frases acerca de los graves errores cometidos por el máximo dirigente tanto en 1941 como en otros períodos...
➤ Viktor Litovkin: ¿Qué ha sido entonces Berlín para nosotros?
Valentín Falin: El asalto a Berlín y la Bandera de la Victoria enarbolada sobre el Reichstag representaban, desde luego, más que un símbolo o una nota final de la guerra. Y menos aún, se trataba de una acción propagandística. Era una cuestión de principios para el Ejército entrar en la guarida misma del enemigo y así marcar el fin de la guerra más difícil en la historia de Rusia.
Era de allí, desde Berlín según creían los combatientes, de donde había salido la fiera nazi que trajo innumerables penurias al pueblo de la Unión Soviética, Europa y del mundo entero. El Ejército Rojo llegó a aquel lugar para inaugurar un nuevo capítulo en la historia de Rusia, Alemania y toda la humanidad...
Fijémonos en los documentos que se estaban elaborando por encargo de Stalin en la primavera de 1945, en los meses de marzo, abril y mayo. Un investigador objetivo se dará cuenta de que no era un sentimiento de venganza lo que determinaba la futura línea de la URSS.
Fijémonos en los documentos que se estaban elaborando por encargo de Stalin en la primavera de 1945, en los meses de marzo, abril y mayo. Un investigador objetivo se dará cuenta de que no era un sentimiento de venganza lo que determinaba la futura línea de la URSS.
Los dirigentes soviéticos sugerían tratar a Alemania como a un Estado derrotado, y a los alemanes, como a un pueblo responsable de haber desencadenado la guerra. Pero nadie se proponía convertir su derrota en un castigo sin prescripción y sin cabida para un futuro más digno. Stalin estaba poniendo en la práctica una consigna que había planteado en el año 1941: los Hitlers vienen y se van pero Alemania y el pueblo alemán se quedan.
Lógicamente, era necesario hacer que los alemanes contribuyesen a la recuperación de la "tierra arrasada" que habían dejado como herencia en los territorios ocupados. Para indemnizar todas las pérdidas y los daños ocasionados a la URSS no habría bastado siquiera la totalidad del patrimonio nacional de Alemania.
Coger cuanto fuera posible sin asumir como lastre la manutención de los propios alemanes, "pillar a tope", en éstos términos nada diplomáticos Stalin guiaba a sus subalternos en el tema de las compensaciones. Ni un clavo estaría de más para sacar de las ruinas a Ucrania, Bielorrusia o las regiones céntricas de Rusia que tenían destruidas más de un 80% de las instalaciones industriales. Un tercio de la población perdió sus viviendas.
Alrededor de 80.000 km de raíles en el territorio ruso -más que el conjunto de los ferrocarriles alemanes antes de la Segunda Guerra Mundial- habían sido volados, reducidos por los nazis a una chatarra deforme, y hasta las traviesas quedaban rotas.
Al mismo tiempo, los mandos militares soviéticos recibieron la firme orden de poner cese a las arbitrariedades inevitables en toda guerra en relación con los civiles, en primer lugar, las mujeres y los niños. Los violadores debían entregarse a los tribunales de guerra. Hubo de todo.
Paralelamente Moscú exigía represalias severas contra cualquier arremetida o acto de subversión que pudiera producirse en Berlín o dentro de la zona de ocupación soviética por culpa de "elementos incorregibles o no rematados". No faltaban, por cierto, quienes quisieran disparar a las espaldas de los vencedores. La caída de Berlín fue el 2 de mayo, pero los "combates locales" se prolongaron por diez días más. Iván Zaitsev, quien trabajaba en la embajada soviética en Bonn, me confesó una vez que siempre había tenido "más suerte que nadie": la guerra finalizó el 9 de mayo y a él le tocó pelear en Berlín hasta el día 11. A las tropas soviéticas se oponían en Berlín las unidades de la SS procedentes de 15 países. Junto con los nazis alemanes estaban allí los de Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y vaya a saber de dónde más...
➤ Viktor Litovkin: ¿Pero la toma de Budapest se prolongó por más tiempo que la de Berlín, no?
Valentín Falin: Budapest es un caso aparte. Estamos hablando de Berlín ahora. Lo que pasaba allí provocaba mucho dolor de cabeza a los mandos soviéticos. Establecer el control sobre esa ciudad era una tarea complicadísima. Para acceder a Berlín, no bastaba con pasar los altos de Zeelow o superar, con bajas muy considerables, las siete líneas habilitadas para una defensa duradera.
En las afueras de la capital alemana y en las principales arterias urbanas estaban enterrados los carros de combate, que hacían las veces de puestos de fuego blindados. Cuando las unidades soviéticas salieron, por ejemplo, a la Frankfurter Allee, una avenida que conducía hacia el centro, les recibió una ráfaga de fuego que se cobró muchas víctimas...
➤ Viktor Litovkin: ¿Esa calle se había llamado Hitler Strasse antes de la guerra?
Valentín Falin: La siguieron llamando así hasta mayo de 1945. Los tanques enemigos se encontraban en todos los puntos clave a lo largo de esa calle, y sus tripulantes estaban disparando a bocajarro contra la infantería, los camiones y los carros de combate soviéticos con la desesperación de personas condenadas. La Wehrmacht quería organizar en las calles de Berlín un segundo Stalingrado, esta vez, en el Spree.
Cuando pienso en todo ello, no dejo de sentir cierta desazón. ¿No habría sido mejor acaso tomar Berlín en un cerco y esperar a que se rindiera? ¿Realmente era tan necesario izar la bandera sobre el edificio de Reichstag, maldita sea? Centenares de soldados rusos murieron durante aquel asalto.
Por supuesto, es difícil juzgar a los vencedores y a los vencidos a posteriori. Eran, probablemente, las razones de calibre estratégico las que primaron en aquellas fechas. Las potencias occidentales, cuando estaban reduciendo a escombros Dresden, intimidaban a Moscú con el potencial de su aviación de bombardeo.
Stalin, seguramente, también quería enseñarles a los autores del Plan «Impensable» que el Ejército soviético tenía un enorme poderío de fuego y choque, aludiendo así a que el desenlace de la guerra se decide en la tierra, no en el aire ni en el mar.
➤ Viktor Litovkin: ¿Podríamos afirmar que la toma de Berlín frenara a Londres y a Washington en la tentación de empezar la III Guerra Mundial?
Valentín Falin: Una cosa es evidente. La batalla de Berlín fue un balde de agua fría para muchos cerebros calenturientos, con lo cual cumplió su misión política, psicológica y militar.
El éxito relativamente fácil de la primavera de 1945 embriagaba a un montón de gente en Occidente. Bastaría con citar el caso del general estadounidense George S. Patton, quien exigía histéricamente no detenerse en el Elba y mover las tropas norteamericanas a través de Polonia y Ucrania hacia Stalingrado para terminar la guerra en el mismo lugar donde Hitler había sufrido una derrota.
A los rusos Patton los llamaba "descendientes de Gengis Khan". Tampoco Churchill se preocupaba mucho por el lenguaje y aplicaba a los rusos los epítetos de "bárbaros" y "monos salvajes". Es decir, la "teoría de los infrahombres" no era un monopolio alemán.
La muerte de Roosevelt provocó un cambio casi relámpago en las directrices de la política norteamericana. En su última alocución al Congreso de EE.UU., el 25 de marzo de 1945, el presidente advertía que la nación estadounidense debía asumir la responsabilidad por la cooperación internacional o, de lo contrario, sería responsable de un nuevo conflicto a escala mundial.
Esta advertencia o legado político no perturbó a su sucesor, Truman, quien anunció por primera vez, en una reunión celebrada el 23 de abril en la Casa Blanca, su propia línea a corto plazo: la capitulación de Alemania era una cuestión de varios días, a partir de lo cual las trayectorias de la URSS y EE.UU. iban a divergir radicalmente. El equilibrio de los intereses era una tarea para flojos y lo que primaría en adelante era la Pax Americana.
Truman estaba a un paso de declarar sin más dilaciones, a bombos y platillos, el término de la cooperación con Moscú. Y lo habría hecho si no fuera por la oposición de los militares estadounidenses. De haberse producido una ruptura con la URSS, Washington habría tenido que acabar con Japón por cuenta propia, lo cual le habría costado según las estimaciones del Pentágono entre uno y dos millones de vidas de "chavales americanos".
Así que los militares de EE.UU., guiándose por razones propias, impidieron en abril de 1945 una avalancha política. Pero no fue por mucho tiempo.
La "ofensiva contra Yalta" se llevó a cabo de forma implícita, poniéndose en escena la capitulación de Alemania en Reims, un acuerdo separado que se enmarcaba en el Plan «Impensable».
Otro testimonio de que las relaciones entre los antiguos aliados ya estaban tocando fondo tras la caída de Berlín fue el rechazo de Eisenhower y Montgomery a la participación en un desfile conjunto que se pensaba organizar con motivo de la victoria en la capital alemana. Ellos dos, junto con Zhúkov, debían pasar revista a las tropas.
➤ Viktor Litovkin: ¿Es por eso por lo que el Desfile de la Victoria fue celebrado en Moscú?
Valentín Falin: No. Aquel desfile en Berlín también llegó a celebrarse, en julio de 1945, pero el mariscal Zhúkov pasó revista a solas. Y el Desfile de la Victoria en Moscú, como es sabido, fue el 24 de junio.
Edward Stettinius escribe: en 1942, Estados Unidos estaba al borde de la catástrofe. Si los rusos no hubieran resistido en Stalingrado, si la batalla del Volga hubiera terminado como había imaginado Hitler, el Reich habría conquistado Gran Bretaña, establecido su control total sobre África y el Medio Oriente con todos sus recursos petroleros y hubiese conquistado América Latina, con consecuencias desastrosas para Estados Unidos.
Churchill consideraba que "cuanto más al este detengamos a los bárbaros rusos, mejor será". Tenía en mente el Plan Rankin, un plan secreto que debía "desalojar" a Overlord, el plan de apertura del segundo frente. Ahora bien, en virtud del plan Rankin, los anglosajones, con el apoyo de los alemanes, debían tomar el control no sólo de Berlín y de Hamburgo, sino también de Varsovia, Praga, Budapest, Viena, Bucarest, Sofía y Belgrado.
La lección principal de la Conferencia de Yalta es la siguiente: si hubiéramos tenido un enfoque razonable, y si hubiéramos manifestado en ese entonces el deseo de instaurar una paz satisfactoria para los intereses de todos los miembros de la comunidad internacional, hubiera sido posible encontrar antes soluciones convenientes para todos. Y es infinitamente más difícil hacerlo hoy. El mundo está sobresaturado de armas y muchas cosas dependen de circunstancias imprevisibles, de origen terrestre o no... Aviones B-52 estadounidenses transportaban cuatro bombas H de 25 megatones cada una, es decir 100 megatones por avión. Estos aparatos sufrieron tres averías. Uno de ellos se estrelló cerca de Chicago. Once de los doce fusibles de seguridad de una bomba no funcionaron. ¿Qué habría sido del mundo si el último dispositivo, el duodécimo elemento, hubiera fallado también?
Berlín, 12 de julio de 1945. Ceremonia junto a la Puerta de Brandenburgo, el Mariscal Montgomery condecora a varios generales soviéticos.
Parte III
La Conferencia de Yalta ofrecía una oportunidad que no fue aprovechada
➤ Viktor Litovkin: Los expertos tienen al menos dos formas de comentar tales o más cuales acontecimientos históricos. Unos insisten en la imposibilidad de separarlos del contexto de la época en que se produjeron y, por consiguiente, en la necesidad de analizarlos teniendo en cuenta de manera obligatoria esa época. Otros afirman que sólo se puede entender profunda y correctamente lo que ocurrió hace mucho tiempo si partimos de las posiciones actuales. ¿Qué cree usted? ¿Cuál es su evaluación de los resultados de la Conferencia de Crimea de 1945?
Valentín Falin: En mi opinión, todo acontecimiento internacional, sobre todo importante, debe ser analizado desde el punto de vista del lugar que ocupa en la historia. Los acontecimientos no deben ser separados de su contexto, arrancados del medio en que germinaron.
Es conveniente no olvidar las consecuencias reales de estos hechos y las que se esperaban. En ese sentido, la Conferencia de Yalta ocupa un lugar poco común. Ha habido muchas alteraciones con relación a ella desde 1945 y, naturalmente, durante la Guerra Fría. Las alteraciones no han desaparecido. Existen en la actualidad y se multiplican.
Es conveniente no olvidar las consecuencias reales de estos hechos y las que se esperaban. En ese sentido, la Conferencia de Yalta ocupa un lugar poco común. Ha habido muchas alteraciones con relación a ella desde 1945 y, naturalmente, durante la Guerra Fría. Las alteraciones no han desaparecido. Existen en la actualidad y se multiplican.
Para excluir o anular los intentos de aquellos que tratan de "volver a escribir la historia" al evaluar lo que pasó en Yalta, me referiré, esencialmente, a las fuentes estadounidenses, a los participantes inmediatos en el hecho, en especial a Roosevelt y a su secretario de Estado, Edward Stettinius.
Industrial eminente y figura muy influyente en los medios de negocios y políticos de Estados Unidos, Edward Stettinius ocupó ese puesto hasta el fallecimiento de Franklin Delano Roosevelt (12 de abril de 1945) y hasta el ascenso de su sucesor Harry Truman a la presidencia de Estados Unidos. Stettinius dejó interesantes memorias que contienen ricas y preciosas informaciones sobre lo ocurrido en Yalta, de lo cual fue testigo y participante inmediato.
Edward Stettinius estimaba que Yalta fue el punto culminante de la cooperación entre Estados Unidos, la Unión Soviética y, en parte, Gran Bretaña, cuando, después de Teherán y de la apertura del segundo frente, se estableció un clima de confianza entre las tres grandes potencias mientras que por otra parte los días de la Alemania fascista estaban contados y la Unión Soviética se había comprometido a declararle la guerra al Japón militarista.
Los estadounidenses y sus aliados se enfrentaban entonces a un problema: ¿cómo garantizar la paz después de la guerra? ¿Cómo crear un mundo donde catástrofes como la Segunda Guerra Mundial fueran imposibles?
Al referirme a las palabras de Edward Stettinius debo afirmar que la mayoría de las decisiones adoptadas en Yalta tenían como base los proyectos estadounidenses, no los nuestros. Por ejemplo, el comunicado final, como destaca el Secretario de Estado, es un proyecto puramente estadounidense. La URSS no hizo ninguna enmienda.
Gran Bretaña se limitó, en lo esencial según Stettinius, a realizar comentarios estilísticos. Las afirmaciones de algunos de que "Stalin podía más que Roosevelt" o de que "se había aprovechado de la enfermedad de este último" no tienen nada que ver con la verdad.
➤ Viktor Litovkin: ¿Por qué deseaba tanto Roosevelt que se realizara el encuentro de Crimea? ¿Por qué se mostró tan comprensivo con relación a las preocupaciones de Stalin sobre la forma de construir el mundo de postguerra?
Valentín Falin: Roosevelt retomó varias veces las ideas que le había expuesto a Molotov en junio de 1942, durante el encuentro de Washington, según las cuales veía un mundo de postguerra sin armas. A propósito, el término de "mundo de los tres o cuatro policías" comenzó a circular a partir de entonces.
Según Roosevelt, sólo Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y tal vez China podían tener fuerzas armadas y esas fuerzas deberían incluso ser limitadas. Los demás países, tanto los agresores -Alemania, Japón e Italia- como sus satélites debían ser completamente desarmados. Otros, incluso los que formaban parte de la coalición antihitleriana, Francia, Polonia, Checoslovaquia, también debían ser desarmados porque, según la tesis de Roosevelt, "Economía mundial saludable y carrera armamentista son incompatibles".
Según Roosevelt, las fuerzas armadas que quedarían en tres o cuatro Estados sólo podrían ser utilizadas con la aprobación general y jamás contra una de esas potencias. Como destacó el Presidente estadounidense, esas fuerzas armadas sólo debían ser movilizadas para sofocar desde su génesis toda posible nueva guerra o agresión.
Como es natural, Roosevelt partía de la experiencia de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, cuando la carrera armamentista engendraba la agresión, cuando constituía el preludio de la agresión, y cuando, las estadísticas lo demuestran, la carrera armamentista desencadena por si misma, en siete u ocho casos de diez, esta agresión, esta guerra. Es muy extraño que se inicien hostilidades en un contexto en el que no hay, o casi, carrera armamentista. La historia también nos da pruebas de ello...
➤ Viktor Litovkin: Perdón, no entiendo muy bien. Es evidente que Roosevelt no era ingenuo y no podía dejar de darse cuenta de la existencia de contradicciones fundamentales entre Estados Unidos y la Unión Soviética, entre la ideología comunista y, si lo prefiere, la ideología, los principios y la práctica de la democracia, del hecho de que la unión entre esos dos extremos diametralmente opuestos solo podía ser provisional y jamás permanente. ¿Por qué imaginaba entonces un mundo futuro sin armas? ¿No era esto una perfecta utopía?
Valentín Falin: Roosevelt no era un político ingenuo. Era un militar que había sido viceministro de las fuerzas navales de Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial. Y no debemos olvidar que los estadounidenses participaron en ese conflicto del lado de la Entente. Allí, adquirió Roosevelt una experiencia que -diría yo- no estaba desprovista de ese germen de hegemonía que siguió siendo característico del desarrollo de Estados Unidos a lo largo del siglo XX.
Por otra parte, Roosevelt comprendía muy bien quién era Stalin. Veía perfectamente que bajo esa apariencia de marxista-leninista dogmático se ocultaba en realidad un pragmático convencido hasta la médula de los huesos. Para Stalin, la ideología no era más que una cobertura, un camuflaje, si usted prefiere. Y Estados Unidos -testimonios de Churchill, del propio Roosevelt e incluso de Hitler lo confirman- no consideraba a Stalin como un comunista.
El problema de la ideología como tal tenía un significado para el público, pero cuando era preciso tomar una decisión histórica, fundamental, siempre quedaba relegado a un segundo plano. ¿Sabe usted cómo saludó Roosevelt a Stalin en Teherán?
- No.
Valentín Falin: "¡Saludamos a un nuevo miembro de nuestra familia democrática!" Son esas las palabras que dirigió a Stalin al inaugurar la conferencia. En ese sentido, Roosevelt veía incluso a Churchill con un ojo más crítico. Sobre todo a causa de la propensión de este último a blandir las armas, a utilizarlas contra todos aquellos que, por una razón u otra, no satisfacían al primer ministro británico.
Roosevelt adoptó en especial una actitud muy negativa con relación a la brutalidad excesiva de las tropas británicas que habían causado numerosas víctimas entre los miembros de la resistencia griega que no querían someterse a las tropas de ocupación inglesas. De hecho, la resistencia griega había liberado su propio país antes de la llegada de los ingleses y querían instaurar un régimen democrático en lugar de ver subir al trono un rey impuesto por Londres.
Sabiendo todo esto, debemos utilizar los clichés ideológicos con mucha prudencia.
A comienzos de los años 30, antes de reconocer a la Unión Soviética, Roosevelt se interesaba por las ideas socialistas. En su época de gobernador frecuentaba círculos que organizaban debates sobre el tema. Fue el único presidente de Estados Unidos que tuvo un comportamiento tan "sedicioso".
Pero en su caso el momento crucial con relación a Stalin y a nuestro país tuvo lugar a mediados de los años 40, cuando se iniciaron en nuestro país "procesos ejemplares". Cambió entonces de actitud respecto del gobierno soviético.
Inmediatamente después del desencadenamiento de lo que se denomina la "guerra de invierno de la Unión Soviética y Finlandia", llegó incluso a interrogarse, en diciembre de 1939 y en enero de 1940, sobre la necesidad de romper las relaciones diplomáticas con la URSS, de volverse atrás en su reconocimiento de la Unión Soviética y sostuvo negociaciones con Kerenski sobre la creación de un gobierno ruso en el exilio.
Si tomamos en cuenta todos estos aspectos, aunque estoy dejando a un lado otros hechos de excepcional importancia, en especial los intentos de Roosevelt para crear a inicios de 1940, con el pretexto de ayudar a Finlandia, un frente antisoviético común del cual formarían parte la Alemania nazi, la Italia fascista y todas las democracias occidentales (proyecto que fracasó porque los alemanes decidieron atacar Francia; Washington fue informado de ello y el proyecto fue retirado), nos daremos cuenta entonces de que no debemos hacer de Roosevelt un retrato monocromo y considerarlo como un liberal, enamorado, o casi, de la Unión Soviética...
No, era un político sobrio y perspicaz, que pensaba que el poder económico de Estados Unidos, incluso cuando no existieran fuerzas de disuasión, bastaba para garantizar su papel de líder en el mundo. Recordemos que la producción industrial de Estados Unidos representaba del 60 al 70% de la producción total del planeta.
Roosevelt y Churchill, Conferencia de Casablanca, 1943
Washington controlaba las finanzas mundiales y el comercio planetario. A partir de ahí llevaba a cabo su plan, adoptado en 1943, que consistía en controlar los principales yacimientos de materias fisibles y de otro tipo. Si no entendemos eso, no entenderemos nada de lo que pasó después.
Edward Stettinius escribe: en 1942, Estados Unidos estaba al borde de la catástrofe. Si los rusos no hubieran resistido en Stalingrado, si la batalla del Volga hubiera terminado como había imaginado Hitler, el Reich habría conquistado Gran Bretaña, establecido su control total sobre África y el Medio Oriente con todos sus recursos petroleros y hubiese conquistado América Latina, con consecuencias desastrosas para Estados Unidos.
Esta es la visión que tenían los estadounidenses de sus perspectivas durante la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Roosevelt, la unión con Stalin no era en ningún sentido fruto del azar.
En 1945, cuando los estadounidenses llegaron a Yalta, Roosevelt estaba aún bajo los efectos:
a) de la derrota que los alemanes habían infligido al ejército estadounidense durante la batalla de las Ardenas; b) del hecho de que fuera Stalin quien los salvara al lanzar antes de tiempo, a solicitud de Estados Unidos, una ofensiva en el este, obligando así a los nazis a retirar del oeste un tercio de sus fuerzas comprometidas en esta operación.
Y comprendió finalmente que las promesas de Churchill de que los anglosajones ajustarían cuentas a Alemania en cualquier momento y dejarían a los rusos desilusionados al detenerlos en cualquier parte del Vístula, en el peor caso en el Oder, no valían nada. No era una política práctica sino pura fantasía.
Era preferible entonces no romper las relaciones con Rusia y seguir cooperando con ella para que el mundo de la posguerra fuese visible, previsible, para que dejara de encerrar las amenazas que se habían abatido sobre Estados Unidos y respondiera, al menos en algo, a las ideas que él (Roosevelt) tenía de la democracia, de la justicia humana y social.
Era preferible entonces no romper las relaciones con Rusia y seguir cooperando con ella para que el mundo de la posguerra fuese visible, previsible, para que dejara de encerrar las amenazas que se habían abatido sobre Estados Unidos y respondiera, al menos en algo, a las ideas que él (Roosevelt) tenía de la democracia, de la justicia humana y social.
➤ Viktor Litovkin: Pero volvamos a la Conferencia de Yalta. ¿De quién fue la idea, aprobada en ese marco, de crear la Organización de Naciones Unidas? ¿Quién propuso dividir al mundo de posguerra en zonas de influencia a la largo de la línea Curzon, algo que los polacos y los países bálticos no han dejado hasta hoy de reprocharle a Stalin?
Valentín Falin: La idea de la ONU pertenece a Roosevelt. Fue mencionada por primera vez en Teherán y tomó forma en Yalta. Stalin insistía en que la sede de esta organización fuera Nueva York. ¿Por qué? ¿Recuerda usted la Sociedad de las Naciones? En un primer tiempo los estadounidenses apoyaron esta iniciativa pero acabaron por no avalarla y no formaron parte, por consiguiente, de la Sociedad de las Naciones.
Stalin creía que Estados Unidos utilizaría la misma jugarreta, diciendo por ejemplo "ayer, evidentemente, estábamos a favor, pero hoy..." Y al proponer que la Organización tuviera su sede del otro lado del Atlántico esperaba que eso ayudaría a los estadounidenses a no escapar de la cooperación internacional.
Ahora bien, las reacciones generales de la prensa estadounidense con relación a la Conferencia de Yalta fueron muy positivas, incluso elogiosas para Roosevelt. Es cierto que hubo críticas, estimuladas desde Londres por Churchill. Sus autores exigían el cese de la cooperación con la Unión Soviética, preconizaban el dominio de Estados Unidos en el mundo. Se llegó a decir que como el moro, "la URSS había desempeñado su papel y ya no era necesaria".
Teniendo presentes estas opiniones y declaraciones provenientes de Londres, el 25 de marzo de 1945, en su último mensaje al Congreso, el presidente Roosevelt subrayaba (y cito):
"Para las generaciones futuras, el destino de Estados Unidos y del mundo entero depende de la aplicación concienzuda de los acuerdos concluidos entre los aliados en Teherán y en Yalta". Y en ese caso, advertía el presidente de Estados Unidos: "los norteamericanos no pueden contentarse con una solución intermedia. Debemos aceptar la responsabilidad de la cooperación internacional, pues de otra forma tendremos que asumir la de un nuevo conflicto mundial".
En el mismo mes de marzo -existen documentos que lo confirman- circulaban comentarios sobre los "supuestos acuerdos de Yalta" en el Departamento de Estado, dirigido ya por Stettinius, quien había reemplazado a Hull, conocido por su antisovietismo.
Algunos funcionarios los calificaban incluso de "simples declaraciones", tratando evidentemente de minimizar su alcance. Truman, quien llegó al poder el 23 de abril y no sabía aún que los estadounidenses desarrollaban la bomba atómica, declaró:
Se acabó la cooperación con los rusos, llegó el momento de pasar a una nueva etapa. Se fijó como objetivo "borrar a Yalta".
Los expertos se acordarán en aquellos momentos de los mensajes elogiosos que Churchill dirigía a Stalin para agradecerle la ayuda que prestaron en enero a los aliados y que les ahorró nuevas conmociones y para exaltar a nuestras fuerzas armadas cuya gloria "no se empañará jamás". Todo esto salía de la pluma de Churchill.
Lea su mensaje de felicitación con motivo del Día del Ejército Rojo, el 23 de febrero de 1945. En esa misma época, da la orden de recoger las armas alemanas y almacenarlas por si estallaba un conflicto con la Unión Soviética. En marzo de 1945, ordena a sus jefes de estado mayor preparar una operación contra la Unión Soviética con la participación de las fuerzas de Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, el cuerpo expedicionario polaco y... alemanes.
Los británicos contaban con diez divisiones alemanas que se habían reunido voluntariamente a los Aliados occidentales en la etapa final de la guerra. Desarmadas desde el punto de vista formal, pero no disueltas, estas divisiones se entrenaban a diario en el Schleswig-Holstein previendo, no debemos excluir la posibilidad, que pudieran realizar nuevas "hazañas" en el Este. El inicio de la nueva guerra estaba fijado para el 1º de julio de 1945.
Pero cometeríamos un error si pensáramos que los británicos fueron los únicos que actuaron de ese modo y que los estadounidenses permanecían fieles a sus compromisos de aliados. El general Patton, comandante de las fuerzas blindadas de Estados Unidos, no aceptaba detenerse en las líneas de demarcación concertadas entre Washington, Moscú y Londres y quería lanzarse sobre Stalingrado. ¡No para terminar con los comunistas o la Unión Soviética, sino para acabar con los "descendientes de Gengis Kan"!
Churchill consideraba que "cuanto más al este detengamos a los bárbaros rusos, mejor será". Tenía en mente el Plan Rankin, un plan secreto que debía "desalojar" a Overlord, el plan de apertura del segundo frente. Ahora bien, en virtud del plan Rankin, los anglosajones, con el apoyo de los alemanes, debían tomar el control no sólo de Berlín y de Hamburgo, sino también de Varsovia, Praga, Budapest, Viena, Bucarest, Sofía y Belgrado.
Eso dicen los documentos y no podemos cambiarlos. Y si nuestros socios no alcanzaron sus objetivos, no es por no haberlo deseado sino porque la Unión Soviética y, en primer lugar, nuestras fuerzas armadas, lo impidieron.
Las palabras falsas y excesivas con relación a los acuerdos de Yalta constituyen un ultraje a la memoria del principal artesano de esos acuerdos, Franklin Roosevelt. Su mensaje al Congreso -ya citado aquí- era un testamento político en el que hacía saber lo que necesitaba el mundo entero y Estados Unidos, lo que había que hacer para que triunfara los ideales de justicia, para prevenir nuevas guerras y nuevos desastres de ese tipo. La fidelidad a los acuerdos de Crimea debía representar una oportunidad para el mundo. Lamentablemente no supimos aprovecharla.
➤ Viktor Litovkin: Pero aún no ha respondido usted a la pregunta de saber de quién fue en Yalta la idea de dividir el mundo en zonas de influencia siguiendo la línea Curzon.
Valentín Falin: No hubo zonas de influencia. La idea de la línea Curzon se remonta a 1919, en el marco de una conferencia en la que participaron Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. "Entre ellos tres", esos países trazaron la línea al partir del principio étnico, compartiendo los territorios donde la población era esencialmente ucraniana, bielorrusa o polaca. Esta línea no delimitaba esferas de influencia sino esferas de intereses entre Stalin y Hitler en septiembre de 1939.
En sus negociaciones con la URSS, los británicos afirmaban que la línea Curzon pasaba al este de Lvov. Pero nuestros representantes pusieron sobre la mesa de negociaciones el mapa que mostraba por donde pasaba en realidad. El asunto no volvió a ser mencionado.
En los momentos en que tratábamos de establecer relaciones de buena vecindad con los polacos, tanto durante la guerra como después de ella, modificamos esta famosa línea. Les devolvimos localidades, ciudades, sobre todo Bialystok (Bielostok), para poder decirles: estamos de acuerdo en que algo sea como ustedes lo desean pero, de forma general, respetaremos esta línea.
Y Stalin, cuando negociaba con Roosevelt con relación a la línea, no hablaba de establecer en Polonia un gobierno satélite. Estamos interesados -decía- en que Polonia sea gobernada por un gobierno con disposición amistosa hacia su vecino y no queremos que Polonia se convierta de nuevo en un puesto de avanzada o en corredor para golpear a Rusia, como ocurrió en la época de Napoleón y durante la Primera y la Segunda Guerras Mundiales.
➤ Viktor Litovkin: Pero en Yalta se habló también de la situación de los países bálticos, cuya adhesión a la URSS jamás fue reconocida por Estados Unidos.
Valentín Falin: El problema de los países bálticos es algo aparte. Lituania, Letonia y Estonia fueron arrancadas a Rusia cuando esta no era aún soviética. Estos países fueron ocupados por los alemanes. Como era de esperar, los gobiernos fantoches colocados a la cabeza de estos Estados pidieron estar bajo protectorado alemán.
Todo esto se produjo en septiembre de 1917. Y cuando estalla la Revolución de Octubre, en estos países aparecieron gobiernos allegados a los soviéticos, o simplemente soviéticos -¡esto es un hecho histórico!- que aplastaron rápidamente a las tropas alemanas estacionadas en los países bálticos.
Hay que señalar que, según el Tratado de Versalles, las tropas alemanas debían ser retiradas de los territorios que no formaban parte de la Alemania de los Káiseres. Ahora bien, los aliados obligaron de hecho a los alemanes a dejar sus tropas en Finlandia, Lituania, Letonia y Estonia como garantía, así decían, de que el poder en esos países no cayera entre las manos de la "chusma" y que ese poder pasaría a manos de aquellos que convinieran a los aliados.
En 1921, con la participación de los británicos, Pilsudski lanzó contra Kiev una ofensiva preparada por los franceses. Se esperaba que prosiguiera la marcha hasta Moscú. En aquella época, los demócratas occidentales querían imponer a los alemanes la siguiente solución: los alemanes suministran las fuerzas que, desde los países bálticos, lanzan una ofensiva contra Petrogrado. Oficialmente, el comando de esta operación fue confiado al general Avalov pero, de hecho, debía ser asumido por generales alemanes.
Pero los alemanes comprendieron con celeridad a qué aventura los querían arrastrar y dijeron que no. Por esta razón la operación de Pilsudski, sin el apoyo del norte, fracasó. En ese contexto se cerró el Tratado de Paz de Riga de 1921 que debía impedir a los países bálticos lanzarse en el futuro a cualquier tipo de aventura.
Nosotros reconocimos su condición independiente. Hay que señalar que los estadounidenses reconocieron la independencia de Lituania, Letonia y Estonia dos años más tarde. Antes, apoyaban a Koltchak y a los otros representantes visibles de la guardia blanca que exigían la creación de una Rusia "unida e indivisible". Hasta una época determinada, la soberanía de los países bálticos no les interesaba para nada.
Esclarecedor mapa de la llamada "Guerra Civil Rusa" tras la Revolución de Octubre (1917), el mapa representa las operaciones militares entre 1918 - 1921. Las leyendas describen la situación. Este conflicto no fue solo nacional sino que contó con la participación directa y encubierta de otros estados (incluso tropas estadounidenses) ante el temor de que la doctrina bolchevique se afiance y se expanda por la región.
➤ Viktor Litovkin: Pero no se comprende porqué Estados Unidos aceptó que Lituania, Letonia y Estonia fueran incorporadas a la URSS después de la guerra.
Valentín Falin: Jamás lo aceptó. Este asunto no fue mencionado en la Conferencia de Yalta. En una entrevista, tal vez en Teherán, Roosevelt le propuso a Stalin organizar un referéndum en los países bálticos después de la guerra. Si estos países querían permanecer en el seno de la URSS, Estados Unidos prometía reconocer su nueva condición. Hasta donde sé, Stalin respondió: ya hubo un referéndum, no veo que otra cosa nueva podamos inventar.
Desde 1942, Roosevelt trataba de conseguir una entrevista particular con Stalin. Y creo que en ese caso nuestros dirigentes cometieron un grave error de cálculo. Según Harry Hopkins, consejero del presidente estadounidense, Stalin se habría asombrado al ver hasta que punto estaba dispuesto Roosevelt a acceder a los intereses legítimos de la Unión Soviética.
Ahora bien, apelando a pretextos diversos Stalin evitaba el encuentro, era preferible una reunión tripartita, proponía un encuentro entre sus representantes. La explicación de esta negativa tal vez se halle en el hecho de que Stalin sufrió un ligero ataque cerebral en 1943 y se vio incapacitado para el trabajo durante varios meses, pero nadie estaba al tanto de ello.
Las informaciones falsas que Churchill enviaba a Stalin por diversos canales también desempeñaron un papel nada desdeñable. Se supone que Churchill proponía a los estadounidenses que reconocieran las fronteras de la URSS de 1941, que ya incluían a Lituania, Letonia y Estonia, pero los estadounidenses se oponían a ello de manera sistemática.
Si lo hacían no era porque quisieran tanto a los países bálticos sino porque la proporción de inmigrantes lituanos, letones y estonios en el electorado de Roosevelt no era nada desdeñable. Y necesitaba sus votos en las elecciones. Consideraciones que lo mantenían, por así decir, amarrado.
➤ Viktor Litovkin: ¿Cuál es el principal balance de la Conferencia de Yalta? ¿No es el hecho de que hayamos vivido sin guerras mundiales durante sesenta años? ¿Cuáles son, en su opinión, las lecciones de Yalta para los políticos actuales?
Valentín Falin: Antes de responder, quisiera mencionar otro detalle, sustancial según creo, de las negociaciones de Crimea y del que no quedó prácticamente ninguna huella escrita. Roosevelt le prometió a Stalin un crédito de 4.500 millones de dólares para la recuperación del país en el período de posguerra.
¿Por qué? A pesar de todo lo que le decían de Stalin -que era un dogmático comunista, un socialista hasta la médula-, el presidente sabía que Stalin proponía gran número de concesiones a los estadounidenses, condiciones excepcionales para las inversiones, que analizaba la idea de una economía de mercado en la URSS.
Y si esto no se materializó fue porque después de Roosevelt vino Truman, un hombre que al regresar a Estados Unidos luego de la conferencia de Postdam le ordenó a Eisenhower preparar el Plan Totality de guerra nuclear contra la Unión Soviética.
La primera versión de ese plan estuvo lista en diciembre de 1945. Luego vinieron otros planes, como Drop Shop y otros, que preveían desmembrar a la Unión Soviética en doce Estados, incapaces por sí mismos de alcanzar solos sus objetivos económicos y de defensa.
Pero, si hay que mencionar el alcance global de la Conferencia de Crimea, pienso que Yalta constituyó una de las mejores oportunidades que ha tenido jamás la humanidad desde los comienzos de su historia escrita, al menos desde el nacimiento de Cristo, de excluir totalmente la guerra de la vida de la humanidad, como fue inscrito en la Carta de la Organización de Naciones Unidas. Oportunidad que no fue aprovechada, y la responsabilidad principal recae sobre Washington.
En diciembre de 1945, Burns, el primer secretario de Estado de Truman, sostuvo negociaciones con Stalin en el marco de la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de Moscú. En su intervención, difundida por la radio el 30 de diciembre, señaló que luego de las negociaciones sostenidas con Stalin había comprendido que la paz equitativa, tal como la conciben los estadounidenses, era posible.
El 5 de enero, Truman le dirigió una carta en la que le decía: "Lo que dijo es delirante. No necesitamos ningún compromiso con la Unión Soviética. Lo que necesitamos es la Pax Americana, conforme en un 80% con nuestros ideales".
La fecha del 5 de enero de 1946 puede ser considerada como la del inicio formal de la Guerra Fría. Y usted sabe a dónde nos condujo.
Una ilustración del sitio web oficial del National Trust sobre la Conferencia de Yalta (febrero 1945)
La lección principal de la Conferencia de Yalta es la siguiente: si hubiéramos tenido un enfoque razonable, y si hubiéramos manifestado en ese entonces el deseo de instaurar una paz satisfactoria para los intereses de todos los miembros de la comunidad internacional, hubiera sido posible encontrar antes soluciones convenientes para todos. Y es infinitamente más difícil hacerlo hoy. El mundo está sobresaturado de armas y muchas cosas dependen de circunstancias imprevisibles, de origen terrestre o no... Aviones B-52 estadounidenses transportaban cuatro bombas H de 25 megatones cada una, es decir 100 megatones por avión. Estos aparatos sufrieron tres averías. Uno de ellos se estrelló cerca de Chicago. Once de los doce fusibles de seguridad de una bomba no funcionaron. ¿Qué habría sido del mundo si el último dispositivo, el duodécimo elemento, hubiera fallado también?
Podemos calcular en la actualidad la cantidad de veces que el mundo ha estado al borde de una catástrofe global. Solo una razón superior ha preservado de la autodestrucción a la humanidad y la vida biológica en la tierra.
Todos los Estados del planeta deben por consiguiente actuar de forma tal que cada uno de sus pasos, grande o pequeño, tienda a hacer del mundo un sitio menos peligroso en todos los aspectos. Y naturalmente, más equitativo y más unido.
Valentin Falin